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Julio Pinto Vallejos: "¿Patria o clase?

by Pukas
La postura más recurrente de la historiografía chilena sobre la Guerra del Pacífico, ha sido ignorarla.
Para modificar esta actitud, se busca analizar el aporte de la experiencia bélica a la configuración de
aquellos procesos como la formación de identidades. En este caso en el espacio salitrero, donde se
llevó a cabo la Guerra. El debate es entre referencias "nacionalistas" y nacientes identidades
"clasistas". Se enfrentan entonces, dos posturas: un nacionalismo procedente del Estado, y una
"conciencia de clase" que ve al Estado nacional, más bien como enemigo, y a los trabajadores
extranjeros, como compañeros.
El problema
Un artículo de Bonilla en 1978 dijo que los soldados chilenos mostraron un sentido muy claro e
intenso de nacionalidad, mientras que los peruanos evidenciaron mayor lealtad a identidades étnicas
y locales. Esto nos deja ver una construcción más exitosa de la hegemonía por parte de la clase
dirigente chilena. Para el caso peruano, le contestaron a Bonilla, Nelson Manrique y Florencia Mallon
[dos amigos nuestros]. Pusieron en duda la inexistencia de sentimientos nacionalistas de los
campesinos peruanos, negando la supuesta indiferencia hacia referentes territoriales y políticos más
amplios que lo estrictamente étnico o local. Por el contrario, muchas veces las propias "elites
constructoras de nación" fueron las que colaboraron con el invasor. Estos autores elaboraron
conceptos como nacionalismo contra-hegemónico y nacionalismo popular. Con respecto al soldado
chileno, su sentimiento patriótico se ha convertido casi en un artículo de fe.
La historiografía tradicional hablaba de una nacionalidad chilena que se habría forjado desde los
inicios de la independencia. Fue ésta una visión largamente hegemónica. Se glorificó el papel del
estado y de su presunto fundador, Portales. Se destacó la noción de "orden" por sobre la de
"libertad". A partir de esta mirada, el triunfo bélico se considera fruto de la cohesión social, la
madurez institucional, y el patriotismo popular.
Sin embargo, existen miradas contra-hegemónicas:
1. Recabarren, 1910: el "pueblo bajo" no se identifica con la elite dirigente, porque se sabe y se siente
explotado por ella. Pugna más por una identidad de clase (como explotados) que nacional.
2. Jobet, en 1952, habla de una ínfima oligarquía viviendo a costa del patrimonio nacional y la
expoliación despiadada de las clases trabajadoras.
Se sospechaba, entonces, de la identificación del mundo popular con los proyectos dominadores.
Después del golpe de Estado en 1973, especialmente después de 1980, se ha profundizado ese
escepticismo. Salazar, Romero, Illanes, y Bengoa, afirman que las décadas que siguieron a la
independencia emergen como un período de profundo y creciente desgarro social, en el que un "bajo
pueblo" fue estigmatizado y agredido por un patriciado agro-mercantil, y cuyos proyectos
autonomistas fueron asimismo aplastados.
Salazar muestra la imagen del "roto" chileno como un pueblo legítimamente enajenado y hostil
frente a casi todo lo que se les ofrecía desde el Estado. Entonces, ¿cómo entender el comportamiento
del pueblo chileno en la guerra, considerando el trato que siempre se le había brindado y lo poco o
nada que tenía para ganar en la contienda? Nuevos estudios han mostrado la profundidad de las
grietas que separaban a ese mundo (el de los rotos) de los proyectos y acciones de la elite. Además,
el discurso elitista fue sumamente crítico y descalificador del carácter y el valor histórico del bajo
pueblo. Les dieron la imagen de "barbarie". Por otro lado, estos nuevos trabajos también nos
muestran que los sentimientos de hostilidad del mundo popular hacia el estado y la clase dirigente
prevalecen largamente por sobre los de identidad o comunión. Y se expresan en una larga lucha por
escapar de los controles laborales, políticos y culturales a través de los cuales el Estado procuraba
cambiarlos.
Esta lucha se habría planteado
1) como una insolente impermeabilidad a los discursos elitistas.
2) El segmento más movedizo, el "peonaje" (con el que luego se identificaría el "roto") itinerante se
resistía incluso mediante el motín, la insubordinación, y la violencia social (bandolerismo rural).
3) fuga masiva y continuada hacia otros países. Ahora, ya no se cree tanto en la eficacia del aparato
unificador del Estado.
Sin embargo, las propias investigaciones de Pinto Vallejo, sobre el peonaje chileno, sugieren una
mirada bastante más problemática del asunto. Desde mucho antes de la guerra, los rotos ya
muestran tendencias nacionalistas:
1. se enfrentó a las autoridades peruanas o bolivianas en las regiones salitreras
2. existencia de numerosos conflictos entre grupos de trabajadores chilenos y trabajadores de otra
nacionalidad
3. empresarios y periodistas chilenos conseguían movilizarlos
4. la rapidez con la que los trabajadores chilenos del salitre respondieron a la convocatoria para
conformar el ejército.
Sin vínculos de propiedad, residencia fija o familia que lo ataran a algún territorio determinado;
alejado de los mecanismos de socialización más habituales del Estado, como la escuela, la cultura
escrita o la guardia nacional, no es fácil adivinar cómo ese peonaje itinerante pudo absorber los
discursos de cohesión nacional difundidos desde la elite.
Hipótesis
Según Florencia Mallon, la paradoja sólo es tal, si se identifica a las elites modernizadoras como
únicas generadoras posibles de discursos nacionalistas. Para México y Perú, ella ha argumentado a
favor de la existencia de "nacionalismos populares o contra-hegemónicos". Incluso entre aquellos
sectores supuestamente más inmunes a ese tipo de lealtades, como las comunidades campesinas de
raíz indígena. Serían discursos alternativos a las concepciones de Estado y Nación.
Pinto Vallejos busca encontrar en el peonaje chileno, este tipo de nacionalismo como explicación
para la participación de estos grupos a favor de Chile en la guerra.
1. El peonaje chileno hundía sus raíces sociales y culturales en el mestizaje colonial, por lo cual
compartían el idioma, la religión, y los referentes culturales de la elite (que no era muy cosmopolita
ni muy sofisticada)
2. Espacios de socialización original: un mundo rural hegemonizado por la hacienda
3. Espacios físicos que coincidían con los de la elite
Por lo tanto, no había barreras culturales infranqueables, y sí mucha posibilidad de comunicación.
Para Pinto Vallejo, la trashumancia habría otorgado a estos pueblos una noción territorial más
amplia. Al ser un espacio de pertenencia mayor al local, pudo haberse forjado una futura identidad
nacional. Además, en virtud de esa misma movilidad, el peonaje pudo haber sido un "trasmisor
cultural". Las dos posturas, la liberal y nacionalista que considera elementos cohesionadotes y
pluriclasistas, y la contra-hegemónica, recogen algo de verdad. Algunos símbolos deben haber sido
adoptados; parece claro que el "bajo pueblo" sentía algún grado de identificación con la fundación
de Chile como estado nacional.
Pero también es clara la enorme dificultad que hubo para reclutar soldados cuando se declaró la
Guerra. En la práctica, sin embargo, el peonaje emigrado a las salitreras no perdió los sentimientos
de nacionalidad, más bien, parece haberse aferrado más a ellos, Los motivos podrían ser:
1. la propia lejanía al país de origen
2. las diferencias lingüísticas y culturales con los trabajadores peruanos y bolivianos generaron
ensimismamiento y auto-afirmación
Se aunaron lejanía y hostilidad que reforzaron el sentimiento nacionalista. Muchos incidentes fueron
registrados entre los trabajadores chilenos y los trabajadores peruanos y bolivianos. Por ello, no
resulta extraño que el peonaje salitrero haya concurrido con tal celeridad al llamado reclutador [acá
se contradice con lo dijo hace un instante]. La Guerra resaltó la acción valiente del roto chileno. La
victoria fijó discursivamente la imagen épica del roto como base última de cohesión social y gloria
nacional. Sirvió para legitimar los discursos de cohesión nacional.
Consecuencias
La Guerra del Pacífico fue la que fijó entre las clases populares un sentido de pertenencia y cohesión
nacional que de algún modo se proyecta hacia hoy. La imagen del roto fue utilizada por la elite para
legitimar la idea de nación. Pero si la gesta había sido compartida por todos, la victoria también sería
para todos… [¡de acá!].
El pueblo bajo sintió que merecía más respeto, derechos, ciudadanía, que debía ser escuchado. Pero
nada de esto sucedió; en el caso específico de las salitreras, el Estado nuevamente distante, se volvió
rentista; no se preocupó por las necesidades y sufrimientos de sus trabajadores, y tampoco
cambiaron mucho las condiciones de vida y de trabajo; y en los conflictos con las empresas
extranjeras, el mismo Estado los reprimió.
La reacción popular adquirió un nuevo giro confrontacional. El discurso en pocos años se volvió
contra el Estado, e incluso contra la nación. Así, como primero militaron en las Ligas Patrióticas, luego
se unieron a los trabajadores peruanos y bolivianos en defensa de los intereses comunes de clase. O
yo mucho no le entendí, o este tipo es algo confuso…Me pareció que se contradice bastante.

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