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1. ANTECEDENTES
La protección especial del niño como categoría diferenciada dentro de la población civil
no va a tener lugar hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con la aprobación de
los Convenios de Ginebra de 1949 en los que por primera vez se recogen disposiciones
que se refieren de manera particular al niño. Y no es que hasta dicho momento no
hubieran surgido iniciativas dirigidas a mejorar la situación de la infancia castigada por
la guerra, pues precisamente después de la Primera Guerra Mundial, se había creado
la primera organización internacional consagrada a la infancia: la Unión Internacional de
Socorro a la Infancia, promovida por el Comité Internacional de la Cruz Roja y por la
fundadora del “Fondo para Salvar a los Niños”, Englantina Jebb, y que, en mayo de
1923 adoptó la primera Declaración de los Derechos del Niño, aprobada un año
después por la Sociedad de Naciones. Aunque esta Declaración no hacía referencia
expresa a la protección del niño en situaciones de conflicto armado, sin embargo
reconocía el deber de dar prioridad a éste para ser atendido antes que nadie en caso
de catástrofe.
Por otro lado, en 1938, la XVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja invitó al CICR
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y a la Unión Internacional de Protección a la Infancia a que prepararan conjuntamente
un proyecto de Convención sobre la protección de los niños en caso de conflicto
armado. Sin embargo, la redacción del proyecto quedó interrumpida por el estallido de
la Segunda Guerra Mundial, que hizo imposible su aprobación.
Por ello, cuando se redactaron los Convenios de Ginebra de 1949 se incluyeron normas
específicas en el IV Convenio relativo a la protección de las personas civiles, para
proteger a los niños víctimas de los conflictos armados. Esta preocupación internacional
por la protección de la infancia duramente castigada por la guerra se va a reflejar
también en el establecimiento, en 1946, de un Fondo de Emergencia para prestar
asistencia a los niños - el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia - en el seno de
la recién creada Organización de las Naciones Unidas.
Por otro lado, y como reacción a las atrocidades cometidas contra la población civil
judía durante la guerra, en 1948 se aprobó el Convenio para la Prevención y Sanción
del delito de Genocidio, que considera como tal, entre otras prácticas, la de impedir los
nacimientos en el seno de un grupo y la de trasladar por la fuerza niños de un grupo a
otro (arts. 1 y 2). Y en 1959, una nueva Declaración sobre los Derechos del Niño va a
reafirmar el principio de protección especial del niño y el deber de que sea uno de los
primeros en recibir asistencia en caso de desastre.
Dicha protección especial no cesa por el hecho de que los niños menores de quince
años participen en las hostilidades - contraviniendo la prohibición establecida a este
respecto - y son capturados por la parte adversa, tanto si se trata de un conflicto
armado internacional como no internacional (art. 77.3 del Protocolo I y art. 4.3.d) del
Protocolo II).
Los Convenios de Ginebra prevén dos mecanismos para proteger a los niños de
manera especial contra los efectos de las hostilidades. En primer lugar a través de la
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creación, tanto en tiempo de paz como después de la ruptura de las hostilidades, de
zonas y localidades sanitarias y de seguridad para poner al abrigo a determinadas
categorías de personas particularmente vulnerables y entre las cuales están incluidos
los niños menores de quince años, las mujeres encinta y las madres de niños de menos
de siete años (art. 14 del IV Convenio).
Por otro lado, conviene tener presente que la asistencia humanitaria incluye, no sólo la
asistencia material propiamente dicha, como el envío y la distribución de alimentos,
ropa, medicamentos, la asistencia sanitaria, el refugio, etc., sino también la asistencia
no material, como la educación, la asistencia religiosa, psicosocial, etc. Los conflictos
armados recientes han puesto de manifiesto la importancia de esta segunda variedad
de la asistencia humanitaria, principalmente por lo que se refiere a los niños
traumatizados por la guerra. En virtud de este principio de asistencia especial al niño, el
Derecho Internacional Humanitario establece la obligación de conceder el libre paso
para el envío de medicamentos, material sanitario, objetos para el culto, víveres, ropas
y tónicos reservados a los niños menores de quince años, y recoge expresamente el
deber de dar prioridad a estos últimos en la distribución de los envíos de socorro (art.
23 del IV Convenio y art. 70 del Protocolo I).
Los niños huérfanos o que hayan quedado separados de sus padres a consecuencia de
la guerra también son objeto de un trato especial ya que el artículo 24 del IV Convenio
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establece que las Partes contendientes tomarán todas las medidas necesarias para
evitar que estos niños queden abandonados a sí mismos, y para que se les procuren
en todas circunstancias la manutención, la práctica de su religión y la educación.
Idéntica obligación se establece para la Potencia ocupante con respecto a los niños
huérfanos o separados de sus padres que se encuentren en su territorio (art. 50 del IV
Convenio).
En cuanto a los niños detenidos el IV Convenio, dispone que deberá tenerse en cuenta
el régimen especial prescrito para los menores de edad (art. 76). Este régimen
dependerá de la legislación interna del Estado, que generalmente prevé un tratamiento
adecuado a su edad y condición jurídica, aunque habrá de tener presente lo dispuesto
en el Protocolo adicional I respecto a que los niños estén separados de los adultos (art.
77.4). Pero en cualquier caso, y tanto si se trata de conflictos armados internacionales
como no internacionales, queda excluida la ejecución de la pena de muerte contra las
personas menores de 18 años (art. 68 del IV Convenio, art. 77.5 del Protocolo I y art.
6.4 del Protocolo II).
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Por lo que respecta a los niños internados, se prevé que éstos reciban los suplementos
nutritivos adecuados para su edad, así como instrucción y educación. Podrán ir a la
escuela, ya sea en el interior o en el exterior de los lugares de internamiento, y se
habilitarán sitios adecuados para que los niños y adolescentes puedan participar en
deportes y juegos al aire libre (arts. 89.5 y 94.3 del IV Convenio). En relación con las
penas disciplinarias se establece que éstas no podrán ser en ningún caso inhumanas,
brutales o peligrosas para la salud, y que se tendrá en cuenta, entre otras
circunstancias, la edad de los internados (art. 119.4 del IV Convenio). Finalmente, el IV
Convenio insta a las Partes contendientes a hacer cuanto puedan para concertar,
durante las hostilidades, acuerdos relativos a la liberación, repatriación, regreso al lugar
del domicilio u hospitalización, en país neutral de ciertas categorías de internados,
incluidos los niños (art. 132).
6. PROTECCIÓN DE LA IDENTIDAD
Una de las mayores consecuencias dramáticas de los conflictos armados es que los
niños quedan separados de sus padres y en ocasiones nunca más vuelven a
encontrarlos. En el conflicto de Rwanda se calcula que, en la huida despavorida de los
refugiados, 114.000 niños quedaron separados de sus padres. Ha sido necesario un
gran esfuerzo por parte del Comité Internacional de la Cruz Roja, ACNUR, UNICEF y
organizaciones no gubernamentales, para identificar a estos niños y reunirlos de nuevo
con sus familias, y todavía quedan muchísimos cuyos familiares no han sido
localizados.
Con respecto a la segunda cuestión, el artículo 49 del IV Convenio dispone que cuando
la Potencia ocupante proceda a la evacuación o el traslado de una determinada región
ocupada por razones de seguridad de la población o imperiosas necesidades militares,
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deberá actuar de modo que no se separen, unos de otros, a los miembros de una
misma familia.
Finalmente, todas las disposiciones que protegen a las mujeres con hijos de corta edad
(por ejemplo, la prohibición de ejecutar la pena de muerte contra madres de niños de
corta edad), tienen como objetivo en último término, evitar que los niños queden
separados de la madre, tal como disponía la Declaración de 1959 sobre los Derechos
del Niño al proclamar que “no deberá separarse al niño de corta edad de su madre”.
Por lo que respecta a las familias dispersas, está previsto que los miembros de una
familia puedan transmitirse y recibir mensajes o noticias familiares, donde quiera que se
hallen. Esta correspondencia se efectuará en principio por vía postal ordinaria, pero si
ésta fallara, podrá encargarse de transmitir los mensajes familiares la Agencia Central
de Información en cooperación con las Sociedades Nacionales. Además, las Partes
contendientes facilitarán la búsqueda y reunificación de las familias dispersas por la
guerra (arts. 25 y 26 del IV Convenio).
Así se desprende en primer lugar del artículo 24 del IV Convenio, el cual, al referirse a
la asistencia que deben recibir los niños huérfanos o que hayan quedado separados de
sus familiares, menciona expresamente que deberá procurárseles la práctica de su
religión y la educación, y con respecto a ésta última se dispone que, siempre que sea
posible, se confiará a personas de la misma tradición cultural. Similares medidas
encontramos en el Artículo 50 relativo a las acciones de la Potencia ocupante en favor
de los niños del territorio ocupado, cuando establece que deberá asegurarla educación
de los niños huérfanos o separados de sus familiares a consecuencia de la guerra,
siempre que fuera posible, por medio de personas de su misma nacionalidad, lengua y
religión.
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Esta misma preocupación se refleja en las disposiciones relativas a la evacuación de
los niños. Así, en el mismo artículo que mencionábamos relativo a la asistencia y la
protección de los niños huérfanos o separados de sus familiares, se establece que
cuando se proceda a la evacuación de dichos niños a un país neutral será necesario
que haya las suficientes garantías con respecto a la educación, la práctica de la religión
y la continuidad de sus tradiciones culturales, a las que hacíamos referencia más arriba.
El Protocolo adicional I, por su parte, al regular la evacuación de los niños hace
referencia expresa también a la continuidad de su educación, incluida la educación
religiosa y moral que sus padres deseen (art. 78).
Con relación a los conflictos armados sin carácter internacional, también se hace
referencia expresa, dentro de las garantías fundamentales enumeradas en el artículo 4
del Protocolo II, al deber de proporcionar a los niños educación, incluida la educación
religiosa o moral, conforme a los deseos de los padres, o de las personas que tengan la
guarda de ellos.
“En todas las medidas concernientes a los niños, que tomen las instituciones
públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades
administrativas o los órganos legislativos una consideración primordial a que se
atenderá será el interés superior del niño” (artículo 3).
Pues bien, entramos pues, a analizar la “antítesis”, por llamarlo de alguna manera, de
la protección especial del niño en tiempo de conflicto armado, antítesis propia de un
fenómeno que ha venido recibiendo el nombre de “los niños soldados”. Porque
efectivamente, toda la protección prevista a favor del niño en el Derecho Internacional
Humanitario queda sin efecto en el momento en el que el niño es utilizado para
participar en las hostilidades, hasta que dicha participación cese o hasta que sea
capturado.
En efecto, va a ser a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta cuando
el fenómeno de los niños soldados va a comenzar a adquirir dimensiones
preocupantes, en conflictos armados principalmente de carácter interno y en las
guerras de liberación nacional de países en desarrollo, en el contexto del recién
proclamado principio de autodeterminación de los pueblos. En estos conflictos, las
partes que se enfrentan a los ejércitos regulares suelen adoptar la táctica de la
guerrilla, que ha extendido los efectos de la guerra y ha oscurecido la distinción entre
combatientes y población civil.
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Ginebra de 1.949 sobre protección de las víctimas de la guerra. En efecto, en el
Protocolo I relativo a los conflictos armados internacionales, se prohibe la participación
directa de los niños menores de 15 años y su reclutamiento en las fuerzas armadas,
estableciendo que en caso de que se reclute a personas mayores de 15 años pero
menores de 18, se aliste en primer lugar a los de más edad (artículo 77.2). El Protocolo
II aplicable a los conflictos armados sin carácter internacional prohibe igualmente el
reclutamiento de niños menores de 15 años en fuerzas o grupos armados, pero da un
paso adelante, al prohibir que éstos participen en las hostilidades tanto de forma directa
como de forma indirecta (artículo 1.4.).
Así, por ejemplo, la Carta Africana sobre los Derechos y el Bienestar del Niño,
aprobada en 1990, define como tal a todo menor de dieciocho años, y en su artículo 22
hace referencia a esta cuestión, estableciendo que:
“Los Estados Parte en esta Carta adoptarán todas las medidas necesarias para
garantizar que ningún niño tome parte directamente en las hostilidades y, en
especial, se abstendrán de reclutar a algún niño”.
Durante los años noventa y hasta nuestros días, el fenómeno de los niños soldados ha
seguido su ascenso, hasta el punto de que se ha informado que más de 250.000 niños
participan en las hostilidades en los conflictos armados actuales. Mozambique, Liberia,
Sri Lanka, Sudán, Uganda, Somalia, Colombia, Rwanda, Sierra Leona, la República
Democrática del Congo y Chechenia, han sido algunos de los escenarios en los que los
niños han tomado parte en los combates. Este problema ha despertado la inquietud de
numerosas organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, así como de
la opinión pública mundial, de un modo muy similar al del problema de las minas
antipersonal.
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establecido para el alistamiento voluntario, y que había que prestar especial atención a
la aplicación de las normas que velaran por el respeto de este límite de edad, a las
entidades armadas no gubernamentales.
Con base a una contribución realizada por el CICR durante los trabajos del Comité
Preparatorio para la elaboración de un proyecto de Estatuto de un Tribunal
Internacional, el texto final adoptado en Roma recoge una lista de crímenes de guerra
en caso de conflicto internacional y de conflicto armado sin carácter internacional.
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relativo a la Prohibición e Inmediata Acción para la Eliminación de las Peores Formas
del Trabajo Infantil, aprobado en junio de 1999, y el Protocolo facultativo de la
Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de los niños en los
conflictos armados, aprobado por la Asamblea General en mayo de 2000.
Por otro lado, es de hacer notar que ambas disposiciones son idénticas exceptuando
que la utilizada con respecto a los conflictos armados internacionales incorpora la
expresión “nacionales” al referirse a las fuerzas armadas, y la prevista en relación con
los conflictos armados no internacionales añade el término “grupos” detrás de las
fuerzas armadas. A este respecto, hay que decir que, en relación con los conflictos
armados internacionales, al hacer alusión a las “fuerzas armadas nacionales”, el
artículo 8.b ha excluido de responsabilidad a las personas que recluten niños o los
utilice para participar activamente en conflictos armados en los que haya otros grupos
armados de carácter no estatal, como sería el caso de los movimientos de liberación
nacional, previstos en el artículo 1 del Protocolo I.
El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tiene una amplia
experiencia por lo que se refiere a la protección y asistencia de los niños víctimas de los
conflictos armados. Numerosas resoluciones del Consejo de Delegados, así como de
las Conferencias Internacionales, han mostrado su preocupación por las condiciones de
los niños que viven en estas circunstancias, invitando a todos los miembros del
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Movimiento a participar activamente en la promoción de la situación de estos niños.
El Plan de Acción no es un fin en sí mismo sino una etapa más en el proceso para
evitar o el menos aliviar el sufrimiento de los niños víctimas inocentes de la guerra,
objetivo que ha sido y será siempre prioritario en la actividad del Movimiento
Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en favor de las víctimas de los
conflictos armados.
BIBLIOGRAFÍA
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