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Edward Hopper: Retratos de soledad

Gina Dimare

En el contexto de los años ’20, Hopper comienza su carrera artística en la ciudad de Nueva
York pintando paisajes urbanos y emplazado dentro del movimiento llamado “American
Scene”, donde los artistas desarrollaban pinturas de tipo realista, indagando las nuevas
perspectivas dentro de una ciudad norteamericana en proceso de transformación modernista.

La crisis de la Gran Depresión se encuentra en pleno auge cuando el artista comienza sus
producciones, y es aquello lo que va a guiar su inspiración: la soledad en la vida moderna.
Dicha inspiración marcará de por vida su recorrido como artista plástico, estableciendo un
estilo muy característico, fundando un fácil reconocimiento e identificación personal dentro
del trascurso histórico artístico.

Hopper no pasará por alto dentro de la historia del arte, ya que como consecuencia de su
elegancia pictórica, los especialistas comienzan a estudiarlo en profundidad, logrando así
establecer lazos con diversos campos artísticos, como fue principalmente analizado en torno a
cierto carácter cinematográfico.

La pregunta que me gustaría responder a través de este texto es la siguiente: ¿cómo hace
Edward Hopper, para trasmitir a través de sus obras estrictamente armónicas, cálidas y
calmas, una sensación de extrema soledad?.

Para lograrlo me gustaría examinar con atención sus trabajos para expresar ciertos elementos
frecuentes dentro de sus pinturas.

En un primer lugar, el elemento caracterizador que podríamos distinguir, es la elección


temática que consiste en lugares con recurrencia púbica pero en contextos específicos; los
bares, estaciones, hoteles y teatros, es donde sus personajes se sitúan en estados casi
inmóviles, nostálgicos y pensativos. Ni la acción ni el movimiento es aquí un foco de interés.
Asimismo, sus paisajes en exteriores también son usuales, retratando los pequeños pueblos y
sus pintorescas viviendas, caracterizándose por la ausencia de presencias humanas.

Partiendo de la temática, continuamos con el tratamiento de color; cálidos, naturales y a su


vez, expresivos. Es a través de la elección de los colores donde invita a formar parte al
espectador de aquel paisaje urbano, presentándonos allí, una historia a la cual ahora somos
parte, o a menos comenzamos a indagar y cuestionar el contenido. Al incorporar el contraste
lumínico de luces y sombreas, Hopper logra construir un retrato realista y crudo, donde
reconocemos sin mayor complicación todo aquello que nos está mostrando.

Ahora bien, su punto esencial permanece en el método compositivo donde prevalecen los
primeros planos, preferentemente cerrados, donde coloca simplemente los elementos de
interés para la escena, reduciendo de manera precisa los objetos y personajes que se
encuentran dentro.

Es así, como Hopper logra retratar un recorte de la realidad, la realidad de un universo aislado,
en el cual sus protagonistas viven un tiempo inmóvil, pausado, donde la soledad, la
melancolía y la tristeza son algunos de los estadios emocionales que consigue transmitir.
La particularidad de sus obras una vez estudiadas y percibidas, consiste en la sabiduría del
artista para elaborar escenas que reflejan aquellos estados mentales sin recurrir a una
estética traumática ni violenta, por el contrario, el espectador percibe a través de sus
elementos estéticos previamente mencionados – para nada traumáticos ni violentos- un
estado calmo y sereno, aquel sentimiento de silencio, soledad y tristeza.

En definitiva, es, a través de la identificación individual -apelando a escenas cotidianas, una


estética realista y concibiendo un ambiente íntimo- el autor logra concebir sus maravillosas
imágenes.

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