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El curanderismo

Una de las prácticas tradicionales más representativas es el curanderismo. Esta


es la práctica de curar enfermedades y maleficios por parte de curanderos, los
cuales se cree poseen donde sobrenaturales que son usados para realizar
curaciones, adivinaciones y otras prácticas que no son aceptadas por la medicina
tradicional. (Pancorbo y Zárate, 2015, p. 15)

El curanderismo se basa en el don de curar, el origen de dicho don es explicado


de dos maneras: como una manifestación divina que se realiza a través de un
sueño o como enseñanza e iniciación por parte de un maestro, con el que en la
mayoría de casos se tiene un vínculo familiar.

Para entender esta práctica se debe tener en cuenta la concepción que tienen
de la enfermedad, entendida como un desequilibrio con uno mismo y/o con la
comunidad, y la relación médico-paciente, debido a que, si bien el curandero o
la curandera inspiran sensaciones de respeto y temor, el paciente es una parte
importante y activa dentro del proceso de curación, ya que su condescendencia
ayuda a agilizar el proceso ritual, mediante el cual la persona queda convencida
de estar curada. La práctica del curanderismo está orientada a enfermedades
que se manifiestan en el cuerpo, pero que tienen un origen psíquico. Además, el
curanderismo está muy relacionado con la naturaleza

(…) los curanderos creen que en esta radica la respuesta a todos los aspectos de la
vida de su paciente, porque el hombre es parte de ella y si este, no está en conexión
o equilibrio con la naturaleza, ahí es donde comienza los problemas para el hombre.
(ibíd, p. 11)

María del Carmen Pancorbo y Tathiana Zárate (2015) resaltan uno de los
registros que se tiene sobre las prácticas del curanderismo en nuestro país, “Los
comentarios reales” (1967) del Inca Garcilaso de la Vega, donde se señala la:

existencia de personas denominadas sacerdotes del inca que desarrollaban


rituales dirigidos a sus divinidades, al sol, la luna, la tierra; se describe a una
persona encargada de estos menesteres y que a la vez fungían de médico y
especialista en hacer conexión con las deidades andinas. El término de
curandero se le asignaba a aquella persona que generalmente atendía a la clase
media para abajo tenía conocimientos de herbolaria y como parte de sus
tratamientos invocaba a las deidades incas. (p. 16)

La práctica del curanderismo se remonta a épocas pre incaicas, posteriormente


se extendió por todo el territorio del Tahuantinsuyo y su práctica en la actualidad
ha pasado por diversos procesos históricos.

Tradicionalmente esta práctica obedece a una intrincada red de relaciones


sociales con los miembros de la comunidad, esto quiere decir que usualmente
se recurre a los servicios de un curandero o curandera por recomendación de
familiares o miembros de la comunidad; no obstante, en la actualidad, se puede
ver que en las zonas urbanas hay curanderos y curanderas que ofrecen sus
servicios de manera más directa, por ejemplo, a través de anuncios. Esto nos
muestra los cambios que ha tenido esta práctica y cómo se sigue manteniendo.

El curandero o la curandera

La imagen del curandero o curandera representa un elemento importante dentro


de la práctica médica tradicional, su capacidad de explicar lo oculto y su figura,
considerada como mítica, produce sensaciones de temor y respeto dentro de su
grupo social.

Para Mario Chiappe y Luis Millones (1985)


Curandero es aquella persona que mediante el uso de hierbas ú otros
medicamentos o procedimientos mágico religiosos y con un gran ingrediente
psicológico, consigue el restablecimiento de la salud o del bienestar de una
persona, el verdadero curandero tiene un substrato milenario nacido dentro de
una cultura, que se ha conservado en forma tradicional y es ejercida por
personas que lo heredan generalmente de sus padres o parientes que han sido
sus maestros, además el credo religioso les da convicción más firme porque
creen en Dios y en los Santos quienes no pueden negarles su ayuda en el
ejercicio de una profesión que busca bienestar de las personas.

Si bien sus prácticas no están muy bien definidas, ya que estas varían según la
región, se le conoce como la persona que puede curar física y espiritualmente, y
se recurre a él “cuando aparece el malestar, la sensación de enfermedad o la
crisis aguda en que el cuerpo denota que algo negativo se está expresando en
él” (Modena, 1990)1. En este contexto, los curanderos aparecen como
personajes con investiduras, funciones, recursos y marcos referenciales
diferentes (íbid) que les permiten brindar explicaciones y tratamientos
particulares para atender dicho malestar. Los elementos utilizados y las formas
rituales también varían según el lugar de procedencia del curandero o curandera,
además, ellos suelen incorporar a sus prácticas nuevas formas y elementos
aprendidos en el transcurso de su experiencia. El ritual tiene un carácter
sincrético, relaciona elementos de la medicina tradicional, aspectos de la religión,
aspectos culturales y del medio ambiente. (García, R. y Rangel, E., 2010)

En el presente trabajo se abordará la historia de vida de una curandera


huanuqueña que adquirió el don de curar gracias a las enseñanzas de sus
padres y que a lo largo de su experiencia ha ido incorporando nuevos saberes.
Nos centraremos en la forma en que ella ejerce estas prácticas en el contexto
urbano.

Bibliografía
1. Campos Navarro, R, (1997) Curanderismo, medicina indígena y proceso
de legalización. Nueva Antropología [en linea], XVI (agosto) : [Fecha de
consulta: 13 de junio de 2018] Disponible
en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15905304> ISSN 0185-
0636

2. Chiappe, M. y Millones L. (1985) “Alucinógenos y shamanismo en el


Perú contemporáneo”. Lima: El Virrey

3. García Pereryra, R. y Rangel Gúzman, E. (2010) Curanderismo y Magia.


Un análisis semiótico del proceso de sanación. Revista CULCyT
7(38/39), 5-15

4. Pancorbo Rodríguez, C. y Zárate Huillca, M. (2015) “La práctica del


curanderismo en el poblado de Huasao- Cusco”. (Tesis de pregrado).
Universidad Nacional del Altiplano-Puno.

1
Citado por García Pereryra, R. y Rangel Gúzman, E. (2010)

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