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LAS CARIES

Hay jóvenes que a los diez años tienen la boca ya llena de empastes; el dentista ha hecho su
trabajo y ha
empastado las caries con amalgamas de diverso tipo, a menudo mal toleradas por el
organismo y que crean
con el tiempo los problemas más diversos. (1) Y sin embargo las caries son una lisis y, si
uno fuera capaz de
vencer el dolor propio de la auto-reparación, una vez superado el conflicto, al cabo de poco
tiempo el diente
cariado estaría nuevamente sano. Es importante comprender el trauma inicial, para
mantener una dentadura
sana; la Nueva Medicina es también y sobre todo preventiva. Nos ocuparemos aquí del
esmalte, la parte más
externa del diente que lo protege del desgaste de la masticación, y de la dentina, la parte de
debajo del
esmalte que le da su forma al diente.
En la escuela los niños están en la misma situación que el perro ratonero alemán mientras
que la maestra (o
el profesor, y más tarde el jefe de la oficina) es el San Bernardo que mantiene la disciplina y
dice cosas de lo
más aburridas; al niño le gustaría morderle, pero es tan pequeño que le resulta imposible
hacerlo, y así el
conflicto activo entra en acción produciendo la caries; si me desvalorizo porque mis dientes
no están a la
altura de poder morder, el cerebro ordena una lisis allí donde no puedo hincar el diente.
___________
Nota (1): Léase a este respecto: Cosa rivelano i denti, del doctor Yves Gautier, Edizioni Amrita, Turín, 1998.
EL SAN BERNARDO Y EL PERRO RATONERO ALEMÁN
Existen muchas razas de perros y todas ellas más o menos avenidas entre sí; cuando se encuentran y simpatizan
emiten
gañidos y se hociquean al tiempo que menean la cola, y cuando se miden y no quieren hacer amistad gruñen.
Pero el San
Bernardo y el perro ratonero alemán precisamente no se soportan; basta con que se vean de lejos para cambiar
de acera e
ignorarse.
Al perro ratonero alemán le gustaría sobremanera morder a aquel animalucho, pero es tan poca cosa que le es
imposible
hacerlo, y quién sabe lo que daría el San Bernardo por comerse a ese microbio de un sólo bocado, pero es tan
grande en
comparación con él que si lo hiciera el resto de los perros le retirarían el saludo. Y así piensa el perro ratonero:
«No puedo
morderle porque soy demasiado pequeño, me es imposible físicamente» y vive un conflicto de auto-
infravalorización
física que desahoga en una osteolísis (un agujero) en la dentina. El San Bernardo piensa: «No debo morderle,
no tengo
ningún derecho a hacerlo porque soy mucho más fuerte que él», y vive un conflicto de auto-desvalorización de
tipo moral,
con la correspondiente lisis en el esmalte de los dientes, una caries que, en nuestra ignorancia, achacamos a la
acción de
los microbios.
Cuando un padre repara en esta situación basta con que aplique una simple triquiñuela para
resolver el
problema: que dé a morder a su hijo una manzana que representa al maestro-San Bernardo a
fin de que el
niño-perro ratonero recobre rápidamente su autoestima; el uso simbólico de la manzana
resulta
extremadamente eficaz. (Los dentistas no tienen las menores ganas de hacerlo, pues al
parecer no les falta el
trabajo ...).

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