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1 LOS PRINCIPIOS PROCESALES Los principios procesales sirven para describir y sustentar la
esencia del proceso, cuando son incorporados en un código de manera taxativa pone de
manifiesto el sistema procesal que adopta ya sea el publicista o privatista. Se dice también,
que son normas universales, que regulan la relación procesal desde el inicio del ejercicio del
derecho de acción hasta el fin del proceso. LOSPRINCIPIOS DELPROCESO Estos principios
sustentan la esencia de lo que es un proceso judicial, al extremo que su presencia en un
ordenamiento procesal es correspondiente con la naturaleza jurídica de este. 1. Principio de la
exclusividad y obligatoriedad de la función jurisdiccional Nadie puede irrogarse en un Estado
de derecho la función de resolver conflictos de intereses con relevancia jurídica, sea en forma
privada o por acto propio. Esta actividad le corresponde al Estado a través de sus órganos
especializados, este tiene la exclusividad del encargo. El principio significa que si una persona
es emplazada por un órgano jurisdiccional, debe someterse necesariamente al proceso
instaurado contra él. Es más, cuando el proceso acabe, dicha persona estará también obligada
a cumplir con la decisión que se expida en el proceso del cual formó parte. 2. Principio de la
independencia de los órganos jurisdiccionales La única posibilidad de que un órgano
jurisdiccional, un juez pueda cumplir a cabalidad con su función social de resolver conflictos de
intereses y procurar la paz social es intentando que su actividad no se vea afectada por ningún
tipo de poder o elemento extraño que presione o altere su voluntad para decidir. Si un juez no
es soberano en la decisión que debe tomar para resolver un caso concreto, significará que el
proceso judicial solo es un pretexto para protocolizar una injusticia, la que habrá sido obtenida
por ese factor externo que pervierte la voluntad del juzgador.
4. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 3 afirma:
"De esta manera se evitan arbitrariedades y se permite a las partes usar adecuadamente el
derecho de impugnación contra la sentencia para los efectos de la segunda instancia,
planteándole al superior las razones legales y jurídicas que desvirtúan los errores que
condujeron al juez a su decisión. Porque la resolución de toda sentencia es el resultado de las
razones o motivaciones que en ellas se explican", la Constitución Política de 1993 regula este
principio. 7. Principio de la Cosa Juzgada Este principio nos señala que un proceso terminado,
que ha quedado consentido y ejecutoriado, genera la autoridad de la cosa juzgada; vale decir
es inimpugnable, irrecurrible, invariable, inmutable y que por ende ninguna autoridad judicial
podrá revisar nuevamente la misma pretensión. La cosa juzgada otorga seguridad jurídica,
pero ello solo tiene efecto sobre las partes intervinientes del mismo .Existen algunas
excepciones, por ejemplo: el patrocinio de intereses difusos.
LOSPRINCIPIOSDELPROCEDIMIENTO Los principios del procedimiento sirven para describir la
naturaleza y contenido de los sistemas procesales civiles. Los principios procesales contenidos
en Título Preliminar del Código Procesal Civil son: 1) Principio de la Tutela Jurisdiccional
Establecido en el artículo I del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Como manifiesta
Ovalle Favela, el derecho a la tutela jurisdiccional “es el derecho público subjetivo que toda
persona tiene para acceder a tribunales independientes e imparciales, con el fin de plantear
una pretensión o defenderse de ella, a través de un proceso justo y razonable, en el que se
respeten los derechos que corresponden a las partes, así como para que dichos tribunales
emitan una decisión jurisdiccional sobre la pretensión o la defensa y, en su oportunidad,
ejecuten esa resolución“.
7. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 6 10)Juez
y Derecho Establecido en el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Civil. La
primera parte de esta norma se resume en el aforismo “iura novit curia”, por lo que el juez
debe aplicar la norma jurídica que corresponda a la situación concreta, aunque las partes
hayan invocado erróneamente o no lo hayan invocado. El juez tiene el mejor conocimiento del
derecho que las partes, y aplica la norma más conveniente al caso concreto. Iura novit curia no
quiere decir que el Juez puede adecuar los hechos al derecho, sino que el Juez puede corregir
la aplicación de la norma, más no los hechos. La segunda parte está referida al principio de
congruencia procesal, el Juez al momento de emitir su decisión que pone fin a la instancia, no
puede ir más allá del petitorio. 11)Principio de Gratuidad en el Acceso a la Justicia Establecido
en el artículo VIII del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Este principio obliga a procurar
que el proceso no resulte tan costoso para las partes, que podría ser un inconveniente para
hacer valer el derecho pretendido. El Código establece que el Estado concede gratuitamente la
prestación jurisdiccional, sin perjuicio de que el litigante de mala fe, deba abonar las costas,
costos y las multas que para cada caso específico establece la Ley. 12)Principio de Vinculación
y de formalidad El artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Civil establece que dado
que la actividad judicial es una función pública realizada con exclusividad por el Estado, las
normas procesales que regulan la conducta de los intervinientes en el proceso y las ciencias
que las integra son de derecho público. Estas normas procesales tienen carácter imperativo
como principio, salvo que la misma norma regule que algunas de ellas no tiene tal calidad. En
el segundo párrafo, referido al principio de elasticidad, por el cual el juez está facultado para
adecuar la exigencia del cumplimiento de estos requisitos formales a los dos objetivos más
trascendentes del proceso: la solución del conflicto de intereses o incertidumbre jurídica y, el
logro de la paz social en justicia.
8. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 7
13)Principio de Doble Instancia El artículo X del Título Preliminar del Código Procesal Civil
consagra el principio de la doble instancia para todos los procesos, dentro de los cuales se
ventila y se resuelve el conflicto de intereses o la incertidumbre jurídica, ambas con
trascendencia jurídica. La doble instancia es renunciable expresa o tácitamente. Esto quiere
decir, que si en la primera instancia una parte no obtiene una decisión favorable, podrá apelar
para que su causa se ventile en una segunda instancia. Otros principios procesales: Principio
de Adquisición El Principio de Adquisición, consiste en que una vez incorporados al proceso los
actos procesales (documentos, etc.) dejan de pertenecer a quien lo realizó y pasan a formar
parte del proceso, pudiendo incluso la parte que no participó en su incorporación obtener
conclusiones respecto de él. Acá desaparece el concepto de pertenencia individual, una vez se
incorpore el acto al proceso. Principio de Eventualidad Este principio está ligado con la
diferencia, a veces sutil, que existe entre una estrategia procesal y una conducta maliciosa.
Este principio impone el deber de las partes de presentar todo su caudal probatorio (sea de la
pretensión o defensa) en un momento determinado. La realización o incumplimiento de este
principio, trae la dilación de los procesos, e incita la deslealtad procesal. Al haber asumido
como requisito de admisibilidad que los medios probatorios se acompañen en la etapa
postulatoria, se ha incorporado en el código este principio. Principio de Congruencia Es
conocido como principio de consonancia. En virtud a ese postulado se limita el contenido de
las resoluciones judiciales; es decir que debe emitirse de acuerdo con el sentido y alcance de
las peticiones formuladas por las partes para el efecto de que exista idoneidad jurídica entre lo
resuelto y las pretensiones, excepciones i defensas oportunamente deducidas.
El principio dispositivo significa que corresponde a las partes iniciar el juicio formulando la
demanda y proporcionar los elementos para su decisión (peticiones, excepciones, recursos,
pruebas), es decir la iniciativa en general, y que el juez debe atenerse exclusivamente a la
actividad de estas, sin que le sea permitido tomar iniciativas encaminadas a iniciar el proceso ni
a establecer la verdad y conocer de parte de cuál de ellas está la razón en la afirmación de los
hechos. El principio inquisitivo, por el contrario, le da al juez la función de investigar la verdad por
todos los medios legales a su alcance, sin que la inactividad de las partes lo obligue ni lo limite
a decidir únicamente sobre los medios que estas le lleven a los autos, y lo faculta para iniciar de
oficio el proceso y para dirigirlo con iniciativas personales.
En realidad ninguno de estos dos sistemas o procedimientos se aplica con carácter exclusivo,
de suerte que cuando se dice, por ejemplo, que un procedimiento es dispositivo, con ello no se
quiere significar que este éste el único que debe gobernar el proceso. En todos los sistemas
legislativos se han otorgados al juez ciertos poderes (mayores o menores, según haya sido el
influjo de estos principios), y al mismo tiempo ciertas iniciativas exclusivamente a las partes, de
manera que el juez no pueda tomarlas en su lugar.
Consideramos equivocado este criterio, porque ejecutar justicia y obtener una sentencia que se
acomode a la verdad y al derecho, es cuestión de interés social, cualquiera que sea la rama del
derecho objetivo a que corresponda la cuestión que constituye el objeto del proceso: penal, civil,
laboral, etc. En el proceso civil, si bien no se deben dar al juez facultades tan amplias que dejen
eliminada su posición imparcial en el proceso, sí deben atribuírsele los poderes necesarios para
que la iniciativa de las partes no ahogue su criterio ni burle los fines de la ley procesal,
especialmente en materia de pruebas, y para hacer efectiva la lealtad procesal, la buena fe y la
economía en el proceso, poniendo freno a las actividades dilatorias o dolosas de las litigantes y
buscando una mayor realidad del principio de la igualdad de las partes. Debe aplicarse aquí el
principio fundamental del derecho moderno, sobre la protección de los débiles, porque, como
dice DE LA PLAZA, “la inactividad del magistrado frente a las deficiencias de una parte, puede
desembocar en una auténtica denegación de justicia”.
Son cuatro las consecuencias de la demanda: iniciar el juicio; delimitar su objeto, de modo que
el juez no puede resolver sino sobre lo contemplado en ella; determinar las partes que deban
sujetarse a sus resultas, y las causas por las cuales deben resolverse las peticiones formuladas.
Pero puede ocurrir la concurrencia de terceros al juicio, cuando tengan interés legítimo para ello,
y la sentencia entonces les favorece o perjudica.
El tercer efecto del principio dispositivo radica en que, contestada la demanda y nacida así la
litis, son las partes quienes deben solicitar y luego presentar las pruebas de sus alegaciones, sin
que el juez le sea permitido llamarles la atención sobre alguna que, en su concepto, sea
importante, y mucho menos se le faculte para decretar y practicar de oficio o por iniciativa otras
pruebas para aclarar las practicadas o investigar la verdad de los hechos que le resulten
dudosos. Este efecto del principio dispositivo continúa rigiendo con mayor o menor rigor en el
proceso civil contemporáneo, a pesar de que en los últimos códigos se ha procurado atenuarlo,
y nos parece injustificable a la luz de los modernos conceptos del proceso y la acción.
El juez debe atenerse a lo probado en el expediente, sin que su conocimiento personal y privado
de los hechos pueda influir en la sentencia, pero esto no es una consecuencia del principio
dispositivo, sino de los que exigen la publicidad del proceso, la motivación de la sentencia y la
contradicción de la prueba.
Un cuarto aspecto de la aplicación del dispositivo es el de que las partes pueden, por lo general,
renunciar a los derechos procesales, y tal renuncia se extiende existir, en muchos casos, por el
solo hecho de no usar de él la debida oportunidad, aun cuando este se deba al olvido o descuido;
lo mismo que el que sufran consecuencias adversas si ni cumplen los actos que las diversas
cargas procesales les imponen.
Pero también el principio inquisitivo tiene algunas aplicaciones en nuestra ley procesal civil, como
en la generalidad de los códigos actuales. El juez debe declarar de oficio su incompetencia, los
impedimentos que tiene para conocer del litigio y las nulidades que afectan el juicio; puede hacer
preguntas a los testigos y peritos; eliminar en la absolución de posiciones las preguntas que
considere inadmisibles o ininteligibles; puede dictar en ciertos casos “autos para mejor proveer”,
o sea para que se reciban algunas pruebas indispensables a su pronunciamiento; puede tomar
ciertas medidas preventivas en defensa de la parte afectada de debilidad o incapacidad, como
en los juicios de divorcio, o de separación de bienes, interdicción judicial, nulidad del matrimonio
o liquidación de la sociedad conyugal; en la interdicción del disipador puede ordenar las practicas
de las pruebas que estime cuando se trata de perfecto conocimiento de causa, como también
cuñado se trata de discernir la guarda a un incapaz; hay casos en que el fallo, aun no siendo
apelado por las partes debe ser remitido al superior en consulta, cuando se condena a una
entidad pública; en los casos de muerte de un extranjero puede tomar ciertas medidas
preventivas; en el juicio de alimentos fija la cuantía conforme a su criterio y con base en la
capacidad comprobada del demandado; cuando al cumplimiento de la obligación no se le fijo, lo
determina a veces atendiendo a las circunstancias.
Debe tenerse cuidado de no confundir el proceso dispositivo civil o penal con el sistema de reglas
de apreciación o valoración de la prueba impuestas previamente por el legislador, conocido como
sistema legal y que mejor es denominar de la tarifa legal; lo mismo que no confundir el proceso
inquisitivo con el sistema de libertad de apreciación de la prueba por el juez.
Lo ideal puede ser un proceso civil inquisitivo (excepto en cuanto a su iniciación y al objeto del
mismo y de la sentencia, puntos en que debe conservarse el principio dispositivo: necesidad de
la demanda y congruencia), que al mismo tiempo otorgue al juez libertad para apreciar las
pruebas de acuerdo con las reglas de la psicología, la técnica jurídica y la lógica; pero no solo
teóricamente puede existir un divorcio entre estos dos principios y proyectarse un proceso civil
dispositivo riguroso, pero con un juez dotado de libertad para la valoración de la prueba o un
proceso inquisitivo para la producción oficiosa de pruebas y, sin embargo, con una tarifa legal
para su apreciación, sino que históricamente esta ha ocurrido. En efecto, el proceso acusatorio
del antiguo derecho germano y en general europeo dependía de la iniciativa de las partes en
materia de producción de la prueba, pero dejaba al juez en libertad para apreciar su valor o su
fuerza de convicción, sin que existieran reglas legales al respecto; mientras que el proceso
inquisitorio que reemplazo a aquel siglos mas tarde, se caracterizó al menos en materia penal,
por la libertad de iniciativa del juez en la iniciación del proceso inquisitorio que reemplazo a aquel
siglos más tarde, se caracterizó, al menos en materia penal por la libertad de iniciativa del juez
en la iniciación del proceso y en la producción de la prueba, con un carácter casi de arbitro y, sin
embargo, con libertad para valorar las pruebas que aportaran las partes; luego, durante el
Imperio, el juez tuvo mayor iniciativa, como representante del Estado, pero se le sometió a reglas
de apreciación de la prueba, aun cuando sin llegar a una completa tarifa legal.
Como observa muy bien CARNACINI, la disponibilidad del derecho material discutido en el
proceso civil nada tiene que ver con la disponibilidad de los medios probatorios para
establecerlo; por lo cual, aun considerando que el proceso civil versa sobre cuestiones de interés
privado y derechos de libre disposición de las partes (lo que no es cierto en muchos casos), y
olvidándose de que tiene un objeto y un fin de claro interés público (la recta aplicación de la Ley
y el ejercicio de la jurisdicción del Estado a los litigios privados) no puede obtenerse de ello
argumento alguno en contra de las facultades inquisitivas del juez para llevar su sentencia. No
existen razones que justifiquen el negarle al juez civil esas facultades oficiosas, que cada día se
admiten más en la doctrina universal.
En los nuevos códigos de procedimiento civil de los últimos treinta años aparece una
marcada tendencia a darle al juez facultades para la producción oficiosa de pruebas, sin que por
esto se abandone del todo el principio dispositivo de modo que el mayor peso de la actividad
probatoria continúa en cabeza de las partes. Así sucede en el Código italiano, en el brasileño,
en los argentinos, en el alemán,
Como muy bien dice FENECH, “no son solo las partes las que tienen interés en convencer al
juez de la verdad de unos hechos, sino que el propio juzgador el principal interesado en descubrir
dicha verdad y formar su propio convencimiento”, y por consiguiente es un interés general o
público, ya que el juez representa al Estado, agregamos nosotros.
Como muy bien dice FENECH, “no son solo las partes las que tienen interés en convencer al
juez de la verdad de unos hechos, sino que el propio juzgador el principal interesado en descubrir
dicha verdad y formar su propio convencimiento”, y por consiguiente es un interés general o
público, ya que el juez representa al Estado, agregamos nosotros.
Así como no se justifica actualmente que al juez civil se le aten las manos en materia de
investigación de la verdad de los hechos afirmados por las partes, tampoco se justifica la
supervivencia de la tarifa legal de pruebas o sistema legal de apreciación de estas.
Dos sistemas existen al respecto: el de la tarifa legal de pruebas, generalmente llamado sistema
legal, y que consiste en imponer al juez una cerrada y preestablecida valoración de la prueba,
en forma que la ley le ordena si debe darse por convenido o no ante ella, si tiene plena fuerza o
es relativo el convencimiento nacido de un medio determinado, y el segundo, de nominado de la
libre apreciación, que otorga al juez la facultad de apreciar el valor o fuerza de convicción
fundado en una sana crítica probatoria y en los principios generales de la materia.
En el proceso penal, desde hace muchos años, se le da acogida al segundo y en el proceso civil,
por lo general, se sigue aplicando el primero, con atenuaciones más o menos importantes. Sin
embargo, actualmente existe la tendencia a darle libertad de apreciación al juez civil, acogida en
algunos códigos.
Se han otorgados en el proceso laboral mayores facultades al juez para la valoración de la prueba
que las dadas en el proceso civil, y ya es tiempo de eliminar esa diferencia. Existen algunas
normas que suavizan ese rígido sistema en el proceso civil, cuando prevalece la tarifa legal,
como ocurre cuando existen declaraciones contradictorias, cuando se trata de testigo único o de
dictamen de peritos y en la apreciación de la confesión extrajudicial o de única declaración de
testigo, ñeque se le otorga al juez cierta libertad de valoración y crítica. Igualmente, la ley permite
al juez calificar la prueba testimonial, que en principio es plena por el número plural de testigos,
y si estos reúnen los requisitos intrínsecos para darle mérito o credibilidad, dejándole la facultad
de apreciar si está suficientemente fundado el testimonio en las circunstancias de modo, tiempo
y lugar que hagan creíble la verdad de lo expuesto.
Con excepción de las pruebas solemnes que la ley material exija como requisitos ad substantiam
actus o para la validez del acto o contrato, creemos que es ya hora de consagrar en el proceso
civil el principio de la apreciación subjetiva y razonada por el juez del valor de convicción de las
pruebas, sin que esto signifique una libertad arbitraria, puesto que estaría sujeto a las reglas de
la lógica y de la psicología, con obligación de motivar su conclusión o de explicar las razones
que lo condujeron a aceptar unas pruebas y rechazar otras.
Pero, como lo explica BERARDI, “la libre convicción no entraña el juzgar por sentimiento o
impresiones, sino una valuación analítica cuidadosa de los hechos y de las pruebas”, que,
naturalmente, es imposible conseguir en jueces populares improvisados y temporales,
ignorantes, por lo general. El juez es libre frente a la Ley, pero esta sometido a las reglas de la
lógica, la psicología y el Derecho. La doctrina moderna es uniforme en este sentido.
Quizá la labor más difícil y delicada en la administración de justicia es la de apreciar las pruebas,
cuando no se esta sometido a una detallada y exhaustiva tarifa legal; el juez debe ser jurista,
lógico y psicológico, conocer el medio social en donde las pruebas se producen y las máximas
de experiencia que lo puedan guiar. Pero las dificultades para conseguir jueces capaces para
esta tarea no justifican que todavía en la mayoría de los países se conserve, más o menos
completo, el sistema de la tarifa legal, que impide a menudo llegar al descubrimiento de la verdad,
especialmente si se le acompaña de limitaciones mas o menos absolutas para la producción
oficiosa de la prueba: de ahí que muchos juristas hablen de que en estos sistemas solo se
obtiene en el proceso una verdad formal, que muchas veces no es la verdad, y una justicia
aparente que puede no ser la justicia.
Ya hace medio siglo decía el gran CHIOVENDA: “El derecho moderno rechaza el sistema de la
prueba legal, adoptando el principio de que la convicción del juez debe formarse libremente”. Y
mas recientemente afirma ROSENBERG: “La apreciación libre de la prueba ha librado al juez
del tormento que significa la teoría de la prueba legal”. si el juez civil no se le da esa libertad,
más probable será que resulte engañado en su misión de impartir justicia, y como lo decía
MONTESQUIEU, “La injusticia cometida contra uno solo es una amenaza para todos” , sin
que se pueda distinguir la calidad civil o penal del proceso.
La doctrina moderna reclama unánimemente la libre apreciación del juez. En los códigos de
procedimiento civil modernos se ha venido introduciendo el principio de la libre apreciación del
mérito de las pruebas, como sucede en el alemán, el italiano, el argentino, el brasileño, el ruso
y, anteriormente, en el francés. En otros países, como en España y Colombia, pese a la tarifa
legal, la jurisprudencia ha obtenido facultades de libre apreciación para el juez, gracias a la
valoración conjunta de las pruebas y a la crítica del testimonio y del dictamen de peritos.
Se relaciona directamente con el inquisitivo, y consiste en que, una vez iniciado el juicio, debe
el juez o el secretario, según el acto de que se trata, impulsar su marcha sin necesidad de que
las partes lo insten a hacerlo, pues simplemente se trata de cumplir las normas legales que lo
regulan, y aquel es responsable de cualquier demora ocasionada por su culpa.
Pero recuérdese que hay ciertos actos que necesariamente deben tener origen en la voluntad
expresa de las partes y, además hay otros, simplemente de tramitación, que también les
corresponden, como consecuencia del principio dispositivo.
No obstante, creemos que puede separarse este principio del impulso procesal y el inquisitivo o
dispositivo, porque el primero se refiere propiamente al trámite del proceso, a conducirlo por
varias etapas que la Ley contempla y a disponer el cumplimiento de las formalidades o actos que
en ella se ordenan, como notificaciones, traslados, etc
Es la consecuencia del concepto de que “debe tratarse de obtener el mayor resultado con el
mínimo empleo de actividad procesal”.
Resultado de él es el rechazo de la demanda que no reúna los requisitos legales, para que al ser
corregida desde un principio, no vaya a ser la causa de la pérdida de mayores actuaciones; la
inadmisibilidad de las pruebas o incidentes inconducentes o que la Ley no permite para el caso;
la acumulación de acciones para que bajo una misma cuerda se ventilan varias, y evitar, en
consecuencia, la necesidad de diversos procesos; la restricción de los recursos de apelación y
casación y otros hechos semejantes.
También persigue este principio justicia barata, para lo cual responde la jerarquía
judicial, estableciendo jueces con circunscripción territorial más pequeña y que, por lo tanto,
estén más cerca del lugar del litigio y del domicilio de las partes, y que gozan de menores sueldos,
en los asuntos de menor valor, y viceversa, con lo cual también se procura imponerles menores
gastos a las partes y proporcionados al valor o importancia del litigio.
Y justicia más rápida, eliminando los procedimientos engorrosos y los recursos dilatorios, que,
desgraciadamente, subsisten en nuestro Código Judicial.
e) El principio de concentración del proceso
Emana del anterior y tiende a que el proceso se realice en el menor tiempo posible. Es, como lo
observa DE LA PLAZA, cualidad opuesta a la dispersión de los actos procesales y está inspirada
por la necesidad de que la actividad judicial y la de las partes no se distraiga, con posible y
perjudicial repercusión en la decisión de fondo. Para esto se deben procurar los medios de que
la relación nacida del proceso, que, como lo veremos, se denomina juridico-procesal y tiene su
propia fisonomía, se desenvuelva sin solución de continuidad y de manera de evitar que las
cuestiones accidentales o incidentales entorpezcan el estudio de lo fundamental del juicio; lo cual
solo se obtiene restringiendo el derecho de interponer recursos e incidentes o incidentales
entorpezcan el estudio de lo fundamental del juicio; lo cual solo se obtiene restringiendo el
derecho de interponer recursos e incidentes de previa definición, lo que esta muy lejos de existir
en nuestro procedimiento, pues, por el contrario, se les da a las partes demasiada facilidad para
postergarla solución definitiva del litigio y hacerlo interminable.
Igualmente tiende este principio de la concentración a dejar todas las cuestiones planteadas, los
incidentes, excepciones y peticiones, para ser resueltas en una misma sentencia.
De lo dicho se concluye que es en los procedimientos orales en donde este principio tiene
aplicación adecuada, ya que en la audiencia se presentan todas las excepciones y se plantean
todos los incidentes, además de allegarse las pruebas y formularse los alegatos de derecho, y
por regla general en la sentencia se resuelven todos estos hechos y problemas, sin que pueda
suspenderse el curso del litigio para darle previa solución a uno de ellos.
ECTURA 10
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PROCESAL Y DEL
PROCEDIMIENTO DISTINCIÓN
En dos categorías dividimos los principios fundamentales de la ciencia procesal: lo que sientan
las bases generales del derecho procesal y los que miran a la organización del proceso.
Sobre los primeros las opiniones están unidas, y en la casi totalidad de los Estados modernos
los encontramos consagrados, aunque en algunos países por circunstancias desafortunadas, ha
habido en ocasiones olvido más o menos acentuando de ellos.
De lo expuesto se concluye muy claramente este principio, sin el cual la vida en comunidad se
haría imposible en forma civilizada. El fundamenta la existencia misma del Estado como
organización jurídica y de la sociedad. Sus consecuencias son: prohibición de la justicia privada,
y obligatoriedad de las resoluciones judiciales.
Este principio rechaza toda coacción ajena en el desempeño de sus funciones. El juez debe
sentirse soberano en la recta aplicación de la justicia conforme a la Ley. Toda intervención que
trate de desviar su criterio en cualquier sentido, peca contra él y hace desvirtuar la esencia misma
de su cargo. Por eso nada más oprobioso que la existencia de jueces políticos, de funcionarios
al servicio de los gobernantes o de los partidos.
Un Estado en donde los jueces sufran la coacción de gobernantes o colaboradores deja de ser
un Estado de derecho. También requiere este principio que las personas encargadas de
administrar justicia sean funcionarios oficiales con sueldos pagados por el Estado.
Esta imparcialidad es una de las razones que exigen la independencia del órgano judicial en el
sentido expuesto. Pero con ella se contempla no solo la ausencia de toda coacción, por parte
de los otros funcionarios del Estado y de particularidades, sino también la ausencia de interés en
su decisión, distinto de la recta aplicación de la justicia.
Consecuencia de este principio es el considerar como delictivo todo lo que atente contra la
imparcialidad y honestidad del juez, o que tienda a obtener decisiones por razones o causas
diferentes a las que prescribe la Ley o el Derecho. Al juez le esta vedado conocer y resolver de
asuntos en que personales intereses se hallen en conflicto con su obligación de aplicar
rigurosamente el Derecho. No se puede ser juez y parte a un mismo tiempo.
De ahí las causales de impedimento y recusación que en todos los códigos de procedimiento se
han establecidos.
Dos consecuencias se deducen: 1º La de que en el curso del proceso las partes gozan de
iguales oportunidades para su defensa, lo cual halla fundamento en la máxima audiatur ex altera
parts, y viene a ser una aplicación del postulado que consagra la igualdad de los
ciudadanos ante la Ley, base de la organización de los Estados modernos; 2º Que no son
aceptables los procedimientos privilegiados, al menos en relación con raza, fortuna o nacimiento
de las personas.
Únicamente se admite que para juzgar determinados funcionarios del Estado y en consideración,
no a la persona en sí, sino a la investidura del cargo, conozcan otros jueces, y ello acontece
principalmente en materias penales por jueces distintos a los que de ser simples ciudadanos
tendrían competencia para juzgarlos.
También significa que toda decisión del juez debe ser objeto de estudio, desde el punto de vista
de ambas partes, para lo cual, por lo general, se les da oportunidad de hacerse oír previamente,
y contra ella se les da ocasión de interponer recursos, por lo cual en este aspecto se relaciona
íntimamente este principio con el de la impugnación.
Igualmente significa que para la validez de toda prueba en el juicio es necesario que la parte
contra quien se aduce haya tenido oportunidad de contradecirla; por eso las declaraciones
obtenidas antes del juicio por una de ellas deben ser ratificadas dentro del juicio, para
que puedan ser estimadas como prueba, y las diligencias practicadas antes del juicio sin citación
de la otra parte, apenas constituyen indicios. Pero si la prueba se ventilo en un juicio anterior, en
el cual fue parte la persona contra quien se presenta, no es necesaria su ratificación, porque ya
fue controvertida por ella, hasta entonces con su traslado en copia autorizada.
Significa este principio que no debe haber justicia secreta, procedimientos ocultos, fallos sin
antecedentes ni motivaciones, el cual encuentra consagración en nuestra Carta fundamental.
Es una reacción contra la justicia de las viejas y modernas tiranías, la sociedad debe saber cómo
se administra justicia, para que exista confianza en los funcionarios encargados de aplicarla.
Mas no quiere decir que todo el proceso debe ser necesariamente público, y que toda persona
pueda conocer en cualquier momento un juicio. Esto perjudicaría gravemente la buena
marcha de los procesos, lo que es mas posible en materias penales. La publicidad se reduce a
la discusión de las pruebas, a la motivación del fallo y a su publicación.
En materia criminal, la instrucción del sumario es reservada y solo pueden tener acceso a él las
partes o sus apoderados y el Ministerio público. Y en lo civil, la ley de reglamentación de la
profesión de abogado restringe el derecho a estudiar los expedientes a las mismas partes y sus
apoderados o a quienes tengan el título de abogado con derecho a ejercer; y en ocasiones,
cuando el asunto puede afectar el honor de una familia, se limita exclusivamente a las partes y
sus apoderados.
La Ley señala cuáles son los procedimientos que se han de seguir para cada clase de litigios, o
para obtener determinadas declaraciones judiciales, sin que les sea permitido a los particulares,
ni aun existiendo acuerdo entre todos los interesados en el caso, modificarlos o pretermitir sus
términos, salvo cuando expresamente la misma Ley autoriza hacerlo. Como vimos antes, las
normas procesales son por lo general absolutas, imperativas y siempre lo son las que determinan
los procedimientos; limitándose las dispositivas al señalamiento de algunos términos o cargos
procesales, con el carácter de excepciones.
El juez, al decidir, se limita a declarar los derechos que, conforme a las normas positivas, tiene
la parte, y no les otorga ninguno que ellas no consagren. Puede ser objeto de duda el caso de la
sentencia que resuelve una acción constitutiva, como la del divorcio. Pero so bien es cierto que
el estado jurídico de divorciados lo establece la sentencia, no lo es menos que los derechos y
obligaciones propios de ese estado se deducen de la Ley y no de aquella, y que al otorgar el
divorcio el juez está reconociendo la existencia de las causales que conforme a la Ley dan a que
se declare.
Entendiéndose por verdad procesal la que surge del juicio; la que consta en los
elementos probatorios y de convicción allegados a los autos. Esta puede ser diferente de la
verdad real. ¿qué significa este principio? Que para el juez lo importante y único es la verdad
procesal; que su decisión tendrá que ceñirse a ella y que entonces será recta y legal, aunque en
ocasiones la realidad sea diferente. Nos lleva lo anterior a concluir que no siempre la justicia
procesal está acorde con la realidad de los derechos que la Ley consagra, y que si esto
acontece por descuido o negligencia de la parte interesada, la rectitud del fallo no se afecta por
ello.
De ahí que pueda afirmarse que en derecho procesal no es la existencia del derecho, sino su
evidencia o demostración en el juicio, lo que importa.
El juez tiene que fallar conforme a lo probado en el juicio, y por eso la trascendencia de darle
facultades para exigir las pruebas y tomar la iniciativa que estime necesaria, a fin de
poder pronunciarse con absoluto conocimiento de causa y convencimiento pleno de
estar obrando conforme a justicia.
Este principio se deduce del carácter absoluto de la administración de justicia. Significa que una
vez decidido, con las formalidades legales, un litigio entre determinadas partes, estas deben
acatar la resolución que le pone término, sin que les sea permitido plantearlo de nuevo. De lo
contrario, la incertidumbre reinaría en la vida jurídica y la función del juez se limitaría a la de
buen componedor, con la consecuencia de que esa intervención o determinación no podría
imponerse como obligatoria definitivamente. El proceso estaría siempre sujeto a revisión o
modificación, lo que haría imposible la vida jurídica.
La existencia de la cosa juzgada exige como factores que la determinan y que, por consiguiente,
funcionan como requisitos de la misma; que haya una sentencia; que se pronuncie en juicios que
no estén excluidos expresamente de esta clase de efectos, y que esa decisión no sea
susceptible de impugnación por vía de recurso, sino que este cerrada a este tipo de discusiones
en razón de su firmeza, lo cual puede deberse a que no sea recurrible por disposición legal o a
que los recursos posibles en principio no hayan sido interpuestos o hayan quedado a su vez
desestimados. La sentencia solo obliga como cosa juzgada a las partes respecto de las cuales
se dicto, con excepciones de algunos casos de efectos erga omnes, expresamente consagrados
en la Ley; únicamente se aplica para el mismo objeto o relación jurídico-material que fue
controvertida y respecto de la cual se surtió la litis, y no impide que se debata sobre el mismo
objeto y entre las mismas partes, pero con base en una causa distinta, o sea en un título o motivo
jurídico diferente.
Se deduce también de este principio que las resoluciones judiciales solo pueden impugnarse por
los medios que la Ley consagra para el efecto. En su oportunidad volveremos, con la extensión
que el tema requiere, sobre esta importante cuestión.
Artículo X.- Principio de Doble Instancia.- El proceso tiene dos instancias, salvo
disposición legal distinta.
Es uno de los principios y derechos de la función jurisdiccional, a nivel constitucional, la
instancia plural, la que ha sido entendida que todo proceso debe tener más de una instancia.
Sólo en los países en que se ha consolidado procesos de instancia única, son aquellos que
han logrado una evolución del Derecho y del proceso, así como un elevado desarrollo en la
solución sus problemas básicos.
En su parte final deja abierta la posibilidad que alguna vez se regule la doble instancia a una
sola, si la Constitución también lo permitiese
El principio de congruencia procesal
23 Noviembre, 2009 Alexander Rioja Bermudez 0 Comments puntos controvertidos
El principio de congruencia procesal implica por un lado que el juez no puede ir más allá
del petitorio ni fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las
partes, y por otro lado la obligación de los magistrados es de pronunciarse respecto a todos
los puntos controvertidos establecidos en el proceso, a todas las alegaciones efectuadas por
las partes en sus actos postulatorios o en sus medios impugnatorios.
En este entendido, el principio de congruencia constituye, junto a otros, uno de los pilares
en base a los cuales se estructura el proceso para un avance coordinado y eficaz hacia la
solución jurisdiccional del asunto.
Ahora bien, para efectos de entender este trascendental principio, debemos comenzar
señalando que la palabra congruencia proviene del latín congruentĭa[2] que significa
coherencia o relación lógica y que, en su sentido natural y obvio, la concebimos como la
conformidad entre los pronunciamientos del fallo y las pretensiones de las partes
formuladas en el juicio.[3]
A su vez, DEVIS ECHANDÍA la define como “el principio normativo que delimita el
contenido de las resoluciones judiciales que deben proferirse, de acuerdo con el sentido
y alcance de las peticiones formuladas por las partes (en lo civil, laboral, y contencioso-
administrativo) o de los cargos o imputaciones penales formulados contra el sindicado o
imputado, sea de oficio o por instancia del ministerio público o del denunciante o
querellante (en el proceso penal), para el efecto de que exista identidad jurídica entre lo
resuelto y las pretensiones o imputaciones y excepciones o defensas oportunamente
aducidas, a menos que la ley otorgue facultades especiales para separarse de
ellas”.[5] Entiende este autor que “los derechos de acción y de contradicción imponen al
Estado el deber de proveer mediante un proceso y por una sentencia, cuyo alcance y
contenido están delimitados por las pretensiones y las excepciones que complementan el
ejercicio de aquellos derechos”.[6]
Ahora bien, podremos sostener y con razón, que en nuestro derecho no existe un conjunto
de disposiciones que regulen explícitamente este principio, que lo estructure en sus
presupuestos, requisitos y efectos, pero no por ello ha sido desconocido en nuestro
ordenamiento, por cuanto se refieren a la congruencia directa o indirectamente distintas
normas, entre las que se cuentan aquellas que regulan el contenido de las sentencias,
incluyendo –por supuesto- el Auto Acordado de la Excelentísima Corte Suprema sobre la
forma de las sentencias del 30 septiembre de 1.920, a las cuales debemos agregar aquellas
normas que sancionan formalmente su inobservancia, siendo este último tema el que será
principalmente abordado en el presente artículo.
Tal como se dijo anteriormente, en nuestro sistema procesal civil este principio no se
encuentra expresamente reglado,[8] pero sabemos que es necesaria su aplicación al
momento de resolver el tribunal sobre el fondo del asunto. A través de ese acto jurídico
procesal, éste principio se manifiesta como una limitante a las facultades del sentenciador,
lo cual en caso de su contravención acarrea la nulidad del fallo, ya sea, mediante la
interposición del recurso de casación formal o de oficio por parte del Tribunal Superior
cuando verifique dicha anomalía en la sentencia (artículo 775 del Código de
Procedimiento Civil).
En efecto, según dispone el artículo 768 del Código adjetivo “El recurso de casación en
la forma ha de fundarse precisamente en alguna de las causas siguientes: 4ª En haber
sido dada la sentencia ultra petita, esto es, otorgando más de lo pedido por las partes, o
extendiéndola a puntos no sometidos a la consideración del tribunal, sin perjuicio de la
facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos determinados por la ley“.
El artículo transcrito es indicativo del doble cariz que presenta el defecto en caso de
verificarse, esto es: otorgar más de lo pedido, que es la ultra petita propiamente tal y, el
extender el fallo a puntos no sometidos a la decisión del tribunal, aspecto que conforma
la denominada extra petita.
En cuanto a los efectos que genera la transgresión de la congruencia, estos se sitúan, tal
como se enunció, en la teoría de la nulidad procesal, que permite invalidar los actos que
la contravienen. Es decir, se sanciona la transgresión de la congruencia porque constituye
una garantía para las partes, un límite para el juez, que otorga seguridad y certeza a las
partes e interviene la posible arbitrariedad judicial.
1. a) Incongruencia por ultra petita (ne eat judex ultra petita partium), que se produce al
otorgar más de lo pedido, circunstancia que puede darse tanto respecto de la pretensión
como de la oposición.
2. b) Incongruencia por extra petita (ne eat extra petita partium), al extender el
pronunciamiento a cuestiones no sometidas a la decisión del tribunal, que puede incluso
estar referida a negar lo que no ha sido solicitado sea por vía de pretensión u oposición.
3. c) Incongruencia por infra petita (ne eat judex infra petita partium), defecto cuantitativo
cuando se decide sobre una pretensión en extensión menor que lo solicitado, sea que
se conceda o niegue y en el entendido que se ha requerido una cantidad determinada y
no otra. También concurre si se otorga menos de lo reconocido por el demandado, y
4. d) Incongruencia por citra petita (ne eat judex citra petita partium), llamada también
omisiva o ex silentio, que se produce al omitir la decisión de un asunto cuya resolución
formó parte de la contienda y no existir autorización legal que permita así decidirlo, falta
de pronunciamiento que puede ser total o parcial; igualmente al expresar que no se
decide una acción o excepción por incompatibilidad, la cual resulta inexistente o se
reservar el pronunciamiento para otra etapa u otro juicio, en circunstancias que no fue
solicitado en tales condiciones y no lo ordena la ley.[11]
Ahora bien, la “incongruencia”, según el profesor español Manuel SERRA, puede ser
considerada “como la falta de adecuación entre las pretensiones de las partes formuladas
oportunamente y la parte dispositiva de la resolución judicial”.[13] En similar sentido, el
Tribunal Constitucional español ha sostenido que la incongruencia es “un desajuste entre
el fallo judicial y los términos en los que las partes han formulado sus pretensiones que
constituyen el objeto del proceso en los escritos esenciales del mismo. Al conceder más,
menos o cosa distinta a lo pedido”.[14]
Al igual que en nuestro Código adjetivo actual, el Proyecto de Ley del nuevo Código
Procesal Civil[15] (en adelante PdCPC) no regula íntegramente éste principio, sin
embargo, encontramos en él varias disposiciones que de forma expresa se refieren a la
congruencia –lo que es un gran avance- por lo que nos referiremos únicamente a estas:
En este sentido, el PdCPC reitera lo expuesto en el artículo 160 del Código Procedimental,
insistiéndose en la íntima correlación que debe existir entre la resolución, el decurso del
proceso y las peticiones de las partes.
Ahora bien, sabemos que toda resolución judicial siempre debe pronunciarse conforme al
mérito del proceso, no obstante, en la práctica encontramos una serie de resoluciones de
carácter ambiguo y que no se condicen necesariamente con el íter procesal, careciendo
además de toda fundamentación lógica. Este es el caso cuando un tribunal resuelve alguna
presentación señalando “Estése al mérito de autos” o simplemente “No ha lugar”.
Por su parte, debemos señalar que el PdCPC establece una novedad en el ámbito procesal
civil al consagrar y prohibir la denominada reformatio in peius (artículo 363), es decir,
que el tribunal que conoce de un recurso no podrá reformar la resolución en perjuicio del
recurrente. Con esto se pretende lograr que nadie se abstenga de interponer un recurso
por el temor de verse desfavorecido de un modo más severo en la instancia siguiente.[17]
En el Libro III “Los Recursos Procesales”, Título III “El Recurso de Apelación”:
1. d) Que la sentencia se hubiere dictado ultrapetita, esto es, otorgando más de lo pedido
por las partes, o extrapetita, esto es, extendiéndola a puntos no sometidos a la decisión
del tribunal, sin perjuicio de la facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos
determinados por la ley”.
Como podemos apreciar, el PdCPC reitera la causal de nulidad formal establecida en el
Código Procedimental y que fue tratado supra, pero con la salvedad que el recurso por el
cual se denuncia dicha infracción es el de apelación.
Así, se señala que el objeto del recurso de apelación será obtener del tribunal superior
respectivo, que enmiende o revoque, conforme a derecho, la resolución del inferior, total
o parcialmente, con base precisa en las pretensiones, excepciones o defensas formuladas
en su caso, ante el tribunal inferior, pudiendo alegarse además, o bien exclusivamente, la
infracción a normas que consagren derechos o garantías procesales cometidas en el primer
grado jurisdiccional, para obtener la invalidación del juicio y de la resolución respectiva
o solamente de ésta, y ello por las causales específicas señaladas en este Título.[19]
Ahora bien, respecto del carácter ecléctico que se pretende dar a la apelación, nos parece
bastante discutible dicha innovación, toda vez que el nuevo sistema recursivo debiera
separar las aguas en lo tocante al objeto del nuevo recurso, esto con el fin de evitar
complejidades al momento de su interposición, admisibilidad y posterior
pronunciamiento por parte de los tribunales intervinientes. En efecto, se podría seguir la
misma línea de lo acontecido en materia procesal laboral, ya que en dicha área el recurso
de apelación coexiste con el de nulidad, diferenciándose ambos recursos del objeto y tipo
de resoluciones que son impugnables a través de ellos, eso sí, mejorando el modelo del
recurso de nulidad laboral, ya que éste no es del todo fructífero para el recurrente atendido
el alto porcentaje de su rechazo y ni hablar del denominado recurso de unificación de
jurisprudencia.
En este sentido, nuestro sentido común nos indica que para implementar un nuevo sistema
procesal no es necesario ser tan radical y abolir completamente el sistema imperante, es
más, resulta completamente útil rescatar lo positivo del sistema vigente y mejorarlo, así
se construye sobre cimientos sólidos. No se trata de rechazar la implementación
tendencias modernas o de negarse a las técnicas que han resultado efectivas en el derecho
comparado, al contrario, se trata de mejorar el sistema en base a lo empírico y, en lo
posible, adecuar dichas tendencias a nuestra tradición jurídica nacional, respetando –
ciertamente- los principios que inspiran la reforma procesal civil.
El juez no entraba en contacto directo, "inmediato", con las partes ni, en particular, con
las pruebas (testigos, cosas, lugares), a causa de la desconfianza en la oportunidad o equidad de
semejante contacto directo e inmediato. Se prefería que al juez le llegase solamente el eco atenuado e
impersonal de los escritos redactados en el momento del examen de los testigos, así como el de la
inspección de los lugares, etc." El Código Procesal Civil del Perú ha optado por regular el principio de
inmediación. Al hacerlo, ha privilegiado también la oralidad, es decir, el medio o instrumento a través del
cual se produce el contacto entre el juez y los protagonistas directos o indirectos de proceso, así como
con los hechos materiales que interesan al conflicto real que subyace en el proceso judicial. La opción por
la oralidad, contra lo que podría creerse, no descarta la necesidad de la escritura. Al contrario, esta sigue
siendo hasta el momento el medio más idóneo que el intelecto humano ha creado para perpetuar y
acreditar la ocurrencia de un hecho o la manifestación de una voluntad. DEVIS ECHANDÍA refiere la
existencia de tres clases de inmediación: la subjetiva, la objetiva y la de actividad. La primera está referida
a la cercanía del juez con los protagonistas directos o indirectos de la relación procesal; la segunda, a la
comunicación cercana entre el juez y los hechos o cosas materiales ligadas a la relación procesal-conocer
los detalles del bien litigioso, por ejemplo-, y la tercera, la inmediación de actividad, se presenta cuando
en el desarrollo del íter procesal, la actuación de un medio de prueba produce la información necesaria
como para acreditar un hecho o situación distinta, pero igualmente discutible, al interior del proceso. Para
concluir, debe destacarse que el principio de inmediación es tal vez el más importante dentro de
un sistema publicístico. Asilo es, por lo menos, para el Código. Procesal Civil peruano, en donde
encontramos un artículo que exige que la sentencia deba ser expedida por el mismo juez que participó en
la audiencia de pruebas, pero si tal hecho fuese imposible, el nuevo juez está facultado a pedir la
repetición de la audiencia. Esta norma recoge una corriente de opinión que comparten destacados
procesalistas y diversos códigos importantes.
2.4. PRINCIPIO DE CONCENTRACION "El principio de concentración es una consecuencia lógica del
principio de inmediación anteriormente desarrollado" 31 . Cualquier organización judicial fracasaría si la
participación obligada del más importante de sus personajes -el juez ocurriese en un número
indeterminado de actos procesales. Es imprescindible regular y limitar la realización de estos,
promoviendo su ejecución en momentos estelares del proceso para darle factibilidad a la necesaria
presencia del órgano jurisdiccional.
Tal acumulación de actos procesales, forma de audiencias, no solo determinará que el juez pueda
participar de todas ellas, sino que, además, le otorgará una visión de conjunto del conflicto que va a
resolver. Sin plantear un tránsito a un sistema publicístico, sino describiendo la necesidad de su vigencia
al interior de uno privatístico y refiriéndose al anterior código procesal colombiano y no al excelente que
rige en dicho país desde la década del setenta, DEVIS ECHANDÍA comenta este principio de la siguiente
manera:
"Para esto se deben procurar los medios de que la relación nacida del proceso, que, como veremos, se
denomina jurídico-procesal y tiene su propia fisonomía, se desenvuelva sin solución de continuidad y de
manera de evitar que las cuestiones accidentales o incidentales entorpezcan el estudio de lo fundamental
del juicio; lo cual solo se obtiene restringiendo el derecho de interponer recursos o incidentes de previa
definición, lo que está muy lejos de existir en nuestro procedimiento, pues, por el contrario, se les da a las
partes demasiada facilidad para postergar la solución definitiva del litigio y hacerlo interminable".
Por cierto, este principio también ha sido acogido por el Código Procesal Civil peruano }
2.5. PINCIPIOS DE BUENA FE Y DE LA LEALTAD PROCESALES La afirmación de que el proceso civil
no es más un "asunto de partes", sino una expresión del derecho público y, en todo caso, una actividad
respecto de la cual la comunidad tiene considerable interés en su correcta, expeditiva y adecuada
realización, ha impuesto la regulación de la conducta -entendida esta desde una perspectiva ética- de los
partícipes en un proceso. Es decir, el sistema publicístico ha reivindicado para el derecho la necesidad de
que el comportamiento ético de los partícipes en un proceso se adecue a la importancia social de este.
Esta es la razón por la que los ordenamientos procesales se resisten cada vez más a postular
declaraciones líricas en relación al tema, y más bien los encontramos regulando normas concretas
referidas a la conducta ya la sanción de los protagonistas del proceso que no orienten o regulen su
comportamiento a valores éticos trascendentes, como la lealtad, la veracidad y la buena fe. Hoyes lugar
común en los discursos procesales referirse a la moralización del proceso.
DEVIS ECHANDÍA refiriéndose a este principio expresa: "Así como en el derecho civil vemos numerosas
aplicaciones del concepto de la buena o mala fe, de similar manera debe acontecer en el procedimiento
civil. Si los códigos civiles dicen que los contratos deben ejecutarse de buena fe, con mayor razón debe
exigirse ella en los actos procesales". La lealtad procesal es consecuencia de la buena fe en el proceso, y
excluye las trampas judiciales, los recursos torcidos, la prueba deformada, las inmoralidades de todo
orden. "Claro está que dentro de un proceso inquisitivo y de una libre apreciación de la prueba, está el
juez en mejor capacidad para vigilar la actuación de las partes y hacer efectivo este principio de la buena
fe, la veracidad y la lealtad procesales". El Código Procesal Civil peruano, adscribiéndose al sistema
publicístico, regula este principio con precisión en su Título Preliminar"32. Asimismo, en distintas normas
del mismo cuerpo legal, concede al juez facultades disciplinarias e inclusive coercitivas para sancionar
incumplimientos del principio descrito.
2.6. PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL El principio de economía procesal es mucho más
trascendente de lo que comúnmente se cree. De hecho, son muchas las instituciones del proceso que
tienen como objeto hacer efectivo este principio. Es el caso del abandono o de la preclusión, por citar dos
ejemplos.
"DEVIS ECHANDÍA"33: extiende su irradiación a muchos casos más.
El concepto economía, tomado en su acepción de ahorro, está referido a su vez a tres áreas distintas:
ahorro de tiempo, gasto y esfuerzo. Intentemos una explicación separada de cada una de estas.
El tiempo cumple un rol esencial y envolvente en el proceso. Casi no es posible encontrar algún proceso
en donde, adicionalmente al conflicto que tienen las partes, no exista otro referido a la urgencia que una
de ellas tiene de acabar pronto el proceso, necesidad que es inversamente proporcional a la misma
urgencia de la otra, pero de prolongado. El cumplimiento de los actos con prudencia, es decir, ni tan lento
que parezca inmovilidad ni tan expeditivo que se renuncie al cumplimiento de formalidades
indispensables, es la expresión adecuada de este principio. Esta es la economía de tiempo.
La economía degasto es la necesidad de que los costos del proceso no impidan que las partes hagan
efectivos todos sus derechos al interior de este. Lo expresado no obsta para reconocer que
un Estado pobre y con una fuerte dependencia externa -el caso de los países latinoamericanos, por
ejemplo-, no puede darse el lujo de tener una administración de justicia absolutamente gratuita. Sin
embargo, la economía procesal en este rubro debe tender a evitar que las desigualdades económicas que
presenta nuestra sociedad, sean lo suficientemente determinantes como para que quien se encuentre en
una condición inferior deba soportar las consecuencias procesales por dicho estado. La economía de
esfuerzo está referida a la posibilidad de concretar los fines del proceso evitando la realización de actos
que, aun' estando regulados, tienen la calidad de innecesarios para tal objetivo. De alguna manera, un
recuento de la evolución histórica del proceso nos enseña que esta ha consistido en
solventar métodos para lograr su simplificación, esa búsqueda es la llamada "economía de esfuerzo".
PODETTI define esta "economía de esfuerzo" al expresar: "Como economía de esfuerzo, este principio no
es menos importante y decisivo para la obtención de una buena justicia. La supresión de trámites
superfluos o redundantes, aminorando el trabajo de los jueces y auxiliares de la justicia y simplificando
cada proceso en particular, debe necesariamente incidir en forma decisiva sobre la buena justicia"34. El
Código Procesal Civil del Perú acoge también este principio.
2.7. PRINCIPIO DE CELERIDAD PROCESAL Así como la oralidad es la expresión material del principio
de inmediación, el principio de celeridad es la manifestación concreta del principio de economía procesal
por razón de tiempo que describimos anteriormente. El principio de celeridad procesal se expresa a través
de diversas instituciones del proceso como, por ejemplo, la perentoriedad o improrrogabilidad de los
plazos o en principioscomo el de impulso oficioso del proceso. Este principio se presenta en forma
diseminada a lo largo del proceso, por medio de normas impeditivas y sancionadoras a la dilación
innecesaria, así como a través de mecanismos que permiten el avance del proceso con prescindencia de
la actividad de las partes. El hecho trascendente e indiscutible es que una justicia tardía no es justicia.
Para ratificar esta concepción, el sistema publicístico busca proveer alas justiciables, a través de las
instituciones reguladas, de una justicia rápida. Si es buena o mala, esta calidad será responsabilidad de
todos sus protagonistas. La concreción del principio de celeridad procesal a través de otras instituciones
Procesales es el método regular de hacerla efectiva. Así lo expresa el mismo PODETTI: "(...) en tres
direcciones principales dentro del proceso actual, debe encaminarse la reforma que intente restablecer el
principio de celeridad. Ellas son: los plazos para la realización de actos procesales por las partes, el
régimen de la prueba y los plazos para que los jueces dicten resoluciones"35. Como en el caso de los
principios anteriores, el de celeridad procesal también está acogido en el Código Procesal Civil peruano
2.8. PRINCIPIO DE SOCIALIZACION DEL PROCESO Los postulados de la filosofía individualista de fines
del siglo XVIII inundaron todas las áreas del pensamiento durante el siglo XIX y, por efecto retardado y
reflejo, también influyeron en las ideas de las sociedades de este lado del mundo en pleno siglo XX. Esta
influencia abarca por cierto al derecho y, qué duda cabe, también al proceso civil. Así, la tesis de que los
derechos civiles eran derechos privados respecto de los cuales cada individuo -su titular- podía hacer lo
que quisiera con ellos tuvo especial significado para el proceso civil. De hecho determinó el auge de un
sistema procesal llamado privatístico -como ya se describió- consistente en el dominio absoluto que sobre
el desarrollo del proceso (su inicio, continuación, suspensión, conocimiento del material probatorio,
conclusión, etc.) tenían las partes. Como estas podían disponer con absoluta Libertad de sus derechos
civiles (privados), también podían disponer del proceso civil, que no era más que el conjunto de actos a
través de los cuales se discutía la vigencia de sus derechos. Lo expresado significa que el contenido
(derecho civil) le dio identidad al continente (proceso) y este pasó a ser un acto privado. Es innecesario un
mayor detalle sobre este sistema, dado que prácticamente todos los países latinoamericanos hemos sido
durante muchos años de este siglo sus herederos y hemos padecido todas las patologías que tal
imposición supone. Otra influencia de la filosofía individualista en el derecho estuvo dada por la tesis de la
"igualdad de las personas ante la ley". En el contexto de una estratificación social rígida, como la existente
en la Francia prerrevolucionaria que la nueva ideología pretendió abolir, tal postulado constituyó sin duda
una conquista social. Sin embargo, doscientos años más tarde, cuando a la estratificación social ya no se
le reconoce un origen divino o legal-aunque no por ello haya dejado de tener vigencia real, el citado
postulado deviene por lo menos en discutible. ¿Cuán positivo puede ser que en una sociedad la ley trate
por igual a todos, cuando la realidad nos demuestra que entre las personas de esa sociedad existen
profundas desigualdades por razones tales como la religión, el sexo, el antecedente étnico, el nivel de
instrucción, el estrato económico o social, para citar algunas variables?
Apreciemos un ejemplo. En un proceso civil privatístico la actuación de los medios probatorios tiene
un costo algunas veces excesivo para la mayoría de la comunidad que usa el servicio de justicia. En el
caso del medio probatorio llamado inspección judicial, resulta considerablemente oneroso para este gran
sector de la sociedad, desplazar a un juez y a un auxiliar al lugar de los hechos. En ese contexto, la
actuación de la inspección Judicial –imaginémosla esencial para la solución del conflicto en el
caso concreto-, depende de las posibilidades económicas del litigante. Sin embargo, dado que en
el sistema privatístico la participación del juez es casi nula, estas situaciones son totalmente ajenas a su
solución, aun cuando las llegue a conocer. Siendo así, es posible que la inspección judicial no se llegue a
actuar, con el consiguiente perjuicio para el interesado y para el servicio de justicia, en última y definitiva
instancia. Otro ejemplo: la estrategia procesal a utilizarse en una determinada asesoría judicial, depende
de la calidad técnica del abogado. Sin embargo, en sociedades de consumo como la nuestra, la calidad
técnica del abogado está proporcionalmente ligada a su pretensión por concepto de honorarios. Si un juez
advierte -dentro de un proceso adscrito a un sistema privatístico- que la estrategia ha fracasado por las
limitaciones del abogado, al punto que tal deficiencia va a producir un agravio irreparable tanto al
patrocinado como a la justicia –cuya realización es el fin de la función del juez-, no podrá hacer nada. A
pesar de su sentimiento y percepción de lo justo -nos referimos a esa mezcla de razón, voluntad y
sindéresis que articulan la decisión de un juez-, este tendrá que declarar una injusticia. El principio
de socialización -como expresión del sistema publicístico-, en cambio, no solo conduce al juez -director
del proceso- por el sendero que hace más asequible la oportunidad de expedir una decisión justa, sino
que lo faculta para impedir que la desigualdad en que las partes concurren al proceso sea un factor
determinante para que los actos procesales o la decisión final tengan una orientación que repugne
al valor justicia. Este es el principio de socialización del proceso. Tal vez en este principio más que en
ningún otro, aparezca en toda su importancia y trascendencia la concesión de facultades al juez para que
agudice su criterio reflexivo y conecte el derecho con la realidad. Por lo demás, es imposible describir una
casuística que delimite con precisión los márgenes del uso correcto del principio de socialización del
proceso. Sin embargo, una vez más, habrá que recordar que el destino del derecho depende más de lo
que ocurra en las cortes y juzgados, que de lo que el legislador (jurista) produzca en su escritorio. En
definitiva, el principio en estudio convierte la vieja tesis de la igualdad ante la ley en la igualdad de las
partes en el proceso. Sin embargo, no se crea que tal postulado es producto de los estudios
contemporáneos, en tod
JUEZ DE GARANTIAS:
El papel del Juez como JUEZ DE DIRECCIÓN o JUEZ DE
GARANTIAS, se orienta hacia la tutela de los derechos fundamentales
de quienes reciben la administración de justicia. La dirección se
enfoca en la custodia de las garantías al debido proceso de quienes
forman parte de la administración de justicia, de ahí que tenga la
denominación de JUEZ DE GARANTIAS PENALES.
JUEZ DE JUICIO:
Llamado también Juez de Sentencia o Juez de Conocimiento, cuando
en ejercicio de este rol le compete tomar la decisión, fallo o sentencia.
Este Juez en los casos de procedimientos especiales es unipersonal,
pero en el procedimiento ordinario siempre es un juez colegiado o
pluripersonal que conforma el Tribunal de Garantías Penales, tribuno
de primer nivel que tiene contacto directo con la prueba que se genera
en la principal audiencia del proceso penal, la llamada audiencia de
juicio o de juzgamiento.
JUEZ DE REVISION:
Denominado también Juez AD QUEM o Juez Superior, es el Juez de
Corte Provincial, cuyo ejercicio supone un nivel más elevado de
conocimiento y tratamiento del drama penal; puesto que, sin que tenga
contacto directo con la prueba debe realizar un control de calidad del
fallo impugnado analizando los errores in procedendo y los errores in
iudicando sobre la base de lo actuado por el Juez Inferior ya sea
unipersonal o pluripersonal conocido como en ese momento procesal
como JUEZ A QUO.
JUEZ CASACIONAL:
El Juez de Corte Nacional en su rol de Juez Casacional le compete un
elevado perfil de conocimiento jurídico para abordar su decisión
únicamente respecto a cargos que ataquen la Sentencia subida en
grado, este juez pluripersonal especializado no conoce nada de
prueba ni se pronuncia sobre ella a diferencia del Juez Ad quem.
JUEZ DE EJECUCION:
En nuestra legislación se conoce a este Juez como Juez de Garantías
Penitenciarias, también llamado en doctrina como Juez de Vigilancia.
En este rol el juez se encarga de la aplicación del Derecho Penal
Ejecutivo que en el Código Orgánico Integral Penal se desarrolla en el
Libro III. De manera general, vale decir, que entre sus funciones le
compete canalizar lo resuelto por los Jueces antes mencionados
cuando existe condena y tratar de ciertos beneficios legales que
rodean la pena.
Partes: 1, 2
Tercero.- Que, en ese sentido, cuando el artículo segundo del título preliminar del
acotado Código Procesal refiere, que solo se exceptúan del impulso de oficio los casos expresamente
señalados en la ley, como. Por ejemplo sucede en los procesos por divorcio, nulidad
de matrimonio y responsabilidad civil, ello no significa que en los demás casos las demás partes no deban
tener ninguna participación activa, pues aquellas les está concediendo el derecho, el deber y, en su caso,
la carga de impulsar el proceso, procurando su avance no solo de una etapa procesal a otra sino también
de una instancia a otra, de ser el caso; por ello cuando las partes no activan o prosiguen con el trámite del
proceso, paralizado por un tiempo prolongado, es porque debe presumirse que no tiene ya interés en su
prosecución y terminación;
Cuarto.- Que, en autos se encuentra acreditado que el último acto procesal del Juez lo constituía la
resolución número siete – dos mil cinco, obrante a fojas noventiuno, su fecha trece de abril del dos mil
cinco, que dispuso agregar a los autos. El escrito presentado por el demandante, en el que se limitaba a
reiterar los argumentos de su demanda, resolución que fue notificada al actor el veintiuno de abril de ese
año, según cargo que obra a fojas noventitres. Desde esta ultima fecha, hasta el veintiuno de agosto del
dos mil cinco, en que se cumplía cuatro meses, no se produjo ningún acto de impulso procesal siendo que
recién el veintiséis de agosto, el demandante presenta un escrito solicitando se señale día y hora para la
realización de la audiencia de saneamiento y conciliación, pedido que es atendido mediante resolución
número ocho – dos mil cinco del dos de setiembre del dos mil cinco, en el que además se resuelve
declarar rebelde al codemandado Juan Carlos Subia Pinto;
Quinto.- Que, al tomar conocimiento de la reclusión número ocho – dos mil cinco, la codemandada Caja
Municipal de ahorro y Crédito de Arequipa, solicito se declare el abandono del proceso, pues al fecha en
que el demandante presentó la solicitud para que señale día y hora para la audiencia de saneamiento y
conciliación, ya había transcurrido cuatro meses desde la última actuación procesal. En merito a esta
solicitud, mediante resolución número nueve – dos mil cinco, el Juez de la causa declaro el abandono del
proceso, así como la nulidad de la resolución número ocho – dos mil cinco. Esta decisión fue apelada por
el actor y confirmada por la Sala Superior, no solo porque, en efecto, no ha mediado impulso de parte en
el proceso, sino que tampoco aparece de los actuados que haya estado pendiente alguna actuación
exclusiva e imputable al órgano jurisdiccional, tanto más si la relación numero ocho- dos mil cinco– señala
el Colegiado Superior–no tenía razón de ser, pues no existía decretado ningún apercibimiento de rebeldía
contra el codemandado Juan Carlos Subia Pinto para que pudiera imputarse al acto como obligación del
juzgado;
Sexto.- Que, el artículo cuatrocientos cincuentiocho del Código Procesal Civil dispone que, si transcurrido
el plazo para contestar la demanda, el demandado no lo hace, se le declarara rebelde; como puede
advertirse, dicha norma no establece expresamente que el Juez deba declarar la rebeldía de oficio sino
que se limita a señalar un presupuesto para la declaración de rebeldía, como es la falta de contestación
de la demanda. La verificación del estado del proceso para la declaración de rebeldía no puede ser
imputada únicamente al Juez, sino que corresponde ser incoado también a la parte interesada, a cuyo
merito e interés se ha iniciado y viene tramitando la causa para dar solución a sus pretensiones; en
consecuencia, junto al deber de impulso oficial corre el deber de impulso a instancia de las partes y
particularmente en este ultimo la carga procesal del demandante de impulsar la evolución del proceso a
través de sus diversas y sucesivas etapas; siendo esto así, no corresponde aplicar lo dispuesto en el
inciso quinto del articulo trescientos cincuenta del Código Procesal citado, desde que el A que no le puede
ser imputada la falta de expedición de la resolución que declare la rebeldía, pues correspondía a la parte
interesada coadyuvar en la preclusión de las etapas procesales,
Sétimo.- Que, en ese sentido, advirtiéndose que hasta el veintiuno de agosto del dos mil cinco (en que se
cumplían los cuatro meses establecido en el articulo trescientos cuarentiseis del Código Procesal Civil),
no se produjo ningún acto de impulso procesal por parte del demandante, ni existía ninguna actuación
exclusiva y pendiente por parte del órgano jurisdiccional; se concluye que el auto que declara la nulidad
(de oficio) de la resolución número ocho– dos mil y el subsecuente abandono de la causa, se encuentra
arreglado a lo actuado y a derecho; en consecuencia, al no verificarse la causal de contravención al
debido proceso, debe desestimarse el recurso interpuesto y procedes conforme a lo regulado en el
articulo trescientos noventisiete del Código Procesal Civil;
RESOLUCION: Declararon INFUNDADO el recurso de casación interpuesto por José Rodríguez Pinto
mediante escrito de fojas ciento sesentinueve, subsanado a fojas ciento noventiseis; en
consecuencia, NO CASARON el auto de vista de fojas ciento cincuentinueve, su fecha veinticuatro de
noviembre del dos mil seis; CONDENARON al recurrente al pago de las costas y costos originados por la
tramitación del presente recurso, y al pago de la multa ascendente a dos Unidades de Referencia
Procesal; DISPUSIERON se publique la presente resolución en el Diario Oficial El Peruano; en los
seguidos por José Rodríguez Pinto contra Caja Municipal de Ahorro y Crédito de Arequipa y otros; sobre
tercería preferente de pago; y los devolvieron; interviniendo como Vocal Ponente el señor Ticona
Postigo.- SS. TICONA POSTIGO, SOLIS ESPINOZA, PALOMINO GARCIA, CASTAÑEDA SERRANO,
MIRANDA MOLINA C-2777022-39
II. NOTAS PRELIMINARES.-
El derecho procesal pionero o inicial, al que denominamos derecho procesal madre, dado cuenta que a él
deben su existencia los derechos procesales de las distintas ramas del derecho, tuvo su aparición u
orígen en el Clásico y Bajo Imperio romano.
Por otro lado, es imperativo destacar que con gran acierto el gran jurista Hugo Alsina[1]denota que el
proceso es un organismo muerto, inerte, sin vida propia, que avanza al tiempo construyéndose en virtud a
los actos de procedimiento (el profesor Adolfo Alvarado Velloso, emplea el término serie
procedimental[2]que ejecutan las partes y el juez; y que esa fuerza externa que lo mueve o que le
proporciona existencia: vida; se denomina impulso procesal.
En el mundo del derecho procesal civil[3]se reconocen mayoritariamente dos sistemas procesales, i)
el dispositivo, acusatorio o garantista (dominio del proceso por las partes), e ii) inquisitivo[4]judicial o
decisionista (dominio del proceso por el órgano jurisdiccional). Sin embargo, tenemos que el derecho
procesal civil peruano presenta un carácter o naturaleza dual o mixta.
En ese orden de ideas, el derecho procesal civil peruano, al ser conteste con el
perjudicial sistema procesal decisionista (que se caracteriza por ejemplo, por facultar al
magistrado poder legalmente -más no legítimamente- solicitar prueba de oficio), permite también el actuar
jurisdiccional en el proceso civil, impulsándolo. Consecuentemente, el mismo se constituye en
la antítesis de la corriente jurídico procesal garantista.
III. MODALIDADES DEL PRINCIPIO DE IMPULSO PROCESAL.-
Acerca del impulso procesal, el maestro Eduardo J, Couture, explica: "Se denomina impulso procesal al
fenómeno por virtud del cual se asegura la continuidad de los actos procesales y su dirección hacia el
fallo definitivo"[5].
El impulso procesal o impulso en el proceso (a nivel amplio o general) posee una naturaleza muy
importante como insoslayable, el mismo que procura (a través de una disposición judicial, legal, o de una
petición de la parte) un avance, desarrollo o evolución normal del proceso, logrando se arribe a la
siguiente etapa o circunstancia procesal, en beneficio de las partes.
Lo señalado cobra mayor sentido, si tomamos en cuenta que desde el punto de vista lógico y coherente,
un proceso es (o debe ser) iniciado para que atravesando sus instancias y etapas (por economía procesal
y con el único propósito de dilucidar debidamente el mismo), arribe a una pronta finalización del mismo,
ya sea a través de cualquiera de las formas de conclusión del proceso que estipula el código procesal
civil peruano.
Empero, es preciso agregar que una vez utilizado y conseguido efectivizar dicho impulso en el proceso,
queda culminada la etapa anterior. En iguales términos se expresa Luís Ribó Durand: "Con este acto de
impulso, el procedimiento avanza, quedando extinguida la situación anterior. Por tanto, los derecho y
deberes que hubieran podido ejercitarse y no lo fueron, se consideran abandonados; este efecto del
impulso procesal se denomina preclusión".[6]
Al ser debidamente aplicado por el juez (en casos iniciados por las partes o de oficio), este principio,
conocido también como de Autoridad (a través del Juez natural), es el responsable para que el proceso
no se vea dilatado, desnaturalizándose y por ende, evitando se perjudique a las partes o en su caso, a
una de ellas.
Sin embargo, es necesario dejar constancia que este deber de ayudar de oficio a que el proceso no
continúe estancado, no es únicamente atribuible al Juez (official expedite procedural), sino también a las
partes, en tanto el mismo no cumpla con lo propio. Así también lo entiende el profesor Hernando Devis
Echandía.[7]
Por si dicha dualidad no fuese suficiente, Hugo Alsina, explica la naturaleza trifronte del impulso procesal.
Así, señala tres modalidades del mismo: i) de las partes (dispositivo), ii) del órgano jurisdiccional (judicial o
de oficio) y iii) de la ley (legal).
En tal sentido, advertimos que entre el impulso procesal en general, y el impulso dispositivo, judicial y
legal, existe una relación de género y especie.
Lo prescrito en el Código Procesal Civil peruano, es conteste con lo afirmado por Alsina, verbigracia: i)
respecto de la primera modalidad -de las partes-, tenemos el Art. IV de su Título Preliminar, Art. 480 in
fine y Art. 509 in fine, ii) en referencia a la segunda modalidad- del órgano jurisdiccional-, apreciamos el
Art. II de su Título Preliminar, y iii) finalmente, referente a la tercera modalidad -legal-, señalamos el Art.
III, también de su Título Preliminar).
Por otro lado, dejamos constancia que el impulso procesal de las partes o dispositivo se manifiesta
cuando las mismas inician el proceso civil (invocando interés y legitimidad para obrar, salvo que se trate
del Ministerio Público (Art. 583 del C.P.C. peruano), procurador oficioso (Art. 81 del C.P.C. peruano) y
quien asuma la defensa de intereses difusos (Art. 82 del C.P.C. peruano), habida cuenta que el juez no lo
puede hacer, aunque pretenda ampararse en el impulso procesal de oficio