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Cerramos el año 12 con una exquisita entrevista a Jorge Luis Borges, incluída
en "La Entrevista. Un autor en busca de sus personajes" (PROA Editores,
2012), último libro de Roberto Alifano, amigo de la casa, quien
generosamente nos concedió su publicación. Si bien puede resultar extensa
para ser leída en una pantalla, no tiene una sóla línea de más, y nos revela un
Borges inocente, entrañable, y como siempre, completamente genial.
Alifano, quien fuera su amigo, secretario y mano derecha, nos permite
encontrarnos, para siempre, con su mayor personaje.
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No exagero para nada, Borges. Mis experiencias con usted han sido fabulosas
bajo todo punto de vista. Evocarlas me sigue encantando la vida. Como
pocos, lo conocí íntimamente y fui testigo de su originalísima manera de ser,
de su recatado humor, de su filosa ironía y de las particulares maneras de
reaccionar ante la inmediatez. Quienes lo encasillan en su extraordinaria obra
escrita no pueden dimensionarlo en su total esplendor.
Así es, mi querido Borges, usted era el genio que se imponía siempre sobre el
contexto de lo circunstancial y lo sobrevolaba con soltura portentosa. Duras
o benignas, jamás las circunstancias incidieron en su modo de ser, quizá
porque sentía que el mundo era apenas un pretexto para pensar y que, salvo
la literatura, pocas cosas merecían seriedad; acaso algún recuerdo que
evocara de sus mayores, aunque buscaba atemperarlo con el lado gracioso
(“Mi padre era un gran calavera que se perdía detrás de cualquier pollera”,
confesaba divertido. “Era cegatón, como yo. Una vez, cuando vivíamos en
Ginebra, vio pasar una mujer y la empezó a seguir diciéndoles piropos. De
pronto ella se dio vuelta y le dijo: “¡Pero, Jorge, ni a mí me vas a dejar
tranquila!”. Era mi madre la mujer acosada). Hasta el peronismo, que
ocasionalmente solía enardecerlo, fue motivo de su humor incomparable
(“No son ni buenos ni malos; son incorregibles”, sentenciaba con una sonrisa
piadosa).
Casi nadie ignora que en los años del peronismo, usted sufrió la persecución
de algunos burócratas ensañados con el modestísimo cargo de auxiliar
tercero que ocupaba en una biblioteca del barrio de Almagro. Al disentir con
el régimen no titubearon en removerlo al ofensivo puesto de “inspector de
aves y huevos”, del cual se vio obligado a renunciar obviamente. ¡Cómo iba a
soportar tamaña humillación del enemigo! Otros funcionarios, más
resentidos aún, pusieron presas -por la misma causa de opositoras a Perón-,
a doña Leonor Acevedo de Borges, su madre y a Norah Borges, su hermana.
Antes y después de eso, el peronismo fue para usted, el vulnerable
ciudadano Borges, algo así como la práctica de una desmedida ferocidad;
tanto que solía compararlo a la remota dictadura mazorquera de Juan
Manuel de Rosas.
¡Una buena fórmula presidencial para ganar la elección! –reí yo, bromeando-.
Los muchachos aplauden y lo proclaman junto a su líder.-
¡Cáa-ram-ba, no parecen hostiles! –comentó usted menos aterrado que
perplejo, mientras las expresiones se dejaban oír con palabras cada vez más
amables de admiración-. Esto parece un sueño, despiérteme, Alifano. Ni
remotamente hubiera imaginado que alguna vez oiría pronunciar mi nombre
junto al de Perón.-
¡Cómo se le ocurre algo así –se alarmó usted con una sonrisa forzada-. ¡Ni en
chiste lo diga!
Pero era la verdad del caso, Borges. Así suelen ser las cosas, tan curiosas que
a veces parecen irreales; las razones (o las sinrazones) de este mundo
impredecible. El prestigio transfigura a quienes lo poseen y los niveles de
eminencia suelen convertirse en símbolos de meras o sorpresivas
situaciones. “El tiempo cicatriza las heridas”, como dice un antiguo refrán (¡y
de qué forma!). Después de pagar tributo a ciertas agresiones de otros
tiempos, después de sacrificarse en aras de un proclamado antiperonismo
casi militante, ahora esto: nada menos que su nombre junto al nombre del
caudillo populista. Quién iba a decir, Borges, que usted y Perón serían los dos
sellos incuestionables de la Argentina. Nadie que hable de literatura puede
soslayar a Jorge Luis Borges; tampoco quien hable de política puede obviar a
Juan Domingo Perón.
*****
-Por un momento yo creí que esa gente nos iba a linchar, pero, lo que ocurrió
fue increíble –se admiró usted-. ¿No les parece extraño este mundo que
habitamos? Mi padre decía: “que todo es tan raro que hasta el Misterio de la
Santísima Trinidad puede ser cierto”.
-Así es Georgie –asintió el duende Poroto Botana, otro buen porteño viejo
rumiador de situaciones-. Todo es tan raro, che, ¡quién iba a decir que con
los años tu nombre aparecería ligado al de Perón!…
-Este suceso que hemos vivido quizá le haga modificar la idea negativa que
usted tiene sobre Perón y los peronistas –comenté yo, conciliador-. ¿Quién le
dice que no haya llegado el momento de hacer otro balance del pasado?
alifaborges
-Sin embargo, Borges, ha sido imitada por los países más desarrollados,
donde no sólo se paga un aguinaldo, sino que se pagan hasta dos –comenté-.
En España y en Italia, es así; las leyes lo establecen, y otro tanto sucede en
Francia y en Alemania, por citar dos ejemplos.
-Y en todo el resto del mundo –amplió Poroto-. Es, lo que se llama una
conquista social, che.
-Eso no lo sabía. De manera que medio mundo está más loco que Perón y
que todos los argentinos juntos.
-Bueno, si me permiten que les cuente algunas cosas, van a entender mejor
mi posición –se defendió usted concluyente-. Yo padecí humillaciones
terribles bajo el régimen peronista. Era auxiliar de la Biblioteca Municipal del
barrio de Almagro, en las orillas de Buenos Aires, un cargo inferior, sin
ninguna importancia dentro del escalafón burocrático, un pinche y fui
rebajado por el peronismo al puesto de “inspector de aves y huevos”. Algo
imperdonable, ¿no les parece?
-Desde luego que no, pero sus acólitos y el régimen que él estableció, sí. Les
puedo contar, por ejemplo, las persecuciones que sufrí cuando fui presidente
de la Sociedad Argentina de Escritores; también Mujica Lainez, que era el
vicepresidente. Al poco tiempo de asumir me visitaron unos funcionarios
oficiales para decirme que habían observado que en las paredes no había
retratos de Perón ni de su mujer, Eva Duarte. Yo les contesté que no, que no
los había ni los iba a haber mientras yo estuviera al frente de la Institución.
Entonces me dijeron: “Le advertimos que si no los pone, tendrá que atenerse
a las consecuencias”. “Desde luego”, les contesté, “me atengo a las
consecuencias”. Por aquellos días yo estaba dando una serie de conferencias
sobre los “sufíes” en el barrio de Belgrano y, de pronto, veo entre los
asistentes, a un policía que anotaba lo que yo decía. Cuando terminé mi
charla me acerqué y lo invité a tomar un vaso de vino. El hombre se
confundió un poco, pero aceptó mi convite; supongo que eso habrá
trascendido porque al otro día al pobre lo relevaron. Concurrió otro en su
reemplazo, algo más drástico, ya que no aceptó mi invitación para tomar
vino. Estos hechos hicieron que por temor los escritores se alejaran de la
SADE; nadie se animaba a entrar ya que, de alguna manera, nos habíamos
pronunciado contra Perón. Después un grupo de escritores peronistas,
encabezados por Castiñeira de Dios pretendió tomar la Institución y como no
lo consiguió organizó otra sociedad paralela, que respondía al régimen. Yo fui
amenazado de muerte.
-¡Qué respuesta tan valiente la de su madre! –dije-. Doña Leonor era una
mujer de agallas.
-Claro –aprobó usted-. La respuesta de mi madre fue muy valiente. Era una
mujer de coraje. Además, ¡qué lindo eso de “apúrese porque tal vez yo me le
muera antes!”. Muy literario, ¿no les parece?
-Esas cosas no las sabía –atinó a decir, bastante confundido, Poroto Botana-.
Pero, les cuento (y esto lo sé de buena fuente) Perón sentía un gran respeto
por vos.
-Así es –corroboro.-
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El peronismo fue una dictadura intolerante, como lo fue, a mitad del siglo
diecinueve, la de Rosas.-
¡Es increíble lo que me cuenta! –dijo usted sonriendo, con un gesto de duda-.
Tengo entendido que era un hombre intolerante. Lo que me dice me cuesta
aceptarlo.
-Le digo más, Borges, el General Perón era un buen lector.-
¡Bueno, el hecho de que Perón haya leído un solo libro ya es muy raro.
¿Cuáles eran sus lecturas?
-Que haya leído la Divina Comedia, me resulta rarísimo –dudó usted-. Por no
decir algo imposible.
-Sin embargo, así fue –confirmé-, el general Perón había leído la Divina
Comedia y durante su gobierno hizo publicar la traducción de Mitre en una
edición popular para difundirla en los colegios.
"En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en
que la recta vía había perdido…"
-Esa versión fue publicada por la editorial Tor a pedido de Perón –amplió
Poroto-. Tuvo una tirada de un millón de ejemplares.
No es tan así –defendí-. Perón fue un hombre que hacia el final de su vida
comprendió muchas cosas. No lo demonicemos. Vino a la Argentina para
lograr el Gran Acuerdo Nacional.
*****
En el sinuoso sendero del amor, usted, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges fue
siempre discretísimo, parco hasta en las dedicatorias; hay poemas de su
juventud, dedicados a mujeres que los inspiraron, que apenas traslucen las
iniciales. Todo lo disimulaba para dejarlo en suspenso y en el indicio, bajo la
relativa sospecha o en la mera conjetura. Por supuesto que no faltaron
aquellos que afirmaban que sus experiencias amorosas nunca se consumaron
en la pasión, ni desembocaron en ese final feliz de las películas románticas de
los años cuarenta. Las experiencias suyas, del prudente Borges, fueron más
bien tortuosas, conflictivas; eso sí, románticas a más no poder, ilustradas por
la luna y con recitados versos de Browning o de Keats, matizadas de alegorías
y ensueños imposibles de su propia cosecha, vale decir, de su experiencia
intransferible, maravillosa de poeta:
-Es cierto. ¿Quién puede prever una tempestad? Y el amor puede ser una
tormenta, o un tormento.
Y usted, Borges, feliz, menos quizá por mi respuesta que por el placer que le
dio hacerme esa confesión, estalló en una carcajada complaciente.
-Usted es mucho más joven que yo, pero sabe algo de esas cosas del amor…
-No es así, Borges -negué, acompañando su risa-. Sobre ese complejo tema
nadie sabe nunca lo suficiente. Sin duda, usted sabe mucho más que yo.
Es fama que en Irlanda un hombre dijo que la atención de Dios, que nunca
duerme, percibe eternamente cada sueño y cada jardín solo y cada lágrima.
Si supiera qué ha sido de aquel sueño que he soñado, o que sueño haber
soñado, sabría todas las cosas.
-¡Ah, los abismos del amor! –reflexionó casi ensimismado-. Podríamos hablar
de amistades amorosas, de juegos galantes, ¿no le parece?
-Entre otras cosas, claro –le respondí vagamente-. Pero, porque no ir al fondo
del asunto y asumirlo como corresponde. Una mujer, me refiero a una mujer
joven, puede ser la hija de adopción de un hombre mayor. Estoy pensando
en el caso de Michel de Montaigne con Marie de Gournay, donde ella se
convierte en una suerte de hija, de fille y quizá algo más.
-Digamos en su fille d’alliance
-Sí, Borges, ese fue el caso de Montaigne con la joven Marie. La convirtió en
su fille d’alliance.
-Seguiré su consejo.
Por esas cosas del destino, por desgracia, o vaya a saber por qué razón del
misterioso azar, usted no se pudo convertir en ese hombre protector que fue
Montaigne para Marie de Gournay. Algo se interpuso implacablemente y otra
persona que lo acompañaba en sus recorridas por el mundo hizo valer su
condición de casi dueña suya. Y así, de manera dolorosa, la bella joven fue
desplazada, por decirlo con un eufemismo.
(*) En una entrevista que le realizara el periodista Diego Rojas para la Revista
Veintitrés, Alejandro Vaccaro, estudioso de la obra de Borges y uno de sus
principales biógrafos, manifestó que María Kodama, había modificado
algunos textos de nuestro escritor al suprimir, por ejemplo, el poema “Al
olvidar un sueño” de la Obra Completa que, como se sabe, está dedicado a la
señorita Viviana Aguilar, protagonista del affaire mencionado en mi
conversación. Kodama, dedicada casi full time a esa cacería de brujas, con
tribunalicias consecuencias judiciales, le inició juicio penal a Vaccaro.
Más adelante Gasparini señala las razones que pusieron fin a esa relación:
“Bioy Casares y Alifano rescatan ejemplos de la infausta dependencia con
que Kodama aprisionaba al escritor, alejándolo de sus amigos. Afirman que le
prohibía ceder el importe de una de sus jubilaciones a su hermana Norah, o
que lo forzó a anular un viaje a Colombia acompañado por la joven Viviana
Aguilar, empleada de la librería La Ciudad, situada enfrente de su domicilio,
de la cual el autor se enamorara conmovedoramente, encartando fotos con
ella en la recóndita intimidad de sus libros de su escasa biblioteca personal.
El incidente con aquella muchacha no fue intrascendente. Aconteció en 1981,
cuando ella tenía 23 años. Su desenlace fue una tragedia para Borges, tal vez
su única oportunidad de abandonar a Kodama por otra mujer. Vaciándole su
corazón por teléfono, Borges le comunicó que el proyectado viaje que juntos
harían a Bogotá, donde debía estar presente en un ágape cultural invitado
por Germán Arciniegas, se suspendía. “Soy un pobre infeliz atado a mi
destino”, le dijo, y colgó”.
Cabe resaltar que este libro fue cuestionado ante la Justicia por Kodama, sin
embargo, el Juzgado Correccional Nº 3 a cargo de la Dra. María Susana
Nocetti de Angeleri resolvió absolver de culpa y cargo a Juan Gasparinipor los
delitos de Calumnias e Injurias prevista en los artículos 109 y 110 del Código
Penal, por los que fuera acusado. También la Sala III de la Cámara de
Casación Penal resolvió Declarar mal concedido el recurso de casación
deducido por la parte querellante y actora civil, sin costas (arts. 444, 465, y
530 del Código procesal penal).
Asimismo ante el Recurso Extraordinario presentado por la querellante María
Kodama, la Sala III de la Cámara de Casación Penal con fecha 6 de julio de
2005 resolvió No Hacer Lugar al Recurso Extraordinario interpuesto, con las
costas correspondientes. Con lo que la sentencia quedó firme.
Por su parte Epifanía Úveda de Robledo, “Fani” para la familia Borges, quien
fuera el ama de llaves por algo más de 35 años, en su libro El Señor Borges,
realizado en coautoría con Vaccaro, señala: “Salvo durante los viajes, que
hacía al exterior en compañía de Kodama, aquí, en Buenos Aires, Viviana
Aguilar se convirtió en una inseparable compañera de Borges, quien
anhelaba constantemente su presencia. En una ocasión, el señor Borges tenía
que dar una conferencia y lo acompañó Viviana. Cuando salieron, un
fotógrafo indiscreto los retrató para una revista. Estaban hermosos, parecían
novios. Pero en otra oportunidad que fue con ella, al llegar al lugar el señor
Borges se descompuso y no pudo dar la conferencia. Esa tarde se había
puesto nervioso porque tuvo una discusión telefónica con otra mujer y estoy
segura de que eso lo afectó”. Más adelante, Fani resalta las razones que
llevaron al rompimiento de la relación: “El desenlace se produjo cuando el
señor Borges intentó que Viviana ocupara el lugar que hasta ese momento
tenía reservado María. Podían salir a caminar por Buenos Aires, cenar, ir
juntos a una conferencia, compartir distintos momentos en la librería La
Ciudad o bien en el living del departamento de Maipú. Pero los viajes al
exterior eran patrimonio exclusivo de María Kodama, que los manejaba como
un negocio propio”.
Y sigue relatando Fani: “La relación entre Viviana Aguilar y el señor Borges se
terminó de manera abrupta. Lo habían invitado para ir a dar unas
conferencias a Colombia y él decidió que lo acompañara Viviana. Cuando ya
tenían los pasajes y faltaban pocos días para irse, irrumpió en el
departamento María, quizá recién enterada de su mala nueva, y le hizo una
escena de celos, diciéndole que se oponía a ese viaje con otra persona y que
si persistía en esa actitud ella se iba para siempre y otras amenazas más. A
pesar de ello y de haber suspendido el viaje, naturalmente, el señor siguió
hablando por teléfono y viéndose con Viviana, aunque más esporádicamente.
Hasta que finalmente y con mucho dolor debió alejarse de ella.”