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Demanda de agua
El uso global del agua se ha multiplicado por seis en los últimos 100 años (Wada et al.,
2016) y continúa creciendo de manera constante a una tasa aproximada del 1% anual
(AQUASTAT, sin fecha). Se prevé que el uso de agua siga aumentando a nivel mundial
en función del aumento de población, el desarrollo económico y los patrones de
consumo cambiantes, entre otros factores.
El uso del agua por parte de la industria, que representa aproximadamente el 20% de
las extracciones globales, está predominantemente destinado a la producción de
energía, la cual es responsable de alrededor del 75% de las extracciones de agua de
este sector, mientras que el 25% restante se destina a la producción. (WWAP, 2014).
Las estimaciones de Burek et al. (2016) sugieren que la demanda general de agua por
parte de la industria aumentará en todas las regiones del mundo, con excepción de
América del Norte y Europa Occidental y meridional. La demanda industrial podría
aumentar hasta ocho veces (en términos relativos) en regiones como África
Occidental, Central, Oriental y Meridional, donde actualmente las industrias
representan una proporción muy pequeña en el uso total del agua, mientras que en el
sur, centro y este de Asia se espera un aumento significativo (hasta dos veces y media)
(Burek Prólogo 13 Los camb et al., 2016). La OCDE (2012) estima que la demanda de
agua para la industria manufacturera aumentará un 400% durante el período del 2000
al 2050, y que habrá un incremento de una quinta parte de la extracción mundial de
agua destinada a la producción de energía durante el período del 2010 al 2035,
mientras que el consumo de agua podría crecer en un 85% impulsado por la transición
hacia plantas de energía más eficientes con sistemas de refrigeración más avanzados
(que reducen las extracciones de agua pero aumentan el consumo) y un incremento de
la producción de biocombustibles (AIE, 2012). Chaturvedi et al. (2013) consideran que
restringir la producción de bioenergía a tierras de cultivo marginales no irrigadas o
abandonadas podría aliviar los impactos negativos sobre la producción y los precios de
los alimentos, el uso del agua y la biodiversidad.
Disponibilidad de agua
Se pronostica que los recursos hídricos superficiales disponibles a nivel continental
permanecerán relativamente constantes en comparación con el desarrollo de la
población, el PIB o la demanda de agua. A nivel subregional, cualquier cambio será
pequeño, oscilando entre -5 y + 5%, debido a los efectos del cambio climático, pero los
cambios pueden ser mucho más pronunciados a nivel de país (Burek et al., 2016).
Muchos países ya están experimentando condiciones generalizadas de escasez de agua
y probablemente tendrán que hacer frente a una siempre menor disponibilidad de
agua superficial en la década de 2050 (Figura 1). En la actualidad, casi todos los países
en una franja que abarca de 10 a 40 grados norte, desde México hasta China y el sur de
Europa, se ven afectados por la escasez de agua, junto con Australia, Sudamérica
occidental y África Meridional en el hemisferio sur (Veldkamp et al., 2017). A principios
de la década de 2010, 1.900 millones de personas (el 27% de la población mundial)
vivían en áreas con potencial escasez severa de agua y en 2050 esto podría aumentar
hasta alcanzar entre 2.700 y 3.200 millones. Sin embargo, si se tiene en cuenta la
variabilidad mensual, 3.600 millones de personas en todo el mundo (casi la mitad de la
población mundial) ya viven en áreas con escasez de agua por lo menos un mes por
año, y esto podría alcanzar de 4.800 a 5.700 millones para el 2050. Alrededor del 73%
de las personas afectadas viven en Asia (el 69% para el 2050). Considerando el factor
capacidad de adaptación, de 3.600 a 4.600 millones de personas (43-47%) sufrirán
estrés hídrico en la década de 2050, con entre el 91 y el 96% viviendo en Asia,
principalmente en el sur y el este, y del 4 al 9% en África, principalmente en el norte
(Burek et al., 2016).
*Se considera que las regiones padecen escasez de agua cuando las extracciones
anuales totales para uso humano se encuentran entre el 20 y el 40% de los recursos
hídricos superficiales renovables disponibles, y escasez severa de agua cuando los
retiros superan el 40%. **Los escenarios utilizados para este ejercicio de modelado se
basan en las “trayectorias socioeconómicas compartidas aplicadas a los recursos
hídricos”. El escenario prudencial asume que el desarrollo mundial está progresando
con arreglo a las tendencias y paradigmas del pasado, de modo que las tendencias
sociales, económicas y tecnológicas no cambian notablemente respecto a los patrones
históricos, es decir, siguen igual (escenario sin cambios).
Existe una fuerte competencia por las tierras de cultivo marginales, degradadas y
abandonadas para la producción de alimentos, la expansión urbana y la restauración
de los ecosistemas naturales, lo que niega la sugerencia de que estas tierras
constituyan una alternativa razonable para la producción de bioenergía en tierras de
regadío (SCBD, 2014). Además, la mejora de la eficiencia del uso del agua de regadío
puede conducir a una intensificación global del agotamiento del agua a nivel de
cuenca, a través de incrementos en la evaporación total de los cultivo
y las reducciones en los flujos de retorno (Hufaker, 2008). Es por ello que el aumento
de la eficiencia en el suministro de agua para cultivos de regadío debe ir acompañado
de medidas regulatorias sobre las asignaciones de agua y/o las áreas de regadío (Ward
y Pulido-Velázquez, 2008). La Evaluación exhaustiva de la gestión del agua en la
agricultura (2007) ya señalaba que, con algunas excepciones regionales, el alcance de
la expansión del regadío en todo el mundo es limitado, y que es preciso desplazar la
atención de las asignaciones de aguas superficiales a la mejora de la agricultura de
secano. La opción de construir más embalses está cada vez más limitada debido a la
sedimentación, la escorrentía disponible, las preocupaciones y restricciones
ambientales, y el hecho de que ya se han identificado y utilizado la mayoría de los
sitios rentables y viables en los países desarrollados. En ciertas áreas, las formas
de almacenamiento de agua que sean más amigables con el ecosistema, como los
humedales naturales, la humedad del suelo y la recarga más eficiente de las aguas
subterráneas podrían ser más sostenibles y rentables que la infraestructura tradicional,
como las presas (OCDE, 2016).
El desarrollo económico por sí solo no es una solución a este problema. Casi el 15% de
las estaciones de monitoreo de aguas subterráneas en Europa registraron que el
estándar para nitratos establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) era
excesivo en el agua potable, además de que aproximadamente el 30% de los ríos y el
40% de los lagos se encontraban eutróficos o hipertróficos. 2008-2011 (CE, 2013a).
Cientos de productos químicos, además de los nutrientes, también afectan a la calidad
del agua. La intensificación agrícola ya ha incrementado el uso de sustancias químicas
en todo el mundo en aproximadamente dos millones de toneladas por año, con
herbicidas que representan el 47,5%, insecticidas el 29,5%, fungicidas
El cambio climático afectará a la calidad del agua de varias maneras. Por ejemplo, los
cambios en los patrones espaciales y temporales y la variabilidad de la precipitación
afectan a los caudales de las aguas superficiales y por lo tanto a los efectos de dilución,
mientras que los aumentos de temperatura causan una mayor evaporación de las
superficies abiertas y suelos, y la transpiración incrementada por la vegetación reduce
potencialmente la disponibilidad de agua (Hipsey y Arheimer, 2013). El oxígeno
disuelto se agotará más rápidamente debido a las temperaturas más altas del agua y
cabe esperar que un mayor contenido de contaminantes fluya a las masas de agua
después de eventos extremos de lluvia (IPCC, 2014). Se espera que los mayores
aumentos en la exposición a contaminantes ocurran en países de ingresos bajos y
medio bajos, debido principalmente al mayor crecimiento demográfico y económico
en estos países, especialmente en los de África (PNUMA, 2016a), y a la falta de
sistemas de gestión de aguas residuales (WWAP, 2017). Dada la naturaleza
transfronteriza de la mayoría de las cuencas fluviales, la cooperación regional será
fundamental para abordar los desafíos previstos en la calidad del agua.
Eventos extremos
Las tendencias en la disponibilidad de agua van acompañadas de los cambios
proyectados en los riesgos de inundaciones y sequías. Una preocupación en particular
es que el creciente riesgo de inundación ocurra en algunas áreas que tradicionalmente
sufren de escasez de agua (por ejemplo, Chile, China, Oriente Medio, África del Norte y
la India) donde las estrategias locales para enfrentar las inundaciones estén
probablemente poco desarrolladas.
Las pérdidas económicas derivadas de los peligros relacionados con el agua han
aumentado considerablemente en las últimas décadas. Desde 1992, las inundaciones,
las sequías y las tormentas han afectado a 4.200 millones de personas (el 95% de todas
las personas que han sido afectadas por todos los desastres) y han causado daños por
valor de 1,3 billones de dólares, el 63% del total mundial de los desastres relacionados
con el agua. (CESPAP/EIRD, 2012).
Según la OCDE, “se prevé que la cantidad de personas en riesgo por inundaciones
aumente de 1.200 millones a alrededor de 1.600 millones para el 2050 (casi el 20% de
la población mundial) y se espera que el valor económico de los activos en riesgo
alcance los 45 billones de dólares para ese mismo año, un crecimiento de más del
340% desde 2010” (OCDE, 2012, página 209). Las inundaciones han representado el
47% del total de los desastres relacionados con el clima desde 1995, afectando a un
total de 2.300 millones de personas. El número de inundaciones aumentó a un
promedio de 171 por año durante el período 2005- 2014, por encima del promedio
anual de 127 en la década anterior (CRED/UNISDR, 2015). Los ejemplos de los costos
por inundaciones incluyen el 39 y el 11% del PIB en la República Democrática Popular
de Corea y Yemen, respectivamente (CRED / UNISDR, 2015).
de estos ecosistemas son por tanto particularmente relevantes para este informe, ya
que indican hasta qué punto la conservación y / o restauración del ecosistema pueden
contribuir a enfrentar los desafíos de la gestión de los recursos hídricos.
Alrededor del 30% de la superficie terrestre del planeta está cubierta de bosques, pero
al menos el 65% se encuentra ya en estado de degradación (FAO, 2010). Sin embargo,
la tasa de pérdida neta de área forestal se ha reducido en más del 50% en los últimos
25 años y en algunas regiones la reforestación está compensando la pérdida de
bosques naturales (FAO, 2016).
Los pastizales se encuentran entre los biomas más extensos del mundo, y cuando se
incluyen los campos de cultivo y las áreas arboladas dominadas por pastos, su
superficie excede a la de los bosques. Los pastizales se encuentran por naturaleza en
regiones donde las condiciones climáticas son demasiado secas o demasiado frías para
otros tipos de vegetación como los bosques, pero grandes áreas de bosques y
humedales también se han convertido en pastizales, especialmente para el pastoreo
de ganado o la producción de cultivos. Del mismo modo, vastas áreas naturales de
pastizales han sido “mejoradas” (es decir, alteradas para el pastoreo de ganado). Por lo
tanto, las tendencias en cuanto a superficie y condición son más difíciles de cuantificar.
Los humedales (incluyendo ríos y lagos) cubren solamente el 2,6% de la tierra, pero
desempeñan un papel desproporcionadamente grande en la hidrología por unidad de
superficie. La mejor estimación de la pérdida global reportada de área natural de
humedales debido a la actividad humana oscila por término medio entre el 54 y el
57%, pero la pérdida puede haber alcanzado incluso el 87% desde el año 1700 , con
una tasa 3,7 veces más rápida de pérdida de humedales durante el siglo XX y principios
del siglo XXI, lo que equivale a una pérdida de entre el 64 y el 71% de la extensión de
humedales desde la existente en 1900 (Davidson, 2014).
Las pérdidas han sido mayores y más rápidas en los humedales continentales que en
los costeros. Aunque la tasa de pérdida de humedales en Europa se ha ralentizado y en
América del Norte ha permanecido baja desde la década de 1980, la tasa de pérdida se
ha mantenido alta en Asia, donde continúa la conversión a rápida y gran escala de los
humedales naturales costeros y continentales. Algunas de estas pérdidas se
compensan con la expansión de humedales construidos o gestionados, principalmente
embalses y arrozales. La gran mayoría de los estudios realizados concluyeron que los
humedales aumentan o disminuyen un componente particular del ciclo del agua
(Bullock y Acreman, 2003). El alcance de su pérdida, por lo tanto, tiene significativas
implicaciones para la hidrología. Sin embargo, los diferentes humedales tienen
distintas propiedades hidrológicas y cuantificar el impacto de este cambio global en los
recursos hídricos representa un desafío.
El uso del suelo y el cambio de uso del suelo (LULUC) inducido directamente por el
hombre impactan de manera significativa en la hidrología a escala local, regional y
global. Existen pruebas fehacientes de que las tendencias en LULUC han impactado en
los balances hídricos a escala de cuenca, como por ejemplo en la cuenca alta del río
Mississippi (Schilling y Libra, 2003; Zhang y Schilling, 2006) o en el curso medio de la
cuenca del río Amarillo (Sun et al., 2006; Zhang et al., 2015). Además de afectar a la
dinámica del balance hídrico dentro de una cuenca, LULUC también puede afectar a los
patrones de precipitación y escorrentía en otras cuencas, debido al rol de la vegetación
como “reciclador de agua” y a los efectos de la circulación atmosférica.