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Las caras del peronismo

Por José Pablo Feinmann


No creo en la “objetividad” de la historia. No creo en la “distancia” que se
establece desde ciertos parámetros para juzgar un hecho histórico. El
historiador –por honesto que sea– juzga desde su contexto (es decir, juzga,
él, “en contexto”, puesto “en situación”), condicionado por su momento
histórico, por su formación historiográfica, por el elemento histórico-social y
político en que se ha formado (con el que logró romper o no, al que logró
“superar” o no) y con sus recelos, sus pasiones, sus adhesiones y rechazos.
No hay historiador impune. Puede –según su amor a la verdad– esforzarse
por buscarla. Puede dejar de lado cosas que le duelen. Que fueron, para él,
verdaderas y su investigación le ha mostrado que no, y él, honesto, lo
admite. Pero todo esto es infrecuente.
Más compleja es aún la diafanidad de la respuesta si el objeto puesto bajo
investigación presenta aristas múltiples y contradictorias. Todo argentino ha
vivido la experiencia de recibir o encontrarse con un extranjero, con un
azorado visitante de nuestro convulsionado espacio histórico y recibir la
pregunta tradicional, ya inevitable: “Pero, ¿qué es el peronismo?”. Lo que
nos decimos a nosotros mismos es –más que a menudo– ¿cómo vamos a
responder a esa pregunta si nosotros mismos no tenemos respuesta para
ella? Por fin, el visitante se resigna a no recibir la respuesta y se consagra a
la elusiva tarea de buscarla por sí misma. La pregunta se transforma de
inmediato en una certeza: los argentinos son unos tipos tan raros que han
creado algo que no tiene definición posible o que es, esa definición, tan
errática, evanescente, escurridiza que se nos escapa cuando creemos
aprehenderla. A veces llegan a una conclusión: los argentinos no saben qué
es el peronismo porque no sabén qué son ellos. Y a otra: qué divertido es
este país. En Europa –sobre todo en cierto países– nos aburrimos
moderadamente, no en exceso porque no hay excesos ahí. En Europa –como
dice Heidegger en ese reportaje póstumo en Der Spiegel– “todo funciona”.
En Argentina, las pocas cosas que funcionan no se entienden. En busca de
algún acercamiento a este objeto teórico y práctico de a veces oscura y a
veces luminosa fascinación ofrecemos los siguientes aproximativos apuntes.
Lo mejor para saber qué es el peronismo es no ser peronista ni
antiperonista. Hay que estar abierto. Recibir lo que se recibe. Y posponer el
juicio hasta encontrar algo semejante a la verdad. Que sólo vendrá luego de
algunas arduas búsquedas. Veamos.
La idea pragmática y aditiva que tenía Perón de la política repercutió sobre
la posible identidad peronista tornándola cambiante. El peronismo pudo así
tener muchas caras y ninguna. Enumeremos: 1) nace como un movimiento
nacional y popular. Un líder carismático ubicado en la centralidad de la
esfera militar aglutina la adhesión de las mayorías. Se produce una
integración de los migrantes internos al proceso productivo. Estas
migraciones se debían a los procesos de sustitución de importación que se
venían produciendo desde mediados de la década del treinta. La crisis del
veintinueve, la guerra europea luego forzaron al país semicolonial a
desarrollar una industria liviana ante la imposibilidad de la metrópoli de
entregar las manufacturas que entregaba en medio de su prosperidad a
cambio de nuestros productos primarios. Se crea una pujante industria
liviana. Se crean, de este modo, muchas, muchísimas fuentes de trabajo.
Hay dos clases de obreros en este origen del movimiento peronista: obreros
con experiencia sindical, obreros nuevos sin esa experiencia. Los segundos
adhieren masivamente al peronismo. Los primeros, menos. Se crea un
sindicalismo desde el Estado. Desde el Departamento Nacional del Trabajo y
luego desde la Secretaría de Trabajo y Previsión un coronel obrerista, que se
desprende de los siderúrgicos del GOU, sabe captar a los nuevos
contingentes obreros y los nuclea en un partido que él no había creado, el
Laborista, que lideraba Cipriano Reyes, y en un sindicalismo que será la
columna vertebral del peronismo. Se impulsan las nacionalizaciones. En
1949 se reforma la Constitución y se introduce en ella un artículo –el 40–
que proclama inalienables las fuentes minerales del país. Hay una
redistribución del ingreso. En el primer gobierno peronista los obreros llegan
a participar del 53 por ciento de la renta nacional. Los obreros quieren a
Perón y Perón les dice que son lo mejor que tiene la patria y que hará,
siempre “lo que el pueblo quiera”. Hay una fuerte dinámica histórica. Son
los años que la fraseología justicialista llama de “la felicidad del pueblo y la
grandeza de la nación”. Años que permanecerán fuertemente grabados en
la memoria de quienes se vieron protegidos, de quienes hallaron su plenitud
histórica en ellos; 2) a partir de 1951, con la misión Cereijo a Estados Unidos
y luego con la visita de Milton Eisenhower, el peronismo se vuelca hacia las
inversiones extranjeras y convoca al Congreso de la Productividad. En 1951
se declara el estado de guerra interno en respuesta al golpe del general
Benjamín Menéndez. Esta situación deriva en un autoritarismo político que
acerca al peronismo al modelo de las dictaduras latinoamericanas de la
época. Por último, el acercamiento a Estados Unidos tiene como fruto
previsible el contrato con la petrolera California, que pertenece a la
Standard Oil, en contradicción con el artículo 40 de la Constitución
Justicialista, al que Scalabrini Ortiz había llamado “bastión de nuestra
soberanía”. Arturo Frondizi escribe su libro acusatorio Petróleo y política,
cuyas tesis habrá de trastrocar durante su gobierno; 3) entre 1955 y 1969,
con Perón en el exilio, con Patrón Laplacette (¡qué nombre para un enemigo
de los obreros!) en la intervención de la CGT por medio de la revolución del
’55, el peronismo se vuelve combativo y fierrero. Pone caños por todas
partes. El caño era un pequeño explosivo que los sindicalistas utilizaban en
sus actos de sabotaje. John William Cooke, el ala izquierda del peronismo, es
el delegado personal de Perón. Hasta Vandor pone caños; 4) durante los
sesenta, con Vandor a la cabeza, el sindicalismo ensaya un experimento de
“peronismo sin Perón” para conciliar con el poder militar. Fracasa; 5) a partir
de 1969, se produce una de las más trágicas y fascinantes invenciones que
abrevan en el peronismo, que surge de él, de su historia, aunque no la
protagonicen los obreros sino los sectores radicalizados de la juventud de
clase media. Es la izquierda peronista. Copada, a partir de mediados de
1972, cuando la Juventud Peronista empieza a denominarse Tendencia
Revolucionaria del Movimiento Peronista, por los Montoneros, que en mayo
de 1970 habían matado al general Aramburu, responsable de los
fusilamientos del ’56 y de las matanzas en los basurales de José León
Suárez de treinta personas –no todas claramente peronistas– cuya historia
reconstruirá Rodolfo Walsh en Operación masacre. Sólo uno se salva: el
militante peronista Julio Troxler. Perón, ahora, es el hecho maldito. Evita es
cheguevarizada. Se afirma la guerrilla, a la que Perón da el nombre de
formaciones especiales. Este periplo de la izquierda peronista debe
interpretarse como uno de los más grandes esfuerzos de la izquierda
argentina por comprender y acercarse a una clase obrera siempre inasible
para ella. Se produce no sólo la invención del peronismo, sino la invención
de Perón, a quien se transforma en un líder revolucionario que responde a
los imperativos de la época; 6) durante su tercer gobierno, Perón da
cobertura política a la derecha de su movimiento. Ya no puede ser el padre
eterno. Ya no es el mito lejano. En Ezeiza se historiza. El, ahora, es una más
de las contradicciones que desde Madrid creía manejar como un gran
ajedrecista de la historia. El mito queda atrás, Perón es carnal, tiene un
cuerpo presente y ese cuerpo está enfermo. Intenta –ante la acción
cuestionadora de la izquierda peronista, hegemonizada por Montoneros–
una política aperturista con los radicales. Ya no dice: “Para un peronista no
debe haber nada mejor que un peronista”. Dice: “Para un argentino no debe
haber nada mejor que un argentino”. Lenguaje que suena irritativo para la
sensibilidad combativa y clasista de la izquierda radicalizada, que aún
enarbola al peronismo de la maldición; 7) Perón se muere. El peronismo
queda en manos de Isabel Martínez y López Rega. ¿Hay ruptura o
acentuación de tendencias entre el gobierno de Perón y el de Isabel y
Lopecito? Crímenes de la Triple A; 8) se pierden las elecciones de 1983. El
peronismo decide renovarse. Impulsa un intento socialdemócrata que trata
de conjugar la idea de la comunidad organizada con la de democracia; 9)
con Menem se inventa el peronismo que desarticula lo que el primer
peronismo había hecho. Surge un peronismo liberal, conservador, privatista,
socialmente insensible. Menem gobierna sin resistencias serias dentro del
movimiento y con la adhesión entusiasta de la oligarquía y el empresariado
nacional y transnacional. En suma: el peronismo fue nacional popular e
intervencionista de Estado entre 1946 y 1951, autoritario y amigo de las
inversiones extranjeras entre 1952 (o ’53) y 1955, resistente obrero y hecho
maldito eleccionario entre 1955 y 1969 (también, aquí, conciliador y
vandorista, amigo de los militares del ’66), socialista, marxista leninista y
guerrillero entre 1969 y 1973, fascista y terrorista de Estado entre 1974 y
1976, socialdemócrata y renovador entre 1986 y 1989, liberal, conservador
y privatista a partir de 1989. A partir de 2003 tiene un fuerte compromiso
con los derechos humanos. Incorpora al gobierno a varios valiosos cuadros
de la generación del ’70. Pero (contrariamente al primer peronismo que
protagonizó un proceso de acumulación con distribución) insiste en un
proceso de acumulación sin distribución. Lo que le permite a la revista
Barcelona una de sus tapas más provocativas: “La distribución ya la
hicimos. Lástima que no nos alcanzó para los pobres”. ¿Vendrá un
neoperonismo distributivo con Cristina Fernández? ¿Quién puede decirlo?
Porque, según se ha visto, nadie puede decir QUE ES el peronismo. Como
nadie puede decir qué es ser argentino. Habrá que insistir en esa búsqueda.

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