Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Estanislao Antelo[1]
Ana Laura Abramowsky[2]
El que enseña en la escuela media se encuentra muy pronto con los que dicen no.
Nuestro punto de partida es la constatación de que no hay estrategia didáctica que
permita librarnos de los “del fondo”, de los que atentan contra el transcurrir de la
clase interrumpiéndola, de los desatentos, de los que se resisten, de los
decidiosos que se levantan y se sientan, de los ávidos de visita al baño, de los que
contaminan (en) la clase, de los de siempre. De aquellos que conforman
cierto resto que en toda clase no deja de haber.
“Algunos se van a enganchar pero siempre te van a quedar, sin ser peyorativo con
ellos, ese resto ahí que no lo podés despegar del fondo de la botella” (Prof. De
Lengua de una escuela media de Rosario)[3]
Pensamos que no la hay –estrategia didáctica- ni la va haber. Cuando
enseñamos, el otro dice en algún momento no. Se trata de cierto disturbio en la
enseñanaza que según creemos debe ser reconsiderado. No se trata en términos
estrictos de la complejidad del conocido “fracaso escolar” sino de la imposibilidad
de librarse de aquello que viene necesariamente a interrumpir cierto orden.
Imaginemos a modo de evidencia una clase en que las cosas funciones
plenamente: todo el mundo ha traído su libro, todos atienden, todos han estudiado.
Cuando se requiere hay participación activa y/o silencio. No hay apatía,
desinterés, aburrimiento, etc. Imaginemos una clase en la que el polinomio sea el
de interés para todos. Imaginemos una fiesta de CBC desparramándose entre los
alumnos alegremente. Imaginemos alumnos apropiándose significativamente de la
Revolución Industrial, mientras los saberes previos se ofrecen generosamente y
no es grato ver la formación de competencias en su ministerial plenitud.
“Si tuviéramos los alumnos perfectos, motivados, atentos, educados, ya
tendríamos el trabajo hecho, es decir, cualquiera podría impartir, repartir, dar
clase. Esos retos, la desconexión de nuestros programas educativos con los
intereses de nuestros alumnos”
Una clase que funcione plenamente es una clase donde lo negativo está ausente,
donde los estudiantes no nos hacen “renegar”. Una clase que funcione es lo que
no se ha visto aún. La Familia Ingalls –fatídico sueño pedagógico reiterado- no es
una clase.
Pero, ¿a qué llamamos negativo? Por ejemplo a Nellie Oleson. Porque debemos
tener en cuenta que no hay Familia Ingalls posible sin una Nellie Oleson cerca,
dando vueltas. ¿Es entonces lo negativo lo malo –el malo de la película- el reverso
de lo bueno? No precisamente. Porque por más que se lo perciba como
representante de aquello que está mal, de aquello que sería deseable erradicar[4],
eliminar ya de una vez y para siempre, sabemos que los Ingalls no podrían ser sin
una Nellie Oleson. Aquello que niega a los Ingalls, aquello que los perturba y
amenaza, es a la vez lo que posibilita que sean lo que son: buenos, nobles,
honestos.
El asedio de Nellie Oleson o de Jaimito es una incesante amenaza, una siempre
presente posibilidad instalada en cada capitulo, en cada clase, en cada mapa
conceptual. Que Jaimito sea hoy un hiperkinético no agrega gran cosa al sueño
del “maestro con cariño”.
“Con todo respeto y sin expulsarlos, dejarlos fuera del aula para que desde el patio
puedan apreciar el interés de quienes se han quedado, pero no sé si no se
escaparían al bar en vez de mirar como trabajan los demás” (A. T. , EDULIST)[7]
¿Es que tenemos alguna opción diferente a la limpieza, el abandono y la
impotencia?
Parece que no. Sin embargo nuestra hipótesis es que la escuela está dejando de
enseñar y que los conflictos inherentes a nuestro oficio en el mejor de los casos
han desplazado sus formas o sencillamente, en el peor, están ausentes. Los
chicos asisten con navajas a nuestras clases y nosotros contestamos planteando
que tienen dificultades en la formación de competencias. Ni la formación de
competencias, ni los trayectos técnicos profesionales, ni el aprendizaje
significativo pueden con el conflicto. Se trata por el contrario, de disponernos a
establecer cierto diálogo con lo negativo. Dialogar y con lo negativo es quizás
la forma misma de la existencia. Y el conflicto en nuestro oficio se genera frente a
la imposibilidad de saber de antemano a donde van las cosas que enseñamos.
Bajo ningún punto de vista se trata de tolerar afablemente, reconociendo el no
saber sobre los efectos de nuestra enseñanza, las interrupciones, las amenazas,
etc. Menos aun se trata de especializarnos en interioridades. La idea de que un
profesor debe saber de psicología para enseñar, es reciente. Un chico “conflictivo”
no será entonces para nosotros el que dice no y se resiste (signo de estar vivo)
sino aquel que no tiene acceso a la cultura, es decir, aquel que no puede habitar el
conflicto, aquel que ni siquiera puede decir no. El Dr. Freud solía recordar que el
primer hombre que en lugar de arrojar una navaja dijo ya te voy a agarrar o te
espero a la salida, quizás haya sido el que fundó la civilización.
La navaja incrustada en la carne poco sabe de Ausubel. Dialogar con el conflicto
es una expresión de claras reminiscencias Freianas. Lo que ocurre es que, como
el mismo Freire enseñara, el diálogo no se dará en un terreno de certezas, sino en
un espacio de insuficiencia e ignorancia. Y no será el acceso a cierto conocimiento
certero (hasta el momento no poseído) lo que posibilite dialogar con el conflicto.
Se trata más que de conocerlo (además de conocerlo), de poder reconocerlo.
Podríamos decir entonces que la condición para que algo del orden de la
educación suceda es que el otro en algún momento pueda decir no y producir la
diferencia[8]. Cabe interrogarse si es esto algo que sucede hoy en medio de tanta
preocupación por disolver lo negativo. El panorama actual parece indicar que más
que diferencias lo que hay indiferencia.
Alumnos indiferentes: “todo les da lo mismo”, no disciernen, no diferencian, no
discriminan. Aquí alguien con razón preguntaría, ¿de qué diferencias se están
hablando? ¿Cuáles serían las diferencias que se deberían diferenciar para no ser
indiferente? “Quizás la indiferencia de los estudiantes tiene que ver con que no
comparten con los adultos las diferencias que estos últimos suponen
legítimamente discernibles. A la diferencia no debemos pensarla tan sólo como
una opción de los estudiantes, que optan por permanecer ajenos e indiferentes. La
indiferencia puede ser pensada también como un deterioro de lo que las
generaciones adultas han dado y pueden dar[9]”. ¿Es que todo les da lo mismo
porque lo que se les da, es lo mismo? ¿Entonces hay que enseñar lo diferente
para que no todo les de lo mismo? Conviene detenerse en este punto. Para que
haya diferencia en algún punto debe haber repetición. Hay una herencia que debe
pasarse, y aquellos que la toman, son los encargados de hacer algo (diferente)
con ello, a partir de ello.
Sabemos sin embargo que la imposibilidad de un objeto (en nuestro caso el
funcionamiento pleno de una clase) –dice también el profesor Laclau- no elimina
su necesidad. Vanos a llamar a esta operación imposible pero necesaria, educar.
Llamamos educación al intento imposible pero necesario para que las cosas
funcionen. Pero el esfuerzo porque las cosas funciones puede a nuestro entender
realizarse bajo la suposición de que lo negativo pueda faltar. Es por eso que,
como dijimos, rechazamos las estrategias que parten de pensar a lo negativo
como algo a despejar en base a un “saber”. ¿Cuáles son? Bueno, buena parte de
lo que queda de las viejas de la motivación. Buena parte de cierta psicología
educacional que supone saber de antemano qué es aquello que vendrá a ponerle
fin a lo negativo. El resultado de este esfuerzo, además de obligar a los docentes
a consumir una desmesurada y supuesta oferta editorial motivante, es hacer pasar
un problema político por un problema de conocimiento. Como ha sido señalado
por varios autores, el fracaso de la armonía no es un problema cognitivo sino un
problema político. Porque entendemos la política como un intento precario,
incesante por establecer cierto diálogo con el conflicto, con las pasiones.