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Bibliografía
Fernando, huérfano de padre y maltratado por su padrastro, escapó de su casa a Milwaukee-
Minnesota. Allí conoció a Ana Cristina Carlson, quien emigró de Suecia a los dieciséis años, para
radicar en los Estados Unidos y trabajar en un restaurante de la ciudad donde conoció a Fernando.
Desde niña soñaba con ser maestra, trabajar por los indígenas y ayudar a los pobres. Los jóvenes se
casaron en 1892 en ceremonia civil y conocieron la Iglesia Adventista un año después, luego de
comprarle el libro El Conflicto de los Siglos – de autoría de Elena White- a un colportor (vendedor
de libros cristianos). El misionero convenció a Stahl de dejar el cigarrillo. Más adelante luego de
recibir estudios de la Biblia la pareja comenzó a guardar el sábado.
Los esposos iniciaron estudios de enfermería luego de que
Fernando perdiera el trabajo a causa de guardar el sábado. Y mientras
atendían en una sala de tratamientos en Cleveland, Ohio, Dios puso en el
corazón de Fernando el deseo de ser misionero fuera del país. La
oportunidad de ser misioneros en Sudamérica se les presentó en 1909, en
el congreso de la Asociación General (evento mundial de los adventistas).
Luego de escuchar al presidente de la Iglesia en Sudamérica, pastor José
W. Westphal, ofrecieron sus servicios. Ese mismo año viajaron en barco
hasta Perú sin saber el español. [Equipo ASN, Cárolyn Azo].
Sus inicios
Fernando (1874-1950) y Ana Stahl junto a sus hijos Frena (15) y Wallace (04) desembarcaron
en Mollendo, Perú, conocido como “el puerto más borrascoso del mundo”, luego de un viaje de 20
días desde Nueva York, Estados Unidos. Los acompañaba el pastor Eduardo W. Thomann, misionero
multifacético que les permitió comunicarse en español en aquellos primeros días.
La familia viajó en tren de Mollendo a la ciudad de Arequipa y de allí hacia la ciudad de
Puno, en las márgenes del Lago Titicaca. Conocido como el lago navegable más alto del mundo. Los
viajeros sintieron, pronto, los efectos de la altura. Sin embargo, pese a la situación continuaron su
viaje hasta La Paz, Bolivia, su primer destino misionero.
“Un caballo y dos mulas fueron suficientes para que
Stahl comenzara a viajar por toda la región y el interior del
país…”, rememora el libro. Sin duda el trabajo para los
misioneros no fue nada fácil, ya que los indígenas estaban
dados a la bebida, y la situación en que vivían era deplorable.
Había mucha pobreza. “A más de esto, nunca faltaban
personas inescrupulosas y avaras que se aprovechaban de su
situación para maltratarlos y esclavizarlos”, los blancos, los
hacendados y los sacerdotes eran algunas de estas personas.
Entre 1910 y 1911, Stahl visitaba desde Bolivia la región de Puno, en el Perú. Lo que le llevó
a pedir a la administración adventista permanecer en el distrito de Platería (Perú), e iniciar la misión
indígena entre aimaras. Fue el cacique Manuel Zúñiga Camacho quien promovió el surgimiento de
la primera escuela adventista indígena. La misma casa de Camacho sirvió de hogar a los Stahl “en los
primeros tiempos de su obra educativa, sanitaria y evangelizadora en el altiplano peruano”, escribió
Plenc.
En 1912, se organizó la primera iglesia adventista ante una “furiosa y sistemática oposición
religiosa”. Muchos nuevos creyentes a causa de su fe fueron amenazados, golpeados y encarcelados.
Solo cuando la Constitución del Perú favoreció la tolerancia religiosa se pudieron notar lentas
mejorías.
Fundamental fue el trabajo educativo adventista, entre
los indígenas, que tuvo como libro de estudio a la Biblia. Una
escuela diurna fue abierta para acoger a 150 estudiantes, varios
con más de 40 años de edad. Los sábados, muchas veces, se
congregaban 800 personas para aprender con los Stahl.
Otros misioneros adventistas que llegaron al Perú para
socorrer la obra de los Stahl fueron Bartolomé Rojas y su
esposa Hilalia, que vinieron de Argentina. También se
menciona a C.V. Achenbach y su esposa, Juan M. Howell y su
esposa, Roberto Nelson y esposa.
En 1918, Fernando con su salud quebrantada se trasladó a la ciudad de Lima con su familia
para supervisar las estaciones misioneras de la costa del Perú. Finalmente, en 1919 los Stahl
regresaron a su patria, Estados Unidos, para un período de descanso.
A la fecha la obra adventista había avanzado bastante. Se contaba con seis estaciones
misioneras para la población Aimara de la Misión del Lago Titicaca (sub sede de la iglesia). Más de
20 escuelas con más de 2 mil alumnos en una amplia zona del altiplano eran resultado de esfuerzo y
dedicación misionera. El número de indígenas bautizados sobrepasaba los 1500 y otros miles
continuaban aprendiendo lecciones de la Biblia.
Bibliografía
Plenk, Daniel. 2013. Misioneros en Sudamérica Pioneros del Adventismo en Latinoamérica.
ISBN 78-987-701-096-1. Argentina