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Análisis desde un punto de vista libertario frente a las recientes

elecciones legislativas en Colombia --- Hace poco las urnas en

Colombia tuvieron otra jornada de uso, agitada desde hace bastantes

semanas con la inundación de publicidad política en diferentes medios

de comunicación (haciendo de nuevo las calles y los muros espacios de

propaganda electoral) y en el debate cotidiano. En esta nueva

coyuntura se presentaron ciertas novedades importantes respecto a

anteriores, para tener en cuenta: la aparición en la arena de un

fuerte sector organizado de la extrema derecha alrededor de la figura

del caudillo Álvaro Uribe, la dispersión de la izquierda parlamentaria

en tres frentes de batalla (Polo Democrático, sectores de centro

izquierda alrededor de Progresistas y la Unión Patriótica, estos dos

últimos incluidos dentro de la heterogénea Alianza Verde con sectores

incluso de la derecha más reacia como lo es Enrique Peñalosa), la

utilización de alta tecnología tanto en el ejercicio del voto como en

el conteo (que acelero el proceso de difusión de resultados), la

practica tranquilidad en la mayor parte del país (versus anteriores

elecciones) y la cristalización más profunda de una apuesta por el

Voto en Blanco. Resultado... las elecciones las ganaron las de siempre:

la alta abstención (que llego a cifras del 56.4% en Cámara y del 58.9%

en Senado), los votos en nulos más los no marcados y le siguieron las

grandes maquinarias politiqueras constituidas del país afincadas hace

más de dos siglos.


Para este último punto es importante resaltar los resultados y darle

un análisis sistemático al mismo: Por un lado en senado la correlación

de fuerzas quedo a la cabeza del oficialista Partido de la U y del

uribista Centro Democrático, con 21 y 19 curules respectivamente,

empero, la bancada favorable a Santos conformada por el partido

liberal y cambio radical, integrantes de la Unidad Nacional,

obtuvieron el tercer y quinto puesto con 17 y 9 curules

respectivamente; el ahora divido pero aun unido Partido Conservador

con 19 puestos, compartiendo segundo lugar con el Uribismo y de

ultimas la centro-izquierda-derecha Alianza Verde, el Polo Democrático

Alternativo y el reencauchado PIN en la Confluencia Ciudadana, este

último con líderes involucradas en escándalos de parapolítica. Para la

Cámara, los resultados fueron muy similares: a la cabeza se encuentra

el Partido Liberal (39), luego elPartido de la U (37), Centro

Democrático (27) y de ahí para atrás las cosas son muy similares al

senado. Sin lugar a dudas la gran ganadora ha sido -y siempre será- la

burguesía nacional, fiel lacaya de los intereses internacionales, que

ha diseñado un marco legal y parlamentario que blinda su poder

político y económico. La Unidad Nacional se llevo por delante las

curules, dándole mayor respaldo a una eventual victoria de las

políticas neoliberales en cabeza de los principales aspirantes al

cargo presidencial; el avance de los sectores de derecha inconformes

con los diálogos de paz y a favor de una profundización de la lógica

guerrerista también han obtenido un gran espacio dentro del congreso,

que de cierta manera encuentran diferencias puntuales con el

oficialismo pero que en el plano de la política de lo real llegarán a

aceitar las locomotoras santistas o no proponer nada mejor para el


pueblo trabajador.

Más de lo mismo de siempre...

Este senado, aunque se enmarcada dentro de un reacomodo de las fuerzas

políticas con ciertos matices, a la larga termina siendo más de lo

mismo. El nuevo legislativo afrontará las coyunturas que van a marcar

la agenda del país, especialmente en los diálogos de paz donde las

diferencias entre el santismo y el uribismo saldrán a flote: mientras

las primeras van por una salida negociada pero con intereses del

capital detrás de ello, buscando la entrada de Colombia dentro del

sistema mundial de libre comercio que le permita abrirse al mercado

sin mayores contratiempos para la explotación minero-energética, las

otras optan por la estrategia de la continuación de la guerra con una

etapa de desgaste militar pero con horizontes similares. Quitando la

cortina opaca es importante recordar que en lo práctico Santos no ha

abandonado completamente la lógica de la seguridad democrática y de

igual manera las curules en el parlamento tanto de la Unidad Nacional

como del Centro Democráticoservirán para darle espacio legal a la

continua ya sobreexplotación del territorio y de nuestras vidas,

además de encarar la era de las privatizaciones, consolidación del

neoliberalismo: las reformas a la salud, educación, penitenciarias,

jurídicas y demás se materializaran o cuando menos tomaran impulso

desde la institucionalidad estatal burguesa.

La paradoja de la izquierda electoral: ¿Ganaron o perdieron?


Las posturas progresistas del país que han visto en la arena electoral

un campo de acción llegaron profundamente divididas: el referente

amplio que era el Polo Democrático Alternativo perdió la llamada

unidad de la izquierda en lo practico, impulsado por las lógicas auto

vanguardistas, sectarias y personalistas de los sectores del MOIR y

afines a Clara López, históricamente encontrados dentro del ala del

polo más reformista, quienes en base de su poderío autoritario optaron

por expulsar al Partido Comunista Colombiano, y con ello, la salida de

colectividades de izquierda, como Fuerza Común o militantes

independientes.

Fuerzas políticas de izquierda como Poder y Unidad Popular (participe

del Congreso de los Pueblos), así como sectores allegados a Iván

Cepeda (entre ellos, por mencionar, el Movimiento por la Defensa de

los Derechos del Pueblo -MODEP-, con una fuerte matriz maoísta),

decidieron mantenerse dentro del Polo Democrático en cara a la

coyuntura electoral. Por otro lado, se conformaron diferentes frentes

electorales para las anteriores elecciones legislativas: El PCC

cristalizo su propuesta en torno a la reciente reaparición de la Unión

Patriótica, tras ser devuelta su personería jurídica después del

genocidio político vivido alrededor de hace 2 décadas; Fuerza Común,

junto a otros sectores, impulso la creación de País Común, y el

espectro del trotskismo histórico (Partido Socialista de los

Trabajadores) del país opto por apoyar el llamado al Voto en Blanco.

Por el lado del MOIR se decanto todas las fuerzas en el caballo de

batalla que ha sido hace bastante tiempo Jorge Robledo y de personajes

como el ex vocero de la MANE y actual estudiante Sergio Fernández; lo


suyo también hizo elPUP con la postulación del dirigente campesino del

Catatumbo Alberto Castilla; Iván Cepeda opto por ser acompañado por

Alirio Uribe, defensor de derechos humanos y miembro del Colectivo de

Abogados José Alvear Restrepo; para quienes no hacen parte del Polo la

Alianza Verde se mostró como un frente amplio en el cual se podrían

ubicar bajo una unidad meramente coyuntural: País Común lanzo por la

cámara de Bogotá a la militante de Fuerza Común Donka Atanassova; la

Unión Patriótica hizo un abanico de posibilidades donde a la cabeza se

encontraban los miembros del PCC Jaime Caycedo (antiguo concejal de

Bogotá) y Carlos Lozano; finalmente, los progresistas avalaron la

candidatura del ex miembro del M-19 Antonio Navarro Wolff.

Gran parte de la izquierda hizo suya las victorias que representaron

Robledo (quien logró la más alta votación del país y arrastro números

para superar el umbral y garantizar la continuidad del Polo como

partido), el ascenso de Castilla y Navarro Wolff al senado y la

permanencia de Cepeda en el cargo, así como la inclusión de Alirio

Uribe en la cámara por Bogotá. Sin embargo, tanto la UP como País

Comúnno obtuvieron escaño alguno. El PDA alcanzo en total 5 curules en

senado y 3 en cámara, viendo su participación reducida en comparación

con las elecciones del 2010; la Alianza Verde alcanzo 5 puestos en

senado y 6 en cámara. Para gran parte de la izquierda electoral lo

anterior representa una victoria en medio de los atrasos que le ha

significado perder un único referente amplio en las urnas.

Aquí nos encontramos con una paradoja: ¿La izquierda gana o pierde en

las elecciones? Esa es una pregunta que resuena mucho hoy por hoy en
los debates políticos, pero la pregunta debe ir más allá:¿Ganan los

sectores oprimidos del país?, ¿Gana un proyecto emancipador y de

clase?, ¿Gana el pueblo trabajador? Parece que a las fuerzas

electorales les preocupa más una táctica de visibilización versus una

estrategia revolucionaria, han considerado como un triunfo la entrada

de líderes sociales al legislativo, pero en verdad ¿Significa algún

cambio político real?

La burguesía nunca minara sus propias instituciones para permitir que

se le pueda escapar el poder: Por un lado, las maquinarias

politiqueras del país tienen un poderío que les permite mantenerse en

el poder (compra de votos, fraude electoral, etc.): Por más que

hagamos el llamado al voto a conciencia ya la derecha ha ganado sin

alguna, pensar ilusamente que estamos en capacidad de exigirle a la

burguesía que podamos participar en su juego bajo condiciones de

sinceridad e igualdad ya de por sí es un error grave de lectura, pero

más que ello, es entrarle a la política de conciliación de clases,

sobre todo cuando los discursos peligrosos como los de Robledo llaman

a una renovación del capitalismo codo a codo con la burguesía nacional

criolla que medio muestre cierta empatía con la idea de un

nacionalismo cuasi revolucionario, que a veces parece poco tener que

envidiarle a las más asesinas maquinas extranjeras. Y si por si eso no

fuera poco, tiene más caminos que escoger: en caso de que le sea

favorable en términos de apagar la llama popular revolucionaria

permitirle a la socialdemocracia acceder a ciertos cargos en el poder

de no tanta relevancia, le es fácil también controlar hasta qué punto

pueden maniobrar o en su defecto dispone de todo un aparataje


burocrático penal, jurídico y disciplinario presto a darle la

legalidad a las decisiones que tome (por encima del eufemismo del voto

o de la democracia) y poder reubicar a otra ficha en la posición que

deseen[1]. Y si no le basta dispone de las fuerzas represivas

estatales y paraestatales, que con la amenaza, el exilio, la

desaparición y hasta el asesinato a sangre fría cuando sea necesario,

están dispuestas a recuperar espacios que el poder burgués vaya

perdiendo eventualmente, de hecho, aquí no existe diferenciación entre

la centro derecha de la bota militar suave y la extrema más reacia y

goda: las dos son caras de la misma moneda, y parafraseando un poco me

atrevería a decir que el gobierno de Santos no lucha contra el

paramilitarismo y las posturas fascistas -evidentemente-, cuando ve

que el poder se le escapa recurre a la motosierra para mantener sus

privilegios. Entonces, ¿aceptamos el juego que nos imponen o buscamos

maneras alternativas de construir un mundo nuevo?

Mientras unas festejan obtener un escaño en el congreso, otras sabemos

que no se ha ganado nada y todo está por pelear, y que aun si la

izquierda llegase a ocupar una posición favorable en términos de

correlación de fuerzas tanto en este escenario como quizás (y solo

quizás) en la presidencia con el fin de cambiar la dirección del país,

no nos bastaría con ello: Nuestra crítica, como anarquistas

revolucionarias, debe ser mucho más profunda. No es simplemente

convertirnos en una alternativaextraparlamentaria: debemos

caracterizarnos también por ser un sector antiparlamentario, es decir,

más que rechazar la vía electoral por las causas objetivas que impone

la burguesía nos encontramos frente a una posición ética que reniega


el papel de lo parlamentario, y contrario a lo que muchas señalan, los

caminos de autogestión, solidaridad, apoyo mutuo y colectivización no

pueden existir al mismo tiempo junto a una estrategia electoral. Como

comunistas libertarias nuestro rechazo a cualquier forma de delegación

de responsabilidades, de profesionalización de la gestión pública, de

la separación de lo político y lo social, así como del parasitismo de

la burocracia y de la institucionalidad burguesa es una línea que

atraviesa tanto nuestros objetivos, como nuestra estrategia y táctica,

que si bien tiene sus matices en momentos puntuales nos encontramos en

un espectro que no ofrece más alternativas que desarrollar un programa

que se plantee la lucha desde abajo y por fuera de las vías que impone

el enemigo. La verdadera emancipación de las trabajadoras del campo y

la ciudad no será sino obra de si mismas.

Sin embargo, y con la idea de presentar elementos que nos puedan dar

mayor profundidad a la lectura, es importante analizar el actual

escenario de lucha de clases que podamos leer por medio de la

coyuntura electoral.

La abstención no es precisamente síndrome de rebeldía:

Varias compañeras libertarias se alegran del elevado porcentaje que

significa la abstención no solo en esta, sino prácticamente en todas

las elecciones del país. Sin embargo podemos llegar a pecar de una

lectura seca y dejar pasar el fenómeno como si nada, pero también, y

con mayor patología se presenta, se puede tener una lectura bastante

optimista frente a ello.


Si bien el discurso de la elite a través de sus medios de

desinformación y reproducidos dentro del seno de los barrios, es que

la abstención se da por la pereza, la flojera, el apoliticismo o la

desinformación, tampoco es que sea lo contrario. Incluso para quienes

defendemos la "abstención", debemos darle mayor cuerpo agregándole el

término "activa", porque sabemos que a su vez existen dos formas de

'no votar'. Entonces, existe un fuerte matiz, casi polarizado, frente

a este tema:

No todas las que no votan lo hacen por crítica, cuando menos

constituida y con mínimos rasgos propositivos. También estamos quienes

no votamos como señal de protesta, priorizando el escenario de la

organización y la movilización que da una respuesta puntual en un

momento, a su vez, puntual.Los altos niveles de abstención no

necesariamente significan altos niveles de combatividad, si fuera así,

más de la mitad de las personas del país estarían en las calles

peleándose otro modo de vida: la lucha de clases se encontraría en

otra etapa. Pero tampoco significa que no estemos en las calles y los

procesos de transformación no existan.

Determinar cuanto por ciento de quienes no votan están en una lógica

de abstención activa es casi imposible, sin embargo, y sin pecar de

buena o mala fe, es importante saber canalizar ese descontento y

apatía frente a las urnas en procesos de autoorganización. Podemos

llamar en todas las elecciones a no votar, pero si no proponemos

programaticamente algo, la abstención anarquista se vuelve también


pasiva, y lastimosamente, así parece que ha sido el cliché de cada 4

años para ciertas compañeras.

Como comentario adicional es importante apreciar con mayor detalle el

voto en nulo, que casi análogamente presenta similitudes con el nulo.

Se nos pretende mostrar los votos mal marcados como señal de que la

registraduría no diseño bien el tarjetón, que es difícil marcar, que

las personas prefieren jugar haciendo grafos, que falto pedagogía, y

otros cuentos de vieja data, y si bien pueden llegar a ser ciertos en

casos puntuales, el voto en nulo también es una representación de

descontento con los asuntos electorales, pero que de nuevo, puede ir

por dos caminos completamente diferentes: un lado pasivo, que se queda

en la simple apatía o desinterés, y por otro, una señal de protesta

que además pretende constituirse como propositiva. Creo que dentro de

la idea de la abstención activa es importante defender el voto en nulo

para aquellas personas que por condiciones materiales objetivas deben

usar este "derecho" para obtener ciertos beneficios: no estaría en

contra de que una trabajadora vote en nulo con la idea de obtener un

día de descanso pago o que lo haga una estudiante para minimizar

gastos en su matricula, son cosas con las que también se come y

debemos superar las barreras puristas que frenan lo táctico, y lo

humano. Pero de nuevo y sin ánimo de ser repetitivo: casi 1 millón y

medio de votos en nulo no significan una alta beligerancia.

La ilusión del voto en blanco

Si bien el voto en nulo y la abstención activa son tácticas que se


encuentran por fuera del juego electoral que impone la burguesía, ella

misma también ha ideado mecanismos que le sean similares y al mismo

tiempo le funcionen, muestra de ello es el voto en blanco.

El voto en blanco es una propuesta que no va más allá de cierto

descontento mal encauzado en las vías electorales, su victoria no

significa nada más que un cambio de fichas en el tablero de ajedrez

para que participen los mismos jugadores. Nuestra postura no rechaza

tal o cual candidata, sino que critica el programa que representa: Si

aun así el voto en blanco hubiera ganado y los partidos que

sobrevivieran a la eliminatoria del umbral -que las maquinarias

politiqueras tienen como superarlo- se hubieran visto obligados a

postular nuevas candidatas no cambiarían nada los intereses que

representan, saldrían intactos pues requieren de especialistas prestos

a ejecutarlos, ¿o acaso imaginamos que si la derecha tuviera que

presentar otras fachadas sus fines serian otros?

Empero, en medio de un panorama donde poca inserción social tenemos

las anarquistas es importante ver al voto en blanco como un voto de

opinión: algo hay, cierto descontento existe, interés de cambio aunque

sea iluso (alimentado por medios de desinformación y por líderes

populistas alejados de verdaderas ansias de transformación), algo se

mueve en la mayor parte de quienes optan por esta vía casi que al

margen de la conciencia de clase. El reto es entonces encauzar ese

algo en otras alternativas de carácter libertarias, saber captar ese

germen de rechazo en una táctica de abstención activa y darle mayor

movilidad de acción mediante un dialogo directo y horizontal con


quienes optan por aquel camino.

Las apuestas que nos quedan como anarquistas después de las elecciones

Es iluso creer que nuestra postura antiparlamentaria nos hace pensar

que el escenario electoral no nos toca. Así como el Estado no es un

ente centralizado sino que es un conjunto de relaciones sociales

inmersas no solo en las instituciones burguesas sino impuestas en el

seno del pueblo mismo, es su política de la representatividad y de las

mayorías una imposición al cambiante combate del día a día. Se ha sido

claro en señalar el cambio de la correlación de fuerzas: la extrema

derecha a recuperado poder político, lo que también significa el

aumento de la guerra sucia en campos y periferias urbanas

especialmente para nosotras como militantes revolucionarias; del mismo

modo, la izquierda ha visto reducida su capacidad de convocatoria

electoral, lo que le significa un retroceso y por ende llegaría

debilitada a espacios como una posible asamblea nacional constituyente

o una clima de "posconflicto"; y finalmente el modelo actual

neoliberal de santos continua su andar cuando menos con pocos

obstáculos. En los retos que se presenten en el corto plazo es

importante tener presente con quienes hacemos alianzas sectoriales o

estratégicas en épocas donde lo electoral prima para mayor parte de la

izquierda colombiana.

Sí nuestra estrategia no ve en lo electoral un campo de combate,

primero por entrar a jugar dentro del flanco donde el poder dominante

tiene todas las ventajas y segundo por postura ética de rechazo a lo


que significa el relegar nuestra voz, si vemos como prioridad la

construcción de alternativas que contrasten con la sociedad de hoy. La

tarea es entonces acrecentar la fuerza popular en universidades,

barrios, campos y ciudades desde abajo y por fuera del Estado: la

estrategia es generar gérmenes de decisión horizontal y asamblearia en

sindicatos, consejos estudiantiles, procesos culturales,

territoriales, barriales, juveniles, de mujeres, campesinos o

cualquier escenario donde veamos posibilidad de levantar organización

autónoma de clase. En estos momentos donde nos encontramos en una

etapa de maduración del anarquismo organizado en Colombia, es preciso

decantar todas nuestras fuerzas en una inserción social real en estos

mismos escenarios, contagiando las prácticas libertarias en donde

hagamos presencia y desarrollando un trabajo coordinado y colectivo

con una vocación de masificación de la idea libertaria. La autogestión

de los territorios y las comunidades, así como la proyección de la

acción directa popular es el reto que debemos enfrentar.

Steven Crux

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[1] Ver el caso de Petro a modo de ejemplo.

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