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«Dios nos llamó a una vida santa», 2 Timoteo 1,9.

En esta charla vamos a tratar de meditar en las siguientes preguntas:

¿Qué es la santidad? O, dicho de otro modo, ¿a quién le podemos decir “él es santo”?
¿Qué es la santidad para nosotros como misioneros?
¿Qué significa ser santo para nosotros hoy?

a. Santos misioneros siguiendo el ejemplo de Pablo

Veamos la vida de San Pablo, autor de la carta de dónde tomamos nuestro lema.

Primero debemos tener muy en claro que Pablo era un misionero. Un auténtico
misionero. Dedicó toda su vida a eso. ¿Sabes cuántos kilómetros recorrió misionando?
Más de 16,000 km. Esto significa que caminó desde el norte hasta el sur de Argentina
más de 4 veces. Todo lo que caminó es como si estuviera caminando durante todo un año
sin parar.
A esto hay que sumarle las casi 7,000 millas náuticas en sus viajes en barco.
Aproximadamente sería ir en barco desde Buenos Aires hasta Londres.
¿Qué significaba viajar en esa época?
Peligro de naufragios y de hecho naufragios, peligros de ser perseguido, indultado,
encarcelado, asesinado en el camino, etc., etc.

b. Una carta de amigos, misioneros amigos


Ahora, para entender el lema, entendamos de dónde surge. El lema lo tomamos de la
carta que Pablo escribe desde su prisión en Roma. Se trata de la segunda carta a su
discípulo Timoteo. Pablo está a pocos días de ser ejecutado. Su delito: haber anunciado
en Roma a Jesucristo. La pena: la decapitación. Pablo sabe que ese día se aproxima. Y,
con la prisa y tensión que eso significa, escribe un último mensaje a Timoteo.

En la soledad de su calabozo desea de todo corazón ver a su amigo Timoteo (1,4).


Esto, confiesa Pablo, le proporcionaría gran alegría (1,4). Así ruega tres veces a su
discípulo que no deje de ir a Roma (4,9.13.21) y hasta que vaya de prisa, pues de lo
contrario el invierno, en que queda interrumpida la navegación, y su inminente sentencia
de muerte, impedirán que vuelvan a verse.

Salta a la vista en forma conmovedora la amistad entre el Apóstol y su discípulo


Timoteo. Por ejemplo, escribe Pablo que de lo recuerda incesantemente, noche y día, en
sus oraciones (1,3) y se acuerda de la dolorosa despedida (1,4).

Es ahí en donde encontramos el lema de nuestra misión: en una carta de amistad. Una
carta escrita de un amigo a su amigo, de Pablo para Timoteo. Se trata de una carta escrita
con mucho afecto. Pablo, como buen amigo, también está preocupado por la situación
familiar de Timoteo; está preocupado por su familia y amigos. Creo que vale
preguntarnos, a partir de este ejemplo de misionero: ¿Nosotros seguimos en contacto y
preocupados por nuestros amigos? ¿Nos recordamos de sus preocupaciones? ¿Rezamos
por sus intenciones y problemas? ¿Tenemos en nuestros pensamientos a su familia y
amigos?

c. Misioneros santos, misioneros que anuncian


Pablo exhorta a Timoteo a que en todos sus trabajos y en la proclamación de la buena
nueva debe evitar mostrarse perezoso. Porque, Dios no le ha dado el espíritu de timidez,
sino de fortaleza, de amor y de dominio propio (1,7).
Por eso no debe avergonzarse de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo, ni
avergonzarse tampoco del Apóstol, aunque ahora se halle en prisión y deba arrastrar
cadenas como un criminal (1,8.16s; 2,9).
Debe ser fuerte en la fe que procede de Cristo Jesús (2,1). Debe desempeñar la tarea
de evangelista proclamando por todas partes la buena nueva (4,5) y llevar a cabo su
servicio en todas partes y en todo tiempo (4,5).
No debe disputar, sino ser amable con todos (2,24). Al mismo tiempo no debe
extrañarse si tiene que sufrir persecuciones, pues tal es la suerte de todo cristiano que
quiere vivir religiosamente en Cristo Jesús (3,12).
Con la fe y el amor en Cristo Jesús debe guardar firmemente lo que ha oído de él
(1,13). Ha tomado, en efecto, por modelo la enseñanza, la conducta, la forma de vida del
Apóstol, como también su disposición a sufrir (3,10s). Con la ayuda del Espíritu Santo
que habita en él, debe conservar fielmente lo que se le ha confiado como un depósito, la
buena nueva, la palabra de la revelación (1,14).
Timoteo debe conservar la fe inquebrantablemente. Pese a todas las amenazas de la
comunidad no debe nunca Timoteo caerse de brazos ni perder los ánimos.

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