Sunteți pe pagina 1din 65

áT a

H IS T O R IA
^M VNDO
A n T IG V O 50
LA DINASTIA DE
LOS ANTONIMOS
,
Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
f im m ,
rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado
,
de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­
HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­
, ,
tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y
orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con
°^MVNDO ,
un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo
del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
ANTÎGVO monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

25. J. F ernández N ieto, La guerra 44. C . G onzález R o m án , L a R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. C aballos-J. M . S errano, 26. J. F ernández N ieto, Grecia en pompeyanos.
Sum er y A kka d . la primera m itad del s. IV. 45. J. M. R oldán, Instituciones po­
2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Ti- 27. D . P lácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. M ontero, L a religión roma­
3. C . G . W ag n er, Babilonia. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ na antigua.
4. J. U rru ela , Egipto durante el so, Las condiciones de las polis 47. J. M angas, Augusto.
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. M angas, F. J. Lom as, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ 49. F. J. Lom as, Los Flavios.
Imperio N uevo. do griego y F Hipa de Mace­ 50. G. C hic, La dinastía de los
7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar donia. Antoninos.
y otros movim ientos de pueblos 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro 51. U . Espinosa, Los Severos.
a fines del I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. F ernández U biña, El Im pe­
8. C . G . W agner, Asiría y su 31. A. L ozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C . G . W agner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. M uñiz Coello, Las finanzas
10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 32. A. L ozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe- helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el A lto Imperio.
nodo Interm edio y Epoca Sal­ 33. A. L ozano, Asia M enor he­ 54. J. M. B lázquez, Agricultura y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo, J. M. S erran o , La 34. M . A. R abanal, Las monar­ A lto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. B lázquez, Artesanado y
13. J. A lv ar, Los persas. Macedonia. comercio durante el A lto I m ­
35. A. P iñero, L a civilización he­ perio.
lenística. 56. J. M angas-R . C id, E l paganis­
mo durante el A lto Imperio.
14. J. C . Berm ejo, E l m undo del ROMA 57. J. M. S antero, F. G aseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
15. A. L ozano, L a Edad Oscura. 36. J. M artín ez-P in n a, El pueblo
58. G . B ravo, Diocleciano y las re­
16. J. C . Berm ejo, E l m ito griego etrusco.
form as administrativas del I m ­
y sus interpretaciones. 37. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a perio.
primitiva.
17. A. L ozan o , La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
38. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­
gnegtf. cesores. La conversión del I m ­
na, El dualismo patricio-ple­
18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, E l paganismo tardío
39. S. M o n te ro , J. M artínez-P in-
do arcaico. n a, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R . López M elero, E l estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va-
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, E l período de las pri- lentinianos y de Teodosio.
20 . R . López M elero, L a fo rm a- meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evolución
ción de la democracia atenien­ 41. F. M arco, La expansión de del Imperio Rom ano de O rien­
se, I. El estado aristocrático. R om a por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21 . R . López M elero, La fo rm a­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G . B ravo, E l colonato bajoim-
ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J. F. R odríguez N eila, Los 64. G. B ravo, Revueltas internas y
22. D . Plácido, C ultura y religión Gracos y el comienzo de las penetradones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras civiles. Imperio i
23. M . Picazo, Griegos y persas en 43. M .a L. Sánchez León, R evuel­ 65. A. Jim énez de G arnica, La
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio R o­
24 . D . Plácido, L a Pentecontecia. República. mano de Occidente.
WmWum
HISTORIA
^MVNDO
A ntîgvo

ROMA
Director de la obra:
Julio M angas M anjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de
ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico,
mecánico, por fotocopia, por
registro u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito de
los titulares del Copyright.»

© Ediciones Akal, S.A., 1990


Los Berrocales del Jarama
Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz
Madrid - España
Tels. 656 56 11 - 656 49 11
Fax: 656 49 95
D e p ó s ito L e g a l:M - 1 8 1 2 0 - ^ 9
ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600 489-3 (Tomo L)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
LA DINASTIA DE LOS ANTONIMOS

G. Chic
Indice

Págs.
I. Nerva y Trajano ................................................................................................ 7
1. N e rv a ............................................................................................................. 7
a) La búsqueda de un nuevo ré g im e n ................................................... 7
b) La sucesión de Nerva ........................................................................... 10
2. M. Ulpio T r a ja n o ....................................................................................... 11
a) La continuidad ....................................................................................... 11
b) Las primeras guerras de conquista y regulación de las fronteras 15
c) El paternalism o absolutista de Trajano ............................................ 18
d) La política de « g ran d eu r» .................................................................... 22

15. H ad rian o ............................................................................................................ 27


1. El acceso al poder ...................................................................................... 27
2. Una nueva era: la política de fronteras estables ................................ 28
3. La atención a las provincias y el intervencionismo económico ..... 30
4. Profundización de la idea imperial ....................................................... 34
5. El levantamiento j u d í o ............................................................................... 39
6. La política religiosa .................................................................................... 41
7. La sucesión ................................................................................................... 43

III. Antonino Fío y Marco A urelio........................................................................ 45


1. T. Aelio H adriano A n to n in o .................................................................... 45
a) El apelativo de «Pío» ............................................................................ 45
b) El estancam iento eco n ó m ico .............................................................. 46
c) El despegue del m undo oriental ........................................................ 47
d) Política militar ........................................................................................ 48
e) Administración, religión y desarrollo legislativo ............................ 49
2. M arco Aurelio A n to n in o ............................................................................. 50
a) El reinado com partido con L.V e ro ..................................................... 50
b) El final de la pax rom ana ................................................................... 50
c) Evolución económica y social .......................................................... 53
6 AkaI Historia del M undo Antiguo

d) Com plicación creciente del m ecanism o adm inistrativo .............. 57


e) La religión: el tema de los cristianos ................................................ 59
3. C ó m m o d o ...................................................................................................... 59
a) El reinado de los fa v o rito s................................................................... 59
b) Evolución económica y social ............................................................ 61
c) El program a teo crático .......................................................................... 62

Bibliografía .................................................................................................................. 63
La dinastía de los Antoninos
7

I. Nerva y Trajano

Se denom ina «dinastía de los A ntoni­


nos» a la serie de em peradores que, a
1. Nerva
p artir de Nerva (96-98), ocuparon el
p o d e r con u n a cierta c o n tin u id a d a) La búsqueda de un
m oral y política hasta la m uerte de nuevo régimen
C óm m odo en 193. J. P. M artín consi­
dera que el concepto de «siglo de los D om iciano, que había desarrollado
A ntoninos» quedó precisado en sus notablem ente la burocratización del
térm inos generales en el m om ento en Estado en la línea m arcada por su p a ­
que Septim io Severo, en 197 y en un dre, y que era bienquisto por el pueblo
acto sorprendente, se proclam ó hijo y por el ejército, se había convertido
de M a rc o A u re lio y h e rm a n o de en cam bio, a los ojos de la aristocra­
Cóm m odo. Para M artín es una época cia senatorial y com o consecuencia
en la que reina un cierto acuerdo en­ de su tendencia al absolutism o, en un
tre el em p erad o r y el senado, cuya m o n stru o ab o rrec ib le. Tras v arias
dignidad se respeta, au nque la verdad conspiraciones, el «tirano» fue asesi­
es que su poder, por la fuerza de los nado el 18 de septiem bre de 96 por un
acontecim ientos, va siendo cada vez grupo de co njurados entre los que
menor. Un m om ento histórico en el participaban los prefectos del preto­
que la tiranía parece desterrada y la rio y la propia esposa del em perador.
economía, mal que bien, se mantiene Al día siguiente, el Senado condenó
en unos niveles de estabilidad acepta­ los actos del difunto y otorgó el po­
bles hasta el últim o cuarto de siglo. der, com o previam ente se había con­
U na etapa en la que se desarrolla el venido, a M arco Cocceio Nerva. Este
derecho y con él el m ayor respeto del era un senador sexagenario, que tenía
individuo. Y sin em bargo, y com o tras de sí toda una carrera de buen
suele suceder en todas las épocas en servidor del Estado y que, en cierto
que parece reinar el equilibrio entre m odo, com o sostiene Albertini, podía
sus distintos elem entos com ponentes, recordar a G alba. Tam bién de él se
el siglo II in cubaba los gérm enes de esperaba una restauración del p rinci­
un m undo nuevo que había de eclo- pado en la línea, sin em bargo cada
sio n ar con fuerza en la etapa históri­ vez más lejana, de Augusto. Pero en
ca que vendría a continuación. la m em oria de m uchos se m antenía
8 Akal Historia del M undo Antiguo

wwíVkVλζλ,-v
iV7.VVV*'.’,V ..... v,v

" 'illi' I
■ « Z '.St 1 ·Λ ·

. η η ,Ψ
111 .·*

Bajorrelieve del Foro de Nerva en Roma.

fresco el recuerdo de aquel terrible el foro iniciado por D om iciano, m e­


año que siguió a la m uerte de N erón, jo rab a la red de acueductos rom anos
y Nerva hizo todo lo posible por evi­ y ofrecía un congiarium al pueblo del
tar que la situación se pudiera volver que nos han dejado recuerdo sus m o­
a repetir. Para ello, y pese a que se de­ nedas (Cohén). Se llam aba a los exi­
cía que D om iciano h abía desastrado liados de D om iciano, pero al m ismo
el tesoro, procuró d ar satisfacción a la tiem po se m antenía en sus puestos a
plebe y al ejército sin reparar en gas­ sus principales auxiliares adm inistra­
tos, com o en su d ía señ aló Syme tivos y políticos, pese a que hubiese
(1930). El donativum a las tropas y un tenido que ceder ante las exigencias
aligeram iento de las cargas fiscales de los pretorianos, dirigidos por el
(relativas a las sucesiones directas, al nuevo prefecto estoico C asperio Elia-
m antenim iento del cursus publicus en no, de que les entregase la cabeza de
Italia, y al im puesto pagado por los las dos personas a quienes considera­
judíos al C apitolio) para el pueblo en b an responsables directos de la m uer­
general, in ten taro n m ostrar la cara te de su em perador. Se trataba en
am ab le del nuevo régim en que se sum a de d ar la sensación de que se
acababa de instaurar. Por otro lado, entraba en una nueva época sin rom ­
la im agen de m oderación era necesa­ p e r v io le n ta m e n te los la z o s q u e
ria, y por ello, au n q u e parezca p a ra ­ u n ían a la conciencia p o p u lar con
dójico, el em p erad o r instituyó una el pasado.
com isión de cinco senadores que h a ­ Preocupado, com o no podía dejar
bría de estudiar la dism inución de los de estarlo, p o r u n a crisis económ ica
gastos públicos; pero m ientras, res­ que afectaba fundam entalm ente a la
tauraba el anfiteatro Flavio, concluía producción p o r la falta de inversión
La dinastía de los Antoninos 9

Estatua del emperador Trajano


hallada en Itálica.
10 Akal Historia del M undo Antiguo

—contra la que clam aba ya Colum e- que tenía que solventar Nerva era el
l a - y con unos cam pos progresiva­ de su propia sucesión.
m ente concentrados en pocas m anos
y éstas poco activas, Nerva intentó al­ b) La sucesión de Nerva
gún rem edio volviendo sus ojos a las
viejas leyes agrarias republicanas y El nuevo príncipe, em parentado con
com pró tierras para repartirlas a los la fam ilia de los Julio-C laudios y que
cam pesinos desposeídos. La cuestión había m antenido excelentes relacio­
era seriam en te p re o cu p an te, com o nes con los últim os m iem bros de esa
agudam ente supo ver M azza, y a pe­ dinastía, no parece que fuese, pese a
sar de los esfuerzos por reactivar la las circunstancias, un adepto incon­
pro d u cció n realizados p o r los Fla- dicional de la política senatorial, y
vios, y p articularm ente por Dom icia- C izek (1983) se inclina a ver m ás bien
no, hay síntom as arqueológicos, tales en él a un seguidor de las doctrinas
com o el estudio de los pecios realiza­ senequistas de la clem entia que p ro ­
do por Pascual G uasch, de que el ni­ pugnaban, en el m arco de los años fe­
vel de los negocios, a ju zg ar p o r el lices para el S enado del quinquen­
tráfico de m ercancías por m ar, no h a ­ nium Neronis, una conciliación entre
bía hecho sino decrecer desde la gran un despotism o m oderado y benevo­
crisis de m ediados del siglo I, que lente y los intereses de esa oligarquía
parce haber arrastrad o consigo a la de sabios que constituiría el Senado.
dinastía Julio-C laudia. Com o señala A ceptaba adem ás el principio de la
C arradicc, pese a los esfuerzos de Do- m o n arq u ía electiva, desarrollado d u ­
m iciano, la revaluación que realizó rante la época de los Flavios en el cír­
en la ley de sus m onedas de oro y p la­ culo opositor de los Helvidios.
ta en 82 no pasó de un acto de volun­ Pero, com o sostiene Durry, Nerva
tad político-m oral que, al no verse no pertenecía a esa «oposición» de
sustentado en u na base real de san ea­ m atiz republicano, ni posiblem ente
m iento económ ico im portante, p ro n ­ fuese esa oposición la que hubiese
to devino en la necesidad de dar m ar­ tram ado la sustitución de D om icia-
ch a atrá s, d e v a lu a n d o la m o n e d a no, un hom bre querido por el ejército,
hasta los niveles neronianos (85) y sino que más bien el com plot debía de
m etiendo al em perador en una dura h aber estado tram ado p o r un grupo
política fiscal que le hizo ser conside­ de senadores que, contentando a los
rado, am én de tirano, mpcix. Nerva, en tradicionalistas, contase desde un p ri­
cam bio, quería aparecer com o u n p a ­ m er m om ento con un vir militaris de
dre benevolente; es más, necesitaba talla que evitase los peligros de una
parecerlo para afirm ar su situación guerra civil; p o r lo que, desde un p ri­
no dem asiado estable. De ahí su polí­ m er m om ento, se h ab ría pensado en
tica de repartos de tierra (que iba más la figura de M. U lpio Trajano, que h a ­
allá que la solución dada p o r D om i­ bía sido cónsul en 91 y luego legado
tia n o al problem a de los subseciva y en G erm ania superior, donde había
que disposiciones del tipo de la lex desarrollado una m agnífica reputa­
mandaría) y de ahí el interes puesto ción de buen m ilitar, adm inistrador
en esas instituciones de caridad co n o ­ destacado y hom bre enérgico y justo.
cidas com o los alim enta (préstam os a Lo cierto es que tras la revuelta de
agricultores, con garantías de sus tie­ C asperio E liano (Rossi), Nerva sor­
rras, y cuyos réditos se dedicaban a la p rendió a los inquietos pretoríanos
m anutención de niños pobres) y que con la adopción, en octubre de 97, de
Veyne nos recuerda que no son una este general, h is p a n o de Itálica, a
invención de este em perador. quien asoció al Im perio confiriéndole
Pero el problem a m ás inm ediato la potestad tribunicia. R. Symc esta­
La dinastía de los Antoninos 11

bleció que la influencia de un im por­ adopción no tom ase el gentilicium de


tante grupo de senadores hispanos su padre adoptivo, conservando sus
fue decisiva en este acceso al Im perio propios tria nomina. (D urry señala
de Trajano. P. Petit (1974) adm ite la que, en realidad, la adoptio tomó la
o p in ió n de las an tiguas fuentes de form a de u n a adrogatio). Al fin y al
que debió, en parte al menos, su de­ cabo no se hab ía im puesto una perso­
signación a la influencia de los hispa­ na, sino que en el fondo lo que había
nos Julio Serviano —casado con Do- triunfado era una realidad: la vieja
m icia Paulina, h erm an a de H a d ria­ Italia, cansada y agotada aunque lle­
no, y situado al frente del ejército d a ­ na de prestigio —com o la E uropa ac­
n u b ia n o — y sobre todo de Licinio tu al— daba paso a aquella de la pro­
Sura, a quien el epitom ador de A ure­ vincias que con m ayor vigor había
lio Víctor le atribuye u n a interven­ desarrollado su vida en el m arco de la
ción decisiva. Sea com o fuere, lo cier­ colonización rom ana.
to es que los hispanos venían ocu­ C u an d o Trajano, ese antiguo am i­
pan d o un espacio cada vez más am ­ cus principis de D om iciano que sin
plio y, sobre todo, influyente en el Se­ em bargo no se hab ía visto com pro­
nado al com pás del desarrollo econó­ m etido en la política represiva de los
mico de este extrem o occidental del últim os años de éste, recibió la noti­
Im perio. N um erosos estudios, recogi­ cia de su adopción al poder, se en­
dos recientem ente p o r A. C aballos, contraba en G erm ania Superior res­
h an puesto de m anifiesto cóm o el n ú ­ tableciendo el orden en la frontera.
mero de los senadores hispanos, héti­ P ara d ar satisfacción a los tradiciona-
cos sobre todo, había ido creciendo listas de R om a, com o dice C izek,
desde la época de C lau d io (época hizo venir ju n to a sí a una parte de
quizá la de m ayor esplendor para la las cohortes pretorias, incluyendo a
ec o n o m ía p e n in s u la r), e x p e rim e n ­ los principales rebeldes, con Caspe-
tando un salto im portante con Vespa­ rio E liano a la cabeza, y una vez allí
siano (que asum e en este sentido la los hizo ejecutar, d ando una m uestra
política de G alba) al hacer introducir de energía, restableciendo la autori­
num erosos homines novi hispanos en dad de Nerva, que iba m ás allá de lo
el senado, e ingresar inter patricios a que se esperaba. Luego continuó las
algunos, com o M. U lpio Trajano p a ­ operaciones y recibió, junto con Nerva,
dre y M. A n n io Vero. D o m ic ia n o el nom bre triunfal de G erm ánico. La
m antuvo esta política, aum entando la asociación en el poder entre el civil
categoría de los senadores hispanos N erva y el m ilitar Trajano duró poco,
tras la revuelta del tam bién hispano pues a fines de enero de 98 el prim ero
L. A ntonio S aturnino en 89; precisa­ m oría en los jardines de Salustio de
m ente para prem iar la buena actua­ u na neum onía. Trajano se encontra­
ción de T rajano hijo en la represión ba en Colonia.
de esta revuelta, el em perador le ap o ­
yó para que fuese cónsul sufecto en
91, com o antes señalam os. Sin em ­
2. M. (Jipío Trajano
bargo, la m ayor proporción de cónsu­
les hispanos por años de reinado se a) La continuidad
observa con Nerva. De este m odo el
acceso al poder del hijo de aquel itali- N acido en Itálica (hoy Santiponce,
cense ingresado en el Senado durante ju n to a Sevilla) de una fam ilia anti­
el reinado de N erón, M. U lpio Traja- qua magis quam clara, com o refiere
no, no puede resultar del todo sor­ Eutropio (Brev. 8, 2) y ya hem os seña­
prendente. Ni siquiera el hecho, su­ lado al referirnos a su padre (cónsul
brayado p o r D. Kienast, de que tras la en 68) com o prim er senador de la fa­
12 A ka l Historia d el M undo Antiguo

m ilia, h abría visto la luz prim era h a­ no a los herm unduros, desarrolló la
cia el 52 ó 53, d u rante el reinado de red viaria de los agri decumates con­
C laudio, en el seno de una rica fam i­ quistados p o r D om iciano y creó ciu­
lia de antiguo origon italiano estable­ dades com o X anten (Castra Vetera) y
cida en la Bética, donde habría hecho N im ega (Noviomagus). F in alm en te,
fortuna. Ya hem os hecho referencia a tras haber inspeccionado la frontera
cóm o su padre progresó políticam en­ d an u b ian a, entró en Rom a a fines de
te bajo el reinado de N erón y poste­ 98 en m edio del entusiasm o popular,
riorm ente con Vespasiano. El m ismo e inm ediatam ente inició una política
había aco m p añ ad o a su padre en sus m uy en la línea de Nerva, concilian­
em presas m ilitares a las órdenes de do el entusiasm o despertado por D o­
Vespasiano en Palestina y Siria y lue­ m iciano en ciertos sectores, m ante­
go pudo m ostrar su valía m ilitar en el niendo a su persona] asesor más va­
Rhin. A sus cuarenta y cinco años era lioso, y apoyando al m ismo tiem po a
un general experto que contaba con personas com o Verginio Rufo, Plinio
las sim p atías g en e raliza d as de sus o Tácito, caídos en desgracia ante
co m p añ ero s del estam ento m ilitar. aquél.
N adie pues discutió su acceso al tro­ A ctuando con m odestia y parsim o­
no y pudo p erm anecer en G erm ania nia en su vida privada, prom etió no
todo el p rim e r añ o de su rein ad o hace uso de la lex Iulia Maiestatis, o ley
cum pliendo con su deber prim ordial de lesa m ajestad, que se había con­
de em p erad o r-so ld ad o de defender vertido en u n arm a tem ible en m anos
las fronteras (Albertini), dejando al de los anteriores príncipes. Si Nerva
Senado m ayor libertad en los asuntos había hecho votar a los com icios po­
civiles. Antes de volver a Rom a m ejo­ p u lares sus leyes agrarias, T rajano
ró el trazado del limes ganando terre­ fingía el m ism o respeto a las institu-

ReSseve de mármol con la «institutio


alimentaria», creada por Trajano. (Siglo II).
La dinastía de los Antoninos 13

Columna de Trajano (Años 110-113 d. C.)


Foros imperiales de Roma.
14 Akal Historia del M undo Antiguo

Trajano También sobre la tribuna, por un escrú­


pulo semejante, te sometiste a las leyes, a
Otros han merecido el consulado antes de unas leyes, César, que nadie redactó para
recibirle; tú, incluso en el momento de re­ el príncipe. Pero tú no quieres disfrutar de
cibirlo. Habíanse ya terminado las solem­ mayores derechos que nosotros: esa es la
nes ceremonias de los comicios, si se con­ causa de que nosotros deseemos que te
sidera que se trataba de un príncipe, y ya sea permitido más. Es ahora por primera
toda la multitud comenzaba a moverse, vez cuando yo escucho y por primera vez
cuando tú, ante la admiración de todos, te cuando aprendo esto: «no es el príncipe el
acercas a la silla del cónsul y te ofreces a que está por encima de las leyes, sino las
prestar juramento bajo una fórmula desco­ leyes por encima dej príncipe», y al,César
nocida para los príncipes, a no ser cuando en calidad de cónsul le están vedadas las
obligaban a jurar a los demás. Compren­ mismas cosas que a los demás cónsules.
des ahora cuán necesario fue que no re­ Jura por las leyes ante los dioses atentos
husaras el consulado. No te hubiéramos (¿y a quién prestarán más atención que al
creído capaz de hacer tal cosa si hubieras César?), jura en presencia de aquellos que
rehusado. Yo me quedo estupefacto, pa­ han de jurar lo mismo, con pleno conoci­
dres conscriptos, y aún no doy bastante miento, por otra parte, de que ninguno
crédito a mis ojos y a mis oídos, y a veces debe guardar con más escrúpulo el jura­
me pregunto si lo he oído o lo he visto. Así, mento de aquel que está más interesado
pues, el emperador, César, augusto y pon­ en que no existan perjuros. Así, al salir del
tífice máximo se mantiene en pie ante la si­ consulado, juraste que no habías hecho
lla del cónsul; el cónsul queda sentado nada contra las leyes. Hermoso juramento
mientras el príncipe permanece en pie ante en el momento de hacer la promesa, pero
él, y queda sentado imperturbable, impasi­ más herm oso aún después de haberla
ble y como si se tratara de un hecho co­ cumplido. Aparecer tantas veces en la tri­
rriente. Más aún, el cónsul sentado toma buna, pisar aquel lugar nunca escalado
juramento al que permanecía a pie firme por la soberbia de los príncipes, recibir allí
ante él, y aquel juró, pronunció y articuló y allí deponer tus magistraturas, ¡qué digo
las palabras por las cuales ofrecía a la có­ es de ti y qué diferente de la costumbre de
lera de los dioses su cabeza y su casa si aquellos que después de haber ejercido el
era conscientemente perjuro. Ingente glo­ consulado durante unos pocos días o, me­
ria la tuya, César, tanto si los príncipes ve­ jor dicho, de no haberlo ejercido, se de­
nideros siguen tu ejemplo como si no lo si­ sembarazaban de él mediante un edicto!
guen. ¿Puede haber alabanza bastante Esto por asamblea, por tribuna y por jura­
digna para loar que hiciste lo mismo al ser mento; sin duda, para que el fin estuviera
cónsul por tercera vez que al serlo por vez de acuerdo con el p rincipio y pudiera
primera, que siendo príncipe obraste como comprenderse que ellos habían sido cón­
un particular y siendo emperador como un sules tan solo por esto: porque otros no lo
súbdito? Ya no sé, no sé si es más hermo­ habían sido.
so que juras sin que ninguno te haya pre­
cedido con su ejemplo o que juraras si­ Plinio el Joven, Panegírico en honor de
guiendo el ejemplo de otro. Trajano, LXIV-LXV.

ciones tra d ic io n a le s asu m ien d o la cación de estatuas caras y tom ó m edi­


potestad tribunicia el 10 de diciem ­ das contra algunos delatores fiscales;
bre, que era la fecha en que entraban por lo dem ás siguió tom ando m edi­
en funciones los antiguos tribunos de das económ icas en favor de la plebe,
la plebe; en 100, cuando accedía al a la que ofreció congiarios y entretu­
consulado por tercera vez, sabem os vo con fastuosos espectáculos de cir­
que prestaba ju ram ento de pie ante co que, com o se ñ a la Syme (1930),
los antiguos cónsules que perm ane­ eran una p u ra continuación de la p o ­
cían sentados como, sucedía bajo la lítica de su antecesor. Las m onedas,
República. Y en la m ism a línea de principal vehículo propagandístico,
propaganda señalada para Nerva, re­ reflejan en las em isiones de estos p ri­
husó el título de pater patriae, la dedi- meros años esta política de concenso,
La dinastía de los Antoninos 15
respeto a las instituciones, concilia­ ver una relación de causa-efecto entre
ción y solidaridad (H. Cohén). el d iscu rso y la d isp o sic ió n legal,
Pero la m oneda, lógicam ente, no com o ap untaba M. M azón. Ya hem os
sólo era un vehículo de propaganda señ a la d o a n te rio rm e n te cóm o esta
sino tam bién, y sobre todo, un medio baja en la producción afectaba a la
p a ra el in te rc a m b io de bienes. Y, com ercialización, quedando refleja­
com o hem os señalado páginas atrás, da en la arqueología subm arina, y es
el principal problem a del Im perio, en evidente que am bas cosas debían de
el orden económ ico, se encontraba en hacerse sentir en el m arco de las ciu­
el cam po de la producción de bienes dades que se verían afectadas por
que, a su vez, incidía en el de la distri­ am bos factores co m b in ad o s, sobre
bución. D ión de P iusa, am igo de Tra­ todo en la zona occidental, donde el
jano, clam aba a su vuelta del exilio a com ercio no podía vivir con la m isma
que se había visto forzado por D om i­ independencia de la producción agrí­
ciano, en su Euboico, p o r el estado de cola con que p o r el contrario podía
m iseria de las ciudades griegas, ro­ vivir en parte en Oriente, gracias al
deadas p or am plios territorios a b a n ­ com ercio de los artículos de lujo exó­
donados, sin cultivadores, en tanto ticos requeridos por las aristocracias,
que en las urbes se am ontonaba una tanto orientales com o occidentales.
plebe ociosa que llenaba circos, tea­ No es ninguna casualidad que desde
tros y prostíbulos y vivía al día de la finales del siglo I veamos cóm o los
caridad pública o com o parásita de em peradores deben enviar a las ciu­
alg ú n p o te n ta d o . Y este tem a del dades, em pezando por las italianas y
aban d o n o de la tierra con la consi­ continuando luego por las provincias,
guiente falta de productividad, term i­ a determ inados curatores civitatis o rei
naba p or afectar a las ciudades en las publicae encargados de poner algún
que vivían los señores, que preferían orden en las finanzas de algún que
gastar sus ingresos en actos de presti­ otro m unicipio. El Estado debía en­
gio m ás bien que invertirlos en m e­ frentarse a graves problem as de fon­
dios de producción aplicables a sus do, y Trajano se dispuso a afrontarlos
fincas —que p o r otro lado tendían a com o m ejor sabía.
ser progresivam ente m ás am plias o
m ás n u m ero sas p o r concentración,
dada la tendencia a la oligantropía de b) Las primeras guerras
las clases dirigentes—. Por otro lado de conquista y regulación
la situación no era exclusiva de la de fronteras
parte griega del Im perio: en 107 otro
am igo de T rajano, P linio Secundo, Hem os señalado que Trajano m an ­
escribía a su am igo P aulino una carta tuvo desde un prim er m om ento una
que se puede com plem entar con frag­ política agresiva respecto a los países
m entos de otras) en la que pone de vecinos y que no regresó a Rom a lue­
m anifiesto dificultades sim ilares en go de ser nom brado E m perador sin
el cam po de la producción en sus tie­ haber antes asegurado y fortalecido el
rras italianas que le em pujaban a bus­ limes germ ánico, y sin haber desarro­
car una solución en el colonato ap a r­ llado las com unicaciones de la región
cero, en la m ism a línea propuesta por de la Selva Negra conquistada por
D ión para las tierras valdías y que, D om iciano y que no sin razón debía
com o ha señalado V. A. Sirago, sería d en o m in arse de los agri decumates
retom ada poco después por la adm i­ (cam pos que pagan la décim a parte
nistración im perial (116-7) al redactar de su producción). Por la m ism a ra­
el reglamento del Fundus Villae Magne zón de fortalecer las fronteras rom a­
Variandi en Africa, sin que haya que nas, cuando en 100 A grippa I murió,
16 Akat Historia del M undo Antiguo

Trajano se hizo con el control directo yázigos, m a rc o m a n o s y cu ad o s, y


de Iturea y H au rán , en la zona de la hubo de contentarse con un cierto
Celesiria. protectorado a cam bio de subsidios
Pero h a b ría de ser de la D acia en dineros y asistencia de asesores
(aproxim adam ente la actual R um a­ m ilitares y civiles. Trajano no podía
nia) de donde le viniese la m ayor glo­ consentir este auténtico tributo paga­
ria m ilitar y el m ayor provecho para do p o r R om a, y en la prim avera de
el Im perio. Los dacios, cuyas tribus se 101, con las legiones de M esia y Pa-
em p aren tab an con los tracios, h abían nonia invadió Dacia, venció a Decé­
form ado un a p otente org an izació n balo ju n to a Potaissa e im puso la paz
que, ya en época de la R epública, bajo duras condiciones a este nuevo
acuñaba m oneda propia a im itación «aliado» del pueblo rom ano (102).
de los tetradracm as griegos y form a­ Pero en realidad sólo se trató de una
b an un pueblo potente y rico. Sueto­ tregua. En 105 T rajano atravesó de
nio nos dice que entraba su conquista nuevo el D anubio un poco más abajo
dentro de los planes de César, pero de las Puertas de H ierro y m archó
Augusto y sus sucesores se hab ían co n tra S arm izegetusa (Varhely, en
contentado con frenar sus frecuentes Transilvania), que Decébalo incendió
incursiones en la parte derecha del antes de suicidarse (107). A partir de
D anubio. D om iciano se había p la n ­ este m om ento D acia fue anexionada
teado seriam ente el problem a de su com o provincia a las órdenes de un
som etim iento y el m ism o em perador legado propretor. Entre la nueva pro­
había acudido a enfrentarse con su vincia y Panonia quedaban los yázi­
rey Decébalo; pero no pudo im poner­ gos, a quienes Trajano no atacó, pero
se seriam ente, por la presión de los dividió P an o n ia en dos provincias

Mercado de Trajano en Roma.


(Primera década del siglo II).
La dinastía de los Antoninos 17

Estatua del emperador Trajano,


hallada en Ostia.
Akal Historia del M undo Antiguo
18
(Superior e Inferior, al O. y E.) para p an ia, N órico) en el desarrollo del
un m ejor control de la situación. La sistem a económ ico (M. Giacchero).
h azañ a h ab ría de q uedar inm ortali­ Pero sobre ello habrem os de volver
zada años m ás tarde (113) en la gran­ m ás ad e la n te. La co lo n izació n de
diosa colonna traiana que el em pera­ Dacia, pese a la abundancia de asiáti­
dor hizo colocar en su foro bajo la di­ cos, determ inaría que este país fuese
rección de Apolodoro. una avanzada de la latinidad en el
Lo que la conquista de la Dacia su­ m undo oriental.
puso, aparte de su valor estratégico, «Según los m ism os principios, cier­
en el p lano económ ico para Roma tam ente estratégicos y probablem ente
fue ya puesto de relieve en 1924 por J. económ icos —nos dice P. Petit—, fue
C arcopino, y aunque no se pueda ad ­ en la m ism a época c o n q u ista d a y
m itir que la situación económ ica de­ anexionada A rabia». En 105, el lega­
rivada de la política de D om iciano do de Siria, C ornelio Palma, entró en
era pésim a, nadie discute hoy que los com bate contra los árabes nabateos y
enorm es aportes de plata y sobre todo puso en m anos de Rom a la península
oro de la con q u ista produjeron en del Sinaí, con su capital de Petra, y
Rom a un cam bio considerable de las una b an d a de terreno litoral que pro­
perspectivas eco n ó m icas a corto y ducía la continuidad con la provincia
quizás tam bién a m edio plazo. A un­ de Judea. Poco después, Palm ira re­
que las cifras que C arcopino saca de conocía la autoridad de Rom a y que­
la in terpretación del texto de Lido daba bajo la dependencia del legado
(165.500 kg de oro; 331.000 kg de p la­ de Siria. La im portancia económ ica
ta) puedan ser discutibles, de lo que del control de estas cabezas de rutas
no cabe duda es de que el botín obte­ caravaneras es evidente.
nido y la explotación consiguiente a En la m ism a línea, y antes de me­
la conquista de las m inas de Transil- terse en la gran em presa soñada por
vania, le perm itieron al em perador C ésar de llegar al golfo Pérsico, hay
meterse en una política de grandes que situar el control que se logró ejer­
gastos en obras públicas y m onum en­ cer sobre la zona oriental del m ar N e­
tos por todo el Im perio, aum entar el gro, la C ólquida, haciendo aceptar la
nüm ero de legiones (XXX Vlpia y II suprem acía rom ana a los íberos del
Traiana), m ultiplicar el núm ero y la C áucaso. El reino vasallo del Bosforo
calidad de los congiarios a la plebe, q u ed ab a unido así de algún m odo
re d u c ir im p u esto s, etc. O sea que con el Asia M enor, donde las provin­
puso en circulación enorm es ca n tid a­ cias de G alatia y C apadocia queda­
des de m oneda de oro y de plata (ésta ron nuevam ente separadas y la fron­
n uevam ente d ev alu ada en su fino, tera entre B ithynia y Asia fue des­
que pasa a ser del 85% frente al 90% plazada hacia el Norte. Enfrente, la
de la época de N erón, aunque m ante­ provincia de Tracia pasó del estatuto
niendo su relación de 25:1 con el au­ de procúratela, a estar gobernada por
reus) que fue a p arar en buena m edi­ un legatus pro praetore.
da a esa plebe cuyo poder adquisi­
tivo, al crecer, pudo activar de nuevo
m o m en tán eam en te los negocios: el c) El paternalismo
alza de la capacidad de consum o de­ absolutista de Trajano
bió de tirar de la producción, aunque
ésta se hiciese sobre unas bases dis­ Ya hem os señalado que Trajano ac­
tintas de las de la época de Augusto, tuaba, en principio, en la m ism a línea
con quien se puede en cierto modo que Nerva, com o si respetase las an ti­
co m p arar en cuanto al im pacto de guas instituciones republicanas. Es
sus conquistas (Egipto, N.O. de H is­ cierto que actuó con m iram ientos res-
La dinastía de los Antoninos 19

pecto al Senado, que perm itió que las m iento y potenciación de las institu­
elecciones de m agistrados se hiciesen ciones a lim e n ta ria s (alimenta) son
por escrutinio secreto y que apenas una m uestra del carácter paternal y
ejerció el cargo de cónsul, que sólo hum anitario que quiso im prim ir a su
ocupó cuatro veces. Tam bién es cierto reinado. Pero no debemos engañamos.
que actuó liberalm ente con el pueblo, El era provinciano, y las provincias
com o hem os señalado, y el m anteni­ se vieron am pliam ente representadas

esclavos' Pliasis

S in o p e

I y^latlriaiiapalis ; p o n to -

Heraclea Pontica* t'rupeifífXT rebisoí\da)

------ ¡Perinthus ^ - ^ NkmnclUa


s ,-·■Jt .μ "■ h'kvitolip
^ l^lexamlria^Trffaj¡/''Jf _ íebasteia

Ky // tikí 1) h'6c ¡>a


d e s a fe a (Kayseri) ' -M eiitenc
fymlwssity
vcu? Arclielais

h fih is u s Ic o n iu m
^aiitoSií ¡amosald
M ile R Ík .

iñlkafi'asstis': Társus .y -
Nisibh
(f Sillo'
o cfík!wñ> ;Phaselis
M esopotam ia
'Rhodos1
>ciencia

Salamis
UiroposS ’

w (H o m sL = —
/(j j L a o d i c m ^ J

TripoUsi/uM ''X H efm olis (Baíflbeck)


K ^ Í ) o n u is c ii.y

IJo slra

Ptolem ais
Caesarep'
A le xa n d ria !

Clave <le los mapas 11 y 12

f Trigo g j Piala
i Oíros cereales [JJ Cobre
.A rsin o e
v ^ O liv o s Hierro
J Viñedos [3? Plomo
¿¡hM&ls? £3 Mármol
O x y rh y n c h u s
■' £ Próductosiiroináticos ψ-% Sal
)^¡ M aderas j υγλ Bronce
_ . ’2 Pesquerías _ ^ Metalurgia
^ Ganado mayor Vidrio
M y o s H o'ri> i¿s‘
y Caballos v c=^,Te>ililes
P r o d u c to s d e O rio n jfc ^ Ovino ------- · Vías» }

Asia romana y Egipto.


20 AkaI Historia del M undo Antiguo

Gran sala del mercado de Trajano en Roma.

en el Senado. Se calcula que una sex­ vez m enos poder, pero Trajano supo
ta parte del m ism o era de hispanos; m antener contento a este cuerpo (que
pero a partir de él los orientales ocu­ le otorgó el título de Optumus en 114,
paro n un puesto de m ayor relevancia lo que tendía a identificarle con Júpi­
en consonancia con la política im pe­ ter, dios rom ano que reina sobre el
rial cada vez m ás pendiente de esta cosm os) haciendo que los senadores,
zona. El Senado aparecía pues com o individualm ente, ocupasen los pues­
un a asam b lea cosm opolita, pero a tos más im portantes en los ejércitos y
pesar de ello el em perador quiso re­ en la adm inistración, ju n to a los ca­
saltar la im portancia de Italia y obli­ balleros.
gó p o r ley a todos los senadores a in ­ Su política interna se basó siem pre
vertir en esta zona al m enos un tercio en la concordia ordinum, en el m ante­
de sus bienes. Pese a ello, no sentía nim iento de un orden entre las clases
escrúpulos en enviar, cuando lo co n ­ y estam entos que salvaguardase los
sideraba necesario, a curatores que con­ privilegios de los honestiores (senado­
tro la se n las fin a n z a s m u n ic ip a le s res y caballeros) sin herir los senti­
dentro de Italia e incluso de legados m ientos ni lesionar los intereses de
personales (correctores) para que re­ las capas inferiores, de los que esta­
solviesen p ro b lem as en provincias ban m ás pegados a la tierra (humus) o
que eran senatoriales, a cuyos gober­ humiliores. El estoicism o im perante,
nadores controlaban estrecham ente, com o nos recuerda P. Petit, hace que
y apareciendo el em perador con el tí­ el trabajo sea cada vez m ás conside­
tulo de procónsul tanto'en las provin­ rado com o un instrum ento de perfec­
cias im periales com o en las senato­ ción m oral, y las asociaciones corpo­
riales. En realidad, pese a las ap arien ­ rativas com ienzan a lograr el recono­
cias formales, el Senado tenía cada cim iento de su dignidad, sobre todo
La dinastía de los Antoninos 21

Basamento de la Columna de Trajano.


22 Aka! Historia del M undo Antiguo

en las p ro v in c ia s, c o n v irtié n d o se nium Neronis, los cinco años en los


pronto un motivo de recelo en un ele­ que Séneca y Burro intentaban hacer
m ento útil p ar el aparato adm inistra­ reinar el estoicism o práctico, recor­
tivo del Estado, que controla m uy es­ dándonos que fue bajo N erón cu a n ­
trictamente a estos collegia, como tien­ do se produjo la prom oción al S ena­
de a controlar progresivam ente a to­ do del padre de Trajano, y que en
dos los elem entos de la sociedad. U na ciertos aspectos éste siguió la política
prueba de ello es que la burocracia del últim o de los Julio-C laudios: en
im perial crece notablem ente, y los es­ política dan u b ian a, en política orien­
tudios de Pflaum (1950) h an puesto tal y en m ateria de obras públicas.
de m anifiesto que de las 62 procúrate­
las desem peñadas p o r personal del d) La política de «grandeur»
estamento ecuestre en la época de D o­
m iciano se pasa a unos 80 de estos Los tesoros de Egipto hab ían perm iti­
despachos generales en la época que do a Augusto su gran política de gas­
ahora analizam os. tos públicos que tan gran im pulso
Nerva había cum plido la form ali­ dieron a la econom ía de los últim os
dad de convocar al pueblo para que años anteriores al cam bio de Era y
ap ro b ara sus m edidas agrarias. En cuyo reflejo se m antuvo aún durante
adelante se prescindiría de ello y toda m edio siglo más. Ahora, los tesoros
la legislación se h aría por senadocon- de D acia vinieron en parte a ju g ar un
sulto o sim plem ente por decreto del papel sem ejante a com ienzos del si­
príncipe. De igual m odo dejó de recu- glo II, reactivando el com ercio m edi­
rrirse a esa institución republicana terráneo, com o se puede observar cla­
que eran los jurados criminales, cuyas ram ente en el gráfico que registra los
funciones pasaron a ser desem peña­ pecios, realizado por Pascual Guasch.
das bien por el m ism o Senado o bien Pero sólo sem ejante, pues faltó ese
por el propio príncipe o sus repre­ gran im pulso colonizador organiza­
sentantes. do que caracterizó a la época de A u­
El Senado aconsejaba al príncipe, gusto, cuando tras las guerras civiles
que procuraba som eterlos todos los decenas de miles de personas, deseo­
tem as im portantes. Pero aún en este sas de paz y prosperidad, llenaron de
cam po hay que precisar que previa­ nuevas ciudades plenas de vitalidad
m ente el príncipe deliberaba con un provincias que hasta entonces sólo
grupo de consejeros, los amici princi­ hab ían sido explotadas. A hora no se
pis, entre los que se encontraban fa­ produce u n a g ran desm ovilización
m iliares, los prefectos del pretorio, ge­ com o antaño, y aunque se coloniza
nerales, funcionarios principales, ju ­ algo (recuérdese la colonia Vlpia Traia­
risconsultos y personajes influyentes na que sustituye a Sarm izegutusa) ya
en los círculos culturales y políticos, hem os señalado cóm o los cam pos p e­
que ejercían un gran influjo sobre el riclitaban por la falta de una m asa
príncipe, aú n cuando no estaban to­ trabajadora que se hiciese cargo de la
davía especializados en distintas fun­ labor de los mismos. Es más, ya he­
ciones com o lo estaría n p o ste rio r­ mos indicado cóm o el Em perador, en
m ente en época de H adriano. 116 ó 117, en la línea m arcada por
En realidad el poder del príncipe D om iciano, debe in citar al tiem po
era absoluto, pero lo ejercía con m e­ que regular la ocupación de los subse-
sura, m irando siem pre por el interés civa (sobrantes de m edida en la obra
público de sus súbditos com o un p a ­ de centuriación) con vistas a que las
dre providente. Es p or ello por lo que tierras sean labradas en régim en de
C izek com para su m andato con lo colonato aparcero, d ando derecho a
que hubiese podido ser el quinquen­ su uso al prim ero que las labre de for-
La dinastía de los Antoninos 23

nía regular. Bien es verdad que en existía una colonia en A lejandría y


este caso se trata de tierras africanas con los que el Im perio m antenía unas
(C/L, VIII, 25943), d onde se quiere intensas relaciones comerciales.
d ar el m áxim o de facilidades a las P or otro lado T rajano construyó
gentes para que p lanten árboles o vi­ m ucho. Por todas partes se m ejoró y
des que los lijen a la tierra y perm itan am plió la red viaria y portuaria, que
con ello el afianzam iento de la vida debía facilitar las com unicaciones (se
sedentaria. Pero no es m enos cierto agiliza el servicio de correo im perial)
que, pese a los avances observados en y los abastecim ientos. En Italia se re­
Panonia o en la propia Dacia, cuya construyen nuevos puertos m arítim os
colonización, zonal, sí parece que de­ (Civitavecchia, Terracina, A ncona) y
bió de ser bastante intensa, la civili­ se dota a R om a de un nuevo puerto
zación rom ana no experim entó ah o ­ (113) hexagonal, con una superficie
ra el m ism o avance que a com ienzos de 32 Ha y 6 m de profundidad, y do­
del Im perio, y que, pese a todo, las tado de todas las instalaciones que
ciudades ven con frecuencia cóm o se pudiesen facilitar la labor, al tiem po
em p an tan an sus econom ías y cómo que se agrandaba y adaptaba el puer­
el estatuto de decurión com ienza en to creado por C laudio. Se crearon ca­
muchos casos a no ser apetecido dadas nales, se hicieron nuevos puentes, se
las cargas financieras que conllevaba. desecaron zonas pantanosas, etc. Y
Pero, com o hem os señalado, au n ­ las obras en las provincias fueron
que sobre bases en partes distintas, el igualm ente innum erables: acueduc­
aflujo de oro dacio se notó m uy posi­ tos, puentes, diques, carreteras... que
tivam ente y perm itió a T rajano una debieron de potenciar las canteras e
política de m agnificencia en todos los industrias conexas con la construc­
órdenes, que pasam os a an alizar so­ ción. La preocupación del em perador
m eram ente. por el régim en de abastecim ientos
T rajano que había renunciado, a su alim enticios de la plebe de Rom a y a
acceso al trono, al aurum coronarium los ejército s, o ste n sib le ya en las
o contribución extraordinaria que de­ obras de infraestructura viaria a que
bían entregar con este motivo las pro­ hem os hecho alusión, debieron de
vincias, y que había reducido el n ú ­ potenciar la industria alim entaria, so­
mero de las personas sujetas a la vi- bre todo de algunas zonas com o la
cessima hereditatum o 5% sobre las he­ provincia Bctica, productora de con­
rencias, realizó distribuciones de di­ servas de pescado y de aceite de bue­
nero y alim entos gratuitos en una m e­ na calidad y en cantidades que hacen
dida muy superior a com o lo había suponer que a precios no muy altos.
hecho D o m ician o (acu sad o por la Aparte de las entregas que se pudie­
p ro p a g a n d a oficial de m an irro to ), ran realizar a título de im puesto en
destacando particularm ente el CON- especie, sabem os p o r P linio que el
GIARIVM TERTIVM que aparece en Estado com praba grandes cantidades
m onedas que siguen a la victoria dá- de productos para la Annona, cuyo
cica. E ntre los años 107 y 110, en p a­ aparato adm inistrativo hubo de desa­
labras de G arzetti, se produjo una au ­ rrollarse notablem ente. En O cciden­
téntica guirnalda de fiestas que cele­ te, la elevación del poder adquisitivo
b raro n el triunfo del em perador, con de las personas afectadas por los re­
la m uerte de miles de anim ales en la partos y em pleadas en las obras p ú ­
arena y el sangriento enfrentam iento blicas, tiró de la dem anda de artícu­
de cerca de 5.000 gladiadores, en ta n ­ los de prim era necesidad, lo que fa­
to que se festejaban invitando a em ­ voreció a zonas com o la Bética que se
bajadores de naciones bárbaras, y en e n c o n tra b a n bien p re p a ra d a s para
p a rtic u la r a los indios, de los que atender esa dem anda, aunque pronto
24 A ka l Historia del M undo Antiguo

Itinerarios supuestos ARMENIA


de Van
Itinerarios confirmados í

Ejército de Adiabenes Gaugamela


Edesa _ _ * Nisibis
r____ _____ -
K \ / \ \ /
Singara A r b e ,a s

\ / ^ \
Beroe Ejército y flota del Eufrates (Kirkuk)
Antioquía Tapsaco* cP Matra N. Mennis
λ- /

6® /
Fáliga · ^
MAR MEDITERRANEO

MESOPOTAMIA
F /
Dura Europos
» Palmira Anata
%
SIRIA Is · ^
• Apamea
• ■—*■«
Ozogardana l
Ctesifonte
La guerra contra los partos (114-117) \ I
• Babilonia

La Guerra Pártica (según Cizek)

com enzaría a notarse una incipiente m editerráneo una cierta cantidad de


com petencia de Africa que atestigua­ m aterias de lujo que hacen resaltar el
ba el éxito de la política im perial en prestigio de la clase que los detenta.
esta zona. La prosperidad de antaño, Es interesante observar cóm o Tra­
basada en el comercio, parecía rena­ ja n o , que era o cc id e n tal y que se
cer con vigor, aunque a veces la dis­ preocupó con su política m onetaria
persión de esfuerzos en la com erciali­ favorecedora de la plata frente al oro,
zación hiciera subir los precios. En com o antes señalam os, por beneficiar
Oriente las ciudades com ienzan a re­ a las clases m edias industriosas y a
surgir con fuerza (y su peso se nota los pequeños ahorradores que fun­
progresivam ente en el núm ero de sus cionaban en base a la plata, se vio
representantes en el Senado: 34,6% de obligado por la inflación generada
los senadores de origen provincial, por su política em isora de abundante
según H am m ond, para subir hasta el m oneda, a llevar una política hábil y
60,8% bajo Cóm m odo), beneficiándo­ flexible, que com binase los grandes
se del desplazam iento de los ejes co­ gastos con una política fiscal rigurosa
m e rc ia le s (v ía R in -D a n u b io -M a r (ya apenas hay distinción entre fiscus
Negro) y del com ercio con el Extremo y aerarium ) y sobre todo con u n a
Oriente; un com ercio de.artículos de preocupación por el aum ento de la
lujo que, a cam bio del oro que ateso­ producción y de la productividad de
ra la capa m ás alta de la sociedad ro­ los trab ajo s agrícolas, base fu n d a ­
m an a, hace afluir h acia el m undo m ental de toda la econom ía en el
La dinastía de los Antoninos 25
m undo antiguo - n o debem os de ol­ por otro, irá in crescendo con el paso
vidar que el 90% de los entre 40 y 60 del tiem po debido a la idea obsesiva
m illones de habitantes que tiene el de m antener un estado de cosas, una
Im perio viven en los cam pos (P. Pe­ política de humanitas, que se considera
tit)—. Veremos cóm o, poco a poco, la ideal. En este sentido tenem os que si­
preocupación de los em peradores por tuar la política seguida respecto con
la producción se va haciendo angus­ los suhseciva en Africa o los alimenta
tiosa, y que el intervencionism o del (préstam os a bajo interés a los agri­
Estado en el cam po de la producción, cultores) en Italia, o el interés por una
por un lado, y en el de la distribución. explotación m áxim a en las m inas:

Detalle del fuste de la Columna de Trajano.


Bajorelieves con escenas de las guerras
contra Dacia.
26 Aka! Historia del M undo Antiguo

sólo un alza en la producción podía tham asiris. T rajano desem barcó en


obviar la inflación. A ntioquía en 114 y ocupó A rm enia
Y sin embargo este occidental, preo­ con ayuda de poblaciones del C áuca-
cupado siem pre p or el equilibrio y el so, q u ed a n d o expedita así esta vía
buen orden en su zona, se vio irresis­ para R om a (Petit).
tib lem en te atra íd o p o r ese m un d o En 115, con la ayuda del príncipe de
oriental en donde gastaban su oro los O sroena, conquistó buena parte de
m agnates del Im perio. La fascinación M esopotam ia. E n 116 realizó una in ­
por ese Extrem o O riente de donde ve­ cursión al este del Tigris, en A diabe­
nían exquisitos tejidos de seda, bellas na, y bajando a lo largo del río tomó
cerám icas y exóticos anim ales, como Seleucia y Ctesifente y llegó al Golfo
esos tigres que a veces eran hechos Pérsico m ientras huía el rey Osroes.
llegar de la India en unas relaciones T rajano recibía el sobrenom bre de
que se h ab ían intensificado m ucho Particus.
desde el descubrim iento del régimen Pero este im perio conquistado que­
de los m o n zo n es, hizo a T rajano, daba por consolidar, y si bien la po­
com o a César, seguir las huellas de b lació n helénica debió recibir con
A lejandro M agno, poniéndose bajo entusiasm o la dom inación rom ana, y
la advocación de ese sem idiós de los la población irania, incapaz de reac­
estoicos, benéfico y conquistador al cionar, se m antuvo indiferente (Al-
m ism o tiem po, que era el Hércules bertini), la población sem ítica de ára­
G ad itan o (Jaczynowska). Com o C é­ bes y judíos, que eran num erosos en
sar, T rajan o p re p aró c o n c ie n z u d a ­ las ciudades com erciales (y especial­
m ente su em presa contra los partos, m ente los últim os, arruinados en sus
principal obstáculo en su cam ino, su­ negocios por la guerra y que aborre­
poniendo Cizek que incluso se pudo cían a Rom a desde la tom a de Jerusa­
concluir alianza con principados in ­ lem por Tito), provocaron violentos
dios con este fin, y que, com o en el disturbios, m ediante consignas tran s­
caso de César, esta expedición se en ­ m itidas rápidam ente por los carava­
m arca en el progreso de una m ística neros, que afectaron a las ciudades de
teocrática y un refuerzo del absolutis­ C ire n a ic a , Egipto y C h ip re d onde
mo a partir de 112. eran num erosos y las revueltas se ex­
Las conquistas y anexiones realiza­ tendieron a la O sroena y M esopota­
das en el área oriental del M editerrá­ mia. Y aunque los generales de Traja-
neo, y la de A rabia Petrea muy p arti­ no castigaron duram ente a los insu­
cularm ente, habían puesto las bases rrectos, la fortaleza de H atra, en M e­
de una em presa con la que, según Tá­ sopotam ia, resistió a Rom a. Osroes
cito, Trajano soñaba desde 98: la co n ­ volvió a aparecer en Ctesifonte y Tra­
quista del reino parto. Este se encon­ ja n o , d e sa n im a d o y enferm o, em ­
trab a d eb ilita d o tras la m uerte de prendió el regreso a Rom a, dejando a
Vologese' y varios jefes locales eran sus generales el encargo de pacificar
prácticam ente independientes, lo que y som eter totalm ente la zona. H a ­
facilitaba la tarea que los rom anos se biendo desem barcado en Selinonte,
proponían. El pretexto para la guerra en Cilicia, ante un agravam iento de
vino dado p or los siem pre difíciles su enferm edad, m urió de u n a hem o­
asuntos de A rm enia, donde existía rragia cerebral entre el 7 y el 9 de
u n a co n v en ció n p arto -ro m an a que agosto de 117, aunque su m uerte no
otorgaba el trono, com o vasallo de fue hecha pública m ás que el día 11,
Rom a, al segundogénito de la d in as­ pues lo im previsto del desenlace h a ­
tía parta. Pero ahora el rey parto Os- bía dejado poco asegurada la suce­
roes quiso sustituir al príncipe Axida- sión que se presum ía sólo que habría
res, investido ya p or Rom a, p o r Par- de recaer en H adriano.
La dinastía de los Antoninos 27

II. Hadriano

1. El acceso al poder ción. Los soldados lo recibieron de


buena gana. En el Senado Avidio
T rajan o tuvo u n a h e rm a n a , U lpia Nigrino, uno de los mejores genera­
M arciana, que había tenido una hija, les de Trajano, contaba con adep­
M atidia, de su m atrim o n io con C. tos, entre ellos los tam bién genera­
M atidius Patruinus. Esta había casa­ les C ornelio Palm a, Publio Celso y
do m uy joven con L. Vibius Sabinus y Lusio Quieto, pero el prefecto del
había tenido dos hijas, M atidia y Sa­ pretorio A ttiano se adelantó en Rom a
bina, la últim a de las cuales se había a la llegada del nuevo em perador
convertido en la esposa de P. Aelio para deshacerse de los presuntos
H adriano. Este hab ía sido tutelado com petidores del príncipe, que luego
por Trajano cuando recibió la noticia afectó no saber nada del tem a y lo
de su acceso al Im perio por adopción aprovechó para alejar de su puesto,
de Nerva, pero, en opinión de Paribe- sin que m ediase condena alguna
ni, no podía tener m ucha sim patía a aquel perfecto a quien debía de­
p or este joven de naturaleza «inquie­ m asiado.
ta, desbordante, fantástica, desigual, H adriano era, com o su tío-abuelo
exagerada en los vicios y en la virtud, T rajano, de origen hispano. H ab ía
h isp an a y helénica al m ism o tiem ­ nacido el 24 de enero de 76, posible­
po»; pero en cam bio la em peratriz m ente en Itálica, siendo su m adre,
Plotina, de carácter m ás próxim o al D o m ic ia P a u lin a , g a d ita n a . A la
suyo, le tuvo gran afecto. Am bas, P lo­ m uerte de su padre, y ya en Roma,
tina y Sabina, aco m p añ ab an a Traja- Trajano se había hecho cargo de su
no cuando éste, que no tenía hijos ni educación y fue entonces cuando se
h a b ía d esig n ad o heredero aunque, aficionó a la cultura griega. Luego,
influido p or Licinio Sura, había m os­ gracias al apoyo del em perador, hizo
trad o su preferencia p o r H a d rian o una rápida y brillante carrera tanto
(que fue cónsul en 108), entró en ago­ civil com o m ilitar, m an d an d o la Le­
nía y m urió en Selinunte. Para enton­ gio I Minervia en la guerra dácica en
ces, 117, H ad rian o era gobernador en 106 y siendo gobernador en 107 de
Siria y recibió con dos días de dife­ P an o n ia Inferior. Ya hem os dicho
rencia las noticias de su adopción y que alcanzó el consulado en 108 y
de la m uerte del em perador, lo que le­ que estaba al frente de la provincia de
v an tó so sp e c h a s y su sp ic a c ia s en Siria, y por tanto de im portantes tro­
cuanto a la legitim idad de la ad o p ­ pas, en 117 (A. Garzetti).
28 A ka l Hisloria del M undo Antiguo

2. (Jna nueva era: la política Italia. En la frontera del R hin dism i­


nuyó los efectivos para poder reforzar
de fronteras estables la vigilancia —sin am pliar los gastos
Albertini sospecha que la oposición en las fronteras del D anubio y el Eu­
que se despertó entre otros generales frates, donde consideraba que el peli­
se debió, m ás que al nom bram iento gro era m ayor a causa de los sárm a-
en sí, a la política exterior al punto tas—. En B ritania (entre 122 y 127)
em prendida p o r H adriano. Su fino construyó frente a los brigantes un
sentido de la realidad, am pliam ente sistem a defensivo de 117 km de longi­
dem ostrado a lo largo de su reinado, tud, con trincheras, m uros y fuertes,
le hizo com prender enseguida que el que atravesaba la isla de Este a Oeste
Im perio no estaba en condiciones de (e n tre Solw ay y Tyne) se p a ra n d o ,
m antener una guerra pártica que se aproxim adam ente, Inglaterra y Esco­
prom etía difícil y com prom etía las fi­ cia. En Africa creó colonias en p u n ­
nanzas del Estado. En consecuencia tos estratégicos, realizando grandes
evacuó M esopotam ia de forma orde­ esfuerzos por asentar a la población
nada, situando en A rm enia de nuevo frente a los nóm adas y por ganar te­
y a un rey vasallo (el arsácida Vologe­ rreno al desierto, y desplazó la legión
se) y dejando la O sroena de form a hacia el Oeste, a Lam baesa. U na la ­
que siguiese desem peñando su papel bor sem ejante de organización la de­
de E stad o tap ó n am igo de R om a. sarrolló igualm ente en la M auritania
C on el reino del C áucaso se siguieron C esariana, tras un levantam iento de
m anteniendo buenas relaciones. No los nóm adas que fue reprim ido en
se cuestionó el ab an d o n o de A rabia, 117 p o r M arcio Turbo.
ni, com o algunos quisieron sugerir, Por todas partes el em perador p ro ­
tampoco de la Dacia, de im portancia curó tener un ejército bien equipado
estratégica y económica indiscutible. y disciplinado (tenem os curiosas no­
Lo que p o r el co n trario hizo, aquí ticias de la asistencia del em perador
como en cualquier otro punto fronteri­ al desarrollo de m aniobras tácticas
zo del Imperio, fue reforzar las defen­ de entrenam iento). Pero el Im perio
sas, sustituyendo en m uchas ocasiones había pasado sin em bargo a la defen­
p or auténticos m uros de piedra los siva y su expansión territorial se h a ­
sim ples terraplenes o em palizadas de bía term inado. El concepto de limes
la época anterior. cam bia, y de ser un punto de partida
Viajero infatigable, curioso y des­ hacia territorios enemigos, pasa a ser
confiado al m ism o tiem po, visitó to­ una zona de confines, protegidos y vi­
das las provincias periféricas. Pero, gilados, «que separa al m undo civili­
com o decía Piganiol (1965), «no viajó zado rom ano del m undo bárbaro pe­
a través del Im perio p or diletantism o, ligroso e in c u lto y recibe así u n a
sino para inventariar y m ovilizar a significación tanto m oral com o m ate­
todas las fuerzas vivas del Im perio rial» (P. Petit, 1974). Los fortines que
contra la am enaza de una decadencia protegían antaño el cam ino que se­
inm inente». De ahí su interés por fi­ guía la frontera, natural o artificial,
ja r los límites y fronteras, tanto entre que separaba del territorio no contro­
unas tierras y otras dentro del Im pe­ lado, p asan a estar progresivam ente
rio, com o las del Im perio mismo. Así, unidos por m uros de piedra o prece­
luego de ag ran d ar los Agri Decumates didos por una fuerte em palizada p ro ­
llevando la frontera m ás al oriente tegida por un foso.
del río Neckar, organizó la región de Parece evidente que el reinado de
los Alpes en tres distritos militares, H ad rian o supone en principio, aun
que form aban provincias procurato- sólo considerando este aspecto de su
riales y aseguraban la protección de política m ilitar, una innovación evi­
La dinastía de los Antoninos 29

Calle principal de Gerasa, Jordania,


porticada, con 260 columnas. (Siglo II d. C.).

dente: del dinam ism o m ás o menos groso con vistas al futuro de la inte­
agresivo de épocas anteriores se pasa gridad del Im perio. Lo m ism o apro­
a un sistem a m ás conservador y ten­ x im ad am en te, a u n q u e a un ritm o
dente a la defensa m ás que al ataque. algo m ás lento, sucedió con las co­
Hoy prácticam ente todos los estudio­ hortes y alas de caballería auxiliares.
sos están de acuerdo en que la política De todas formas, para corregir esta
de H ad rian o era la más prudente e in­ tendencia, en cierto m odo, se em pe­
teligente que se podía desarrollar en ese zaron a u tilizar desde la época de
m om ento dadas las circunstancias ge­ Trajano, pero con un desarrollo pro­
nerales de falta de dinam ism o interno. gresivam ente m ayor conform e p asa­
Un hecho interesante en relación ba el tiempo, los numeri, cuerpos irre­
con la estabilidad del sistema defen­ gulares de indígenas (de infantería,
sivo es el de que el reclutam iento de caballería o mixtos) que se utiliza­
para cada legión se produce ahora ban fuera de sus lugares de origen y
norm alm ente en la provincia donde que com prendían ordinariam ente en ­
la m ism a se encuentra de guarnición, tre 500 y 900 hombres dirigidos, eso sí,
o sea sólo en las provincias im peria­ por un oficial rom ano. Es notable el
les, de form a que los ejércitos tienden caso de los brigantes deportados como
a regionalizarse, suponiendo ello, co­ soldados-colonos a los Agri Decuma-
m o es de im aginar, un germ en peli­ tes (Petit, 1974).
30 A kal Historia d el M undo Antiguo

En cuanto a las cohortes pretoria- suerte de los p eq u eñ o s lab rad o res


nas y urbanas seguían com poniéndo­ con vistas a lograr —en palabras de
se de italianos y provinciales de las R ostovtzeff- «un vigoroso núcleo de
zonas más rom anizadas, lo que hacía agricultores industriosos que introdu­
que al ser m ás civilizados fuesen m i­ je ra n form as superiores de cultivo,
lita rm en te m enos efectivos, p o r lo p ro p o rcio n aran excelentes soldados
que los em peradores, desde H adriano al ejército y p ag asen regularm ente
al m enos, tendieron a confiar su cus­ sus im puestos al Estado». Piganiol ha
todia tam bién a un cuerpo de jinetes, puesto de m anifiesto cóm o esta polí­
form ado p o r soldados de élite (equites tica d ata m uy posiblem ente de los co­
singulares), destacados de las distintas m ienzos de su reinado, a juzgar por
alas de caballería. unos papiros egipcios de 117 por los
Finalm ente, y en cuanto al sistem a que se otorga una casi-propiedad p ri­
defensivo en g en eral, debem os de vada a quienes saquen rendim iento a
concluir diciendo que H adriano, fren­ tierras reales o públicas m al explota­
te a Trajano, redujo de nuevo el nú­ das. Pero en este sentido quizá el do­
m ero de legiones de 30 a 28. cum ento m ás característico de la po­
lítica agraria de H adriano sea posi­
blem ente la lex Hadriana de rudibus
3. La atención a las agris et iis qui per X annos continuos in­
provincias y el culti su n t («ley so b re los ca m p o s
intervencionismo económico agrestes y aquellos que lleven diez
añ o s seguidos sin cultivar»), cuya
H ad rian o tuvo el m érito de com pren­ existencia está atestiguada por varios
der que, a com ienzos del siglo II, el docum entos epigráficos encontrados
Im perio no descansaba ya sobre Ita­ en el norte de Africa, y que parece te­
lia, sino más bien en las provincias ner ciertos paralelos en Delfos y M e­
(el núm ero de senadores provinciales, sia. De acuerdo con esta ley, que en
que era el 22% del total con D om icia­ opinión de J. C arcopino y de A. Piga­
no, sube al 42% con H adriano), y por niol sería extensible a todo el Im pe­
ello y, com o hem os señalado, para rio, se concedía la exención de toda la
fortalecer las bases económ icas de renta anual (1/3 de la cosecha) d u ra n ­
ese Im perio, consagró su vida a lograr te diez años a los que plantasen oliva­
la prosperidad de dichas provincias, res en tierras anteriorm ente incultas o
aunque sin dejar p or ello de ayudar y a b an d o n ad as a los dom inios im pe­
proteger a Italia (Rostovtzeff). Esta riales, o reem plazasen viejas p lan ta­
fue la causa de que viajase continua­ ciones p o r nuevas, cosa que ya se
m ente a través de su Im perio en un daba en la vieja lex Manciana de épo­
intento por conocerlo plena y perso­ ca flavia; pero a diferencia de ésta,
nalm ente, exaltando sus característi­ que afectaba en principio sólo a los
cas peculiares de u n a form a positiva subseciva y que sólo concede el dere­
y no com o país conquistado com o ve­ cho de cultivar (Jus colendi), la lex
n ía s ie n d o la c o s tu m b re (Μ . K. Hadriana otorga al que cum pla las
T h o rn to n ). Este fue ig u alm en te el condiciones dadas de dedicación y
m otivo que im pulsó su política siste­ continuidad, el «derecho de poseer,
m ática de u rb anización de las regio­ disfrutar y dejar a su heredero» la fin­
nes que por su situación eran base de ca puesta en cultivo. En la inscrip­
las principales fronteras m ilitares, en ción de A in-el-D schem ala (C/L, VIII,
un intento continuo por crear nuevos 25943) queda claro que el deseo del
núcleos de civilización y progreso y em perador es el de que aum ente la
fijar la población; y ésta fue, en fin, la p o b la c ió n activa. E sta p o lítica de
razón de que procurase m ejorar la crear u n a clase de propietarios agrí­
La dinastía de los Antoninos 31
colas libres, al tiem po que atados a la pen una zona sin explotar, aunque
tierra por el interés puesto en la pose­ tam bién aquí existan unos conducto­
sión de unos olivos y unas vides que res generales del distrito, con la con­
hab ían tardado años en d ar fruto, p a­ dición de que no se puedan poseer
rece ser que se desarrolló con éxito en más de cinco pozos al m ismo tiem po
un a región com o Africa - d o n d e exis­ y que la explotación sea continuada.
tían grandes propiedades im periales, La m itad de la produción obtenida
dirigidas p or conductores o arren d ata­ ha de ser para el dueño de la m ina, o
rios generales, que se ven sujetos ah o ­ sea para el Estado, pero para evitarse
ra a esta no rm ativ a— que se hallaba éste los gastos derivados del m anteni­
expuesta a ataques de tribus nóm a­ m iento de una fundición, se explícita
das y donde, hasta fines del siglo I, que el colono ha de com prar al Esta­
los rom anos h ab ían desalentado la do su m itad del m ineral sacado de la
viticultura y la oleicultura, m ás renta­ m ina. Se establecen adem ás toda una
bles que el trigo, y que se esperaban serie de m edidas para g arantizar la
reservar para Italia, favoreciendo en seguridad del trabajo en la m ina, con
cam bio aquí el cultivo de los cereales lo que so capa de humanitas se procu­
que Rom a necesitaba. U n indicio cla­ ra garantizar el m áxim o rendim iento
ro del desarrollo de Africa en este evitando interrupciones derivadas de
sentido puede ser el hecho, constata­ las inundaciones o derrum bes. La li­
do por C. Panella, de que a partir de m itación en el núm ero de pozos que
la época de H ad rian o el aceite de la pueden ser explotados por un colono
región tripolitana em pieza a hacerse tam bién está dirigida a excitar el tra­
claram ente presente en el puerto ro­ bajo y la producción, pues al existir
m ano de Ostia ju n to con el bético, posibilidades lim itadas de lucro el
que —por razones que m ás tarde a n a ­ afán habrá de ser mayor.
liz a re m o s- experim enta igualm ente Junto a la producción, el lem a de la
un fuerte im pulso en su exportación. distribución de los bienes constituía
H ay que hacer no tar que este deseo otra de las m áxim as preocupaciones
de increm entar la población produc­ del Estado rom ano y sobre todo de
tiva y la productividad en últim o ex­ un tipo de régimen, com o era el im pe­
trem o, con el fin de frenar la tenden­ rial, que se basaba en buena m edida
cia in flacio n aria que am en azab a a en m antener satisfechas a las m asas
un Im perio que vivía claram ente por populares rom anas a las que se había
encim a de sus posibilidades, sobre privado en la práctica de sus dere­
todo en las ciudades, no sólo se trad u ­ chos políticos, m ediante una política
jo en una reglam entación que afecta­ de pan y circo (panem et circenses); y
se a la agricultura en las tierras públi­ sobre todo a un ejército perm anente,
cas, sino que se dio igualm ente en el establecido fundam entalm ente en las
cam po de la m inería. La Lex metallis fronteras (provincias im periales), a
Vipascensis, o ley para las m inas del cuyas necesidades h ab ía necesaria­
distrito de Vipasca (Aljustrel, Portu­ m ente que subvenir para evitar peli­
gal), que en opinión de S. D usanic y grosos descontentos. En un reciente
C. D om ergue debió valer igualm ente, libro, J. Remesal ha recogido la preo­
en sus líneas fundam entales se en ­ cupación constante de los em perado­
tiende, para todo el Im perio, determ i­ res en este sentido. Era necesario adqui­
na u n a form a de ex p lo tació n que rir trigo y otros productos de prim era
bien podem os com parar con los re­ necesidad, bien por los im puestos en
glam entos relativos a la agricultura a especies o bien por las ventas obliga­
que nos hem os referido: se establece torias del tipo frum entum in cellam.
la posibilidad de un régim en de colo­ Plinio, en su Panegírico, nos dice que
nato aparcero para aquellos que ocu­ Trajano com praba lo que necesitaba
32 Akal Historia del M undo Antiguo

en u n sistem a n o r m a l de m ercado,
c o n p re c io a c o r d a d o m u tu a m e n te . Vallum A n to n in i
H a d ria n o , en u n a in scrip ción co n se r­
v a d a en A te n a s , e s ta b le c e q u e los V allum H ad rian i
oleicultores d e b e rá n entregar en ven­
ta obligatoria al Estado, al precio que
estuviese en la región, u n tercio de su
ψ
cosecha (a no ser qu e su tierra perte­
nezca a esa categoria de ager octona­
BRITANIA
rius que a p a re c e ta m b ié n en la in s­
cripción de H e n c h ir M ettich [Túnez]
re g la m e n ta n d o el c o lo n a to de Villa
M a g n a Variana, de 117). P o sib le m e n ­ GERMAN
INFERIO
te nos e n c o n tre m o s de nuevo en este I BELGICA
caso a n te u n re g la m e n to p a rtic u la r LUGDUNfcNSIS
p ara Atenas, co m o antes en el caso
del reg lam e n to m in e ro de Vipasca, ■GALLIA
que derive de u n a n o rm ativ a general I
sobre el aceite. Y decim os esto p o rq u e AQU ITANIA
I
las referencias fiscales escritas sobre
las á n fo ra s a n d a lu z a s de aceite, e n ­
c o n tra d as p o r m illones en R o m a for­
NARBO NENSIS
m a n d o el m o n te Testaccio, se a d a p ­
tan en esta época en su c o n te n id o a /
estas d is p o s ic io n e s , qu e , sin d u d a , HISPANIA
*T a rra c o
a m p lia b a n otras de é p oca anterior.
Del éxito de esta m e d id a referente al
aceite bético nos h a b la de nuevo la
estadística realizada en Ostia sobre las
ánforas olearias p a ra esta época, que
casi cuadriplican a las de época flavia.
Requisiciones im positivas en espe­
cie y ventas obligatorias al E stado, i n ­
M AU R E TA N IA CESARIENSIS
cluso a precio de m e rca d o p ara evitar
perjuicio a los p ro d u c to re s, p o d ía n
so lu c io n a r el p ro b le m a del aba ste c i­
miento. Pero el p ro b le m a q u izás m ás
difícil era lograr que las m e rcan cías
llegasen de los p u n to s de origen a su
destino. S abem o s que esto se hacía
re cu rrien do n o r m a lm e n te a la in ic ia ­
tiva privada, pero ta m b ié n sab e m os
que d icha iniciativa se m o stra b a rea­
cia a tr a b a ja r p ara el E stado d a d o s
los perjuicios qu e le c a u sa b a la p r o ­ Viajes de Hadriano.
verbial len titud a d m in is tra tiv a , que
inm ovilizaba a los barcos en los p uer­
tos d u r a n te se m a n a s y se m a n as. El
p ro b le m a era antiguo, y ya C la u d io
h a b ía tenido que conceder, p a ra m o ­
verlos a actuar, a los pro pietarios de
barcos m ercantes, la exención de la
La d ina stía d e los A n to n in o s
33

Viajes d e ADRIANO

\ G ER M AN IA

\
iE R M A N IA s u p e r io r
AGRI
DECUM ATES NORICUM
PANNONIA

12 1 ( 2 °)
DACIA

PONTUS EUXINUS
MOESIA
MOESIA INFERIOR
SUPERIOR
ITALIA 132 A R M ENIA
CORSICA PONTUS
•R o m a TH RACIA

117 <1«) BITHYNIA

GALATIA
SARDINIA
M AC EDO NIA
128 C APPADO CC IA

M ESO PO TAM IA
128 | 3 ») , A thenae 133 ( 4 °)

S IC ILIA SYRIA

JU DAE

% co;
%,
CYRENAICA

AEGYPTUS

ley Papia Poppaea a los c iu d a d a n o s , el te seis años. Estas ventajas no debie­


ju s trium liberorum si e ra n m ujeres (en r o n ser suficientes, p u e s p o c o d e s­
co ntra, pues, de las m e d id a s m o ra li­ pués, en 58, Nerón concede la exención
zantes de A ugusto) y la c iu d a d a n ía a de im puestos a las naves de los nego­
los latini, sie m p re q u e p u sie se n un tiatores qu e actúen en el m ism o s e n ­
navio, de al m en os 10.000 m odios, al tido.
servicio de la A nnona (com isaria de El problema debería seguir existien­
a b astecim ientos y transportes) d u ra n - do a h o ra , pues H a d r ia n o te n d rá que
34 Aka! Historia del M undo Antiguo

intervenir de nuevo acuciado por las que pusiesen sus bienes al servicio
necesidades de la Annona. En un m o­ del Estado (arm adores prim ero, luego
m ento com o éste, en que los cargos com erciantes de aceite, arrendatarios
m unicipales (decurionado, edilidad, de los dom inios públicos, etc.) eran
etc.) en trañ an cada vez m ás pesados las clases m edias de las ciudades las
gastos po r parte de los llam ados a de­ que d ebían soportar el m ayor peso de
sem peñarlos, pasan d o de ser un ho­ los gastos. De ahí que las finanzas
nor a una tem ible carga —ya las leyes m unicipales fuesen em peorando de
m u n icip ales flavias d e te rm in a b a n form a creciente en líneas generales y
que se h ab ían de desem peñar obli­ que esos honestiores que se beneficia­
gatoriam ente p or parte de los m ás po­ b an de las exenciones, y hacían a ve­
tentados en caso de que no hubiese ces pingües negocios comerciales, p u ­
v o lu n tario s—, el em p erad o r ofrece d ie s e n en c a m b io m o s tr a r s e en
un nuevo aliciente a sus poco em ­ ocasiones espléndidos, p a ra d ó jic a ­
p ren d ed o res sú b d ito s d eten tad o res mente, en unas ciudades a las que no
del capital: escapar al desem peño de tenían obligación legal de asistir. De
las funciones públicas en tanto per­ todas form as, pese a esos grandes
m anezcan dedicados a servir al Esta­ evergetas m unicipales que encontra­
do con sus barcos (Digesto, L, 6,6,3-7). mos en la epigrafía del siglo II, desli­
Pero como ello se podría convertir en gados de cargos públicos en m uchos
un cóm odo pretexto para m uchos ri­ casos, la crisis económ ica de los m u­
cos terratenientes con vistas a escapar nicipios debió de ir haciéndose cróni­
a las cargas m unicipales entrando a ca, obligando a una creciente inter­
form ar parte com o socios capitalistas vención del Estado en apoyo de esa
de em presas navieras ya existentes, «confederación de m unicipios» que
H adriano se m uestra explícito en fa­ se hundía.
vor de la Annona: los que no aporten
a las sociedades sus barcos no pue­
den disfrutar de los beneficios esta­ 4. Profundización de la
blecidos. Adem ás determ ina que la idea imperial
exención de cargas ad q u irid a s p o r
una persona es intransferible a sus Lógicam ente este m ayor intervencio­
hijos o a sus libertos: si estos quieren nism o en todos los órdenes de la vida
con tin u ar con los derechos de su a n ­ corriente del Im perio había de tener
tecesor h an de c o n tin u ar desem pe­ su trascendencia en el plano formal
ñando la m ism a tarea. El terror a las de las cosas. En este sentido hay que
pesadas obligaciones (lilurgiae) m u n i­ reco rd ar las p a la b ra s de A. d ’Ors:
cipales acabaría así haciendo heredi­ «A unque H adriano sea de origen es­
tario el oficio de navicularius. pañol, su ideología es helenística, y su
De esta m anera, interviniendo en gobierno aplica, desarrollándola, la-
el sistema de la distribución, el em pe­ idea de su predecesor César, la basi-
rador lograba evitar en parte el p ro ­ leia, que el tradicionalism o de A ugus­
blem a de la especulación y defendía to había hecho abandonar. Subraye­
con ello el poder adquisitivo del h u ­ mos particularm ente su ideal de leyes
milde, en Rom a o en el ejército, del co m unes (νόμοι κοινοί) y ra c io n a ­
m ism o m odo que las Annoncie m u n i­ les, cuyo panegírico hará Aristides».
cipales intentarían p aliar el problem a Por ello, la política de este provin­
en su ám bito de actuación, aunque es ciano deja de ser «italiana» para con­
de suponer que cada vez«con m ayores vertirse en «im perial-provincial», en
dificultades. Hem os de tener en cuen­ palabras de P. Petit. O sea que tiende
ta que al exonerar de las cargas m u n i­ a u n a cierta uniform ación de Italia y
cipales a aquellos personajes más ricos las provincias. Por ello, com o buen
La dinastía de los Antoninos 35
conocedor que era de la diversidad de pacho a cognitionibus es el encargado
las regiones de su Im perio tomó, so­ de instruir las causas elevadas en ape­
bre todo en la últim a m itad de su rei­ lación ante el em perador; la oficina a
nado (D ’Ors), u na serie de m edidas studiis, encargada de la docum enta­
que entendía que h ab ían de contri­ ción y la investigación, fue tam bién
buir a d ar u n id ad a este vasto y com ­ desdoblada en una oficina a memoria
plejo organism o. que se encarga de clasificar los ar­
E n prim er lugar reorganizó el con­ chivos.
silium principis, convirtiéndolo en un La participación del pueblo en la
órgano oficial y estable de gobierno, elaboración de las leyes ha desapare­
por lo que a partir de H adriano es di­ cido por com pleto. Y la del Senado,
fícil precisar qué se debe a la acción sobre todo en esta época hadrianea,
directa del soberano y qué a sus con­ se ve imiy m erm ada, pues el em pera­
sejeros. Estos, que celebran sesiones dor con m ucha frecuencia obvia el
regulares y reciben un sueldo, son trám ite de c o n s u lta r al S enado, y
elegidos, previa consulta al Senado, cuando en materia de derecho privado
tanto entre senadores com o entre ca­ surgen senatusconsulta éstos son vota­
balleros, aunque éstos, poco a poco, dos a iniciativa del em perador y en
tenderán a im ponerse. La m isión de los térm inos que él señala. Lógica­
este consejo es fundam entalm ente la m ente, esta actitud de H ad rian o le
de asistir al em perador en m ateria ju ­ hacía poco sim pático al Senado, que
dicial; de ahí que los prefectos del se veía cada vez m ás dism inuido en
pretorio, que presiden el Consilium en sus poderes de una m anera osten­
ausencia del princeps, tengan cada vez sible.
un carácter más m arcadam ente ju rí­ Com o señala Albertini, es norm al
dico que m ilitar. Es en el seno del que esta centralización vaya acom pa­
Consejo donde se perfilan y precisan ñada por una codificación. A d ’Ors
las leyes y donde se determ inan las ha señalado que fue H adriano el pri­
reglas perm anentes del derecho. A las mero en publicar rescriptos propia­
decisiones así elaboradas se les da el m ente dichos p o r m edio del liber libe­
nom bre genérico de constitutiones, que llorum rescriptorum et propositorum y
pueden ser, según las circunstancias que no sin razón las colecciones de
de su em isión, edicto (prescripciones constitutiones principium com ienzan
im perativas), decreta (sentencias de con las de H adriano. Pero lo más in­
justicia), rescripta (respuestas a p re­ teresante es que por orden de este em ­
g untas p reviam ente form uladas), o perador el jurisconsulto Salvio Julia­
mandata (instrucciones dadas a los no com pone, hacia 130, el «Edicto
gobernadores provinciales). Perpetuo», en el que se resum en, con­
Para atender y facilitar la labor del densándolos, todos los edictos de los
Consilium existían una serie de despa­ anteriores pretores, con lo que queda
chos u oficinas, norm alm ente pobla­ suprim ida la libre iniciativa de los
das de libertos a cuya cabeza se en ­ m agistrados provinciales, propia de
contraba un caballero, que H adriano la época republicana, ya que en ade­
norm alm ente desarrolló. Así por ejem ­ lante sólo el em perador puede com ­
plo, la oficina a libellis («de las requi­ pletar o m odificar este edicto. H a ­
sitorias»), que ya existía, fue em plea­ driano se preocupó además de precisar
da am pliam ente por H adriano. Este en qué condiciones los jueces estaban
estableció en el despacho de «corres­ obligados por la jurisprudencia cu an ­
pondencia adm inistrativa» {ab epistu­ do los juicios em itidos fuesen contra­
lis) una distinción entre ab epistulis dictorios. Ni que decir tiene que este
Graecis y ab epistulis Latinis, atendien­ progreso en el m undo del derecho,
do a la diversidad del Im perio; el des- i que se m aterializó en la creación de
36 Akat Historia dei M undo Antiguo

dos escuelas de ju risco n su lto s, los local. Las ventajas civiles y políticas
Proculianos y los Sabinianos, desem ­ de que gozaban los ciudadanos ro­
peñó un gran papel en la unificación m anos, que eran los únicos que po­
del m undo rom ano, sobre todo en un dían acceder a los puestos del Estado
m om ento en el que el derecho de ciu­ y apelar al em perador en caso de con­
dad an ía rom ana se extendía m ás y dena capital (jus provocationis), hizo
más por las provincias, ofreciéndose, que los provinciales, sobre todo en
m uchas veces, com o un prem io ofre­ Occidente, buscasen, en el servicio al
cido p or el servicio a las tareas com u­ régim en, la equiparación con la clase
nes a los que previam ente h ab ían ac­ de ciu dadanos rom anos que era la
cedido al escalón adm inistrativo de que dirigía los destinos del Im perio;
ciudadanos latinos (carentes del ju s pese a que ello les sometiese al im ­
connubí). Para perm itir u n más rápi­ puesto sobre las sucesiones y n o 'les
do ascenso a la ciu d ad anía H adriano eximiese —salvo casos excepcionales
creó adem ás un «derecho latino am ­ de concesión del ju s italicum— de p a­
pliado» (Latium majus), según el cual gar el tributo sobre la tierra, del que
en las ciudades latinas a las que se estaban exentos los italianos, aunque
concede este derecho no es necesario sí de la capitación que pagaban los
d esem p eñ ar u n a m agistratura para no ciudadanos.
ser ciudadano, sino que basta con ser El cen so de los c iu d a d a n o s era
decurión, o sea, m iem bro del Senado confiado a procuradores ad census ac-

Arco de triunfo de Gerasa, Jordania.


(Epoca hadrianea).
La dinastía de los Antoninos 37

Restos de Ninfo de Gerasa, Jordania.


(Siglo II d.C.).

cipiendos (para recibir la declaración cargadas de d istin tas funciones. A


del censo), que disponían de personal H adriano en concreto se le deben 27
auxiliar en las provincias (adjutores nuevas procúratelas ecuestres, lo que
ad census). Ellos se en carg ab an no nos da idea de hasta qué punto el em ­
sólo del control del núm ero y catego­ p erador se apoyó en esta clase inter­
ría de las personas, sino tam bién del m edia de los caballeros, en detrim en­
catastro (forma censualis) en que se in ­ to de la superior de los senadores. La
dicaba el valor de las tierras y el tipo carrera de estos procuratores Augusti
de cultivo desarrollado, con vistas a adem ás se regulariza y se establecen
la fijación del tributo. Este era perci­ distintas categorías que encuentran
bido directam ente por los agentes im ­ su reflejo en el sueldo a percibir: 60.000,
periales, quienes, con H adriano, se 100.000, 200.000 ó 300.000 sestercios
hiciero n cargo tam b ién de los im ­ anuales. U na novedad de la época es
puestos indirectos que, com o los por­ que el cursus o carrera ecuestre se pue­
toria (aduanas), eran arrendados a n ­ de desarrollar ahora de tres formas
teriorm ente a particulares. distintas: la prim era es la norm al de
Esto nos viene a indicar que la a d ­ épocas anteriores, según la cual un
m inistración pública siguió desarro­ hijo de un caballero desem peña tres
llándose progresivamente conforme se puestos m ilitares o tres militae (prefec­
iban creando nuevas procúratelas en ­ to de una cohorte de infantería auxi­
38 Akal Historia del M undo Antiguo

liar, tribuno legionario angusticlave y día hacerlo, a una oportuna tom a de


prefecto de un ala de caballería auxi­ posición en un m om ento dado.
liar), para luego seguir la escala je rá r­ H em os señalado que las relaciones
quica de las procúratelas. La segunda de H ad rian o con el Senado no eran
vía es la de los m ilitares no pertene­ d e m a s ia d o b u e n a s d eb id o fu n d a ­
cientes a una familia ecuestre, en cuyo m entalm ente a la poca estim a que el
caso la carrera es lógicam ente más em p erad o r m ostraba a veces hacia
larga, debiendo ascender de soldado este ó rg a n o p restigioso p ero poco
a cen tu rió n p rim ip ilo , p a sa r luego com petente, y por la introm isión con­
por el triple tribunado de las cohortes tinua que realizaba en asuntos de su
rom anas (vigiles, urbanas, pretorias), com petencia: el fiscus o caja im perial
volver a desem peñar un segundo pri- cada vez com ía m ás el terreno al ae­
m ipilado en una legión y pasar luego rarium Saturni dependiente del Sena­
ya a una procúratela. Y la tercera for­ do, cuya gestión por otro lado es co n ­
ma, creada por H adriano, ofrece la fiada p o r el príncipe a unos prefectos
novedad de p re scin d ir del servicio especiales (praefecti aerarii); las ciuda­
m ilitar: jóvenes cultos, con frecuencia des italianas, dependientes del Sena­
juristas, que obtienen la prim era pro­ do, cada vez m ás se iban viendo con­
cúratela, como nos dice P. Petit (1974), tro la d a s p o r curatores im p e ria le s;
luego de h ab e r sido advocatus fisci pero lo que posiblem ente creó m ayor
(abogado del fisco, cargo creado por tensión fue el hecho de que la ju ris­
H adriano), praefectus fabrum (adjunto dicción del pretor tutelar fue reducida
de un m agistrado) o colaborador de al te rrito rio e stricta m e n te ro m an o
un sen ad o r encargado de cúratelas (urbica diócesis), nom brando para el
rom anas. Se inicia así una separación resto de Italia a cuatro consulares con
entre carreras m ilitares y civiles que objeto de que juzgasen, por el proce­
h a b rá de a lc a n z a r un gran futuro dim iento de la cognitio (d’Ors), los
posteriorm ente. Estos procuradores, procesos civiles que se produjesen en
entre los cuales los más destacados sus respectivos distritos. Esto im pli­
son los encargados de los vigiles, de la caba extender a Italia el régim en ju ­
Annona, de Egipto y del pretorio, po­ dicial de las provincias, sustrayendo
dían esperar adem ás desem peñar ta­ a b ie rta m e n te a la p ro v in cia de la
reas reservadas a los senadores si el com petencia del Senado y de las m a­
em perador los introducía en el S ena­ gistraturas tradicionales. La m edida
do m ediante u na adlectio inter consu­ era sin duda necesaria, para descon­
lares, pudiendo llegar así, por ejem ­ gestionar los tribunales de Rom a y
plo, a la prefectura de la Urbe. En soslayar las insuficiencias de los tri­
cam bio ningún senador llegará a ser bunales m unicipales, pero resultaba
prefecto del pretorio, con lo que, como realm ente revolucionaria y el Senado
señala P. Petit, la ventaja a favor de no podía recibirla con agrado. Esta
los caballeros es evidente. m ed id a p ro b a b le m en te se pro d u jo
Com o com plem ento de esta m ayor antes del viaje del em perador a Ate­
com plejidad de los servicios adm inis­ nas en 128, frente a la m ayor parte de
trativos, H ad rian o se cuidó de organi­ su restante obra reform adora en te­
zar el sistema de correo oficial (cursus m as de fondo, que debió producirse
publicus) con m ayor esm ero que sus tras su regreso de la ciudad ática en
antecesores. D ebem os de te n e r en 132/133 (A. d ’Ors).
cuenta que, en un organism o tan am ­ Q uizá sea interesante, antes de con­
plio y com plejo, la tr a s m is ió n ráp i­ cluir este apartado, poner un poco de
da de las órdenes y noticias era de énfasis en la im portancia concedida
una im portancia vital, dados los m e­ po r H adriano a Atenas, ciudad de la
dios de la época, pues afectaba, o p o ­ que había tom ado (antes de ser em ­
La dinastía de ios Antoninos 39
perador) la ciu d ad an ía com o un ho­ Algunas disposiciones de Hadriano
nor, en cuyos cultos se había inicia­ Cuando impartía justicia, no sólo reunía en
d o, en la q u e se d e s a r r o lló u n a consejo a sus amigos o cortesanos, sino
m agnífica obra constructiva, a la que también a jurisconsultos, y de ellos sobre
colocó al frente de una confederación todo a Juvencio Celso, Salvio Juliano, Ne-
panhelénica, com o una segunda ca­ racio Prisco, con tal que el Senado les hu­
pital del Im perio, y en la que actuó biera dado su aprobación. Entre otras le­
com o legislador para renovar, a peti­ yes, decretó que en ninguna ciudad se
ción de los propios atenienses, tanto derruyese casa alguna con el fin de trasla­
dar los materiales de derribo a otra ciudad.
sus instituciones religiosas com o pro­
A los hijos de los proscritos les dio dere­
fanas (Oliver). El realism o de H ad ria­ cho a conservar la duodécima parte de los
no, consciente de gobernar un m un­ bienes de sus padres. No admitió los deli­
do bilingüe y dual, le lleva en este tos de lesa majestad. Rechazó las heren­
caso, com o en otros, a tom ar m edidas cias que le vinieron de personas descono­
de una gran trascendencia futura. cidas y las de conocidos que tuvieran hijos
tampoco las aceptó. Sobre el hallazgo de
tesoros decidió que si alguien encontraba
5. El levantamiento judío algo en sus posesiones, podía conservar­
E n páginas anteriores hem os referido los; si lo encontraba en posesión ajena,
debía entregar la mitad al dueño del lugar,
cóm o una revuelta generalizada de y si el lugar era público, debía compartirlo
los elementos judíos en la parte orien­ con el Fisco. Prohibió que los amos ma­
tal del Im perio h ab ía puesto en serio taran a sus esclavos, y cualquiera que lo
peligro la lab o r desarrollada por Tra­ mereciese debía ser condenado por los
ja n o cuando su cam p aña de conquis­ jueces, no por sus dueños. Vedó que se
ta de M esopotam ia. La rebelión h a­ vendieran siervos o esclavas a rufianes y
bía durado de 115 a 117 y había sido lanistas, sin manifestar las razones de tal
ferocísim am ente reprim ida por Lusio proceder. A los disipadores de sus bienes,
si no dependían de la potestad de otra per­
Quieto y M arcio Turbo, lo que había
sona, ordenó que fueran azotados en el
dejado un muy am argo recuerdo. anfiteatro y que luego los dejaran marchar.
En 1929, durante uno de sus viajes Hizo caer en desuso los ergástulos de es­
orientales, H ad rian o visitó las ruinas clavos y libertos. Separó los baños de los
de Jerusalem y ordenó su reconstruc­ hombres de los de las mujeres. Dio orden
ción, bajo el nom bre áeAelia Capitoli­ de que si algún amo aparecía asesinado
na, lo que, com o G arzetti indica, su­ en su casa no se sometiera a interrogatorio
ponía la intención deliberada de hacer mediante tortura a todos los esclavos, sino
prevalecer al suprem o dios rom ano sólo a aquellos que por su proximidad al
escenario del crimen podían haber adver­
sobre el dios judío, para lo cual m an ­
tido algo.
dó construir un tem plo a Júpiter en el
m ism o em plazam iento del tem plo de Escritores de la Historia Augusta.
Salom ón. Además, en su política a n ­ Elio Spartiano, La vida de Hadriano, XVIII·.
tijudía, prohibió la circuncisión y la
celebración del sabbat. Poco después
el em perador viajó al Sur, a Egipto, tom ando cuerpo entre los judíos, al
d o n d e su efebo favorito, el b itinio tiem po que se elevaba la nueva Jeru­
A ntinoo, perdió la vida ahogado en el salem rom ana y los extranjeros se
río, volviendo inconsolable al a m an ­ iban asentando en ella. Pero m ientras
te, que ordenó que en el lugar del ac­ H adriano anduvo por Egipto y Siria
cidente se elevase en su honor la ciu­ no se m ovieron, au n q u e se fueron
dad de A ntinoopolis o Antinoe, que preparando (quizás las famosas cue­
se elevasen estatuas al joven am ado e vas de Q um ran, donde h an aparecido
incluso que se le rindiese culto. los no m enos célebres m anuscritos
M ientras tanto el descontento iba esenios, hayan jugado un papel en
40 Akal Historia del M undo Antiguo

esta guerra subterránea). En 132, sin legiones perm anecieron en adelante en


em bargo, guiados por hábiles líderes la provincia, una de ellas en Jerusalem.
como E leazar y Sim ón B ar Kozebah, A. G arzetti ha destacado el excep­
los revoltosos se apoderaron de Jeru­ cional rigor desplegado por H adria­
salem y com enzaron una guerra de no —en c o n tra ste co n su n a tu ra l
guerrillas que causó num erosas bajas tolerancia— que estim a «provocado
a los rom anos. Se necesitaron seis le­ por la no m enos excepcional actitud
giones, m andadas p o r el gobernador de un pueblo diferente de todos los
de Siria, C. Publicio Marcelo, con el dem ás que, en contraste con el m u n ­
apoyo de la flota (classis Syriaca), para do pagano y cristiano, se sum ergió en
lograr recuperar la ciudad en 134. Sin el m ás profundo aislam iento, incluso
em bargo la guerra, a la desesperada, en su dispersión universal, hasta nues­
continuó un año más, tras el cual los tros propios días, que han visto la res­
judíos supervivientes o no esclaviza­ tauración de la patria judía, tras die­
dos fueron dispersados, se les p ro h i­ ciocho siglos, en su propia tierra».
bió visitar Jerusalem —que se siguió P alabras que en el fondo explican
lla m a n d o A elia C a p ito lin a h a s ta m ás que nada, aunque quizá no se lo
C o n stan tin o — e incluso se borró al propongan, el carácter fanático frente
país el nom bre de Judea, pasando a al fanatism o de una de las personali­
integrarse en la provincia de Siria- dades m ás ricas de su tiempo, como
Palestina. Es de notar que en estos fue la de H adriano, a quien Aelio Es-
como en otros momentos la actuación partiano, su biógrafo, definió com o
de los judíos no fue unánim e: la com u­ varius, multiplex, multiformis, y que re­
nidad de los cristianos perm aneció c ien te m e n te h a sido objeto de un
fiel a Roma y pudo seguir tranquila­ m agnífico estudio novelado por parte
mente su vida en Aelia Capitolina. Dos de M. Yourcenar.

1 ” ' ----------- -

f '
·*«£-
... __ ’ r 'i

• _ r
. f -

El anfiteatro de Itálica. Santiponce, Sevilla.


(Siglo II).
La dinastía de los Antoninos 41

Letrinas públicas de Ostia.

6. La política religiosa divina del em perador y su familia,


con una propaganda oficial que pro­
C iertam ente H ad rian o se mostró hos­ clam a cada vez con más fuerza las
til a los judíos y a su religión, y en ge­ virtudes sobrenaturales de los prínci­
neral indiferente u hostil hacia los pes. De una forma al mismo tiem po
baales sirios, pero no fue ésta su pos­ constante y discreta, los em peradores
tura general hacia todas las religiones del siglo II fueron logrando que pro­
orientales. A fortunadam ente conoce­ g resara u n a m ística im perial; que
mos hoy la política religiosa de los —en palabras de B eaujeu— cada día
A ntoninos gracias a una serie de tra­ que pase se enraizara un poco más
bajos, de entre los cuales el de J. Beau- profundam ente en el espíritu de la
jeu destaca de form a particular. gente la convicción de que el em pera­
Ya hem os h ablado de pasada del dor y los suyos eran la m anifestación
favor, propio del m undo estoico (re­ m ás patente de la divinidad en la tie­
cuérdense las tragedias de Séneca), rra. Por ello y para ello se celebraban
que Trajano concedió al Hércules de anualm ente en las provincias A sam ­
G ades y de cóm o la propaganda ofi­ bleas para celebrar el culto a los em ­
cial tendía a una cierta asim ilación peradores (salvo en Egipto, donde el
del em perador con la figura todopo­ culto no supera el m arco local), y en
derosa del Iupiter Optumus. Y él, que ellas cada ciudad era representada
divinizó a su padre cuando llegó a ser p or uno de sus ciudadanos m ás influ­
em perador en una actitud ciertam en­ yentes y ricos, por lo que estos concilia
te paradójica (su padre era dios porque se convierten políticam ente en la re­
su hijo, al ser em perador, era divino), presentación de la burguesía m unici­
se preocupó, como todos los miembros pal de la provincia. T ienen el derecho
de su dinastía, por resaltar la im agen a com unicarse directam ente con el
42 Akal Historia del Mundo Antiguo

em perador y son por ello los intérpre­ tenciación a divinidades rústicas del
tes de la opinión pública ante el po­ tipo de D iana y Silvano.
der central, pudiendo alabar o repro­ Pero al m ism o tiempo, como ya he­
bar a un determ inado gobernador. mos señalado, H adriano se abrió am ­
Pero norm alm ente las relaciones son pliam ente a la m oda helenizante que
buenas, y los gobernadores llam an in v a d ía el Im p erio en el siglo II,
junto a sí a los hijos de las familias cuando la econom ía de las ciudades
más influyentes de las ciudades re­ de O riente se m ostraba más boyante
presentadas, que tienen así una posi­ en líneas generales que la de las de
bilidad de prom oción socio-política O ccidente, dada su distinta base de
en el ámbito de la adm inistración im ­ sustentación ya señalada; cuando en
perial. La im portancia política corre, el m undo intelectual se im pone la
pues, paralela a la religiosa en estas «segunda sofística», y cuando al m is­
A sam bleas p ro v in c ia le s del culto m o tiem po lo senadores de origen
imperial. oriental iban poco a poco desplazan­
H adriano en principio se mostró do a los occidentales que hasta en­
conservador en la línea de Trajano y tonces hab ían ejercido su predom i­
venerador de las divinidades clásicas, nio en el Senado. H adriano, com o
procurando conservar unos dioses y m ás tarde A n to n in o , favoreció los
unos ritos cuya existencia condicio­ cultos griegos en Oriente y acentuó
naba, para los rom anos, la de la pro­ discretam ente los rasgos helénicos de
pia Roma y su Imperio. En este senti­ los dioses rom anos. Y si en Rom a se
do, restauró el p an teón de Agripa, volvía los ojos a las leyendas griegas
que el fuego había destruido en 110; del prim itivo Lacio, com o era la de
restauró igualm ente el aguratorium, los Enéadas, H adriano se hacía ini­
que recordaba el lugar donde Róm u- ciar en los m isterios de Eleusis y fue
lo vio a los doce buitres; restauró los un fervoroso seguidor de D iónisos,
cipos del pomoerium o recinto sagra­ p articipando en dos ocasiones (125 y
do de Roma y posiblem ente tam bién 132) en las G randes D ionisias ate­
el templo de la Bona Dea. De nueva nienses en calidad de agonoteta. El
construcción fue su m agnífico tem plo p ro p io H a d ria n o ordenó co n stru ir
de cellae adosadas en el que se u n ían num erosos tem plos en Grecia, entre
los cultos de Venus y Roma, introdu­ los que destacan el O lim peion ate­
ciendo así en la propia capital el cul­ niense y un P anhelenion que había
to al Estado asociado al de la divini­ de servir com o punto de referencia de
dad madre de los Enéadas y protectora esa confederación panhelénica a que
de los Césares, de forma que, como antes hicim os alusión. Ello no obs­
dice Petit (1969), encarnaba la m ajes­ taba, sin em bargo, para que el culto a
tad imperial en la unidad divina del Rom a, unido al culto im perial, siguie­
mundo habitado. La propia em pera­ ra progresando tam bién en la parte
triz Sabina se hacía representar com o oriental del Imperio. Por otra parte,
Venus, en tanto que a su m arido, al de su estancia en Egipto, donde falle­
que curiosamente no se encontraba ció su querido A ntinoo a quien como
precisamente muy unida, com o en el dijim os llegó a ordenar un culto, te­
mito, se le representaba com o Marte. nem os que destacar tam bién el favor
Pero éste en realidad lo que quería re­ dispensado a Isis y Serapis, lo que in ­
presentar era el valor m ilitar, la Disci­ fluyó en su difusión, especialm ente
plina, una de las virtudes im periales a e n la z o n a o r i e n t a l d el m u n d o
la que se adivinizó del 'mismo m odo rom ano.
que a la Victoria Augusta. En la m ism a Respecto a la zona occidental tene­
línea de apoyo al tradicionalism o ro­ mos que destacar, como hizo M. Jaczy-
mano se encuentra asim ism o la po­ nowska, que H adriano fue más lejos
La dinastía de los Antoninos 43
en el culto al H ércules gaditano (que
desde 120 aparece en sus m onedas),
7. La sucesión
llegando incluso hacia el final de su H adriano no quiso que su sucesión
reinado hasta su identificación con quedase tan poco segura com o la que
este su sem idiós favorito, com o lo él había experim entado en 117. Por
prueba un m edallón en el que el em ­ eso, en 136, sintiéndose enferm o y
perad o r aparece cubierto con la piel agotado, adoptó, puesto que decía que
del león de N em ea, m atado por H ér­ la naturaleza le había negado un hijo,
cules. Aquí, com o en otros puntos, a L. C eionio C óm m odo Vero, que
se p relu d iab an tiem pos futuros en tom ó entonces el nom bre de L. Aelio
este em perador a quien no desagra­ C ésar y a quien se le otorgó la potes­
dab an los epítetos de dominus y olim- tad tribunicia. J. C arcopino, basándo­
picus. se en las escasas cualidades m orales y
En páginas anteriores hemos pues­ m ilitares del heredero y en que éste
to de relieve cóm o H adriano gustaba era yerno de Avidio Nigrino, a quien
de resaltar las características regiona­ había tenido que elim inar com o com ­
les, en un aspecto que podríam os de­ petidor a com ienzos de su reinado,
n o m in ar folklórico. Tam bién hem os adem ás de que era notorio que su sa­
llam ado la atención sobre esa ten ­ lud era precaria, no se explica que
dencia al regionalism o que se da en H adriano, un hom bre de gran inteli­
los ejércitos. Pues bien, es igualm ente gencia, lo eligiese com o sucesor a no
interesante constatar cóm o em piezan ser que se tratase realm ente de un
a resurgir de nuevo con vigor anti­ hijo natural propio, al que la adop­
guas religiones que en un principio c ió n c o n v irtió en leg ítim o . P ero,
parecían h ab er sido ahogadas por la com o veremos, esto no ha sido gene­
rom anidad. Es lo que ocurre en las ralm ente adm itido.
provincias orientales con el m azdeís- Aelio C ésar fue enviado a Panonia,
mo iranio, y otros cultos sirios y asiá- cuyo clim a acabó con su débil salud,
nicos, y en O ccidente con el renaci­ y vuelto a Rom a m urió tuberculoso el
m ie n to del m u n d o c e lta , q u e en 1 de enero de 138. H adriano tam bién
realidad no h abía m uerto nunca del presentía su fin próxim o, y por ello el
todo en las zonas m enos urbanizadas 25 de febrero de 138 adoptó y asoció
y que ahora, cuando las ciudades de al Im perio a un hom bre de 51 años,
esta parte com ienzan a perder fuerza, Tito Aurelio Boionio A nnio A ntoni­
aflora de nuevo. no, que pasó a llam arse Tito Aelio
Vemos así, en la época de H a d ria­ H adriano A ntonino. A unque de fa­
no, un a tensión entre las fuerzas cen­ m ilia nimesa, había nacido en Rom a
trípetas, que tienden a la unión de to­ y era uno de los cuatro consulares de­
d o s los s ú b d ito s b a jo la m ístic a signados para adm inistrar la justicia
im perial, y las fuerzas centrífugas de­ en Italia. Sus hijos h ab ían muerto, y
rivadas de la diversidad de pueblos y H adriano le exigió, al adoptarlo, que
creencias. Pero, com o dice Beaujeu, adoptase a su vez a M arco A nnio
«esta m ultiplicidad aparente no es in ­ Vero, joven de 17 años sobrino de A n­
com patible con un teología unitaria: tonino, y a Lucio Vero, diez años más
la filosofía estoica o platónica y la re­ joven e hijo de Aelio César. Para Car-
ligión brah m an ica concillan un m o­ copino el em perador estaba in ten tan ­
nism o fundam ental con una m ulti­ do, m ediante hábiles com binaciones,
plicidad de individuaciones divinas; asegurar el trono a su nieto. Pero esto
tras la fachada en que la tradición y no se explica m uy bien, y por ello
el academ icism o han m ultiplicado las Pflaum (1964) piensa que en realidad
im ágenes de los dioses podía disim u­ H adriano había querido asegurar su
larse un «panteón sim plificado». sucesión al joven M. A nnio Vero, a
44 A kal Historia del Mundo Antiguo

quien llam aba Verissimus por sus cua­ m asiada iniciativa personal. Así adop­
lidades, pero tenía en 136 sólo 14 años tó a A n to n in o , tío de A nnio Vero,
y su nom bram iento no habría sido de obligándole a adoptarlo a su vez, y,
recibo. Por ello, una vez m uerta su es­ p a ra evitar de nuevo la an ted ich a
posa, que hubiese sido un posible obs­ oposición senatorial, tam bién al pe­
táculo, llevó a cabo la prim era parte queño hijo del desaparecido César.
de su plan: eligió a L. C eionio C óm ­ De todas form as H adriano encon­
modo, que pertenecía a un clan muy tró cierta oposición a sus proyectos y
influyente en el Senado y que adem ás reaccionó cruelm ente haciendo m a­
tenía una pésim a salud. Esperaba de­ tar a su cuñado, el nonagenario Ser-
sarm ar así a una parte influyente de viano, y a su nieto de éste que se ofre­
la más dura oposición senatorial. Es­ cía como posible pretendiente al trono,
peraba sobrevivir a su sucesor desig­ así com o a varios senadores. La ten­
nado y para ello lo envió a Panonia, sión sólo am ainó con la m uerte del
que era tan to com o en v iarlo a la em perador el 18 de julio de 138, sien­
muerte, lo que, como dijimos, se pro­ do d e p o s ita d a s sus c e n iz a s en el
dujo. Com o M. A nnio Vero seguía enorm e m ausoleo (castillo de Sant
siendo muy joven, designó entonces a Angelo) que hab ía hecho construir
un senador curtido, sin hijos y sin de­ para su familia.

Vista del teatro de Itálica.


La dinastía de los Antoninos 45

III. Antonio Pío y Marco Aurelio

1. T. Aelio Hadriano m ero de las procúratelas (sólo dos


nuevas) y procuró reducir algunos ca­
Antonino pítulos de gastos, sobre todo en cons­
a) El apelativo de «Pío» trucciones y en el aparato que acom ­
pañaba a los desplazam ientos de su
La m uerte de H ad riano fue recibida antecesor (él no salió de Roma), para
con alivio por el Senado, que se nega­ poder m antener sin grandes dificulta­
ba a p ro clam ar su divinidad e incluso des los gastos ordinarios y la esplén­
pretendía an u lar sus actos. El tacto y dida m unificencia inseparable de la
la energía de A ntonino, sin embargo, majestad del principado (Garzetti). Así
obviaron estas dificultades y final­ m antuvo y am plió la institución de
m ente se celebró la apoteosis de su los alimenta en conm em oración de la
padre adoptivo tras haber ratificado muerte de la em peratriz Faustina (141)
todos sus actos. Esta actitud le valió p ara favorecer a las n iñ as pobres
en adelante el apelativo de Pío con (puellae Faustinianaé) y repartió nueve
que se le conoce. A cam bio, A ntonino congiarios en R om a de una cantidad
suprim ió los consulares adm inistrado­ m edia (90 denarios) m ayor de lo nor­
res de justicia en Italia, que tanto m o­ mal. C on él se inician las distribucio­
lestaban a los senadores y devolvió a nes especiales de vino y aceite, lo que
Italia el aurum coronarium pagado en determ ina que las com pras por la A n­
el m om ento de su adopción. A unque nona de estos productos crezcan en la
en m enor m edida, tam bién favoreció B ética (donde a lca n zan su a p o g e o .
a las provincias devolviéndoles la m i­ [Panella]) y en la Tripolitana, que con
tad de dicho tributo. el afianzam iento de sus exportacio­
Por lo dem ás, lo que caracteriza al nes m uestra que granaba la cosecha
reinado de A ntonino —que fue m ás debida a la obra de H adriano en la
largo de lo que presuntam ente espe­ región. Los ahorros en otros capítulos
raba H ad rian o (138-161)— es la co n ­ perm itieron tam bién que los espectá­
tin u id a d respecto al reinado de su culos, que hacían popular al em pera­
predecesor (el «inm ovilism o» del que dor, alcan zasen el m ayor nivel en
h ab lan algunos autores). Se esforzó pom pa y novedades. De todas for­
p or m antener u na buena adm inistra­ mas, aunque los gastos fuesen com ­
ción, aú n sin au m en tar apenas el n ú ­ pensados con los ahorros en otros ca-
46 Akal Historia del M undo Antiguo

pitillos presupuestarios, se «fom entó pietarios que vivían en la ciudad era


u na evolución p or una vía no reco­ poco proclive a la capitalización de
m endable, de hecho fatal, en la estan­ sus propias em presas, sino m ás bien
cada vida de la ciudad» (Garzetti). al gasto suntuario personal. Por ello,
ju n to al d istan ciam ien to cada vez
m ayor entre ricos, protegidos o que
b) El estancamiento p ro c u ra b a n serlo, y pobres, se fue
económ ico abriendo un foso cada vez más pro­
fundo entre ciudad y campo; sobre
E stancam iento que no era privativo todo desde el m om ento en que las
de Rom a sino de todo el Im perio, y grandes fincas o los pequeños n ú ­
m uy p articular de su parte O cciden­ cleos de habitación cam pesina se in ­
tal. Los problem as del cam po, señala­ clinan en la m edida de lo posible al
dos en pág in as anteriores, seguían autoabastecim iento, a la autarquía,
palpitantes y las ciudades se veían dado que una parte de los grandes
cada vez con mayores problem as de propietarios tienden, desde m ediados
tesorería. En H ispania las dedicacio­ de siglo, a ab a n d o n ar la ciudad para
nes privadas al culto im perial decre­ instalarse en lujosas villae donde con­
cen notablem ente, y los representan­ centrar su actividad, com o ha visto J.
tes de sus provincias son cada vez C. Gorges que sucedía en H ispania.
m enos ab undantes en el Senado, se­ Por ello a m ediados de siglo com ien­
ñal indiscutible de la pérdida de po­ za a dejarse sentir un descenso del
der de su burguesía. El estancam iento com ercio occidental del que sólo se
técnico por un lado, derivado de la salvan los productos annonarios (ver
ausencia de incentivos que presupo­ gráfico 2 de Pascual G uasch), tran s­
ne la no existencia de una conciencia portados por arm adores al servicio de
de sociedad de consum o (P. Petit); la la Annona.
detención de la expansión territorial Estos arm adores por otra parte, sa­
y la caída en la colonización interior bem os ahora, por los textos transm iti­
de los territorios anteriorm ente con­ dos por el jurista Gayo, que se en ­
quistados por otro lado, que incide en cuentran por todas partes organizados
la baja de la dem anda cuantitativa de en asociaciones profesionales o colle­
productos producidos o com erciali­ gia. abiertam ente alentados por el Es­
zados en las ciudades, hacen que és­ tado. En realidad a éste, según Ros-
tas, pese al m ecenazgo de los grandes tovtzeff, le resultaba más fácil tratar
señores que se benefician de las exen­ con una corporación organizada que
ciones previstas por el Estado para no con una m asa de desconocidos. Y
sus servidores y pese al apoyo del por ello, dado que el Estado llegó a
propio Estado, que m ultiplica conti­ convertirse en el principal cliente de
nuam ente el núm ero de curatores, en ­ los arm adores, tanto fluviales (amni­
cuentren cada vez m ayores dificulta­ ci) com o m arinos (marini), com o lo
des para hallar personas dispuestas a prueban las inscripciones de los colle­
h acer frente a las num erosas cargas gia correspondientes, aunque aquél
que necesariam ente, incluso p o r ley, contrataba a tal o cual arm ador a títu­
conlleva el ejercicio de un cargo m u­ lo privado, los intereses coincidentes
nicipal. Además, los pagos (pagi) y al­ de contratista y contratado respecto a
deas (vid) de cam pesinos, que eran estos órganos colegiados habrían de
cada vez m ás los únicos elem entos determ inar que la adscripción a uno
productivos del sistem arse beneficia­ de estos collegia se fuese hacien d o
ban m uy escasam ente del producto p aulatinam ente obligatoria de hecho,
de su trabajo, ya que, com o antes se­ aunque aún tardase un poco m ás en
ñalábam os, la tendencia de los p ro ­ serlo de derecho.
La dinastía de los Antoninos 47
Antonino Pío toda su vida, pero él respondió siempre de
Todos los pueblos desde las fronteras ¡li­ palabra o por escrito a los que así habla­
rias a la Galia se aliaron en la conspira­ ban de él. Y como muchos nobles perecie­
ción: los marcomanos, los varistas, los ron en la guerra marcománica o germáni­
hermunduros, los cuados, los suevos, los ca, o mejor dicho la de muchas naciones
sármatas, los lacringes y los buros, y estos —a todos los cuales erigió estatuas en el
otros — los osos, los bessos, los cobotes, foro de Trajano— sus amigos le trataban
los roxolanos, los bastarnas, los alanos, de persuadir insistentemente que dejase la
los peucinos, los costobocos— aunados guerra y se volviese a Roma, pero él des­
con los victuales. Además, amenazaba la preció estos consejos y persistió en su em­
guerra con los partos y los británicos. Con peño, sin retirarse hasta haber dado térmi­
un poderoso esfuerzo de todos y también no a todas las campañas. Según lo pedían
suyo, logró vencer a estas gentes indómi­ las necesidades de la guerra, convirtió al­
tas, alentados los soldados por su coraje y gunas provincias proconsulares en consu­
por la cooperación de sus legados y pre­ lares, otras consulares en proconsulares o
fectos pretorianos que, a veces, capita­ pretorianas. Calmó los disturbios entre los
nearon el ejército. Aceptó la rendición de secuanos simplemente con su censura y
los marcomanos, a muchos de los cuales su autoridad. También devolvió la normali­
deportó a Italia. dad a España, agitada sobre todo por cul­
En realidad, siempre y en todos los asun­ pa de los lusitanos. Hizo ir a su hijo Cómmo-
tos, bélicos o civiles, antes de hacer algo, do a la frontera del imperio y allí le vistió la
consultó con los grandes de la nación. toga viril, acontecimiento que celebró dis­
Pues siem pre repetía sentencia: «Más tribuyendo un donativo entre el pueblo y
justo es que yo siga los consejos de tales nombrándole cónsul antes de que tuviera
amigos, tantos en número, que ellos sigan la edad legal.
mi voluntad, la de un solo hombre». Real­
mente le censuraron con acritud porque Escritores de la Historia Augusta.
Marco, dada su escuela filosófica, parecía Julio Capitolino, Marco Antonio, el Filóso­
duro no solo en la disciplina militar, sino en fo, XXII.

c) El despegue del mundo Occidente. Sabem os que A ntonino,


oriental muy atento a esta zona (se mostró
m uy generoso con las ciudades de
La situación debía ser un tanto dife­ A sia a fe c ta d a s p o r un terrem o to )
rente en Oriente, donde el m undo de donde se concentraba el m ayor nivel
la aldea predom ina de m odo absolu­ de riqueza del Im perio, renovó los
to sobre la econom ía de villa, y donde tratados con los reyes del C áucaso e
la actividad económ ica sabem os que incluso recibió em bajadas de Bactria­
florece en la orilla del M editerráneo y na y de la India, con quienes el co­
en los ricos valles que conducen h a ­ m ercio, que enlazaba con el de C hi­
cia el interior. El com ercio en esta na, debía ser entonces muy floreciente
zona es floreciente, pues se encuentra a juzgar por los conocim ientos geo­
movido, m ás que p or la propia pro­ gráficos que poseía sobre la zona
ducción local (debida a artesanos y C laudio Ptolom eo y que debían de
obreros libres, agrupados en in n u m e­ rem ontar en buena m edida a M arino
rables corporaciones que conocem os de Tiro, de época hadrianea (Vidal de
p o r la epigrafía), p o r el tráfico de la Blanche). Los senadores de origen
m ercancías que viajan a o desde el le­ oriental son ahora, entre los provin­
ja n o O riente, in terc am b ia n d o n o r­ ciales, más m ayoritarios que nunca
m alm ente oro por productos exóticos antes, alcanzando, según las estim a­
o de lujo que servían para alim entar ciones de H am m ond, el 56,5% del to­
los signos de prestigio que d istin ­ tal. Por otro lado es ahora cuando se
guían a las capas m ás ricas de todo el publica el Elogio de Roma de Aelio
Im perio, tanto de O riente com o de Aristides, y si bien en él se alaba la
48 A ka l Historia del M undo Antiguo

Mosaico del Foro de las Corporaciones de


Ostia, situado a la entrada de la sede de una
agrupación de navicularios.

m agnanim idad de R om a que perm ite avanzada del limes entre los golfos de
que todos los hom bres de la oicumene Clyde y de Forth, entrando en contac­
puedan ser conciudadanos, P. Petit ve to así con los caledonios.
en ciertos detalles de las expresiones El problem a m ás árduo se presentó
que los rom anos son considerados en en M auritania, donde los nóm adas
realidad por los orientales com o ex­ rech azab an la presión rom ana y a
tranjeros , y no com o conciudadanos. partir de 144, y hasta 152, presenta­
ron, tanto aquí com o en N um idia, se­
d) Política militar rios problem as a Rom a, que hubo de
m an d ar refuerzos de Siria, del Rhin,
En O riente se había centrado tam ­ del D anubio y p o r supuesto de la ve­
bién la política m ilitar de los prim e­ cina H ispania. Esta región se encon­
ros años del reinado. La diplom acia traba cansada de las continuas levas
rom ana hizo ab an d o n ar al rey de los efectuadas en ella y quizá de ello
partos un proyecto de acción en A r­ tom ó base, según A. C aballos, el lega­
m enia, al tiem po que consolidó la in ­ do de la H ispania Citerior, Cornelio
flu en cia de R o m a de O sro e n a, el P risciano, para in ten tar sublevarse
C áucaso y el Bosforo Cimerio, defen­ contra el em perador. Pero la intento­
diendo adem ás contra los alanos a na fracasó y el rebelde se suicidó. En
las ciudades griegas del m ar Negro, adelante, según Alfoldy, los em pera­
entre la p en ín su la de C rim ea y el dores no volvieron a designar a más
D anubio. generales hispanos para que m an d a­
En 142 las posiciones rom anas en sen sobre tropas igualm ente h isp a­
B ritania avanzaron p or el territorio nas. F inalm ente los nóm adas fueron
de los brigantes, estableciendo una rechazados y en la región del Aurés
La dinastía de los Antoninos 49

se abrieron carreteras y se m antuvo bienes oficiales de los privados y po­


en adelante el control. Esta política der dejar éstos a las hijas, y que pron­
de carreteras, p or lo dem ás, se desa­ to com enzó a darle hijos, algunos va­
rrolló am pliam ente a lo largo de todo rones, con lo que el fu tu ro de la
el Im perio, pro cu ran d o siem pre acor­ dinastía parecía quedar asegurado de
tar distancias (aún a costa de grandes u na m anera m ás «natural» que en
obras) para aligerar el cursus publicus\ ocasiones anteriores.
en esta tarea el em perador fue ayuda­
do a veces p or individuos particulares e) Administración, religión
y com unidades, a las que perm itía re­ y desarrollo legislativo
sarcirse m ediante el cobro de peajes.
A fines de 146, un año después de La adm inistración fue con A ntonino
la revuelta de Prisciano, M arco A ure­ altam ente com petente, y los altos fun­
lio, que contaba entonces 25 años de cionarios perm anecían largo tiempo
edad, fue asociado al gobierno, luego en sus puestos. Tal vez la percepción
de recibir la potestad tribunicia y el de los im puestos, que en el caso de los
imperium proconsular. Además lo casó indirectos volvió parcialm ente al sis­
con su hija Faustina, pra la que sepa­ tem a de arriendo, fue lo que provoca­
ró una res privata del patrimonium de ra los disturbios en Judea, G recia y
la corona con objeto de apartar los Egipto de que nos h ablan nuestras

Una calle de la antigua Ostia.


50 AkaI Historia del M undo Antiguo

fuentes y que fueron fácilmente repri­ em bargo este saberse llam ado a un
midos. De la buena adm inistración p oder absoluto, curiosam ente, no h a ­
de que gozó el Estado tal vez nos de bía corrom pido su carácter serio y
una idea el hecho de que a su muerte, trabajador. De am plia cultura, tanto
a pesar de los enormes gastos m en­ jurídica com o filosófica, parecía en­
cionados y otros más (como los deri­ contrarse en teoría bien preparado
vados del 800 aniversario de Roma) para el ejercicio del m ando personal
dejó un tesoro de 675 millones de de­ y, aunque se duda de que esta tarea le
narios, o sea dos billones setecientos agradase realm ente, cum plió su ofi­
mil sestercios. cio lo m ejor que pudo y supo.
En el cam po de la religión, junto al
tradicionalism o propio de todos sus
antecesores, se m ostró receptivo a
a) El reinado compartido
aquellos cultos m ás olvidados por con L. Vero
H adriano, com o los de Cibeles y At­ M. Aurelio era diez años m ayor que
tis, el del dios iranio M ithra o el del L. Vero, estaba casado con la hija de
Baal sirio de Baalbeck. Era en el fon­ A ntonino, llevaba tiem po asociado al
do un síntom a más de la atracción poder, era ahora el único gran pontí­
que Oriente ejercía sobre este em pe­ fice y ante los ojos de la opinión p ú ­
rador que, com o dijim os, no salió blica parecía estar claro que a él co­
de Roma. rre s p o n d ía en ex clu siv a el p o d e r
En el plano legislativo hem os de im perial. L. Vero podía haber tom ado
destacar, aparte de su celo por los el título de César, que desde H adria­
desvalidos que le ligaba a sus antece­ no designaba al heredero, y M. A ure­
sores, el hecho de que en la ju risp ru ­ lio habría cum plido ante los dem ás
dencia se em pezara a distinguir for­ con sus deberes fraternales im puestos
m alm ente lo que com o ya hem os por la adopción a la que H adriano
señalado no era más que una reali­ forzó a A ntonino. Sin em bargo, debi­
dad: la distinción entre los privilegia­ do a lo que P. Petit (1974-2) considera
dos, los más honrados (honestiores), y com o un cierto desequilibrio psicoso-
los más hum ildes {humiliores). Com o m ático que le hacía ser inseguro, exi­
en todo sistema que funcione regular­ gió que L. Vero fuese designado A u­
mente, la legislación no hacía más gusto en un m ismo plano de igualdad
que recoger la realidad y conform arla que el suyo, form ando una especie de
jurídicam ente: a la distinción entre colegio im perial que A lbertini com ­
ciudadano y no ciudadano estaba su­ para a un colegio consular. No obs­
cediendo una nueva distinción eco­ tante, la m ediocridad de L. Vero y la
nómica. Pero el hecho estaba en la ventaja que en m uchos cam pos le lle­
realidad de las cosas y no se puede vaba M. Aurelio, hacen que los histo­
culpar al legislador de ver esa reali­ riad o res co n tem p len fu n d a m e n ta l­
dad, como algún autor parece hacer m ente el reinado de éste, que por otro
en este caso. lado fue m ás largo ya que Vero m urió
en 169 sin haber destacado especial­
2. Marco Aurelio Antonino mente.
Procedente de una familia hispana, b) El final de la pax
de Ucubi (Espejo, C órdoba), cuando,
tras la muerte de A ntonino Pio, M ar­ romana
co Aurelio llega al poder, llevaba aso­ A pesar de su pacifism o teórico y de
ciado al mismo más de catorce años y que no había ejercido ningún m ando
aparecía predestinado al m ism o des­ m ilitar antes de su acceso al trono, M.
de m ucho antes, como ya vimos. Sin A urelio tuvo que dedicarse a la defen­
La dinastía de ios Antoninos 51

I
«
Δ Δ Δ Δ Δ Δ

Totalidad del i Totalidad del comercio bético


1comercio occidental
i Comercio bético i Salazones

i Aceite

El comercio bético durante el Imperio


según los pecios.

sa de las fronteras desde el com ienzo era de Siria. El prim ero logró recupe­
de su reinado. rar A rm enia, destruyendo A rtaxata y
En un principio fue el rey de los construyendo una nueva capital (Va-
partos, Vologese III, quien volvió a larshapat) donde instaló al protegido
sus proyectos anteriores de interven­ de Roma, Sohaem us. El segundo, en­
ción en A rm enia, frenados por A nto­ tre 164 y 165, atravesó el Tigris, tomó
nino, e invadió el país poniendo en el Nisibis, ocupó Seleucia y quem ó Cte-
trono a un arsácida, Pacoros. Los le­ sifonte. Los em p erad o res to m aro n
gados rom anos de C apadocia y de Si­ entonces los títulos de A rm eniaco y
ria fueron derrotados. Entonces M. Pártico M áxim o, a los que se añadió
Aurelio confió el m ando de los ejérci­ el de M édico cuando Avidio Cassio
tos orientales, reforzados con tropas penetró en esta región. U na terrible
del R in y del D an ubio, a L. Vero, epidem ia de peste se desató entonces
quien se estableció en A ntioquía y a obligando a poner fin a las hostilida­
su vez confió la guerra a sus lugarte­ des. Este azote, cuya naturaleza exac­
nientes Statio Prisco, nuevo legado de ta se desconoce (P. Salm on), sería lle­
C apadocia, y Avidio Cassio, que lo vado consigo de regreso a Rom a por
52 Akal Historia del M undo Antiguo

las tropas victoriosas y habría de cau­ nos, ligados a la tierra que la guerra o
sar, durante 25 años, num erosísim as la peste hab ían despoblado y obliga­
víctimas en todo el Imperio. Se firmó dos a prestar servicio al em perador
pues la paz, con notables ventajas cuando éste los requiriese frente a
para Roma, que conservó p ak e de nuevas invasiones. «En suma —como
Mesopotamia y sometió a vasallaje a d ice A lb e r tin i— los em p e ra d o re s
Osroena y Armenia. En 166 se cele­ aceptaban la invasión, a condición de
bró un brillante triunfo en Roma. Ese regularla y canalizarla».
mismo año los anales chinos reflejan O peracio n es m ilitares de m en o r
la presencia de una m isión rom ana cuantía tuvieron lugar tam bién en es­
en su tierra. tos prim eros años de Britania y so­
Pero poco duró la paz y la tranqui­ bre todo en el R hin, donde los cattos
lidad. En la Europa septentrional se debieron ser frenados en 162 por A u­
venían produciendo movimientos de fidio Victorino y en 170 por D idio Ju ­
pueblos que conocemos mal pero que liano. Tam bién en el sur hubo movi­
sabemos que term inaron por em pu­ m iento de tropas, y en 172 prim ero y
jar hacia el sur a una oleada de tribus luego en 177 tribus m oras pasaron a
germánicas que am enazaron a la vez la Bética, que h u b o de convertirse
las provincias de Retia, Nórico, las provisionalm ente en provincia im pe­
dos Panonias y Dacia. Ante los in ­ rial, y causaron graves estragos antes
quietantes informes que se recibían, de ser expulsadas.
M. Aurelio reclutó dos nuevas legio­ Entre am bas invasiones. M. Aurelio
nes que se estacionaron en el norte de hacía preparativos para reforzar la
Italia. En 167, herm unduros, marco- frontera d an u b ian a con la sum isión
manos, cuados, vándalos, lom bardos de yázigos, m arcom anos y cuados, in ­
y yázigos asaltaron el limes llegando c o rp o ran d o sus tierras al Im perio.
hasta Venecia, destruyendo Oderzo, Para ello se crearon dos legiones, que
asediando Aquileya, y causando por se acantonaron en Retia y Nórico, cu­
todas partes la desolación. Los dos yos procuradores fueron rem p laza­
emperadores se hicieron cargo direc­ dos por legados propretores por esta
tamente de las operaciones y, a pesar causa. Pero antes de que pudiese lle­
de algunos reveses, lograron liberar var a cabo esta em presa, Avidio C as­
en 168 el territorio rom ano. De regre­ sio, que había quedado con un m an ­
so a Roma, a comienzos de 169, L. do especial al frente de toda la zona
Vero, enfermo de apoplejía, m oría oriental, ante la falsa noticia de que el
cerca de Venecia. em perador había muerto, se procla­
Pronto marcomanos, yázigos (169) mó su heredero, considerando que
y poco después los cuados, volvieron C óm m odo, el hijo de M. Aurelio, era
a abrir las hostilidades. M arco A ure­ aún un niño. C uando la noticia fue
lio —que para entonces perdía al m e­ desm entida (175) se en co n trab a ya
nor de los dos hijos a quienes había dem asiado com prom etido. Pero tan
nombrado Césares en 166— ayudado pronto com o M. Aurelio hizo su ap a­
por buenos oficiales com o C laudio rición en O riente los partidarios de
Pompeyano y P. Helvio Pertinax, tras Cassio, que en principio fueron abun­
difíciles campañas logró im poner la dantes, le ab an d o n aro n y finalm ente,
paz, primero a los m arcom anos (172) a los tres meses del alzam iento, fue
y luego a cuados y yáxigos (175). U n m atado por sus tropas. El em perador
hecho muy interesante de este m o­ trató con u n a g ran in d u lg e n c ia a
mento es el de que un num erosos gru­ quienes habían apoyado a su com pe­
po de germanos, bien prisioneros de tidor. Pero para prevenir nuevas usur­
guerra o bien inm igrantes volunta­ paciones decidió dotarse de un co­
rios, fueron establecidos com o colo­ e m p e ra d o r, cosa que h iz o en 176
La dinastía de los Antoninos 53

Teatro romano de Ostia con el Foro de las


Corporaciones al fondo, detrás de la escena.

n o m b ran d o Augusto a C óm m odo, c) Evolución económ ica y social


que acab ab a de cum plir 15 años. El
principio estoico de que debía go­ La guerra y la peste que asolaron el
b ern ar el m ejor preparado saltaba por Im perio durante el reinado de M. Au­
los aires en cuanto un em perador de relio ac tu a ro n com o elem entos de
esta «dinastía» contó con un hijo legí­ aceleración de fenóm enos económ i­
timo a quien dejarle el poder. E, iro­ cos y sociales que se venían gestando
nías del destino, ello le tocó hacerlo desde época anterior. El equilibrio
a aquél que m uchos consideraban entre ingresos y gastos de la época p a­
com o el prim er filósofo estoico co­ cífica de A ntonino, cuando el Estado
ronado. podía acudir en auxilio de las com u­
Ese m ism o año los m arcom anos nidades en crisis, se vino abajo. Con
y los c u a d o s re e m p re n d ie ro n sus un núm ero de soldados y de funcio­
ag resio n es y los dos em p erad o re s narios necesariam ente creciente, a los
acu d iero n al D a n u b io en 178. Las que naturalm ente habría que pagar
hostilidades d u rab an aún cuando M. una cantidad global m ás alta que en
Aurelio, el filósofo pacifista, m oría en épocas pasadas, debido a una política
su puesto frente al enem igo, en el de guerra a la que se veía forzado,
cam pam ento de Viena, víctima de la M arco Aurelio debía exigir más a una
peste en m arzo de 180. p o b lació n física y e sp iritu alm en te
54 Aka! Historia del M undo Antiguo

cansada, que cada vez producía m e­ res entran en recesión en Rom a desde
nos, agobiada por las levas de sus m e­ fines del siglo I y cóm o paralelam ente
jores hom bres, los im puestos extraor­ se observa una m ayor dificultad en el
d in ario s y los tra b a jo s forzosos o aprovisionam iento de este com busti­
entregas obligatorias que la guerra ble), y el agotam iento de los filones
im ponía (algunos docum entos egip­ m ás superficiales sin que se pro d u z­
cios estudiados p o r P réaux y los estu­ can adelantos técnicos notables que
dios recientes de Rem esal parecen in ­ perm itan trabajos más profundos. Lo
d icar los com ienzos ah o ra de u n a cierto es que vemos cóm o progresiva­
annona militaris). La presión del fisco m ente el E stado va a ir ofreciendo
se acentuó sobre las ciudades del Im ­ m ayores facilidades a quienes explo­
perio hasta el punto de que para ali­ ten pozos m ineros y cómo el arrien­
viar el m alestar de la burguesía el em ­ do, que en las leyes m ineras de A ljus­
perador debió em itir una ley por la trel es del 50% del m ineral para el
que se lim itaban los gastos que eran Estado, se ha convertido en sólo un
exigibles en juegos de gladiadores a 10% y en el siglo IV según el Código
quienes desem peñasen cargos p ú b li­ Teodosiano (D e M artino).
cos; en el m ism o sentido hay que ver P. Petit (1974-2) llam a nuestra aten­
la decisión del em perador en 178 de ción sobre el hecho de que si bien la
renunciar a los atrasos fiscales de los percepción de los tributos incum be a
últim os 46 años. D e Laet en su estu­ los p ro curadores, el reparto de los
dio sobre el Portorium (1949), a quien m ism os corresponde a las curias, y
com enta M azza, ha m ostrado cóm o que antes las com pañías arren d ata­
el co n tra p u n to de tal m edida vino rias ofrecían garantías sobre el cobro
dado por la nacionalización definiti­ pero ¿cómo exigírselas a un p rocura­
va del cobro de im puestos y la sustitu­ dor? De ahí la tentación de hacer res­
ción de conductores p o r procuratores ponsable de los atrasos a los decurio­
con sueldo fijo. Los desajustes de la nes ricos, «según un p ro ceso que
econom ía, con una profunda crisis fi­ concluirá bajo los Severos con la ins­
nan ciera carac triz ad a por la in fla ­ titución de los decemprimi y los deka-
ción y la devaluación de la m oneda, prótoi, cuyas prim eras m enciones en
fueron, en opinión de De Laet, las O riente datan de la época antonina».
causas de este cam bio. Sabem os que De igual m odo el cobro de los im ­
la pro p o rció n de plata del denario puestos indirctos term inará convir­
baja al 75% con M arco Aurelio, y es tiéndose en un munus u obligación
lógico pen sar que a ello debieron de im puesta a los decuriones ricos. Los
contribuir, adem ás de la necesidad de problem as de las ciudades se agravan
au m en tar el circulante, los disturbios de este m odo, sobre todo las de aque­
bélicos que afectaron a las m inas (en llas zonas donde predom ina la propie­
Aljustrel tenem os el testim onio, p u ­ dad pequeña o m edia trab ajad a por
blicado por W ickert en 1931, de un esclavos. U n hecho significativo de
restitutor m etallorum del a ñ o 173). esta penuria, debida a los diversos
Adem ás de los destrozos causados en factores enunciados, es que en la Bé-
las instalaciones y de la escasez de la tica las dedicaciones privadas del cul­
m ano de obra, el trabajo m inero se to im perial desaparecen a partir de
debió ver afectado progresivam ente 170 (Etienne). B crnardini, cuyas teo­
p o r otros factores no m enos im por­ rías recoge Stanton, entiende que la
tantes, com o podían ser la escasez de causa m ayor de los problem as econó­
m adera para la fundición en lugares m icos se encontraba, fu n d a m e n tal­
relativ am en te cercanos a los cotos m ente, en el final de la expansión
m ineros (Meiggs ha estudiado cóm o económ ica. N o se capturaron nuevos
las prácticas de crem ación de cadáve­ tesoros después de la guerra dácica de
La dinastía de los Antoninos 55

Trajano, de form a que el Im perio de­ ción de pueblos vecinos. C uando esta
p en d ía exclusivam ente de sus p ro ­ d ep re d a c ió n no p u d o p ro lo n g arse
pios recursos, en un m undo en el que (prim ero Egipto, luego Dacia) la polí­
com o hem os señalado, desde la épo­ tica del principado se vino abajo.
ca de Augusto, el b alance entre p ro ­ E n cuanto a las fincas im periales
ducción y consum o estaba desequili­ del norte de A frica sabem os (C/L,
b ra d o h a c ia esta ú ltim a zona. La VIII, 587) que se m antenía la política
política de bienestar general sólo se del colonato aparcero, sobre la que
m antenía sobre la base de la depreda- volveremos al h ab lar de Cóm modo.

Lucio Vero una alocución a los soldados en nombre


El mismo día en que Vero vistió la toga viril, propio y de su hermano, y por mantener la
coincidió con el de la consagración que armonía en el gobierno actuó con dignidad
Pío hizo de un templo a su padre, por todo y ajustándose al patrón moral de Marco.
lo cual Pío distribuyó un donativo entre el Pero en cuanto se marchó a Siria mostró
pueblo. Y cuando Vero era cuestor presi­ una conducta infamante no sólo por la li­
dió los juegos, que ofreció, sentado entre cencia de una vida libre, sino también por
Pío y Marco. Inmediatamente después de los adulterios y las deshonestidades con
la cuestura fue hecho cónsul con Sextio mancebos. Tanta fue su liviandad, según
Laterano, y años después fue de nuevo se cuenta, que al regreso de Siria montó
cónsul juntamente con su hermano Marco. en su casa una especie de tabernucho al
Con todo, durante mucho tiempo fue un que se dirigía después de cenar con Mar­
ciudadano particular y careció de las dis­ co y en el que le servían y complacían toda
tinciones y honores públicos de Marco, clase de personas soeces. Se cuenta in­
pues ni se sentó en el Senado antes de la cluso que se pasó noches enteras jugando
cuestura, ni viajó junto a su padre, sino a los dados, pues había contraído ese vicio
junto al prefecto pretoriano, ni recibió nin­ en Siria y se convirtió en tan digno émulo
gún título de honor excepto ser llamado de Caligula, Nerón y Vitelio que por las no­
hijo de Augusto. Fue muy aficionado a los ches erraba por tabernas y lupanares cu­
juegos circenses como igualmente a los bierta la cabeza con una capucha plebeya
espectáculos de gladiadores. Antonino (de las usadas en los viajes) para enredar­
mantuvo la adopción de Vero, pese a que se con tramposos, enzarzarse en riñas ca­
le aquejaban tan grandes faltas en materia llejeras ocultando su identidad y regresar a
de placeres y lujo, porque Hadriano había menudo con el rostro amoratado a golpes.
ordenado que Pío adoptase a Vero para Incluso se le reconocía a veces, pese a
p o d e rle lla m a r nieto — al m enos eso que trataba de esconderse, en las taber­
parece— . Vero le tuvo a Antonino, más nas. En los fonduchos solía arrojar mone­
que afecto, simplemente lealtad, pese a das de las más pesadas a las copas y rom­
que a Antonino Pío le encantaban su natu­ perlas. Era muy amigo de los aurigas y
ral sincero y su modo de vivir espontáneo partidario de los «verdes». Durante los ban­
e incluso exhortó a Marco a imitarle en quetes presenciaba con bastante frecuen­
esto. Muerto Pío, Marco le confirió todos cia combates entre gladiadores, prolongaba
los honores, concediéndole la participa­ las cenas hasta muy entrada la noche y a
ción en el poder imperial y haciéndole su veces se dormía en el lecho del banquete y
colega, siendo así que solo él había sido tenía que ser llevado a su dormitorio con
designado por el Senado para el trono. las cubiertas y todo. En la cuestión del
sueño era muy parco y las digestiones las
Después de compartir con él el imperio,
hacía con toda facilidad.
de otorgarle la potestad tribunicia y la dig­
Marco, en cambio, que sabía demasia­
nidad de cónsul, Marco ordenó que se le
do bien de todos estos excesos, los disi­
llamara Vero, pasándole su propio nom­
mulaba porque le daba reparo reprender a
bre, pues antes se le conocía por Cómmo-
do. Y ciertamente Lucio correspondió a su hermano.
Marco obedeciéndole en cualquier empre­
sa que emprendía como un legado obede­
ce al procónsul y un gobernador obedece Escritores de la Historia Augusta.
al emperador. Pues al comienzo dirigió Julio Capitolino, Vero, 111-IV.
56 A ka l Historia del M undo Antiguo

U n rescripto de M. A urelio {Digesto, nueva denom inación), pero el proce­


L, 1, 38) declara que en principio no so de rom anización no se detiene por
están exentos de las cargas m unicipa­ ello: los soldados licenciados se insta­
les, aunque se recom ienda al procura­ lan en los cam pos, huyendo de las
tor exim irlos lo m ás posible. Fustel de cargas m unicipales, y estos nuevos
C oulanges llam a nuestra atención so­ «colonos» espontáneos, que se insta­
bre que si están bajo la protección del lan en tierras de un rico propietario o
procurador están tam bién bajo su de­ del m ism o em perador com o aparce­
pendencia, lo que im plia una suje­ ros, no sienten la atracción de la ciu­
ción personal que no es la propia de dad de los prim eros colonos del Im ­
los ciudadanos, au n q ue al no estar perio. Igual señalábam os antes que
exentos de munera no son tam poco sucedía con los ricos que huían de los
esclavos. Son el populus plebeius de riesgos fiscales de los cargos públicos.
que nos habla F rontino com o h ab i­ Se com ienza así la «ruralización» del
tantes de los vici que rodean la villa Im perio que va a ser característica de
del señor en los saltus latifundistas. los siglos siguientes.
Son estos latifundia, que se d an sobre Otro hecho interesante a destacar,
todo en las regiones m enos coloniza­ aunque se ha m encionado ya en p ar­
das y por tanto de propiedad menos te, es la barbarización creciente del
parcelada, los que tom an el relevo de Im perio y no sólo por la fijación de
las ciudades en la econom ía del Im ­ bárbaros en zonas donde hacía falta
perio. Com o señala Petit (1974-2), la m ano de obra, sino porque, com o se­
vida urb an a entra en regresión. No se ñala C assio D ión (LXXII, 19, 1), en
crean m ás ciudades nuevas a partir 180, «M arco (Aurelio) dio audiencia
de H adriano, y las colonias nuevas a los que venían com o enviados de
no son m ás que «honorarias» (m uni­ las naciones extranjeras, pero no los
cipios, com o Itálica, que reciben esta recibió a todos en el m ism o pie de

El foro semioval de Gerasa, Jordania.


(Epoca hadrianea).
La dinastía de los Antoninos 57

Restos del templo de Ceres situado en


medio del Foro de las Corporaciones de Ostia.
(Siglo II).

igualdad; pues éste variaba según los la del encargado de la gestión finan­
diversos Estados fuesen dignos de re­ ciera (rationalis), que recibió un ayu­
cibir la ciudadanía, o la exención de d a n te d u c e n a r io (c o n s u e ld o de
im puestos, o la exención perpetua o 200.000 sestercios), el procurator sum ­
tem poral del tributo, o incluso de go­ marum rationum. Esto nos da idea de
z a r de a p ro v is io n a m ie n to p e rm a ­ la im portancia tan especial que al­
nente». canzaron las finanzas en un reinado
tan atorm entado en este sentido como
d) Complicación creciente del fue el de M. Aurelio.
m ecanism o administrativo Los m iem bros de su Consejo tom a­
ron el carácter de funcionarios per­
Las relaciones con el Senado durante m anentes, predom inando entre ellos
el gobierno de M. Aurelio fueron ex­ los juristas, entre los que hay que des­
celentes, m ostrándose siem pre el em ­ tacar a Q. Cervidio Escévola, y con
perador respetuoso con la libertad de ellos el derecho civil prosiguió su evo­
p alabra y de actuación de los senado­ lución en un sentido hu m an itario ,
res. Los m antenía al corriente de los aunque haciendo cada vez más clara
asuntos del Estado, aum entó sus p o ­ la distinción entre honestiores y hum i­
deres ju d ic ia le s com o trib u n a l de liores. Es más, el form alism o y la con­
apelación e hizo votar num erosos se- vención progresaron, determ inando
nadoconsultos. Pero ello no im pedía la fijación de epítetos ligados perm a­
que se siguiera acelerando el proceso nentem ente al rango social ocupado;
de bu roerátización del Estado, y b u e­ así el adjetivo de clarissimus corres­
na prueba de ello es que bajo su rei­ pondería a los m iem bros de las fam i­
nado se crearon 18 nuevas procúrate­ lias senatoriales, el de eminentissimus
las ecuestres (Pflaum , 1950) m ientras los prefectos del pretorio; el de perfec­
que otras fueron revalorizadas. com o tissimus a los detentadores de las gran­
58 Akal Historia del M undo Antiguo

des prefecturas y procúratelas, y el de Estatutos jurídicos personales


egregius a los cab alleros de m enor Son ingénuos los que han nacido libres;
rango. La je ra rq u ía ad m inistrativa manumitidos los que han sido libertados
adquiere así una im portancia capital de una servidumbre conforme al derecho.
en la vida rom ana.
El em perador se preocupó por la 12. Por otra parte, hay tres clases de
palm aria decadencia que afectaba a manumitidos; ciudadanos romanos, lati­
nos y dediticios. Examinémosles separa­
Italia y por ello potenció la institu­
damente, y empecem os por los dediti­
ción de los alimenta y obligó a los se­ cios.
nadores a invertir al m enos un 25%
de sus bienes en la península. C om ­ 13. La ley Aelia Sentía dispone que los
esclavos que han sido encadenados por
prendió la necesidad de volver al sis­ sus dueños en calidad de pena, los que
tema de distritos de H adriano, au n ­ han sufrido la marca, los que, sospecho­
que, por deferencia con el Senado, sos de una infracción, han sido sometidos
dio a estos legati juridici un poder algo al tormento por torturas y han sido recono­
más lim itado que el de los antiguos cidos culpables, los que han sido entrega­
consulares; sólo la región cercana a dos para combatir al arma blanca o contra
Rom a quedó bajo la jurisdicción de las bestias y han sido cogidos para la es­
los pretores, asignando ahora a uno cuela de gladiadores o la prisión, y han
de ellos al tem a de las tutelas. En sido manumitidos en seguida por su pro­
pio dueño o por otro, se hacen hombres li­
cuanto a la justicia crim inal queda en
bres teniendo el mismo estatuto que los
Rom a en m anos del prefecto de la dediticios extranjeros.
ciudad, y en el resto de Italia en las de
los prefectos del pretorio. 14. Se llama deiticios extranjeros a los
En cuanto a las provincias, se ob­ que en otro tiempo, habiendo empuñado
serva una centralización creciente por las armas contra el pueblo romano y ha­
biendo sido vencidos, se rindieron.
acción de los procuradores im peria­
les (ya hem os citado el caso del con­ 15. De esclavos de una condición tan
trol directo de los im puestos al final humillante, diremos que, de cualquier ma­
del reinado). Se organizan de m anera nera que hayan sido manumitidos, cual­
definitiva los registros civiles, con la quiera sea su edad, y también si han perte­
necido a su dueño en plena propiedad,
obligación expresa de inscribir a to­
ellos no pueden hacerse ciudadanos ro­
dos los nacidos. Tam bién hem os se­ manos ni latinos, sino que los considerare­
ñalado que la m ala situación econó­ mos, en todos los casos, como compren­
m ica de las ciudades le llevó a un didos en el número de los dediticios.
intervencionism o creciente en la vida
de éstas. Las crisis de avituallam iento 16. Pero si el esclavo no es de esta con­
son a veces graves com o consecuen­ dición humillante, diremos que una vez li­
berto, se hace tanto ciudadano romano
cia de los m ales que sufría el Im perio
como latino.
y que tanto afectaban a la produc­
ción. Los ediles h ab ían de encargarse 17. Pues el individuo que satisface las
de la búsqueda de trigo para una ple­ tres condiciones siguientes, a saber, ser
be ham brienta y que a veces produce de edad mayor de treinta años, haber per­
motines populares. Para evitar que los tenecido a su dueño en virtud del derecho
ricos escurran el bulto de su respon­ quiritario y haber sido libertado por una
manumisión justa y legal, es decir, por la
sabilidad bajo el pretexto de que ac­
vindicta, declaración de testigos, o testa­
tú an com o abastecedores de R om a mento, aquél se hace ciudadano romano;
(arm adores, com erciantes de trigo y si por el contrario una de estas condicio­
aceite), renueva la p ro h ib ic ió n de nes falta, se hará latino.
exención p or sim ple participación fi­
nanciera en una com pañía, y adem ás
aum enta de 10.000 a 50.000 m odios el Gayo, Instituciones Jurídicas.
La dinastía de los Antoninos 59

tonelaje m ínim o que hay que poner a un m om ento en que el gobierno, por
disposición de \a Annona para benefi­ econom ía, había tenido que reducir
ciarse de la exención de los cargos los espectáculos: las venationes o cace­
m unicipales. C on esta m edida, sin rías se podían sustituir por los conde­
duda h u m an itaria, el foso entre los nados a m uerte entregados a las fie­
m uy ricos y los d em ás se a h o n d a ras. H ubo pues persecuciones, un poco
aún más. por todas partes, a partir de 165, al
tiem po que se publicaban apologías
e) La religión: el tema por parte de cristianos cultos y refuta­
de los cristianos ciones por la parte contraria. Las p ri­
m eras se esforzaban sobre todo por
M arco Aurelio siguió en el tema reli­ disociar cristianism o de m ontañism o
gioso la m ism a tónica conservadora y m ostrar que los cristianos eran fie­
de sus antecesores y, a pesar de su ra­ les al Im perio; las segundas, sobre
cionalism o, la guerra y los desastres todo la de Celso, intentan hacerlos
de la peste le llevaron a buscar solu­ aparecer com o una auténtica oposi­
ciones incluso en las m ás irracionales ción política clandestina. Lo cierto es
de las supersticiones. Los sacrificios a que entre 175 y 180 se desató una au ­
los principales dioses bélicos rom a­ téntica persecución oficial que duró
nos (Júpiter, M inerva, M arte) hicie­ hasta la m uerte de M arco Aurelio.
ron tem er a algunos que term inara
con la raza de los bueyes blancos, y
p ara co n ju ra r a la peste m ultiplicó
los vota publica, los lectisternios o 3. Cómmodo
convites a los dioses, y recurrió a todo
tipo de magos y sacerdotes de religio­ C uando M. Aurelio m urió el 17 de
nes extranjeras, sobre todo a los egip­ m arzo de 180 en Vindobona, su hijo
cios desde el punto y hora en que uno Cóm modo que estaba con él y contaba
de ellos provocó en 172 el m ilagro de sólo 19 años le sucedió sin dificultad.
la lluvia que salvó de la sed a su ejér­ La historiografía tradicional le ha ve­
cito. M arco Aurelio se volvió hacia nido presentando com o un niño m i­
todas las religiones m enos hacia una, m ado (era porfirogéneta, o sea nacido
el cristianism o, que, bastante desarro­ en la púrpura del poder), perezoso e
llado, com enzaba a sufrir en su seno inclinado a los placeres, y achacan a
la aparición de distintas sectas heréti­ e'lo en buena m edida los problem as
cas. El montañismo, surgido en Frigia de su reinado. Hoy su im agen está
hacia 156 y en plena expansión, re­ siendo reconsiderada y se le entiende
chazaba violentam ente, con espíritu más bien com o un producto de su
apocalíptico, las jerarquías terrenales época que no llegó al poder con la
y rehusaba el servicio m ilitar. Esto m adurez de sus antecesores.
exasperaba a los paganos, y m ientras
las clases altas escribían refutaciones
ra z o n a d a s co n tra el c ristia n ism o , a) El reinado de los favoritos
com o la de Celso en 177, el p o pula­
cho pedía venganza contra estos m a­ Se sabe que firmó enseguida la paz
los ciudadanos que se negaban a p a r­ con los bárbaros danubianos y regre­
ticipar en las cerem onias religiosas só a Roma. P. Petit (1975) cree que, de
de los em peradores que entre 167 y alguna m anera, C óm m odo actuaba
169 se esforzaban p o r salvar al Im pe­ com o H adriano cuando rechazaba la
rio en el norte de Italia. Era adem ás política belicista de su antecesor, en­
una o p o rtunidad de contar con co n ­ tendiendo que el Im perio no se en­
denados a m orir en el anfiteatro en contraba preparado para una expan­
60 A kal Historia del M undo Antiguo

sión y era m ejo r p erm a n ece r a la inteligente y activo, llevó a cabo ope­
defensiva. Esto le ganaría, según este raciones m ilitares para la defensa del
autor, «enemigos irreconciliables en ­ lim es, c o n ta n d o siem pre con b u e ­
tre los partidarios de la guerra, los je ­ nos co lab o rad o res que h a b ía n co­
fes militares y los senadores miembros m enzado su carrera bajo M. Aurelio:
del consilium de M arco Aurelio. Y C lodio A lbino y Pescenio Niger en
com o H adriano, debió buscar en otra G erm ania y Dacia, U lpio M arcelo en
parte los apoyos necesarios, y los en ­ Britania. En N um idia y M auritania
contró tam bién entre los caballeros la colonización siguió ganando terre­
de los que Perenne (prefecto del pre­ no hacia el Sur, y la presencia de se­
torio) fue el representante». Esto su­ nadores africanos se hizo m ás im por­
cedería sobre todo tras una conjura tan te en R om a (su progresión fue
palaciega, p rep arad a en 182 por su constante desde la época de Trajano
herm ana Lucilla, que intentó term i­ en que constituían el 5,8% hasta la de
n a r con su vida. L as c o n d e n a s a C óm m odo, en que eran ya el 31,4%
m uerte que siguieron, afectando a del Senado; de todas formas el más
m iem bros de la familia im perial y del alto porcentaje de provinciales seguía
Senado, le enajenaron por com pleto siendo el de los orientales, con un
a éste. A unque tal vez Petit exagere al 60,8%).
ver en la política pacifista de C om ­ Perenne, com o otrora Séneca en los
m odo la clarividencia de un H adria­ prim eros tiem pos de N erón, alentaba
no, lo ciero es que los hechos llevaron los apetitos del joven príncipe y se de­
al resultado señalado y que en ade­ d icab a d irec tam en te a ejec u tar su
lante y durante tres años, hasta 185, el p ropia política. Pretendió, frente al
em perador ab an d o n ó los asuntos del Senado, potenciar a la clase ecuestre
Estado en m anos de Perenne. Este, concediéndole el m ando de legiones.

Templo de Antonio Pío y de Faustina junto


a la
«vía sagrada» de los foros romanos (Año 141).
La dinastía de los Antoninos 61

Pero chocó con el descontento del do de C óm m odo), hasta el punto que


ejército británico y con las intrigas de el em perador hubo de fijar una lista
un nuevo favorito, el cham belán (cu­ oficial de precios que, com o era de es­
bicularius) M. Aurelio C leandro, anti­ perar, sólo determ inó una m om entá­
guo liberto frigio que gracias a sus in­ nea desaparición de las m ercancías
trigas h ab ía logrado convertirse en del tráfico abierto y la creación de un
caballero. Se acusó a Perenne de pre­ m ercado negro. C om o siem pre, los
tender el Im perio y fue elim inado. hum ildes fueron los prim eros en su­
En adelante, y hasta 189, C leandro frir las consecuencias de la depresión
gobernó el Im perio a su antojo. N om ­ económ ica, uno de cuyos signos más
bró y destituyó com o le vino en gana evidentes en este m om ento es la caída
a los prefectos del pretorio, vendió de los tipos de interés, lo que sabem os
los consulados (en 189 hubo 25 cón­ que produjo el krach de la banca del
sules) y los gobiernos provinciales, y futuro p a p a cristian o C alixto, que
elegía a las favoritas del em perador, ahora actuaba com o testaferro del li­
luego de h ab er hecho elim inar a la berto im perial C arpoforo, hacia 186-
em peratriz C rispina. Todo estaba en 189. Según su enemigo, H ipólito de
venta: cargos oficiales, dignidad se­ Rom a, la quiebra afectó sobre todo a
natorial, m agistraturas... H asta que fi­ las viudas y a los huérfanos, cuyos
nalm ente él m ism o fue víctima del ah o rro s h a b ría d erro ch ad o con su
prefecto de la Annona, Papirio D ioni­ m ala gestión Calixto. Por otro lado,
sio, que supo hacerle culpable de un en 184 no había sido posible cobrar
ham bre que am otinó a la plebe rom a­ los intereses de las Institutiones A li­
na y C óm m odo, asustado, le hizo m a­ mentarias, lo que evidenciaba las difi­
tar para apaciguar a la m ultitud. La cultades de liquidez de los cam pe­
cración de u na flota Africana Commo­ sinos.
diana para abastecer de trigo a Rom a Síntom as más evidentes del m ales­
habría de resolver el problem a (Pavis tar social, al m enos en algunas regio­
d ’Escurac). En adelante la influencia nes, son la revuelta de los pastores
sobre el em perador fue com partida egipcios y, sobre todo, la revuelta de
entre su favorita M arcia, al parecer M aterno, conocida com o bellum de­
cristian a, su m arid o el ch am b elán sertorum, que afectó profundam ente a
Eclecto y el prefecto del pretorio Em i­ la G alia y a H ispania Citerior. M ater­
lio Laeto. Pero esta últim a parte, en la no, desertor del ejército, logró form ar
que el em perador tuvo una actuación prim ero una cuadrilla con la que asal­
destacada, merece un estudio aparte. tab a fincas y aldeas, pero al poco
tiem p o sus seguidores h a b ía n a u ­
b) Evolución económ ica m entado de tal forma que constituían
y social un auténtico ejército que atacaba ciu­
dades im portantes, m aqueándolas y
A pesar de que el reinado de C óm m o­ abriendo las cárceles. Evidentem ente
do fue pacífico, el estado general del el fenóm eno sólo se explica por un
Imperio en su aspecto socio-económico indiscutible apoyo social por parte de
no mejoró. La can tidad de plata del quienes más sufrían la crisis, por gen­
denarius siguió bajando, incluso por tes m enesterosas que apoyaban su ac­
debajo de 70%, sin que por ello varia­ ción en la m edida en que la m isma
se su relación oficial de 1 a 25 respec­ satisfacía sus reprim idos deseos de
to al aureus. Los precios subían en ju stic ia e ig u ald ad social. C u an d o
un a proporción m ás alta que la pér­ fueron detenidos finalm ente M aterno
dida de contenido de fino de la m o­ y sus hom bres se encontraban en Ita­
neda (se ha calculado un aum ento lia, donde p re p ara b an un golpe de
entre el 100% y el 170% para el reina­ m ano contra el em perador.
62 Akal Historia del M undo Antiguo

Tam bién en Africa, donde la situa­ tos dom inios y reinan sobre una clien­
ción económ ica era indiscutiblem en­ tela de colonos» (Petit, 1975).
te mejor (no se conocen curatores rei pu­ Sólo las grandes ciudades com er­
blicae antes de Septimio Severo, según ciales de Oriente m antendrán una vida
T. Kotula), la tensión social se hacía activa haciendo afluir hacia O cciden­
sentir entre los colonos y los señores te los lujosos signos de distinción de
(conductores en las fincas im periales) que estos señores gustarán, cada vez
que se p o n ían de acuerdo para la ex­ más, rodearse. El urbanism o oriental,
plotación de los prim eros, según sa­ con su cultura, term ina por sobrepo­
bem os p or u na inscripción tunecina nerse al m ás reciente de Occidente.
de 181-2, en la que los colonos del sal­
tus Burunitanus d em an d an justicia al c) El programa teocrático
em perador, am en azan d o con a b a n ­
donar las tierras si no se les atendía, lo La mística im perial que se venía de­
que h abría de ser una grave pérdida sarrollando en los reinados anterio­
para el em perador. U na am enaza se­ res alcanza su paroxism o en la época
m ejante es realizada p o r los colonos de C óm m odo. Este, fanático de los
de Aga Bey Koy, en Lidia, y los h ab i­ cultos orientales, los integra en con­
tantes de la aldea de Dagei, en la ac­ cepciones m ístico-mitológicas de difí­
tual D obrudja, y de Scaptopara, en cil com prensión. Se inició en los mis­
Tracia (J. Kolendo). N o es difícil com ­ terios de M ithra, dios solar que se
p render p or qué algo más adelante convierte en el gran dios de los ejérci­
los em peradores im p o n d rán a quie­ tos y de su jefe, y term inó por identifi­
nes quieran ser sus colonos la p rohi­ carse con Hércules, haciéndose lla­
b i c i ó n d e a b a n d o n a r la t i e r r a m ar Hercules romanus y creando un
(Schulten). flam en Herculaneus Commodianus. A
Pero de todas form as hay que hacer la m ism a Rom a la «refundo» com o
notar que, en térm inos globales, la Colonia Lucia Aurelia Nova Commo­
econom ía agraria se desarrolla m ejor diana, dando su nom bre a práctica­
en lugares com o Africa, donde gran­ m ente todo. En realidad la política
des extensiones se encuentran orga­ religiosa de este em perador, m anifes­
nizadas al m argen de la vida urbana, tada especialm ente en sus últim os
donde el colonato de ahora no es sino años, no hacía sino culm inar un lar­
la continuación de un estado de cosas go proceso, com o hem os podido ya
muy antiguo, en el que una serie de vislum brar. Incluso la refundación de
personas, agrupadas a veces en caste­ Rom a no hacía sino subrayar, a su
lla o vid, trab ajan las tierras en de­ m anera, la desaparición progresiva
pendencia de un gran señor. Es lo de los privilegios de Rom a y de Italia.
que puede h aber pasado en N um idia Pero cuando se creyó que, en su locu­
(Kolendo), P anonia (Oliva), H ispania ra m ística, pretendía sacrificar a los
c e n tra l, G a lia o c id e n ta l, B ritan ia, dos cónsules designados para 193 y
A natolia, o Tracia, donde los notables recorrer la ciudad en procesión ritual
indígenas h ab ían conservado siem ­ a la cabeza de sus gladiadores (con
pre sus posiciones de potentados lo­ los que gustaba batirse, com o «hercú­
cales (Petit, 1975). N um erosos ca b a­ leo» que era), se decidió acab ar con él
llero s y s e n a d o re s , a b a n d o n a n d o y fue estrangulado en el baño por su
Rom a a los funcionarios profesiona­ esclavo N arciso el 31 de diciem bre de
les, vendrán a vivir a lujosas villae, le­ 192. Tenía 31 años y era realm ente po­
jos de las ciudades paxa escapar a las pular, lo que explica su posterior re­
cargas m unicipales, y form arán así habilitación por Septiinio Severo. El
«una clase de m agnates locales fuer­ «siglo de los A ntoninos» había con­
tem ente enraizados, que cultivan vas­ cluido.
La dinastía de los Antoninos 63

Bibliografía

1. Obras generales (B onn. 1963). Antiquitas, Serie 4, tom o 2.


Bonn. 1964. págs. 95-122.
A lbertini, E .. L 'E m pire R om ain. París,
1929. Rossi, R.F., «Sulla "abdicazione" di Nerva».
Annali della Fac. di Lett, e FU., Univ. degli
Garzetti, A., From Tiberius to the Antonins, Studi. Trieste III. 1966-67. págs. 43-68.
Londres, 1974. (R om a, 1960).
Stanton, G.R., «M arcus Aurelius, Lucius
Martin, J .P ., Le siécle des Antonins, Ven­ Verus and C om m od u s», A.N.R. W., II, 2,
dóm e, 1977. Berlin-N ueva York. 1975. págs. 478-549.
Petit, P., Le Ffaut Empire (21 avant J.-C. - Thornton, M.K., «Hadrian and his Reign».
161 aprés J.-C.), París, 1974. Aufstieg und Niedergang der romischen Welt,
La crise de I Empire, París, 1974 (2). II. 2. 1975. págs. 432-476.
«Le lie siéclc apres J.-C.: Etat des
questions et problém es». A.N.R.W.. II. 2,
B erlín-N ew York. 1975, págs. 354-380. 3. Obras sobre sociedad
Syme, R., Tacitus, Oxford. 1958. y economía
Carcopino, J., «Les richesscs des D accs et
2. Obras que estudian a le redressem ent de l’em pirc rom ain», D a­
cia, I. 1924. recogido luego en Las etapas
em peradores concretos del Im perialism o romano, B uenos Aires.
1968. págs. 120-133 co n el título «U n a
Cizek, E., L ’é poque de Trajan. París. 1983. vuelta al im p erialism o de conquista: el
oro de los dacios».
Durry, M ., «Sur Trajan pcre». Les empe-
reurs romains dE spagne, París, 1965, págs. Carradice, J., Coinage and Finances in the
45-54. Reign o f D om itian. A.D. 81-96, O xford.
1983.
Kienast, D ., «Nerva und das Kaisertum
Trajans». Historia, 17, 1968, págs. 51-71. Chic, G., «El intervencionism o estatal en
los cam pos de la producción y la distribu­
Oliver, J.H ., «The A thens o f H adrians»,
ción durante la época de los A ntoninos».
Les empereurs rom ains dE spagne, París.
M emorias de Historia Antigua, III. O viedo,
1965. págs. 123-133.
1979. págs. 125-137.
Paribeni, R., Optim us Princeps. M essina,
Cohen, H ., Description historique des mon-
1926.
naies frappées sous IE m pire Romain. com-
Pflaum, H.G ., «Le réglem ent succesoral m uném ent appelées médailles imperiales. 2.a
d Ή a d ri a n ». H istoria-A ugust a-Colloquium ed., tom o 2. Leipzig, 1930.
64 Akat Historia del M undo Antiguo

Domergue, C., «La m ine antique d'Aljus- Rostovtzeff, M .J., Historia social y econó­
trel (Portugal) et les tables de bronze de mica del Imperio Romano, M adrid. 1963.
V ipasca». Conim briga, XXII, 1983, págs. 5- Syme, R., «The Im perial F inances under
193. D om itian , N erva and Trajan», J.R.S., 20,
Dusanic, S ., «A spects o f R om an M ining 1930, págs. 55-70.
in N o ricu m , P a n n o n ia . D a lm a tia and
M oesia Superior». A.N.R. W., II. 6. Berlin-
N ueva York. II. 6. 1977, págs. 52-94.
Fustel de Coulanges, N .D ., Le colonat ro-
4. Obras sobre religión
main, Paris. 1985 (N ueva York. 1979). Beaujeu, J., La religion romaine a ¡’a pogee
Hammond, M ., «C om p osition o f the Se­ de l'Empire. I. La politique religieuse des A n ­
nate a.d. 68-235». J.R.S., 47, 1957. tonins (96-192), París, 1955.
Kolendo, J., «Le problém e du développe- Jaczynowska, M ., «Le cuite de l’H ercule
ment du colon at cn Afrique rom aine sous rom ain», A.N.R. W„ 17, 2, págs. 631-661.
le H aut-Em pire». Terre et p a y sans depen­ P e tit, P ., L a p a z rom an a, B a r c e lo n a .
dants dans les sociétés antiques, Paris, 1979,
1969.
págs. 391-439.
M azon, ML, « D io n de Pruse et la politique
agraire de Trajan», Lettres d'H umanité (As­
soc. G. Budé), 1943, págs. 47-80. 5. Obras sobre derecho
M azza, M ., Lotte sociali e restaurazione a u ­ y administración
toritaria nel III secolo d.C., R om a, 1973.
Panella, C., «I contenitori oleari presentí C arcop ín o, J ., « L ’h éréd ité d y n a stiq u e
ad Ostia in etá antonina: analisi tip ológi­ ch ez les A n ton in s», Revue des Etudes An-
ca, epigráfica, quantitativa», II Congreso ciennes, LI, 1949, págs. 262-321.
Internacional sobre «Producción y comercio D ’Ors, A., «La sign ification et l'oeuvre
del aceite en la Antigüedad», M adrid, 1983. d 'H ad rian d a n s l’h istoire du droit ro­
págs. 225-261. m ain», Les empereurs romains dEspagne,
Piganiol, A., «La politique agraire d’Ha- París. 1965, págs. 147-161.
drian». Les empereurs romains d'Espagne, Pflaum , H .G ., Es sai sur les procurateurs
París, 1965. págs. 135-146. équestres au Haut-Empire. París, 1950.

S-ar putea să vă placă și