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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD RAFAEL URDANETA


FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS, ADMINISTRATIVAS Y SOCIALES
ESCUELA DE DERECHO

EL LIBRE DESENVOLVIMIENTO DE LA PERSONALIDAD EN LAS


SENTENCIAS EMANADAS DE LA SALA CONSTITUCIONAL DEL
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA EN VENEZUELA ENTRE LOS AÑOS
2000-2015

Trabajo Especial de Grado para optar al título de Abogado

Coautores:
Chirino De León, Juan Daniel
C.I. V-18.479.412
Ocando Sibada, Olipmar Joseline
C.I. V-21.667.138

Tutora Académica:
Abg. Anabella del Moral Ferrer MgS.

Tutora Metodológica:
Lic. Milagros Quijada MSc.

Maracaibo, diciembre 2015


EL LIBRE DESENVOLVIMIENTO DE LA PERSONALIDAD EN LAS
SENTENCIAS EMANADAS DE LA SALA CONSTITUCIONAL DEL
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA EN VENEZUELA ENTRE LOS AÑOS
2000-2015

Br. Chirino De León, Juan Daniel


C.I. V-18.479.412

Br. Ocando Sibada, OlipmarJoseline


C.I. V-21.667.138
ÍNDICE GENERAL

Pág.

DEDICATORIA .................................................................................................. V

AGRADECIMIENTOS ....................................................................................... VI

RESUMEN ......................................................................................................... VIII

INTRODUCCIÓN ............................................................................................... IX

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA .................................................................... 1

ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS .................................................................. 4

Analizar el Tratamiento Dado al Libre Desenvolvimiento de la


Personalidad en las Sentencias Emanadas de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela
entre los Años 200-2015 ..................................................................... 4

Precisar el Contenido, Alcance y Objeto del Derecho al Libre


Desenvolvimiento de la Personalidad en la Doctrina Jurídica y
en las Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela entre los Años
2000-2015 …………………………………………………………….... 4
Contenido: Expresión Libre Desenvolvimiento de la
Personalidad ........................................................................... 4
Objeto: Esfera Vital Protegida ............................................... 11
Alcance: Facultades que Otorga ........................................... 25
Individualidad ............................................................... 25
Autonomía y Autodeterminación ................................ 28
Libertad de Elección u Opción .................................... 40
Determinar la Naturaleza Jurídica del Derecho al Libre
Desenvolvimiento de la Personalidad en la Doctrina Jurídica y
en las Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela entre los Años
2000-2015 ……………………………………………………………..... 53
Derechos Humanos ................................................................ 54
Derechos Fundamentales ...................................................... 57
Valores, Principios y Reglas .................................................. 60
El Libre Desenvolvimiento de la Personalidad: Derecho
Humano, Derecho Fundamental o Principio 64
…………….

Estudiar los Mecanismos de Protección para Hacer Efectivo el


Derecho al Libre Desenvolvimiento de la Personalidad, en la
Doctrina Jurídica Venezolana y en las Sentencias Emanadas
de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
entre los Años 2000-2015 89
…………………………………………….

CONCLUSIONES .............................................................................................. 94

RECOMENDACIONES ...................................................................................... 98

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................. 100


DEDICATORIA

A Dios, por ser nuestro guía y bendecirnos con su bondad, permitiéndonos


materializar este trabajo de investigación, logrando escalar un peldaño más
en nuestro futuro académico.

A nuestros padres, quienes en el transcurso de nuestras vidas nos han


forjado como personas capaces de conquistar cada sueño, brindándonos las
herramientas necesarias con su respaldo y motivación.

A nuestra alma mater, URU, conjunción de altos destinos, por ser éste el
resultado de cada enseñanza adquirida en sus espacios de aprendizaje,
enseñanzas que nos han preparado como los jóvenes de hoy dispuestos a
construir un futuro mejor.

v
AGRADECIMIENTOS

A Dios, por mostrarme su amor infinito con cada bendición que trae a mi
vida.

A mi madre, mi heroína y mi gran amor, por dedicar su vida a hacer de mí un


hombre de bien, de valores y principios sólidos, por enseñarme el verdadero
significado de tres cosas: amor, trabajo honrado y nobleza. ¡Por ti y para ti
seré cada día mejor!

A mi padre, mi ángel en el cielo, un hombre formidable y auténtico, amigo de


todos y ejemplo de muchos, de quien aprendí que es posible construir un
sueño y hacer de ello algo grande. Gracias por la hermosa familia que nos
dejaste; tu legado será nuestro mayor compromiso. ¡Te amaré por siempre!

A mi tía Ana Luisa, mi Chía, una mujer que se crece en la adversidad, por
demostrarme que nunca es tarde para ser el mejor en lo que haces.

A MNH, por tu amor y apoyo, por creer en mí, acompañarme en mis luchas y
celebrar como propias mis victorias.

A nuestra tutora académica, Anabella Del Moral, a quien admiro


genuinamente por su inteligencia, carisma y profesionalismo, por impartirme
sus valiosos conocimientos.

A nuestra tutora metodológica, Milagros Quijada, quien nos permitió dar


estructura a esta investigación a través de su acertada orientación.

A todos, ¡infinitas gracias!

Juan Daniel Chirino De León

vi
AGREDECIMIENTOS

A Dios, por estar conmigo en cada paso que doy, por iluminar mi mente y
haber puesto en mi camino a esas personas que han sido mi soporte y
compañía en este periodo, por mostrarme su infinita bondad y amor.

A mi madre, por ser mi ejemplo, la amiga y compañera que me ha ayudado a


crecer, por educarme con valores y principios formidables y haber sembrado
en mí las bases de responsabilidad y el deseo de superación, gracias mami
por el amor que me das, por ser promotora de mis sueños y por siempre
creer en mí, todo esto te lo debo a ti.

A mi padre, por ser mi gran amor, mi soporte, por enseñarme que con
constancia, trabajo y dedicación se pueden lograr grandes cosas, gracias
papi por tu amor incondicional, por confiar en mí y darme la oportunidad de
culminar esta etapa de mi vida.

A mi hermano, por ser mi cómplice y mi mejor aliado, por siempre alentarme


a continuar y darme su inmenso cariño. ¡Éste logro también es tuyo!

A mi amigo Juan Daniel, por trabajar arduamente en la realización de esta


investigación y depositar su confianza en mí, gracias por respaldarme en
esta etapa y por darme el placer de haber elegido bien. ¡Valió la pena!

A nuestra tutora académica Anabella Del Moral, por su buen criterio y


colaboración desinteresada, gracias por exigirnos dar lo mejor, ha sido un
privilegio haber contado con su apoyo.

A nuestra tutora metodológica Milagros Quijada, por apoyarnos e impartirnos


las directrices requeridas en la organización de esta investigación.

Olipmar J. Ocando Sibada.

vii
UNIVERSIDAD RAFAEL URDANETA
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS, ADMINISTRATIVAS Y SOCIALES
ESCUELA DE DERECHO
EL DERECHO AL LIBRE DESENVOLVIMIENTO DE LA PERSONALIDAD EN
LAS SENTENCIAS EMANADAS DE LA SALA CONSTITUCIONAL DEL
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA EN VENEZUELA ENTRE LOS AÑOS
2000-2015.

Coautores: Chirino De León, Juan Daniel


Ocando Sibada, Olipmar J.
Tutora: Abg. Anabella del Moral Ferrer MgS.
Fecha: Diciembre de 2015.
RESUMEN
La presente investigación se fundamenta en la imperiosa necesidad de ampliar
la valoración dada al libre desenvolvimiento de la personalidad en Venezuela,
siendo este un precepto constitucional de gran complejidad, cuyo abordaje en la
doctrina nacional deja mucho que desear. Es por ello que se formula como
objetivo principal analizar el tratamiento dado al libre desenvolvimiento de la
personalidad en las sentencias emanadas de la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia entre los años 2000-2015, en razón al carácter vinculante
de las sentencias proferidas por dicha Sala y cuya labor interpretativa indica los
parámetros bajo los cuales ha de ser tratado el contenido constitucional, más
aún cuando este deja espacio a numerosas interrogantes. Sin embargo, fue
necesario expandir el análisis hasta la jurisprudencia colombiana, puesto que su
aporte ha sido más significativo en lo que respecta al derecho en cuestión, así
como también la doctrina extranjera, abordando autores como Bastida (2004),
Rondón (1995), Peces-Barba (1995), Espinar (1995), entre otros, tomando
como referencia normativa la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999) y otras Constituciones del mundo (Colombia, España y
Alemania). La metodología fue de tipo exegética por ser la técnica de análisis e
interpretación jurídica que usa como herramienta de búsqueda y hallazgo del
conocimiento el significado de las palabras, además se empleó un diseño de
investigación documental y la ficha como técnica de recolección de datos. Los
resultados arrojados permitieron develar la naturaleza especial de este derecho,
ya que trastoca los más diversos aspectos en la vida de toda persona, por lo
que necesariamente su existencia sirve de soporte o principio orientador de una
gama de derechos constitucionales, pero además tiene como objeto
fundamental garantizar la libertad en su máxima expresión y por ende, la
autonomía y la individualidad de cada ser dentro de un contexto social.

Descriptores: Personalidad, libertad, individualidad, autonomía, derecho


humano, derecho fundamental, principio, protección, desarrollo.

viii
INTRODUCCIÓN

Dentro de los derechos reconocidos al hombre que garantizan su


esfera vital, destaca por su complejidad, alcance y versatilidad el libre
desenvolvimiento de la personalidad. Desde su reconocimiento en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), surge su
consagración en las distintas constituciones del mundo, abordándolo como
plataforma necesaria del derecho a la libertad en sus múltiples proyecciones;
de aquí que se afirme que el significado directo del libre desenvolvimiento de
la personalidad es el reconocimiento al individuo de una libertad general de
acción.

Venezuela, por su parte, lo ha consagrado desde la perspectiva


constitucional y legal, no solo a favor de todas las personas, sino también
especialmente a favor de niños, niñas y adolescentes. Se reconoce el libre
desenvolvimiento de la personalidad en el artículo 20 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (1999), como un derecho que tiene toda
persona, sin más limitaciones que aquellas que derivan del derecho de los
demás y del orden público y social.

Doctrinariamente se ha definido el libre desenvolvimiento de la


personalidad como la facultad natural que tiene el hombre para realizar
acciones u omisiones que le permiten expresarse progresivamente,
desarrollando cualidades que lo distinguen particularmente de otras
personas; en esencia lo que este derecho protege son las opciones de vida
de los individuos en virtud de su autodeterminación. En tal sentido, la
persona no puede elegir ser lo que es desde su nacimiento, pero la
formación de su personalidad llega a ser el resultado de la conjunción de
diversos factores familiares, culturales, sociales, e incluso de sus elecciones

ix
personales, siendo esto lo que le permite formar paulatinamente un proyecto
de vida, dando sentido a su existencia.

Como se puede inferir de las anteriores afirmaciones, este derecho


tiene gran relevancia, por lo cual se hace necesario profundizar su estudio
para entender cada uno de sus aspectos. Es por ello que a los fines de esta
investigación se ha planteado como objetivo general analizar el tratamiento
dado al libre desenvolvimiento de la personalidad en las sentencias
emanadas de la Sala Constitucional el Tribunal Supremo de Justicia en
Venezuela entre los años 2000-2015, por ser esta Sala el máximo intérprete
de la norma constitucional.

Para lograr dicho objetivo general, se proponen tres objetivos


específicos, el primero de ellos es precisar el contenido, objeto y alcance del
derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad, de manera que sea
posible establecer la verdadera esencia del derecho vista desde todas sus
perspectivas y así fijar los correctos parámetros de interpretación del mismo.
El segundo objetivo específico busca determinar su naturaleza jurídica,
siendo este elemento determinante para poder comprender la concepción
adoptada en Venezuela de este derecho, tanto por el legislador como por el
máximo Tribunal de interpretación constitucional, ante las diferentes formas
en que este ha sido catalogado: como derecho, como principio o como valor.
Por último, se formula el tercer objetivo específico por medio del cual se van
a estudiar los mecanismos de protección para hacer efectivo el derecho al
libre desenvolvimiento de la personalidad ante alguna eventual amenaza o
vulneración. Los tres objetivos específicos enmarcados en el estudio y
análisis de la doctrina jurídica y las sentencias emanadas de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela entre los años
2000-2015.

x
DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA

En el transcurso del tiempo el libre desenvolvimiento de la personalidad


ha sido debidamente reconocido en los diversos instrumentos
internacionales en materia de derechos humanos, recibiendo un abordaje
homogéneo en este ámbito; sin embargo, otra es la realidad presente en las
distintas constituciones del mundo, en las cuales el derecho en cuestión ha
sido catalogado de diferentes formas: como principio, como valor, como
derecho fundamental o simplemente como derecho humano.

Por su parte, el régimen constitucional venezolano lo incluye dentro de


una gama de derechos, no haciendo distinción alguna entre éste y los
demás; no obstante, llama la atención el lugar privilegiado que le ha sido
otorgado por el legislador constitucional en la estructura de derechos, al
colocarlo como la puerta de entrada del resto de los derechos.

En el contexto de los derechos humanos pueden presentarse múltiples


situaciones en las cuales resulten vulnerados o amenazados una serie de
derechos que converjan entre sí, vinculados a distintos aspectos del ser
humano, tales como intimidad, propia imagen, identidad, religión, sexualidad,
educación, familia, tránsito, entre otros; casos en los que generalmente el
libre desenvolvimiento de la personalidad está inmerso, pero
contradictoriamente cuando se van a realizar los abordajes judiciales dentro
del ámbito nacional se hacen menciones meramente retóricas del libre
desenvolvimiento de la personalidad, sin hacer mayor desarrollo de éste.

Además de esto no existe en el país una exhaustiva producción


doctrinal sobre este derecho, que permita colmar el vacío teórico del mismo.
Es por ello que surge la necesidad de realizar un estudio que abarque la
naturaleza, contenido y alcance del libre desenvolvimiento de la

1
personalidad, a los fines de otorgarle un adecuado status dentro del régimen
jurídico y el marco constitucional.

Atendiendo a estas consideraciones, se hace imprescindible acudir a la


doctrina jurídica extranjera, y de igual modo, a la jurisprudencia emanada de
la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia por ser éste el
máximo intérprete de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, siendo que, su criterio forma una línea interpretativa a nivel de
los derechos, llegando a ser vinculante tanto para las demás Salas que
conforman al Tribunal, como para el resto de los órganos judiciales que
conforman el sistema de justicia. Así mismo se incluye la jurisprudencia
internacional, específicamente la colombiana que se fundamenta en el
modelo alemán, cuya Constitución es una de las pioneras en el
reconocimiento del libre desenvolvimiento de la personalidad, lo cual le ha
permitido a la jurisprudencia colombiana alcanzar un nivel de mayor
desarrollo.

La expresión normativa más el criterio jurisprudencial, en conjunto,


definen y desarrollan los elementos propios de este derecho, lo cual sirve de
sustento al propio titular, que es quien hará efectivo el pleno ejercicio de
éste, y a su vez permite coadyuvar a la ampliación de las teorías aplicables
al régimen general de los derechos humanos contenidos en el ordenamiento
jurídico venezolano.

Como consecuencia de lo anterior, se plantea la formulación del


problema en los siguientes términos: ¿Cómo es analizado el derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad en las sentencias emanadas de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela entre los años
2000-2015?.

2
El producto resultante de este estudio se erige como un doble aporte,
por una parte a la sociedad en general dado a la vinculación existente del
libre desenvolvimiento de la personalidad con diversos aspectos de la vida
de cada persona dentro de la sociedad, y por otra, a los profesionales del
derecho en general, puesto que este derecho puede verse involucrado en un
sinfín de situaciones jurídicas, lo que hace necesario el adecuado
conocimiento sobre la naturaleza jurídica del mismo, así como precisar las
situaciones de violación del derecho y sus mecanismos de protección.

Este estudio se apoya en un método exegético, con un diseño de


investigación documental y se utiliza como técnica de recolección de datos
la ficha, todo ello sirve como fuente de consulta para otros estudios
relacionados con el libre desenvolvimiento de la personalidad en Venezuela.

A continuación se presenta el análisis de los resultados, fundamentado


en los objetivos específicos planteados con el propósito de lograr
cabalmente el objetivo general que perfila este trabajo de investigación.

3
ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS

Analizar El Tratamiento Dado al Libre Desenvolvimiento de la


Personalidad en las Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela entre los Años 2000-2015.

Partiendo de la formulación del objetivo general de este trabajo de


investigación, resultó imprescindible recurrir a un método exegético,
acompañado de un diseño bibliográfico documental que llevó a la
observación de la información contemplada en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (1999), en las sentencias emanadas de
la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, además de
diferentes instrumentos legales internacionales, doctrina y jurisprudencia
comparada, especialmente la jurisprudencia Colombiana. El estudio
emprendido dio como resultado la respuesta a los objetivos específicos
trazados, obteniendo de ello los parámetros necesarios para comprender en
su sentido más amplio el libre desenvolvimiento de la personalidad. A
continuación se desarrollan los resultados obtenidos:

Precisar el Contenido, Alcance y Objeto del Derecho al Libre


Desenvolvimiento de la Personalidad en la Doctrina Jurídica y en las
Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia en Venezuela entre los Años 2000-2015.

Contenido: Expresión Libre Desenvolvimiento de la Personalidad

4
La expresión libre desenvolvimiento de la personalidad significa, según
criterio de Espinar (1995), la facultad natural de que gozan los hombres para
realizar, sin obstáculos, las acciones u omisiones que le permitan expresar y
aumentar progresivamente, aquellas cualidades de capacidad, disposición,
virtudes y prudencia que deben distinguir a la persona; haciendo énfasis en
la palabra distinguir, en el sentido de que cada persona es única, con
características propias que lo hacen individual dentro de una colectividad;
así lo afirma Hervada (1986), al considerar a la persona como un ser con
dotes particulares y definidos, tales como la inteligencia y la libertad, que en
conjunto, lo hacen dueño de su propio ser.

Cabe destacar la noción de persona como piedra angular del libre


desenvolvimiento de la personalidad, puesto que ella es la portadora de una
personalidad como tal; es pertinente señalar lo expuesto por el filósofo
Barbeito (1976), al afirmar que "el ser dado por Dios al hombre no es un ser
hecho, sino un ser por hacer, algo que cada hombre debe realizar en el
tiempo. Quiere decir que la persona no es algo dado, no es un valor que se
obtiene de una vez y para siempre. No es algo tan sencillo como una obra
material que una vez conseguido se mantiene inalterable. La persona es
aquello de nosotros que es preciso desarrollar todos los días". Esta
aseveración deja claro como la persona es algo cambiante y dinámico en el
tiempo, a través del cual va formando capacidades, que según el autor
Domínguez (2011), son llamadas "capacidades adquiridas o sobrevenidas",
tales como conocimientos, virtudes, carácter, entre otros; es este cúmulo de
particularidades lo que constituye la personalidad en sí y por ende identifican
a la persona como una sola, distinta a las demás.

Atendiendo a estas consideraciones, se hace evidente cómo la persona


y la personalidad son dos aspectos esenciales que deben ser analizados
también de forma conjunta, porque no hay persona sin personalidad, toda

5
vez que la personalidad es la condición previa y específica que todo ser
humano tiene para ser persona desde el punto de vista jurídico.

Visto de esta forma, la personalidad, puede ser abordada desde dos


perspectivas, una jurídica y otra psicológica. La personalidad jurídica es
entendida por Aguilar (1987), como “(…) la cualidad de ser persona, o sea,
la aptitud para ser titular de derechos o deberes jurídicos. De allí que en el
lenguaje ordinario se diga que se es persona y que se tiene personalidad”.

El citado autor establece que “(…) el derecho vigente reconoce la


personalidad jurídica a todos los individuos de la especie humana
independientemente de su edad, sexo, salud, situación familiar y otras
circunstancias” (Art. 16 Código Civil venezolano). Así mismo, afirma que
“(…) la personalidad jurídica del ser humano (…) comienza con el
nacimiento, (…) siempre que el niño nazca vivo, aunque no sea viable” (Art.
17 Código Civil venezolano). Esto no es más que la teoría de la vitalidad, la
cual plantea que solo es necesario que el feto nazca vivo para reconocerle
personalidad. Sobre el nacimiento en este punto, es preciso señalar lo
dispuesto por este autor, para quien significa “(…) la separación del feto
respecto del cuerpo de la madre, aun cuando sea prematuro (…)
cualesquiera que sean los medios que se empleen para ello”.

Dominguez (2011), por su parte, ha establecido que “(…) el


ordenamiento jurídico reconoce la condición de persona del ser humano y
crea la personalidad de entes distintos a éste. Esto tiene su razón de ser en
la propia naturaleza de cada una de ella. El hombre es el único ser dotado
por naturaleza de las condiciones necesarias para que el derecho tenga que
reconocer su condición de sujeto. El derecho no crea la condición de
persona del ser humano, sino que reconoce una situación preexistente que

6
no puede desconocer en el estado actual del ordenamiento jurídico. El
hombre es el prius respecto del derecho.

Aclara la citada autora que “(…) es el ser humano quien en razón de su


necesidad de prevenir y regular los conflictos que crea un sistema normativo.
No tiene sentido lógico afirmar que el derecho surge como creación del
hombre y es aquel quien concede a éste la condición de sujeto de derecho.
No se existe primero como persona y luego como ser racional, se reconoce
nuestra calidad de persona o sujeto de derecho porque solo el ser humano
es la única criatura capaz de rellenar tal noción jurídica. En el estado actual
del ordenamiento jurídico todo hombre es persona”.

En este sentido, indica el artículo 6 de la Declaración Universal de los


Derechos Humanos: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al
reconocimiento de su personalidad jurídica”. Así mismo el artículo 3 de la
Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José,
dispone: “Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad
jurídica”.

Ahora bien, la definición psicológica de este término puede llegar a ser


muy amplia. Robles (1995), expresa que la personalidad es un concepto
moral y no jurídico puesto a que se refiere a todas las diversas modalidades
de acción y de pensamiento que la persona hace suyas y que constituye la
manifestación de su existencia, de su ser en el mundo como individualidad
personal. Es algo que no se da de una vez por todas, sino que se produce
en desarrollo. Sumado a esto, los autores Polaino-Lorente, Cabanyes y del
Pozo (2003), indican que “la persona, no obstante, es el fundamento de la
personalidad, la razón última por la que cada ser humano es lo que es y no
otro”, y establecen que la formación de la personalidad se remite a dos
cuestiones fundamentales: la formación, como enriquecimiento expansivo de

7
algo preexistente que la hace posible, y la personalidad, como ese algo que
a la vez impone unos límites bien precisos a la tarea formativa, pero que
necesita, no obstante, de ella.

Así mismo, el término personalidad abarca un sentido muy amplio,


puesto que es ese algo que reside y consiste en llegar a ser lo que se es.
Sin duda, la personalidad no es estática, sino dinámica, por lo que, tal y
como afirma Polaino-Lorente, Cabanyes y del Pozo (2003), “(…) su
formación no acaba jamás”; esta no se hace sin la persona, pero tampoco
solo con ella, es decir, sin persona no hay personalidad, pero por otra parte,
sin la influencia de factores externos sociales, culturales y familiares no
habría una formación y desarrollo de tal personalidad. Sin la formación la
personalidad, la persona apenas podría conquistar una pequeña porción de
ese todo al que tiende y al que está llamado a ser.

En este punto, es prudente destacar lo dispuesto en la sentencia T-


524/92 de la Corte Constitucional Colombiana, donde se transcribió el
concepto de personalidad emitido por un experto (psicóloga) consultado:

El uso popular de este concepto, precisando que la


personalidad es lo particular e íntegro de cada persona,
aquello que la hace ella misma, y que se va
desarrollando a lo largo de la vida, en función de la
interacción con el medio, haciéndose cada vez más
firme, más propio, al punto de que se dice de una
persona que “tiene mucha personalidad” o, “aún le falta
personalidad”, etc.
Al hablar en la Constitución del derecho al “libre
desenvolvimiento de la personalidad”, cabe interpretar,
que cada persona tiene el derecho a las oportunidades
que le permitan expresar su temperamento propio,
aquello que le va dando su identidad, su sello personal.
Dada esta interpretación se puede suponer que toda
persona debe contar con las posibilidades que le
permitan ampliar esta expresión, siempre y cuando,

8
como lo dice la Constitución, respete los derechos de
los demás. Al preguntar usted cuáles son los elementos
esenciales del desarrollo de la personalidad, considero
que no se puede reglamentar cuáles lo son para todas
las personas, porque dadas las salvedades anteriores,
y precisamente teniendo en cuenta lo particular de la
expresión personalidad, serán diferentes para cada
una. Lo que sí parece “esencial” es que se tenga la
posibilidad de expresar lo propio, dentro de los límites
ya mencionados. Es decir, que se permita a toda
persona expresar su individualidad (...).

En efecto, tal y como se ha dicho, la persona goza de una personalidad


jurídica y posee una personalidad psicológica, por lo que el libre
desenvolvimiento de la personalidad alude ambos aspectos, es decir, desde
el punto de vista psicológico, este derecho permite a la persona hacerse uno
distinto a los demás, con características propias y peculiares que lo hacen
un ser individual dentro de una colectividad; así mismo, en el ámbito jurídico,
el nivel de desarrollo que logra la persona como ser social, le permite
desenvolverse y participar en distintas situaciones jurídicas propias de las
condiciones sociales en las cuales debe coexistir.

Igualmente, resulta útil realizar un examen etimológico del resto del


vocablo “libre desenvolvimiento de la personalidad”. A tales efectos,
Cabanellas (1982), entiende la libertad como la “facultad natural que tiene el
hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo cual es
responsable de sus actos”; así mismo Berlín (2000), considera que la
libertad supone que no hay impedimentos para realizar alguna conducta, es
decir, ausencia de obstáculos, lo que implica al individuo tener una libertad
general de acción, que está supeditada a un fin único que es la realización,
formación y desarrollo de su propia personalidad.

9
Por otra parte, el Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua (2014), define desenvolvimiento como la: “acción y efecto de
desenvolver o desenvolverse”, es de notar que un sinónimo claro de este
término es la palabra "desarrollo"; este equivalente es empleado con mayor
frecuencia entre los diferentes autores que hacen referencia a su
significación, tal es el caso de la concepción expuesta en el Diccionario de
Psicología (1979), que establece el desarrollo como aquello que abarca
desde el origen (el comienzo de la vida mental o biológica) hasta el fin de la
existencia individual (muerte o extinción), en general, abarca el curso
completo de la vida a través del cual se forma la conducta humana, esto por
medio del aprendizaje y a su vez de los procesos de maduración y
crecimiento propios del organismo.

El desarrollo humano puede considerarse desde diversos ámbitos,


tales como el desarrollo de conciencia, el desarrollo como un proceso de
socialización, el desarrollo del pensamiento, el desarrollo físico, y
específicamente el desarrollo de la personalidad, que se materializa con un
aumento del control de pensamiento, y que en conjunto con los distintos
componentes de la vida de cada persona llevan a un resultado que es único
en cada caso.

Atendiendo a estas consideraciones, el libre desenvolvimiento de la


personalidad está integrado por los elementos antes descritos: libertad,
desarrollo y personalidad, todos ellos interrelacionados entre sí, con cierto
grado de dependencia y consecuencia entre uno y otro, es decir, cada
persona nace siendo libre y en la medida de esta libertad es que puede
desarrollarse en el curso de la vida, adquiriendo una serie de cualidades y
capacidades, resultando de este proceso constante la formación de la
personalidad, lo cual permite la consolidación de la individualidad de cada
persona (Derecho a la identidad).

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Visto de esta forma, es de notar la complejidad en torno al libre
desenvolvimiento de la personalidad, el cual llega a materializarse solo con
el concurso de dichos elementos, sobre esto, dispuso Doral (1975), que "(...)
la personalidad comprende la libertad y la independencia", lo cual hace de
cada persona un ser autónomo, con libertad para elegir y formar su vida en
base a ello.

Objeto: Esfera Vital Protegida

Todo derecho tiene como finalidad resguardar aspectos vitales en la


existencia de cada ser humano. Largos periodos de anarquía y ofensa a la
dignidad humana fueron el detonante de un movimiento masivo que trajo
consigo el nacimiento de un Estado moderno que reconoce a las personas
como ciudadanos y no súbditos, libres de opresión y crueles maltratos.

Para Prieto (1990), desde una concepción teológica, los derechos se


identifican como la traducción normativa de los valores de la dignidad,
libertad e igualdad. Por su parte, Sánchez (2006), desde un contexto
general, señala que “(…) los derechos humanos son derechos inalienables y
pertenecientes a todos los seres humanos, necesarios para asegurar la
libertad y el mantenimiento de una calidad de vida digna, y están
garantizados a todas las personas en todo momento y lugar”.

Muchos han sido los conceptos esbozados sobre los derechos


humanos, pero todos han coincidido en dos aspectos determinantes, la
libertad y la dignidad.

El libre desenvolvimiento de la personalidad, como derecho, no está


exento de tal responsabilidad garantista, en tanto que su razón de ser
encuentra asidero básicamente en la idea de libertad. Sin ánimos de

11
pretender ser exhaustivos sobre lo concerniente a la libertad, es menester
precisar algunas ideas básicas que permitan entender su necesaria
vinculación con los derechos, especialmente con el derecho en cuestión.

En principio, la libertad se muestra como un concepto variable, al cual


se le han atribuido diferentes matices a lo largo de la historia. Se ha
entendido bien como posibilidad de autodeterminación; de elección; como
acto voluntario; como ausencia de interferencia, entre otros; pero todos
apuntan a tres elementos comunes: hombre (ser humano), acción (positiva o
negativa) y voluntad.

Para Rondón (2011), la libertad se presenta como el derecho que se


tiene de actuar o de no actuar y de hacerlo en la forma en que mejor
convenga, en un status en el cual no existe dependencia de ningún otro
sujeto, ni sometimiento a ninguna pena capaz de incidir sobre dicha facultad,
cuya característica es justamente la carencia de sujeción y subordinación. Lo
antes mencionado es por excelencia, en el campo cívico, la potestad de
“hacer todo aquello que no se oponga ni a las leyes ni al orden público”. En
estos términos fue recogida la libertad en la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), en su artículo 4 al disponer:

La libertad consiste en poder hacer todo lo que no


molesta a otro: así el ejercicio de los derechos
naturales de cada hombre sólo tiene como límite
aquellos que aseguran a otros miembros de la
sociedad el goce de esos mismos derechos. Estos
límites solo pueden estar determinados por la ley.

Todas las personas son libres e iguales entre sí y cada uno posee su
propia razón o capacidad de comprensión y análisis, lo que le permite hacer
de su personalidad una figura singular de rasgos inconfundibles. La libertad
como derecho fundamental, para Del Moral (2004), “(…) tiene su basamento

12
en la concepción individualista, liberal de la sociedad, que postula al Estado
como instrumento al servicio del hombre y no al hombre al servicio del
Estado”.

Sigue señalando Del Moral (2004), que el derecho a la libertad “(…) lo


tiene toda persona desde el momento en que nace y encierra la potestad
individual de autodeterminarse, de decidir acerca de la manera de obrar o
no, pero sin olvidar que paralelamente también debe responsabilizarse de
sus actos. De esta libertad primigenia se inscribe el conjunto fragmentario de
derechos conocidos como libertades individuales (de conciencia, sexualidad,
reunión, asociación, religión, prensa, tránsito, entre otras), que reunidos
constituyen al sujeto como ser pleno”.

A este respecto, la libertad no se debe proyectar exclusivamente en un


ámbito abstracto como elemento axiológico, sustrato fundamental de la
dignidad humana, sino que debe concretarse, materializarse en situaciones
específicas, a través de las cuales el hombre manifieste su condición de ser
libre, y que transitan desde lo íntimo, individual, hasta lo social y colectivo.
Por ello la libertad se pone en evidencia de diferentes maneras (libertades
individuales), de manera que cuando la libertad se exterioriza a través del
libre desenvolvimiento de la personalidad y supone, por tanto la posibilidad
de todo ser humano de decidirse por un plan de vida dentro del bien común,
puede realizarse como hombre en toda su totalidad y extensión.

Peces-Barba (1995), asume que la libertad es una condición


imprescindible para la acción, que permite alcanzar a cada individuo los
objetivos y fines morales que persiga, y que son la expresión de la dignidad
humana, de su consideración, como algo valioso. Debemos tener en cuenta,
que esos rasgos de la dignidad, el hombre no puede realizarlos
aisladamente, o si se quiere expresar de otra manera, que solo se entienden

13
en la relación interindividual que supone la vida social, y no en una
consideración aislada del ser humano. La libertad como fundamento de los
derechos humanos es consecuencia de la existencia de mecanismos de
organización en la vida social, que permitan al hombre buscar, y en su caso
alcanzar la autonomía, independencia o libertad moral.

Considera el mismo autor, que el concepto de libertad es polivalente,


es social, política y jurídica y se diferencia de la libertad psicológica y la
libertad moral. La primera arranca del mundo moral, como exigencia para el
pleno desarrollo de la dignidad, entendida como autonomía moral, porque
tanto las instituciones o las aportaciones de racionalidades parciales, ponen
en relieve que el hombre no puede realizar sus fines y objetivos en la vida
sin esa libertad. En el momento en el que se reflexiona sobre los fines y
medios para la realización del valor político de la libertad en sociedad, se
debe recurrir al derecho como forma de organización social, eficaz y fuerte, y
así se completa el recorrido del valor moral, pasando por el valor político y
llegando al valor jurídico de esa libertad, que son los derechos
fundamentales.

Afirma el citado autor que si la libertad no tuviese su dimensión moral


carecería de legitimidad, sin su dimensión política no podría imponerse y
arraigar en la vida social y sin su dimensión jurídica carecería de validez y de
eficacia para organizar la convivencia. En segundo lugar, al mencionar a la
libertad psicológica se hace como un dato de la condición humana, es la
libertad de elección, que nos permite escoger entre diversas posibilidades, y
que es por consiguiente la base de la moralidad.

Peces-Barba (1995), por lo tanto, considera que si el hombre actuase


determinado y careciese de libertad de elección no existiría la moralidad que
es consecuencia de esa inicial libertad. Solo podemos hablar de libertad

14
moral porque existe libertad de elección, y la libertad de elección solo es
consecuente cuando actúa para alcanzar unos fines, es decir, para alcanzar
libertad moral como objetivo. Este planteamiento es el que supone una
relación dinámica y abierta de la moralidad, que necesita de la vida social
(por ser el hombre un ser social) y eso da pleno sentido a la libertad social,
política y jurídica, que se convierte en una necesidad medial e instrumental
para alcanzar la posibilidad de esa moralidad, es decir, de una vida digna y
valiosa.

Sobre lo expuesto, resulta pertinente dedicar un espacio de atención a


la dignidad humana, que bien, no es fácil conceptualizar o fundamentar bajo
un solo criterio pero en razón de ello, ha sido posible encontrar las primeras
alusiones a la idea de dignidad humana en los pensamientos de la ética
Kantiana.

Dorando (2010), establece que Kant concibe la "dignidad" como un


valor intrínseco de la persona moral, la cual no admite equivalentes. La
dignidad no debe ser confundida con ninguna cosa, con ninguna mercancía,
dado que no se trata de nada útil ni intercambiable o provechoso. Lo que
puede ser reemplazado y sustituido no posee dignidad, sino precio. Cuando
a una persona se le pone precio se la trata como a una mercancía.

En este sentido, resulta claro evidenciar que el valor de la persona no


se refiere precisamente a las apreciaciones subjetivas de conveniencia o
utilidad, sino que proviene de la dignidad que le es inherente a los seres
racionales, libres y autónomos. Es por ello que el fundamento de la dignidad
humana en la teoría de Kant, se basa en la autonomía moral que caracteriza
al ser humano: La autonomía, es, pues, el fundamento de la dignidad de la
naturaleza humana y de toda naturaleza racional, es esto lo que diferencia a
los animales de las personas y las ennoblece ante todas las demás criaturas.

15
La dignidad entonces, basada en la teoría de Kant, corresponde a una
facultad propia de todo ser humano, no referente a toda especie humana,
sino más bien a aquellos individuos que pertenecen a la sociedad y por
consiguiente son miembros de la comunidad de seres morales.

Respecto a la dignidad asevera Serna, (1989) que la misma implica


básicamente la adopción de dos tesis, la primera que sostiene que la
dignidad de la persona es un valor espiritual y moral. Y en segundo lugar que
una proyección jurídica de ese valor consiste en la autodeterminación
consciente y responsable de la propia vida, es decir, en el libre desarrollo de
la personalidad, que genera un deber de respeto por parte de los demás.

Los autores Cartón, Aguirre y Castro (1999), señalan que “para cada
quien viva su dignidad es necesario que no cometan actos que los humillen o
que degraden o humillen a los demás”, esta es la única manera de “(…)
lograr y mantener la integridad personal: la honradez moral, intelectual y de
acción, la congruencia (correspondencia entre pensamiento, palabra y acto)
que nuestra identidad e individualidad merecen”.

Siguen diciendo los citados autores que en razón a lo antes


mencionado puede definirse la dignidad de la persona, la dignidad humana,
“como la capacidad de elegir los fines propios y determinar un plan de vida,
en suma, la definición de la identidad personal de cada quien. La dignidad
humana radica pues, en la posibilidad de ser humano, de elegir para sí el
modo de ser que él quiera, cada quien puede ser él mismo según su
decisión. Es por esto, que la dignidad de la persona radica en su libertad y en
su afirmación frente a los otros”.

Un aporte más actual de la definición de la dignidad humana se


desprende de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de
Venezuela, en sentencia N° 855 de fecha 5 de mayo de 2006, establece que:

16
La dignidad humana consiste en la supremacía que
ostenta la persona como atributo inherente a su ser
racional, lo que le impone a las autoridades públicas el
deber de velar por la protección y salvaguarda de la
vida, la libertad y la autonomía de los hombres por el
mero hecho de existir, independientemente de
cualquier consideración de naturaleza o de alcance
positivo.
Por lo tanto, la mera existencia del hombre le atribuye a
éste el derecho a exigir y a obtener la vigencia de todas
las garantías necesarias para asegurar su vida digna,
es decir, su existencia adecuada, proporcional y
racional al reconocimiento de su esencia como un ser
racional. Al mismo tiempo que le impone al Estado el
deber de adoptar las medidas de protección
indispensables para salvaguardar los bienes jurídicos
que definen al hombre como persona, es decir, la vida,
la integridad, la libertad, la autonomía, etc. (…).

En síntesis, tal y como afirma Rondón (2011), “(…) lo que el Estado


ofrece al garantizar la dignidad del hombre es el respeto a su ser, a la
persona física, a su psiquis y a sus ideales”, manteniendo en él su
racionalidad y libertad, es decir, aquello que la persona y solo ella posee en
el orden de la naturaleza.
Ahora bien, Bastida (2004), expone que el derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad tiene por objeto tutelar una esfera vital
del individuo, esto es, la construcción de su plan o proyecto vital, y al mismo
tiempo describe un comportamiento genérico, pues ampara como norma
abierta, diversas posibilidades de comportamientos que pueden ser muy
dispares, a través de las cuales el individuo logra ejercer tal derecho,
asegurando un hacer permitido que puede hacer valer frente a terceros. De
aquí que el libre desenvolvimiento de la personalidad se erija en una
garantía de alternativas, al acceder a realizar cualquiera de las actuaciones
posibles que encajen en su objeto y que en definitiva dependerán de las
particularidades de cada individuo.

17
Lo dicho se hace manifiesto en sentencia T-222/92 de la Corte
Constitucional Colombiana que señaló:

Se garantiza con él la libertad general de actuar, de


hacer o no hacer lo que se considere conveniente. Por
tanto se inscribe en el amplio ámbito de la libertad y
en todas aquellas manifestaciones en que el ser
humano se proponga autónomamente realizar las más
diversas metas.
Su compleja naturaleza hace que la protección que le
depara el ordenamiento cobije las relaciones del
hombre en el campo social, político, económico y
afectivo, entre otros.
En virtud de este derecho el Estado no puede interferir
en el desarrollo autónomo del individuo sino que, por el
contrario, debe procurar las condiciones más aptas
para su realización como persona. (Resaltado propio)
Y en decisión T-532/92, que estableció:

El derecho fundamental al libre desarrollo de la


personalidad plantea una relación individuo-sociedad-
Estado, a partir de la cual debe precisarse el alcance
de los derechos, deberes y obligaciones de unos y
otros.
El núcleo esencial de este derecho protege la
libertad general de acción, vinculada estrechamente
con el principio de dignidad humana (CP artículo 1),
cuyos contornos se determinan de manera negativa,
estableciendo en cada caso la existencia o inexistencia
de derechos de otros o disposiciones jurídicas con
virtualidad de limitar válidamente su contenido.
(Resaltado propio)

De acuerdo al contenido de estas sentencias, se hace evidente como el


derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad involucra una libertad
general de acción, que es propia de todos aquellos derechos que contienen
en sí mismos una libertad, tal es el caso del derecho a la libre religión o
libertad de culto, el derecho a la libertad de conciencia, derecho a la libertad
económica, a la libertad de información, a la libertad de asociación, por

18
mencionar algunos. A través de esta libertad general de acción se pretende
hacer valer el permiso constitucional de actuación frente a injerencias
estatales y de terceros, de manera que sea posible generar derechos y
obligaciones recíprocas entre el individuo, el Estado y la sociedad.

Cabe aquí hacer alusión a la Constitución de Alemania, pues dicha


aseveración de la Corte Constitucional Colombiana parece orientarse en el
sentido del artículo 2 párrafo 1 de aquella, que dispone según Morchón
(1995), lo siguiente:

Jeder hat das Recht auf die freie entwicklung seiner


persönlichkeit, soweit er nicht die rechte anderer
verletzt und nicht gegen die verfassungsmässige
ordnung oder das sittengesetz verstösst. (Todos tienen
el derecho al libre desarrollo de su personalidad, en la
medida en que no se violen los derechos de los demás
y no atente contra el orden constitucional o a la ley
moral).

Del artículo citado se vislumbra como el libre desenvolvimiento de la


personalidad garantiza una libertad general de la acción humana, que tiene
consecuencias de gran alcance, dado que la libertad de hacer o no hacer se
ve aquí protegida y tiene doble significado. Por una parte, a cada cual le está
permitido prima facie, es decir, en caso de que no intervengan restricciones,
hacer y omitir lo que quiera (norma permisiva). Por otra, cada cual tiene
prima facie, es decir, en la medida en que no intervengan restricciones, un
derecho frente al Estado a que éste no impida sus acciones y omisiones
(normas de derecho). De esta manera el supuesto de hecho del artículo 2
párrafo 1 es ampliado. Abarca todas las acciones de los titulares de
derechos fundamentales (norma permisiva) y todas las intervenciones del
Estado en las acciones de los de derecho fundamental (norma de derechos).

19
Considerando la forma de ejercicio de tal derecho, en virtud del cual la
distinción se basa en el tipo de comportamiento que adopta el titular del
derecho y también a la respuesta que esa conducta genera en su entorno,
terceros en general y poderes públicos, el libre desenvolvimiento de la
personalidad se posiciona en los derechos de no interferencia; estos
implican una protección del individuo frente a acciones externas de los
poderes públicos, de otros grupos y de personas individuales que podrían
impedir o dificultar su libertad de elección.

Por su parte, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en


decisión de fecha 05 de junio de 2001 en una acción de amparo
constitucional contra sentencia donde los recurrentes alegaron la violación
del derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad consagrado en el
artículo 20 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(1999), toda vez que se había pasado por encima de la voluntad de los
litigantes, quienes libremente habían decidido poner fin al proceso de forma
amistosa; para luego la Sala establecer en las consideraciones de fondo
para resolver la acción de amparo lo siguiente:

Así pues, considera esta Sala que, el Juzgado


Superior, al decidir la apelación, en los términos
expuestos, desconoció los elementos del
consentimiento otorgado por ambas partes, incurriendo
efectivamente como lo alegó el accionante, en la
violación del derecho constitucional al libre
desenvolvimiento de la personalidad consagrado en el
artículo 20 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, dado que el mismo impuso
a las partes una limitación a su voluntad,
manifestada libremente, al dar por terminado el
conflicto existente entre las mismas con la cancelación
del pago del monto establecido.
En tal sentido, resulta oportuno referir la opinión del
autor español Francisco Rubio Llorente, quien
citando una sentencia del Tribunal Constitucional

20
Español, alude al derecho antes referido en los
términos de libre desarrollo de la personalidad
como el principio general de libertad, consagrado
en la Constitución Española en los artículos 1.1 y
10.1, que autoriza a los ciudadanos a llevar a cabo
todas aquellas actividades que la ley no prohíba o
cuyo ejercicio no subordine a requisitos o
condiciones determinadas. (Resaltado propio)

Sobre esta sentencia, pareciera que la Sala presume la vinculación de


la idea de voluntad autónoma al libre desenvolvimiento de la personalidad y
trae a colación la opinión del autor Rubio Llorente, para fundamentar y
confirmar su posición en la orientación de este derecho hacia la libertad
general de acción.

En el mismo año, en sentencia de fecha 16 de julio de 2001, la Sala


también en una acción de amparo constitucional contra sentencia retoma
nuevamente la idea plasmada en la decisión antes referida, pero en los
siguientes términos:

A juicio de esta Sala, la expectativa legítima en la que


se fundamentó el juzgador superior para declarar con
lugar la apelación no puede afectar el libre
desenvolvimiento de la personalidad entendido
como principio general de libertad, que autoriza a
los ciudadanos a llevar a cabo todas aquellas
actividades que la ley no prohíba o cuyo ejercicio
no subordine a requisitos o condiciones
determinadas, y que en el caso bajo examen se
patentizó a través del desistimiento efectuado por la
solicitante. Pues, en principio cualquier tipo de relación
jurídica que se establezca entre personas naturales o
jurídicas siempre acarreará expectativas de algún
derecho, que de no concretarse, en modo alguno
comporta, violación de derecho constitucional.
(Resaltado propio)

21
Lo expuesto en estas sentencias de la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia de Venezuela puede revestirse de mayor contundencia
en el marco de la evolución constitucional venezolana, donde no fue sino
hasta la Constitución de (1961) cuando se recoge en los términos del libre
desenvolvimiento de la personalidad el derecho a la libertad, pues en las
Constituciones de (1947) y (1953), se redactó bajo el enunciado tradicional
de que “todos tienen derecho de hacer lo que no perjudique a otro, y nadie
está obligado a hacer lo que la ley no ordene ni impedido de ejecutar lo que
ella no prohíba”.

En este sentido, Brewer (1996), reseña la evolución del derecho a la


libertad (derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad) en las
constituciones venezolanas. La Constitución de 1811 establecía lo siguiente
en su artículo 153: “La libertad es la facultad de hacer todo lo que no daña a
los derechos de otros individuos, ni al cuerpo de la sociedad, cuyos límites
solo pueden determinarse por la ley, porque de otra forma serían arbitrarios
y ruinosos a la misma libertad”. Así mismo, el artículo 157 de la misma
Constitución señala: “No se puede impedir lo que no esté prohibido por ley y
ninguno podrá ser obligado a hacer lo que ella no prescribe”.

En lo que respecta a la Constitución de 1819, Brewer (1996), reseña


que ésta consagra la libertad en los siguientes términos: Artículo 2: “La
libertad es la facultad que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté
prohibido por la ley. La ley es la única regla a que debe conformar su
conducta”. Por su parte, el Decreto de 1830 estableció: Artículo 4: “Los
venezolanos tienen la libertad de hacer todo lo que no esté prohibido por la
ley”. (Con igual texto Constitución de 1857, artículo 100; Constitución de
1830, artículo 190). El Decreto de 1863 contempló: Artículo 1: Se garantiza a
los venezolanos: 10. “La libertad natural: En virtud de lo cual es permitido
hacer todo aquello que no perjudique a otro o que no lo prohíba la ley”.

22
Sigue señalando el citado autor lo dispuesto en la Constitución de
1864, la cual reza en su artículo 14 lo siguiente: “La Nación garantiza a los
venezolanos: Ordinal 5° La libertad personal y por ella: 4°, nadie está
obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no
prohíba”. Por su parte, la Constitución de 1893 estableció: Artículo 14: “La
Nación garantiza a los venezolanos la efectividad de los siguientes
derechos: Ordinal 5° La libertad personal y por ella: 4) Todos con el derecho
de hacer o ejecutar lo que no perjudique a otro; 5) Nadie está obligado a
hacer lo que la ley no mande, ni impedido de ejecutar lo que ella no prohíba”.

Al llegar al siglo XX, la Constitución de 1904 sigue los preceptos


establecidos en la Constitución que le antecede, empleando una narración
textual, solo que en un artículo diferente: Artículo 17: “La Nación garantiza a
los venezolanos: Ordinal 5° La libertad personal y por ella: 4) Todos con el
derecho de hacer o ejecutar lo que no perjudique a otro; 5) Nadie está
obligado a hacer lo que la ley no mande, ni impedido de ejecutar lo que ella
no prohíbe”. El mismo caso se repite en el Estatuto Provisional de 1914: en
su artículo 16 y en la Constitución de 1914 en su artículo 22. La Constitución
de 1925 hace un empleo similar de las anteriores disposiciones, sólo que
con algunas variaciones: Artículo 32: “La Nación garantiza a los
venezolanos: Ordinal 5°: La libertad personal y por ella: c) Todos tienen
derecho de hacer lo que no perjudique a otros, y nadie está obligado a hacer
lo que no estuviese legalmente ordenado, ni impedido de ejecutar o que no
prohíbe la ley”. Lo mismo ocurre en el caso de Constitución de 1928 en su
artículo 32, la Constitución de 1936 y la Constitución de 1945, igualmente en
el artículo 32.

En 1946 se promulga un Decreto, el cual establece en su artículo 1 lo


siguiente: “Se garantiza a los venezolanos los siguientes derechos: Ordinal
6°: La libertad personal y por ella: c) Todos tienen el derecho de hacer lo que

23
no perjudique a otro, y nadie estará obligado a hacer lo que no estuviere
legalmente ordenado, ni impedido de ejecutar lo que la ley no prohíbe”.

Un año después, reseña Brewer (1996), que la Constitución de 1947


contempla lo siguiente: Artículo 23: “Todos tiene el derecho de hacer lo que
no perjudique a otro y nadie está obligado a hacer lo que la ley no ordene ni
impedido de ejecutar lo que ella no prohíba”. (Con igual texto: Constitución
de 1953, Artículo 28). Por su parte, la Constitución de 1961 consagra este
derecho, por primera vez, en los términos en que actualmente está
contemplado el libre desenvolvimiento de la personalidad: Artículo 43:
“Todos tienen derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad, sin más
limitaciones que las que derivan del derecho de los demás y del orden
público y social”.

Es de resaltar dentro de este recorrido histórico constitucional que la


plataforma sobre la cual se levanta hoy el derecho al libre desenvolvimiento
de la personalidad, es precisamente la libertad de acción y que este derecho
recoge implícitamente. En este sentido, Domínguez (2004), ha señalado que
“según esta idea, el artículo 20 de la Constitución constituye en términos
generales la máxima consagración del derecho a la libertad, entendiendo
éste como la posibilidad de escoger, de elegir, de actuar conforme a la
autodeterminación, sin más limitaciones que las impuestas por el orden
jurídico”.

Finalmente, retomando lo dispuesto por la jurisprudencia constitucional


del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, no es posible encontrar una
línea interpretativa sobre el objeto o núcleo central del derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad, pero es evidente el esfuerzo que hacen
por iniciar un patrón interpretativo inclinado hacia la libertad general de
acción, comprendida como la facultad que se le reconoce a toda persona de

24
tomar decisiones de forma autónoma en su esfera íntima, mas no es posible
inferir de forma expresa y contundente que tal derecho sea tratado como una
expresión genérica del derecho a la libertad, autonomía y autodeterminación.

Alcance: Facultades que Otorga

El libre desenvolvimiento de la personalidad protege un ámbito en el


cual el único habilitado para limitarse, en principio, es su propio titular
haciendo uso de su autonomía, pero al mismo tiempo, tiene como función
establecer en qué términos esa autodeterminación puede restringirse.

Tal y como se ha establecido anteriormente, lo que pretende lograr el


libre desenvolvimiento de la personalidad es que cada persona pueda
comportarse libremente, haciendo uso de su autonomía e individualidad, de
manera que le sea posible conquistar su proyecto de vida.

Individualidad

Siendo que el libre desenvolvimiento de la personalidad tiene como


contenido subjetivo que cada persona pueda desarrollar su propio ser, para
ello se fundamenta en la libertad y dignidad del ser humano, libertad que
hace a cada individuo dueño de sí mismo, de sus acciones, conciencia, de
su vida, y su dignidad que exalta a cada ser humano como un fin en sí
mismo. De esta forma, es posible que cada individuo se consolide en un ser
único, diferenciado de todos sus semejantes y por esta dignidad y libertad
tiene derecho a la protección y tutela de aquellas características que lo hace
un ser único.

Dentro de la especie humana destaca la heterogeneidad de sus


individuos, esto es que todos los seres humanos son iguales en el sentido de

25
su condición como humanos, pero al mismo tiempo, individualmente, se
encuentran dotados de características propias que los diferencian de todos
sus semejantes, y que hacen de cada persona un ser único y especial.

Históricamente, con el Cristianismo la figura de hombre no puede ser


ya considerada como un mero ejemplar de la especie humana, pues cada
hombre singular tiene un destino personal independiente de la suerte
genérica de la humanidad. Para los autores Cartón, Aguirre y Castro (1999),
un individuo es un ser completo y separado de su especie o género, lo cual
puede aplicarse a los vegetales, animales o a la especie humana. En lo que
respecta a los seres humanos el individuo es aquel ser unipersonal,
separado con características individuales que le son singulares. Por tanto,
ser individuo es tener individualidad, que es la cualidad de ser singular,
separado de lo colectivo.

Para los referidos autores alcanzar la individualidad es poder


diferenciar lo que se es de lo que son los otros, reconocerse diferente. Para
llegar a ser individual es necesario ejercer la capacidad de elegir y actuar
con libertad. La individualidad se construye a partir de conocer lo que le
pertenece a cada quien y lo que le pertenece a los otros, lo que cada quien
quiere y lo que quieren los demás, la opinión propia y la de los demás; y se
construye también respetando, tolerando, las diferencias que existen entre
unos y otros.

La individualidad se desarrolla en dos momentos: el primero consiste


en reconocer la libertad propia, saber quién se es, de dónde se viene, a qué
se pertenece, y a dónde se quiere ir y pertenecer. Y, el segundo, consiste en
establecerse límites propios con los demás. Hacer de lo propio algo
separado, personal, singular pero no aislado. Es decir, el desarrollo de la
individualidad se basa en que cada quien sea capaz de reconocerse como

26
parte identificable de la humanidad. Construir, reconocer y respetar la
individualidad propia, permite a cada quien reconocer y respetar la
individualidad de los otros, y hacer para ellos como para cada uno un
espacio propio. La individualidad solo puede ser expresada estando en
sociedad, es decir, solo se puede ser individual estando en una colectividad,
solo se puede ser parte si existe un todo.

Haciendo referencia a los derechos de la personalidad, se hace


pertinente en este punto referir el derecho a la individualidad o identidad.
Según Hung (2006), “cada persona tiene el derecho a individualizarse, de
afirmarse como persona distinta de las demás, y no ser confundida con otras
personas. Este derecho además constituye una necesidad: es indispensable
poner a disposición de los individuos los medios eficaces a fin de que las
personas no se confundan con otras, ya que tal es el medio de determinar
con precisión quienes son en un momento determinado sujetos de derecho,
es decir, titulares actuales de derecho y deberes jurídicos.”

La individualidad se materializa mediante la libertad que permite al


sujeto el desarrollo de su personalidad, en otras palabras; la individualidad
es la faceta del derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad que
faculta al individuo a proclamar su singularidad, facultad que adquiere mayor
relevancia al sumarle el derecho universal a la igualdad; ya que mediante el
libre desarrollo de la personalidad se protege que esta facultad humana
pueda ser desplegada sin perjuicio alguno de sufrir cualquier tipo de
discriminación negativa.

En estos términos, cabe destacar lo dispuesto en sentencia Nº 953 de


la Sala Constitucional venezolana, en la cual se debate el artículo 21 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), respecto a la
prohibición de cualquier factor irracional que sea discriminante entre los

27
individuos, para lo cual la Sala considera pertinente citar lo dispuesto en la
exposición de motivos de la Constitución, cuando señala lo siguiente:

Se reconocen los derechos al libre desenvolvimiento de


la personalidad y a la igualdad. En relación con este
último se refuerza y amplía la protección constitucional
al prohibir no solo las discriminaciones fundadas en la
raza, el sexo o la condición social, sino además
aquellas que, tengan por objeto o por resultado anular
o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en
condiciones de igualdad, de los derechos y libertades
de toda persona. Lo anterior obedece a que en la
práctica la dinámica social suele presentar situaciones
de discriminación que deben su origen a razones
distintas de la raza, el sexo o la condición social.

En ese ideal de cada ser humano de perseguir ser diferenciado dentro


de una masa social, se ha hecho característica de la sociedad moderna el
pluralismo, que es el derecho a que se reconozca la individualidad propia,
las características y particularidades de cada ser humano y es justamente tal
reconocimiento y respeto lo que garantiza el pleno desarrollo de la
personalidad del sujeto. Cabe destacar, que la heterogeneidad de los seres
humanos es raíz del sistema democrático y del Estado Social de Derecho.
De modo que la democracia se funda en la pluralidad y heterogeneidad de
opiniones y criterios de su colectividad y busca a su vez, respetar y proteger
la pluralidad y heterogeneidad de sus individuos, principios que se verán
claramente materializados, por ejemplo, en los derechos políticos,
electorales y de expresión.

Autonomía y Autodeterminación

28
Autonomía es, según el Diccionario de la Real Academia Española
(2014), la condición de quien no depende de nadie.

Dice Yepes, 1977 (Citado por Suarez, 1999), que la autonomía es el


primer momento de la libertad, la intensión voluntaria por una u otra cosa; el
deseo racional que se refiere a los fines, es decir, aquello que se quiere
conseguir, en tanto que la autodeterminación se refiere al segundo momento
de la libertad, que supone la elección de los fines para lograr lo que se quiere
y que se relaciona con la libertad de acción. Parece lógico pensar que
primero la persona llega a lo que quiere, y luego decide cómo conseguirlo.
De acuerdo a esto, una persona es autónoma cuando tiene la capacidad
para darse a sí mismo las normas que configurarán y regirán su plan
existencial de vida.

El concepto de autodeterminación es complejo ya que forma parte de


un grupo de ideas relativas a la libertad y a la autonomía, muy relacionadas
entre sí. Para Salcedo (1999), la idea central dentro de dicho grupo se puede
decir que es la de libertad. Ésta, a su vez, conlleva a otros tres conceptos. El
primero, el de libertad negativa, el cual se refiere a la libertad que tiene una
persona frente a la coacción de otras, en la que dicha coacción es la
intromisión deliberada por parte de otros seres humanos en el ámbito en el
que alguien podría actuar. En segundo lugar, está la libertad positiva, o el
poder de actuar. Si las personas no son libres, no se debe siempre a que
otras se lo impidan o las controlen; quizás sea debido a que carecen del
poder necesario para hacerlo. El tercero es la libertad psicológica, que hace
referencia a que las personas son libres únicamente si pueden elegir
realmente entre las opciones que tienen, lo que significa, por ejemplo, que un
drogadicto quizás no sea libre ya que no puede elegir sin verse limitado por
su adicción.

29
Estos tres conceptos no se pueden separar en la práctica. Toda vez
que, la libertad es necesariamente la libertad de una persona, la libertad de
limitaciones y la libertad para hacer algo. Igualmente la determinación implica
que una persona es capaz psicológicamente de adoptar decisiones, puede
hacerlo y no se le impide o controla de ningún modo.

La libertad está relacionada con la autonomía. La idea de autonomía


sugiere que cada individuo es libre de adoptar sus propias decisiones, lo cual
es a la vez una idea moral y una descripción de cómo son las personas. En
principio es de suponer que a las personas se las debe tratar como
autónomas, a menos que haya razones específicas para lo contrario. La
intervención en la vida de las personas no es legítima si limita su autonomía,
a menos que con ello se proteja la libertad de otras.

Una persona autónoma es libre de adoptar decisiones; pero eso no


quiere decir necesariamente que realmente las adopte. El concepto de
autonomía se refiere al poder de decidir; la autodeterminación, al poder de
decidir y a la acción que le sigue; por ejemplo, una persona con una
minusvalía quizás sea capaz de adoptar decisiones, pero puede carecer de
poder llevarlas a cabo sin la ayuda de otras personas; esta persona sería
autónoma, pero no tendría autodeterminación.

Dentro de un contexto jurisprudencial, la Corte Constitucional


Colombiana ha manejado el término autonomía de una forma muy acertada,
asumiendo que está plenamente vinculada con el libre desenvolvimiento de
la personalidad, pero con sentidos diferentes en los diversos
pronunciamientos.

En sentencia T-420/92 la Corte indica como uno de los fundamentos


para decidir la vulneración, el derecho a la autodeterminación, considerando
que se ha violado el derecho a la autonomía recogido en el artículo 16 de la

30
Constitución Colombiana, según el cual toda persona tiene el derecho a
manejar soberanamente su vida siempre que se ajuste a los lineamientos
que impone la Ley y respete los derechos de los demás; que tiene por
finalidad “(…) comprender aquellos aspectos de la autodeterminación del
individuo, no garantizados en forma especial por otros derechos, de tal
manera que la persona goce de una protección constitucional para tomar, sin
intromisiones ni presiones, las decisiones que estime importantes en su
propia vida”.

Posteriormente, en sentencia 050/93, se asevera que la existencia de


este derecho radica en que la persona sea dueña de sí misma y de sus
actos; guardando siempre una conducta clara e impecable, sus actuaciones
deben reflejarse en forma natural, voluntaria y responsable.

Según la Corte colombiana la autodeterminación se refiere al ser


humano y a la potencialidad de desarrollarse según su propia naturaleza y
actitudes, acorde con su dignidad.

De acuerdo a lo expuesto jurisprudencialmente por Colombia, el libre


desenvolvimiento de la personalidad se basa en la autonomía del hombre
como persona, la cual le otorga la posibilidad de decidir sobre sus actos, su
existencia, en otras palabras de autodeterminarse según su conciencia,
valores individuales, pero también sociales, pues el hombre está rodeado por
un entorno histórico, familiar, cultural y social que no puede obviar, ya que
interactúa permanentemente con él.

Un ser libre es un ser autónomo, que tiene autoridad propia, que es


dueño de su propio ser. Sobre esto, la Corte colombiana ha estimado que la
autonomía es el fundamento del libre desarrollo de la personalidad, y tal
autonomía personal no es cosa distinta a la autoposesión que el hombre
tiene de sí, pudiendo en consecuencia configurar su propia norma de vida.

31
Por ellos, el distintivo de ser persona y la base de la dignidad de la persona
es el dominio de lo que quiere ser. No obstante, la autonomía está ligada
necesariamente a la responsabilidad que todo individuo debe asumir por sus
libres actuaciones, es decir, obrar con sentido de responsabilidad.

En sentencia 221 de la Corte colombiana, dictada en 1994, se valoró la


constitucionalidad de la definición de la dosis personal que se hace en la Ley
30 (1986), en su artículo 2 literal J y la inconstitucionalidad del artículo 51
que penaliza el porte y el consumo de dosis personales estupefacientes.
Esta decisión es de especial impacto puesto que se efectúa un extenso
razonamiento sobre el derecho al libre desarrollo de la personalidad y la
autonomía que ameritan ser presentados. El considerar a la persona
autónoma, expresa la sentencia, tiene consecuencias ineludibles. La primera
consecuencia es q la propia persona y nadie por ella es quien debe darle
sentido a su existencia y en armonía con él, un rumbo, un plan de vida, por
tanto los asuntos que le atañen solo pueden ser decididos por ella, pues
cuando las decisiones o actuaciones de un individuo son controladas por otro
al punto de que tales acciones o resoluciones no reflejen lo realmente
querido por ella, se estaría produciendo una injerencia o vulneración de su
esfera de libertad individual, lo cual equivaldría a considerarla un objeto, ya
que en definitiva se estaría eligiendo por ella; una decisión sin su
consentimiento no puede ser válida.

La Corte colombiana no solo defiende en este fallo la libertad individual,


sino también la intimidad en los aspectos de la vida que solo atañen al
sujeto. “La libertad tiene un carácter íntimo y un desarrollo interior sobre el
cual no puede ingerir el ordenamiento jurídico de un Estado de Derecho que
sea respetuoso de la persona humana y reconozca su autonomía”.

32
Es una realidad, que la autonomía de cada individuo lo lleva a realizar
diferentes acciones o elecciones que van de lo más simple a lo más
complejo, es decir, desde aspectos tales como la vestimenta o la forma de
proyectarse físicamente hasta la orientación sexual o creencia religiosa, lo
cual siempre de una manera directa o indirecta, afectará la vida de una
persona.

Del Moral (2012), afirma que por tal razón”(…) el Estado colombiano a
través de la consagración constitucional del libre desarrollo de la
personalidad reconozca la autonomía de toda persona, respetando sus
decisiones aun cuando no las comparta y solo interviniendo cuando esta
puede verse interferida en otros sujetos. La autonomía no es entonces
ilimitada, en función de la libertad de los demás es que la propia puede ser
restringida. En otros términos: que las personas sean libres y autónomas
para elegir su forma de vida mientras esta no interfiera con la autonomía de
las otras, es parte vital del interés común de una sociedad personalista,
como la que ha pretendido configurar la Carta Política que hoy rige en
Colombia, y si el Estado ha decidido reconocer la autonomía, lo que ha
resuelto es constatar el ámbito que a cada quien le corresponde como sujeto
ético, como sujeto moral, lo que necesariamente encierra dejar que decida
sobre lo más radicalmente humano, sobre lo bueno y lo malo, sobre el
sentido de su existencia; no le está dado al Estado lo bueno y lo malo para
las personas”.

Empero, lo dicho por la Corte Colombiana, la Sentencia tuvo cuatro


votos salvados, cuyos razonamientos, aunque someramente, también deben
ser expuestos, pues muestran una perspectiva diferente aunque no opuesta
totalmente. Para los cuatro magistrados que salvaron sus votos interpretan el
derecho al libre desarrollo de la personalidad, como en efecto lo hizo la
mayoría, que el mismo implica la facultad ilimitada de hacer o no hacer lo que

33
le plazca con su vida, aun llegando a extremos de irracionalidad, como
atentar contra su propia integridad física o mental, constituye un funesto
error; pero peor aún resulta interpretar que tal derecho pueda ejercerse aun
en perjuicio de los demás. Aludiendo igualmente que no hay libertad contra el
género humano, así como también, que toda libertad es responsable.

La interpretación errónea del derecho al libre desarrollo de la


personalidad como un derecho absoluto que se consigna en la sentencia
afirman los Magistrados, conduciría también a concluir que, en ejercicio de tal
derecho, serían lícitas otras conductas que, aparentemente, pertenecen al
fuero interno de la persona, como cuando la mujer consiente acabar con la
vida de la criatura que está en su vientre, es decir, el aborto. En otras
palabras, hay que pasar de la ilusión de libertad, que se basa en la
subjetividad absoluta, a la vivencia real dentro de la libertad, que comporta
un límite ético necesario para coordinar los distintos y legítimos intereses
vitales, dentro de un margen de respeto, tolerancia y apoyo mutuo. Se trata
de una proclamación de singularidad de cada uno, sin entorpecer ni el
desarrollo vital propio, ni el de los demás. El libre desarrollo de la
personalidad debe pues consistir en un acto de racionalidad y no de barbarie,
que se basa en el principio de una justa autonomía del hombre, como sujeto
personal de sus actos.

Resulta esclarecedores los planteamientos hechos en el salvamento del


voto, ante lo cual cabría preguntarse si: a través del derecho al libre
desarrollo de la personalidad la persona ejerce su autonomía, ¿puede ésta
última justificar un atentado contra sí mismo en virtud que ha sido decidido
por ella como ser humano libre?; es evidente que la respuesta se encuentra
en los límites que se imponen a este derecho.

34
Martínez (2007), ha dicho que, aun cuando, de manera genérica
libertad y autonomía son tratados como sinónimos, hay posiciones contrarias
que sostienen que libertad y autonomía no son lo mismo, sino que la
autonomía no es más que un sucedáneo de la libertad y como todo
sucedáneo es de menor grado. Si bien la autonomía puede significar ser
dueño de sí mismo y darse las normas que van a regir la vida, lo cierto es
que toda norma tiene una intención de intersubjetividad que no se da nunca
en la decisión que expresa la autonomía. La libertad implica responsabilidad
que se traduce en una necesaria explicación de los actos, en tanto que la
autonomía la excluye, y asume el criterio de juicio como ley y no exige
explicación, en consecuencia la libertad se somete a juicio objetivo, en tanto
que la autonomía se autoexamina. También, se confunde autonomía con el
consentimiento o voluntad que asiente o rechaza algo, hablándose incluso de
autonomía de la voluntad. La autonomía llega en su sentido más extremo a
considerarse incluso contraria a la libertad.

En Sentencia T-429/94, la Corte opinó que el libre desarrollo de la


personalidad “(…) implica el reconocimiento de la actitud física y moral que
tienen todas las personas a realizarse individual y autónomamente”. En este
caso, la autonomía se plantea de manera adjetiva como calificación de la
aptitud de las personas a realizarse, pero además se menciona una aptitud
moral, lo cual permite afirmar el reconocimiento de este derecho como
autonomía moral, que queda en la decisión sin una real explicación.

En la Sentencia C-239/97 (Eutanasia), la Corte colombiana declaró


exequible el artículo 326 del decreto 100 de 1780 (Código Penal), con la
advertencia de que en el caso de los enfermos terminales en que concurra la
voluntad libre del sujeto pasivo del acto, no podrá derivarse responsabilidad
para el médico autor, pues la conducta está justificada. En ella, autonomía
equivale al libre desarrollo de la personalidad. La decisión expresa:

35
La Constitución se inspira en la consideración de la
persona como un sujeto moral, capaz de asumir en
forma responsable y autónoma las decisiones sobre los
asuntos que en primer término a él incumben, debiendo
el Estado limitarse a imponerle deberes, en principio,
en función de los otros sujetos morales con quienes
está abocado a convivir, y por tanto, si la manera en
que los individuos ven la muerte, refleja sus propias
convicciones, ellos no pueden ser forzados a continuar
viviendo cuando, las circunstancias extremas en que se
encuentran no lo estiman deseable ni compatible con
su propia dignidad, con el argumento inadmisible de
que una mayoría lo juzga un imperativo religioso o
moral. De nadie puede el Estado demandar conductas
heroicas, menos aun si el fundamento de ellas está
adscrito a una creencia religiosa o a una actitud moral
que, bajo un sistema pluralista, solo puede revestir el
carácter de una opción.

En la emblemática simbólica Sentencia C-309/97referida al uso del


cinturón de seguridad, la Corte parte de la noción de autonomía como la
capacidad de las personas de darse sus propias normas y que el Estado
reconoce a través del derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad,
estimando que debe hacerse hincapié en la palabra “libre”, más que en la
expresión “desarrollo de la personalidad” y por tanto el artículo 16
Constitucional significa que corresponde a la propia persona optar por su
plan de vida y desarrollar su personalidad conforme a sus intereses, deseos
y convicciones, siempre y cuando no afecte derechos de terceros, ni vulnere
el orden constitucional.

Así mismo, destaca el pronunciamiento judicial T-124/98 donde la Corte


expresó:

Vivir en comunidad y experimentar la sensación de ser


iguales y libres constitucionalmente frente a los demás,
incluye también la posibilidad de actuar y sentir de una
manera diferente, en lo que concierne a las

36
aspiraciones y a la autodeterminación personal. La
potestad de cada quien para fijar esas opciones de vida
de conformidad con las propias elecciones y anhelos,
sin desconocer con ello los derechos de los demás y el
ordenamiento jurídico existente, es lo que llamamos el
libre desarrollo de la personalidad.
Este derecho, protegido constitucionalmente y ligado
sin duda alguna a los factores más internos de la
persona y su dignidad, se manifiesta singularmente en
la definición consciente y responsable que cada
persona puede hacer frente a sus propias opciones de
vida y a su plan como ser humano, y colectivamente,
en la pretensión de respeto a esas decisiones por parte
de los demás miembros de la sociedad.

Hacia la misma idea se inclina la Sentencia C-481/98, donde la Corte


entiende que el derecho en análisis consagra una protección general de la
capacidad que la Constitución reconoce a las personas para
autodeterminarse, esto es, darse sus propias normas y desarrollar planes
propios de vida, siempre y cuando no afecten derechos de terceros. En una
sociedad respetuosa de la autonomía y la dignidad, expresa el órgano
judicial, “(…) es la propia persona quien define, sin interferencias ajenas, el
sentido de su propia existencia y el significado que atribuye a la vida y al
universo, pues tales determinaciones constituyen la base misma de los que
significa ser una persona humana.”

Claramente, la Corte colombiana ha utilizado los términos autonomía y


autodeterminación de manera equívoca, algunas veces como sinónimos,
otras veces en una relación de implicación, la autonomía implica
autodeterminación.

Sobre el respecto, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de


Justicia de Venezuela en sentencia Nº 693, que tuvo lugar por una revisión
constitucional de la decisión Nº 0319 dictada por la Sala de Casación Civil de

37
alto Tribunal el 20 de abril de 2012 en el cual se declaró sin lugar el recurso
de casación ejercido contra la sentencia emanada del Tribunal Superior
Segundo del Circuito Judicial de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes
de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, la cual
declaró con lugar la demanda de divorcio de conformidad con lo dispuesto en
el ordinal 2º del artículo 185 del Código Civil venezolano. La Sala
Constitucional al motivar su decisión hace un abordaje del libre
desenvolvimiento de la personalidad y su vinculación con la autonomía y la
individualidad, estableciendo lo siguiente:

Este derecho fundamental del ciudadano (artículo 20


de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela), consistente en el reconocimiento por parte
del Estado de la dignidad del ser humano, persigue el
respeto de la autonomía de la personalidad; de su
individualidad; de la potestad de cada individuo de
la especie humana de decidir en libertad y
conforme a sus propias creencias, gustos y
valores, garantizando así su autodeterminación
frente al Estado mismo y frente a otros individuos,
con la única limitación que es el respeto a las demás
personas, y el orden público y social. (Resaltado
propio)

Así mismo, la referida sentencia, cita a su vez otra decisión de la Sala


Constitucional de número 1039/2009, caso Carmine Romaniello, la cual ha
dejado sentado respecto al derecho en cuestión, lo siguiente:

Los derechos de libertad, como lo son el derecho al


libre tránsito (dentro del territorio nacional) y al
libre desarrollo de la personalidad, definen un
espacio de la autonomía individual, de inmunidad
frente al poder estatal, cuya interdicción solo procede
bajo causas específicas, pues decidir qué hacer y por
añadidura a dónde ir son la manifestación más clara del

38
rasgo ontológico del ser humano (…). (Resaltado
propio)

La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela,


acertadamente trae como conceptos vinculantes al libre desenvolvimiento de
la personalidad: la autonomía y la individualidad. Estos aspectos permiten a
la persona ser única en razón a sus decisiones, asumidas voluntariamente,
sin injerencias externas que influyan en tales elecciones. Cabe resaltar el
hecho de que la Sala en ambas decisiones señala la autodeterminación que
logra tener la persona frente a las actuaciones del Estado o de cualquier otro
individuo, siendo que la misma comporta la materialización de la autonomía,
es decir, la posibilidad de realizar sin obstáculos lo que se quiere, de elegir y
hasta de opinar, solo que dichas implicaciones no son ilimitadas o absolutas,
ya que como bien establece la norma constitucional, el orden público y social
y el derecho de los demás, son factores de necesaria observancia en el
ejercicio de tal autodeterminación, que en definitiva conlleva al desarrollo
progresivo de la personalidad.

Para la Sala pareciera estar claro, en el caso de estas citadas


sentencias, el poderío que reviste al Estado y las consecuencias de esto en
la esfera individual de cada persona, es decir, perfectamente podría el
Estado a través de diferentes actuaciones constreñir el libre
desenvolvimiento de la personalidad, afectando directamente aspectos
propios de éste, como lo son la libertad, la autonomía, la voluntad de elegir lo
que mejor parezca, llegando a trastocar negativamente la propia dignidad del
ser humano. Sobre esto, la referida sentencia Nº 693, exp. N° 12-1163,
establece una importantísima apreciación que amerita la mayor de las
atenciones, a saber:

39
(…) la previsión del artículo 185 del Código Civil
venezolano, que establece una limitación al número de
las causales para demandar el divorcio, deviene
insostenible de cara al ejercicio de los derechos
constitucionales ya comentados (libre desenvolvimiento
de la personalidad y la tutela judicial efectiva)
devenidos de la nueva Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela. Es decir, que en la
actualidad resulta vetusto e irreconciliable con el
ordenamiento constitucional, el mantenimiento de
un numerus clausus de las causales válida para
accionar el divorcio frente a la garantía de los
derechos fundamentales del ciudadano al libre
desarrollo de la personalidad y a la tutela judicial
efectiva. (Resaltado propio)

Del contenido de esta decisión, se puede deducir el efecto contrario


que puede llegar a tener una determinada cláusula normativa contra el libre
desenvolvimiento de la personalidad y la autonomía que éste garantiza en el
individuo, puesto que, tal y como se evidencia en éste caso específico
tratado por la Sala, las cláusulas contenidas en el artículo 185 del Código
Civil comportan un atentado a la voluntad del cónyuge o los cónyuges que
ya no desean permanecer unidos en matrimonio, ya que encasillar la
autonomía de estos en un patrón preestablecido comportaría
necesariamente una vulneración al libre desenvolvimiento de la
personalidad, asumiendo en este punto, la emergente sociedad polifacética,
multicultural, que trasciende, de hecho, el mero contenido del anticuado
Código Civil venezolano.

Libertad de Elección u Opción

40
En sentencia C-176/93, la Corte colombiana expresa que el libre
desarrollo de la personalidad se traduce en la libertad de opción y de toma
de decisiones de la persona.

El vocablo opción, según el Diccionario de la Real Academia Española


(2014), significa la libertad o facultad de elegir, pero también la elección
misma o cada una de las cosas a las que se puede optar.

La persona se hace individual, particular, diferenciada de los demás en


razón de la autonomía de sus decisiones, mediante las cuales el individuo
consolida su propia existencia. De modo que él, toma libremente sus
decisiones acorde con su única personalidad y su proyecto de vida. Esta
facultad humana sobre la toma de decisiones encuentra protección en el libre
desarrollo de la personalidad, dado que éste busca que las personas puedan
autodeterminar sus decisiones sin coacción, ni controles injustificados por
agentes externos, bien sea el Estado o terceros y sin la amenaza de ser
discriminados por sus decisiones personales.

Tal y como se ha dicho anteriormente, la influencia de condiciones


sociales externas juegan un papel determinante en la toma de decisiones,
pero además de esto, también las propias limitaciones internas lo hacen,
como por ejemplo la capacidad intelectual, psicológica, física o espiritual. Es
de considerar, que estas limitaciones de las cuales puede padecer un
individuo, no deberían ser un impedimento en el ejercicio de su autonomía,
por lo cual, el libre desenvolvimiento de la personalidad pretende garantizar
la toma de sus propias decisiones en ejercicio de su dignidad y capacidad
racional, ya que tomando lo expresado por Kant (1995), “la autonomía es
pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda
naturaleza racional”.

41
Así la autodeterminación surge de la dignidad y capacidad racional del
ser humano y se materializa con el reconocimiento de la autonomía de la
persona y del derecho a su autodeterminación.

La autodeterminación en la práctica incluye un sinfín de posibilidades,


tales como la autonomía de la voluntad y el consentimiento, factores que
afectan las diferentes áreas en las cuales se desenvuelve el ser humano
tomando diferentes decisiones individuales en su andar. En este sentido, se
puede decir, que son de diversa naturaleza, pero todas ellas orientan al
individuo a la construcción de su propia vida y personalidad.

En síntesis, es notorio como en el caso particular de la jurisprudencia


colombiana el libre desarrollo de la personalidad como expresión de la
autonomía personal o individual, se ha mantenido en la misma posición,
confirmando que la autonomía supone la elección de un plan personal de
vida, que encierra la búsqueda del ideal de lo bueno para cada uno y para
cada quien, dependiendo obviamente de la concepción del bien y de lo
bueno que cada persona tenga para consigo mismo, teniendo claro que ser
autónomo involucra la responsabilidad de la persona por sus propias
elecciones.

Si bien es cierto que el libre desenvolvimiento de la personalidad


otorga facultades precisas a sus titulares, dichas potestades a su vez
implican limitaciones que vienen dadas propiamente por el orden jurídico y
legal, pero además por la masa social, siendo que cada individuo las hace
valer dentro del campo de la sociedad, de manera que los demás integrantes
de esta estructura podrían verse afectados, directa o indirectamente, por el
ejercicio desmedido o poco responsable de tales libertades.

Sobre el respecto, se hace necesario referir lo dispuesto por el artículo


20 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), que

42
impone como límites al derecho en cuestión: el orden público y el derecho de
los demás.

Las limitaciones implícitas en el citado artículo son el indicativo del


carácter no absoluto de éste derecho. Al igual que el resto de los derechos,
éste es indivisible, no puede ser considerado en forma aislada, los derechos
forman un todo y se encuentran vinculados unos con otros, por lo tanto todos
tienen una similar importancia. Son derechos que se complementan entre sí,
por lo que resulta necesario para alcanzar la vigencia de unos, que se
garanticen los otros.

La interrelación descrita del derecho en cuestión con el resto de los


derechos, es lo que supone la existencia de un doble sentido allí
comprometido. En primer término, porque vivimos en una comunidad, en la
cual debemos convivir conforme a un conjunto de reglas que permitan la
coexistencia de libertades y de derechos; y segundo, porque dadas las
características de interdependencia, el ejercicio de un derecho se ve limitado
por el derecho de otro, por ejemplo, el derecho a manifestar pacíficamente
versus el derecho al libre tránsito o el derecho a estar debidamente
informado versus el derecho a la intimidad; en virtud de lo cual el derecho de
cada quien finaliza donde comienza el derecho de otra persona, y por otra
parte porque su violación implica la violación de otros derechos, y el
aseguramiento de uno abarca también la garantía de otro, lo cual se pone de
manifiesto en el libre desenvolvimiento de la personalidad.

Tal y como se pudo evidenciar en las decisiones de la Corte colombiana


anteriormente mencionadas (eutanasia y dosis personal), los magistrados
que salvaron su voto alegaron que la mayoría sentenciadora había asumido
el libre desarrollo de la personalidad como un derecho ilimitado, absoluto, lo
cual ha sido quizás el resultado de un profundo respeto a la libertad

43
individual y a la autonomía de las personas para tomar decisiones conforme
a las cuales puedan orientar su plan de vida, aun cuando pudieran incluso
afectar su propia integridad personal, esto fue lo que dio pie a que algunos
magistrados se apartasen de las razones esgrimidas en dichas decisiones.
De hecho, en la sentencia C-221/94, quienes salvaron su voto expresaron lo
siguiente:

Una imprecisión sobre el sentido de la libertad –decía


Locke- puede anular la libertad misma. Otro tanto se
puede afirmar sobre el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, consagrado en nuestra Constitución, en
buena hora, en su artículo 16. Interpretar, como lo ha
hecho la mayoría, que este derecho implica la facultad
ilimitada de cada quien de hacer o no hacer lo que le
plazca con su vida, aun llegando a extremos de
irracionalidad (como atentar contra su propia vida física
o mental), constituye un funesto error; pero peor aún
resulta interpretar que tal derecho puede ejercerse aun
en perjuicio de los demás. No podemos los suscritos
magistrados compartir esta interpretación
profundamente individualista y absolutista, a la vez, del
artículo 16. Ella resulta por lo demás, abiertamente
contradictoria con reiterada jurisprudencia de esta
Corte, en la que se reconoce que no existen, ni pueden
existir, derechos ni libertades absolutas, y que todo
derecho o libertad está limitado por los derechos y
libertades de los demás y el orden jurídico.
El caso del derecho al libre desarrollo de la
personalidad no es una excepción. Sorprende que en la
decisión mayoritaria se haya pasado por alto el hecho
palmario de que el propio artículo 16 señala con toda
claridad las limitaciones que tiene este derecho: “las
que imponen los derechos de los demás y el orden
jurídico”.

En el mismo sentido, se desprende de la jurisprudencia constitucional


venezolana una sentencia icónica, de Nº 190, exp. N° 03-2630, con ponencia
del magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz, la cual tiene origen por una

44
solicitud de interpretación de los artículos 21 cardinal 1 y 77, en conjunción
de los artículos 19, 20 y 22, todos de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999).

Básicamente, en este caso, la parte requirente alegó que la orientación


homosexual forma parte inseparable de la personalidad de una proporción
más o menos constante de la población y, que ante tal realidad no hay una
protección del ordenamiento legal para estas personas al no estar
expresamente establecido, situación que genera un rechazo social en contra
de las personas homosexuales, lo cual les impide el ejercicio de sus
derechos legales en condiciones de igualdad; derechos tales como, derechos
patrimoniales, como heredar o acceder a una pensión de viudez, o
simplemente desarrollar su personalidad libremente con actividades propia
de su condición como lo son la convivencia con una pareja del mismo sexo o
la demostración de afecto en público, como si puede hacerlo una pareja
heterosexual.

Así mismo, en apoyo a su pretensión, el peticionario señaló diversas


decisiones y opiniones consultivas de distintos organismos internacionales,
entre los cuales se destacó una decisión de la Corte Constitucional
colombiana (C-481/98), que declaró que la discriminación por orientación
sexual es violatoria del derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad.

De igual forma alegó que en materia de derechos humanos, la


interpretación se rige por los principios que reconoce el artículo 22 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de interdependencia,
indivisibilidad y progresividad, que imponen: el ejercicio simultáneo y
complementario de todos los derechos en el sentido de que el ejercicio de
unos no puede excluir el de otros, de modo que el goce y disfrute de unos
derechos depende de su ejercicio en conjunto y en igualdad de condiciones

45
con los demás derechos, so pena de desnaturalizarlos en su esencia y
reducirlos en los efectos de su protección, si fueran considerados de manera
diferenciada entre unos y otros; y la voluntad del Estado de reconocimiento y
garantía de una pluralidad de derechos cada vez mayor.

Sobre los argumentos esgrimidos por el solicitante, los cuales


ciertamente son acertados y coherentes, el voto salvado de la magistrada
Carmen Zuleta de Merchán, quien disiente de la decisión promulgada por la
mayoría de los magistrados, hace alusión a lo siguiente:

La mayoría sentenciadora, a mi modo de ver, para el


tratamiento de un tema en plena evolución desde el
punto de vista jurídico, social y ético, como lo es la
diversidad sexual, debió situarse en el periodo de
transición normativa y cultural que implica el fin
supremo de refundar la República en los términos
ordenados en la Carta Magna de 1999, y ha debido
extraer el núcleo central del derecho humano al libre
desenvolvimiento de la personalidad para evitar
discriminaciones y asegurar una vida digna a las
personas con orientación sexual diversa, dejando claro
que el ejercicio de un comportamiento sexual
diverso no puede ser irracional, desproporcionado
y escandaloso, por parte de quienes optan esa
condición, sino que debe observar las exigencias
mínimas de respeto a los derechos de terceros.
(Resaltado propio)

Para Suárez (1999), los derechos de los demás constituyen el primer


límite externo que restringe el ejercicio del derecho en estudio, considerar al
hombre como libre e igual ante el derecho y ante los otros hombres, permite
concluir que la libertad de ejercicio de mis derechos no me autoriza a
desconocer la libertad de que gozan también el resto de las demás sobre los
suyos.

46
El derecho a libre desenvolvimiento de la personalidad como ya se ha
establecido anteriormente, supone la potestad autónoma de cada quien a
establecer de acuerdo a sus deseos e intereses, su proyecto de vida, que le
destina al ser humano además individualidad. Por otra parte, es menester
tomar en cuenta que el hombre define este plan de vida coexistiendo con
otros, que en definitiva también tienen derecho de hacer lo mismo.

Retomando la sentencia C-221/94, referida a la despenalización del


consumo de la dosis personal, se observa que la autonomía reconocida a la
persona no podía ser limitada sino en la medida en que entre en conflicto con
la autonomía ajena, ya que solo es en función de la libertad de los demás y
solo de ella que se puede restringir la propia. A tales efectos la Corte
sostuvo:

Cuando el Estado resuelve reconocer la autonomía de


la persona, lo que ha decidido ni más ni menos, es
constatar el ámbito que le corresponde como sujeto
ético: dejarla que decida sobre lo más radicalmente
humano, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de
su existencia. Si la persona resuelve, por ejemplo,
dedicar su vida a la gratificación hedonista, no ingerir
en esa decisión mientras esa forma de vida, en
concreto, no en abstracto, no se traduzca en daño para
otro. Podemos no compartir ese ideal de vida, puede
no compartirlo el gobernante, pero eso no lo hace
ilegítimo. Son las consecuencias que se siguen de
asumir la libertad como principio rector dentro de una
sociedad que, por ese camino, se propone alcanzar la
justicia.

El ejercicio del derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad


toca la esfera más íntima de la persona, lo que quiere, lo que desea hacer en
y con su vida, pero el hombre no vive aislado y en el desarrollo de su
autonomía, sus acciones positivas y negativas pueden tocar y afectar a otros,

47
por ello la pregunta que surge es fundamentalmente hasta dónde es legítimo
afectar a otras congéneres y hasta dónde no; esto es lo más complejo que
encierra esta facultad y exige que necesariamente sea la vía jurisprudencial
la que abra la puerta a las respuestas en las distintas situaciones concretas,
por cuanto este derecho puede llegar a considerarse de contenido abstracto,
amplio o indefinido o incluso carente de contenido, sino se delimita.

En lo que respecta al orden jurídico, la sentencia T-542/92 de la Corte


colombiana indicó que la noción de ordenamiento jurídico es una expresión
genérica que se refiere al conjunto de normas que comprometen al Estado
de Derecho y deben entenderse como el conjunto de valores, principios y
deberes que orientan la organización de la sociedad democrática,
conteniendo tal noción tanto el concepto de derecho de los demás como el
de abuso de derecho.

Venezuela se erige en un Estado democrático y social de Derecho, todo


ello de conformidad al artículo 2 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999), y es obvio que dentro de esta concepción,
el orden jurídico se representa a través de las diferentes normas de derecho
establecidas en el conjunto de leyes que integran el ordenamiento jurídico
del Estado venezolano. Ahora bien, cuando el constituyente define como
segundo límite al libre desenvolvimiento de la personalidad el orden jurídico,
quiere significar que dicho derecho puede ser limitado por ley, pero no por
cualquier ley.

Del Moral (2012), hace mención a la especial prudencia que debe tener
el legislador al establecer límites y restricciones en los derechos protegidos
constitucionalmente, pero además refiere que, de igual forma, cualquier
órgano del poder público debe tenerlo al tratarse de “(…) específicos casos
que comporten la restricción de uno o varios derechos”.

48
La citada autora precisa que la “(…) restricciones impuestas por vía
constitucional poseen una doble dimensión, por un lado está referida al
ejercicio del derecho”, es decir, que toda persona debe respetar el
ordenamiento jurídico, y las restricciones que en él se impongan al ejercicio
del derecho a la autonomía; y por otra parte, “(…) el legislador al momento
de establecer los límites para su ejercicio, también debe atender a ciertos
parámetros a objeto de no producir una vulneración, difícil en todo caso pues
todo proyecto de ley deberá someterse a un control previo de
constitucionalidad”.

Según la Corte colombiana, en sentencia C-663/96, el derecho en


cuestión no comporta un carácter absoluto. Esto lo hace manifiesto al
establecer lo siguiente:

Si el libre desarrollo de la personalidad pudiera


concebirse como un atributo ilimitado que a todos les
permitiese hacer únicamente lo que sus deseos o
intenciones señalan, perdería sentido el derecho
objetivamente considerado, ya que su carácter
vinculante obliga a los asociados, con total
independencia de la particular inclinación de cada cual,
aceptar o rechazar los mandatos contenidos en las
normas jurídicas.

A su vez, la misma Corte colombiana, en sentencia T-493/93, asevera:

La dilatada esfera que describe el libre


desenvolvimiento de la personalidad, apareja
restricciones y limitaciones que, necesariamente, se
formulan en un lenguaje jurídico de contenido abierto,
como presupuesto de posibilidad de la construcción del
mismo orden jurídico que al mandar, permitir o prohibir,
difícilmente deja de afectar la libertad.

49
En sentencia T-532/92, la referida Corte colombiana explica los límites
al poder público, señalando:

Para que una limitación al derecho individual al libre


desarrollo de la personalidad sea legítima y, por lo
mismo arbitraria, se requiere que goce de fundamento
jurídico constitucional. No basta que el derecho de
otras personas o la autoridad se basen en normas
jurídicas válidas, sino que en la necesaria ponderación
valorativa, se respete la jerarquía constitucional del
derecho mencionado. En consecuencia, simples
invocaciones del interés general, de los deberes
sociales, o de los derechos ajenos de rango legal, no
son suficientes para limitar el alcance de este derecho.

Un aspecto importante a valorar, es lo que se ha denominado el límite


de los límites, que es el contenido esencial del derecho que no puede bajo
ninguna circunstancia resultar trastocado, es por ello que las limitaciones
constitucionales establecidas no pueden desconocer el núcleo esencial que
es el mínimo vital de este derecho. En este sentido la Corte constitucional
colombiana ha expuesto que el núcleo esencial del libre desarrollo de la
personalidad protege la libertad general de acción, por tanto se configura
una vulneración del mismo cuando a la persona se le impide, de forma
arbitraria, alcanzar o perseguir aspiraciones legítimas de vida o valorar y
escoger libremente las circunstancias que le dan sentido a su existencia.

Del mismo modo, en sentencia C-481/98, la Corte colombiana


estableció que el núcleo esencial se refiere entonces a aquellas decisiones
que una persona toma durante su existencia y que son consustanciales a la
determinación autónoma de un modelo de vida y de una visión de su
dignidad como persona.

Este contenido esencial es propiamente el centro vital del derecho al


libre desenvolvimiento de la personalidad dado que toca la esfera íntima del

50
ser humano. La Corte colombiana en decisión T -493/93, vincula el derecho
a la intimidad con el derecho en estudio, en los siguientes términos:

La violación del derecho al libre desarrollo de la


personalidad, implica el quebrantamiento del derecho a
la intimidad, el cual en su concepción unitaria, se
manifiesta de manera directa no solo en el artículo 15
de la Carta Política sino, entre otros artículos
constitucionales, en los artículos 16 y 42; derecho a la
intimidad que, como lo señaló la Sala de Revisión
número 4 de esta Corte, en sentencia T-413/93 se
concreta (…) en la vida social de los individuos, en el
derecho a estar solo, sin importar el lugar en que la
persona se encuentre, nadie puede imponerle a los
individuos su compañía y ser testigos de su vida íntima
o inmiscuirse en ella; en este ámbito el ser humano
ejerce la libertad y se hace protagonista de su propio
destino, al decidir y realizar libremente el desarrollo de
su personalidad.

Es evidente que desde el punto de vista jurisprudencial que el


legislador no puede tocar esta esfera íntima, por lo tanto, cualquier decisión
que la afecte, debe ser excluida de cualquier intervención arbitraria.

El establecimiento de los límites o restricciones a derechos protegidos


constitucionalmente exige, como ya se ha dicho, actuaciones cautelosas por
parte del legislador y los órganos que conforman el poder público, por ello
todo límite debe pasar por el filtro de la proporcionalidad, considerado por la
doctrina como un principio que encuentra su asidero a través de tres
elementos: el primero, el de la utilidad o adecuación que alude a la
verificación de la aptitud o idoneidad de la restricción para el logro del fin
perseguido; es decir, que el límite debe ser adecuado para lograr un fin
legítimo.

51
El segundo, el de la necesidad o indispensabilidad, que implica
examinar si la limitación es necesaria por no existir otra vía más adecuada
para la consecución del fin, o lo que es lo mismo, no debe existir un medio
menos gravoso que resulte idóneo para lograr el mismo fin. Y tercero, el de
proporcionalidad en sentido estricto, que debe existir, según Bastida (2004),
“(…) entre el sacrificio exigido al derecho limitado por esa medida y el
concreto derecho, bien o interés jurídico que pretende garantizarse con
aquel límite”.

Del Moral (2012), expone que la “(…) exigencia de un análisis estricto


de la adecuación de la medida se justifica, pues no parece legítimo que una
hipotética protección a un interés de la propia persona autorice al Estado a
coaccionar a los ciudadanos para que se abstengan de efectuar conductas
que no afectan derechos de terceros, o para obligarlos a que realicen
comportamientos que no beneficien al prójimo. (…) En efecto, si la persona
es plenamente competente, lo más probable es que la medida en general no
se justifique, pues se podría recurrir a otros medios menos lesivos de la
autonomía personal, como la educación o el suministro a la persona de
información relevante sobre los riesgos en que va a incurrir”.

De todo lo dicho, es notorio el amplio desarrollo que se le ha dado al


libre desenvolvimiento de la personalidad en Colombia, por lo que sus
criterios jurisprudenciales se hacen perfiles necesarios para lograr descifrarlo
en su totalidad; concluyendo que, su plataforma se encuentra en la amplia
autonomía que se les reconoce a las personas para definir su proyecto de
vida conforme a las características y elementos que lo individualizan del
resto de sus congéneres; levantando verdaderos muros frente a las
injerencias del Estado y de los particulares.

52
Determinar la Naturaleza Jurídica del Derecho al Libre
Desenvolvimiento de la Personalidad en la Doctrina Jurídica y en las
Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia en Venezuela entre los años 2000-2015.

Estudiar la naturaleza jurídica de una institución implica un intrincado


camino, pero cuyo transitar se hace imperioso en la medida en que la
sociedad requiere respuestas concretas sobre el significado de diferentes
conceptos que intervienen en la esfera de vida de cada individuo.

Sin pretender ahondar demás en el tema, la naturaleza jurídica ha sido


concebida, según puede notarse en los diferentes trabajos realizados por
juristas que han tratado de descifrar este elemento en alguna institución,
como la esencia, estructura o categoría de una determinada figura jurídica.
Para Estévez (1956), la naturaleza jurídica puede ser entendida no como la
esencia, puesto que ya viene inherente a la totalidad de la regulación
normativa; no como un género próximo, ya que es una mera parte de la
esencia; lo que si puede entenderse por ésta es la ratio essendi, el por qué
trascendental que aclara, de una vez y para siempre, el instituto; las formas
puras de valor, de donde proviene y a que se reduce. “(…) En fin, la
naturaleza jurídica persigue un ideal eminentemente científico que es la
intelección genética; es decir, la comprensión de como adviene eso que se
nos da, bajo una institución jurídica”.

En lo que respecta al libre desenvolvimiento de la personalidad y su


naturaleza jurídica, destacan tres formas en las que ha sido concebido éste
en diferentes ordenamientos jurídicos, los cuales son: derecho humano,
derecho fundamental y principio o valor rector. Por lo cual, se hace necesario

53
partir en este estudio con algunas acepciones que permitan un acercamiento
a la comprensión de estas figuras.

Derechos Humanos

Según el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos


Humanos (1948), estos son un conjunto de derechos iguales e inalienables
de todos los miembros de la familia humana. Para Sánchez (2006) desde un
contexto general, señala que “los derechos humanos, son inalienables y
pertenecientes a todos los seres humanos; necesarios para asegurar la
libertad y el mantenimiento de una calidad de vida digna, y están
garantizados a todas las personas en todo momento y lugar”.

Por su parte Casal (2009), hace una distinción entre lo que ha de


entenderse como derecho humano en sentido amplio y en sentido estricto.

En sentido amplio, expone el citado autor, los derechos humanos son


derechos inherentes a la persona que se derivan de la dignidad humana y
resultan fundamentales en un determinado estado de la evolución de la
humanidad, por lo que reclaman una protección jurídica. En cambio, en su
sentido más estricto, los derechos humanos son esos mismos derechos pero
en la medida en que son reconocidos y protegidos en el ámbito
internacional. Para este autor, son derechos inherentes a la persona porque
ésta los posee en su condición de tal, como emanación de la dignidad
humana, en virtud de la cual su realización es un fin en sí mismo, por lo que
no puede ser instrumentalizada, en sus aspectos esenciales o constitutivos,
en orden a la consecución de un interés colectivo.

Sigue indicando Casal (2009), que “(…) los derechos que se derivan de
la dignidad humana no han sido siempre los mismos ni son inmutables, por

54
cuanto son exigencias éticas objetivas que cristalizan en circunstancias
históricas determinadas, frente a riesgos para la dignidad de la persona
originados de la acción respectiva del Estado, en los avances científicos o
técnicos, en el aumento de capacidad destructiva del hombre sobre el
planeta, o en otros factures muchas veces concurrentes. De ahí, que en la
anterior definición tales derechos se vinculen a un determinado estado de la
evolución de la humanidad, subrayando con ello los progresos que tienden a
producirse en este ámbito, sin perder de vista la noción objetiva y
permanente de la dignidad de la persona, sobre la cual se erigen los
derechos humanos”.

Vinculado al concepto de derechos humanos, manifiesta Aponte


(2012), que “(…) en la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos de
Viena, han sido precisadas las características de los derechos humanos. Los
mismos son universales atendiendo a que todas las personas son titulares
de derechos humanos y no pueden invocarse diferencias de regímenes
políticos, sociales o culturales como pretextos para ofenderlos o
menoscabarlos. La universalidad es inherente a los derechos humanos
porque se trata de derechos que son expresión de la dignidad intrínseca de
todo individuo, debiendo, por ello, ser aceptados y respetados por todos los
Estados, con independencia de su sistema ideológico-político, económico y
socio-cultural”.

Así mismo, el citado autor establece que los derechos humanos son
indivisibles, “(…) estos no pueden ser considerados de forma aislada,
forman un todo y se encuentran vinculados unos con otros, por lo tanto todos
tienen una similar importancia. Son derechos que se complementan entre sí,
por lo que resulta necesario para alcanzar la vigencia de unos que se
garanticen los otros”.

55
Igualmente, expone que estos derechos son “(…) absolutos en
sustancia, porque las condiciones impuestas por la ley para su ejercicio y
disfrute no pueden suprimir la esencia del derecho. Dado que tomando en
consideración el principio pro homine que rige en la materia de derechos
humanos, toda norma que regule el ejercicio de estos derechos, imponiendo
condiciones de resguardo de determinados intereses de carácter colectivo,
debe además respetar la esencia de derecho objeto de regulación, ser
justificada sobre la base de su proporcionalidad en relación al interés que se
intenta resguardar”.

Además, los derechos humanos son irrenunciables, por lo que el autor


antes citado infiere que esto “(…) implica la imposibilidad de la perdida de la
titularidad de los mismos, ni siquiera derivada de su no ejercicio, voluntaria o
constreñida, ya que al ser inherente a la dignidad y a la naturaleza humana,
mientras exista la persona va a existir la titularidad de estos derechos. Por lo
tanto, también gozan de inalienabilidad ya que los mismos son privativos,
exclusivos e intransferibles de cada persona, no pudiendo ser transferidos a
los animales, ni a los objetos inanimados y al mismo tiempo son progresivos,
de modo que siempre es posible extender su protección a derechos que
anteriormente no gozaban de la misma”.

Sumado a esto, Álvarez (2005), afirma que los derechos humanos son
imprescriptibles porque sus titulares pueden exigirlos en cualquier tiempo.
En este sentido la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(1999), en su artículo 29, consagra el carácter imprescriptible de los
derechos humanos; hasta el punto que las sanciones por los delitos de lesa
humanidad, violaciones graves a los derechos fundamentales y los crímenes
de guerra, pueden ser exigidas independientemente del tiempo que haya
transcurrido desde los hechos que produjeron dichos agravios.

56
Derechos Fundamentales

Estudiar los derechos fundamentales es hacer referencia ineludible a


los derechos humanos, y es necesario dejar claro que unos y otros no son
exactamente lo mismo. Ferrajoli (2006), define los derechos fundamentales
como todos aquellos derechos subjetivos que corresponden universalmente
a todos los seres humanos en cuanto dotados del status de personas, de
ciudadanos o personas con capacidad de obrar; entendiendo por derecho
subjetivo cualquier expectativa positiva o negativa adscrita a un sujeto por
una norma jurídica.

Por su parte Peces-Barba (1995), estableció que los derechos


fundamentales cabrían definirse desde un punto de vista objetivo como “el
conjunto de normas de un ordenamiento jurídico, que forman un subsistema
de éste, fundadas en la libertad, la igualdad, la seguridad y la solidaridad,
expresión de la dignidad del hombre que forman parte de la norma básica
material de identificación del ordenamiento y constituyen un sector de la
moralidad procedimental positivizada, que legitima el Estado social y
democrático de derecho”; y desde un punto de vista subjetivo se le define
como “aquellos derechos subjetivos, libertades, potestades o inmunidades
que el ordenamiento positivo establece, de protección a la persona en lo
referente a su vida, a su libertad, a la igualdad y no discriminación, a su
participación política y social, a su promoción, a su seguridad o a cualquier
otro aspecto fundamental que afecte a la libre elección de sus planes de
vida, basada en la moralidad de la libertad, la igualdad, la seguridad jurídica
y la solidaridad, exigiendo el respeto, o la actividad positiva de los poderes
públicos o de las personas individuales o grupos sociales, con posibilidad de
reclamar su cumplimiento coactivo en caso de desconocimiento o violación”.

57
Al hacer referencia a los derechos fundamentales es necesario
referirse a la disponibilidad que el titular tiene del mismo. Bastida (2004),
afirma que el objeto de un derecho fundamental es aquello que garantiza.
Cuando un derecho permite hacer algo, atribuye a su titular el poder jurídico
de comportarse conforme a dicho permiso, que puede hacer valer
jurisdiccionalmente frente a terceros. Siendo en este caso el objeto del
derecho fundamental, precisamente ese comportamiento o comportamientos
que la Constitución permite llevar a cabo.

En este sentido, asevera el mismo autor que “(…) estos derechos


garantizan con rango constitucional ciertos ámbitos de libertad genérica e
indeterminada, proveniente del principio según el cual “todo lo no prohibido,
está permitido, lo cual le asegura a su titular que los podrá hacer valer frente
a quien pretenda introducir poder público en ellos. De esta manera una de
las principales funciones de todo derecho fundamental sería determinar en
qué ámbito de la realidad está, en principio, prohibido introducir poder
público”.

Estos derechos protegen un ámbito en el cual el único habilitado para


limitarse en principio es su propio titular, haciendo uso de su autonomía, en
eso consiste la disponibilidad del derecho. Y en segundo lugar, tomando en
cuenta que solo puede disponer de su conducta en ese espacio vital o
jurídico objeto del derecho fundamental. Precisamente por esto, es que los
derechos fundamentales tienen como función establecer en qué términos
esa autodeterminación de la conducta puede restringirse.

Es una garantía de posibilidades, al permitir realizar cualquiera de los


comportamientos posibles que encajen en su objeto, es decir, en ese ámbito
vital garantizado iusfundamentalmente bien porque actúa en los términos del
poder público delimitando en derecho fundamental o bien reaccionando ante

58
la violación del deber de abstenerse de introducir poder público en esa
esfera. Es de ello que resulta que solo una habilitación constitucional
expresa puede permitir la limitación de esa autodeterminación.

Al hacer referencia al contenido esencial de los derechos


fundamentales, Garrido (2007), trae a colación una sentencia del 8 de abril
de 1981 del Tribunal Constitucional español, de número 111/1981, la cual
asienta que el mismo es:

Aquella parte del conjunto de un derecho sin el cual


éste pierde su peculiaridad o, dicho de otro modo, lo
que hace que sea reconocible como derecho
perteneciente a un determinado tipo. Es también
aquella parte del contenido que es ineludible necesaria
para que el derecho permita a su titular la satisfacción
de los intereses para cuya consecución se otorga.

Sin embargo, Peces-Barba (1999), considera que sería incorrecto


interpretar cada derecho fundamental aisladamente. Por lo que afirma que el
contenido esencial de estos, ha de interpretarse con el objetivo de la
comunidad política lleguen a alcanzar su realización plena, haciendo un
valor de referencia, éste es el del respeto a la dignidad humana. Por ser un
atributo de la persona en su dimensión individual y social, es una condición
básica para que el desenvolvimiento de personalidad tenga un significado
jurídico-político, que oriente y legitime a los poderes públicos en el ejercicio
de sus competencia, informe a todos los derechos fundamentales y sea su
razón de ser dentro de un proceso de acomodación a los valores y
necesidades sociales que van surgiendo y modificándose.

Los derechos fundamentales de las personas solo son concebidos en


sociedad y son influenciados en el entorno histórico en el cual la persona se
desenvuelve, éstos según Casal (2006), para quien los derechos

59
fundamentales son inherentes a las personas y derivan de su dignidad
humana, pero además se renuevan conforme a las exigencias concretas de
la humanidad en un mundo cambiante y según las condiciones que rodean
la existencia del hombre en sociedad.

Valores, Principios y Reglas

Referente a los valores, considera Aragón, 1989 (Citado por Freixes et


all, 1992), “(…) son normas para la identificación e interpretación de las
disposiciones de un sistema que ayudan a distinguir el mejor significado de
la norma entre los diversos posibles. Esta función de los valores se
determina a partir de sus estructura como metanorma, normas que regulan
los actos productores de normas”. Así mismo, Pérez (1984), considera lo
siguiente sobre este respecto: “los valores tienen una función
fundamentadora, ya que son el núcleo básico e informador de todo el
ordenamiento; una función orientadora, dirigiendo al ordenamiento hacia
metas o fines predeterminados, y una función crítica porque sirven como
criterio o parámetro de valoración de hechos o conductas”.

Peces-Barba (1984), expone que “(…) los valores incorporan


contenidos materiales a las Constituciones, asegurando en este sentido la
unidad del ordenamiento, y considera que legitiman el derecho,
complementando la finalidad integradora de la Constitución”.

Para Freixes et all (1992), las Constituciones predeterminan un orden


de valores, señalando la igualdad, libertad, justicia y pluralismo político como
valores superiores, sin que se establezca orden jerárquico alguno entre
ellos, pese a su aparente contradicción (libertad frente a igualdad). Estas
antinomias deben ser resueltas a partir de la función de integración propia de

60
las Constituciones de consenso. En esencia, afirman los citados autores,
que los valores incorporan contenidos materiales a la Constitución; y que
estos tienen varias funciones, orientadora, informadora y crítica de todo el
ordenamiento, tanto en la producción de normas como en la interpretación
de las mismas; delimitan el significado de las normas; determinan entre sí
una relación de complementariedad que no permite establecer jerarquías
entre ellos; permiten superar las aparente contradicciones, incorporando al
análisis constitucional la finalidad integradora propia de las Constituciones
consensuadas”.

Los principios, a su vez, consisten según Aragón, 1989 (Citado por


Freixes et all, 1992), en “(…) fórmulas de derecho fuertemente
consensuadas, que albergan en su seno gérmenes de reglas jurídicas; lo que
equivale a afirmar que los principios no siempre constan explícitamente en el
texto constitucional (salvo excepciones como la del principio de legalidad),
pero que pueden fácilmente deducirse del mismo a través de una
interpretación estructural y sistemática”. El mismo autor, rescata la idea que
planteaba Stick, para quien los principios son indeterminados y comportan la
discrecionalidad del intérprete, que se concreta en criterios objetivos que el
propio derecho proporciona, teniendo en cuenta que la indeterminación
reside en el grado de relación del principio con las reglas que de él pueden
derivar, no en relación al propio principio.

Una vez que los principios constitucionales sean determinados, Freixes


et all (1992), afirma que “estos adquieren proyección normativa y, al igual
que los valores, son instituciones jurídicas vinculantes para los poderes
públicos. Ya desde Savigny, los principios jurídicos se configuran como
instituciones con valor normativo, admitiéndose que en el Derecho, además
de reglas y de valores, existen principios que precisamente identifican a cada
ordenamiento concreto, (…) y si los principios son importantes en la

61
interpretación jurídica, mucho más lo van a ser en el campo de la
interpretación constitucional, ya que su objeto está materializado en las
Constituciones, sobre todo en aquellas aprobadas como Constituciones de
integración o de consenso a partir de la segunda postguerra. Estos textos
constitucionales incluyen una serie de principios que son básicos para
fundamentar la interpretación e interrelación adecuada entre los valores y las
reglas constitucionales. La determinación de la estructura jurídica y la función
constitucional de los principios facilitará la interpretación y aplicación que de
los mismos deba realizar el intérprete constitucional”.

En relación a la función constitucional de estos principios, en cuanto a


instituciones jurídicas con proyección normativa, cumplen con una función
informadora de todo el ordenamiento. Esta función es más concreta que la
realizada por los valores (de ahí su diferencia funcional con los mismos), ya
que a partir de su mayor grado de precisión (pues, aun y cuando son
indeterminados, son predictibles), los principios ofrecen mayores
argumentos para decidir el significado concreto de una regla. Así, también,
de los principios se extraen reglas aplicables a los casos concretos, y la
posible transmutación de los principios en reglas supone el ejercicio de
diferentes opciones de política legislativa. Corresponde, pues, al legislador
concretar los principios constitucionales en reglas y al intérprete
jurisdiccional aplicar las reglas inferidas de los mismos, pero con menor
grado de discrecionalidad que el legislador, ya que el contenido material de
los principios determinará el sentido de las reglas durante el proceso de
interpretación.

Por otra parte Llorente (1999), rescata la concepción en la filosofía


jurídica y la teoría del derecho, para los cuales se entiende principio como un
tipo de norma que incorpora un mandato de optimización. Sobre esto, el
autor establece que: “A diferencia de la norma de tipo regla, el principio no

62
determina el derecho definitivo del titular, sólo el derecho prima facie. En la
aplicación de la regla, el juez determina definitivamente la existencia o
inexistencia del derecho mediante la subsunción de los hechos en la norma”.
El juez, según el citado autor, al hacer la aplicación de un principio “(…) ha
de examinar la validez de las restricciones, por ejemplo legislativas, que se
oponen a la atribución a título definitivo del derecho que aparecía prima facie
como tal”.

Continúa diciendo este autor que “(…) quien invoca la aplicación de las
normas contenidas en el Código Civil, puede obtener del juez la atribución
definitiva del derecho que pretende, si los hechos en los que apoya su
pretensión pueden ser subsumidos en ella. Quien, por el contrario, pretende
del juez constitucional el amparo en un derecho que la Constitución le otorga
y que ha sido, en su opinión violado por el legislador, ha de apoyar su
pretensión en la invalidez de esa limitación”.

Concluye Llorente (1999), señalando que “(…) el principio lleva así a la


ponderación y a la aplicación inexcusable del criterio de la proporcionalidad
(al que por lo demás se suele llamar principio y que sin duda también lo es,
aunque con un sentido distinto y próximo al que tiene el término en la
acepción a la que nos referimos en el punto siguiente)”.

El término principio se utiliza desde hace mucho tiempo, en la expresión


principios generales como designación de aquellas ideas básicas de justicia
a las que el juez ha de acudir para derivar de ellas la regla de decisión,
cuando no puede alcanzarla haciéndola derivar directamente de una norma,
o del empleo de los métodos de integración que el ordenamiento prevé o
tolera, y eventualmente para interpretar las normas, e incluso inaplicarlas al
caso concreto.

63
Bastida (2004), establece lo siguiente: “en principio, se puede afirmar
que el aspecto decisivo para la distinción entre reglas y principios es que
estos últimos son normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor
medida posible, dentro de las posibilidades jurídicas y reales existentes. Por
eso se afirma que los principios son mandatos de optimización, que están
caracterizados por el hecho de que pueden ser cumplidos en diferente grado
y que la medida debida de su cumplimiento no solo depende de las
posibilidades de hecho, sino también de las jurídicas”.

Ahora bien, en lo que respecta a las reglas constitucionales, Freixes et


all (1992), expone que estas precisan casi siempre una interpretación
operativa, que no puede identificarse con la interpretación de valores y
principios, ya que el grado de sujeción del intérprete a la regla es mayor que
el grado de sujeción en la interpretación de los principios y valores. El
legislador al crear reglas jurídicas que han de responder a valores y
principios, tiene mayor libertad de acción con los valores, menos con los
principios y menos aún con las reglas.

Igualmente, estos autores expresan que el juez aplica las reglas de


conformidad con los valores y a veces se ve obligado a recurrir a los
principios para deducir de los mismos una solución adecuada al caso
concreto. En todos estos supuestos, los valores y los principios desempeñan
una función esencial como criterios orientadores de la decisión del intérprete,
tanto legislativo como judicial, ya que tales órganos están vinculados no a
sus propios criterios, sino a estructuras jurídicas determinadas en la propia
Constitución.

El Libre Desenvolvimiento de la Personalidad: Derecho Humano,


Derecho Fundamental o Principio

64
El libre desenvolvimiento de la personalidad tiene su origen en el
artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el
cual establece que “toda persona, como miembro de la sociedad, tiene
derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la
cooperación internacional, la satisfacción de los derechos económicos,
sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desenvolvimiento
de su personalidad”.

El reconocimiento de todos los individuos como seres humanos libres e


iguales en dignidad y derechos, constituyen el postulado principal de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, estipulando
correlativamente al conjunto de derechos y libertades, el deber de todas las
personas respecto a la comunidad, pues la convivencia social debe ser tal
que permita a todos y cada uno el desarrollo pleno de su personalidad
(artículo 29 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre), respetando las limitaciones establecidas por la ley con el fin de
asegurar el reconocimiento y respeto de los derechos de los demás, y de
satisfacer las justas exigencias de la moral, del Orden Público y del bienestar
general de una sociedad Democrática.

Son muchas las Constituciones que consagran el libre


desenvolvimiento de la personalidad. Alemania, fue la precursora en lo que
respecta al derecho abordado, y para quien es considerado como un
derecho fundamental; así se puede evidenciar en la Constitución de
Alemania (Gundgesetz, 1949), tanto por la declaración de su artículo 1.3
GG, como por las propias palabras del artículo 2.1 en el cual se le da
contenido al derecho.

65
El artículo 1.3 de la citada Constitución, establece lo siguiente: “Die
nachfolgenden Grundrechte binden Gesetzgebung, vollziehende Gewalt und
Rechtsprechung als unmittelbar geltendes Recht” (“Los derechos
fundamentales enunciados a continuación vinculan, con el carácter de
derecho dotado de validez inmediata, a la legislación, al Poder Ejecutivo y a
la jurisprudencia”). Y el siguiente artículo en su párrafo primero establece:
“Jeder hat das Recht auf die freie entwicklung seiner pers önlichkeit, soweit
er nicht die rechte anderer verletzt und nicht gegen die verfassungsmässige
ordnung oder das sittengesetz verstösst”. (“Todos tienen el derecho al libre
desarrollo de su personalidad, en la medida en que no se violen los
derechos de los demás y no atente contra el orden constitucional o a la ley
moral”). En la transcripción del artículo 1.3 GG no cabe duda alguna sobre el
carácter fundamentalista del libre desenvolvimiento de la personalidad, pues
éste hace parte del catálogo de derechos constitucionales fundamentales.

Colombia por su parte, recoge en su Constitución Política (1991) en el


artículo 16 el libre desarrollo de la personalidad en los siguientes términos:
“todas las personas tienen el derecho al libre desarrollo de la personalidad
sin más limitaciones que las imponen los derechos de los demás y el Orden
Jurídico”. Tal disposición se incorpora por primera vez en la Constitución
colombiana formando parte del Capítulo I relativo a los derechos
fundamentales, resaltando el hecho de la consagración constitucional de
Colombia como un Estado social de derecho, democrático, participativo y
pluralista que se funda en el respeto a la dignidad humana.

La Corte colombiana ha confirmado reiteradamente el status de


derecho fundamental del libre desarrollo de la personalidad, principalmente
en las sentencias: T-532/92, T-050/93, C-176/93, T-493/93, en virtud de que
la propia constitución lo considera como derecho fundamental, pero de

66
naturaleza compleja. A tal efecto, la Sentencia T-097/94 dictaminó lo
siguiente:

Entre las innovaciones de la Constitución política de


1991, tienen especial relevancia aquellas referidas a la
protección del fuero interno de la persona. Es el caso
del derecho al libre desarrollo de la personalidad (Art.
16) y del derecho a la intimidad y al buen nombre (Art.
15). El constituyente quiso elevar a la condición de
derecho fundamental la libertad en materia de
opciones vitales y creencias individuales y, en
consecuencia enfatizo el principio liberal de la no
injerencia institucional en materias subjetivas que no
atenten contra la convivencia y organización social.
(Resaltado propio)

Si bien ésta es la primera vez que tal derecho se incluye en la Carta


Constitucional colombiana, la condición de fundamental se otorga porque las
pretensiones y expectativas, que no son otras que considerar a las personas
libres y autónomas para elegir su forma de vida en cuanto no interfiera con la
autonomía de las demás, y que forman su objeto, se estimaron claves para
organizar la sociedad personalista que en palabras de la propia Corte se
pretende configurar constitucionalmente, en virtud de lo cual se respetan los
derechos del hombre como individualidad, pero también como parte de un
colectivo social.

Los derechos fundamentales no solo están dotados de una dimensión


subjetiva, pues como derechos subjetivos encierran para sus titulares la
facultad de exigir su garantía con primacía, sino además de una dimensión
objetiva, por erigirse entre otros aspectos, en principios objetivos básicos del
orden constitucional que influyen de manera decisiva en el ordenamiento
jurídico en su conjunto. Esto último, es lo que determina precisamente el
denominado efecto irradiante, por cuanto los derechos fundamentales han

67
de proyectarse hacia todo el ordenamiento jurídico al momento de interpretar
y aplicar las normas jurídicas.

Según Bastida (2004), el efecto irradiante de los derechos


fundamentales “busca expresar de manera gráfica la necesaria proyección
que ha de tener el derecho fundamental como norma de principio en todos
los sectores del ordenamiento jurídico, con lo que su presencia tiene que
hacerse notar a la hora de interpretar y aplicar las normas que integran cada
una de las ramas (civil, mercantil, penal, laboral, administrativa) del
mencionado ordenamiento, si bien, como resulta fácilmente comprensible, la
incidencia no será la misma en todos los sectores normativos”.

En otras palabras, este efecto orienta a todos los poderes públicos en


sus respectivos ámbitos de competencia como principales garantes de los
derechos fundamentales; en razón de esto todos los tribunales deben al
momento de decidir, si es pertinente, tomar en cuenta aquellos en su
proceso de interpretación y aplicación del derecho.

En esta dirección, la Corte colombiana ha admitido que: “el derecho al


libre desarrollo de la personalidad no es un simple derecho, es un principio
que irradia a todos los derechos contenidos en la constitución, pues otorga
mayor fuerza a su contenido. Debe ser por tanto considerado como principio
por cuanto es orientador, integrador y crítico de las normas constitucionales”.

Tomando en cuenta la autonomía individual como substrato esencial


del libre desarrollo de la personalidad, dicho órgano ha señalado lo
siguiente: “bajo esta nueva óptica la autonomía individual, entendida como la
esfera vital conformada por asuntos que solo atañen al individuo, cobra el
carácter de principio constitucional que vincula a los poderes públicos. Y en
igual sentido, la Corte dispuso: “El libre desarrollo de la personalidad se basa
entonces, en el principio de una justa autonomía del hombre”.

68
Es importante aclarar en este punto y según el marco jurídico
colombiano, que el derecho fundamental al libre desarrollo de la
personalidad es el que realmente se comporta como un principio orientador
del proceso de creación e interpretación normativa y que tal respeto a la
autonomía individual es precisamente el substrato de este principio, pues el
derecho al libre desarrollo de la personalidad es la cara visible de la
autonomía, aun y cuando ambos términos sean usados como equivalentes.

Evidentemente que la Corte Constitucional colombiana como máximo


intérprete de la Constitución se ha encargado de aclarar el sentido y alcance
de las situaciones concretas que se someten a su consideración partiendo
de su carácter fundamental, que le confiere un blindaje constitucional y que
con carácter de principio orientador se impone en la actividad interpretativa
de dicho Tribunal, capaz de arrojar las más diversas y disímiles
manifestaciones de la actividad humana, tomando en cada circunstancia
fáctica, una orientación y sentido diferente.

Resulta asimismo interesante observar el caso de España, que también


reconoce el libre desarrollo de la personalidad y lo hace en el artículo 10.1
de la Constitución Española (1978), en los siguientes términos:

1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables


que le son inherentes, el libre desarrollo de la
personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los
demás, son fundamentos del orden político y de la paz
social.

Como se hace manifiesto en este caso, a diferencia de la Constitución


Política de Colombia (1991), el libre desenvolvimiento de la personalidad no
se establece como un derecho, sino como uno de los fundamentos del orden
político y la paz social, lo cual evidentemente genera consecuencias y
tratamientos diferenciados desde el punto de vista jurisprudencial. Para tales

69
efectos, es preciso hacer referencia a la sentencia 236/2007 del Tribunal
Constitucional español, que indicó lo siguiente:

Hay que tener en cuenta que cuando el artículo 10 CE


se refiere a la dignidad de la persona como fundamento
del orden político y de la paz social, no sitúa
exclusivamente en aquella dicho fundamento, sino que
a ella añade los derechos inviolables que le son
inherente, el libre desarrollo de la personalidad, el
respeto a la ley y a los derechos de los demás, todos
los cuales son fundamento del orden político y de la
paz social.

Este precepto constitucional se encuentra ubicado en el título primero,


lo cual lo convierte en una verdadera exposición de motivos que sirve a su
vez como parámetro de una correcta interpretación de los derechos y
deberes fundamentales, y específicamente el primer párrafo (10.1), que para
Garrido (2001), “(…) es postulable como vía de apertura dinámica de los
derechos”. Afirma Espinar (1995), que por tal razón el artículo 10 no tenga
como finalidad consagrar derechos fundamentales u obligaciones en sentido
estricto, sino proporcionar los marcos dentro de los cuales debe producirse
una sana y correcta interpretación y por ende el aseguramiento de los
derechos y deberes, es el principal de este título.

En el mismo orden de ideas, Diez-Picazo (2005), ha dicho:

(…) aunque la proclamación de la dignidad humana y el


libre desarrollo de la personalidad se realizan en el
artículo 10.1 CE y, por lo tanto dentro del título primero,
no se trata de derechos fundamentales en sentido
propio. Ello no significa, sin embargo, que estas
cláusulas estén desprovistas de sentido. El artículo
10.1 CE dispone: (…). Esto quiere decir que, en el
sistema de valores de la Constitución, son
precisamente la dignidad humana y el libre desarrollo
de la personalidad junto con el respeto a los derechos

70
de los demás y a la ley la base última de la convivencia
democrática; es decir, la democracia constitucional no
se estima viable sino adopta como criterios de
orientación permanente la dignidad de la persona y el
libre desarrollo de la personalidad. (…) dicho
simplemente, el artículo 10.1 CE enuncia los fines
últimos que debe perseguir el estado democrático de
derecho instaurado por la Constitución, y por los que,
en consecuencia, puede considerarse globalmente
justo y digno de acatamiento: dignidad de la persona y
libre desarrollo de la personalidad, no otros (riqueza
material, pureza racial, homogeneidad cultural,
ortodoxia religiosa, etc.).

El artículo 1 de la Constitución española dispone que España se


constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político, no existiendo jerarquía alguna entre ellos.
Lo dispuesto en este artículo guarda una estrecha vinculación con el artículo
10 de la misma Constitución, pero también con el artículo 9, cuando señala
que los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y
al resto del ordenamiento jurídico, correspondiéndole a los poderes públicos
promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de
los grupos en que se integran sean reales y efectivas.

Todo esto constituye un acervo valorativo constitucional del cual forma


parte inseparable el libre desarrollo de la personalidad. Robles (1995),
asevera que “conjugando todo este panorama axiológico, es como puede
interpretarse adecuadamente el precepto que nos ocupa, que no es sino la
aplicación de los valores superiores del ordenamiento (libertad, igualdad,
justicia y pluralismo) propio de un Estado social y democrático de Derecho,
al sujeto último destinario de las normas, que es la persona”.

71
Valor, para De Villamor (2003), en términos modernos, significa lo
preferible, lo deseado que no consiste en un mero ideal, sino que es la guía
o norma de las elecciones mismas, y en todo caso un criterio de juicio. Por
ello hablar de valores jurídicos es hablar de una guía, de un modelo a seguir,
de la fuente de inspiración en este caso del sistema jurídico, no es necesario
que resulten positivizados, pero en el caso de España, estos aparecen con
el mayor rango que se les puede otorgar pues se encuentran consagrados
expresamente en la Constitución. Los valores necesariamente orientan la
labor de creación, interpretación y aplicación del derecho.

Aun cuando la propia Constitución no le confiere a los elementos


enunciados en el artículo 10 el rango de valores sino de fundamentos del
orden político y la paz social, connotación por demás amplia y vaga;
indudablemente que el libre desarrollo de la personalidad como expresión de
la libertad de acción, se subsume en la libertad recogida como valor superior
del ordenamiento jurídico español, lo cual le otorga un carácter especial toda
vez que la Constitución española posee una configuración esencialmente
personalista.

En este sentido el Tribunal Constitucional español, como máximo


intérprete de la Constitución en el fundamento jurídico número 4 de la
sentencia 18/1981 destacó: “En efecto, entre los valores que incorpora la
Constitución hay que destacar muy singularmente, como fundamento del
orden político y de la paz social (artículo 10), la libertad de la persona, los
derechos inviolables que le son inherente, el libre desarrollo de la
personalidad y el respeto a la ley y al derecho de los demás”. En sentencia
37/1994, también se consideró el libre desarrollo de la personalidad como un
valor, cuando en el fundamento número 12 expuso lo siguiente:

72
(…) en conjunción con los artículos 1.1, 9.2, 10 y 15 de
la norma fundamental, considerando que el valor
superior de la libertad y los de dignidad de la persona y
el libre desarrollo de la personalidad pueden
fundamentar el pretendido derecho de los padres y, en
su caso, de los estudiantes, a elegir la lengua de
comunicación en la enseñanza. Sin embargo, el
planteamiento del Tribunal Supremo no puede ser
acogido. Cabe observar, en efecto, que los valores de
libertad y libre desarrollo de la personalidad,
positivizados por la norma fundamental, como
principios constitucionales ya están presentes, explícita
o implícitamente, en el propio artículo 27 CE, como
evidencian sus apartados 1 y 2 de este precepto.

En esta última decisión indicada, el órgano judicial expresa que la


libertad y el libre desarrollo de la personalidad son valores positivizados en
la Constitución como principios. En este sentido valores y principios
comparten el mismo fin, servir de máximas o normas guías de la actividad
creativa e interpretativa del sistema jurídico. Valores y principios se
encuentran en una estrecha y prácticamente indisoluble relación, que no
permite una fácil diferenciación, lo cual salta a la vista en la propia decisión
judicial.

En el auto 428/2003 dictado por el Tribunal Constitucional español, se


hizo referencia al libre desarrollo de la personalidad como principio
constitucional: “Así no cabe aceptar el criterio del abogado del Estado de
que el levantamiento de la suspensión del apartado 2 del artículo 8
supondría que quedaran gravemente afectados importantes principios del
ordenamiento constitucional, como son el principio de libertad y del libre
desarrollo de la personalidad (artículos 1 y 10 CE)”. En sentencia más
reciente 139/2008, confirma la condición de principio del libre desarrollo de la
personalidad en los siguientes términos: “(…) Y no será difícil en la mayor

73
parte de los casos traer a colación algún principio constitucional (relaciones
familiares, libre desarrollo de la personalidad, entre otros)”.

En la práctica el libre desarrollo de la personalidad se comporta como


un principio garantista del conjunto de derechos reconocidos, el mismo
constituye en sí una manifestación genérica de la libertad de actuación de
todo individuo; en consecuencia en función del derecho al libre desarrollo de
la personalidad que tiene toda persona se protege y garantiza la libertad de
expresión, libertad de religión, libertad de pensamiento y conciencia, libertad
de manifestación, entre otras, aunado al conglomerado de derechos que en
forma interdependiente encuentran en él un seguro substrato. Por ello, el
derecho al libre desarrollo de la personalidad debe ser tomado en cuenta
para orientar la interpretación de otros derechos, es una regla base.

Así es posible hacer referencia a varias sentencias que vinculan el libre


desarrollo de la personalidad con otros derechos y libertades. Tal es el caso
del artículo 15 de la Constitución española, el cual consagra el derecho a la
vida y a la integridad física y moral, no pudiendo en consecuencia nadie ser
sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes, el libre
desarrollo de la personalidad también encuentra conexión, según sentencia
160/2007 del Tribunal Constitucional español al siguiente tenor:

Hemos recordado recientemente en nuestra STC


62/2007, de 27 de marzo, que el artículo 15 CE ampara
de forma autónoma el derecho fundamental a “la
integridad física y moral”, y que, en relación con tal
derecho, este Tribunal ha tenido ocasión de señalar
que su ámbito constitucionalmente garantizado protege
“la inviolabilidad de la persona, no solo contra ataques
dirigidos a lesionar su cuerpo o espíritu, sino también
contra toda clase de intervención en esos bienes que
carezcan del consentimiento de su titular” (SSTC
120/1990, de 27 de junio FJ 8, y 199/2001 de 24 de
mayo, FJ 5); que estos derechos, destinados a proteger

74
la “incolumidad corporal” (STC 207/1996, de 16 de
diciembre, FJ 2), han adquirido también una dimensión
positiva en relación con el libre desarrollo de la
personalidad, orientada a su plena efectividad, razón
por la que se hace imprescindible asegurar su
protección no solo frente a las injerencias ya
mencionadas, sino también frente a los riesgos que
puedan surgir en una sociedad tecnológicamente
avanzada (STC 119/2001, de 24 de mayo, FJ 5); y que
además de ello, en efecto, el derecho a que no se dañe
o perjudique la salud personal queda también
comprendido en el derecho a la integridad personal
(STC 35/1996, del 11 de marzo, FJ 3), aunque no todo
supuesto de riesgo o daño para la salud implique una
vulneración del derecho fundamental, sino tan solo
aquel que genere un peligro grave y cierto para la
misma (SSTC 5/2002, de 14 de enero, FJ 4, y
119/2001, de 24 de mayo, FJ 6).

En el caso de la sentencia 119/2001, se planteó un enlace del libre


desarrollo de la personalidad con el derecho fundamental a la integridad
física y moral (artículo 15), toda vez que éste adquiere una dimensión
positiva con respecto al libre desarrollo de la personalidad, el cual en
palabras del propio Tribunal Constitucional español, está orientado a lograr
la plena efectividad de aquel. Recoge entonces la decisión la condición de
principio garantista del libre desarrollo de la personalidad.

Igualmente, en lo que atañe al derecho constitucional no fundamental,


de contraer matrimonio establecido en el artículo 32, el Tribunal
Constitucional español se ha mostrado más explícito. En el fallo judicial
222/1992, el sentenciador apunta a la libertad de hombre y mujer para
establecer una relación more uxorio como manifestación del libre desarrollo
de la personalidad, expresando que éste podría resultar afectado si los
poderes públicos trataran de impedir o reprimir la convivencia more uxorio o
de imponer el establecimiento del vínculo matrimonial. Evidentemente el

75
Tribunal alude a la libertad de las parejas para decidir el tipo de relación que
quieren entablar como parte de la construcción de su proyecto vital,
verificándose además la orientación interpretativa que determina el libre
desarrollo de la personalidad en un derecho no catalogado como
fundamental por la propia Constitución, lo cual viene a confirmar lo expuesto
con antelación, y es precisamente que este precepto no sólo es válido como
plataforma interpretativa de los derechos fundamentales sino de todos los
derechos consagrados constitucionalmente.

Se ha vinculado además el libre desarrollo de la personalidad con la


libertad religiosa y de creencia, estipulada en el artículo 16 de la Carta
Magna, para hacer referencia a grupos o sectas en los siguientes términos:
“No obstante, no se puede ignorar el peligro que para las personas puede
derivarse de eventuales actuaciones concretas de determinas sectas o
grupos que, amparándose en la libertad religiosa y de creencia, utilizan
métodos de captación que pueden menoscabar el libre desarrollo de la
personalidad de sus adeptos, con vulneración del artículo 10.1 de la
Constitución (sentencia 46/2001). Es claro que aquí subyace la idea de
libertad de elección u opción, que tiene la persona por una determinada
religión o culto, cuya base es el libre desarrollo de la personalidad”.

De la revisión jurisprudencial española puede comprobarse que el libre


desenvolvimiento de la personalidad constituye un elemento accesorio de la
dignidad y de otros derechos; carece de autonomía e independencia y no se
erige como la ratio decidendi o razón suficiente para decidir; esto puede
tener su fundamento precisamente en que el libre desarrollo de la
personalidad no es consagrado como un derecho en la Constitución
española sino como soporte de otros derechos, especialmente de aquellos
que según Morchón (1995), “(…) suponen la manifestación de la idea de
autorrealización moral del individuo”.

76
Ahora bien, Venezuela por su parte reconoce actualmente el libre
desenvolvimiento de la personalidad en el artículo 20 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (1999), y lo hace en los siguientes
términos: “toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su
personalidad, sin más limitaciones de las que derivan del derecho de las
demás y del orden público y social”.

Es tarea prioritaria establecer cuál es la denominación dada por el


legislador venezolano a los derechos consagrados en su Carta Magna.
Según se puede evidenciar en la propia Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999), su Título III ha sido identificado como “De
los Derechos Humanos y Garantías y de los Deberes”. Tal denominación,
para Aponte (2012), “tiene su fundamento en el propio régimen
constitucional en esta materia que permite diferenciarlo de los derechos
fundamentales”, entendidos estos como aquellos que se encuentran
adscritos a un sujeto por una norma jurídica, es decir, que su existencia
depende de una concepción expresa en el derecho positivo de las
pretensiones morales vinculadas íntegramente con la dignidad humana.
Sobre lo dicho, es prudente citar lo expuesto por Peces-Barba (1999), para
quien los derechos fundamentales son “la pretensión moral justificada sobre
rasgos importantes derivados de la idea de dignidad humana y, por la otra la
recepción en el derecho positivo de tales pretensiones morales”, solo ante la
presencia de ambos elementos se puede afirmar la existencia de un derecho
fundamental.

Aponte (2012), asevera que “por el contrario, en el caso venezolano se


habla de derechos humanos porque estamos en presencia de derechos
inherentes a la naturaleza del ser humano, estrechamente vinculados con la
idea de dignidad, cuya exigencia, garantía y protección no dependen de una
norma que los reconozca, sino de la circunstancia de tratarse de facultades

77
o potestades que el hombre posee por el solo hecho de ser y existir, por su
propia naturaleza. No son una concesión del Estado, éste lo que hace es
reconocer su existencia, obligándose a garantizarlos y protegerlos. Se trata
de verdaderos derechos porque pueden hacerse valer coercitivamente,
incluso a falta de norma que los reconozca de forma expresa, y se dice que
son humanos porque son propios de su naturaleza”.

Esta afirmación hecha por el citado autor, es reforzada con la


disposición contenida en el artículo 22 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999), la cláusula abierta, donde se establece lo
siguiente:

La enunciación de los derechos y garantías contenidos


en esta Constitución y en los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos no debe
entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona, no figuren expresamente en
ellos. La falta de ley reglamentaria de estos derechos
no menoscaba el ejercicio de los mismos.

De la transcripción de este artículo es notorio como los derechos


humanos preceden al Estado y a las propias constituciones, es decir, el
origen o la raíz de los derechos supera por mucho aquellas normas que han
sido escritas para obtener un reconocimiento o declaración, por lo que se
puede ser titular de un derecho que carece de norma. Es por esto que solo
es necesario estar en presencia de una facultad inherente a la persona para
que su falta de consagración no sea entendida como negativa, pero además
tampoco impida su pleno ejercicio, ya que la tutela de los derechos se
fundamenta en su inherencia a la naturaleza humana.

De lo anteriormente dicho es posible obtener un acercamiento más


próximo a la naturaleza jurídica del libre desenvolvimiento de la

78
personalidad, sin embargo, la doctrina esgrimida sobre la concepción
humanista de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
(1999), no basta para sentar inexorablemente las bases del objetivo
debatido, sino que para ello se hace vital determinar el criterio jurisprudencial
adoptado por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de
Venezuela, siendo su tarea la de intérprete último de la norma constitucional,
por lo que sus pronunciamientos se hacen parte integral de los preceptos
sentenciados.

Ante tal situación, se emprendió el estudio de las diferentes sentencias


emanadas de la Sala Constitucional del citado Tribunal venezolano, cuyo
contenido haga referencia expresa al libre desenvolvimiento de la
personalidad. Ahora bien, sin ánimos de establecer una postura definitiva, el
resultado de la búsqueda y análisis de dichas decisiones no permitió
evidenciar en las propias palabras de la Sala, es decir, de manera expresa,
la proyección o enfoque jurídico del derecho objeto de investigación; aunque
si fue posible palpar diferentes situaciones que permiten construir, a partir de
éstas, una idea sobre su naturaleza jurídica.

En la revisión de las diferentes sentencias contentivas del vocablo


“libre desenvolvimiento de la personalidad”, pudo evidenciarse como en gran
número de éstas, que el derecho en cuestión es incoado por el recurrente
mas no se hace mención alguna sobre el mismo en el fondo de la sentencia;
situación que, sin duda alguna, amerita especial atención. A continuación se
presenta una sinopsis de las sentencias que abordan de fondo este derecho.

En sentencia N° 968, exp. 01-0073, anteriormente citada, de fecha 5 de


junio de 2001, con ponencia del magistrado Antonio J. García García, que
tiene lugar por una acción de amparo constitucional contra la decisión del 24
de octubre de 2000 dictada por el Juzgado Superior Primero en lo Civil,

79
Mercantil, del Tránsito y del Trabajo y de Menores de la Circunscripción
Judicial del Estado Táchira, la cual dictó con lugar la apelación del auto que
homologó el convenimiento celebrado por las partes; el accionante de este
amparo incoa la vulneración de los derechos al libre desenvolvimiento de la
personalidad (artículo 20), así como el derecho a la igualdad (artículo 21), el
derecho al acceso a los órganos de la administración de justicia (artículo 26),
el derecho al debido proceso (artículo 49) y el derecho de propiedad (artículo
15), todos ellos contenidos en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999).

La Sala consideró pertinente referir la opinión del autor Francisco Rubio


Llorente, para quien el libre desenvolvimiento de la personalidad es
considerado el principio general de libertad y que por lo tanto autoriza a los
ciudadanos a llevar a cabo todas aquellas actividades que la ley no prohíba.
En atención a esto, el convenimiento es un medio de autocomposición
procesal que depende únicamente de la manifestación otorgada por la parte
accionada, por lo que al configurarse tal declaración de voluntad es
perfectamente válido llevar a cabo dicho convenimiento. Al respecto la Sala
expuso lo siguiente:

(…) el Juzgado Superior, al revocar la decisión


apelada, invadió la esfera privada de las partes, sin
que en el supuesto de autos estuviese inmiscuido el
orden público, lo cual comporta la violación del
debido proceso y a la tutela judicial efectiva, toda
vez que no se preservó el derecho adquirido por la
parte demandante y hoy accionante en amparo.
(Resaltado propio)

La sentencia N° 1456, exp. 05-1471, de fecha 27 de julio de 2006, con


ponencia del magistrado Jesús Eduardo Cabrera Romero, con ocasión de
una acción de amparo constitucional por la vulneración del derecho a

80
procrear, a la integridad psíquica y moral y al libre desenvolvimiento de la
personalidad, todo ello en razón del impedimento, ocasionado por un grupo
médico de fertilidad, contra la accionante de realizarse una inseminación
artificial con la muestra espermática de su fallecido esposo. Sobre el
presente caso, la Sala al pronunciarse sobre el fondo del asunto observa
que siendo éste un caso sin precedente judicial en el país, estima necesario
hacer las siguientes precisiones:

(…) que los tres derechos invocados están


íntimamente relacionados, por cuanto son
derechos inherentes a la persona humana, son
“derechos de la personalidad”; es decir, que
“…posee toda persona por su sola condición de tal.
Estos derechos no dependen de ninguna conducta o
adquisición especial del sujeto, sino que nacen con
éste porque implican la protección de la esfera moral y
corporal del ser”.
El derecho a procrear no es más que el derecho natural
de concebir un ser; derecho éste que al igual que los
derechos a la maternidad y paternidad suponen
obligaciones en los sujetos que los encabezan, y el
ejercicio de estos derechos supone el libre
desenvolvimiento de la personalidad, sin más
limitaciones que las que derivan del derecho de las
demás y del orden público y social, tal y como lo
dispone el artículo 20 constitucional, y como lo
consagra el artículo 29 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos (…). (Resaltado propio)

En la sentencia emblemática de Nº 190, exp. 03-2630 (Caso:


Homosexuales) anteriormente citada, que tuvo lugar por una solicitud de
interpretación de los artículos 21 cardinal 1 y 77, en conjunción con los
artículos 19, 20 y 22 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela. En la cual, se declara que no es posible en el marco
constitucional venezolano la discriminación individual por razón de
orientación sexual y que no existe colisión alguna entre los artículos cuya

81
interpretación fue solicitada. En razón de esto, la Magistrada Carmen Zuleta
de Merchán salva su voto y disiente del criterio sostenido por la mayoría
sentenciadora, considerando:

(…) Hemos de convenir en que han sido los prejuicios


religiosos y morales arrastrados culturalmente los
que impiden en el foro un debate abierto y
formador de un tema sobre el cual existe suficiente
material de análisis científico. Desde 1935, Sigmund
Freud determinó con claridad que la homosexualidad
no es una enfermedad; y este dato fue formalmente
registrado en 1987 por la Organización Mundial de la
Salud (OMS). Siendo así, la orientación sexual es
parte fundamental del libre desenvolvimiento de la
personalidad (artículo 20 constitucional), y ni el
Estado ni los particulares deben interferir en el
libre desenvolvimiento de la personalidad fijando
un modelo obligatorio de conducta sexual ni
prohibiendo otros. (Resaltado Propio)
Del mismo modo consideró la Magistrada disidente que:

(…) La interpretación de la mayoría, a mi modo de ver,


parte de una falsa premisa: no obstante, no prohibir ni
condenar las uniones de hecho entre personas de igual
sexo (página 26) niega las consecuencias jurídicas
del derecho al libre desenvolvimiento de la
personalidad, dando por implícito un modelo
constitucional de heterosexualidad obligatoria que
desconoce los valores del Estado pluralista en los
cuales se fundamentó el Estado Social de Derecho y
de Justicia que proclama el Preámbulo de nuestra
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela. (Resaltado Propio)

En la decisión aludida, la mayoría sentenciadora deja tantas puertas


abiertas que es posible deducir que prefieren no hacer ruido respecto a la
exclusión social que afrontan las personas homosexuales actualmente,
siendo la orientación sexual (diversa o no) un componente esencial de la

82
personalidad humana, y además un tema que se encuentra en plena
evolución social y jurídica en otros ordenamientos y en el nuestro, quizás han
debido los administradores de justicia abordarlo con mayor vastedad,
tomando en cuenta ese derecho que garantiza la propia Carta Magna de
desenvolver libremente la personalidad y el cual, es objeto central de este
trabajo de investigación.

Por otra parte, en sentencia de la Sala Constitucional de N° 446,


signada con el número de expediente 14-0094, la cual tuvo lugar por una
solicitud de revisión de la sentencia número y siglas AVC.000752 dictada y
publicada el 9 de diciembre de 2013 por la Sala de Casación Civil del
Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, conociendo de la solicitud de
avocamiento formulada respecto de una demanda de divorcio signada con el
N° 2012-009659 cursante ante el Juzgado Vigésimo de Municipio de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, donde procedió
el avocamiento solicitado y se anuló la decisión dictada en fecha 13 de mayo
de 2013, por el Juzgado Vigésimo de Municipio de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas que declaró disuelto el vínculo
matrimonial de los ciudadanos Víctor José de Jesús Vargas Irausquín y
Carmen Leonor Santaella de Vargas, y que desaplicó el artículo 185-A del
Código Civil por considerar que choca con normas constitucionales. El
peticionario fundamenta su solicitud con el libre desenvolvimiento de la
personalidad en los siguientes términos:

La Sala de Casación Civil violó el artículo 20 de la


Constitución y el derecho humano y constitucional de
nuestro representado al libre desenvolvimiento de su
personalidad, al emitir una interpretación
inconstitucional y errada del artículo 185-A del Código
Civil, que fuerza a nuestro mandante a permanecer
casado aun en contra de su voluntad manifiesta y a
pesar de estar plena y absolutamente probado en el

83
expediente de la causa que no mantiene vida marital
alguna desde hace más de cinco (5) años con la
ciudadana solicitante del avocamiento. Además, la Sala
de Casación Civil violó e interpretó de manera
totalmente equivocada el artículo 77 de la Constitución,
incurriendo en error inexcusable de juzgamiento, al no
considerar en su decisión que la institución del
matrimonio, de acuerdo con la Carta Fundamental, se
basa en el consentimiento, el cual no solamente es
necesario para celebrarlo, sino también para
mantenerlo, porque la libertad es un valor esencial de
nuestro sistema jurídico, como lo confirma la
interpretación conjunta y congruente de los artículos 2,
20 y 77 de la Constitución, todos violados por la Sala
de Casación Civil en la sentencia cuya revisión
constitucional se pide, exponiendo al efecto lo
siguiente: “(…) la Constitución reconoce y garantiza la
libertad al desenvolvimiento de la personalidad de cada
ciudadano, sin más limitaciones que las que derivan del
derecho de los demás y del orden público y social
(artículo 20)”.

Al respecto, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia al


considerar al libre desenvolvimiento de la personalidad en los términos
planteados por el solicitante, lo hace abordándolo como uno de los
elementos que tiene la actual Constitución para entender jurídica y
socialmente a la familia y al matrimonio, o dicho sea el caso; a la disolución
del mismo, disponiendo que:

El artículo 75 de la Constitución, (…) “considera que la


familia (asociación fundamental) es el espacio para el
desarrollo integral de la persona, lo que presupone –
como parte de ese desarrollo integral– la preparación
para que las personas ejerzan el derecho al libre
desenvolvimiento de su personalidad, sin más
limitaciones que las que derivan del derecho de los
demás y del orden público y social”. (Resaltado Propio)

84
En esta decisión, el máximo intérprete hace referencia a que “el libre
consentimiento es atributo necesario para celebrar el matrimonio, es este
consentimiento el que priva durante su existencia y, por tanto, su expresión
destinada a la ruptura del vínculo matrimonial, conduce al divorcio”, por
consiguiente:

A juicio de la Sala, así debe ser interpretada en el


sentido que –manifestada formalmente ante los
tribunales en base a hechos que constituyen una
reiterada y seria manifestación en el tiempo de disolver
la unión matrimonial, como es la separación de hecho,
contemplada como causal de divorcio en el artículo
185-A del Código Civil–, ante los hechos alegados, el
juez que conoce de la solicitud, debe otorgar
oportunidad para probarlos, ya que un cambio del
consentimiento para que se mantenga el matrimonio,
expresado libremente mediante hechos, debe tener
como efecto la disolución del vínculo, si éste se pide
mediante un procedimiento de divorcio. Resulta
contrario al libre desenvolvimiento de la
personalidad individual (artículo 20 constitucional),
así como para el desarrollo integral de las personas
(artículo 75 eiusdem), mantener un matrimonio
desavenido, con las secuelas que ello deja tanto a los
cónyuges como a las familias, lo que es contrario a la
protección de la familia que debe el Estado (artículo
75 ibidem). (Resaltado Propio)

Otra sentencia de N° 953, exp. N° 10-0238 de la Sala Constitucional


venezolana que tuvo lugar por una acción de nulidad por inconstitucionalidad
ejercida contra el artículo 57 del Código Civil venezolano, publicado en
Gaceta Oficial N° 2.990 extraordinaria del 26 de julio de 1982, donde la parte
solicitante fundamenta su acción en la violación del derecho a la igualdad y a
la no discriminación al establecer condiciones más limitativas para la
celebración de segundas nupcias a la mujer y no al hombre, quien sí podía
hacerlo sin ningún tipo de limitación. La Sala al motivar su decisión aborda la

85
igualdad como un valor propio del ser humano y hace mención al libre
desenvolvimiento de la personalidad de forma muy superficial, al mencionar
el contenido de la Exposición de Motivos de la Constitución en los siguientes
términos:

Se define la organización jurídico-política que adopta la


Nación venezolana como un Estado democrático y
social de Derecho y de Justicia. De acuerdo con esto,
el Estado propugna el bienestar de los venezolanos,
creando las condiciones necesarias para su desarrollo
social y espiritual, y procurando la igualdad de
oportunidades para que todos los ciudadanos puedan
desarrollar libremente su personalidad, dirigir su
destino, disfrutar los derechos humanos y buscar su
felicidad” (…). “Por todo ello se incorporan al texto
constitucional como valores superiores del
ordenamiento jurídico del Estado y de su actuación, la
vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la
democracia, la responsabilidad individual y social, la
preeminencia de los derechos humanos, la ética
pública y el pluralismo político. (Resaltado propio).

Del mismo modo, en la misma decisión la Sala hace mención a lo


referente al Capítulo I del Título III que consagra “Los Derechos Humanos y
Garantías y de los Deberes”, señalando la concepción amplia y reforzada
que se le dio a dicho derecho a la igualdad, estableciendo:

Se reconocen los derechos al libre


desenvolvimiento de la personalidad y a la
igualdad. En relación con éste último, se refuerza y
amplía la protección constitucional al prohibir no sólo
las discriminaciones fundadas en la raza, el sexo o la
condición social, sino además, aquellas que, en
general, tengan por objeto o por resultado anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en
condiciones de igualdad, de los derechos y libertades
de toda persona. Lo anterior obedece a que en la

86
práctica la dinámica social suele presentar situaciones
de discriminación que deben su origen a razones
distintas de la raza, el sexo o la condición social.
(Resaltado Propio)

De esta decisión podría rescatarse que, fue tal la importancia que le


dio el constituyente a la necesidad que poseen las personas de desarrollar
libremente su personalidad, que tuvo la osadía de mencionarlo en la
Exposición de Motivos del Texto Constitucional, al hacer referencia a
aquellos valores superiores que rigen al Estado como lo son la vida, la
libertad, la igualdad, la solidaridad y la responsabilidad individual, por
mencionar algunos; y que en definitiva posee el ser humano de forma
inherente y en conjunto forman parte de la personalidad.

En sentencia Nº 693, exp. N° 12-1163 de la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, anteriormente citada, decisión
en la cual la Sala vincula el libre desenvolvimiento de la personalidad con el
matrimonio (artículo 77 constitucional), y lo hace de la siguiente forma:

En la actualidad afortunadamente el matrimonio ha


dejado de ser expresión de la rancia sociedad
patriarcal, por lo que se intenta remozarlo como una
expresión de máximo afecto de pareja, y un acto
voluntario de los cónyuges afianzado en el libre
desarrollo de la personalidad de los contrayentes.

En esta misma sentencia, la Sala hace mención al divorcio, aludiendo


a una refundación institucional propuesta en la vigente Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (1999), disponiendo:

(…) obliga a una revisión de las instituciones


preconstitucionales incluyendo el divorcio como forma
de solucionar las desavenencias insalvables de la
pareja unida en matrimonio. En efecto, es preciso

87
considerar que la pretensión de divorcio planteada
por un ciudadano supone el ejercicio simultáneo de
otros derechos y garantías constitucionales, como
lo son el libre desarrollo de la personalidad y la
tutela judicial efectiva (…) el primero perteneciente a
la categoría de los derechos referidos a la libertad del
ser humano, “que aseguran al individuo una vida
exenta de coacción por parte de la autoridad o los
particulares, tanto en el orden moral como material”
(Arellano Silva, 1953). (Resaltado propio)

Tras este recorrido jurisprudencial que pudiera percibirse como escaso


ante la magnitud del derecho abordado, puede evidenciarse cómo la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela no establece
siquiera un punto de partida que permita entender de manera concreta la
naturaleza jurídica del libre desenvolvimiento de la personalidad. Al respecto,
surge la duda de si para la Sala Constitucional la tarea de sincerar dicha
naturaleza jurídica no es un tema prioritario, puesto que la propia
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), deja por
sentado que se está en presencia de un derecho humano.

Aún y cuando ciertamente el constituyente venezolano se acoge a la


corriente iusnaturalista, afirmar que el libre desenvolvimiento de la
personalidad está limitado únicamente a la noción de derecho humano, sería
insuficiente, puesto que el carácter complejo de este derecho toca los más
diversos aspectos de la vida del ser humano, tales como la intimidad,
sexualidad, familia, imagen, religión, entre otros; por lo que pareciera tener
una suerte de afinidad lógica con el resto de los derechos.

Lo dicho anteriormente se hace evidente en las sentencias de la Sala


Constitucional venezolana que fueron desglosadas, donde notoriamente se
observa la vinculación directa del libre desenvolvimiento de la personalidad
contenido en el artículo 20 de la Constitución de la República Bolivariana de

88
Venezuela (1999), con los artículos 21 (derecho a la igualdad), 77 (uniones
estables de hecho), 19 (derecho a la no discriminación), 75 (derecho a la
familia), 44 (derecho a la libertad personal), 46 (derecho a la integridad física,
psíquica y moral), 50 (derecho al libre tránsito), 52 (derecho de asociación),
56 (derecho al nombre propio), 57 (derecho a la libertad de expresión), 59
(derecho a la libertad de religión y de culto), 61 (derecho a la libertad de
conciencia), 60 (derecho al honor), 87 (derecho al trabajo), 103 (derecho a la
educación), entre otros. Todos estos derechos comportan un escalón en la
formación y desarrollo de la personalidad de cada individuo, es por ello que
resulta espontánea la formulación de un enlace coordinado entre estos y el
libre desenvolvimiento de la personalidad.

Finalmente, podría emplearse el criterio de la Corte colombiana sobre el


llamado “efecto irradiante” del libre desenvolvimiento de la personalidad,
siendo que éste comporta un soporte o principio orientador que irradia al
resto de los derechos contenidos en la Constitución y que además, en
conjunto atienden a la formación del proyecto de vida de cada persona.

Estudiar los Mecanismos de Protección para Hacer Efectivo el Derecho


al Libre Desenvolvimiento de la Personalidad, en la Doctrina Jurídica
Venezolana y en las Sentencias Emanadas de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia entre los Años 2000-2015

No basta con el mero reconocimiento de un derecho para que éste


pueda verse materializado, sino que es necesaria la existencia de un
conjunto de normas sustantivas y adjetivas, que permitan al titular del
derecho, ejercitarlo libremente o bien, siendo el caso, reclamar la tutela de
éste por cualquier vulneración o amenaza que dificulte o impida su pleno

89
ejercicio. Así lo afirma Casal (2008), al indicar que “el reconocimiento de los
derechos esenciales de la persona debe ir acompañado por la previsión de
reglas sustantivas y medios adjetivos que aseguren su observancia”.

En el caso de Venezuela, tal y como se debatió en un punto anterior de


este trabajo de investigación, no sólo prevalecen en el marco de los
derechos humanos aquellos expresamente consagrados en las Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela (1999), u otras normas jurídicas,
puesto que el artículo 22 constitucional deja la puerta abierta a toda una
gama de opciones de derechos que pudieran no estar manifiestamente
reconocidos en los instrumentos jurídicos; derechos que,
incuestionablemente, ameritan igual protección que los tipificados.

Estas garantías sustantivas y adjetivas, en conjunto, forman la


estructura que resguarda la validez efectiva de un derecho, siendo que en el
caso de las sustantivas se consagra el derecho en sí, pero también sus
restricciones o limitaciones; mientras que las garantías adjetivas son
aquellas dispuestas con el fin de precisar los mecanismos y vías, judiciales o
no judiciales, de protección de los diferentes derechos humanos. En razón a
estas normas adjetivas, cobra gran valor la disposición del artículo 26 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), donde se
recoge el derecho al acceso a la justicia y a la tutela judicial efectiva, que
aunque siendo un derecho humano igual a lo demás, está revestido de una
connotación especial, ya que de su pleno ejercicio depende la protección
judicial de todos los demás ante una inminente violación o amenaza de ésta.

En el caso venezolano, destacan dos instrumentos judiciales para la


protección de los derechos humanos: el amparo constitucional y el hábeas
data. Específicamente, la acción de amparo constitucional ha sido el
mecanismo de mayor preminencia en el caso del libre desenvolvimiento de

90
la personalidad, puesto que en el proceso de estudio de las diferentes
sentencias de la Sala Constitucional venezolana que abordan este derecho,
los accionantes hicieron uso de tal vía procesal, por lo que pareciera ser la
tendencia en casos de menoscabo del derecho en cuestión. Ante tal
realidad, se hace prudente precisar algunos aspectos relevantes sobre el
amparo constitucional.

El amparo constitucional está consagrado en el artículo 27 de la


Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), el cual
establece lo siguiente:

Toda persona tiene derecho a ser amparada por los


tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y
garantías constitucionales, aun de aquellos inherentes
a la persona que no figuren expresamente en esta
Constitución o en los instrumentos internacionales
sobre derechos humanos.
El procedimiento de acción de amparo constitucional
será oral, público, breve, gratuito y no sujeto a
formalidades, y la autoridad judicial competente tendrá
potestad para reestablecer inmediatamente la situación
jurídica infringida no la situación que más se asemeje a
ella. Todo tiempo será hábil y el tribunal lo tramitará
con preferencia a cualquier otro asunto.

Según Casal (2008), “la singularidad de la titularidad judicial ofrecida


por el amparo radica en la brevedad y simplicidad del procedimiento previsto
para su tramitación, así como en las potestades reconocidas al juez para
reestablecer prontamente las situaciones jurídicas existentes antes de que
se produjera la lesión de un derecho constitucional o antes de que las
mismas fueran expuestas a una amenaza seria e inminente”.

91
En sentencia Nº 492 de fecha 12 de marzo de 2003, la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, precisó la
siguiente definición:

El amparo constitucional constituye una acción


tendente a la protección del goce y ejercicio de los
derechos fundamentales del ciudadano, por lo que, en
tal procedimiento, el juez enjuicia las actuaciones de
los órganos del poder público que hayan podido
lesionar tales derechos fundamentales. No se trata de
una nueva instancia judicial, ni de la sustitución de
medios ordinarios para la tutela de derechos o
intereses, se trata de una reafirmación de valores
constitucionales, en la cual el juez puede pronunciarse
acerca del contenido o aplicación de las normas que
desarrollan tales derechos, revisar su interpretación o
establecer si los hechos de los que se deducen las
violaciones invocadas constituyen una violación directa
de la Constitución.

La acción de amparo constitucional es una acción judicial de carácter


excepcional, y como acción destinada al restablecimiento, solo se admite
para su existencia armoniosa con el sistema jurídico, ante la inexistencia de
una vía ordinaria idónea para ello, la cual por su rapidez y eficacia, impida la
lesión de los derechos garantizados constitucionalmente. Es decir, resulta
evidente que el amparo constitucional no fue creado para cuando existan
mecanismos idóneos, diseñados con una estructura determinada, capaz de
brindar igualmente una tutela jurídica pronta e inmediata, mediante recursos
subsiguientes administrativos o jurisdiccionales.

Ahora bien, una vez precisadas algunas aproximaciones al significado


de amparo constitucional y considerándolo como el mecanismo más idóneo
para hacer efectivo el derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad
en los casos en que éste se vea amenazado o vulnerado; cabría

92
preguntarse: ¿Es posible proteger única y exclusivamente el libre
desenvolvimiento de la personalidad de manera autónoma por la vía de
amparo?

Ante tal formulación, es pertinente recordar lo que fue objeto de debate


en torno a este derecho y su vinculación con el resto de los derechos, dado
que pareciera ser evidente en el recorrido jurisprudencial emprendido, como
el libre desenvolvimiento de la personalidad nunca ha sido argumento único
y exclusivo en ninguna acción de amparo llevada ante la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, y mucho menos dicha Sala
ha tomado este derecho como elemento central de sus decisiones. Todo ello
parece depender del carácter especial y complejo que personaliza a este
derecho, por lo que la figura de amparo constitucional, tomando al libre
desenvolvimiento de la personalidad como un derecho/principio que sirve de
soporte a los demás derechos inherentes a la persona, aparentemente no
bastaría por sí solo para proteger un derecho de tan múltiples matices, pero
por otra parte, desde el punto de vista constitucional, nada impide que este
derecho sea objeto exclusivo de tal vía de protección.

93
CONCLUSIONES

El libre desenvolvimiento de la personalidad otorga un compendio de


facultades a la persona que lo hacen un ser único y diferenciado de los
demás. Los rasgos característicos, tales como, virtudes, capacidades,
opiniones, razonamientos, pericias, entre otros, desplegados por la persona
en el transcurso de su vida son la mera conquista de su personalidad. Estas
cualidades sobrevenidas, son el resultado de los valores ónticos de toda
persona, la libertad y la dignidad; que asumen un rol vital en el proceso de
formación de ese ser incompleto dado por Dios y cuya realización en su
máxima expresión no acaba jamás.

El contenido de este derecho se desprende del propio vocablo que


integra su denominación: Libertad, desarrollo y personalidad. Entendida la
libertad como un derecho inherente a todo ser humano que le permite hacer
todo aquello que no se oponga a la ley ni al orden público, es uno de los
aspectos de mayor importancia aquí involucrado, puesto que sin libertad el
hombre no sería capaz de lograr un plan de vida dentro del bien común.

La personalidad, en el contexto de este derecho, abarca no solo la


personalidad psicológica, sino que además alude esa aptitud de toda
persona para ser titular de derechos y obligaciones, es decir, la personalidad
jurídica. Desde el mismo momento del nacimiento la persona posee
personalidad jurídica, y por ende adquiere la titularidad de diferentes
derechos. Ahora bien, la personalidad, entendida desde el punto de vista
psicológico, no es algo que se adquiera puramente formado, para ello es
necesario un proceso a través del cual la persona con sus vivencias
(decisiones, aprendizajes, errores, relaciones afectivas, entre otras) en el
transcurrir del tiempo, logre construir un conjunto de cualidades que lo hacen
diferente a los demás y por ende un ser capaz de coexistir en sociedad.

94
De lo dicho anteriormente es posible deducir una diferencia sustancial
en cuanto al grado de dichas personalidades, siendo que la jurídica desde el
mismo momento en que es adquirida se mantiene inmóvil e inalterable,
mientras que la psicológica evoluciona conforme las diferentes facetas
asumidas por la persona. Más allá de esto, lo cierto es que la personalidad
en ambas percepciones representa la cúspide del derecho abordado.

No solo basta con tener personalidad, sino que es necesario que ésta
pueda ser desarrollada; el desarrollo no es más que el curso completo de la
vida a través del cual se forma la conducta humana, esto por medio del
aprendizaje y a su vez de los procesos de maduración y crecimiento propios
del organismo. Es justamente ese desarrollo de la personalidad lo que busca
garantizar el derecho en cuestión.

Los elementos descritos integran el libre desenvolvimiento de la


personalidad y todos están interrelacionados entre sí, con cierto nivel de
dependencia y consecuencia entre ellos, es decir, cada persona nace siendo
libre y en la medida de esta libertad es que puede evolucionar y
desarrollarse en el curso de su vida, adquiriendo una serie de cualidades y
capacidades, resultando de este proceso constante la formación de la
personalidad, lo cual permite la consolidación de la individualidad de cada
persona.

En lo que respecta al objeto o núcleo esencial de este derecho, la


dignidad y principalmente la libertad, se perfilan como principal fundamento;
todo ello dado a que la persona en ese proceso de formación y desarrollo de
su personalidad es capaz de asumir un sinfín de posturas con diferentes
matices, haciendo uso de su facultad para elegir entre toda una gama de
opciones, pero todo esto es posible siempre que la persona sea libre y es

95
precisamente la libertad la expresión más honesta de la dignidad del ser
humano.

Sobre este respecto, del recorrido jurisprudencial emprendido surge la


idea de una libertad general de acción, entendida ésta como el conjunto de
decisiones que una persona toma en su esfera íntima durante su existencia
y que son consustanciales a la determinación autónoma de un modelo de
vida y de una visión de su dignidad como persona. La persona al verse
impedida de forma arbitraria para alcanzar o perseguir esas aspiraciones
legítimas de vida, enfrenta una vulneración directa a su libertad. Es preciso
resaltar el hecho de que toda libertad tiene limitaciones, ya que el ejercicio
irracional de ésta atentaría, de hecho, contra la libertad de los demás. Por tal
razón, se han establecido límites a este derecho derivados de la ley y el
orden público y social.

Específicamente, la jurisprudencia venezolana no ha fijado una línea


interpretativa sobre el objeto o núcleo central del derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad, pero es evidente el esfuerzo que hacen
por iniciar un patrón interpretativo inclinado hacia la libertad general de
acción, mas no es posible inferir de forma expresa y contundente que tal
derecho sea tratado como una expresión genérica del derecho a la libertad,
autonomía y autodeterminación.

Sobre la naturaleza jurídica de este derecho es posible concluir su


carácter de especial complejidad. En efecto la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (1999), reconoce expresamente su condición de
derecho humano, sin embargo, es materialmente imposible limitar el libre
desenvolvimiento de la personalidad únicamente a la noción de derecho
humano, sería insuficiente, puesto que trastoca los más diversos aspectos
de la vida del ser humano, tales como la intimidad, sexualidad, familia,

96
imagen, religión, entre otros; esta realidad se hizo manifiesta en la
jurisprudencia venezolana, al observar la vinculación del libre
desenvolvimiento de la personalidad con el resto de los derechos, por lo que
pareciera tener una suerte de afinidad lógica estos.

De lo dicho, es posible asumir que este, además de ser un derecho


humano, funge como soporte o principio orientador que irradia todos los
demás derechos constitucionales y que además, en conjunto, atienden a la
formación del proyecto de vida de cada persona.

Por último, y teniendo claro los términos en que se presenta la


naturaleza de este derecho, su protección cobra especial importancia; al
respecto se pudo concluir que la figura de amparo constitucional, siendo el
libre desenvolvimiento de la personalidad un derecho/principio que sirve de
soporte a los demás derechos inherentes a la persona, aparentemente no
bastaría por sí solo para proteger un derecho de tan múltiples matices, pero
por otra parte, desde el punto de vista constitucional, nada impide que este
derecho sea objeto exclusivo de tal vía de protección.

97
RECOMENDACIONES

Los investigadores recomiendan a la Sala Constitucional del Tribunal


Supremo de Justicia de Venezuela, como máximo y último interprete de la
Carta Fundamental y como garante de la supremacía y efectividad de las
normas y principios constitucionales, hacer un mayor estudio sobre el
derecho libre desenvolvimiento de la personalidad, sustentado en criterios
sólidos que fijen una línea interpretativa; todo ello en razón a la naturaleza
especial de este derecho, el cual, bajo un esquema humanista y de
protección del hombre como ser básico y principal de la sociedad y el
derecho, es capaz de privilegiarlo en sus deseos y acciones más íntimas.

Esta prebenda de honor conferida al individuo por el libre


desenvolvimiento de la personalidad amerita una especial atención, por lo
que sus regulaciones normativas no pueden, bajo ninguna circunstancia,
caer en ideas libertarias, es decir, que el hombre pueda hacer lo que quiera
en tanto y en cuanto no atente contra la integridad de los demás, de manera
que sea posible un equilibrio en el entorno social donde se desarrolla.

La recomendación hecha al Máximo Tribunal tiene justificación en base


al estudio jurisprudencial emprendido por los investigadores, en el cual fue
posible observar la disparidad existente sobre este derecho entre los
argumentos esgrimidos por los recurrentes y los pronunciamientos de fondo
hechos por la Sala. Parece incoherente que los requirentes aborden de una
forma más completa el libre desenvolvimiento de la personalidad,
demostrando un mayor conocimiento y manejo de éste, mientras que la Sala
Constitucional hace un tratamiento omiso del mismo, lo cual no tiene
justificación alguna, mucho más si se toma en consideración la presencia

98
trascendental e inevitable de este derecho en temas moralmente
complicados que representan la realidad de la sociedad contemporánea.

Se recomienda al legislador venezolano hacer un tratamiento más


profundo del derecho, creando un contexto legal acorde a las necesidades
del titular de éste, puesto que si bien hay una consagración constitucional
del mismo y a la vez algunas referencias tímidas en otros instrumentos
normativos, tales como la LOPNNA (2007) y la Ley Orgánica de Registro
Civil (2015), no son preceptos sólidos, suficientes, que aclaren el panorama
acerca del libre desenvolvimiento de la personalidad, es decir, su contenido,
objeto, naturaleza jurídica, limitaciones y medios de protección.

En definitiva, se recomienda un estudio más profundo desde el punto


de vista doctrinal, ya que la doctrina existente en Venezuela no comporta un
sustento a las múltiples interrogantes en torno al derecho, por lo que se hace
necesario acudir al derecho comparado, tomando de referencia países como
Colombia, España y Alemania, quienes han desarrollado una amplia
concepción del libre desenvolvimiento de la personalidad.

99
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Criterio de búsqueda: Libre Desenvolvimiento de la Personalidad.

AÑO 2001

SENTENCIA N° 968 (TERMINACIÓN VOLUNTARIA DEL PROCESO)


FECHA: 05 de junio de 2001.
SENTENCIA Nº 1236 (DESISTIMIENTO EN JUICIO) FECHA: 16 de julio de
2001

AÑO 2006

SENTENCIA Nº 855 (PENA ACCESORIA DE SUJECIÓN A LA VIGILANCIA


DE LA AUTORIDAD CIVIL) FECHA: 5 de mayo de 2006. Expediente N° 03-
2272
SENTENCIA N° 1456 (DERECHO A PROCREAR / INSEMINACIÓN
ARTIFICIAL) FECHA: 27 de julio de 2006. Expediente Nº 05-1471.

AÑO 2008

SENTENCIA N° 190 (PROTECCIÓN DE UNIONES HOMOSEXUALES)


FECHA: 28 de febrero de 2008. Expediente N°. 03-2630.

AÑO 2013

SENTENCIA Nº 953 (NULIDAD POR INCONSTITUCIONALIDAD EJERCIDA


CONTRA EL ARTÍCULO 57 DEL CÓDIGO CIVIL VENEZOLANO) FECHA:
16 de julio de 2013. Expediente Nº 10-0238

AÑO 2014

SENTENCIA Nº 446 (DISOLUCIÓN DEL VÍNCULO MATRIMONIAL) FECHA:


15 de mayo de 2014. Expediente Nº 14-0094.

AÑO 2015

SENTENCIA Nº 693 (INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONALIZANTE DEL


ARTICULO 185 DEL CODIGO CIVIL) FECHA: 02 de junio de 2015.
Expediente Nº 12-1163.

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