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La cumbre europea busca un acuerdo de mínimos para

rebajar la tensión
elpais.com/internacional/2018/06/28/actualidad/1530179087_648743.html

June 28, 2018

La Unión Europea ha sido siempre una idea en busca de una realidad. Durante los 10 últimos años la
realidad era muy cruda: una crisis financiera, económica, social, migratoria, de seguridad, prácticamente
existencial que estuvo a punto de hacer añicos la idea europea. Pero las grandes crisis son al final
políticas: indefectiblemente políticas. Y ahí, en la política, ha terminado la policrisis europea: los líderes
de la UE se reúnen este jueves y mañana viernes en Bruselas con un dramatismo que no encuentra
respaldo en los números. La histeria política, especialmente en el terreno migratorio, no tiene base real.
Los flujos han caído a plomo desde el millón largo de entradas de 2015 a los menos de 50.000 en lo que
va de 2018, y aun así la canciller Angela Merkel se juega su Gobierno si no consigue resultados , e Italia
llega a la cumbre tensando la cuerda como avanzadilla de los populismos en el continente. En el plano
económico sucede algo parecido: la recuperación ha llegado, el desempleo cae, los déficits públicos
están controlados pero la Europa rica sigue desconfiando de la periferia e impide reforzar el euro con
medidas de mutualización de riesgos imprescindibles para que la próxima crisis no se lleve por delante la
eurozona.

Las discrepancias en el terreno económico y en el asunto migratorio tienen un denominador común:


nadie termina de fiarse de nadie. Alemania lleva años reclamando responsabilidad para compartir
riesgos financieros: la periferia ha hecho grandes esfuerzos por ese flanco, pero en la cumbre apenas se
esperan pequeños pasos en la unión bancaria y no hay nada –nada— de un presupuesto anticrisis del
euro, pese a que Berlín y París lo pactaron en una minicumbre hace unos días . El presidente francés,
Emmanuel Macron, va a tener que mostrar todo su talento para vender esos magros avances como el
refuerzo de la eurozona que prometió a los franceses en campaña.

En el capítulo migratorio la situación es parecida, pero se complica por las soflamas políticas de varios
países del Este, a las que se han ido sumando varios Estados miembros de Centroeuropa con populistas
a bordo del Gobierno. "Es una invasión y debe pararse", ha expresado crudamente el primer ministro
húngaro, Viktor Orbán, amparándose en "la voluntad de la gente" antes de entrar al encuentro. Estos
son los asuntos más importantes que se tratarán.
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se cerró sin resultados concretos, aunque con compromisos de avanzar en
grupos reducidos de países. Y los socios bávaros de la CDU de Merkel han dado 15 días a la canciller
para volver a Berlín con algo. Italia, Grecia y España rechazan la reforma del asilo que quiere la
canciller, con un modelo que atribuye de manera permanente la responsabilidad del solicitante de asilo
(y del migrante económico) al primer país de entrada. Esa reforma lleva atascada desde 2015, y seguirá
durmiendo el sueño de los justos mientras el Norte, capitaneado por Alemania, no rebaje el nivel de
exigencia de responsabilidades de los países del Sur. El otro foco de conflicto son los países del Este,
cerrados en banda a acoger demandantes de asilo que arriben a las costas europeas en situaciones de
crisis.

En este contexto, las opciones que ganan peso son más realistas: el presidente del Consejo Europeo,
Donald Tusk, busca la manera de blindar las fronteras exteriores de la UE y argumenta que resistirse
solo abre camino a los más radicales. “Puede que algunos piensen que soy muy duro en mis propuestas.
Pero créanme, si no nos podemos de acuerdo en eso, verán propuesta verdaderamente duras de tipos
verdaderamente duros”, ha advertido antes de empezar la cumbre.

Los socios quieren cerrar las puertas a los migrantes económicos (lo que no tienen derecho al asilo). Por
un lado, la Unión quiere acelerar los fondos a los países de origen y tránsito de la migración (Turquía y
el Norte de África). Además, pretende reforzar la policía de fronteras con 10.000 agentes adicionales.

Pero la propuesta estrella es la creación de “plataformas de desembarco” fuera de la UE: los líderes
pretenden definir los contornos de esa propuesta con un acuerdo de mínimos. La canciller alemana,
Angela Merkel, ha advertido del requisito previo: dialogar con los países candidatos a acogerlas:
“Podemos hablar pobre el desembarco de barcos en otros países, por ejemplo en África del norte. Pero
tenemos que hablar con esos países, no lo podemos hacer a sus espaldas”.

Esas plataformas están avaladas por las agencias de la ONU. Y cuentan con el respaldo de los países
del Norte, que estarían dispuestos a financiarlas. El objetivo declarado de Tusk es “romper el modelo de
negocio de las mafias”: tener reglas más claras para evitar disputas como la reciente crisis del Aquarius,
y llevar ese tipo de buques a plataformas de desembarco en el Norte de África (antes de que entren en
aguas territoriales europeas). Los líderes llevan semanas tratando de retorcer el lenguaje y de buscar
enjuagues legales para disipar las dudas al respecto. Pero Merkel necesita algo más: pretende firmar
acuerdos bilaterales o multilaterales con varios Estados miembros, que permitan devolver a los
demandantes de asilo desde Alemania hacia el territorio por el que entraran en el bloque comunitario. El
Gobierno austriaco, cada vez más cercano al Ejecutivo populista italiano en el asunto migratorio,
rechazó de plano esa posibilidad; Grecia, en cambio, ha abierto la puerta a esa opción. El Norte quiere
resultados, y los quiere ya: varios países amenazan sottovoce con cerrar las fronteras (y acabar con
Schengen) si Grecia, Italia y España no consiguen controlar sus fronteras y no aceptan de vuelta a los
solicitantes de asilo, tal como obligan las leyes europeas.

“La crisis migratoria es una revolución”, cuenta el politólogo Ivan Krastev , “y ha cambiado ya
radicalmente la naturaleza de las políticas democráticas a nivel nacional: lo que vemos en Europa no es
una riada populista contra las élites, o no solo”. Europa ha estado danzando con las crisis desde
Lehman Brothers, pero la crisis migratoria es la más fea: la única genuinamente europea, que desafía el
modelo social, económico y político de la UE. “La idea [de Francis Fukuyama] de que la democracia
liberal occidental ganó la batalla de las ideas está en caída libre: la crisis migratoria ha cambiado las

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respuestas y las preguntas, obliga a los europeos a cuestionarse sus valores. Europa corre el riesgo de
dejar de ser garante del universalismo liberal, de ser cada vez más parroquiana”, cierra Krastev, autor
del soberbio After Europe (University of Pennsylvania Press).

Euro: sin zanahorias después de los palos. Europa es panglossiana con las crisis: de casi todas ellas
ha salido reforzada en los últimos 60 años, los momentos críticos han sido catalizadores para dar pasos
adelante impensables hasta entonces, y los líderes europeos creen firmemente que siempre será así.
Pero la última sacudida, con los episodios de España e Italia pero sobre todo con la posibilidad de
ruptura del euro por Grecia, dejó muy tocada la confianza entre los socios de la moneda única. Los
líderes saben que el euro está incompleto. Alemania y Francia se han puesto manos a la obra para
reforzarlo. Pero esta no será precisamente la madre de todas las cumbres para reformar la moneda
europea: apenas hay consenso para poner en marcha el respaldo del fondo de resolución bancaria (para
cerrar bancos sin provocar una sacudida) y para apuntalar el Mecanismo de rescate (Mede), que
empieza a dar los primeros pasos hacia un Fondo Monetario Europeo. El fondo de garantía de depósitos
está lejos: los líderes aprobarán un calendario para poner en marcha un debate que permita tener un
plan para crear ese mecanismo. La frase exacta en las conclusiones de la cumbre es un trabalenguas:
“Trabajar en una hoja de ruta para iniciar las negociaciones políticas para el fondo de garantía común”.
El presupuesto del euro está aún más lejos: no aparecerá en las conclusiones de la cumbre, según el
último borrador al que ha tenido acceso este diario, y si finalmente aparece alguna referencia será en la
forma de “un plan para un plan para un plan”, ironiza una fuente europea.

La última minicumbre entre Merkel y Macron para la reforma del euro llegó tarde, y apenas ha tenido
tracción (en parte, por la histeria política desatada por el desafío migratorio). Berlín y París acordaron en
Meseberg una seria de (pequeños) pasos en la dirección de más integración, que incluyen un
presupuesto de la eurozona con la forma de un seguro de desempleo europeo, y avances en la unión
bancaria. La declaración de Meseberg, sin embargo, contiene dentro una especie de bomba de relojería:
cuando un país necesite un rescate del futuro Fondo Monetario Europeo, la idea es que eso conlleve una
reestructuración de deuda semiautomática, a través de cláusulas en los contratos de compraventa de
bonos. El presidente del Eurogrupo, Mário Centeno, incluyó esa posibilidad en su carta a Donald Tusk
para preparar la cumbre. La idea será excelente en un mundo ideal en el que todos los países del euro
cumplieran las reglas fiscales, no tuvieran déficit y acumularan deudas públicas inferiores al 60% del
PIB: no es el caso de varios países, encabezados por Italia, que han puesto el grito en el cielo.

Aún no se ve la próxima crisis en el horizonte. Pero la situación política en Italia es explosiva; los
primeros signos de desaceleración en la eurozona están claros; Trump y su proteccionismo pueden
provocar que el viento cambie a nivel global; y los mercados pueden tener ya un ojo puesto en Italia si el
Gobierno aprueba al menos parte de los planes de expansión fiscal que prometió y las ideas
francoalemanas sobre reestructuración semiautomática de la deuda terminan calando.

Europa versus anglosajones. “Las relaciones transatlánticas están bajo una inmensa presión por las
políticas del presidente Donald Trump. Desgraciadamente, las divisiones van más allá del comercio”,
escribe Tusk en su invitación a la cumbre. “Deberíamos estar listos para preparar a la UE para el peor
escenario”, apunta el presidente del Consejo. No se espera un gran debate sobre ese asunto, pero la
preocupación es evidente si la guerra comercial prosigue: Washington prepara sanciones contra varias
empresas europeas relacionadas con el gasoducto Nord Stream 2, entre Rusia y el continente.

En cuanto al Brexit, los líderes tienen previsto constatar que la negociación sigue enquistada en Irlanda.
Y España ha presionado para incluir la tradicional referencia a Gibraltar: si no hay acuerdo bilateral
sobre el peñón (las divergencias son notables sobre el uso del aeropuerto o el tabaco), Gibraltar podría
quedarse fuera del acuerdo transitorio.

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