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ABOGACÍA.

TRAYECTO CURRICULAR III

DERECHOS HUMANOS, DEMOCRACIA Y CIUDADANIA

Práctico 1: unidad temática uno

Para la filosofía antropológica tradicional, el hombre es un animal racional dado que está
compuesto por una naturaleza animal – la cual se refleja en sus necesidades fisiológicas y
su mortalidad- y una espiritual – dada por su alma inmortal-. Ésta última concepción
conlleva a la idea de que el hombre era una construcción divina, con una vida predestinada,
con un destino que consistía en amar y obedecer a Dios para lograr la salvación en un
mundo celestial que superaría la vida terrenal.

En la transición a la época moderna, la vida que se volcaba en contemplar a la deidad y


seguir un rumbo existencial ya demarcado pierde su sentido y toma importancia una vida
activa por la cual el sujeto se ve como Hacedor de su vida, capaz de resolver su propia
existencia.

Así, la época moderna se caracteriza por entender al hombre desde lo que es


específicamente el hombre como tal, es decir como conciencia, como experiencia, como
acción, como sujeto autónomo. A diferencia de la concepción antropológica antigua que
entendía la noción de libertad como libre albedrío, es decir como la libertad de elegir entre
lo bueno y lo malo sin contrariar un mandato divino, pasa a concebirse en la modernidad
como la autonomía de la voluntad del sujeto. El sujeto autónomo es una creación de la
modernidad donde lo central es el aporte del razonamiento. Un razonamiento que
transforma al ser humano en un sujeto que se da a sí mismo sus propias leyes y es capaz de
cumplirlas. En un contexto general, el hombre cobra una importancia capital en lo que
respecta a la libertad y a la responsabilidad de la propia vida en todos los ámbitos:
conocimiento, religión, estado, economía y moral. Se autogobierna.

Este hombre libre, ahora debía adecuar sus acciones, ya no a un orden sagrado, sino a una
esfera ética y moral cuidando de no imponer sobre los demás sus propios deseos. Adopta lo
que se denomina el cuidado de sí, como un saber que valora determinadas reglas de
conducta o principios a los que deberá ajustarse.

Para Kant toda norma moral que regule las relaciones humanas debe derivarse de la ley
denominada ‘imperativo categórico’ que expresa lo siguiente: “Actúa de tal manera que la
máxima de tu voluntad pueda valer siempre y al mismo tiempo como principio de una
legislación universal”. Cada persona debe actuar convencida de que esa es la forma en que
querría que los demás obrasen con ella, en una circunstancia semejante. Es así que de la
condición del hombre de ser libre y autónomo surge la obligación de respetar al ser humano
en su dignidad de persona.

Bajo esta concepción ética se capta un discurso jurídico que esconde las meras relaciones
de poder de aquellos que construyeron el mundo moderno. Y esta idea de sujeto no es
universal, sino que abarca sólo a aquellos que reúnen ciertas características y que
pertenecen a la clase dominante. Los derechos humanos nacieron en este contexto y fueron
utilizados como limitación al poder del gobierno y como armas para detentar el poder y una
mejor posición cultural, social, económica y política.

El hombre adopta un método experimental que eleva su capacidad de progreso y, a través


de la adquisición del conocimiento, transforma el mundo y se transforma a sí mismo. La
concepción de ‘autonomía de la voluntad’ fue así la contracara a la autoridad, fue darse a sí
mismo normas propias, tal es así que fue utilizada en la Antigua Grecia en relación con el
carácter independiente de las ciudades-estado. Y es en ese sentido como se caracterizó en el
sujeto de la modernidad.

En este punto podemos aceptar la afirmación de FOUCAULT respecto a la


conceptualización de la subjetividad en cuanto no se debe recurrir a un fundamento único,
puesto que se trata de un proceso histórico por el cual el ser humano se convierte y se
conoce a sí mismo a través de las condiciones históricas que motivan su evolución y
transforman su pensamiento.

El sujeto se encuentra bajo al menos tres formas de relaciones que lo conforman como
sujeto: relación de producción, que consiste en el desarrollo del trabajo, de la técnica, de la
ciencia; la relación simbólica, que se manifiesta como una comunicación simbólica y
recíproca, por la que el sujeto intercambia información impuesta o adquirida por
aprendizaje; la relación de Dominación o Poder, que si bien pueden coincidir, son ámbitos
diferenciados. Se hacen coincidentes cuando en un estado de poder, la relación se vuelve
invariable, no permitiendo que el individuo o grupo social pueda alterarla con su
participación y, en un estado tal, la práctica de la libertad no existe. Particularmente, la
relación de dominación es un estado donde las relaciones se encuentran firmemente
congeladas, es una situación irreversible. Por otro lado, la relación de poder, consiste en un
hecho variable, en una situación que puede ser modificada por cualquiera de los sujetos.

En síntesis, puede advertirse que los Derechos Humanos nacen en la era moderna, en la
que el sujeto moderno, autónomo e individualista, se valió de la lucha de la burguesía para
limitar el poder del soberano y ocupar una posición más privilegiada en el estado,
sirviéndose de discursos éticos-jurídicos que aparentemente predicaban el reconocimiento
de los derechos inherentes al hombre, pero que en realidad lo que buscaba era alcanzar el
dominio, el poder.

Por otro lado, así como la subjetividad es una construcción histórica, la violencia de género,
en el marco de los derechos humanos y a lo largo de la historia, ha sido legitimada de
diferentes formas; y a partir del reconocimiento de los derechos humanos, se ha logrado un
repudio social y una nueva posición jurídica para las víctimas y por ende una nueva
libertad.

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