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PERU- AYACUCHO
2017
-Bibliografía……………………………………………………………………. 18
Acción de los terceros interesados: éstos pueden exigir que el heredero acepte
o repudie la herencia en un término que no pase los treinta días, dejando a salvo
lo dispuesto sobre el beneficio de inventario. La intimación puede hacerse judicial
o extrajudicialmente, y el plazo de la misma comienza a correr desde el momento
de la notificación. Siempre para notificar, se deben respetar los nueve días de
llanto y luto. Los legitimados para intimar, según el Código son los terceros
interesados que son, los acreedores de la sucesión, los legatarios y los acreedores
del llamado a suceder.
Antes de dirigirnos a lo que nos señala nuestro Código Civil vigente respecto a la
aceptación y renuncia de la herencia, primero realizaré una disquisición
terminológica sobre la aceptación y la renuncia, de esa manera lograremos entender
mejor el tema de investigación.
Según el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) la palabra “aceptar”
proviene del latín “acceptare” que significa recibir, siendo sus primeras dos
acepciones: 1) Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o
encarga; y 2) Aprobar, dar por bueno, acceder a algo. Asimismo, el Diccionario de
Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de Manuel Ossorio, expresa que la
aceptación de herencia es la “declaración expresa o tácita que hace el sucesor o
heredero del causante de tomar para sí la herencia con los derechos y obligaciones
que supone dicha sucesión (…)”.
Por otro lado, el DRAE señala que la palabra “renunciar” proviene del latín
“renuntiare”, siendo sus primeras dos acepciones: 1) Hacer dejación voluntaria,
dimisión o apartamiento de algo que se tiene, o se puede tener; y 2) Desistir de
algún empeño o proyecto. Además, existen algunas legislaciones que han optado
por el término “repudiar” cuyo significado es del latín “repudiare” que se entiende
cuando rechazamos algo o simplemente no lo aceptamos. Asimismo, el Diccionario
de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de Manuel Ossorio, expresa que la
renuncia es la “dimisión o dejación voluntaria de una cosa que se posee o de un
derecho que se tiene. La renuncia puede también ofrecer un sentido negativo, que
se manifiesta rechazando o no admitiendo una cosa o un derecho que son ofrecidos
(…)”.
En el año 1505 se aprobó en Castilla las Leyes de Toro, el cual también prescribió
sobre la aceptación y renuncia de la herencia, y tenemos las siguientes: 1) ley 54.-
la mujer durante el matrimonio no puede sin licencia de su marido repudiar ninguna
herencia que le venga en testamento ni intestado. Pero permitimos que puede
aceptar sin dicha licencia cualquier herencia en testamento, o intestado con
beneficio de inventario, y no de otra manera”; 2) ley 21.- mandamos que el hijo u
otro cualquier descendiente legítimo mejorado en tercio o quinto de los bienes de
su padre o madre o abuelos, que puedan si quisieran repudiar la herencia de su
padre o madre o abuelos y aceptar la dicha mejoría, con tanto que sean primero
pagadas las deudas del difunto (…).
1. La Aceptación
Tal y como lo prescribe Zárate del Pino, la aceptación es entonces una ratificación
o confirmación que hace el sucesor de su calidad de tal, y el efecto del mismo es
fijar la calidad del heredero; podemos definir entonces la aceptación como el acto
por el cual la persona llamada por la ley o por voluntad del causante asume los
derechos y obligaciones inherentes a la calidad de heredero.
-Aceptación Expresa: al respecto, Ferrer Costa señala que “la aceptación expresa
es un acto formal, para el cual la ley prescribe una forma determinada: por lo que
debe revestir necesariamente la forma escrita”. Quiere decir que con la aceptación
expresa no se refiere a la oralidad del heredero al momento de aceptar la herencia,
sino que éste debe ser un acto solemne, por lo que debe constar en instrumento
público, sea a través del notario o juez, o en instrumento privado.
Por otro lado, el art. 680 hace referencia sobre aquellos actos de administración
provisional y de conservación de los bienes de la herencia (como la realización de
mejoras necesarias y urgentes) por parte del heredero, y mientras no haya vencido
el plazo, como lo estipula el art. 673, no se podrá dar por aceptada ni impedir la
renuncia. Lo que en pocas palabras quiere decir que si el heredero no acepta
2. Renuncia de la Herencia
Para Zárate del Pino, la renuncia es un acto jurídico, una declaración unilateral de
voluntad por el cual la persona llamada a la herencia declara su determinación de
rehusarla, de abdicar o hacer abandono de su vocación hereditaria; y que para
ejercitarla se requiere que el renunciante tenga capacidad de ejercicio, y es en el
art. 674 en el que se hace referencia a que sólo pueden renunciar herencias y
legados quienes tienen libre disposición de sus bienes. De tal manera que algunos
juristas aseguran que hubiese sido más apropiado consagrar una disposición como
la del Código Civil venezolano (artículo 999) disponiendo que los incapaces podrán
renunciar herencias y legados a través de sus representantes.
Por lo que nos hacemos la siguiente pregunta ¿quiénes tienen libre disposición de
sus bienes?, Barandiarán indica que “las personas capaces pueden renunciar
personalmente o por intermedio de sus apoderados; los incapaces necesariamente
a través de sus representantes, mediante autorización judicial (artículos 448, inciso
4; 532 Y 668) trátese de patria potestad, tutela o curatela, respectivamente. Además
que existe una limitación dispuesta en el Libro de Familia, en el art. 304, que
estatuye que ninguno de los cónyuges puede renunciar a una herencia o legado o
dejar de aceptar una donación sin el consentimiento del otro.
Zárate del Pino expresa que el distinto tratamiento en cuando a la forma obedece a
que la aceptación no modifica el status del heredero ni el orden de la sucesión sino
que más bien lo confirma, mientras que la renuncia altera la posición del llamado,
modifica el orden de la sucesión, apartando al repudiante como si nunca hubiera
sido heredero. Tal como lo prescribe el art. 675, que estatuye “la renuncia debe ser
Según el art. 677, del primer párrafo no suscita duda alguna, pues la aceptación y
la renuncia de la herencia, cualquiera que fuese la manera o formalidad utilizadas,
deben ser completas y totales, porque es consecuencia de la unidad del
patrimonio que se transmite. De tal manera que la herencia puede aceptarse o
rechazarse, pero en un caso y otro se acepta o rechaza la totalidad, pues no está
permitido tomar una parte y repudiar la otra de la herencia.
Por último, cierra el artículo señalando que la aceptación y la renuncia se retrotraen
al momento de la apertura de la sucesión. Es decir, hasta que no haya renuncia o
aceptación el llamado a la herencia no es heredero, sino simple llamado a serlo por
vocación legal o testamentaria, así pues, al producirse la aceptación sus efectos
son desde el momento de la muerte del causante de la sucesión, de manera que la
transmisión sucesoria opera automáticamente desde el mismo momento del
deceso, y a partir de ese preciso instante las relaciones y posiciones jurídicas de las
Zárate del Pino nos cuenta que históricamente la representación sucesoria apareció
o se originó referida sólo al caso de la premoriencia, es decir cuando se producía el
fallecimiento prematuro de los posibles herederos antes que el causante, como el
caso de uno de los hijos antes que el padre, y por la evidente situación de injusticia
en que quedaban colocados, no era posible que en esas condiciones sufran una
doble desgracia, el quedar en la orfandad por la pérdida prematura de uno de sus
padres y además de ello la pérdida patrimonial al verse privados de la herencia a la
que hubieran accedido a través de su ascendiente. Augusto Ferrero también nos
Posteriormente, este instituto extendió sus alcances para los casos en que el
representado pese a estar vivo ha sido apartado de la herencia por otros motivos,
como por voluntad propia como en el caso de la renuncia o desplazado contra su
voluntad por indignidad o desheredación.
Es decir, y para ser más claros, cuando una persona es llamada a una sucesión y
no puede o no quiere aceptar la herencia, entonces la ley llama a sus
descendientes, quienes reciben la herencia que le hubiera correspondido a su
ascendiente. Cuando nos referimos a que el sucesor no puede aceptar la
herencia, lo hacemos en atención a que ha premuerto al causante (ha muerto
antes que él) o ha sido excluido de la herencia por indignidad o desheredación, y
cuando aludimos a no querer aceptar la herencia es porque el sucesor libremente
se aparta de la herencia a través de la renuncia, pues como es sabido no existe
heredero a la fuerza, el heredero lo es porque quiere serlo y no porque lo
obligan a serlo.
Este artículo resulta ser muy claro, pues nos expresa que no existe límite en cuanto
a representación en línea descendente. Y se aplica según lo estipulado en el artículo
684, que quienes concurran a la herencia por representación sucesoria, reciben por
estirpes lo que habría correspondido al heredero que representan. Quiere decir, y
según como nos ilustra Zárate del Pino, que a los hijos les toca en conjunto lo que
hubiera correspondido a su padre; y si todos los hijos del causante hubiesen
fallecido antes que éste, dejando descendencia y concurran solos, cada estirpe de
nietos recibirá lo que a su padre le hubiera correspondido, recibiendo una mayor
porción los representantes de padres que dejaron muchos hijos. Y para que se
entienda mejor, grafiqué el siguiente ejemplo:
Algunos juristas dicen que se supone que todos los representantes tienen el mismo
grado de parentesco frente al causante, y por lo tanto la repartición de por estirpe
Establecida en el artículo 683, y dice lo siguiente: “En la línea colateral solo hay
representación para que al heredar a un hermano, concurran con los sobrevivientes
los hijos de los hermanos premuertos que tengan derecho a representarlo en los
casos previstos en el artículo 681”.
En palabras de Zarate del Pino, dice que se aplica al único caso de la herencia entre
hermanos de tal modo que al fallecer uno de ellos concurran a la herencia los
hermanos sobrevivientes que heredan por derecho propio con los hijos del hermano
premuerto que son sobrinos del causante quienes heredan por representación
distribuyéndose la cuota respectiva por estirpe.