Sunteți pe pagina 1din 7

Hacia una formación docente reflexiva y crítica: fundamentos filosóficos

Existe hoy en nuestros días demasiada incertidumbre ante los complejos cambios
sociales que se han protagonizado a partir de la segunda guerra mundial, después
que se visualizaba una serie de dispositivos benefactores que mantendría la
felicidad prometedora que todos añoramos, basada en los logros de nuestros
antecesores por darnos la libertad, y luchar por nuestro bien común, además de
estar fortaleciéndonos como ciudadanos capaces de emprender juntos la
construcción de mejoras en todos los ámbitos, ahora resulta que estamos en
constante ansiedad y estrés por el paradigma técnico instrumental que ha venido a
dominar la mente de los individuos desde diferentes círculos y ambientes en que se
encuentra y desenvuelve haciéndolo pasivo y conformista.
Y es que el problema ha sido desde la escuela donde el docente se ha vuelto
receptor del tecnicismo instrumental, pasivo pasa diseñar y redireccionar los
aprendizajes, se ha sumado a enseñar lo que según los expertos aportan y plasman
en el diseño de las reformas educativas curriculares, las cuales se construyen y
delimitan obligando las intervenciones del docente a meras capacitaciones sobre el
manejo de instrumentos y repetidores de conceptos, como de conductas alineadas
a prepararlos a mantener la producción de una empresa que controla reproduce
seres indiferentes manipulables en sus personalidades con fines de lucro, de
empoderar a las grandes empresas de países globalizados, con la finalidad de
explotación de las sociedades más vulnerables conduciéndolos al mercantilismo, al
enriquecimiento técnico instrumental.
Las reformas curriculares han introducido cambios en sus programas para la
enseñanza aprendizaje, pero no han sido significativos tanto en estructura y
ordenación de los contenidos, los cambios han estado asociados a cambios
políticos e ideales discursivos del momento oficiales; esto justifica las propuestas
curriculares que se mezclan y construyen derivados de los cambios globales de
estructura económica y productiva y que al estarlos ejecutando quitan el significado
de la práctica profesional docente como en el conductismo son sólo aprendizajes
repetitivos, memorísticos, sin discusión, sin analizar y aportar algo nuevo y se
manipula a los alumnos hacia una disciplina rígida, arrebatándole su curiosidad,
espontaneidad capacidad de construir con otros y transformar lo que es necesario
y relevante para continuar en ese sentido de humanidad en el mundo.
En la actualidad se trata de renovar la figura del docente e innovar sus prácticas
pedagógicas con verdaderas intenciones educativas donde se concrete un currículo
en definitivas experiencias docentes y de aprendizaje tanto para el profesorado y
del alumnado dentro de las aulas donde se mantenga el sentido de tratar, discutir
contenidos y experiencias reales, que están sucediendo en el aquí local y allá global
para aterrizar en un verdadero actuar provocado por el análisis critico y reflexivo
que provoque posturas de actuación para tener la visión de una sociedad civil con
sentido ciudadano con fines de participar y cambiar hacia una sociedad más justa
humanizada que sea sustentable .
El rendimiento nulo que están mostrando los alumnos ahora en las aulas,
mostrándose insensibles, conformistas, ignorando la realidad de su contexto, y
manteniéndose al margen de una postura responsable, nos obliga a tomar
decisiones en el ámbito de la formación del profesorado, considerando al mismo
maestro que sea quien debe redefinirse como un actor de cambio social en la
humanidad, gestor y figura de intervenciones del cuidado del medio ambiente,
cuidado de la dignidad de los demás y de sí mismo, que sea analizador y crítico de
situaciones, contextuales desde locales a globales, perceptor de los desajustes de
la ciencia y la tecnología, y que desde ese punto de vista sea participe en influenciar
a los demás hacia otro tipo de pensamiento, construir nuevas intervenciones a las
viejas costumbres que dañan y detienen los avances de la humanidad.
Es momento de reorientar nuestras conductas como profesionales a través de la
reflexión e innovación que nos impulse a tomar en cuenta nuestra historia, nuestra
situación social, nuestra posición en los sistemas y ámbitos donde la condición
humana se ha minimizado, y eso se manifiesta en la cultura escolar donde
trabajamos, por lo tanto necesitamos activar nuestra calidad de percepción a través
del análisis la filosofía y la reflexión de los hechos que están latentes en la
burocracia técnico instrumental, para hacer propuestas nuevas de intervención
ciudadana hacia una educación más humana y mejor estilo de vida.
Hoy en dia, los estudiantes necesitan entender el estado actual de sus
conocimientos y construir en ellos, mejorarlos y tomar decisiones de frente a la
incertidumbre; es hacer cosas nuevas y de impacto social a través de lo que lleva
junto a los otros, orientados por su maestros que les provea de valores, cultura,
enseñanza autentica, donde sean capaces de identificar y resolver problemas
además de contribuir a la sociedad, por eso se requiere repensar lo que se enseña,
cómo enseñan los maestros y como se evalúa lo que aprenden los estudiantes,
Se hace necesario poner atención a conocimientos habilidades, valores, creencias
que los estudiantes traen al espacio escolar, sus intereses y modos de vivir y hacer
las cosas; en sí realizar diagnósticos durante el encuadre hacia un grupo de
personas para descubrir lo que piensan en relación a los problemas que se viven y
enfrentan, discutir errores conceptuales de manera sensible y crear situaciones de
aprendizaje que les permitan reajustar sus ideas para construir nuevos
pensamientos significativos con sentido de preservar la dignidad, cuidar la
naturaleza, de vivir mejor en este mundo, etc, todo ello en el sentido de coadyuvar
en su formación integral y constituir mejoras viables.
Los maestros han de centrarse en sus alumnos, en lo que aprenden, mantener una
mirada constante de lo que saben, lo que tienen, así como de sus intereses y su
pasión, de lo que a cada quien le preocupa y es capaz de o quiere hacer; los
maestros deberán estar comprometidos a visualizar todos esos aspectos para
evaluar el desempeño de sus estudiantes y retroalimentarlos, a través de la
comprensión de los hechos, los problemas explicando sus razones, sus decisiones,
del por qué haría tal cosa y cómo , de esta manera el docente sabrá usar la filosofía,
ser reflexivo y activo ante las cuestiones reales que muestran un panorama de la
vida en boca de sus alumnos.
Se hace necesario establecer ambientes afectivos y efectivos para centrarse en los
aprendizajes, la capacidad de pensar y solucionar problemas, desarrollar las
habilidades del pensamiento, crear el sentido de comunidad, realizar una evaluación
formativa, que proporcione la oportunidad de revisar y por lo tanto de mejorar la
calidad del pensamiento y aprendizaje; compartir normas y estándares altos que
incrementen las oportunidades de interactuar retroalimentarse y aprender dentro y
fuera de las escuelas .
Lo esencial radica en la calidad del funcionamiento de la escuela y lo profesional de
los docentes en su formación basada en lo filosófico, reflexivo y ético hacia las
propuestas actuales de una educación humanizadora., innovando los estilos de
relaciones sociales hacia una cultura democrática, la construcción colectiva
humanizadora y liberadora, al desarrollo de talentos y valores, mejores actitudes y
el conocimiento de los sentimientos de los demás, de sus intereses humanos para
estar en sintonía con la dualidad y en dialéctica con las caracteristicas contextuales
que influyen en las personas recuperando el sentido de descubrir crear, transformar
siempre en bien común.
La actual perspectiva de la educación humanizadora se propone la reivindicación
de los valores humanos, función verdaderamente educativa que corresponde a la
formación del ciudadano, a la configuración del ser social, más allá del ser
productivo, criterio último es la dignidad humana y cuya vía de consecución es el
esfuerzo de realización de los valores que contribuyen a satisfacer las necesidades
radicales la educación humanista es la educación que se entiende como forma de
desarrollo humano, dando un énfasis especial a las siguientes realidades: unicidad
de cada ser humano, tendencia natural hacia su autorrealización, libertad y
autodeterminación, integración de los aspectos cognoscitivos con el área afectiva,
conciencia y apertura solidaria con los demás seres humanos, capacidad de
originalidad y creatividad, y jerarquía de valores y dignidad personales.
Éstas deberán constituir las metas hacia cuyo logro se orientarán las acciones de
los educadores en el aula planetaria en que vivimos. La búsqueda de un humanismo
cívico, entendido como actitud que fomenta la responsabilidad en la orientación y
desarrollo de la vida política, como el temple ético e intelectual de un pueblo, sólo
es alcanzable sobre la base de una educación humanista, entonces es crear las
condiciones teóricas, epistemológicas y prácticas para una formación humana
integral de individuos solidarios y comprometidos con su entorno social, y para ello
es necesaria la creación de nuevos modelos, no sólo cognitivos sino también de
valoración que orienten las acciones y prácticas individuales y colectivas, dirigidas
a una práctica esencialmente humana.
En este sentido, la educación humanizadora es una educación emancipadora
reflexiva-critica, ético-afectiva que son dimensiones frente al instrumentalismo
capaces de ir por una educación problematizadora y liberadora, comprometida con
la responsabilidad y solidaridad de lo educativo en lo social (Freire, 1980). Una
educación humanista dialógica que promueve el encuentro entre interlocutores que
se nutren mutuamente, mediadores activos que, desde la práctica, reconstruyen
críticamente su propia teoría y participan en el desarrollo significativo del
conocimiento.
El enfoque pedagógico crítico, reflexivo y creativo, presenta un énfasis en el
desarrollo integral de la persona, de un tipo de ciudadano capaz de tomar en cuenta
el punto de vista de otros, argumentar sus propuestas y sustentar sus decisiones de
manera reflexiva y creativa, más cooperativo en la solución conjunta de los
problemas y de mayor consistencia moral en su quehacer cotidiano. En
consecuencia, promueve un tipo de interacción social basada en el respeto mutuo,
el razonamiento, la cooperación, la aportación constructiva y la coherencia ética.
Siguiendo a Habermas, se considera que sólo desde una epistemología que
reconozca la dialéctica que se establece entre los intereses llamados subjetivos y
el conocimiento objetivo, la conexión entre el conocimiento y los intereses humanos
podremos comenzar a dar cuenta de un conocimiento que emancipe el pensamiento
rutinario dominante en la escuela, en la perspectiva de generar un pensamiento
reflexivo y autónomo donde la reflexión, por tanto, es la estrategia metodológica
compleja a través de la cual tomamos conciencia de nuestras creencias e intereses
individuales y colectivos y nos convertimos en constructores de nuestro
conocimiento y práctica.
La reflexión, frente al pensamiento rutinario, implica la inmersión consciente del
hombre en el mundo de su experiencia; supone un análisis y una propuesta que
orienta la acción; está guiada por la toma de conciencia crítica con respecto a
cualquier conocimiento, educación propone nuevas visiones sobre el papel del
docente en el aula, considerando posible la superación de la práctica rutinaria propia
del aula tradicional, para de esta manera, reivindicar la dimensión reflexiva capaz
de aglutinar formas de pensamiento racional e intuitivo que conformen un proceso
constructivo único.
Los profesores actuarán como prácticos reflexivos que pueden activar procesos de
reflexión sobre la acción docente y abrir así, la posibilidad de convertirse en
investigadores en el aula. Esta reflexión en la acción que, de alguna manera siempre
está presente, participa de elementos intuitivos (emocionales, creativos) y
racionales (selección y análisis de la información) íntimamente interrelacionados.
Gimeno (2001), nos habla del docente como el experto en el proceso de
enseñanza. Lo que caracteriza la función de docente no es tanto la transmisión de
conocimiento, sino la capacidad para promover y fomentar el aprendizaje, su
capacidad de experto en el proceso de enseñanza; para esta finalidad, los
programas de formación docente no están diseñados para capacitar a sus alumnos
a enfrentar los compromisos de la práctica profesional; frente al pensamiento y la
práctica rutinaria, tan frecuente en el aula, se reivindica la dimensión reflexiva capaz
de aglutinar formas de pensamiento racional e intuitivo, que conformen un proceso
único de pensamiento dinámico en el proceso constructivo.
A nivel mundial encontramos movimientos de reforma educativa que tienden a
contrarrestar los efectos de los parámetros instrumentales de la cultura occidental,
sosteniendo que una reforma que no tenga como uno de sus objetivos primordiales
introducir cambios en la formación y actualización de los profesores y que no trate
de implicarlos en ella, está condenada al fracaso: confianza en su habilidad para
ejercer un liderazgo intelectual y moral e ignorando el papel que desempeñan en la
formación de los estudiantes como ciudadanos críticos y activos.
El reto de una educación que aspira a formar personas para poder ser ciudadanos
críticos y reflexivos que participen activamente en la sociedad, implica desarrollar
una perspectiva teórica que redefina la naturaleza de la crisis educativa y que al
mismo tiempo proporcione la base para un punto de vista distinto, sobre la formación
y el trabajo de los profesores es una condición necesaria para que los docentes se
organicen con eficacia y dejen oír colectivamente su voz en los actuales debates
sobre la reformas educativas.
Las estrategias reflexivo-creativas se insertan como instrumentos educativos para
la conformación de lo personal y lo social. De acuerdo con Giroux (1990), se
desconoce la inteligencia, el punto de vista y la experiencia que puedan aportar los
profesores al debate de la reforma educativa, que con frecuencia los reducen a la
categoría de técnicos superiores encargados de llevar a cabo dictámenes y
objetivos decididos por expertos, ajenos a las realidades cotidianas de la vida del
aula. Por el contrario, propone una visión de los docentes como intelectuales
transformativos, conceptualización que pone de manifiesto la capacidad humana de
integrar pensamiento y práctica; se trata de contemplar a los profesores como
profesionales reflexivos de la enseñanza, frente a su consideración en términos
puramente instrumentales o técnicos. Si los profesores han de educar a los
estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos
mismos en intelectuales transformativos.
Por lo tanto los docentes deben ser autores de su propia práctica en lugar de ser
avasallados por ella; de ahí que la concepción del profesor como intelectual tiene
especial relevancia, ya que se trata de un docente reflexivo de su práctica, del
contexto y de las razones por las que se produce la misma. Según Giroux (1990),
la categoría de intelectual resulta útil desde diversos puntos de vista. Por un lado,
ofrece una base teórica para examinar el trabajo docente como una forma de tarea
intelectual por oposición a su consideración en términos puramente instrumentales
o técnicos. De igual manera, contribuye a aclarar el papel que desempeñan los
profesores en la producción y legitimación de diversos intereses políticos,
económicos y sociales a través de las pedagogías que ellos mismos utilizan.
Desde esta perspectiva, se lleva a cabo una amplia crítica a las ideologías
tecnocráticas e instrumentales que subyacen a la teoría educativa tradicional, que
separa el diseño curricular y la planificación de los procesos de aplicación y
ejecución. La ausencia de una praxis educativa consciente y reflexiva que atenta
contra la educación como proceso humano y humanizante, se hace evidente en la
planificación de la educación meramente tecnocrática y este reduccionismo es uno
de los más graves problemas de la educación contemporánea; de ahí la necesidad
de defender las escuelas como instituciones para el mantenimiento y el desarrollo
de una democracia y también para defender a los profesores como intelectuales
transformativos que combinan la reflexión y la práctica académica, con el fin de
educar a los estudiantes para que sean ciudadanos reflexivos y activos
En las propuestas actuales acerca de la educación humanizadora, frente al dominio
del modelo instrumental tecnocrático, se comienza a considerar la formación
filosófica del docente en este contexto de la educación, concebida como acción
eminentemente reflexiva, ética y liberadora, una actividad cuya realización reclama
la formación de diversas disposiciones y capacidades en los educadores y
educandos como la capacidad de juicio, de análisis, de discusión crítica, la
formación del sentido común, el pensamiento práctico reflexivo y la comprensión
ética. En este contexto, encontramos interesantes y pertinentes trabajos que nos
hablan de la urgente necesidad de la formación ética de nuestros docentes, de la
formación en valores, de fortalecer su capacidad crítica o reflexiva, la habilidad de
formar juicios, conectar ideas, razonar sobre ellas y formar argumentos racionales.
La acción docente necesita estar vinculada con la finalidad de la educación, en
correspondencia con los resultados que se quieren obtener, al establecer un modelo
que lleve al perfil del docente deseado, reflejando lo óptimo del ser humano y acorde
con las necesidades de la sociedad; de igual manera, poseer una base filosófica,
amplia y bien estructurada, que le permita al docente conformar su propia ideología,
una formación académica pertinente, una educación filosófica, una educación
comprometida tanto con los que sufren, como con uno mismo, con la configuración
de un modo de vida, un arte de vivir, que diría Michel Foucault, un proyecto de vida
en el que nada está decidido del todo, un arte de vivir abierto a lo incierto, a lo
indeterminado, a la contingencia, a la libertad, un adecuado vocabulario para
discernir sobre las cuestiones humanas y la problemática social.
Lo importante no es necesariamente cuánto se sabe, sino que ello descanse en una
plataforma teórica-conceptual, psicológica y filosófica que sustente la práctica
pedagógica y formar a los niños en las capacidades para el razonamiento y los
criterios para juzgar y tomar decisiones y una postura responsable; analizar el
ambiente escolar y curricular con una la reflexión crítica en los programas, para
educar en un pensamiento crítico y creativo a través de las narraciones y
descripciones creativas, la formulación de explicaciones y argumentaciones, y la
posibilidad de articular una comunidad de investigación en el aula, donde se den las
condiciones para el libre intercambio de ideas y el crecimiento intelectual.
La formación filosófica de los docentes es tan importante como su formación
profesional. Si éstos no conocen o no son conscientes de las implicaciones de su
trabajo docente, si no realizan una previa reflexión de los conceptos filosóficos
implicados en la educación, difícilmente podrán formarse crítica, reflexiva y
éticamente, por eso mismo se insiste en que la educación debe ser crítica y
reflexiva, y para ello es fundamental la filosofía como instrumento potenciador del
pensamiento crítico, entendida como actividad en su sentido socrático, como
investigación y búsqueda del sentido a través del diálogo y por tanto, de potenciar
la capacidad de reflexión, de autoevaluación y autocorrección, de respeto y de
convivencia entre los participantes de una comunidad para fomentar su desarrollo
integral
Pensar la educación como una experiencia reflexiva, supone un replanteamiento
profundo de la racionalidad pedagógica dominante y asumir que la educación no se
agota en su mera realización técnica, sino que se trata de una experiencia que
compromete a los docentes en las habilidades de la conversación y del juicio, de la
coherencia lógica del pensamiento, del análisis y la crítica reflexiva, la deliberación
y las decisiones educativas en contextos de incertidumbre, lo que conlleva entender
la educación como un acontecimiento reflexivo y ético, como educación filosófica.
El pensamiento crítico y creativo debe ser incorporado a la acción formativa en la
que se generan prácticas reflexivas, críticas y creativas en la experiencia compartida
del aula, como comunidad de investigación y, con ello, la escuela se vislumbra como
espacio de humanización para el desempeño en comunidades de indagación y el
dominio de estrategias reflexivo-creativas aplicadas a un nuevo estilo de relaciones
sociales, crea la posibilidad no sólo de un desarrollo personal y ético, sino de una
nueva calidad de relación social y el fomento de una cultura realmente democrática
en el grupo y, por lo tanto, de formas diferentes y humanizadas de construcción
colectiva de la vida social y de solución concertada de los problemas sociales.

S-ar putea să vă placă și