Der Totentanz, Goethe (1749-1832). uno, Y sus mortajas, mientras se desvanecían, El guardián miró hacia abajo en la medio de la reposaron, noche: Y bajo el césped todo estuvo tranquilo. Sobre las tumbas que yacen dispersas allí, Con su luz plateada la luna llenaba el espacio, Pero uno de ellos tropieza y queda tendido allí, Y la iglesia como el día parecía brillar, E intenta alcanzar el sepulcro con Entonces vio, primero una tumba, y luego otra desesperación; que se abría, Sin embargo, sus camaradas lo ignoraban, Y hombres y mujeres fueron vistos al avanzar, Y él percibió el aroma del sudario en el aire. Envueltos en pálidas y níveas mortajas. Así que agitó la puerta, pues el guardián se protegía, Apurados por correr pronto doblaron los Para repeler al enemigo, bajo el bendito peso tobillos, De las cruces de metal. Girando en rondas y danzas tan alegres, El joven y el viejo, el rico y los pobres. El sudario debe conseguir, pues sin él no hay Pero las mortajas les molestaban, descanso, Y como la modestia no puede perturbarlos, Permaneció unos instantes reflexionando Se sacudieron, y pronto aparecieron los Sobre los ornamentos góticos que el espectro sudarios ansiaba. Dispersos y confusos sobre las tumbas. ¡Pobre guardián! ¡Su destino está sellado! Como una larga y espantosa araña, en súbito Entonces agitaron las piernas, estremecieron andar, los muslos, Así avanzaba el pérfido y espantoso gusano. Mientras la tropa con extraños gestos avanzaba, El guardián tembló, y la palidez lo sobrecogió; Los gritos y clamores se elevaron alto, Mientras el fantasma buscaba su sombría Hasta que el tiempo y la danza marcaron el mortaja, mismo ritmo. Cuando al final (ahora nada puede salvarlo) La vista del guardián parecía abrumada de En un diente de hierro fue capturado, maravillas Cuando el luctuoso brillo de la luna se apagaba, Cuando el villano Tentador le habló así al oído: Cuando sonoro estalló el trueno de la Aprovecha una de las mortajas que allí yacen. campana, Desvaneciendo el esqueleto, deshecho en Rápido como el pensamiento la tomó y huyó átomos. Detrás del portal de la capilla a toda velocidad; La luna seguía derramando su blanquecina luz Sobre la danza que temerariamente se desarrollaba.