Sunteți pe pagina 1din 12

ADORACION Y ALABANZA

LA ALABANZA EN LA VIDA DEL CRISTIANO

Introducción
“Este pueblo he creado para Mí, mis alabanzas publicará..." Isaías 43:21. “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas
a su luz admirable...” 1 Pedro 2:9.

En estos últimos tiempos que ha estado de moda el hablar de la Alabanza y


Adoración, es conveniente poder meditar de una manera más profunda sobre
este tema, ya que al parecer, en el medio cristiano se habla mucho de ella,
pero el sentido en que se usa se ha vuelto ligero y principalmente enfocado
hacia el aspecto musical; ante esta situación es necesario estudiar y considerar
su significado, su importancia en la vida del creyente, sus prácticas y sobre
todo el impacto que debe producir en nuestras vidas.

¿Que es la Alabanza?
Para empezar trataremos de definir el término alabanza. El término en
castellano es definido de la manera siguiente: Alabanza: Elogiar con palabras,
enaltecer, loar. (Diccionario el Ateneo) Para tratar de comprender el significado
podemos también buscar el término en su forma verbal:
Alabar.- tr. y r. Celebrar con palabras. ALABÓSE su gesto; sinón.: elogiar,
encomiar; antón.: censurar, criticar. // r. Jactarse. SE ALABA de ingenioso;
sinón.: alardear, preciarse. // Deriv. : alabamiento. (enciclopedia Premier)

También es conveniente en las palabras Griegas que se usan en el Nuevo


testamento para tener una comprensión más bíblica del término alabanza, a
continuación se dan algunas de las palabras griegas usadas con más
frecuencia:
01. AINOS (a z n o). - Significa principalmente un relato, una narración. En N.T.
es solo a Dios. EPAINOS (e p ...). - Es una forma fortalecida del anterior,
denota aprobación, recomendación. Se usa principalmente en tres sentidos
A. Una alabanza de aquellos por causa de los cuales, y por razón de los
cuales, como herencia de Dios se debe adscribir alabanza, en razón de su
gloria (La exhibición de su carácter y sus obras). De la alabanza dad por Dios a
los creyentes en el tribunal de Cristo (Donde se indica que la alabanza estará
en exacta proporción de las acciones de cada persona). Todo aquello que sea
digno de alabanza.

02. AINESIS (a z n e s i ) ). - Significa alabanza y es similar al 1, se usa en He.


13:15, donde se representa metafóricamente como una ofrenda sacrificial. En
resumen alabanza significa narrar, relatar, hablar con recomendación de Dios y
de su gloria (que se manifiesta en la exhibición de su carácter y sus obras para
con sus criaturas) e implica un acto sacrificial.
La alabanza esta íntimamente ligada a la Adoración, ya que el meditar en las
obras de Dios y su carácter, nos lleva a contemplar y reconocer su persona y
su majestad, y nos hace consientes de nuestra condición delante de Él.

Qué nos dice la Biblia con respecto a la Alabanza?


En la Biblia, podemos darnos cuenta de la importancia que tiene la alabanza,
ya que dedica muchos pasajes y un libro completo de canciones (Los Salmos)
para abordar y explicar con detalle este tema.

Algunos principios bíblicos acerca de la alabanza a Dios se dan a continuación:


I. Dios es Digno de ser alabado. Salmo 96:4, Salmo 45:1. Dios nos ha creado y
nos ha hecho sus hijos para que le alabemos. Isaías 43:21, 1 Pedro 2:9. La
alabanza implica un esfuerzo, un acto sacrificial. Hebreos 13:15, es decir,
tenemos que prepararnos, es algo que nos cuesta, tenemos que dedicar
tiempo y talentos al ofrecerla. Salmo 50:23. La alabanza nos ayuda a recordar
las obras del Señor en nuestras vidas y nos permite crecer en nuestra
confianza en Él ante cualquier situación que el cristiano enfrenta. 2 Samuel
22:4, Salmo 71:8-16. La alabanza da testimonio a los incrédulos de la obra y el
poder de Dios. Hechos 16:25.

¿Cuáles son maneras Bíblicas de alabar a Dios? Antes de iniciar esta sección,
tratemos de olvidar nuestros prejuicios, nuestros conceptos, criterios y
opiniones; y tengamos una mente abierta a lo que la Sagrada Escritura enseña
con respecto a las costumbres bíblicas que se practicaban en el pueblo de
Israel y en la iglesia neotestamentaria que continuación se mencionan:
I. En todo tiempo. Salmo 34:1, Salmo 119:62.
Con lo que decimos. Salmo 145:4-7.
Con todo el corazón. Salmo 9:1, Salmo 111:1, y con un corazón recto Salmo
119:7.
Con cantos. Salmo 92:1, Salmo 104:33,34; Salmo 147:1.
Con Inteligencia. Salmo 47:1, 6 y 7.
Batiendo las manos. Salmo 47:1.
Con Instrumentos. Salmo 150:3-6, Salmo 33:1-3.
Con danza. Éxodo 15:20, Salmo 150:4.
Con Alegría, gozo y aún Júbilo. Salmo 32:11, Salmo 95: 1-3.
Aplaudiendo. Salmo 98:4-6.
Alzando las manos. Salmo 63:3-4, Salmo 134:1-2.

La regla bíblica para practicar estas costumbres al alabar al Señor es muy


sencilla:
1. Hágase todo decentemente y con orden. 1 Corintios 14:40. Debe haber un
sentir de libertad de elección en la congregación, el que practica alguna
costumbre para el Señor lo hace, y el que no; para el Señor no lo hace
Romanos 14:31, 1 Corintios 10:31. (Nota: Aunque el contexto es diferente
Pablo se refiere a cosas externas que se practican en al iglesia) No se debe
hacer tropezar al hermano. Romanos 15:1-6; si mi práctica al alabar al Señor
afecta la fe de otro, debo actuar con amor. Hay que hacer todas las cosas con
el único fin de alabar al Señor y darle gloria y no para exhibición de nosotros
mismos de que tenemos una supuesta “espiritualidad”. Colosenses 3:16-17,
Filipenses 2:3-4.
¿Cuáles son algunos motivos que tenemos para alabar a Dios?
Cada uno de nosotros hemos experimentado el carácter de Dios y la
manifestación de su gloria en nuestras vidas, por lo cual hay muchos motivos
para ofrece alabanza a nuestro Dios. Los que a continuación se presentan son
solo algunos que la Escritura nos menciona:
I. Por su Creación. Salmo 8:1-4.
Por sus Obras formidables y maravillosas. Salmo 139:14.
Por su carácter y atributos:
Él es bueno. Salmo 106:1.
Misericordioso. Idem Justo. Salmo 119:62, Salmo 7:17.
Su Santidad, Salmo 77:12-14. Isaías 6:3.

I. Por su Obra redentora. Apocalipsis 5:9-13.

Conclusiones:
La alabanza a Dios no debiera ser algo que hacemos solo los días domingo, la
alabanza a Dios debe ser nuestro estilo de vida, porque un corazón agradecido
con Dios rebosa de alabanza y bendición, y esta actitud en nosotros redundará
en edificación y ánimo a la vida de los que nos rodean y además estaremos así
cumpliendo uno de los propósitos por los cuales nuestro sabio Dios nos ha
hecho existir.

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y


exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que
hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de él...”
Colosenses 3:16-17.

UN ADORADOR QUEBRANTADO

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y
sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines;
cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus
pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo,
santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los
quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa
se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en pueblo que tiene labios inmundos,
han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. (Isaías 6:1-5)

Frecuentemente, cuando nos encontramos con Dios, experimentamos su


bondad y reposo. El profeta Isaías se convirtió en un adorador quebrantado.
Este era un tipo de encuentro completamente diferente, un momento santo
marcado por la inquietud y la introspección. El profeta se encuentra con el
Señor Todopoderoso y nunca más vuelve a ser el mismo. Se da cuenta de la
grandeza de Dios y, a la luz de esto, de su propia debilidad, cuando dice: “Ay
de mí! que soy muerto”. Isaías es quebrantado, sorprendido y sacudido en la
presencia de Dios. Pero este quebrantamiento no es algo destructivo; Dios está
despojándolo de sí mismo para transformarlo en un adorador más fuerte y más
puro, un adorador cuyo clamor sea: “Heme aquí, envíame a mí” (v. 8).

Por supuesto, hay un tiempo en la adoración para regocijarnos, estar contentos


y hasta tranquilos. Pero también viene un tiempo en el que Dios nos inquietará
de una forma muy clara. Nos pone bajo la luz de su santidad, donde
comenzamos a examinar nuestros corazones de una forma mucho más
estrecha. Richard Foster lo llama “El escrutinio de amor de Dios”. Es el amor de
Dios que disciplina –a menudo severo– aunque siempre es un acto de bondad
y nunca de crueldad. Él es un Rey santo, que demanda un pueblo santo. Y
como es también el Padre perfecto, disciplina a los que ama, simplemente
porque los ama.

Recientemente asistí como uno de los líderes de adoración a una conferencia


denominada “Adoremos juntos”, realizada en los Estados Unidos. Como
siempre, traté de preparar mi corazón y pensar en lo que Dios quería que
hiciera. Pero mi mejor preparación llegó en la primera sesión de adoración
dirigida por uno de los otros líderes.
Mientras me encontraba entre la congregación, la presencia de Dios invadió mi
corazón de una forma nueva y poderosa. Pero no fue uno de esos momentos
tiernos o tranquilos. Todo lo que hizo fue guiarme al arrepentimiento. Surgían
de lo profundo de mi corazón las pequeñas actitudes y pensamientos no
expresados que habían pasado inadvertidos y que en ese momento podía ver
que habían ofendido el corazón de Dios: tenía un poquito de orgullo y me había
alimentado demasiado del respaldo de la gente, en vez de buscar la
aprobación de mi Padre celestial.
“¿Quién soy yo para estar aquí como un líder de adoración?”, me pregunté. “Lo
que necesito es estar aquí en medio de la congregación para ponerme a
cuentas y agradar a Dios, bien lejos de la plataforma”. Era un adorador que
había sido quebrantado, había muerto.
Fue exactamente como Dios quería que fuera. Cuando me levanté para dirigir
la siguiente sesión, Él no quiso que yo pensara que podía lograr algo o que
tenía algo especial para dar. Él solo deseaba un corazón quebrantado y
sumiso. Como el rey David, el cantor de Israel, que declaró: “Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17).
Surgían de lo profundo de mi corazón aquellas pequeñas actitudes y
pensamientos no expresados que habían pasado inadvertidos y que en ese
momento podía ver que habían ofendido el corazón de Dios. El libro de Jonás
también nos brinda algunas claves acerca de cómo Dios obra en los corazones
de los adoradores quebrantados. En un momento determinado Jonás se
incluyó entre los adoradores: “Temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el
mar y la tierra”, esto fue lo que dijo en el capítulo 1, versículo 9. Pero sus
credenciales fueron severamente probadas cuando le fue dicho que
pronunciara unas palabras muy duras a un pueblo terrible.

Todos conocemos la historia: Jonás decide que ese no es su llamado, se


escapa y termina en el vientre de un gran pez. Estar dentro de un pez te
proporciona tiempo para un profundo examen de conciencia; luego Jonás se
convierte en un adorador quebrantado que descubre nuevamente a Dios y
anhela estar a cuentas con Él: “Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé
de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo” (2:7).
Jonás fue examinado a la luz del amor santo de Dios. Es durísimo estar dentro
de un pez por unos días, pero es mucho peor estar en un océano embravecido.
Dios sometió a Jonás al fuego purificador, y Jonás salió de allí como un
adorador más fuerte y puro: “Mas yo con voz de alabanza te ofreceré
sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová” (2:9).
Así como el encuentro de Isaías con Dios le dio el deseo de salir y dar la
palabra, también Jonás partió nuevamente, pero esta vez camino a Nínive.
A veces sentimos que hemos perdido el rumbo, y Dios tiene que despertarnos
para regresarnos al camino correcto. A menudo nos introduce en un período de
quebrantamiento, un tiempo para volvernos a enfocar y verificar que estamos
dirigiéndonos por el rumbo correcto.
Hace algunos años yo mismo me encontré en uno de estos períodos.
Habíamos estado ocupados grabando un nuevo álbum de adoración y
estábamos tratando también de hacer un tiempo para realizar algunos viajes
ministeriales. Un viernes, después de tocar la guitarra toda la semana, partí
hacia Holanda para asistir a un par de eventos de Soul Survivor. Llevando mi
guitarra en el avión, noté que mi brazo comenzaba a dolerme. “Es solo un poco
de cansancio”, pensé. Pero durante el fin de semana, cada vez que tocaba el
dolor se tornaba más fuerte. Pero el día que partimos comencé a preocuparme
un poco más. Seguí el consejo médico, pero fue en vano; luego todo el brazo
comenzó a hincharse y aun el mínimo movimiento era una agonía. “Señor,
¿qué está sucediendo?”, pregunté. “Tenemos que finalizar un álbum, no puedo
realizarlo por lo que me está sucediendo ahora”. Después también mi mano
comenzó a helarse.
Una semana después, por algunas torceduras y problemas musculares
provistos por Dios, me encontré sentado en el consultorio de un conocido
especialista en manos. Me confirmó que tenía una forma muy aguda de
tendinitis, y me dijo que si no hubiese advertido esto, mi mano probablemente
se hubiese dañado de una forma permanente. Fue un momento terrorífico.
Durante las siete semanas siguientes casi no pude hacer nada, y lo más
frustrante de todo, no podía tocar mi guitarra. Me senté en casa con montones
de preguntas dando vueltas en mi cabeza. ¿Por qué sucedía esto? ¿Se
recuperaría totalmente mi brazo? ¿Era el diablo o era Dios el que lo
provocaba? Realmente no tenía ninguna respuesta teológica; pero pronto me di
cuenta que, cualquiera fuese la respuesta a esas preguntas, Dios estaba
obrando en la situación. Él comenzó a hablarme: Como siervo era prescindible,
los siervos vienen y van, y Dios puede escoger a cualquiera de nosotros para
desempeñar alguna función en su reino. Como líder de adoración era
sustituible, Dios podía haber usado a cualquier otro para esos eventos, que por
supuesto nos hemos sentido privilegiados por participar en ellos. Pero como un
hijo de Dios, era indispensable. No podría haber otro como yo, un hijo es
irreemplazable. Estaba comenzando a tener una mejor perspectiva acerca de
cómo debía vivir mi vida.
Había pasado tantos años dirigiendo la adoración que había perdido un poco el
camino, y Dios estaba dándome una señal de alto para que me detuviera, una
oportunidad para realizar una obra que hacía mucho tiempo quería hacer en mi
corazón. Estaba enseñándome una vez más lo que significa ser un adorador
quebrantado.
Cuando pasaron las siete semanas y mi brazo estaba mejor, noté cuánto había
usado Dios ese tiempo para bendecirme con su amorosa disciplina. Como
escribió François Fenelon, un cristiano francés del siglo XVIII: “Todas nuestras
caídas son provechosas si nos despojan de una desastrosa confianza en
nosotros mismos, y no nos quitan la fe humilde y redentora que tenemos en
Dios”.

Dios nos quebranta de diferentes maneras: a través de las situaciones que nos
rodean, por el resplandor de su gloria o simplemente hablándonos cuando nos
encontramos en una circunstancia en la que sentimos que lo hemos arruinado
todo. Pero Él jamás nos deja en ese lugar por mucho tiempo. “Por la noche
durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5). Habitualmente,
cuando Dios pone sobre nuestras vidas su mano de disciplina, a esta le sigue
rápidamente su mano de ternura. En Isaías 40, el pueblo de Dios pudo
comprobar esta verdad. Después de una serie de duras reprimendas sobre el
final del capítulo 39, viene una dulce y refrescante palabra: “Consolaos,
consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén;
decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado;
que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados” (Isaías
40:1-2).

A veces, sin embargo, se nos deja caminar con una especie de “renguera”. Nos
desplazamos dentro de una nueva temporada, aunque Dios deja un
recordatorio de la obra que Él ha hecho en nosotros. El apóstol Pablo estaba
caminando con una “renguera” o – como él la describía – “un aguijón en mi
carne”, que suplicaba le fuera quitado (2 Corintios 12:7). Pero Dios dejó en
claro que este era un recordatorio de su debilidad, y pronto Pablo mismo
comenzó a verlo como aquello que lo guardaba de enorgullecerse (2 Corintios
12:8-9).
Ocasionalmente, mi tendinitis reaparece y, de hecho, me duele bastante hoy
mientras escribo esto. Los doctores han dicho que siempre seré propenso a
esto. Quizás un día quede completamente sano – realmente lo espero – pero
por ahora cada vez que me molesta, recuerdo todo lo que Dios me habló en
aquella situación.

Esta es una invitación a volver a arrodillarme y permanecer como un adorador


quebrantado.

Tomado del libro:


El Adorador Insaciable
Matt Redman.
Editorial Peniel

ADORADORES Y ADORACION

No hay tarea más noble ni actividad más provechosa que adorar al único Dios
vivo y verdadero. Adorar a Dios produce un enriquecimiento perdurable y un
fortalecimiento interior generados por una relación íntima y armoniosa con el
creador. Pero ¿qué es adorar? Solamente la Biblia establece las pautas para
una definición correcta de adoración. Rendir homenaje, alabanza,
reconocimiento, culto y exaltación al Dios soberano. Adorar no es una
ceremonia litúrgica sino un acto del ser interior. Los vocablos adorar y
adoración son de uso común entre los cristianos, pero la comprensión de ellos
no está del todo claro. Muchos confunden adorar con ciertos espectáculos
religiosos donde se desbordan las emociones.

Otros lo identifican con cultos repetitivos y sistemáticos, pero vacíos y sin


dinamismo. Dios quiere enseñarnos acerca de adoración y de adoradores
desde una perspectiva bíblica, teológica y práctica para comprender la
naturaleza de la verdadera adoración.

A veces se ha confundido la naturaleza de la verdadera adoración. Por un lado,


se ha identificado adorar con actividades místicas y con experiencias
emocionales, aunque hay emoción en la adoración. Por otro lado, se ha dado
por sentado que adorar tiene que ver con una liturgia fría, monótona y pedante.
La enseñanza clara de la verdadera adoración se encuentra en la Biblia: el
centro de adoración es Dios. La comunión, la alabanza y la relación íntima con
el Señor Dios soberano constituyen la esencia de la adoración. La palabra
enseña que adorar al eterno es una cuestión íntima del corazón. Tiene que ver
con la relación entre el ser interior del individuo y el Dios Santo con quien se
puede tener comunión. Eso es adorar: Entrar en comunión íntima con Dios sin
que importe el lugar y las circunstancias en las que el adorador se encuentre.

Dios quiere sentar bases bíblicas para recuperar una vida de adoración, tanto
en el hogar como en la iglesia. Es necesario tener una filosofía clara de la
verdadera adoración. El hecho sencillo es que Dios hoy, al igual que en
tiempos pasados, sigue buscando adoradores que le adoren en espíritu y en
verdad. Adorar a Dios no es la ejecución de un rito litúrgico sino una realidad de
íntima comunión con Él. El hombre fue creado con el propósito primordial de
rendir homenaje al único, eterno y sabio Dios en conformidad con la verdad
que El mismo ha revelado en su Palabra. Esa adoración debe ser tanto
personal como colectiva, pero siempre debe hacerse de manera que le agrade
a Él. La Biblia enseña la unidad de Dios como su esencia tripersonal. Dios es
Padre, hijo y Espíritu Santo en cuanto a personas, pero es una sola esencia
divina. La Fe cristiana es fundamentalmente trinitaria.

El cristiano que sabe adorar se acerca a Dios Padre por medio del hijo y en el
Espíritu Santo. De este modo puede adorar a Dios plenamente.
La realidad del pecado en la experiencia humana imposibilita que el hombre
pueda acercarse a Dios por sus propios méritos. El ser humano no es capaz de
buscar a Dios porque el pecado se lo impide. Dios, sin embargo, se ha
acercado al hombre. Lo ha hecho de manera personal mediante la encarnación
de Dios el Hijo. Además, Dios ha revelado al hombre su voluntad en las
Escrituras.

La Biblia enseña que Dios exige adoración exclusiva porque Él es el único


digno de ser adorado. El hombre no puede adorar a Dios “a su manera”. Tiene
que hacerlo como Él Mismo lo establece en su palabra. De la misma manera
que el músico sigue al director de orquesta para que la sinfonía suene
armoniosa, el adorador debe seguir las pautas establecidas por Dios en su
palabra. Él se agrada cuando se le adora como lo ha establecido en la Biblia, y
le desagrada cuando el hombre inventa su propia filosofía de la adoración. El
Antiguo y el Nuevo testamento nos dan ejemplos de cómo construir un
argumento coherente tocante a la necesidad de practicar la clase de adoración
que se ajusta a las normas divinas. Los hombres y las mujeres de la Biblia que
aprendieron a adorar a Dios en espíritu y en verdad eran personas normales
con los mismos problemas, inquietudes y frustraciones que pesan sobre las
personas hoy día.

El secreto de ellas (si se le puede llamar así) es que aprendieron a depender


de Dios y dieron prioridad a la comunión con el Señor. Ana la madre de
Samuel, era una mujer estéril, algo humillante para una mujer de aquellos
tiempos. Ella no dejó de adorar a Dios. Se postró delante del Todopoderoso,
derramó lágrimas e hizo su petición de una manera humilde. El Señor contestó
la oración de Ana. El corazón de aquella mujer quedó plenamente al
descubierto delante de Dios. No hubo espacio vedado a Dios en la vida de Ana.
David fue también un genuino adorador de Dios. Con sus defectos y sus
caídas, David constituye un ejemplo de creyente que anhelaba estar en la
presencia de Dios Basta con leer algunos de los salmos para saber y entender
algo de su vida y su experiencia como un íntimo del Señor. Tanto sus virtudes
como sus defectos constituyen una lección provechosa para quien anhele ser
un verdadero adorador de Dios. Más reveladora aún podría ser la experiencia
de Job. Aquel hombre justo fue probado en gran extremo. Dios permitió que el
enemigo lo afligiera. No obstante, en medio de los terribles sufrimientos, Job
adoró a Dios de todo corazón. La gran lección es que los verdaderos
adoradores alzan sus ojos al Todopoderoso, dependen de Él en todo tiempo y
dan gracias no solamente cuando reciben lo bueno, sino también durante las
pruebas más difíciles.

El Nuevo Testamento también registra los ejemplos de un número considerable


de los verdaderos adoradores. Mujeres como María de Betania, María
Magdalena o Dorcas. Hombres humildes como el leproso samaritano quien fue
el único de los diez sanados que regresó para dar gracias y adorar al que lo
sanó. Por supuesto que después de la resurrección del Señor, los apóstoles
aprendieron a adorarlo con corazón puro y públicamente dieron testimonio de
su fe, incluso arriesgando sus vidas. Quizás el ejemplo de Pablo se destaca
entre los demás apóstoles. Pablo no fue solamente un verdadero adorador,
sino que contribuyo tremendamente para que otros lo fuesen. Pablo demostró
su actitud de verdadero adorador por medio de su fe probada en momentos
difíciles, su gratitud, su compasión y su celo por el evangelio. Pero por encima
de todo, lo demostró mediante su constante deseo de ser más semejante a
Cristo cada día.

Sin embargo es Jesús nuestro mejor ejemplo de adorador. Dios manifestado en


carne. Vino al mundo para revelar a Dios entre los hombres. Vivió en todo
sentido la clase de vida que agrada al Padre. Siendo Dios, “no estimo el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse”. El Señor Jesús enseñó a los hombres
cómo adorar al único Dios vivo y verdadero. Si alguien tiene dudas de que
significa ser un verdadero adorador que mire a Jesús y aprenda de Él. El Señor
enseñó a sus discípulos a adorar al Padre en espíritu y en verdad, pero no
debe olvidarse que el hijo es digno del mismo honor y de la misma adoración
que el Padre. También el Espíritu Santo tiene una participación en la adoración.
Tal como el hijo vino para revelar el Padre a los hombres, el Espíritu Santo ha
venido para revelar y glorificar a Dios el hijo. La importancia del Espíritu Santo
en la adoración es incuestionable.

Es mi deseo que cada verdad de nuestra adoración bíblicamente ordenada


haga que muchas cosas comiencen a ser transformadas en nuestra vida
mientras esperamos que la luz de su Gloria sea encendida en nuestros
corazones, casas, su pueblo, las ciudades y naciones de la tierra.

Walter Rumierk
Director “Congreso de Adoradores Trayendo el Arca”
wrt7@hotmail.com

ADORACION QUE PROCEDE DEL TRONO

DEFINICIÓN:
Los grandes momentos de quebrantamiento, entrega apasionada, devoción
profunda y compromiso con la santidad de Dios que acontecieron en la historia
de la fe tuvieron lugar siempre que el pueblo de Dios pudo ver el trono, y temió
delante de aquel que esta sentado en él.

INTRODUCCIÓN:
Dios quiere producir una adoración integral. Una ADORACIÓN que proceda del
trono de Dios. Esta adoración reafirmará la gloria de Dios, hará que nuestra
vida sea transformada, que nuestras congregaciones experimenten la realidad
de la presencia de Dios, que nuestras ciudades y naciones se dispongan para
que la salvación de Dios se manifieste.

DESARROLLO:
El trono esta en el centro de todos los acontecimientos de la historia que
legítimamente podemos llamar avivamientos. ¿Que ha sucedido cuando Dios
ha decidido visitar a su pueblo? El mismo ha producido un fuerte despertar, una
clara percepción en cuanto a que hay alguien en el trono, y que ÉL es Santo,
Santo, Santo. Mientras adoramos a ese que esta en el trono ÉL volverá a
visitarnos como antaño.

Nuestra adoración debe producir más causas que efectos. Nuestra adoración
no deberá ser solo un desborde de emociones pero sin consecuencias
profundas en cuanto a un cambio de vida en aquellos que asisten a nuestras
reuniones. Dios quiere que nuestra adoración en Espíritu y en Verdad haga que
nos sometamos a su palabra, que andemos en el espíritu y que pronunciemos
un “amen” a la totalidad de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

CONCLUSIONES:
La adoración sin una percepción del trono puede producir que se cante mucho
pero que se adore poco. Que se grite mucho pero que se llore poco. Dios no
quiere que al nosotros ignorar a Aquel que esta en el trono reemplacemos el
sonido de su presencia por nuestro propio sonido que muchas veces resulta
extraño frente a la santidad de Dios.

BASE BÍBLICA:
Apocalipsis 4, Isaías 6.

APLICACIONES PRÁCTICAS:
Necesitamos volver a anhelar el tener “Encuentros con Dios” de una manera
personal e íntima. Cada encuentro producirá un sometimiento a la voluntad de
Dios y al cumplimiento del propósito de Dios para nuestra vida.
Necesitamos traer el arca de Dios a nuestras casas y desde allí levantar un
altar de adoración a Dios. Una adoración que se expresa en el servicio y en
acciones y actitudes que honran el nombre de Dios.
Necesitamos entender que la adoración verdadera producirá ministros y
ministraciones enmarcadas por un carácter santo e integro y no solo por un
derroche de dones y talentos.
LA PERCEPCIÓN DEL TRONO
El trono esta en el centro de todas las cosas. Sin una percepción clara de él,
nuestra adoración y práctica cristiana se puede corromper. Sin el temor y el
temblor que viene por una genuina percepción del carácter y la santidad de
Dios, cualquier tipo de alegría que la iglesia experimente no será sino euforia.
Dios primero establece su orden, luego manifiesta su gloria pero cualquier
manifestación irreverente ante esa manifestación acarrea el juicio de Dios.
¿Qué deberíamos hacer para experimentar el avivamiento y la adoración que
proceden del trono?
La primera respuesta sería: “Estar abiertos al mover del Espíritu. Su palabra
dice: el viento sopla de donde quiere, y aun oyendo su sonido no sabes de
donde viene ni para donde va. Dios es libre, misterioso y nosotros queremos
que sea como nosotros para ahorrarnos el camino de ser transformados.
Cuando queremos encajonar a Dios, el ya se ha salido, pero en nuestro intento
de manejarlo a nuestro antojo y parecer construimos muy fácilmente una
imagen distorsionada de Él”.
La segunda respuesta sería: Teniendo claro lo que fluye y emana de ese trono
y de aquellos seres que están alrededor de él para entender claramente la
importancia de exponernos delante de ese trono pudiendo expresar, manifestar
y reflejar una adoración integral, en espíritu y en verdad.
APOCALIPSIS 4: 2-3: Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono
establecido en el cielo, y en el trono uno sentado. Y el aspecto del que estaba
sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del
trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.

Vemos algunas cosas aquí:


Hay alguien en el trono. Es Santo. Es el centro de todo, allí. Ninguno tiene tal
familiaridad con Él, como para decir que le conoce. El que esta allí es muy alto
y sublime pero exponernos a El cada día puede comenzar a producir cosas en
nosotros. Es como el efecto de ver las estrellas a través del telescopio. Solo
nos permitirá comprender cuan grandes y lejos están de nosotros. Cuando le
vemos a través del telescopio del trono y de su santidad nos damos cuenta
cuan grande y distante esta él de nosotros. Cuando Juan dice: ESE nos habla
de uno que existe por si mismo y que nos dice aquí estoy. Por último nos dice
que ESE es semejante en su aspecto a la piedra de Jaspe y Cornalina.

Se desprenden tres enseñanzas de aquí:


01. Los momentos de sublime adoración producen un avivamiento en nuestro
corazón que nos lleva a una total perplejidad. Por eso una de las mayores
claves en nuestra adoración es hacer todos los días. Cuando su presencia
viene quedamos boquiabiertos. Cuando visos de su gloria aparecen la
experiencia casi siempre es la misma. Escuche con atención algunas
ocasiones donde los santos se encontraron con Él y lo que sucedió. De allí
podremos deducir fácilmente si de verdad nuestros encuentros con él han sido
o no significativos y si necesitamos todavía un largo camino por recorrer;
porque si nuestros encuentros con él en lo público o en lo secreto no están
produciendo nada podremos asegurar entonces que ni siquiera hemos
comenzado a conocerle porque conocerle implica eso cambios y muy
significativos.
ISAÍAS 6: Que encuentro tan significativo. Tal vez fueron muchas las veces que
Isaías acudió a la cita con el Señor. Dios no tiene preferidos. Él tiene íntimos.
Estos son los que se han acercado más. El no responde a unos primero y a
otros después. Isaías llamó la atención de Dios. Tenía hambre.
Había una necesidad de un encuentro más profundo, más significativo. Tal vez
la situación de Urías ayudó al encuentro, tal vez no pero se dio. Aquel
encuentro no permitió que Él fuera el mismo.
Hubo tres cosas significativas allí.
Primero la CONFESIÓN frente al ser expuesto a su santidad. Ay de mí. Fue
todo lo que pudo decir. De inmediato Él reconoce que hay algo que necesita
ser arreglado con su boca, con sus palabras, con su lengua.
Segundo. Isaías fue consagrado. Era necesario. Su llamado era alto y el Señor
no podía correr riesgos. El Espíritu nunca improvisa. Siempre trabaja en
terrenos abonados.
Tercero. COMISIÓN. Él fue enviado y estuvo dispuesto a responder a ese
llamado.

02. Los momentos de sublime adoración no pueden explicarse teológicamente.


Ellos producen una santa y lucida ignorancia teológica. Quisiéramos que Dios
pudiese ser explicado todo el tiempo pero el se cuida de que no sea así. “EL
ESPÍRITU VIENE PARA SER OBEDECIDO Y NO ENTENDIDO COMO
QUISIÉRAMOS”. Dios hace cosas extrañas. A veces solo logramos entender
que Él esta ahí.

03. Los momentos sublimes de adoración y encuentros frente al trono van a


darse siempre que el alma este dispuesta a rendirse ante Dios.
Muchas veces ocurren sin poder dar grandes explicaciones con respecto a lo
absoluto de Dios. Apocalipsis no nos dice como es Dios; apenas señala quien
es Él. Él es digno, y su dignidad lo hace objeto de las más radicales entregas.
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste
todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. (Apocalipsis 4:11).
Apocalipsis 4:3b: “Y había alrededor del trono un arco iris, semejante en
aspecto a la esmeralda”. La alusión al arco iris trae toda la historia de la
redención al escenario del trono. Porque Dios ha hecho un pacto de salvación.
Las manifestaciones sublimes de adoración deberían producir grandes
manifestaciones de salvación espiritual. Debemos declarar en nuestra
adoración pública acerca del amor preservador y redentor de Dios para con sus
hijos.
Apocalipsis 4:5: “Y del trono salían relámpagos y truenos y voces”. Los truenos,
y voces y relámpagos, y un terremoto”, son manifiestos en la presencia de
aquel que esta en el trono. Esto nos habla de las diferentes formas en que Dios
habla y además de ello nos habla de la manifestación de los juicios de Dios.
Apocalipsis 8:3: (Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un
incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de
los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Después de esto
el incensario es lanzado a la tierra y acontecen muchas cosas. LOS QUE
CONSPIRAN CON DIOS SON LOS QUE ORAN EN EL ANONIMATO Y LA
SANTIDAD. ESTAS PERSONAS LEVANTAN SUS VOCES DELANTE DEL
TRONO Y JUNTAN SUS ORACIONES, LAS QUE ENTONCES SON
MEZCLADAS CON INCIENSO Y ARROJADAS DE NUEVO A LA TIERRA.
SOBRE NUESTRAS RODILLAS ESTA EL DESTINO DE NUESTRAS
NACIONES. ESTAS VOCES SON MUCHAS VECES EMITIDAS POR
DESCONOCIDOS QUE ESTÁN EN EL ANONIMATO Y SON LAS QUE SE
CONVIERTEN LUEGO EN VERDADERAS LANZAS DE DIOS. No hay otro
pasaje que afirme más claramente el poder que tiene la oración de los santos.
Estos santos son los que conspiran con Dios para derribar principados y
potestades y todo el ejército de las tinieblas.

S-ar putea să vă placă și