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Maestría en Humanidades Cultura y Religión

VOLVER LA MIRADA A LAS RELIGIONES


Didier Alberto López Montoya

¿Quiénes somos?. Parece ser la pregunta eterna que orienta todas las búsquedas
de sentido en el espacio-tiempo humano, y que en mi concepto ninguna filosofía
parece responder a plenitud. Soy cristiano católico, y no peleo con la respuesta que me
han enseñado desde pequeño, sin embargo, esta pregunta parece tan asombrosamente
grande y profunda que sobrepasa los límites de lo que me han enseñado e incluso los
límites de la razón misma.

Desde hace décadas los científicos vienen hablando de la inmensidad infinita


del universo, del bing-bang y otras maravillas incomprensibles para los que somos legos
en materia de astrofísica, hasta tal punto de proponer la hipótesis de que no solo existe
un universo sino un multiverso, es decir, la posibilidad real de que existan muchos
universos. Si este universo es lo suficientemente grande como incomprensible no me
puedo ni imaginar la posibilidad de otros universos. Lo único que me queda
medianamente claro es que aún no sabemos quiénes somos y que si creíamos estarnos
acercando a las respuestas con los nuevos hallazgos cosmológicos, estamos tal vez
encontrando el efecto contrario, nos volvemos más enigmáticos y desconocidos para
nosotros mismos, pues entre más conocemos a cerca del universo menos sabemos
exactamente lo que somos y de dónde venimos.

Si creímos encontrar una respuesta a esta gran pregunta en la teoría del Bing-Bang, por
ejemplo, lo que encontramos fueron más preguntas desconcertantes: ¿Qué le dio
impulso al Bing-Bang?¿Qué había antes de él?. En fin de cuentas el humano parece ser
un misterio, un misterio del cual sabemos mucho, y asombrosamente del que aún nos
falta mucho por saber, porque las respuestas que hemos encontrado todo el tiempo
“tambalean”.

Cambiemos de pregunta, una no menos difícil y enigmática, podemos saber por lo


menos ¿qué nos hace humanos?. En este terreno al parecer nos sentimos un poco más
seguros, aunque no menos desconcertados. Lo típicamente humano parece ser nuestra
capacidad de asombrarnos por el mundo e inmediatamente poder preguntarnos por él.
¿Cómo ocurre esto? Es una posibilidad que nos regala nuestro órgano más sofisticado:
el cerebro. Sin embargo, aún quedan muchos problemas por resolver, pues ¿de qué
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manera permite nuestra materia gris el asombro y la pregunta por lo que nos rodea?,
parece ser que es a través de la conciencia, o más precisamente la autoconciencia, es
decir, esa capacidad de saber que sabemos, de retrotraer a nuestro pensamiento el “yo”
que somos, un “yo” al que, por otro lado, no podemos acceder completamente, según
los psicoanalistas.

Otro elemento típicamente humano es nuestra capacidad de lenguaje tan complejamente


desarrollado. El lenguaje no es sólo nuestro medio de comunicación, es la comunicación
misma, es a través del lenguaje como construimos la conciencia de lo que nos rodea y
generamos relaciones con los demás. Otras capacidades típicamente humanas son
nuestra capacidad de crear cultura, las emociones (el amor, la compasión), la política, la
economía, el conocimiento científico que hemos construido, no obstante en este ensayo
nos centraremos en el espíritu religioso trascendente al que aspiramos en la vida y
después de ella.

Hasta aquí el asunto se volvió más que complejo, entonces la lista de preguntas puede
ser interminable. Todos estos elementos ya de hecho constituyen el fenómeno humano
como un universo apasionante, enigmático e irreductible en su definición, en el sentido
que el estudio de los fenómenos humanos está actualmente tan avanzado que ninguna
persona, por lo menos ningún académico respetado, se cree en la capacidad de entender
y saber todo lo que significan “lo humano” y aseverar una verdad absoluta sobre ello.
La complejidad de lo humano es abrumadora. Será tal vez por esta razón por lo que
filósofos como Beuchot, Nussbaum, Jean Luc Marion o el mismo Habermas se han
interesado por reflexionar sobre el pensamiento religioso, ya no basta la filosofía
racionalista para comprender al ser humano. Nuestra tesis será defender en primer lugar
que cierto tipo de pensamiento religioso en parte siempre ha acompañado a la filosofía
en la búsqueda del sentido de la vida; en segundo momento exploramos un poco la
importancia del pensamiento religioso dentro del mundo contemporáneo, especialmente
en lo que tiene que ver con la libertad de conciencia (o libertad religiosa) dentro del
ámbito del derecho para terminar con una reflexión sobre la importancia fundamental de
de la educación religiosa escolar hoy.
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Religión y filosofía

Miles de años antes de que apareciera en la historia de la humanidad la filosofía, la


ciencia y todos los conocimientos derivados de estas dos maneras de entender el
mundo, las religiones eran el filtro cultural a través del cual los hombres leían la
realidad. El nacimiento de la filosofía supuso para algunos historiadores el paso del
mito al logos, y por lo tanto el abandono de ciertas prácticas religiosas en virtud de la
racionalidad y el conocimiento experimental. Sin embargo, no siempre la filosofía pudo
desligarse de esta pre-comprensión “religiosa” del mundo, antes bien, además de que
muchos filósofos fueron hombres religiosos, aunque no a la manera de las antiguas
religiones del sacrificio y los cultos a los dioses, la filosofía primera de los antiguos
físicos explicó el mundo a través del pensamiento metafísico, a veces como en
Parménides más cercano a la poesía e incluso a la mística que al racionalismo
positivista moderno. También la filosofía medieval siempre estuvo vinculada al
pensamiento teológico, luego en la modernidad algunos filósofos de corte positivista
como Augusto Comte se atravieron a negar la importancia cultural, histórica o humana
de la religiones, donde no veían sino fanatismo, violencia y esclavitud mental para los
hombres, otras corrientes como el marxismo trataron de predecir su muerte, a favor de
una supuesta nueva humanidad en la que el progreso y la evolución de las ciencias
triunfarían y demostrarían finalmente las falacias religiosas o simplemente la inutilidad
de la instituciones y el pensamiento religioso. Sin embargo, en el siglo XX,
contrariamente a todas las sensaciones que ciertos pensadores tuvieron a cerca de las
religiones, asistimos a un nuevo florecimiento religioso como pensaba Mardones:
“estamos asistiendo a su revitalización, a juzgar por algunos signos que nos hablan de
su presencia en diversos ámbitos sociales” (1996, p.15), aunque esta nueva fuerza que
está retomando los asuntos que tienen que ver con lo religioso, para Mardones no es
necesariamente un regreso a la religión institucional, pues el fenómeno religioso es
dinámico y se ha transformado a través de los milenios. Las grandes religiones del
mundo poseen millones de fieles, lo que podría indicar que siguen siendo aún hoy un
punto de referencia fundamental para el ser humano del siglo XXI, ellas representan al
Hombre en busca de sentido, aunque no siempre es un sentido de paz o un
florecimiento pacífico como dice Francisco Sánchez (2016): En Europa se vive un
fuerte clima de fundamentalismo religioso...El conflicto árabe-israelí no se encuentra
situado sólo en medio oriente, sino que también se ha extendido a otras partes del
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mundo. Nadie está a salvo en Europa, en los Estados Unidos, y en otras partes del
mundo, de sufrir un atentado por parte de fundamentalistas religiosos… (p.1).

No obstante, las religiones se mantienen a pesar de las limitaciones denunciadas por sus
críticos y muy a pesar de sus violencias históricas, también porque han sido fuente de
valores humanos, de sentido místico por la vida, de encuentro fraterno entre los
hombres, o tal vez simplemente porque el ser humano es un ser en permanente
búsqueda de sentido.

Religión y búsqueda de sentido

En esa constante hermenéutica de la vida que estamos obligados a realizar, las


religiones juegan un papel muy importante, se cree en este trabajo que más para bien
que para mal, pues son una fuente significativa de simbolismo, hermenéutica y por lo
tanto de sentido. Aún hoy el pensamiento religioso sigue cautivando la humanidad y es
fuente de curiosidad y estudio. La misma filosofía, en cabeza de los fenomenólogos
como Jean Luc Marion y hermeneutas como Mauricio Beuchot está dando un giro hacia
la teología, tal vez sientan que para comprender al ser humano no basta con la
racionalidad sino que hay que mirar a antiguos horizontes, el horizonte de la
trascendencia, del misterio, de la mística, del símbolo:

…es la potencia simbólica de la religión (…) ya que el símbolo es lo que nos


hace vivir, lo que más está cargado de sentido, más allá de la referencia. Y la
religión ha sido uno de sus depositarios junto con el arte. Y el símbolo tiene una
significación casi inagotable de ahí su importancia (Beuchot, 2013, p.137).

Mauricio Beuchot (2013), filósofo mexicano fundador de la llamada hermenéutica


analógica, en su artículo sobre la Filosofía de la religión hoy, señala que cada vez se da
más cabida en el ámbito académico a las reflexiones sobre la vida misma y la religión, e
incluso propone para las sociedades en general aprender de las religiones mismas, no
para que los ciudadanos se vuelvan adeptos de una religión en particular sino para que
aprendamos de sus mecanismos y significados:
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Creo que la potencialidad simbólica de la religión es algo que debemos estudiar.


Un pensador secularista como Habermas ha dicho que se tiene que aprender de la
religión a ser fuente de sentido vital, incluso para una sociedad laica o secular.
Hasta llegar a decir que hay que aprovechar el pensamiento de autores religiosos
para aprender de ellos a dar sentido a la vida. Es algo de lo que siempre podemos
aprender (p. 137).

Desde los orígenes de la humanidad, el Hombre ha sentido la necesidad de saber quién


es, de dónde viene y para dónde va. Esta necesidad irremplazable la ha expresado desde
hace miles de años a través del arte y de la religión, como elementos constitutivos de la
cultura. Moreno Romo (citado por Beuchot, 2013, p.137) nos advierte de la profunda
necesidad que tenemos los humanos de simbolicidad y sentido, elementos inagotables
en la religión, es para él el Hambre de Dios, o el hecho de que necesitamos un sentido
para vivir, sin el cual caemos en el vacío, la muerte, el nihilismo: “Uno de los caminos,
pues, en los que puede desembocar el hombre profundo, el que acepta el enorme reto de
enfrentarse consigo mismo, es el nihilismo, el desesperado y desesperante
convencimiento de que la vida no tiene sentido” (Moreno Romo citado por Beuchot,
2013, p.137). Esto nos indica que las religiones del mundo son formas por medio de las
cuales los seres humanos expresamos la búsqueda de sentido de la vida y es por esto
que podemos decir en palabras de Martha Nussbaum (2009) que las religiones son
extraordinariamente importantes y valiosas y cada ciudadano del mundo debería estar
preparado para respetar la religiosidad de otros seres humanos, incluso quienes no se
consideren a sí mismas personas religiosas (p.21).

Religión y conciencia

La conciencia es sin duda, por lo menos en este trabajo, una categoría más amplia que la
de religión, puesto que todos los contenidos de conciencia no se refieren única y
exclusivamente a la religiosidad de un individuo. Podemos decir de la conciencia, en
términos generales, que parece ser una característica típicamente humana, es en nuestra
conciencia donde nos asombramos por el mundo e inmediatamente podemos
preguntarnos por él. Es a allí en donde podemos “saber que sabemos”, retrotraer a
nuestro pensamiento el “yo” que somos, un “yo” al que, por otro lado, no podemos
acceder completamente. De todas maneras como dice Álvarez (2005, p.11) el término
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conciencia no parece ser muy claro siempre, en el lenguaje cotidiano se puede tomar
como sinónimo de saber, darse cuenta, percatarse de algo, en otros contextos se puede
interpretar como sentir o experienciar. Lo cierto es que la conciencia no se refiere única
y exclusivamente a una operación racional, abstracta o lógica, generalmente la palabra
“conciencia” puede hacer referencia también a las emociones, los sentimientos, a la
afectividad, es necesario decir que no existe una conciencia desencarnada, cartesiana,
sino corporeizada, mundanizada, intersubjetivamente mediada (Álvarez, 2005, p.11).

Un aspecto fundamental de la conciencia, para Álvarez, son los sentimientos. Nuestros


sentimientos, junto con nuestros pensamientos, constituyen el contenido de nuestra
conciencia (p.12). Es en este contenido emocional y afectivo donde aparece una primera
relación del dúo conciencia-religión, puesto que la religiosidad de los individuos no
solamente expresa un contenido ideal, lógico o racional sobre el mundo, es más a veces
los contenidos religiosos de conciencia podrían aparecer como irracionales (u obedecen
a otro tipo de lógica simbólica), sino que se experimentan desde los afectos, la
intuición, las emociones. Esto no quiere decir de ninguna manera que se comparta la
idea de que la religión en su forma general es completamente irracional, como pensaba
Comte o Freud, de hecho se comparte aquí la idea de Moreno Romo de que la religión
no puede excluir la razón:

Todo indica que ese desvalimiento del ser humano, que no puede ocultar con la
civilización y la cultura, por más que se hayan desarrollado para divertir y
entretener, ha vuelto y ha hecho volver la vista hacia las religiones. Como un
retorno de lo reprimido, que diría Freud. Pero hay que tener mucha discreción, en
el sentido de capacidad para discernir, pues muchas religiosidades que se dan
ahora son brotes de la superstición, por eso no se puede dar la religión sin que la
acompañe la filosofía, no la fe sin la vigilancia de la razón (Moreno Romo en
Beuchot, 2013, p.138).

Para san Agustín, es a través de la conciencia como captamos lo divino, allí en nuestra
habitación interior más profunda es donde podemos encontrar la respuesta a las
preguntas que siempre nos hemos hecho a cerca del sentido de la vida. Para conciencia
es tal vez uno de los conceptos claves para poder comprender al ser humano, su modo
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de ser, pensar y actuar, constituye lo más intrínseco de nuestra experiencia (Álvarez,


2005, p.15).

Las religiones entonces no son un elemento marginal de la vida humana, puesto que no
sólo expresan las cosmovisiones encarnadas en las culturas, sino que hablan de “algo”
más allá en lo hondo del corazón, o mejor de la conciencia, “algo” emocional, afectivo,
muy íntimo y propio de la forma en que cada ser humano asume (actúa y decide) su
vida; en la religiosidad se expresa una parte que pertenece a las opciones libres de
conciencia de cada individuo. George Washington, uno de los padres de la constitución
de los Estados Unidos en su carta a los cuáqueros expresa magistralmente como los
estados han de procurar el profundo respeto por esta libertad de conciencia expresada en
las creencias religiosas, no sólo propone un argumento racional sino que hace referencia
a la ternura y la delicadeza para con las personas que difieren de nuestras creencias sean
religiosas o no, siempre y cuando sus opciones de conciencia no entren en contradicción
con los derechos que debe proteger la nación para el beneficio de todos los ciudadanos:
“Os aseguro muy explícitamente que, en mi opinión, los escrúpulos de conciencia de
todo hombre deben ser tratados con gran delicadeza y ternura: y es mi afán y deseo que
las leyes se acomoden a ellos de forma tan amplia como lo permita y justifique la debida
preocupación por la protección y los intereses esenciales de la nación” (Nussbaum,
2009, p. 26).

El problema de la libertad de conciencia en el Estado

Las democracias del mundo han considerado tan fundamental el respeto por la
conciencia de los individuos y en particular tan delicado el tema de sus opciones
religiosas (que es un tema de conciencia), que podemos decir que las estas casi que en
general profesan la libertad de culto o la libertad religiosa. Para Martha Nussbaum es
fundamental que esto sea así para que exista una verdadera democracia, el derecho a la
libertad de conciencia (o de culto) supone una igualdad de trata en materia de religiones
sin dar la primacía a ninguna y por lo tanto una imparcialidad en materia religiosa, por
eso La protección de la igualdad de las minorías en materia religiosa es fundamental
debido a la importancia que posee la religión para las personas: es un modo que tienen
de buscar un sentido último en sus vidas. Si la religión fuese trivial, no sería
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fundamental el impedir las jerarquías de estatus y de libertad en cuestiones religiosas


(Nussbaum, 2009, p.23-24).

Se analizará brevemente los argumentos de Martha Nussbaum, una mujer actualmente


aclamada en los círculos de los filósofos, entre otros trabajos por sus investigaciones
relacionadas con el fenómeno religioso, el derecho y la política, no es un detalle menor
recordar que la autora en mención fue católica y se convirtió al judaísmo desde 1969. A
propósito de su texto Libertad de Conciencia, Contra los fanatismos (2009). Lo
primero que resalta en su discurso es que la libertad religiosa de las personas suele muy
desigual, a pesar de ser un elemento fundamental en la vida social (que la mayoría de
ciudadanos reclama). De hecho saca a relucir el hecho de que los primero colonos
norteamericanos llegaron al continente huyendo de la desigualdad religiosa, evento que
con el tiempo ellos mismos habrían de reproducir a su vez reprimiendo y persiguiendo a
quienes no seguían sus creencias. Para Martha la ortodoxia religiosa es una tentación
constante en la construcción de las naciones, parece que las personas no siempre están
satisfechas de convivir con otros en condiciones de respeto mutuo (p.15). Sus ideas
pretenden sostener que la libertad de conciencia no es igualitaria si el gobierno anuncia
una ortodoxia religiosa, es decir si afirma que una y no otra es la concepción religiosa
propia de la nación, puesto que esta aseveración crearía una especie de ciudadanía de
primer nivel (o de los que participan de la religión oficial) y una ciudadanía subordinada
(quien no hacen parte del credo nacional).

Martha asume en su texto un compromiso directo con el tema de la igualdad religiosa,


tema que para ella es fundamental no sólo para la construcción de la identidad personal
sino para la construcción de las naciones. Menciona como la imparcialidad religiosa es
constantemente amenazada por todo tipo de ataques ideológicos. Para la filósofa la
imparcialidad religiosa se enfrenta a amenazas tanto de “derecha” como de la
“izquierda”, del secularismo arrogante y de formas agresivamente cerradas de
cristianismo (p.22). Una estrategia propia de los primeros grupos es restarle
importancia al hecho religioso, viéndolo parcialmente como una concepción cerrada del
mundo y contraria a la ciencia o a la razón. Por su parte los grupos ortodoxos poseen
una tendencia autoexaltarsen a su vez que menosprecian a los demás grupos religiosos,
a quienes también demonizan.
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Para la filósofa parece que hemos muchos pensadores del tema de la libertad de
conciencia, han llegado a la convicción compartida de que, en la escuela, las prácticas
religiosas sectarias orquestadas desde el gobierno son totalmente inaceptables. No
obstante, la vigilancia es precisa puesto muchas de estas ideas amenazan con socavar la
idea fundamental de que todos los ciudadanos, independientemente de sus creencias
sobre el sentido último de la vida, pueden convivir en igualdad plena (p.16-17).

Existen tres principios fundamentales con miras a la comprensión y el cumplimiento de


lo que significa el máximo respeto por la libertad de conciencia de las personas, estos
son:

- El principio de libertad, que más que un máximo respeto por las opciones de
conciencia de los ciudadanos es una máxima libertad de expresión de sus creencias
(libertad es aquí no restricción), eso sí siempre dentro de un escenario de derecho, las
expresiones religiosas son limitadas en tanto no representen una violación al derecho de
las demás.

-El principio es el de adaptación que implica rompimiento parcial de la neutralidad sólo


para favorecer en una acción muy concreta la igualdad de las minorías por cuestiones de
conciencia.

-Tercero el principio de no establecimiento de una religión, puesto que esto implica la


creación (incluso involuntaria) de una especie de grupo subordinado de ciudadanos, de
incluidos y excluidos.

Para Nussbaum es imposible vivir estos tres principios, como ya se ha dicho, vitales
para el mantenimiento de la libertad de conciencia, si no hay una separación entre la
Iglesia y el Estado, separación que no supone una minusvaloración de lo religioso, sino
su exaltación en cuanto lo religioso es tan fundamental para las personas que declarar
una Iglesia como la oficial del Estado violaría de por si la libertad de conciencia de las
personas en tanto quedarían “subordinadas” a una religión oficial y por lo tanto no
serían tampoco iguales, o no estarían en igualdad de condiciones en comparación con
los otros ciudadanos que hacen parte del credo oficial.
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La libertad de conciencia en las escuelas

Los planteamientos de Nussbaum en torno a la Libertad de Conciencia hacen aparecer


varios interrogantes en torno a los dicursos religiosos en una institución educativa
oficial: ¿los discursos religiosos católicos al interior de una clase de educación religiosa
que se imparte en una institución pública son una forma de subordinación (o de
violencia) para los estudiantes no católicos?, aparece también la pregunta ¿se sienten los
estudiantes no católicos violentados en su conciencia cuando son obligados a asistir una
ceremonia religiosa de carácter católico en una institución pública? ¿Qué efecto tiene el
discurso marcadamente tendencioso de un docente hacia la ortodoxia por una religión
en particular o hacia una minusvaloración de lo religioso? ¿podemos y debemos o no,
los docentes de cualquier área del saber en general o de educación religiosa en
particular, pronunciarnos como funcionarios públicos, a favor de una religión en
particular? ¿Violentan estos discursos, en el contexto de Medellín-Colombia, en una
institución de carácter público, que nació con una orientación religiosa particular
católica, la igualdad de los estudiantes y su libertad de conciencia?

Por otro lado se cree que son provocadoras la ideas de Nussbaum sobre todo entorno a
la idea de que las instituciones oficiales puedan cimentarse sobre principios que todos
sean capaces de compartir sin importar cuál sea la religión de cada uno (Nussbaum,
2009, p.34), esto no puede pasar inadvertido y en especial para los maestros de
educación religiosa escolar, en tanto les incita a cambiar de paradigma en la forma y el
contenido de lo que se está enseñando a las chicos. Lo que está de fondo aquí no es la
antigua discusión si la ERE es pertinente o no en el currículo de un estudiante
Colombiano, puesto que para la autora es más que claro que la religión es
extraordinariamente importante y valiosa por lo que la protección de la igualdad de las
minorías en materia religiosa es fundamental para la sociedad. Si la religión fuese
trivial, no sería fundamental el impedir las jerarquías de estatus y de libertad en
cuestiones religiosas (Nussbaum, 2009, p.23-24), lo que aparece como esencial parece
ser, en consecuencia y consonancia con el análisis de Nussbaum, es que se puede
seguir dando los contenidos de la educación religiosa apelando a una sola iglesia, en
tanto que estaríamos posiblemente violentando la libertad de conciencia y la igualdad
(igualdad de respeto) en materia religiosa que promulga la ley.
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Por otro lado ¿será que los mismos estudiantes si están en edad y capacidad de decisión
para elegir por si mismos la religión o no que ha de guiar sus horizontes de vida? ¿Qué
ideas tiene un adolescente de grado décimo y undécimo sobre la libertad de conciencia?
Pero que sean los mismos estudiantes de los establecimientos públicos los que nos
digan, en qué medida se sienten violentados o no, por lo discursos de sus maestros en
torno a las creencias religiosas, si se sienten coaccionados o no en una institución
pública a pertenecer a algún credo en particular o a desacreditar la validez del hecho
religioso.

Educación Religiosa Escolar

En los avances de la línea de investigación en Educación, Religión: Violencia y Paz


(Bonilla, 2015) y de la que hace parte la Universidad Católica del Oriente y más
específicamente del trabajo realizado por la maestra Natacha Ramírez y Carlos Palacio
en su artículo sobre La Educación Religiosa y el desarrollo de competencias para la
convivencia y la paz en el ambiente escolar (2015, p. 143-171), la discusión principal no
es sobre la importancia del área sino fundamentalmente sobre el acto mismo de su
enseñabilidad, es decir, sobre las metodologías utilizadas para llevar a cabo sus
contenidos estructurales, y aunque si bien se menciona con fundamento cómo estos han
sido limitados en cierta forma a las doctrinas católicas, el punto crítico parece ser la
forma como los maestros están transmitiendo esos contenidos y si esta pedagogía
utilizada hasta el momento ayuda al fortalecimiento de un ambiente de “no-paz”, “no-
amor”, “no-compasión”, o por el contrario fomenta un ambiente de paz y noviolencia
en la escuela, que puede incluso permear la transformación social.

Las conclusiones de la primera parte son poco alentadoras al señalar que falta en no
pocos casos un propósito metodológico y una intención clara a la hora de enseñar la
asignatura. Se pregunta hasta qué punto incluimos en nuestro repertorio pedagógico
unas clases que impulsen la educación pluralista, el pensamiento analítico, crítico y
liberador que ayude a la humanización de la escuela y la sociedad, todo esto sin caer en
fundamentalismos dogmáticos que coarten la libertad religiosa de los estudiantes.

En esta apretada y muy general síntesis del artículo se nos presentan ya numerosos retos
para la formación de nuevos docentes y un claro llamado a la transformación de
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nuestras prácticas para los que ya están ejerciendo en las aulas de clase. Una pregunta
que aparece en el texto deja profundiza esta cuestión: ¿Dónde hemos fallado? (p.166).
Este interrogante alude explícitamente al fenómeno del cristianismo en Colombia, país
donde la mayoría de sus habitantes nos identificamos con el amor, la compasión y la
paz predicada por el Hombre de Nazaret, valores que sin embargo, parece que aun no
permean significativamente las estructuras políticas y sociales de odio, discriminación y
violencia que se transmiten masivamente por los medios de comunicación y que de
alguna manera también permean los ambientes escolares. En otras palabras se podría
plantear esta pregunta así: ¿Qué estamos haciendo como docentes de ERE desde
nuestras aulas para confrontar la realidad de no-amor, no-paz, no compasión?
¿Tendremos algo que ver los cristianos en general y los docentes de ERE en particular,
directa o indirectamente con los fenómenos de intolerancia religiosa o con el hecho de
que en Colombia no haya aun una significativa transformación social hacia los valores
que predicamos?

Bibliografía

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