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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................3
I. POLÍTICAS DE IGUALDAD, PLANIFICACIÓN Y CIUDADANÍA
Entre las políticas de igualdad y las políticas de las mujeres ..............................................3
Planificando la igualdad .......................................................................................................6
La ciudadanía de las mujeres ...............................................................................................8
II. MUJERES EN MOVIMIENTOS SOCIALES Y MECANISMOS DE
PARTICIPACIÓN CIUDADANA
Participación y ciudadanía activa.......................................................................................10
Las mujeres de la Plataforma en Defensa del Ebro ...........................................................11
Las mujeres no saben hablar... ...........................................................................................13
Sobre la participación política “informal” de las mujeres .................................................17
Mecanismos “formales” de participación y escalas de participación ciudadana ...............19
La experiencia de las mujeres en el Orçamento Participativo de Recife ...........................21
Los Consejos de Mujeres en el Estado español .................................................................23
Participación ciudadana de las mujeres y gobernabilidad democrática ............................26
RECAPITULANDO A LA BÚSQUEDA DE CONCLUSIONES ........................................30
BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................32
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INTRODUCCIÓN
Este estudio tiene como sujeto a las mujeres, y como tema, sus prácticas políticas de
ciudadanía activa. En lo que respecta a la investigación los cuestionamientos principales
giran en torno a la consideración de que las políticas públicas de promoción de la mujer
y de igualdad de oportunidades no han tenido el impacto esperado en la modificación de
las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Asimismo, se desea polemizar en
torno a la consideración de que las mujeres poseen un escaso interés en la participación
política, y resaltar sus aportes en diversos procesos de cambio de social. El estudio
también se aproxima a los mecanismos formales de participación propuestos por el
Estado, y se pregunta por el tipo de participación que en ellos tienen las mujeres, y por
el rol que el movimiento organizado de mujeres puede tener en la propuesta,
seguimiento y evaluación de las políticas públicas.
El estudio se presenta en dos partes, en una primera se realiza una reflexión teórica en
torno al concepto de la planificación de la igualdad que proponen la políticas públicas
en el Estado español, y cómo las mujeres pueden cualificar de forma diferencial la
propia caracterización de lo político, ampliando el concepto de ciudadanía. En su
segunda parte el trabajo investiga la experiencia de las mujeres en los procesos de
participación política y transformación social. Mediante la comparación entre diferentes
estudios de caso del territorio español y Latinoamérica se recuperan las vivencias de las
mujeres en los movimientos sociales, y se estudia la participación de las mujeres en el
mecanismo del presupuesto participativo de la ciudad brasileña de Recife. Finalmente el
trabajo nos aproxima a la existencia en el Estado español de los Consejos de Mujeres, y
analiza su potencialidad como mecanismos de control social de las políticas públicas
por parte del movimiento organizado de mujeres.
1
Relacionados con la creación de maquinarias femeninas de Estado, así como con los principios de Mainstreaming y
la incorporación de la perspectiva de género en la corriente política principal.
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igualdad como reciprocidad -homogeneidad o diferencia2- que se constata debiera
existir entre los propios ciudadanos y ciudadanas respecto al ejercicio real de iguales
deberes y derechos, lo que significa un cambio en las relaciones de poder que la propia
ciudadanía desarrolla en su vida cotidiana, privada y pública.
2
“La igualdad debe abarcar la generalización, la abstracción y la homogeneidad, así como la individualidad, la
especificidad y la heterogeneidad”, Eisenstein, Zillah (2002) The female body amd the law, citado en Anne Philips
(2002:42) en Desestabilizar la Teoría, México : Paidós.
3
Bienestar social entendido como “Conjunt de situacions objectives que permeten a les persones gaudir d’una bona
qualitat de vida.(..). La idea comuna és que el benestar social serà més gran com menys desigualtat social hi hagi en
el control que les persones tenen dels recursos que els permeten dirigir conscientment les seves condicions de vida.”
Generalitat de Catalunya “Bases per a una nova Llei de serveis socials de Catalunya”, Departament de Benestar i
Família, Barcelona 1a edició: novembre de 2004
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Sin embargo y a pesar de ello, la “especialización” social - real y simbólica- de las
mujeres como “conservadoras de la vida”4, y su exclusión de los procesos históricos de
construcción del Estado y la ley, ha favorecido que en la práctica y desde esta
concepción, se puedan ir introduciendo en la agenda política pública los aspectos más
característicos de su experiencia vital, y con ellos se enriquezcan y renueven los límites
asociados a la idea de igualdad de trato en su posible versión más continuista y de
refundación del pacto social patriarcal.
Las mujeres no han gobernado (del griego κυβερνάω "pilotar un barco”) y por eso no
requieren encontrar la oportunidad de recalar en un puerto (“opportunitas” derivada de
op ante y portus puerto). Las mujeres no han compartido las reglas de fundamentación
del Estado, ni el pacto social, ni la construcción del mundo público. Y es en este sentido
que podríamos comprender que las Políticas de las Mujeres más allá de poder
entenderse como las políticas dirigidas a los sujetos mujeres, y más allá del esfuerzo de
promover la igualdad entre hombres y mujeres, conllevan necesariamente la propia
transformación de todo lo que se entiende como político y pueden convertirse en
potentes medios de cambio de la organización social. “La política feminista debe ser
entendida no como una forma de política, diseñada para la persecución de los intereses
de las mujeres como mujeres, sino más bien como persecución de las metas y
aspiraciones feministas dentro del contexto de una más amplia articulación de sus
demandas. Estas metas y aspiraciones podrían consistir en la transformación de todos
los discursos, prácticas y relaciones donde la categoría “mujer” esté construida de
manera que implique subordinación” (Mouffe 1999: 125).
Unas Políticas de las Mujeres asociadas a un posible Derecho de las Mujeres tal y como
nos explica la jurista costarricense Alda Faccio: “Todavía no se puede decir que exista
en esta región una disciplina denominada ‘Derecho de la Mujer’ porque todos estos
derechos y logros se encuentran dispersos en las distintas ramas de los ordenamientos
jurídicos. Es necesario aunar esfuerzos para colaborar en la creación de un Derecho de
la Mujer. Una nueva disciplina que no sólo incluya una Teoría Crítica del Derecho, sino
que contribuya a transformarlo en un instrumento y en un discurso de promoción de los
Derechos Humanos y de respeto por la dignidad de todos los seres que habitamos este
planeta, así como del planeta mismo” (Faccio 2000)
4
“És imprescindible incorporar el pensament feminista que ha mirat el món des de la seva posició no central i de
conservadores de la vida. S’ha de partir de l’experiència de la vida per tornar a dir el món, tot pensant l’acció política
des de l’objectiu d’assegurar la qualitat de vida de tothom, entesa des d’una perspectiva planetària i sostenible que
asseguri la continuïtat de l’espècie” (ICD 2006:17)
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Una política que ya no separaría lo público y lo privado5, como planteamiento
dicotómico, sino que renueva el concepto de lo político, y que plantearía la centralidad
de la vida humana como el verdadero objeto de la política: “Desplaçar l’atenció de
l’àmbit públic mercantil cap a la vida humana, i reconèixer que aquesta és el valor més
preciós i que, per tant, l’atenció a les necessitats de les persones i les cures que se’n
deriven són fonamentals. Comporta, en definitiva, donar valor a totes les tasques de
cura de la vida i de les persones”(ICD, 2006: 6)
Planificando la igualdad
Hemos indicando al principio que uno de los instrumentos privilegiados de las Políticas
de Igualdad de Oportunidades son los llamados Planes de Igualdad de Oportunidades.
“Estos planes son un conjunto de objetivos y medidas tomadas y aprobadas por un
gobierno y que deben llevar a cabo los diferentes departamentos gubernamentales, en
un período concreto de tiempo (de dos a cinco años). Los planes también suelen
implicar, al menos formalmente, otros niveles gubernamentales y organizaciones no
gubernamentales.” (Bustelo 2001: 176)
Sin embargo, ¿un cambio social puede ser provocado a voluntad?, ¿deseamos asociar la
idea de repetición y modelización al cambio social? ¿puede una práctica institucional
como mero acto racional y objetivo conciliar los intereses en conflicto y superar las
relaciones de desigualdad que enfrentan históricamente a hombres y mujeres?.
5
“Por otro lado, hay propuestas feministas en el sentido de cuestionar la existencia de la dicotomía público-privado
per se porque, como sostienen algunas autoras, todos tenemos ámbitos públicos y privados (Mouffe, 1992) o porque
se considera que son más bien tres distintas esferas y no dos las que deben ser tomadas en cuenta, a saber: el Estado,
la sociedad civil y la familia (Yuval-Davis, 1997) o la esfera pública, la privada y la íntima (Jelin, 1997), o incluso
porque la misma “esfera pública” se rige algunas veces por principios familiares; es decir, un conjunto de familias
suelen conducir políticamente las naciones, de modo que las diferencias entre lo público y lo privado no tienen
sentido” Castro Apreza, Inés (2000). Resulta también interesante el concepto de “ciudadanía cotidiana” (Paola
Capellin; B.Marques Pereira) en la cual lo productivo y lo reproductivo, lo público y lo privado se articulan de
manera diferente, tratando de superar estas dicotomías. Citado en Batthyány, K. (2004).
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Por otro lado, también podemos abordar un uso más eficiente del instrumento, y desde
las propias definiciones dadas rescatar el carácter procesual de la práctica planificadora
y priorizando dicha caracterización, reconocer su eficacia política como proceso de
gestión de los conflictos y la negociación. El cambio social difícilmente vendrá de la
idea de la planificación por la igualdad como cuestión principalmente tecnocrática
dirigida por personas expertas especializadas en cuestiones de igualdad. En mi opinión,
la cualidad que hará que el diseño, ejecución, monitoreo, seguimiento, y evaluación del
plan favorezcan el cambio social será su capacidad de crear procesos de intercambio
entre las partes interesadas en el propio plan: entre las mujeres, entre los hombres, entre
los hombres y las mujeres, y en y entre las instituciones públicas y las instituciones
privadas. Igualmente es un proceso que comporta un aprendizaje, un proceso de
relación, que sin “fórmulas” probadas de igualdad garantizada -preparadas para ser
aplicadas- y con aprendizaje social y estudio de buenas prácticas, podrá experimentar,
contrastar y reformular su forma de acción.
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objetivos más específicos, resultados, indicadores, y una programación de actividades
previstas para la consecución de dichos resultados. De forma que el espacio de
Planificación visto como proceso de concertación social permitiera tanto la
construcción estratégica de los objetivos generales, como la negociación de las metas de
los Planes de Acción, lo que facilitaría la evaluación de los resultados de la acción
gubernamental.
Es decir, partiendo de la idea de que “La ciudadanía tiene que ver con la pertenencia a
un grupo o comunidad que confiere derechos y responsabilidades como resultado de tal
membresía”(Meer y Sever 2004), la propuesta del Plan de Políticas catalán permite
pensar en dicha membresía en relación al papel de agencia “vital” que las mujeres
poseen en la sociedad: “la participació en les activitats bàsiques per a la vida de les
persones”.
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las circunstancias lo requieran. Lo que se reclama es un reconocimiento de que todo
ciudadano, en algún momento de su vida, será un proveedor y un receptor de cuidados.”
(Bathhya 2004: 55)
Dicha ciudadanía tendría también una connotación colectiva, frente a la del “ciudadano
universal – un individuo, con derechos, que se involucra en las instituciones de
gobernabilidad o con el Estado en el ámbito público del debate político” (Meer y Sever
2004)-, y permite entender el atributo de ciudadanía como relacional, en tanto que la
ciudadanía de las mujeres es tal porque se muestra y se identifica siendo entre las
personas (los cuidados de las tareas vitales de hombres y mujeres). Este concepto de
ciudadanía se caracterizaría por ser inclusivo, y supera la definición de ciudadanía que
significa que algunas personas son incluidas y algunas son excluidas, puesto que todas
las personas ciudadanas están relacionadas y son interdependientes las unas de las otras
Por otro lado podemos considerar que si el Estado o las instituciones de gobernabilidad
esperan que el ciudadano o la ciudadana como individuos sujetos de derechos se
involucren desde el ámbito público en el debate político, la mujer desde su práctica
ciudadana relacional de mantenimiento de la vida, difícilmente encontrará en su acción
diaria posibilidades de involucrarse en dicho debate, por haber sido su espacio
relacional tradicionalmente identificado como apolítico, como no público.
Es por ello que la práctica ciudadana de las mujeres requiere de una resignificacion de
los espacios comunes, de los espacios públicos, y de los espacios políticos. Cabe
imaginar la posibilidad de que el espacio político se reconstituya como un espacio
múltiple en donde según la concepción arendtiana, las ahora ciudadanas y ciudadanos
se agrupen por el discurso y la acción, confiriéndole poder a esa acción, para tal como
nos explica Fina Birulés, ser de aquellos -y aquellas- que aman actuar concertadamente
para cambiar el mundo (Arendt 1997: 30) .
Como Anne Phillips nos señala, los atributos de la ciudadanía de las mujeres
proporcionan las bases para una democracia fuerte alimentada desde el hacer y pensar
feminista. “El peso que el feminismo otorga a la capacidad de las mujeres de
transformar su identidad y su sentido de sí mismas corrobora la importancia de la
participación activa en las discusiones y las acciones colectivas. La crítica de la
dependencia, considerada como uno de los elementos cruciales de la desigualdad
sexual, sitúa firmemente al feminismo en el campo de quienes optan por una
democracia fuerte, donde se trata de lograr tanto el apoderamiento de las personas y
grupos implicados, como resultados en términos de políticas concretas. El análisis de
las desigualdades sistémicas –no sólo entre hombres y mujeres sino, más en general,
entre grupos sociales oprimidos y los dominantes- plantea importantes cuestiones sobre
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la necesidad de que las personas obtengan más poder, logren apoderamiento, no sólo en
tanto que individuos sino también como miembros de grupos específicos” (1996: 96).
Un democracia caracterizada por una ciudadanía activa y que como señalan Alejandra
Valdés y Patricia Provoste (2000) dé valor tanto al compromiso de recuperación de un
mundo común y compartido, como a la creación de numerosos espacios públicos en
donde los individuos pueden demostrar sus identidades y establecer relaciones de
reciprocidad y solidaridad.
La palabra “Participar” proviene del latín participare, que se compone de pars, “parte”,
y capere, “tomar”, es decir participar significa “tomar parte” en una cosa. En este
sentido, si hablamos de participación ciudadana, estaríamos refiriéndonos a cómo los
agentes de dicha participación ponen en práctica su “tomar parte” en la ciudad, su tener
parte en lo que lo griegos habían llamado la polis. Es decir a cómo la ciudadanía hace
política, y actúa en la conducción de la ciudad y en su gobierno.
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instituciones políticas y la vida privada existe, pues, un vasto campo que ofrece
múltiples posibilidades de intervención, de propuesta, crítica, aportación, reflexión...
Actuar en él representa ejercer una ciudadanía mucho más rica que la estrictamente
político-institucional.” (Renau 2005: 12).
Una ciudadanía que se puede también calificar como “activa” y que en su práctica “es
capaz de exigir el cumplimiento de normas jurídicas preestablecidas, de nombrar las
carencias de aquellas personas que no han sido definidas como sujetos de derechos y de
formular nuevos derechos que surgen con la complejidad creciente de las problemáticas
de la vida contemporánea” (Valdés y Prevoste 2000: 7).
¿Y cómo resulta para las mujeres la experiencia de tener parte en la cosa pública desde
su presencia en los procesos de participación ciudadana?. Una afirmación extendida al
respecto es que su experiencia es casi nula porque las mujeres participan poco o casi
nada.
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trasvase del Ebro. Desde su creación el 15 de septiembre de 2000 y hasta la derogación
del Plan en Junio de 2004 se convirtió en un referente político por su gran capacidad de
movilización social. La propia PDE se definía en su documento “Salvemos al delta”
como “un movimiento social de amplia base popular en el que participan gentes de toda
clase, edad, condición e ideología”, con un funcionamiento asambleario y un carácter
totalmente participativo: “la PDE no está constituida legalmente, no tiene sede social,
no tiene afiliados, no se pagan cuotas, no tiene personas liberadas que cobren un sueldo;
en lugar de cargos electos tiene portavoces. Todo ello hace que cualquier persona que
esté en contra del PHN y del trasvase, que participe en las manifestaciones o en los
actos de protesta, ‘sea de la Plataforma’ (PDE 2002).
Para varias de las mujeres de la PDE estar informadas y sentirse parte del proceso
justifica su participación. Una de ellas explica que asiste a las asambleas “Para estar al
día más que nada. Y para que funcione. Si hoy no voy, aunque no me va bien, mañana
falla la otra, al final no se hará” (Alfama y Miró 2004: 38). Otra de las mujeres explica:
“Jo vaig perquè, no sé, tinc la sensació que la meua presència, que és no res entre mig
de tanta gent... Però jo, jo tinc un lema que és la unió. No ne tinc d’altre. No ne tinc
d’altre” (Alfama y Miró 2004: 67). Asimismo, otra de las mujeres expresa su emoción
por el propio proceso asambleario: “Uf… fort, molt fort (…) Sí, sí. Per què és una cosa
que t’enganxa. La setmana que ve, si s’ha aprovat això, a vore què han fet, com ho han
contestat, com no ho han contestat… És una cosa que t’enganxa, forta.” (Alfama y Miró
2004: 38)
El sentimiento de estar haciendo algo importante también esta presente en varias
respuestas de las entrevistadas: “Estàvem a la manifestació de Barcelona i me diu
Paula: ‘Jo he parlat en fulanita de que si se podria fer algo a Mallorca’ I jo li dic: ‘La
marxa blava a Mallorca’, i me diu: ‘Però tu estàs loca?’, ‘Pos, viva la locura!’... Mos
vam fotre a riure les dos. (...) I me’n recordo que baixàvem de l’autocar i jo fea: ‘Estem
marcant història!, estem marcant història!’, ‘I no podem baixar la guàrdia, tenim que
continuar...” (Alfama y Miró 2004: 40). Otra de las entrevistadas en relación a la
vivencia de la participación en las reuniones locales explica: “Pos jo en molt d’interès
perquè allí me n’entero d’un munt de coses que vull sapiguer i altres que no vull
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El equipo de investigación de la UAB estaba compuesto por Eva Alfama, Neus Miró, Laura Giménez, Marc Martí,
Robert Gonzàlez, y Anna Obradors; y entrevistó durante el 2003 a 25 mujeres y 3 hombres de la PDE.Todas las citas
que siguen a continuación están extraidas del estudio editado por la Fundación Bofill en 2004 (ver bibliografía).
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sapiguer però que estan allí i al mateix temps mos informen. (...) Ara, la millor
informació es anar allí. Si que te xupes unes quantes hores, perds de son, d‘estar en la
família, però jo trobo que no cal estar tant amb la família, tantes hores, menos hores i
més qualitat. I pots fer més cosetes, que això és una cosa important!”(Alfama y Miró
2004: 45). Este protagonismo y valorización de la participación femenina se resalta
también en otra de las respuestas: “Jo això sempre ho he dit: ‘la PDE l’aguanten les
dones!’ (...) I aquí, a Xerta, la PDE l’aguanten les dones. I jo tinc la mania que les dones
són molt importants, són molt importants. Lo que fan aquí a la PDE, primera, pot ser
perquè mos traem més temps, més del que podem... Jo trobo que sí, sí. Sí: lo paper de la
dona és molt important” (Alfama y Miró 2004: 73).
Estas respuestas ilustrarían algunas de las razones que nos resume Dahl al presentar la
caracterización del “hombre” político. Para Dalh lo más probable es que uno intervenga
en política si valora las recompensas a obtener; piensa que las alternativas son
importantes; confía en que puede ayudar a cambiar el resultado; cree que el resultado
será insatisfactorio si no actúa; tiene conocimientos o pericia que influyen sobre la
cuestión de que se trata; y debe superar menos obstáculos para actuar (Dalh 1976). A
pesar de que las mujeres de la PDE exponen tener la mayoría de estas razones, varias de
las entrevistadas resaltan la existencia de factores sociales obstaculizantes, y
especialmente una determinada falta de pericia que caracteriza también de forma
constante su participación.
La división sexual del trabajo comporta para las mujeres de la Plataforma una
importante dificultad que enfrentan de forma cotidiana, y que se puede resumir en la
siguiente respuesta de una de las entrevistadas: “Perquè los homes normalment, encara
que ajuden a casa i encara que col·laborin igual, pues hi ha una reunió de no sé què,
se’n va i ja està. Les dones no, pos si han de dixar lo crio en no sé qui, s’han de dixar lo
sopar preparat, si se’n van de viatge dos o tres dies s’han de dixar tot: la casa, la roba,
tot, al puesto... Los homes no. Agafen i se’n van. I ja està. Això sí que és veritat. Los
homes tenen molta més facilitat per a poguer. (...) O sigui, que podran dedicar les
mateixes hores però les dones hauran de fer molt mes esforç que no els homes” (Alfama
y Miró 2004, 31). Es decir, aunque la división sexual dificulta su participación, las
mujeres consiguen mediante diversas estrategias y un evidente sobre esfuerzo viabilizar
su participación.
La pericia, como otro de los factores motivantes señalados por Dalh, se convierte en el
caso de las mujeres de la PDE en un elemento limitante. Varias de las entrevistadas
explicitan que una parte de su participación está caracterizada por una “no
participación”, justamente por su falta de capacidad al hacerlo, y más concretamente
por su falta de pericia para hablar. “Jo no tinc don de paraula. Pos tu que saps lo que
tens que dir, ves i parla. Jo, si puc, t'acompanyaré. (...) I que jo en la gent del carrer
parlo molt bé, però no me poses a parlar davant de molta gent perquè me quedaré
tallada i no diré res.”(Alfama y Miró 2004: 49). Hay que señalar que esta falta de
“valor” resulta limitante, pero no impide la participación en el movimiento, siendo
compensada por algunas mujeres mediante un nuevo plus de trabajo: “Mi papel de
colaboradora lo tengo muy asumido y estoy bien. (...) Yo pienso que yo para transmitir
y comunicarme me encuentro limitada, si no es de tú a tú. Hablar delante de seis
personas ya me da... no es que no sepa, es que me intimida. Yo de organizar no sé, però
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de colaborar la mejor, porque no tengo límites. Y como el no saber organizar, lo veo
como un defectillo, lo compenso colaborando el doble.”(Alfama y Miró 2004: 50).
Las mujeres explican no sentirse capacitadas para hablar en la asamblea, y así dicen
literalmente que no participan: “Yo voy más que nada para estar informada. De
participar… A veces querría decir algo pero no, porque este punto que yo diga saldrá
otra hora de debate” (Alfama y Miró 2004: 38). Otra de las mujeres nos revela la
paradoja del hablar de las mujeres: “Les dones no s’atrevixen a parlar. I diuen: ‘Ara, en
la Plataforma, m’he ficat a parlar’ Però se fiquen a parlar però i no parlen en públic. I
no sols les de la meua edat. Tampoc les de la cinquantena. Les de vint i trenta anys no
s’atrevixen a parlar, a prendre la paraula. I jo hai estat disposada a dir: ‘Pues digue-ho
així. Si m’ho dius a mi perquè no ho dius en públic?’ Però no. No ho pots conseguir”
(Alfama y Miró 2004: 54).
Es decir las mujeres sí que son capaces de hablar y tener opinión, y tienen necesidad de
comunicarla, y lo hacen, pero este hablar entre ellas no cumple la función de tomar la
palabra y visibilizarse como hablante-ritual en la asamblea, y por eso prevalece la idea
de que su hablar “entre” no es participar. Otra de las entrevistadas nos aclara a quién sí
que le gusta intervenir: “Sorprendre’m no, no me sorprèn, però és veritat que són
homes. No me sorprèn perquè sempre passa. Però jo procuro que no ho siguin sempre.
(...) [els homes] Los és més fàcil segurament parlar... los agrada. Los agrada i diuen que
són les dones les parladores, però a nells los agrada molt parlar en públic, lo micro, i
sortir a la foto los agrada. Als homens en general, eh? I perquè no als de la Plataforma?,
si als homens en general los agrada? Que ademés en la societat estan acostumbrats a
que són ells los que fan lo paper de representació” (Alfama y Miró 2004:47).
7
Entre enero y abril del 2000 se desencadenó en la ciudad boliviana de Cochabamba un proceso de movilización y
paralización social que culminó con la expulsión de la Empresa Aguas del Tunari por los graves abusos cometidos en
contra de la población de la ciudad (elevación de tarifas excesiva, por ejemplo). Las protestas incluyeron, entre otras
acciones, movilizaciones masivas, consultas populares, revisión de contratos, y presentaciones judiciales,.
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molta imatge, a més a més del (...) que aporten. I t’escolten més si ets un home que una
dona. Però fa molta faena la dona” (Alfama y Miró 2004: 69).
Las mujeres no sólo no son portavoces porque no saben hablar, porque no poseen esta
habilidad, sino también porque la sociedad no las escucha, no les reconoce dicha pericia
y les coarta el acceso a la comunicación. “Lo que está en juego desde el momento en
que dos locutores hablan entre sí es la relación objetiva entre sus competencias, no sólo
sus competencias lingüísticas (su mayor o menor dominio del lenguaje legítimo) sino
también todo el conjunto de sus competencias sociales, su derecho a hablar, que
depende objetivamente de su sexo, edad, religión, status económico y status social, y
otras tantas informaciones que podrían conocerse por adelantado o ser anticipadas
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gracias a índices imperceptibles” (Bordieu 2000). El testimonio de una mujer boliviana
de la Guerra del agua es ilustrador al respecto: “Yo me arrepiento de ser mujer, cuánto
me hubiera gustado ser hombre, así para que yo sea secretaria general, para que se
pueda decir que yo maneje e integre la directiva pero nunca me van a dar la secretaría
general por el defecto que soy mujer. Por ser mujer no me van a dar la cabeza, en el
campo más que todo, predomina más el machismo, dicen: ‘cómo vamos a estar al
mando de una mujer” (Udaeta 2001). En su artículo sobre las mujeres zapatistas Castro
Aprezo nos señala las sospechas y consecuencias que alberga esta imposibilidad:
“Véase, por ejemplo, la circularidad de este planteamiento: las mujeres indígenas no
participan en las asambleas y toma de decisiones en muchas comunidades de Chiapas
porque no saben hacerlo. Pero si “no saben hacerlo“ - asumamos como "cierta" esta
frecuente aseveración – es porque no participan, y si nunca participan tampoco sabrán
hacerlo algún día o tendrán la oportunidad de demostrar que sí pueden hacerlo” (Castro
Aprezo 1997). En este contexto es difícil imaginar la república dialógica de Arendt, tal
y como nos la explica Sánchez Muñoz: “Ese consenso para poder poder se alcanza
mediante la persuasión, por medio de la cual intento que el otro/a acepte mis
argumentos, en un debate libre entre iguales, en el transcurso del cual se forman y
clarifican opiniones” (Sánchez Muñoz 1999: 85).
Es quizás por este motivo que en algunos movimientos sociales las mujeres acaban
constituyendo procesos específicos de emancipación femenina. Habitaciones propias.
En relación a las Mujeres Indígenas y Campesinas en el México Rural, Rodriguez y
Diego nos explican: “Conforme el proceso organizativo se va desarrollando y conforme
las mujeres se van involucrando en él se puede dar un cambio cualitativo de ser
acompañantes de los hombres, a plantear demandas propias al interior de la
organización o del movimiento social. En ocasiones las mujeres pueden haberse
organizado en torno a un proceso de cambio propio, femenino, o bien su participación
inicial en una organización u movimiento social dominado por los hombres puede haber
derivado en su separación del mismo con el fin de tomar su proceso de cambio en sus
manos. Cualquiera que sea el caso, el involucramiento de las mujeres puede derivar
poco a poco en una identidad de género desde su experiencia particular con relación a
los problemas que van enfrentando con el poder masculino en todos los espacios hasta
llegar a reconocer que muchos de sus problemas en lo público y en lo privado son
debidos al hecho de ser mujeres; dando lugar a demandas y estrategias de acción, a
alternativas para liberarse de la subordinación y sometimiento, a modificaciones en la
percepción de ellas mismas como mujeres, así como de la legitimidad a participar en la
vida pública de la comunidad. Todas estas tomas de conciencia adquieren expresiones
diversas producto de situaciones locales y del proceso de cambio del proceso
organizativo así como del proceso de cambio mismo de las mujeres en lo individual y
en lo social” (Rodriguez y Diego 2002).
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sus posiciones, tanto dentro de la organización como frente a los medios de
comunicación. Posteriormente, el debate se fue deslizando hacia tópicos que no eran
abordados en los movimientos (al menos no como demandas centrales) pero que las
preocupaban y eran comunes a muchas de ellas y a muchas otras mujeres del barrio. De
esta forma, se fue delineando una suerte de "agenda de género" que dio nuevo impulso
a los espacios de mujeres.” (Cross y Partenio 2005).
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del mercat (algunes botigueres d’altres parades del Mercat i clientes amigues), dones de
la comissió de pancartes i algunes de les comissions econòmiques. S’ocupen
d’organitzar les permanències i d’assegurar que que no faltin diners, ni materials i de
que la informació circuli ràpidament de boca en boca” (Alfama y Miró 2004: 48). Este
funcionamiento “informal” de la red cotidiana queda plasmado en la siguiente respuesta
de una de las estrevistadas: “Me sembla que lo primer contacte en la Plataforma va ser,
lo contacte humà, va ser (...) al mercat. (...) vaig anar al mercat a comprar (...) i
Assumpció me va dir: ‘Ja saps que mon anem a Barcelona a manifestar? I t’apunto,
veritat? Que estic apuntant pels autobusos’. Dic: ‘Claro!’(...) I quan arribava [al mercat]
per comprar baijoques pos Assumpció me dia: ‘No tens una hora per a estar-te aquí, que
tenim molta gent i no podem estar?’ I jo venia, venia los primers pins i coses d’estes”
(2004: 63).
Desde la proximidad con la personas, las mujeres del Mercado de Tortosa han
conseguido ser reconocidas en el Movimiento, y decir la cosas “tal como són”, siendo
este ámbito de cercanía una de las características generalizadas de la participación
política de las mujeres. En relación a la participación de las mujeres en el movimiento
argentino de desocupados Freytes Frey y Crivelle explican: “Los dirigentes con mayor
presencia mediática y reconocimiento de la opinión pública nacional son,
invariablemente, hombres. Por el contrario, muchos de los referentes barriales son
mujeres. En tal sentido, el espacio barrial aparece como un lugar de protagonismo
femenino, tanto en la realización de las actividades cotidianas que lleva adelante cada
movimiento (comedores, merenderos, roperos comunitarios, huertas y, en menor
medida, emprendimientos productivos), como en la organización de las mismas. Dicha
organización, como así también la representación de las necesidades y demandas del
barrio en instancias más generales de agregación de intereses (mesas distritales o
regionales), es precisamente la tarea de los y las referentes barriales (Freytes Frey y
Crivelli 2005).
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disponen de muchos más espacios de los que aparentemente son suyos, pero éstos
aparecen "ilegalmente" apropiados por las mujeres, de modo que la comunidad,
incluidas muchas de ellas, las desvaloriza. De esta manera, las funciones que ellas
cumplen de hecho en espacios no convencionales, se suelen descalificar por medio del
rumor, del chisme, del cuento o del enredo, no obstante de que éstas representen en
realidad un alto valor cultural, social y político” (2002)8.
Por otro lado la participación política “informal” de las mujeres corre el riesgo de
convertirse en instrumental satisfacción de las necesidades prácticas, de forma que la
participación sólo exista para responder a las demandas de la comunidad más que para
la propia construcción de la misma desde la autonomía personal. Alejandra Massolo
explica: “Para las mujeres, principalmente de sectores populares, la participación es
más una obligación por necesidad, que un derecho ciudadano a participar en los asuntos
públicos”(2003). Un testimonio de la Guerra del agua de Cochabamba nos explica “Las
señoras me decían: tenemos muchos comunarios que han venido a hacer el bloqueo…y
están muchos con hambre, necesitamos algo, yo les dije mamasitas nosotros somos las
mujeres iremos a pedir sinceramente. Hemos ido a pedir casa por casa lo que tenían y lo
que podían dar, entonces hemos hecho esa olla común para alimentar a los comunarios
de las afueras de la ciudad…” (Udaeta 2001).
8
“Esta desvalorización abarca la expresión cuantitativa: ‘las mujeres hablan demasiado’ (cuando cualquier estudio
empírico, como el desarrollado por Marina Subirats para la escuela, muestra que los hombres tienden a monopolizar
las conversaciones), y los contenidos, que son precisamente los culturalmente asignados: las relaciones personales en
el ámbito doméstico. Así, pese a que los temas más frecuentemente tratados por las mujeres representan la aceptación
de la pauta cultural impuesta, se desvalorizan como chismorreos. (...) Claramente la presión social va en el sentido de
neutralizar todo mensaje femenino que no puede impedir que se emita” (Juliano 1992).
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La calidad de la participación en dichos mecanismos ha sido estudiada en diversas
ocasiones, dando lugar a varias clasificaciones de escalas de participación ciudadana.
Una de las más conocida es la de Sherry Arnstein (1971) que define ocho niveles de
calidad de la relación gobierno-ciudadanía. La escala se inicia con el ámbito de la no
participación, incluyendo dos niveles: la manipulación, y la terapia. En un segundo
ámbito la escala define la participación simbólica que contempla los grados de
información, consulta, y pacificación. Finalmente Arnstein define un tercer ámbito que
se identifica con el poder ciudadano, y en donde la ciudadanía puede participar en la
toma de decisiones mediante mecanismos de negociación y acuerdo: el nivel del
partenariado; o mediante la auténtica delegación o subsidiarización del poder, en los
niveles del poder delegado o de control ciudadano. Al primer grupo le corresponderían
mecanismos del tipo comités ciudadanos de asesoría y consulta, que actuarían como
validadores de decisiones tomadas con anterioridad. Es en esta área donde el público
sería “educado” a participar en comités con el propósito de maniobrar su apoyo (o
soporte). Al segundo le podrían corresponder espacios como foros de vecinos,
audiencias públicas o programas de participación gubernamental, todos ellos espacios
que permiten el intercambio entre el gobierno y la ciudadanía. Finalmente el tercer nivel
supone la existencia de mecanismos que permitan a los ciudadanos tener el control de
las políticas y ser capaces de negociar las condiciones bajo las cuales dichas políticas
pueden ser modificadas.
Tras conocer la escala de Arstein podemos suponer que cuando las instituciones o los
gobiernos aplican mecanismos participativos pueden estar haciendo cosas muy
distintas. Es muy diferente lo que el BID nos explica como su estrategia para promover
la participación ciudadana en las actividades del banco: “Se entiende por participación
el conjunto de procesos mediante los cuales los ciudadanos, a través de los gobiernos o
directamente, ejercen influencia en el proceso de toma de decisión sobre dichas
actividades y objetivos. La participación ciudadana, así entendida, no significa decidir
sino tener la posibilidad de influenciar las decisiones que deberán ser tomadas por las
instancias de autoridad establecidas en cada caso”9; de las experiencias que algunos
gobiernos locales han podido llegar a desarrollar a nivel de poder delegado o control
ciudadano. En este sentido “el gobierno local se ha considerado siempre como el
escenario privilegiado desde el cual pueden desarrollarse experiencias de participación
ciudadana y se ha convertido realmente en el nivel de gobierno donde más se ha
avanzado en esta línea” (Font 2003).
En cualquier caso, y como planteamiento inicial podemos decir que los mecanismos de
participación impulsados por el gobierno son de naturaleza más diversificada y
tecnocrática que las formas de participación de un movimiento social asambleario
abierto como la PDE. Son mecanismos formalizados que poseen algunas de las
características de la racionalidad instrumental y los aspectos gerenciales de la política,
de los que Amelia Valcárcel nos hablaba. Font y Blanco nos lo explican en relación a la
participación ciudadana municipal: “Però potser el més important i també més discutit
d’aquesta definició és el seu component instrumental; és a dir, la idea que la
participació és un instrument per aconseguir alguna cosa, en aquest cas una determinada
política. És possible que a l’hora de participar no sempre ens ho plantegem així, i que
aquest efecte sigui inconscient i indirecte, però la participació té aquesta voluntat
d’influir en la realitat. Cal recordar-ho quan haguem de posar en marxa qualsevol
9 Estrategia para promover la participación ciudadana en las actividades del banco, Documento del BID de 19 de
mayo de 2004.
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iniciativa: si no pensem que aquesta ha de poder acabar provocant un impacte, millor
que no comencem” (Font y Blanco 2003: 15).
La participación de las mujeres en dichos procesos ha sido poco estudiada, tal y como
nos explica Ferreira: “Em que pese a grande quantidade e reconhecida densidade dos
estudos desenvolvidos, poucos são os que se debruçam sobre a participação das
mulheres no Orçamento Participativo ou, ainda, que tomem as relações sociais de
gênero como base para o pensamento e análise da experiência em seus processos e
resultados” (2005)11. La importancia de la mirada de género en este proceso resulta
relevante en tanto que puede permitir incluir en las políticas públicas algunos de los
intereses de las mujeres. Otra discusión sería qué tipo de intereses pueden ser incluidos,
teniendo en cuenta el bajo importe de los recursos sobre el que el Presupuesto
Participativo decide, que según expone Ferreira no acostumbran a ser superiores al 10%
de las inversiones en el municipio (2005). Asimismo, esta investigadora feminista nos
explica que en Recife la ausencia en el proceso de las clases medias y burguesas, acaba
confiriendo al mecanismo un carácter de lucha por los recursos entre la propia
población más pobre: “Como não participam as classes médias e, tampouco, a classe
burguesa, o que há é uma disputa entre pessoas em situação de pobreza sobre
reivindicações locais, em detrimento do processo de debate e definições sobre a cidade
como um todo e políticas públicas mais amplas. Embora crie uma movimentação social
e um processo político significativo no contexto local, o Orçamento Participativo opera
nestes limites. Nesse sentido, não se configura como um espaço político de luta por
redistribuição da riqueza, uma vez que esta não é confrontada no OP” (Ferreira 2005).
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En Recife el proceso de presupuesto participativo se organiza mediante diversos niveles
de reunión y asamblea, existiendo encuentros y asambleas microrregionales, regionales
y temáticas. A las reuniones regionales asisten los delegados y delegadas escogidos a
nivel microrregional. El Forum temático de la mujeres es el espacio de referencia para
la reflexión sobre las desigualdes de género, y podría considerarse la “habitación propia
de las mujeres”. Sin embargo en el proceso existe escasa comunicación entre forums
temáticos, lo que impide transversalizar los debates, en un contexto en donde la
elección de las prioridades es hecha por la mayoría de los votos En las reuniones
regionales, microrregionales y temáticas la participación de las mujeres es muy alta:
57% de mujeres y 43 % de hombres. Por el contrario en las instancias de representación
como Forums de Delegados-as o en el Conselho de Gestao Democrática las mujeres son
la minoría.
¿Y por qué sucede esto?. Ferreira lo relaciona con las dificultades que experimentan las
mujeres en su vida cotidiana: “A pesar de serem maioria dos/as participantes nas
plenárias regionais, são muitas as dificuldades para que as mulheres participem do OP,
o que explica em parte, mas não somente, o fato delas estarem presentes nas plenárias
regionais e menos nos espaços de representação do OP, que exigem uma participação
mais sistemática. A pobreza, a desigualdade de poder em relação aos homens, e a carga
de trabalho doméstico e cuidado das crianças aparecem como os principais obstáculos à
participação das mulheres no OP” (2005). Parece que las mujeres de Recife del OP
experimentan problemas similares a los de las mujeres de las movimientos sociales.
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Para las mujeres de Recife participar en el OP tiene sentido en sí mismo: “significa uma
ruptura com o confinamento no espaço doméstico, muitas vezes, e o fortalecimento
pessoal (“auto-estima”, na fala das entrevistadas”) aparece como um dos resultados
primeiros e importantes da participação das mulheres no OP. Significa pensar a
participação como parte do processo de construção do sujeito e de ruptura com o
isolamento e a solidão no cotidiano, como um primeiro esforço de transformação do
cotidiano” (Ferreira 2005). En un sentido parecido se expresa el informe sobre el
Programa Presupuesto Participativo y Ciudadanía Activa de las Mujeres de la
Municipalidad de Rosario en Argentina: “La calidad de la participación de las mujeres
y el empoderamiento que fueron logrando, se dio a través de un proceso que acompañó
su inserción en los Presupuestos Participativos de cada Distrito, dando como resultado
el poder formular, sostener y negociar proyectos en las definiciones presupuestarias que
den respuestas a situaciones que afectan y problematizan su vida cotidiana como
mujeres” (2004).
Esta consideración sobre las respuestas a los “problemas de la vida cotidiana de las
mujeres” ha sido también analizada desde los estudios sobre el desarrollo, la acción
gubernamental y la participación femenina. Valdés y Prevoste nos aportan una visión
crítica sobre el tema: “Desde el corazón del sistema económico planetario (Banco
Mundial) surgen llamados a la participación de la sociedad civil, que encomian el
aporte de las ONG como intermediadoras y experimentadoras de bajo costo y el de las
propias organizaciones populares, que permiten hacer más eficiente el gasto social al
recoger mejor sus "necesidades reales" y sus opiniones sobre cómo hacer mejor ciertas
cosas. Los gobiernos también descubren que ciertas oprobiosas carencias de
infraestructura social pueden salvarse más rápidamente con el trabajo de los
interesados. Estas formas de participación, que se aplican en sectores de extrema
pobreza -definidos como "grupos vulnerables"- involucran efectivamente a la gente en
la ejecución y, a veces, en el diseño del plan de trabajo o en la evaluación de éste. Sin
embargo, no tocan las decisiones del Estado ni representan formas de control social
sobre éste” (Valdés y Prevoste 2002: 8).
12
Font ha desarrollado una clasificación de mecanismos de participación en cuatro grupos: mecanismos de consulta a
las comunidad (por ej. consejos); mecanismos deliberativos (como encuestas deliberativas o conferencias de
consenso); mecanismos de democracia directa (tipo referéndums o asambleas), y “otros” mecanismos (por ej.
presupuestos participativos), (Font 2002).
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finalidad es formalizar la interlocución y diálogo del Estado con representantes de
grupos o comunidades: “El formato más común en este grupo, aunque con organización
y funcionamiento muy distinto según el país y el caso concreto es el de un consejo o
comisión que cuenta generalmente con algún tipo de representación municipal y con los
representantes de colectivos definidos, sea por intereses sectoriales o por criterio
territorial” (Font 2002).
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Como se puede verificar al comparar sus órganos de gobierno ambos consejos
responden a modelos diferentes de participación, de hecho la definición del Consejo
Catalán es la de ser a su vez un órgano del propio gobierno abierto a la participación
ciudadana: “El Consell Nacional de Dones de Catalunya (en endavant CNDC) és
l'òrgan participatiu i consultiu de l'Institut Català de la Dona (en endavant ICD) que
reuneix les diferents entitats, associacions, grups i consells de dones del territori català
per a aquelles qüestions vinculades al Pla d'actuació del Govern de la Generalitat de
Catalunya en matèria de polítiques de dones en els àmbits polític, econòmic, social i
cultural” (DOGC núm. 4291 - 30/12/2004).
Evidenciar la virtud de un modelo respecto a otro puede ser difícil, teniendo en cuenta
sus diferentes potencialidades. Por un lado, y reafirmando la voluntad de autonomía que
reclamaba San José, un consejo autónomo pueden llegar a enfrentar dificultades para
conseguir el reconocimiento de la representación por parte del poder público. San José
exponía en 2002: “La composición 100% por ONG’s, representa la máxima autonomía
en la formación de voluntad y de consenso para la unidad de acción de las asociaciones
coordinadas, pero tiene el riesgo de no garantizar la interlocución con el poder” (2002
a: 76). Un ejemplo de este riesgo es la situación denunciada en comunicado de prensa
por el propio Consejo de la Comunidad el pasado marzo de 2006 en relación a la ley de
igualdad: “El Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid ha solicitado de manera
reiterada a la Secretaría de Políticas de Igualdad, desde que se dio a conocer la
iniciativa de elaborar una Ley de Igualdad y la creación de un Consejo Estatal de la
Mujer, la participación, por un lado, en el proceso de debate previo del Anteproyecto de
Ley y, por otro, el texto que se estaba facilitando a otros agentes sociales, para poder,
desde los organismos de igualdad que representamos a las organizaciones de mujeres,
analizarlo y hacer propuestas a esta Ley.”14.
13
Ley 3/1993 de 2 de abril , Ley de creación del Consejo de la Mujer en la Comunidad de Madrid.
14
Comunicado de prensa del Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid del 2 de marzo de 2006: “El Consejo
de la Mujer de la CAM manifiesta su indignación al Ministro de Trabajo por dejarles fuera en este tema
fundamental”
15
En relación a la representatividad y la participación de las organizaciones de mujeres, el Consell catalán contaba en
su primera sesión del año 2004 con un total de 204 asociaciónes - 264 en la actualidad- habiendo aumentado su nº de
participantes aceptando la entrada de todos los colectivos femeninos constituidos formalmente como asociaciones sin
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Participación ciudadana de las mujeres y gobernabilidad democrática
De una forma general, podríamos afirmar que los Consejos, sean participados o cien por
ciento autónomos, son mecanismos que buscan potenciar la democracia participativa,
mejorando los sistemas de implementación de políticas y la gestión pública del Estado.
Desde esta consideración Soraya M. Vargas16 nos expone en su estudio sobre Foros
participativos y gobernabilidad la existencia de dos visiones respecto al buen
funcionamiento de dichas instancias.
Por una parte nos explica la existencia de una perspectiva escéptica17 respecto al buen
funcionamiento de los mecanismos, debida a la desconfianza sobre la legitimidad de los
y las participantes, y la constatación de que en dichos foros los procesos políticos
pueden acabar siendo poco democráticos. “El diseño institucional de los Foros, por un
lado, no garantizaría un acceso universal a la participación, quedando esta restringida a
algunos ciudadanos participando directamente o a través de sus representantes. Por otro
lado, permite que el proceso político de los Foros sea dominado por gestores o por
grupos políticos con más recursos de poder.” (Vargas 2006: 17).
Frente a una crítica de este tipo, Vargas también nos aporta la perspectiva de analistas
que en defensa de los consejos argumentan a favor de estos mecanismos su potencial
tener en cuenta el numero de socias, ni la anteriormente requerida antigüedad de dos años. Según el reglamento, la
representación en el Plenario es de 1 mujer por asociación participante, los acuerdos se adoptan por consenso, y sólo
en caso de no poder darse dicho consenso se procede a votar, de forma que a cada miembro del plenario le
corresponde 1 voto. Esta participación se equilibra en la composición de la Comisión Permanente, en la que además
de la Presidencia, sólo tienen representación las federaciones y redes de mujeres; las representantes de las centrales
sindicales más importantes; las cordinadoras de las comisiones temáticas; y dos representes de cada una de las
asambleas territoriales. Asimismo, el Consell prioriza una cierta descentralización mediante la creación de las
Asambleas Territoriales que como órganos del propio consejo reproducen en su interior la formación del Consell con
participación de redes, asociaciones, representantes sindicales, 1 representante del ICD, e incluso mujeres no
asociadas, aunque éstas últimas sin derecho a voto.
16
Soraya M.Vargas es profesora en la Universidad Federal do Rio Grande do Sul en Brasil, y especialista en
procesos participativos de la gestión pública. En Brasil la existencia de consejos participativos está muy desarrollada,
así en 2001 se contabilizan 22.828 consejos municipales organizados en las áreas de salud, asistencia social,
educación, derechos de la niñez y del adolescente, trabajo y empleo, turismo y cultura. En las áreas de salud y de
asistencia social estaban organizados en un 98 y un 93% de los municipios, respectivamente (Vargas 2006,1).
17
La perspectiva escéptica sería defendida por :Fiorina, Morris P.:1999; Skocpol, Theda: 1999; y Pinto, Celi Regina
Jardim.: 2004.
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democratizante18. Los consejos favorecerían la expresión de los intereses generales
representados por los movimientos sociales y por las asociaciones de la sociedad civil,
diferentes a los de los grupos corporativos que detentan el poder. En relación a los
Consejos de Mujeres esta argumentación significaría cualificar al movimiento
organizado de mujeres como interlocutor de la propia gestión gubernamental, a través
de sus prácticas de ciudadanía activa y sistemas de control social ciudadano. Es decir,
se autorizaría a los movimientos sociales en su papel privilegiado de constructores de lo
público como activos democratizantes de la gestión por parte del Estado. En una
perspectiva similar es que San José en 2004 nos propone y defiende la creación del
Consejo Estatal de la Mujer de España, que con carácter representativo de las
asociaciones de mujeres, plural y elegido de abajo a arriba, potencie “el diálogo civil
entre los poderes públicos y las asociaciones que dan cuerpo a los movimientos
sociales” (San José 2004: 9).19
Asimismo, existen otros autores y autoras cuyas tesis de defensa de los foros se
articulan en torno a considerar que lo positivo de dichos mecanismos, más que la
defensa de intereses generales, es justamente favorecer una “representación
neocorporativa de intereses” (Vargas 2006: 17). Es decir se trata de que los grupos que
defienden determinados intereses tengan un espacio para presentar y defender sus
demandas, independientemente de que sean representativos de una mayoría, y sin que
su objetivo sea el de promover o verificar una participación directa de todas o todos los
ciudadanos. Extendiendo esta argumentación al caso de los Consejos de Mujeres cabría
valorar positivamente al mecanismo en tanto que posibilitaría la negociación con el
Estado de los intereses sociales “tematizados” de los sujetos políticos organizados en
redes de mujeres, intereses que han estado discriminados y excluidos largo tiempo de
los procesos de decisión de las políticas públicas.
18
La perspectiva optimista en relación a los consejos sería defendida por Azevedo, Sérgio y Abranches, Mónica:
2002; Boschi, Renato: 1999; Costa, Sergio:1997; Evans, Peter: 2003; Fung, Archon y Wright, Erik: 2001; Jacobi,
2002; Santos, Maria Helena: 2001; Sousa Santos, Bonaventura, y Avritzer, Leonardo:2002; Schneider ,Aaroon y
Goldfrank Ben: 2002
19
En las conclusiones de la Jornada de asociaciones de mujeres sobre el anteproyecto de ley de igualdad del 22 de
abril de 2006 se produjo un debate sobre la composición del Consejo Estatal de las Mujeres “Se coincidió en que
debe estar formado por una amplia representación del movimiento asociativo de mujeres y se discutió sobre si
debería estar formado 100% por representantes de las Asociaciones de Mujeres o tener una composición mixta
(Gobierno y Asociaciones). En este punto no se llego a un acuerdo unánime” (2006).
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otras feministas”20, en donde doscientas mujeres expresaban sus preocupaciones
respecto a la intensa actividad legislativa en los asuntos que conciernen a las mujeres
por parte del gobierno español.21
Otra cuestión resaltada por Vargas y que argumentan las perspectivas críticas es el
aumento del número de organizaciones de advocacy que sin miembros y controladas
por profesionales han llegado a coptar en determinados contextos los consejos de
interlocución sociedad civil y Estado (2006: 21).
Esta realidad podría relacionarse con las políticas de mujeres y las diferentes prácticas
de mainstreaming asociadas al conocido como “el dilema pericia-participación” (Walby
2004). Beveridge opondría “el modelo ‘experto-burocrático’ de mainstreaming que
implica principalmente a personas expertas y a especialistas, al modelo ‘participativo
democrático’ que implica a una gama de personas y organizaciones” (Beveridge, citada
por Walby 2004). Asimismo, para Rai: “la responsabilidad de las maquinarias
nacionales en un contexto más amplio que incluye ONGs y grupos de mujeres se ve
como algo esencial para un funcionamiento efectivo. El mainstreaming de género se
percibe como un proceso por el que a varios actores, que previamente se encontraban
fuera de los ámbitos privilegiados de las políticas, se les da voz en sí. Esta perspectiva
parece ser contraria a la perspectiva de que el mainstreaming de género se hace por los
“actores usuales en las políticas” (Walby 2004).
20
Un feminismo que también existe. Se publica en El País el 23.3.2006 .
21
Las mujeres que lo suscriben se definen como mujeres “que impulsan el feminismo desde distintas partes del
Estado español y en ámbitos muy diversos: a través de la actividad sindical, en grupos ecologistas, de defensa de los
derechos de las prostitutas, como juezas, diputadas, concejalas, trabajadoras sociales, periodistas, abogadas de
familia, laborales, mediadoras, técnicas de igualdad, especialistas en temas de violencia, psicólogas, sociólogas,
economistas, profesoras de universidad y de secundaria” (Las Otras feministas, 2006)
22
Recogiendo la definición de Haas, Walby nos define una comunidad epistémica como: “una red de profesionales
con pericia y competencia reconocida en un ámbito particular y con un muy elevado nivel de conocimiento sobre las
políticas relevantes al área o ámbito del que se trate ... que tienen (1) un conjunto compartido de creencias normativas
y basadas en principios ... (2) unas creencias causales compartidas, que vienen derivadas de su análisis de las
prácticas que llevan o contribuyen a un conjunto central de problemas en su ámbito ... (3) unas nociones compartidas
de validez ... (4) y una iniciativa de políticas comunes” (Walby 2004).
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En el Estado español esta creatividad de los movimientos y las organizaciones de
mujeres se ha evidenciado en diversas ocasiones mediante aportes y prácticas que se
han transferido con éxito a la gestión pública. Informaciones como la de que el cuidado
de la vida humana “no es una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino un asunto
social y político de primer orden que exige un compromiso de toda la sociedad”
(Carrasco 2005: 211); o prácticas como las redes y protocolos contra la violencia de
género que cuando no se tecnifican “constituyen una forma de crear y desarrollar
derechos para las mujeres” (Bodelón 2005: 166), serían un buen ejemplo de ello.
En este sentido cabe concluir que los Consejos de Mujeres podrán favorecer la
democratización de la gestión pública en tanto se constituyan como mecanismos
potenciadores de la capacidad de transformación social de las mujeres organizadas, y su
actuación garantice el fortalecimiento de la múltiples prácticas de ciudadanía activa que
las mujeres desarrollan.
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Recapitulando a la búsqueda de conclusiones
En su hipótesis inicial el estudio parte de la idea de que los cambios sociales que son
necesarios para transformar las relaciones de poder entre hombres y mujeres no pueden
ser dirigidos desde una práctica instrumental de gobierno que priorice una planificación
modelizada de dichos cambios. Los procesos de cambio podrán ser avalados por la
promoción de prácticas procesuales participativas que desde espacios de deliberación
colectiva potencien la negociación de los intereses en conflicto, la creación de redes de
trabajo, y la multiplicación de las experiencias desarrolladas con éxito desde los propios
movimientos de mujeres.
Esta investigación ha permitido concluir que frente a las afirmaciones sobre la baja
participación de las mujeres en los procesos políticos, lo que existe es un efecto de
invisibilización y desvalorización de su participación. Tanto en los procesos de los
movimientos sociales como en los mecanismos mixtos de participación impulsados por
el Estado, las mujeres enfrentan análogas dificultades para verificar su ciudadanía
activa. Las mujeres ocupan los espacios de poder informal, siendo los espacios visibles
de la representación y el discurso ocupados por los hombres. La comúnmente
reconocida falta de pericia de las mujeres para comunicarse y hablar en público,
enmascara una restricción de tipo social al desempeño de la función política por parte
de las mujeres. Se trata del mito del desinterés y la incapacidad de las mujeres que se
repite: “Los detractores de la democracia participativa, del derecho a la interlocución de
las organizaciones de mujeres, usan el mismo argumento que en su día sirvió para
negarnos el voto o la paridad en la representación: que las mujeres no estamos ni
preparadas ni interesadas para participar en la política” (San José 2005, 49). En este
sentido las estrategias para garantizar la participación ciudadana de las mujeres no
dependerían tanto de la promoción de estas habilidades, de que las mujeres “aprendan a
hablar" - en la escala de Arnstein sería una no participación: las mujeres son “educadas
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a hablar”-; sino de una valorización de las competencias políticas que las mujeres
detentan. Asimismo, son necesarias medidas que disminuyan su carga de trabajo y
viabilizen el tiempo de la participación mediante cambios en la división sexual del
trabajo. Entretanto dichos cambios llegan, la experiencia de la ludoteca participativa de
Recife se constituye en un instrumento efectivo viabilizador de la participación de las
mujeres.
Por otro lado, si bien parece ser que en varios casos la lucha colectiva de los
Movimientos Sociales se ha convertido en “el puntapié para revisar las relaciones de
poder dentro del hogar, en el barrio, en la organización“ (Cross y Partenio 2005); no
resulta tan evidente que en los mecanismos de participación potenciados por las
instituciones de gobierno pase lo mismo. Tal y como Ferreira se pregunta en su
investigación sobre la ciudad de Recife, ¿las mujeres amplían su actuación política en
otros espacios o pasan a tener en el Presupuesto Participativo su único espacio de
participación?, es decir ¿el Presupuesto Participativo potencia la participación de las
mujeres o limita su participación en otros espacios públicos? (2005).
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