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MÉXICO
Si resulta verdadera, la reciente avalancha de información acerca de que al menos algunos
individuos de dos poblaciones mayas del sur de México emplean el hongo psicoactivo stropharia
cubensis 1 en el contexto de las ceremonias religiosas, divinatorias o curativas, seria con seguridad
uno de los adelantos más significativos en el estudio del uso ritual de las plantas alucinogénicas en
Centroamérica. Los dos grupos en que esto se ha reportado (pero sin una confirmación total por
parte de observadores científicamente entrenados) son los choles, que viven no lejos del centro
funeral y ceremonial maya de Palenque, Chiapas (el cual, como otros sitios de las planicies, se
piensa que fue construido y habitado por mayas de lengua chol); y un pequeño pueblo de
lacandones, de los cuales sólo unos pocos grupos remanentes sobreviven en la actualidad en el
área general del río Usumacinta, cerca de la frontera con Guatemala. Pendiente aún la
confirmación necesaria, los varios relatos que han llegado a los antropólogos y a otros en el
pasado reciente ya han conducido a la especulación de que quizá puedan hallarse algunos otros
pueblos de habla maya que hayan conservado, o readaptado, rituales de hongos que se creían
extintos entre ellos desde hace, muchos siglos.
Considerando el flujo de “devotos” no-indígenas del hongo que invadieron a los indios mazatecos
de Oaxaca a partir de que los hongos adquirieron notoriedad en los años cincuenta y a principios
de los sesenta, quizá todo lo que pueda decirse por el momento acerca de la situación maya es
que algunos reputados investigadores se han convencido en los últimos años de que los hongos
son utilizados ritualmente al menos por algunos mayas choles y lacandones. Sin embargo, es
cierto que los colegas que trataron de confirmar esto en el sitio no pudieron hacerlo en el breve
tiempo de que disponían. Además, parece que los informantes locales ahora son más reticentes
sobre este tema de lo que eran incluso unos pocos años antes. Cualquiera que sea la razón, los
esfuerzos más recientes para obtener información de primera mano han resultado infructuosos. El
problema se complica más por la peculiaridad del s. cubensis, un hongo estercoloso que en la
actualidad brota típicamente en el estiércol del ganado (como sucede, por ejemplo, en las praderas
de hierba que rodean todo Palenque). Esto conduciría a la idea de que el s. cubensis no puede ser
nativo del Nuevo Mundo, sino que debió ser introducido junto con el ganado después de la
Conquista. Sin embargo, en contra de esta posibilidad tenemos el hecho de que de este hongo
nada se ha dicho en España o el sur de Europa, y, en cualquier caso, como veremos en otro
capítulo, existe un rumiante nativo cuyo excremento es perfectamente capaz de albergar el s.
cubensis y que ha jugado un papel extraordinariamente prominente en la cosmología de los
pueblos mayas y de otros indígenas. Ese animal es el venado.
1
Aunque el nombre de la especie parece relacionar a este hongo psiquedélico con Cuba, no debe interpretarse
como si fuese originario solamente de esa isla o del Caribe en general. Más bien, se le designó así porque fue
descrito por primera vez por F. S. Earle, quien lo halló en Cuba. El s. cubensis parece ser una variedad del Nuevo
Mundo que se encuentra principal, aunque no exclusivamente, en México y en partes de Guatemala; es muy
interesante que una especie similar, originalmente llamada naematoloma caerulescens, pero a la que después se
asigné en el mismo género como s. cubensis, fue identificada en 1907 en lo que actualmente es Vietnam del
Norte. Para un análisis más reciente de los hongos psilocybe, incluyendo el s. cubensis, véase “The Psilocybin
Mushroom Paudemic”, del Dr. Steven Haydeu Pollock, en Journal of Psychedelic Drugs, vol. 7, núm. 1, pp. 73-84
(1975).
Furst, T. Peter. Los alucinógenos y la cultura. Fondo de Cultura Económica; 1980: p. 75.
Lámina 9. Varios hongos descubiertos en México como agentes alucinogénicos.
Dibujo tomado de Champignons toxiques et hallucinogénes, de Roger Heim
El uso de un hongo alucinogénico en la zona chol fue primeramente reportado por un estudiante de
medicina, Coe, en la Universidad de Yale (Furst; 1972a: X); y la existencia de lo que parecía ser un
complejo bien integrado de intoxicación de hongos, con el propósito de conversar con las
deidades, fue primeramente publicado por una especialista en arte maya clásico, Merle Greene
Robertson (1972), en un escrito acerca de los monumentos tallados de Yaxchilán, un importante
sitio maya en el río Usumacinta. En el curso de su investigación, la señora Robertson dijo que se
enteró de que algunos sacerdotes lacandones consumían los hongos en una reclusión ritual,
algunas veces dentro de las ruinas del templo pequeño o de las estructuras funerarias de
Yaxchilán. Dijo también que los hongos se preparan en tazones de barro especialmente
consagrados que sólo se utilizan con ese propósito y que difieren de las llamadas “vasijas de los
dioses”, que tienen decoraciones antropomórficas, en las que se quema el incienso.
Los lacandones han sido objeto de investigación antropológica durante varias décadas, y debe
enfatizarse que aunque la intoxicación ritual es un aspecto esencial de su vida ceremonial, ninguno
de los investigadores presenció u oyó hablar de tales ritos fungófilos.
77 Furst, Peter T. 1972a. Flesh of the Gods: The Ritual Use of Hailucinogens. Nueva York:
Praeger.
Robertson, Mene Greene. 1972. “The Ritual Bundles of Yaxchilán.” Conferencia leída en el
Simposio sobre Arte de Latino América en la Universidad de Tulane de abril 15, 1972.
Nueva Onleans.
No obstante, la señora Robertson supo a través de sus informantes que los hongos sagrados han
servido como medio de comunicación con los dioses “hasta donde el mas viejo” de este grupo en
particular logró recordar. Uno no puede dejar de sentir que hay que tomar en serio esa información;
los indios aprendieron desde hace mucho tiempo, con buenas y suficientes razones, a ocultar y
disfrazar cualquier cosa que suponen pudiese provocar la ira o la desaprobación de las
autoridades eclesiásticas y de otros extraños. Además, con la excepción del peyote, sólo
recientemente las plantas alucinógenas se han convertido en foco de investigación antropológica
en América y en otras partes; los trabajadores de campo apenas están aprendiendo a formular las
preguntas adecuadas (o más bien, a no formular ninguna pregunta sino a esperar con paciencia a
que la información llegue naturalmente, lo cual puede tomar como ocurre a menudo, muchas
semanas y meses de vivir con la gente y convencerla de que no busca hacerle daño ni desea
cambiar sus costumbres). Así es que quizá no debería sorprendernos que ni A. M. Tozzer (1907),
autor de un estudio comparativo ya clásico sobre los lacandones, ni otros estudiantes de la cultura
maya considerasen que la intoxicación ritual (que ha sido bien descrita) conllevase algo más que
mero alcohol. Por mucho que aún tenga que verificarse, el reporte de la existencia dl uso de
hongos entre ciertos grupos mayas en la actualidad, deberá recorrer un gran camino antes de
establecer la cuestión de los “cultos” fungófilos entre los antiguos mayas, así como las razones de
su aparente desaparición en el área de Centroamérica, donde la evidencia arqueológica de tal
culto ha sido sumamente persuasiva. Como Thompson (1970) advirtió, las fuentes coloniales sobre
los mayas, que incluyen varios trabajos útiles acerca de medicinas herbarias, no dicen nada de
hongos intoxicantes ni de otras plantas identificadas botánicamente como psicoactivas (con la
excepción del tabaco), a pesar de que los hongos sagrados y las plantas alucinogénicas en
general fascinaron a quienes escribieron en los siglos XVI y XVII en el México central. Sin embargo
desde hace mucho tiempo se sabe que a lo largo de tres mil años cuando menos los habitantes del
altiplano y de la cordillera del Pacífico en Guatemala, al igual que algunos de sus vecinos,
consideraban a algunos hongos como algo tan sagrado y poderoso, quizá incluso divino, que los
representaron en una gran cantidad de piedra esculpida. De hecho, la ‟producción de ídolos o de
imágenes de hongos de variable complejidad simbólica perduró en Mesoamérica durante casi dos
milenios, desde ca. 1000 a. c. hasta el fin del periodo clásico, ca. 900 d. c., lo cual sugiere que un
culto de hongos sagrados no sólo duró miles de años sino que antiguamente estuvo más difundido
de lo que las crónicas del siglo XVI nos harían creer. Tozzer, Alfred M. 1907. A Comparative Study
of the Mayas and the Laívandones. Nueva York: Instituto Arqueológico de los Estados Unidos.
Thompson, J. Eric S. 1970. Moya History and Religion. Norman: University of Oklahoma
Press.
2
Mi colega Robert M. Carmack, uno de los especialistas con más conocimientos en el campo de la etnohistoria y
cultura de‟ la Alta Guatemala, a quien debo las referencias a los hongos en los primeros diccionarios del altiplano,
recientemente recogió, de un anciano de habla quiché, conocimientos de hongos, y confirmé que algo de la
antigua sabiduría continúa sobreviviendo.
ALUCINÓGENOS Y CULTURA
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significa “hongo que le da a uno visiones del infierno” o “del mundo de los muertos”. El mismo
hongo intoxicante es mencionado también en una posterior lista de palabras, el Vocabulario de la
lengua cakchiquel, de fray Tomás Coto, fechado ca. 1690 (este manuscrito se halla en la Biblioteca
de la Sociedad Filosófica de los Estados Unidos, en Filadelfia), el cual reúne una gran cantidad del
material más antiguo sobre los maya-cakchiquel. De acuerdo con el diccionario de Coto, xibalbaj
okox, hongo del submundo, también era llamado k’aizalah okox, que puede traducirse como
“hongo que hace que uno pierda el juicio”. El diccionario de Coto también describe un hongo el
llamado k’e kc’un, que embriaga o emborracha, y otro, muxan okox, “hongo que enloquece a quien
lo come” (de mox, que significa “hongo” en las lenguas zoque-mixe del sur de México, y “loco” o
“que cae en un desmayo en el maya-cakchiquel del altiplano guatemalteco). Lyle Campbell
(comunicación personal) y Terrence Kaufmann, dos lingüistas que recientemente han investigado
el problema de la difusión lingüística en Mesoamérica, creen que muxa n okox es uno de los varios
casos de préstamo lingüístico de términos rituales de los zoque-mixe a las lenguas mayas de los
viejos tiempos, quizá desde el año mil a. o., o incluso antes. Puesto que ellos también postulan el
zoque-mixe como el idioma de los olmecas (la “cultura madre” de la civilización mesoamerícana) es
tentador sugerir que los olmecas pudieron ser el instrumento de la expansión de cultos
fungómanos a través de Mesoamérica, como parecen haberlo sido de otros aspectos significativos
de la temprana civilización de México.