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Aristóteles y la felicidad
En la lectura de Aristóteles en su Ética nicomaquea Libro I, caps. I-VIII, usted deberá precisar
la noción de bien que nos presenta el Estagirita, debido a que ella servirá en el futuro de la
tradición del pensamiento de Occidente como punto de referencia para aclarar esta cuestión.
Desde esa noción podemos mirar la jerarquización de los fines de las actividades humanas.
El carácter que hace al bien soberano es la autosuficiencia. Esto quiere decir que existe un acto
entre todos que se quiere realizar por él mismo y no por otro, mientras que los otros se quieren
hacer por él. En el orden de las ciencias se piensa que hay una que también tiene ese atributo y
por eso es la ciencia arquitectónica, que para Aristóteles es la ciencia política. La política es
concebida aquí como la ciencia soberana cuyo objeto de estudio es el bien humano. Quien a ella
se dedica debe procurar el bien de la ciudad o polis. Sobre el proceder que se hace en
estas investigaciones morales se debe tener en cuenta que no alcanzamos
precisión en los conceptos, como también ocurre con la fabricación de los
objetos debido a la naturaleza activa del ser humano. Pero la guía es la
búsqueda de la verdad en general del discurso ético, para lo cual se debe
contar con lo que ocurre en la mayoría de los casos y poseer una cultura
general.
Revisando las opiniones más comunes sobre aquello que se dice en este
concepto, se llega a la conclusión que la felicidad se expresa en el
pensamiento que dice: vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Sin
embargo, lo que es la felicidad sigue en discusión por las opiniones que tienen
de ella tanto el vulgo como los doctos. Así, por ejemplo, algunos hacen
consistir la felicidad en algo tangible para ellos, como el placer o la riqueza o
el honor. Pero también otros autores creen que además de la impresionante
cantidad de bienes particulares, existe, además, otro bien en sí, el cual se
considera como la base o fundamento y como causa de la bondad de los
demás bienes que existen. Pero el discernimiento para ver cuál de esas
opiniones se acerca más a la verdad viene dado por el tipo de educación que
cada uno tenga en sus hábitos morales para que pueda sacar mejor provecho
de los razonamientos que se le ofrecen.
Otro argumento que ofrece Aristóteles para la consideración tanto del bien
como de la felicidad se refiere a la imagen de los tipos de vida propios de
cada uno. Así, pues, tenemos, en primer lugar, quienes aman la vida
voluptuosa, identifican el bien supremo con el placer, como hacen la multitud
y los más vulgares. Tienen “alma de esclavos”, porque eligen la vida de las
bestias. En segundo lugar, encontramos los que aman la vida política. Son
los hombres de acción y también los espíritus selectos quienes creen que la
felicidad es el honor. Por último, tenemos a quienes aman la vida
contemplativa. Otro tipo sería la vida de lucro, que por ser antinatural, no
tiene el status de las otras. En esta se considera a la riqueza como el bien
que se busca, pero por ser éste un bien útil que se busca por otro, no tiene
el carácter del bien soberano, de la misma manera que el placer y el honor.
Así pues, tenemos que el fin de todo aquello que se hace es el Bien
practicable. Como los fines son múltiples y como nosotros elegimos entre
ellos algunos por causa de otros, tenemos que no todos los fines son últimos,
mientras que el bien supremo que se busca tiene que ser el más final de
todos. Este bien es la felicidad. Las razones son:
Pero si alguien está aún preocupado por querer saber en qué consiste la
felicidad, Aristóteles le propone esta estrategia: Observe ahora el acto del
hombre. Porque quienes producen obras o hacen cualquier actividad
manifiestan en sus productos el bien y la perfección de sus obras y acciones.
Entonces, ¿existe algún acto que le sea propio al hombre? ¿Cuál es ese acto?
Pasa revista a las formas de vida para buscar en el vivir eso propio del
hombre. En la vida vegetativa, caracterizada por la nutrición y el crecimiento
no se encuentra. Hacia arriba, en la vida sensitiva, común con los animales
tampoco. Queda la “vida activa de la parte racional del hombre” compuesta
por dos partes: a) la que obedece a la razón y b) la parte propiamente
racional.
El camino parte de una depuración de las opiniones inciertas con las que se
tropieza el discípulo que quiere alcanzar la felicidad. Son las opiniones y
creencias que tienen normalmente el vulgo y, a veces, las personas doctas,
cuando centran su idea de la felicidad en las satisfacciones sensibles que se
originan en el placer. Por el contrario, las máximas estoicas que nos ofrece
Séneca tienen que ver con la búsqueda de la virtud. Para un estoico ser
virtuoso tiene que ver con el desapego de los bienes sensibles y materiales
que impidan esta vida virtuosa.
Nietzsche
Motivados por esta antropología dualista se consideró que el alma era la parte
más importante y esencial en este compuesto y, según esta interpretación,
se pusieron unos “falsos” ideales que se desprendían de ese privilegio del
alma. Así, se pensó en un principio rector de todas las cosas, el cual se
identificó con la idea de un Dios hacia el cual tienden todos los esfuerzos y
luchas humanas. Lo que ocurrió en esta historia es que, por darle ese sentido
de verdad a las doctrinas y consideraciones correspondientes al alma, como
por ejemplo, las valoraciones morales del bien y del mal, se dejó de lado y
hasta se negó todo lo relacionado con el cuerpo, con nuestra finitud, con lo
que es nuestra existencia en este mundo (y para Nietzsche no hay otro)
planteándose una renuncia a todo lo corporal y con ello relacionado. Esto es
lo que él llamó el “nihilismo” o negación de la vida.
La ofrenda de miel
Quiero plantearles esta inquietud: ¿cómo creen ustedes que se conecta lo que nosotros
pensamos con la realidad? ¿Cuáles artificios hacemos los seres pensantes en nuestra
mente para que eso que pensamos no se quede en nosotros como una ilusión, sino que lo
llevemos a término en una experiencia concreta? Aunque no sepamos cómo ocurre esa
conexión, sin embargo en nuestro diario vivir realizamos ese tipo de experiencias en un
sin número de casos.
Puede ser un tipo de conexión mecánica, como los átomos que se golpean por azar unos
a otros formando el movimiento de la realidad o por la acción de un tipo especial de
energía que se comunica electrónicamente, sea en una especie de fluido constante o por
saltos de una carga eléctrica contraria hacia otra. De todas formas la conexión nos es
misteriosa, y en el diario vivir esto no nos preocupa pues las ocupaciones nos resultan
mucho más apremiantes que ese tipo de inquietudes.
Pensar en la felicidad resulta interesante para nuestras vidas. Ser feliz ha sido un
sueño constante de la gran mayoría de los seres humanos de todos los tiempos y
de todas las épocas. La felicidad se nos presenta como la luz que algunos ven al
término de sus vidas, como algo que se debe poseer, algo demasiado atractivo,
pero finalmente muy esquivo. Se la mira de reojo, se la piensa escurridiza y, por
eso, para algunos, carece de sentido dedicarse a conquistarla.