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La referida Amnistía General es una medida que debería ser elogiada, porque
efectivamente puede contribuir a distender la situación política tan crispada en que se
encuentra nuestro país, pero resulta decepcionante al no haber sido hecho mediante la
creación de una ley aprobada por el Poder Legislativo, como norma de obligado
cumplimiento, violando con ello gravemente el principio de legalidad y la jerarquización de
las normas, en la forma en que se ha publicado.
Es necesario tener claro los conceptos, la Amnistía es un acto jurídico que constituye el
olvido legal de los delitos y la consiguiente extinción de la responsabilidad de sus actores,
supone, por lo tanto, una derogación transitoria de la ley penal, por lo que no puede
otorgarse por un acto administrativo como un simple decreto presidencial, sino mediante
una ley. Por cuanto que las leyes siempre deben ser abolidas por otras leyes y no por normas
inferiores a las mismas. De hecho, el artículo 69 de nuestra Constitución en su inciso e) no
deja lugar a dudas cuando reconoce como materias reservadas a la ley “el régimen
penitenciario, la amnistía y la determinación de los delitos, así como las penas que les son
aplicables”.
La manera en que régimen ha publicado la Amnistía que nos ocupa, hace surgir ciertas
dudas sobre la real voluntad del Gobierno de obrar para lograr una convivencia armoniosa
en nuestra sociedad, y resta credibilidad a todas las manifestaciones de sus buenas
intenciones cara al anunciado Diálogo Político. Las leyes se hacen para que se cumplan.
Por tanto, su incumplimiento induce forzosamente a pensar que se incumplirían igualmente
otros compromisos que no tienen rango de ley.