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ISBN 978-607-02-4398-1
A la memoria del maestro Cipriano Gómez
Lara, con inmenso cariño y recuerdo de su
familia procesal
Jóvenes estudiantes, vuestra dedicación, vues-
tro entendimiento e inteligencia os llevarán
por sendas de progreso y bienestar; pero si
queréis después de abandonar estos lugares,
seguid siendo universitarios, portaos como ta-
les, amad la cultura, intervenid activamente
en la resolución de los problemas de la so-
ciedad.
Sed comprensivos y tolerantes y no olvidéis
nunca nuestra Universidad.
Exordio. Los juicios orales y el caballero del derecho procesal: un merecido ho-
menaje a nuestro querido e inolvidable maestro Cipriano Gómez Lara . . . . . . XV
Eduardo Ferrer Mac-Gregor
Alberto Saíd
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXI
José Ovalle Favela
XI
XII CONTENIDO
EXORDIO
Los juicios orales y el caballero del derecho procesal: un merecido homenaje a nuestro
querido e inolvidable maestro Cipriano Gómez Lara
XV
XVI EXORDIO
EXORDIO XVII
XVIII EXORDIO
2
El Instituto Mexicano de Derecho Procesal se fundó por la iniciativa del doctor Niceto
Alcalá-Zamora, seguida por una pléyade de procesalistas mexicanos, en agosto de 1956. A
la fecha se han organizado por el Instituto diecinueve Congresos Mexicanos de Derecho
Procesal con participación internacional. Primer Congreso: ciudad de México, 14-18 de
febrero de 1960. Segundo Congreso: Zacatecas, Zacatecas, 7-11 de agosto de 1966. Tercer
Congreso: Oaxaca, Oaxaca, 27-29 de abril de 1967. Cuarto Congreso: Cuernavaca, Mo-
relos, 17-20 de abril de 1969. Quinto Congreso: Mazatlán y Culiacán, Sinaloa, 20-24 de
noviembre de 1970. Sexto Congreso: Toluca, Estado de México, 23-27 de abril de 1974.
Séptimo Congreso: Monterrey, Nuevo León, 7-12 de noviembre de 1976. Octavo Congreso:
Jalapa, Veracruz, 12-16 de noviembre de 1979. Noveno Congreso: Mazatlán, Sinaloa, 17-
22 de octubre de 1982. Décimo Congreso: Guadalajara, Jalisco, 15-18 de octubre de 1984.
Undécimo Congreso: Durango, Durango, 28-31 de mayo de 1986. Duodécimo Congreso:
Tampico, Tamaulipas, 25-27 de septiembre de 1989. Decimotercer Congreso: Cuernavaca,
Morelos, 9-13 de agosto de 1992. Decimocuarto Congreso: ciudad de México, 14 y 15 de
noviembre de 1994. Decimoquinto Congreso: Querétaro, Querétaro, 5-9 de mayo de 1997.
Decimosexto Congreso: Guanajuato, Guanajuato, 18-23 de abril de 1999. Decimoséptimo
Congreso: ciudad de México, 18-21 de julio de 2004. Decimoctavo Congreso: Hermosillo,
Sonora, 29 y 30 septiembre, y 1o. de octubre de 2010. Decimonoveno Congreso: Mazatlán,
Sinaloa, 28-30 noviembre de 2012.
3 Se retoma el hilo histórico del Instituto para decir que la reunión donde se acordó
su fundación se realizó el 23 de agosto de 1956. Estuvieron presentes los insignes juristas:
José Castillo Larrañaga, Ignacio Medina Lima, Leopoldo Aguilar, Carlos Cortés Figueroa,
Francisco Villalón, José Franco Serrato, Arsenio Farell, Humberto Briseño Sierra, Fernando
Flores García, Héctor Fix-Zamudio y Niceto Alcalá-Zamora y Castillo.
El 30 de agosto de 1956 quedó formalmente establecido el Instituto, y desde entonces ha
sido presidido —en sus respectivos periodos— por los doctores Ignacio Medina Lima, Ro-
berto Molina Pasquel, Humberto Briseño Sierra, y Gonzalo Armienta Calderón. En nues-
tros días lo preside José Ovalle Favela.
Entre otros miembros directivos, y sólo por mencionar algunos destacados procesalistas,
figuraron —en su momento— sus vicepresidentes, el propio Niceto Alcalá-Zamora; Fer-
nando Flores García; Cipriano Gómez Lara, y José Ovalle Favela. Han fungido como se-
cretarios: Humberto Briseño Sierra, Héctor Fix-Zamudio, Clemente Valdés y Carlos Pérez
González.
EXORDIO XIX
XX EXORDIO
EXORDIO XXI
XXII EXORDIO
“familia procesal”. Y así fue como surgió esta iniciativa, respaldada por los
antiguos presidentes del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, los
destacados juristas Roberto Berizonce, Jairo Parra Quijano, Raúl Tavolari
y por su actual presidente, Ángel Landoni Sosa, que hoy agradecemos es-
cribiera la presentación de esta obra y permitiera la coedición de la misma.
Estamos en deuda inmensa con el Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM, que bajo el estímulo y aliento de su director, doctor Héctor
Fix-Fierro, se logró concretar la publicación y coedición con el Instituto
Iberoamericano de Derecho Procesal de la obra que el lector tiene ahora
en sus manos. Aparece la obra en un momento crucial en nuestro país de
profundos cambios normativos y en la cultura jurídica; donde el reloj es-
tablecido por la reforma constitucional de 2008 para la implementación
en toda la república mexicana del nuevo sistema procesal penal acusatorio
y oral sigue su marcha, quedando todavía enormes desafíos para lograr
su objetivo; redimensionándose, además, con las trascendentales reformas
constitucionales de 2011 en materia de amparo y derechos humanos. La
presente obra refleja, de alguna manera, que la instauración de la oralidad
se ha forjado, con cierta similitud y con evidentes diferencias, a manera de
una compartida reforma judicial en Iberoamérica (de ahí el subtítulo de la obra)
y más allá de la materia penal, donde los esfuerzos conjuntos pueden ahora
presentarse como una aproximación panorámica de esta apasionante temá-
tica, que suele englobarse bajo la etiqueta de juicios orales.
De igual forma, somos deudores con todos los autores que respondie-
ron a nuestra convocatoria, la mayoría miembros activos del Instituto Ibe-
roamericano de Derecho Procesal, muy destacados y respetables juristas de
diecisiete países distintos que elaboraron los veintidós trabajos que integran
la obra: Joan Argemí Ferrer (Andorra); Roberto Omar Berizonce y Roberto
Daniel Martínez Astorino (Argentina); William Herrera Añez (Bolivia); Ada
Pellegrini Grinover, Antonio Scarance Fernandes y Petrônio Calmon Filho
(Brasil); Jairo Parra Quijano (Colombia); Juan Mendoza Díaz (Cuba); Andrés
Bordalí Salamanca e Iván Hunter Ampuero (Chile); Juan Falconi Puig (Ecua-
dor); Juan Antonio Durán Ramírez y Manuel Montecino Giralt (El Salvador);
Mauro Chacón Corado (Guatemala); Manuel Ortells Ramos y José Luis Váz-
quez Sotelo (España); Héctor Fix-Zamudio, Eduardo Ferrer Mac-Gregor,
Rubén Sánchez Gil y Alberto Saíd (México); Iván Escobar Fornos (Nicara-
gua); Rodolfo Duarte Pedro (Paraguay); Carlos Parodi Remón (Perú); Carlos
Manuel Ferreira Da Silva (Portugal); Eric Raful Pérez (República Dominicana);
Ángel Landoni Sosa (Uruguay), y Alberto Baumeister Toledo (Venezuela).
A ellos va nuestra admiración y reconocimiento por sus trabajos con-
cienzudos sobre la oralidad en los procesos judiciales en Iberoamérica,
EXORDIO XXIII
PRESENTACIÓN:
SEMBLANZA DE CIPRIANO GÓMEZ LARA
I. Introducción
XXV
3 Gómez Fröde, Carina, “Si la voz se me quiebra, que persista el mensaje”, en Al maestro
con cariño, IURE Editores, mayo de 2006, p. 83.
4 Couture, Eduardo J., El arte del derecho y otras meditaciones, México, IURE Editores, 2008.
Generalmente se dice que al lado de todo gran hombre existe una gran
mujer. Cipriano tuvo la dicha de tener junto a sí no sólo a su esposa Karin
Fröde, sino también a sus hijas Carina, Lilly y Regina, y de ellas expresaba
que se sentía muy orgulloso y recibía su apoyo y comprensión.
Para finalizar, Cipriano logró generar en su fecunda vida una legión de
amigos más allá de las fronteras, que hoy están presentes en esta obra para
que su mensaje permanezca vivo y trascienda en el tiempo.
*
Presidente del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal.
PRÓLOGO
XXXI
XXXII PRÓLOGO
rar nuestro turno por horas y hasta por días o noches. Teníamos que estar
presentes desde que el profesor llegaba para pasar la lista y hasta que nos
llamara. A diferencia de los demás profesores, Gómez Lara nos señalaba a
cada alumno, desde el inicio del examen, una hora y un día determinados
para hacernos el examen oral y los cumplía puntualmente.
Como lo afirmé en otra ocasión, Cipriano Gómez Lara es uno de los
grandes maestros del derecho procesal mexicano. Su formación profesional
y su desarrollo académico tuvieron como eje fundamental la Facultad de
Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. En ella cursó
sus estudios tanto de licenciatura como de doctorado. En sus años de for-
mación académica, Cipriano tuvo como maestros a Niceto Alcalá-Zamora
y Castillo, Ignacio Burgoa Orihuela, Raúl Cervantes Ahumada, Eduardo
García Máynez, Adolfo Maldonado Cervantes, Roberto Mantilla Molina,
Ignacio Medina Lima, Celestino Porte Petit, Rafael Rojina Villegas y Fran-
cisco M. Vázquez, entre otros.
Descendiente de maestros normalistas, Cipriano heredó de sus padres la
vocación y la pasión por la enseñanza. Junto a la influencia de sus padres,
Gómez Lara también recibió la de su tía, Paula Gómez Alonzo, distingui-
da profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad.
Desde muy joven, cuando todavía era estudiante de la Facultad de Derecho,
el maestro empezó a enseñar Civismo en la Escuela Nocturna Secundaria
y Preparatoria Benito Juárez, de 1953 a 1957. En 1956 obtuvo el título de
licenciado en derecho con la tesis Estudio comparativo de los juicios ejecutivo civil
y mercantil, que elaboró bajo la dirección del maestro Alcalá-Zamora. En
1957, Gómez Lara decidió ir a residir a Hermosillo, Sonora, a donde fue
invitado para ser profesor de carrera en la Escuela de Derecho de la Uni-
versidad de ese estado. Allá, durante los años de 1957 a 1963, se desempeñó
como profesor en las cátedras de Economía política, Derecho procesal civil
y Filosofía del derecho.
En febrero de 1964 regresó a la Facultad de Derecho de la UNAM, pero
esta vez como profesor del curso de Derecho procesal civil I, el cual se con-
virtió, a partir de 1968, en Teoría general del proceso. En 1965 fue adjunto
de Eduardo García Máynez en la cátedra de Estudios superiores de filosofía
del derecho, que impartía en el doctorado en derecho. En la propia Facul-
tad el maestro impartió, en la licenciatura, además de la Teoría general del
proceso, las materias de Derecho procesal civil I y II; y en el posgrado, Sis-
temática de derecho privado, Casos selectos de jurisprudencia, Procuración
de justicia, Poder Judicial y Derecho probatorio. De 1982 a 1990 fue direc-
tor del Seminario de Derecho Procesal.
PRÓLOGO XXXIII
XXXIV PRÓLOGO
*
Investigadoren el Instituto de Investigaciones Jurídicas y profesor en la Facultad de
Derecho, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Presidente del Instituto
Mexicano de Derecho Procesal.
Durante más de cincuenta años como profesor, Cipriano Gómez Lara tuvo
contacto con miles de jóvenes, lo cual influyó en forma determinante en su
manera de ser. A diferencia de otros profesores, que mantienen una fría dis-
tancia con sus alumnos, Gómez Lara fue siempre un hombre cercano con sus
discípulos, pero respetuoso de su condición; le gustaba convivir y relacionarse
con los estudiantes. Por ello, en todas partes encontraba saludos afectuosos y
sonrisas agradecidas de gente que alguna vez pasó por sus clases. Pero habrá
que aclarar que tampoco era del tipo de profesores que entablan una relación
de iguales con sus alumnos para ganarse su simpatía. Él se aprendía los nom-
bres y buscaba una relación personal basada en el trabajo y en el respeto a la
relación profesor-alumno.
Sirva como ejemplo de lo anterior, la carta que entregaba a cada uno de
aquellos que asistían regularmente, en la cual les daba consejos de supera-
ción y los exhortaba a seguir trabajando como buenos ciudadanos honestos
y comprometidos con su comunidad y su país. Son muchos los que guar-
dan esa carta como un grato recuerdo de su paso por las aulas en las que el
maestro impartía sus clases.
Para él, las grandes tareas de la vida logran sus objetivos sólo mediante
esfuerzos reiterados, a veces rutinarios, pero constantes, que en ocasiones
toman muchos años. Esa constancia y puntualidad que demostró, constitu-
yó el cimiento más importante para desarrollarse individualmente, logran-
do altas y grandes satisfacciones en su vida personal y ante la sociedad aca-
démica que lo rodeó.
Su experiencia europea lo marcó para siempre y le permitió tener una
visión internacional de lo que hacía y pensaba. Desde sus épocas de estu-
diante de la maestría en Italia, se relacionó con distinguidos profesores y
posteriormente, con motivo de los congresos internacionales, consolidó só-
lidas relaciones con maestros y autores de diversos países. En España, Italia,
Inglaterra, Centro y Sur América, su nombre es bien conocido, no sólo por
las cuestiones académicas que lo distinguieron, sino también por su labor
como promotor y organizador de colegios, congresos, jornadas, reuniones
y eventos para tratar diversos temas jurídicos, en los que su entusiasmo y
XXXV
Elías Canetti1
I. Introducción
Hace veinte años que con la incorporación, a través de la Ley sobre los De-
rechos de la Persona (29 de marzo de 1989), en el ordenamiento jurídico
andorrano de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre del 10
de diciembre de 1948, tomó definitiva carta de naturaleza el principio de la
oralidad en el Principado de Andorra, micro-Estado europeo o Estado exiguo
que, unos años más tarde, en 1993, se dotaría de una moderna Constitución
política; efectivamente, el artículo 10 de la Declaración Universal prescribe
*
Consell Superior de la Justícia del Principat d’Andorra.
1
Masa y poder, trad. de Horst Vogel, Barcelona, Muchnik Editores, 2000, pp. 299 y 300.
4
Vázquez Sotelo, José Luis, El dret procesal Andorra explicat en quatre lliçons (lliçó IV: l’etapa
intermèdia i el judici oral, p. 16), Sant Julià de Lòria, apuntes editados por la Universitat
d’Andorra para el curso de Posgrado en Derecho Andorrano, 2001.
5 Vázquez Sotelo, José Luis, “El nuevo proceso penal andorrano (I)”, Revista Universitaria
de Derecho Procesal, Madrid, núm. 1, 1988, p. 29.
6 Magro Servet, Vicente, Guía de problemas prácticos y soluciones del juicio oral, Madrid, La
Ley, 2006, pp. 113 y 114.
7 Saavedra Ruiz, Juan, “La iniciativa del tribunal en el acto del juicio oral”, Cuadernos de
Derecho Judicial, Madrid, núm. 10, 1994, p. 3 (de la versión obtenida en archivo PDF).
8 Simón, Luis María, “La prueba, entre la oralidad y la escritura”, Revista Uruguaya de
Derecho Procesal, Montevideo, núm. 3, 2007, p. 607.
9 Ibidem, p. 608.
...las actuaciones del juicio son dirigidas por el magistrado que preside el
tribunal. Éste dispone lo que sea necesario para la práctica de las pruebas y
tiene todas las facultades necesarias para conservar y restablecer el orden en
las sesiones y para mantener el debido respeto al tribunal y a los otros pode-
res públicos, sin perjuicio de las responsabilidades penales de los infractores.
12 Kelsen, Hans, Teoría general del Estado, trad. de Luis Legaz Lacambra, Granada, Coma-
res, 2002, pp. 251 y 252.
13 Echeverría, Rafael, Ontología del lenguaje, 6a. ed., Chile, J. C. Sáez Editor, 2003, pp. 389
y 399.
14 Véase Montero Aroca, Juan, Proceso penal y libertad, Pamplona, Thomson-Civitas, 2008,
p. 401.
también existe una posición de necesario dominio ideológico por parte del
presidente del tribunal, que impele al declarante a una contenida correc-
ción emocional y, por tanto, semántica en la expresión de su pensamiento.
Recuérdese, siguiendo a Jürgen Habermas,15 que “enjuiciables” son todos los
objetos de los que pueden enunciarse hechos. Pero sólo los objetos identificables espacio-
temporalmente pueden ser “tratados” en el sentido de una manipulación finalista; es lo
que, coloquialmente, se conoce como centrar los términos del debate, premisa
metodológica fundamental en el desarrollo del principio de oralidad, puesto
que la pérdida del control sobre la comunicación verbal de los litigantes pue-
de degenerar el debate procesal en digresiones (en catalán, lengua oficial del
Principado de Andorra, existe la gráfica expresión fugir d’estudi, traducido
más o menos abruptamente —pero no literalmente— como huir o salir del
marco de discusión y que podría guardar una relación semántica con el tradi-
cional fer l’andorrà, en su acepción vulgar de simular no enterarse), salidas
de tono e improperios, reiteraciones discursivas y/o desahogos semántico-
vitales, etcétera; es decir, todo el cúmulo de actos verbales que pueden des-
virtuar la ordenada secuencialidad del desarrollo del procedimiento penal.
Dirigir el debate procesal también comporta tutelarlo; algunas sentencias
andorranas concluyen con la pena de represión o amonestación privada (como
las decisiones del Tribunal de Corts del 10 de septiembre de 1986 y 27 de
diciembre de 1987), o, en su caso, con la advertencia de no molestar al tri-
bunal con bagatelas, es decir, trayendo a colación el aforismo de minis non
curat praetor, esto es, procurar no distraer a la judicatura con asuntos de poca
o nula significación jurídica; en definitiva, es dar un toque de atención a la
responsabilidad cívica, que “no se mide solamente por los criterios de mo-
ralidad y racionalidad teleológica. No es ni siquiera sólo cosa de la razón
práctica, sino que consiste, de modo general, en la capacidad de un actor de
orientar su acción por pretensiones de validez”.16
Ciertamente, dirigir es mandar, aunque ello no tendría que comportar,
en un Estado democrático y de derecho, la facultad de compeler a declarar,
constreñimiento procesal que, no obstante, aparece desdoblado y modulado
en el procedimiento penal andorrano: por un lado, el artículo 56 del Código
Procesal Penal recoge, implícitamente, el derecho del encausado a perma-
necer en silencio, ya que si acepta contestar, recibirá las explicaciones del juez
que le toma declaración; por otro lado, los artículos 68 y 146 desembocan
en la exigencia de responsabilidad penal al testigo que persista en su negativa a
15
Habermas, Jürgen, Acción comunicativa y razón sin trascendencia, trad. de Pere Fabra Abat,
Barcelona, Paidós, 2002, p. 24.
16
Ibidem, p. 36.
1) Nulla culpa sine iudicio, axioma que implica instaurar un proceso con to-
das las garantías (las cuales incluyen, según Vázquez Sotelo,21 en formulación
negativa, la prohibición de toda indefensión), exento de dilaciones indebidas,
publicitado y, en definitiva, constitucionalmente legitimado por el dere-
cho a la tutela judicial efectiva.
2) Nullum iudicium sine accusatione, que implica ahondar en lo expuesto más
arriba: el juicio oral sólo se inicia si existe una acusación debidamente formulada,22
por tanto, el establecimiento del principio de acusación formal como
requisito indispensable del juicio oral.
3) Nulla accusatio sine probatione, máxima que incluye el principio de presun-
ción de inocencia, trasladando al demandante la carga de la prueba y
apareciendo el principio in dubio pro reo como mecanismo absolutorio en
ausencia de pruebas.
4) Nulla probatio sine defensione, expresa una triple garantía: prohibición de
indefensión, derecho a la defensa y principio de igualdad de las partes,
esto es, el debate procesal se desarrollará igualitariamente entre acusa-
ción y defensa.
20 Bustos Ramírez, Juan José y Hormazábal Malarée, Hernán, Lecciones de derecho penal,
Madrid, Trotta, 1997, vol. I, pp. 72-76.
21 Vázquez Sotelo, José Luis, “El nuevo proceso penal andorrano (II)”, Revista Universita-
ria de Derecho Procesal, Madrid, núm. 2, 1989, p. 16.
22 Vázquez Sotelo, “El nuevo proceso penal andorrano (I)”, op. cit., p. 30.
23 Polaino Navarrete, Miguel y Polaino-Orts, Miguel, Cometer delitos con palabras. Teoría de
los actos de habla y funcionalismo jurídico-penal, Madrid, Dykinson, 2004, p. 107.
el cual prestará declaración tantas veces como el juez lo considere conveniente, con el fin
de averiguar los hechos (artículo 57 del texto refundido del Código de Proce-
dimiento Penal); mientras que, con respecto a los testimonios, se prescribe
que el juez debe dejarlos explicar sin interrupción (artículo 70 del mismo Código),
es decir, en el segundo supuesto se impone la técnica del relato, mientras que
en el primer caso se propende hacia la técnica responsiva o del interrogatorio en
sentido estricto.24
24 Moreno Verdejo, Jaime et al., El juicio oral en el proceso penal (con especial referencia al proce-
dimiento abreviado), Granada, Comares, 1995, p. 262.
25 Esparza Leibar, Iñaki, El principio del proceso debido, Barcelona, J. M. Bosch, p. 124.
26 Ibidem, p. 232.
27 Aparicio Pérez, Miguel Ángel, “La ejecución de las sentencias constitucionales en el
ordenamiento jurídico del Principado de Andorra”, Primer col·loqui de justícia constitucional del
Principat d’Andorra, Andorra la Vella, Tribunal Constitucional del Principat d’Andorra, 2007,
p. 20.
28 Bustos Ramírez y Hormazábal Malarée, op. cit., p. 16.
29 Robles Garzón, Juan Antonio (coord.), Conceptos básicos de derecho procesal civil, Madrid,
Tecnos, 2008, p. 129.
30 Carnelutti, Francesco, Teoría general del derecho. Metodología del derecho, trad. de Carlos
García Posada, Granada, Comares, 2003, p. 316.
31 Ibidem, p. 319.
terio Fiscal formula la acusación (artículo 5o. del texto refundido del Código
de Procedimiento Penal) atendiendo, pues, a los hechos verdaderamente
típicos y punibles, es decir, jurídicamente relevantes. No en vano, según Von
Ihering,32 las autoridades judiciales sólo deben tener en cuenta el derecho. El juez es, en
cierto modo, la ley viva; ésta habla por boca del juez; del mismo modo, en sentencia
del 5 de noviembre de 1999, el Tribunal Constitucional da pleno sentido
procesal al principio de la inmediación, rechazando in voce, durante el juicio
oral, unas cuestiones previas de procedibilidad; aunque, si profundizamos
más allá de los detalles incidentales, podemos destacar cómo la restricción
formal del principio de la oralidad durante la celebración de un juicio civil
no comporta el menoscabo de los derechos constitucionales: en auto del 23
de mayo de 2000, la Sala Civil del Tribunal Superior de Justicia del Princi-
pado de Andorra razona que en un escrito de conclusiones de los deman-
dantes, no se trata o se alega una vulneración de los derechos concretados
en el segundo apartado del artículo 10 de la Constitución andorrana (dere-
chos a la defensa y a la asistencia técnica) y que,
32
Von Ihering, Rudolph, El fin en el derecho, trad. de Leonardo Rodríguez, Pamplona,
Analecta, 2005, reimpresión facsímil, p. 242.
33
Derrida, Jacques, El fundamento místico de la autoridad, trad. de Adolfo Barberà y Patricia
Peñalver Gómez, Madrid, Tecnos, 2008, p. 14.
34
Hernández García, Javier, “El juicio oral. La prueba”, en Carmona Ruano, Miguel
(coord.), Hacia un nuevo proceso penal, Manuales de formación continuada, Madrid, Consejo
General del Poder Judicial, 2005, p. 363.
35
Enfedaque Marco, Andreu, “Problemes infraestructurals: la seva incidència en el judici
oral”, El judici oral: problemes jurídics i estructurals, Barcelona, Centre d’Estudis Jurídics i Forma-
ció Especialitzada-Generalitat de Catalunya, 1994, col. Studia Iuridica, núm. 6, p. 124.
36
Riberaygua Argelich, Bonaventura, Les Valls d’Andorra. Recull documental, Barcelona,
Bosch, 1946, p. 155.
37
Pigot, André, Les fonts del dret andorrà, Andorra la Vella, Universitat d’Andorra i Funda-
ció Crèdit Andorra, 2005, p. 79.
38
Kelsen, Hans, “Una fundamentación de la sociología del derecho”, trad. de Adolfo
Barberà sobre el artículo original publicado en 1915, en Doxa. Cuadernos de Filosofía del Derecho,
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, núm. 12, 1992, p. 227.
39
García del Corral, Ildefonso Luis, Cuerpo del derecho civil romano. Primera parte: Digesto,
I, fragmento 56), que “después de juzgada una cosa o de decidida con jura-
mento, o de hecha confesión en derecho, no se cuestiona nada más, porque
los que confesaron en derecho son tenidos como juzgados”. Esta remisión al
derecho del ius commune fue trasladada al ordenamiento jurídico andorrano
por la Instrucción sobre el Recurso de Revisión (del 24 de enero de 1905), que en
su artículo 10 faculta a cualquiera de los litigantes, “que se exija al contra-
rio confesión judicial por una sola vez, con tal que sea sobre hechos que no
hayan sido objeto de posiciones anteriores”;40 exigiendo, por tanto, el reco-
nocimiento de la verdad de un hecho que resulta perjudicial a su autor, el cual consti-
tuye, pues, una prueba contra se pronunciatio (la confesión hace prueba contra
su autor, es decir, contra el que la hace, no contra los demás colitigantes).41
A pesar de que, más arriba, hemos afirmado, cuando menos tácitamen-
te, la preeminencia de la oralidad en el procedimiento penal, sin embargo,
y a pesar de la profundidad jurídica del ámbito procesal penal, no podemos
abstraernos del importante peso procesal que tienen los juicios de pruebas den-
tro del proceso civil andorrano, por cuanto constituyen la transcripción de
los pliegos de preguntas que, mutuamente, se dirigen las partes y a las cuales
responden oralmente, toda vez que, igualmente, también pueden configu-
rar el grueso de la información testifical, modalidad declaratoria siempre sub-
yugada al compromiso de la adveración y que encuentra, como punto de
impostación declarativa, la tradicional fórmula procesal (copiada y/o adap-
tada de la práctica procesal española) diga como es cierto, la cual condiciona
las respuestas a ciertos límites de certitud y veracidad, pero aun tratándose
de temas o asuntos civiles, ello no significa una utópica búsqueda de la verdad,
implicando, en todo caso, promover el animus confitendi (la orientación del
deseo de confesar verazmente).
El magistrado Sabater Tomàs nos aclara, en sentencia del Tribunal de
Apelaciones del 15 de enero de 1980, que
Valladolid, Editorial Lex Nova, 1988, t. III, edición facsímil de la edición impresa en 1897
en Barcelona, p. 371.
40 Sabater Tomàs, Antoni, Legislació civil. Legislació i jurisprudencia del Principat d’Andorra,
Barcelona, Edicions Romàniques, 1981, p. 148.
41 Martínez García, op. cit., p. 5.
decir, que “los actos procesales deberán ser desarrollados en una sola au-
diencia y, de no ser esto posible, en varias audiencias muy próximas entre
sí, con el fin de que las actividades procesales realizadas de palabra ante el
juez no desaparezcan de su memoria”,49 puesto que pueden aparecer ele-
mentos favorecedores de una eventual quiebra de la congruencia procesal,
desfigurando otra identificación esencial, como la establecida entre oralidad
e inmediación, premisa fundamental para la coherente comprensión y ade-
cuada realización de las resoluciones judiciales.
En la justicia civil andorrana, el principio de inmediación estuvo en
entredicho durante el periodo de transición y posterior consolidación del
nuevo modelo de las oficinas judiciales (iniciado en 2002), según datos pu-
blicados en las Memorias sobre el estado y el funcionamiento de la administración
de justicia. Las frecuentes renuncias al cargo de juez dejaban casos civiles
aún abiertos y, por tanto, susceptibles de ser abordados solapadamente; en
este sentido, destacamos las siguientes causas: indisponibilidad de varios jueces
(octubre de 1999); la falta de un juez durante todo este año, al no haber podido ser
provista la plaza convocada (octubre de 2001); continúa endémicamente enquistada la
precariedad e inestabilidad en los juzgados de primera instancia: un juez ha presentado su
dimisión (octubre de 2003), y es que aún hoy, en marzo de 2009, no existe en
el Principado de Andorra una Ley de la Carrera Judicial, y a pesar del largo
rosario de deserciones en el cargo de juez de primera instancia, se ha consoli-
dado una nueva generación de jueces con pretensión de permanencia (y/o
dependencia salarial) y voluntad de especialización laboral.
Convendría, a remolque de estas reflexiones conceptuales, no confun-
dir los métodos con los resultados, y para ello, llegados a este punto, se nos
hace imprescindible diferenciar dos estadios descriptivos de la oralidad: por
un lado, “hablamos de oralidad en general cuando la comunicación directa
del pensamiento al juez se hace de viva voz”;50 por otro lado, “se entiende
por oralidad, la forma procedimental que implica fundamentar la resolu-
ción judicial únicamente en el material aportado por las partes por medio
de la palabra hablada y, especialmente, en la prueba desarrollada oralmente
ante el órgano judicial”;51 sin embargo, la doctrina procesal civil andorrana
y, particularmente, la expuesta por el doctor Puig Ferriol, supera la plana
descripción/transcripción tanto de la comunicación unidireccional del de-
clarante como de la generalización expositiva de los métodos procesales.
49 Miguel y Alonso, Carlos de, voz “Oralidad”, Nueva Enciclopedia Jurídica, Barcelona,
Francisco Seix Editor, 1986, t. XVIII, p. 495.
50 Ibidem, p. 495.
51 Armenta Deu, María Teresa, Lecciones de derecho procesal penal, 3a. ed., Madrid, Marcial
Pons, 2007, p. 45.
55
Garnica Martín, Juan Francisco, “El juicio verbal en la nueva Ley de Enjuiciamiento
...la inmediación del juez con las partes litigantes, y la práctica de las pruebas,
no se produce hasta el momento en que se abre el periodo correspondiente
a dicha práctica, evitando las audiencias que se vienen produciendo durante
toda la tramitación del procedimiento verbal civil ordinario, que retarda y
complica extraordinariamente la tramitación de los litigios.56
Civil: principales problemas que plantea”, Tribunales de Justicia. Revista Española de Derecho Pro-
cesal, Madrid, núm. 3, 2001, p. 24.
56 Sabater Tomàs, Antoni, “Organización y competencia de los tribunales andorranos en
materia civil”, Derecho civil del Principado de Andorra, Colegio de Notarios de Barcelona, 1986,
t. I, p. 31.
57 Ibidem, p. 30.
partes solicite la celebración del juicio oral”, dicta sentencia (segunda dispo-
sición adicional, noveno apartado). También, en conexión con este catálogo
de cuestiones incidentales, encontramos el supuesto de la prejudicialidad
penal, afectando a la suspensión del procedimiento civil, ya que
...la acción civil puede ser ejercida por toda persona que haya sufrido daños y
perjuicios causados por delito o falta. Puede intentarse conjuntamente con la
penal o, separadamente, en juicio civil. En este último caso no se puede ejer-
cer la acción civil hasta que haya sido resuelta la acción penal por sentencia
firme o se dicte auto de sobreseimiento definitivo o provisional (artículo 18
del texto refundido del Código de Procedimiento Penal).
61
Montero Aroca, Juan, “La oralidad y sus principios consecuencia”, Derecho jurisdiccio-
nal. Parte general, Barcelona, J. M. Bosch, 1994, t. I, p. 345.
62 Von Ihering, Rudolph, El espíritu del derecho romano en las diversas fases de su desarrollo, trad.
realizada en 1912 por Enrique Príncipe y Satorres, Granada, Comares, 1998, edición facsí-
mil (unificando los dos tomos en uno), p. 622.
63 Ibidem, p. 623.
64 Simón, Luis María, op. cit., p. 608.
65 Garrido Martín, Eugenio, “Los jueces y sus sentencias: variables psicosociales que
explican la decisión judicial”, Cuadernos de Derecho Judicial, núm. 7, 1997.
66 De la Oliva, Andrés y Fernández, Miguel Ángel, Derecho procesal civil, 4a. ed., Madrid,
Centro de Estudios Ramón Areces, 1995, t. I, pp. 167 y 168.
67 Ibidem, p. 168.
68 Picó Junoy, Joan, “El derecho procesal, entre el garantismo y la eficacia: un debate mal
planteado”, Revista Uruguaya de Derecho Procesal, Montevideo, núm. 3, 2003, p. 402.
Por otra parte, la lectura del fallo de las sentencias civiles, sea a las par-
tes interesadas, sea al procurador, está delegada a los oficiales de la adminis-
tración de justicia… quizá, con este rápido “vademécum” procesal, pudiera
dar la impresión de que el derecho procesal civil andorrano sea impreciso
y errático, con probables sesgos atentatorios a la seguridad jurídica, pero
el desmentido es inmediato, puesto que “el procedimiento civil andorrano
se inspira claramente en el principio de libertad de las normas procesales”
(sentencia del 6 de abril de 1978 del Tribunal Superior de la Mitra), com-
pletando sus lagunas a través de los usos y costumbres.
A pesar de las discrepancias doctrinales sobre la aceptación de la cos-
tumbre como fuente del derecho procesal, y en vez de caer en la tentación
de enunciar la fórmula magistral del ius commune andorrano, es más razo-
nable reconocer que, históricamente, la labor de los tribunales civiles de
apelación ha sido decisiva o, mejor, nomofiláctica,69 en el sentido de formar
jurisprudencia sobre las cuestiones legales discutidas y resueltas en el pleito; se trata de
la especialidad procesal que el doctor Ramos Méndez denomina casación en
interés de la ley.
V. Conclusiones
69 Ramos Méndez, Francisco, Derecho procesal civil, 5a. ed., Barcelona, J. M. Bosch, 1992,
t. II, p. 746.
70 Montero Aroca, Juan, “El principio de oralidad y su práctica en la vigente Ley de
Enjuiciamiento Criminal”, Justicia. Revista de Derecho Procesal, Barcelona, núm. 2, 1983, p. 266.
71 Sentís Melendo, Santiago, La prueba: los grandes temas del derecho probatorio, Buenos Aires,
Ediciones Jurídicas Europa-América, col. Ciencia del proceso, núm. 65, p. 478.
...dos hombres no dan nunca idéntico sentido a una misma palabra. Según
el contexto, la posición que le otorguen, el contexto con que la acompañe y el
misterio, la soledad, la sombra o la luz, la serenidad o el horror sagrado con
que la rodeen, esa palabra cambia, queda transferida, desfigurada o transfi-
gurada, la han metamorfoseado.
continúe practicando, con exquisito rigor técnico,76 una dirección de los deba-
tes orales (en las dimensiones penal y civil) orientada hacia una contundente
defensa de los principios constitucionales que inspiran el proceso: oralidad, bilaterali-
dad, concentración, igualdad de armas y publicidad.77
Detentar una buena preparación técnico-jurídica nos demostrará que
“hacer uso del vocabulario jurídico con precisión es lo que denota la pre-
sencia de un buen jurista, lo que diferencia, ante todo, al buen jurista del
que no lo es… puesto que la palabra es para el jurista el equivalente de los
instrumentos de investigación de los científicos e ingenieros”.78 Nada nuevo
bajo el sol, ya en 1969, Cesáreo Rodríguez-Aguilera afirmó, en su obra El
lenguaje jurídico: “el jurista construye con palabras, como el albañil lo hace
con ladrillos”. Nos abstendremos, tomando la actitud de un jurista perspicax
o porro videns,79 de profundizar en la lamentable asociación entre el ladri-
llo y la mala redacción de algunos juristas. Invito, sin embargo, mediante
la reticencia, a un examen de conciencia con respecto a la narración y/o
descripción oral interna que plasma o, en el peor de los casos, perpetra cual-
quier operador de la sintaxis jurídica; con todo, también cabe respetar otro
dimensionado histórico de la cultura del ladrillo. No en vano, Von Ihering
afirmó: “considero la cocción del primer ladrillo (no estimada nunca quizá
desde el punto de vista histórico) como uno de los hechos más fecundos en
consecuencias de cuantos se han realizado por el hombre sobre la tierra,
como un invento incomparable: supera hasta el del arado, en el respecto del
alcance civilizador y político”.80
En último término, cabe analizar el coste económico de los juicios ora-
les: hace más de un cuarto de siglo que un experimentado jurista afirmó
que “el juicio oral es más caro que el escrito, por cuanto exige mayores
medios”.81 Los datos emanados de las memorias anuales sobre el estado
y funcionamiento de la administración de justicia (y que sería demasiado
prolijo reproducir en esta panorámica, siendo, además, doblemente oneroso
para mí mismo, cual cruce de Prometeo encadenado y de exasperado Sísi-
fo, en un tema prolijo y espinoso como la verificación estadística y también
76
Moreno Millán, Carlos, “El magistrado-presidente. El juicio oral: procedimiento”,
Cuadernos de Derecho Judicial, número especial, 1995, p. 13 (de la versión obtenida en PDF).
77 Ibidem, p. 14.
78 Pérez Royo, Javier, “El derecho constitucional en la formación del jurista”, Revista
Española de Derecho Constitucional, núm. 46, enero-abril de 1996, p. 43.
79 Vallet de Goytisolo, Juan, op. cit.
80 Von Ihering, Rudolph, Prehistoria de los indoeuropeos, trad. de Adolfo Posada, Granada,
Comares, 2008, p. 126.
81 Montero Aroca, Juan, op. cit., p. 306.
88 Vergès, Jacques, “Estrategia judicial en los procesos políticos”, Argumentos, trad. de Ma-
ría Teresa López Pardinas, Barcelona, Anagrama, 2009 (la original es de 1968), p. 19.
89 Martínez García, Jesús Ignacio, “Los derechos humanos y el poder del lenguaje”,
Derechos y Libertades. Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, Madrid, año IV, núm. 7, 1999, p.
336.
90 Ibidem, p. 356.
91 Vázquez Sotelo, José Luis, “Sentència de 30 de julio de 1991”, Jurisprudencia del Tribu-
nal Superior de Corts del Principal d’Andorra. 1991-1993, Andorra la Vella, Consell Superior de la
Justícia del Principat d’Andorra, 2001, p. 13.
La Plata, Argentina.
39
juicio oral público, que fuera desechado. En el orden local, fue en la pro-
vincia de Córdoba en donde se legisló por primera vez un sistema de juz-
gamiento con debate oral, público, contradictorio y continuo, mediante la
Ley No. 3831, de 1939. Dicho sistema se expandió rápidamente: Santiago
del Estero (1941), San Luis (1947), La Rioja (1950), Mendoza (1950), Cata-
marca (1959), Salta (1961), La Pampa (1964), Entre Ríos (1969), Corrientes
(1971) y Chaco (1971). Luego de la recuperación democrática de 1983, las
provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut sancionaron nuevos códigos
procesales penales, y el Congreso de la Nación aprobó en 1991 la Ley No.
23.984, que tomó como base el código cordobés de 1939, con las reformas
de 1970, y que reemplazó al vetusto Código de Procedimiento Penal. En la
provincia de Buenos Aires, por último, se sancionó la Ley 11.922, de 1996,
y en vigor a partir de 1998, que consagra un sistema de juzgamiento oral y
público.1
2. En la primera etapa de recepción, por influjo principalmente de las
fuentes italianas, se modeló un sistema mixto que combinaba la escritura,
reservada a los actos constitutivos, postulatorios y decisorios en general, con
la oralidad, prevaleciente en la recepción de las pruebas en un acto concen-
trado de vista de la causa y en los alegatos de clausura.
De ese modo se aseguraban las ventajas de la oralidad, que reposan,
más que en sí misma como técnica procesal, en la circunstancia de constituir
el escenario que mejor y más adecuadamente posibilita la actuación de los
principios y reglas fundamentales de la inmediación, concentración, celeri-
dad, publicidad, probidad y buena fe, flexibilidad de las formas e identidad
de los jueces. En ese esquema, el valor seguridad dentro del proceso apunta
a la garantía de los justiciables y se materializa en el esclarecimiento de los
hechos que sirven de punto de apoyo al derecho sustancial, cuya protección
aquéllos persiguen; a su vez, el respeto por los hechos y su verdad objetiva
reposa no sólo en los mayores poderes reconocidos a los jueces —contenido
formal—, sino también y decisivamente en la posibilidad de actuar los prin-
cipios de inmediación y concentración —contenido concreto—. La inme-
diación, de su parte, presupone la identidad del juez que instruye la causa
y la decide, en razón de ser él quien ha conocido directamente los hechos.
Por consecuencia, en el modelo tradicional, en relación con las cuestiones
fácticas, la causa se decide definitivamente en una única instancia ante un
tribunal colegiado, desde que en la publicidad absoluta de los actos y en la
colegialidad del órgano residen las garantías del sistema.
1
Maier, J. B. J., Derecho procesal penal, vol. I: Fundamentos, Buenos Aires, Editores del Puer-
to, 2004, pp. 647-653.
8
Cfr.
dictamen del procurador general en el caso “Casal” —C. 1757.XL, sentencia del
20 de septiembre de 2005—, con cita de la sentencia de la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos en el caso “Herrera Ulloa vs. Costa Rica”, Serie C, N° 107, sentencia del 2 de
julio de 2004, parágrafo 161 (véase, también, Pastor, Daniel R., La nueva imagen de la casación
penal, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2001, pp. 130 y ss.).
9 Véase la nota anterior (consultar sitio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación:
www.csjn.gov.ar).
10 Se cita en la sentencia la doctrina alemana de la Leistungsfahigkeit (teoría de la máxima
capacidad de rendimiento). Sobre el tema véase Pérez Barberá, G., “La casación penal y la
llamada «capacidad de rendimiento». Con motivo del caso «Casal»”, La Ley 2006-E, Suple-
mento Penal, 2006, p. 1306.
11 Señala la Corte que esa limitación es fáctica, y que está impuesta por la naturaleza de
las cosas y que, por ende, debe apreciarse en cada caso.
1. Introducción
12
CSN, S 1482. XLI. Recurso de Hecho, en “Salto, Rufino Ismael s/ abuso sexual agra-
vado”, causa No. 117/04 (véase sitio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: www.csjn.
gov.ar).
13 Véanse causas P. 96.779, sentencia del 17 de agosto de 2007; P. 71.958, sentencia del
23 de abril de 2008; P. 95.291, sentencia del 13 de agosto de 2008; P. 89.721, sentencia del 8
de octubre de 2008; P. 87.590, sentencia del 18 de marzo de 2009; P. 91.122, sentencia del
6 de mayo de 2009; P. 98.198, sentencia del 6 de mayo de 2009; P. 91.122, sentencia del 6 de
mayo de 2009; P. 84.516, sentencia del 3 de junio de 2009, y P. 83.459, sentencia del 10 de
junio de 2009, entre otras (www.scba.gov.ar).
15
Vázquez Rossi, J., Código Procesal Penal de la Nación. Ley 23.984, Santa Fe, Rubinzal-
Culzoni, pp. 13-17, primera parte: “Aspectos introductorios y etapa intermedia”.
20
Navarro-Daray, op. cit., p. 359.
21
En la Nota de Elevación del Proyecto, la Comisión enfatizaba que “la oralidad plena,
ya adoptada por los anteriores proyectos de reforma, es el método que mejor se compadece
con la máxima aproximación a la verdad procesal, determinada por la inmediación del
juzgador, y la publicidad de los debates responde al principio republicano de gobierno, ad-
mitiendo a la ciudadanía como protagonista y observadora crítica, en el ejercicio del control
de la conducta y la solvencia funcional de los organismos judiciales en su actuación específica
y en el acierto de sus decisiones”; y que “el sistema acusatorio, por su parte, con la adecua-
ción al mismo de las reglas del debate y la investigación a cargo del agente fiscal, coloca a
la acusación y a la defensa en paridad de situaciones en el proceso. Este método, tanto en
su proyección histórica cuanto en el derecho comparado actual, es el que sin duda más se
consustancia con las instituciones democráticas y es el que con mayor eficacia permite obte-
ner la decisión justa del caso penal, privilegiando la función estrictamente jurisdiccional del
juzgador y preservando su imparcialidad”.
22 El tema de la inmediación es central en la cosmovisión de la oralidad como sistema de
juzgamiento. Hemos visto cómo esa nota impacta en la manera de revisar integralmente la
sentencia en consonancia con el derecho al recurso que emerge del artículo 8.2.h de la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos y 14.5 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos. Muy razonadas aparecen las apreciaciones que sobre la noción de inme-
diación, en un proceso acusatorio, esbozan Falcone y Madina (El proceso penal en la provincia de
Buenos Aires, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2005, pp. 158 y 159).
23 Ibidem, pp. 390 y ss.
24 Bertolino, P. J., Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos Aires comentado y anotado con
jurisprudencia provincial, 8a. ed., Buenos Aires, LexisNexis, junio de 2005, p. 478.
A. El procedimiento de flagrancia
27
Bertolino,
P. J., op. cit., vol. II, p. 579.
28
Compartimos la preocupación de Falcone y Madina cuando señalan: “Entendemos
que esta especie de justicia fulminante, cuya infalibilidad la habrá de soportar el reo, tal
como ha sido legislada, habrá de reforzar prácticas inquisitivas que pretendieron desterrarse
con la sanción de la Ley 11.922” (op. cit., p. 677).
29 La Ley 13.943 (Boletín Oficial del 10 de febrero de 2009) modificó el artículo 284 ter
del CPP. Por ella, la determinación del caso como de flagrancia es una atribución del fiscal,
quien, mediante resolución fundada, deberá así declararlo. En caso de que la defensa discre-
pe, con indicación específica de los motivos de agravio y sus fundamentos, será susceptible
de revisión por el juez de garantías.
B. El juicio directísimo
C. El juicio correccional
D. La audiencia preliminar del artículo 168 bis del CPP, según las leyes
13.449 y 13.480
33
Ibidem, p. 563.
34
La Suprema Corte de Justicia de la Provincia, en ejercicio de la competencia que
el CPP le otorgó para el dictado de normas prácticas (artículo 5o.), dictó la Resolución
764/2004 por la que estableció que la modificación era aplicable para los delitos acaecidos
a partir del día de entrada en vigencia de la Ley 13.183.
35 Gorsd, P., “Comentario sobre la Ley 13449 de Reforma del Código Procesal Penal de
la Provincia de Buenos Aires”, Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, Buenos Aires, 10/2006,
pp. 1964 y 1965.
36 Señala la parte final del nuevo artículo 22: “En caso de existir dos o más imputados
con pluralidad de defensores, la elección por uno de ellos del juzgamiento colegiado, obliga-
rá en igual sentido a los restantes, y en el caso de que fueran dos, la opción de uno de ellos
obligará al otro”.
37 El 15 de mayo de 2009 el Tribunal Criminal No. 4 del Departamento Judicial de Mo-
rón, en la causa No. 3026, declaró la inconstitucionalidad del artículo 22 del CPP, fruto de la
reforma de la Ley 13.943, en tanto dispone el juzgamiento unipersonal de delitos criminales
(véase www.scba.gov.ar, sección Novedades).
lo criminal del mismo departamento judicial (artículo 21, inciso 2); por otro
lado, se mantiene la integración con tres jueces para los restantes supuestos
de actuación, pudiendo dictarse resolución con el voto coincidente de dos
de ellos (artículo 21, incisos 1, 3 y 4).
C. Por el artículo 127 bis se crean las Secretarías de Gestión Adminis-
trativa en materia penal en cada departamento judicial que tendrán a su
cargo —entre otras— las tareas de administración del calendario de au-
diencias (inciso 4), administrar y coordinar el uso de las salas de audiencia
(inciso 5), organizar el ingreso del público a las audiencias (inciso 6), man-
tener un registro actualizado de audiencias programadas, realizadas y sus-
pendidas (inciso 10), etcétera.
Sin perjuicio de la prueba que haya de ser recogida hasta diez días antes
de la audiencia, la vista de la causa se llevará a cabo en la fecha fijada, bajo
la dirección del juez, y en ella se intentará nuevamente la conciliación y, en
caso contrario, procederá a recibirse la totalidad de las pruebas admitidas
(artículos 846-850), dejándose en acta constancia de lo sustancial. Fuera
del pedido de aclaratoria, contra la sentencia definitiva procederán, en su
caso, tan solo los recursos extraordinarios previstos en la Constitución pro-
vincial.40
La experiencia de los tribunales de familia bonaerenses en su primera
década de vigencia ha sido en general fructífera, pudiendo resaltarse las
ventajas que ofrece el sistema oral. Sin embargo, se vio empañada por la
sobrecarga que sufrieron los órganos ante el incesante incremento de la li-
tigiosidad, que no estuvo acompañada por el necesario ajuste del número
de magistrados, infraestructura y preceptiva correspondiente. En una nue-
va etapa de su evolución, se convirtieron los originarios tribunales colegia-
dos en órganos unipersonales monocráticos, reforma que sancionó la Ley
13.634 de 2006 junto con adecuaciones formales, siguiendo las tendencias
que se observan en la legislación comparada y que permiten alentar expec-
tativas favorables para el futuro.
40 Para una explicación detallada del procedimiento ante los tribunales familiares y sus
aplicaciones jurisprudenciales: Berizonce, R. O. et al., op. cit., pp. 157 y ss.
41 Sobre el fuero laboral bonaerense: Baños, H. A., La apreciación de la prueba en el proceso
laboral, Buenos Aires, Arayú, 1954; Brito Peret, J. I. y Comadira, G. L., Procedimiento laboral
en la provincia de Buenos Aires. Ley 7718, comentada, anotada y concordada, 2a. ed., Buenos Aires,
Astrea, 1995.
42
Por todos: Cappelletti, M., La oralidad y las pruebas…, cit., pp. 34 y ss., 111 y ss.; Denti,
V., Un projetto…, cit., p. 314.
43
Sobre este aspecto: Oteiza, E. D., “El fracaso de la oralidad en el proceso civil argentino”,
en Carpi, F. y Ortells, M. (eds.), Oralidad y escritura en el proceso civil eficiente, Universidad de
Valencia, 2008, pp. 413-426.
44
Denti, V., op. cit., pp. 311 y 312.
45 Berizonce, R. O., “El problema de la ineficacia del sistema judicial. Algunas propuestas
de solución”, en Romero Seguel, A. (coord.), Estudios de derecho en homenaje a Raúl Tavolari Olive-
ros, Santiago de Chile, LexisNexis, Instituto Chileno de Derecho Procesal, 2007, pp. 107 y ss.
46 Vargas Viancos, J. E., Eficiencia en la justicia en sistemas judiciales, Santiago de Chile,
CEJA, 2003, núm. 6, pp. 87-90 y ss.
47
La oralidad procesal en Iberoamérica, declaración de la XIV Cumbre Judicial Iberoameri-
cana, Brasilia, 4-6 de marzo de 2008, disponible en: www.cumbrejudicial.org.
48 Así quedó evidenciado en el coloquio sobre Administración de justicia en Iberoamérica y
sistemas judiciales comparados, Ovalle Favela, J. (coord.), México, UNAM, 2006, passim.
I. Consideraciones generales
67
puniendi será ejercido a plenitud dentro de los límites que establece el orde-
namiento jurídico-constitucional.
En palabras de Roxin,4 el derecho procesal penal es el sismógrafo de la
Constitución, y el proceso penal tiene una actualidad política, la cual signi-
fica que cada cambio esencial en la estructura política (sobre todo una mo-
dificación de la estructura del Estado) también conduce a transformaciones
del procedimiento penal.
Así, el proceso penal se encuentra regulado esencialmente por la Cons-
titución boliviana; por tanto, tiene que desarrollarse respetando escrupulo-
samente los principios y garantías constitucionales.5 Como sostiene Durán
Ribera,6 los preceptos procesales descritos por la Constitución constituyen
el marco general básico para los legisladores y los operadores jurídicos. Este
autor considera que una de las características más relevantes de la moderna
doctrina del derecho penal constitucional consiste en someter a estudio y
debate todos y cada uno de los principios y garantías constitucionales que
orientan el sistema penal, con la finalidad de empezar el estudio de la legis-
lación penal por donde debe comenzar, esto es, por la base jurídica funda-
mental en la que se asienta el sistema: su orden constitucional.
Cabe aclarar que ni la Constitución ni el Código procesal recogen todos
los principios rectores que informan el proceso penal y, en especial, el juicio
oral y público. El Código procesal (artículo 1o.) comienza proclamando que
“nadie será condenado a sanción alguna si no es por sentencia ejecutoria-
da, dictada luego de haber sido oído previamente en juicio oral y público,
celebrado conforme a la Constitución, las convenciones y tratados interna-
cionales vigentes y este Código”.
El constituyente ha diseñado que el juicio oral y público tiene que ce-
lebrarse conforme a la Constitución y a los convenios y tratados interna-
cionales ratificados por Bolivia. La ley fundamental (artículos 109 a 121)
reconoce las garantías jurisdiccionales que Díaz Cabiale y Martín Morales7
identifican como principios o derechos fundamentales procesales.
4
Roxin, C., Derecho procesal penal, Buenos Aires, Editorial del Puerto, 2000, p. 10.
5
El Tribunal Constitucional (SC No. 1036/2002, del 29 de agosto) no sólo ha creado
y consolidado una jurisprudencia en defensa de los principios constitucionales rectores del
proceso penal, sino también ha establecido que el juicio oral y público se encuentra configu-
rado en tres etapas: 1) la etapa preparatoria; 2) la etapa intermedia, y 3) el juicio propiamente
dicho (oral y público); redefinió la estructura de la etapa preparatoria del juicio y estableció
cuándo se inicia el proceso penal, entre otras cosas.
6 Durán Ribera, W., Principios, derechos y garantías constitucionales, Santa Cruz de la Sierra,
El País, 2005, p. 124.
7 Díaz Cabiale, J. A. y Martín Morales, R., La garantía constitucional de la inadmisión de la
prueba ilícitamente obtenida, Madrid, Civitas, 2001, p. 53.
8 La ley fundamental (artículo 13.II) reconoce que los derechos que proclama esta Cons-
titución no serán entendidos como negación de otros derechos no enunciados.
9 SC No. 773/2005-R.
A. Principio acusatorio
El juicio oral y público (al igual que todo el proceso penal) se inscribe en
el sistema acusatorio. El Código procesal (artículo 342) establece que el jui-
cio se podrá abrir sobre la base de la acusación del fiscal o la del querellante,
indistintamente. La norma recoge de forma expresa las características de
este sistema cuando advierte que en ningún caso el tribunal podrá incluir
hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de
oficio ni abrir el juicio si no existe, al menos, una acusación.10
Como sostiene Cortés Domínguez,11
En opinión de Armenta Deu,12 este principio exige que haya una con-
tienda procesal entre dos partes contrapuestas, y que la resolución la tome
un órgano que se coloca por encima de ambas; es decir, que las partes tienen
que estar separadas de la función de juzgar. La diferenciación entre las tres
funciones procesales: la acusación, que es propuesta y sostenida por perso-
10 El Tribunal Constitucional (SC No. 168/2002, del 27 de febrero) ha dejado claramen-
te establecido que el principio acusatorio implica la diferencia de la función que tienen los
jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de investigación, con la función que realizan
los fiscales, que es la de acusar e investigar, quienes ya no efectúan actos jurisdiccionales. En
consecuencia, al estar ahora repartidas claramente las tareas de dichas autoridades (jueces
y fiscales), se tiene que el juez por cuenta propia o de oficio ya no puede efectuar investiga-
ciones ni disponer aplicación de ninguna medida cautelar de carácter personal, por cuanto
un juicio sólo se puede realizar sobre la base de una acusación efectuada por el fiscal o el
querellante; en caso contrario el juez atentaría contra el principio ne procedart judex ex oficio y
nemo iudex sine actore. En el mismo sentido, el Tribunal Supremo (TS) español (sentencias del
TS del 7 de marzo y 1o. de abril de 1991; 25 de enero de 1993 y 12 de abril de 1995, entre
otras) ha considerado que el principio acusatorio significa que los órganos jurisdiccionales:
a) no pueden penar un delito más grave que el que ha sido objeto de acusación; b) tampoco
pueden castigar infracciones que no hayan sido objeto de acusación; c) ni penar un delito
distinto al que ha sido objeto de acusación, aunque la pena de una y otra infracción sean
iguales, o incluso la correspondiente al delito innovado sea inferior a la del delito objeto de
acusación, a menos que reine entre ellos una patente y acusada homogeneidad, y d) tampoco
pueden apreciar circunstancias agravantes o subtipos agravados que no han sido invocados
por la acusación.
11 Cortés Domínguez, V. et al., Derecho procesal…, cit., p. 250.
12 Armenta Deu, T., Principio acusatorio y derecho penal, Barcelona, Bosch, 1995, p. 90.
nas distintas del juez; la defensa, con derechos y facultades iguales a las del
acusador, y la decisión por un órgano judicial independiente e imparcial,
conlleva la necesidad de que alguien (el Ministerio Público) sostenga la ac-
ción para que se pueda configurar un verdadero proceso contradictorio.
Las Naciones Unidas,13 por su parte, se han encargado de recomendar
que “las funciones investigadora y de persecución estarán estrictamente se-
paradas de la función juzgadora...”, y lo hacen convencidas de que quien
investiga no puede ser imparcial porque la investigación, quiérase o no, se
relaciona con la idea de acusación.
Con este propósito, el Código procesal (artículo 279) establece que “los
fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales ni los jueces actos de inves-
tigación que comprometan su imparcialidad”. El juez o tribunal tampoco
podrá incluir hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, produ-
cir prueba de oficio ni abrir el juicio sin una acusación.
El Tribunal Constitucional boliviano14 ha dejado claramente estableci-
do que el principio acusatorio implica la diferencia de la función que tienen
los jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de investigación, con la
función que realizan los fiscales, que es la de acusar e investigar, quienes ya
no efectúan actos jurisdiccionales.
Este principio rector del juicio oral y público, según la Constitución (ar-
tículos 115.II y 117.I), garantiza el derecho al “debido proceso, a la defensa
y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y sin dilacio-
nes”; además, “ninguna persona puede ser condenada sin haber sido oída y
juzgada previamente en un debido proceso” y “nadie sufrirá sanción penal
que no haya sido impuesta por autoridad judicial competente en sentencia
ejecutoriada”.
El Código procesal (artículo 1o.), por su parte, comienza consagrando
expresamente que “nadie será condenado a sanción alguna si no es por sen-
tencia ejecutoriada, dictada luego de haber sido oído previamente en juicio
13
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia Penal,
“Reglas de Mallorca”, sesiones de trabajo que tuvieron lugar los días 23, 24 y 25 de noviem-
bre de 1990; 3, 4 y 5 de mayo de 1991; 5, 6, 7 y 8 de septiembre de 1991, y 14, 15 y 16 de
febrero de 1992, realizadas por invitación de la Cancillería Adjunta a la Presidencia del
Gobierno Balear y con la cooperación de la Subdivisión de Prevención del Delito y Justicia
Penal de la oficina de Naciones Unidas en Viena.
14
SC No. 168/02-R, del 27 de febrero.
a. La oralidad
1) Las pruebas que se hayan recibido conforme a las reglas del anticipo de
prueba, sin perjuicio de que las partes o el tribunal exijan la compare-
cencia personal del testigo o perito, cuando sea posible.
2) Las declaraciones o dictámenes producidos por comisión o informe,
cuando el acto se haya producido por escrito, conforme a lo previsto por
ley, sin perjuicio de que las partes o el tribunal exijan la comparecencia
del testigo o perito, cuando sea posible.
3) La denuncia, la prueba documental, los informes y las actas de reco-
nocimiento, registro o inspección practicadas conforme a lo previsto en
este Código.
b. La inmediación
18 Montero Aroca, J., Los principios políticos de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, Valencia,
Tiran lo Blanch, 2001, p. 175.
c. La publicidad
19
Montero Aroca, J. et al., Derecho jurisdiccional, t. I: Parte general, 13a. ed., Valencia, Tirant
lo Blanch, 2004, p. 389.
El Código procesal (artículo 116) proclama que los actos del proceso se-
rán públicos y, en el marco de las responsabilidades establecidas por la Ley
de Imprenta, exige que las informaciones periodísticas sobre un proceso pe-
nal se abstengan de presentar al imputado como culpable, en tanto no recai-
ga sobre él una sentencia condenatoria ejecutoriada. El precepto introduce,
excepcionalmente, la reserva, que puede ser total o parcial, cuando: a) afecte
el pudor o la vida privada de alguna de las partes o de otra persona citada;
b) corra riesgo la integridad física de los jueces, de alguna de las partes, o
de alguna persona citada; c) peligre un secreto oficial, particular, comercial
o industrial previsto legalmente, y d) el imputado o la víctima sea menor de
dieciocho años.
2. Presupuestos procesales
A. La acusación
El inicio y realización del juicio oral y público depende de que haya una
acusación, que puede ser del fiscal o del querellante. La necesidad de que
la acusación se haya convertido en un presupuesto procesal previo al mo-
mento cumbre del proceso penal lo consagra el artículo 342 del Código pro-
cesal, cuando advierte que en ningún caso el juez o tribunal podrá incluir
hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de
oficio ni abrir el juicio si no existe una acusación.
La acusación, como mínimo, contendrá:
D. Incidentes y excepciones
21
Con la finalidad de restituir la confianza en el sistema judicial, el Código procesal (ar-
tículo 52) ha introducido en el sistema penal a los jueces ciudadanos, que vienen a conformar
los tribunales de sentencia, integrados por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos. Estos
jueces tienen las mismas atribuciones que los técnicos y serán competentes para conocer la
sustanciación y resolución del juicio en todos los delitos de acción pública. La ley (artículo
57) establece que para ser juez ciudadano se requiere: 1) ser mayor de veinticinco años; 2)
estar en pleno ejercicio de los derechos ciudadanos; 3) tener domicilio, y 4) tener profesión,
ocupación, oficio, arte o industria conocidos. La función de juez ciudadano será remunerada
(los empleados públicos o privados se declaran en comisión con goce de haberes y en el caso
de los independientes se asigna una remuneración equivalente al 50% del haber diario que
percibe un juez técnico).
22 El Código procesal (artículo 52) establece que los tribunales de sentencia estarán in-
tegrados por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos y serán competentes para conocer
la sustanciación y resolución del juicio en todos los delitos de acción pública. La disposición
advierte que en ningún caso el número de jueces ciudadanos será menor al de jueces técni-
cos, y que el presidente será elegido de entre los jueces técnicos.
23
SC No. 1168/2005.R, del 26 de septiembre.
24
SC No. 789/2002-R, del 2 de julio.
25
Gimeno Sendra, V. et al., Derecho procesal…, cit., p. 97.
2. La prueba ilícita
26
Miranda Estrampes, M., El concepto de prueba ilícita y su tratamiento en el proceso penal, Bar-
celona, Bosch, 1999, p. 18.
C. Intervención de la víctima
2. Deliberación y sentencia
A. La deliberación
B. La sentencia
C. La estructura externa
E. La congruencia
Con esta finalidad, el Código procesal (artículo 341.2) exige que la acu-
sación deba efectuar una relación precisa de las circunstancias en las que se
ha producido el delito atribuido al imputado, esto es, relatar con objetividad
todo cuanto sucedió al cometerse el hecho delictivo, objeto del juicio oral
y público.
Tal como sostiene Gómez Colomer,30 la correlación se expresa en el fa-
llo de la sentencia, y recoge las posiciones jurídicas de la partes acusadoras
y acusadas, aunque la posición jurídica de la defensa no sea vinculante para
el tribunal. Hay que analizar la acusación porque en ella se fija el hecho
delictivo imputado a una persona, que constituye el objeto del proceso pe-
nal. Motivación y correlación presentan lugares comunes de importancia,
pues comparar no quiere decir leer atentamente su parte dispositiva, sino
toda ella, lo que significa en concreto atender a los fundamentos fácticos y
jurídicos de las partes.
Los hechos que se encuentran en la acusación del fiscal no se pueden
cambiar o modificar, a diferencia de la calificación jurídica o tipificación
del delito. El Tribunal Constitucional boliviano31 ha reiterado que son los
hechos, y no la calificación del tipo, el objeto del juicio oral, extremo que
tiene asidero bajo un doble aspecto: por un lado el hecho en sí mismo, para
determinar si es real y si configura delito, y, por otro, de la persona a la que
se le imputa el hecho, a efecto de establecer si es responsable o no y mere-
cedora de la sanción.
En tal sentido, el tribunal analizará, a la conclusión del juicio oral y
público, el conjunto de la prueba producida en el debate por las partes
para contrastarla con los hechos punibles acusados, y sobre esa base podrá
concluir si el delito correspondía o no a la conducta delictiva imputada por
la acusación y, en consecuencia, sentenciará: condenando o absolviendo al
imputado.
F. Clases de sentencia
a. Sentencia absolutoria
b. Sentencia condenatoria
Las medidas de seguridad que puede imponer el tribunal son las si-
guientes:
4. Sanciones no penales
El Código Penal (artículo 71) alude a todas estas medidas, como el deco-
miso, la confiscación y la destrucción de objetos, que vienen a ser también
consecuencias de la sentencia condenatoria, aunque no son propiamente
sanciones penales. La comisión de un delito lleva aparejada la pérdida de
los instrumentos con que se hubiere ejecutado y de los efectos que de él
provinieren, los cuales serán decomisados, a menos que pertenecieran a un
tercero no responsable, quien podrá recobrarlos. Los instrumentos decomi-
sados podrán ser vendidos en pública subasta si fueren de lícito comercio,
para cubrir la responsabilidad civil en casos de insolvencia; si no lo fueran,
se destruirán o inutilizarán.
funciones en los diversos momentos de la acción punitiva del Estado: en el primer momento,
el legislador, cuando prohíbe una conducta amenazándola con una pena, está orientado,
fundamentalmente, a cumplir la función de prevención general, dado que se amenaza a
los miembros de la comunidad para que no realicen la conducta considerada delictiva y, en
forma secundaria, se toma en cuenta la idea de retribución, por cuanto debe existir propor-
cionalidad entre el daño ocasionado por el delito y la pena que se le atribuye; en el segundo
momento, cuando el delito se ha cometido, y se impone la pena a un determinado individuo,
predomina el criterio retributivo, a fin de que exista una proporcionalidad entre la conducta
realizada, el grado de culpabilidad y la intensidad de la pena, aunque no se excluyan aspec-
tos preventivos especiales. Finalmente, la ejecución de la sanción penal está orientada por
fines de prevención especial, buscando la reeducación y resocialización del condenado, fines
que sólo pueden entenderse haciendo referencia a la dignidad de la persona y al libre desa-
rrollo de la personalidad, buscando una readaptación al sistema, que a su vez sea respetuosa
del pluralismo ideológico que debe existir en un Estado democrático.
El Código Penal (artículo 185 bis) establece que en los casos de legitima-
ción de ganancias ilícitas se dispondrá el decomiso: 1) de los recursos y bie-
nes provenientes directa o indirectamente de la legitimación de ganancias
ilícitas adquiridas desde la fecha del más antiguo de los actos que hubieren
justificado su condena, y 2) de los recursos y bienes procedentes directa o in-
directamente del delito, incluidos los ingresos y otras ventajas que se hubie-
ren obtenido de ellos, y no pertenecientes al condenado, a menos de que su
propietario demuestre que los ha adquirido pagando efectivamente su justo
precio o a cambio de prestaciones correspondientes a su valor; en el caso
de donaciones y transferencias a título gratuito, el donatario o beneficiario
deberá probar su participación de buena fe y el desconocimiento del origen
ilícito de los bienes, recursos o derechos. La norma advierte que cuando
los recursos procedentes directa o indirectamente del delito se fusionen con
un bien adquirido legítimamente, el decomiso de ese bien sólo se ordenará
hasta el valor estimado, por el juez o tribunal, de los recursos que se hayan
unido a él.
I. Introdução
São Paulo.
*** Doutor em Direito Processual pela Faculdade de Direito da Universidade de São Paulo.
97
3. Procedimento trabalhista
2. Procedimento sumaríssimo
Por outro lado, essa concentração permite que, na maioria das vezes, o
mesmo juiz participe da fase preliminar e do processo, tendo contato direto
com as provas e com as partes. Acompanhará os atos que podem ou não
conduzir à conciliação quanto à reparação do dano e à aplicação imediata
de multa ou restrição de direito, ouvindo as razões das partes e da vítima.
Posteriormente, presenciará os atos de instrução, devendo sentenciar em
seguida.
Cumpre observar que a competência do Juizado Especial Criminal, por
disposição constitucional, se limita às infrações penais de menor potencial
ofensivo, tendo a lei estabelecido a competência do Juizado para o proces-
samento e julgamento das contravenções penais e dos crimes punidos, em
tese, com a pena máxima de dois anos. É, portanto, a esses casos que se
aplica o procedimento sumaríssimo acima descrito.
O processo eletrônico
V. Conclusões
I. Platón y la oralidad
109
Sócrates. —He oído contar, pues, que en Naucratis de Egipto vivió uno de los
antiguos Dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llaman Ibis, y que
el nombre del Dios mismo era Theuth. Este fue el primero que inventó los
números y el cálculo, la geometría y la astronomía, a más del juego de damas
y de los dados, y también los caracteres de la escritura. Era entonces Rey
en todo el Egipto. Thamus, cuya Corte está en la gran ciudad de la región
alta que los Griegos llaman Tebas de Egipto, y cuyo nombre es Ammón, y
Theuth vino al rey y le mostró sus artes, afirmando que debían comunicarse
a los demás egipcios. Thamus entonces le preguntó qué utilidad tenía cada
una, y a medida que su inventor las explicaba, según le parecía que lo que de-
cía estaba bien o mal, lo censuraba o lo elogiaba. Así fueron muchas, según se
dice, las observaciones que, en ambos sentidos, hizo Thamus a Theuth sobre
cada una de las artes, y sería muy largo exponerlas. Pero cuando llegó a los
caracteres de la escritura: “Este conocimiento, oh Rey —dijo Theuth—, hará
más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elixir de la memoria y
de la sabiduría lo que con él se ha descubierto”. Pero el Rey respondió: “¡Oh,
ingeniosísimo Theuth! Una cosa es ser capaz de engendrar un arte, y otra
ser capaz de comprender qué daño o provecho encierra para los que de ella
han de servirse, y así tú, que eres el padre de los caracteres de la escritura,
por benevolencia hacia ellos les has atribuido facultades contrarias a las que
poseen. Esto, en efecto, producirá en el alma de los que lo aprenden el olvido
por el descuido de la memoria, ya que, fiándose a la escritura, recordarán de
un modo externo, valiéndose de caracteres ajenos; no desde su propio interior y
de por sí. No es, pues, el elixir de la memoria, sino el de la rememoración lo
que han encontrado. Es la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que
procuras a tus alumnos: porque, una vez que hayas hecho de ellos eruditos
sin verdadera instrucción, parecerán jueces entendidos en muchas cosas, no
entendiendo nada en la mayoría de los casos, y su compañía será difícil de
soportar, porque se habrán convertido en sabios de su propia opinión, en
lugar de sabios”.1
1
Véase Fedro, 274 b-278 e. Uno de los grandes.
4. La República de Platón
sobre todo, por este descubrimiento, se le añade una alabanza brillantísima: la de haber sido
Homero el primer historiador que nos ha llegado de todo el mundo gentil; por lo que ahora,
sus dos poemas deberán elevarse al alto rango de ser dos grandes tesoros de las costumbres
de la antigua Grecia”. Una vez más, es preciso decir, sin embargo, que más allá de las ge-
niales intuiciones de Vico, estas tesis se imponen al plano histórico y científico mediante la
técnica y la pericia metodológica con la cual la presenta Havelock. Y exactamente en este
punto radica su gran mérito.
5 Havelock explica con eficacia: ¿Cómo se conserva esta expresión en las sociedades
prealfabéticas? No cabe eludir la respuesta: en la memoria viva de los hombres, que primero
son jóvenes y luego viejos, y luego mueren. De un modo u otro, la memoria social colectiva
—persistente y fiable— constituye un requisito previo absoluto, en el plano social, para que
una civilización mantenga en funcionamiento su maquinaria. Pero ¿cómo hará la memoria
viva para retener una expresión lingüística tan elaborada sin resignarse a que ésta vaya
cambiando en las sucesivas transmisiones de generación en generación, perdiendo así fijeza
y autoridad? Aún hoy, nos bastará con hacer circular un simple mensaje por una cadena de
personas para comprender que la tarea de preservación nunca pudo corresponder a la prosa
(tomado de Reale, op. cit., p. 58).
6
Reale, op. cit., p. 58.
7
Escribe Reale: Una vez más, con intuición genial, Vico captó también este punto. Para
él, los pueblos eran al principio como niños. Y “en los niños la memoria es muy vigorosa”;
de ahí que su fantasía sea vívida en exceso, pues ésta no es sino una memoria dilatada o
compuesta. Y he aquí el punto clave: “los niños tienen una gran facilidad para imitar, y así
observamos cuánto se divierten el imitar lo que son capaces de aprender”. Y la conclusión es
la siguiente: “Esta dignidad demuestra que en su infancia el mundo era de naciones poéticas,
pues la poesía no era sino imitación” (ibidem, p. 61).
— Cuando uno habla vistiendo las ropas de otro, ¿no diremos acaso que pro-
curará adaptar, tanto cuanto pueda, su modo de expresarse el personaje que
enuncia como interlocutor del discurso?
— Lo diremos, ciertamente.
— Y entonces, adaptarse a otro en el timbre de voz o en el aspecto, ¿no es
acaso imitar aquél cuyas ropas se está vistiendo?
— ¿Y con esto?
Por lo que parece, al hacer esto, Homero mismo y todos los otros
poetas construyen su narración sobre la base de la imitación.
5) La imitación de una gran cantidad de modelos compromete la uni-
dad de la personalidad y la dispersan en una multiplicidad desorde-
nada y contradictoria que corrompe las costumbres.
Él dice, explícitamente: “— ¿O no has advertido acaso que la imi-
tación, cuando se la prosigue mucho más allá de la edad de la juven-
tud, se consolida en forma de costumbre y de naturaleza, tanto por lo
que respecta al cuerpo, cuanto a la voz, cuanto al modo de pensar?”.
9. Los motivos de la negatividad de la mimesis sobre los que se basan los contenidos
de los enunciados poéticos, más allá de su forma
Dice Platón:
— Parece, pues, que hemos quedado totalmente de acuerdo en esto: que todo
imitador no tiene sino un conocimiento muy superficial de lo que imita, que
su arte no tiene nada de serio, y que no es más que un juego de niños; y la
segunda que todos los que se dedican a la poesía trágica, ya compongan en
yambos, ya en versos épicos, son todo lo imitadores que se puede ser.
— Sin duda.
— Pero ¡qué! ¿esta imitación —exclamé yo— no está distante de la verdad
tres grados, por Zeus?
— Sí.
11. La imitación, siendo mala de suyo y uniéndose a lo que hay de malo en nosotros,
sólo puede producir efectos malos
No exijamos, sin embargo, de Homero ni de los demás poetas que nos den
razón de las mil cosas que nos han hablado. No les preguntemos si eran mé-
Afirma Chiovenda:
La experiencia derivada de la historia permite añadir aún que el proceso oral
es el mejor y más conforme con la naturaleza y las exigencias de la vida mo-
derna, porque sin comprometer en lo más mínimo, antes bien, garantizando,
la bondad intrínseca de la justicia, la proporciona más económicamente, más
simple y prontamente.
3. La propaganda de Chiovenda
Dice Chiovenda:
espontaneidad de las declaraciones de alguien, sea parte, sea testigo, sea pe-
rito, es evidente que el contacto directo y personal de éstos con el juez, pone
al juez en situación de apreciar mejor la declaración. Y si la verdad de los
hechos debe resultar de un contradictorio, sea de parte, testigos o peritos, la
confrontación pierde toda eficacia en el escrito que la reproduce.
Además agrega:
5. Función de la escritura
Oralidad, pues, en este sentido, por así decirlo, inmediato, significa que el juez
debe conocer de las actividades procesales (deducciones, interrogatorios, exá-
3) El juez del proceso oral está constituido desde el comienzo del plei-
to hasta la decisión por las mismas personas físicas. Y esto resulta
apenas obvio si el proceso es oral, pero si el juez que falla tiene que
hacerlo con base en un escrito de lo que dijo por ejemplo el testigo,
el proceso será indudablemente escrito. Las impresiones de quien
recibió las pruebas no pueden transferirse, y por consiguiente dice
Chiovenda:
…puesto que cuanto más próximas a la decisión del juez son las actividades
procesales, tanto menor es el peligro de que la impresión adquirida por éste
se borre y de que la memoria lo engañe; y tanto más fácil resulta mantener
la identidad física del juez, que, en cambio, en un largo periodo puede fá-
cilmente cambiar, por traslado, defunción, enfermedad, ascenso, retiro, et-
cétera. Este principio de la concentración es la consecuencia principal de la
oralidad, y la que más influye en la brevedad de los pleitos. Decir oralidad es
lo mismo que decir concentración. Y precisamente aquí es donde se manifiesta
mejor la diferencia entre el proceso oral y el escrito; mientras el oral tiende,
necesariamente, a concretarse en una o pocas audiencias próximas, en las
cuales todas las actividades procesales tienen desarrollo, el escrito, en cambio,
6. ¿Qué quiere decir Chiovenda? Que el escrito no puede dejar de tener en el proceso
el lugar que tiene en todas las relaciones de la vida
discursos escritos, al oírlos o leerlos creéis que piensan; pero pedirles alguna
explicación sobre el objeto que contienen y os responden siempre la misma
cosa.
10
Reale, op. cit., p. 81.
1. Inmediación
En este caso particular, la fuerza física sí fue utilizada para violentar la volun-
tad de la menor. La atacada es una adolescente de 15 años, de 1,59 metros de
estatura (según el dictamen médico legal aportado al juicio y admitido como
11 Parra Quijano, Jairo, Manual de derecho probatorio, 15a. ed., Bogotá, Librería El Profesio-
nal, 2006, p. 719.
12 Peyrano, Jorge W., “La prueba entre la oralidad y la escritura”, en Carpi, Federico y
Ortells, Manuel (coords.), Oralidad y escritura en un proceso civil eficiente, Universidad de Valencia,
2008, p. 165.
13
Ibidem, p. 169.
14
Sentencia del 30 de enero de 2008, radicado 27.192, M.P. Augusto J. Ibáñez Guzmán.
15
El numeral 4 del artículo 146 del Código de Procedimiento Penal colombiano dice:
“En el juicio oral deberá registrarse íntegramente, por cualquier medio de audiovideo, o en
su defecto audio, que asegure fidelidad”. El registro del juicio servirá únicamente para pro-
bar lo ocurrido en el juicio oral, para efectos del recurso de apelación.
Cuando este Código exija la presencia del imputado ante el juez para los efec-
tos de llevar a cabo la audiencia preparatoria o cualquier audiencia anterior
al juicio oral, a discreción del juez dicha audiencia podrá realizarse a través
de la comunicación de audiovideo, caso en el cual no será necesaria la presen-
cia física del imputado ante el juez.
II. Toda audiencia se desarrollará en presencia del juez, sin que pueda de-
legar en ninguna persona el desahogo y la valoración de las pruebas, la cual
deberá realizarse de manera libre y lógica.
III. Para los efectos de la sentencia sólo se considerarán como prueba
aquellas que hayan sido desahogadas en la audiencia de juicio. La ley estable-
cerá las excepciones y los requisitos para admitir en juicio la prueba anticipa-
da, que por su naturaleza requiere desahogo previo.
2. Concentración
3. Contradicción
Todo estudio de este importante principio tiene que partir del artículo
29 de la Constitución Política de Colombia, que sostiene: “A presentar prue-
bas y a controvertir las que se alleguen en su contra”.
Dice el artículo 15 de la Ley 906 de 2004 del Código de Procedimien-
to Penal colombiano. “Contradicción. Las partes tendrán derecho a conocer
y controvertir las pruebas, así como a intervenir en su formación, tanto las que
sean producidas o incorporadas en el juicio oral y en el incidente de repara-
ción integral, como las que se practiquen en forma anticipada”.
Se debe hacer una relación íntima entre este principio y los de oralidad,
inmediación, concentración, para encontrar una significación mayor que la
tradicional, ya que se dice “intervenir en su formación”: “El legislador pretende
que, cuando por ejemplo, el testigo evoca para narrar y terminado el inte-
rrogatorio directo, inmediatamente, ahí, se pueda ejercer la contradicción,
mediante el contrainterrogatorio. Esto es lo que implica intervenir en su
formación”.
El artículo 20, ya citado, de la Constitución Política de los Estados
Mexicanos igualmente hace referencia al principio de contradicción.
4. Publicidad
IV. Conclusiones
131
2 España comenzó en la segunda mitad del siglo XIX el proceso paulatino de su re-
forma procesal penal. En 1868, bajo el reinado de Isabel II, se introduce el juicio oral y el
recurso de casación en el enjuiciamiento penal. Tras la instauración de la primera República
y la promulgación de la Constitución de 1869 se adoptaron diversas reformas procesales
que desembocaron en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, del 22 de diciembre de 1872,
considerado uno de los cuerpos más avanzados de su época. Estas modernas normas proce-
sales no rigieron en Cuba, pues en ese momento se mantenía la dominación colonial y las
mentes hispanas más avanzadas y liberales aún no comulgaban con la independencia de la
isla, posición que mereció ese magnífico trabajo de José Martí, fechado en Madrid el 15 de
febrero de 1873, titulado La República española ante la Revolución cubana, en el que el maestro
reprochaba a los republicanos españoles su posición contraria a la independencia de Cuba.
En 1875 se restaura la Monarquía en España y el 14 de septiembre de 1882 se aprobó la Ley
de Enjuiciamiento Criminal que aún rige en ese país, luego de múltiples modificaciones, y
que fue la que introdujo el juicio oral en Cuba. Portuondo y de Castro, José, Curso de derecho
procesal criminal, 2a. ed., La Habana, Editorial Librería Martí, 1947, t. I, pp. 29 y 30.
3 Langer, Máximo, “La dicotomía acusatorio-inquisitivo y la importancia de mecanis-
mos procesales de la tradición anglosajona. Algunas reflexiones a partir del procedimiento
abreviado”, en Maier, Julio (coord.), El procedimiento abreviado, Buenos Aires, Editores del Puer-
to, 2001, p. 99.
1. La fase investigativa
2. La fase intermedia
7 Casi toda la normativa cubana que se gestó en los años setenta recibió la influencia del
derecho soviético, debido al estrecho vínculo económico y político que en ese momento exis-
tía entre Cuba y el resto de los países del bloque socialista. Cuando fue instaurado el régimen
soviético, el procedimiento penal estaba reglamentado en Rusia por códigos completamente
modernos, promulgados en 1864 y redactados de acuerdo con el modelo del Código francés,
resultado de la reforma judicial liberal de 1860, basada en la doctrina europea más avanzada
de la época. Véase Csovski, Vladimir y Grzybowski, Kasamierz, “El procedimiento ante los
tribunales en la Unión Soviética y en Europa Oriental”, Revista de la Comisión Internacional de
Juristas, t. I, núm. 2, primavera-verano de 1958, pp. 293 y 294.
8 El origen de esta fase en nuestra cultura jurídica se remonta al “jurado de acusación”
que fue instaurado por la Ley Procesal de 1791, producto legislativo de la Revolución Fran-
cesa y bajo la influencia del proceso penal inglés. Esta fase era un procedimiento interme-
dio ante un jurado conformado por jueces profesionales y jueces ciudadanos, que tenía el
cometido de decidir sobre la apertura del juicio oral. El Código de Instrucción Criminal de
Napoleón, de 1808, eliminó el jurado de acusación y esa función de control de los resultados
de la investigación fue encomendada a la “cámara de acusación”, conformada por jueces
profesionales, uno de los cuales era el propio juez de instrucción que había dirigido la inves-
tigación. Maier, Julio, Derecho procesal penal argentino, Buenos Aires, Hammurabi, 1989, t. I, vol.
B, pp. 114-126.
9 Armenta Deu, Teresa, Lecciones de derecho procesal penal, 2a. ed., Barcelona, Marcial Pons,
2004, p. 240.
10 Los “artículos de previo y especial pronunciamiento” son cinco situaciones específicas
que se regulan en el artículo 290 de la Ley de Procedimiento. Constituyen presupuestos pro-
cesales, de los cuales dos de ellos tienen naturaleza procesal y los otros tres son de naturaleza
material. Los de naturaleza procesal son: a) la declinatoria de jurisdicción, y b) la falta de
autorización para proceder, en los casos de delitos requeridos de este presupuesto. Son de
naturaleza material: a) la cosa juzgada; b) la prescripción de la acción penal, y c) la amnistía.
13
Arranz Castillero, Vicente et al., “El juicio oral: sus principios y las normas funda-
mentales que lo regulan en la legislación penal cubana”, Temas para el estudio del derecho procesal
penal, cit., nota 6, p. 213.
1) Actividades previas.
2) Actos de iniciación.
3) Práctica de las pruebas.
4) Actos conclusivos.
5) Derecho a la última palabra.
6) Deliberación y fallo.
1. Actividades previas
D. Cuestiones de intendencia
14
Lazcano y Mazón, Andrés María, El juicio oral, La Habana, Editorial Lex, 1947, p. 49.
15
Se trata de la fase procesal a que se hizo referencia en la nota 11.
2. Actos de iniciación
Por mandato constitucional, para todos los actos de justicia los tribu-
nales cubanos se integran por jueces profesionales y jueces ciudadanos. Los
jueces ciudadanos o legos, como se denominan en la normativa cubana, son
jueces accidentales que integran los tribunales durante dos meses del año,
y que son electos para esta responsabilidad por las asambleas legislativas, a
propuesta de los colectivos laborales.
Una de las primeras decisiones que adopta el tribunal una vez constitui-
do el acto de la audiencia oral, es la declaración de publicidad o reserva de
la vista. El artículo 305 de la Ley de Procedimiento Penal dispone como re-
16
Rivero García, Danilo y Pérez Pérez, Pedro, El juicio oral, La Habana, Ediciones
ONBC, 2002, p. 70.
gla general la publicidad del juicio oral, “…a menos que razones de seguri-
dad estatal, moralidad, orden público o el respeto debido a la persona ofen-
dida por el delito o sus familiares, aconsejen celebrarlo a puertas cerradas”.
La publicidad es un principio que tuvo su proyección originaria en fun-
ción de garantizar la realización de un juicio justo al imputado, en contra-
posición al secreto que caracterizaba al proceso inquisitivo, de tal suerte que
integraba el catálogo de los presupuestos del debido proceso. Hace ya tiem-
po que la publicidad dejó de ser un principio que tributa exclusivamente al
imputado para incorporarse a los intereses generales de la sociedad, como
derecho a la información.
Uno de los temas más complejos que entraña el principio de publicidad
en la actualidad es el acceso a las salas de justicia de los medios de comu-
nicación masiva, tema que las leyes de procedimiento deliberadamente ob-
vian y dejan un espacio de vacío normativo que por lo general lo cubren las
decisiones jurisprudenciales, que tratan de encontrar un punto de equilibrio
entre el derecho a la intimidad del imputado y el derecho a la información.17
En lo que al acceso de los medios de difusión a los actos de justicia se re-
fiere, en nuestro derecho se regula en el artículo 62 del Reglamento de la Ley
de Tribunales, que dispone que el acceso a los actos de justicia de medios
técnicos de cine, televisión, fotográficos o de grabación visual o auditiva,
requiere de la autorización del presidente del Tribunal Supremo Popular,
cuando el interés social lo justifique.
La otra actividad integrante de esta fase es la posible recusación de al-
guno de los jueces. A pesar de que la Ley dispone que el incidente de recu-
sación puede establecerse por escrito en cualquier estado del proceso, con
una tramitación simultánea, pero nunca después de comenzado el juicio
oral, lo cierto es que el momento en que efectivamente se formula la recu-
sación es al instante en que se constituye el tribunal para la vista oral, con
efecto paralizador.
La recusación combate la competencia subjetiva de un juez, en específi-
co de los que integran el tribunal, y puede formularse por el fiscal, el acusa-
dor particular en los pocos casos en que su presencia tiene lugar, el acusado
y el tercero responsable civilmente, y se funda en un grupo de causales taxa-
tivamente enumeradas en el artículo 23 de la Ley de Procedimiento.
17 La profesora Teresa Armenta considera que mientras el legislador no limite con ca-
rácter general el acceso de la cámaras a los actos de justicia como forma de ejercicio de la
libertad de información, su prohibición o limitación corresponde, caso por caso, a los jueces
y tribunales, aplicando la proporcionalidad y siempre imponiendo la obligación de tratar
a posteriori las imágenes para digitalizarlas, a fin de que se confunda el rostro del imputado.
Armenta Deu, Teresa, Estudios sobre el proceso penal, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni Editores,
2008, p. 341.
18 Mendoza Díaz, Juan, Lecciones de derecho procesal penal (Nuevo Código de Procedimiento Penal
boliviano), Tarija, Universidad Juan Misael Saracho, 2001, p. 73.
19 En el proceso penal español, por delitos en que la pena solicitada no rebase los seis
años de prisión, la confesión del acusado en el acto del juicio oral, conocida por la doctrina
de ese país como “conformidad del acusado”, hace innecesario el juzgamiento y el tribunal
dicta sentencia de conformidad con lo aceptado por el imputado. Para la realidad jurídica
cubana del momento, este tema fue objeto de una magnífica conferencia que impartió Ni-
ceto Alcalá-Zamora en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana el 18 y 19
de diciembre de 1931 y que fue publicada bajo el nombre de “El juicio penal truncado del
derecho hispano-cubano”, Ensayos de derecho procesal civil, penal y constitucional, Buenos Aires,
Revista de Jurisprudencia Argentina, 1944, pp. 411-500. En Cuba, este proceder estuvo
vigente hasta que se promulgó la Constitución de 1940, que en su artículo 26 estableció
que todo delito debía ser probado “…independientemente del testimonio del acusado, del
cónyuge y también de sus familiares hasta el cuarto grado de consanguinidad y segundo de
afinidad…”. Al amparo de la norma constitucional, el Pleno del Tribunal Supremo dictó,
el 2 de junio de 1943, la sentencia núm. 41, en la que se declararon inconstitucionales los
artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que posibilitaban prescindir del juzgamiento
ante la confesión del acusado, posición que aún prevalece en la normativa cubana actual.
B. La prueba documental
20
Rivero García, Danilo y Pérez Pérez, Pedro, op. cit., nota 16, p. 30.
C. La prueba testifical
21 Gimeno Sendra, Vicente et al., Derecho procesal, proceso penal, Valencia, Tirant lo Blanch,
1993, p. 453.
D. La prueba pericial
Los operadores jurídicos saben que una de las situaciones que mayor
complejidad reviste en el juicio oral es la relativa al interrogatorio de los
peritos, teniendo en cuenta el conocimiento especializado que poseen en
G. Revelaciones inesperadas
22 Gómez Colomer, Juan-Luis et al., Derecho jurisdiccional III. Proceso penal, 12a. ed., Valen-
cia, Tirant lo Blanch, 2004, p. 98.
23 Maier, Julio, op. cit., nota 8, p. 338.
protagonizó, ninguno de los cuales puede ser variado por el tribunal como
resultado del juicio.
Muchos ordenamientos procesales americanos introducen una figura
denominada “ampliación de la acusación”, que posibilita que ante la ocu-
rrencia en el juicio oral de alguna revelación que evidencie una posible mo-
dificación del hecho originalmente imputado, se deba alertar al acusado de
esta nueva situación, lo que puede conllevar a la suspensión del juicio oral.
En el proceso penal cubano, cuando surge en el juicio alguna situación
que pone de manifiesto una posible alteración del hecho originalmente im-
putado, el tribunal, de oficio o a instancia del fiscal, puede disponer lo que
se conoce como sumaria instrucción suplementaria, que consiste en una paraliza-
ción del juicio, con remisión de las actuaciones al fiscal, para que investigue
los nuevos particulares. La investigación puede comprender tanto un cam-
bio en los actos que se dicen cometidos por el imputado, como la posible in-
clusión al proceso como acusadas de otras personas vinculadas directamen-
te al hecho que se debate. Si el resultado de la investigación complementaria
arroja nuevos elementos en uno u otro sentido, se anula todo lo actuado y el
juicio comienza desde el inicio sobre las nuevas bases de la acusación.
4. Actos conclusivos
En esta etapa procesal del juicio oral se incluyen aquellos actos del tri-
bunal y las partes encaminados a cerrar el debate penal contradictorio y
dejar el asunto en manos del tribunal, para que adopte la decisión que co-
rresponda.
Es la etapa del juicio dedicada a consolidar el contenido y alcance de
las posiciones que definitivamente mantendrán las partes en sus argumen-
tos finales, en la que el tribunal interesa del fiscal y del defensor que se
pronuncien expresamente sobre sus conclusiones, los que pueden mantener
las mismas posiciones formuladas originalmente o modificar algunos de sus
puntos.
Si bien los hechos narrados por el fiscal no pueden ser alterados sus-
tancialmente, el resto de las cuestiones que integran su escrito de acusa-
ción puede sufrir modificaciones como resultado de las pruebas practica-
das. La defensa tiene amplia libertad para modificar todo lo que considere
pertinente, incluso puede formular variantes alternativas en cada uno de los
puntos que conforman el escrito de calificación.
24
La gran mayoría de los códigos procesales del continente exigen el uso de la tesis para
poder sancionar por un delito más grave o imponer una sanción mayor que la pedida por el
fiscal. Esta posición se puede ilustrar con lo que estipula el Código Orgánico Procesal Penal
de Venezuela: “Artículo 364. Congruencia entre sentencia y acusación. En la sentencia condena-
toria, el tribunal podrá dar al hecho una calificación jurídica distinta a la de la acusación o
del auto de apertura a juicio, o aplicar penas más graves o medidas de seguridad, siempre
que no exceda su propia competencia. Pero, el acusado no puede ser condenado en virtud
de un precepto penal distinto del invocado en la acusación, comprendida su ampliación, o
en el auto de apertura a juicio, si previamente no fue advertido por el juez presidente sobre
la modificación posible de la calificación jurídica”.
Entre los códigos que se colocan en una posición totalmente contraria se destaca el de
Nicaragua, que en su artículo 157 dispone: “Pero el juez podrá dar al hecho una calificación
jurídica distinta, aun cuando no haya sido advertida con anterioridad y aplicará la pena que
corresponda”.
el fiscal o imponer una sanción mayor que la solicitada, sin que la sentencia
pueda ser acusada de incongruencia.
En el proceso cubano la tesis de desvinculación se utiliza también en
aquellos casos en que el fiscal retira la acusación y el tribunal considera que
del resultado del juicio existe mérito para condenar.
25
Berzosa, V., “Principios del proceso”, Revista Jurídica 92, Barcelona, 1992, p. 560.
5. Deliberación y fallo
Una vez concluido el acto del juicio oral, todos los jueces que presencia-
ron los debates deben acordar su fallo, en correspondencia con las pruebas
practicadas, a fin de garantizar el cumplimiento estricto del principio de
inmediación. La recta interpretación de este principio obliga también a los
jueces a acordar el fallo en el más breve plazo posible después de concluido
el juicio, toda vez que la prevalencia del principio de oralidad hace que el
acta quede reservada a consignar sólo los aspectos más relevantes de la vis-
ta, pero el resultado de las pruebas practicadas está en la huella que de ésta
quedó en la mente de los jueces.
Un requisito indispensable de la sentencia penal es la congruencia, la
cual tiene una doble percepción. La primera es la necesidad de que el tribu-
nal brinde respuesta a todas las cuestiones jurídicas que fueron formuladas
por las partes en sus escritos de calificación, lo que le obliga a exteriorizar
en la sentencia los argumentos que tuvo en cuenta para acoger o rechazar
cada una de las tesis jurídicas contenidas en los escritos de calificación de
las partes (artículo 70.5).
El otro aspecto de la congruencia es el que se conoce como “correlación
acusación-sentencia”, al que se le da un tratamiento particularizado en los
mecanismos de control en sede del recurso de casación (artículo 70.6). A
este tema nos referimos cuando tratamos el uso de la tesis de desvinculación
durante el juicio oral, de tal suerte que la Ley procesal en cada país estable-
ce si el tribunal sólo debe respetar el hecho y brindar la calificación jurídica
que considere ajustada, aun por un delito más grave o incluso imponer una
sanción mayor que la solicitada por el fiscal, sin ajustarse a regla alguna; o
si, por el contrario, como en el caso cubano, sólo puede hacerlo, so pena de
incurrir en causal de casación, cuando hace uso de la tesis de desvincula-
ción, y una vez que la usa tiene plena libertad para calificar por el delito que
estime adecuado y aplicar la sanción que según su criterio jurídico se ajuste
al caso, con independencia de lo que solicitó el fiscal.
El último aspecto relevante de la sentencia que merece atención es el
relativo a la valoración de la prueba. La Ley cubana es omisa, al igual que
muchas otras de nuestro entorno, sobre la obligación que tiene el órgano
jurisdiccional de argumentar su decisión, lo que debe hacer exponiendo en
la sentencia los juicios que realizó al valorar la prueba practicada, conforme
a las reglas de la sana crítica. La libre valoración de la prueba sólo se aleja
de la arbitrariedad si el tribunal expone en su sentencia los razonamientos
que realizó para ponderar el valor de los diferentes medios de prueba prac-
ticados y con base en los cuales formó su convicción.
IV. Conclusiones
V. Bibliografía
I. Introducción
uach.cl).
** Profesor de Derecho procesal en la Universidad Austral de Chile, Valdivia (Ivanhunter@
uach.cl).
157
juicios, para pasar a revisar (III) el modelo de proceso oral chileno: proceso
de familia, del trabajo, penal y la reforma al proceso civil. A continuación
(IV) abordaremos la oralidad y sus mitos, para terminar (V) con un análisis
de los recursos procesales compatibles con la oralidad de los juicios.
En Chile, todas las personas que habitan el territorio nacional tienen re-
conocido un derecho fundamental a un proceso debido, pese a que no existe
ninguna disposición constitucional que lo exprese en esos mismos términos.
La Constitución Política de la República (en adelante CPR) no utiliza la
expresión debido proceso, pero no por un olvido o un explícito deseo de no
reconocer esta garantía a las personas, sino para no emplear una denomi-
nación que tiene sus orígenes en el derecho anglosajón (due process of law),
lo que podría haber obligado a los operadores jurídicos nacionales a inter-
pretar la garantía a la luz de lo que la doctrina y jurisprudencia de origen
anglosajón han construido al respecto.1 Por este motivo, el Constituyente
de 1980 optó por usar la expresión equivalente de “racional y justo proce-
dimiento” (artículo 19, núm. 3, inciso 5, CPR). En esta garantía de nuestro
texto constitucional hay que entender el reconocimiento del debido proceso
como derecho fundamental de los ciudadanos.
¿Qué ha de entenderse por racional y justo procedimiento o debido
proceso? Dicho de otro modo, ¿qué garantiza el debido proceso a los ha-
bitantes del territorio nacional? Evidentemente, nos encontramos con una
cláusula de contenido indeterminado que debe ser colmada por el legisla-
dor o por los tribunales de justicia. La Comisión de Estudio de una Nueva
Constitución (en adelante CENC), en sus sesiones 101 a 103, dejó claro que
este derecho fundamental se refería a garantías tales como el emplazamien-
to de las partes, el examen y objeción de la prueba rendida, la existencia
de recursos procesales, la fundamentación de las sentencias, etcétera, enu-
meración que tiene un mero sentido ejemplar, puesto que el objetivo de la
cláusula “racional y justo procedimiento” era el concebir un principio de
carácter constitucional que debía ser determinado en cada caso concreto
por aquellos órganos competentes para realizar esa labor. Como se puede
observar, en el estudio de la referida cláusula no se hace ninguna referencia
a la oralidad y publicidad de los procesos.
1
Véase Evans, E., Los derechos constitucionales. Tomo II, 3a. ed., Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 2004, p. 148.
2
Precepto que dispone: “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el res-
peto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber del Estado
respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución, así como por los
tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”.
…toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas
garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación de carácter penal for-
mulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones
de carácter civil…
El artículo 14.1 del PIDCP es bastante claro en exigir que los juicios
penales y aquellos donde se determinen los derechos y obligaciones de ca-
rácter civil sean públicos. “Toda persona tendrá derecho a ser oída públi-
camente y con las debidas garantías por un tribunal competente, indepen-
diente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier
acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación
de sus derechos u obligaciones de carácter civil”. Luego agrega que “la
prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los jui-
cios por consideraciones de moral… pero toda sentencia en materia penal
o contenciosa será pública…”.
La publicidad que exige el PIDCP es una de carácter externa o en sen-
tido estricto, es decir, considerando a la sociedad o terceros ajenos al pleito.
Esa publicidad debe permitirse, admitiendo la presencia de terceros en la
sala de audiencia de los juicios y a través de los medios de comunicación,
1. La escrituración como medio eficiente para la determinación del objeto del proceso
6
Hace excepción a este modelo el proceso penal chileno, que si bien se estructura sobre
fases funcionales bien definidas (etapa de investigación formalizada y desformalizada, etapa
intermedia o de preparación del juicio oral, y por último el juicio oral propiamente tal), hay
una yuxtaposición entre la escritura y la oralidad en cada etapa del proceso.
7 Véase Sprung, R., “Le basi del diritto processuale civile austriaco”, Rivista di Diritto
Processuale, vol. XXXIV, 1979, p. 24.
8 Véase Berizonce, R., “L’udienza preliminare nel codice processuale civile modello per
l’Iberoamerica”, Rivista di Diritto Processuale, núm. 3, 1992, pp. 833 y 834, y también Gelsi, A.,
“Código-tipo y reforma del proceso en América Latina. Entre derecho común e uniforme”,
Un ‘Codice Tipo’ di procedura civile per l’America Latina, Padua, Cedam, 1989, pp. 41-60.
9
Véase Nieva, J., Jurisdicción y proceso, Madrid, Marcial Pons, 2009, p. 100.
La segunda etapa del modelo trifásico tiene lugar con la llamada “au-
diencia preliminar”, también conocida en el proceso penal como “audien-
cia de preparación del juicio oral”. Esta audiencia tiene una forma esen-
cialmente oral y en ella se materializa una serie de actividades ligadas a los
aspectos formales del procedimiento y a la prueba. Excepcionalmente, tam-
bién pueden desarrollarse tareas relativas a la aclaración y rectificación del
material fáctico introducido por medio de los actos alegatorios, pero tienen
un impacto marginal en la determinación del objeto.12
10 Véase Taruffo, M., Páginas sobre la justicia civil, Madrid, Marcial Pons, 2009, p. 253. Nie-
va señala que no sólo para las partes la escrituración presenta claras ventajas sobre la orali-
dad, sino también para el juez, ya que es común observar que los magistrados no repasan en
absoluto la grabación de una vista. Con la escrituración, en cambio, le es posible efectuar un
repaso acerca de los principales argumentos de las partes. Nieva, J., op. cit., p. 101. Cappelletti
señalaba al respecto que la escrituración es mucho más útil y seria para la elaboración de las
defensas jurídicas, puesto que permite recurrir a una serie de herramientas adicionales como
la doctrina y la jurisprudencia, además de evitar las repeticiones perniciosas y las desigualda-
des que pueden generar las respuestas y contrarrespuestas de los abogados en las audiencias
orales. Cfr. Cappelletti, M., La oralidad y las pruebas en el proceso civil, Buenos Aires, Ediciones
Jurídicas Europa-América, 1972, p. 88.
11 Cappelletti, M., La oralidad…, cit., p. 87.
12 En nuestro ordenamiento, los procedimientos en vigor, como el de familia y el del
trabajo, consagran un sistema rígido de modificación de la demanda. Mismo trazado sigue
Resulta palmario que para hacer frente a la tardanza que implica el de-
sarrollo de un proceso con todas las garantías, la concentración de los actos
de prueba permite la celeridad del procedimiento. Si los actos de prueba
fuesen dispersos en el tiempo, además de hacer más dificultosa la tarea de
decisión sobre los hechos, se generaría un retardo injustificado, o al menos
evitable, en la dictación de la sentencia definitiva. Pero esta celeridad no
puede ser a costa de sacrificar la calidad y justicia de la decisión final. O sea,
la concentración de los actos probatorios y la cercanía entre su percepción
por el juez y la decisión no son valores intrínsecamente justos. En algunos
casos, obligar al juez a decidir con dudas fácticas o sin un análisis riguroso
de todas las implicancias fácticas y jurídicas de la controversia puede sig-
nificar una merma considerable en la posibilidad de arribar a una senten-
cia justa. Tal posibilidad es propia de un juicio sencillo y no especialmente
complejo.
Por ende, parece más razonable que el legislador entregue una herra-
mienta al juez para que en cada caso concreto pondere tanto si va a decidir
de inmediato la contienda, una vez rendida la prueba en la audiencia de
juicio, o si, por el contrario, va a reflexionar en un mayor grado sobre las
distintas cuestiones fácticas de la controversia.17 Incluso debería contem-
plarse la posibilidad de que el juez ordene, bajo ciertos límites fijados por la
ley, la producción de prueba cuando tiene dudas acerca de la existencia de
un hecho.18
En segundo lugar, y como última reflexión, la audiencia de juicio está
pensada para un determinado modelo de juez: el juez activo. Para esta fi-
nalidad, el ordenamiento le reconoce, incluso en el proceso penal, una serie
de poderes para intervenir en la práctica de la prueba. Se trata de poderes
17 Esta posibilidad se encuentra contemplada en el artículo 457 CT, donde el juez pue-
de dar su decisión una vez finalizada la audiencia o postergarla para el décimo quinto día
después de verificada la audiencia de juicio. Desde la perspectiva que estamos analizando,
esta decisión legislativa puede ser considerada correcta y eficiente. Si se trata de un proceso
fácil, la resolución del juez será inmediata, una vez finalizado el juicio oral. Por el contra-
rio, si la cuestión sobre los hechos (o el derecho) es particularmente compleja, entonces la
postergación de la decisión es la única opción para asegurar la calidad de la sentencia. Esto
demuestra, además, que la concentración y celeridad son valores deseados por el legislador,
pero que requieren una modulación cuando es necesario emplear un tiempo más o menos
extenso para brindar una tutela efectiva de los derechos de los justiciables.
18 Es tarea del legislador crear un sistema de equilibrios para luchar contra el factor
tiempo, en especial un sistema cautelar capaz de abarcar los diferentes peligros que tiene que
enfrentar el sujeto activo de la relación procesal (peligro de infructuosidad de la sentencia y
peligro en la demora o tardanza). Si esto es así, no vemos inconveniente de ningún tipo para
permitir, excepcionalmente y con ciertas modulaciones, que la decisión final pueda poster-
garse en pos de mejorar su calidad.
Nos parece, por el contrario, que se trata de una clara opción política-
procesal ligada a la función de la jurisdicción en el Estado moderno y a un
decidido interés del aparato estatal en asegurar a los ciudadanos una co-
rrecta y eficaz tutela de sus derechos. La tutela jurisdiccional no puede ser
considerada justa si no se afirma que los hechos que se declaran probados
en una sentencia y que son el presupuesto fáctico de la norma jurídica que
adjudica el caso, deben aproximarse en términos de correspondencia con
la verdad.22 En este sentido, sólo entendiendo que la estructura del proceso
se encamina hacia una decisión fundada en la verdad23 y, por ende, a una
decisión justa, es posible justificar la iniciativa probatoria del juez. Si el ór-
gano jurisdiccional asume un papel activo en la recopilación del material
de conocimiento, incorporando al proceso aquellas fuentes de prueba que
los litigantes han decidido —legítimamente— omitir, por no ofrecerles una
expectativa razonable de resultado favorable, entonces no cabe duda que la
posibilidad de acercar el resultado de la prueba a la verdad será más fac-
tible. Se trata, por cierto, de un rol complementario y residual, destinado
a completar el haz probatorio con todo aquello que pueda ser útil desde el
punto de vista epistemológico, y que las partes no han querido incorporar
por no ser favorable a sus parciales intereses. Obviamente que la decisión de
dar iniciativa probatoria al juez debe enmarcarse dentro de un contexto
de pleno respeto a los derechos fundamentales, especialmente a los de corte
procesal, como la imparcialidad y el derecho de defensa. Esta es la razón de
por qué hoy se avanza hacia un fortalecimiento integral del rol de la judica-
tura en la solución de los conflictos jurídicos, dejando atrás la imagen de la
neutralidad judicial como presupuesto de la imparcialidad judicial.
Con todo, tratándose de los procesos de familia y del trabajo, la justifi-
cación del poder probatorio del juez asume un papel esencial para la deci-
sión justa, ya que la obtención de la verdad de los hechos es preponderante
para la protección de la parte más débil. Esto no implica que el juez deba
acercarse a la parte más desvalida (generalmente desde el punto de vista
económico) y completar su actividad probatoria cuando no lo hace o lo
hace mal.24 Es la genuina reconstrucción de los hechos lo que garantiza, en
este escenario, una adecuada tutela de los derechos de los sujetos débiles.
22
Ferrer, J., La valoración racional de la prueba, Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 29 y ss.
23
Idem. Y además: Taruffo, M., La prueba, Madrid, Marcial Pons, 2008, pp. 28 y 29.
24 En contra: Taruffo, M., “Investigación judicial y producción de prueba por las partes”,
Revista de Derecho Universidad Austral de Chile, vol. XV, 2003, p. 210, y también: Barbosa, J., “A
funçao social do processo civil moderno e o papel do juiz e das partes na direçao e na instru-
çao do processo”, Revista de Processo, Río de Janeiro, año X, núm. 37, 1985, pp. 141 y ss.
25 Hunter, I., Las potestades probatorias del juez de familia, Santiago, Legal Publishing, 2009,
pp. 57 y 58.
26 Si bien el Código contempla la realización de ciertas pruebas bajo la oralidad, ésta no
es la que actualmente se predica como forma del procedimiento, principalmente porque el
juez no presencia ni participa en la práctica de la prueba, por ende, no mantiene un contacto
inmediato y directo con la prueba incorporada. Además, aun cuando el juez pueda presen-
ciar la prueba, debe basar su decisión en las actas que levanta el ministro de fe.
27 Incluso, si se observa el mensaje con que el presidente Jorge Montt despacha el pro-
yecto de ley de CPC en 1893 puede observarse que hay una clara opción de “dar a los
magistrados mayor latitud en sus atribuciones a fin de que puedan hacer sentir en mayor
grado que hasta ahora su acción en la formación y marcha de los procesos”. Igual sentido
tiene el mensaje con que el presidente Juan Antonio Ríos despacha el proyecto de reforma
al CPC en 1942, donde “a los jueces se les saca de su rol pasivo de meros espectadores de la
Otra cosa muy diferente es que los jueces civiles hayan sido (y aún lo
sean) particularmente reacios a practicar prueba de oficio o a manejar el
andar procesal, esto es, no han empleado sus poderes para lograr una rápi-
da y eficaz justicia. Pero esta falta de utilización es una cuestión que obedece
más bien a una errónea recepción del principio dispositivo en el ordena-
miento nacional que a una configuración esencialmente escrita o mediada
del procedimiento.28
A modo de conclusión, es posible afirmar que los poderes del juez no
guardan ni han guardado relación con el carácter oral del procedimiento,
sino con opciones acerca de la función jurisdiccional en un Estado moder-
no. De ahí que los ordenamientos que ven a sus tribunales como servicios
públicos que resuelven conflictos jurídicamente relevantes, han restringido
considerablemente la actividad probatoria del juez en claro detrimento de
la decisión final.29 En estos sistemas la jurisdicción tiene por finalidad pri-
mordial —y quizá única— lograr la paz social mediante la extirpación del
conflicto, no adjudicando a la decisión final ningún valor adicional a su ca-
rácter de acto de autoridad. En este modelo, la justicia de la decisión tiene
un carácter formal y no sustancial, en la medida en que se considera justa
aquella decisión que viene precedida del cumplimiento de los trámites le-
galmente establecidos. No es, por tanto, la verdad de los hechos lo que se
debe perseguir por medio del proceso, sino una cualquiera decisión, inde-
pendiente de su contenido.30
31
Palomo, D., op. cit., p. 236.
32
Hablamos de generalizaciones toscas por la sencilla razón de que las conclusiones que
tradicionalmente se han extraído del lenguaje corporal son bastante elementales y sencillas,
carentes de todo tipo de saber racional. Así, por ejemplo, es común advertir que si el testigo
responde en forma segura es porque está siendo veraz, por ende, su testimonio tiene un
grado de credibilidad mayor a aquel testigo que muestra grados de un nerviosismo en su
declaración, en cuyo caso su testimonio es menos fiable. El pleno descubrimiento de esta
relación sólo es oportuno cuando el juez posee conocimientos previos de psicología, lo que
no es exigible ni posible en nuestra judicatura.
33 Cappelletti, M., La oralidad…, cit., p. 92.
34 Taruffo, M., Páginas…, cit., p. 258.
obtener una “mejor calidad de la decisión” con base en una serie de ven-
tajas que generaría la percepción directa de la prueba por parte del juez.35
A esta visión de la oralidad se une una concepción subjetivista de la
valoración de la prueba que apela a la convicción moral del juez acerca de
la existencia del hecho como único criterio relevante para declararlo pro-
bado en la sentencia. Por ende, no es de extrañar que aquellos signos exter-
nos que adornan una declaración sean considerados factores tan relevantes
como el acto informativo mismo, y como tales, son elementos que permiten
determinar el grado de credibilidad del testimonio para convencer al juez
de la verdad de un hecho.
Ahora bien, esta concepción de la oralidad es bastante criticable en la
media en que asume que la producción de las pruebas permite alcanzar
“algo más” que el acto meramente informativo, un “valor agregado” dis-
tinto a la declaración de la parte o del testigo que puede ser valorado por
el juez como elemento de juicio. Por el contrario, nos parece que la orali-
dad no significa que el juez esté autorizado para valorar el carácter infor-
mativo de una declaración de hechos más allá del grado de confirmación
epistémica que presta a una hipótesis fáctica. Como explica Taruffo, los
jueces en general no están preparados para la denominada “psicología del
testimonio”; a lo más, pueden utilizar alguna experiencia que hayan tenido
desde su posición de jueces, cuestión que no los habilita para “irracionales
excursiones inescrutables en la mente de los testigos”,36 que están basadas
en valoraciones apriorísticas, en prejuicios y predisposiciones. Un juez no
está en condiciones de dar un valor epistémico a los signos o circunstancias
externas que acompañan a la declaración.
En síntesis, sólo entendiendo que el contacto directo e inmediato del
juez con la prueba no genera un plus al valor epistémico de los elementos
de juicio, es posible dar un correcto sentido a la oralidad en nuestro orde-
namiento.
37
Ibidem, p. 246.
jable adoptarla como regla absoluta.38 Por el contrario, parece mucho más
razonable entregar un poder general al juez para la determinación de la
forma del acto procesal en aquellos casos en que la ley no prevea una forma
precisa. Esta fórmula permitiría lograr un justo equilibrio entre los valores
que se quieren garantizar por medio de la oralidad y los criterios de eficien-
cia que debe satisfacer un proceso orientado a la decisión justa y racional.
Además, pone al binomio oralidad-escritura en la posición que realmente
merece, esto es, como un simple elemento técnico del procedimiento desti-
nado a servir de herramienta para lograr fines.
38
A nuestro entender, el legislador nacional se ha quedado en una visión de la oralidad
completamente desencajada de las reglas, técnicas de procedimiento, y de la necesidad de
adaptarlas hacia cánones de eficiencia. El valor político de la oralidad ha sido adoptada en
términos bastante irreflexivos.
39
Taruffo, M., Páginas…, cit., p. 248.
40
Horvitz, M., op. cit., p. 237.
41
Véase Duce, M. y Riego, C., Proceso penal, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2007,
p. 386.
42 Véase Carocca, A., “Recursos en el nuevo sistema procesal penal”, en Carocca, Alex
et al., Nuevo proceso penal, Santiago de Chile, Conosur, 2000, p. 306.
43 Véase Pereira, H., “Oralidad e instancia única o doble en el proceso penal”, Gaceta
Jurídica, núm. 233, noviembre de 1999, pp. 16 y ss.
44 Ibidem, p. 17.
45 Ibidem, p. 18.
46
Ibidem, p. 20.
47
Idem.
Por su parte, el artículo 374 del CPP consagra los “Motivos absolutos
de nulidad”:
48
Cfr. Accatino, D., “Forma y sustancia en el razonamiento probatorio. El alcance del
control sobre la valoración de la prueba a través del recurso de nulidad penal”, Revista de
Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXXII, 2009, semestre I, p. 348.
49 Decimos por regla general, pues a la Corte Suprema le corresponde siempre conocer
del recurso de nulidad cuando se funda en la infracción de derechos o garantías constitucio-
nales o reconocidos en tratados internacionales (artículo 376, inciso 1, CPP). Pero además,
para el caso de la causal de nulidad del artículo 373.b, que en principio otorga competencia
a una corte de apelaciones, puede llegar a ser competencia de la Corte Suprema si respecto
de la materia de derecho objeto del recurso de nulidad existieren distintas interpretaciones
sostenidas en diversos fallos emanados de los tribunales superiores (artículo 376, inciso 2,
CPP). Lo mismo sucederá si se invocan distintas causales y una de ella es de competencia de
la Corte Suprema, pues es esta Corte la que deberá pronunciarse sobre todas las causales
(artículo 376, inciso final, CPP).
50 Salvo que se trate de un tema de calificación jurídica, caso en el cual el tribunal de
nulidad anula sólo la sentencia y dicta, acto seguido, la sentencia de reemplazo. Ello podrá
suceder cuando, en la sentencia, el tribunal de juicio oral en lo penal hubiere calificado como
delito un hecho que la ley no considerare como tal, aplicado una pena cuando no procediere
aplicar pena alguna, o impuesto una superior a la que legalmente correspondiere (artículo
385, CPP).
51 Cfr. Accatino, D., op. cit., p. 354.
52 Véase Accatino, D., “El modelo legal de justificación de los enunciados probatorios en
las sentencias penales y su control a través del recurso de nulidad”, en Accatino, D. (coord.),
Formación y valoración de la prueba en el proceso penal, Santiago de Chile, Abeledo-Perrot, 2010,
pp. 142 y ss.
53 Véase Duce, M. y Riego, C., op. cit., p. 513.
54 Ibidem, p. 518.
I. Marco constitucional
191
1. La inmediación
que debe decidir, sin remitirse únicamente a la fría y distante lectura de es-
critos y documentos. En suma, la mayor aplicación de este principio de la
inmediación haría, inclusive, el proceso judicial más humano, empezando
por la observación personal del juez sobre el comportamiento y actitudes
procesales de las partes.
En la oralidad el juez debe asistir a la práctica de las pruebas y funda-
mentar sus conclusiones en la percepción directa, no en referencias; enten-
dido que la inmediación no se limita exclusivamente a la estación probato-
ria en la que adquiere sí mayor relieve, sino que se extiende también a los
demás aspectos procesales, en especial los de alegación. La inmediación es
la esencia del proceso oral.
2. La lealtad procesal
sales. Todo esto puede corregirse en buena parte mediante la mayor injeren-
cia del juez en la marcha del proceso y en la práctica de pruebas que puedan
llegar al fondo de la verdad, desvirtuando pruebas maliciosas o fraudulen-
tas, cuando se trata de una tramitación por audiencias.
3. La concentración
4. La publicidad
Procedimiento Civil, que manda que la sentencia deba ser leída en público.
No cabe duda, pues, que la publicidad del proceso, en su sentido más am-
plio, sólo se logra mediante el juicio oral.
En el proceso oral es cuando más se destaca la publicidad, pues una es
la publicidad para las partes intervinientes en el proceso, y otra la publici-
dad general. Dentro del proceso oral, la publicidad es bastante más amplia;
va dirigida no sólo a las partes, sino al público, a las audiencias; constituye el
mecanismo de fiscalización sobre la actuación de jueces y abogados. Si bien
es cierto que la publicidad ha tenido mayor importancia dentro del proceso
penal, no es menos cierto que es aplicable a todos los procesos, indepen-
dientemente de la materia sustantiva. El proceso escrito también es público
para las partes, pero el juicio no se puede celebrar ante el público sino me-
diante el procedimiento oral. La escritura en el juicio reduce evidentemente
la garantía de su publicidad.
La naturalidad de nuestra justicia lenta nos envuelve y nos domina. Los ma-
gistrados apenas la perciben, porque su falta de contacto con los interesados
les priva del espectáculo de su desesperación; los comerciantes lo dan todo
por perdido cuando la reclamación de un crédito depende de la acción judi-
cial. Sentencias ejemplares de nuestra jurisprudencia carecen frecuentemente
de rápido valor práctico, porque el estado de cosas del día de la demanda ya
ha desaparecido el día de la cosa juzgada… Por otra parte, es menester recor-
dar que en el procedimiento el tiempo es algo más que oro: es justicia. Quien
dispone de él tiene en la mano las cartas del triunfo. Quien no puede esperar,
se sabe de antemano derrotado…
Qué duda cabe de que la justicia, para ser tal, debe ser expedita.
Y la solución para acelerar que se haga justicia no está en reducir los
términos o plazos procesales. La solución no estriba en señalar menos días
para la estación probatoria, pues el abreviar las etapas procesales lo que
consigue es limitar las posibilidades de defensa y la práctica de pruebas que
pueden ser definitivas para la decisión final, cuando no angustiar y deses-
perar a las partes y/o sus abogados, que ven, en lo limitado del tiempo,
restringida su posibilidad de actuación procesal, a veces indispensable para
los resultados esperados.
Tomemos a manera de ejemplo el juicio ordinario, por señalar el juicio
tipo que mejor oportunidad de defensa brinda a los litigantes. De cumplirse
los términos o plazos procesales para cada etapa, no tendría por qué tar-
dar más de dos meses en la primera instancia. Sin embargo, en la práctica
vemos que no solamente el juicio ordinario, sino cualquiera de los procesos
abreviados, puede tardar fácilmente tres años o más, sólo en la primera ins-
tancia, lo que hace que se decidan en última instancia en cuatro y a veces
hasta seis años, independiente de la casación, obviamente.
Debemos, pues, tener presente que al menos en determinadas materias,
que por su naturaleza deben ser resueltas con mayor agilidad, como la la-
boral y las penales, cumpliéndose con el principio de la doble instancia, se
debe limitar la concesión del recurso de casación a sus verdaderos funda-
mentos.
Determinados asuntos urgentes podrían ventilarse en juicio de una sola
o única instancia. En tal supuesto, el órgano jurisdiccional de única ins-
tancia, para dar mayor seguridad a los litigantes y, es más, para ofrecer
confiabilidad, tendría que preferentemente tramitar el juicio en forma oral
y no escrita, pues obviar el principio de la doble instancia, garantía y segu-
ridad para los litigantes de que la decisión judicial que los perjudique po-
dría ser revisada por un órgano superior, integrado por letrados de mayor
conocimiento, experiencia y serenidad para juzgar, con el argumento de
lograr una mayor celeridad en el hacer justicia, no garantiza un fallo justo.
Claro que la segunda instancia tampoco garantiza un fallo constitucional,
legal y en definitiva justo, pero lo que sí habría de asegurarse en el juico de
instancia única sería el cumplimiento de los principios de concentración e
inmediación, bien entendido que este último se cumple precisamente en
el proceso oral. Ahora bien, en cualquier caso quedaría expedita la acción
de indemnización de daños y perjuicios contra jueces y magistrados de la
función judicial, aunque, lamentablemente, por el absurdo sentimiento de
la solidaridad de clase o gremial, que en la práctica es más un pago de favores,
en Ecuador no prospera.
Otros de los aspectos a tomarse en cuenta en la lentitud de la justicia es
el régimen de los recursos y los incidentes. Cierto que en el caso ecuatoria-
no, al menos, los incidentes que se suscitaren en los juicios sumarios y ejecu-
tivos deben ser resueltos en sentencia. Pero no es menos cierto que tenemos
la regla contenida en el artículo 321 del Código de Procedimiento Civil, que
establece que siempre que la ley no deniegue expresamente un recurso, se
entenderá que lo concede. Consideramos que esta regla debe ser invertida,
en el sentido de señalar en la ley procesal, específicamente, las providencias
de las cuales se puede recurrir. Limitándose los recursos que de ellas se con-
cedan cuando se resuelven incidentes o procedimientos especiales, bastante
se ganaría en agilidad, pues se terminaría también con la corruptela de
conceder recursos no previstos, aunque en ciertas ocasiones también se nie-
gan recursos sí contemplados. Y si a esto se agrega la posibilidad de hacer
entender a los jueces y demás empleados judiciales que hacer justicia es un
servicio público y no una “generosa” concesión de los funcionarios judiciales,
también abonaría a la agilidad procesal.
Y agrega,
Evolución del proceso civil alemán. En el siglo XIX, con la disolución de la Fede-
ración Alemana y la Constitución de la Federación del Norte, se consolida-
ron los estados alemanes y simultáneamente comenzó a surgir la idea de un
Estado alemán.
Resultaba prioritario intentar una unificación como paso previo a la cons-
titución del Estado alemán. Dos proyectos tuvieron especial importancia, por
su influencia, para la codificación de las normas procesales civiles: primero el
Bundesstaten-Entwurf, de 1866, y luego el Norddeutschen Entwurf, de 1870. Ambos
tuvieron en cuenta la codificación francesa: oralidad, inmediatez, publicidad
y un eficiente proceso ejecutivo.
La Ley para la Simplificación y Celeridad de los Procesos Judiciales, del 3 de diciem-
bre de 1976. Los principales argumentos para justificar la reforma fueron la
sobrecarga de los tribunales, la desnaturalización del principio de oralidad,
como de todo el procedimiento, lo que significaba una evidente elevación en
la cantidad y duración de los procesos.
Esta reforma pudo lograr inicialmente una evidente agilidad en el proceso
y una mejora en la prestación del servicio de justicia.
La reforma para la simplificación de la administración de justicia, de 1990.
Esta reforma fue promulgada el 17 de diciembre de 1990. El legislador inten-
tó nuevamente mejorar la celeridad mediante la desconcentración y redistri-
bución de tareas. Fueron modificadas las normas relativas a la competencia y
se elevó la cuantía en el procedimiento escrito.3
3 Véase Código de Procedimiento Civil alemán, trad. con un estudio introductorio al proceso
civil alemán (ZPO) contemporáneo por Álvaro J. Pérez Ragone y Juan Carlos Ortiz Pradillo,
5 Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial, Buenos Aires, Cía. Argentina de
Editores, 1982, t. I.
6
“Constitución: desde qué año acoge el juicio oral”, Curso de derecho procesal, reglas comunes
a todo procedimiento y juicio ordinario, 3a. ed., explicaciones de clases revisadas por el profesor, pp.
170-172.
7 En el libro que recoge las memorias del VII Congreso Venezolano de Derecho Procesal, pp.
155 y 156.
IV. Conclusión
...los fiscales podrán utilizar todos aquellos medios técnicos, electrónicos, in-
formáticos y telemáticos que resulten útiles e indispensables para sustentar
sus actuaciones y pronunciamientos, cumpliendo con los requisitos y obte-
niendo las autorizaciones que se exijan en la ley respecto de la procedencia y
eficacia de los actos de investigación o de prueba que se formulen a través de
dichos medios…
* Cabe aclarar que en El Salvador también el proceso de familia se rige por el principio
de oralidad.
** Juez del Tribunal de Sentencia de Chalatenango, El Salvador.
*** Ex secretario de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El
Salvador.
1
Bergman, Paul, La defensa en juicio. La defensa penal y la oralidad, 2a. ed., Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1989, p. 17.
2
El texto íntegro del Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica se encuentra en
http://wwwjurisblogeducativo.blogspot.com/2008/09/compendio-normativa-procesal-penal.html.
213
Las razones por las cuales el legislador salvadoreño decidió adoptar las
técnicas de interrogatorio en el proceso penal, partieron principalmente del
rol de los intervinientes a partir de la función que la Constitución les asigna;
pero además, en adecuación a la normativa internacional de derechos hu-
manos, apoyándose en la doctrina y legislación comparada.
Dentro de los fundamentos de la relación procesal8 que inciden en la
oralidad y en el sistema adversativo destacan los principios de verdad real o
de finalidad inmediata,9 e inviolabilidad de la defensa o de actividad defensiva.10
7 Se afirma que “la palabra escrita ha sido la tradición en los procesos legales y es difícil
abandonar las tradiciones; lo innovador generalmente causa incertidumbre, y consecuen-
temente rechazo hasta que se comprueba que produce frutos…”. Quesada Pacheco, Jorge
Arturo, Análisis del discurso oral en el proceso penal, San José, EUNED, 1998, p. 4.
8 Vélez Mariconde, Alfredo, Derecho procesal penal, 3a. ed., 1a. reimp., Córdova, Lerner,
1981, t. II, pp. 173-243.
9 Que comprende los subprincipios de inmediación de la prueba —oralidad, continuidad,
identidad física del juzgador—, publicidad del debate, impulso e investigación judicial autó-
noma, libertad de prueba, comunidad de prueba y libre convicción.
10 Que comprende los subprincipios de intervención, contradicción, imputación, intima-
16 Bergman, Paul, La defensa en juicio. La defensa penal y la oralidad, 2a. ed., Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1989, p. 17.
17 Ibidem, p. 18.
18 Igartúa Salaverría, Juan, Valoración de la prueba..., cit., pp. 22 y 23.
19 Ferrajoli señala la diferencia de llegar a la verdad real en los sistemas inquisitivo y acu-
satorio: mientras que en el inquisitivo, la investigación y búsqueda de prueba era libre (per-
mitiéndose el tormento y cualquier forma que fuese útil para llegar a descubrir la verdad
real), su valoración estaba limitada por la ley (prueba tasada). En cambio, en el sistema acu-
satorio, la investigación y formación de prueba es legal (prohibiciones probatorias, necesidad
de orden judicial, método legal de formación de prueba), pero su valoración es libre para el
juez. Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón..., cit., p. 612.
25 Binder clasifica tales garantías constitucionales en cuatro grandes bloques: las garantías
básicas (juicio previo y presunción de inocencia); las que impiden la manipulación arbitraria del
proceso (legalidad del proceso, juez natural, independencia e imparcialidad, inviolabilidad de
la defensa, ne bis in idem); las que limitan el poder del Estado de recolectar información (prohibición
de la tortura, derecho a no declarar contra sí mismo, inviolabilidad del domicilio e inviola-
bilidad de las comunicaciones), y las que limitan el uso de la fuerza durante el proceso penal (excep-
cionalidad de la detención provisional o prisión preventiva). Binder, Alberto M., Introducción
al derecho procesal penal, Buenos Aires, Ad-Hoc, 1993, pp. 109-204.
26 Smend, Rudolf, Constitución y derecho constitucional, Madrid, Centro de Estudios Consti-
tucionales, 1985, p. 63.
27 Hesse, Konrad, Escritos de derecho constitucional, Madrid, Centro de Estudios Constitucio-
nales, 1992, p. 65.
28 Artículo 186, inciso 5, de la Constitución de la República: “La ley deberá asegurar a
los jueces protección para que ejerzan sus funciones con toda libertad, en forma imparcial y
sin influencia alguna en los asuntos que conocen; y los medios que les garanticen una remu-
neración justa y un nivel de vida adecuado a la responsabilidad de sus cargos”.
29 “Imparcialidad e independencia de los jueces.
Artículo 3o. Los magistrados y jueces, competentes en materia penal, sólo estarán some-
tidos a la Constitución de la República y a la legislación secundaria, y sus actuaciones serán
imparciales e independientes.
...
Por ningún motivo, los otros órganos del Estado podrán arrogarse el conocimiento de las
causas, ni la reapertura de las terminadas por decisión firme, ni interferir en el desarrollo
del procedimiento.
En caso de interferencia en el ejercicio de su función, el juez informará a la Corte Supre-
ma de Justicia los hechos que afecten su independencia. Cuando la interferencia provenga
de la propia Corte Suprema de Justicia, de alguno de sus magistrados o de otro tribunal, el
informe será presentado, además, a la Fiscalía General de la República y al Consejo Nacio-
nal de la Judicatura”.
30 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón…, cit., pp. 574 y ss.
nomina terzieta, está motivada a la ajenidad del juez a los intereses de las
partes en la causa;31 supone, a nivel institucional, la separación entre el juez
y la acusación.32 Ello debido a que el juez no es titular de pretensión alguna,
por lo tanto debe asumir el deber de imparcialidad, aun frente a la tentación
de la búsqueda de la verdad real por sus propios medios, a través de la investiga-
ción judicial autónoma, como sería, en el juicio oral, que el juez asuma un rol
protagónico de interrogar al testigo o perito, provocando en consecuencia
la producción de prueba sobre extremos de pretensiones que le son ajenas.
Maier critica dicha potestad, pues no sólo decolora la labor que cumplen
los intervinientes en el proceso, entiéndase las partes y sus representantes,
“sino en general, el sistema del debate entre intereses contrapuestos como
camino de búsqueda de la verdad procesal”. Además señala que ello “ha
contribuido a borrar ciertas características de la tarea del tribunal judicial,
imprescindibles para sostener la imparcialidad (falta de interés en la deci-
sión del caso) y su arribo a la decisión con la menor cantidad de prejuicios…
[y] se vincula con el desprecio absoluto por el valor material de la voluntad
de los protagonistas del caso”.33
Además de la separación entre el juez y la acusación, Ferrajoli señala
como otras manifestaciones de dicha imparcialidad que el juez no tenga
ningún interés privado en la causa, ni interés público o institucional, así
como otras garantías como las relativas a la conducción de la instrucción,
a la publicidad del juicio, a las modalidades de interrogatorio (aunque no señala
cuáles ni cómo son dichas técnicas, las que se proponen en este trabajo) y,
más en general, a las técnicas de formación y refutación de pruebas. Asimismo, la
separación de los órganos de investigación de un orden distinto del judicial
y la posición de igualdad de las partes.
Otro fundamento de la adopción de las técnicas de oralidad, en especial
las del interrogatorio, se encuentra en el derecho internacional de los dere-
chos humanos, como se verá más adelante.
Tanto el artículo 8o. de la Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos (CADH), o Pacto de San José, como el artículo 14 del Pacto Inter-
nacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) prescriben lo que deno-
minan garantías judiciales mínimas, y entre ellas nos interesa destacar las que
se refieren al juicio oral y público, a la intervención del imputado y su defensor en el
31
Ibidem, p. 580.
32
Ibidem, pp. 582 y 583.
33 Maier, Julio B. J., Derecho procesal penal, 2a. ed., Buenos Aires, Editores del Puerto, 1996,
t. I, p. 664, nota 345. A favor del poder de investigación judicial autónoma: Jauchen, Eduar-
do M., La prueba en materia penal, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 1992, p. 26; Vélez
Mariconde, Alfredo, Derecho procesal penal..., cit., pp. 173-243.
34 Véase Dall’Anese Ruiz, Francisco, “El juicio”, Reflexiones sobre el nuevo proceso penal, San
José, Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica-Corte Suprema de Justicia, 1996, p. 654.
35 Rivero Sánchez, Juan Marcos, en Proceso, democracia y humanización..., cit., p. 81.
36 “Artículo 144. Los tratados internacionales celebrados por El Salvador con otros Esta-
dos o con organismos internacionales, constituyen leyes de la República al entrar en vigen-
cia, conforme a las disposiciones del mismo tratado y de esta Constitución.
La ley no podrá modificar o derogar lo acordado en un tratado vigente para El Salvador.
En caso de conflicto entre el tratado y la ley, prevalecerá el tratado”.
37 Aunque jurídicamente sea posible y permisible que el imputado pueda contrainterro-
gar a los testigos de cargo en su contra, técnicamente no es recomendable, pues el dominio
de las técnicas de interrogatorio requiere de un conocimiento especializado que el imputado
no tiene; por ello es aconsejable que “haga interrogar” al testigo, por medio de su abogado
defensor, sobre los puntos que él quiere cuestionar en su defensa.
La anterior redacción del inciso primero del artículo 348 del CPP, aho-
ra reformado, decía: “El presidente del tribunal, después de interrogar al
perito o testigo sobre su identidad personal y las circunstancias generales
para valorar su testimonio…”. Dicha redacción presentaba la dificultad de
que fuese el juez quien interrogara al testigo sobre las circunstancias para
acreditar o no la veracidad o mendacidad del testigo,39 con lo que violen-
taba, por un lado, su deber de imparcialidad y, por otro, despojaba a las
partes de dicho rol, pues es a ellas quienes, a través del contrainterrogatorio y la
rehabilitación, les corresponde dicha actividad.
Se ve lesionada la imparcialidad del juez, pues, como se ha dicho, él
no es titular de pretensión alguna; por otra parte, la actividad de producir
pruebas y de cuestionar las producidas le compete a las partes y no al juez.
De ahí que fuera necesario delimitar la actividad del juez en el interrogato-
rio del testigo o perito, a simplemente verificar los datos generales sobre su
identidad, pero no los aspectos relativos a su credibilidad,40 pues ello com-
promete su imparcialidad.
c. El interrogatorio por parte del juez y del jurado sobre los “hechos”
41
Mira y López, Emilio, Manual de psicología jurídica, Madrid, Salvat, 1932, p. 149.
42
Marroquín Galo, José Fernando, ¿Existe conflicto…?, cit., p. 4.
43 Entre ellas se señalan el método cronológico y el de primacía, impacto y novedad como estra-
tegias del interrogatorio, como se verá más adelante.
44 El rol e imparcialidad del juez en Puerto Rico al interrogar ha tenido un diferente tra-
En tal tema se aconseja que las preguntas que formule el juez sean úni-
camente para aclarar puntos sobre información ya suministrada al juicio
por el interrogado, y que resulte confusa u oscura. Y que tales preguntas se
refieran a puntos periféricos y no medulares, puntos sobre los cuales el juez
debe permitir el interrogatorio.
Pese a esa permisión legal, no es aconsejable que el juez interrogue,
pues es labor de las partes convencerle sobre los hechos a partir de la in-
formación que proporcione el testigo; y porque con las preguntas, por muy
imparciales que sean, puede destruir lo que una de las partes ha logrado con
su interrogatorio, en detrimento de la otra, sin que ello sea su labor o su rol.
Suministrar esos datos fácticos le compete a las partes con su interrogato-
rio. Al juez le corresponde percibirlas y valorarlas, no hacerlas producir. Y
si el juez tiene dudas respecto de los hechos o circunstancias, ya el artículo
5o. del CPP le prescribe que: “En caso de duda el juez considerará lo más
favorable al imputado”.
De la misma manera, no es aconsejable que el jurado o los miembros
del tribunal del jurado interroguen al testigo, perito o al imputado (artículo
372, inciso 2, del CPP), pues no sólo pueden infringir su deber de imparcia-
lidad al generar los mismos efectos destructivos a la estrategia de las partes,
sino que acarrea un problema para éstas, en tanto que no les convendrá ob-
jetar las preguntas que el jurado (o el juez en su caso) haga, pues en última
instancia, es quien decidirá el litigio.
tamiento jurisprudencial, como puede verse en: Resumil de Sanfilippo, Olga Elena, Derecho
procesal penal. Práctica jurídica de Puerto Rico, New Hampshire, Follows Equity Law Publishing
Company, t. I, pp. 65-67.
45 Marroquín Galo, José Fernando, ¿Existe conflicto…?, cit., p. 7.
tanto inspirar o insinuar como dominar la voluntad; por lo que queda pro-
hibida la segunda idea respecto a las preguntas sugestivas.46
Procesalmente hablando, la pregunta sugestiva es “la que sugiere la res-
puesta deseada… son sencillamente afirmaciones, con una frase agregada
al principio o al final para convertirlas en preguntas”.47 De igual forma, se
entiende “aquella que no sólo busca una respuesta única, sino que incluye la
respuesta en la propia pregunta”.48 En el mismo sentido, Jauchen, al referir-
se a tales preguntas sugestivas, entiende que son “aquellas en que el hecho
o circunstancia que se pretende conocer o esclarecer con la respuesta del
testigo, se le indica mediante la pregunta, sugiriendo de este modo la res-
puesta que debe dar. De esta forma, la misma pregunta restringe al testigo
la posibilidad de respuesta”.49
A partir de tales nociones, la idea de la prohibición de las preguntas
sugestivas tiene por objeto impedir que la información de donde surgirán
los elementos de convicción sea “inspiración” de las partes, lo que vuelve
nugatoria la posibilidad de llegar a la reconstrucción conceptual del hecho,
pues sólo se obtendría información parcializada, coherente con la preten-
sión de la parte que interroga en el proceso, afectándose el principio de
“verdad material o real” cuando estamos en presencia de un interrogatorio
destinado a obtener información primaria o novedosa, que todavía no ha
sido extraída ni incorporada en el juicio.50
Con dichas insinuaciones o sugerencias de las partes sería imposible llegar a
la certeza como nivel de convicción capaz de destruir la presunción de ino-
cencia, pues con ello, los elementos probatorios provienen de la intimidad
de las partes y no del órgano de prueba, desvaneciéndose la objetividad que
exige la prueba para ser tal; pues la noción de “subjetividad” de la prueba
no sólo se refiere al conocimiento privado del juez, sino, además, al conoci-
miento que tengan las partes del hecho, a menos que constituyan órganos
de prueba.
Pero si tal prohibición se refiere únicamente a la información novedosa, no
tiene sentido que se siga manteniendo respecto de la información que ya fue
incorporada al juicio por el órgano de prueba que está siendo interrogado,
46
Ibidem, p. 8.
47
Bergman, Paul, La defensa en juicio…, cit., p. 194.
48 Ramos González, Carlos y Vélez Rodríguez, Enrique, Teoría y práctica de la litigación en
Puerto Rico, San Juan, Michie of Puerto Rico, 1996, p. 29.
49 Jauchen, Eduardo M., La prueba en materia penal, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores,
1996, p. 128.
50 Marroquín Galo, José Fernando, ¿Existe conflicto…?, cit., p. 9.
1. Principio de oralidad
et al., Derecho jurisdiccional, Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, pp. 314-350; Fairén Guillén, Víc-
tor, Doctrina general del derecho procesal, Barcelona, Bosch, 1990, pp. 35-38; De la Oliva Santos
y Fernández, Miguel Ángel, Derecho procesal civil, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces,
1996, pp. 135-170.
59 Cfr. Gimeno Sendra, Vicente, Fundamentos de…, cit., p. 177. Sobre la temática véase
Gimeno Sendra, Vicente, Derecho procesal…, cit., p. 50; Montero Aroca, Juan, en Montero
Aroca, Juan et al., Derecho…, cit., pp. 351-353; Gimeno Sendra, Vicente, en Cortés Domín-
guez, Valentín et al., Derecho procesal…, cit., pp. 34-39.
60 Gimeno Sendra, Vicente, Derecho procesal…, cit., pp. 51 y 52.
61 Idem. Al respecto puede verse —también— Montero Aroca, Juan, en Montero Aro-
ca, Juan et al., Derecho..., cit., pp. 351-353; Gimeno Sendra, Vicente, en Cortés Domínguez,
Valentín et al., Derecho procesal..., cit., pp. 34-39; De la Rúa, Fernando, Teoría general del proceso,
Buenos Aires, Depalma, 1991, pp. 99-103, y Gimeno Sendra, Vicente, Fundamentos de…, cit.,
pp. 222 y 223.
62 Gimeno Sendra, Vicente, Derecho procesal…, cit., pp. 51 y 52. Al respecto, también:
Montero Aroca, Juan, en Montero Aroca, Juan et al., Derecho…, cit., pp. 351-353; Gimeno
Sendra, Vicente, en Cortés Domínguez, Valentín et al., Derecho procesal…, cit., pp. 34-39; De
la Rúa, Fernando, Teoría general del…, cit., pp. 99-103, y Gimeno Sendra, Vicente, Fundamentos
de…, cit., pp. 222 y 223.
63 Véase Montero Aroca, Juan, en Montero Aroca, Juan et al., Derecho…, cit., pp. 356 y
357; Gimeno Sendra, Vicente, en Moreno Catena, Víctor et al., Introducción al..., cit., p. 45;
Gimeno Sendra, Vicente, en Cortés Domínguez, Valentín et al., Derecho procesal…, cit., pp. 44
y 45, y Gimeno Sendra, Vicente, Fundamentos de…, cit., pp. 236 y 237.
64
Sobre la temática véase Gimeno Sendra, Vicente, Derecho procesal…, cit., p. 54; Monte-
ro Aroca, Juan, en Montero Aroca, Juan et al., Derecho…, cit., pp. 354 y 355; Gimeno Sendra,
Vicente, en Cortés Domínguez, Valentín et al., Derecho procesal…, cit., pp. 39-42, y Gimeno
Sendra, Vicente, Fundamentos de…, cit., pp. 227-232.
68 Sobre el tema véase Ortells Ramos, Manuel, en Montero Aroca, Juan et al., Derecho…,
cit., pp. 459 y 460; Cortés Domínguez, Valentín, en Moreno Catena, Víctor et al., Introducción
al..., cit., p. 369; Guasp, Jaime, Concepto y método..., cit., pp. 62 y 63, y Guasp, Jaime, Derecho
procesal..., cit., p. 32.
3. Audiencia preparatoria
4. Audiencia probatoria
I. Aspectos generales
* Profesor titular por oposición de Derecho procesal civil en la Universidad de San Car-
los de Guatemala; profesor en la Maestría de Derecho Civil en la misma Universidad y de la
Maestría de Derecho Procesal Civil en la Universidad Mariano Gálvez.
1 Regularmente en el vocabulario forense se utiliza la expresión “administración de
justicia”; sin embargo, tal expresión resulta ser un vocablo multívoco y por ende equívoco,
puesto que se refiere a la parte administrativa de la justicia que no condice a la impartición
de justicia a cargo de los jueces.
2 Véase Mercader, Amílcar A., Estudios de derecho procesal, La Plata, Editora Platense,
1964, p. 41, al comentar el proyecto de Código de Procedimiento Civil de Eduardo J. Cou-
ture, refiriéndose a la regla moral, el tiempo y la utilidad del proceso.
241
3
Apuntes de la conferencia pronunciada en el XXII Encuentro Panamericano de De-
recho Procesal, celebrado en la ciudad de Goiánia-Goiás, Brasil, del 26 al 28 de agosto de
2009.
4 Véase Arratíbel Salas, Luis Gustavo, “Los procesos orales en material civil”, Estudios
jurídicos en homenaje a Cipriano Gómez Lara, México, Porrúa, 2007, p. 33.
5 Véase www.DiarioJudicial.com, jueves 25 de octubre de 2007.
6
Devis Echandía, H., “Oralidad y escritura en los procedimientos colombianos y de
otras repúblicas latinoamericanas”, Estudios de derecho procesal, Bogotá, ABC, 1980, t. II, p. 475.
7 Cappelletti, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, trad. de Santiago Sentís
Melendo, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1972, pp. 85 y 86.
prueba y la sentencia, sin perjuicio de algunos otros que el juez estime in-
dispensable que así se hagan constar, como se ha venido insistiendo en los
foros. Más adelante haremos una breve relación al actual anteproyecto del
Código Procesal General.
Como bien dice el profesor Fix-Zamudio,
II. Definición
El juicio oral ha sido definido como “aquel que en sus periodos funda-
mentales se sustancia de palabra ante el tribunal que ha de resolverlo, sin
perjuicio del acta sucinta donde se consigna lo actuado”.13
12 Vázquez Sotelo, José Luis, “El proceso civil y su futuro”, ponencia presentada en las
XVIII Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal, realizadas en Montevideo, Uruguay,
del 16 al 18 de octubre de 2002, publicadas por la comisión organizadora.
13 Cabanellas, Guillermo, Diccionario de Derecho Usual, 7a. ed., Buenos Aires, Heliasta,
1972, t. II, p. 460.
14
Véase Couture, Eduardo J., Vocabulario jurídico, 2a. reimp., Buenos Aires, Depalma,
1983, p. 365.
15 Véanse, entre otros, Gómez Lara, Cipriano, “La oralidad en el proceso civil mexica-
no”, ponencia presentada en el XII Congreso Mexicano de Derecho Procesal, Tamaulipas,
cual, para su estudio, se deben tener muy en cuenta los principios que dan
al proceso oral su particular aspecto. Señala los siguientes:
Esto no quiere decir que la oralidad se contente con una discusión oral
en la audiencia, como se admite en la práctica. La discusión oral supone
un debate oral, constituido por una serie de actos coordinados en forma
continua y directa, lo que tampoco significa que la oralidad exige en lo ab-
soluto la exclusión de la escritura; por el contrario, la escritura en este tipo
de procesos desempeña un papel muy importante en todas las fases de su
desarrollo, porque tiene una doble importancia: la primera es la de prepa-
rar el examen de la causa, y la segunda es la documentación de aquello que
tiene importancia para la causa, en particular lo que ocurre en la audiencia.
...quiere que el juez que debe pronunciar la sentencia haya asistido al desa-
rrollo de las pruebas de las cuales debe derivar su convencimiento, esto es,
que haya entrado en relación directa con las partes, con los testigos, con los
peritos y con los objetos del juicio, de modo que pueda apreciar las declara-
ciones de tales personas, la condición de los lugares… [el principio de] inme-
diación se halla estrictamente vinculado con el de la oralidad, en cuanto sólo
en el proceso oral puede ser plena y eficazmente aplicado.
Como principio general, el juez que conoce del juicio debe ver y oír a
las partes y demás personas que intervienen con él.
24 al 27 de septiembre de 1989, memoria editada por la UNAM, México, 1990, pp. 312 y
313; Montero Aroca, Juan, “La nueva Ley de Enjuiciamiento Civil española y la oralidad”,
Revista Jurídica del Perú, año LI, núm. 20, marzo de 2001, pp. 167-180.
3. Identidad de las personas físicas que constituyen el juicio con el juez, durante
el desarrollo de la causa
4. Concentración del examen del juicio en un periodo único (que puede ser debate)
o desarrollarse en una audiencia o pocas audiencias próximas
sentencia constituye una regla que debe observarse para el éxito del juicio
oral, de lo contrario se producen dilaciones innecesarias que abundan en
los procesos escritos.
1. Competencia
16
Este artículo ha sufrido diversas modificaciones, pues inicialmente, cuando entró en
vigor el Código (1o. de julio de 1964), la competencia de los jueces menores o de paz no ex-
cedía de Q.500.00 quetzales, época en la cual la moneda nacional guardaba paridad con el
dólar de los Estados Unidos de América ($1.00 = Q.1.00). Sin embargo, por la depreciación
de nuestra moneda, esta cuantía se ha venido modificando y en la actualidad el monto máxi-
mo que pueden conocer los jueces de paz es de Q.50,000.00 en el municipio de Guatemala
(en donde se asienta la capital); en otras cabeceras departamentales, y algunos municipios
de mayor población y actividad económica, conocen hasta de Q.25,000.00; en el resto de
municipios hasta Q.15,000.00, según Acuerdo No. 37-2006.
2. Demanda17
A. Concepto
Ahora bien, este concepto de demanda, como simple acto iniciador del
proceso, es, por parcial, incompleto, y lo es porque por no pueden existir
actos de iniciación procesal de carácter abstracto, sino que siempre aquéllos
han de referirse, de una u otra manera, a la pretensión. Debe añadirse así
otro aspecto al concepto de demanda, el relativo a la pretensión, y aunando
los dos puede definirse la demanda como el acto procesal de parte por el
que se ejercita el derecho de acción y se interpone la pretensión.
La demanda, en todo caso, como acto, es un continente; por medio
de ella se ejercita el derecho de acción y por medio de ella se interpone la
pretensión o las pretensiones, de modo completo o no; si la demanda es el
continente, el contenido es, sobre todo, la pretensión. Ello da lugar, en oca-
siones, a equívocos terminológicos, por ejemplo, admisión de la demanda,
admisión de la pretensión, requisitos de una y otra, que deben ser solucio-
nados atendiendo a la diferencia entre continente y contenido. El CPCyM
alude, correctamente, a los requisitos de la demanda, en cuanto ésta es el
acto escrito en el que se ejercita la pretensión.
La trascendencia de la demanda proviene de que en ellas se determina
el objeto del proceso, con todo lo que ello significa, especialmente a la hora
B. Requisitos de la demanda
exigen para toda demanda presentada por escrito, en virtud del principio
iura novit curia, pues es el juzgador quien conoce directamente los hechos en
que se base la pretensión del actor, recibe directamente los medios (mejor
los órganos) de prueba, generalmente documentos relacionados con la re-
lación familiar (comprobación del parentesco de las partes y constancias de
ingresos del padre), y adecua las peticiones correspondientes.
Cuando se procede verbalmente, apunta Aguirre Godoy,18 “la oralidad
cumple su función y la escritura [el acta] solamente documenta lo que el
demandante expone”.
Para ambos casos, el artículo 107 del CPCyM prescribe: “el actor debe-
rá acompañar a su demanda, los documentos en que funde su derecho. Si
no los tuviere a su disposición los mencionará con la individualidad posible,
expresando lo que de ellos resulte y designare el archivo, oficina pública o
lugar donde se encuentren los originales”. De no presentarlos con la deman-
da, no le serán admitidos posteriormente, salvo impedimento justificado
(artículo 108 del CPCyM).
La demanda (escrita) por ser un acto inicial debe contener, por disposi-
ción del artículo 61 del Código Procesal, lo siguientes rubros:
3. Admisión y emplazamiento
A. Efectos materiales
B. Efectos procesales
pues no puede existir un proceso sin oposición o resistencia. Con todo, debe
tenerse en cuenta que el allanamiento no es un acto específico de este mo-
mento procesal, es decir, no es algo que sólo pueda hacerse ahora, sino que
puede hacerse en cualquier momento de la instancia. Cuando se dice que el
allanamiento es uno de los posibles contenidos de la contestación de la de-
manda, se está afirmando algo esencialmente incorrecto.
Por ser la respuesta (reacción) que da el demandado frente a la preten-
sión del actor, debe también cumplir con los mismos requisitos de contenido
y forma que se exigen para la demanda, previstos en los artículos 61, 106 y
107 del Código Procesal, ya indicados; actos que debe llevar a cabo el de-
mandado si no quiere que el proceso se tramite en su rebeldía.
El emplazado puede contestar la demanda por escrito o verbalmente en
la propia audiencia. Así, el artículo 204, al referirse a la contestación de la
demanda, expresa:
De esa forma quedan fijados los puntos o hechos que van a discutir-
se en el juicio oral, a partir de lo cual ya no es posible introducir ninguna
ampliación o modificación a la demanda. Hay que tener en cuenta que el
actor, con su pretensión, fija el objeto del proceso, y el demandado, con su
oposición o resistencia, determina el objeto del debate.
No obstante, el demandado sí puede introducir con su contestación una
pretensión propia e independiente, que se constituye en la reconvención,
es decir, siempre que la misma tenga conexión, por razón del objeto o del
título, con la demanda y no deba seguirse por distintos trámites, lo que ge-
nera una acumulación por inserción de pretensiones (artículos 119 y 204
del CPCyM), situación que obliga al juez a suspender la audiencia y señalar
una nueva para continuar con el juicio, a efecto de que el actor reconvenido
pueda preparar su defensa, a menos que prefiera contestarla en ese acto.
EI día y hora señalados para la audiencia del juicio oral, las partes de-
ben comparecer a su celebración con sus respectivos medios de prueba,
A. La rebeldía
Concepto
B. Conciliación
20 Alvarado Velloso, Adolfo, “La conciliación como medio para solucionar conflictos de
intereses”, Revista Uruguaya de Derecho Procesal, Montevideo, 1986, p. 274.
21 Cfr. Chacón Corado, Mauro Roderico, “El derecho de defensa en el proceso civil”,
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, época XI, núm. 6, junio-diciembre de 1984,
pp. 25-50.
22
Aguirre Godoy, op. cit., pp. 24 y 26.
Las partes están obligadas a concurrir a la primera audiencia con sus respec-
tivos medios de prueba.
Si en esta audiencia no fuere posible rendir todas las pruebas, se señalará
nueva audiencia dentro de un término que no debe exceder de quince días.
Extraordinariamente y siempre que por circunstancias ajenas al tribunal o
a las partes, no hubiere sido posible aportar todas las pruebas, el juez podrá
señalar una tercera audiencia exclusivamente para ese objeto. Esta audiencia
se practicará dentro del término de diez días.
Cuando se proponga la prueba de declaración de parte, el juez determina-
rá la audiencia en que deba practicarse, dentro de las que se prevén en este
artículo. En igual forma se procederá para el reconocimiento de documentos.
Lo dispuesto en este artículo se entiende sin perjuicio de la facultad que
tiene el juez para ordenar diligencias para mejor proveer, de acuerdo con el
artículo 197.
También están facultados los jueces que conozcan de estos juicios, para
señalar términos extraordinarios, cuando algún medio de prueba deba ren-
dirse fuera del territorio de la República.
los jueces para practicar pruebas en auto para mejor fallar, todo lo cual da
lugar, en mejor forma que los juicios escritos, a establecer la verdad mate-
rial, siempre y cuando los jueces cumplan con sus deberes procesales y no
conserven un rigorismo exagerado que no contempla la ley, para facilitar la
recepción de los medios de prueba, y hagan uso del principio de oficiosidad
que sí regula el Código, pero que en la práctica forense no se conoce.
Por integración del procedimiento, son aplicables al juicio oral todas las
disposiciones del juicio ordinario, en cuanto no se opongan o contraríen su
naturaleza (artículo 200 del CPCyM).
Los medios de prueba que regula el artículo 128 son: declaración de las
partes; declaración de testigos; dictamen de expertos; reconocimiento judi-
cial; documentos; medios científicos de prueba, y presunciones.
D. Incidentes y nulidades
Son incidentes, dice la Ley del Organismo Judicial (LOJ), las cuestiones
que se promuevan en un asunto y tengan relación inmediata con el negocio
principal (artículo 14 de la LOJ). Los que pongan obstáculos al curso del
asunto se sustancian en la misma pieza de autos, quedando éstos, mientras
tanto, en suspenso; los que no obstaculicen su prosecución se tramitan en
pieza separada (artículos 151 y 152 de la LOJ).
Sin embargo, en el juicio oral, de acuerdo con el artículo 207 del Có-
digo Procesal,
Los términos (mejor plazos) que tiene el juez para dictar sentencia en el
juicio oral son más reducidos que los señalados para los de conocimiento,
como veremos.
La sentencia
a) Para los juicios de ínfima cuantía (artículo 211, que puede ser de has-
ta un máximo de Q.10,000.00).
b) Para los juicios de alimentos, cuyo artículo 215 establece: “Si el de-
mandado no concurriere a la primera audiencia y no contestare por
escrito la demanda, el juez lo declarará confeso en las pretensiones
del actor y procederá a dictar sentencia”.
c) En el juicio de rendición de cuentas, si el demandado no rindiere
provisionalmente las cuentas en la primera audiencia, bajo apercibi-
miento de tenerse por ciertas las afirmaciones del actor.
d) En el de jactancia (según el artículo 227 del CPCyM), al emplazar al
demandado, el juez le intimará para que en la audiencia que señale
confiese o niegue los hechos imputados bajo apercibimiento de que,
en caso de rebeldía, se tendrán por ciertos los hechos en que se funda
la demanda.
F. Recursos. Concepto
por medio de la aplicación del derecho objetivo, que procura la tutela y se-
guridad de los derechos de los particulares.23
Regularmente se ha entendido que la sentencia cierra la parte del pro-
ceso que puede denominarse “declarativa”, pero también se sabe que aquél
no concluye sino con la realización de lo dispuesto en la resolución judicial
o en un equivalente judicial (regularmente los títulos extrajudiciales), lo que
implica una fase más, que es la ejecución.24
Aunque en un gran número de casos la función jurisdiccional de de-
claración (cuando la pretensión es meramente declarativa o constitutiva)
cumple su fin de tutela jurídica con ese pronunciamiento en la sentencia.
En la doctrina, algunos autores dicen que la ejecución puede ser volun-
taria o forzosa. Es voluntaria cuando la parte vencida da cumplimiento a
lo decidido en el fallo. Y forzosa cuando corre a cargo del órgano judicial,
que suele ser el mismo que ha resuelto el pleito, como se declaraba en las
Partidas, entre otros textos legales. No obstante, creemos que si el obligado
o deudor cumple voluntariamente, no se puede hablar de ejecución propia-
mente, puesto que no hubo necesidad de promover la actividad jurisdiccio-
nal, al haber acatado el ejecutado al mandato judicial, es decir, a lo que fue
condenado en la sentencia respectiva. En realidad, sólo puede haber ejecu-
ción forzada, que se produce ante el incumplimiento del obligado.
Como indica Prieto Castro, si el obligado por el mandato judicial no
lo cumple, la función jurisdiccional empieza a actuar en una nueva etapa,
llamada de ejecución, esto es, en el proceso de ejecución que se suele llamar
“forzosa”. Esta nueva forma de manifestarse la jurisdicción es indispensable
para que los particulares obtengan tangible y prácticamente los bienes que
el orden jurídico les reconoce. Por la ejecución forzosa, el Estado despliega
toda su fuerza coactiva para operar, algunas veces, en primer lugar, psicoló-
gicamente sobre el deudor a fin de doblegarle al cumplimiento de lo man-
dado, y si ello no basta, para actuar entrando en la esfera jurídica privada o
patrimonial del que se resiste, a fin de hacer cumplir el mandato de la deci-
sión, de proporcionar al acreedor el bien concreto que jurisdiccionalmente
se le ha reconocido; y si ello no es posible (ejecución directa), entonces hace
por subrogación, en lugar del deudor, el acto que omite, sanciona la reali-
zación de lo que debía omitir o pone a disposición del acreedor otros bienes
materiales que puedan sustituir a lo mandado en su valor económico.25
23 Véase Prieto Castro, Leonardo, Tratado de derecho procesal civil, II, 2a. ed., Pamplona,
Aranzadi, 1985, p. 645.
24 Véase Lalinde Abadía, Jesús, Iniciación histórica al derecho español, Barcelona, Ariel, 1970,
pp. 801-815.
25 Prieto Castro, op. cit., p. 646.
Con el objeto de dar a conocer los asuntos que se tramitan en esta clase
de juicio, los enumeramos a continuación.
Las materias que se pueden tramitar en juicio oral las enumera el ar-
tículo 199 del CPCyM, y son:
26
“Artículo 182. Procedimientos. Los procesos civiles o mercantiles que se promuevan en
ejercicio de las acciones reguladas por esta ley se tramitarán de acuerdo con el procedimiento
del juicio oral, establecido en el libro segundo, título II, capítulos I y II del Código Procesal
Civil y Mercantil. No obstante lo dispuesto en este artículo y cualquier otra disposición
contenida en la presente ley, que dé lugar a acciones civiles o mercantiles, los interesados
también podrán utilizar métodos alternativos de resolución de controversias, tales como la
conciliación y el arbitraje”.
27 “Artículo 133. Los procesos civiles que se promuevan para hacer valer derechos reco-
nocidos en esta ley se tramitarán de acuerdo con el procedimiento del juicio oral establecido
1. Audiencia preliminar
Destacamos esta actividad del proceso ordinario por audiencias, porque cons-
tituye uno de los principales elementos de la nueva estructura procesal. Por
ello, es importante que las partes concurran a la audiencia en forma personal,
para lo cual se les cita bajo apercibimiento de que en caso de incomparecen-
cia injustificada se producirán los efectos legales que luego mencionaremos.
Si hubiera motivo justificado, podrá solicitarse previamente al tribunal que,
según calificación del motivo, habilite la comparecencia por representante.
Solamente si por razones de fuerza mayor o caso fortuito, debidamente acre-
en el libro segundo, título II, capítulos I y II del Código Procesal Civil y Mercantil. No obs-
tante lo dispuesto en este artículo y cualquier otra disposición contenida en la presente ley
que dé lugar a acciones civiles o mercantiles, los interesados también podrán utilizar méto-
dos alternativos de resolución de controversias, tales como la conciliación y el arbitraje”.
28 Se integró la comisión redactora del anteproyecto por los profesionales del derecho:
Mario Aguirre Godoy, Roberto Aguirre Matos y Francisco Chávez Bosque, con el apoyo de
la consultora internacional Margarita de Hegedus, de Uruguay.
Esta audiencia preliminar está compuesta por las fases siguientes: a) fase
de conciliación; b) fase de ratificación de los actos de proposición, pudién-
dose alegar hechos nuevos, siempre que no modifiquen la pretensión o la
contestación; c) fase de recepción de pruebas de las excepciones previas: de
las que hubiesen propuesto las partes; d) fase de despacho saneador, y e) fase
del objeto del proceso y de la prueba.
2. Audiencia complementaria
29
Cfr. Aguirre Godoy, Mario, “Código Procesal General (iniciativa de ley) —parte II—”,
Revista del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, Guatemala, núm. 51, 2006, pp. 38 y ss.,
que será de donde tomaremos la información.
VII. Bibliografía
279
…en efecto, el predominio de la discusión oral del pleito, con la conexa fun-
ción meramente preparatoria y de documentación de los escritos, sólo tiene
sentido si el juez que ha de decidir la controversia es el mismo que ha asistido
al desarrollo de la prueba y ha entrado en relación directa con las partes, si el
2
Cappelletti, M., Procédure orale et procédure écrite, Milán-Nueva York, 1971, p. 12.
3
La metodología de la doctrina alemana al tratar de la oralidad puede ejemplificarse
con Grunsky, W., Grundlagen des Verfahrensrecht, Bielefeld, 1974, p. 213, y Arens, P., Mündli-
chkeitsprinzip und Prozessbeschleunigung im Zivilprozess, Berlín, 1977, p. 27.
7
Calamandrei, P., “Oralità nel processo”, Opere Giuridiche, I, Nápoles, 1965, p. 452
8
Prieto-Castro, L., “Precisiones sobre oralidad y escritura”, Estudios y comentarios para la
teoría y la práctica procesal civil, I, cit., pp. 101 y 102; del mismo autor, “Oralidad y escritura”,
Trabajos y orientaciones, Madrid, 1964, pp. 209-211.
9 Véase Holzammer, R., Österreischisches Zivilprozessrecht, Viena-Nueva York, 1976, pp.
129 y 130.
10 Ibidem, pp. 134-137; Fairén Guillén, V., El Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia (ora-
lidad, concentración, rapidez, economía), Valencia, 1975, pp. 402-405.
11 Jauernig, O., Zivilprozessrecht, Munich, 1981, pp. 86-88; Arens, P., Mündlichkeitsprin-
zip und Prozessbeschleugnigung im Zivilprozess, Berlín, 1971, pp. 24-27; Baur, F., Zivilprozessrecht,
Frankfurt a. M., 1979, pp. 49, 50, 55 y 56.
Cuando ya están consignados en el sumario los hechos, tales como han po-
dido justificarse en los primeros momentos de la perpetración de un delito,
y se hallan evacuadas las diligencias conducentes a que consten en lo posible
toda las circunstancias de alguna importancia que sirvan para esclarecer los
actos punibles y la criminalidad de los que han tenido en ellos participación,
empieza el verdadero juicio: se practican las pruebas que conducen ya a rectificar el
resultado del sumario, ya a corroborarlo, ya, por el contrario, a debilitarlo, y quizá hasta a
hacer desaparecer del todo su importancia (la cursiva es mía).
...la nueva Ley... proscribe y condena una preocupación hasta ahora muy
extendida, que, si pudo ser excusable cuando el procedimiento inquisitivo
estaba en su auge, implicaría hoy el desconocimiento de la índole y naturale-
za del sistema acusatorio con el cual es incompatible. Se refiere el infrascrito
a la costumbre, tan arraigada de nuestros jueces y tribunales, de dar escaso
o ningún valor a las pruebas del plenario, buscando principal o casi exclu-
sivamente la verdad en las diligencias sumariales practicadas a espalda del
acusado. No; de hoy más las investigaciones del juez instructor no serán sino
una simple preparación del juicio. El juicio verdadero no comienza sino con
la calificación provisional y la apertura de los debates delante del tribunal
que, extraño a la instrucción, va a juzgar imparcialmente; ...en el juicio oral
y público es donde ha de desarrollarse con amplitud la prueba...; y donde los
magistrados han de formar su convicción para pronunciar su veredicto con
abstracción de la parte del sumario susceptible de ser reproducida en el juicio.
tensión que imponen sus propias necesidades, sin estar condicionada por la
investigación sumarial.
Pero la Exposición de Motivos entra en contradicción consigo misma al
manifestar que el sumario “es, después de todo, la piedra angular del juicio
y la sentencia”, y se acerca a la otra postura cuando dice que los elementos
recogidos en el sumario “han de utilizarse y depurarse en el crisol de la con-
tradicción durante los solemnes debates del juicio oral y público”.
Dos días antes de que empezara a publicarse en la Gaceta de Madrid el
texto de la LECrim, indicaba Alonso y Colmenares, que presidía en ese
momento el Tribunal Supremo, que el juicio oral “depura los sumarios,
rectificando o fijando de un modo inequívoco y seguro la verdad de los he-
chos”, y que “la certeza de que todos los actos del sumario han de ratificarse
y ofrecer materia de discusión en el juicio oral” será un estímulo contra la
arbitrariedad, la malicia y para evitar abandonos, errores y descuidos en la
formación del sumario.
Diferentemente se expresaba la Fiscalía del Tribunal Supremo en una
“Instrucción” de carácter general sobre el tema de “si hay o no necesidad
de verificar en el juicio oral todas las pruebas en que se apoyen la acusación
y la defensa, sin recurrir al sumario, sino en los casos en que la Ley de En-
juiciamiento determina”. La Fiscalía del Tribunal Supremo, consciente del
cambio producido por la LECrim respecto a la antigua forma de enjuiciar,
manifiesta que “en el sumario hallarán las partes.... un arsenal al que será
conveniente acudir para disponer de los datos necesarios en que hayan de
apoyar sus especiales pretensiones; pero necesitan ofrecer estos datos en el
juicio y revestirlos de las formas legales que puedan darles la eficacia nece-
saria”; indicaba también que “...es indeclinable la obligación de los con-
tendientes de ofrecer y practicar todas las pruebas que sean pertinentes en
el juicio...”. En esta misma dirección, Romero Girón, ministro de Gracia y
Justicia, criticaba la tendencia tanto a desbordar la función de la instrucción
preparatoria, haciéndola exhaustiva “hasta el extremo de anticipar y abar-
car todos los elementos indispensables al juicio, en lugar de mero, aunque
seguro, indicador para el debate y la prueba”, como a considerar la prueba
del juicio “viciosa y hasta dañina ante la diafanidad del sumario”.
De esta breve selección de textos históricos significativos creo que se
puede concluir la existencia, en la fase de introducción del nuevo sistema
de enjuiciamiento, de dos concepciones diferentes sobre las relaciones entre
material de investigación del sumario y prueba del juicio:
que, según el artículo 659 LECrim, contra la parte del auto admi-
tiendo las pruebas no procederá recurso alguno. La misma situación
se producía cuando la introducción de esa documentación hubiera
sido propuesta y admitida como prueba documental, corruptela fre-
cuentísima.
2) La causal de casación que tutela el derecho de las partes a la admi-
sión y práctica de los medios de prueba pertinentes permitía corre-
gir algunas desviaciones. Si las resoluciones del tribunal de instancia
desestimatorias de las peticiones de las partes relativas a la proposi-
ción y práctica de un medio de prueba estaban condicionadas por la
consideración de que ya existen los correspondientes elementos de
convicción en la investigación sumarial, el citado motivo permitía,
indirectamente, someter al examen de la casación la corrección del
recurso al sumario para fundar la sentencia. Se incluyen aquí tanto
las resoluciones de inadmisión de pruebas como las de denegación de
suspensión del juicio que hubieran impedido la práctica de un medio
de prueba.
3) Pero había infracciones de ese régimen procesal de imposible acceso
a casación.
B. La prueba anticipada
cial, artículos 333 y 336; testifical, artículos 448 y 449; y pericial, artículos
467, párrafo segundo, 471 y 476; y también para pericias especiales, artícu-
los 350 y 356). La nueva redacción de los artículos 777.2 y 797.2 posibilita
que el juez de instrucción acuerde la práctica anticipada de la prueba para
atender a las dos finalidades de la misma.
La prueba anticipada que puede ser acordada por el órgano jurisdiccio-
nal sentenciador atiende a las dos finalidades (artículos 657, párrafo tercero,
777.2 y 797.2 LECrim).
Pueden provocar la suspensión de la vista: la práctica de la prueba de
reconocimiento judicial (artículo 727 en relación con el 746.2), de la prueba
testifical en los casos de los artículos 718 y 720 (artículo 746.2), y de la pe-
ricial en cuanto al reconocimiento previo al informe de los peritos (artículo
725). En general, cualquier prueba que deba practicarse mediante auxilio
judicial, en cuanto éste ha de cumplimentarse con la antelación necesaria
para que la documentación sea devuelta antes de que se declare conclusa la
vista (STS del 12 de junio de 1970).
La prueba anticipada se realiza siempre ante un órgano jurisdiccional:
según los casos, el juez de instrucción, el órgano sentenciador, un magistra-
do de éste o el órgano a quien corresponda prestar el auxilio judicial.
La intervención de las partes es sustancialmente la misma que les co-
rresponde en la práctica del medio de prueba dentro del juicio oral (véanse
los artículos antes citados).
La reforma a la LECrim realizada por la Ley 38/2002, del 24 de oc-
tubre, regula la forma mediante la cual la prueba anticipada ha de intro-
ducirse en el juicio oral: reproducción de la grabación o lectura literal de
la diligencia en el acto del juicio oral. Se respetan así los principios de con-
tradicción —porque se garantiza que las partes toman conocimiento del
resultado de la práctica en el acto del juicio— y los de oralidad y publicidad.
Es discutible que la prueba anticipada pierda su eficacia si en el mo-
mento del juicio oral no concurre de hecho la causa por cuya previsión se
acordó aquélla. Sin duda es admisible, en tal caso, una complementación
de la misma.
1) Documentos a los que afecta: son los que recogen actos de investiga-
ción de una instrucción previa judicial. Se refiere expresamente a las
diligencias sumariales, pero no hay obstáculo en extenderlo a los ac-
tos de las diligencias previas del proceso abreviado y a las diligencias
urgentes del procedimiento de enjuiciamiento rápido. Los actos de
investigación de procedimientos no judiciales no están contemplados
en el artículo y merecen, como inmediatamente veremos, un trata-
miento aparte.
Además, es necesario que en la realización del acto de investiga-
ción que se quiera utilizar se hayan observado las garantías necesa-
rias para la defensa (SSTC 80/1986, del 17 de junio; 182/1989, del
3 de noviembre, y 217/1989, del 21 de diciembre). En este aspecto,
el TC ha innovado el régimen del artículo 730 con una interpreta-
ción conforme a la CE. Se requiere, pues, que, como mínimo, se
haya dado la posibilidad de intervención que establece la LECrim
para los actos del procedimiento preliminar (artículo 302, y la inter-
vención del abogado del imputado). La doctrina del TC expuesta al
principio del párrafo tiene continuidad en las SSTC 40/1997 (Sala
1ª), del 27 de febrero; 12/2002 (Sala 1ª), del 28 de enero, y 94/2002
(Sala 2ª), del 22 de abril.
2) Presupuestos de la introducción de estos documentos son la instancia
de las partes y que la prueba (correspondiente al acto de investiga-
La sentencia no podrá imponer pena más grave de la solicitada por las acu-
saciones, ni condenar por delito distinto cuando éste conlleve una diversidad
de bien jurídico protegido o mutación sustancial del hecho enjuiciado, salvo
que alguna de las acusaciones haya asumido el planteamiento previamente
expuesto por el juez o tribunal dentro del trámite previsto en el párrafo se-
gundo del artículo 788.3.
317
español aquel desideratum de “un proceso con rostro humano”, que fue lema
de un recordado Congreso Internacional de Derecho Procesal (un lema que
coincidía con lo que se reclamaba respecto del socialismo en la “Primavera
de Praga”).
No parece dudoso que la introducción efectiva del proceso oral (con
inmediación judicial y publicidad) ha sido un gran paso adelante en la con-
figuración del proceso civil español, en la línea de lo que todos los procesa-
listas, siguiendo a Chiovenda, habían venido reclamando insistentemente
en la segunda mitad del siglo XX.1
Como es bien sabido, el proceso civil tradicional, de base medieval ro-
mano-canónica, tipificado en el modelo del solemnis ordo iudiciarius, ha estado
dominado por la escritura. Varios factores contribuyeron al predominio del
proceso escrito, entre ellos el peso de la tradición jurídica; la superioridad de
la escritura para ofrecer garantías de autenticidad de acuerdo con la adver-
tencia verba volant y scripta manent, y sus indudables ventajas para la revisión
de las resoluciones judiciales en un grado superior, sin olvidar otros factores.
Cappelletti ha subrayado que en las disposiciones que imponen el proceso
escrito como superior al oral hay alusiones al peligro representado por los
jueces “viles”, si actuaban sin el control de la escritura.2 En el último siglo,
al menos en algunos países (entre ellos España), también ha sido muy deci-
siva la actitud de la judicatura y de la propia abogacía, más partidaria de la
escritura que de la oralidad, por la mayor comodidad que supone la elabo-
ración escrita de los trámites procesales (que es precisamente el argumento
que hoy está detrás del retroceso sufrido por la oralidad en el segundo grado
jurisdiccional y en los recursos extraordinarios, como diremos más adelante:
cfr. apartados IX y X), por cuanto la escritura facilita la reflexión, la consulta
yecto de la LEC: “la oralidad no se implanta por decreto ni por ley”. Con
lo que quiso decir que para implantar la oralidad en el proceso es necesario
disponer una serie de medidas que están más allá de la ley para que la ora-
lidad pueda convertirse en realidad, tales como disponer de las nuevas tec-
nologías de registro de la palabra y la imagen, disponer de salas preparadas
para ese fin, e incluso contar con la “cultura de la oralidad”, para la que,
como queda anticipado, no siempre la judicatura ni la abogacía se muestran
favorables.
La oralidad se ha introducido en el nuevo proceso civil, configurándolo
como un “proceso por audiencias”, mediante el empleo de las modernas
tecnologías de registro y reproducción de la palabra y de la imagen en las
sesiones judiciales (audiencia previa o preliminar, audiencia de prueba o
“juicio”, audiencia sobre medidas cautelares).
Se acabaron las “posiciones” o afirmaciones sometidas por escrito para
ser “absueltas” por la contraparte, ahora sustituidas por preguntas dentro
del “interrogatorio de partes”. Se acabaron las “preguntas escritas” a los
testigos y las “repreguntas” también escritas, ahora también sustituidas por
el “interrogatorio de testigos” realizado por los abogados de las partes ante
la presencia del juez. Se acabaron las providencias judiciales declarando
previamente la pertinencia o impertinencia de las preguntas que se preten-
dían formular, sustituidas por acuerdos, en el momento del interrogatorio,
tomados verbalmente por el juez o magistrado que preside la sesión. Se aca-
bó el proceso civil en el que el ciudadano demandante o demandado asistía
a los actos judiciales de prueba o a otros trámites sin poder ver el rostro del
juez que iba a dirimir su caso. Era una petición recurrente que muchos ciu-
dadanos formulaban a sus abogados: “oiga, quién es el juez que juzga mi
caso”. A cuya pregunta el abogado tenía que contestarle cosas como ésta:
“es un señor de mediana edad; es muy estudioso; usted no lo ve porque está
en su despacho estudiando otros asuntos y sólo ordena que las pruebas pa-
sen ante él si hay alguna dificultad o en asuntos muy singulares…”.
Ésta ha sido la gran transformación del proceso civil español de primera
instancia, operada a partir de la entrada en vigor de la LEC 2000. Ahora,
los ciudadanos que tienen que litigar “ven” a su juez; “ven” y “oyen” a sus
abogados; presencian las audiencias o sesiones establecidas para el desa-
rrollo del proceso y pueden estar presentes en la recepción de las pruebas,
realizadas en sesiones verbales, así como en las alegaciones finales o de con-
clusión realizadas por los abogados, cuya respectiva “calidad” los propios
ciudadanos a veces pueden apreciar.
de menor cuantía”, Estudios de derecho procesal civil, penal y constitucional, Madrid, 1984, t. II, pp.
307 y ss.). Es fundada la queja reiterada de Fairén de que en las publicaciones posteriores a
la nueva LEC 2000 se ocultan sus aportaciones sobre la audiencia preliminar o sobre los pro-
cesos sumarios, cuya regulación en la LEC (en materia de cosa juzgada) considera errónea.
Cfr. su extensa y reciente obra sobre la utilidad de los procesos cualitativamente sumarios en
relación con la eficacia (limitada) de la cosa juzgada que ahora le niega la LEC. Lo “sumario”
y lo “plenario” en los procesos civiles y mercantiles españoles: pasado y presente, Madrid, Centro de Es-
tudios del Colegio de los Registradores de la Propiedad, 2006.
ria presencia del juez, del secretario judicial, de los defensores de las partes y
de éstas mismas. Todos los personajes están hoy presentes en las audiencias
del proceso civil español de primer grado, en su caso con los testigos y los
peritos.
Con la oralidad y la inmediación se practica la concentración en un solo
acto, frente a la dispersión propia de la escritura.
Y con la oralidad, la inmediación y la concentración, se observa la pu-
blicidad de las audiencias del procedimiento, garantizada por preceptos de
la LEC y de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ), que se cumple en la
práctica bien como publicidad coram populo (“audiencia pública”), o cuando
menos como publicidad restringida para los representantes y letrados de las
partes.
ñanzas de su gran maestro Chiovenda, pueden recordarse ahora las escritas en Proceso y demo-
cracia, conferencias en México, traducidas por el joven H. Fix-Zamudio y editadas en Buenos
Aires, EJEA, 1960. Son de especial utilidad las explicaciones de las causas por las que fracasó
la oralidad en Italia (pp. 167-169).
Un proceso oral por audiencias puede ser más lento que el proceso
desarrollado mediante intercambio de escritos. La redacción de escritos su-
pone un trabajo de despacho, que puede haber exigido muchas horas, pero
su intercambio con los escritos de la contraparte es sumamente sencillo y
permite la tramitación simultánea de múltiples procesos (igual que sucede
con las varias secciones de un proceso concursal). En cambio, una audien-
cia o comparecencia exige la presencia simultánea de muchos profesionales:
juez, secretario, procuradores y abogados, y sus respectivos patrocinados o
clientes, y, a veces, testigos y peritos. En la audiencia o “vista” se reúnen las
energías de muchas personas que sólo pueden atender al asunto que motiva
su comparecencia. No cabe duda de que la verbalidad u oralidad supone
mayor dificultad para el trabajo de los abogados y de los jueces.10 Si, pese
a ello, se defiende el proceso oral es porque se espera alcanzar un resultado
superior, de más calidad, que el que se obtendría mediante el procedimien-
to escrito. Pero de la sustanciación verbal se derivan también otros efectos.
11 La recientísima reforma del proceso civil promulgada en Italia, para entrar en vigor
el 4 de julio de 2009, ante la acumulación de 5,400,000 procesos civiles pendientes, con los
enormes retrasos que ello supone, entre otras medidas, impone sanciones “por hacer perder
el tiempo al magistrado”, v. gr., para el que rechaza una propuesta de conciliación como
solución si después, aunque venza, obtiene menos de lo que el juez había propuesto.
La etapa del proceso civil donde más útil puede resultar utilizar el pro-
cedimiento oral es la de la práctica o recibimiento de la prueba, porque ga-
rantiza la presencia inmediata del juez, que puede observar toda la riqueza
de circunstancias en las declaraciones de los propios litigantes, de los testi-
gos y de los peritos, que no pueden ser apreciadas en actuaciones escritas.
Su presencia inmediata le permite al juez pedir explicaciones o aclaraciones
y observar las dudas o contradicciones en que los declarantes puedan in-
currir (lo que después podrá tomar en cuenta al hacer la valoración de las
pruebas).
1) El procedimiento de la prueba se integra por los siguientes momen-
tos, etapas o “tiempos”: a) petición de prueba; b) recibimiento del proceso a
prueba; c) proposición de prueba; d) admisión de la prueba; e) práctica de la
prueba, y f) valoración de la prueba.
La petición genérica de prueba se limita a solicitar que en un determi-
nado proceso exista prueba. Cada una de las partes tiene el deber jurídico
(carga) de formular la petición genérica de que haya prueba, porque, con
frecuencia, las legislaciones no establecen que el juez reciba a prueba el jui-
cio cuando lo considere necesario, aun cuando no medie petición de parte.
El recibimiento a prueba corresponde al juez del proceso y es un acuer-
do o resolución disponiendo que en un determinado juicio se practique
prueba.
La proposición de prueba corresponde a cada una de las partes y es una
petición formal en la que, partiendo de que el proceso ha sido recibido al
trámite de prueba, se concretan los medios de prueba que se desean utilizar.
La admisión de la prueba (en su caso, su inadmisión) corresponde al
juez del proceso y es una resolución por la cual el juez resuelve si admite o
rechaza los concretos medios de prueba que cada parte desea utilizar. En
caso de admisión, el juez debe ordenar o realizar las citaciones, requeri-
mientos y comparecencias necesarios para que las partes puedan producir
la prueba que han propuesto.
La práctica de la prueba consiste en recibir las pruebas, documentando
sus resultados. Es también un momento que corresponde al juez, porque
es él el destinatario de la prueba. Pero es respecto a este momento donde
se muestra la gran diferencia entre un proceso acoplado al principio de la
escritura o al de la oralidad, sobre todo por lo que afecta a la percepción
directa e inmediata del juez del proceso, algo que es fundamental para que
pueda después realizarse una correcta valoración de los resultados proba-
torios.
La valoración de la prueba, que es siempre una función intransferible
del juez, es el último de los momentos o etapas de la prueba, que se realiza
en el momento de decidir y que se explica o motiva en la fundamentación
jurídica o motivación de la sentencia.
2) En el tradicional proceso escrito la petición de prueba se realizaba en
los escritos de alegaciones iniciales (demanda, contestación, reconvención,
contestación), generalmente en la súplica del escrito de demanda o por me-
dio de una petición accesoria (Otrosí) añadida a la petición principal de la
súplica.
libros o papeles para constatar un dato que necesite para contestar (artículo
650). En cada una de las contestaciones el testigo debía expresar la “razón
de ciencia” de su saber (artículo 649).
Los testigos declaraban separada y sucesivamente entre sí y el resultado
de su interrogatorio se documentaba en la correspondiente acta, que era
leída y después firmada por el testigo con el juez, el secretario y los repre-
sentantes y defensores de las partes (artículos 651 y 652).
El “acta” que documentaba en el proceso el resultado de la confesión o
de cada interrogatorio de testigos no podía ilustrar sobre las circunstancias
subjetivas de cada declarante, v. gr., la firmeza, la claridad y la precisión de
sus respuestas o las dudas o vacilaciones. Tales circunstancias podían ser
recordadas por el juez que hubiese presidido la prueba y podían contribuir
a su valoración. Pero los defensores de las partes, al preparar sus escritos
de conclusiones con los resultados probatorios alcanzados (artículos 667 y
670), no podían hacer referencia a esos importantes aspectos subjetivos y a
veces pretendían salvar las deficiencias del sistema recordando en su escrito,
v. gr., que la parte o el testigo había respondido con firmeza y precisión o
que se había mostrado vacilante al responder y que había acabado diciendo
lo que reflejaba el acta después de expresar dudas (“no sé”, “ahora no me
acuerdo”, “tengo dudas”, para concluir optando por la respuesta que se
había hecho constar en el acta). Y si el juez que dictara la sentencia no era
la misma persona del juez que había presidido los actos de prueba (lo que
podía suceder) tampoco podía tener de los resultados probatorios otra vi-
sión que la facilitada por la correspondiente acta, vox mortua de lo sucedido.
Otro tanto los jueces de los tribunales superiores que conocían del proceso
en vía de recurso.
6) En el proceso por audiencias orales, a partir de la aplicación de la LEC
2000, se han producido cambios sustanciales en cuanto a la prueba. La
práctica de la prueba es ahora mucho más ágil. Gracias a la utilización de
las modernas técnicas de grabación y reproducción del sonido y de la ima-
gen, los resultados de las pruebas cuentan con una documentación que per-
mite “revivir” todos los aspectos que quedaban ocultos en las tradicionales
actas escritas.
La proposición de prueba se realiza al final de la audiencia previa, cuan-
do el proceso deba proseguir por no haberse alcanzado la avenencia entre
las partes y después de agotadas las demás finalidades que la ley atribuye a
dicho trámite (artículo 429.1).13
13
Esta disposición, para la aceleración del procedimiento, obliga a los abogados a llevar
bien preparada la audiencia previa para todas las salidas que eventualmente se puedan pro-
ducir dentro de las diversas funciones que corresponden a dicho trámite. Si se alcanza una
solución por avenencia, el trabajo de proposición de prueba habrá sido en vano, pero es in-
evitable. El sistema de la LEC anterior a partir de la reforma de 1984 era más cómodo para
los abogados: sólo si no se alcanzaba la avenencia, y el proceso debía continuar, se concluía
la comparecencia y se concedían ocho días a las partes para que sus defensores pudieran
presentar sus escritos, proponiendo los medios de prueba.
Esta “audiencia de prueba” (la segunda de las audiencias típicas del juicio declarativo or-
dinario) recibe en la LEC el nombre inadecuado de “juicio”, término que en el vocabulario
procesal español siempre se ha utilizado como equivalente a proceso, para designar todo el
fenómeno del litigio en primer grado y no la concreta fase de prueba (la LEC, equivalente al
código del proceso civil, se llama Ley de “Enjuiciamiento” o ley de los juicios civiles). No es
el único ejemplo de terminología caprichosa de la LEC 2000.
de entonces los autos del proceso conclusos para pronunciar sentencia (ar-
tículo 434).
a) La “confesión” de las partes ha sido sustituida por el “interrogatorio
de partes” (artículo 301-316).
Las antiguas posiciones actualmente son “preguntas” que se formula-
rán oralmente, en sentido afirmativo, con la debida claridad y precisión, sin
incluir valoraciones ni calificaciones, que se tendrán por no realizadas. El
juez decide sobre la procedencia de las preguntas en el mismo momento del
interrogatorio (artículo 302). La parte interrogada responderá por sí misma,
sin valerse de borrador de respuestas, aunque se le permitirá consultar en el
acto documentos, notas o apuntes cuando sea conveniente para auxiliar la
memoria (artículo 305.1). Las respuestas habrán de ser afirmativas o nega-
tivas o, al menos, precisas y concretas, pudiendo agregarse las explicaciones
convenientes (artículo 305.2). Los abogados de las demás partes y el de la
propia parte interrogada podrán formular a su vez nuevas preguntas y el
juez podrá también interrogar para pedir al declarante aclaraciones o adi-
ciones a sus respuestas (artículo 306.1).
La incomparecencia de la parte puede permitir al juez considerar como
reconocidos los hechos en los que la parte haya intervenido personalmente
(artículo 304), y la negativa a responder (salvo si concurre un deber legal de
guardar secreto) o las respuestas evasivas, después del correspondiente aper-
cibimiento, permiten al juez considerar reconocidos los hechos a los que se
refiere la respuesta negada o evasiva (artículo 307).
b) El “interrogatorio de testigos” ha recibido una nueva regulación para
adaptarlo al proceso oral (artículos 360-381).
La prueba se propone junto con las demás, indicando la identidad de
los testigos (nombre, apellidos, profesión, domicilio o residencia): artículos
360 y 362.
Los testigos declararán separada y sucesivamente, sin que se comuni-
quen entre sí, no pudiendo asistir a las declaraciones de otros testigos (ar-
tículo 366). Su declaración se hace bajo juramento o promesa de decir ver-
dad y con la advertencia del posible delito de falso testimonio (artículo 365).
Después serán interrogados por las llamadas “circunstancias generales
de la ley”, relativas a su imparcialidad (si es familiar, socio, dependiente,
amigo íntimo o enemigo manifiesto de la parte que lo presenta, etcétera)
(artículo 367).
Las preguntas al testigo se formularán oralmente, deberán ser en senti-
do afirmativo y con la debida claridad y precisión, sin incluir valoraciones
ni calificaciones que no deben ser autorizadas por el juez, pero que en todo
caso se tendrán por no puestas (artículo 368).
En el mismo momento del interrogatorio el juez admite las preguntas
formuladas correctamente y prohíbe las que no se ajusten a las exigencias
legales (artículo 368.2). En ese mismo acto del interrogatorio, los defensores
de las partes que no hayan propuesto al testigo podrán impugnar las pre-
guntas indebidamente admitidas y señalar las valoraciones y calificaciones
improcedentes. Además, la parte podrá pedir que conste en el acta su pro-
testa a los efectos del ulterior recurso (artículo 369).
La LEC da entrada a la figura híbrida del “testigo-perito” (artículo
370), regula los supuestos en que el declarante tenga un deber de guardar
secreto sobre los hechos por los que se le pregunte (artículo 371), regula la
intervención del juez y de las partes en el interrogatorio (artículo 372) y la
posible confrontación o careo de los testigos entre sí o con las partes (artícu-
lo 373), así como la indemnización que los testigos deben percibir (artículo
375), las “tachas” que pueden hacerse a los testigos en los que concurra
alguna causa legal (artículos 377-380), el interrogatorio sobre hechos que
consten en “informes escritos” (artículo 380) y el de las personas jurídicas o
entidades públicas (artículo 381).
7) Oralidad y valoración de las pruebas
a) La oralidad se demuestra superior a la escritura en el momento de la
valoración de las pruebas personales.
En un estudio clásico subrayó Chiovenda cómo el proceso oral tiene
que ir unido a la libre convicción judicial y cómo la oralidad pierde su signi-
ficación y su utilidad en un sistema de prueba legal en el que el juez es sólo
un computador aritmético de las pruebas practicadas, para saber si se ha lle-
gado a establecer la “verdad legal” (tres testigos coincidentes hacen prueba
plena; el testimonio de una persona adulta cuenta más que el de un joven,
o el de un aristócrata valía por el de tres personas vulgares, o el del hombre
más que el de la mujer, etcétera).14
El juez va ponderando el resultado de los distintos medios de prueba
a medida que se procede a su práctica, y en el momento culminante de
la sentencia realiza el juicio de conjunto. Pero puede suceder que debido
a cualquier incidencia, el momento en que las pruebas se han practicado
quede a distancia del momento en que se ha de pronunciar la sentencia, en
14
Chiovenda, G., Ensayos de derecho procesal civil, trad. de Sentís Melendo, Buenos Aires,
EJEA, 1949, t. I. La famosa “prolusione” de la Universidad de Parma, en “Romanismo y
germanismo en el proceso civil”, pp. 301-346, esp. pp. 342-344, así como el titulado “La idea
romana en el proceso civil moderno”, ibidem, pp. 363-366.
cuyo caso, si el juez tiene que recordar los resultados probatorios, no es igual
disponer de un grabación exacta de la imagen y del sonido que le permitirá
“revivir” aquella sesión de prueba, que tener que “leer” en las actas escri-
tas lo que allí se dice que dijo el testigo o lo que declaró la parte. El DVD
permite reproducir la viva vox del testigo o de la parte, mientras que el docu-
mento es sólo la vox mortua que acredita lo que respondieron los declarantes
pero sin poder reflejar los matices, a veces tan importantes para dar o negar
crédito a lo que se dijo (v. gr., la seguridad o las dudas con las que se hicieron
las manifestaciones).15
b) La oralidad se muestra muy superior a la escritura cuando es nece-
sario someter la valoración de la prueba al control de una prioris instantiae.
La reproducción del DVD permite a los magistrados de apelación revivir la
sesión probatoria, apreciando las declaraciones con todos sus matices, como
si hubiesen presenciado los interrogatorios.16
Permítanme que les ilustre con una información que podemos consi-
derar “de última hora”, de total actualidad. La legislación italiana sobre el
proceso civil ha sufrido en los últimos años sucesivas reformas desde 1990.
Más recientemente, mediante las leyes de 2005 y 2006 se han introducido
profundas innovaciones, todas ellas de hondo calado, dirigidas siempre a
dotar el proceso civil de mayor eficacia. Pues bien, cuando tales innovacio-
nes están siendo analizadas por la doctrina, en la que se han levantado fuer-
tes polémicas, apenas tres años después de la última reforma, el gobierno
italiano ha promulgado una nueva reforma que acaba de entrar en vigor el
4 de julio de 2009. El ministro guardasellos A. Alfano la ha justificado en
nombre de “un proceso menos lento y más justo”, por la necesidad de dar
solución a 5,400,000 procesos civiles pendientes ante los tribunales italianos
y para luchar con más eficacia “contra el mayor enemigo de la justicia que
es su lentitud”. Se pretende que un proceso no dure diez años, y se quiere
evitar el grave daño que para la economía produce la duración intolerable
de los juicios.
La reforma utiliza numerosas medidas. Hace poco (en 2003) se había
introducido el “proceso societario”, que ahora sólo tres años después es can-
celado y sustituido por un “procedimiento sumario de cognición”. El núme-
ro de “ritos” o procedimientos se reduce a los indispensables; el formalismo
procesal también se simplifica; el juez tendrá la obligación de fijar el “calen-
dario del proceso”; se establecen las notificaciones vía “mail” como forma
ordinaria de comunicaciones; la sentencia será simplificada, comprensible
y concisa para garantía del ciudadano. Por primera vez en la historia de la
legislación procesal italiana se introduce un filtro en el recurso de casación,
para controlar su admisibilidad con más eficacia (lo que hará un colegio de
cinco jueces, siguiendo los criterios de la jurisprudencia de la Corte). Se in-
troduce, asimismo, la “mediación” como instrumento que se espera permita
a los ciudadanos resolver sus problemas en cuatro meses, sin necesidad de
tener que acudir ante el tribunal, aunque con la ayuda de un experto que les
ayudará a resolver sus diferencias. Se adoptan medidas sancionadoras con-
tra el “perditempo” en el proceso: el que rechaza una propuesta conciliado-
ra hecha por el juez al inicio del procedimiento, aunque venza en la causa,
pero en suma inferior a la ofrecida como solución compositiva, puede ser
condenado a pagar las costas procesales producidas a partir del rechazo de
la conciliación. El que llama a juicio a otro sin fundamento (“a vanvera”)
puede ser condenado a pagar no sólo las costas procesales, sino también una
suma a título de resarcimiento. Y el que desobedece la orden del juez para
hacer o no hacer alguna cosa, paga una suma por cada retraso o por cada
día de incumplimiento.
Por lo que se refiere a la oralidad en el proceso civil, la recientísima re-
forma introduce la posibilidad del “testimonio escrito”, que toma de la legis-
lación francesa, consistente en que si las partes están de acuerdo y la causa
es sencilla pueda asumirse el testimonio mediante una declaración escrita a
cumplimentar sin necesidad de acudir ante el tribunal. El ministro de Justi-
cia anunció que “otras iniciativas están en estudio”.
Si ante estos problemas realmente dramáticos y angustiosos del proceso
civil, a los que tienen que hacer frente los legisladores de todos los países
desarrollados, el proceso escrito se demuestra más eficiente que el proceso
oral, es probable que la preferencia por la oralidad pasaría a un segundo
plano y la escritura volvería a ganar otra batalla, como ya sucedió hace si-
glos, aunque ahora por razones distintas.
Héctor Fix-Zamudio**
I. In Memoriam
de El Colegio Nacional.
347
juntamente con los amigos y colegas José Ovalle Favela y Gonzalo Armien-
ta Calderón, quien por muchos años presidió con dinamismo el Instituto
Mexicano de Derecho Procesal y de cuya directiva han formado parte tanto
Cipriano Gómez Lara como José Ovalle Favela, los que han participado
activamente en la organización y realización de los numerosos congresos
nacionales promovidos por dicho Instituto.
5. Con motivo de nuestra asistencia a esos congresos, en los cuales co-
laboró activamente el ilustre jurista italiano Mauro Cappelletti, a Cipriano
y al que esto escribe nos fue posible iniciar y conservar por mucho tiempo
una gran amistad con él, por lo que nos solicitó que ambos realizáramos la
traducción del curso que dictó en la Facultad de Derecho de la UNAM en
1965, el que impartió en los Cursos de Invierno organizados por el enton-
ces director y notable internacionalista César Sepúlveda. Dicha traducción
conjunta del italiano al castellano fue publicada por la misma Facultad con
el título de Control de la constitucionalidad de las leyes en el derecho comparado, en
1966.
6. Por otra parte, debe considerarse notable la actividad dinámica y
persistente de Cipriano Gómez Lara en el Colegio de Profesores de la mis-
ma Facultad de Derecho, el que presidió durante varios años e impulsó de
manera extraordinaria con la organización de cursos de actualización en
derecho procesal, que en los últimos tiempos contó con la participación do-
cente no sólo de procesalistas mexicanos destacados, sino también con la de
notables juristas extranjeros, que aceptaron la invitación del doctor Gómez
Lara para colaborar en esa tarea tan significativa para la formación de los
profesores más jóvenes y para poner al día a los que realizan una labor de
docencia en la propia Facultad. Además de lo anterior logró, con grandes
esfuerzos, el surgimiento de una publicación periódica sobre la materia con
el nombre de Cuadernos Procesales, que se inició muy modestamente en su
contenido y presentación en 1997, pero que adquirió de manera paulatina
mayor significado en ambos aspectos, y que puede constituir la base de una
revista mexicana de derecho procesal, que ya existe a nivel Iberoamericano.
7. En lo personal puedo afirmar que con su conducta amable y sensible,
Cipriano Gómez Lara logró el afecto y cariño de sus colegas. Además de
haber construido una carrera académica, que compartió con varios car-
gos públicos importantes, especialmente en la judicatura, formó una familia
cordial y muy preparada que encabezaba con su esposa Karin, de origen
alemán, en la cual encontró siempre cariño, apoyo y comprensión,1 y sus
tres hijas, que siempre lo alentaron, actualmente todas profesionistas y una
1
Cfr. Fröde de Gómez, Karen, Tempos fugit, México, Iure Editores, 2006.
II. Introducción
2 “La oralidad en el proceso civil mexicano”, Revista del Instituto Colombiano de Derecho
Procesal, Bogotá, Colombia, vol. 2-9, 1990.
5 La oralidad y las pruebas en el proceso civil, trad. de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires,
Ediciones Jurídicas Europa-América, 1972, pp. 85-87.
15. Sin embargo, en las últimas décadas se han realizado reformas ju-
diciales y procesales en nuestra región, como se ha dicho anteriormente,
con el objeto de superar la práctica de la escritura, al establecerse algunas
etapas procesales en las que predomina la oralidad, inclusive en el proceso
civil, pero con mayor fuerza en el penal, como se señalará posteriormente
(véase infra párrafos 79-114).
y Castillo, Niceto, Proceso, autocomposición y autodefensa, 2a. ed., México, UNAM, 2000, pp. 112-
120.
15 Cappelletti, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, cit., nota 5, pp. 47 y 48.
16 Rosenberg, Leo, Tratado de derecho procesal civil, trad. de Ángela Romero Vera, supervi-
sada por Eduardo B. Carlos y Ernesto Krotoschin, Buenos Aires, Editorial Jurídica Europa-
América, 1955, t. I, pp. 399-418.
17
Carús Guedes, Jefferson, O Princípio da Oralidade. Procedimiento por audiencias no Direito
Processual Civil Brasileiro, São Paulo, Editora Revista dos Tribunais, 2003, pp. 186-189.
18 Cfr., entre otros, Calamandrei, Piero, “La obra de Francisco Klein y el proceso civil
austriaco”, en Chiovenda. Recuerdo de juristas, trad. de Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires,
Editorial Jurídica Europa-América, 1959, pp. 151-159.
19 Fashing, Hans Walter, “Liberalización y socialización del proceso civil”, trad. de Raúl
Nocedal, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 13-14, enero-agosto de 1972, pp. 23-33.
20 Así lo sostiene un sector importante de la doctrina latinoamericana, entre ellos Vésco-
22. Si tomamos como base el carácter mixto del proceso en los códigos
procesales contemporáneos, podemos intentar ahora una descripción, más
que una verdadera definición, de la oralidad. Como cuestión previa es pre-
ciso afirmar que no se trata de una institución de fácil comprensión, como a
primera vista parece, sino de una gran complejidad, ya que, en mi opinión,
la oralidad en su sentido propio está integrada por algunos instrumentos
procesales inseparables, y para su implantación en los ordenamientos en los
cuales no se regula o no se practica, o lo es en una proporción restringida,
es indispensable cumplir con ciertos lineamientos sin los cuales resultaría
impracticable.
23. La doctrina mayoritaria ha señalado con algunos matices los ins-
trumentos de la fase oral del proceso: a) publicidad; b) concentración; c) in-
mediación; d) identidad física del juzgador, y e) dirección del proceso por el
juez o tribunal.
24. a) En principio podemos afirmar que entendemos por publicidad
aquella fase del procedimiento en la que están presentes y participan activa-
mente tanto el juez o el tribunal como las partes y las personas interesadas,
pero además cuando los actos del procedimiento pueden ser observados
directa y públicamente por el público en general, así como, con algunas
limitaciones, por los medios de comunicación. Éste es un principio que no
sólo se ha establecido en la mayoría de los ordenamientos procesales de
nuestra época, sino que además se ha incorporado a los principales tratados
internacionales de derechos humanos, en el sentido de que todas las per-
sonas tienen derecho a ser oídas en procesos públicos, salvo aquellos en los
cuales el juez o tribunal de la causa considere, de acuerdo con las disposi-
ciones legales, que puedan tramitarse excepcionalmente de manera priva-
da por razones de la moral y/o de la seguridad pública.21 Sin embargo, la
publicidad del proceso no es un principio absoluto, ya que incluye, como se
ha dicho, algunas restricciones especialmente en lo que respecta a los me-
dios de comunicación, los que en numerosos ordenamientos pueden estar
presentes y reseñar las audiencias, pero no están autorizados para tomar
fotografías durante la misma, y por ello es frecuente, en particular en los Es-
tados Unidos, que en su lugar se publiquen dibujos. También es frecuente la
vi, Enrique, Teoría general del proceso, Bogotá, Themis, 1984, pp. 58-70; De la Rúa, Fernando,
Teoría general del proceso, Buenos Aires, Depalma, 1991, pp. 99-114.
21 Esta excepción de privacidad está regulada en los artículos 14 del Pacto de Naciones
Unidas sobre los Derechos Civiles y Políticos, y 8o. de la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos. Este último señala escuetamente que el proceso penal debe ser público, salvo
cuando sea necesario para preservar los intereses de la justicia.
22
Cfr. Teoría general del proceso, cit., nota 20, p. 59.
23
Cfr., entre otros estudios, Ensayos de derecho procesal civil, cit., nota 6.
24
Cfr. De la Rúa, Fernando, Teoría general del proceso, cit., nota 20, p. 103.
25
Sentís Melendo, Santiago, El juez y el derecho (iura novit curia), Buenos Aires, Ediciones
Jurídicas Europa-América, 1957.
26
Cappelletti,Mauro, “Ideologías en el derecho procesal”, Proceso, ideologías, sociedad,
trad. de Santiago Sentís Melendo y Tomás A. Banzhaf, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas
Europa-América, 1974, pp. 4-83.
27 “El proceso como fenómeno social de masa”, en su libro mencionado en la nota ante-
rior, pp. 121-147.
28 El artículo 17 de la carta fundamental vigente dispone en su parte relativa: “…Toda
persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos
para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de
manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando en consecuencia prohibidas
las costas judiciales…” (el resaltado es mío).
29 Sobre el concepto de esta institución se puede consultar el documentado libro del des-
tacado procesalista de origen español, Sentís Melendo, Santiago, El juez y el derecho, cit., nota
25, esp. pp. 9-40
30 Cappelletti, Mauro, “La justicia social: acceso a la justicia y la responsabilidad del ju-
rista de nuestra época”, Dimensiones de la justicia en el mundo contemporáneo (cuatro estudios de derecho
comparado), trad. de Héctor Fix-Fierro, México, Porrúa, 1993, pp. 81-114; Garth, Bryant,
Neighborhood Law Firms for the Poor. A Comparative Study of Recent Developments in Legal Aid in the
Legal Profession, Alphen aan den Rijn-Rockville (Maryland), 1980.
país pueden consultarse los estudios de sociología jurídica de Fix-Fierro, Héctor y de López-
Ayllón, Sergio, “Muchos abogados, pero ¿poca profesión? Derecho y profesión jurídica en el
México contemporáneo” y “De las buenas o malas razones para estudiar ‘leyes’. Análisis de
una encuesta a estudiantes de derecho en la ciudad de México”, en la obra colectiva editada
por Héctor Fix-Fierro, Del gobierno de los abogados al imperio de las leyes. Estudios sociojurídicos sobre
educación y profesión jurídicas en el México contemporáneo, México, UNAM, 2006, pp. 1-60, y 115-
133, respectivamente.
34 Dezalay, Ives y Garth, Bryant G., “De élite dividida a profesión cosmopolita de abo-
gados y las estrategias internacionales en la construcción de la autonomía del derecho en
México”, en la obra citada en la nota anterior, esp. pp. 206-209.
35 En algunas facultades de derecho europeas se han creado las escuelas de especialización
profesional.
39
Terebilov, V., El sistema judicial en la URSS, trad. de Federico Pita, Moscú, Editorial
Progreso, 1977, pp. 42-48.
40
Schroeder, Robert y Hall, Harry A., “Twenty Five Years with Merit Judicial Selection
in Missouri”, Texas Law Review, junio de 1966, pp. 1088-1097.
42
Puede consultarse como un panorama en el establecimiento de juzgados especializa-
dos en pequeñas causas, la cuarta parte del vol. II, libro 2, “Promision Institutions”, de la
obra dirigida por Mauro Cappelletti, Access to Justice, parte intitulada Small Claims and Consu-
mer Problems, Milán-Alphen Aan Den Rijn, Giuffrè-Sijtoff and Noordhoff, 1979, pp. 491-763.
43 Leibe, Stefan, Proceso civil alemán, trad. al español de Rodolfo Witthaus, Medellín, Co-
lombia, Biblioteca Jurídica Dike-Konrad Adenauer Stiftung, 1999, pp. 77 y 78. El traductor
denomina al Rechtspfleger como “funcionario judicial superior”.
44 Bender, Rolf y Eckert, Helmut, “The Rechstspleger in the Federal Republic of Ger-
many”, en la parte, volumen y tomo citados en la obra referida en la nota anterior, pp. 477-
487.
45 Bender, Rolf, “The Stuttgart Model”, en la misma obra, volumen y título menciona-
dos en las dos notas anteriores, pp. 422-475, que incluye también un examen empírico de los
resultados de este modelo.
46 Jolowicz, J. A. C., On Civil Procedure, Cambridge, Inglaterra, Cambridge University
Press, 2000, esp. pp. 30 y 31.
…el proceso se diluye en promociones escritas en las que tanto juez como
abogados se comportan como enamorados tímidos, que cuando se encuen-
tran no saben qué decirse, pero apenas se separan, escriben larguísimas cartas
de amor, que conservan por algunas semanas en espera de cambiárselas en
silencio durante la próxima cita.
47
El citado artículo dispone: “La sustitución de la causa ante el juez de instrucción será
siempre oral”. En la reforma procesal de 1950 se suprimió la palabra siempre, con lo cual se
debilitó aún más la etapa oral del proceso.
48 Cappelletti, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, cit., nota 5, pp. 103-109.
56. El proceso penal a partir de finales del siglo XVIII superó de mane-
ra paulatina el procedimiento inquisitorio y secreto establecido en la Edad
Media, en el cual el juez se convirtió en investigador y el acusado podía ser
denunciado inclusive de manera anónima y además carecía de cualquier
medio de defensa, pero los pensadores de esta época, encabezados por el
Marqués de Beccaria, abogaron por la humanización de la justicia penal,49
en tanto que el inglés John Howard inició una lucha por la modernización
de las cárceles. Por su parte, las modificaciones de la legislación francesa,
que influyeron en otros países europeos continentales, establecieron el acu-
sador público, que se transformó en Ministerio Público con motivo de la expedi-
ción del Código de Instrucción Criminal de 1808 y la Ley de Organización
Judicial de 1810, como una organización de funcionarios regidos por los li-
neamientos esenciales de unidad, subordinación e individualidad, cuya cabeza, el
procurador general ante la Corte de Casación, dependía directamente del
Ejecutivo por conducto del Ministerio de Justicia.50
57. A partir de entonces se desarrollaron de manera progresiva las eta-
pas orales en el momento en que se ejercía la acción penal por el Ministe-
rio Público ante el juez o tribunal de la causa en el procedimiento penal
europeo. En los países de tradición angloamericana se han desarrollado dos
modelos: el norteamericano y el inglés. En los Estados Unidos se creó la
figura del Attorney General de acuerdo con la tradición inglesa, como el con-
sejero legal del Congreso Federal, regulado por la Ley de Organización
Judicial de 1789, que se integró al gabinete, si bien en sus comienzos fue
un cargo de escasa importancia política, pues incluso carecía de personal
auxiliar, no obstante lo cual, su intervención en los problemas jurídicos del
gobierno federal creció de manera paulatina.
58. En 1870, por medio de una Ley del Congreso Federal, se estableció
el Departamento de Justicia, encabezado por el citado Attorney General, con una
doble función: por una parte de consejero jurídico del gobierno federal, y
por la otra la de investigar y perseguir los delitos federales. Por este motivo
dicha dependencia comprende dos departamentos diversos dirigidos por
procuradores auxiliares (Attorney General Assistants) y, además, se designa un
49
Beccaria,César, De los delitos y de las penas, trad. de Santiago Sentís Melendo y Marino
Ayerra Redin, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1958.
50 Véase Rassat, Michele-Laure, Le Ministere Public entre son passé y son avenir, París, 1967,
pp. 16-20.
56
Procesospenales en Europa..., cit., nota 54.
57
Fix-Zamudio, Héctor, “Presente y futuro del Ministerio Público”, Memoria de El Colegio
Nacional, México, El Colegio Nacional, 2004, pp. 130-133.
58
Pizzorusso, A. et al., La Magistratura. Commentario della Costituzione. Art. 108-110, Bolonia-
Roma, Zanichelli Editore-Il Foro Italiano, 1992, pp. 63-69.
59
Procesos penales en Europa..., cit., nota 54, pp. 93 y 94.
60
Ibidem, pp. 222 y 223.
61
Ibidem, p. 347.
62
Ibidem, pp. 287-289; Van Rumbeke, Renaud, Le judge d’instruction, París, PUF, 1988.
63 Estos preceptos están situados en el título IV, relativo a la magistratura. Cfr. Pizzorusso,
A. et al., La magistratura…, cit., nota 58, pp. 1-31.
64 Spagna Musso, Enrico, “Problemi costituzionali del Pubblico Ministero”, Rivista Italia-
na de Diritto e Procedura Penale, Milán, abril-junio de 1963, pp. 398-438; Massa, Carlo, “Aspetti
della riforma nel processo penale”, en la misma Revista, julio-septiembre de 1963, pp. 755 y
ss.; Guarneri, Carlo, Pubblico Ministero e sistema politico, Padua, Cedam, 1984.
65
Granados, Francisco, El Ministerio Fiscal (del presente al futuro), Madrid, Tecnos, 1989;
Alamillo Canillas, Fernando, El Ministerio Fiscal español (su organización y funcionamiento), Ma-
drid, Colex, 1990.
66 Verpraet, Georges, Le nouveau visage de la magistrature, París, 1965, pp. 53-70; Pradel,
Jean, Procedure Pénal, 5a. ed., París, Editions Cujas, 1990, pp. 102-112; Rassat, Michel-Lau-
rae, Procedure Pénal, París, PUF, 1990, pp. 200-213.
67 Procesos penales en Europa..., cit., nota 54, pp. 31-42.
79. En los últimos años se advierte una vigorosa tendencia hacia la re-
forma de los códigos procesales penales en los ordenamientos latinoameri-
canos, que tradicionalmente han estado muy limitados en cuanto al estable-
cimiento de audiencias públicas, cuando no ha imperado un sistema escrito
integral. Sin embargo, en los últimos años se advierte la necesidad de una
modificación sustancial de los citados códigos para implantar las etapas ora-
les en los juicios criminales.
68
Ibidem, pp. 613-615.
mayo de 1999, con una vacatio legis de dos años para entrar plenamente en
vigor, aun cuando algunos preceptos se aplicaron previamente de manera
paulatina. Para lograr la efectividad de esa reforma se creó, el 19 de julio de
1999, el Comité Jurídico de Implementación (CEI), presidido por el minis-
tro de Justicia y de Derechos Humanos e integrado por el Poder Judicial por
conducto del Consejo de la Judicatura, así como representantes de los órga-
nos Legislativo y Ejecutivo, del Colegio de Abogados y del Comité Ejecutivo
de la Universidad Boliviana. Además se estableció un Comité Técnico de
Implementación (ETI), compuesto por profesionales de diversas disciplinas,
cuya misión es coordinar con los órganos de la reforma procesal penal y los
sistemas operadores del sistema de impartición de justicia, la ejecución del
Plan Nacional de Reglamentación.
91. Este proyecto de reforma es bastante ambicioso, y comprende tam-
bién la actualización de las instituciones judiciales y jurisdiccionales, espe-
cialmente de la policía y del Ministerio Público. Por otra parte, han entrado
en vigor, el 31 de mayo de 2000, varias medidas anticipadas de la vigencia
del citado Código de Procedimiento Penal respecto de los regímenes de
medidas cautelares y de prescripción penal, así como la aplicación de medi-
das alternativas (criterio de oportunidad, suspensión del proceso a prueba,
conciliación y procedimiento a prueba). Además se han limitado las causas
de la prisión preventiva, de manera que ahora procede únicamente por dos
motivos: para evitar la fuga del inculpado o evitar que destruya pruebas. Se
pretende con este amplio plan de reformas construir un nuevo sistema de
enjuiciamiento criminal, en el cual predomine el sistema acusatorio sobre el
preventivo, y un procedimiento concentrado por medio de audiencias orales
y públicas.74 No existe actualmente una posible conjetura de esta reforma,
ya que el actual y reciente presidente de Bolivia, el señor Evo Morales, ha
convocado a una Asamblea Constituyente para que expida la enésima ley
fundamental de ese país.
92. b) Chile. Ya he hecho referencia a la reforma procesal chilena (véase
supra, párrafos 81 y 82, que también se aborda en el libro al que he hecho
referencia en la nota 70), ya que indudablemente es la mejor desarrollada
por medio de regulaciones y aplicaciones de manera paulatina, de acuerdo
con un proceso legislativo que se inició desde 1993 e implicó varios años de
estudios muy sólidos, los que han tenido como su principal efecto la pro-
mulgación del nuevo Código de Procedimiento Penal, el 29 de septiembre
74
Cfr. el documentado y amplio estudio intitulado La reforma judicial en la región andina: ¿qué
se ha hecho, dónde estamos, a dónde van?, Lima, Perú, Comisión Andina de Juristas, 2000, pp. 152-
157.
75
Sobre la situación general de la reforma judicial procesal penal chilena es conveniente
consultar el excelente estudio de sociología jurídica de Duce, Mauricio J., “La reforma proce-
sal penal chilena: gestación y estado de avance de un proceso de transformación en marcha”,
En busca de una justicia distinta. Experiencias de reforma en América Latina, cit., nota 70, pp. 185-248.
76 Cfr. la obra La reforma judicial en la región andina…, citada en la nota 74, pp. 158-167.
77 Para una visión panorámica de la reforma judicial en Colombia, es muy útil la con-
sulta del documentado estudio de sociología jurídica elaborado por Fuentes Hernández,
Alfredo, “La reforma en Colombia: tendencias recientes 1991-2003”, En busca de una justicia
distinta, cit., nota 70, pp. 141-193.
así como dirigir las labores de la policía nacional con funciones de policía
judicial.
97. d) Ecuador. Debido a que en los tribunales ecuatorianos había pre-
dominado la anacrónica naturaleza escrita del proceso, en el cual se ob-
servó el ritualismo y la excesiva lentitud en la solución de las causas, la
reforma constitucional de 1992 marcó el inicio del proceso de reforma en
los distintos ámbitos de la actividad judicial, que comenzó con la presen-
tación, ese mismo año, del proyecto de Código de Procedimientos Pena-
les elaborado por la Suprema Corte de Justicia con el apoyo del Instituto
Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y
el Tratamiento del Delincuente (ILANUD), que no fue aprobado por el
Congreso. Un segundo paso se dio en 1994, cuando la Corporación Lati-
noamericana para el Desarrollo (CDL), con la colaboración de la Agencia
Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID), organizó
un grupo de trabajo con la participación de importantes juristas de ese
país, el cual elaboró una nueva propuesta de Código de Procedimiento
Penal, que se presentó al Congreso a finales de 1997, el cual fue aprobado
por la primera legislatura de 1998 y cuyo texto revisado fue aprobado por
la segunda legislatura de 1999; consagró un modelo de enjuiciamiento pe-
nal que introdujo el proceso acusatorio-oral, que distingue con claridad las
tareas de investigar y la de juzgar.
98. Ese nuevo Código de Procedimiento Penal fue expedido el 13 de
enero de 2002, que entró en vigencia después de un plazo de 18 meses, pero
de acuerdo con sus artículos transitorios se aplicaron a partir de la fecha de
publicación las normas relacionadas con los preceptos de debido proceso
reconocidos por la Constitución, cuya última revisión fue realizada en 1998.
Sin embargo, antes de su publicación, dicho Código aprobado por el Con-
greso fue vetado por el presidente de la República, el cual presentó un texto
alternativo para 118 artículos, debido a las observaciones presentadas por
organismos vinculados con la impartición de justicia como la Corte Supre-
ma, el Ministerio Público, así como organizaciones de la sociedad civil. De
un modelo inquisitivo, escrito y reservado, regulado por el anterior Código
de Procedimientos Penales de 1983, el actual introduce innovaciones pro-
fundas, entre ellas la oralidad en todas las etapas del proceso, el cual ha sido
reestructurado, ya que redefine las funciones de los jueces penales y confi-
gura el papel significativo del Ministerio Público al transferirle la carga de
la investigación y de la presentación de la acusación.
99. Este nuevo Código ha encontrado problemas de aplicación debi-
do a la escasez de agentes del Ministerio Público, cuyo número se necesita
triplicar a fin de que puedan cumplir satisfactoriamente las funciones que se
les encomiendan, tanto por dicho ordenamiento como por la Ley Orgánica
respectiva. Para poder realizar dichas tareas ha participado activamente
la Unidad de Coordinación del Programa de Apoyo a la Organización y
Funcionamiento de la Justicia (Pro Justicia), cuyos esfuerzos ha sido insufi-
cientes para realizar esa ambiciosa transformación. También se logró que
la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) y la Fundación Esquel
suscribieran un convenio con la Comisión Andina de Juristas, dirigido a di-
señar y ejecutar un programa de capacitación para jueces penales a fin de
habilitarlos en el ejercicio de las atribuciones que les han sido conferidas por
el nuevo ordenamiento procesal.78
100. e) Perú. El ordenamiento procesal penal peruano ha experimentado
una modernización durante un periodo paulatino y prolongado a partir del
Código de Procedimientos Penales de 1940, y por varias leyes procesales
dictadas en diferentes momentos de la vida institucional del país. El citado
ordenamiento otorgó a la instrucción un papel fundamental en el proceso,
en cuanto dejó de ser una mera fase preparatoria del juicio y los actos de in-
vestigación desarrollados durante ella se elevaron a la categoría de actos de
prueba que podrían sustentar una sentencia de fondo. Se estableció un pro-
cedimiento ordinario con una fase de instrucción o de investigación a cargo
de un juez instructor y otra de enjuiciamiento que se confirió a un tribunal
correccional. Esta última fase, oral y pública, tenía por objeto reproducir la
prueba reunida durante la instrucción en presencia del tribunal colegiado
conformado por tres magistrados superiores, los que podían emitir un fallo
absolutorio o condenatorio. El haber otorgado a los actos de investigación
sumarial carácter probatorio, significó en buena cuenta conceder terreno al
modelo inquisitivo.
101. El citado ordenamiento fue objeto de varias reformas posterio-
res, entre ellas varias leyes de emergencia expedidas a partir de 1992, para
combatir el terrorismo y los delitos comunes cometidos por organizaciones
criminales que causaran gran alarma social. Estas últimas normas, que se
prolongaron de manera excesiva, reforzaron la posición de la policía en me-
noscabo de las atribuciones del Ministerio, y afectaron de manera significa-
tiva los derechos y garantías de las personas. Después de un largo proceso de
reforma legislativa que se originó en los años sesenta y que generó la elabo-
ración de varios proyectos de modificaciones legislativas, con base en dicho
esfuerzo se elaboró un proyecto alternativo de Código de Procedimientos
Penales, el cual fue sometido a estudio por una Comisión Revisora designa-
da por mandato legislativo de octubre de 1990. Dicha Comisión propuso
78
Reforma judicial en la región andina…, cit., nota 74, pp. 176-180.
79
Ibidem, pp. 191-197.
80
Hammergren, Linn, “La experiencia peruana en reforma judicial: tres décadas de gran-
des cambios con pocas mejoras”, En busca de una justicia distinta…, cit., nota 70, pp. 289-333.
81
La reforma judicial de la región andina..., cit., nota 74, pp. 198-205.
84
Revista de la Facultad de Derecho, núms. 37-40, enero-diciembre de 1960, pp. 643-665,
ponencia respecto de la cual se presentaron numerosos informes y comunicaciones sobre
México y otros países latinoamericanos, así como otra en relación con Italia por el profesor
Mauro Cappelletti, pp. 669-753, con el consiguiente debate y conclusiones, pp. 735-754.
en los libros Las nuevas bases constitucionales y legales del sistema judicial mexicano. La reforma judicial
de 1986-1987, y en Las reformas constitucionales de la renovación nacional, ambas obras publicadas
en México por la Editorial Porrúa, 1987, pp. 345-390 y 495-541, respectivamente.
88 Sobre las reformas constitucionales y legales de 1995, 1996 y 1999 existe una biblio-
grafía muy amplia, por lo que nos limitaremos a mencionar una visión panorámica de las
mismas en nuestro estudio: Fix-Zamudio, Héctor, Estudio de la defensa de la Constitución en el
ordenamiento mexicano, México, Porrúa-UNAM, 2005, pp. 209-323, y la bibliografía allí citada.
89 Dicho precepto es muy amplio, pero conviene transcribir sus aspectos esenciales: “La
independencia de los magistrados y jueces en el ejercicio de sus funciones deberá estar ga-
rantizada por las Constituciones y leyes orgánicas de los estados, las cuales establecerán
las condiciones, para el ingreso, formación y permanencia de quienes sirvan a los poderes
judiciales de los Estados... Los nombramientos de los magistrados y jueces integrantes de los
poderes judiciales locales serán hechos preferentemente entre aquellas personas que hayan
prestado sus servicios con eficiencia y probidad en la administración (en realidad, imparti-
ción) de justicia o que lo merezcan por su honorabilidad, competencia y antecedentes en
otras ramas de la profesión jurídica. Los magistrados durarán en el ejercicio de su encargo
el tiempo que señalen las Constituciones locales, podrán ser reelectos y, si lo fueren, sólo po-
drán ser privados de sus puestos en los términos que señalen las Constituciones y las leyes de
responsabilidades de los servidores públicos de los estados. Los magistrados y los jueces per-
cibirán una remuneración adecuada e irrenunciable, la cual no podrá ser disminuida duran-
te su encargo”. Disposiciones similares se han establecido para los jueces y magistrados del
Distrito Federal en la base cuarta del artículo 122 de la carta federal, que además establece
el Consejo de la Judicatura del Distrito Federal como órgano de administración, vigilancia y
disciplina del Poder Judicial del Distrito Federal, el cual está encargado del nombramiento
de los jueces de primera instancia y de los que con otra denominación se creen en el propio
Distrito Federal, en los términos que las disposiciones prevean en materia de carrera judicial.
90 Concha Cantú, Hugo y Caballero Juárez, José Antonio, Diagnóstico sobre la administración
de justicia en las entidades federativas. Un estudio institucional sobre la justicia local en México, México,
National Center for State Courts, UNAM, 2001.
125. A este respecto, se debe señalar que el presidente Vicente Fox en-
vió el 29 de marzo de 2004 a la Cámara de Senadores del Congreso de la
Unión una ambiciosa iniciativa de reformas constitucionales de carácter
procesal y estructural, proyecto que se denominó Reforma Estructural del
Sistema de Justicia Penal Mexicano, pero que se encuentra todavía en es-
tudio en dicha Cámara legislativa. Pocos días después, el diputado Miguel-
ángel García-Domínguez entregó a la Cámara de Diputados del propio
Congreso de la Unión otra iniciativa, esta vez en representación del Partido
de la Revolución Democrática, con propuesta de modificaciones a la carta
federal también en relación con el Poder Judicial en materia penal, que tam-
poco ha sido aprobada. Como no es la oportunidad de analizar los aspec-
tos esenciales de dichos proyectos, me limitaré a comentar únicamente los
relacionados con la oralidad procesal de sus elementos y presupuestos básicos.
Aun cuando los mismos proyectos abarcan otros aspectos, se centran parti-
cularmente en la materia procesal penal, de acuerdo con la evolución que
se observa en Latinoamérica (véanse supra, párrafos 79-114).
126. a) Por lo que se refiere a la iniciativa del presidente Vicente Fox, en la
parte que se examina pretende establecer un nuevo proceso acusatorio, con al-
gunas excepciones procesales respecto al enjuiciamiento de la delincuencia
organizada (artículo 16 constitucional). También se regula un procedimien-
to minucioso de justicia penal para adolescentes, uniforme para toda la Repúbli-
ca, con apoyo en la muy reciente reforma al artículo 18 de la carta federal,
que obliga tanto a la Federación como a los estados y el Distrito Federal a
establecer órganos y procedimientos especiales para el tratamiento de los
adolescentes. En el proyecto se consideran como adolescentes a los que tie-
nen más de doce años pero menos de dieciocho (puesto que al cumplir esta
última se adquiere la mayoría de edad), con reglas particulares separadas de
las que se aplican a los mayores de edad, y si bien la redacción adolece de
errores, en general se considera satisfactoria, ya que se rige por un sistema
claramente garantista. Por lo que respecta a los menores de doce años, se
propone que si hubiesen realizado una conducta prevista como delito en la
ley, únicamente serán objeto de asistencia social.
91
García Ramírez, Sergio, “La iniciativa de reforma constitucional en materia penal de
20 de marzo de 2004”; Islas de González Mariscal, Olga, “Reformas penales a la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos”; Olea Lara, León, “Justicia penal y refor-
mas constitucionales”; Zermeño Infante, Jorge, “Reformas penales constitucionales”; García
Torres, Antonio, “La reforma de la justicia penal”, todos en García Ramírez, Sergio et al.
(coords.), La reforma a la justicia penal. Quintas Jornadas sobre Justicia Penal, México, UNAM,
2006, pp. 3-21; 23-40; 41-63, 65-66, y 123-127, respectivamente.
92 Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, Código Procesal Modelo para Iberoamérica,
cit., nota 69.
que califica como juicio inquisitorio regulado por los códigos procesales pe-
nales, por lo que se hace necesaria una reforma profunda, similar a la que
se ha hecho en otros países latinoamericanos, todo ello de acuerdo con el
citado Código Modelo y los tratados internacionales ratificados por el Eje-
cutivo Federal y aprobados por el Senado de la República, los cuales han
establecido los principios de un enjuiciamiento penal acusatorio en el cual
se respeten los derechos fundamentales de los inculpados y de las víctimas
o afectados por el delito. Este es el objeto de las iniciativas presentadas por
el Ejecutivo Federal ante el Senado y por el Partido de la Revolución De-
mocrática.
131. Algunos de los principios señalados por el doctor García-Domín-
guez ya están consagrados en el artículo 20 de nuestra carta fundamental,
pero en su opinión deben perfeccionarse con otros nuevos, entre ellos: a) pre-
sunción de inocencia; b) de igualdad; c) derecho del inculpado a que se le
comunique la acusación; d) derecho a que el propio inculpado disponga
del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
e) derecho a traductor o intérprete; f) derecho a no ser obligado a declarar
contra sí mismo ni a declararse culpable; g) juicio público y oral, con fallo público;
h) derecho de la defensa a interrogar a los testigos presentes en el tribunal
y de obtener la comparecencia de testigos y peritos; i) plazo razonable para
tramitar y dictar sentencia en el proceso (el artículo 20, fracción VIII, apar-
tado A, de la carta federal mexicana actualmente dispone que la duración
máxima será de cuatro meses cuando se trate de una pena que no exceda
del plazo máximo de dos años de prisión, y si excediere de dicho lapso, debe
ser juzgado antes de un año, salvo que solicitare más tiempo para su defen-
sa). En el caso de que no se cumpliera con estos plazos, la iniciativa propone
que al acusado debe ponérsele en libertad, sin que exista la posibilidad de
ser procesado por el mismo delito; j) derecho al debido proceso legal; k) prin-
cipio de legalidad y de no retroactividad, y l) derecho de recurrir el fallo
ante un tribunal superior.
132. Además, la mencionada iniciativa propone varias reformas estruc-
turales tanto a los órganos de procuración como de impartición de justicia,
muy similares a las que se señalan en el proyecto presidencial, tales como
nuevos órganos de procuración tanto en el ámbito federal como de las enti-
dades federativas, por medio de organismos constitucionales con autonomía
de gestión y administrativa, personalidad jurídica y patrimonio propios, con
un sistema de designación similar al del presidente de la Comisión de los
Derechos Humanos (por el Senado Federal), con un sistema de servicio civil
para los fiscales, los que no podrán desahogar pruebas por sí mismos, sino
que deberán presentarlas ante la autoridad judicial, entre otras propuestas.93
133. En el estudio comparativo que se hace sobre las dos iniciativas que
se han mencionado, se percibe que la presidencial, relativa a las reformas
constitucionales en materia de justicia penal, se complementa con un proyec-
to de reformas al Código Federal de Procedimientos Penales, en el cual se introducen
los preceptos reglamentarios de las disposiciones fundamentales que se pro-
ponen en materia constitucional. Por supuesto que dichas modificaciones
legales se orientan al desarrollo de un proceso oral acusatorio.94
cedimientos están establecidos en la fracción III del artículo 553 del citado
ordenamiento, que es conveniente destacar en sus términos:
136. Otro precepto general importante es el 554, que ordena que las au-
diencias se registren por videograbación, audiograbación o cualquier medio
apto, a juicio del juez, para producir fe que permita garantizar la finalidad
e integridad de la información, la conservación y la reproducción de su
contenido, y el acceso a los mismos por quienes de acuerdo a la ley tuvieren
derecho a ello. Además, al inicio de cada audiencia se levantará una cons-
tancia en la que se deberá consignar la fecha, hora y lugar de la realización,
el nombre de los funcionarios y demás personas que intervendrán. Dicha
constancia se deberá certificar oralmente por el secretario. Las partes y las
autoridades que legalmente lo requieran podrán solicitar copia simple o
certificada de las constancias o registros, o parte de ellos, que obren en el
proceso. Esto último nos indica que no se puede prescindir de la parte es-
crita del proceso.
137. Una novedad que establece este Código es la figura del juez de pre-
paración de lo penal, que posee la facultad de resolver de acuerdo con lo solici-
tado por el Ministerio Público, de dictar el auto de formal prisión o de suje-
ción a proceso y, después de practicar las diligencias necesarias y desahogar
las pruebas que le fueron presentadas por la acusación, y con apoyo en ellas,
resolver la situación jurídica del inculpado de acuerdo con lo dispuesto por
el artículo 19 de la carta fundamental y lo que dispone dicho Código. Al dic-
tar el auto de formal prisión o de sujeción a proceso, el mencionado juez de
preparación de lo penal declarará abierta la preparación del juicio penal, y pone
el proceso a la vista del Ministerio Público y de las otras partes (artículos
555 y 556 del mencionado ordenamiento). La “audiencia de preparación
del juicio oral será dirigida por el referido juez de preparación de lo penal,
quien debe presidirlo en su integridad y debe desarrollarse oralmente. La
presencia del ministerio público y del defensor del inculpado constituye un
requisito para validez de la misma” (artículo 558).
141. Las decisiones del juez serán dictadas verbalmente cuando el caso
lo requiera. En los preceptos del procedimiento se establecen las reglas para
la intervención de los testigos y peritos, los que serán interrogados contradic-
toriamente por cada una de las partes, y el juez podrá formularles las pregun-
tas que estime pertinentes. Por lo que respecta a los medios de convicción
desahogados anteriormente, ya sea en calidad de pruebas anticipadas y las
relativas a la averiguación previa, así como las de carácter documental, sólo
pueden ser incorporadas a la audiencia del juicio oral previa lectura o re-
producción de todo o parte de los documentos o registros donde consten,
en los supuestos enumerados por el Código. Cuando lo considere necesario
para la adecuada apreciación de determinadas circunstancias relevantes del
caso, el juez o tribunal podrá constituirse en un lugar distinto de la sala de
audiencias, manteniendo todas las formalidades propias del juicio.
142. Respecto de la sentencia de fondo, el juez la pronunciará única-
mente sobre la base de la valorización de las pruebas desahogadas durante
la audiencia del juicio oral y de las que se hubiesen incorporado de acuerdo
con las disposiciones del Código. Si ello es posible, el juez se retirará breve-
mente para la redacción del fallo, el que será leído ante todos los presentes,
lo que valdrá en todo caso como notificación y se hará constar en un acta,
pero cuando la complejidad del asunto o lo avanzado de la hora haga nece-
sario diferir la redacción de la sentencia, ésta deberá redactarse en un plazo
máximo de diez días contados a partir de que quede cerrado el debate, y
será leída en audiencia pública a la que se convocará a las partes. Dicha lec-
tura surtirá efectos de notificación y se hará constar en el acta.
143. En el estado de Nuevo León se han implementado de manera pau-
latina, que es lo más adecuado, las reformas a su Código de Procedimientos
Penales que hemos resumido con anterioridad, y esta implementación se
inició con la resolución de procesos penales de contenido patrimonial, en el
cual intervienen conciliadores profesionales, que han logrado un porcentaje
importante de acuerdos anteriores al juicio, y muy pocos se han sometido
al sistema de oralidad. Por lo que respecta a la docencia, en la Facultad de
Derecho de la Universidad Autónoma del mismo estado se ha construido
una sala de audiencia para la celebración de juicios orales, que será muy útil
a los estudiantes.
144. b) En el Estado de México se ha incorporado al texto original del
Código de Procedimientos Penales, el título séptimo, que contiene dos ca-
pítulos, el primero relativo al juicio predominantemente oral, y el segundo a la
regulación del procedimiento abreviado (artículos 275-A a 275-V). El primero
de dichos capítulos reglamenta el juicio oral cuando se trate de delitos no
graves, los cuales serán tramitados y decididos por un juez en audiencia pú-
con los delitos culposos en los que proceda el perdón de la víctima u ofendido;
los de contenido patrimonial que se hayan cometido sin violencia sobre las
personas; en los que admitan presumiblemente la sustitución de sanciones
o condena condicional, aquellos cuya pena media aritmética no exceda de
cinco años de prisión y carezcan de trascendencia social, así como aquellos
que cumplan estos requisitos y afecten intereses difusos o colectivos, o bien
del Estado, que en este caso será representado por la autoridad indicada
en la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo. Sin embargo, aun cumplidas estas
condiciones, no procede este procedimiento respecto de los ilícitos come-
tidos por servidores públicos en el ejercicio de sus funciones o con motivo
de ellas y los realizados por sujetos que pertenezcan a alguna asociación
delictuosa, así como en el supuesto de que el inculpado hubiese celebrado
anteriormente otros acuerdos por hechos de la misma naturaleza. La opor-
tunidad para iniciar este trámite tiene lugar hasta antes de decretarse el auto
de apertura de juicio oral, y, si procede, el juez podrá suspender el proceso pe-
nal hasta por treinta días para que las partes negocien, medien o concilien,
pero en caso de interrumpirse estos procedimientos, cualquiera de las partes
podrá solicitar la continuación del proceso (artículos 198 y 199 del Código).
153. Desde su primera intervención, el Ministerio Público o el juez de
garantías invitará a los interesados a que lleguen a acuerdos reparatorios en
los casos en que proceda y les explicará los efectos y los mecanismos de
mediación o conciliación disponibles, pero no procederán acuerdos entre
las partes o la celebración de la audiencia para dichos propósitos en cuanto
a los delitos de carácter sexual, en los cometidos en perjuicio de menores
de edad y en los casos de violencia familiar, salvo en la hipótesis de que lo
soliciten en forma expresa la víctima o sus representantes legales. El juez ho-
mologará los acuerdos, que se registrarán de modo fidedigno. El plazo fijado
para el cumplimiento de las obligaciones acordadas suspenderá el trámite
del proceso y la prescripción de la acción penal. Si el imputado incumple
sin causa justa las obligaciones dentro del plazo que fijen las partes o, en el
caso de no establecerlo, dentro de un año contado a partir del día siguientes
de la ratificación del acuerdo, el proceso continuará como si no se hubiere
arribado a acuerdo alguno. El cumplimiento de lo acordado impedirá el ejercicio de la
acción penal o, en su caso, extinguirá la ya iniciada (artículos 198 a 200 del Código).
154. La suspensión del proceso a prueba procede en los casos en que el auto
de vinculación definitiva a proceso se haya dictado por un delito cuya pena
máxima de prisión no exceda de cinco años; el inculpado no haya sido con-
denado por delitos dolosos; no tenga o haya tenido otro proceso suspendido
a prueba, y no exista oposición fundada del Ministerio Público, la víctima
u ofendido, si lo solicita el imputado o el Ministerio Público con acuerdo
175. Como los otros códigos que hemos examinado, el proyecto tiene
un capítulo sobre juicios especiales, entre los cuales reglamenta el procedimiento
abreviado y el juicio para la aplicación exclusiva de medidas de seguridad a inimputables.
El primero, de manera similar a los ordenamientos que se han comentado,
establece que el Ministerio Público podrá proponer, hasta antes de acordar
la apertura a juicio, la aplicación de dicho procedimiento abreviado cuando
el imputado admita el hecho que se le atribuye, consienta en la aplicación
de dicho trámite y la parte coadyuvante, en su caso, no presente oposición
fundada (artículos 402 a 404). El juicio para la aplicación exclusiva de me-
didas de seguridad se inicia cuando se sospeche que el probable autor de
un hecho ilícito es inimputable, lo que puede ser de oficio por el juez o a
petición de una de las partes, pues en ese supuesto el juzgador ordenará la
realización de un peritaje para acreditar tal circunstancia. De acreditarse el
estado de inimputabilidad, se suspenderá el procedimiento ordinario y se
abrirá el especial, cuyo objeto exclusivo será decidir sobre la procedencia de
la aplicación de medidas de seguridad cuando se considere que el probable
infractor constituye un riesgo objetivo para la sociedad, medidas que ten-
drán carácter terapéutico (artículo 405).
176. He empleado mucho espacio en un estudio que debería ser más
breve, con el objeto de señalar los lineamientos establecidos por los nuevos o
renovados códigos procesales penales de varias entidades federativas (Nuevo
León, Estado de México y Chihuahua), así como el proyecto, actualmente
iniciativa del Ejecutivo, en el Estado de Oaxaca, todos ellos dirigidos a im-
plantar las etapas orales en materia penal, ordenamientos que tienen linea-
mientos procesales similares, aunque con aspectos peculiares. En el Distrito
Federal, su Tribunal Superior de Justicia ha iniciado estudios dirigidos en
el mismo sentido de introducir la oralidad, particularmente en el proceso
penal, y para ello se han organizado cursos para preparar a los juzgadores
que tendrán a su cargo la aplicación de dichas fases orales, pero todavía
no se ha legislado sobre esta materia en la Asamblea Legislativa del propio
Distrito Federal.
177. Todo lo anterior permite predecir que esta tendencia continuará en
varias entidades federativas de nuestro país, y es posible que se imponga
en la mayoría de ellas en un futuro no muy lejano, pero no será muy factible
su aplicación efectiva a no ser que se implanten de manera muy paulatina y
después de una intensa preparación, para cumplir con los presupuestos que
he mencionado con anterioridad, de acuerdo con la doctrina más autori-
zada y algunos estudios de sociología jurídica, estos últimos indispensables
para conocer la realidad actual y las posibles implicaciones de la reforma.
95
Correspondiente al martes 22 de agosto de 2006, sección I, p. 2.
98
Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, Función constitucional del Ministerio Público. Tres ensayos y un epí-
logo, 1a. reimp., México, 2004, pp. 141-199.
99 Véase sobre los consejos ministeriales y los de policía, Fix-Zamudio, Héctor, “Presente
y futuro del Ministerio Público”, op. cit., nota 57, pp. 119-134.
XIII. Conclusiones
185. De acuerdo con las reflexiones que hemos hecho con anterioridad,
se pueden obtener las breves conclusiones siguientes:
186. Primera. En los últimos decenios del siglo anterior y en los primeros
años de este siglo XXI, se observa una tendencia creciente en Latinoamé-
rica, como anteriormente había ocurrido en Europa continental, hacia la
implantación de los calificados como juicios orales, es decir, la sustitución del
tradicional régimen totalmente escrito por uno procesal más moderno, en
España y Bélgica, entre otros. Este funcionario judicial tiene como atribu-
ciones participar directamente o por medio del Ministerio Público en la
investigación preliminar, y de dicho juez depende la policía de investiga-
ciones, que por ello se califica de judicial. El juez de instrucción, además
de participar en la investigación preliminar, decide sobre las medidas de
restricción de la libertad personal del inculpado, los cateos y medidas cau-
telares, y determina si se ha cumplido con los requisitos para el ejercicio de
la acción penal. Esta institución ha sufrido transformaciones recientes en las
legislaciones de Italia y de la República Federal de Alemania, en la que di-
cho funcionario judicial recibe el nombre de juez de vigilancia de la investigación,
ya que no participa en esta última, que se atribuye exclusivamente al Mi-
nisterio Público, pero sí fiscaliza dicha averiguación preliminar, determina
sobre medidas precautorias y decide sobre las restricciones de la libertad del
inculpado. Ambas figuras son esenciales para la debida y adecuada investi-
gación previa, que es la base de la acusación y, posteriormente, del juicio.
193. Octava. La tendencia hacia las etapas orales del proceso penal tam-
bién se ha desarrollado vigorosamente con motivo de la expedición de varios
códigos procesales latinoamericanos recientes, o bien por medio de la modi-
ficación de los tradicionales, en virtud del impulso y apoyo que han recibido
esos países de entidades oficiales y de organismos no gubernamentales de
carácter internacional. Entre estas legislaciones podemos mencionar: a) la
provincia argentina de Córdoba; b) Bolivia; c) Brasil; d) Chile; e) Colombia;
f) Costa Rica; g) Ecuador; h) Perú, e i) Venezuela. En estos ordenamientos
se han establecido, con modalidades y matices, etapas orales en el proceso
penal y, también en varios de ellos, una figura similar al juez de vigilancia de
la investigación preliminar, con la denominación de juez de garantías, de control
o de instrucción, que en algunos supuestos también preside la audiencia previa
o preliminar, para depurar el procedimiento y los medios de convicción.
194. Novena. La tendencia hacia las etapas orales en el proceso en ge-
neral, pero especialmente en materia penal, ha llegado también a México
en los primeros años del siglo XXI, y de acuerdo con esta corriente se han
presentado dos iniciativas recientes en el ámbito federal para modificacio-
nes constitucionales y reglamentarias, la primera por el Ejecutivo Federal y
la segunda en nombre del Partido de la Revolución Democrática, que con-
tienen innovaciones respecto de la estructura y funciones del Ministerio Pú-
blico, pero también en materia procesal penal. Estas reformas ya han sido
adoptadas, al menos legislativamente, en varias entidades federativas, entre
las cuales debemos mencionar las reformas o expedición de nuevos códigos
de procedimientos penales en los estados de: a) Nuevo León; b) México;
c) Chihuahua, y d) Oaxaca. Al parecer, existen algunos intentos realizados
427
con las relativas al juicio de amparo y los derechos humanos, publicadas en el mis-
mo medio los días 6 y 10 de junio de 2011, aparte de las consecuencias de
lo resuelto por la Suprema Corte en el expediente Varios 912/2010, y su
reconocimiento al control difuso de constitucionalidad y convencionalidad.
Por sí solo, cada elemento que forma esta excepcional complejidad (una
“tormenta jurídica perfecta”) es suficiente para causarnos tremendos dolores
de cabeza. Pero en el ámbito penal sus dificultades se magnifican; en pocos
ámbitos jurídicos nos hallaremos ante tantos escenarios inéditos en nuestra
práctica jurídica. Y todas estas complejidades confluirán en un punto: el
juicio de amparo en materia penal; de manera que si naturalmente es imperativo
evitar un análisis aislado de dichos elementos normativos, su disociación ha
de vedarse con mayor intensidad para el ámbito penal.
El propósito de este trabajo tiene un fin general muy modesto: apenas
presentar algunos temas que nos parecen sobresalientes en la relación entre
el juicio de amparo y el proceso penal acusatorio, dando un mero punto de
vista sobre ellos. Por la naturaleza del presente estudio, omitimos delibera-
damente temas que, si bien se vinculan más o menos con el sistema penal
acusatorio, no corresponden propiamente al proceso penal en el sentido más
estricto. Por ello dejamos de lado temas que si bien son muy significativos,
ameritan un estudio más profundo, como el papel del juez de control,1 o
bien no corresponden propiamente a la relación entre el proceso penal y el
juicio de amparo.
1 Un interesante estudio sobre la naturaleza de estos juzgadores y sus vínculos con el jui-
cio de amparo puede verse en Castillo Garrido, Salvador, “Los jueces de control en el sistema
acusatorio. ¿Un nuevo órgano de control constitucional en México?”, Cuestiones Constitucio-
nales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional, México, núm. 25, julio-diciembre de 2011, pp.
31-57.
2 Sería prolijo enumerar los precedentes en que la libertad personal inspira otorgar un
privilegio al acusado en el juicio de amparo. Por todos véase, dadas su antigüedad y signifi-
cación, el siguiente: “Libertad personal, defensa de la. Multa no imponible por
7 Artículos 17, 38, 39, 117 y 130 de la Ley de Amparo. En nuestra opinión, el requisito
previsto por el referido numeral 117, consistente en expresar “el lugar en que se encuentre
el agraviado”, es contrario al Pacto de San José porque no hace sencillo este recurso que
tiene por objeto “prevenir la desaparición o indeterminación del lugar de la detención y, en última
instancia, asegurar el derecho a la vida”; cfr. CIDH, Suárez Rosero v. Ecuador, 12 de noviembre
de 1997, párr. 65 (cursivas añadidas).
8 Artículo 22, fracción I, de la Ley de Amparo.
9 Artículo 76 bis, fracción II, ibidem.
10 Artículos 123 y 130, ibidem.
11 Cfr. artículo 161, segundo párrafo, ibidem (interpretado a contrario sensu); “Violación a
las leyes del procedimiento. En materia administrativa el agraviado no está
obligado a su preparación antes de combatirla en la demanda de amparo”, Se-
gunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, octubre de 2007, t. XXVI,
tesis 2a./J. 198/2007, p. 437; y “Violaciones al procedimiento en materia penal, no
se requiere agotar recursos ordinarios contra las, para preparar el juicio de
garantías”, Primer Tribunal Colegiado del Décimo Primer Circuito, Semanario Judicial de la
Federación, 8a. época, enero-junio de 1989, t. III, Segunda Parte-2, p. 874.
12 Cfr. Hermoso Larragoiti, Héctor Arturo, Del sistema inquisitorio al moderno sistema acusato-
rio en México, México, SCJN, 2011, p. 729.
13 “Sistema acusatorio adversarial. Si en la etapa de imputación inicial la
defensa no planteó ante el juez de garantía el argumento que pretende hacer
valer en el amparo, el juzgador constitucional no debe pronunciarse al res-
pecto (legislación del estado de Oaxaca)”, Tribunal Colegiado en Materias Penal y
Administrativa del Décimo Tercer Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a.
época, marzo de 2010, t. XXXI, tesis XIII.P.A.18 P, p. 3071. Véase, también, “Pruebas
supervenientes en el juicio de amparo indirecto promovido contra el auto de
vinculación a proceso. Si el juez de distrito las admite viola el principio de
contradicción previsto en el artículo 20 de la Constitución federal”, Tribu-
nal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito, id., 10a. época, lib. XI, agosto de 2012, t. 2,
tesis XVII.2 P (10a.), p. 1949.
14 “Sentencias en el sistema de justicia penal acusatorio. Deben emitirse en
forma escrita y estar documentadas en congruencia con los artículos 14, 16,
20 y 133 de la Constitución federal y 2, inciso C, 47, 65, 66 y 393 del Código de
Procedimientos Penales para el Estado de México”, Segundo Tribunal Colegiado
en Materia Penal del Segundo Circuito, id., 9a. época, marzo de 2011, t. XXXIII, tesis
II.2o.P.255 P, p. 2459.
15 “Videograbaciones en el juicio oral hechas en discos ópticos en for-
mato DVD, que remite la autoridad responsable en apoyo a su informe justi-
ficado…”, Primer Tribunal Colegiado del Décimo Tercer Circuito, Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, 9a. época, febrero de 2009, t. XXIX, tesis XIII.1o.10 P, p. 2055.
16 Supra, notas 14 y 15.
17 Cfr. “Amparo, materia del (apreciación del acto reclamado)”, Tercera Sala,
Semanario Judicial de la Federación, 5a. época, t. LXXXIII, p. 1241; y Burgoa, Ignacio, El juicio
de amparo, 33a. ed., México, Porrúa, 1997, pp. 156, 157 y 177-180.
18 Myrna Mack Chang v. Guatemala, 25 de noviembre de 2003, párrs. 204 y 215; Suárez
Rosero v. Ecuador, 12 de noviembre de 1997, párr. 71; y Herrera Ulloa v. Costa Rica, 2 de julio de
2004, párr. 160.
19
Véase “Principios de contradicción e igualdad de armas previstos en el
derecho internacional de los derechos humanos. Rigen el procedimiento del
juicio de amparo indirecto”, Décimo Quinto Tribunal Colegiado en Materia Adminis-
trativa del Primer Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 10a. época, lib. X,
julio de 2012, t. 3, tesis I.15o.A.2 K (10a.), p. 2035. No hay una disposición terminante para
que el juzgador presida personal y directamente los actos procesales, sino que ese deber está
implícito en la ley con base en la naturaleza de la función judicial, lo que ocasiona el resqui-
cio para que sus subalternos realicen dicha actividad. Por ejemplo: el artículo 79 del Código
Federal de Procedimientos Civiles lo sugiere, y esa obligación derivaría de una interpretación
a contrario del artículo 43 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación. Por tanto,
también en el juicio de amparo rige el principio de inmediación, cuya expresión constitu-
cional para el proceso penal, como se sabe, busca establecer una enérgica prohibición en
esta materia contra la consuetudinaria práctica del desahogo probatorio por secretarios o
escribientes.
20 Véase “Censura previa. Su prohibición como regla específica en materia
de límites a la libertad de expresión”, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación y
su Gaceta, 9a. época, febrero de 2007, t. XXV, tesis 1a. LIX/2007, p. 632.
21 Véase “Amparo directo. Ante errores u omisiones de la autoridad respon-
sable no susceptibles de ser combatidos por el tercero perjudicado, el Tri-
bunal Colegiado puede en la sentencia, invocar razones distintas a las que
se hayan tenido en cuenta para fundar el fallo reclamado”, Séptimo Tribunal
Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación
1917-2000, t. VI, tesis 462, p. 399.
22
Supra, nota 13.
23
Cfr. supra, nota 5.
24 Contradicción de tesis 160/2010, 4 de mayo de 2011, considerando octavo.
25 Véanse Burgoa, op. cit., nota 17, pp. 530-533; y Góngora Pimentel, Genaro, Introducción
al estudio del juicio de amparo, 6a. ed., México, Porrúa, 1997, pp. 511-515.
Pero este principio procesal penal no fue determinante para resolver el asunto,
y hacer que la Corte decidiera que el juez de Distrito debe o no considerar
la carpeta de investigación ministerial, según ésta haya sido o no puesta a
disposición del juez de control responsable. Líneas arriba, la Suprema Corte
sostuvo que “el estudio… de la litis constitucional… tratándose del sistema
penal acusatorio, tendrá que ser acorde a los principios generales que con-
sagra el artículo 20 constitucional…; sin tergiversar, desde luego, la natura-
leza del juicio de amparo”.26
De otra manera, así sostuvo esencialmente el máximo tribunal la opi-
nión que expusimos anteriormente: el juicio de amparo se rige por las dis-
posiciones que lo caracterizan, como el artículo 78 de su ley reglamenta-
ria, en que se fundó primordialmente la Corte en este asunto; no obstante,
“debe atenderse a la norma suprema” y procurar en los ámbitos de discre-
cionalidad propios de la actividad judicial, no adoptar una decisión que
contravenga los principios constitucionales del proceso penal, aunque en
caso de pugna entre éstos y los del juicio de amparo prevalecerán estos
últimos. Esta matizada relación no se advierte bien en la contradicción de
tesis 160/2010, porque realmente no colisionan los principios de limitación de
pruebas en el amparo y de igualdad en el proceso penal, sino que apuntan
al mismo resultado.
Es la contradicción de tesis 412/2010, basada expresamente en la eje-
cutoria anterior, la que muestra la prevalencia de los principios del juicio
de amparo cuando en éste se reclama un acto de autoridad en materia pe-
nal. El tema de esta última ejecutoria fue si en suplencia de la demanda los
tribunales de amparo podrían hacer valer argumentos contra un auto de
vinculación a proceso, que el imputado y su defensor omitieron en la au-
diencia correspondiente, de acuerdo al principio de contradicción que rige
el proceso penal acusatorio y oral. La oposición entre ambos principios es
manifiesta e insorteable: los amplísimos márgenes de la suplencia de la de-
ficiencia de la queja a favor del acusado pugnan contra la imposibilidad de
que las contrapartes de éste puedan contradecir los argumentos novedosa-
mente introducidos por el juez de amparo.
Como veremos detalladamente en una sección posterior, para resolver
este asunto la Suprema Corte sostuvo que la posición de las partes es diferente
en el juicio de amparo y en el proceso penal, porque aquél tiene por función
el control constitucional y tutelar los derechos fundamentales. Aunque el
máximo tribunal sostuvo que negar la suplencia al acusado quejoso vulne-
raría también su garantía de no autoincriminación que concede al quejoso
26
Supra, nota 24.
1. Oralidad
A. Aspectos generales
28
STC 48/2008, fundamento jurídico 5, y 118/2003, fundamento jurídico 4.
29
Uribarri Carpintero, Gonzalo, “La oralidad en el siglo XX”, Estudios sobre historia de la
oralidad en la administración de justicia en México, México, SCJN, 2010, pp. 115-120; Carbonell,
Miguel, Los juicios orales en México, 3a. ed., México, Porrúa-UNAM-Renace, 2011, pp. 127-
134 y 139-140, y Bardales Lazcano, Erika, Guía para el estudio del sistema acusatorio en México, 3a.
ed., México, MaGister, 2010, pp. 82-85.
30 “Principio de limitación de pruebas en el amparo. Sus efectos”, Segundo
Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito, Semanario Judicial de la Federación
y su Gaceta, 9a. época, julio de 2005, t. XXII, tesis II.2o.P.37 K, p. 1489, y “Tribunales
federales de amparo, atribuciones de los”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la
Federación 1917-1995, t. VI, tesis 538, p. 353.
31 Pueden hacerse muchas precisiones a estos principios; algunas de ellas las formulare-
mos en una sección posterior de este trabajo, dentro de la cual analizaremos los alcances del
control constitucional ejercido a través del juicio de amparo.
toda vez que constituyen parte de los “autos” del expediente respectivo.33
La dificultad interpretativa se suscita en relación con el amparo indirecto:
al hablar de “constancias”, el artículo 149 de la ley de la materia se refiere
a elementos escritos.34
En realidad no hay problema en acompañar registros videograbados al
informe justificado en amparo indirecto. Dichos elementos pueden ser con-
siderados como pruebas aportadas por la responsable, que el juzgador de
amparo debe admitir y hacer valer en aras de la garantía de audiencia y la
igualdad procesal, y la ausencia de formalismos en el juicio de amparo.35 Es
evidente que cuando una autoridad indica en su informe que en la graba-
ción anexa se encuentran las “razones y fundamentos” del acto reclamado,
pretende que éstos sirvan para acreditar su resistencia a la pretensión del
quejoso, y así debe interpretar el juzgador su ofrecimiento.36 El informe jus-
tificado es materialmente la “contestación” de la demanda,37 y los elemen-
tos que lo acompañan son también parte integral del mismo.38
Sin embargo, no negamos las discusiones que se han producido en tor-
no a esta cuestión, y por ello nos parece conveniente que se reforme el ar-
tículo 149 de la Ley de Amparo, a fin de que al informe justificado se acom-
pañe “copia certificada de las constancias y registros que sean necesarios”.
Todo lo anterior, por supuesto, sin perjuicio de que en su caso se envíen las
versiones de los actos que hayan sido reclamados en formato escrito formal,
taquigráfico o estenográfico.
En realidad, todas las resoluciones judiciales constituyen por lo menos
un acto de molestia si no es que uno privativo, y por ello, deben constar por
33 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 22a. ed., Madrid, Espasa-
Calpe, 2001, s. v. “auto”: “Conjunto de actuaciones o piezas de un procedimiento judicial”.
34 Ibidem, s. v. “constancia” y “constar”.
35 Si el quejoso ofreciera dicha videograbación y refiriera a ella en su demanda, el juez
tendría la obligación de desahogar ese medio de prueba. Por ello también procedería hacer
lo mismo con la autoridad responsable, por lo dispuesto en el artículo 3o. del Código Federal
de Procedimientos Civiles.
36 Véase “Juicio de amparo. Las documentales exhibidas por las autoridades
se deben considerar formalmente agregadas al expediente, con independencia
de que se integre un legajo por separado”, Tercer Tribunal Colegiado en Materia
Civil del Primer Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, febrero de
2011, t. XXXIII, tesis I.3o.C.104 K, p. 2342.
37 Cfr. “Alegatos. No forman parte de la litis en el juicio de amparo”, Pleno,
Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, t. VI, tesis 39, p. 31.
38 Cfr. artículo 3o. del Código Federal de Procedimientos Civiles, y “Demanda de am-
paro. Al proveer sobre su admisión, su análisis debe comprender los anexos
que se acompañen a la misma”, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
9a. época, enero de 2006, t. XXIII, tesis 2a./J. 183/2005, p. 778.
En conclusión sobre este punto, aunque forme parte del informe justi-
ficado, el tribunal de amparo tiene la facultad de desechar el registro video-
grabado que se adjunte al mismo, si no se encuentra directamente relacio-
nado con la litis del asunto; de manera que no sería necesario su desahogo,
incluso tratándose de actos provenientes de un juicio oral penal.43 De esta
manera se rompería el falso dilema entre posiciones absolutas sobre repro-
ducir o no la videograbación concomitante al informe justificado,44 pen-
sando que esta solución sería aplicable al juicio de amparo indirecto y al
directo. Sin embargo, es preciso aclarar este punto mediante las adecuadas
reformas a los artículos 149 y 169 de la Ley de Amparo.
C. Resoluciones reclamadas
Todas las resoluciones judiciales son actos de molestia, y por ende de-
ben constar por escrito por lo dispuesto en el primer párrafo del artículo 16
constitucional.
Las resoluciones de los juicios orales, entonces, pueden tener una “do-
ble forma”: oral y escrita; especialmente las sentencias definitivas que por
mandato expreso del artículo 17 constitucional deben ser “explicadas” en
audiencia pública. La cuestión a resolver sobre este punto es: ¿cuál resulta
ser la resolución “auténtica”?, ¿la oral o la escrita? Para lo anterior debe
considerarse la modalidad adoptada para el dictado de resoluciones.
Pensamos que no deben escindirse ambas formas; es decir, no debiera haber
una separación en cuanto a la validez jurídica de la versión oral o escrita
de la resolución judicial, sino que una y otra forman parte de un mismo acto
procesal, con múltiples matices. Aquí se da una analogía con la relación entre
ridad responsable”, Primera Sala, id., 9a. época, septiembre de 2002, t. XVI, tesis 1a./J.
42/2002, p. 5.
51 Véase “Reclamación. Su presentación no es extemporánea si ocurre an-
tes de que inicie el plazo para hacerlo”, Primera Sala, id., 9a. época, diciembre de
2010, t. XXXII, tesis 1a./J. 82/2010, p. 141.
52 Sobre el último tema véase Hermoso Larragoiti, op. cit., nota 12, pp. 669-672.
53 Cfr. “Litisconsorte pasivo y tercero llamado a juicio. Son figuras jurídi-
cas distintas”, Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Segundo Circuito, id., 9a.
época, octubre de 2005, t. XXII, tesis II.3o.C. J/8, p. 2171.
3. Suplencia de la queja
66
Cfr.supra, nota 37.
67
Cfr.“Conceptos de violación en amparo directo. El estudio de los que
determinen su concesión debe atender al principio de mayor beneficio, pudién-
dose omitir el de aquellos que aunque resulten fundados, no mejoren lo ya
alcanzado por el quejoso, inclusive los que se refieren a constitucionalidad
de leyes”, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, febrero de 2005, t.
XXI, tesis P./J. 3/2005, p. 5.
68
Véase “Conceptos de violación inoperantes. Deben declararse así y
negar el amparo, cuando de concederse éste, se causen perjuicios al quejoso”,
Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, enero de 2003, t. XVII,
tesis 2a. CCII/2002, p. 726.
69 Cfr. “Auto de vinculación a proceso. El órgano de control constitucio-
nal, en suplencia de la queja deficiente, debe considerar todos los argumen-
tos formulados por el imputado o su defensor en la demanda de garantías o
en el escrito de expresión de agravios tendentes a desvirtuar las razones que
motivaron su dictado, aun cuando no se hayan planteado en la audiencia co-
rrespondiente”, Primera Sala, id., 10a. época, lib. I, octubre de 2011, tesis 1a./J. 94/2011
(9a.), p. 689. Véanse, también, “Suplencia de la queja deficiente prevista en el artí-
culo 76 bis, fracción I, de la Ley de Amparo. No implica soslayar cuestiones de
procedencia del juicio de garantías”, id., 9a. época, febrero de 2006, t. XXIII, tesis
P./J. 7/2006, p. 7, y “Suplencia de la deficiencia de la queja en materia penal, lí-
mites de la”, Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito, Apéndice al Semanario Judicial
de la Federación 1917-2000, t. II, tesis 709, p. 591.
70 Cfr. supra, nota 21, y “Suplencia de la queja en materia penal. Su aplicación a
favor del procesado no implica desconocer el límite inherente que resulta de
la obligación de respetar simultáneamente los derechos fundamentales de la
víctima y, por tanto, su observancia debe ponderarse por el órgano jurisdic-
cional conforme a los principios de legalidad e imparcialidad consagrados en
la Constitución federal”, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo
Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, agosto de 2006, t. XXIV, tesis
II.2o.P.200 P, p. 2342.
71 Cfr. STC 70/1999, fundamento jurídico 3; supra, nota 27; y Bonet Navarro, José, Casa-
ción penal e infracción de precepto constitucional, Elcano (Navarra), Aranzadi, 2008, p. 45.
72 Véase “Igualdad. Límites a este principio”, Primera Sala, Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, 9a. época, octubre de 2004, t. XX, tesis 1a./J. 81/2004, p. 99.
73 Véase “Suplencia de la queja en materia laboral…”, cit., nota 64.
74 “Arancel de abogados. El porcentaje previsto en la legislación del Dis-
trito Federal, sólo es aplicable si los servicios se prestaron en toda una ins-
tancia y el juicio concluye con sentencia de mérito”, Cuarto Tribunal Colegiado
en Materia Civil del Primer Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época,
septiembre de 2010, t. XXXII, tesis I.4o.C.289 C, p. 1162.
75 “Suplencia de la queja en los conceptos de violación o agravios de la
víctima u ofendido en el juicio de amparo en materia penal. Opera conforme
al control de convencionalidad (inaplicabilidad del artículo 76 bis, fracción
II, de la Ley de Amparo y de las tesis 2a. CXXXVII/2002 y 1a./J. 26/2003)”, Noveno
Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, id., 10a. época, lib. V, febrero de
2012, t. 3, tesis I.9o.P. J/1 (10a.), p. 2218.
76
“Ofendido, no es violatorio de la garantía de igualdad que en juicio de
amparo se aplique el principio de estricto derecho”, Quinto Tribunal Colegiado en
Materia Penal del Primer Circuito, id., 10a. época, lib. IX, junio de 2012, t. 2, tesis I.5o.P.3
P (10a.), p. 889.
77
Véase “Derechos constitucionales. La vinculación de sus límites en el
análisis de la constitucionalidad de una norma secundaria”, Primer Tribunal
Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, id., 9a. época, noviembre de 2003,
t. XVIII, tesis I.1o.A.100 A, p. 955.
78
Véase García Castillo, op. cit., nota 65, p. 204.
79
Iniciativa presentada el 21 de septiembre de 2011 por el presidente de la República al
Congreso de la Unión. Consultable en http://bit.ly/pqBSVj.
80
Allier Campuzano, Jaime, “Separación del auto de vinculación a proceso y la prisión
preventiva”, Revista del Instituto de la Judicatura Federal, México, núm. 26, 2008, pp. 98 y 101.
81 “Auto de vinculación a proceso. Puede impugnarse a través del juicio de
amparo sin necesidad de promover previamente el recurso de apelación (nuevo
sistema de justicia penal en el estado de Oaxaca)”, Tribunal Colegiado en Materias
Penal y Administrativa del Décimo Tercer Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gace-
ta, 9a. época, abril de 2011, t. XXXIII, tesis XIII.P.A.29 P, p. 1229. Véase, también, “Auto
de vinculación a proceso. Es susceptible de producir, por sí mismo, un estado
de perturbación formal e indirecta a la libertad personal del imputado que
debe tomarse en cuenta para efectos del amparo (nuevo sistema de justicia
penal en el Estado de México)”, Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del
Segundo Circuito, id., 10a. época, lib. IV, enero de 2012, t. 5, tesis II.2o.P.283 P (9a.), p. 4299.
82 Cfr. “Identificación administrativa (ficha signalética). El hecho de que
en el juicio de amparo sólo se reclame ésta y no el auto de término constitu-
cional del que derivó, no significa que constituya un acto derivado de otro
consentido”, Primera Sala, id., 9a. época, enero de 2004, t. XIX, tesis 1a./J. 58/2003,
p. 51, y “Sentencia reclamada en el juicio de amparo indirecto que contiene
condena en costas. El principio de continencia de la causa obliga al juzgador
muy diversa índole.86 Cabe profundizar sobre las implicaciones de esta dis-
posición constitucional, especialmente por su referencia al extinto “auto de
formal prisión”, pero nos parece que su consecuencia esencial no deriva
de dicha resolución, cuya mención es meramente accesoria para señalar el
inicio de los efectos de lo que prescribe. Lo que fundamentalmente buscó
el Constituyente fue impedir el ejercicio de los derechos políticos “a aquellos
ciudadanos sujetos a proceso penal por delitos que merecen pena privativa
de libertad”,87 sin importar la denominación o naturaleza de la resolución
que les ocasiona esa situación jurídica.
Con base en lo anteriormente dicho, pensamos que puede sostenerse la
procedencia inmediata del amparo contra el auto de vinculación a proce-
so, con base en que: 1) dicha resolución conlleva la afectación de derechos
políticos sustantivos, y 2) el rango de esos derechos haría que su afectación
por tal auto, irregularmente emitido, constituyera una violación directa a la
Constitución.88
86
Véanse “Derechos de participación política a votar y ser votado. Son de-
rechos fundamentales protegidos a través de los procesos de control cons-
titucional establecidos en la Constitución federal, de acuerdo al sistema
competencial que la misma prevé”, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Ga-
ceta, 9a. época, diciembre de 2007, t. XXVI, tesis P./J. 83/2007, p. 984, y “Juicio para
la protección de los derechos político-electorales del ciudadano. Procede
cuando se aduzcan violaciones a diversos derechos fundamentales vincula-
dos con los derechos de votar, ser votado, de asociación y de afiliación”,
Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Compilación oficial de
jurisprudencia y tesis relevantes 1997-2005, tesis S3ELJ 36/2002, p. 164.
87 “Artículo 38 de la Constitución federal. La falta de un ordenamiento
que lo reglamente, no impide su plena aplicación”, Sala Superior del Tribunal Elec-
toral del Poder Judicial de la Federación, Justicia Electoral. Revista del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación, suplemento 3, 2000, tesis II/99, p. 29.
88 Sin que por ello se estime que el auto de vinculación a proceso tenga carácter elec-
toral, pues su objetivo inmediato no es incidir en esta materia, ni se encuentra regulado por
ella. Cfr. “Juicio para la protección de los derechos político-electorales del
ciudadano. Es improcedente para controvertir resoluciones penales”, Sala Su-
perior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Gaceta de jurisprudencia y tesis
en materia electoral, año 3, núm. 7, 2010, tesis 35/2010, p. 24.
89 Supra, nota 80.
to separado, ya que no es accesoria a ella sino que tiene una “vida” jurídica
independiente.
Hablando concretamente del PCFPP, su artículo 248 prevé distintas
medidas cautelares90 que el juez de control puede aplicar, generalmente a
instancia del Ministerio Público o del propio ofendido.91 La prisión preven-
tiva se encuentra señalada en la última fracción de dicho numeral, lo que
desde una interpretación sedes materiae tiene gran importancia: dicha ubica-
ción pone de relieve que esa medida cautelar es la última disponible para el
juzgador, y sólo podrá imponerla excepcionalmente, en caso estrictamente
necesario, material o jurídicamente, según los supuestos para su aplicación
oficiosa. La indispensabilidad de la prisión preventiva o de cualquier otra
medida cautelar debe ser valorada conforme al principio de proporcionalidad,
atendiendo a su idoneidad, necesidad (que comprende la “subsidiariedad”
de la prisión preventiva) y ponderación respecto de los fines que a ellas les
ha establecido el artículo 19 constitucional; salvo, evidentemente, aquellos
casos en que sea taxativa para un supuesto determinado.92
Es notorio que el juicio de amparo procede inmediatamente contra la
resolución que impone la prisión preventiva: se trata de una grave afecta-
ción a la libertad personal del acusado, cuyos límites la Constitución prevé
directamente. Y lo mismo puede decirse de casi todas las demás medidas
cautelares previstas en el artículo 248 del PCFPP.
Todas esas medidas intervienen en algún derecho sustantivo del impu-
tado, lo que las convierte en un acto de “ejecución irreparable”, lo cual permite
que sean impugnadas a través del juicio de amparo indirecto, aun siendo
dictadas “dentro” de juicio. Más aún: casi todas ellas comportan la interven-
90 (I) Presentación periódica ante el juez o ante autoridad distinta que aquél designe;
(II) exhibición de una garantía económica; (III) embargo precautorio; (IV) prohibición de
salir sin autorización del país, de la localidad en la cual reside o del ámbito territorial que
fije el juez; (V) resguardo en su propio domicilio, sin vigilancia alguna o con las modalidades
que el juez disponga; (VI) sometimiento al cuidado o vigilancia de una persona o institución
determinada o internamiento a institución determinada; (VII) colocación de localizadores
electrónicos; (VIII) prohibición de concurrir a determinadas reuniones o de visitar ciertos
lugares; (IX) prohibición de convivir o comunicarse con determinadas personas o con las víc-
timas u ofendidos o testigos; (X) separación inmediata del domicilio; (XI) suspensión tempo-
ral en el ejercicio del cargo cuando se le atribuye un delito cometido por servidores públicos;
(XII) suspensión temporal en el ejercicio de una determinada actividad profesional o laboral;
(XIII) vigilancia policial; (XIV) prisión preventiva, y (XV) las previstas en las leyes especiales.
91 Con las excepciones del artículo 19 constitucional para la prisión preventiva oficiosa.
92 Véanse Hermoso Larragoiti, op. cit., nota 12, pp. 643-650, y “Prisión preventiva.
Forma de ponderar el plazo razonable de su duración”, Primera Sala, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, 10a. época, lib. XI, agosto de 2012, t. 1, tesis 1a. CXXX-
VII/2012 (10a.), p. 492.
6. “Lectura” de derechos
duración”, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 10a. época, lib. XI,
agosto de 2012, t. 1, tesis 1a. CXXXVIII/2012 (10a.), p. 499.
97 Dickerson v. United States, 530 U.S. 428, 430 (2000).
98 384 U.S. 436 (1966).
99 Dickerson v. United States, 530 U.S. 428, 444 (2000).
100 Véase Tribe, Laurence H., The Invisible Constitution, Nueva York, Oxford University
Press, 2008, p. 174.
101 Cfr. Tribe, Laurence H., American Constitutional Law, 3a. ed., Nueva York, Foundation
Press, 2000, pp. 41 y 42.
102 Withrow v. Williams, 507 U.S. 680, 703 (1993) (O’Connor y Rehnquist, disidentes).
103 Duckworth v. Eagan, 492 U.S. 195, 208 (1989) (O’Connor y Scalia, disidentes).
Es muy poco conocido que, desde hace casi una década, la Suprema
Corte de Justicia de la Nación reconoció la obligación implícita en nuestra
Constitución de informar a los detenidos y acusados de sus derechos, como
“formalidad esencial” del procedimiento para “erradicar viejas prácticas
vejatorias e infamantes”. Así se expresó nuestro máximo tribunal:
…el más elemental sentido de justicia y la esencia misma de una defensa ade-
cuada, exige[n] que se garantice al inculpado un trato justo, digno y respetuo-
so de sus derechos públicos básicos, lo que sólo es factible en la averiguación
previa, cuando se hace[n] del conocimiento del inculpado las prerrogativas
constitucionales y éste las ejerce en forma libre y espontánea, por sí, a través
de su abogado o la persona designada como de su confianza.104
7. Amparo directo
A. Legitimación de la víctima
111
Ibidem, p. 42.
112
Supra, nota 71.
113
Que “se encuentra subsumido en el derecho de la víctima o sus familiares a obtener de
los órganos competentes del Estado el esclarecimiento de los hechos violatorios y las responsabili-
dades correspondientes, a través de la investigación y el juzgamiento” (CIDH, Bámaca Velásquez
v. Guatemala, párr. 201; cursivas añadidas).
114
“Responsabilidad oficial, queja administrativa por. El denunciante ca-
rece de legitimación para promover amparo”, Segundo Tribunal Colegiado en Mate-
ria Administrativa del Primer Circuito, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000,
t. III, tesis 450, p. 498.
por tal motivo, posee interés jurídico para reclamar en amparo directo los
señalados aspectos sustantivos de la pena.115
Con mayor razón, las anteriores consideraciones son aplicables para
el caso de la acción penal promovida por la víctima. Si ésta pudiera nor-
malmente impugnar mediante el juicio de amparo las determinaciones del
proceso penal que le sean adversas, cuando no tiene el derecho a ejercer la
acción penal, la más amplia legitimación que tendría cuando poseyera esta
facultad llevará a considerar que los alcances de su actuación en el juicio de
amparo son tanto más extensos, y de ninguna manera más reducidos.
B. Plazo de impugnación
115
Cfr. “Responsabilidades de los servidores públicos del estado de Puebla.
El que el artículo 53 bis, fracción III, de la ley relativa otorgue al promo-
vente de la queja el derecho para aportar mayores elementos de prueba que
motiven el inicio del procedimiento respectivo; cuando se determina que no
ha lugar a iniciarlo formalmente y se ordena el archivo del expediente, no
le otorga interés jurídico para acudir al juicio de amparo contra esa resolu-
ción”, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9a. época, septiembre de
2008, t. XXVIII, tesis 2a./J. 124/2008, p. 259.
116
Véase Pleno, acción de inconstitucionalidad 11/2002, Diario Oficial de la Federación, 3 de
marzo de 2004, 2a. sección, considerando noveno, p. 126.
117
Esta situación, en cambio, no se daría con los autos de vinculación a proceso y de aper-
tura a juicio oral, porque el amparo contra éstos sería notoriamente improcedente al existir
sentencia definitiva.
118
Iniciativa de nueva Ley de Amparo, presentada por los senadores Jesús Murillo Karam
y José Alejandro Zapata Perogordo, con fecha 11 de febrero de 2011.
119
La inexcusable demora legislativa en expedir la regulación del juicio de amparo con-
forme a la reforma del 6 de junio de 2011 ha ocasionado importantes dificultades para el
amparo adhesivo en todas las materias. La principal se produce en torno al plazo y términos
de su promoción. Mientras algunos opinan que éstos deben ser los mismos que para la de-
manda principal, otros parecen opinar que no debe haber plazo alguno, precisamente por la
omisión del legislador. No obstante, pocos objetarán que es procedente plantear el amparo
adhesivo de la manera que sea, debido a la inmediata fuerza normativa de la Constitución.
Véanse “Juicio de amparo adhesivo. Debe admitirse y tramitarse con indepen-
dencia de que no exista la ley secundaria que determine la forma, términos
y requisitos en que deba promoverse, en atención al principio del derecho
C. Suspensión
127
Supra, nota 11.
V. Nota final
Alberto Saíd*
Dado el sistema federal que rige a la República de los Estados Unidos Mexi-
canos contamos con 33 códigos adjetivos civiles. Esta situación dificulta enor-
memente al investigador el querer presentar una visión de síntesis, global u
omnicomprensiva de la normatividad adjetiva civil nacional. Semejante di-
versidad procesal fue analizada y criticada desde el Primer Congreso Mexica-
no de Derecho Procesal y las Segundas Jornadas Panamericanas de Derecho
Procesal celebradas en la ciudad de México en 1960.1
*
Profesor e investigador de la Universidad Panamericana.
1
La ponencia que se presentó en este tema es: “Unificación de códigos procesales mexi-
canos, tanto civiles como penales” por el doctor Niceto Alcalá-Zamora y Castillo. Hubo
también tres informes, un debate y su acta respectiva, en Revista de la Facultad de Derecho de
México, México, t. X, núms. 37, 38, 39 y 40, enero-diciembre de 1960, pp. 265 y ss.
469
2
Proyecto de Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y Territorios Federales, Méxi-
co, Talleres Gráficos de la Nación, 1931.
3
Ibidem, pp. IV y V.
4
Idem.
De manera muy directa, Juan N. Solórzano expresa que “el sistema más
importante que adopta el Proyecto, en busca de la más pronta y eficiente
administración de justicia es: la oralidad”.8 En su concepto, para 1931 todos
los tratadistas modernos se pronuncian en pro de la oralidad y por “exaltar
sus preciosos frutos”. En el cuerpo de la exposición de motivos del Proyecto
transcribe diez páginas del pensamiento de Chiovenda en materia de ten-
dencia a la oralidad en los juicios.
Éste no es el lugar para analizar, transcribir, glosar o hasta apostillar
al eminente procesalista genearca del procesalismo moderno, pero sí para
enfatizar que el Proyecto al que estamos aludiendo atendió y comprendió el
pensamiento “chiovendiano” en esta materia, y procuró plasmarlo en dicho
Proyecto. Y eso no es poca cosa.
5
Las cursivas no están en el documento de referencia.
6
Publicado en 1931.
7 Véase, quisiera escribir, no se lea pero hay que citar bien; en este sentido el libraco de
Andrés Oppenheimer, Basta de historias, México, Debate, 2010.
8 Proyecto…, cit., p. LXXVIII.
9 Pina, Rafael de y Castillo Larrañaga, José, Instituciones de derecho procesal civil, México,
Porrúa, 1984, p. 48.
10 Medina Lima, Ignacio, “Pasado y presente de nuestro proceso civil (1910-1985)”, Obra
jurídica mexicana, México, PGR, 1985, t. II, pp. 1536 y 1537.
11 Sodi, Demetrio, La nueva ley procesal, México, Labor, 1933, t. I, pp. 432 y ss.
12 Ibidem, p. 434.
13 Naturalmente que alude a la Revolución de México iniciada el 20 de noviembre de
1910 por D. Francisco Ignacio Madero González y sus aliados fugaces.
sideró a la literatura como gran defensora de los juicios orales. Así, escribió
con fina crítica a los literatos, quienes podrían decir:14
Dame jueces malos pero que el juicio sea oral y público y no temeré a las in-
justicias. Así, como la antorcha de Prometeo se convirtió en chispa demoledo-
ra de los castillos de la Edad Media, el juicio oral es la antorcha que ilumina
el procedimiento y destruye los castillos de la mala fe y la chicana.
Si hoy el hombre sube a las alturas con las alas de la ciencia, y estamos en
el siglo del automóvil, del avión y del radio, no podemos en los procedimien-
tos judiciales caminar con “el tardo paso de los bueyes”.
En nuestro medio se ha comprobado que los mejores oradores no son los me-
jores jurisconsultos y que, cumpliendo con los plazos y términos legales, así
como las formalidades de nuestro procedimiento escrito, podemos tener una
justicia más rápida, efectiva, y justa.
Con ánimo de equilibrio damos paso a un autor que vio con optimismo
la tendencia a la oralidad del CPCDF de 1932. Se trata del maestro Antonio
Francoz Rigalt, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Na-
cional Autónoma de México, quien en su texto Hacia la oralidad en el proceso
civil20 manifestó tal postura. Muy acusadamente en el capítulo VII: “Con-
tribución del Código de 1932 a la revolución de la doctrina (¿legislación?)
procesal mexicana”.
En su concepto,21 la oralidad se consagró en un buen número de pre-
ceptos del CPCDF de 1932, si se compara la tendencia escritural que pre-
valeció con la legislación anterior.
Da como ejemplos los siguientes:22
20
Francoz Rigalt, Antonio, Hacia la oralidad en el proceso civil, México, Editorial Comunal,
1957.
21
Ibidem, pp. 87 y ss.
22
La vigencia de todos los artículos debe situarse en la fecha de la cita.
Nuestro mismo autor indica que el CPCDF de 1932 cumple con las
notas propias de un juicio oral al contener las siguientes: concentración en
el proceso; identidad física del órgano jurisdiccional; la inmediatividad; la
autoridad del juez en la dirección del proceso; la publicidad; la certeza, y
la economía.
Es digno de destacar que el CPCDF de 1932 estableció juicios sumarios,
y el artículo 430 daba un elenco amplio de tramitación sumaria: los juicios
de alimentos; los juicios relacionados con los contratos de arrendamiento o
alquiler, depósito, comodato, aparcería, transportes y hospedajes; los juicios
que tengan por objeto la firma de una escritura pública; los cobros judiciales
de honorarios profesionales; la calificación de impedimento matrimonial;
controversias relativas a los patrimonios familiares; todas las cuestiones fa-
miliares que reclaman la intervención judicial; la rendición de cuentas por
mandato de ley o fuente contractual; el ejercicio de la acción hipotecaria y
los juicios que se funden en títulos ejecutivos; la responsabilidad civil que
provenga de causa extracontractual; los interdictos; la división de cosa co-
mún; la consignación en pago, y las acciones relativas a las servidumbres.
Estos juicios sumarios, nos ilustraba en sus inmejorables cátedras de
derecho procesal civil el emérito Cipriano Gómez Lara (en 1984), no fun-
cionaron en la práctica y fueron derogados en 1973, y proscritos, enfatizaba
don Cipriano.
la asociación del juicio oral con el jurado “deben entenderse que son ins-
tituciones perfectamente escindibles tanto en la línea teórica como en la
realidad forense de numerosísimos países donde aquél funciona sólo ante
jueces profesionales”.
Por su parte, Soler sostiene que mostrar la asociación del juicio oral con
el jurado ha resultado perjudicial para los juicios orales, porque al hablar de
él: “la gente se representa a cierto tipo de campeones de la palabra que ope-
ran mágicos conjuros para lograr sentencias caprichosas de sus arbitrios”.25
Sin embargo, no sólo en los medios de comunicación se fomenta su rela-
ción sino también en el ideario social. Ambos suelen considerar a los juicios
por jurados como una forma de la oralidad. Entiendo que nos encontramos
frente a dos tradiciones de los juicios orales. La primera es la de la justicia
entre jurados populares, en donde las visitas y las audiencias son fundamen-
tales al buscar, de manera verbal, la parte acusadora o la defensa granjearse
a los jurados o jueces de facto. El uso de la palabra es esencial en los alegatos
abogadiles y en los interrogatorios a testigos y partes. Por otro lado tenemos
a los juicios con tendencia a la oralidad, que son fruto de la inspiración del
procesalismo científico. Con la participación muy activa en su esquematiza-
ción y contenidos de Chiovenda.
Así, daremos cuenta de los jurados populares penales en el Distrito Fe-
deral por su relación con la oralidad en la fase del procedimentalismo y no
del procesalismo científico, amén de ser públicos. Tampoco debemos olvi-
dar que los juicios con tendencia a la oralidad deben su nombre a la expre-
sión oral y a la cercanía del juzgador o juzgadores con las partes y testigos;
también la celeridad está relacionada con la oralidad, en términos incluso
previos al procesalismo científico.
1. El jurado popular distrital para el conocimiento y decisión de los delitos del fuero
común (1869-1929)
27
Estudios penales, México, 1977, pp. 283-322.
28
Alcalá-Zamora, Niceto, op. cit., p. 87.
29
En memoria que el secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instrucción Pública presenta al
Congreso de la Unión en 15 de noviembre de 1869, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, a
cargo de José María Sandoval, 1870, pp. 72 y ss.
30 Estudios de derecho procesal, México, UNAM, 1982, p. 326.
31
Sodi de Pallares, María Elena, Demetrio Sodi y su tiempo, México, Editorial Construcción,
1947.
32
Ibidem, pp. 32 y 33.
33
Ibidem, pp. 14 y 15.
34
Ibidem, pp. 34 y 35.
5. Entre veras y bromas: los peligros de la oralidad para los abogados. Los alegatos
“mortales” entre los licenciados Jacinto Pallares e Indalecio Sánchez Gavito
critores. Don Jacinto tuvo obra con mayor trascendencia, pues don Inda-
lecio Sánchez Gavito, como sus hijos Manuel e Indalecio, produjo sola-
mente importantes escritos de lo que llamamos “alegatos”, como especie
de la literatura jurídica circunstancial que no terminamos de estudiar y de
comprender su importancia en la vida académica del siglo XXI. Y ambos
tuvieron carácter fuerte. Escuchemos la triste anécdota (recogida por quien
fuera cronista, muy buen cronista, de la Facultad de Derecho de la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México) narrada por el finado maestro René
Ramón Rosales Hernández:38
Una audiencia: prolegómeno del fin. Corría la última semana del mes
de octubre de 1904, se trataba quizás del día 21 o 22 cuando el profesor Ja-
cinto Pallares participó, con el destacado abogado Indalecio Sánchez Gavito,
patrono de la contraria, en una audiencia de alegatos, la cual estuvo acalora-
dísima, puesto que ambos postulantes se desenvolvieron brillantemente.
En cuanto concluyó la audiencia, el licenciado Jacinto Pallares salió del
recinto judicial sin el abrigo adecuado, ya que había empapado su ropa con
sudor durante ella, lo que acusó, por la noche, la gravedad de una bronco-
neumonía.
Al término de 9 días perdió el conocimiento, para fallecer el 2 de diciem-
bre del citado año. Don Eduardo Pallares Portillo, su hijo, quien también
habría de ser profesor… de la hoy Facultad de Derecho, tomó del libro Pro-
legómenos del derecho civil mexicano, escrito por su padre, para grabarlo como
epitafio de la tumba de éste, la siguiente frase: La justicia es la palabra más santa
que ha salido de los labios humanos.
Hay al menos dos libros y dos opúsculos que debemos mencionar para
finalizar con el tema de los juicios populares en materia penal, pues sería
una ingratitud de mi parte no citarlos y comentarlos, así sea en volandas.
El primero de ellos es el texto El jurado en México. Estudios sobre el jurado po-
pular, debido al entonces magistrado (hoy diríamos ministro) de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, el licenciado Demetrio Sodi.39 Compónese
de trece capítulos y 478 páginas. No conozco otra obra tan sistematizada
en su género. Es muy ordenada, y revela la cultura de quien fuera el último
38
Facultad de Derecho, anécdotas y remembranzas (1869-2000), México, Porrúa, 2001, p. 154.
39
Sodi, Demetrio, El jurado en México. Estudios sobre el jurado popular, México, Imprenta y
Fototipia de la Secretaría de Fomento, 1909.
Exponer los argumentos que en pro y en contra [sobre el jurado] se han he-
cho valer, siquiera sean de los más importantes, es para nosotros un deber,
ya que el objeto de este trabajo es suscitar una discusión desapasionada y seria
que facilite la más acertada aplicación de los principios del derecho a las re-
laciones de vida, así como procurar las mayores garantías individuales para
quienes se encuentran bajo la pena de una alusión criminal.
40
Primer Congreso Jurídico Nacional, México, Imprenta M. León Sánchez Sucursales, Mise-
ricordia núm. 7, 1922.
41
Quien siempre firmó sólo como Miguel S. Macedo, a pesar de ser tataranieto de don
Antonio González de Saravia Mollinedo y Colarte, capitán general del gobierno de Guate-
mala.
42
Primer Congreso..., cit., p. 113.
43
Gracias a él debo mi pasión al procedimentalismo penal. Tuve el placer de acudir a su
cátedra, a la que sirvió por muchos años, en 1985.
44 Colín Sánchez, Guillermo, Derecho mexicano de procedimientos penales, México, Porrúa,
1964, p. 226.
54
Carpizo, Jorge y Andrade, Julián, Asesinato a un cardenal, México, 2002, p. 17.
55
En la muy reciente y enjundiosa obra de Salvador Cárdenas y Gonzalo Uribarri,
titulada Estudios sobre historia de la oralidad en la administración de justicia en México, 2 ts., Méxi-
co, Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2010, se incluyen los textos íntegros sobre las
reformas tendentes al establecimiento del juicio oral en México en las siguientes entidades
federativas (amén del Distrito Federal): Chihuahua, Coahuila, Durango, Estado de México,
Guanajuato, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sina-
loa, Sonora, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas.
56
La reforma penal constitucional (2007-2008), México, Porrúa, 2008, p. XI.
57
García Ramírez, Sergio, Derecho procesal penal, México, Porrúa, 1980, p. 99.
58
“Derecho procesal penal”, Evolución del derecho mexicano, IUS, 1943, t. II, p. 53.
59
Op. cit., pp. 48 y ss.
60
Op. cit., t. II, pp. 979 y ss.
61
Juicio oral penal, México, Informática Mexicana, 2010, p. 14. Libro poco ortodoxo en
las formas y de presentación sencilla, pero que se puede consultar con provecho del lector.
62 “Juicio oral en el proceso penal”, Jornadas Iberoamericanas. Oralidad en el proceso y justicia
penal alternativa, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2010, pp. 374 y 375.
Por razones de espacio, sólo aludimos a las diez conclusiones a las que
arriba el citado emérito:
Primera. Se observa una antigua tendencia (desde los últimos decenios
del siglo XX) en Latinoamérica por la instauración de los juicios orales.
Segunda. Por procesos orales debe entenderse el binomio oralidad-escri-
tura, pues “la oralidad absoluta es impracticable en nuestros días”, por ello
es mejor aludir a un proceso mixto con etapas orales o proceso por audien-
cias.
Tercera. Para un correcto establecimiento del sistema oral deben ana-
lizarse, en primer lugar, los instrumentos de la fase oral en el proceso: a) pu-
blicidad; b) concentración; c) inmediación; d) identidad física del juzgador, y
e) dirección del proceso por el juez.
Cuarta. Deben establecerse como presupuesto de la implantación de los
procesos orales en forma paulatina: a) modernización de la organización ju-
dicial; b) preparación académica y práctica; establecimiento o perfecciona-
miento del personal judicial, y c) instalación de locales adecuados en la sede
de los juzgados o tribunales que permitan la celebración de las audiencias
con los recursos técnicos y económicos necesarios.
Quinta. Es indispensable la preparación adecuada de la audiencia de
fondo; por ello, numerosos ordenamientos han regulado una audiencia pre-
via o intermedia, así como la audiencia preliminar.
Sexta. En los juicios orales penales se han realizado avances tanto en Eu-
ropa continental como en Inglaterra, Gales, y Estados Unidos.
Séptima. En el procedimiento penal europeo han adquirido importancia
el juez de instrucción y el juez de vigilancia de la investigación. “Ambas fi-
guras son esenciales para la debida y adecuada investigación previa, que es
la base de la acusación y posteriormente del juicio”.
Octava. La tendencia a la oralidad en materia penal ha dado lugar a nue-
vas legislaciones o reformas en Latinoamérica.
Novena. La tendencia referida en México en los primeros años del siglo
XXI ha llevado a la reforma o expedición de nuevos códigos de procedi-
mientos penales en Nuevo León, Estado de México, Chihuahua y Oaxaca.
Décima. Un buen ejemplo para implementar el juicio oral penal es el
realizado en el estado de Nuevo León.
La fase de investigación previa no debe descuidarse, por ello propone:64
64
Ibidem, p. 275.
I. Introducción histórica
499
1 No había pasado mucho tiempo de su vigencia cuando se hizo el intento (único por
cierto) de sustituirlo. El proyecto de Código Civil lo redactó el doctor Alfonso Ayón, pero no
fue aprobado. La Corte Suprema en su dictamen expresa que en su mayor parte es una copia
del vigente, aunque introducía modificaciones en el derecho de familia y en el ordenamiento
de los bienes por causa de muerte. Tiene quinientos artículos menos, pero siempre es extenso
y casuístico (véase el dictamen desfavorable a su aprobación del 30 de enero de 1922, Boletín
Judicial, pp. 3547 y ss.).
a) Los procesos escritos que regula son lentos, costosos y llenos de trá-
mites que los atrasan y complican.
b) Su articulado es muy extenso, repetitivo y a veces oscuro o contra-
dictorio.
c) No se reparten técnicamente las materias de que trata. Además, un
buen número de artículos se insertan en capítulos que no les corres-
ponden y en relación con los que no se pudieron ubicar se abrió un
título al que en nuestra práctica forense se llama Bolsón.
d) Tiende mucho a definir, en contra del adagio omnis definitio in jure pe-
riculosa est, aunque por razones prácticas debemos reconocer que en
ocasiones el legislador no puede dejar de hacerlo.
e) Existen instituciones en desuso (jurado civil, juramento decisorio o
estimatorio, etcétera) o inoperantes (beneficio de pobreza, etcétera).
f) Está lleno de procesos especiales que complican su entendimiento y
las reclamaciones de las partes.
g) El juez es un simple espectador en el proceso, careciendo de pode-
res para conducirlo y orientarlo de manera que se logre una mejor
justicia.
h) En general, no se ajusta a los principios modernos del proceso. Es ne-
cesario sustituir este Código por uno nuevo en el que se consagre un
2
Ya en 1966 el doctor José Pallais Godoy le hace varias críticas, insistiendo en la forma
y no en el fondo (“La reforma inmediata que exige nuestra legislación procesal”, Revista de
Derecho y Ciencias Sociales, León, núm. 2, 1966, pp. 15 y ss.).
3 Son varias las reformas que se le han hecho, y en las pp. 12503-12511 del Boletín Ju-
dicial de 1944 aparece el dictamen de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia sobre un
anteproyecto de ley de reforma de varias disposiciones del Código de Procedimiento Civil,
obra del distinguido jurista Augusto Cantarero. Dicho Tribunal hace suyas las recomenda-
ciones y formula un nuevo anteproyecto con las modificaciones que consideró pertinentes.
Fue aceptado por mayoría de votos en algunos puntos y afectó a 77 artículos. No fue apro-
bado por el Congreso, pero sirvió de inspiración a la jurisprudencia y a futuras reformas. Su
fin no era modificar o cambiar el sistema en sus líneas fundamentales, sino perfeccionarlo,
llenando lagunas y aclarando disposiciones oscuras.
B. La concentración
C. La inmediación
El juez que levanta la estructura del juicio debe ser el mismo que dicte
la sentencia del fondo del asunto, de otra manera perderían valor los prin-
4
Este principio podrá aplicarse al proceso escrito, pero no desplegaría todos sus benefi-
cios como lo hace en el oral. Existen varios tipos de pruebas en los que el juez tiene que estar
presente: en la confesión judicial expresa al absolver posiciones (artículos 1208, 1217 y 1218
del Código de Procedimiento Civil); en la inspección ocular (artículos 1256, inciso 2, del
Código de Procedimiento Civil y 2417 del Código Civil), y en la prueba de testigos (artículos
1329, 1330 y otros).
penales coinciden en buena parte con los civiles. Es más, algunos trámites
del proceso penal, por su utilidad y sencillez, se pueden aplicar al civil.
Además, debe conocer a fondo el derecho sustantivo y procesal, pues las
relaciones privadas son infinitas, producto de la ciencia moderna, del desa-
rrollo de la economía global y la creatividad de las personas, sin el límite de
la tipología penal taxativa del derecho penal.
G. El principio de buena fe
Este principio exige que las partes actúen con lealtad y buena fe en el
proceso. Así lo exige el artículo 15 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
H. El principio de preclusión
6 Este sistema se puede aplicar a los procesos escritos, pero despliega sus efectos con
mayor amplitud en el proceso oral.
Los recursos tienen por objeto defenderse del poder de los jueces y los
errores que pueden cometer en sus resoluciones, para modificarlas, revocar-
las o anularlas. No obstante, contra los medios de impugnación se señalan
algunos inconvenientes: mayores gastos, se alarga el juicio y se crea un am-
biente de desconfianza al existir decisiones contradictorias en las instancias,
por lo que la doctrina y la legislación tratan, al regular los recursos, de ha-
cer un juego armónico entre la certeza jurídica de los fallos y la celeridad
de los juicios. La pluralidad de instancia aparece cuando el pueblo deja de
intervenir en la justicia y son los jueces los que aplican el derecho. En la
Monarquía aparece una serie de instancias complicadas para que las partes
se defiendan de los fallos de los jueces, subordinados a la autoridad superior
ante las que se recurre, pero los recursos en el Estado moderno no se fun-
dan en esa superioridad, pues los jueces al fallar sólo depende de la ley y la
Constitución y se interponen para obtener una mejor resolución.
Pero en la realidad y la doctrina se presentan dos sistemas: el sistema de
la instancia única y el de la doble instancia.
Antes de referirme específicamente a la doble y única instancia, es im-
portante recordar que se distinguen dos tipos de recursos: el recurso devo-
lutivo, como la apelación, en virtud del cual la revisión la hace un órgano
distinto y superior, devolviéndole la jurisdicción al superior que se la había
delegado, recordando su origen en el tiempo de la monarquía; y el no devo-
lutivo, denominado remedio, en virtud del cual la revisión la hace el mismo
juez que dictó la resolución.
Los recursos devolutivos son ordinarios y extraordinarios. Los ordina-
rios son más amplios en la revisión de los hechos y el derecho, pudiéndose
admitir ciertos tipos de pruebas en determinadas condiciones, pero es una
revisión limitada, como muestra la apelación, ejemplo típico de recurso or-
dinario. Los extraordinarios tienen establecidos un numerus clausus de mo-
tivos para poder interponerlos y admitirlos, y el Tribunal Superior tiene
límites en sus poderes de decisión.
La instancia es única cuando la sentencia sólo puede ser impugnada
ante el mismo juez que la dicta, sea interlocutoria o definitiva. Tiene sus
ventajas y desventajas. Como ventajas se señalan: disminuye los gastos; el
trabajo de los tribunales se reduce, y el procedimiento es más rápido. Los
magistrados de segunda instancia son más conservadores y no dejan avan-
zar a la jurisprudencia, si el tribunal de segunda instancia está mejor inte-
grado y preparado, entonces se pregunta: ¿por qué no se suprime la primera
instancia? La única instancia es la única compatible con el juicio oral, pero
se le atribuyen desventajas como la precipitación, la falta de defensa, la fali-
bilidad de los jueces, y la desconfianza en la justicia por las sentencias con-
tradictorias que pueden existir de los diversos tribunales.7
La doble instancia goza de simpatía y algunas Constituciones la incor-
poran a su texto. Tiene las ventajas siguientes: aumenta las garantías y se-
guridad jurídica; mayor experiencia de los magistrados superiores y cole-
giados. Sin embargo, se le critica porque atrasa el juicio, al ser muy usual, y
más cuando se facilita su interposición, complicándose aún más cuando en
segunda instancia se permite un nuevo examen, con nuevas acciones, he-
chos, excepciones y pruebas; por otra parte, si se permite la segunda instan-
7
Fernando de la Rúa expresa que en Argentina todas las provincias que han adoptado
el juicio oral establecieron la instancia única. Teoría general del proceso, Buenos Aires, Depalma,
1991, p. 111.
cia por razones de seguridad, también debe admitirse una tercera instancia,
argumento no aceptable porque la certidumbre y la justicia se satisfacen con
dos instancias.
La doble instancia se encuentra entre los principios judiciales de la Re-
volución Francesa, la que según Giuseppe Chiovenda se puede regular de
diversas maneras: igualando absolutamente el segundo grado al primero;
limitando el segundo grado, por ejemplo, disponiendo que no puedan pre-
sentarse nuevas pruebas, o que tenga que considerar el hecho tal y como
quedó establecido por el juez.8
Son, pues, tres los sistemas sobre el recurso de apelación:9
8
Chiovenda, Giuseppe, Curso de derecho procesal civil, México, Editorial Pedagógica Ibe-
roamericana, 1995, p. 245.
9
Escobar Fornos, Iván, Introducción al proceso, Managua, Hispamer, 1998, pp. 316-318.
A. Un ambiente democrático
1. Introducción
Para la operatividad del nuevo Código se hizo necesario dividir las fun-
ciones de las etapas procesales que debían cubrir los jueces de Distrito de
lo Penal, de acuerdo con las facultades que se otorgan a la Corte Plena
en la Ley Orgánica del Poder Judicial en los artículos 2o., 3o., 27 y 64, ya
que dicha distribución de funciones no estaba taxativamente regulada en el
Código Procesal Penal, a diferencia de los jueces de Distrito de lo Penal de
Ejecución de Sentencia y de Vigilancia Penitenciaria, que en el artículo 403
CPP se orienta a la Corte Suprema de Justicia a delimitar su competencia.
La ejecución de la pena es parte del derecho a la tutela efectiva que no
termina con la imposición de una pena, sino que esta tutela exige la ejecu-
ción y cumplimiento de la pena, dentro de un respeto a los derechos indivi-
duales que le son inherentes a la persona humana y que no pueden quedar
al arbitrio de autoridades administrativas.
Por lo que por acuerdos 110 y 111 del 20 de mayo de 2003, publicados
en la Gaceta Diario Oficial, No. 120, del 27 de junio de 2003, la Corte Supre-
ma de Justicia crea en el Acuerdo 110, primeramente sólo para los depar-
tamentos de Managua y Granada, los Juzgados de Distrito de lo Penal de
Audiencia y los Juzgados de Distrito de lo Penal de Juicio, y en el Acuerdo
111 crea los Juzgados de Distrito de lo Penal de Ejecución de Sentencia y de
Vigilancia Penitenciaria.
Esta distribución también tiene como finalidad asegurar la imparciali-
dad, al no permitir que dicten la sentencia definitiva jueces que recibieron
pruebas anticipadas, dictaron la apertura a pruebas y convocaron a juicio
por encontrar fundada la acusación, lo cual los predispone a favor o en con-
tra del imputado.
15 Alfredo Rocco era el ministro guardasello, pero lo redactó Manzini con la colabora-
ción de Hugo Aloisi, Carlos Saltelli y el mismo Rocco. Continuó en vigencia tras la caída
del fascismo; se reforma en 1955 para eliminar la influencia fascista y fue sustituido por un
nuevo Código en 1989 (cfr. Código de Procedimiento Penal italiano de 1988, trad. de Fabio Espitia
Garzón, Bogotá, Temis, 1991).
3. Sus principios
Son varios los principios que orientan el proceso oral, acusatorio y pú-
blico nicaragüense, los cuales trataremos brevemente:
A. Principio de contradicción
artículo 99, párrafo 1, del mismo Código impide la celebración del juicio
en rebeldía si éste no se ha iniciado todavía, pero sí es posible si ya se había
iniciado. No es necesaria la presencia de la víctima o acusador particular, en
su caso, para la celebración válida del juicio.
Es importante señalar que en el juicio oral en lo penal, el acusado debe
estar asistido por un defensor técnico o un defensor público, que sea abo-
gado.
El derecho a la defensa está asegurado por la Constitución y el Códi-
go. En la Constitución se establecen, entre otras, las siguientes garantías al
imputado: a ser informado de su detención y de la acusación en su contra;
a que se informe a su familia, o a quien él estime conveniente, de su deten-
ción; ser tratado con respeto como ser humano; cumplida la pena, nadie po-
drá ser detenido después de dictarse la orden de excarcelación; no pueden
ser obligados a declarar en su contra su cónyuge o compañero en unión de
hecho estable, o sus parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad
o segundo de afinidad, ni confesarse culpable, y todas las demás garantías
expuestas en este trabajo.
C. Principio de oralidad
También nuestro Código de Procedimiento Civil reguló el juicio verbal de menor cuantía
y que se tramitaba oralmente, pero no se aplicaron los principios de inmediación y concen-
tración, y por ley del 27 de noviembre de 1968 se autorizó la presentación de escrito y se
convirtió en escrito por las costumbres de los abogados y jueces de tramitarlos de esa forma.
17
Artículos 123-126 del CPP y sentencia de la Sala de lo Penal núm. 46, del 22 de octu-
bre de 2004.
18
Artículo 77 del CPP.
19
Artículos 269 y 274 del CPP.
20
Artículo164 del CPP.
21
Artículo 320 del CPP.
22
Artículo 381 del CPP.
23
Artículo 390 del CPP.
D. Principio de inmediación
Este principio está contemplado en el artículo 282 del CPP. Exige que
el juicio debe realizarse con la presencia ininterrumpida del juez, de todos
los miembros del jurado en su caso, de la parte acusadora, del acusado y
su defensa. No se permite, sin autorización del juez, que ninguno de ellos
abandone la sala del juicio. La no comparecencia del acusador particular
no suspenderá la celebración del juicio cuando el Ministerio Público haya
acusado también.
Como consecuencia de esta inmediación, sólo podrá dictar sentencia el
juez ante quien se han celebrado todos los actos del juicio oral; asimismo,
no podrá participar en la deliberación ni concurrir a emitir veredicto el
miembro del jurado que no haya estado presente en forma ininterrumpida
en el juicio. Esta prohibición rige también para los miembros suplentes del
jurado. La presencia del juez es tan importante que si, por ejemplo, fallece
hay que repetir de nuevo el juicio.25
Este principio tiene sus excepciones; por ejemplo: la práctica de la prue-
ba anticipada o la realizada en el extranjero, las valoraciones de pruebas
hechas por el tribunal de segunda instancia de las pruebas practicadas en
primera instancia.
E. Principio de publicidad
los otros casos previstos por la ley, pero desaparecida la causa se dejará en-
trar nuevamente al público. Se le permite imponer silencio a las partes sobre
los hechos que presenciaron o conocieron.
De acuerdo con el artículo 286 del CPP por motivo de disciplina y ca-
pacidad de la sala el juez podrá ordenar el alejamiento de personas o limitar
a determinado número la asistencia de público.
F. Principio de concentración
De acuerdo con el artículo 288 del CPP, el juez realizará el juicio du-
rante los días consecutivos que sean necesarios hasta su conclusión,26 pero
puede suspenderlo en los casos siguientes: si no comparecen los testigos,
peritos o intérpretes, cuyas intervenciones sean indispensables, siempre que
no pueda continuarse con la recepción de otras pruebas hasta que el au-
sente comparezca o sea conducido por la fuerza pública, y cuando el juez,
miembro del jurado, el acusado, su defensor, el representante del Ministerio
Público o el acusador particular se enferman a tal extremo que no puedan
continuar interviniendo en el juicio. Si el juicio no se reanuda a más tardar
diez días después de la suspensión, se considera interrumpido y deberá ser
iniciado de nuevo, bajo pena de nulidad.
Esta concentración le impone rapidez al juez y le permite tener fresca
la información para fallar.
G. Principio acusatorio
26
Sentencia núm. 26, de las 8:45 a.m. del 20 de marzo de 2007.
H. Principio de proporcionalidad
Este principio está consagrado en el artículo 5o. del CPP y tiene por
objeto imponer el ejercicio moderado y racional en la actividad procesal
penal.27 De tal manera que las potestades de la policía, el Ministerio Pú-
blico y de los jueces sean ejercitadas racionalmente y dentro de los límites
más estrictos de proporcionalidad, para lo cual se atenderá a la necesidad e
idoneidad de su ejercicio y a los derechos individuales que puedan resultar
afectados.
El artículo, aunque es general, se refiere específicamente a las medidas
precautelares que afecten a la libertad y a los actos de investigación.
Los actos de investigación que quebranten el principio de proporcio-
nalidad serán nulos, sin perjuicio de la responsabilidad penal en que puede
haber incurrido el funcionario público que los haya ordenado o ejecutado.
Los actos restrictivos o de privación de la libertad tienen carácter pre-
cautelar, son excepcionales y su aplicación debe ser proporcional a la pena
o medida de seguridad que puede llegar a imponerse.
El control de la proporcionalidad de los actos de la policía y el Ministe-
rio Público será ejercido por el juez, y los de éste por el Tribunal de Apela-
ciones por medio de los recursos.
27
Sentencia núm. 54, de las 8:45 a.m. del 2 de septiembre de 2005.
I. Principio de oportunidad
28 El espíritu de las leyes, México, Oxford, 1999, pp. 62 y 63, libro VI, capítulo XVI. En
las Cartas Persas dice: “La costumbre que hay de privar de la vida a cuantos incurren en su
desgracia, a la más leve seña que hacen, trastorna la proporción entre los delitos y las penas,
que es como la condición y armonía de los imperios; y esta proporción, que observan con
escrupulosidad los príncipes cristianos, es causa de que saquen infinitas ventajas a nuestros
sultanes” (Madrid, Alba, 1998, p. 195). El artículo 15 de la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano del 24 de junio de 1793 declaró que: “la ley sólo debe aplicar
penas escritas y evidentemente necesarias; éstas deben ser proporcionales al delito y útiles a
la sociedad”.
a. La mediación
i. La mediación previa
c. El acuerdo
i. Acuerdo simple
4. Otras garantías
A. La presunción de inocencia
C. Persecución única
El artículo 6o. del CPP dispone que quien haya sido sobreseído, absuel-
to o condenado no podrá ser sometido a una nueva persecución penal por
los mismos hechos.
A este efecto, las sentencias dictadas y ejecutadas en el extranjero serán
reconocidas en Nicaragua conforme a los tratados y convenios suscritos y
ratificados soberanamente por la República.
El derecho a no ser procesado dos veces por los mismos hechos es una
garantía constitucional establecida en el artículo 34, inciso 10, de la Consti-
tución, que establece el derecho a no ser juzgado cuando el procesado haya
sido absuelto. Es una cuestión de justicia y razón. Éste es un efecto propio
de la cosa juzgada, que le pone fin al proceso sin que pueda nuevamente
abrirse.
Pero el condenado por error puede iniciar un proceso de revisión; no así
el inocente, al que no se le puede abrir un nuevo proceso de revisión para
29
Artículo 5o.
D. El jurado
E. El juez natural
30
Artículo 320 del CPP.
El artículo 11 del CPP dispone que nadie puede ser juzgado por otros
jueces que los designados conforme a la ley anterior a los hechos por los
que se le juzga. Como consecuencia, nadie puede ser sustraído de su juez
competente establecido por ley ni llevado a jurisdicción de excepción. Se
prohíben los tribunales especiales.
A. La policía
31
Artículo 93 de la Constitución.
32
Artículo 34, inciso 159, de la Constitución.
B. El Ministerio Público
6. Clases de juicios
Existen dos tipos de juicios en el CPP: juicios por delitos y juicios por
faltas, y tres procedimientos especiales: el proceso penal en contra del presi-
dente o del vicepresidente de la República, la acción de revisión de senten-
cia y la extradición.
A. Audiencia preliminar
B. Audiencia inicial
El juicio por falta es más sencillo; siempre es oral y público, existe au-
diencia inicial y la mediación. La víctima, la autoridad administrativa, el
afectado y la policía nacional están facultados para interponer en forma
verbal o escrita la acusación ante el juez competente. Si se interpone verbal-
mente se levantará acta de la misma.
Se establecen requisitos que debe reunir la acusación y los casos de la
inadmisibilidad de la misma.
El acusado permanecerá en libertad, pero podrá ser detenido por el
tiempo estrictamente necesario para hacerlo comparecer a la audiencia,
cuando injustificadamente no se haya presentado a la audiencia inicial.
El acusado tiene derecho desde el inicio del procedimiento a la defensa
y a ser asesorado por un defensor.
35
Artículos 153, 191, 193, 194 y 316 del CPP.
H. La acción de revisión
36
Véase la sentencia de las 8:45 a.m. del 2 de diciembre de 1997.
ción activa, y el Estado requerido viene a ser el que recibe la solicitud con el
fin de que entregue a la persona imputada por el Estado requirente, esto se
conoce como extradición pasiva.
El procedimiento de extradición activa y pasiva se regula en los artícu-
los 351 y 353 del CPP.
En la extradición activa, le corresponde, en un plazo de 30 días, a la
Corte Suprema de Justicia, a solicitud del Ministerio Público, realizar, jun-
to a la documentación recibida, el examen de procedibilidad para requerir
a un nacional, y en dicho examen se deberán valorar primeramente los
principios generales reconocidos para la extradición, así como los requisitos
contenidos en la norma sustantiva que regula el artículo 18 del Código Pe-
nal; en caso de resultar afirmativo, remitirá lo actuado a la Fiscalía General
de la República, adjuntando toda la documentación necesaria y exigida en
el país requerido para tales efectos.
Dentro del rol de nuestro sistema mixto para la extradición, le corres-
ponde al Poder Ejecutivo, por medio del Ministerio de Relaciones Exterio-
res, solicitar la detención preventiva y la retención de los objetos concer-
nientes al delito.
Para la extradición pasiva, una vez que es solicitada por el Estado re-
quirente, la Fiscalía General de la República remitirá la solicitud a la Sala
de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia con la documentación recibida.
Es importante en la extradición pasiva constatar si la persona que está
siendo requerida es nacional o si ostentaba la nacionalidad nicaragüense en
el momento de la comisión del delito; posteriormente, el análisis de proce-
dibilidad debe ser el mismo que se hace para la extradición activa.
La Sala de lo Penal debe solicitar y obtener del país requirente, promesa
formal de que el extraditado no será juzgado por un hecho anterior diverso
ni sometido a sanciones distintas a las correspondientes al hecho o a las im-
puestas en la condena respectiva, copia de la cual el país requirente remitirá
a nuestros tribunales.
En la etapa más reciente, nuestras Constituciones han sido la fuente
principal de la regulación de la extradición. Es así como la Constitución de
1974 regulaba en los artículos 54 y 55 sobre la no entrega de los nacionales
y la no entrega de extranjeros solicitados en extradición por delitos políticos
o comunes conexos con éstos, y en caso de resolverse la expulsión, nunca
deberá enviársele al país donde fuese perseguido. Estos mismos principios
y derechos están normados en nuestra Constitución vigente en los artículos
42 y 43, con la adición en el artículo 42 de señalar que el refugio y el asilo
se concede a los perseguidos por luchar en pro de la democracia, la paz, la
justicia y los derechos humanos.
7. La prueba
Tiene sus ventajas y desventajas, pero ya está siendo descartado por los
códigos modernos, pasando a ser una institución de la historia del derecho.
Entre las ventajas tenemos:
42
Sistema de derecho procesal civil, Buenos Aires, Uteha, 1993, t. II, pp. 184 y 185.
8. Los recursos
De acuerdo con el artículo 362 del CPP están legitimados para recurrir
en contra de las decisiones judiciales, las partes agraviadas y a quienes la ley
reconozca expresamente este derecho. Cuando la ley no distinga, tal dere-
cho corresponde a todos.
44 El Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica sólo concede casación contra la
sentencia condenatoria con base en el alto costo de la doble instancia y en la necesidad de
mantener vigente el principio de inmediación. Esta corriente ha tenido fuerte influencia en
Latinoamérica, no sólo al establecer una casación amplia (que ya no es casación) o cerrando
la segunda instancia. En España también así es: sólo se admite casación contra la sentencia
definitiva en los delitos graves, pero existen casos en los que la sentencia definitiva admite
apelación, abriendo una segunda instancia, por ejemplo en el juicio por faltas y en el juicio
abreviado (cfr. Ramos Méndez, Francisco, El proceso penal. Lectura constitucional, Barcelona, J.
M. Bosch Editor, 1993, p. 425 y ss.). Para tratar de eliminar o restringir la segunda instancia
en su dimensión normal y cumplir con el examen por un tribunal superior que mandata
el artículo 8.2.h. de la Convención y la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que considera que ese recurso es el de apelación, que garantice una revisión ín-
tegra de lo debatido y analizado en primera instancia, se crea un recurso de casación con
cierta amplitud y menos formalismo, y un recurso de nulidad que garantice las garantías
constitucionales y la recta aplicación de las disposiciones sustantivas, y una apelación que
abre una estrecha instancia. Señalan que con tales recursos se cumple con la debida defensa
del acusado y el artículo 8.2.h. de la Convención. Agregan que si se establece la apelación se
presentan dos opciones: se repite en segunda instancia el material de primera instancia para
conocerlo con inmediación, o bien permitir regresar al sistema escrito al fallar el tribunal
superior de acuerdo a lo que consta en los actos y registros del juicio oral, dejando sin sentido
la existencia de un tribunal colegiado en su caso, lo cual para ellos no es aceptable.
45 Sentencia de la Sala Penal núm. 75, de las 8:45 a.m. del 23 de septiembre de 2005.
F. El recurso de casación
46 No cabe casación contra auto de mero trámite. Sentencia de la Sala Penal núm. 42, de
las 8:45 a.m. del 27 de marzo de 2007.
47
Artículo 13.
48
Artículo 31.
49
Artículo 79.
50
Artículo 146.
51
Artículo 290.
52
Artículo 316, párrafo segundo, inciso 4.
cuadro fáctico a favor o en contra del reo, de tal manera que la decisión
del tribunal sería diferente. Por ejemplo: una sentencia absolutoria en vez
de condenatoria o viceversa; una sentencia que aumenta la pena en vez de
reducirla o viceversa; una sentencia que conforme a los hechos califique un
tipo de delito que merezca una pena mayor en vez de una reducida o vice-
versa.53
3) Cuando se trate de sentencia de juicio sin jurado, la falta de valora-
ción de una prueba decisiva oportunamente ofrecida por alguna de las par-
tes. En este caso la prueba se rindió, a diferencia del anterior, pero no fue
valorada la prueba decisiva.
4) Cuando en las sentencias en juicio sin jurado exista ausencia de mo-
tivación o quebrantamiento en ella del criterio racional.
Creo que el debido proceso en su aspecto probatorio no sólo comprende
el derecho a defenderse y aportar prueba, sino también la existencia de un
sistema de valoración de la prueba que encamine al juez a formarse un jui-
cio aceptable para lograr el fallo justo. Por ejemplo, no aseguraría un debido
proceso la aplicación del sistema de la libre convicción, propio del jurado, en
los juicios civiles, mercantiles, administrativos, etcétera. Por otra parte, para
que la apreciación de la prueba sea eficaz y justa, debe haberse cumplido
con los principios probatorios y constitucionales.
Esta apreciación tiene que ser razonada en la sentencia, y en esto hay
que ser exigente. La motivación debe ser explícita, clara, no pueden acep-
tarse motivaciones intrincadas o implícitas.54 Debe apreciarse cada prueba
y relacionarla con el resto de las que le sean conexas. Una apreciación con-
junta, sin mayor motivación, es la peor injusticia.
La motivación de la apreciación de la prueba es un autocontrol del juez,
garantía para las partes, las cuales tienen el derecho a conocer las razones
por las que se forma la decisión, lo cual permite ejercer el derecho a los
recursos, motivando las discrepancias con las apreciaciones del juez a quo,
y permite al superior controlar si la sentencia tiene una fundamentación
racional sobre la apreciación de los hechos para así confirmar o corregir
la apreciación de la prueba y aplicar, conforme a los hechos probados, el
derecho.
La apreciación razonada de la prueba es un elemento fundamental de
validez de la sentencia.55 Así lo dice el artículo 153 de nuestro Código Pro-
cesal Penal, al establecer en su parte final que no existe fundamentación
válida cuando se hayan inobservado las reglas del criterio racional en la
apreciación de medios o elementos probatorios de valor decisivo, y que será
insuficiente la fundamentación cuando se utilicen formularios, afirmaciones
dogmáticas, frases rutinarias, una simple descripción de los hechos o la sola
mención de los elementos de prueba. Los autos y las sentencias sin esa fun-
damentación serán anulables. El artículo 133 del Código de Procedimiento
Penal Militar establece que no existe fundamentación válida cuando no se
hayan observado las reglas del criterio racional con respecto a la aprecia-
ción de la prueba de valor decisivo, y los actos y sentencias sin esa funda-
mentación serán anulables.
5) Ilegitimidad por fundarse en prueba inexistente, ilícita o no incorpo-
rada legalmente al juicio, o por haber existido suplantación del contenido
de la prueba oral, comprobable con la grabación.
6) Haber dictado sentencia un juez o concurrido a emitir el veredicto un
miembro del jurado, en su caso, cuya recusación hecha en tiempo y forma,
fundada en causa legal, haya sido rechazada injustamente.
De acuerdo con el artículo 388, la casación en el fondo podrá interpo-
nerse con fundamento en dos motivos por infracción de ley:
55 Las pruebas se analizan en la sentencia definitiva, tanto las presentadas por las partes
como las recabadas por el juez. Con base en ese material probatorio da por acreditados los
hechos y determina la disposición legal que debe aplicar el caso. Por tal razón, la apreciación
de la prueba es un elemento fundamental de validez de la sentencia, formando parte del
debido proceso.
1. Introducción
2. Principios
3. Régimen probatorio
vengan en él. También tienen valor probatorio legal contra los contratantes
y sus causahabientes, en cuanto a las declaraciones que en ellos hubiesen
hecho.
También tienen el mismo valor los documentos privados no impugna-
dos por la parte a quien puedan perjudicar. Si son impugnados, se procede
al cotejo de letras.
Señala los documentos públicos para los efectos probatorios, impugna-
ción y cotejo, y los que no son susceptibles de cotejo.
4. Tipos de juicios
5. Recursos
57
Artículo 546.2.
58
Artículo 550.
59 Cfr. Ortells Ramos, Manuel et al., Derecho procesal civil, 8a. ed., Navarra, Thomson-Aran-
zadi, 2008, pp. 499 y 500; Solé Riera, Jaume, El recurso de apelación civil, 2a. ed., Barcelona, J.
M. Bosch Editor, 1998, pp. 33 y ss.; Rifá Soler, José María et al., Derecho procesal civil, Navarra,
Gobierno de Navarra, 2006, pp. 295 y ss.
6. Reflexiones finales
I. Antecedente
573
La Constitución Nacional
1
Couture, 1981, p. 199.
1. Principio de concentración
2. Principio de inmediación
2
Véscovi, 1984, p. 59.
entrado en relación directa con las partes, con los testigos, los peritos y con
los objetos del juicio, de modo que pueda apreciar las declaraciones de tales
personas y la condición de los lugares, etcétera, a base de la inmediata impre-
sión recibida de ellos, y no a base de la relación ajena.3
3. Principio de economía
Impregnado por la frase “La justicia debe ser pronta y barata” se conju-
garon dos valores: el tiempo procesal y el costo de los procesos. Están com-
prendidos dentro del valor tiempo los principios de celeridad; depuración
de vicios y defectos; moralización del proceso; simplificación de las formas
del debate. En relación con el costo de los procesos, la eliminación de la
tasas judiciales; la reducción de actos; regular los honorarios de los auxilia-
res de justicia en relación con los jornales de trabajadores no especificados,
etcétera.
Por demás está decir que hubo uniformidad conceptual entre los juris-
tas; sin embargo, para el gobierno resultó imposible la justicia gratuita.
Seguidamente expondré las adaptaciones de estos principios en las dis-
tintas áreas jurídicas.
1. Situación actual
3
Chiovenda, G., 1949, p. 47.
3. Principio de concentración
15). A las partes se les autoriza la concentración de los actos, entre los que
podemos citar las excepciones previas y la contestación a la demanda, e in-
clusive la reconvención, las cuales pueden presentarse en un mismo escrito
y dentro del plazo único, salvo las defensas procesales, como la prescripción
de la acción, la falta de acción cuando es manifiesta, cosa juzgada, pago
total, conciliación, transacción y desistimiento de la acción (artículo 224),
que deberán sustanciarse previamente a la contestación a la demanda. Las
defensas deberán presentarse dentro de un mismo plazo, recomendando
hacerlo en un mismo escrito.
Las comunicaciones procesales mediante cédula de notificación debe-
rán contener las citaciones de la audiencia y de la supletoria de los testigos
en un mismo escrito, e igualmente a los peritos. También cuando se co-
munica la demanda, documentos y sus contestaciones, como la oposición
de excepción de previo pronunciamiento y la contestación de la demanda,
deben realizarse en una sola cédula, de forma que el obligado tenga la obli-
gación de contestar en el mismo plazo.
Igualmente, en la audiencia, al ser considerada como un “acto único”,
los testigos de las partes deben declarar en un solo día (artículo 319), salvo
en caso de imposibilidad material; en este supuesto se suspenderá el acto
y continuará al día siguiente sin notificación alguna, aunque se desarrolle
en varios días (artículo 355). A fin de evitar nuevas audiencias, los testigos
deberán permanecer en la sede del juzgado, por si se presenta la necesidad
del careo (artículo 332). Igualmente, si el reconocimiento de algún sitio con-
tribuyere a la eficacia del testimonio, podrá hacerse en el lugar indicado el
examen de los testigos (artículo 336). El testimonio del testigo es previamen-
te examinado por el juez y se extenderá en el acta lo que éste considere con-
veniente y valioso para el objeto del proceso, conservando en cuanto fuere
posible el lenguaje empleado por el declarante.
El mismo criterio es utilizado en la prueba pericial, porque el propo-
nente deberá indicar en un solo escrito: el ofrecimiento, la especialización,
los puntos de pericias y la aceptación del cargo con juramento del perito.
En cuanto a las impugnaciones de las resoluciones judiciales se adopta el
mismo criterio, salvo la apelación, donde las actuaciones en segunda ins-
tancia, como la apertura, ofrecimiento y diligenciamiento de las pruebas, se
realizan por separado.
Con estas reglas se aproximan los actos procesales unos a otros, agluti-
nando o centralizando en breve espacio de tiempo la realización de varios
actos, pero sin lograr la eficacia perseguida en la audiencia de los procesos
orales.
4. Principio de inmediación
Implica que el juez debe presidir la audiencia (inciso E del artículo 15),
presenciar todos los actos y practicar personalmente todas las pruebas con
la finalidad de procurar un acercamiento permanente entre las partes, y en-
tre éstas y el juez, a través de los actos procesales, buscando la solución del
conflicto. Muy ilustrativo es lo afirmado por Chiovenda en el sentido de que
el principio en consideración persigue
5. Principio de economía
Impregnado por la frase “la justicia debe ser pronta y barata” se conju-
garon dos valores: el tiempo procesal y el costo de los procesos.
4
Idem.
2. El procedimiento ordinario
I. Introducción
595
…de lo que debe entenderse por oralidad, siempre partiendo de que la mis-
ma no comportaba sólo la realización de actos orales en el proceso, sino de
que se había convertido en una manera de aludir a todo un modelo de proce-
so civil. La sorpresa más grande es la que proporciona Cappelletti, el cual iba
a elevar la oralidad a idea símbolo.
Más aún, “lo más llamativo, con todo, es el segundo significado que se
atribuye a la oralidad, significado que consiste en una progresiva socializa-
ción del derecho en general y del proceso en particular”.2
Sólo de esa visión general pueden obtenerse algunas conclusiones que,
convertidas en propuesta, contribuyan a ese esfuerzo que se está realizando
por ilustres pensadores del derecho para atenuar, aunque sea progresiva-
mente, la falta de fe en la administración de justicia. Ella constituye el esco-
llo más dramático que impide el normal desarrollo de nuestros pueblos, su
evolución natural y, en especial, el bienestar al que toda persona, sin exclu-
sión ni distinción alguna, tiene derecho.
Es por ello que el presente trabajo contiene dos partes: en la primera
trataremos la oralidad como principio procesal, sus características, inciden-
cia en el proceso y la forma como ha sido considerada en la doctrina (II).
En la segunda parte se utilizarán los conceptos anteriores para analizar los
juicios orales en el Perú, su tratamiento legal y conexión con la realidad ju-
dicial peruana (III).
Como propuesta (IV), pensemos con los lectores si la oralidad puede ser
uno de los factores que determine la celeridad en los procesos, la justeza en
los fallos y, por ende, la confianza de los ciudadanos en sus jueces.
Si es así, adoptémosla en forma definitiva y en toda clase de procesos. Si
no lo es, continuemos en la brega.
II. La Oralidad
3 Bermúdez, Víctor Hugo, “La oralidad y el proceso penal”, Revista Uruguaya de Derecho
Procesal, Montevideo, núm. 3, 1995, p. 277.
4 Devis Echandía, Hernando, Estudios de derecho procesal, Bogotá, Editorial ABC, 1980, t.
II, p. 474.
5 Véase Fábrega, Jorge, Ensayos jurídicos, San José de Costa Rica, Ediciones Fábrega,
1983, p. 114.
Y agrega,
Pero en este aspecto debe destacarse la diferencia esencial entre los principios
basados en la estructura organizativa de la nación, de los principios derivados
de la aplicación de un sistema procesal determinado (v. gr. oralidad-escritura).
6
Nogueira, Carlos A., “Núcleos comunes en los sistemas procesales actuales. II. Inclina-
ción a la oralidad en el proceso”, Revista del Colegio de Abogados de La Plata, Buenos Aires, año
XXIV, núm. 43, 1983, p. 209.
7 Gómez Lara, Cipriano, “La oralidad en el proceso civil mexicano”, Memoria del XII
Congreso Mexicano de Derecho Procesal, México, UNAM, p. 311, reproducido en Revista del Insti-
tuto Colombiano de Derecho Procesal, vol. II, núm. 9, pp. 173-190.
8 Ibidem, p. 312.
En primer lugar, los poderes del juez no responden a los sistemas pro-
cesales, sino a una concepción genérica de los procesos. La mejor demos-
tración de ello es el debate doctrinario entre el garantismo y el activismo
judicial, lo que está relacionado con los poderes del juez.15
En segundo lugar, en el proceso por audiencias resulta más viable la
actuación de las pruebas. Sin embargo, la confesión, así como el testimonio
y el reconocimiento de documentos, son realizados del mismo modo en el
sistema oral y en el escrito. La presentación de instrumentos es igual en uno
y otro caso. Por último, la diligencia de inspección judicial u ocular tendrá
que demorar, así sea en la oralidad o en la escritura. Lo mismo puede decir-
se de la valorización de la prueba, donde tiene aceptación mayoritaria el sis-
tema de la sana crítica.16 Inclusive la oralidad, por eficaz que sea, no puede
impedir las tachas a los testigos o a los peritos, con la secuencia de trámites
que trae consigo. Algo similar ocurre tanto con las recusaciones, pues la
mayor parte de ellas son rechazadas, como con las apelaciones, usualmente
declaradas improcedentes.17
En tercer lugar, tanto la obligación de motivar la sentencia como los re-
cursos que puedan interponerse contra ella son independientes respecto de
la oralidad o la escritura del proceso, pues responden a la naturaleza de las
resoluciones, en particular de las sentencias, y al cumplimiento del principio
de la doble instancia.
18
Tomo que contiene las leyes mencionadas.
19
Comisión de Reforma Judicial, Código de Procedimientos Civiles, Lima, Editorial Sensator,
1977, p. 190.
Tal como se observa, es un texto típico del sistema de proceso oral o por
audiencia. Al mismo tiempo, es una demostración que la oralidad es sólo un
medio para mejorar y aligerar el trámite procesal, sin llegar a ser la pana-
cea, como sugieren los entusiastas.
Los procesos conocidos como sumarios o de menor cuantía rigieron
igual que el Código —ochenta años—, pero en la práctica adolecían de las
mismas trabas y dilaciones de los procesos ordinarios y ejecutivos. Debido a
ello, sufrieron modificaciones legales tanto el juicio modelo propiamente di-
cho como sus variables, el desahucio (denominado de acuerdo con el Códi-
go de 1993, desalojo), el retracto, los interdictos, los alimentos, la emancipa-
ción, la autorización para el matrimonio de menores, la pérdida de la patria
potestad y la remoción, excusa y renuncia de los guardadores. Los cuatro
últimos fueron modificados con la dación del Código Civil de 1936, que en
esos aspectos cambió de manera sustancial la legislación sustantiva, siendo
indispensable que las normas procesales queden adecuadas a tales cambios.
1. Legislación vigente
20
Ibidem, pp. 190 y 191. Las cursivas son nuestras.
Tal regla concuerda con el inciso primero del artículo 50 del mismo
Código, que señala como primer deber del juez, “dirigir el proceso, velar
por su rápida solución, adoptar las medidas convenientes para impedir su
paralización y procurar la economía procesal”.22
Los procesos exceptuados del impulso oficial y que requieren petición
de parte son la separación de cuerpos o divorcio por causal (artículo 480); el
título supletorio, la prescripción adquisitiva y la rectificación o delimitación
de área o linderos (artículo 504), y el juicio de responsabilidad civil de los
jueces (artículo 509).
La referencia previa responde a la relación que se busca hacer entre la
oralidad y la intervención del juez en el proceso.
Tales son los límites de la oralidad en el proceso civil peruano.
21 Ministerio de Justicia, Código Procesal Civil, edición oficial, Lima, Dirección de Asuntos
Jurídicos, 1998, p. 23.
22 Ibidem, pp. 39 y 40.
IV. Conclusiones
A ORALIDADE EM PORTUGAL
I. Introdução
607
Nos casos das alineas a) e b), o que estava em causa era a tomada em
consideração na decisão final da matéria de facto de depoimentos não pres-
tados na audiência final, perante o tribunal colectivo.
O caso da alinea c) correspondia a um previlégio conferido a certas en-
tidades e o da alinea d) era decorrência da lei civil que apenas conferia força
probatória plena à confissão judicial escrita.
Finalmente, o da alínea e) decorria da necessidade de impedir que as
providências cautelares fossem declaradas com base em depoimentos teste-
munhais falsos, sobretudo quando fossem decretadas sem citação da con-
traparte (e portanto, sem observância do contraditório), e porque havia que
assegurar a possibilidade futura de efectivar a responsabilidade criminal e
cível dos autores dos depoimentos determinantes de decisão judicial errada
2
Doravante, CPC.
4
Quesito é, grosso modo, uma pergunta retirada dos factos alegados pelas partes que se-
jam controvertidos. A essa pergunta o Tribunal responde, após a audiência final, “provado”,
“não provado” ou com uma resposta restritiva.
5 O que, obviamente, sempre deixava insatisfeita a parte perdedora e que julgava que
lhe teria sido outorgada razão se respeitado o silogismo judiciário.
6 Assim, foi julgado encontrarem-se fundamentadas decisões em que, p. ex., apenas se
declarava:
a) “As respostas aos quesitos basearam-se essencialmente nos depoimentos das testemun-
has oferecidas pelos autores, as quais, revelando um conhecimento directo dos factos contro-
vertidos, em nada foram contrariadas pelas testemunhas dos réus”;
b) “A convicção, quanto à matéria dada como provada, assenta no depoimento genérico
das testemunhas inquiridas e análise dos documentos juntos”.
7 A apreciação que se passa a fazer é, na verdade, inerente a qualquer oralidade mas a
oralidade pura potenciou os desvios que se apontam.
8 Antes, era designada de “Questionário”.
ria de facto controvertida a que o tribunal há-de responder, esta peça acaba
por dispensar que os juizes participam na audiência da leitura atenta dos
articulados das partes.
Assim, era por vezes patente que alguns (todos!?) juízes que integravam
o colectivo perante o qual decorria a audiência não tinham, no momento
desta, lido o processo, inteirando-se apenas do que nele se discutia por via
dos depoimentos oralmente prestados.
E, finda a audiência, apenas com base nestes depoimentos se decidia a
questão.9
A sobrevalorização da prova oral acarretou mesmo que, após estabe-
lecida a sua gravação audio e possibilitado, com base nela, o recurso da
decisão sobre a matéria de facto, tivesse chegado a surgir uma corrente
jurisprudencial que na prática fazia letra morta dessa possibilidade com o
argumento de que, não revelando a gravação elementos em que a livre con-
vicção do julgador se fundara, tais como a postura física do depoente, o seu
facies ao reagir a cada questão ou ao fazer cada afirmação, era impossível
sobrepôr à decisão da 1a. Instância uma outra convicção que não podia
valorar esses detalhes.10
Felizmente esta jurisprudência está em vias de ser ultrapassada, como
melhor veremos no cap. VII, ao analisar o regime legal vigente em matéria
de recurso da decisão sobre a matéria de facto.
9 Era, p. ex., patente a desconsideração nas respostas aos quesitos dos depoimentos
constantes de carta precatória (para outro tribunal do país) ou rogatória face aos prestados
presencialmente. Neste particular, é compreensível que a riqueza de um depoimento oral,
detalhado e vivido pelo depoente, se sobreponha à secura de um depoimento escrito onde
normalmente apenas se registava que, em relação a cada pergunta, a testemunha respondera
“sim” ou “não”.
10 Esta jurisprudência buscava-se em doutrina tal como a que Abrantes Geraldes cita no
já referido Temas da reforma do processo civil, a saber:
a) Lopes Cardoso, em BMJ, No. 80, pp. 220 e 221, que refere a relevância que têm para a
formação da convicção do julgador “elementos intraduzíveis e subtis”, tais como “a mímica
e todo o aspecto exterior do depoente” e “as próprias reacções, quase impercetíveis, do au-
ditório” que vão agitando o espírito de quem julga.
b) Castro Mendes, em Direito processual civil, 1980, vol. III, p. 211, onde sustenta que
“existem aspectos comportamentais ou reacções dos depoentes que apenas podem ser per-
cepcionados, apreendidos, interiorizados ou valorizados por quem os presencia e que jamais
podem ficar gravados ou registados para aproveitamento posterior por outro tribunal que vá
reapreciar o modo como no primeiro se formou a convicção dos julgadores”.
Pena é que esta jurisprudência poupasse aos juizes das Relações o trabalho de rever a
prova e assim se pudesse suspeitar que a jurisprudência podia ter na base mais o propósito
evitar um novo trabalho —certamente complexo e moroso— que a lei lhe cometia do que
sólidas razões jurídicas ou de bom senso!...
Admitir que toda uma causa se possa decidir com base num esgar, num
olhar ou num suposto sorriso escarninho de uma testemunha parece não se
adequar ao rigor necessário na decisão séria de num processo.
Como se sabe, a avaliação de um depoimento oral é uma tarefa difícil e
muitas vezes insusceptível de conduzir a conclusões seguras seja por juizes
seja por psicólogos. Deíficar a prova testemunhal provocará tantos ou mais
erros judiciários como os porventura resultantes de não valorizar elementos
acessórios, como a postura física da testemunha. De resto, a consideração
destes elementos acessórios é que pode levar a que acabe por se decidir em
função de quem minta melhor e não do que seja verdade.
Deve, ainda, dizer-se que a prevalência da prova testemunhal em Por-
tugal poderá ter conduzido até ao aumento do número de processos pois a
parte sempre poderá supôr ser possível —e demasiadas vezes terá ocorri-
do!— contrariar a lógica, o bom senso e até documentos com uma “qual-
quer história” sustentada por falsos testemunhos.
Sintetizando: a oralidade não pode nunca conduzir a uma análise me-
nos rigorosa das peças escritas das partes e da congruência das versões de
facto delas constante como não pode conduzir à desconsideração de prova
não produzida oralmente, como a documental e pericial, aliás, à partida,
mais segura que a testemunhal.
jecto de perseguição criminal11 (sendo certo ser crime punido pelo artigo
360 do Código Penal).
No que se refere à gravação da prova servir de auxiliar do juiz na sua
função decisória, tal terá particular relevância quando a audiência se pro-
longou no tempo, em várias sessões, como geralmente acontece em proces-
sos complexos.
E foi certamente a pensar nesta função auxiliar do juiz que o artigo 522-
B do CPC previu que a gravação terá lugar não só quando requerida por
qualquer das partes como também quando fôr determinada oficiosamente
pelo tribunal.
A propósito, é curioso notar que se sustenta que, para além de ser uma
garantia das partes, a gravação é também uma garantia do juiz pois per-
mite verificar se o mesmo decidiu bem ou não, defendendo-o de críticas ou
acusações injustas (ao contrário do que ocorria no caso da oralidade pura).
Mas, obviamente, a vantagem soberana da gravação da prova é a possi-
bilidade de recurso da decisão sobre a matéria de facto.
Nesta sede, há, porém, que analisar, o que faremos no cap. VII, como a
lei configura este recurso: p. ex., se o mesmo implica que o tribunal superior
vá ouvir toda a gravação da prova, se a gravação audio deve ser transcrita
por escrito, se no recurso se aprecia apenas se o tribunal a quo decidiu bem
ou se o tribunal ad quem fixa os factos autonomamente, substituindo pela
sua a convicção do tribunal recorrido...
a) O Presidente da República.
b) Os agentes diplomáticos estrangeiros que concedam idêntica regalia
aos representantes de Portugal.
c) Os membros dos órgãos de soberania, com exclusão dos tribunais, e
dos órgãos equivalentes das Regiões Autónomas.
d) Os juízes dos tribunais superiores.
e) O Provedor de Justiça.
f) O Procurador-Geral da República e o vice-Procurador-Geral da Re-
pública.
g) Os membros do Conselho Superior da Magistratura e do Conselho
Superior do Ministério Público.
h) Os oficiais generais das Forças Armadas.
i) Os altos dignitários de confissões religiosas.
j) O bastonário da Ordem dos Advogados e o presidente da Câmara
dos Solicitadores.
Não obstante esta previsão, a lei (Nos. 4 e 5 do artigo 626 do CPC) esta-
belece ainda que a testemunha pode ser obrigada a comparecer em audiên-
cia para depôr oralmente nos seguintes casos:
...havendo acordo das partes, a testemunha pode ser inquirida pelos manda-
tários judiciais no domicilio profissional de um deles, devendo tal inquirição
12
A decisão do juiz sobre este requerimento não é recorrivel.
O requerimnto das partes para que se registe a audiência final tem lugar
na audiência final preliminar (artigo 508-A, No. 2, alinea c), quando esta
se realize.
Não se realizando a audiência final, a gravação é requerida nos 15 dias
posteriores à notificação pela secretaria do despacho saneador (artigo 512,
No. 1, do CPC).14
Sendo requerida a gravação da audiência final, esta tem lugar necessa-
riamente perante um juiz singular. Não se requerendo a gravação, a audiên-
cia pode ter lugar perante tribunal colectivo (3 juizes), se ambas as partes
assim o requererem (artigo 646, No. 1, do CPC).
A gravação é efectuada por sistema sonoro, sem prejuízo do uso de
meios audiovisuais ou de outros processos técnicos semelhantes de que o
tribunal possa dispôr (artigo 522-C, No. 1, do CPC).
Facto é que, actualmente, os tribunais dispõem apenas de sistemas de
gravação sonora, sendo estes os utilizados.
Numa primeira fase, a gravação era feita em cassettes audio, estando
presentemente em instalação avançada a gravação em CD Rom, audível
em computador.
Deve, ainda, frizar-se que, após um momento inicial de alguma hesi-
tação (eventualmente por o advogado temer que o juiz pudesse ficar me-
lindrado com o pedido de gravação por poder entender-se ter na base uma
suspeição sobre a correcção da decisão...), se generalizou o pedido de gra-
vação da prova de tal modo que pode afirmar-se que, hoje, praticamente
todas as audiências são gravadas.
...a decisão do tribunal de 1a. instância sobre a matéria de facto pode ser
alterada pela Relação:
a) Se do processo constarem todos os elementos de prova que serviram de
base à decisão sobre os pontos da matéria de facto em causa ou se, tendo oco-
rrido gravação dos depoimentos prestados, tiver sido impugnada nos termos
do artigo 685-B, a decisão com base neles proferida.
b) Se os elementos fornecidos pelo processo impuserem decisão diversa,
insusceptível de ser destruida por quaisquer outras provas.
Se o recorrente apresentar documento novo superveniente e que, por si
só, seja suficiente para destruir a prova em que a decisão assentou.
17
Em todo o caso, novos meios técnicos tornaram-na mais acessível (hoje, existem já
máquinas de reprodução mecânica de voz e escrita as quais serão certamente ainda aperfei-
çoadas).
18
Ver, supra, cap. III, parte final.
2. No processo laboral
3. No processo penal
X. Bibliografia
Ferreira, Fernando Amâncio, Manual dos recursos em processo civil, 8a. ed.,
Almedina, 2008.
Freitas, José Lebre de, Código de Processo Civil anotado, 2a. ed., Coimbra Edi-
tora, 2008, vol. II.
———, Introdução ao Processo Civil, 2a. ed., Coimbra Editora, 2006.
Geraldes, António Santos Abrantes, Recurso em Processo Civil (Novo Regime),
2a. ed., Almedina, 2008.
———, Temas da Reforma do Processo Civil, 4a. ed., Almedina, 2004, vol. II.
Rego, Carlos Lopes do, Comentários ao Código de Processo Civil, 2a. ed., Alme-
dina, 2004, vol. I.
Sousa, Miguel Teixeira de, Estudos sobre o Novo Processo Civil, 2a. ed., Lex,
1997.
Vaz, Alexandre Mário Pessoa, Direito Processual Civil, 2a. ed., Almedina, 2002.
I. Introducción
627
1 Mora Paulino, Luis, El derecho laboral (en línea), 29 de julio de 2009, disponible en:
http://enj.org/portal/biblioteca/penal/la_oralidad_en_el_proceso_penal/12.pdf.
IIII. Yten sean preguntados sy saben, etc., que los dichos licenciados hasyan
continuamente audiencia los días de audiencia e residían en ellas e oyan e
librevan los pleytos fasyendo las dichas audiencias públicamente oyendo a
las partes que ante ellos venían a pedir justicia e guardándola a cada vno syn
mostrar odio pasion ni afición a vnas personas mas que a otras e sy tenía el
abdiencia avierta o sy se encerravan e hsyan las dichas avdiencias a puertas
cerradas e leerse los dichos procesos e peticiones a puertas cerradas muchos
dexavan de alegar de su justicia e por aquella cavsa se seguía a las partes daño
y por no fallarse presentes devan contra ellos sentencias, e proveyan muchas
peticiones de otra manera que proveyeran sy oyeran a las dichas partes e sus
letrados e procuradores e digan sy saben que los hasyan por aprovechar el es-
crivano de su audiencia en las notificaciones de las peticiones o por que cavsa
sabían que hasyan las dichas audiencias a puerta cerrada.7
7
García Menéndez, Alberto A., Los jueces de apelación de la Española y su Residencia, Santo
Domingo, Publicaciones del Museo de las Casas Reales, 1981, p. 233.
Haití recibió los códigos franceses en bloque en el año 1816, cuando bajo el
régimen de Petión, una ley dispuso que se aplicasen en ese país dichos códi-
gos en todos los asuntos legales en que las leyes haitianas vigentes entonces
no dispusieran otra cosa. Seis años después, al unificarse la Isla bajo un solo
gobierno, dichos códigos pasaron a ser aplicados también en la parte hoy
dominicana. En 1826 se dictan los códigos haitianos, que no fueron sino re-
producciones de los originales códigos franceses.10
9
Vega, Wenceslao y Moreta C., Américo, Historia del Poder Judicial dominicano, República
Dominicana, Editora Corripio, 2004, p. 181.
10
Ibidem, p. 188.
Nadie podrá ser juzgado sin haber sido oído o debidamente citado, ni sin ob-
servancia de los procedimientos que establezca la ley para asegurar un juicio
imparcial y el ejercicio del derecho de defensa. Las audiencias serán públicas,
salvo las excepciones que establezca la ley, en los casos en que la publicidad
resulte perjudicial al orden público o a las buenas costumbres.
“salvo en los casos en los que sea necesario para preservar los intereses de
la justicia”.
Resulta interesante valorar cómo las restricciones al principio de publi-
cidad, hermano gemelo de oralidad, pasa de ser limitada en función del de-
seo del acusado (reo) y de la moral, en 1874, al orden público y las buenas costum-
bres en 1955, y a la …preservación de los intereses de la justicia con la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, disposición esta última que cohabita
en nuestro ámbito constitucional con el texto vigente de la Constitución do-
minicana, que contiene la absurda e imprecisa expresión de “orden público
y buenas costumbres”.
Disposiciones adjetivas diversas han organizado la implementación de
esta excepción prevaleciendo el criterio del interés de la justicia, pues las
restricciones a la publicidad lo que usualmente persiguen es proteger dere-
chos, lo cual es, principalmente, una función jurisdiccional.
La doctrina ha establecido que del contenido de las convenciones in-
ternacionales de derechos humanos surge el mandato de la oralidad, y que
ésta forma parte importante del debido proceso. Cecilia Medina Quiroga ha
establecido en la obra La Convención Americana: teoría y jurisprudencia:
El derecho al juicio público implica que éste sea oral, ya que un procedimien-
to escrito no permite este control democrático. Hay ya pronunciamientos al
respecto del Comité de Derechos Humanos que sostienen que la exigencia
de un juicio público deriva en que la oralidad forma parte del concepto del
debido proceso en el derecho internacional.11
Artículo 248. El presidente ordenará al secretario, que lleve nota de las adi-
ciones, cambios, variaciones que puedan presentarse entre la declaración del
testigo y las precedentes que hubiere dado. El fiscal y el acusado podrán re-
querir al presidente, que ordene se tomen las notas de que trata este artículo.
Artículo 280. El secretario extenderá acta de la sesión, haciendo constar
que se han observado las formalidades prescritas. No se mencionarán en el
acta, ni las contestaciones de los acusados, ni el contenido de las declaracio-
nes; sin perjuicio, no obstante, del cumplimiento de lo dispuesto en el artículo
248, relativo a las adiciones, variaciones y contradicciones en las declaracio-
nes de los testigos. Esta acta será firmada por el presidente y el secretario.
Artículo 281. Las disposiciones del precedente artículo se ejecutarán bajo
pena de nulidad. La falta de acta y de la firma del presidente, se castigará con
una multa de cincuenta pesos contra el secretario.
1977, en el contexto del cual la oralidad debe jugar un papel central sobre
todo en el ámbito probatorio.
Del análisis del artículo 14 de la Ley 1014 se desprende, pues, que el le-
gislador facultó a las cortes de apelación para que puedan juzgar en materia
correccional sin necesidad de oír testigos; facultó con esta disposición a cons-
truir su visión de los hechos en controversia, a fundar su convicción, en do-
cumentaciones escritas, inertes, carentes de vida y de posibilidad de expresar,
como sucede con la oralidad, la verosimilitud de las posiciones de los testigos
y las partes respecto de los hechos que sustentan una u otra de las hipótesis.
Se trató de una disposición que en virtud del principio de supremacía
constitucional debió ser desde siempre considerada nula, inexistente, pues su
contenido, en lo relativo al artículo citado, contravenía el ordenamiento
constitucional que establecía la oralidad del proceso de manera íntegra.
Sin embargo, por razones inherentes a la tradición judicial imperante
desde siempre en nuestro sistema de justicia, frente al mayor valor vinculan-
te de la ley adjetiva en el ordenamiento normativo nuestro, esta disposición
prácticamente no fue cuestionada sino hasta entrados los años noventa, en
que, como ya establecimos, la República Dominicana comenzó a transitar
hacia una mayor conciencia constitucional. En efecto, por algo más de siglo
y medio, en nuestro país el universo normativo se circunscribía a los famo-
sos códigos napoleónicos; se trataba de una corriente fundada en el dogma
de la soberanía parlamentaria que en una época importante sirvió de sus-
tento al derecho público en Francia y cuya vigencia en nuestro ordenamien-
to ha sido fatalmente muy duradera.
Ahora bien, la marginalidad a la que históricamente ha sido sometida la
Constitución en nuestro país tiene obviamente sus explicaciones históricas,
sociales y políticas. La preeminencia de las disposiciones adjetivas y regla-
mentarias en nuestra sociedad no es casual o resultado de una mejor asimi-
lación histórica de la cultura de códigos que se nos impuso. Está claro que no
ha existido una voluntad desde la cúspide de nuestro ordenamiento social y
político de fomentar una cultura garantista que asuma al derecho más como
un conjunto de garantías que como un mecanismo de hegemonía; sobre
todo si recordamos que este país no escapó a la realidad de que el derecho
penal por lo general sólo se aplicaba a los pobres y a los enemigos políticos.
Una escasa cultura democrática ha fundado las relaciones de poder que
históricamente han definido y caracterizado al Estado dominicano. Todo
ello explica el escaso efecto que provocó en nuestra práctica judicial la exis-
tencia de mandatos expresos en nuestras Constituciones para respetar la
oralidad inherente al debido proceso. Igual sucedió con la oralidad que se or-
13
Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 6a. ed., Madrid, Trotta, 2004,
p. 619.
La Ley 1015 de 1935 varió radicalmente la estructura del proceso ante el juez
de primera instancia y la Corte de Apelación. Las partes estaban obligadas,
en los asuntos ordinarios, a notificarse recíprocamente sus defensas, réplicas y
agravios, previstos por los artículos 77, 78 y 462 del Código de Procedimien-
to Civil (artículo 1o. de la Ley 1015 de 1935). Anteriormente, esos escritos
eran facultativos, y las partes podían presentar sus medios oralmente en la
audiencia. Por otro lado, las partes debían limitarse, en la audiencia, a leer
sus conclusiones (artículo 2o. de la Ley 1015 de 1935). En cuanto a los asuntos
sumarios y comerciales, el juez podía mandar a las partes a que se limitaran
a leer sus conclusiones, y presentaran sus réplicas y contrarréplicas mediante
escritos depositados en la secretaría (artículo 3o. de la Ley 1015 de 1935).14
Entiendo que las reglas relativas al juicio deben ser objeto de una espe-
cie de reingeniería a los fines de mejorar las posibilidades de que la oralidad
sea realmente eficiente para los intereses de la justicia. Creo que en función
de las reglas vigentes, el alcance del artículo 313 del Código Procesal Penal,
el cual organiza la dirección del debate poniéndolo en manos de los jueces,
debe reconfigurarse haciendo énfasis en que en esa capacidad procesal de
dirección del debate resalte la oralidad.
El poder de dirección de los debates previsto en el artículo citado se ex-
tiende a todo lo largo del juicio; partiendo de ello, resultaría a nuestro modo
de ver relevante para la exaltación de la oralidad que el mismo garantice
que durante la presentación y contradicción de las pruebas los jueces dis-
pongan las medidas que aseguren una mejor comprensión a propósito de
las mismas y que la lectura de pruebas escritas sean motivadas circunstan-
ciadamente, exigiendo un resumen oral de su contenido en función de los
argumentos esgrimidos por las partes.
Igualmente, la discusión final y el cierre de los debates organizado en el
artículo 331 del Código Procesal Penal de manera muy escueta, debe redi-
mensionarse a los fines de que conjuntamente con los discursos de clausura,
las partes presenten un resumen de las pruebas que avalen sus respectivos
planteamientos. De esta forma, la oralidad podrá ser más relevante en la
construcción de la convicción en los jueces, pues tendrá en una sola presen-
tación una visión mejor procesada de los hechos en conflicto. Igualmente, la
recreación de las pruebas en ese momento le permitirá, si lo entiende nece-
sario, revisar algunas de ellas en detalle.
En términos prácticos y para vencer parcialmente lo negativo de la re-
visión de documentos escritos en el silencio de la deliberación, entendemos
como interesante la experiencia que se verifica en España de capturar en
imágenes, vía la filmación, la incidencias del juicio, de manera tal que éstos
puedan ser revisados en las fases o aspectos que entiendan los jueces para
una mejor sustanciación de su convicción. Se trata de un mecanismo que
puede resultar algo costoso y que puede ser extenuante, largo y aburrido;
sin embargo, entendemos que una adecuada utilización de esta herramienta
puede ser de gran valor para mejorar la oralidad en la República Domini-
cana, como factor de cualificación de la información expuesta en el juicio.
adjetivas, deben hacerlo de forma tal que hagan realidad los mandatos con-
tenidos en las normas integrantes del bloque de constitucionalidad. Conforme
señalara Bobbio, cualquier disposición adjetiva que contravenga estos man-
datos debe ser inaplicada por su falta de eficacia respecto del ordenamiento
visto como totalidad.
Este criterio ha sido reconocido por la Resolución 1920 de 2003 dictada
por la Suprema Corte de Justicia, en la que para resaltar la sujeción de “la
validez formal y material de toda legislación adjetiva o secundaria…” a las
normas que integran el bloque de constitucionalidad, ha dispuesto que:
VIII. Bibliografía
Bobbio, Norberto, Teoría general del derecho, 6a. reimp., Madrid, Unigraf, 1999.
Duce, Mauricio et al., “Reforma a los procesos civiles orales: consideraciones
desde el debido proceso y calidad de la información”, Justicia civil: perspecti-
va para una reforma en América Latina, Santiago de Chile, Centro de Estudios
de Justicia de las Américas, 1985.
Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 6a. ed., Madrid,
Trotta, 2004.
———, Los fundamentos de los derechos fundamentales, 3a. ed., Madrid, Trotta,
2007.
García Menéndez, Alberto A., Los jueces de apelación de la Española y su Resi-
dencia, República Dominicana, Publicaciones del Museo de las Casas Rea-
les, 1981.
Häberle, Peter, Teoría de la Constitución como ciencia de la cultura, trad. de Emilio
Mikunda, Madrid, Tecnos, 2000.
Jorge Prats, Eduardo, Derecho constitucional, República Dominicana, Talle-
res Amigo del Hogar, 2003.
Maier, Julio B., Derecho procesal penal, 2a. ed., Argentina, Editores del Puerto,
2004.
Malagón Barceló, Javier, El Distrito de la Audiencia de Santo Domingo en los
siglos XV a XIX, España, M. Pareja, 1977.
651
a) Buenos jueces.
b) Suficiente infraestructura.
c) Moderna ley procesal.
d) Adecuado asesoramiento jurídico.
1. Precisión previa
1 Morello, Augusto Mario, “En la búsqueda de un nuevo modelo”, La justicia entre dos
épocas, La Plata, Librería Editora Platense, 1983, pp. 1-14.
2 Couture, Eduardo J., Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Montevideo, Impresora
Uruguaya, 1945, Exposición de motivos, p. 31.
3 Berizonce, Roberto, “El funcionamiento en concreto del servicio de la justicia: necesi-
dad de investigaciones empíricas”, Derecho procesal civil actual, Librería Editora Platense, 1999,
pp. 171-194.
Dicha solución fue complementada por una norma transitoria que dis-
puso que los juzgados ya existentes prosiguieran hasta su finalización con
los juicios en trámite, aplicando las reglas del viejo Código —salvo determi-
nadas disposiciones que el nuevo ordenamiento estableció que eran aplica-
bles para todos los procesos—.
Los nuevos juzgados, creados para los asuntos a iniciarse, aplicaron des-
de el comienzo las disposiciones del Código General del Proceso (en adelan-
te CGP), con lo cual su tarea se vio facilitada.
4
El Código Procesal Civil Modelo para América Latina. Historia. Antecedentes. Exposición de moti-
vos, Montevideo, Publicación del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, Secretaría
General, 1988, p. 20.
5 Ibidem, pp. 22 y 23.
3. La audiencia preliminar
Ésta es una de las piedras angulares del nuevo Código y en gran medida
explica el éxito obtenido. En efecto, ella ha permitido generar una nueva
cultura en cuanto al desarrollo de los procesos y ha posibilitado compro-
bar que no son exactas las afirmaciones de los críticos del proceso oral, en
cuanto a que su costo es excesivo y a que su eficiencia no es superior a la del
proceso escrito.
Con las estadísticas que más adelante referiremos pretendemos demos-
trar que en nuestro país el proceso por audiencias ha dado hasta el presente
resultados excelentes.
Sus objetivos son:
1) Tentar la conciliación. El planteamiento del tema nos suscita, a su vez,
una serie de cuestiones vinculadas, a saber:
Los autores del Código uruguayo y del Código Modelo han tratado de
simplificar también en este aspecto, reduciendo los tipos procesales al míni-
mo compatible con las especialidades de los respectivos objetos.
Sobre este punto, corresponde señalar:
5. El proceso monitorio
7
Pellegrini Grinover, Ada, “Deformalizaçao do processo e deformalizaçao das contro-
versias”, separata de la Revista de Informaçao Legislativa, año 25, núm. 97, enero-marzo de
1988, p. 198.
capítulo XV, “De la acción monitoria”, del Código del Proceso Civil brasi-
leño, artículos 1102A, 1102B y 1102C.
El rotundo éxito del proceso monitorio en España y Europa ha sido des-
tacado recientemente por Joan Picó i Junoy,8 quien señala que:
8 Picó i Junoy, Joan, “El proceso monitorio. Una visión española y europea de la tutela
rápida del crédito”, Libro del XXV Congreso Nacional Argentino de Derecho Procesal, Buenos Aires,
11 al 13 de noviembre de 2009, pp. 1090-1109.
9 Véase, especialmente, Barbosa Moreira, José Carlos, “La revolución procesal inglesa”,
Revista de Derecho Procesal, Buenos Aires-Santa Fe, 2009-2, pp. 545-562. En la p. 550 expresa:
“Dislocamiento de la tónica de los poderes de las partes a los del juez. En buena parte, las
malezas del antiguo proceso civil inglés derivaban de los excesos a que llevaba una ‘cultura
adversarial’, principal responsable de la prolongación del pleito más allá de la medida ra-
zonable y por la elevación de los costos a niveles insoportables. No sorprende, pues, que la
CPR haya tratado en medida considerable de retirar de los litigantes (rectius: de los abogados)
y transferir para el órgano judicial el control del curso del pleito. Es un cambio al que los
expositores del nuevo sistema dan gran énfasis. Compete ahora esencialmente al juez el case
management”.
10 Berizonce, Roberto, “El perfil de la escuela judicial”, Derecho procesal civil actual, cit., nota
3, p. 693.
11
Véscovi, Enrique y Rueco, María del Carmen, Los primeros resultados de la justicia en el
Uruguay. Un balance a los 18 meses de entrada en vigencia del Código General del Proceso, Montevideo,
IDEA, 1991.
1. La inmediación en el proceso
las palabras, son los datos proporcionados por las estadísticas de la Suprema
Corte de Justicia.
Monitorios Ordinarios
Media 3.3 14.3
Mediana 2.2 13.2
Mínimo 0.23 0.17
Máximo 21.6 45.9
análisis del fondo del asunto. Resulta oportuno recordar que los problemas
previos han sido ya resueltos en la audiencia preliminar.
Por otra parte, en virtud de la vigencia efectiva del principio de inme-
diación desde el comienzo del proceso y fundamentalmente en el contacto
directo con las partes y con la prueba que debe recibir directamente, el juez
conoce con más profundidad y en mejor forma las cuestiones a decidir, todo
lo cual hace que sus decisiones insistan más en el análisis de los hechos y de
la prueba producida, recurriéndose menos a los fundamentos doctrinarios.
Dirige Asume
el proceso actitudes
Presenta
demanda escrita Controla
Emplazamiento
con prueba la demanda
Audiencia preliminar
— Contesta
* Presencia personal de las partes. — Reconviene
* Ratificación de los actos de proposición. — Interpone excepciones
* Tentativa de conciliación intraprocesal. — Se allana
* Sentencia interlocutoria de saneamiento y — Actitud de expectativa
resolución de excepciones previas. — Llama a tercero
* Fijación del objeto del proceso y de la prueba.
* Pronunciamiento sobre los medios de prueba Por escrito y con prueba
propuestos por las partes.
* Diligenciamiento de prueba (eventual).
* Alegaciones finales de las partes (eventual).
* Sentencia (eventual).
Audiencia complementaria
15
El presente esquema ha sido extraído de la obra del doctor Santiago Pereira Campos,
El proceso civil ordinario por audiencias. La experiencia uruguaya de la reforma procesal civil, Amalio M.
Fernández, 2008, p. 52.
1. El mandato constitucional
de marzo de 2000, que contiene algunas reformas al texto original de la misma publicado en
GO 36860, del 30 de diciembre de 1999, y a la que se añadió por igual el texto de la Expo-
sición de Motivos (EMCN). En todo caso, vale la pena destacar que a dicha Constitución se
la conoce en el ámbito popular como “la Constitución Nacional de 1999 o la Constitución
Bolivariana”.
673
1990, que contiene la última ley de reforma parcial de dicho Código (GO 4196 extraordina-
ria del 2 de agosto de 1990), conocido como el Código de Procedimiento Civil de 1987, en
adelante CPC.
Pero de una vez, y antes de que pueda plantearse duda alguna, aclare-
mos que ni en nuestro sistema procesal ni en el derecho comparado se ofre-
cen ejemplos de procesos escritos u orales puros; siempre y en todas partes,
como lo anota Jorge Peyrano,7 “la realidad nos muestra procesos mixtos,
con predominio de la oralidad o de la escritura, pero sin que dicha prepon-
derancia excluyera la incidencia del principio antitético al prevaleciente”.
Ya por igual destacaba Eduardo J. Couture:
6 Molina Galicia, René, “Los riesgos de la oralidad en el sistema civil venezolano”, VII
Congreso Venezolano de Derecho Procesal. Pruebas y oralidad en el proceso, Venezuela, Librería Rincón,
2007, p. 164.
7 Peyrano, Jorge W., El proceso civil, principios y fundamentos, Argentina, Astrea, 1978, p.
304.
8 Proyecto Couture, Exposición de Motivos, p. 61, citado por Peyrano, Jorge W., ibidem,
nota 2, p. 304.
9 Idem.
10 En este caso entiéndase la Ley Orgánica del Poder Judicial o la que deba hoy sustituir
del mismo Código, en que el legislador opta, no obstante estar referida la materia en cuestión
al “trámite del proceso”, en dejar en manos de las partes fijar las reglas o formas de proce-
dimiento, a pesar de que, como se lo conoce indiscutidamente, las normas que atienen a la
forma y regulación del proceso deban entenderse de orden público y por tanto no relajables
por las partes ni por el propio juez.
12 Díaz, Clemente, Instituciones de derecho procesal civil, Argentina, Abeledo-Perrot, 1968,
citado por Peyrano, op. cit., p. 305. Por oralidad actuada debe entenderse un género híbrido
que carece de las respectivas ventajas de ambos tipos procesales; en ella se dicta, no se habla,
y se dicta para que se lea, no para que se escuche, perdiéndose así simultáneamente las ven-
tajas de la escritura y las de la oralidad.
13 Idem.
ciador del derecho y del deber, de hacer realidad uno de los principios más
caros del proceso moderno: el de inmediación”.
A nuestro entender, tal declaración no se compadecerá tampoco con la
preeminencia numérica de los actos que deban o tengan que cumplirse de
una u otra forma dentro de un proceso, entendiendo —como lo hace por
igual Peyrano—14 que lo realmente caracterizador de un proceso oral es la
inclusión de una audiencia en el curso de la cual se producirán ante el ór-
gano jurisdiccional todas las probanzas que por su naturaleza fuera posible
diligenciar en ese acto, sin que por ello no se niegue el necesario proceder
previo de actos escritos preparatorios, recalcando así idéntica opinión de
Cappelletti,15 así como también las exposiciones de las partes sobre el méri-
to de las pruebas producidas y la previsión de que el decisorio será pronun-
ciado dentro de un breve plazo, a contar desde la celebración de aquélla.
Únicamente un proceso que cuenta con tales características puede ser justa-
mente encuadrado como “oral”, toda vez que concretará las dos metas que
le son más caras: la inmediación y la concentración.16
Como bien lo señala Parra Quijano,17
14 Ibidem, p. 306.
15 Cappelletti, Mauro, El proceso civil en el derecho comparado, trad. de Santiago Sentís Me-
lendo, Argentina, EJEA, 1973, p. 56.
16 En igual sentido, Peyrano, op. cit., p. 306.
17 Parra Quijano, op. cit., p. 350.
18 En igual sentido, cita Parra Quijano a Edgardo Villamil Portilla, Teoría constitucional del
Así como también hemos presenciado sus patologías, jueces empeñados en li-
mitar y reducir la oralidad hasta convertirla en una burla, concediendo como
una gracia de 5 a 10 minutos en casos que no son de rutina, casos complejos,
difíciles, como los de accidentes y enfermedades profesionales, en una franca
violación del derecho a la defensa y en una caricatura sangrienta de la orali-
dad que tiene su máxima expresión cuando el juez sentencia, no con vista a
la audiencia, sino con una sentencia preelaborada, prejuiciada, que le quita
todo el sentido a la audiencia oral porque no hay oralidad si ésta se limita a
una exposición oral de argumentos jurídicos o a una exhibición de oratoria
forense, porque en definitiva, en la oralidad de lo que se trata es de un colo-
quio, de un diálogo sobre los hechos, sus pruebas y finalmente su alegación.20
ducidos a los caprichos del Ejecutivo, al punto que más allá del 50% de la legislación vigente
es producida por el Poder Ejecutivo; la desaparición de la división de los poderes públicos y
su confiscación o tutela por el Ejecutivo es lo que caracteriza nuestra menguada vida ciuda-
dana” (ibidem, p. 171).
I, p. 357.
vo específico de las VII Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal en Costa Rica, tanto
las exposiciones en ella formuladas como ponencias o comunicaciones, como las múltiples
y variadas exposiciones de sus delegados, destacan precisamente ese claro criterio que debe
prevalecer en las diferentes legislaciones nacionales, en cualquiera de las manifestaciones del
proceso (civil, mercantil, fiscal, etcétera). Véase Relatorías y ponencias..., cit., t. I, pp. 345 y ss.
28 Peyrano, op. cit., p. 307.
29 Chiovenda, op. cit., t. II, p. 134.
30 En nuestro país, que conozcamos, se recepta por primera vez tal principio, y bajo ese
nombre, en la Ley Orgánica de Protección del Niño y del Adolescente, GO 5266 del 2 de
octubre de 1998, artículo 450, literal “h”, que, como se lo aprecia, precedió a la vigente CN.
31 Rodríguez U., José, El proceso civil y la realidad social, Venezuela, UCV, 1957, p. 125.
32 Parra Quijano, op. cit., p. 350.
36 Ibidem, p. 309.
37 Arazi, Roland, “La oralidad con miras al nuevo milenio”, Relatorías y ponencias..., cit., t.
I, p. 356.
38 De hecho, se nos refirió en los tribunales del circuito judicial del área metropolitana un
caso de divorcio, con niños habidos en la pareja, en el que siendo la prueba fundamental de
la instancia la testimonial, por error, desconocimiento o, en todo caso, por impericia de las
partes y del órgano judicial, se efectuó la evacuación de la prueba en la audiencia oral, sin
dejar siquiera registro del resumen de la forma como se cumplió, y se denunció en la alzada
justamente la indebida apreciación de dicha prueba.
39 Peyrano, op. cit., p. 309.
Ello, a su vez, para verdadera eficiencia del trámite oral, supondrá —en
el decir de Peyrano— incorporar a los órganos judiciales la figura del juez
de trámite, quien operará no como juez instructor segregado del órgano,
sino como integrante del órgano judicial plural, so pena de perderse tam-
bién la inmediación.
Como bien lo analiza el profesor Jordi Neva Fenoll,40
VII Jornadas de Derecho Procesal, Barquisimeto, Venezuela, Librería Jurídica Rincón, 2007, pp.
294 y ss.
41 Ibidem, p. 296.
42 Peyrano, Jorge W., op. cit., p. 311.
43 Ibidem, pp. 312 y ss.
44 Entre otras, en la obra de Chiovenda (op. cit., t. II, pp. 127 y ss.) se destaca dicho fenó-
meno.
...la misma facilita una reconstrucción más fidedigna de los hechos objeto de
juzgamiento, lo que permite a su vez al funcionario judicial, una valoración
jurídica más acertada... aporte que no se obtiene en el sistema escrito, en el
cual dicha tarea es asignada a empleados y subalternos, según se revela en la
práctica, en un ejercicio que muchas veces resulta además deficiente.
...la misma permite garantizar una mayor independencia del juez, en tanto al
encontrarse su actividad sometida al control de la colectividad, se obtiene un
distanciamiento de las presiones ejercidas en la resolución de los conflictos...
permitiéndole en definitiva adoptar una actitud creadora y audaz, en la cual,
junto al derecho se conjugue el buen juicio y la razonabilidad de sus fallos.
47 Al respecto véase Perrot, Roger y Couture, Eduardo J., “El principio de neutralidad
del juez en el derecho francés y uruguayo”, Revista de Derecho Procesal, 1955, p. 213; Morello,
Augusto, “Los poderes del juez en la reforma procesal civil en curso en la provincia de Bue-
nos Aires”, en Berizonce, Roberto, Informe al XI Congreso Internacional de Derecho Procesal, Viena,
1999.
48 Así lo destaca sólidamente De la Colina, op. cit., t. I, p. 376.
49 Parra Quijano, op. cit., p. 351.
mir los juicios orales por razón de la mímica retorcida de los defensores, lo que desviaba la
imparcialidad de los jueces.
claro está, refiriéndonos realmente a ese sistema, con las previas acla-
ratorias que hicimos al inicio de este estudio, pues ya Couture, refi-
riéndose al sistema entonces denominado oral en el procedimiento
uruguayo, señalaba: “Es de todos sabido que el juicio oral del actual
Código no es otra cosa que una farsa en la cual se llevan las expo-
siciones escritas, y cuando tal cosa no ocurre, el juez, las partes, los
abogados y los testigos tienen por penosa misión la de esperar a que
un escribiente termine de copiar lo que uno de ellos les dicte”.53
5) La mayor onerosidad del proceso oral. Si pretendemos realizarlos
con todas las garantías del caso, no hay duda que resulta ser más one-
roso que el proceso escrito, al exigir: mayor número de tribunales, los
que a su vez deberán contar con un mayor número de empleados y
de equipos especializados de grabación (video y sonido).
Los jueces, en criterio de Mario Masciotra,54 deben estar prepa-
rados para enfrentarse a los nuevos cambios tecnológicos, para asu-
mir por igual nuevas responsabilidades en la conducción del proceso.
Para todo ello, advierte, “se exige una voluntad política que garantice
la estructura humana, material y tecnológica adecuada que asegure
el correcto funcionamiento del Poder Judicial”.
6) Finalmente, el proceso oral exige una judicatura verdaderamente es-
pecializada y preparada.
Destaca Peyrano55 que para quienes así opinan, no basta ser un buen
juez en el sistema donde impere la oralidad. Las particularidades del mis-
mo (acentuación de la celeridad, la inmediación, etcétera) requieren de una
formación técnica especial en el juez actuante, so pena de desaprovechar los
beneficios teóricos que ofrece el proceso oral. No basta una vasta cultura ju-
rídica, sino una serie de conocimientos (psicológicos, sociológicos, etcétera)
que no siempre se reúnen en una misma persona.56
Por igual, el maestro Rodríguez U.57 advertía desde hace ya tiempo atrás:
...el proceso oral requiere un aparato técnico adecuado, una formación es-
pecialísima en el personal llamado a dirigirlo. Para el proceso oral es necesa-
rio que el juez conozca los aspectos más remotos y generales... Ello nos está
afirmando, tanto a nosotros como a muchos países de Latinoamérica, que no
Por otra parte parece necesaria en los recursos, una vez elaborados los es-
critos de interposición e impugnación. Toda la prueba ha sido ya practicada,
normalmente en la primera instancia, fase que permite mantener a todo el
Tribunal reunido, desactivando de este modo la perniciosa “dictadura del po-
nente”… Ya las partes están en conocimiento de todo y garantiza a los jueces
la oportunidad de examinar y consultar a las partes. Por lo demás —continua
Nieva— la oralidad puede aplicase también a los procesos cuyo objeto del
juicio sea muy simple pero que precisen una mínima actividad probatoria que
requiera su práctica, donde las partes o los testigos puedan esperar a conocer
sus declaraciones, pues por ser tan sencillos se puede esperar que haya una
fácil decisión, inclusive in voce, si ello se requiere, tal como son los casos matri-
moniales, o en los posesorios.62
De su parte, en lo que atañe a las fases procesales para las que es reco-
mendable la escritura, ésta —dice Nieva— resulta lo mejor para la fases de
mayor enjundia jurídica, en especial los escritos iniciales de alegaciones de
las partes,63 añadiendo la posibilidad de realizar una réplica o dúplica que
puede en su caso evitar una celebración de una audiencia previa, puesto
que las partes podrán fijar mejor sus discrepancias, o hacer que renazca un
régimen odioso de remedios interlocutorios, por fortuna hoy superados.64
En la misma línea —señala el comentado autor—, la escritura también
es la forma procedimental adecuada para la fase de conclusiones, a fin de
resumir flexivamente, y no superficialmente, la resultancia probatoria, igual
acaece con las fases de interposición y oposición de los recursos devolutivos,
o en la realización de incidentes, pues éstas demorarán más los procesos, o
con pruebas especiales, como por ejemplo ocurre en los procesos monito-
rios, por la calidad de las pruebas que deben fundamentarlos (documenta-
les), pues en todos éstos más bien la oralidad podría ser una causa de demo-
ras innecesarias.65
nuestro juicio mayores los beneficios que los problemas que el mismo puede
generar, una vez más debemos y tenemos que alertar que el inconveniente
más grave de su implementación exitosa no es otro que el factor humano.
En la actualidad —señala Nieva— carece de sentido una defensa en-
cendida del principio de oralidad, habida cuenta de que la misma ha sido
implantada en la mayoría de los nuevos procedimientos. Contamos, por
tanto, con una experiencia práctica que es necesario aprovechar, a fin de
que la oralidad pueda seguir siendo práctica en los procesos, pero solamente
en aquellas fases en las que sea útil, desechándola en los momentos en que
no supone más que un obstáculo a la economía procesal y, por tanto, resulta
completamente contraproducente, ni tampoco debe rechazarse la escritura
como algo indeseable, sino que debe aceptarse, más que como un “principio
del procedimiento”, como una técnica más de expresión del pensamiento
que permite, en diversas ocasiones y empleada racionalmente, que los pro-
cesos se desarrollen incluso de forma más concentrada, inmediata, pública
y reflexiva que si se utilizara la oralidad.66
Más que la contraposición entre sistemas y principios de oralidad y es-
critura, como formas de comunicación en los procesos, hoy la preocupación
está centrada, como lo destaca acertadamente Roland Arazi,67 en la eficacia
de los diferentes tipos de procesos, reconociéndose las distintas clases de
éstos y sus diferentes etapas para determinar si resulta más conveniente el
trámite oral o el escrito.
Iguales consideraciones formula Óscar José Martínez,68 para quien a
pesar de las desventajas que se procuran achacar a la oralidad en el viejo
sistema de contraponerlo al sistema de la escritura, deben y tienen que ana-
lizarse sus eventuales beneficios a la luz de los nuevos medios tecnológicos,
organización de sistemas, etcétera, que llevan además a examinar dicho
sistema, más en algunos aspectos e instituciones que le son propios que en
el solo modo de lenguaje con el cual se pretende conducir el proceso ante el
órgano jurisdiccional.
Martínez da destacada importancia a la celebración de la audiencia
preliminar; la aplicación del sistema de oralidad debe verse mejorada por la
simplificación que deben aportar a los procesos los medios alternativos de
solución a los conflictos, los nuevos sistemas de organización de las oficinas
judiciales, facilitamiento de trámites por vías modernas (notificaciones, co-
66 Idem.
67 “La oralidad con miras al nuevo milenio”, en Relatorías y ponencias…, cit., t. I, p. 355.
68 “Las nuevas herramientas procesales y tecnológicas y la superación de la dicotomía
V. CONCLUSIONES
En primer lugar, que conste que no soy de los que opinan en contra de
la instauración de los procesos orales, en particular para determinados tipos
de juicio y asuntos sometidos a resolución judicial; por el contrario, soy un
convencido de sus bondades y cualidades, debidamente entendida y aplica-
da cuando sea posible.
En segundo término, no me considero manido por trauma alguno que
me impida ejercer la profesión en los procesos orales o en los escritos. Que
conste, finalmente, que me he probado en los dos sistemas y con buen éxito,
tanto en Venezuela como en el exterior. No le temo, pues, al cambio.
En lo que no puedo estar de acuerdo es en pretender que se lograrán
buenos propósitos y éxitos en una reforma de nuestro sistema judicial, y en
particular en nuestro proceso, con la simple decisión de imponer los juicios
predominantemente orales, sin tomar en cuenta todo cuanto queda dicho.
Las cosas, una vez más, se han extremado por considerar que con ello se
logrará un pretendido cambio del objeto y fin de un malentendido proceso
69 Remitimos a los trabajos publicados en el t. I de las Relatorías y ponencias a las XVII Jorna-
das de Derecho Procesal Iberoamericanas y las agudas y persistentes opiniones formuladas durante
la discusión del tema “Oralidad y futuro”, en el cual participaron 76 miembros del Instituto
Iberoamericano y más de 225 delegados de toda Iberoamérica.
70 Al respecto, mis conferencias sobre el tema de los cambios constitucionales, justicia,
nos hacen augurar un negro futuro para la oralidad y para la tan ansiada
sed de justicia de los venezolanos.
Una vez más quedará demostrado que los cambios estructurales, por
ajustados a la ciencia, a la técnica y por sus bondades, no se logran simple-
mente por su proclamación en leyes, decretos y resoluciones.
Con profunda tristeza debo reconocer que hombres a quienes respe-
tamos por su conducta universitaria y profesional, ciegos quizá ahora por
la pasión política o por la necesidad de justificar lo que está dispuesto en
una Constitución apresurada y chucuta, dictada con el más sórdido apre-
suramiento y llena de contradicciones, para ello deban trastocar de nuevo
ideales que gritaban y tomaban como banderas y seguirán senderos que
conducen al vacío, cual es el caso, por ejemplo, de pretender una vez más
que la formación de esos nuevos jueces no recaiga en la academia sino que
se pretenda formarlos fuera de ella, siguiendo ejemplos e instituciones no
reconocidos en nuestro país y, en todo caso, contradiciendo lo que la lógica
y las prudencia indican.
Cuando menos lo prudente era seguir los pasos del legislador adjetivo
de 1987, en el sentido de ir instaurando los procesos predominantemente
orales paso a paso, quizá primero para cierto tipo de asuntos, luego por re-
giones, dentro de éstas por zonas, y luego llevarlos a nivel nacional. En eso
sí hubiera sido deseable un buen espaldarazo del Constituyente para evitar
los eternos argumentos agoreros de ruptura de igualdad, falta de normativa
expresa, inconstitucionalidad, etcétera.
Posiblemente debió haberse dejado madurar más la idea de qué y cómo
era lo que debía perseguirse como ideal de administración de justicia para
la nueva o vieja República, al fin y al cabo ajena a los graves problemas de
la justicia que se cumple en ellas.
Considerar por ejemplo las interesantes y graves anotaciones recientes
de Peyrano en las XVII Jornadas, al plantearse si lo correcto es hablar hoy de
oralidad (o mejor, como él lo califica, de “procedimiento por audiencias”),
debe más bien buscarse como paradigma final la adecuada “inmediación”,
aun fuera de la oralidad e implementando parcialmente la privatización de
la justicia, o la desjudicialización de trámites existentes sin sentido en nues-
tros procesos actuales.71
Sobre tales posiciones, más bien puede argumentarse que existen sólidos
y recomendables antecedentes en algunos de los sistemas modernos proce-
sales, que abarcan variadas áreas de los servicios de justicia (notificaciones,
71 Peyrano, “La oralidad con miras al nuevo milenio. La privatización, transferencia o
72 De paso sea señalar por ejemplo los buenos resultados que se han logrado en la última
reforma procesal con las notificaciones y citaciones vía notarial y con la ahora puesta al día,
conforme a la ley, de la función de los funcionarios ejecutores de medidas, a pesar de algunas
imperfecciones. En materia concursal, y a nivel internacional, cabe destacar los importantes
estudios realizados por organismos como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo, en los que ya se propone un modelo de armonización sobre regulación de me-
canismos para prever, contener y remediar la insolvencia a nivel mundial, como adecuados
mecanismos para lograr el correcto flujo de crédito internacional y contrarrestar los nefastos
efectos de la pobreza a nivel del mundo entero, y cuyo último y más reciente evento tuvo lu-
gar en octubre de 2009 en México. Seminario sobre Mecanismos de Insolvencia Efectiva, ejemplares
mimeografiados de las ponencias discutidas, elaborados y distribuidos por el Banco Mundial,
México, Departamento de Asesoría Legal, 2000.
73 Masciotra, op. cit., p. 383.
74 Artavia, S., “El proceso civil por audiencias y la oralidad”, Relatorías y ponencias..., cit., t.
Anexo
DECÁLOGO PARA UN MAESTRO DE DERECHO
PROCESAL SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DEL EMÉRITO
CIPRIANO GÓMEZ LARA
699
de los hechos, donde todo puede pasar). No olvides tampoco a los aspectos
éticos e históricos referidos a nuestra materia.
Prepara a tus alumnos según tu asignatura con un justo equilibrio de
estos planos. Para cumplir con el consejo de Carnelutti, envíalos al tumulto
callejero; deja y propicia que rompan la cerca cerrada de los libros. En to-
dos los niveles procesales se puede ser optimista o pesimista. Yo recomiendo
una actitud optimista e incluso tú puedes contribuir a la mejora procesal en
cualquiera de sus campos.
7. Actúa con método en la forma de evaluar a tus alumnos y al dar tus clases. Re-
cuerda con los clásicos italianos que los alumnos pueden llegar a ver los
exámenes como monstruos o dragones a los que se deben vencer, matarlos
para olvidarlos inmediatamente y pensar en el próximo enemigo. Piensa al
evaluar que la forma escrita es más objetiva y que puede contener diversos
elementos como dar conceptos, responder reactivos —sin caer en un con-
ductismo— o elaborar pequeños ensayos, pues formas a futuros letrados. En
tus clases sé dialogal y dialéctico y no abuses del sistema verbalista. Incorpo-
ra en tus cátedras los adelantos de la ciencia y la tecnología.
8. Trata de individualizar y conocer a tus alumnos. Toma asistencia por nom-
bre y haz sentir a los compañeros que su presencia en clase es tan impor-
tante como la tuya.
9. No trabajes como un “lobo solitario académico”. Colégiate con otros colegas.
A todos enseñarás algo y de todos aprenderás. Procura escribir —deja cons-
tancia de tu saber— y participa en congresos y cursos de capacitación. Tal
vez llegues a formar una escuela con discípulos. No monopolices a nadie ni
permitas que nadie te monopolice. En la vida procesal colectiva aprende-
rás que no sólo existe el derecho procesal, sino también procesalistas, seres
humanos con los que puedes tener amistad y solidaridad. Una verdadera
escuela procesal es como una familia.
10. El cumplir con tu deber social académico es un asunto serio. Si piensas de-
dicar tu vida a la docencia, ella —tu vida misma— ya no es sólo tuya sino
también de tus alumnos. Toma el ejemplo de los que han hecho el viaje sin
retorno en el cumplimento de su deber. Así ha sucedido con los grandes.
Muy acusadamente recuerdo que ese fue el caso, casi literal, de mi maes-
tro de derecho procesal don Francisco M. Vázquez. Ten en consideración
que es más importante que nos guste lo que hacemos, que hacer lo que nos
gusta.
Compilaron
Alberto Saíd
Carina Gómez Fröde