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MÓDULO I: CONCEPTUALIZACIONES DE LA VIOLENCIA EN LA PAREJA.

UNIDAD 2: PERSPECTIVAS EXPLICATIVAS Y COMPRENSIVAS DE LA VIOLENCIA EN LA PAREJA.

Violencia de Género en la Pareja.

Sobre la base de lo revisado en la unidad anterior, en esta unidad abordaremos una


manifestación particular de la violencia por motivos de género, la violencia sufrida en la
pareja.

La violencia de género expresada en la pareja recibe varios nombres, usados a veces


indistintamente: Violencia doméstica, violencia íntima, violencia conyugal. En lo siguiente,
se entenderá relación de pareja como aquel vínculo afectivo, que nace con la intención de
perdurar en el tiempo, que se elije en base al afecto del enamoramiento y que responde a
una organización relacional distinta –aun cuando los mismos miembros pueden cumplir
otras funciones- (Del Río y Jara, 1989).

La violencia en la pareja adviene como un sistema de abusos –físicos, psicológicos,


sexuales, morales y económicos- entre los miembros, uni o bidireccionalmente.

En lo siguiente, revisaremos las principales perspectivas explicativas de la violencia en la


pareja, las que favorecerán posteriormente la comprensión de la figura del agresor.

a) Perspectiva de Género:

Cómo ya hemos revisado, se entenderá por género aquel constructo simbólico que
condiciona la atribución de roles, tareas y significaciones respecto a lo masculino y
femenino. El Género se expresa desde los hábitos, las rutinas, las expectativas respecto al sí
mismo/a, a los otros/as y al mundo, al lenguaje y cultura, relevándose la injerencia que
tiene este constructo en el modo de relacionarnos con el otro género.

Al insertos/as en una Cultura Patriarcal, lo masculino, el ser-hombre, se encuentra en una


posición de dominancia y control respecto a lo femenino, poseyendo mayor poder los unos
sobre las otras.
Evidentemente, esta situación se reactualiza en los sistemas familiares y particularmente en
los subsistemas de relación íntima, lugar dónde no sólo se reproducen los roles de género
sino que pueden legitimarse, reforzarse y perpetuarse (Daskal & Ravazzolla, 1991). Las
mujeres, en esta línea, quedan situadas en el ámbito de lo privado/doméstico, a cargo de la
contención, en el lugar de lo pasivo; mientras, los hombres han sido socializados y
orientados para ser los proveedores económicos del hogar, los encargados de tomar la
iniciativa para la actividad sexual, los ostentadores del liderazgo familiar, en definitiva, la
parte dominante.

Mabel Burín, a través de su tesis de la socialización sexista, señala que las mujeres
construyen su yo en la medida que la relación lo ampare, lo que evidentemente implicará
una posición que no favorece sino que merma la actualización de sus potencialidades.

La violencia en la pareja, desde la perspectiva de género, permite comprender cómo y en


qué medida los valores y sistemas de creencias personales se asocian al entramado cultural
hegemónico, lugar donde la desigualdad y violencia contra las mujeres se encontrarían
legitimadas y validadas, haciendo de este problema social una situación normal desde la
mirada de los estereotipos de género.

b) Perspectiva Transgeneracional:

Los antecedentes de violencia en la familia de origen y los antecedentes de maltrato infantil


advienen como predictores de violencia en la pareja en la adultez, y se asocian asimismo
con mayor gravedad en dicho sistema de abuso (Martínez, V. 1998).

La perspectiva transgeneralcional facilita la comprensión de varios aspectos: En primer


lugar, se releva que los grados de diferenciación dados en la familia de origen tienden a
transmitirse y posteriormente reproducirse en la familia formada en la adultez, y bajo la
misma lógica, será más probable repetir los patrones de interacción.

La violencia al interior de la pareja, como una de las dificultades propias de la baja


diferenciación de los miembros en la pareja, llevan a elevar os niveles de ansiedad, al
tiempo que las modalidades relacionales impiden u obstaculizan el abordaje constructivo de
los conflictos.
Además del aprendizaje y condicionamiento dado en las familias, interesa subrayar un
principio interaccional clave en la transgeneracionalidad de la violencia: las lealtades
invisibles (Boszormenyi Nagi & Spark, 1983), o códigos internos que regulan el
comportamiento y valores de los miembros de un sistema familiar. Las lealtades serían
estrategias de mantención para el equilibrio, es decir, cada persona podría regular su
comportamiento en base al cumplimiento o no de las expectativas que sobre ella caen.

La violencia en la pareja, para quien la ejerce o la sufre, puede relacionarse no sólo con
patrones de interacción aprendidos o ejercicio práctico de los roles de género incorporados,
sino que con intentos de resolución de conflictos familiares pasados, transgeneracionales, o
una descarga de antiguos sentimientos de culpa o deuda.

La violencia en la pareja, vista desde esta perspectiva, implica abordar la historia familiar
de cada miembro, evalúa los significados dados a los patrones interaccionales
transgeneracionales y observar como el otro miembro de la relación representa o subroga
símbolos de la biografía familiar.

c) Perspectiva de interaccional1:

Ravazzolla (1997) propone entender la violencia en la pareja desde la noción de Circuito de


Violencia. En este circuito, entrarían en juego tres participantes: El agresor (generalmente
un hombre) denominado A1. A2 o la persona abusada, quien frecuentemente es una
persona en situación de vulnerabilidad (mujer, niño/a o anciano/a) y, finalmente, el testigo
(A3).

Este circuito de violencia propio de las relaciones abusivas además contempla tres bases en
su constitución: las ideas, las conductas y las estructuras.

Las ideas son todas aquellas significaciones que los participantes argumentan para entender
y justificar la violencia y los abusos. Las conductas refieren a todo acto, gesto u omisión
que pudieran comprender malos tratos pero que dentro del circuito son normalizados o

                                                                                                                       
1
 Proyecto  de  Atención  Nivel  Secundario  en  violencia  hacia  la  mujer.  Centro  Clínico  y  de  Investigación  
Corporación  La  Morada.    
minimizados. En el orden de la estructura, el circuito se organiza en jerarquías rígidas, por
ejemplo, asignación de roles que condicionan la estructura relacional.
Este circuito de violencia logra perpetuarse en base al concepto de doble ciego: los
participantes de la interacción no sólo no registran el malestar que los afecta producto del
abuso, sino que además no sabrían que no ven. Complementando esto, se daría la
delegación emocional, una suerte de transferencia se pensamientos y sentimientos entre los
participantes. Así, quien recibe los malos tratos y el abuso es quien siente vergüenza y
culpa tras los episodios violentos.
Para la autora señalada, los circuitos de violencia vienen a reconfirmar a los participantes
que serían incapaces de negociar, adviniendo como alternativas la traingularización, la
evitación o la violencia.

d) Perspectiva del trauma en la relación de pareja.


Principalmente debido a sus efectos, la violencia de pareja puede también comprenderse
desde la conceptualización del traumatismo psíquico. Debido a la conmoción implicada en
la intensidad emocional que significa vivir violencia por parte de la persona que se supone
debería cuidar y proteger (como función propia del subsistema de pareja), además sufrir el
traumatismo implicado en las respuestas inadecuadas del entorno, es que las consecuencias
de la violencia en la pareja deben ser comprendidas como secuelas psíquicas y afectivas
propias de una traumatización.
El trauma relacional no sólo se fundamenta en las agresiones y episodios violentos. Desde
esta perspectiva se enfatiza la acumulación de traumatismos, lo que propiciaría el daño y
secuelas psíquicas en la persona abusada, volviéndose progresivamente más complejo
enfrentar y afrontar los nuevos episodios de violencia de forma activa.
Esta perspectiva permite comprender la noción de revictimización, vale decir, los motivos
subyacentes al hecho que muchas personas víctimas de violencia, se expongan
continuamente a nuevas fuentes de daño, provenientes desde terceros o de sí mismos.

e) Perspectiva del vínculo y apego.


Puede comprenderse el concepto de vínculo como el registro acumulativo de experiencias
emocionales con otro. Las relaciones de apego seguras advienen como la repetición de
interacciones en las que un miembro expresa sus necesidades, mientras que el otro las
identifica y las satisface en un tiempo adecuado. En la relación de pareja adulta, ambos
miembros deben relacionarse de forma recíproca tanto en la expresión de la necesidad
como en la satisfacción de la misma, es decir, cada uno de los miembros puede tanto
depender como responder a la dependencia (sistema de apego bidireccional o apego
complejo) (Proyecto de Atención Nivel Secundario en violencia hacia la mujer. Centro
Clínico y de Investigación Corporación La Morada).
El apego inseguro en la pareja se caracterizaría por la disminuida flexibilidad y
reversibilidad en la interdependencia, características que facilitan el inicio y perpetuación
de la violencia.
En una relación abusiva y violenta, el sistema de apego inseguro puede ser tan o más
intenso que en una relación con apego seguro. Frente a amenazas, riesgos o daños, el
sistema de apego tiende a activarse, movilizando a la persona a buscar refugio y contención
psíquica en su pareja, aun cuando ésta sea la causante del dolor emocional. En la misma
línea, debido a experiencias de apeo insatisfechas, la violencia adviene como una estrategia
que busca asegurar la cercanía con la figura de apego. Los abusos aparecerían como
respuesta frente a la amenaza –fantaseada o real- de separación o abandono, hechos que
gatillan fuertes montos de ansiedad, la que no logra ser debidamente regulada ni tramitada.
Tal como señala Bowly, la calidad del vínculo no se relaciona con la fuerza del mismo. Las
personas con estilos de apego inseguro y que viven la relación íntima desde la ansiedad, son
más propensas no sólo a sufrir episodios de violencia, sino que también a permanecer en
estos vínculos.  

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