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Facultad de Arquitectura y Urbanismo

Universidad Central de Venezuela

Fecha: 27/06/2018
Efrain Linarez

La razón que rige el hecho gótico

La liquidación del mundo romano trajo consigo nuevas formas de redistribución


del territorio, que atendía a nuevas dinámicas sociales, económicas y culturales
que promovían asociaciones colectivas, que en principio eran incipientes feudos,
con un comportamiento fragmentado y que progresivamente a lo largo del
periodo medieval irán madurando hasta transformarse en un modelo de control,
que tiene como producto la formación de grupos organizados (nobles, clero) que
impartirán orden en las ciudades. Cabe destacar que la organización funcional y
morfológica de la ciudad medieval reconoce esos actores y enfatiza sectores
donde se asienta el poder, sobre todo el centro religioso que adquirió durante este
proceso un carácter de dominio, interviniendo en diferentes ámbitos de la
estructura social, pasando sus instituciones que con anterioridad estaban ubicadas
en áreas rurales al suelo urbano, en donde se asienta la catedral, el palacio
arzobispal y actuando como punto focal del tejido, , el hito que funciona como
elemento rector.

La catedral como centro de poder, se convierte en el lugar propicio para el


estudio y el ente difusor del pensamiento, donde diversidad de temas son puesto
bajo telón de debate, es pues la “fe” (antes aceptada sin cuestionamientos)
sometida ante la “razón”, surge pues formación “escolástica” como una necesidad
del hombre de hacer coincidir ambas corrientes, sujeta a un proceso que alcanza
su máximo esplendor entre el siglo XII Y XIV. El pensamiento evoluciona y consigo se
sincroniza el arte y por supuesto la arquitectura -calificada como “gótica”- donde
ambas se rigen bajo un principio de la escolástica “principio que regula el acto” es
decir, el pensamiento es esencial en la concepción del “hecho” en este caso
enfocado principalmente en lo arquitectónico y es coherente puesto que la
mayoría de los arquitectos del momento fueron formados en claustros capuchinos
o benedictinos principalmente.

La arquitectura per se adquiere una carga filosófica que involucra la razón, la fe


y la sensorialidad como aquello que importante que se traduce en expresiones
plásticas en el manejo de la “luz” y la “verticalidad” considerando la “luz
metafísica”, como lo más aproximado a la cualidad no material de la divinidad y
de su casa, todo esto para envolver a los creyentes en algo supra sensorial, que
trasciende lo antes visto. Las lógicas proyectuales siguen el principio de la
“clarificación” indispensable para hacer “más clara” la fe por medio de la razón y
viceversa, se apela también a la imaginación, y hacer “más clara” la imaginación
por medio de los sentidos, de manera que se concibe como una totalidad. De
manera que la catedral apunta ante todo a la totalidad y tiende, por consiguiente,
se convierte en un intento de encarnar la totalidad del saber cristiano, teológico,
moral, natural e histórico colocando cada cosa en su sitio. En su estructura trata de
sintetizar toda esta conceptualización haciendo uso de nervados, que permiten
mayores aperturas, apuntalados a los arbotantes, formando una unidad
constructiva racional y liberando el espacio interior que es bañado por la luz,
creando un juego de claro- oscuros que contrastan con las fachadas internas
generadas.

El caso de la catedral de “Chartres” donde se observa en el interior el espacio


diáfano, pero que en el exterior es donde se encuentran ubicados los arbotantes,
el esqueleto que da rigidez a la estructura, absorbiendo las cargas de los arcos y
bóvedas ojivales, así como el soporte a la techumbre inclinada, que con un
lenguaje claramente diferenciado uno del otro, están armonizados, pero que se
logran reconocer como elementos individualizados, separando nervadura y
relleno, estructura y cerramiento, con todo y ello de una manera no solo funcional,
sino plástica se integran todos estos elementos que arman la totalidad del edificio
y atienden a un segundo principio de la escolástica “un sistema de partes
homologas” que es la separación uniforme de los elementos que conforman el
conjunto ordenadamente.

Lograr dichas cualidades funcionales y plásticas requieren no solo de la


presencia de un arquitecto sino del acompañamiento de un colectivo que permita
implementar las técnicas necesarias y para ello se aprovecha de sistema social que
estaba en vías de un profesionalismo, y encuentra su sitio común en la catedral,
espacio de encuentro donde clérigo, laico, poeta, jurista, letrado y artesano
podrían entrar en relación. El arquitecto concentraba nexos con escultores,
maestros vidrieros, tallistas quienes dirigía en sus propias obras artísticas al tiempo
que les transmitía un programa iconográfico que él no podía realizar, legando una
forma de organización social importante y precede los gremios actuales.

Rescatar la cohesión entre el hecho construido, el momento histórico, los


procesos metodológicos y la filosofía que rige cualquier proyecto es una de las
cuestiones principales que deja como legado la arquitectura de aquel tiempo,
como entender el proyecto desde la totalidad y no como un hecho que atiende
a cuestiones puntuales, estas obras marcaron una pauta precisamente porque
consideraron múltiples temas, sin perder la individualidad de cada elemento que
lo conforma y aquellas proporciones adecuadas que le impriman un orden y estar
vinculados, por sobre todo armonizados.
Fuentes Bibliográficas:

- LÓPEZ VILLA, Manuel Antonio (2003). “La arquitectura moderna


latinoamericana”, en Arquitectura e historia. Curso de historia de la
arquitectura, Volumen I. CDCH-Universidad Central de Venezuela, Caracas,
pp. 339-359.

- PANOFSKY ERWIN, (1986). “Arquitectura Gótica y pensamiento


escolástico”. Ediciones de las Piquetas, Madrid.

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