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En contra de la educación sexual

1. Los principales maestros de los niños son sus padres. Los padres tienen el derecho y la
responsabilidad de educar a sus hijos sobre la moralidad y la sexualidad.

2. Las clases de educación sexual en las escuelas públicas pasan por alto las diferencias
individuales entre los niños y destruyen la modestia natural de los niños y niñas. Cuando a los
niños se los instruye sobre asignaturas tales como las matemáticas y la lectura, se les da un
material apropiado según su nivel intelectual. Sin embargo, cuando se trata de un área tan
delicada como el área de la sexualidad, a todos los niños que están en el mismo grado se les
imparte el mismo material, aun cuando algunos no estén física o psicológicamente capacitados
para recibir esta enseñanza. Esto resulta insensible y dañino. Forzar a los niños y niñas a escuchar,
ver y discutir abiertamente el funcionamiento de la anatomía del cuerpo del sexo opuesto en
presencia de ese sexo opuesto es vergonzoso y contribuye a que los niños pierdan la modestia que
es natural y apropiada a todo ser humano.

3. Los padres jamás se enteran de los que se les enseña, a puertas cerradas, a los niños en las
clases de educación sexual. Los padres no llegan a saber cuáles son las acciones, las actitudes y
respuestas del maestro durante la clase de educación sexual, lo cual quiere decir que los padres no
tienen control alguno. Ni siquiera saben lo que se les enseña a sus hijos acerca de la sexualidad, a
menos que se sienten y participen en todas las clases de sus hijos.

4. Las clases de educación sexual en las escuelas públicas no han demostrado nunca una
reducción en los casos de embarazos de adolescentes ni de abortos. De hecho, los datos muestran
lo contrario: a medida que los fondos federales para los programas de educación sexual
aumentan, tanto más aumentan los casos de embarazos y abortos de adolescentes.

5. Las escuelas públicas no tienen derecho a juzgar la calidad de la información acerca de la


sexualidad que los padres proveen a sus hijos. Algunos padres hacen un buen trabajo, otros hacen
un trabajo muy pobre. La escuela no tiene derecho a decir que debe impartirle clases de educación
sexual a los niños, porque no le gusta el trabajo que los padres están haciendo. La escuela debe
mantenerse al margen de estas intimidades.

6. La sexualidad abarca mucho más que el uso de artefactos intrauterinos y píldoras


anticonceptivas. La escuela le da un mensaje erróneo al estudiante, cuando en los cursos de
educación sexual se le dan clases sobre "cómo hacerlo sin correr riesgos". La mejor educación
sexual que los padres pueden dar a sus hijos es el respeto y el amor mutuo entre ellos.
7. Quienes proponen las clases de educación sexual en las escuelas públicas dicen que los niños
necesitan saber más. Lo que realmente están diciendo es que quieren enseñar a nuestros niños a
usar los preservativos, la píldora, y los DIU (dispositivos intrauterinos), y si estos fracasan, les dicen
dónde pueden hacerse un aborto. Ellos nunca hablan de reducir el índice de fornicaciones o de
satisfacer las necesidades espirituales de nuestros hijos; ponen énfasis solamente en sus cuerpos,
cuando lo que verdaderamente debiera incumbirles son sus almas.

8. Los niños no necesitan educación sexual, ellos lo que necesitan es educación en la castidad.
Los niños necesitan aprender cómo decir que no y por qué esto resulta ser lo mejor para ellos
física, moral y espiritualmente. La biología del sexo toma solamente 10 minutos enseñarla; ¿qué
enseñan, entonces, a los niños en estos cursos de cinco o diez semanas? Si emplearan ese mismo
tiempo en promover la castidad, el número de adolescentes castos aumentaría.

9. No existe la educación sexual "exenta de valores". Cuando se enseña algo más que biología
de la reproducción, los valores de otras personas también serán presentados. Al decirle a los
estudiantes "toma tu propia decisión", se les está diciendo también que no existe una escala de
valores por la cual se deben guiar. Advertirles a los estudiantes: "es mejor decir que no, pero si vas
a involucrarte en actividades sexuales, es mejor que te protejas", les envía el mensaje de que el
maestro no espera que ellos sean capaces de controlar sus instintos. Exponer a los alumnos a la
información sobre los métodos anticonceptivos sin explicarles que no es correcto usarlos les hace
creer que al maestro no le parece mal que los usen.

10. La educación sexual en las escuelas públicas ataca y socava las creencias religiosas de muchos
estudiantes. Los estudiantes católicos y cristianos, a quienes sus padres les han enseñado que las
relaciones sexuales fuera del matrimonio, los contraceptivos y el aborto son malos, se ven
obligados a sentarse en la clase y escuchar a una figura con autoridad contradecir las creencias
que sus padres les inculcaron.

Los estudiantes pueden tener vergüenza o llegar a excitarse por los tópicos que se tratan en clase,
lo que podría derivar en un revuelo en clase si los alumnos se prestan para hacer comentarios
inapropiados.

La mayoría de las clases de educación sexual se suelen dar como un pequeño intervalo durante
una clase de educación física o de salud, por lo cual no son lo suficientemente efectivas para
temas de esa importancia.

Por último, la educación sexual puede ir en contra de la moral individual o de las creencias
religiosas de los estudiantes y de sus familias, como por ejemplo ir en contra de creencias que no
admiten las relaciones sexuales antes del matrimonio.

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