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1. El Helenismo filosófico.
Después de Aristóteles la filosofía griega deja de ocuparse de la metafísica para
centrar-se en la reflexión ética y antropológica. Por eso, en este período,
la filosofía ya no se entenderá como una actividad racional que busca la verdad,
sino como una actividad moral en busca de la vida feliz.
1.1. Las escuelas morales.
Quizá uno de los factores que más influyeron en esta nueva orientación de
la filosofía, que se extiende hasta el siglo II d.n.e, se deba a la grave crisis
histórica y social del mundo griego, propiciada por la aparición de los grandes
imperios- el de Alejandro Magno y el romano- , que hace que las polis griegas
pierdan el protagonismo y sucumban ante el desconcierto social. Al derrumbarse
las convicciones culturales compartidas sobre política y religión, se buscan
nuevas seguridades para poder vivir con tranquilidad y con paz. Por eso, las
filosofías helenistas de índole moral son, en cierto modo, filosofías de “repliegue”,
defensivas. Sabio se considera ahora al que sabe vivir bien, es decir, en
equilibrio, en paz, con una dosis de placer moderado.
Tres son las escuelas filosóficas morales que destacan: la estoica, la epicúrea y
la escép-tica. Para estoicos y epicúreos el sabio será quien vive de acuerdo con
su naturaleza. Los escépticos, por su parte, identifican la sabiduría que lleva a la
felicidad con la negación de todo conocimiento, de toda convicción o doctrina. En
todo caso, en algo coinciden: el fin de toda ética y de todo saber es conseguir la
felicidad. Y ésta es la función básica del filosofar.
1.1.1. El epicureismo.
El epicureismo es una corriente filosófica inspirada en los cirenaicos, cuyos
principales representantes son Epicuro( s III a.n.e.) y Lucrecio ( s I a.n.e). Dividen
la filosofía en canónica, física y ética, aunque todo saber está subordinado a
ésta última, porque el fin de todo conocimiento es la búsqueda de la felicidad. En
este sentido, proponen estos pensadores una ética hedonista, pues entiende la
felicidad como placer. Pero no se trata de buscar cualquier placer y sin limites.
Se busca el placer con dos condiciones: son preferibles los placeres espirituales
a los corporales y debe buscarse el placer hasta el límite donde surge el dolor. Y
es que Epicuro hacía radicar el máximo placer en la ata-raxía, que consiste en la
ausencia de perturbación anímica, es decir, estar sin pasiones que desequilibren
y hagan sufrir al alma. Y esto no puede ocurrir sin una buena dosis de
autodominio y lucha interior, es decir, de áskesis.
El placer, por tanto, debe ser racionalizado e implica autodominio. Dice Epicuro.
“Ni banquetes ni juergas constantes producen la felicidad, sino el sobrio
cálculo que inves-tiga las causas de toda elección o rechazo y elimina las falsas
opiniones de las que pro-ceden las pasiones que se apoderan del alma”. El sabio
para los epicúreos será aquel que logre la autarquía, el autogobierno, el ser
dueño de sí.
La canónica estudiaba las normas para discernir lo verdadero de lo falso, para lo
que usaban, como criterios de evidencia, la sensación, los recuerdos y los
estados afectivos de placer y dolor. En este sentido son sensualistas.
La física pretende conocer la naturaleza de las cosas, para lo cual adoptan el
modelo atomista, de carácter materialista y mecanicista. Para los epicúreos, el
conocimiento de la naturaleza elimina tres temores: el temor a los dioses (pues
ya no son necesarios para explicar la realidad física), el destino (pues son los
choques al azar de los átomos los que producen los fenómenos), y la muerte
(que no es más que disgregación de átomos).
1.1.2. El estoicismo
Fue fundado por Zenón de Citio (Chipre) en el siglo IV a.n.e., y sus principales
figuras son Crisipo (III a.n.e.), Panecio y Posidonio (IIa.n.e.), Séneca (I), Epicteto
(I-II) y Marco Aurelio (II). Dividen los saberes en lógica, física y ética, aunque
todos están subor-dinados a la ética, pues también para los estoicos el fin de la
vida humana es la felicidad, que se consigue mediante una vida virtuosa.
La felicidad consiste en un tipo de vida conforme a la naturaleza humana, que es
racio-nal. Para los estoicos, todo está predeterminado por una Razón universal o
Lógos que cuida providentemente de todo lo que existe. En conocer nuestra
naturaleza y obedecer a esta Razón universal radica la libertad para el ser
humano. Ser libre es conocer la ne-cesidad establecida por el Lógos. Para ello
se ha de obrar virtuosamente.
Para los estoicos, el sabio es quien se procura la paz interior mediante la
insensibilidad frente al sufrimiento y a las opiniones de los demás. Por eso, su
lema moral era “soporta y abstente”, es decir, soportar con firmeza y buen ánimo
las dificultades, y abstenerse con fortaleza de tener deseos, para así evitar el
sufrimiento. De esta manera, viviendo con austeridad y sobriedad, con una vida
virtuosa, se logra la imperturbabilidad de áni-mo (ataraxía) y la ausencia de
pasiones, la apatía (apátheia), lo que implica la auténtica autonomía moral.
Los estoicos tenían de la lógica un concepto muy amplio, pues abarcaba la
retórica (arte del hablar bien y persuasivamente) y la dialéctica (arte de pensar
rectamente). Su física era materialista, de inspiración heraclítea; concebían el
Lógos como el principio activo que ordena y rige toda la materia.
1.1.3. El escepticismo.
Las principales figuras de esta corriente fueron Pirrón (III), Enesidemo (I),
Carnéades y Sexto Empírico (II). Estos pensadores también perseguían un ideal
moral: la felicidad, entendida como ataraxía, es decir, como ausencia de
perturbación y preocupación. La justificación de su postura es la actitud de negar
que pueda haber conocimiento ni un criterio de verdad para discernir lo
verdadero de lo falso. Por eso, la actitud que adoptan es la epojé o suspensión
de todo juicio. Esto supone que no se puede afirmar ni definir. De este modo,
bajo influencia sofística, declaran que las cosas no “son”, sino que, a lo sumo,
“parecen”.Por eso, tampoco se pueden hacer juicios morales ni decir que algo
“sea” bueno o malo.
1.2. El neoplatonismo.
Tras las escuelas morales, surge el siglo III, en Alejandría (Egipto), el último
“sistema” filosófico helénico: el neoplatonismo. En él se retoman las grandes
cuestiones metafí-sicas que habían sido elaboradas desde la muerte
de Aristóteles.
Su fundador fue Plotino, quien en sus Ennéadas va dando explicaciones a sus
alumnos sobre cuestiones suscitadas por la filosofía de Platón y Aristóteles, lo
que produjo un sistema original que tendrá una profunda huella en la Edad
Media. De hecho, su pensa-miento fue seguido inmediatamente por autores
como Porfirio, Jámblico, Proclo y Dio-nisio Areopagita.
El pensamiento de Plotino, bajo una gran influencia de Platón, afirma una postura
me-tafísica que se ha denominado panteísmo emanatista. Panteísmo porque
afirma que todo es divino, todo se identifica con el Uno. Emanatista porque
afirma que todo surge a partir del Uno no por creación, sino por emanación.
Este Uno, ser divino, se identifica con el ser, el bien y la belleza. Lo primero que
surge del Uno es el Noûs, una inteligencia cósmica que, por una parte,
contempla y conoce al Uno y, por otra, unifica el cosmos. De este Noûs emana a
su vez el alma del mundo y las almas particulares (que son las que dinamizan
cada uno de los seres naturales).
En esta jerarquía ontológica se da un doble movimiento: el de emanación, a
partir del Uno y, en segundo lugar, una procesión ascendente de los seres hacia
el Uno. En el caso del ser humano, esta procesión puede ser intelectual
(ascensión cognoscitiva) o ética (a través de la conversión).
Por otra parte, el neoplatonismo es un pensamiento antimaterialista. Por eso, en
el último lugar del proceso emanativo se encuentra la materia. Si el Uno es luz, la
materia es pura obscuridad. El alma tiene que liberarse de lo material. Y esto se
puede conseguir mediante la katarsis o purificación del alma o por él éxtasis, que
consiste en estar fuera de sí el alma, fundiéndose a solas con el Uno.
2. El helenismo científico.
Los filósofos llegaban a Atenas y allí ofrecían concepciones
éticas que respondían a las inquietudes de sus ciudadanos.
Esta actividad filosófica constituía una primera vertiente del
pensamiento helenístico. Al otro lado del Mediterráneo, en
Alejandría, unos hombres llenos de espíritu científico
protagonizaron el otro frente de pensamiento helenístico, ellos
realizaron sus investigaciones con el apoyo de unos
gobernantes que transformaron la ciudad en un centro de
actividad científica.
Tras la muerte de Alejandro, su general Ptolomeo se constituyó en señor de
Egipto y fundó la dinastía de los Ptolomeos. Alejandría, la ciudad fundada por el
propio Alejan-dro en el año 332a.n.e., gozaba de una situación geográfica
excelente. Se pobló de grie-gos, egipcios y judíos. Muy pronto se convirtió en un
importante núcleo comercial del Mediterráneo; en su isla de Faros se instaló una
enorme hoguera permanente con la fina-lidad de guiar la navegación nocturna
(todos los faros que conoces han recibido su nombre de esta isla).
Alejandría se convirtió en el nuevo centro de la cultura griega, un centro que
se ocupó más de cuestiones científicas que de las debatidas cuestiones
filosóficas.
Ptolomeo fundó el Museo o Casa de las musas, primera institución parecida a
una universidad. No era un museo en el sentido actual sino una inmensa
biblioteca, con cómodas salas de estudio, laboratorios de disección de animales,
jardines botánicos, jardines zoológicos, observatorio astronómico,etc. Disponía
de cuatro departamentos: uno de literatura, otro de matemáticas, un tercero de
astronomía y otro de medicina. Si bien más adelante hubo actividad filosófica,
inicialmente quedó excluido un departamento de filosofía; los Ptolomeos
obstaculizaron tanto las discusiones filosóficas como los debates políticos. El
Museo y todas sus actividades dependían económicamente del gobierno.
La actividad intelectual del Museo seguía la orientación del Liceo aristotélico;
de modo que el Museo fue incluso considerado como la rama egipcia del Liceo
ateniense. Sus fundadores actuaron bajo inspiración aristotélica; pero sólo bajo
inspiración: así, en lugar de instituir un departamento de lógica, como habría
preferido Aristóteles, instituyeron uno de matemáticas. Se leía a Aristóteles y se
le admiraba, pero en su vertiente empírica más que en la especulativa o
metafísica; del maestro abandonaron la teleología (es decir, la idea de que todo
cambio y todo acontecimiento sirven a una finalidad).
El helenismo científico contó con muchos e importantes matemáticos como
Euclides, Arquímedes y otros. Tenían grandes astrónomos como Aristarco de
Samos, Eratóstenes, Hiparco o Claudio Ptolomeo. Las invenciones técnicas de
sus físicos o ingenieros, como el propio Arquímedes, o Herón (que parece que
inventó una turbina de vapor), no se aplicaron: los esclavos eran máquinas
bastante productivas. Sus hombres centrados en la medicina, como Serófilo y,
posteriormente Galeno, que disponían de los antiguos conocimientos de
Hipócrates, efectuaron muchas disecciones y vivisecciones. Son mu-chos los
científicos ligados directamente o de manera indirecta al Museo.
EL CRISTIANISMO.
La aparición del cristianismo supondrá una novedad radical. Ya no se pedirá al
ser humano que aguante como una roca la tempestad que le rodea, sino que
ponga su con-fianza en un Dios salvador; que ha asumido la condición humana y
ha desvelado sus misterios. La filosofía antigua entró en contacto con la religión
cristiana desde el mo-mento en que griegos y romanos se convirtieron al
cristianismo. De ese encuentro entre dos formas globales de entender la realidad
surgiría un mundo nuevo, caracterizado por conquistas tan importantes como la
desaparición de la esclavitud.
1. Contexto histórico.
El cristianismo es una religión, no una filosofía. Surge en el seno del judaísmo
por la predicación de Jesús de Nazaret, que se presenta como hijo del único
Dios. Jesucristo no enseña un sistema especulativo, sino un modo de vida
basado en el amor; y una promesa de inmortalidad feliz. Los Evangelios de
Mateo, Marco, Lucas y Juan anuncian al mundo la asombrosa noticia de un
hombre que ha dicho de sí mismo que es hijo de Dios y lo ha demostrado con
milagros. Además, ha prometido el premio de una vida eterna-mente feliz a los
que cumplen con sus mandamientos: amar al prójimo y amar sobre todas las
cosas al padre que está en los cielos. El mismo Jesús ha muerto en la cruz para
pagar por los pecados de los hombres. Su resurrección se presenta como el gran
argu-mento de su divinidad, y de que tiene poder para juzgar a la humanidad al
final de la historia y reinar con los elegidos en su reino.
El cristianismo comenzó su propagación en los núcleos de judíos que vivían
fuera de Palestina. Con la predicación de Pablo de Tarso, un fariseo converso,
se abrió al mundo no judío. Así, la nueva religión fue ganando adeptos en los
núcleos urbanos del imperio romano. Primero entre las gentes más humildes-
esclavos, libertos, pequeños artesanos-, y luego entre las clases altas. Se
organizó en pequeñas iglesias locales, al frente de las cuales estaban los
obispos, sucesores de los apóstoles. Los obispos elegían al papa y le
consideraban representante de Cristo en la tierra.
Por su rechazo de la esclavitud y su negativa a rendir culto al emperador, los
primeros cristianos despertaron la desconfianza y la hostilidad del poder político.
Ello provocó una oleada de persecuciones sangrientas, que terminaron en el año
313, con el Edicto de Milán y la conversión al cristianismo del emperador
Constantino. En 392, poco antes de la división del Imperio, Teodosio prohibiría
los cultos paganos y el cristianismo llegaría a ser la religión oficial.
2. Aportaciones del cristianismo a la filosofía.
Mientras la filosofía dice al hombre lo que son las cosas, la religión le habla de
su destino. Sin embargo, muchas páginas bíblicas contienen tesis nítidamente
filosóficas, que han cambiado el rumbo del pensamiento humano.
La tarea de los primeros filósofos cristianos consistirá en traducir los contenidos
de la revelación cristiana a las categorías racionales, hacer razonable la fe. Por
eso, sus temas capitales van a ser la creación, la relación de Dios con el mundo,
las relaciones entre la fe y la razón, el misterio del mal, la naturaleza del alma, el
destino humano después de la muerte, la redención del Cristo. El interés de los
primeros filósofos cristianos es, en realidad, más teológico que filosófico: explicar
y defender la fe. El cristianismo no es una filosofía, pero necesita filosofar desde
su nacimiento por dos motivos: definir el dogma frente a las herejías internas, y
defenderse intelectualmente frente a una incom-prensión que llega hasta la
persecución a muerte.
- Entre las aportaciones del cristianismo a la filosofía está la propia
argumentación sobre la existencia de Dios. San Pablo afirma que la razón
humana puede, a partir del espectáculo que ofrece el mundo, conocer la
existencia de Dios y su eterno poder. Esa implícita racionalidad filosófica de la
religión cristiana facilitó las conversiones de muchos griegos cultos.
- La noción de creación. Sin ser una filosofía, el cristianismo marca la división
más profunda en la historia de la filosofía. Se trata de una religión que aporta
una idea total-mente nueva de la existencia del mundo y del hombre. Y la
diferencia comienza desde la primera línea del Génesis-“En el principio creó Dios
el cielo y la tierra”-, pues la noción de creación es completamente ajena al
pensamiento grecorromano. Los griegos consideran que el cosmos procede de
una materia eterna, ordenada al azar (pluralistas y atomistas), o de la inteligencia
de un Demiurgo (Platón), o de un Primer Motor Inmóvil (Aristóteles), o de un
Logos panteísta (Heráclito y los estoicos). En cualquier caso, se trata de un
cosmos imperecedero, que simplemente existe, y cuya existencia se percibe
como un hecho obvio y necesario: cualquier pregunta sobre su origen vendría a
ser un interrogante sin sentido.
-Monoteísmo. El pensamiento griego jamás se había planteado como problema
si Dios era uno o muchos. En la Biblia, la trascendencia de Dios es absoluta, sin
posibilidad de divinizar ninguna otra cosa. Y para saber qué es Dios, es a Dios
mismo a quien se dirige Moisés, y ésta es la contestación:”Yo soy el que soy”. No
parece una respuesta filosófi-ca, y, sin embargo, de una vez por todas queda
entendido que “Ser” es el nombre propio de Dios, su misma esencia, y que esa
esencia es existir, y que es el único ser en quien la esencia y la existencia son
idénticas. No hay más que un Dios, y ese Dios es el ser: ésa es la piedra angular
de toda la filosofía cristiana.
-Providencia. Si parece que Aristóteles ignoró la noción de providencia, Sócrates,
Platón y los estoicos la intuyeron. Pero la providencia estoica coincide con el
hado, y no es más que el aspecto racional de la necesidad con la que el Lógos
produce y gobierna las cosas. En cambio, la providencia bíblica es la de un Dios
personal sobre cada ser humano en particular. Uno de los textos que mejor
expresan esta cualidad distintiva lo encontramos en el Evangelio de san Mateo:
No andéis preocupados por vuestra vida, pensando qué comeréis, ni por vuestro
cuerpo, pensando con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni
recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta.¿No valéis vosotros
mucho más que ellas?
Ninguna seguridad puede ser absoluta si no posee un nexo estable con lo
Absoluto. En el cristianismo nos encontramos precisamente ante una promesa
de seguridad total, lla-mada a imponerse sobre las frágiles seguridades
filosóficas.
- Dios legislador. Los griegos habían identificado la ley moral con la ley de la
misma naturaleza (physis): una ley que impera al mismo tiempo sobre dioses y
seres humanos. La noción de un Dios legislador es algo en gran medida ajeno a
la filosofía griega. Por el contrario, el Dios bíblico prescribe al hombre lo que ha
de hacer. Desde ese momento, la virtud y la santidad consistirán en la
obediencia al querer de Dios, y el peor mal será el pecado: precisamente la
desobediencia a dicha Voluntad.
- Inmortalidad y resurrección. La noción de “alma” es una creación griega,
introdu-cida por Sócrates y estudiada a fondo por Platón y Aristóteles. Sin duda,
la psiqué es uno de los conceptos que mejor simbolizan la metafísica griega, y el
hombre occidental raramente es capaz de pensarse a sí mismo si no es en
términos de alma y cuerpo. Si toda la tradición platónico-pitagórica consideró que
el alma es inmortal por naturaleza, la tradición cristiana afirma algo mucho más
atrevido: la resurrección de los muertos, que implica la pervivencia del alma y la
vuelta del cuerpo a la vida. Éste es uno de los signos distintivos de la nueva fe, y
un gravísimo obstáculo para su aceptación por los filósofos griegos. Es muy
elocuente la reacción de los estoicos y epicúreos cuando san Pablo menciona la
resurrección en su famoso discurso de Atenas: se burlaron de él y se despidieron
con un despectivo “ya nos lo contarás otro día”.
- Revolución de los valores. Si los griegos y romanos habían aspirado, por
encima de todo, a la felicidad, los cristianos tienen como meta amar a Dios sobre
todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo. Para despejar cualquier sombra
de duda, Jesucristo orde-na amar a los enemigos y rezar por los perseguidores y
calumniadores. Este mensaje es, sin ninguna duda, la revolución de los valores
más radical de la historia humana, y fue explicitado en las bienaventuranzas del
célebre Sermón de la Montaña. Para el filósofo griego, esto resulta sencillamente
incomprensible, pues caía por su base el ideal del sabio que había comprendido
la vanidad del mundo y se atribuía a sí mismo la certidumbre suprema,
proclamándose autárquico y autosuficiente.
3. Diferencias con la filosofía griega.
Las ideas cristianas chocaron con algunos planteamientos del pensamiento
griego.
-El problema del conocimiento. Respecto a la posibilidad de alcanzar la verdad,
la filosofía griega había sostenido tres posiciones: escepticismo, relativismo y
realismo. El cristianismo surge en medio de una pluralidad de escuelas filosóficas
que han hecho del escepticismo la mentalidad dominante. Frente a esa postura,
el cristianismo se muestra seguro de la existencia de una verdad, Además, a
diferencia de todas las posiciones fi-losóficas griegas, afirma la posibilidad de
alcanzarla por medio de una fuente de cono-cimiento superior a la razón: la
revelación divina.
- El problema de la realidad. El cristianismo concibe una realidad integrada por
Dios y el mundo. El mundo, y todos los seres que contiene, han sido creados por
Dios de la nada. Esta noción de creación resultaba inconcebible para la mente
griega. También el monoteísmo cristiano chocaba con el politeísmo griego y
romano. Asimismo, la idea estoica de un lógos o Razón universal no era
conciliable con el monoteísmo cristiano, ya que ese lógos era inmanente al
mundo, no un ser distinto y personal.
- El problema sobre el ser humano. La antropología cristiana afirma tres
cuestiones esenciales: creación a imagen y semejanza de Dios, inmortalidad del
alma y resurrección de los cuerpos. Para algunos filósofos griegos, el alma era
mortal (Aristóteles), o de carácter material y corruptible (atomistas). Otros como
Platón y Pitágoras, habían sostenido la inmortalidad, pero los conceptos de
filiación divina o resurrección de los cuerpos les resultaban desconocidos.
-El problema ético. La ética de las escuelas griegas tenía un fuerte carácter
intelectualista: la maldad humana tiene su origen en la ignorancia. El cristianismo
puso el acento en la voluntad libre y, sobre todo, en la necesidad de la ayuda
divina- la gracia- para obrar bien. Este concepto resultaba insospechado para la
mentalidad griega. Por otro lado, la ética cristiana se presentó como
una ética que cifra la felicidad humana en la entrega a los demás, la humildad y
el compromiso activo a favor del reino de Dios. Esto chocó frontalmente con las
éticas griegas, que ponían la felicidad en metas individuales como la tranquilidad
del ánimo(estoicos), el placer razonable(epicúreos), la armonía del alma(Platón)
o la virtud(Aristóteles), sin ninguna referencia al amor desinteresado a los demás.
-El problema político. La distinción entre la dimensión política y la dimensión
religiosa es una completa novedad para la filosofía griega. Religión y Estado
habían ido de la mano desde el origen de éste en Mesopotamia. En las ciudades
griegas, el estado tenía su propia religión, y ésta debía ser practicada por los
ciudadanos. La disidencia en mate-ria religiosa costó la vida a Sócrates. En
Roma, el emperador-igual que el faraón en Egipto- fue divinizado y adorado. Los
cristianos fueron los primeros en negar el carácter divino de los gobernantes y en
separar los ámbitos de la religión y la política.
-El problema del sentido de la Historia. La Historia es, para el cristianismo, el
drama y la redención del género humano, que terminará en un juicio final con
premios y castigos definitivos. El mismo Dios ha entrado en la historia
haciéndose hombre. Esta problemá-tica apenas existe en los filósofos griegos.
Sólo en los estoicos encontramos una filosofía de la historia, que interpreta el
devenir humano en clave circular-no lineal, como el cris-tianismo-, donde unos
ciclos suceden a otros en repetición sin fin
4. Puntos de contacto.
Las enormes diferencias entre el cristianismo y la filosofía griega son insalvables
en el caso de los sofistas, que se declaran escépticos o relativistas. Tampoco
hay posibilidad de entendimiento con el materialismo de los atomistas, que
niegan la existencia de rea-lidades espirituales. Ello explica que algunos padres
de la iglesia hayan rechazado la filosofía griega y se hayan mostrado contrarios
a cualquier diálogo con ella. Otros, sin embargo, entablaron ese diálogo sobre la
base de ciertos puntos de contacto.
Fue precisamente un converso como san Agustín, buen conocedor de
la filosofía griega, quien puso de relieve algunas similitudes entre el cristianismo
y el platonismo. Así elabora un pensamiento cristiano de carácter platónico,
adecuando el pensamiento de Platón a los principales dogmas cristianos. Los
puntos de contacto encontrados en Platón eran:
- la existencia del mundo de las ideas, un mundo espiritual diferente al sensible.
- un demiurgo que, si bien no es creador, ofrece cierta semejanza con el Dios
cristiano.
-una idea de Bien, única y superior a todas las demás, asimilable al monoteísmo.
- la inmortalidad del alma y sus pruebas racionales.
El cristianismo rechaza los conceptos platónicos de preexistencia y
reencarnación de las almas, pero coincide con el filósofo griego en que el
verdadero destino del alma no es este mundo imperfecto.
Algunas ideas de los estoicos fueron aprovechadas por los primeros filósofos
cristianos. Así, la existencia de una Razón o Providencia universal que conduce
de forma inteligente los destinos humanos. Así mismo, el cristianismo coincide
con los estoicos y algunos cínicos en la importancia de llevar una vida moderada
y austera.
En el siglo XIII, santo Tomás de Aquino encontrará importantes puntos de
contacto en Aristóteles. Una ética de las virtudes y, sobre todo, un Motor Inmóvil
y un Entendimiento Agente que le sirven para explicar ciertos aspectos del Dios
cristiano.
5. Principales autores y corrientes.
La patrística. Sin ser una filosofía, el cristianismo necesita filosofar desde su
origen, por dos motivos: definir el dogma frente a las herejías internas y
defenderse intelec-tualmente frente a la incomprensión ajena. Éste es el origen
de la especulación patrística, así llamada porque es llevada a cabo por los
padres de la Iglesia y otros escritores eclesiásticos: cristianos que filosofan en los
primeros siglos de la era cristiana y, en su mayoría, brillan por su ortodoxia y
santidad de vida.
La finalidad de la patrística es teológica, pero los instrumentos conceptuales a su
dispo-sición son griegos: en concreto, una mezcla de platonismo, neoplatonismo,
estoicismo y aristotelismo. Si predomina Platón es porque parece que sus
posturas son más fáciles de asimilar al dogma cristiano.
6. Influencia e importancia de la filosofía cristiana.
La perspectiva cristiana, enriquecida con ideas griegas y romanas, ha
configurado de forma radical toda la cultura occidental. Al proclamar la igualdad
de todos los seres humanos, su dignidad inviolable y el amor al prójimo, el
cristianismo hizo posible la abolición de la esclavitud y la defensa de los
derechos humanos. La negativa de los cris-tianos a dar culto al emperador pone
el germen de la futura separación entre política y religión. Contra su propio
espíritu, el cristianismo también ha dado lugar a guerras de religión, Inquisición,
poder político del papado, olvidando que la libertad personal es la condición
intrínseca de la vida religiosa.
En el plano filosófico, la influencia del cristianismo ha sido enorme durante la
Edad Media y grande desde entonces. Baste mencionar el agustinismo, el
atomismo, la filo-sofía de Kant, de Descartes y Leibniz, el existencialismo
cristiano, el neotomismo, el personalismo, la filosofía de los valores. La
concepción cristiana de la historia humana, con su carácter lineal y providente,
ha influido decisivamente en Kant, Hegel y Marx. Hasta el siglo XVIII, casi todos
los filósofos desarrollan su pensamiento sobre presu-puestos metafísicos
cristianos. Muchos de los que no lo acepten a partir de la Ilustración, entablarán
un diálogo crítico con él, como es el caso de Nietzsche.