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ASENTAMIENTOS HUMANOS Y APROVECHAMIENTO DE LOS RECURSOS

EN SANTIAGO DEL ESTERO


José Togo

INTRODUCCIÓN
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Desde hace mucho tiempo existe preocupación entre los investigadores, acerca de la
importancia de la relación entre los diversos procesos adaptativos, los cambios evolutivos de
los seres humanos y el medio natural y artificial. A pesar de los avances experimentados en
esta problemática quedan todavía muchas áreas no resueltas, especialmente desde la
perspectiva cultural, en especial sobre la importancia de los vínculos entre el surgimiento de
las diversas culturas, el hombre y su ambiente. Cada cultura particular, cada sociedad, al tener
formas diferentes de acceso, adaptación y uso de los recursos naturales a través del tiempo,
construyó a su imagen cultural, su visión del mundo y la de su propio entorno espacial.
En la evolución de los homínidos no se ha desarrollado una especificidad, lo que les permitió
adaptarse a diversos ambientes; la especialización en la flexibilidad ha logrado el constante
cambio, pero al mismo tiempo la falta de especialización dio origen al nacimiento de la cultura.
Los seres humanos integramos una sola especie biológica, pero conformamos múltiples ramas
culturales.
El antropólogo español Carmelo Lisón Tolosana (1987) ha señalado que “la Antropología
Cultural investiga al hombre, a la humanidad, pero por medio y a través de la sorprendente
variación y espléndida diferenciación de pueblos, etnias, lenguas, modos de integración y
representaciones mentales. Cada pueblo atesora formas concretas y únicas de técnicas, de
producción y mercado, modos diferentes de entender la familia, el poder y la autoridad; y lo
que es más importante, cada cultura es un museo viviente que exhibe en acción segmentos de
la imaginación humana en sus creencias y rituales, en sus sistemas religioso-metafísicos y en
sus extraordinarias y magníficas creaciones mitopoéticas y artísticas. Cada cultura es, sin duda,
un microcosmos de identidad que se objetiva en un orden moral; es, en definitiva, una forma de
ser hombre y de ser mujer, una concepción específica del mundo y de la vida”.
Las sociedades humanas y las diversas formas culturales existentes en el mundo surgieron
como consecuencia de largos procesos de interacción adaptativa a determinados ambientes
terrestres, dando origen en muchas de ellas al nacimiento de la agricultura, la ganadería y las
primeras aldeas estables, mientras que otras continuaron con su modo de vida recolectora,
recolectora-cazadora o pescadora.
En relación con el continente americano existen datos concretos que sugieren la presencia
relativamente temprana del hombre, como consecuencia del pasaje no planificado desde el viejo
continente, a través de la vía más probable de ingreso, el estrecho de Bering. Una vez en América
ocuparon todos los espacios, desde la zona fría de América del Norte, pasando por los bosques
templados, la zona tórrida del ecuador y de vegetación exuberante, hasta el extremo sur del
continente, en un período relativamente rápido.
Los primitivos habitantes, al adaptarse a los diversos nichos ecológicos, crearon formas culturales
diferenciadas, muchas de ellas interrelacionadas plenamente con su entorno, para el
aprovechamiento de los recursos disponibles, pero en forma sustentable. Esto lo observamos a
lo largo y ancho de todo el continente americano. A partir de ello, surgieron la domesticación
de las plantas que hoy consumen la mayoría de los habitantes del mundo, como el maíz, la papa,
el zapallo, el maní, el girasol, el tomate, el tabaco, etc., y de algunos animales, así como
las diversas civilizaciones que encontraron los españoles al pisar tierra americana.
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Con respecto a los primitivos habitantes del actual territorio nacional, señalaremos
únicamente los modos de vida de algunas de las comunidades prehispánicas. El espacio argentino
no ha sido una excepción, por lo tanto, a partir de los primeros habitantes cazadores-
recolectores, que han ocupado en forma permanente o semipermanente tanto el altiplano
puneño, superior a los 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar, donde la vida les era
favorable por la presencia de agua y animales de caza, así como los diversos valles intermontanos
que descienden desde las cumbres andinas, como el de Humahuaca, Calchaquí, El Cajón, Santa
María, etc.; las Sierras Subandinas, las Sierras Centrales, los diversos cañadones patagónicos y
bordes de las cuencas mayores y menores; la llanura pampásica, la llanura boscosa del
Chaco, el litoral marítimo y la selva salteña - misionera.
Las primeras comunidades han denotado una fuerte dependencia del medio, por cuanto su
desarrollo tecnológico era rudimentario pero eficiente para obtener del medio los recursos
más elementales para atender a sus necesidades de alimentación, vivienda, agua y salud. Si
esta adaptación no hubiese sido adecuada, casi con seguridad se habrían extinguido como
grupos. El mayor desarrollo cultural prehispánico estuvo radicado en la zona andina del noroeste
argentino, área marginal del nuclear andino peruano-boliviana. Mientras que Santiago del
Estero sería a su vez marginal del noroeste.

EL AMBIENTE NATURAL
Desde el punto de vista fitogeográfico, el territorio argentino pertenece en su totalidad, según
Cabrera (1971), a la región neotropical, con excepción del occidente patagónico altoandino,
sur de Tierra del Fuego, islas australes y sector Antártico. Comprende los dominios
amazónicos, chaqueños, andino-patagónico, subantártico y antártico. A su vez, el dominio
chaqueño abarca las provincias del Espinal, del Monte, prepuneña, pampeana y chaqueña, desde
los 22º a 43º de latitud sud (se excluye la Patagonia), y desde el río Uruguay a los contrafuertes
andinos (excepto Misiones, norte de Corrientes y selva tucumano-salteña- Yungas). La provincia
chaqueña se divide a su vez en los distritos oriental, de la sabana, serrano y occidental. Santiago
del Estero pertenece a este último.
El espacio argentino considerado como provincia chaqueña (occidental) es un bioma en mosaico,
caracterizado por la presencia dominante de una cobertura arbórea, salpicado o acompañado de
pastizales y otras hierbas no graminoideas, adaptadas a unidades físicas regionales y locales de
clima y suelo, en ambiente subtropical y lluvias estivales, que se transfigura sensiblemente en los
distintos puntos cardinales de observación geográfica.
En general la vegetación natural presente refleja inobjetablemente los pulsos estacionales de
la variabilidad hídrica y condiciones locales del relieve, traducidas en la presencia de plantas
halófilas, donde las cuencas de subsidencia negativa desarrollan suelos halomórficos,
frecuentemente inundados o sometidos a drenajes excesivos de abajo hacia arriba, que
depositan en la superficie del suelo las sales ascendentes. En cambio, especies arbóreas xerófitas
y arbustivas caducifolias ocupan los suelos más evolucionados, en los relieves
positivos y mejor drenados.
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En este sentido, Santiago del Estero inserto en tal subunidad biomática, es provincia de transición
no sólo climática, de relieve y suelo, sino también por su cobertura vegetal, que se manifiesta en
la presencia de paisajes diferenciales en sus extremos exteriores: noreste, bosque húmedo;
sudoeste, monte xerófilo; noroeste, selva subtropical y sureste, estepa- pradera de gramíneas,
que degradan o agradan según el sentido considerado. En el este y oeste marginal del
territorio, aparecen palmares como respuesta al carácter subhúmedo regional, y de norte a sur,
el parque es sustituido por la sabana-arbustiva y la estepa-pradera, respectivamente. El árbol
como prototipo del “Chaco”, pierde cobertura.
En general, el bosque santiagueño se encuentra asociado de modo diverso según la latitud
considerada, evidenciándose en cada unidad y ambiente los caracteres locales del relieve,
suelo y humedad, ya que como espacio de llanura no ofrece uniformidad topográfica, y en
cambio sí alteraciones ondulantes. Al mismo tiempo debemos señalar que el promedio de las
lluvias es de aproximadamente de 600 mm anuales, pero no todo su espacio recibe idéntica
precipitación, lo que origina un cambio en la presencia local de los suelos, que son el soporte
natural de las plantas, adaptadas ecológicamente a tales determinaciones ambientales.
La sequedad provincial se manifiesta en especies espinosas como los Prosopis y las cactáceas,
que tipifican la realidad climática santiagueña, decididas por alteraciones naturales y
artificiales de intervención humana. Las cuencas hídricas diagonales de los ríos Dulce y Salado
definen espacios ocupados por especies arbóreas selectivas e invasoras como el vinal y otras
plantas halófilas, acompañadas por pastizales y chilcas en los albardones. El jume y otras especies
definitivamente salinas ocupan las cuencas con deficiencias hídricas y topografía plana con
drenaje impedido.

ASENTAMIENTOS HUMANOS

Santiago del Estero es provincia mediterránea con características físicas de transición,


evidenciada en lo topográfico, hídrico-climático y edafológico-vegetacional, que al mismo tiempo
señalan una convergencia de factores naturales, definitorios de un nuevo paisaje. En su propia
indefinición expone su excepcionalidad territorial. Sin ser monte, chaco, pampa o selva, es todo
a la vez, aunque con modalidades propias. En este sentido, es la única provincia argentina con
tal singularidad. Al carácter bipolar de su relieve se suma la lengua hidrográfica mesopotámica
endorreica de gran significación, determinada por los ríos Dulce y Salado, sobre los cursos de los
cuales se ha desarrollado gran parte de la historia humana provincial, que tiene una
antigüedad mayor a los ocho mil años.
Los asentamientos humanos pasaron por varias etapas, a lo largo de las cuales se advierte un
proceso acumulativo de desarrollo cultural, así como la incorporación de tecnología foránea,
factores que contribuyeron a la ampliación y artificialización del paisaje, desde un modelo
prístino correspondiente a las viejas culturas recolectoras, a otros más avanzados y
definitorios, tal como ya los hemos señalados en el informe de 1985 (Togo y Basualdo).
A los primitivos pueblos recolectores-cazadores agrupados en bandas móviles, con sus talleres-
campamentos estacionales, les suceden grupos sedentarios en viviendas aisladas o aglutinadas 4
en aldeas indiferenciadas o en conglomerados mayores. El momento de los recolectores y/o
cazadores nómades implica delimitaciones espaciales de actividades, sin que ello signifique un
dominio territorial. A la inversa, cuando las poblaciones adquieren un carácter agrícola-
sedentario pierden espacio, pero logran un dominio sobre determinado espacio. Este dominio,
por la característica de la llanura santiagueña, ha tenido mayor presencia en la zona de influencia
de los cauces de los ríos Dulce y Salado por la gran variabilidad hídrica del territorio provincial.
Existen antecedentes confiables desde la arqueología, como la ampliación numérica de la masa
indígena previa a la conquista hispánica, que demuestran el crecimiento de las aldeas agrícolas
indiferenciadas, que ocuparon los espacios ribereños a lo largo de los ríos señalados, inclusive
el Horcones, el Urueña y el Albigasta, situación que facilitó sobremanera la economía colonial
encomendada, asentada y ampliada sin fronteras en toda América sobre la mano de obra
indígena concentrada, en la primera etapa de explotación. Luego, con idéntica estructura, le
suceden las reducciones como hacienda colonial religiosa-productiva y las mismas estancias,
decididas todas ellas desde el oeste y noroeste del territorio.
La llegada del ferrocarril, modifica sustancialmente no sólo la dirección de la etapa de
penetración al territorio, sino también la modalidad de asentamiento, ya que no requiere de
puntos de agua localizada por el indiferente sistema lineal de puntas de riel y el total
abastecimiento del recurso hídrico; en cambio exige la presencia de suelos pardo-forestales
con cobertura maderables. De este modo, las viejas poblaciones organizadas en villas o aldeas
coloniales, ubicadas en los bajos y zonas de derrame o inundación periódica, perdieron
sustentación por la explotación y explosión humana que esta tecnología ha producido,
llevando a las poblaciones a sectores espaciales de la provincia donde jamás antes estuvo
localizada. La estación del ferrocarril se convierte así en el centro de convergencia y
divergencia de esta nueva modalidad de asentamiento, concentrada y localizada cada 20, 25 ó
30 km en el sector de servicios; y en el de producción, campamentos dispersos y transitorios
enmascarados por el paisaje. Algunas colonias de extranjeros llegan a roturar la tierra
acompañando al ferrocarril desde el sudeste y este del territorio, definiendo las cuadrículas de
sus explotaciones agrícolas, que son atípicas en Santiago del Estero. Cuando tal infraestructura
pierde su vigencia en los años 30, estimulado por la construcción de caminos decididos por ley
de creación de Vialidad Nacional en 1932, cuyo trazado si bien sigue básicamente el de los
ferrocarriles, muchos de ellos son de carácter transversal, estimulando los asentamientos
independientes o asegurando las estructuras pastoriles ya localizadas en forma dispersa. Estos
asentamientos son acentuados en los tiempos modernos por el empuje del empresariado
capitalista, que incorpora tinglados y un parque de maquinarias ajenos al paisaje santiagueño y
orientados específicamente a las explotaciones de los suelos con fines agrícolas o ganaderos
(Togo y Basualdo, 1985).
Los primeros habitantes del territorio provincial
De acuerdo con los antecedentes disponibles, los primeros indicios de la ocupación humana
dentro del territorio provincial estarían atestiguados por los hallazgos de instrumentos líticos,
(precerámico o paleoindio) en zonas restringidas de las estribaciones de las sierras de
Sumampa y Ambargasta. Roque Gómez (1975) confecciona una tipología con los materiales allí
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recogidos. La mayoría de ellos presentarían pocos retoques y ausencia de instrumentos
plenamente acabados, por lo que el autor sugiere que estos sitios fueron talleres y no
campamentos.
Los materiales recolectados superficialmente por Gómez son grandes lascas trabajadas por
percusión directa sobre roca, que no fueron usadas por ningún otro grupo, por lo menos
dentro de la provincia, hasta donde hoy conocemos. Por otro lado, existen sitios donde se
encontraron elementos tecnológicos más elaborados y especializados en la caza mayor y
menor. Para ese momento, el territorio provincial tendría una fisonomía semejante a la actual;
por lo tanto, los últimos representantes de la megafauna del Cuaternario ya habían
desaparecido, dejando paso a la fauna actual.
Los restos humanos “fosilizados” provenientes de las barrancas del río Dulce, en la zona
comprendida entre Rincón de Atacama, Las Tinajas, La Fragua, La Cañada, Sotelo y Sotelillo,
todos pertenecientes al departamento Río Hondo, fueron descritos y analizados por distintas
personalidades en la primera mitad del siglo XX. Algunos de estos investigadores los consideraron
pertenecientes al Pleistoceno e incluso al Terciario, sobre la base de su ubicación de los estratos
sedimentarios y la aparente fosilización de estos restos, creando incluso razas locales, como
Ameghino.
De acuerdo con los estudios realizados, hoy estamos en condiciones de aportar nuevos
elementos sobre estos antiguos habitantes de la zona de Termas de Río Hondo, ya que dichos
restos corresponderían casi con seguridad a los portadores de la cerámica Las Mercedes, a
pesar de su aparente relación estratigráfica con restos faunísticos extinguidos. Sin embargo, no
deberíamos descartar la posible asociación con los fabricantes de las puntas lanceoladas o
sublanceoladas encontradas en dicha zona.

Los grupos sedentarios


En cuanto a los primeros asentamientos de los grupos sedentarios dentro de la provincia, a partir
de los sitios relevados por nosotros (Togo, 2004) o lo señalado por Gómez (1966), es posible
sostener que las sociedades portadoras de la cerámica conocida como Las Mercedes -y también
Candelaria- hayan tenido una amplia dispersión y un alto grado de concentración humana, ya
que los sitios se encuentran muy próximos entre sí, especialmente en la ribera del Dulce desde
Termas de Río Hondo hasta el sur de Salavina y la zona serrana de Guasayán. Este
comportamiento debería haber sido similar en algunos de los tramos del Salado, así como en
el faldeo este del Aconquija, en la actual provincia de Tucumán.
De acuerdo con los restos recuperados, la adaptación al medio aparenta haber sido muy
estrecha, lo que les permitió hacer uso de los distintos recursos estacionalmente a través de la
caza, la pesca y la recolección. Estos recursos habrían contribuido mayoritariamente a la
subsistencia de los grupos, pero con cierta complementación con productos provenientes de la
agricultura y tal vez de la ganadería de camélidos. Con respecto al ñandú, sostenemos que esta
especie ha desempeñado un papel destacado en la vida de esta comunidades y de las
sociedades posteriores, tal como lo señalan algunos de los cronistas en relación con ciertos
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rituales observados por los españoles, de allí la posibilidad de su crianza en cautiverio. La alta
frecuencia de restos óseos recuperados, además de los fragmentos de cáscara de huevos,
evidenciaría la importancia de esta especie para los indígenas.
El desarrollo de Las Mercedes dentro del territorio provincial abarcaría entre el 350/400 y el
1100/1200 DC, de acuerdo a los fechados radiocarbónicos disponibles. La perduración de Las
Mercedes hasta época relativamente tardía nos lleva a plantear las causas que habrían dado
origen al cambio cultural en la llanura santiagueña, que modificaron profundamente la
concepción de los patrones preestablecidos tanto en lo tecnológico como en lo ideológico. Es
posible que esto fuera producto de la combinación de dos factores: la dinámica interna y el
contacto con grupos portadores de nuevos elementos.
La existencia de numerosas poblaciones radicadas tanto en la mesopotamia santiagueña como
en la serranía de Guasayán, con posterioridad a la de los fabricantes de la cerámica Las
Mercedes, supondría la continuidad de estas poblaciones preexistentes, o de lo contrario, se
trataría de pueblos que dominaron y aculturaron a los establecidos en la llanura.
Desde la arqueología, a estas comunidades se los identifican como los fabricantes de la cerámica
conocida como Sunchituyoj. Éstas se encontrarían plenamente desarrolladas y estabilizadas
hacia el 1350 DC, de acuerdo a los fechados absolutos del sitio San Félix; por lo tanto, su
comienzo debería ser anterior a esa fecha (Togo, 2004). Si la cronología es correcta, todavía
desconocemos las razones que dieron origen a la transformación tecnológica, y al mismo tiempo
la introducción de patrones ideológicos ausentes o restringidos hasta ese momento, como la
presencia de las asas y la bases planas, las asas cónicas macizas y el uso masivo de tiestos
molidos; la iconografía central del búho en los motivos decorativos; las puntas de proyectil
fabricadas en hueso; los entierros secundarios de adultos en urnas; el uso de las narigueras; la
incorporación de las campanas o alfarería gruesa y las construcciones habitacionales sobre
montículos naturales, artificiales o mixtos, tanto en la zona llana como en la serranía de
Guasayán.
Con respecto a los grupos humanos que fabricaron los materiales conocidos como Averías, de
acuerdo con los fechados radiocarbónicos su desarrollo habría sido muy cercano a la llegada
de los conquistadores europeos, por lo tanto no existen dudas del contacto con los españoles.
Para ello contamos con indicadores objetivos, tanto dentro como fuera de la provincia, así
como las asociaciones directas con elementos incaicos e hispánicos. Hasta el presente, no
existe claridad en cuanto a su verdadero origen, en cambio su relación con Sunchituyoj es
evidente, aunque desconocemos desde cuándo y cómo.
Por el momento no existen datos concretos para señalar a los tonocotés históricos como los
fabricantes de los elementos conocidos como Averías, aunque temporal, espacial y
etnográficamente deberían serlo, sobre la base de los informes de los primeros cronistas que
pisaron suelo santiagueño.
El contacto hispano-indígena estaría representado dentro de la provincia por la fase cultural
que denominamos oportunamente como Sequia Vieja (Bravo y Togo, 1983). La asignación a la
fase con este nombre no fue arbitraria, ya que era la más representativa de todos los sitios
conocidos hasta el presente con material hispano-indígena.
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A pesar de los sitios estudiados y de los análisis bibliográficos realizados, todavía
desconocemos el comportamiento de las culturas precolombinas y de las parcialidades indígenas
radicadas en el ámbito provincial. El vacío de conocimiento es el principal obstáculo para la
resolución de los diversos problemas planteados.

Modalidad de asentamiento y uso de los recursos. Los antecedentes


En primer lugar trataremos de establecer algunas de las modalidades de asentamientos humanos
previos a la conquista española en el territorio provincial, para lo cual hemos seleccionado a
algunos autores que trabajaron sobre la problemática indígena. Los Wagner (1936) inician su
exposición con una descripción meticulosa del ambiente geográfico del territorio provincial y
ponen especial énfasis en la descripción de los ríos Dulce y Salado que riegan gran parte de
llanura santiagueña, cursos de agua a cuyos regímenes describen como muy caprichosos,
causantes de una multiplicidad de cambios ambientales. Estas circunstancias, para ellos,
constituyen un factor de gran interés para resolver los enigmas que plantea la arqueología
santiagueña, fundamentalmente los referidos a lo que ellos llaman “viejas ciudades
precolombinas”, como las de Llajta Mauca, Las Represas, Las Marías, etc., cuya ubicación y
distribución puede ser explicada en relación con los antiguos cursos de agua del río Salado que
anteriormente regaban esas tierras, hoy resecas. Razonamiento que además les sirve para
apuntalar su teoría acerca de la marcada antigüedad de estas manifestaciones pues según ellos,
estos cambios y transformaciones se produjeron únicamente luego de un largo proceso.
En su introducción también señalan como rasgo de fundamental importancia la característica
selvática del ecosistema santiagueño de otros tiempos, sin el cual se volvería imposible
explicar el sostenimiento de lo que ellos llaman “populosas naciones”. En este sentido
sostienen que un régimen de esta naturaleza habría gozado de una atmósfera húmeda,
favorecida por el amparo de la selva que conservaba el vapor de las abundantes lluvias y que
favorecía el cultivo del maíz, que los Wagner creían que los indígenas practicaban. Cultivo que
hubiera sido imposible sin esta condición, sobre todo si se tiene en cuenta que los Wagner dan
como supuesto que estas poblaciones no utilizaron el recurso del riego artificial, por lo que el
agua de lluvia era imprescindible. Esta descripción quedaría incompleta si no se incluyera en este
contexto la riqueza de la fauna y de la flora local, que habría sido un importante
complemento en la economía de las naciones citadas por ellos.
De acuerdo con estos autores, los antiguos habitantes de la llanura construyeron los
montículos dispuestos irregularmente en el paisaje, conformando avenidas a cuyos pies se
encontrarían los depósitos para el agua. Éstos, junto a la alfarería y los elementos de hueso
desperdigados a su alrededor serían los últimos vestigios de estas antiguas ciudades y pueblos
precolombinos.
Según la opinión de los Wagner, los túmulos serían netamente artificiales, compuestos “por un
núcleo homogéneo de tierra tomada de los terrenos circundantes” (:339). Tendrían en el caso
de los más grandes entre 20 y 25 metros de ancho por 50 metros de largo y tres o cuatro
metros de altura. Estas elevaciones habrían sido utilizadas como lugares de habitación, pero
también como entierros, es decir usadas como sepulturas. En otros casos, habrían cumplido la 8
función de diques de contención para las aguas, que se embalsaban en grandes represas
construidas para ese fin. Por lo tanto, estos túmulos no evidenciarían señales de habitabilidad,
hecho que reforzaba la opinión de los Wagner acerca de la función que cumplían. En realidad
serían albardones de los meandros de los ríos abandonados, de allí la ausencia de restos
habitacionales.
Los autores insisten en que el objetivo fundamental era la de orientar y contener las aguas,
que después eran utilizadas cotidianamente por la población. Razón por la que siempre estos
túmulos estarían ubicados al lado de los lechos secos de ríos, o en su defecto, para encaminar
las aguas de lluvia hacia los depósitos abiertos para almacenarla; esta sería la causa principal
de la disposición y orientación espacial. De acuerdo con los autores sería un hecho totalmente
razonable, ya que al estar ubicados en los bordes del agua, habitarlas era imposible, dada la
cantidad de mosquitos que dificultaría la vida cotidiana.
Además, han sostenido que era una manera muy efectiva de contrarrestar los efectos de las
inundaciones y desbordes que sufrieron las poblaciones, de los ríos Dulce y Salado, afectados
por los deshielos andinos y las lluvias estivales. De esta manera las aguas permanecían
embalsadas en las grandes avenidas que formaban los túmulos hasta que bajaban los torrentosos
caudales de los ríos, y cuando esto ocurría, estas aguas retomaban su curso natural.
La inclusión de estos autores es independiente de la posición que sustentan en cuanto al
origen, los simbolismos, la antigüedad y dispersión de la civilización que plantean. Los estudios
recientes han modificado sustancialmente los conceptos que sostuvieron estos autores;
posiciones a las que adherimos y, por lo tanto, no compartimos la mayoría de las afirmaciones
contenidas en los distintos trabajos de los Wagner, especialmente sobre la existencia de una
antigua civilización chaco-santiagueña.
Frenguelli (1940) al realizar la caracterización geográfica de la provincia de Santiago del Estero,
señala las estrechas vinculaciones fisiográficas, fitogeográficas y edafológicas, las que se
traducen en causas eficientes de dispersiones biológicas. Define a la provincia de Santiago del
Estero como área de propagación y de tránsito de formas zoológicas, inclusive humanas.
Considera que en su territorio se observan además de las transformaciones florísticas, la
transición de los distritos faunístico subtropical y pampásico.
A continuación el autor hace una serie de consideraciones en relación al hombre y su
asociación con el medio, especialmente con el agua potable, que debió marcar ciertos derroteros
obligatorios para poder cruzar o establecerse dentro de Santiago del Estero, ya que no poseían
los “recursos de la civilización moderna”.
Frenguelli señala que las rutas obligatorias, aunque precarias, fueron trazadas por los cursos
fluviales no permanentes y las depresiones, especialmente durante la estación lluviosa, época en
la que se multiplicarían o dilatarían las lagunas y los cursos transitorios. “Fueron posibles,
entonces, por estas vías, desplazamientos de elementos humanos migrantes desde las regiones
boscosas del norte hacia la pradera y especialmente el curso del río Dulce, cuyo caudal de agua
cristalina está alimentado abundante y permanentemente por sus nacimientos en las
vertientes orientales del sistema del Aconquija (…)Pero, también el Salado debió desempeñar la
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función de rumbo importante por la extraordinaria longitud de su curso y la importancia de las
regiones que cruza en su recorrido” (:18).
“Además, el curso de ambos ríos, en comparación con la ruta precaria de las depresiones,
pudo adquirir mayor importancia no sólo como vía de dispersión y de tránsito, sino también
como zonas de estacionamiento humano. En efecto, sólo en sus márgenes pudieron haber
prosperado poblaciones sedentarias de agricultores. Pero, desde este punto de vista, más que
las depresiones y los mismos ríos, la máxima importancia debió ser alcanzada por las áreas
nodales formadas por la intersección de ambos sistemas hidrográficos”.
“Una de estas áreas nodales de notable desarrollo, determinada por la intersección de la zona
deprimida occidental y el valle del río Dulce, sigue el curso de este río desde la ciudad de Santiago
hasta más allá de Salavina, ensanchándose transversalmente desde Villa San Martín y Loreto
hasta Fernández y Taboada. Su importancia como área de dispersión y estacionamiento humano
está claramente revelada por la considerable cantidad de materiales arqueológicos que de su
suelo pudieron exhumarse” (:19).
Lorandi y Lovera (1972) señalan que el patrón de poblamiento se habría organizado de
acuerdo a los cursos de los ríos, tanto de los cauces principales y brazos secundarios actualmente
con agua como de aquellos antiguos, hoy abandonados y secos. Por lo tanto el sistema de
asentamiento estaría estrechamente ligado al régimen de los ríos y sujeto a las constantes
fluctuaciones hídricas. De acuerdo con este principio habrían existido combinaciones
cíclicas de inundación-sequía por un lado, y por el otro, el aprovechamiento para la actividad
agrícola de las zonas inundables por el depósito anual de limos fértiles. Esta sería una de las
razones de las constantes modificaciones de los emplazamientos humanos.
“El asentamiento típico santiagueño se hizo sobre montículos que se alinean en número
variable, siguiendo, en general, los cursos de los ríos, y cuyo origen y morfología ya ha sido
explicado por Frenguelli. Esto es válido, por lo que conocemos hasta ahora, para el período medio
– tardío, es decir, aquél ocupado por lo que se denomina Sunchituyoj y Averías; pero no así para
Las Mercedes, que corresponde al momento más temprano. Tampoco se encuentran
asentamientos sobre montículos en Guasayán ni en el curso superior del río Dulce, donde los
fragmentos de alfarería u otros restos yacen directamente sobre las barrancas” (:181). Esta
afirmación no es del todo correcta, ya que hemos detectado varios sitios en la Serranía de
Guasayán, con montículos artificiales.
Los grupos prehispánicos de Santiago del Estero habrían poseído una economía de
subsistencia, pero también pudieron haber sido agricultores por inundación, especialmente
aquellos grupos que vivieron próximos a la ciudad de Santiago del Estero, de acuerdo a la
información proporcionada por Diego Fernández (Berberián, 1987) sobre la práctica agrícola al
momento de la conquista española.
Por otro lado señala la importancia de la recolección de frutos silvestres como el algarrobo,
chañar y mistol y la caza de especies de mamíferos, aves y reptiles y la pesca estacional; todas
estas actividades constituyeron los recursos de subsistencia, de suma importancia en un
ambiente como el santiagueño.
De acuerdo a los huesos recogidos en el sitio Quimilí Paso, en primer lugar estarían los peces,
siguiendo en importancia los mamíferos y las aves, especialmente el ñandú. “Si bien no se
descarta que las comunidades del Mailín, o al menos Quimilí Paso, hayan sido agrícolas, la 10
preponderancia de la dieta carnívora aparece afirmada por ciertos caracteres osteológicos
observados en uno de los restos humanos desenterrados en el lugar” (:181). De acuerdo con el
análisis efectuado tendría malformaciones óseas y alteraciones dentarias que corresponderían
a una dieta no equilibrada.
El Dr. Raffino (1975) al caracterizar los modelos económicos del noroeste argentino señala que
“a la luz de las evidencias aportadas por la arqueología, es indudable que el modelo productivo
agrícola del interfluvio santiagueño no alcanzó el desarrollo tecnológico, ni la importancia de
los bolsones fértiles puneños, valles y quebradas. No obstante casi 70 años de investigaciones,
el suelo santiagueño no alcanzó a proporcionar mayores elementos, sean datos de infraestructura
ligada con la agricultura, o con indicadores mobiliares, por medio de los cuales se puede inferir
un modelo económico agrícola que haya sido capaz de aglutinar poblaciones estables y, en cierto
modo, equipararse con el prolífico nivel tecnológico-artesanal aborigen de Santiago del Estero,
especialmente su alfarería. Es indudable que esta falta de datos obedece, en gran medida, a la
ausencia de documentos arquitecturales elaborados sobre la utilización de materiales no
perecederos, como la piedra. El registro arqueológico de esta región parece destinado a tipificar
a sus aborígenes a un modo de vida aldeano e inestable, concentrados en túmulos en las zonas
pantanosas intermedias entre las cuencas del Dulce y Salado; productores de una tecnología
orientada hacia una economía con escasa ganadería de llama, y mucha caza y recolección, donde
la agricultura aparecería como un recurso secundario” (:36).
Por otro lado, el autor advierte que el panorama es completamente diferente cuando se analizan
las primeras crónicas de los españoles, donde se observaría la magnitud de los recursos
agrícolas presentes. La zona de mayor agriculturización habría sido el interfluvio húmedo
de los ríos Dulce y Salado, así como las depresiones, canales y cuencas temporarias que fueron
utilizadas para la extracción del agua para riego.
De acuerdo con el autor, “el sistema agrícola practicado puede ser llamado “de inundación”, o
de agricultura en bañado, que resulta ser una variante muy empobrecida del “permanente”.
Efectuado con regadío, con la utilización de canales y hoyadas (ambas muy mencionados por
las crónicas). Se comprueba etnohistóricamente la intervención de cultígenos como el maíz,
pallar, poroto, raíces tuberosas y quinua” (:36). Como evidencia indirecta considera los aportados
por la arqueología, especialmente el trabajo de Lorandi y Lovera (1972).
Dentro del modelo económico considera que debería incluirse también la escasa ganadería de
llama, la recolección de algarroba, miel, nogal y moluscos; la caza de animales como los
cérvidos, camélidos, aves y roedores, así como la pesca en ríos y pantanos. En base a estos
elementos establece, “un modelo económico mixto o simbiótico de recursos agrícolas con no
producidos. Aparentemente estos recursos fueron suficientes como para permitir
concentraciones demográficas en poblados urbanizados, como los mencionados por Diego
Fernández” (:37).
Por fuera del área de los interfluvios húmedos existiría hacia el este una economía basada en
la depredación, ya sea por caza, recolección o pesca, que debió tener contacto con los grupos
sedentarios agricultores, generando una economía mixta o simbiótica.
Finalmente, presentaremos el trabajo elaborado por Cione, Lorandi y Tonni (1979) referente a
11
los estudios realizados sobre los restos recuperados en la antigua población prehispánica
identificada como El Veinte. En base a las conclusiones obtenidas por el Dr. Cámara
Hernández, hacen referencia a la existencia en el sitio estudiado de más de una raza de maíz,
lo que demostraría una selección previa, lo que implicaría a su vez un proceso de
diferenciación. En sus opiniones estos maíces tendrían vinculaciones con especies conocidas
en el noroeste, aunque reconocen que la escasez de la muestra impide aventurar conclusiones
más exactas.
Con respecto a los cultígenos citados por los cronistas como, frijoles, zapallos y “una planta como
la yuca”, considera que esta última podría tratarse de la batata; esta afirmación se encuentra
apoyada fundamentalmente en los datos de la agricultura actual. Apoyan su hipótesis acerca
de la batata en el hecho de que su cultivo se realiza en Santiago con riego por inundación, y como
dan como un hecho la habilidad de los antiguos pobladores de El Veinte para el control de las
aguas, existiría la posibilidad de que hayan utilizado estas técnicas para su cultivo. Además, la
presencia de las hachas pulidas en este sitio, elemento característico de los pueblos que
practican el desmonte, podría ser un indicador, siguiendo la misma línea de hipótesis, de la
práctica de una horticultura de tubérculos, que habría constituido una buena parte de la dieta
alimenticia, dado el escaso tamaño de la mazorca del maíz recuperado.
Por otro lado, los autores adjudican a la recolección un carácter complementario de todas las
otras actividades descriptas. En este sentido incluyen la recolección de frutos del monte
circundante, es decir de algarroba, mistol, chañar y ají. Amén de otros productos que no citan
y que completarían su actividad recolectora. Sostienen que esta actividad se desarrollaba
durante el verano, de noviembre a marzo, para la que debieron organizarse “ya sea por
división sexual del trabajo, ya sea por grupos de edades o familiares".
Como comentarios e hipótesis generales, de acuerdo con los autores existiría en el área de
estudio, “desde el punto de vista de la dinámica ecológica prehispánica la existencia de tres
sectores diferentes”:
1. La ocupada por el poblado actual, donde se registrarían los mayores volúmenes de
agua en época de inundación. Esto habría facilitado la pesca que, a juzgar por la
ictiofauna analizada, correspondería a la que se encuentra en bañados y esteros. A su
vez, la gran humedad acumulada por la concentración de agua permitiría la práctica de
la agricultura. Sostienen que no debe haber existido mayor humedad en el pasado que
en la actualidad, pues la fauna es la correspondiente a la de las zonas semiáridas con
bosques circundantes y abras que contenían pastizales con cuerpos de agua cercanos.
Esto justificaría la presencia de gran cantidad de aves acuáticas continentales y la de
los guanacos, para quienes estos espejos de agua habrían servido de abrevaderos.
2. Sector ocupado por la población prehispánica: los autores comprueban que en esta
zona existieron, además de los cauces naturales, desagües planificados. Ambos
conformaban un sistema de drenaje que simultáneamente evitaba las inundaciones de
las zonas habitadas, y aseguraba la acumulación de las aguas en las represas ubicadas en
el extremo sur del asentamiento.
3. El bosque circundante: este lugar habría sido, para los autores, la principal fuente de
recursos de caza, pesca y recolección. La actividad de caza, tal como lo sostienen, se
desarrollaba aparentemente durante todo el año. Aunque resaltan la existencia de cierto
control selectivo de la fauna, pues el consumo evidencia la ausencia de animales
12
muy jóvenes, salvo en el caso del guanaco. Por último, establecen que la alimentación
obtenida por la caza era lo suficientemente completa en cuanto a su valor proteico. El
guanaco ocupaba un lugar destacado en la alimentación, a juzgar por la gran cantidad
de huesos de esta especie, y la importancia de su caza queda evidenciada por el hallazgo
de un posible sacrificio en uno de los montículos. La pesca en su mayoría estaba
constituida por cascarudos, armaditos, anguilas y bagres. La horticultura pudo haber
tenido una importancia relativa, mayor que la que tiene actualmente e hipotéticamente
habría estado centrada en el cultivo del maíz y de la batata. Las semillas de recolección
podrían haberse conservado en forma de harinas o bebidas fermentadas.

Nuevos aportes
A continuación presentaremos algunas evidencias relacionadas con el aprovechamiento de los
recursos por parte de las distintas comunidades prehispánicas asentadas dentro del territorio
provincial. Estos grupos pertenecen a momentos cronológicos y culturales diferentes (Togo,
2004). En primer lugar analizaremos los correspondientes a los asentamientos de los grupos
portadores de la cerámica conocida como Las Mercedes, cuyo desarrollo lo ubicamos
tentativamente entre el 350/400 y el 1100/1200 DC.
El sitio Brea Pozo Viejo se encuentra próximo a la localidad actual de Brea Pozo, departamento
San Martín; en este lugar realizamos sondeos estratigráficos donde además de la cerámica se
recuperaron restos esqueletarios pertenecientes a los órdenes de Camelidae, Rodentia,
Rheidae y Canis, además de otros no identificados. La mayor cantidad de restos pertenecen a
los camélidos (más del 70%), con una alta posibilidad de que correspondiesen a guanacos;
hasta tanto no concluyan los estudios correspondientes no debería descartarse que algunos de
ellos pudiesen pertenecer también a llamas. El segundo grupo en importancia corresponde al
orden Rodentia, cuyos restos podrían pertenecer a cuises, conejos, vizcachas o coipos. Con
respecto a los restos pertenecientes a la familia Canidae no se pudo determinar su
especificidad en forma fehaciente, por lo tanto podrían corresponder tanto a zorros como a
perros. Por último citaremos la presencia de un número considerable de restos pertenecientes
a ñandú o suri, lo que demuestra su importancia dentro de la economía local.
Por lo expuesto, la base económica de los pobladores de Brea Pozo Viejo estuvo sustentada, casi
con seguridad, en la caza, pesca y recolección. A pesar de no contar con evidencias, es posible
que complementariamente se dedicaran a la horticultura de cultígenos como el maíz y el zapallo.
La Cañada es el siguiente sitio que presentaremos en esta ocasión. El yacimiento prehispánico se
encuentra al sureste de la ciudad termal de Río Hondo, sobre la margen izquierda del río Dulce.
En cuanto a la economía, de acuerdo con los materiales recuperados habría sido básicamente
depredadora, aunque no podría descartarse la práctica de la horticultura. En cuanto a la caza,
aparenta haber aprovechado todo el potencial ecológico del medio, aunque no debemos
descartar la posibilidad de la domesticación del ñandú o suri por la gran cantidad
de restos, así como de llamas. Además de los camélidos y del ñandú se recuperaron restos de
13
quirquinchos de varias especies, lagartos, chanchos del monte, vizcachas, conejos, carnívoros y
roedores. También era frecuente la recolección de caracoles, tortugas, etc. La pesca
posiblemente haya sido fundamental en la dieta alimenticia, ya que consumieron en gran
cantidad, variedades de bagres, sábalos, bogas, dorados, tarariras, palometas, etc.
Los grupos humanos asentados en el sitio que hemos denominado Villa La Punta-Guayacán
aprovecharon todas las potencialidades que el medio les ofrecía. Entre los recursos más
utilizados se encuentran los suris, ya que de esta especie obtenían tanto la carne, los huevos y
las plumas; se desconoce si eran domesticados o no. Los camélidos también fueron
importantes dentro de la dieta alimentaria, de acuerdo con la cantidad de restos recuperados,
que según el especialista del Museo de La Plata, serían de guanacos la totalidad de ellos. Entre
otros restos tenemos tres especies diferentes de conejos, así como los pertenecientes a los
géneros Rodentia y Microcavia. Otras especies presentes son las de lagarto, cuis, quirquincho,
ave, mamífero y caracol terrestre. A pesar de la identificación de gran número de restos, muchos
de ellos no pudieron ser clasificados por estar fragmentados o carecer de las partes claves, razón
por la cual se desconoce la totalidad de la fauna aprovechada.
El sitio definido como San Félix se encuentra ubicado en el departamento San Martín, a unos
30 km de Fernández. Corresponde a un asentamiento de los grupos portadores de la cerámica
Sunchituyoj. Los resultados de las investigaciones practicadas en dicho sitio fueron altamente
satisfactorios en cuanto al aprovechamiento de los recursos, ya que se dispone de evidencia
del uso de fauna local como guanaco, nutria, conejo de palo, conejo o tapetí, tuco-tuco,
peludo, vizcacha, lagartos, ñandú, caracoles, peces y ciervo de los pantanos. Para la identificación
de la especie, clase, familia o género se utilizaron las partes esqueletarias más representativas,
lo que confiere seguridad. El ciervo de los pantanos y otras especies cazadas o recolectadas nos
sugieren el ambiente donde desarrollaron sus actividades los habitantes de esta localidad.
De acuerdo a los restos identificados, la dieta alimentaria era muy variada, aprovechando las
posibilidades que el medio les ofrecía para cada estación del año, desde determinadas
especies de reptiles, gasterópodos, mamíferos, peces, roedores, anfibios y aves. Los más
representativos son los guanacos, los ñandúes (carne y los huevos), los conejos, las vizcachas, las
víboras, las culebras, los quirquinchos, los lagartos, los caracoles de agua y terrestres y los peces
como los bagres, sábalos, dorados, tarariras, bogas, etc.
La economía debió ser básicamente extractiva, sustentada tanto en la caza, pesca y
recolección, complementada con la horticultura de especies como el maíz (por el hallazgo de
un fragmento de mazorca quemada). En cuanto a la caza aprovecharon todo el potencial que
cada estación y el ambiente les ofrecía, de allí la gran variedad de especies que encontramos
como restos de cocina. La recolección de frutos como la algarroba o el chañar debió ser
importante, como lo demuestra el hallazgo efectuado en uno de los montículos estudiados.
Por último presentaremos los materiales extraídos de las excavaciones realizadas en el sitio
con cerámica Averías denominado Media Flor, departamento Robles, donde se recuperó un
número importante de restos faunísticos. Los materiales fueron clasificados e identificados,
algunos hasta la categoría de especies, mientras que en otros se pudo llegar hasta el de clase
(Gasteropoda, Aves, Mammalia); superorden como Teleostei; orden como siluriformes, 14
characiformes, Anura, Artiodactyla y Rodentia; familia como Columbridae y Dasypodidae y
género como Austroborus, Spixia, Bulimulus y Ctenomys.
De acuerdo con los restos recuperados, la comunidad radicada en Media Flor utilizó todos los
recursos disponibles del medio para su alimentación, lo que señala el pleno conocimiento del
entorno natural y sus posibilidades a lo largo de las distintas estaciones. El tamaño del
asentamiento demuestra el éxito alcanzado en la práctica de una economía mixta depredadora
-recolectora, cazadora, pescadora- y la complementación con posibles cultivos de maíz, zapallo
y poroto, de acuerdo con los relatos de los primeros cronistas que pisaron suelo santiagueño.
La posible dependencia a un mayor consumo de maíz, para este grupo, se encuentra evidenciada
en los huesos de los esqueletos analizados, donde han quedado las improntas de las carencias
proteicas y el aumento de las caries dentales, casi ausentes en sociedades precedentes.

La presencia española
Con la llegada de los conquistadores españoles a suelo santiagueño el panorama de los
asentamientos humanos y el uso de los recursos cambian sustancialmente, ya que las tierras
consideradas como comunitarias pasan a ser de propiedad privada, de una encomienda,
merced o particular.
Como ya lo hemos definido en el trabajo de 1985 (Togo y Basualdo), el dominio ejercido por
los españoles en el Tucumán colonial, tuvo que realizarse –por razones estratégicas de
concentración de fuerzas- desde los reducidos espacios aldeanos y tribales conquistados, para
proyectar luego su poder administrativo, religioso y militar al espacio regional, cuyos límites se
tornan imprecisos. Si bien los españoles aprovecharon el sistema puntual de asentamiento
indígena, es obvio que introdujeron variantes propias en la organización interna de los núcleos
de poblamiento, llamándolos ciudades, villas o pueblos, según lo establecían las Leyes de
Indias y cuya presencia señala la importancia y categoría regional de las mismas, subordinadas
en todos los casos a un sistema jerarquizado de control estratégico que se va definiendo desde
el principio de la conquista, manifestadas en las corrientes del Perú y Chile, convergentes
ambas en Santiago del Estero, durante dos siglos capital religiosa, militar y civil del Tucumán
colonial.
Las poblaciones españolas se asientan sobre las preexistentes indígenas, en las cercanías de los
ríos y espacios productivos, como una modalidad regional uniforme, para obtener el beneficio
directo de los recursos generados, y aprovechar la mano de obra indígena concentrada. Esta
misma realidad se manifiesta en toda la América colonial, salvo algunas excepciones como las
fundaciones de Buenos Aires y Córdoba, que respondieron más a consideraciones de tipo
colonial-mercantil, de comunicación y administración.
En realidad la colonia española se manifiesta en tales frentes como un sistema de avance
desde el oeste, sustituyéndose con el tiempo distintas instituciones coloniales que señalan
momentos distintivos de actividades productivas: las encomiendas son reemplazadas por las
reducciones y, posteriormente, los fortines por las estancias, cada vez en espacios más
amplios, inclusive allende el Salado, que fuera barrera infranqueable en los comienzos del 15
régimen colonial, y luego frontera móvil, controlada estratégicamente por la indócil masa
indígena guaycurú-abipón.
Si bien el primer pueblo español asentado en territorio santiagueño fue Medellín, fundado por
Francisco de Mendoza en 1544, las primeras encomiendas las entrega Núñez del Prado en
1552 en las cercanías del real, sobre el Río Dulce, destacándose Soconcho, Tipiro y Manogasta.
Esta institución perdura mientras la masa indígena permanece casi constante en los territorios
conquistados; luego, cuando ésta entra en crisis por el exceso de trabajo, las enfermedades,
las muertes y la baja natalidad, hace irrupción una nueva forma institucional conocida como
reducción, que se instala sobre la cuenca del río Salado, región no controlada política ni
militarmente por los españoles. De esta manera surgen Vilelas (1737), Petacas (1762) y
Abipones (1772), localizadas en los actuales departamentos Sarmiento, Copo y Aguirre,
respectivamente.
La reducción como organización religioso-productiva controla y concentra las poblaciones
indígenas dispersas durante el siglo XVII, asegurando de esta manera la catequización y
aculturación forzada del indígena, por una parte; y por la otra, asegurando la producción agrícola-
ganadera y artesanal como base de sustentación de la colonia decadente. Durante el breve
período de vigencia tuvo su importancia institucional, pero la disminución real de la mano
de obra indígena y la constante presión ejercida por los grupos nómades del Chaco contribuyeron
en gran medida al abandono de las reducciones y al despoblamiento de las regiones del río
Salado, sólo dominadas y sometidas con las instalaciones de los fortines, en la cuenca inferior de
la misma (Tasso y Togo, 2000).
Los fortines surgen a fines del siglo XVII y perduran hasta muy avanzado el siglo XIX,
constituyendo una modalidad peculiar y nueva de poblamiento asegurado por el sistema
fortificado lineal, en frente de avanzada hacia el Chaco santiagueño, que contribuyó a asegurar
a las poblaciones españolas y criollas de la pampa húmeda y Santiago del Estero contra el
malón de los indígenas que tenían sus dominios en la región chaqueña y norte santafesino.
Los fortines se instalaron en un contexto descampado, en líneas estratégicas de mutuo apoyo en
caso de peligro, ubicándose a una distancia no mayor de 10 km unos de otros; muchos de ellos
estaban rodeados de empalizadas y fosas, defendidos internamente por cinco o seis soldados de
línea que no recibían paga alguna, y como retribución se les otorgaban predios agrícolas en los
que se instalaban con sus respectivas familias, en la mayoría de los casos. La extensión de las
tierras variaba de acuerdo a la jerarquía militar del adjudicatario. Estos fuertes tenían en su
interior los rancheríos distribuidos de sus escasos habitantes, dedicados a la cría de ganados y
el cultivo de las huertas; muchos de ellos se transformaron en cabecera de estancias o pueblos,
con las familias pioneras y a la presión espacial de la región. Los diversos fortines que se
instalaron dentro del territorio provincial se encuentran descriptos en los
trabajos de Orestes Di Lullo y Sara Díaz de Raed, tanto los del Salado como los del Dulce y las
transversales.
La especialización regional y local de las actividades productivas señala no sólo una
modificación de las formas sociales de relación del sistema encomendado, reduccional y
fortificado, sino también la instalación de la mano de obra mestiza y criolla, que suplantará a la
indígena y española pura de los períodos precedentes, desarrollados en grandes espacios
abiertos sin límites precisos, que van cubriendo la totalidad del territorio en forma horizontal, 16
y aisladas, como sistema de asentamiento de la campaña santiagueña, contribuyendo
espontáneamente al sostenimiento de los propios fortines con donativos de ganados en el
siglo XIX.
Como ejemplo señalaremos la descripción que realiza el Comandante Page, que navega el Salado
entre San Isidro y San Pablo (departamento Taboada) y Monte Aguará (provincia de Santa Fe) en
1855. En ella figura la estancia Doña Lorenza considerada como una de las “más afamadas del
Plata” por la gran cantidad de ganados que pastaban en esas tierras, así como el verdor de sus
alfalfares. Amadeo Jacques señala en 1856 a La Viuda como una de las estancias existentes, y la
considera como una rica región ganadera por los establecimientos instalados en dicha zona. En
el informe de Martín de Moussy de 1864 figuran numerosos fortines, pozos y estancias a lo largo
del río Salado, entre ellos incluye a La Sepultura (departamento Figueroa), perteneciente a los
Taboada, con gran cantidad de ganados vacunos y mulares. Finalmente citaremos a Alejandro
Gancedo, que identifica en 1889 numerosas estancias en su Memoria Descriptiva de Santiago del
Estero.
Muchas de estas estancias dieron lugar con el tiempo al surgimiento de aldeas o poblados
menores, por la práctica de la participación familiar sobre la propiedad de la tierra, sin que
presentaran las características organizativas de las “villas”, que históricamente se fundan
durante el período colonial, en las cercanías o sobre la mismas poblaciones indígenas,
siguiendo el curso de los ríos y en los lugares más favorecidos de las serranías, sobre los
caminos reales que unían Buenos Aires, Córdoba y el Alto Perú.
Es evidente que los asentamientos poblacionales de Santiago del Estero, en los tiempos
modernos, responden a modalidades históricas que se originaron en su espacio territorial
siguiendo los caracteres definitorios del relieve, la hidrografía, el ferrocarril y las colonias, tal
como ha ocurrido en el resto del país. No obstante pueden señalarse en tal patrón de
asentamiento, de tipo lineal y puntual, dos momentos: el colonial, ya analizado en los párrafos
anteriores, y el institucional. Este último, orientado por disposiciones legales y constitucionales
que favorecieron desde el comienzo de nuestra independencia la inmigración europea de tipo
urbano y estructural, desarrollándose en círculos concéntricos desde la zona pampeana, cuyos
antecedentes se pueden remontar a la propia creación del Virreinato del Río de La Plata. El
crecimiento demográfico explosivo y el cambio económico producido con la incorporación de
capitales sociales básicos contribuyeron a tal definición.
El ferrocarril ha sido el instrumento tecnológico que más influyó en el desarrollo espacial en el
territorio argentino, correspondiente al momento estructural de máxima expansión económica
colonial. La rápida instalación como capital social básico estuvo destinada a drenar los recursos
económicos del país e introducir por el puerto de Buenos Aires las manufacturas inglesas.
Estos intereses han generado la singular red nacional ferroviaria, convergente hacia la metrópolis
portuaria.
En su momento cuatro líneas troncales cruzaron el territorio santiagueño en sentido diagonal,
de sudeste a noroeste, e ingresaron sucesivamente en los años 1876, 1884, 1888 y 1930, por
Frías, Selva, Fortín Inca y Pampa de los Guanacos, respectivamente. La segunda línea mencionada
correspondía a la troncal del ferrocarril Mitre con destino final en la ciudad de San
Miguel de Tucumán, mientras que las otras líneas pertenecían al ferrocarril Belgrano, de 17
carácter internacional por su comunicación con Chile y Bolivia y convergente en Tucumán y
Metán. Tales líneas del ferrocarril produjeron en Santiago del Estero más de cien estaciones o
simples cargaderos de materia prima, encerrando en los bajos, serranías, salinas y suelos
inservibles a todos los pueblos o villas precedentes, asentados en las cercanías de los ríos,
pozos o represas naturales desde los tiempos coloniales y aún precoloniales. Se transformaron
en pueblos vegetantes, estancados, marginados y atomizados por el propio ferrocarril, ya que de
ellos se nutrió para la formación de los nuevos asentamientos, trasladándolos traumáticamente
siguiendo una dirección específica y jerarquizada de explotación.

Colonización agraria
Se podría considerar al poblamiento español como el primer hecho de colonización agraria en
el país (Báez, 1947), pero asentado básicamente sobre dominios nativos. Es con Manuel Belgrano
en la primera etapa, y luego en la presidencia de Bernardino Rivadavia, que la colonización asume
un carácter definido. Sin embargo, se considera como primera colonia instalada con extranjeros
que vienen a labrar la tierra a la de Aarón Castellanos en Esperanza, provincia de Santa Fe en
1856, favorecidos por las regalías que otorgaba el gobierno de la Confederación a los europeos
a partir de la Organización Nacional de 1853.
En Santiago del Estero la colonización agraria queda limitada a determinados sectores
espaciales de la provincia, con escasa diferenciación ecológica con su vecina pampa húmeda, al
menos en el tema del relieve y suelo, y no así en el aspecto hídrico. El mismo hecho estructural
de avance radial desde el litoral marítimo señala un ingreso tardío a la provincia; también es
cierto que su propia realidad ecológica ha impedido un ingreso masivo hacia el norte. De este
modo la colonización agraria capitalista en la provincia, ha seguido primigeniamente la entrada
del ferrocarril, aunque decidiendo un nuevo tipo de poblamiento.
El paisaje agrario en cuadrícula, que es atípico en la cálida llanura boscosa santiagueña,
signada por el ferrocarril y el obraje, surge como consecuencia de las instalaciones de las colonias
como Selva, Malbrán, Pinto, Bandera, Colonia Dora, etc. Una excepción la constituye la colonia
de Rams y Rubert, establecida en Icaño entre 1850 y 1860, con canales de riego derivadas desde
el río Salado. Por otra parte, las colonias del departamento Rivadavia se orientaron desde el
comienzo a la explotación agropecuaria destinada a la producción de leche, lo que da un
carácter semimoviente al paisaje con instalaciones fijas para ordeñe. En cambio las colonias
agrícolas propiamente dichas ofrecen sus cuadrículas gigantes de cereales, hortalizas,
oleaginosas, forrajes o tubérculos, según la orientación y tradición del productor.
En este análisis hemos dejado de lado todo lo concerniente a la explotación y uso del espacio
forestal, ya que sería demasiado extenso para el presente trabajo.

La intervención humana y el bañado de Figueroa


En 1985 (Togo y Basualdo) realizamos un exhaustivo análisis sobre los asentamientos humanos
y uso de los recursos en la zona de bañados de la provincia, especialmente los de la cuenca del 18
río Salado. Del informe se han tomado algunos aspectos para señalar la importancia de este
ecosistema y su deterioro a partir de la intervención humana, sea planificada o no.
El bañado representa un tipo múltiple de subsistencia humana, como el agua, elemento
fundamental y necesario en una región como la santiagueña, que se caracteriza por su
continentalidad y semiaridez. Además, suministra variados recursos directos e indirectos
aportados por el mismo río Salado, como peces de distintas especies en forma permanente,
fauna avícola, acuática y subacuática y mamíferos adaptados a la ecología y/o cadena trófica
del bañado, el limo aprovechado como fertilizante por los periódicos derrames utilizados por
las poblaciones en su particular sistema de aprovechamiento agrícola, etc. Este conjunto de
elementos que en definitiva no ha variado sustancialmente durante los últimos cincuenta
años, sin embargo, al alterarse los ciclos rítmicos del bañado y las superficies agrícolas por la
introducción de pautas culturales foráneas en un medio esencialmente conservador, fueron las
que modificaron las actitudes humanas y los asentamientos lineales y periféricos al bañado, en
forma preferencial y excluyente de otros paisajes regionales con menores respuestas
ecológicas.
Resulta evidente que toda obra de regulación hídrica genera cambios ecológicos,
socioculturales y económico-tecnológicos a lo largo de la cuenca afectada. En este sentido, el
régimen hídrico del río Salado ha sido profundamente alterado a partir de la construcción del
dique de Figueroa en primer lugar, y luego el General Belgrano en Cabra Corral, obra que permitió
el control y racionalización del agua y la seguridad de su presencia en la extensa longitud de su
cuenca, antes sujeta a las pulsaciones hídricas y a la secuencia inundación- sequía; bajo ese
régimen se ha desarrollado gran parte de la historia santiagueña sobre el curso del Salado.
Pero además de los beneficios directos y visibles que significa la presencia continua del agua
en los doces meses del año para las poblaciones asentadas en sus márgenes, es evidente que
el encauzamiento definitivo del río, por el control de sedimentos y la posibilidad del riego
controlado o semicontrolado, contribuyeron a la estabilidad de las poblaciones adaptadas a la
nueva realidad, al mismo tiempo que el espejo de agua de los diques ofrece la perspectiva de
un aprovechamiento racional de la fauna existente y de aquella otra que pudiera sembrarse.
Estos hechos, se comprende, son positivos, en tanto las poblaciones locales forzada o
voluntariamente acepten los cambios producidos –al margen de consideraciones sociológicas,
económicas o tecnológicas. Si así no fuera, los resultados esperados no sólo serán negativos, sino
constituirán un verdadero fracaso.
Pero lo que resultaría valioso establecer es si las acciones emprendidas en los bañados de
Figueroa con la finalidad aparente de recuperar suelos para la agricultura y la ganadería
mediante un manejo voluntario de los caudales hídricos, es compensatorio económico, social y
ecológicamente para el espacio estrictamente designado Bañado de Figueroa, habida cuenta
de que el recurso básico es precisamente el aporte periódico (o aperiódico) del limo
fertilizador, sobre el cual las poblaciones han realizado su propia supervivencia durante siglos,
en un equilibrio ecológico inalterable que contribuyó secularmente al drenaje espontáneo del
suelo y al propio régimen de cultivo de bañado, que encuentra así su explicación y realización
en la secuencia presencia-ausencia del agua, ajustado a cuyos ciclos se halla todo un sistema
biológico y de migración.
19
Al intervenirse la variable ausencia y sustituirla por una constante presencia del agua, se
alteraron las bases de sustentación de la economía del bañado. No siempre una alternativa
técnica ofrece una respuesta total al sistema hídrico porque es evidente que no maneja la
totalidad de las variables. Por tal razón, muchas obras de regulación parcializada caen
lamentablemente en una subutilización crónica del recurso, no sólo de los recursos naturales,
sino de los propios recursos económicos, financieros, tecnológicos y humanos. En la planificación
integral, en cambio, no obstante que puede llevar a desfasajes de tipo económico-social y
aún tecnológico, es obvio que deja menos márgenes de error y asegura con menor esfuerzo el
ajuste de los elementos intervenidos, contemplando los intereses generales y particulares de los
factores involucrados en la zona afectada.
Así, controlar el agua puede resultar valioso si se considera económicamente para determinados
sectores y actividades o usos del recurso hídrico. Pero, ¿cuál es el costo ecológico,
económico y social de tales alternativas, sobre todo si no logran optimizarlo, permaneciendo por
debajo de su valor potencial, cualesquiera sean las explicaciones o razones de su subutilización?
Propiedad de la tierra, problemas técnicos, incrementos financieros, estructuras de
comercialización, políticas fiscales o generales, etc.
En tal sentido puede afirmarse que la las obras de regulación del río Salado, como la del dique
Figueroa, pero sobre todo la de Cabra Corral y la infraestructura caminera asociada, han
contribuido a una ruptura del equilibrio poblacional del área del bañado en lo referente a los
asentamientos. Una de las consecuencias ha sido el decidido el abandono de los predios
productivos y la salida de la población hacia los sistemas lineales de flujo y circulación señalados,
ya que la permanencia del agua en el bañado ha quitado cobertura a sus decisiones productivas,
haciéndose dificultosa la propia sobrevivencia e instalación de sus viviendas. Esta afirmación
tiene asidero en el hecho de haber comprobado cartografías regionales del pasado que señalan
asentamientos humanos distribuidos en pleno bañado, y la circunstancia de que a mayor
cantidad de elementos foráneos como los mencionados, mayor es la dependencia del exterior
de estas comunidades, antes casi totalmente cerradas y adaptadas al ritmo de inundación
periódica, que dejaba a las viviendas y predios productivos sólo por un tiempo afectados por el
agua.
Por otro lado, las necesidades y deseos de progreso material, que llegan “cabalgando” por los
nuevos accesos, orientan a las generaciones de jóvenes hacia el trabajo asalariado que les
asegure un mínimo de ingreso capaz de sustentar sus apetencias de compra. Esta salida laboral
genera migraciones, primero estacionales y luego definitivas, cayéndose así en el círculo
vicioso de la dependencia por la ruptura ideológica e institucional producida con tales desfasajes.
En este análisis no debemos dejar de lado las consecuencias negativas de la regulación del Salado
por la retención de sedimentos en la cuenca alta. El río, al venir más “limpio”, contribuyó
a la profundización y corte de tramos de la cuenca, como en la zona de Figueroa, donde el río ha
tratado de buscar su propio nivel de base, dejando a las poblaciones ribereñas fuera de toda
posibilidad de hacer uso de los recursos que antiguamente las proveía. De estos errores
debemos aprender, ya que muchas veces proyectamos obras sin anticipar las
consecuencias que producimos, a corto o a largo plazo, sobre el medio circundante, tanto
20
natural como al socio-cultural de las poblaciones involucradas.

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