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S E R I E
TERCERA DÉCADA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
© 2014
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
© 2014
Por características tipográficas y de diseño editorial
MIGUEL ÁNGEL PORRÚA, librero-editor
w w w. m a p o r r u a . c o m . m x
Amargura 4, San Ángel, Álvaro Obregón, 01000 México, D.F.
No se puede administrar
lo que no se ha medido.
(Citado por Terry Vavra,
atribuido a Peter Drucker)
Prólogo
José María Tortosa Blasco*
7
geración decir que hay demasiadas versiones economicistas de la llamada
“crisis”. Es, entonces, necesario revisarlas (eso es ciencia: descartar erro-
res, como se ha hecho con Rogoff y Reinhart) y, sobre todo, completarlas
desde otras perspectivas académicas. El asunto de la “crisis” está generan-
do tantos males y desgracias, que hace falta verlo desde ámbitos interdis-
ciplinares, sin renunciar a sus múltiples facetas y sin caer en la “cuantofre-
nia”, la fe mística en la econometría y el data crunching que tan
acertadamente criticaba Keynes. La interdisciplinariedad es una de las
aportaciones del presente libro.
Además de lo dicho, no se trataría de una sola crisis. Ante todo, la me-
táfora tiene origen en la práctica médica: una enfermedad hace crisis cuan-
do “ya no” es lo que era, pero “todavía no” se sabe en qué irá a parar, si en
curación, muerte o transformación en otra enfermedad más o menos iatro-
génica. Es cierto que esa situación de “ya no” pero “todavía no” que define
las crisis es perceptible en el terreno financiero, donde la enfermedad vino
precedida por un crecimiento desmesurado (maldesarrollo, otra metáfora
médica) de los productos financieros estructurados (CDS, swaps, derivados)
respecto a la economía real, productos que hay motivos para sospechar
que están altamente manipulados por los financieros internacionales,
como muestran el escándalo del Líbor (se dan cifras de 500 billones —tri-
llions— de dólares) y las pesquisas sobre el ISDAfix usado para calcular los
precios de los interest-rate swaps relacionados con las deudas públicas (un
mercado de 379 billones —trillions— de dólares, más de 10 veces el Pro-
ducto Interno Bruto [PIB], de la mayor economía del mundo).
Cierto también que dicho maldesarrollo ha tenido efectos económicos
y sociales y que sigue presente sin que se hayan dado suficientes casos de
“deshinchar” su burbuja mediante suficientes quitas y pérdidas generaliza-
das entre tenedores de bonos, acciones y fondos. Se ha hecho a pequeña
escala, sea con “corralitos”, impuestos para los pequeños impositores o
propuestas de “tasa Tobin” más retóricas que prácticas. Al fin y al cabo, no
hay dinero apolítico y no hay política sin desigualdad social.
No es descabellado pensar que, en realidad, la burbuja financiera y su
esquema Ponzi “todavía no” ha reventado y que, de suceder tal cosa, esta-
ríamos a las puertas de una Depresión Mundial (no sólo local) sin antece-
dentes conocidos. El crecimiento del hambre, el desempleo y la violencia a
escala mundial sería todavía mayor que el actual. Los “bitcoins” (como ha
Prólogo • 9
Esa inclusión de la variable de la desigualdad es útil para entender ta-
sas de crecimiento del PIB relativamente elevadas como las africanas mien-
tras se da en paralelo un aumento de la pobreza, “medida”, como lo hace
el Banco Mundial (BM), de no alcanzar un dólar (o 1.25 dólares) por persona
y día a paridad de poder adquisitivo y peor sería si se pudiese medir la
insatisfacción severa de necesidades básicas en zonas rurales alejadas y
desasistidas. También es útil para entender algunos problemas asociados
con el hambre. Por un lado, el dicho de Galeano: “Quien no tiene miedo al
hambre, tiene miedo a la comida”, con la particularidad de que el sobrepeso
y la obesidad son igualmente clasistas. El mundo, efectivamente, está divi-
dido en países con hambre y países preocupados por su dieta, pero a su vez,
los países están divididos, internamente, por las mismas categorías. Por
otro lado, la desigualdad permite entender el precio que se puede pagar en
las cruzadas contra el hambre en un expedito “llénenlos, no aliméntenlos”
como diría Carlos Fernández-Vega en La Jornada.
La situación sería grave si no se le añadieran otras burbujas que la em-
peoran. Primero, la burbuja alimentaria que está detrás del incremento
constante de los precios de los alimentos a escala mundial. No hay que ex-
cluir los efectos que producen en la oferta factores medioambientales (se-
quías, inundaciones, temperaturas extremas) o, en la demanda, la aparición
de sectores altamente consumistas en los países “emergentes” (otra cosa es
el hambre que puedan pasar “los de abajo” en dichos países). Pero tampoco
se puede excluir la presencia de una burbuja también en ese campo agrava-
da cuando determinadas cruzadas contra el hambre lo que hacen es favore-
cer a determinadas multinacionales del sector alimentario. Al fin y al cabo,
el sistema mundial contemporáneo funciona mediante burbujas.
Todavía hay más: la burbuja energética frente a lo inexorable que es el
“pico del petróleo”; es decir, el momento en el que el consumo (creciente
sobre todo en los países “emergentes”) se comienza a hacer a partir de
reservas y ya no a partir de nuevos descubrimientos, nuevas técnicas ex-
tractivas o el auge del gas licuado y no licuado. Es posible que algunos
países ya hayan llegado a tal “pico” (se habla de Noruega o de Arabia Sau-
dita). Difícil saberlo, ya que la política habitual es maquillar los datos en
función de los objetivos que se pretendan (afirmar escasez si se quieren pre-
cios altos, e informar de nuevos hallazgos si se quieren precios bajos o,
mejor, menos altos). Pero lo que es inexorable es su existencia en el futuro,
Prólogo • 11
más, según lo dicho), además de recordar lo ya sucedido en América Lati-
na con su particular y pasada “crisis de la deuda”, muestran algunos as-
pectos que vale la pena destacar: primero, que se trata de políticas impues-
tas por funcionarios no electos y que, por tanto, no pueden ser relevados
de sus cargos de manera democrática; es decir, mediante el voto; y, segundo,
que los argumentos que utilizan para justificarlas (además del artículo
citado de la American Economic Review, donde también Rogoff y Reinhart
han publicado una respuesta a sus críticos) son más políticos que técnicos
y, por tanto, no pueden ser sometidos al “método científico” con que han
sido replicados y, eventualmente, falsados, o, en otras palabras, que lo que
está en discusión va más allá de las ciencias económicas, ciencias tan hu-
manas o sociales como la sociología o la antropología.
Un asunto así, con efectos tan dolorosos en la vulnerabilidad de capas
sociales importantes y en el aumento del hambre y la precarización, no
puede dejarse en manos de una sola disciplina. Incluso cuando se trata de
la financiarización recurrente en el sistema mundial, no se está hablando
de un fenómeno que puede (o tiene que) ser visto como parte de los fenó-
menos naturales. A mayor abundamiento, muchos de estos últimos, como
algunas catástrofes “naturales”, también tienen origen humano. Puede ser
el caso de la relación entre terremotos y fracking, esa técnica para extraer
combustible fósil que está detrás del nuevo boom (el del gas de esquisto) y,
sobre todo, en el auge de Estados Unidos como potencia exportadora de
combustible, pudiendo sustituir a Arabia Saudita en un futuro próximo
(mala noticia, por cierto, para planteamientos extractivistas mexicanos).
Hasta la finaciarización es el resultado de decisiones concretas tomadas por
grupos sociales concretos con mentalidades concretas en los que el poder,
y no sólo el beneficio, puede ser la motivación central de tales decisiones y
en la que se producen efectos perversos impensables en las ciencias natu-
rales, y todavía más impensables los fenómenos de “reflexividad”, como la
llama George Soros. Siendo así, un análisis economicista de la misma difí-
cilmente llevará a hacerse una idea cabal de lo que significa, de lo que la
ha producido y de lo que, una vez más, podría llevarla a su fin.
El presente libro tiene un valor añadido: el de hacer un estudio compa-
rativo de dos casos en pleno proceso de cambio, aunque en direcciones
opuestas, a saber, México y España que, por otro lado, las agencias de cali-
ficación (rating) como Standard & Poor’s, Moody’s o Fitch situaban su cré-
Prólogo • 13
(relativamente hablando, tomando como término de comparación los paí-
ses centrales de la Eurozona) derechos propios del Estado de Bienestar (EB)
que fueron creciendo desde los años sesenta para ahora estar disminuyen-
do a marchas forzadas y como fruto, como se ha dicho, de decisiones to-
madas fuera del país y aceptadas por sus gobernantes por lo menos desde
mayo de 2010 aceleradas a partir de 2012.
México, en cambio, es un “país emergente”, que es mucho más que
“país en vías de desarrollo”. No está, por definición, en el grupo de los BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se reúnen periódicamente in-
tentando rediseñar la estructura centro-periferia previa y cuyos problemas
de crecimiento futuro comienzan a salir a la luz, mostrando que lo funda-
mental no son los planteamientos económicos sino las intenciones políti-
cas. Pero México sí está en el N-11 (Next Eleven), la etiqueta con la que,
desde Goldman Sachs, el mismo autor que acuñó la de BRIC —antes de que
se incluyera Sudáfrica—, ha señalado como grupo emergente dentro de los
“emergentes”. Efectivamente, mucho más que “país en vías de desarrollo”,
porque esta vez sí parece ir en serio con independencia de su temprana
inclusión en la OCDE (a la que, por cierto, no pertenecen los BRICS).
Ambos países han tenido que pagar precios constatables por decisiones
tomadas por sus respectivas élites. En el pasado, por la entrada del euro y,
antes, en la UE por un lado y, por otro, en el TLCAN. Recientemente, por
decisiones políticas (bajo capa economicista) tomadas por sus respectivos
gobiernos. Ambos, por tanto, han sufrido los efectos de la actual crisis eco-
nómica mundial, pero con efectos diferentes cualitativa y cuantitativamente.
No sé si se trata de una crisis del capitalismo (es la enésima vez que se
anuncia, aunque, como en la fábula de “que viene el lobo”, esta vez el anun-
cio podría ser acertado). Pero sí sé que no es una crisis global ya que, de
momento, no se aprecia de la misma forma (si es que se aprecia) en Argelia,
Ecuador o Brunei, petroleras las tres, pero sólo las dos primeras como “re-
públicas petroleras”. Razón de más para leer el presente libro y percatarse
de las diferencias entre dos países situados en posiciones diferentes en el
sistema mundial, de diferente trayectoria y de diferentes futuros posibles.
Por ponerlo en términos más concretos: no es lo mismo Petromex (pública
o privada o mixta) que Repsol (antes pública, hoy privada).
Aunque no encaje con inercias intelectuales y políticas previas, en el
sistema mundial los países ya funcionan por lo menos a tres velocidades,
17
diversas razones, produjo un importante número de personas en paro,
pobreza y vulnerabilidad social.
En el caso español la crisis tuvo su origen en el fin de un modelo eco-
nómico centrado, en buena medida, en la especulación financiera en torno
a un sector inmobiliario sobresaturado. Mientras que en México se explica
por la existencia de un modelo económico dependiente de la economía
estadounidense, el cual se ha fincado en los principios del libre mercado
(liberalización comercial y financiera, desregulación de la actividad econó-
mica, abandono de la política industrial como estrategia de desarrollo,
privatización de la empresa pública y Tratado de Libre Comercio de Amé-
rica del Norte (TLCAN). Modelo económico que, además, no ha logrado sus
expectativas de crecimiento, dando lugar a lo que se ha comenzado a llamar
como un periodo de estancamiento estabilizador, o sea, estabilidad macro-
económica (sobre todo en el caso de los índices de inflación) con bajo
crecimiento del PIB (Perrotini, 2010).
En el caso de España, la crisis ha dejado un paro del 20.09 por ciento
de la población activa a fines de junio de 2010, la mayoría de los parados
son jóvenes maduros con poca cualificación. De tal forma que “[…] al final
del segundo trimestre del año [2010], en España había un total de 4’645,500
parados, 32,800 más que en el trimestre anterior y 508 mil más que un año
antes, según la Encuesta de Población Activa (EPA), [del] Instituto Nacional
de Estadística” (INE, 2010).
En el caso de México, la menor actividad económica de Estados Unidos
tuvo una importante repercusión en la economía del país, de tal forma que
desde finales de 2008 y sobre todo en 2009 se dio una contracción de las
exportaciones manufactureras, menores ingresos derivados del turismo
(cuestión agravada por la epidemia de influenza AH1N1), menor demanda de
energéticos (a unos menores precios internacionales), una caída de las re-
mesas, declive de la inversión extranjera directa; por lo que sumadas las
causas la crisis tuvo un impacto del –6.5 por ciento del PIB para 2009, con
lo cual se perdieron más de 500 mil empleos formales (Cordera, 2010).
Además, según los datos de pobreza oficial, entre el cuarto trimestre
de 2008 y el cuarto trimestre de 2009, se dio un incremento de casi 6.8 por
ciento en la proporción de personas que no pueden comprar una canasta
alimentaria con su ingreso laboral; es decir, casi 7 millones de personas
cayeron en situaciones de hambre. A finales de 2008, el Consejo Nacional
1
Dato proporcionado por el Coneval; obtenido de http://www.coneval.gob.mx, consulta-
do el 19 de septiembre de 2010].
2
Para el caso de las tipologías de EB europeo véase los trabajos de Gøsta Esping-Andersen.
Si bien hay países con un EB restrictivo, como es el caso de Inglaterra, hay otros con un mode-
lo generoso como lo es el llamado modelo nórdico. Sobra decir que los países nórdicos, además
de contar con sofisticadas economías capitalistas que giran en torno a la innovación y aplica-
ción del conocimiento científico, cuentan con los mejores sistemas educativos y de salud del
mundo, los cuales son enteramente públicos o desmercantilizados. En el caso de España se
trata de un modelo de EB centrado en la institución familiar como estructura social solidaria.
3
Si bien el EB europeo tiene ante sí una serie de problemáticas, tales como el envejeci-
miento de la población, el desempleo estructural, las transformaciones económicas que sig-
nifican la transición de una sociedad industrial a una postindustrial (Esping-Andersen, 2000),
o bien la inclusión de millones de trabajadores inmigrantes, las instituciones del bienestar,
como lo son la seguridad social y los sistemas de salud solidarios y nacionales, continúan
siendo el pilar de dicho y, en buena medida, las finanzas públicas de los Estados miembros
están planeadas en función de su sustentabilidad. En términos políticos, el EB ha significado
la construcción de una democracia plena.
Introducción • 19
organizado de forma deliberada, sobre todo mediante la administración y
la política, para modificar el juego de las fuerzas del mercado capitalista,
y de esta forma garantizar y ampliar los derechos sociales ciudadanos.
En contraposición a la concepción de EB está el proyecto que podemos
denominar como Estado social neoliberal. El neoliberalismo tiene como
principio la idea de que el Estado debe dejar a las fuerzas del mercado el
asunto del bienestar y debe intervenir sólo en los casos más graves de
desventaja o pobreza extrema, de ahí que el núcleo duro de las políticas
sociales sea el combate a la pobreza en sus diversas acepciones y dimen-
siones (Arzate Salgado, 2005).
En América Latina las reformas estructurales neoliberales han impul-
sado una transformación radical de los sistemas de bienestar; dicha trans-
formación ha sido impulsada por organismos internacionales como el
Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Fondo
Monetario Internacional (FMI), entre otros organismos financieros interna-
cionales, pero aceptadas y hechas suyas por una buena parte de los gobier-
nos nacionales de los países del subcontinente, con ciertos grados de
profundización en las reformas.
Como antecedente a las reformas de las instituciones de bienestar
por parte del neoliberalismo se puede decir que entre las décadas de los
cuarenta y ochenta se construyeron importantes sistemas instituciona-
les del bienestar en casi todos los países; si bien nunca se planteó la
constitución de un EB en estricto sentido, se pensó en la construcción de
sistemas de bienestar solidarios y universales que soportaran la implan-
tación de un sistema industrial en la región, este proceso se realizó en
un entorno de políticas económicas keynesianas. El resultado de estos
esfuerzos fue la construcción de sistemas institucionales de educación,
salud y de pensiones fuertemente anclados al empleo formal, teniendo
como resultado la construcción de formidables sistemas corporativos y,
por eso mismo, excluyentes de ciertas clases sociales (Barba Solano,
2006).
En el caso mexicano, las políticas neoliberales en materia de bienestar,
implementadas, con diversas intensidades y matices, a partir de mediados
de la década de los ochenta hasta nuestros días, han significado la mercan-
tilización parcial de los sistemas de educación y salud, así como la privati-
zación total del sistema de pensiones solidario. Todo lo cual ha reforzado,
Introducción • 21
Por lo que, desde una perspectiva sociológica, las desigualdades son
entendidas como procesos histórico-sociales en donde las formas econó-
micas de dotación de bienes, las formas sociales de dotación de oportuni-
dades y los mecanismos de producción de estigma funcionan como reglas
de acción social; es decir, como reglas de estructuración de lo social en un
sentido amplio del término: son reglas que determinan la naturaleza del
poder y la dominación en una sociedad a nivel de las reglas de estructura-
ción mismas, a la vez que funcionan como reglas de acción social que
vertebran la vida cotidiana. Pero el fondo del asunto no debe quedar en una
teoría de las relaciones de desigualdad-poder, sino que debe derivar en
una teoría teórico-normativa que nos permita visibilizar, esto significa al
mismo tiempo pensar el efecto último de las desigualdades sociales (eco-
nómicas, políticas y culturales): las formas de violencia (directa, estructural,
cultural y/o simbólica) (Jiménez Bautista, 2012), y cómo trabajar para que
dichas formas de violencia, desde la acción del Estado —políticas públicas—,
el mercado y la sociedad civil sean sublimadas por formas de negociación
pacífica del conflicto social.
La construcción de una perspectiva crítica en torno a una teoría de las
desigualdades implica repensar las desigualdades como teoría social, mul-
tidisciplinaria y normativa. Lo cual representa un esfuerzo para pensar las
desigualdades más allá de un sentido topológico y situarlas dentro de un
sentido de construcción orgánica, sustantiva de lo social.
Las desigualdades sociales entendidas como sistema de conflicto en-
tramado en lo económico y social implican el pensar la cuestión de la pau-
perización de la condición humana arraigada y determinada por contextos
histórico-sociales específicos, encajados en tiempo y espacio; es decir, co-
herentes con el tiempo real, a la vez que como procesos de historicidad o
con capacidad reflexiva por parte de los sujetos sociales que la producen
en la esfera de la vida cotidiana. Quizá esto mismo sea convergente con
una noción de condición humana: acción social en el tiempo histórico y el
espacio geográfico.
El supuesto es que las desigualdades tienen implicaciones profundas en
la construcción de la triada individuo-sujeto-actor social. En donde las
formas de desigualdad funcionan como marco estructural que determina
lo económico y lo social en un sentido amplio, pero también funcionan
como reglas de acción en el ámbito de la sociabilidad; es decir, en la estruc-
Introducción • 23
datos histórico-sociales y de estadística descriptiva con los cuales se
reconstruirá el proceso estructural de la crisis económica para los ca-
sos de España y México, para luego pensar sus implicaciones en tér-
minos de desigualdades sociales y económicas, así como en términos
de formas de violencia(s).
Tenemos que pensar que la elaboración de un marco teórico-analítico
es fundamental, pues constituye la herramienta sociológica y antropo-
lógica que permitirá comprender el alcance de este proceso en térmi-
nos de: procesos sociales de cambio, modificación de las relaciones
sociales dentro de una estructura social específica, así como para
construir una serie de principios que permitan comprender la acción del
Estado a través de sus formas institucionalizadas de intervención en lo
social; es decir, pensar la capacidad del Estado para salvaguardar a las
personas de caer en la vulnerabilidad social, así como para hacerlo
dentro de marcos de derecho o ciudadanía.
• El capítulo segundo se enfrenta al caso de España. Nos obliga a pensar
en clave de ciencias sociales, sobre la relación entre antropología y
sociología. Es un esfuerzo por pretender destacar por evitar el desco-
nocimiento mutuo y la desconfianza que ha provocado que muchos
antropólogos y sociólogos no comprendan la importancia de enfrentar
los conflictos del siglo XXI mediante el diálogo. En este capítulo preten-
demos discutir las implicaciones antropológicas de dos paradigmas
sociológicos: el que sintetiza el concepto de homoeconomicus y el que
se expresa como homosociologicus.
Es este capítulo proponemos trabajar en la relación que deben tener
distintas ciencias sociales por entender la globalización; en el caso que
proponemos señalamos el comportamiento micro de la economía en
España para que nos pueda ayudar a entender cómo ha funcionado la
crisis del capitalismo. La tesis que defendemos en este capítulo es que
son los antropólogos y no los ingenieros, técnicos o economistas, etcé-
tera, los que pueden observar e interpretar las pautas culturales emer-
gentes que, además de crear mercados, tienen sentido para la gente, de
forma que el sistema de producción se adapte no sólo a la demanda,
sino al deseo individual o colectivo de los seres humanos.
• El capítulo tercero analiza el caso mexicano donde este tipo de análisis
es importante en la medida que permitirá valorar las ventajas de contar
El presente capítulo realiza una narrativa crítica del proceso de crisis con
el fin de identificar una serie de dimensiones analíticas y metodológicas
que ayuden a comprender la producción social de vulnerabilidad que ésta
ha producido en la crisis del capitalismo avanzado en el periodo de 2008 a
2012. Es decir, propone la idea de que es necesario situar en el terreno de
lo social la problemática económica. En este sentido, el trabajo es un dis-
curso normativo de los hechos y las consecuencias de la crisis. De esta
forma, el texto realiza un descentramiento del argumento económico, con
lo cual se asume una lectura compleja del proceso histórico, por lo que la
comprensión de la crisis que se propone es de naturaleza transdisciplina-
ria y relacional; es decir, realizada desde las ciencias sociales, en particular
desde la antropología y la sociología.
LA CRISIS Y SU CONTEXTUALIZACIÓN
Entre 2007 y 2012 la economía mundial ha sufrido una de las peores crisis
económicas desde la Gran Depresión de 1929. Ésta surgió en Estados Uni-
dos, en forma específica en su sector financiero e inmobiliario, de ahí migró
hacia la economía real y terminó por contagiar al resto de las economías
del mundo, tanto del capitalismo avanzado,1 como a los así llamados países
1
La tríada Estados Unidos, Unión Europea (UE) y Japón.
27
emergentes y menos desarrollados. La crisis ha arrastrado a su paso a
millones de personas, las cuales se han empobrecido al perder una parte
de su ingreso y patrimonio (clases medias, sobre todo, en los países del
capitalismo avanzado, pero de igual forma en los países emergentes). Tam-
bién produjo un aumento de la población en situación de hambre (en forma
importante en los países menos desarrollados) y trajo consigo un proceso
de precarización del trabajo (como resultado de las reformas estructurales
implantadas en los países rescatados o como resultado de la pérdida de
dinamismo de las economías de los países emergentes).
La crisis se ha desarrollado en varias fases. La primera se originó y
tuvo un impacto importante en Estados Unidos, una segunda etapa golpeó
a las economías desarrolladas de la Unión Europea (UE), en forma particu-
lar Irlanda, Portugal y Grecia, países que fueron rescatados. La crisis en
Europa ha presentado un segundo capítulo, aún inconcluso, para los casos
de España e Italia. En estos casos los duros ajustes estructurales supondrán
un estancamiento del crecimiento económico, así como una pérdida de
bienestar para la población en general para los próximos años.
En lo que sigue se entiende por vulnerabilidad a todos aquellos procesos
de desigualdad-violencia(s), económicos, políticos y culturales que acotan la
condición humana de los individuos y colectivos sociales. La condición de
vulnerabilidad es, por lo tanto, un resultado histórico-social que se encuen-
tra enmarcado en contextos geográfico-regionales, así como es producto
de diversas relaciones conflictivas entre clases sociales, estamentos, sujetos
individuales y colectivos, por lo que se produce y reproduce dentro de
las instituciones sociales, así como se encuentra tejida a las múltiples formas
que adquiere la acción social y la sociabilidad (Arzate Salgado, 2006).
Las ciencias sociales han acuñado muchas formas analítico-conceptua-
les para dar cuenta de la vulnerabilidad social (económica, política y cultural),
tales como los conceptos de pobreza, exclusión social, marginación, discri-
minación, entre otras. En este sentido hay que tener presente que cada una
de ellas no es más que un recorte teórico y metodológico de la realidad,
pero que al tocar el asunto de la condición humana suponen un compo-
nente normativo e ideológico de lo que debe ser el bienestar, el desarrollo
y la no-violencia.
El mapa de la división del trabajo a escala global se ha modificado en las
últimas décadas de forma radical; de esta forma, la tendencia a la deslocali-
2
Sobre el papel del dólar como mecanismo para mantener la hegemonía económica de
Estados Unidos, véase Husson (2009: 28-31).
Una lectura de la economía global desde la economía política indica que las
últimas décadas se han caracterizado por el aumento de las tasas de explo-
tación, las cuales tienen dos expresiones: descenso del componente sala-
rial a escala global y financiarización de la sociedad a escala masiva, tanto
en los países del capitalismo avanzado como en los países emergentes.6
Para Husson (2009: 26-27), una de las principales características del capi-
talismo mundial desde la década de los ochenta es la baja en el Producto
Interno Bruto (PIB) de la parte correspondiente a los salarios, lo cual equi-
vale a una elevación de la tasas de explotación, con la consecuente pérdida
de poder adquisitivo del salario. La parte salarial disminuyó 8.2 por ciento
en Europa entre 1982 y 2005, mientras que en México y China disminuyó
17.4 y 12.2 por ciento respectivamente; durante este periodo lo que ha
sucedido a escala global es que los salarios crecen a un ritmo menor que la
productividad. El resultado del proceso es una concentración mayor de
la riqueza entre clases sociales, en este sentido el mejor ejemplo es Esta-
dos Unidos, en donde los más ricos han aumentado su participación en el
Producto Interno Bruto (PIB), por lo que en 2006 el 50 por ciento de la
renta iba al 10 por ciento más rico de la población y el 1 por ciento más
rico recibía el 23 por ciento de la renta nacional.7
En contra de lo que suponen los principios económicos neoliberales
(en donde se cree que una concentración de la riqueza es necesaria para
producir inversión), los beneficios restados a los salarios (mayor acumula-
ción) no se invirtieron en economía real; es decir, en la generación de
nuevos puestos de trabajo, por el contrario, tal acumulación de riqueza se
invirtió en beneficios financieros, con lo cual el aumento del paro y la fi-
nanciarización de manera extensiva de la sociedad son fenómenos conco-
mitantes (Husson, 2009).
6
Es decir, aumento de la explotación en su forma clásica más expropiación financiera,
véanse Husson (2009), Lapavistas (2009), Amin et al. (2010), y Navarro et al. (2011).
7
Esta situación antecedente de la crisis ha sido exacerbada por el proceso, con lo cual en
2010 existe una mayor concentración de la riqueza en el mundo desarrollado, véase OECD 2011,
Growing income Inequality in OCDE Countries, obtenido de www.oecd.or/els/social/inequality.
La financiarización de la sociedad
9
La financiarización no produce riqueza en sí misma, pues ésta se genera en los sectores
de la economía real. Véase Lapavistas (2009).
10
Obtenido de http://siteresources.worldbank.org/INTGEP2010/Resources/chapter-1.pdf,
consultado el 12 de mayo de 2011.
11
Los países más afectados fueron los más pobres e importadores de alimentos situados
en África. Para una mayor explicación sobre las causas y efectos de esta crisis alimentaria,
véase FAO (2011a).
12
“Las dos crisis [de los alimentos y financiera] han llamado nuestra atención sobre la
extrema vulnerabilidad de los países y poblaciones pobres a las crisis mundiales”, véase FAO
(2011b: 74).
La crisis y su escalamiento
13
Sobre el proceso histórico de cambio y las características de los nuevos regímenes de
bienestar en América Latina, véase Barba et al. (2009).
Los efectos de la crisis, sobre todo entre 2008 y 2010, fueron diferen-
ciados para las distintas regiones del planeta. Dentro del capitalismo avan-
zado, la zona de la UE e Inglaterra fue la más afectada, y en forma particu-
lar los países denominados como periféricos dentro de la zona euro
(Portugal, Irlanda, Grecia y España); en estos países la crisis tuvo efectos
devastadores en el empleo y las finanzas públicas, además en la reducción
de Estado de Bienestar (EB). En casi todos ellos los planes de ajuste estruc-
tural tocaron los beneficios del EB, pero sobre todo, dañaron los sistemas
14
Lo más importante de Basilea III, consensuada a finales de 2010 por el G-20, es que los
bancos e instituciones financieras deben aumentar el porcentaje de capital de calidad para
poder soportar sacudidas financieras sin ayuda estatal.
15
Siguiendo a Georg Simmel, la socialidad es ese tiempo común, democrático y destinado
al goce, horizontal por naturaleza; tiempo fundamental para la reflexión colectiva y el bienes-
tar cotidiano, véase Simmel (2002).
INTRODUCCIÓN
Decía Manuel Castells hace unos años “¿qué tiene que ver la balanza de
pagos de España […] con la antropología? […] Los datos indican un déficit
creciente de nuestro intercambio con el mundo que ha pasado del 2.8
por ciento del PIB en 2003 a un 5 por ciento en 2004. En términos contables,
consumimos más (importando buena parte de ese consumo) y exportamos
mucho menos: el comercio exterior pasó de un saldo negativo de 18,840
millones de euros en 1998 a un saldo negativo de 51,884 millones en 2004”
(Castells, 2005).
Los datos anteriores nos anticipan la crisis financiera que comenzó
en 2007 y que conoció un notable agravamiento en el otoño de 2008 con
49
la quiebra de Lehman Brothers. El gobierno español y la no respuesta
a la burbuja inmobiliaria tenían que fragilizar los balances de la banca
española.
La solución empieza por identificar la magnitud del problema, como nos
recuerda Carmen Alcaide antes del inicio de la crisis en 2007, el conjunto de
las administraciones públicas alcanzó un superávit del 1.92 por ciento del PIB
y el nivel de deuda española estaba en el 36.3 por ciento del Producto Interno
Bruto (PIB), uno de los más bajos de la zona euro. El deterioro actual de las
finanzas públicas con un déficit de 8.5 por ciento del PIB en 2011 se debe, en
gran medida, a la caída de los impuestos, aunque también al aumento de
algunos gastos extraordinarios realizados por falta de previsión de la crisis.
Es decir, el porcentaje del PIB, los recursos (ingresos) y empleos (gastos) en
términos de contabilidad nacional se han deteriorado, disminuyendo los in-
gresos y aumentando los gastos. En 2007, los ingresos eran de 41.13 por
ciento y los gastos del 39.21 por ciento, mientras que los datos en 2011 son
del 35.13 por ciento en los ingresos y del 43.65 por ciento en los gastos (Al-
caide, 2012).
La lección que podemos extraer de la crisis en España es que nos he-
mos dedicado a importar en vez de fabricar y a pedir demasiado dinero
prestado. Por ello, podemos ubicarnos en una situación de competencia y
de una nueva división del trabajo, cuando no, la falta de éste (Rilkin, 1997),
en la que los países desarrollados se concentran en las líneas de producción
de la gama alta del valor, a merced de un mayor nivel de conocimiento, una
mejor tecnología y una mejor calidad de los procesos de producción.
Ante esto, ¿dónde competir? Quizás en las líneas de investigación de los
países emergentes que son perfectamente competitivos. Sin embargo, “[…]
no lo son en cambio en las ramas de las ciencias sociales (cuando merecen
el nombre de ciencias, en contraste con las peroratas ideológicas de uno u
otro signo), tales como la antropología, la psicología, la sociología, la comu-
nicación, la salud pública, la educación, la arquitectura (un arte social), el
diseño o las ciencias de la administración. Y se constata, desde las empre-
sas, que conforme se globaliza el mercado y se diversifica la demanda, es
esencial el diseño cultural, psicológico y social de procesos y productos”
(Castells, 2005).
Más recientemente, Linda Gratton, experta en analizar tendencias del
mercado laboral y profesora de la London School of Economics, ha llegado
• La heterogeneidad humana.
• La diversidad de variables desde las que se puede juzgar la igualdad.
Sen (1992) argumenta que más importante que el logro de las metas
personales, es el proceso mediante el cual dichas metas son alcanzadas. Por
eso, no basta con paliar los efectos más urgentes de la pobreza y de la crisis,
sino que es necesario romper con la lógica de la pobreza y de la crisis, de
modo que se genere la libertad suficiente como para que los individuos pue-
dan por sí mismos salir de dicha situación. Para que esto suceda, los medios
políticos más eficaces son la educación y el sistema sanitario.
No olvidamos, como decía Marx, que las “ideas de la clase dominante
son las ideas dominantes en cada época” (Marx y Engels, 1974: 15). Donde
la causa de las desigualdades subyace en la misma estructura de las socie-
dades, se refleja parcialmente en la forma en que éstas organizan el espacio.
Por ello la solución de las desigualdades debe plantearse en términos de
reestructuración de las mismas sociedades, ya que sus grupos dirigentes
tienden, de manera legítima (Weber, 1969), a autoperpetuarse. Así, la reten-
ción del poder viene a constituir su mayor meta política. En esta razón,
puede ser reconocible que muchos políticos, si no todos, sólo tienen hori-
zontes en el corto plazo, enfocados hacia los procesos electorales.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA
DEL PORQUÉ ESPAÑA ESTÁ EN CRISIS
El ciclo anterior, como ciclo vicioso, nos señala que el problema prin-
cipal no es la crisis, que deteriora la imagen de España y con ello la de
la UE, sino la calidad democrática de la propia UE que deja mucho que
desear entre el Norte y el Sur. Existe una serie de males que aparecen
en situaciones de crisis y que son muy peligrosas: la corrupción, el
populismo, la xenofobia (antiinmigración en el Oeste, antiminorías en
el Este), la caída del pluralismo informativo por parte de sus profesio-
nales y la erosión por la separación de poderes, creemos están soca-
vando la democracia.
Antecedentes a la crisis
a) Ley del Suelo (Real Decreto Ley 6/1998). El origen de la crisis en España
hay que buscarlo en el año 1998 como consecuencia de las políticas
neoliberales del gobierno de José María Aznar y en concreto con la
aprobación de la Ley del Suelo (Real Decreto Ley 6/1998), cuya conse-
cuencia principal es la privatización del mercado del suelo (Jiménez,
2004).
El Real Decreto Ley 6/1998 autorizaba la privatización del suelo; es
decir, convertir el suelo rústico en urbanizable con el fin de convertir
el mercado del suelo en un negocio rentable para los empresarios.
Propuesta por parte del gobierno para multiplicar las inversiones, me-
diante el aumento de la construcción, generando más oferta y como
consecuencia, la disminución en los precios de las viviendas, permi-
tiendo el acceso de compra a un mercado hasta ahora nulo como era
el de los jóvenes. Desde su aprobación en 1998 hasta el año 2000,
aproximadamente, esta nueva política parecía fructífera y rentable.
En el caso de los bienes patrimoniales, los aumentos de precios au-
mentan el deseo de acumularlos, lo que estimula la demanda y desen-
cadena comportamientos especulativos. Además, la renta de situación
resulta decisiva en el caso del precio del suelo, donde cada parcela
disfruta de un monopolio de ubicación. Existe una tendencia a sobredi-
mensionar el suelo que se califica como urbanizable. Dicho suelo se
valora en función de unas expectativas y no tanto como una materia
prima precisa para construir (Montiel y Naredo, 2011). Los costes de
suelo y precio de la vivienda están profundamente interrelacionados,
d) Ventajas y beneficios fiscales para comprar una vivienda. Por otra parte,
como contrapartida y debido a la gran cantidad de viviendas que se
ofertaban, se aprobó una serie de ventajas y beneficios fiscales, como
las desgravaciones en los impuestos por la compra de una vivienda.
Sin embargo, esta serie de medidas no produjo las expectativas previs-
tas, puesto que, al dispararse la demanda de vivienda, el precio de los
pisos aumentó, generando a su vez un incremento desmedido del
[…] la gran fuerza del capital financiero es, en efecto, ignorar las fronteras
geográficas o sectoriales, porque se han dado los medios para pasar muy
rápidamente de una zona económica a otra, de un sector a otro: los movi-
¿Qué hacer con estos tres elementos: clientes, gobierno y sistema financiero?
El gobierno en España, como siempre, culpará a los demás (sistema finan-
ciero y clientes) y no aceptará que gran parte del problema deriva de sus
propias acciones. Si hubiera tomado conciencia de: a) con más disciplina en
el gasto público y enfoque macroeconómico de equilibrio fiscal; b) regula-
ción que no tendiera a abaratar el crédito, y c) mayor exigencia para mirar
la situación financiera global de los clientes. Pareciera que el ejemplo de
España muestra cómo es más importante un crecimiento modesto pero
sostenido que uno de grandes titulares susceptible de transformarse en
burbuja inflacionaria. Por ello, la economía española tendrá que purgar
sus excesos. En cualquier caso, las variables y los factores son muchos y
las certezas casi ninguna porque en todo caso solemos hablar de previsio-
nes y éstas en economía han demostrado no cumplirse.
VITRINA METODOLÓGICA
75
aumento experimentado en los gastos públicos en servicios sociales bási-
cos de algunos países. La pobreza no sólo se refiere a una condición eco-
nómica circunscrita a la insuficiencia de ingresos experimentada por las
familias y los individuos, sino que tiene un componente multidimensional,
incluso ético, que afecta diversos aspectos de la persona.
La política social no se define por la política misma, sino en relación
con el modelo económico y las diversas estructuras de demandas de la
población. No sólo la política social incide sobre el bienestar de población,
también otros factores de corte político, económico y público que normal-
mente no son definidos como sociales, pueden tener un impacto igual o
superior en el bienestar social. La política pública debe entenderse como
una totalidad en la que las políticas sociales se interrelacionan con el
resto de las políticas toda vez que diversas políticas sociales, como la
educación, pueden tener un efecto directo en las economías locales y
nacionales. La heterogeneidad, las desigualdades territoriales y sociales,
la estructura y dinámica demográficas y la diversidad cultural, son ele-
mentos fundamentales en el análisis y en los procesos de gestión de las
políticas sociales.
El modelo económico actual y las políticas sociales derivadas del mismo,
han promovido una situación compleja de indefensión, pobreza y creciente
vulnerabilidad social. La política anticrisis desarrollada por el Estado mexi-
cano, fincada en las líneas generales de política económica del gobierno
federal y del Banco de México, responde al canon neoliberal vigente y centra
sus acciones en la búsqueda del equilibrio macroeconómico. No se ha lo-
grado contrarrestar el aumento de la pobreza alimentaria y el deterioro en
la calidad del trabajo; no habiendo, en este sentido, ninguna política social
innovadora que buscará atenuar los efectos coyunturales de la crisis.
En este capítulo, se analiza el impacto de la crisis económica de los
años 2008 y 2010 en México, especialmente en lo que toca al aumento de
la pobreza, la informalidad, la precariedad, el desempleo y la vulnerabilidad
social, así como las políticas públicas que se siguen y mantienen para mi-
tigar sus efectos.
En términos metodológicos se parte de la idea de que es necesario si-
tuar la crisis económica y sus efectos sociales en contextos nacionales y
regionales. En este sentido se trabajan dos dimensiones analíticas y meto-
dológicas:
8.0 25.0
7.0
20.0
6.0
5.0
15.0
Porcentaje
Porcentaje
4.0
10.0
3.0
2.0
5.0
1.0
0.0 0.0
1995 1998 2001 2004 2007 2010
Años
Fuente: INEGI, Encuesta Nacional de Empleo (ENE) y Encuesta Nacional de Ocupación y Em-
pleo, varios años.
Gráfica 2
México. Evolución de la pobreza, 1992-2010
70
60
50
40
Porcentaje
30
20
10
0
1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2005 2006 2008 2010
Años
Gráfica 3
México. Total de programas de desarrollo social
y combate a la pobreza y presupuesto destinado, 2004-2011
300 800
700
250
600
Presupuesto (mmdp)
200
Total de programas
500
150 400
300
100
200
50
100
0 0
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011
[…] los programas de desarrollo social son más efectivos para proteger a
la población ante adversidades coyunturales que para la generación de
empleos permanentes. La política de desarrollo social cuenta con algunos
programas de protección social, éstos son insuficientes para fortalecer el
ingreso de la población ante reducciones coyunturales como las vividas en
el país en 2008-2010. En ausencia de estos mecanismos y ante las crisis
recientes (financiera, en precios de alimentos y energéticos), se han favore-
cido instrumentos como Oportunidades o subsidios energéticos generali-
zados que no están focalizados en los pobres (Coneval, 2011: 43).
103
escenificación con la cual se reafirmaron como sujetos políticos frente a la
poca capacidad de respuesta de los gobiernos democráticos de turno. La voz
de los indignados fue una flecha que abrió el camino de la conciencia
colectiva frente a un sistema capitalista mundial incapaz de otorgar certi-
dumbre alguna sobre el futuro y el bienestar de las mayorías, y en confron-
tación a gobiernos preocupados en rescatar las finanzas de las empresas
del sector financiero y bancario antes que salvar a las familias que habían
perdido trabajo y patrimonio.
Los indignados fueron y siguen siendo otro tsunami colectivo. Encar-
naron mediante su protesta pacífica, dialógica y, por tanto, reflexiva, la
conciencia de que el modelo económico capitalista contemporáneo carece
de los mecanismos institucionales necesarios para autocorregir sus defi-
ciencias. No sólo de mecanismos económicos, por ejemplo para organizar
el caos de la libre circulación de capitales entre los diversos núcleos finan-
cieros del sistema o para regular la eficacia de las relaciones entre econo-
mía financiera y economía real, sino políticos, es decir, cómo asegurar que
el descontento ciudadano pueda generar reglas de intervención en lo eco-
nómico acordes a los principios liberales básicos (libertad y derechos hu-
manos) así como en línea con los principios democráticos esenciales (ase-
guramiento del bienestar de las mayorías).
El “no-lugar” de la crisis que nos presentan los mass media, como tiem-
po de la incertidumbre, en el que se mueven y genera el puzzle sistema
financiero-económico real, significa un hecho que tiene su contraparte,
ésta perfectamente ubicada en la multiplicidad de los lugares con nombre
y apellido, situados en el espacio geográfico de lo social: la precariedad
realmente existente trascurriendo en el tiempo real de los sujetos sociales.
Frente a las zonas de ambigüedad que producen los movimientos financie-
ros, como especie de poderosas olas destructoras los movimientos de ca-
pitales entre sistema financiero y economía real, se antepone la realidad de
la precarización como el espacio geográfico y social del dolor, la desdicha, la
incertidumbre, la desafiliación y la impotencia política. Este complejo tejido
de relaciones o espacio de la precarización no ha podido ser descubierto
del todo por los analistas de la crisis, pues lo que hay, como saldo de ella
es la reconstitución de la condición humana y ciudadana de los afectados, lo
que significa la reconfiguración antropológico-política de los sujetos, me-
diados por fuerzas de precarización social.
Conclusiones • 105
de la reflexividad sustantiva de la copresencia y que se sostiene gracias a
las múltiples racionalidades coexistentes en el mundo-de la vida o esfera
de la labor: que implica el tiempo de la reproducción de la vida, por tanto de
los sentimientos, el gozo, el gasto, el amor, la sexualidad. Narrativa de la
vitalidad imprescindible a la hora de hablar de bienestar: del estar bien: de
producir el bien colectivo, más allá del tiempo, o no-lugar, del dato de las
capacidades para la productividad.
La narrativa macroeconómica queda, entonces, como la ideología ofi-
cial de un sistema empeñado en sustituir o encubrir la capacidad humana
múltiple y oblicua por el tecnicismo de la productividad, queda como una
especie de dispositivo discursivo, o sea, como mecanismo técnico e ideo-
lógico que justifica el estado de cosas al identificar la deriva de los hechos
como algo inevitable por su rudeza técnica. Por el contrario, la narrativa de
los indignados queda como el festín de una forma de racionalidad política
polimorfa, cuya deriva abona para el futuro, cual semilla política de algo
que no logra todavía vislumbrarse: la esperanza.
A las ciencias sociales les resta toda una ruta por recorrer, comenzando
por revalorar la crítica como capacidad ética de pensamiento de la realidad
histórico-social, algo que Habermas ya había anunciado en Ciencia y técnica
como ideología, pero que hoy, después de esta crisis, que fue y sigue siendo
una poderosa fuerza de violencia económica, nos aparece como una premisa
necesaria. A la sociología, la antropología y la geografía le incumbe una tarea
pendiente para pensar, de forma deslocalizada del no-lugar, la crisis y sus
efectos en el cuerpo humano, en el cuerpo comunitario típico de lo social y
en las coordenadas socioecológicas del espacio geográfico. Como señala
Jiménez Bautista (2004) el espacio se olvida muchas veces, es un todo único,
sistémico y dialécticamente interactivo y mutante que requiere planificación
holística e integradora (transdisciplinar).
Señalamos algunas conclusiones:
Conclusiones • 107
fuga de cerebros procedentes principalmente de la educación pública
hacia otros países de la zona europea.
6. Los malos ejecutivos de la banca y las instituciones financieras mundia-
les deben contener su lascivia por la ganancia. Como señala el ministro
de Educación José Ignacio Wert, “Mientras los directivos piden flexibi-
lidad a sus plantillas, ellos están blindados hasta las cejas”. Por ello, la
cuestión no está en asentir con la cabeza las narrativas tautológicas
que parece que los bancos están creando, donde lo único que parece
es que prometen que serán más buenos en un futuro para que el libre
mercado siga prosperando, sino en realizar narrativas sobre cómo este
capitalismo desbocado nos ha llevado a una situación en la que sólo
se puede ir a peor, y cómo debemos de evitar este continuo camino fi-
nanciero si de verdad queremos evitar un colapso inimaginable.
7. Es muy importante señalar cómo los sistemas de seguridad social en
ambos casos (España y México) han reaccionado de forma distinta sobre
la precarización social. La idea de España de la austeridad y los recortes
está abocando a muchos ciudadanos a ingresar en el club de la pobreza.
Mientras que en México, en un contexto de economía neoliberal en don-
de la política social sufre un proceso de residualización, el Estado no
tuvo ninguna acción innovadora de calado en materia de política social
para atajar las consecuencias del declive económico de 2009, en térmi-
nos reales sólo mantuvo operando los programas sociales focalizados de
transferencias, en particular el programa Oportunidades.
8. Para México la crisis significó el inicio de un ciclo económico y social
caracterizado por el incremento de la economía informal, la precariza-
ción del trabajo, el aumento de la pobreza y el hambre, así como la
profundización de una espiral de violencia producida por la irrupción
del crimen organizado. Un escenario difícil para una democracia na-
ciente en donde los problemas estructurales de la economía y las finan-
zas públicas se convierten en enormes obstáculos para poder construir
un sistema de bienestar universal y de calidad.
9. Para México la crisis, si bien no produjo una contracción sistemática
del PIB, significó un momento de inflexión gracias al cual es posible
observar las enormes brechas a cubrir por parte del sistema de bien-
estar, así como la debilidad del mismo estado para dotar de bienestar a
las mayorías.
Por último, estas conclusiones nos han llevado a señalar las diferencias
que hemos encontrado en los dos casos y que constituyen unos aprendi-
zajes de esta crisis, sobre todo, en relación con las formas de intervención
del Estado para atender la precarización social en sus diversas formas.
Una vez más las posturas comparativas nos enseñan que sólo mediante
esta confrontación de realidades es posible visualizar con mayor detalle
una realidad singular. La comparación se realiza entonces como acto me-
todológico en la medida en que la postura de observación colabora para
pensar más allá de los límites pulcros de un objeto de estudio. La compa-
ración es un acto reflexivo sólo en la medida en que es un sistema de re-
laciones histórico sociales contradictorias: resonantes.
Michel Foucault hablaba del neoliberalismo como la estrategia social y
económica que tiene como objetivo producir una sociedad que reproduce
a escala geométrica a las empresas, una idea terrible por su trasfondo ho-
mogeneizador, cuasi totalitario. Como vemos, el neoliberalismo norteame-
ricano de la era de los Bush tuvo esta utopía y la cristalizó en los deseos
infinitos de producción de riqueza de la nada a través de la financiarización
geométrica de la economía, pero tal destello de la riqueza se descalabró
con facilidad una vez que el sistema se vio desbordado por los deseos
humanos, no tan racionales, signados por la codicia, la ambición y el poder
desmedido entorno de eso, también oblicuo, que llamamos “mercado”;
entonces ¿cuál es la apuesta por el futuro? ¿Por qué ir por la producción
geométrica de empresas como religión social (económica, política y cultu-
ral)? ¿Cuál es el sentido de ver al sistema económico financiero colapsarse
y verlo en harapos, desnudo, y tristemente endeble?
Vale la pena entonces parar en el camino y repensar el rumbo; tal vez,
las ideas utópicamente libertarias de otra época puedan ser una tabla de
salvación, siempre y cuando no pierdan de vista la necesidad de preservar
la condición humana, siguiendo a Hannah Arent, como vita activa: como
Conclusiones • 109
movimiento antropológico por, para y hacia el bienestar social. Fundar una
nueva crítica basada en una mirada socioantropológica del estar aquí re-
flexivo. Transitar de una zona de ambigüedad económica a una zona hu-
manamente plausible, por tanto, telúrica, según el ideal antropológico de
los poetas románticos que inauguraron nuestra modernidad cultural y lidiar
en forma constante con este ideal bajo el principio de diálogo constructivo.
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111
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117
Investigador del Sistema Nacional de Investigadores de México, nivel II.
Especialista en desigualdades sociales y políticas públicas para México e
Iberoamérica. Publicaciones recientes: “Políticas compensatorias de Esta-
do y control social en América Latina” (Ruris, 2013); con Carlos Veiga
“Mexican and Portuguese Students when Confronted with Disability. Social
Representations Systems” (Convergencia, Revista de Ciencias Sociales, 2013);
así como los libros coordinados: Políticas sociales en Iberoamérica. Entre la
precariedad social y el cambio político (Red Iberoamericana para el Estudio
de Políticas Sociales-UAEMex-U. de Colima, 2013); Debates para una recons-
trucción de lo público en educación, del universalismo liberal a “los particula-
rismos” neoliberales (Red Iberoamericana para el Estudio de Políticas Socia-
les-UNGS-UAEMex, 2013).
PRÓLOGO
José María Tortosa Blasco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Capítulo I
CRISIS DEL CAPITALISMO Y VULNERABILIDAD SOCIAL
Jorge Arzate Salgado
Francisco Jiménez Bautista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
La crisis y su contextualización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Nuevo ciclo de extracción de excedentes económicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Evolución de la crisis y alternativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Hacia una narrativa crítica de la crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Capítulo II
LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA
Y SU RELACIÓN CON LA BURBUJA INMOBILIARIA
Francisco Jiménez Bautista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Evolución histórica
del porqué España está en crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
El caso de España: la burbuja inmobiliaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Distintos factores que inciden
en la burbuja inmobiliaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Capítulo III
CRISIS ECONÓMICA, POBREZA
Y POLÍTICA SOCIAL EN MÉXICO
Dídimo Castillo Fernández
Jorge Arzate Salgado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Vitrina metodológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
La reestructuración neoliberal, la crisis económica
y el incremento de la pobreza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
El régimen público de bienestar
y la política de combate a la pobreza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Pauperización social y políticas sociales compensatorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
CONCLUSIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
TERCERA DÉCADA