TEL-FAX: (0264)-4251960 EMAIL: silvia.pugliese@interredes.net.ar Una psicóloga recibe un pedido urgente de consulta, hecho ya poco usual, pero que se concede atento al modo en que la solicita. La paciente de 35 años, llega muy confundida y angustiada porque, pese a no entender mucho, presume que padece una enfermedad mental grave. Al preguntársele en qué basa su presunción, desenrolla un informe firmado por un psiquiatra y una psicóloga, que le fuera entregado el día anterior y a quienes habría concurrido por sentirse deprimida. El informe entre otros datos dice: “El perfil clínico muestra una elevación generalizada que describe un cuadro con severos desajustes psicológicos de larga data, con signos de cronicidad. Al parecer M. padece crisis aguda de desborde cognoscitivo, emocional y experiencias sensoriales bizarras, que la inhiben para desarrollar sus capacidades intelectuales, laborales y sociales ... Respecto de los síntomas indicadores de malestar se destacan: ansiedad, fobia y depresión, así como también una tendencia a los desbordes emocionales y cognoscitivos, la clínica hace pensar que se trata de un Trastorno esquizoafectivo. Es una paciente que se resiste a aceptar que tiene problemas psicológicos con concomitantes fisiológicos... por lo que no accederá fácilmente a una psicoterapia sin comenzar por medicación ... Es imprescindible complementar con tratamiento psicofarmacológico.” Se trataba de un informe computarizado de la versión computarizada del MMPI-2, baremado en 1992 en USA. La paciente relata que presentado el motivo de consulta, la colocan frente a la computadora , le dan la consigna y finalizada la tarea le fue entregado el informe sin más explicaciones y con un turno para que el psiquiatra le prescribiera la medicación correspondiente. Casos como este comienzan a multiplicarse, en distintos consultorios. Y más allá de los sentimientos que pudieran surgir a partir de una consulta de estas características y para no caer en la tecnofobia; en la era de la informática, vale la pena que hagamos algunas reflexiones ético- profesionales acerca de este tipo de evaluaciones e informes. La historia del psicodiagnóstico asistido por computadora comienza en los años 60, incluyendo el surgimiento de los servicios de interpretación de una batería, por correo. Sabemos que un informe es “un conjunto integrado y coherente de datos contrastados acerca del funcionamiento psíquico de un individuo, que se realiza para su propio beneficio” y cuya entrega constituye junto con la devolución, el cierre de un proceso psicodiagnóstico. Ya desde el comienzo nos encontramos con el primer error: se presenta el informe de una técnica como si fuera del de un psicodiagnóstico, puesto que un psicodiagnóstico “no puede basarse en una sola técnica” ( Código de Etica: punto 1.c) . En segundo lugar, firman como examinadores un psiquiatra y una psicóloga. Vale recordar que el punto 1.2 de las Pautas Internacionales para el uso de los test dice claramente que “la utilización de los tests o escalas psicológicas e de entera competencia y responsabilidad del Psicólogo” . Se plantea aquí un problema de incumbencias de títulos y fundamentalmente, un problema de competencias. En una mirada más amplia de nuestro análisis, vemos que actualmente los tests computarizados se han presentado como una solución a los problemas generados por los tests convencionales. En base a la estadística, se han construido programas de interpretación, diagnóstico e informes psicológicos, con el objetivo de reducir el tiempo y las energías que demanda un proceso psicodiagnóstico. Sin reparar que tampoco dará cuenta de la singularidad de la persona evaluada. La computadora ofrece rapidez y eficacia, aportando además otras ventajas: ítems mucho más complejos que los tests de lápiz y papel; medición automática del tiempo de respuesta; interacción de la persona examinada con el propio test, etc.. Aunque cuenta con la desventaja que requiere que el examinado esté familiarizado con la computadora. En el caso que nos ocupa, se trata de una ama de casa de 35 años, con escasos conocimientos informáticos. Las investigaciones continúan y sus resultados proponen repensar te esta nueva forma de psicodiagnosticar. Un trabajo de Feigelson y Dwight (2000) concluye que se ha comprobado que hay más sinceridad en las respuestas a los cuestionarios autoadministrados por computadora que los que se administran personalmente. Estos autores sostienen que la computadora sería percibida como un detector de mentiras. Veamos la características del instrumento que nos ocupa. El MMPI-2 es un test clínico destinado a la evaluación psicométrica de la personalidad; es un inventario autodescriptivo, para ser aplicado a personas mayores de 18 años; siendo una de sus versiones la computarizada. Basado en el principio que “ la enfermedad mental se manifiesta en los síntomas de conductas y éstos son evidentes al propio sujeto” (9). El instrumento brinda una descripción de los síntomas y características de personalidad considerando las categorías diagnósticas del Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM-III). Y dicho sea de paso, sus cuadros están más ajustados a la Psicofarmacología que a una taxonomía neutral. Sus “puntuaciones permiten predecir conductas futuras y respuestas a diferentes acercamientos de tratamiento psicoterapéutico” (Ferrante, 1999). La Argentina intervino en el proyecto ”cross-cultural” que culminó con la edición de un manual internacional con baremos nacionales de cada país publicado por Butcher en 1996. Nótese que en el informe que analizamos, especifica que se usó un baremo de USA de 1992., aunque se administró en San Juan en el 2006. En este sentido el punto 8 del Código de Etica dice: “Deberá basar sus evaluaciones, decisiones sobre intervención o recomendaciones, en datos o resultados de tests con baremos actualizados en los últimos diez años y adaptados a la región”. Hecho que ya Lockshin y Harrison (1992) habían alertado como una fuente importante de error, acerca de los programas basados en normas no actualizadas o que no incluyen la población a la que pertenece el evaluado. Si bien se destaca su validez y utilidad del MMPI, el comité de reestandarización (1989) considera que “el sistema provee hipótesis útiles que deben complementarse con mayor información y recomienda que se lo utilice con precaución para la toma de decisiones” (Ferrante, 1999). En la era de la facilitación de las tareas mediante la tecnología, está claro que los informes generados por computadora, han ido ganando adeptos, en tanto han sido vistos como una solución ante la difícil tarea de poner en palabras la elaboración en base a los resultados obtenidos y en la creyendo ingenuamente que les ahorraría el trabajo que implica un proceso psicodiagnóstico. Los informes computarizados se elaboran integrando los datos de la población a la que pertenece el evaluado con los procedentes del test, siguiendo una progresión lógica mediante árboles de decisiones. Se obtiene así una serie de frases descriptivas de los estilos de respuesta del evaluado y emite un conjunto de hipótesis interpretativas, como las ejemplificadas más arriba. Es más, como se señaló en relación al MMPI-2, sus resultados deben ser integrados y contextualizados con otros datos del evaluado, en coherencia con las normas éticas. El Código de Etica en el punto 5.b dice: “Deberá constatar fehacientemente sus conclusiones contrastándolas con otros medios, tomando en consideración la posible relatividad que pesa sobre las conclusiones a las que llega”. Sus seguidores parecen tener la convicción que la ciencia pasa por la estadística y que la computadora no se equivoca; desconociendo que por la complejidad y singularidad del psiquismo humano, habrá aspectos que escaparán en algún grado, al promedio de su población. “Todo es media, sin desvíos”, dice Matarazzo (1986) al referirse a los informes computarizados. Por su parte, Andronikof (2005), destaca que la discrepancia entre un informe computarizado y uno confeccionado por un psicólogo, acerca de un evaluado en particular, reside en que: “Una correlación estadística no es una explicación causal, ni la conducta humana obedece a leyes deterministas”. Sencillamente podemos agregar que tomar un informe computarizado como “informe final”, éste resulta: a) Incompetente por cuanto no incorpora la singularidad del evaluado; b) Confuso: por cuanto está expresado en términos técnicos, incomprensible para el beneficiario del mismo y c) Inconsistente: por cuanto no se basa en la convergencia y recurrencia de datos analizados, interpretados y jerarquizados. Anastasi (1992) expresa sobre estos informes: “El error estaría en creer que el informe computarizado es necesariamente certero, cuando en realidad sólo es un elemento auxiliar” Un profesional competente está abierto a los nuevos avances, a aprovechar lo que la tecnología pone a su disposición; pero primero debe garantizar la cientificidad de su práctica. La posibilidad de contar con estos instrumentos en el mercado, puede conducir a una práctica anti- científica y anti-ética, y terminar con el descrédito acerca de los tests. En especial, cuando los informes generados por computadora, son entregados al paciente; en lugar de ser tomado como una herramienta útil para la formulación de su informe final . Un psicodiagnóstico incompleto y un informe producido por la computadora, en términos técnicos, en manos del paciente no es ético y seguramente será altamente iatrogénico.Y BIBLIOGRAFIA
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