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LEGISLACION
Nombre: Nicole Pogo Profesor: Alex Bonifaz
Curso: SEGUNDO ´´B´´ Fecha: 26/05/2018
Tema: TAREA
El artículo 1455 C.C. determina que el contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga
para con otra, que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes
se obligan recíprocamente.
Un error muy común es confundir esta clasificación de los contratos con la de los actos
jurídicos unilaterales y bilaterales; pues, ésta última clasificación atiende al número de
voluntades inmersas en el acto jurídico. Así, todo contrato es un acto jurídico bilateral; pero,
puede ser un contrato unilateral o bilateral en atención a las obligaciones que se derivan del
mismo, esto es, son unilaterales cuando hay un solo obligado dentro de la relación contractual
y son bilaterales si se obligan las partes recíprocamente.
Aunque el Código Civil no distingue, la doctrina clásica ha clasificado a los contratos bilaterales
llamados también sinalagmáticos, en perfectos e imperfectos, dependiendo del momento en
el cual nace la obligación recíproca. Jorge López Santa María[i] sostiene que los
contratos sinalagmáticos perfectos son aquellos en los cuales todas las obligaciones surgen
en el mismo instante, así si son consensuales el día de la manifestación del consentimiento;
o, si son solemnes el día que se efectúe la solemnidad impuesta por el legislador.
Estas obligaciones no son sucesivas, por lo que permite que se generen los efectos
particulares de este tipo de contratos.
Por su parte, los contratos sinalagmáticos imperfectos, son aquellos que nacen con una
obligación de una sola parte, pero durante su ejecución nacen obligaciones recíprocas entre
las partes, como el ejemplo citado por Ramón Meza Barros[ii], quien indica que en el
comodato, en la prenda o en el depósito por ejemplo, la obligación nace de forma unilateral,
pero podrían resultar obligaciones posteriores como reembolsar los gastos que haya
demandado el cuidado de la cosa.
En los contratos sinalagmáticos, además, se plantea el problema del riesgo, que consiste en
determinar quién asume el riesgo de la cosa, en situaciones de caso fortuito o fuerza mayor,
toda vez que en los contratos unilaterales esta situación no entra en discusión, pues se
extinguiría la única obligación existente, para lo cual hacen referencia los artículos 1566 y
1563 el Código Civil, que se analizarán más adelante.
Nuestro Código Civil, si bien contempla a la sociedad como un contrato, no hace mención
específica a una clasificación contractual de este tipo, y en la doctrina ha ido perdiendo fuerza,
pues se les ha otorgado el mismo tratamiento que los contratos bilaterales o sinalagmáticos.
b) ONEROSO Y GRATUITO
El artículo 1456 C.C. proporciona una definición del contrato gratuito y oneroso, indicando
que el contrato es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una
de las partes, sufriendo la otra el gravamen; y oneroso, cuando tiene por objeto la utilidad de
ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro.
Lo que diferencia a los dos tipos de contratos es el criterio económico que los define, esto es
el beneficio o utilidad que les reporta el contrato. Así la compraventa es un contrato oneroso
porque cada uno se grava en beneficio de otro, es un contrato en el cual las dos partes tienen
que soportar un gravamen. Los contratos gratuitos son cuando solamente una parte sufre el
gravamen como en la donación o en el comodato.
El primero, esto es, el contrato de seguro, lo trata puntualmente la Ley General de Seguros;
el segundo, esto, es el préstamo a la gruesa, está contemplado en el Código de Comercio;
mientras que el juego y la apuesta los trata de forma conjunta el Código Civil, a partir del
artículo 2164.
Según el artículo 1482 C.C., hay objeto ilícito en las deudas contraídas en los juegos de azar,
por lo tanto no amerita mayor explicación en este punto. Por su parte los juegos y apuestas
lícitas tienen como principal efecto generar obligaciones naturales, como lo habíamos
indicado oportunamente.
Los juegos y apuestas son permitidos, pero hay dolo en el que hace la apuesta si sabe de cierto
que se ha de verificar o se ha verificado el hecho materia de la apuesta.
El artículo 1459 C.C. manda que el contrato es real cuando, para que sea perfecto, es
necesaria la tradición de la cosa a que se refiere; es solemne cuando está sujeto a la
observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no surte ningún
efecto civil; y es consensual cuando se perfecciona por el solo consentimiento.
Por regla general los contratos se entienden consensuales, salvo que la norma disponga que
sean reales o bien que requieran ciertas solemnidades para que sean considerados solemnes.
Es importante indicar que consensual, significa que basta el consentimiento de las partes que
expresan su voluntad libremente para la celebración del contrato, por lo tanto, que un
contrato se plasme de forma escrita no es requisito para el perfeccionamiento de dicho
contrato, de ahí que un contrato compraventa de bienes muebles se perfecciona por el
acuerdo entre cosa y precio, por lo tanto, es improcedente la firma de ?promesas de compra
ventas de vehículos?, porque el simple acuerdo hace nacer el contrato.
Obviamente, no se puede dejar de lado que el tema de reducir el acuerdo a escrito, no por
exigencia legal, es una necesidad probatoria en caso de futuros incumplimientos, así lo ha
sostenido la Corte Nacional Justicia en su jurisprudencia, cuando dice: ? Como ya lo dijo la
Sala en su Resolución No. 190 de 18 de septiembre de 2002, publicada en el Registro Oficial
No. 709 de 21 de noviembre de 2002? Continúa la sentencia citada: ?La regla general es que
los negocios jurídicos son meramente consensuales, o sea que se perfeccionan por el concurso
real de las voluntades de los que se obligan, salvo cuando una disposición legal expresa exige
que se observen determinadas solemnidades constitutivas o sustanciales, o en los contratos
reales que para su perfeccionamiento, a más del concurso real de las voluntades (y del
cumplimiento de las solemnidades sustanciales, en su caso) se necesita de la entrega o
tradición de la cosa a que se refiere. Por lo tanto un contrato puede existir y generar efectos
válidos, que merecen ser tutelados por el ordenamiento legal, aunque no se lo haya reducido
a escrito; únicamente cuando se lo quiere hacer valer ante terceros o se pretende reclamar en
juicio los derechos de él nacidos, surge el problema de la probanza, ya que no se podrá
acreditar su existencia exclusivamente con testimoniales, pero a falta de un instrumento
escrito se los puede acreditar por los otros medios probatorios, como la confesión de la parte
contra la cual se invoca el contrato, el juramento diferido, las presunciones, salvo obviamente
que se trate de un acto o contrato solemne?Gaceta Judicial Año CVI, Serie XVII, No. 13, página
4122. Sentencia del 3 de junio del 2003.
Por su parte un contrato solemne es aquel que requiere, a más del consentimiento, el
cumplimiento de determinadas solemnidades establecidas en la ley para el
perfeccionamiento del contrato. Son contratos solemnes el matrimonio, la compraventa de
bienes inmuebles, la hipoteca, entre otros.
Aunque el mismo artículo del Código Civil puede dar lugar a confusión, pues dice que un
contrato es solemne cuando se cumplen ciertas formalidades, lo correcto es que solemnidad
y formalidad son términos diferentes. La formalidad hace referencia a aquellos actos que
deben ser cumplidos por los contratantes para el perfeccionamiento del contrato, pero que
no depende de ninguna autoridad para ese efecto. Así pues, se puede hablar de formalidades
de prueba, como la celebración de un contrato consensual por escrito, sin que esto valide su
existencia legal. Las formalidades también pueden ser exigidas por ley, como celebrar
contratos escritos e incluso en el sentido más amplio, se podría decir que el simple hecho de
exteriorizar la voluntad podría ser considerado una formalidad.
El término solemnidad hace referencia a aquellos actos que requieren de una autoridad
envestida de poder público para certificar la realización de ciertos actos importantes, acto
que perfecciona los contratos en los cuales se requiere dicha solemnidad. Por ejemplo el
matrimonio.
Finalmente, tenemos los contratos reales, que son aquellos que a más del consentimiento
exigen la tradición o la entrega de la cosa para el perfeccionamiento de su celebración. Como
por ejemplo el mutuo.
Los contratos atípicos o innominados son aquellos que no están contemplados ni reglados en
la normativa, y que tienen su fundamento en la libertad de contratación y en la autonomía de
la voluntad, en la medida que siguen el precepto del Derecho Civil, por el cual, está permitido
todo aquello que no esté prohibido expresamente por la Ley; y, aunque su reconocimiento
no esté expresamente detallado en la norma, los principios de que el contrato es ley para las
partes y el método de interpretación por el cual se ha de atender a la intención de los
contratantes, lo consagra dentro de nuestro sistema jurídico.
Los contratos innominados, aunque algunos autores prefieren llamarlos atípicos por su falta
de tipicidad, más que por su falta de nombre, aparecen en el Derecho Romano, aunque no
con esas denominaciones, como negotium gestum, civile novum, para referirse a todo
contrato que no estaba dentro de la regulación normativa; así, la teoría de los contratos
innominados fue la coronación feliz de los romanos en la gestación de su derecho civil[v]
En el Derecho Romano, este tipo de negotium gestum o civile novum tienen su base en
la conventio, pero la acción y la obligación nacían cuando era realizado el daré o el facere. Era
necesario que una de las partes haya realizado su prestación, y que esta prestación intervenga
como causa de la contraprestación, consistente también en un dare o en un facere, a la cual
estará obligada si la primera ha cumplido su prestación. En virtud de lo dicho, lo que el
Derecho Romano protegía era la equidad y la buena fe, así:
En la actualidad, estos contratos atípicos han tenido un gran desarrollo, por tres razones
principales. Las dos primeras están conectadas indefectiblemente, esto es, el avance y
desarrollo de las tecnologías de información (TICs) que a su vez han permitido el crecimiento
acelerado de las relaciones comerciales a todo nivel y en todo contexto. Estas relaciones se
han vuelto complejas, abarcando muchos aspectos en una sola contratación, como la
franquicia, por ejemplo. Por otro lado, el progreso en la elaboración de normas no ha podido
ajustarse a este vertiginoso yacelerado desarrollo y se ha quedado atrás en este proceso.
Finalmente, las TICs han impulsado las relaciones a nivel mundial, cambiando las condiciones
de espacio y tiempo de las relaciones tradicionales, contexto bajo el cual, la legislación
también se ha quedado corta, e incluso impedida de regular relaciones comerciales que
involucran muchas nacionalidades y puntos de conexión, que sería materia propia del
Derecho Internacional Privado.
Web grafía
https://www.derechoecuador.com/clasificacion-de-los-contratos-civiles