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VERSÍCULO 14: BIENAVENTURADOS LOS QUE GUARDAN

SUS MANDAMIENTOS
14Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia
sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad.

“Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su


potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la
ciudad” (v. 14). Esta es la séptima y última beatitud (bienaventuranza que
logran las almas al compartir la vida eterna en compañía de Dios) pronunciada
en este libro (VERSICULOS DE APOYO 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7). El
número siete es significante ambos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y
transmite la idea de plenitud o cumplimiento.

“Bienaventurados los que guardan sus mandamientos” (v. 14a). En otra


versión “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras.”

“Bienaventurados los que guardan sus mandamientos” enfatiza obediencia,


mientras que “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras” enfatiza santidad.
En el fondo, ambas versiones enfatizan la idea de vivir según la voluntad de
Dios – vivir como Dios manda.

Antes, Jesús habló de “unas pocas personas en Sardis que no han ensuciado
sus vestiduras.” Dijo: “andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son
dignos” (3:4). Ahora, en 22:14, pronuncia una bendición sobre “los que lavan
sus vestiduras” – los que se mantienen santos al recibir la gracia que tienen a
su disposición por el sacrificio de Cristo.

En este versículo debemos notar que lavan es plynontes y aparece en el


tiempo presente, lo quenos indica que la acción continúa. Aunque hemos
recibido el perdón desde la primera vez que aceptamos la gracia de Dios,
hemos seguido pecando – por eso necesitamos perdón constante. Dios ve
nuestra constante necesidad de perdón, y por eso nos concede su gracia
continuamente.

“para que su potencia sea en el árbol de la vida” (v. 14b). Esta es la primera
de las dos bendiciones concedidas a los que viven como Dios manda.

Primero oímos del árbol de la vida en Génesis, donde apareció junto al árbol de
la ciencia del bien y el mal (Génesis 2:9).Dios le prohibió a la pareja comer del
árbol de la ciencia del bien y el mal, advirtiéndoles, “porque el día que de él
comieres, morirás” (Génesis 2:17). Cuando la pareja cedió a la tentación y
comió del árbol de la ciencia del bien y el mal, Dios dijo, “He aquí el hombre es
como uno de Nos sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:22). Para evitar que el
hombre comiera del árbol de la vida y que viviera para siempre, Dios le expulsó
del jardín y puso allí un querubín armado con una espada para prevenir su
regreso (Génesis 3:22-24).
Previamente en el libro de Apocalipsis, Jesús dijo, “Al que venciere, daré á
comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (2:7).
Entonces, antes en capítulo 22 Juan habló del río del agua de la vida que fluye
por el Nuevo Jerusalén. Dijo, “de la una y de la otra parte del río, estaba el
árbol de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones” (22:2). Ahora aprendemos que,
para aquéllos que obedecen los mandamientos de Dios (“los que lavan sus
vestiduras”), la maldición de Génesis 3 ha sido eliminada – que Dios les
devolverá el acceso al árbol de la vida.

“y que entren por las puertas en la ciudad” (v. 14c). Esta es la segunda
bendición recibida por “los que lavan sus vestiduras.”

No se trata de un honor cualquiera. El Nuevo Jerusalén es una ciudad bella y


radiante con muros altos y puertas grandes. Sus cimientos están adornados de
joyas. Sus puertas están construidas de perlas grandes – cada una hecha de
una sola perla. Sus calles están pavimentadas de oro. Juan dijo, “Y no vi en
ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el
Cordero. Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que
resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era
su lumbrera” (21:22-23). ¿A quién no le gustaría vivir ahí?

Pero como veremos en versículo 15, la entrada a la ciudad no es automática.


Los hechiceros se quedarán fuera – igual que los disolutos, los homicidas, los
idólatras, y cualquier otro que ame y practique falsedad.

¿Quién más podría quererlo? Aunque a cristianos les gustaría ver a todos
entrar en el Nuevo Jerusalén, no sería apropiado que gente no santa con ropas
manchadas trajera su falta de santidad ante la presencia sagrada de Dios.
Tampoco sería apropiado que los que no se han purificado a través del poder
que ofrece el Cristo crucificado y resucitado, corrompan la ciudad donde los
habitantes sí han lavado sus vestiduras y están limpios.

VERSÍCULO 15: NO APARECE EN LA LECTURA DEL


LECCIONARIO
15Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, y los disolutos, y los
homicidas, y los idólatras, y cualquiera que ama y hace mentira.

Aunque este versículo no aparece en la lectura del leccionario, el pastor debe


conocer su contenido. En versículo 14 Juan pronunció una bendición sobre los
fieles – los que guardan los mandamientos de Dios (o “que lavan sus
vestiduras”). Ahora, en este versículo, pronuncia un lamento sobre los que
siguen pecando – “los hechiceros, y los disolutos, y los homicidas, y los
idólatras” y los que aman y hacen mentiras. Juan les llama “perros” – un insulto
despectivo. Eliminar versículo 15 daña este texto, ya que versículo 15 es la
segunda parte de la idea presentada en versículo 14. La lista de pecados sirve
para ilustrar, pero no es exhaustiva. Gente culpable de otros pecados tendrá el
mismo fin que los que son culpables de pecados como los incluidos en este
versículo. Aun así, no debemos perder la gracia de vista. Todos somos
pecadores, y dependemos de la gracia de Dios para nuestra salvación. El tipo
de gente que Juan describe en este versículo es gente que no se ha
arrepentido – gente que ha decidido no aprovechar la gracia de Dios.

VERSÍCULO 16: LA RAÍZ Y EL DESCENDIENTE DE DAVID

16Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las
iglesias (griego: ekklesiais). Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente, y de la mañana.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en


las iglesias” (ekklesiais) (v. 16a). Antes, el ángel que le enseñó a Juan la
visión del Nuevo Jerusalén, dijo, “Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el
Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel, para mostrar á sus
siervos las cosas que es necesario que sean hechas presto” (22:6). Ahora
Jesús se identifica como aquél que el ángel ha enviado. Jesús es el que se
identifica como “el Señor” en versículo 6.

“para daros testimonio de estas cosas en las iglesias” (ekklesiais) (v. 16b).
Juan no será el único que beneficie de la visión del Nuevo Jerusalén. Jesús
envió al ángel para mostrarle a Juan esta visión para que él después testificara
a las iglesias de lo que había visto. Juan cumple ese requisito al escribir este
libro.

“Yo soy la raíz y el linaje de David” (v. 16c). Recuerde Jesús es el que está
hablando.

Yahvé le prometió a David, “Y cuando tus días fueren cumplidos, y durmieres


con tus padres, yo estableceré tu simiente después de ti, la cual procederá de
tus entrañas, y aseguraré su reino. El edificará casa á mi nombre, y yo afirmaré
para siempre el trono de su reino” (2 Samuel 7:12-13) – una promesa que
judíos interpretaron como un mensaje mesiánico.

Nuestro versículo actual alude a Isaías 11:1, donde Yahvé prometió, “Y saldrá
una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces.” Isaí (Jesse)
fue padre de David. Por lo tanto, esto promete la continuación del linaje de Isaí
(Jesse) y de David – otra promesa mesiánica.

Está claro que Jesús enfatiza su linaje Davídico y la promesa mesiánica que
viene de ese linaje.

“la estrella resplandeciente, y de la mañana” (v. 16d). Aquí, algunos eruditos


ven una alusión a Números 24:17, que dice, “Saldrá estrella de Jacob, y
levantaráse cetro de Israel.”

No fue hace mucho que logré entender esta referencia a Jesús como la estrella
resplandeciente y de la mañana – en parte porque nunca había visto la estrella
resplandeciente y de la mañana. Hace unos años nos mudamos a una casa a
varias millas de la ciudad, donde el cielo es más oscuro y más claro de lo que
era cuando vivíamos en la ciudad. La ventana de nuestro dormitorio da al este
y la vista en esa dirección es bella. Tenemos suficiente privacidad como para
poder dejar la ventana descubierta, y cuando me despierto en medio de la
noche veo estrellas – puntitos minúsculos de luz dispersados por el cielo.

Si me despierto en el momento oportuno (como a las 5 de la mañana), veo la


estrella resplandeciente y de la mañana subiendo en el este. La verdad es que
no es una estrella, sino el planeta Venus. Pero su nombre no importa porque
domina el cielo del este. Mientras que las estrellas son puntos minúsculos de
luz, la estrella de la mañana es como los faros de aterrizaje de un avión – una
lámpara grande y brillante que luce tanto como todas las otras estrellas juntas.
Es un brillante sobre un campo negro, rodeado de polvo diamantino. Lo que
llamamos la Estrella de la Mañana es Venus.

Jesús dice, “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente, y de


la mañana” (Apocalipsis 22:16). Es la gran luz en el cielo – “la luz del
mundo” (Juan 8:12; 9:5) – cuya presencia anuncia la llegada de un nuevo día.

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