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Fernand Braudel: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo

Por Ivonne Meza Huacuja


ColMex-CEH

Si pudiéramos hacer un recuento rápido de los historiadores más representativos del


siglo XX, Fernand Braudel indudablemente aparecería en nuestra lista. Si además
tuviéramos la oportunidad de mencionar un libro sobresaliente dentro de la historiografía
occidental por su impacto en la manera como se percibe y escribe la historia,
necesitaríamos referirnos por de fault a El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en la
época de Felipe II. Un análisis profundo de la obra de Braudel nos llevaría más de dos
cuartillas de explicar e iría contra las intenciones y objetivos de este reporte. Sin embargo,
utilizaremos su último capítulo intitulado La guerra no se librará en el mar para deshebrar
algunos aspectos sobresalientes de su manera de escribir historia.

Braudel, a diferencia de los historiadores que le precedieron, enfatiza en menor


medida los eventos sucedidos continentalmente y escoge al mar Mediterráneo como el
corazón de la estructura de la que parte para desarrollar su exposición. Para él, sus aguas
dan testimonio “objetivo”, debido a su omnipresencia, de los acontecimientos que
ocurrieron de 1593 a 1601, que corresponden a los últimos años de vida del rey Felipe II1;
sus costas delimitan los reinos de los que fue soberano como la de los contrincantes
franceses y el imperio otomano. El Mediterráneo es entonces, crisol de culturas y
religiones; testigo y conocedor de los proyectos y maquinarias de conquistas en sus costas,
de los fallidos intentos de navegación. Es, a la vez, observador y también un actor
caprichoso:

Las guerras locales que este capítulo acaba de enumerar, unas en el oeste, otras en el
este del Mediterráneo, no se hallan íntimamente entrelazadas las unas con las otras
[…].Ocurre así porque el mar que las separa se mantiene en una actitud obstinadamente

1
El fallecimiento de Felipe II fue en 1598 pero por razones que ya veremos más adelante, su delimitación
hasta 1601 no es arbitraria.
neutral, negando sus servicios y colaboración a una guerra general, que solo él podría
organizar y servir de vehículo2.
El mar Mediterráneo es inmortal, guarda memoria y es a través de esta idea que el autor
introduce uno de los conceptos más originales y revolucionarios de toda su obra, la larga duración:
Mil rumores corrían por el Mediterráneo; rumores muy contradictorios; nutridos sin duda, en
parte al menos, por el formidable recuerdo que habían dejado espíritus de las impotentes flotas
turcas de otros tiempos3.

Braudel afirma en repetidas ocasiones a lo largo del capítulo, que los hechos históricos son
influenciados por eventos y acciones realizadas en el pasado y que ellos, a su vez, repercutirán en
sucesos futuros. Uno de los ejemplos más claros es cuando afirma que la muerte del rey Felipe II,
tuvo resonancia a nivel cronológico en la política a seguir por el imperio español, y que igualmente
su vida y actuar fueron influenciados por pequeños y grandes acontecimientos pasados. Podríamos
sumarnos a estas reflexiones y agregar que al asumirnos a nosotros mismos como parte de este flujo
histórico, y al abordar el tema, el evento mismo sigue afectándonos, simplemente porque hemos
recurrido a una serie de reflexiones para comprender su lectura, que a la larga influirán
probablemente, en nuestra manera de escribir y percibir la historia.

Podemos afirmar que una de las finalidades de Braudel a través de su libro El Mediterráneo
es demostrar que los acontecimientos no tienen fin en sí mismos, y con ello queremos decir que
somos nosotros quienes por practicidad los delimitamos temporal y geográficamente. La principal
propuesta de Braudel, para los historiadores de su época, fue una descentralización de la historia de
los acontecimientos como eje rector de las investigaciones históricas, proponiendo a su vez, la
interpretación de la historia a partir de los espacios geográficos, de las estructuras y de la larga
duración.

2
Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, T2, Fondo de
Cultura Económica, México, 1976, p. 767.
3
Ibid., p. 769.

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