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ABSTRACT
2
Gracias. Gracias por escucharme, gracias por dedicarme el tiempo que
necesitaba, gracias por empezar a cuidarme, gracias por entender que otra forma
de hacer es posible, gracias por permitirnos dudar, por permitirnos plantearnos que
quizás el camino estaba, otra vez, equivocado, esa duda nos permitió identificar
al enanillo y, una vez le dijimos adiós, llegó la fuerza, la claridad, el deseo profundo.
Gracias por el respeto y el amor.
Gracias Miguel, David, Elia, Erika, La Comunidad, Renato, Ricardo, Leslie, Luz,
Jesús e Iván, todos habéis marcado mi camino.
Gracias a todos los que habéis dedicado vuestro tiempo a la lectura de este
trabajo. Formáis parte de él.
Gracias familia.
3
A mi familia,
a quién espero ser capaz de explicarles
lo que significa la arquitectura para mí.
4
“Sólo se me ocurre decir, breve y prosaicamente, que es mucho más
importante ser uno mismo que cualquier otra cosa.”
5
ÍNDICE
6
ANTES DE EMPEZAR A CONTAR
El texto que sigue es el más íntimo que he escrito nunca. Creo oportuno
ponerte en situación, querido lector, para permitirte entender un poco mejor las
motivaciones que me han impulsado a escribirlo.
Debes saber que quien escribe es un animal herido. Alguien que, como casi
todos, ha puesto todas sus energías año tras año, asignatura tras asignatura, en
esto que llamamos la carrera, alguien que se ha dicho a sí misma que no dormir
una vez por semana “es normal”, que ha asumido que Navidades y Semana Santa
no son momentos de desconexión y disfrute, sino de trabajo para la entrega que
hay a la vuelta, alguien que después del aluvión de entregas caía enferma porque
su cuerpo, agotado por el esfuerzo y sin defensas, gritaba “hasta aquí”, alguien
que ha tendido la mano a una amiga que decidía dejar de sufrir la arquitectura y
volar a un lugar donde estudiar era sinónimo de disfrutar, alguien que acompañó
ese proceso diciéndose a sí misma “ni se te ocurra hacerte la misma pregunta,
porque vas detrás”. Estas experiencias no son especialmente excepcionales, salvo
porque después de dar todo de mí, y un poquito más, durante 9 años,
completamente rota, abandoné. El final fue dramático pero, sobre todo, liberador.
Los dos últimos años antes de dejarlo, compaginé la elaboración del PFC con
un trabajo un tanto particular, ser asesora tuppersex. Este trabajo consiste en
organizar reuniones a domicilio donde se exponen y prueban productos eróticos.
Inicialmente se trataba de un empleo que me permitiera controlar mis horarios y
tener algunos ingresos. La sorpresa fue descubrir que ese trabajo, ni de lejos
comparable a la arquitectura, me llenaba mucho más que mis experiencias como
arquitecta. Me sentía culpable por cada hora disfrutada, porque cada hora que
le dedicaba, era una hora menos invertida en el PFC, que era teóricamente el
objetivo principal.
7
Decidir dejarme la carrera no sólo era abandonar el esfuerzo de tantos años,
era apostar por mi salud (que empezaba a resentirse y exigía un sistema inmune
capaz de enfrentarse a un virus sin tratamiento) y apostar por darle una
oportunidad a esa profesión que había mantenido escondida en el armario.
Ha pasado año y medio desde que tomé aquella decisión. Tiempo de mucha
reflexión y profundos cambios. Nunca dije que fuera un adiós para siempre, pero sí
que ya nunca volvería a ponerlo por delante de mi salud, mi ilusión y mis fuerzas.
No sería arquitecta sin mí. Me prometí que volvería si en algún momento
encontraba la conexión entre mi pasión y mi profesión por formación, es decir, si
conseguía construir un puente entre sexualidad y arquitectura. Francamente,
nunca imaginé que la vuelta al ruedo estuviera tan próxima. La sucesión de cuatro
eventos detonaron el comienzo de este trabajo, que ha sido un pulso constante
entre ambos mundos, con todas las implicaciones emocionales de cada uno de
ellos.
El segundo evento fue cruzarme en el camino con una de esas personas que
te llenan de luz, que te tocan dentro y algo cambia. Conocí a Ricardo Daza en
8
una ruta guiada por Sacsayhuaman, unas ruinas incaicas próximas a Cusco.
Pasamos el día charlando sobre arquitectura, enseñanza y deseos de huida. Al
despedirnos me invitó a conocer Bogotá, invitación que acepté y dos semanas
después volvimos a encontrarnos. En las conversaciones que tuvimos, le hablé de
esa lejana intención de volver para acabar si algún día encontraba la conexión
entre arquitectura y sexo, una posibilidad que me parecía algo inverosímil. Él no
sólo respetó y entendió mi situación sino que escuchó mis inquietudes y me
sorprendió hablándome sobre la exposición “1.000m2 de deseo”, un claro ejemplo
de que era posible. Sentir que alguien como él me tomaba en serio supuso un
“clic”. Se despidió de mí diciéndome “Tómate el tiempo que necesites, pero
acaba.”
9
hacerme consciente de la importancia de la arquitectura y encontrar un
posicionamiento personal del tipo de arquitecta que quiero ser, que
paradójicamente era el objetivo el PFC que abandoné.
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1. EN BUSCA DE CONEXIONES ENTRE ARQUITECTURA Y SEXUALIDAD
“Bien puedo irme al fin del mundo, bien puedo esconderme por la mañana
bajo mis mantas, hacerme tan pequeño como pueda, puedo dejarme derretir al
sol en la playa, él siempre estará allí donde yo estoy. Él está aquí, irreparablemente,
nunca en otro lugar. Mi cuerpo es lo contrario de una utopía, eso que nunca está
bajo otro cielo. Él es el lugar absoluto, el pequeño fragmento de espacio con el
cual, en sentido estricto hago cuerpo. Mi cuerpo, topía despiadada.”
11
En mi opinión, lo interesante de la arquitectura no es en sí mismo el entorno
construido tanto como la influencia de ese entorno en la vida de las personas. Y
en ese sentido, para entender la arquitectura hay que entender también otras
relaciones que no son en sí mismas arquitectura, pero que se entremezclan con
ella. Lo interesante de la arquitectura es esa interacción que se produce entre
quien habita y la habitación donde cada actividad tiene lugar, la arquitectura
como diálogo entre acción y escenario. Como dice Juhani Pallasmaa en Los ojos
de la piel,
2PALLASMAA, J.: Los ojos de la piel: la arquitectura y los sentidos; Gustavo Gili; Barcelona;
2006; Pág. 64
12
otras en las que simplemente es el contexto en el que sucede la acción. Sería muy
interesante si fuéramos capaces de encontrar factores arquitectónicos que
aportan de forma activa calidad a la vida sexual y los explicáramos al modo de
Óscar Ferrani, desde el abanico de posibilidades que nos abre.
2017; https://www.soy1soy4.com
6 PIUSSI, A. M.; Partir de sí: necesidad y deseo; DOUDA Revista d’Estudis Feministes núm. 19-
2000
13
En palabras de mi tutor, “El trabajo requiere de la complejidad para explicar,
pensar y reflexionar sobre el sexo y la arquitectura, dos conceptos en sí genéricos,
pero con un grado de intimidad y privacidad propio de aquel que los vive, que
requiere del lenguaje complejo para darse a entender entre tantas variables.7” Y
es que no es sencillo dar voz al cuerpo puesto que el lenguaje con el que nos
expresamos generalmente procede del intelecto, de la razón. El pensamiento
complejo que propone Edgar Morin permite hacer una aproximación a la realidad
donde no se aspira al conocimiento universal ni tampoco se obvian las similitudes
entre elementos. “Yo me sitúo, entonces, bien por afuera de dos clanes
antagonistas, uno que borra la diferencia reduciéndola a la unidad simple, otro
que oculta la unidad porque no ve más que la diferencia: bien por afuera, pero
tratando de integrar la verdad de uno y otro, es decir, de ir más allá de la
alternativa.”8 “Cada cual tiene una manera de vivir, y quién mejor que uno mismo
puede definir o intentar definir su modo de vida. La complejidad está en trasmitir a
través de las palabras una experiencia propia en la que influyen numerosas
condiciones que son experimentadas a través de los sentidos del cuerpo. Las
palabras son incapaces de trasmitir un sentimiento, pero pueden acercarse a
expresarlo con el lenguaje escrito, como lo hace la poesía o la literatura. Este es el
medio mediante el cual nos acercamos a hablar de la experiencia sensible.9”
14
Me resultan interesantes todas aquellas experiencias de las que aprendemos
cuestiones a incorporar en nuestra vida sexual. Entre estas experiencias están los
propios actos sexuales, donde uno aprende haciendo, pero también otras
situaciones como ver una película pornográfica, trabajar en un festival erótico,
participar en un taller sobre sexualidad o compartir experiencias sexuales tomando
un café con una amiga.
Este trabajo trata sobre dejar que la arquitectura me toque, o más bien, de
identificar cómo lo hace, de aprender arquitectura desde la experiencia de la vida
cotidiana. De poco sirve decirle a un niño que si toca algo se va a quemar. Es
cuando lo toca y se quema cuando verdaderamente aprende.
11MASLOW, A.: Una teoría sobre la motivación humana, Narcea Ediciones, Madrid, 1989
12“What is it to talk of sexuality and space here, in this space, or rather spaces, this room but
also the space of architectural discourse and that of the university, to name but two?
15
Para constatar si este vacío formativo es extensible al diseño arquitectónico,
me he propuesto recurrir a dos fuentes de referencias del último siglo, una
contemporánea (la web Plataforma Arquitectura) y otra clásica (el libro “El arte de
proyectar en arquitectura” de Ernst Neufert).
Sexuality is not so easily accommodated here. The subject is still without title in architecture,
that is, it is still without a proper place.” En: COLOMINA, B.: Sexuality and space, Princeton
Architectural Press, 1992, pág. 328. Traducción propia.
13 Consulta realizada el 23 de Noviembre de 2017. https://www.archdaily.pe/pe
14 https://www.archdaily.pe/pe/765883/albergue-para-estudiantes-wuyang-architecture
NEUFERT, E.: El arte de proyectar en arquitectura, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1995
15
16MALNERO, N.; Ponencia: Cómo hablar con nuestros hijos de Sexo; en Sex Madrid II,
Congreso de Sexualidad; Junio de 2017
16
Observando de nuevo el Neufert con detenimiento se evidencia cómo, de forma
sutil e implícita, se aplica al diseño una concepción concreta de la sexualidad. Por
ejemplo, en los diagramas de vivienda se distingue entre “dormitorio niños” y
“dormitorio padres” o cuando se separan los baños por sexo en una escuela. De
modo que se evidencian las conexiones entre ambos ámbitos, aunque no son
explícitas.
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aumenta la consciencia de los procesos del cuerpo en el espacio y aumenta la
consciencia de cómo afecta el espacio al cuerpo.
18
2. ME PLANTEO DOS OBJETIVOS A ABORDAR
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3. UNA METODOLOGÍA MUY VERSÁTIL
Se podría comparar con las formas de planear un viaje. Puedes prever todas
las ciudades que verás, los lugares que visitarás, hacer una lista de comidas que
no te quieres perder, o puedes no definir nada de lo anterior y dejarte llevar,
preocupándote solamente por lo que necesitarás en el camino, estés donde estés,
para que no te falte lo realmente importante en la mochila, y en el fondo esas son
pocas cosas porque probablemente puedas adquirir todo lo imprescindible allá
donde vayas. Esa ausencia de planificación no significa que no quieras aprender,
sino que aceptas que no sabes lo que encontrarás por el camino y que eliges
dejarte sorprender. Este trabajo ha sido para mí ese tipo de viaje. No sabía cómo,
pero sabía que quería echar a andar y descubrir.
Yo no elegí el método (el yo mental que está escribiendo ahora), sino que más
bien la “coñoescritura20” se cruzó en el camino y fue mi cuerpo quien identificó
que esa podía ser una herramienta metodológica válida. Poco después de
empezar este trabajo me inscribí en un curso de escritura con ese impactante
nombre. Un curso en el que íbamos a aprender a dar voz a nuestros cuerpos de
mujer. Corrijo, cuerpos clínicamente21 asignados a la categoría sexo femenino, es
decir, con vulva, clítoris, vagina, útero,… Una vez empecé a coñoescribir, me di
cuenta de que ese lenguaje era clave para esta disertación. La coñoescritura
consiste en registrar y reflexionar lo que sientes tanto a nivel emocional como físico,
https://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs
20
en re-conocerse a base de escribirse y releerse, en tratar de buscar las palabras
que expresen eso que tienes dentro y que no sabes cómo transmitir, porque el
lenguaje que te han enseñado no tiene palabras para ello.
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Somos vulnerables, nuestro cuerpo lo es. Estamos expuestos a riesgos que nos
pueden herir física o emocionalmente. Con frecuencia tratamos de hacernos los
fuertes y pretender que la vulnerabilidad no va con nosotros. En el sexo, dejarse
llevar implica aceptar la vulnerabilidad y asumir que para disfrutar hay que
arriesgarse a ser herido. Lo mismo sucede con el amor, no es posible amar sin
aceptar el riesgo a que te hagan daño. En este trabajo, como en el sexo o el amor,
la vulnerabilidad es imprescindible. Analizar la actividad sexual propia hace que
uno se sienta expuesto y, por tanto, vulnerable.
La importancia de dar voz a eso que no se dice reside, como decía Simone de
Beauvoir, en que “aquello que no se nombra no existe”25, no se conoce, no se tiene
en cuenta. Y eso le pasa a la arquitectura, que está ciega, porque no ve o tal vez
no mira, lo que los cuerpos sienten antes, durante y después del sexo. Los cuerpos,
al permanecer silenciados, no expresan sus necesidades, y de ese modo, la
arquitectura no es capaz de dar respuesta consciente a ellas. Poner a cuerpo a
decirse desde la vulnerabilidad para permitir que la arquitectura se haga
consciente de cuando arropa, acoge y mima, frente a cuando expone, censura
e inhibe.
Por último, escribir desde el cuerpo implica asumir riesgos. Riesgo a cuestionar
los cánones establecidos, a dar espacio a la duda, riesgo a decirse. Riesgo a ser
auténtica, a nombrarse, a escuchar las verdades y mentiras de una. Riesgo de
practicar la vulnerabilidad, a exponerse en un tema tan íntimo como la sexualidad.
Escribir desde el cuerpo es correr el riesgo de hacerse testigo de una misma. Riesgo
de proponer un tema disidente y una herramienta metodológica disidente, riesgo
de ser cuerpo en el lugar donde hay que llevar la máscara intelectual, ser mente.
Riesgo a tener una opinión propia sobre la arquitectura. “En la vida la certeza nos
DELGADO, G.; Simone de Beauvoir ... entre nosotras; Instituto de las Mujeres de la Ciudad
25
de México; Pág. 47
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sepulta. Dudar es correr el riesgo de mostrar que no sabemos todo (nadie puede)
y también es asumir el riesgo-vértigo de quedarnos a contemplar la duda hecha
pregunta sin huir de no dar (en ese momento, o quizás nunca) con la respuesta. La
duda genera un espacio de encuentro, un espacio que invita a acercarse con
curiosidad a la otra porque esa otra, una vez formuladas sus dudas se nos antoja
gemela, incluso siamesa.26” Riesgo de proponer un método sin tener la certeza del
resultado. Riesgo de aceptar que no hay certezas, ni en la vida, ni en el sexo, ni en
la arquitectura. Riesgo implica preguntarse para qué escribo esto, cuál es la
reflexión, qué aporta, dónde está la arquitectura, cuál es su papel.
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4. ESCENARIOS (IN)CÓMODOS
De las múltiples experiencias analizadas, las cuatro próximas han sido las que
he desarrollado en mayor profundidad. He tratado de que fueran lo más variadas
posible. Cada una me ha brindado un aprendizaje sexual distinto y se han
producido en contextos arquitectónicos muy diversos. Una de las experiencias
analiza un espacio cotidiano, las otras tres desconocidos; una es un ejemplo de
práctica sexual individual, otra en pareja, una de inmersión en un mundo
desconocido y otra es una dinámica grupal. Todas ellas son especiales por algún
motivo.
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- ¿UN? CUARTO PROPIO
Aún no son las 8:00 de la mañana, el cuarto está como de costumbre, la puerta
cerrada y los estores bien abiertos para dejar entrar la difusa luz. Cómo echo de
menos el sol alicantino. Levanto hasta arriba los estores por si en algún momento el
cielo se desencapota y el sol roza mi piel con sus rayos. Me siento junto a la
ventana, en el escritorio. Sobre él, los papeles se entremezclan con los rotuladores
en un baile constante entre orden y caos, en el ordenador suena una playlist
cualquiera. A mi espalda, el colchón descansa sobre el suelo enmoquetado.
Las paredes, de color blanco roto, delimitan un espacio que contiene no solo
una mesa con un armario y la cama, tal como aparecen dibujados en algunos de
los bocetos, sino que entre ellas estoy yo, ahora, mientras escribo y sobre lo que
escribo. Las paredes, el suelo y el techo retienen los acontecimientos y son estos
los que llenan de contenido y dan sentido al espacio, que por conformarse
exclusivamente según los estándares de un dormitorio, con una puerta, una
ventana y una planta de 3 x 3,5 metros, es la actividad humana quien subordina
las condiciones propias de la habitación que carece del más mínimo interés.
25
los que sigo llenando este espacio no quedan exclusivamente en el papel, como
escritos para un TFG, sino en el interior del cuarto que también forma parte de mí.
Más allá de las paredes que encierran mi burbuja, comienza a arrancar el día.
Cada vez se oye más ruido de tráfico, por suerte nuestra casa da al patio interior
del condominio. No me gustaría vivir en el bloque A, que da a la ruidosa avenida
Ejército. Desde mi cuarto es como si no hubiera vecinos, los de abajo nunca se
oyen, son un señor mayor con su hijo, arriba no tenemos, vivimos en el ático.
26
vergüenza y de culpabilidad27”. Sí, así es, y esos sentimientos son los que me
invaden mientras trato de dignificar esta sana práctica y entender de qué forma
el cuarto desde el que escribo, la influencia. Por defecto me planteé todas las
experiencias que recordaba con compañeros sexuales antes de que llegara a mi
mente la masturbación como opción, como si el sexo en solitario fuera menos sexo.
En Ética promiscua advierten sobre ese error, “Nosotras creemos, en cambio, que
la unidad sexual fundamental es una sola persona; añadir más personas a esa
unidad puede ser algo íntimo, divertido y dar compañía pero no completa a
nadie28.”
27 DODSON, B.: Sexo para uno: El placer del autoerotismo, Ediciones temas de hoy, Madrid,
1989; Pág. 5
28 Easton, D. y Hardy, J. W.: Ética promiscua: una guía para el poliamor, las relaciones
2016;
https://www.ted.com/talks/peggy_orenstein_what_young_women_believe_about_their_o
wn_sexual_pleasure?language=es
27
Y no sólo decidí analizar una experiencia de masturbación, quise regalarme
una especial. La motivación por masturbarme de forma distinta a la habitual viene
de tiempo atrás. Llevo meses con la idea en la cabeza de la masturbación como
fuente de respuestas a preguntas, como forma de autoconocimiento, como forma
de acumular experiencias que compartir en talleres, de algún modo, como forma
de validar mi argumentario. Es la eterna tarea pendiente. Por eso se entremezcla
el entusiasmo por darle espacio-tiempo, por fin, a la vez que me invade cierta
culpabilidad por no haberlo hecho antes. Aparecen el miedo y el deseo, un miedo
terrible a traer a este escenario académico algo tan íntimo y un deseo profundo
de sacar de la sombra y la culpa la práctica masturbatoria.
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privacidad y abría cualquier puerta de la casa en cualquier momento. El respeto
por la privacidad del otro resulta evidente en relaciones de amistad, pero no
siempre está tan claro en relaciones familiares o de pareja.
Precisamente por este código, si había algún riesgo era que me interrumpieran
al venir a decirme algo o que me oyeran si estaban cerca de mi cuarto.
Evidentemente, la situación ideal se produce cuando estoy sola en casa. Aquella
mañana, justo cuando acababa de decidirme a regalarme un rato de autoamor,
oí como alguien se instalaba en el salón. Por suerte, de mis tres compañeros, era el
que con menos probabilidad, vendría a decirme algo. Reconozco que estuve a
punto de abortar misión, pero finalmente, seguí adelante. Mi cuarto da al salón y
saber que hay alguien trabajando al otro lado de la puerta, resulta incómodo.
La desconexión visual podría ser el factor más sencillo de resolver, no hay más
que bajar los estores para propiciar un ambiente privado. Así ocurre cuando es de
noche. Una vez la luz natural desaparece, deja de tener sentido permanecer
abierta al exterior. Las vistas no valen la pena.
En esos casos, la probabilidad de ser vista es tan baja, que opto por no
renunciar a la luz natural asumiendo el riesgo, a veces incómodo, a veces
estimulante, de ser descubierta. Esa incomodidad, hace que me cuestione cosas
como el derecho a la desnudez o el derecho a la luz natural, que me cuestione si
está bien que otros puedan ver mi desnudez y de quién es la responsabilidad, del
que mira el espacio privado de otra persona o del que se expone a ser visto desde
fuera. Estas reflexiones han ido apareciendo paulatinamente, según se ha ido
haciendo consciente mi forma de usar el espacio que inicialmente era instintiva.
Las situaciones de ligera tensión, de cierta incomodidad, han hecho que empiece
a plantearme los motivos por los que uso el espacio de la forma que lo hago.
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La visibilidad se ve influenciada de un lado, por la
posición y distancia del observador, y por otro, por la
distribución interior de mi cuarto, que condiciona la
posición y postura de cada actividad íntima. Hay tres
zonas que podríamos considerar de riesgo a ser vista.
Cada una de ellas está a una distancia distinta. Como
decía antes, nuestro departamento da al patio interior
del condominio, formado por tres bloques que
conforman una C. Al vivir en la zona central, desde los
dos extremos hay ángulo de visión hacia mi cuarto. La tercera zona es desde la
calle frente a mi ventana.
La zona más cercana está a menos de 10 metros y es, por tanto, la más
arriesgada al poder verme con total nitidez. Se trata del rellano y la vivienda que
quedan a mi espalda cuando me siento ante el ordenador, en el escritorio. Al vivir
en el ático, sólo pueden verme desde las dos últimas plantas del edificio contiguo.
Por suerte, la vivienda desde la que podrían verme está desocupada, con lo que
el único riesgo real es que alguien salga a alguno de los rellanos.
Desde el rellano inferior sólo pueden verme la cabeza y los hombros. Desde el
superior, pese a poder verme con total nitidez, solo se alcanza a ver media
espalda, de cintura para abajo quedo tapada por la pared. La mayor parte del
tiempo que paso aquí sentada es trabajando, pero a veces, sucede que se activa
el deseo. Generalmente se trata de algo rápido, poco preparado, que no implica
desnudez. Suelo coger mi juguete favorito, un succionador de clítoris que, una vez
colocado en el sitio adecuado, no necesita ningún movimiento. Mis manos
pueden estar en cualquier lugar. Aparentemente, desde detrás, nadie podría
identificar lo que está ocurriendo.
30
situación poco habitual. El hecho de tener el
colchón directamente sobre el suelo aumenta
el grado de privacidad al quedar parcialmente
escondida tras la pared. Además, desde esas
tres ventanas no se ve mucha actividad. Una de
ellas parece dar a la cocina, otra a un espacio
tipo cuarto de la lavadora y la tercera tiene las
cortinas siempre echadas. De modo que si yo
no puedo ver nada de esa vivienda, es poco
probable que ellos me puedan ver a mí.
Una vez tomada la decisión, sentada en el mismo lugar en el que estoy ahora,
dejé que las ideas almacenadas brotaran. Si algo tenía claro era que iba a ser un
encuentro preparado y sin prisas, quería disfrutarlo con tranquilidad. Pese a saber
que nadie iba a entrar por sorpresa, eché el pestillo de la puerta, casi como un
acto de paz interior.
Busqué una Playlist para masturbación de Youtube30, muy útil tanto para
preparar el ambiente y entrar en situación, como para camuflar sonidos emitidos
y/o recibidos en el cuarto. Elegí el aroma de incienso para la ocasión.
30 ORENSTEIN, P.: ¿Qué piensan las chicas sobre su placer sexual?; TEDWomen; Octubre
2016;
https://www.ted.com/talks/peggy_orenstein_what_young_women_believe_about_their_o
wn_sexual_pleasure?language=es
31
De todas las ideas que se arremolinaban en mi cabeza, no sabía cuáles iba a
llevar a la práctica. Algunas de ellas requerían un “instrumental” específico, así que
preparé cerca de la cama de todos aquellos accesorios que me pudieran resultar
necesarios. En estas situaciones me gusta fluir, hacer lo que me pida el cuerpo y
sabía que una vez puesta en marcha, me iba a dar pereza interrumpir la acción
para levantarme a buscar el “instrumental”.
Empecé a bailar con la música, quitándome la ropa sin prisa, entre baile y
baile. Primero de pie en el centro del cuarto, después de rodillas en la cama, frente
a la ventana, con la mirada perdida, centrada en mi cuerpo y sus sensaciones.
31TORRES, D. J.: Coño potens: Manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos, Txalaparta,
2015; Pág. 32; http://yeswecum.org/wp-content/uploads/2016/03/CONO-POTENS-
VERSION-DIGITAL-Desconocido.pdf
32
En otras ocasiones había buscado esos orificios en mi cuerpo. Aunque nunca
lo había hecho durante la masturbación, y siempre me quedaban dudas, no
estaba segura de si lo que veía era un orificio o un pliegue de los tejidos. Esta vez
podía intentar verlo durante la eyaculación.
Por si eso fuera poco, una vez arranca la eyaculación, la situación se complica
todavía más. La primera duda que surge es, ¿será la toalla capaz de absorberlo
todo? Mi solución de emergencia en estos
casos suele ser pasar de la cama al suelo, que
es más fácil de limpiar, pero en este cuarto
hay moqueta, así que ya no dispongo de esa
opción. Una vez asumo que necesitaré otra
toalla aparece la siguiente cuestión, ¿dónde
pongo mientras la que ya está mojada? La
cama no es una opción porque se va a
acabar manchando, que es justo lo que
quiero evitar. Con la moqueta ocurre
exactamente lo mismo. Quedan el escritorio,
lleno de los papeles de este trabajo o el respaldo de la silla. Por suerte, había
decidido cambiar la silla que tenía por una del salón. Ésta tiene el respaldo de
33
madera, la otra no hubiera sido opción porque tiene el respaldo acolchado con
tela.
Mi madre siempre me ha dicho eso de “no es más limpio el que más limpia,
sino el que menos ensucia”. Así que, por lo general, trato de ensuciar lo menos
posible. La preocupación por la limpieza me desconcentra y me saca en gran
medida del disfrute del momento. El hecho de que cualquier superficie de mi
dormitorio sea absorbente, junto con esa concepción de la limpieza tan
interiorizada, hace que viva la eyaculación con incomodidad. De hecho, por lo
normal, tiendo a evitarla. Mi consciencia se desplazada del cuerpo y el placer
hacia el entorno al aparecer el factor de la limpieza como elemento a considerar.
De no hacerlo, tal vez deba empezar a asumir que este tipo de encuentros
húmedos impliquen poner una lavadora justo al terminar. Así evitaría la incómoda
32TORRES, D. J.: Coño potens: Manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos, Txalaparta,
2015; Pág. 77; http://yeswecum.org/wp-content/uploads/2016/03/CONO-POTENS-
VERSION-DIGITAL-Desconocido.pdf
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situación de no tener un lugar adecuado donde colgar la toalla, a la espera de
ser lavada. Este condicionante se vincula, a su vez, con el horario porque
tendemos en el balcón y la noche limeña es muy húmeda. De modo que la
situación ideal sería hacerlo durante el día, preferiblemente por la mañana. Otra
opción es comprar un tendedero que pueda poner en mi cuarto. La incomodidad
frente a la eyaculación me ha hecho pensar en el espacio en términos de
absorbencia de los materiales y facilidad de limpieza, cuestiones que
generalmente no tenemos en cuenta en el diseño y que han resultado ser
condicionantes de mi sexualidad como mujer. Tal vez, deba seguir renunciando a
la eyaculación, por los inconvenientes que presenta.
35
puedo atravesar el miedo con tranquilidad. Un espacio cómodo pese a la
incomodidad de la situación.
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- EN UN LUGAR APARTADO
Allí estaba yo, de pie, frente a él. En aquella solitaria y oscura calle, donde se
oía música a lo lejos. Era de noche. Recuerdo que hablamos, aunque no sé de
qué. Recuerdo abrazarle. Recuerdo besarle, pinchaba y sabía a tabaco.
Recuerdo esa sensación de ingravidez en el cuerpo que te da el alcohol.
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una ocasión, camino a un espacio donde guardaban maquinaria agrícola. Es
posible que el resto de edificaciones que conformaban la calle fueran del mismo
tipo: corrales, graneros o lugares para la maquinaria. Los techos y las puertas eran
demasiado bajos para ser viviendas. Lo único que estaba claro era que a esas
horas de la madrugada, nadie iba a estar por allí.
Estábamos solos y sabíamos que no iba a salir nadie de los edificios, pero
teníamos esa sensación de que alguien puede venir en cualquier momento desde
la plaza. De hecho, puede ser que alguien se acercara y al darse cuenta de que
había gente allí, en el rincón, en la oscuridad, se alejara. No era una calle de
tránsito así que no había razón para pasar.
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así como la instalación de un pequeño escenario y el uso de la cochera que daba
a la plaza como bar, cochera a cuya espalda estábamos nosotros. ¿Baños
públicos? Aquello era el campo. ¿Quién necesita baños en el campo?
Un cortijo es un conjunto de
edificaciones en una zona
agraria. El Pertiguero tenía
viviendas, construcciones para
guardar el instrumental agrario,
corrales y ruinas. Pertenece al
municipio de Caniles, cuyo
núcleo está ubicado a unos 17
kilómetros de distancia, con una
población total inferior a 5000 habitantes en 2004 (4.782 habitantes según INE). La
ciudad más cercana es Baza, a 23 kilómetros, con una población de 21.600
habitantes en la misma fecha. La ubicación geográfica hacía imposible que
nosotras tuviéramos forma de salir del cortijo.
La pequeña escala de los cortijos limita los servicios de los que disponen, por
ello muchas de las familias migraban en grupo, dejando el espacio como lugar de
vacaciones o abandonándolo, prueba de ello eran las edificaciones en ruinas. De
no hacerlo, quienes quedan eran los mayores, pues los jóvenes se iban en busca
de un porvenir. Por eso la población constante de aquel cortijo era un reducido
grupo de ancianos. No sabría estimar una población exacta, pero diría sin temor a
equivocarme, que la cifra total sería de apenas unas docenas. Sin embargo,
durante el verano, El Pertiguero volvía a la vida, especialmente en los días de sus
fiestas. Durante aquella semana, nosotras éramos las únicas adolescentes en el
lugar.
39
No había bares ni tiendas, y tampoco parques o lugares que visitar. No es de
extrañar la ausencia de actividad teniendo en cuenta que cada vez había menos
población. La falta de actividades en el cortijo generaba un contexto monótono
y aburrido.
Las relaciones sociales eran la única opción de ocio. En nuestro caso, consistía
en juntarnos con las primas de mi amiga, varios años mayores que nosotras.
Durante esos días estaban enfadadas con Isa al desaprobar su relación a distancia
con un chico mayor que ella. Nos lo hacían saber siendo desagradables hacia ella
e ignorando el bulto que la acompañaba. Aquella actitud por su parte pretendía
rectificar un comportamiento que no se ajustaba a las normas impuestas por la
familia, la cultura y el lugar. Describiría la situación como de hostilidad hacia
nosotras, al menos, así fue como lo viví.
Las pobres infraestructuras hacían que apenas hubiera cobertura. Había que
buscar red en un punto concreto del cortijo donde, pese a ser muy escasa, se
podía hablar por teléfono, forma de comunicación más habitual en 2004. Mi
conexión con “el mundo exterior” consistía en hablar con mi madre, para darle el
parte sin profundizar en nada; y con mi recién estrenado novio, con el que no me
sentía cómoda hablando por teléfono. Recuerdo sentirme aislada y sola incluso
cuando hablaba con ellos.
40
La verbena era, por fin, un contexto en el que pasarlo bien, rodeada de más
gente venida desde fuera, que suponían una bocanada de aire fresco. En este
contexto apareció él, un primo de Isa que no había estado durante la semana.
El primo no era especialmente atractivo pero reunía tres claves que detonaron
que aquello pasara. Por un lado, era varios años mayor que yo, aspecto que
siempre ha despertado mi interés. Por otro, era alguien cercano, familiar, en quien
se podía confiar pese a ser un desconocido para mí. Y por último, fue la primera
persona que me prestó atención y mostró cariño e interés después de aquella
interminable semana de aislamiento.
41
autocoaccionaran en el momento de actuar, que se autodisciplinaran
"voluntariamente".33
33 G. CORTÉS, J. M.; Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social; Iaac y Actar;
Barcelona; 2006; pág. 29
34 FOUCAULT, M.; Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión; Siglo XXI Editores; Argentina;
2002
35 G. CORTÉS, JOSÉ MIGUEL; Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social; Iaac
42
Este era el contexto que nos envolvía. No recuerdo bien cómo fue que nos
desplazamos desde la plaza hasta la calle de atrás. Lo que sé es que no fue del
mismo modo la noche del viernes a la del sábado.
El viernes para mí fue toda una sorpresa. Supongo que yo fui allí para “ir al
baño”. Es muy probable que ya hubiera ido antes con mi amiga en lugar de ir hasta
la casa de sus abuelos, evitando molestarles de noche. Puesto que el terreno no
estaba asfaltado, se podía hacer en cualquier sitio que proporcionara cierta
privacidad, era suficiente con que no pasara nadie.
Esa primera noche, por mi parte no había intención de ningún tipo. Él había
captado mi atención, pero yo no era consciente de haber captado la suya, y en
el fondo, dadas mis circunstancias, ni pretendía ni esperaba que nada pasara.
Encontrarme allí atrás con él, no resultó incómodo. Después de todo, él había sido
de las primeras personas que me había hecho sentir a gusto en el cortijo. Hablamos
y…, bueno, una cosa llevó a la otra.
El sábado la situación fue distinta. Ambos sabíamos que había algo entre
nosotros. La sensación de presión provocada por la plaza-panóptica se
incrementó. La presión se unió con el deseo y el conocimiento de la fórmula que
nos permitía tener un momento de intimidad y tranquilidad, así que buscamos el
momento para escapar de la plaza.
La elección del lugar estuvo condicionada por dos factores clave. Por un lado,
por la necesidad de privacidad, como ya hemos visto. Por otro, cuidar que no nos
echaran en falta, factor que nos afectaba de forma distinta a cada uno.
43
Me podían echar en falta, de modo que no podía alejarme demasiado. Era
importante estar cerca para volver con rapidez en caso de que alguien me
buscara y me llamara. Otros espacios del cortijo podrían haber sido mejores
respecto a privacidad, pero todos implicaban alejarnos y arriesgarnos a no
enterarnos de si me buscaban.
Llegados a este punto, la primera reflexión que me surge es: ¿es importante
que nos planteemos estos temas desde la arquitectura? ¿Y a nivel social?
¿Estaba concebido el espacio para la actividad sexual? ¿Era lícito ese uso en
el espacio? De no serlo, ¿se podría considerar un “espacio violado”?
44
suerte, el espaio no era cómodo y no se podía ir mucho más allá. De modo que
podemos afirmar que las características del espacio permitieron, empujaron y a la
vez, contuvieron.
¿Sería la primera vez que pasaba algo así en aquella calle durante las noches
de verbena? ¿Es este tipo de espacio común en otros lugares en las proximidades
a una fiesta? ¿Cuánto se ha reflexionado al respecto? Reitero la pregunta inicial,
¿tiene algún interés?
Acceder a aquella calle fue fácil, pero ¿qué habría pasado si hubiéramos
querido que el sexo fuera más allá, incluyendo desnudez por ejemplo? No
habríamos podido ir a ningún otro lugar. Ninguno disponía de un espacio privado.
Ir a casa de los abuelos de mi amiga, donde yo me estaba quedando, se hubiera
considerado una falta de respeto gravísima. Él también se quedaba en casa con
su familia y la lectura habría sido similar.
El cortijo no era un espacio cotidiano para mí. Ni siquiera lo era para él puesto
que una allí en ocasiones puntuales. Considerando esto, ¿qué gravedad supone
no disponer de un espacio sexual? ¿Sería deseable tener derecho a uno allá
dónde vayamos?
¿Qué peso tiene la arqutiectura frente a las reglas de uso sociales? ¿Y los
arquitectos? Vista la estrecha relación entre sociedad y arquitectura, ¿se podrían
sexualizar los espacios?
45
No obstante, el espacio, como descripción física, no lleva de forma intrínseca
unas reglas de comportamiento. Sería posible, por tanto, resignificar aquellos
espacios insertando nuevos códigos de uso que condicionan la forma de vivirlo.
37G. CORTÉS, JOSÉ MIGUEL; Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social; Iaac
y Actar; Barcelona; 2006; pág. 150
46
REGISTRO ARQUITECTONICO-CORPORAL
CIRCUNSTANCIALES
ARQUITECTÓNICAS
CORPORALES
47
- UN PARQUE DE ATRACCIONES
En diciembre del año pasado viajé unos días a Barcelona para ir a ver la
exposición del CCCB 1000m2 de deseo. Desde que me enteré de su inauguración
supe que tenía que encontrar el momento en el que hacer una escapada para ir
a verla. Este viaje a Barcelona era distinto a los demás. Suelo visitar la ciudad
condal porque mi hermana Amparo vive allí y cualquier excusa es buena para ir a
verla y disfrutar del encanto de la ciudad.
Esta vez, la visita tenía un marcado carácter sexual. Barcelona es una de las
ciudades más activas en la producción cultural y económica de sexo a nivel
europeo. Es un núcleo que concentra gran parte de la industria pornográfica; allí
viven muchas de las sexbloggers38 más influyentes del país, se pueden encontrar
boutiques eróticas que organizan eventos culturales con temáticas sexuales, y en
ese momento, además, albergaba una exposición que conectaba arquitectura y
sexo. Mi intención era disfrutar todo lo posible la Barcelona sexual y mi sexualidad
en Barcelona.
No hubo día en que el sexo no estuviera presente. Visité a unos actores porno
que había conocido en el último festival erótico de Alicante. Salí a bailar salsa a
un antiguo teatro reconvertido en discoteca, donde cada espacio parecía pedir
a gritos ser escenario erótico. Recorrí la noche barcelonesa con esos ojos que
buscan cualquier rincón que dote de ligera privacidad para desatar la pasión. Me
sumergí en la exposición dejándome sorprender por cada bloque temático.
Cumplí una fantasía sexual. Visité las oficinas de mi empresa de venta de productos
eróticos. Y paseé por las calles del barrio gótico entrando en todos los sex-shops y
boutiques eróticas que encontré.
La guinda del pastel tenía que ser ir a visitar el club Rosas5. Mi curiosidad por
este lugar se despertó en el último congreso de mi empresa. Allí, como cada año,
nos reunimos para recibir formación sobre nuevos productos y técnicas de trabajo.
Entre las actividades que se llevan a cabo, siempre hay una más enfocada a la
creatividad y el disfrute. La de ese año fue una experiencia inolvidable, un
espectáculo de shibari acompañado por la impresionante voz de una soprano.
Hasta el momento, nunca había oído hablar sobre shibari y lo que vi me pareció
48
un arte mágico, consistente en proporcionar placer a través de una cuerda en un
proceso de atado, suspensión del cuerpo y desatado. Al terminar el espectáculo,
tuvimos la oportunidad de hablar con atador y atada para preguntarles todas las
dudas y curiosidades que teníamos.
Fue allí donde el atador nos habló del Rosas5, un club BDSM39 que regenta en
Barcelona. Haber presenciado el espectáculo, comprobando de primera mano
que se trata de un arte placentero en lugar de lo que parece desde fuera, un acto
de agresión de un cuerpo a otro, junto al hecho de haber podido hablar en
persona con el gerente del club, supuesto “agresor”, y haber comprobado que es
una persona como tú o como yo que no da miedo en absoluto, despertó en mí la
curiosidad por visitar el club y seguir aprendiendo sobre este mundo de
posibilidades que se abría ante mí.
De modo que no había mejor manera de acabar el viaje que con una visita a
aquel peculiar lugar. No me podía ir de Barcelona sin tachar eso de mi lista. Tenía
dos opciones, ir la noche del jueves o la del viernes, únicos horarios de apertura
que coincidían con mi estancia. Habría sido perfecto ir el sábado, dado que había
un evento de presentación del calendario de 2017 de Mistress Minerva, una
dominatriz40 conocida a nivel nacional, pero para entonces yo ya estaría en
Alicante.
39 BDSM es la sigla compuesta por las iniciales de las palabras de Bondage y disciplina;
Dominación y sumisión; Sadismo y Masoquismo, todas ellas prácticas consideradas
alternativas.
40 Dominatriz es una mujer que adopta el papel dominante en prácticas sexuales BDSM.
49
del club para ver la ubicación. En ella, encontré la normativa que impone un
Dresscode o código de vestimenta y múltiples reglas de comportamiento, entre
ellas prohibición sobre drogas, prostitución o uso de cámaras. Encontrar estas
normas me transmitió sensación de seguridad y seriedad.
Cenamos en el barrio El Rabal, muy cerca de la Rambla. Desde ahí, nos fuimos
con nuestros nervios a la Plaza Cataluña a coger el tren de cercanías que nos
llevaría hasta Padua, al norte de la ciudad. Llegamos a la calle Atenas, una zona
tranquila de la ciudad, lo que nos permitía andar por en medio de la calle
esperando encontrar con facilidad el local, que hacía esquina. Al llegar al final de
la calle, en lugar del club, nos encontramos un barecito con una terraza y algunas
personas sentadas. Allí no era. Recurrimos a Google Maps para reubicarnos. Ahora
que vivimos en la era de la tecnología, resulta sencillo “echar mano” del móvil para
responder casi cualquier duda. No me quiero imaginar cómo habríamos resuelto
el inconveniente sin este recurso. Menuda vergüenza acercarnos a preguntar a los
que estaban en la terraza.
50
No recuerdo si se golpeaba la puerta o si había timbre, sólo sé que estaba
nerviosa, emocionada, queriendo transmitir tranquilidad y seguridad pues,
después de todo, estábamos allí por iniciativa mía. Cada paso que nos acercaba
iba aumentando el nivel de emoción, cada nuevo reto se vivía con el vértigo de
asomarte al vacío, cada salto era un pico de adrenalina en el cuerpo y después,
se sentía el placer de la ingravidez, de saberte enfrentando lo que sea que venga
a continuación, pero con la tranquilidad de ir sujeto a una cuerda que garantiza
que no llegarás a sentir el golpe. En nuestro caso, esa cuerda de emergencia era
saber que podíamos “abortar misión” en cualquier momento.
Un acto tan sencillo como llamar a la puerta, allí, en aquel momento, supuso
para mí como saltar al vacío. Acto seguido sólo quedaba esperar a ver qué
pasaba. No sabía bien qué iba a decir cuando nos abrieran. Lo hizo el atador. Sólo
se le veía a él, nada del interior. Le expliqué de qué le conocía y nos dio acceso.
No recuerdo si comprobó la ropa que llevábamos, diría que no. Tampoco
recuerdo bien cómo era la entrada, sólo sé que la puerta no daba directamente
al interior, había algún elemento separador, tal vez una pared o una cortina que
hacía las veces de vestíbulo de independencia para garantizar el anonimato. Es
probable que estos lapsos de memoria se deban precisamente al estado de
excitación.
Una vez dentro, lo que vimos tenía apariencia de pub irlandés. Era un local
alargado y estrecho, al lado izquierdo había una barra con taburetes, una
escalera al lado derecho y mucha madera. No había ventanas pese a estar en un
bajo. Al volver la vista hacia atrás, en la misma pared de la entrada había una
zona donde colgar ropa y abrigos. En el local solo acompañaba al gerente un
hombre al principio de la barra, junto a los percheros.
51
fue la posibilidad de fumar, lo que hizo que mi prima se sintiera ligeramente más
cómoda.
El hecho de tener algo que hacer nada más entrar hizo que me relajara. De lo
contrario, puede que hubiera mirado alrededor con la cara de Paco Martínez
Soria42 en la gran ciudad. Mientras estábamos rellenando el formulario con nuestros
datos, aproveché para ir a colgar la chaqueta en el perchero. Recuerdo la
sensación entre vergüenza, nervios en el estómago y ridiculez que me produjo ese
momento. No sabía cuán apropiado era mi atuendo para el lugar, y no tenía con
quién compararme. Pese a ello, sentí también reafirmación en mí misma porque
me gustaba el atuendo elegido para esa noche, algo fuera de lo habitual, de lo
políticamente correcto: un body semitransparente bajo un corsé negro.
52
A continuación, nos indicó que bajo las escaleras había un aseo y que justo
enfrente había una ducha, por si nos resultaba necesario usarla después de alguna
práctica. Me llamaba la atención cómo daba por sentado que nosotras podíamos
hacer uso de todo cuanto quisiéramos.
53
escaleras. La comprensión del espacio se ha ido produciendo al dibujarlo. La sala
de arriba volvía a tener una luz parecida a la del bar. La escalera desembocaba
en un rincón de la sala. A la izquierda, la separación con la mazmorra se producía
a través de un vidrio que permitía ver las actividades que se estaban produciendo
allí abajo. Esta última sala tenía algún elemento que hacía que se percibiera como
dos espacios unidos. El dibujo muestra, efectivamente, que la planta no es
rectangular, sino que tiene un quiebre que divide el espacio. Al contrario de lo que
habíamos visto hasta entonces, esta zona se percibía más proporcionada, menos
alargada. Miraras donde miraras, había algún aparato o mueble, no había
espacios vacíos donde la vista pudiera descansar, se sentía algo abarrotada de
elementos.
Sin duda, lo que más captó mi atención fue ver una jaula colgando del techo.
Era una jaula en la que una persona solo cabría sentada con las piernas recogidas,
podía percibirse como un espacio claustrofóbico. Por si fuera poco estar encogido
y suspendido del techo, además, la cadena a la que se sujetaba estaba unida a
una guía en el techo, de modo que cabía la posibilidad de mover la jaula en
paralelo a la pared, justo encima del hueco de la escalera. Tan pronto la vi me
apeteció meterme dentro. Como un acto instintivo, la jaula me llamaba. Diría que
era una sensación parecida a la que siente un niño cuando ve un juguete y siente
el impulso de pasar a la acción.
43La lluvia dorada, también llamada urolagnia, asocia la excitación y el placer sexual al
hecho de orinar sobre la pareja o a ser orinado por ella.
54
Durante todo el recorrido, además de prestar atención a las explicaciones,
tenía en mente cómo se podían estar sintiendo mi hermana y mi prima. Me
preocupaba que estuvieran cómodas y les expresaba con lenguaje no verbal la
emoción que estaba experimentando, tal vez con intención de transmitir cierta
sensación de normalidad. Sentía que para mí era más natural interiorizar toda
aquella información al no ser la primera vez que estaba en contacto con ella.
Nos quedamos solas, nos miramos las caras y asentimos ante la idea de bajar
a pedir una copa. Una vez abajo, consulté si era posible tomar fotos. Sabía por la
normativa que sólo se pueden hacer con permiso explícito. La respuesta fue que
no había problema siempre que no apareciera nadie sin su consentimiento. Algo
tan básico y frecuente en el mundo actual de la imagen allí requería de
consentimiento. Mi niña interior estaba dando saltos de alegría, por suerte no había
nadie arriba, así que iba a poder dejarla salir y corretear de un sitio a otro
probándolo todo.
Mientras nos servían la copa llegó una pareja homosexual. Lo primero que
hicieron al entrar fue desvestirse de cintura para arriba y dejar al aire una especie
de arneses asimétricos de cuero que se sujetaban al torso y a uno de los hombros.
A mí me recordó a los festivales eróticos, donde lo habitual es que la gente use
este tipo de accesorios sexuales. En ese momento me di cuenta de la importancia
de la presencia de los percheros, los cuales eran como los que se encuentran en
las tiendas, mucho más grandes de lo que cabría esperar en un pub. Del mismo
modo, en el programa 21 días en el mundo del sadomasoquismo44 se puede ver
cómo es frecuente en las prácticas de Dominación-Sumisión que haya un lugar
para cambiarse puesto que es habitual el uso de vestuario específico. Incluso este
espacio puede ser clave dentro del ritual puesto que el cambio de vestuario
supone asumir el rol y comenzar el juego.
Poco después llegó una pareja joven y otra algo más mayor. La forma
cercana de saludarse generaba un ambiente familiar, cercano. Como podréis
imaginar, mi niña interior se quedó algo desilusionada al entender que ya no podría
corretear y explorar libremente. Ahora que reflexiono sobre ello, me pregunto cuál
fue exactamente el motivo que mi impidió hacer el uso del espacio que me pedía
55
el cuerpo. O más bien, por qué cambió el impulso de acción al alterarse las
circunstancias.
Me parece que no hay una única respuesta, sino que es un cúmulo de factores
interrelacionados. Identifico el miedo como un sentimiento predominante. Miedo
a ser juzgada, o lo que es lo mismo, vergüenza. Por un lado, a parecer irrespetuosa
y ofender al mostrar una actitud lúdica y no tomar en serio sus prácticas. Por otro
lado, miedo a sentirme ridícula, a leer en sus miradas desaprobación. Otra forma
de leer la situación es que apliqué el famoso refrán “allá donde fueres, haz lo que
vieres”, al identificar la posibilidad de aprender viendo, copiando, en lugar de
explorando por mí misma. Lo cual representa una forma cautelosa de aprender.
Un tercer factor podría ser el hecho de saber que mis compañeras de aventura no
tenían el mismo nivel de curiosidad y entusiasmo que yo. No me iban a seguir el
juego. Me sentía sola en este deseo de explorar. No puedo estar segura de si habría
sido distinto con otra compañía que me hubiera animado a enfrentar el miedo y
saltar la cautela. En el contexto al que me enfrentaba no me sentía con seguridad
suficiente como para ponerme en acción.
La mesa que elegimos estaba en el quiebro entre los dos espacios, en la zona
donde la pared se plegaba generando un pequeño rincón. Mi hermana y mi prima
estaban sentadas la una al lado de la otra, frente a mí. A mi espalda había otra
mesa igual a la que habíamos elegido nosotras. En ella, estaban haciéndose
arrumacos (o tal vez otra cosa que no pude ver) la pareja mayor. Junto a ellos, el
vidrio desde el que se veía la mazmorra donde estaba, en medio del espacio, la
pareja homosexual. Frente a mí estaban los tres sofás, y en uno de ellos la pareja
joven.
56
No recuerdo bien de qué hablábamos. Supongo que de todo y de nada, de
lo extraño que nos resultaba todo aquello, de las impresiones de cada una y de
temas que nada tenían que ver con el lugar. Mientras, yo veía sin querer mirar lo
que estaba sucediendo en el sofá. La chica, vestida con una falda tipo colegiala,
estaba sentada con las piernas abiertas sobre su acompañante y movía la cadera
sutil pero evidentemente. Esa situación me resultaba del todo extraña. Por un lado,
todos hemos estado alguna vez en esa postura, pero generalmente nunca en
público. Tal vez lo hayamos presenciado en alguna fiesta donde el nivel de alcohol
haya desinhibido por completo a los participantes. Esta no era ese tipo de
situación. Ninguno de nosotros habíamos bebido hasta ese punto. Ambos eran
conscientes de no estar solos, casi se podía interpretar como exhibicionismo.
Aunque, en realidad, su comportamiento era tan natural que lo extraño era
nuestra extrañeza ante la situación. Claramente, las reglas de la sociedad
disciplinaria45 en la que vivimos se estaban viendo cuestionadas por la actividad
de aquella pareja en aquel lugar. De hecho, la explicación inicial sobre la
privacidad del local estaba haciendo explícita esta ruptura con las reglas
establecidas de puertas para fuera e imponía una nueva normativa que ahora era
evidente.
En un momento dado me giré para ver qué era lo que estaba llamando la
atención de mis acompañantes en la mazmorra. La conexión visual entre la sala
de arriba y la mazmorra potenciaba la teatralidad. Permitía ampliar los modos de
observar porque ver desde la distancia es distinto a hacerlo desde el mismo
espacio. Se desconecta la audición de la visión, lo que permite una forma de
observar mucho más fría, que impacta menos, como al ver una película sin sonido.
Además, al estar en una posición alta, daba cierta sensación de control, de poder
ver sin ser visto, de estar en una posición de superioridad. No soy capaz de decir
qué estaban haciendo. Sé que se podía leer claramente quién era el sumiso y
quién el dominante. Me llamó la atención la delicadeza con la que el dominante
trataba a su pareja. Lejos de esa imagen agresiva y violenta que se tiene desde
fuera y que yo he presenciado en festivales eróticos, donde se puede ver gente a
45La sociedad disciplinaria (concepto definido por Michel Foucault) es aquella sociedad
en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositivos o
aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas.
57
gatas que recibe patadas en los genitales de forma gratuita, lo que allí estaba
ocurriendo era otra cosa. Había complicidad, respeto y mimo.
Aparentemente, cualquier práctica se podía dar en todo el local pero las más
intensas, por naturaleza y distribución del espacio, se produjeron (al menos esa
noche) en la zona de mazmorra y en la segunda planta. De modo que la zona de
bar supone un espacio de amortiguación en caso de sentirse abrumado por la
situación, hace las veces de esponja para calmar sensaciones demasiado
intensas. Así es como actuó en nuestro caso y es por eso que Sandra se sentía más
cómoda allí.
En este ambiente más distendido fue donde el atador nos explicó que ese
viernes esperaban recibir pocas visitas, puesto que generalmente, el día previo al
de un evento, hay poca afluencia de público. Según hemos hablado después, con
motivo de esta reflexión, tanto mi hermana como mi prima agradecieron que
hubiera tan poca gente. Nos permitió entrar en contacto sin ver demasiadas cosas,
estar cómodas. Por el contrario, yo habría preferido todo lo contrario. Me habría
encantado que estuviera lleno de gente y perderme viendo aquí y allá. Siendo
una más entre la muchedumbre. Tal vez de ese modo no me habría quedado con
la sensación de saberme a poco.
Cuando salimos de allí camino al autobús que nos llevaría a casa yo me sentía
completamente agotada, como cuando vuelves de un concierto después de
horas dando saltos. El día había sido muy largo y esa última experiencia había
supuesto tantas emociones juntas que no veía momento de llegar a la cama y
descansar. Al día siguiente cogí temprano el tren que me llevaría de vuelta a la
58
rutina alicantina, pero ya no sería la misma, todas esas referencias mentales habían
aumentado todavía más mi sed de conocimiento.
Este repaso de lo vivido a través del recuerdo me sirve para darme cuenta de
detalles que en aquel momento no supe identificar. Si algo me quedó claro fue
que había sido un baño de respeto. Ahora me doy cuenta de que hubo momentos
en que mis inseguridades hicieron que me sintiera ridícula, claramente éramos tres
curiosas fuera de lugar. Éramos vulnerabilidad en estado puro. Era fácil resultar
cómicas para el vernáculo que nos viera. Sin embargo, no percibí nada de eso,
ningún gesto de desaprobación, rechazo, superioridad o extrañeza, nada. Sólo
había respeto. Respeto que se hacía presente en forma de indiferencia, libertad
para hacer lo que quisiéramos sin sentirnos juzgadas.
59
Me cuestiono qué papel asumiría yo en caso de hacer uso de la Cruz de San
Andrés. Hay dos condiciones fundamentales antes de iniciar una actividad así,
confianza y comunicación. Confianza puesto que una de las personas va a perder
el control de su cuerpo para que lo asuma la otra. Y comunicación para garantizar
que, en cualquier momento, ante una situación desagradable, se va a saber
expresar lo que se siente para actuar en consecuencia. Una vez segura de esos
pilares en la relación con quien lo fuera a practicar, diría que a priori me resultaría
más fácil dejarme atar, perder el control y tan solo sentir. Aunque atar también
puede ser un ejercicio interesante en el que se asume la responsabilidad sobre la
otra persona y se ha de ser creativo para saber qué hacer una vez se ha tomado
el control de la situación.
El análisis realizado hasta el momento permite hacer una comparativa con las
arquitecturas sádicas y masoquistas descritas por Uriel Fogué46, de las que destaca
la disimilitud entre ellas, tanto en las formas de relacionarse (que él denomina
“coreografías afectivas”) como en sus arquitecturas. El sádico obtiene placer a
partir del sufrimiento de la víctima mientras que el masoquista elige
voluntariamente y bajo acuerdo escrito, recibir dolor. Sadismo y masoquismo son,
pues, prácticas incompatibles. Desde este punto de vista, resulta confuso que, a
día de hoy, ambas prácticas se aglutinen bajo el mismo término BDSM, donde las
dos últimas siglas hacen referencia precisamente a estas dos prácticas.
46FOGUÉ, U.; Ponencia: Sade y Masoch nos abren las puertas de sus habitaciones íntimas.
Los dos están en su mejor momento en Congreso: ACTUALIDAD DE GILLES DELEUZE (1925-
1995); Octubre de 2015; https://canal.uned.es/mmobj/index/id/45965
60
venir, de ese modo se infunde temor. Se preocupan por el “confort” arquitectónico
de las víctimas puesto que hay todo un sistema de personal de servicio como
carceleros o cocineros, para cuidar el perfecto estado de los cuerpos para poder
llevarlos al límite durante las prácticas sádicas. Los espacios masoquistas, por el
contrario, son un campo de juego, una puesta en escena, un teatro. Las prácticas
masoquistas se regulan a través de un contrato.
Por otro lado, este tipo de lugares donde la actividad íntima se hace pública
se convierten en espacios de aprendizaje. Hablar y ver son dos formas estupendas
de aprender que complementan la práctica personal. No hay mejor manera de
aprender que copiando, y para ello se requiere ver, pero es importante que esos
referentes sean reales y se basen en el amor.
Para finalizar, quisiera destacar cómo las distintas motivaciones hicieron que la
percepción del espacio fuera distinta para cada una de nosotras. Un mismo
espacio, en un mismo momento y con idéntica secuencia de actividades,
significaba cosas distintas y nos hizo sentir de forma diferente. Todas nos
enfrentamos a la incomodidad, a la novedad, pero cada una con una motivación
distinta. Por tanto, en este caso la comodidad (emocional, que no física) no
dependió tanto del espacio como de las sensaciones que se despertaron en cada
una de nosotras al hacernos conscientes de las posibilidades que este mundo
propone.
61
No obstante, lo que no podemos negar es que se trata de un espacio
altamente estimulante, pues consiguió despertar incontables sensaciones en cada
una de nosotras, aunque diversas en cada caso. No nos dejó indiferentes. Es casi
imposible que un espacio así lo haga.
62
- PUNTOS SUSPENDIDOS
63
Al llegar, me dijeron que me quitara los zapatos y los dejara fuera del aula. En
el interior había un círculo de cojines sobre el suelo, en ellos ya estaba Diego -el
monitor del taller- y algunos asistentes. Al tratarse de una escuela de Tantra, el uso
habitual de este espacio es precisamente albergar actividades relacionadas con
el cuerpo, tal vez por eso las sillas que había estaban apiladas y apartadas en un
rincón y no había mesas. Me senté en uno de los cojines que me permitía ver la
puerta. La elección no fue consciente, simplemente me nació sentarme allí.
64
objetivo y, a su vez, que fueran alcanzables, permitiendo el movimiento sin chocar
unos con otros. La forma del aula era menos relevante dado que éramos como
partículas de gas que lo invadían todo. Lo que sí resultaba necesario era que no
hubiera obstáculos. Los pilares en el medio del espacio no suponían un problema
al invadir el espacio de visión. Sin embargo, de haber habido sillas, mesas o
cualquier otro tipo de mueble de baja altura, habría obstaculizado el camino en
línea recta hasta el objetivo.
48PALLASMAA, J.: Los ojos de la piel: la arquitectura y los sentidos; Gustavo Gili; Barcelona;
2006; Pág. 10
65
provocaba la sensación de estar desconectando los pensamientos de la mente y
conectando con las sensaciones del cuerpo. No era posible pensar ni prestar
atención a otra cosa. Por el contrario, casi se podía sentir cómo los ojos y los oídos
se dejaban acariciar por los colores, las texturas y la música ambiental, lo que me
hace comprender a Pallasmaa cuando dice que “Todos los sentidos, incluida la
vista, son prolongaciones del sentido del tacto; los sentidos son especializaciones
del tejido cutáneo y todas las experiencias sensoriales son modos del tocar y, por
tanto, están relacionados con el tacto.”
Se nos pidió después, que siguiéramos caminando del mismo modo, pero esta
vez teníamos que prestar atención a los pies de los compañeros. Momentos
después se nos indicó que subiéramos la mirada hasta la cintura y finalmente que
mirásemos fijamente a los ojos de la persona con la que nos cruzásemos. Entre
orden y orden se nos dejaba tiempo suficiente para permitir sentir lo que nos
provocaba cada acción. Mirar los pies me hizo consciente de la presencia de otras
personas. Hasta ese momento las actividades habían sido introspectivas o de
conexión con el entorno, pero no con los demás. Mirar a la cintura me resultó algo
extraño, diría incluso descarado, ya que la orden indicaba la cintura pero a esa
altura están los genitales. No acostumbro a mirar fijamente esa parte del cuerpo
de otras personas. De hacerlo suelen ser miradas furtivas. Sin embargo, puesto que
lo estaba haciendo siguiendo indicaciones y no por intención propia, la
incomodidad apenas duró. Al mirar a los ojos la sensación cambió por completo.
66
Al mirar a los ojos vi a los otros pero también me sentí expuesta, vista. Cada persona
vive esa sensación de forma diferente. Con algunas mantener la mirada fue
sencillo, no supuso esfuerzo, resultó casi divertido y se dibujó una sonrisa de forma
natural. Con otras, sin saber muy bien por qué, noté que su mirada me penetraba,
que se me clavaba, que me invadía y me atravesaba, me hacía sentir ligeramente
incómoda. Y había otras de las que percibí su incomodidad al mantenerme la
mirada, que hubieran preferido mirar a cualquier otro lugar. Con estas últimas, no
sabía muy bien cómo actuar porque me daba cuenta del efecto que estaba
produciendo mi mirada y esa no era mi intención. La (in)comodidad era distinta
en cada uno de los casos.
Ahora que lo pienso, según iba aumentando la conexión con los compañeros,
la presencia del espacio se fue desvaneciendo. Pasé de percibir el espacio a
percibir las diferentes sensaciones que me provocaban el encuentro con los otros
y su ausencia. Al tener que mantener la mirada con quien me cruzara, una vez lo
había sobrepasado, el tiempo andando hasta la pared en el que ya no iba a
conectar con la mirada de nadie más se sentía diferente. Se producía un contraste
entre la (in)comodidad de compartirme y la tranquilidad de saberme en soledad.
67
creerlo, la penetración es lo que más lejos las mantiene de una escena
sexual o afectiva. Se someten a la penetración, porque la penetración
duele menos que los besos, las caricias, las palabras suaves.”49
68
Esta dinámica nos sirvió para forjar sensación de grupo, pasando de la
individualidad hacia la colectividad, introducirnos en la energía del taller, dejando
fuera los juicios y entrando a conectar con las sensaciones desde el movimiento,
el contacto visual, físico y verbal. Fue esa sensación de grupo la que hizo que se
empezara a percibir un nosotros frente a los otros, los que están fuera. El hecho de
que la puerta y las ventanas estuvieran cerradas no es baladí, de no haber sido así
habría resultado más difícil sentir esa conexión con el grupo. Si a lo largo de la
actividad hubiera entrado alguien de forma abrupta habría sido muy
desagradable al encontrarnos en ese estado de hipersensibilidad. Esto no era
posible dado que las personas que estaban fuera del aula eran conscientes de
nuestra actividad. En cualquier caso, de haber sucedido, sabíamos que el monitor
respondería por nosotros, estábamos vulnerables pero protegidos por un entorno y
unas circunstancias de seguridad.
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Cada vez que recuerdo esta dinámica cambia mi nivel de sensibilidad.
Inmediatamente me pongo a acariciarme las manos, los brazos, el cuello y la cara,
que es básicamente lo que hicimos. En este ejercicio comenzamos centrándonos
en la respiración. La respiración es una gran herramienta para relajarse,
sensibilizarse y mantenerse en el ahora, lugar donde se produce el placer. Cuando
tenemos la mente llena de preocupaciones o distracciones, desconectamos de la
sensibilidad del cuerpo y por tanto el placer es mucho menor. Una vez habíamos
conectado con la respiración, Diego nos indicó que nos acariciásemos las manos
con la mayor suavidad posible, apreciando cada poro, cada pliegue de piel. Su
voz era como un mantra que decía “no hay diferencia entre acariciar y ser
acariciado”.
Así, con la mayor suavidad posible, con los ojos cerrados y con el único
contacto con el entorno a través de nuestros pies, con una música de fondo suave
y la voz de Diego induciéndonos a relajarnos, pasamos a tocar las manos de la
persona que estaba delante. No importaba quién era, sólo sentir sus suaves
caricias. Aquellas manos sudaban y eso contrastaba con la sequedad de las mías.
Manos con manos, primero dos a dos, después las cuatro juntas, sintiendo el ritmo
de las otras manos, con calma. Manos que pasaron a acariciar muñecas, sin
distinguir entre quién daba y quien recibía, sólo sabiendo del cuerpo que tocaba
que era de hombre, que era sensible, que el ritmo de nuestros movimientos estaba
acompasado y que su piel era suave. Pasamos después a acariciar brazos con
brazos, manos con brazos y seguimos subiendo, sin prisa, disfrutando cada
centímetro de piel. Pasamos a continuación a tocarnos el cuello, y seguimos
explorando, tocando nuestras caras. Sentía como él también exploraba mi
cuerpo.
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La distancia entre los cuerpos fue disminuyendo de forma natural e
inconsciente según fue avanzando el ejercicio. Estábamos tan pendientes de esos
puntos de conexión que lo único que existía más allá era la voz de Diego dándonos
indicaciones, invitándonos a dejarnos llevar. Anular la visión y centrar la atención
en la piel desdibujó el entorno. Los límites del espacio eran mínimos, podríamos
decir que eran los de nuestros cuerpos en contacto y la posibilidad de movimiento
de nuestros brazos. Movimientos que se producían a un ritmo muy lento y que
tendían a reducir el espacio y acomodar los cuerpos cerca más que a ampliarlo.
Esa desaparición perceptiva del espacio era buena señal, sólo existía placer en
aquel momento. Aquella sala fue capaz de acoger la actividad, capaz de generar
las condiciones en que lo único que importaba era sentir. Esa cualidad de
desaparecer estaba relacionada con el lugar donde se ubicaba esa estancia. Era
un espacio interior, sólo podían llegar ruidos desde la propia escuela, ruidos que se
evitaron conscientemente al conocer la actividad que estaba aconteciendo.
Acabo de caer en que las hileras estaban separadas entre hombres y mujeres.
La posición de las mujeres estaba entre los hombres y la pared. No sé si fue
casualidad o si fue intencionado. Me da qué pensar. Sin duda, mi hilera estaba
más “protegida” pero también más “acorralada”. Me resulta molesto pensar en
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esta idea de ubicar a las mujeres en la situación de mayor protección o menor
posibilidad de movimiento, según se mire. Tal vez fue pura casualidad, pero el
hecho de dividir el grupo por sexo hace pensar que tal vez no lo fuera. En realidad
no tiene mayor importancia. Aunque si algún día yo llevara a cabo esta actividad,
procuraría no segregar por sexos para evitar este tipo de cuestionamientos.
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5. ¿Y SI DESPUÉS DE ESTO HICIÉRAMOS UN TALLER?
Este apartado tiene vocación de repasar los caminos que he ido tomando a
lo largo del proceso de análisis para comprobar cuáles de ellos han dado
resultados y cuáles no tanto. Algunos pueden servir como punto de partida para
futuros análisis y otros han sido vías frustrantes y poco eficaces. Pero como un día
me dijo una gran amiga: “La gente piensa que el éxito es lo opuesto al fracaso,
pero la verdad es que ambos son partes del mismo proceso. – Roger von Oech”,
de modo que también podemos aprender de ellos. Esta reflexión sobre la
metodología desarrollada aspira a ser replicada por otros cuerpos que también
deseen entender cómo la arquitectura influencia sus vidas sexuales.
Uno de los primeros ejercicios que hice fue elaborar una lista abierta con todos
aquellos aspectos que me parecía que podían influenciar las relaciones sexuales.
Algunos de ellos eran la edad, la ubicación, la persona o personas involucradas, la
tipología de uso del espacio, el estado de ánimo,… La lista seguía y seguía.
Inicialmente no pretendía contener todos los factores posibles, puesto que cada
experiencia es única y las posibilidades de que aparezca un nuevo elemento a
considerar son muy altas.
La intención de dicha lista era hacer una breve ficha de cada experiencia. De
ese modo tendría de forma ágil una primera aproximación a la información y
además pondría en marcha el recuerdo. La dificultad del ejercicio se hizo evidente
pronto: se echaban en falta definiciones de los términos para saber cómo dar una
respuesta homogénea. Al intentar definirlos, acotarlos, para concretar con
exactitud a que se refería cada uno, me di cuenta de que no tenía sentido tratar
de definir, por ejemplo, la seguridad para un caso genérico. “Seguridad” puede
significar cosas totalmente distintas en función de la situación: en un ascensor, en
un parque de noche o en casa de tus padres cuando ellos han salido. Y sin
embargo, en todos los casos, tiene sentido analizarla. Es decir, la lista parecía
resultar de utilidad para apoyarse y empezar a tirar del hilo de la memoria, pero la
vía de la definición de términos con precisión no funcionaba.
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temáticos. Todas las formas de organizar o jerarquizar la información me
condujeron a caminos sin salida. La búsqueda de un método universal aplicable a
experiencias no estaba siendo de utilidad.
1. LISTA DE EXPERIENCIAS
Sea cual sea la temática sexual a abordar (en caso de que se predefina una),
el primer paso sería hacer una lista con todas las experiencias que nos vengan a la
mente sobre ese asunto. Este ejercicio, al no entrar en detalle, resulta muy fácil
como primera aproximación al tema, lo que nos permite tener una visión de
conjunto del impacto de ese tipo de experiencias en nuestra vida. Nos permite
tener variedad dónde elegir, el análisis puede resultar complicado, así que tener
varias opciones aligera la sensación de presión si una experiencia pasa a ser muy
difícil de abordar.
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Uno de los retos es saber definir los límites de la experiencia, saber cuándo
empieza y cuando acaba, si dura una noche, un fin de semana o si es una historia
que se extiende en el tiempo a lo largo de muchos años.
2. PRIMERA APROXIMACIÓN
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analizar situaciones con personas que no han sido especialmente importantes en
nuestra vida.
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importancia de acompasar el uso del espacio con la fase de respuesta sexual y he
sido capaz de aplicarlo en experiencias posteriores.
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Por último, también ha sido de utilidad tomar un A3, permitirse recordar y
plasmar las sensaciones y memorias de forma no lineal, dibujando y escribiendo a
trozos. Ir soltando según van llegando las ideas, ya habrá tiempo de ordenarlas. He
de reconocer que repetí el ejercicio después de mirar una imagen aérea y el
catastro para comprobar la forma de la parcela y el ejercicio resulta más rígido,
como si se activasen zonas diferentes del cerebro, una más matemática, racional
y métrica frente a la otra memoria más sensitiva y corporal.
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número finito de factores, lo que no es cierto. El número de variables es tan
sumamente amplio y depende tanto de cómo cada persona viva cada momento,
que sería inabarcable cerrar un listado.
5. ESCRITURA SENSIBLE
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LO DESAPRENDIDO EN EL PROCESO
Querido lector, si ANTES DE EMPEZAR A CONTAR te decía que “Este texto está
escrito desde la herida hacia la cicatriz.”, ahora me apetece compartir contigo
dónde he llegado y hacia dónde me dirijo. Yendo un paso más allá en esto de
expresar lo más íntimo de mí, voy a empezar por mostrarte un pedacito del Diario
de mi Cuerpo.
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arquitecta que hay en mí. Mi visión, mi postura, mi concepción de la
profesión. Y eso tiene más valor que cualquier resultado.
Ahora sólo tengo que juntar las palabras del proceso. Cerrar un texto
que quedará abierto porque es el principio de un camino que comienza.
Arranca el día.
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De hacer más humana la arquitectura a partir de hacer más consciente el
uso del espacio.
Creo que estoy en el mismo punto que inicialmente con los mundos
sexualidad y arquitectura. Ahora que tengo más clara la conexión de esos
dos mundos me parece que el coaching y la “escucha activa53” son la
siguiente pieza del puzle.
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BIBLIOGRAFÍA
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ARTÍCULOS
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complican las cosas; El PAÍS Semanal; EL PAÍS; 27 Ene 2013
PIUSSI, A. M.; Partir de sí: necesidad y deseo; DOUDA Revista d’Estudis Feministes
núm. 19-2000
BARAHONA, P. y RUSO F.; Erika, la catedrática en "coñoescritura": así afecta la
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https://www.elespanol.com/reportajes/20171012/253725480_0.html
VÍDEO
FOGUÉ, U.: Sade y Masoch nos abren las puertas de sus habitaciones íntimas. Los
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MISCELÁNEA
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