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El mundo de
la ingeniería
javier aracil
4 de febrero de 2009
I
The story of civilization is, in a sense, the story of engineering
that long and arduous struggle to make the forces of nature work
for man's good
L. Sprague de Camp1
II
Índice general
1. Generalidades 2
1.1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Técnica y cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Deniciones de ingeniería . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
III
1.6. La ciencia o el saber estructurado y contrastado . . . . . . . . 32
1.7. El método . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
El advenimiento de la técnica . . . . . . . . . . . . . . 76
Conocimiento y hominización . . . . . . . . . . . . . . 83
IV
Hacen su aparición los metales . . . . . . . . . . . . . . 85
Los presocráticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Arquímedes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
V
2.5. La aparición de los ingenieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
VI
3.4. El caso chino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
VII
4.4.2. Los ingenieros militares en la preilustración . . . . . . 224
VIII
La química y su repercusión industrial . . . . . . . . . 281
La aviación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
IX
La cuestión de la técnica . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
X
Optimización y satisfacción . . . . . . . . . . . . . . . 387
XI
7.5. Comentarios nales sobre la identidad de los ingenieros . . . . 432
XII
8.3. La realimentación allende la ingeniería . . . . . . . . . . . . . 478
XIII
9.3. El desastre del transbordador espacial Challenger . . . . . . . 520
XIV
A.1.11. Algunos ingenieros españoles notables . . . . . . . . . . 554
1
Capítulo 1
Generalidades
1.1. Introducción
2
1.2. Del hacer al saber: utilidad y curiosidad
3
De hecho, los rasgos fundamentales del mundo material están siendo correcta-
mente desvelados por la física, la química y el resto de las ciencias naturales.
La ciencia se enfrenta a sus objetos de estudio con la pretensión de compren-
derlos y de explicarlos, aunque no de actuar sobre ellos para modicarlos con
el n de obtener algún benecio. Según la ideología comúnmente aceptada,
la ciencia es desinteresada, al tratar de satisfacer fundamentalmente el afán
de saber. La técnica, por el contrario, es intrínsecamente interesada; surge
con una meta, un interés: la resolución sistemática de problemas prácticos
utilitarios; con ello pretende aumentar el poder del hombre sobre su entorno
y también sobre sí mismo. En la medida en que la ciencia se adecúe al
desinterés, será también moralmente aceptada; mientras que la técnica sólo
lo es potencialmente, depende de los nes a los que sirva.
4
objetivo la constitución de un saber, es decir, de un cuerpo de enunciados
aceptados como verdaderos o cuanto menos, que gocen de amplia aceptación
por la comunidad cientíca que los cultiva en la medida en que pueden ser
contrastados por todo el mundo, o al menos por especialistas competentes
en esa rama del conocimiento. Por su parte, la técnica tiene como objetivo
la satisfacción de necesidades humanas, individuales o colectivas. La ciencia
produce modelos conceptuales, mientras que la técnica genera soluciones a
problemas, a veces en forma de objetos útiles. En las páginas siguientes se
pretende analizar estas anidades y divergencias.
5
predica; y la transformación de la naturaleza sería una trasgresión culposa que
estaría en el origen de muchos de los males que nos aigen. Sin embargo, hay
pocas cosas más humanas que tratar de alterar el orden natural, pretendiendo
reconducirlo de acuerdo con nuestros intereses hasta donde sea posible. Qué
se entienda por mejorarlo es cuestión más debatible. De momento conviene
solamente invocar que sin esa alteración no sería posible que sobre el planeta
tierra hubiese más de seis mil millones de seres humanos (sin olvidar, claro
está, que algunos de ellos se desenvuelven en condiciones precarias pero sin
negar la patente calidad de vida alcanzada por otra fracción considerable3 ).
Cuando se analiza el contraste entre lo natural y lo articial, acaso la más
radical de las cuestiones que se puede plantear es: ¾es natural que vivan
en el planeta tierra más de seis mil millones de nuestros congéneres? Esta es
una pregunta irreprimible cuando se valora críticamente lo articial frente a
un supuesto mundo idílico natural. Los que argumentan contra la técnica lo
hacen alegando que ese mundo vigoroso creado por nosotros parece haberse
emancipado, tener vida propia e incluso amenazar con deglutirnos. En to-
do caso, es indudable que una de las características denitorias de nuestra
civilización es precisamente el desmedido incremento de lo articial.
6
acepción pierde la connotación negativa del párrafo anterior, de imitación
de apariencias, para referirse al resultado de la actuación del hombre en la
remodelación de su entorno. Los objetos técnicos articiales, o artefactos
técnicos, no son imitaciones devaluadas de lo natural sino resultado de una
acción imaginativa para producir algo previamente inexistente y que además
tenga algún provecho para los seres humanos.
7
nos exclusivamente físicos, como un papel especial impreso, pero el que sea
considerado como algo dotado de valor es el resultado de un convenio social,
que transciende a su naturaleza material.
Por otra parte, existen también los artefactos biológicos que aunque aparente-
mente no han ocupado un lugar destacado en los quehaceres de la ingeniería
tradicional, tienen una importancia capital en la historia de las civilización,
pues son la base de la agricultura y la ganadería. En nuestros días se registran
importantes innovaciones como la que presenta un ser vivo genéticamente mo-
dicado, como el maíz transgénico; y ante la inminente revolución propiciada
por las biotecnologías estos objetos articiales están llamados a ocupar un
lugar destacado en el mundo articial. No obstante la concepción del arte-
facto como objeto formado por partes físicas debidamente ensambladas ha
impregnado el propio concepto de artefacto, lo que de una forma u otra se
dejará sentir en las páginas que siguen. Por ello en este libro se asume que
lo articial se presenta de dos formas: como lo hecho, como un ensamblaje
de componentes que se articulan dando lugar a un objeto con una función
determinada, como es el caso de un reloj; y como lo vivo, en donde de forma
articial, planicada o inducida por el hombre, se desencadena el fascinante
proceso de la vida buscando un determinado objetivo, como sucede en un pe-
rro, un cultivo o un jardín. Es claro que en este segundo caso el producto de
la intervención posee unos rasgos de autonomía del que carecen los primeros.
8
Pero ambos casos, pese a la condición tan diferente que tienen, poseen
el rasgo común, que los calica como articiales, de reconducir fenómenos
naturales para adaptarlos a objetivos perseguidos por el hombre. En todo
caso, los objetos articiales comparten el rasgo de ser el resultado de una
acción intencionada con la que producir algo que desempeñe una función
prima facie utilitaria; es decir, que anteponga la utilidad a cualquiera de
sus restantes cualidades; de modo que se obtenga algún provecho o benecio
concreto de la actuación o comportamiento de ese objeto articial. Es, por
tanto, diferente de la intencionalidad cognitiva que domina la actuación del
cientíco convencional. Se dirá que la teoría de la gravitación es útil, lo que
es cierto, pero su utilidad se diferencia de la de un automóvil, que lo es en
primera instancia.
9
neutralidad moral por parte de los que se ocupan de ellos.
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en un caso, y el proyecto de un arquitecto, en el otro, es lo que está en su
germen? Para nosotros la diferencia se encuentra en que en un caso la na-
turaleza lo ha producido sin intervención del hombre, y en el segundo es el
resultado de alguna forma de mediación humana, precedida de una intención
y de un proyecto (aunque también quepa decir que ha sido la naturaleza,
por intermedio del hombre, uno de sus frutos más elaborados, la que lo haya
engendrado).
11
de la naturaleza. Con relación a lo articial nuestra actitud es radicalmente
distinta. Puesto que se trata de un producto del ingenio, interesará no sólo
comprender un determinado articio una vez construido, sino que se intentará
aclarar el conocimiento implicado en el proceso que va desde su concepción
hasta su producción, sin dejar de considerar aspectos relacionados con su
explotación, su mantenimiento en correcto funcionamiento, y en cómo se
pueden aprovechar ecientemente todas sus capacidades. Por ello para el
estudio de lo natural se adoptan métodos, y especialmente criterios, muy
diferentes de los empleados para lo articial. Como consecuencia de ello se
acaban aplicando racionalidades6 diferentes en uno y otro caso, aunque cierta
semejanza en las herramientas formales empleadas pueda crear la ilusión de
que hacen lo mismo.
12
una edad, en promedio, impensable para nuestros antepasados. Nuestra ali-
mentación está basada casi toda ella en productos articiales. No sólo por lo
que respecta a la creciente implantación de alimentos funcionales, sino que
tanto los cereales, que forman la base de la dieta tradicional, como los anima-
les que nos aportan proteínas con la posible excepción de algunos productos
del mar que forman una fracción muy pequeña de nuestra alimentación y
además en claro declive son el resultado de una selección articial llevada a
cabo por los agricultores y ganaderos. Mediante esta selección han sobrevivi-
do aquellos individuos más productivos para nuestra especie y no aquellos
mejor adaptados para perpetuarse en la naturaleza, como había sucedido
durante toda la evolución biológica.
Se puede decir que hay una técnica relativa a cada actividad humana. Se
habla de la técnica de un pintor, de técnica musical, de la técnica matemática
en la resolución de un problema, de técnica jurídica, de técnica de laboratorio,
etc. Sin embargo, las que interesan aquí son aquellas ligadas a la actividad
del ingeniero mediante las que tienen lugar unas ciertas actuaciones sobre el
mundo físico o el de los seres vivos; así las de producción de electricidad, de
13
construcción de carreteras, de cultivo del trigo, de redes de comunicación,
de productos transgénicos o de organización de servicios. Es decir, las que
contribuyen signicativamente a la emergencia del mundo articial. Su im-
portancia es tal que cuando se habla de la Técnica se sobrentiende que es al
conjunto de ellas a lo que se está aludiendo.
La palabra tekné se traduce al latín por ars, por lo que técnica y arte
poseen un signicado análogo lo que se reeja, entre otras cosas, en la de-
nominación de las Escuelas de Artes y Ocios y por ello aparecen, en muchas
ocasiones, como sinónimos; aunque con el tiempo tiende a asociarse con arte
una invocación a la creatividad para la concepción de algo previamente ine-
xistente, mientras que técnica se reserva para las reglas o procedimientos
para hacerlo. Pero las raíces comunes de arte y técnica no pueden olvidarse
ya que, en ambos casos, se alude a un proceso de creación de algo que no
existía una obra de arte, sometida a unos cánones estéticos, o un artefacto
14
con pretensiones utilitarias. De este modo aunque arte paulatinamente se va
restringiendo al signicado con que se usa en Bellas Artes acentuándose, al
mismo tiempo, la distinción entre artista y artesano, la Academia Española
mantiene como primera acepción: virtud, disposición y habilidad para hacer
algo, que es la que normalmente se usará aquí. Así, se habla del arte de
cocinar, del arte de la conversación o del arte de fumar en pipa.
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Es bien sabido que la técnica es indisociable de la génesis de la civilización,
mientras que la ciencia es un fenómeno al que aunque pudiera concedérsele
mayor renamiento, es muy posterior. Por ello, llevando esta gestación a
sus últimas consecuencias, se puede incluso decir que la ciencia ha emanado
históricamente de la técnica, aunque haya terminado deniendo su propio
campo de actividad.
Por tanto, no hay que pensar que hacer técnica se reduce exclusivamente
a una aplicación fría de reglas esto es, que es un producto sin más del
conocimiento, sino que incluye unas características de difícil enumeración
que responden a la pretensión de competencia, y que no se limita a reglas y
a modos de hacer convencionales. El buen técnico ha alimentado durante su
ejercicio profesional, acaso inconscientemente, una intuición que le capacita
para distinguir qué es lo que funcionará y qué lo que no. Al hacer técnica
no se está simplemente aplicando unidireccionalmente unas reglas, sino es-
tableciendo un diálogo con aquello que se están haciendo, mediante el cual
al propio tiempo se está aprendiendo: hacer técnica es dialogar con las cosas
que se hacen y aprender de ello. No se trata de que cuando las cosas no fun-
16
cionan lo que hay que buscar es que regla funciona mal y cambiarla: se trata
más bien de que uno se implique con lo que está haciendo y se sienta mal
acerca de sus errores y bien cuando aquello funciona adecuadamente. En el
acto de aprendizaje interaccionan las habilidades, los riesgos asumidos y la
voluntad de llevar adelante aquello que se pretende hacer. En este orden de
cosas conviene resaltar que al actuar no solamente hay que someterse a prin-
cipios, reglas o planes sino que también hay que estar abiertos al riesgo, que
es una componente radical de toda acción genuinamente humana. Con ello se
consigue la sabiduría práctica, de la que ya hablaba Aristóteles, resultado de
la acción y de la experiencia, de asumir cometer errores y aprender de ellos,
como resultado de lo cual se llega a ser un phronemos el que practica la
phronesis, la sabiduría práctica, lo que signica que se es capaz de hacer lo
correcto, en el momento justo y de la manera apropiada. Con ello se alcanza
el magisterio en una técnica.
17
soluciones catalogadas a los problemas de la clase que la dene, sino que
es también aspiración a la innovación, a la búsqueda de soluciones hasta en-
tonces desconocidas. Por ello, como se acaba de ver en el párrafo anterior, hay
en la técnica un componente sutil pero crucial: la creatividad, la concepción
de algo inexistente en una síntesis innovadora y su plasmación en algo con-
creto, para lo que se requieren las reglas y habilidades antes mencionadas. El
técnico no se limita a resolver una clase determinada y cerrada de problemas
sino que, por el contrario, en sus formas superiores asume el riesgo de buscar
nuevas soluciones a los problemas a los que se enfrenta. Esta búsqueda se
presenta como un arriesgado desafío ante el que responde de forma calcula-
da, pero no por ello sin audacia. Si de algo se puede decir que constituye la
forma superior del acto técnico, es de la integración de elementos de distinta
naturaleza en un compendio funcional sometido a la intención de su creador.
Ésta es la marca distintiva de la excelencia del quehacer técnico.
Técnica y cultura
18
innato. La técnica se puede contemplar como una prolongación y una con-
tinuación de la evolución por otros medios: es necesariamente histórica, para
describirla hay que recurrir a narraciones, y constituye uno de los procesos
culturales en los que es posible hablar de progreso: hay una componente acu-
mulativa en su devenir. Fernando Savater en El valor de elegir8 dice que la
técnica es nuestra empresa más denitoriamente humana. Un poco más ade-
lante se lee la técnica ofrece [...] un conjunto de prótesis libremente elegidas
e inventadas para resistirse al menos parcialmente a nuestro destino.
19
sería interminable.
20
pero que no son ajenas a las de los artistas al realizar sus creaciones. Por ello
el establecimiento de la metodología de la ingeniería se encuentra abierta a
debate.
21
para la síntesis tanto o más que para el análisis.
Deniciones de ingeniería
22
Por otra parte, al analizar la anterior denición y otras semejantes con-
viene recordar que arte y técnica tienen raíces comunes. Deniciones posterio-
res a la de Telford cambian elocuentemente el énfasis de arte en aplicación
de conocimientos cientícos, inexión nada gratuita. En todo caso, se puede
armar que antes del siglo xix la transferencia desde la ciencia a la ingeniería
tiene poca relevancia aunque no así las matemáticas, especialmente la ge-
ometría, que desde siempre se han relacionado con la ingeniería, sea mediante
el cálculo o mediante el dibujo técnico, y que las tecnologías con fundamen-
to fundamentalmente empírico son predominantes en las actividades de los
ingenieros.
Según lo que se está viendo pudiera parecer que se postula que la in-
geniería es tanto un arte como una ciencia. Lo cual es acertado, ya que la
ingeniería es un modo de la técnica, y ya se ha tenido ocasión de recordar los
solapamientos que existen entre arte y técnica. Sin embargo, en la medida
en que el término arte ha tendido a limitar su ámbito de aplicación al de
las Bellas Artes, su empleo en la ingeniería ha sufrido una minusvaloración
con relación al de ciencia. Al mismo tiempo, el mejor conocimiento que la
ciencia ha suministrado del comportamiento de los distintos ingredientes de
un proyecto de ingeniería ha llevado a decantar, en la acepción corriente de
ingeniería, el balance entre arte y ciencia hacia esta última. Esta inexión se
ha reforzado por el importante papel que juegan los métodos cuantitativos,
basados en el empleo de métodos matemáticos, en la moderna ingeniería. Por
todo ello se ha extendido la apreciación de que su relación con la ciencia le
daba un carácter más formal y riguroso que la invocación a su condición de
arte.
23
Ingenieros e ingeniería en el Diccionario de la Academia Española
Hasta mediados del siglo xix, en las diferentes ediciones del Diccionario,
la componente militar de la ingeniería se conserva, o incluso incrementa. Así
en la de 1849 se lee que la ingeniería es el arte que enseña a hacer y manejar
las máquinas e instrumentos de guerra, a forticar, defender y atacar una
plaza. Mientras que en esta misma edición el término ingeniero se aplica a
el que discurre o inventa ingeniosamente. En la edición de 1881 aunque la
acepción de ingeniería sigue siendo la anterior, la de ingeniero se amplía a
el sujeto que dirige o puede dirigir construcciones civiles o militares, según
el rango al que se circunscriben sus conocimientos. La acepción civil por
oposición a militar empieza a ampliarse, y así en la de 1884 ya aparecen
reseñadas todas las especialidades de la ingeniería vigentes en esa época.
Por n, en 1925 aparece una denición que ya posee rasgos que llegan has-
ta nuestros días: arte de aplicar los conocimientos cientícos a la invención,
perfeccionamiento y utilización de la técnica industrial en todas sus deter-
minaciones; mientras que ingeniero es el que profesa la ingeniería. Esta
24
acepción es a todos los efectos la misma que se encuentra en la Enciclopedia
Británica (decimoquinta edición, 1989) en la que se dene la ingeniería co-
mo el professional art of applying science to the optimum conversion of the
resources of nature to the uses of mankind. No obstante, en la edición de la
Academia Española de 1984 se modica a conjunto de conocimientos y de
técnicas que permiten aplicar el saber cientíco a la utilización de la materia
y de las fuentes de energía, mediante invenciones y construcciones útiles para
el hombre. Estas últimas acepciones requieren importantes matizaciones,
como se pondrá de maniesto en las páginas que siguen.
25
ellas y los poderes públicos12 . Más adelante, en el capítulo 9, se volverá sobre
estos códigos.
La ingeniería como profesión cubre campos muy variados y admite por ello
un amplio espectro de caracterizaciones. La más restrictiva de ellas es la que la
considera preferentemente como el conjunto de operaciones que consiste en la
concepción primero, la especicación después, para seguir con la construcción
de un prototipo, su ensayo y su ajuste nal. Sin embargo, para la mayoría
de los que ejercen la ingeniería, ésta es una forma de organizar y gestionar
el proceso de diseño, desarrollo, manufactura, y mantenimiento; todo ello
sometido a los rigores de la puntualidad en la ejecución y del ajuste a un
presupuesto, así como a la satisfacción del consumidor o usuario. La ingeniería
es por tanto una exuberante mezcla de actividades que se mantienen unidas
por una formación común (aunque en muchos casos se cuestione la relación
directa entre esa formación y el ejercicio profesional; se volverá luego en el
apartado 9.2 sobre este extremo).
12 Joseph R. Herkert, Social, Ethical, and Policy Implications of Engineering: Selected
Readings, IEEE Press, New York, 2000.
13 Ello sin mencionar ciertos usos espurios, como cuando se habla de ingeniería -
nanciera.
26
La técnica y las tecnologías
Conviene hacer una digresión sobre el uso que se hace actualmente de los
términos `técnica' y `tecnología', lo que, como se verá, tiene también su in-
terés para el análisis de la especicidad de la ingeniería. El uso en español de
esas voces ha sufrido modicaciones sustanciales en los últimos años. Aunque
durante el xix se advierta una cierta ambigüedad, desde los años 1920 del
siglo pasado se ha empleado el término `técnica' para referirse al modo de
quehacer humano al que se ha dedicado el apartado 1.414 . Sin embargo, en
la práctica cada vez se usan más los dos términos como sinónimos y posible-
mente sea ésa la salida que acabe por imponerse, aunque no hay que descartar
que `tecnología' acabe incluso desplazando a `técnica'15 .
27
García Bacca escribió casi 50 años después un Elogio de la Técnica18 . Hace
poco más de medio siglo la colección Ciencia y Técnica, de Espasa-Calpe,
constituyó una ventana a los mundos de la ciencia y la técnica de valor incal-
culable para los hispanohablantes. Si se consulta la literatura de unos pocos
decenios atrás se verá que `técnica' es siempre el sustantivo empleado para
aludir al modo de actividad humana que se está analizando; y que el término
`tecnología' aparece siempre adjetivado. En las Escuelas de ingenieros exis-
tían (y existen) asignaturas de Tecnología química o de Tecnología mecánica;
Caro Baroja escribió un tratado sobre Tecnología Popular Española19 . En
este sentido, una tecnología consiste en un repertorio de conocimientos, ins-
trumentos y métodos prácticos para resolver problemas especícos de una
rama de la ingeniería o en el ámbito de una actividad industrial, o incluso
popular. Así, se habla de tecnología mecánica, como se acaba de recordar,
de tecnología prehistórica, o de la tecnología que posee una empresa para
realizar un cierto producto. La técnica, como forma peculiar del quehacer
humano, se lleva a cabo mediante tecnologías. De modo que una tecnología
es un nombre colectivo para las distintas formas o procedimientos de ha-
cer técnica en un dominio determinado, o para resolver una clase concreta
de problemas técnicos. Este es el signicado con el que se empleará en este
libro.
28
para referirse a la disciplina que se ocupase de la técnica en general; lo que
sería una ciencia de la técnica. En este sentido tecnología sería el estudio
sistemático de lo técnico, de forma análoga a como biología es el estudio de
bios, es decir, de la vida o de los seres vivos. Se deniría así un ámbito de
reexión propio de lo técnico, en la que el sujo aludiría inequívocamente a
que se trata de un discurso sobre la técnica. Esta acepción no ha conseguido
una aceptación consolidada, aunque esté latente en algunos escritos.
Pero los hechos lingüísticos están ahí y a remolque del inglés existe una
creciente tendencia a usar técnica y tecnología como sinónimos. Este hecho
parece relacionado con que en el mundo de habla hispana haya dejado de
nutrirse de las culturas francesa20 y alemana, para pasar a hacerlo de tra-
ducciones anglosajonas. Con ello se violenta un uso ampliamente establecido
en los medios más directamente afectados y su adopción consecuente obliga
a ciertos cambios incluso de denominaciones institucionales21 .
29
hasta qué punto es discutible esta acepción. Si se piensa bien se verá que
tras esta propuesta subyace la negación de un ámbito especíco de cierta
entidad intelectual para lo técnico. Parece que se nos dice: hay una técnica
superior, basada en la ciencia y derivada de ella, a la que pomposamente se
llama tecnología, y una técnica menor (la del artesano) formada por recetas
sin más base que la experiencia previa, carentes de todo soporte cientíco,
por lo que lo más que se puede decir de ellas es que forman un arte22 .
Con la adición del sujo logía parece que se pretende asimilar la técnica
a una empresa intelectual, lo que no sucedería en ausencia del sujo. Sin
embargo, ya se ha visto que a la voz griega tekné se asocia el conocimiento
necesario para llevar a cabo la actividad correspondiente; es decir, el propio
concepto de técnica incorpora la fundamentación racional que puede, en
su caso, admitir el calicativo de cientíca de lo que se intenta hacer. Se
hace difícil pensar que en algún momento histórico no se buscasen razones
para el éxito de las acciones implicadas en la técnica; y entre estas razones
es indudable que ocuparía un lugar preferente el conocimiento cientíco al-
canzado en esa época. Al n y al cabo tanto el conocimiento cientíco como
el técnico están basados en la experiencia. Se tiene así un continuo entre
la técnica antigua y la moderna basado en que todas las formas de técnica
ejercitan, como rasgo esencial, una forma de racionalidad sometida a unos
cánones especícos para lograr los nes que les son propios, y que está basada
en lo empírico y se benecia de todos los conocimientos de cada momento
histórico. Establecer si hay, o no hay, una diferencia cualitativa entre un mon-
umento prehistórico, una pirámide maya o egipcia, y un moderno edicio de
arriesgada concepción arquitectónica es una cuestión de uso de las palabras.
En todos los casos se tiene el aprovechamiento en un proyecto de todos los
saberes disponibles para llevarlo a cabo, teniendo en cuenta los recursos pro-
pios de cada época. No existe, por tanto, esa radical demarcación entre dos
formas de hacer técnica; pues ambas son respuestas, con diferencias de grado
y de medios si se quiere, a la ancestral tendencia de los seres humanos de
aplicar su ingenio para adaptar su entorno, originalmente natural, a sus pre-
tendidas necesidadeso mediante las trasformaciones pertinentes. Por lo tanto,
22 Una distinción semejante entre las dos formas de hacer técnica se tiene en la obra
de Heidegger, aunque allí con un sentido distinto al que aquí se comenta. En el apartado
6.2.4 se volverá sobre estas cuestiones. Es chocante que entre los simpatizantes del Heideg-
ger anterior a la Segunda Guerra Mundial se encuentren usuarios habituales del término
`tecnología'.
30
cuando se alude a la técnica, en los dominios que aquí se están consideran-
do, el sujo logía resulta superuo ya que toda acción humana en este caso
un procedimiento técnico que se pretenda racional incluye la capacidad de
justicar por qué ese procedimiento funciona correctamente, aunque ese ar-
gumento sea supercialmente empírico, y no alcance la elaboración propia
de la ciencia moderna; y sin olvidar además que la técnica añade la pericia,
la creatividad y una elevada dosis de pragmatismo difícil de encajar en la
ciencia convencional. La racionalidad asociada con un objeto técnico deriva
de la deliberación intelectual que ha presidido el proyecto que lo ha hecho
posible, al anticipar ese objeto, que incorpora la meta que con él se persigue.
No hay actividad humana de contenido racional sin logos, y la técnica es una
de ellas, por lo que no debería ser necesario explicitarlo.
Por todo ello, aunque los términos `técnica' y `tecnología' estén usándose
como sinónimos, pues los usos lingüísticos gozan de relativa autonomía, ello
no obsta para que ante esa adopción se produzca un cierto empobrecimien-
to del lenguaje, al desdeñar matices largamente establecidos en los medios
correspondientes. El progreso no consiste en cambiar palabras, antes bien
ello puede producir perturbadores espejismos. Además no se puede dejar de
sospechar que se produzcan manipulaciones interesadas del lenguaje inten-
tando colar de tapadillo intereses espurios.
31
1.6. La ciencia o el saber estructurado y con-
trastado
El sustantivo `ciencia' procede del latín scientia que, a su vez, tiene sus
raíces en el verbo scire que signica `saber'; por tanto, etimológicamente cien-
cia equivale a saber. Sin embargo, esta equivalencia es excesivamente laxa. No
todo saber se considera ciencia. Aún en el lenguaje ordinario ciencia y saber
no son equivalentes, salvo que se empleen con una acepción muy imprecisa.
En su sentido más general el término ciencia se ha aplicado tradicionalmente
en el sentido de estructuración u organización racional de los saberes debida-
mente conrmados en un cierto ámbito de la actividad humana; es decir, se
considera ciencia el conocimiento sistemático con relación a un cierto dominio
de la experiencia. La estructuración de todos los conocimientos en unidades
coherentes refuerza la sensación de que esa estructuración reproduce la de la
propia realidad; lo que hace surgir la fascinación de la verdad, de la iden-
ticación de esos conocimientos sistematizados con el desvelamiento del ser
auténtico de las cosas, de modo que el conocimiento que obtiene la ciencia se
pretende que suministre una imagen especular de la realidad. Resulta difícil
discernir hasta que punto esa seducción por la coherencia del conocimiento
conduce a la revelación de la verdad profunda de las cosas o simplemente es
una argucia de la economía del pensamiento para sintetizar conocimientos
dispersos de forma que sea más eciente su uso con nes aplicados24 . En
todo caso, la razón de ser de la ciencia reside en su capacidad de proveernos
24 No así la coherencia dentro de una teoría que es requisito imprescindible para la
aceptación de ésta.
32
de una descripción de cómo es el mundo, sustentada en la abilidad de sus
predicciones, que permiten desenvolvernos de forma eciente en él.
Por tanto, todo saber que sea una descripción el del dominio al que se
reere aspira a la denominación de ciencia, y este conocimiento está orga-
nizado mediante una estructura lógica, más o menos formalizada, que fac-
ulta establecer relaciones y extraer conclusiones de él. Según el grado de
elaboración y de la sistematicidad del conocimiento la aplicación del térmi-
no ciencia adquiere un uso más o menos estricto. En el mundo antiguo los
términos episteme, en griego, o scientia, en latín, se aplicaban a cualquier
sistema de conocimientos que estuviese refrendado por el rigor, tanto si tenía
que ver con la naturaleza como si no. Más recientemente encontramos que
el término ciencia aparece en los contextos más variados25 . Historiadores,
lólogos y antropólogos, por ejemplo, se sienten legítimamente autorizados
para utilizarlo al referirse a su ámbito de estudio. Lo mismo sucede con los
ingenieros que poseen un importante ingrediente de conocimiento, de saber,
como consecuencia de la acumulación y justicación de los procedimientos y
métodos que han articulado las distintas ramas en las que se organiza el ejer-
cicio práctico de la profesión, por lo que a veces se alude incluso a una ciencia
de la ingeniería26 . En consecuencia, decir que la labor de los ingenieros está
soportada sobre un conocimiento especíco, desarrollado con racionalidad y
rigor, para el que cabe sostener que es ciencia, es una armación a favor de
la cual puede argumentarse con toda legitimidad.
33
mundo natural y en nuestros días ha cuajado en una ciencia empírica madura
(la física a partir de Newton, la química después de Lavoisier y la biología
de Darwin). En ello consiste su razón de ser, su valor. Así, en los tiempos
modernos el uso del término ciencia tiende a restringirse al conocimiento
de lo natural, debido acaso a que en los orígenes de la Modernidad `cien-
cia' es sinónimo de `losofía natural'. No obstante conviene destacar que las
ciencias matemáticas pueden constituir una excepción a lo anterior ya que su-
ministran un lenguaje altamente formalizado que permite llevar a cabo tanto
descripciones del mundo natural como de artefactos producto de la técnica;
lo que invita a considerarlas como una herramienta intelectual; aunque es-
ta consideración no sea del agrado de todos los matemáticos, celosos de la
pureza de los objetos a los que dedican un elaborado esfuerzo intelectual.
Este uso limitado y estricto del término ciencia ha llevado a que las cien-
cias de la naturaleza ejerzan un cierto monopolio en la expedición de cre-
denciales con relación al carácter cientíco de una determinada disciplina.
Prescindiendo de esta pretensión, sí se puede considerar que es en el ámbito
de la ciencia natural donde la organización sistemática de los conocimientos
ha alcanzado cotas de indudable generalidad y belleza, por lo que el estudio
de estas ciencias está dotado de un carácter de ejemplaridad encomiable.
34
del conjunto de nuestras experiencias, a la que comúnmente asociamos con
la inteligibilidad de las cosas. El ideal de todas las ciencias naturales es un
sistema de proposiciones generales e inequívocamente expresadas, de modo
que estén conectadas entre ellas por vínculos lógicos carentes de ambigüedad,
y de manera que sea lo más semejante posible a un sistema deductivo, en
el que uno pueda moverse mediante rutas lógicas, formadas por cadenas de
deducciones, que habilitan para desplazarse de unas proposiciones a otras.
Se crea así un edicio intelectual cuyo principal cometido es ser consistente
con lo experimental. Las ideas cientícas, por muy elegantes que sean, no
pueden ser incorporadas a la imagen cientíca de la naturaleza en tanto no
estén comprobadas experimentalmente28 . Al n y al cabo, la noción de co-
nocimiento se sustenta en la de experiencia. Se emplea a veces una metáfora
según la cual este edicio está formado exclusivamente por estructuras lógi-
cas, mientras que sus paredes exteriores son las que establecen contacto con el
mundo empírico. Un sistema de esta naturaleza puede tener una motivación
puramente intelectual, de contribuir al mejor conocimiento de las cosas, or-
ganizándolo de forma sistemática; o bien puede estar referido a aquello en lo
que lo utilitario sea dominante.
35
conocimiento cientíco es el tipo de conocimiento más elaborado que tenemos,
ya que se ha sometido a un complejo proceso de contrastación. Sin embargo,
no es el único del que disponemos, y es importante que se tome nota de ello
(al menos por los ingenieros), porque ante determinados problemas complejos
se deben adoptar formas de conocimiento más heurísticas, pero no por ello
menos fecundas.
36
Esta la provisionalidad de las teorías no debe considerarse ningún caso como
un baile loco, en el que unas se ponen y otras se quitan. Por el contrario, la
suplantación de teorías debe hacerse respetando las conquistas empíricas de
las superadas. Deben ser conservadoras con relación al conocimiento acumu-
lado. Así, por citar un caso paradigmático, la relatividad especial conserva
los logros de la mecánica newtoniana. El éxito en la aplicación de esta última
mecánica se da para velocidades pequeñas de los móviles en comparación con
la velocidad de la luz, lo que hace que las transformaciones de Lorentz tiendan
asintóticamente a las de Galileo. Asimismo la relatividad general conserva los
logros de la especial. Cuando el campo gravitatorio tiende a cero, y lo hace
por tanto la curvatura del espacio-tiempo, entonces se tiene un sistema iner-
cial global con métrica de Minkowski en el que se cumple la teoría especial
de la relatividad. De este modo en el límite de campos gravitatorio débiles y
de velocidades bajas la teoría general de la relatividad se reduce, al menos
en sus expresiones matemáticas, a la teoría de la gravitación de Newton (de
manera análoga a como una estrella se reduce a un plano en el punto de
tangencia entre ambos).
1.7. El método
37
manera similar y, hasta cierto punto, aparentemente intercambiable. Todos
ellos, por una parte, actúan sobre la realidad mediante la experimentación
y la razón; y, por otra, estructuran sus conocimientos de forma parecida,
hasta el extremo de que algunas disciplinas, como la termodinámica o la
mecánica de uidos, son reclamadas tanto por unos como por otros. No es
extraño que esto sea así, ya que en el siglo xvii, especialmente a partir
de Galileo, los entonces llamados lósofos naturales adoptan, para obtener
las verdades de carácter universal que les son propias, el método que desde
tiempos ancestrales empleaban los técnicos: medir y calcular. Sin embargo,
la intención dominante en la actuación del ingeniero no es el saber, como
sucede con el cientíco, sino otra de naturaleza más utilitaria. De modo que
el distinto canon el modelo ideal al que ambos someten sus actividades
y realizaciones marca sus diferencias, pese a sus posibles anidades por las
herramientas que emplean.
38
se alcanza una teoría T que subsuma los aspectos de las teorías tentativas
T T que no hayan sido refutados, que sea consistente con las exigencias de la
comunidad cientíca que se ocupa del problema P1 , y que permita dar cuenta
de los resultados experimentales que han suscitado el problema en cuestión.
P1 ⇒ ST ⇒ AC ⇒ P2 , (1.2)
En algunos casos puede suceder que la solución encontrada por los in-
genieros a un problema particular P1 resuelva, no sólo el problema que la
ha suscitado, sino una clase más amplia de ellos P = {Pi }, en cuyo caso se
ha conseguido un método de resolución con pretensiones de generalidad que
comparte, por ello, los rasgos de universalidad que recuerdan las ambiciones
de los cientícos. De este modo se obtiene una contribución al saber en la
rama de la ingeniería correspondiente, que puede aspirar a incorporarse al ac-
39
ervo de conocimientos que merecen el calicativo de cientícos aunque estén
referidos, en este caso, a una clase de objetos articiales.
40
1.7.2. El método cientíco
41
tentan sus conclusiones; por otra parte, el procedimiento de aceptación de los
trabajos cientícos normalmente en forma de artículos en revistas o de co-
municaciones a congresos está basado en un sistema de evaluación por otros
miembros de la comunidad, que cribe errores aplicando la crítica y mida el
alcance de las aportaciones propuestas con relación al conocimiento aceptado
en cada disciplina.
Abundando en estas ideas cabe decir que los conocimientos cientícos son
públicos. Las teorías y las leyes de la ciencia están disponibles para todos los
que se interesen en ellas. Ello permite que todo el mundo pueda compro-
barlas, tratando de refutarlas si se dispone de instrumentos para ello. Esta
posibilidad constituye uno de los aspectos fundamentales de lo que se puede
denominar la ideología de la ciencia. De este modo el proceso cientíco está
sometido a unos rígidos controles que garantizan y mantienen su honestidad
(aunque, a veces, no sea oro todo lo que reluce). Estas armaciones atañen
especialmente a los cientícos convencionales de la naturaleza. Por su parte,
el ingeniero, en su labor, no suele estar sometido a la exigencia de publicidad
de sus resultados, que pueden estar restringidos por exigencias de conden-
cialidad por parte de las empresas para las que trabaja. En algunos casos, sin
embargo, esta exigencia también se transmite a los cientícos, especialmente
cuando sus trabajos han sido nanciados por empresas, o entidades públicas
o privadas, y de ellos se desprenden aplicaciones de las que se pueden obtener
benecios tangibles.
Los criterios que rigen la aplicación del método cientíco no pueden as-
42
pirar a una justicación más allá de su aceptación por la comunidad co-
rrespondiente, aceptación basada, en último extremo, en el éxito, al menos
cognitivo, alcanzado con ellos. Más adelante, en el capítulo 7, se verá como
esto último guarda cierta relación con las heurísticas que Vaughn Koen ha
propuesto para fundamentar el método de los ingenieros.
Llegados a este punto conviene destacar que las observaciones sólo adquieren
signicado en el contexto de un marco teórico que permita comprenderlas, de
43
modo que la interacción entre lo abstracto y lo experimental es más íntima
de lo que pudiera parecer.
44
griego36 aunque sus propuestas se aletargaron hasta los tiempos de Galileo.
45
el que se pretende actuar son inseparables. En todo caso no hay que olvidar
que la medición se origina en la actividad de los técnicos, aún antes de haber
propiciado el desarrollo de una física matemática. En efecto, y como ya se ha
comentado anteriormente, se comprende que la construcción de un edicio o
de un barco requiere calcular las medidas de los distintos elementos que con-
tribuirán a llevarlo a cabo para tallarlos adecuadamente. Al mismo tiempo
hay que conjeturar cómo se articularán esas partes en el producto nal me-
diante una representación abstracta, en principio de naturaleza geométrica.
El hombre al hacer técnica no puede dejar nada al azar, por lo que tiene que
medir o pesar: el progreso, tal como lo entendemos en nuestro mundo, es in-
separable de la medición. Aquello que es medible resulta más operativamente
manipulable.
46
perimentales: o bien ayudando a superar las imperfecciones y limitaciones de
la percepción humana (por ejemplo, mediante microscopios o telescopios); o
bien permitiendo el estudio del comportamiento de sistemas físicos en condi-
ciones muy especiales que no se producen espontáneamente en la naturaleza.
La ciencia actual necesita manipular, aunque sea imperceptiblemente, la rea-
lidad que estudia, y eso es imposible sin el concurso de la técnica. La misión
de esta última, en ayuda de la ciencia, es retirar obstáculos entre el obser-
vador y aquellos fenómenos que esperan ser desvelados.
Al hablar de medidas hay que destacar que deben estar basadas en proce-
dimientos y supuestos compartidos, de modo que todos los que las emplean
sepan perfectamente a qué atenerse con relación a ellas. De ahí se despren-
de la trascendental importancia de poseer un sistema universal de pesos y
37 De hecho, la locución técnica cientíca debería referirse a la técnica necesaria para la
ciencia y no a la técnica que requiere de ella.
47
medidas a partir del cual disponer de un lenguaje universal de medición que
introduzca orden, tanto en la organización del conocimiento como, por otra
parte, en el intercambio de mercancías y de información. Este sistema tiene
la pretensión de ser racional y coherente, y concede a sus usuarios el poder
plantearse una concepción del mundo en donde las transacciones de todo tipo
sean posibles y fecundas. Su creación hay que registrarla en los activos de la
Revolución francesa38 .
48
en la concepción y cálculo de algún artefacto. Esa simplicación comporta
alguna forma de idealización o abstracción por la que se consideran sólo unos
aspectos de la realidad que se está tratando de modelar y se desprecian otros;
es decir, todo modelo es una representación aproximada. Esto sucede tanto
en los dominios de la ciencia como en la ingeniería, ya que la aproximación es
inherente al empleo de métodos matemáticos. Así, se sabe que la supercie
de la tierra no es una esfera, pero resulta una simplicación muy útil con-
siderarla como tal en múltiples circunstancias. Entre los primeros modelos
que emplearon los recursos del análisis matemático están los sistemas ideal-
izados que aparecen en los textos de mecánica. Un caso concreto se tiene al
contemplar el oscilador armónico simple, que es una entidad abstracta que
sólo tiene aquellas propiedades que se le asocian en los libros de mecánica o
de matemáticas (se prescinde del amortiguamiento y de las no linealidades,
ambas aproximaciones abusivas si se pretende reproducir con delidad lo que
realmente sucede, pero fecundas para una comprensión del comportamiento
oscilatorio). Por ello se dice que el oscilador armónico es un ente ideal que ha
sido construido con el n de modelar de forma simplicada un fenómeno que
requiere estudio, y cuya relevancia se reduce al ámbito de la comunidad que
puede interpretarlo. La idealización y la consiguiente simplicación están en
el núcleo tanto la actividad cientíca como de la componente cognitiva de la
técnica.
49
es modelado mediante M. Estos enunciados relativos al mundo natural son
la contrapartida de las verdades lógicas en el mundo de las matemáticas.
mundo de las
matemáticas
M teoremas
descodificación codificación
R observaciones
mundo real
50
al concepto de arquetipo de Jung para explicar la congruencia entre las
imágenes internas existentes en la mente humana y los objetos externos y
su comportamiento. El vínculo entre las percepciones sensoriales relativas
al objeto y los conceptos propios del sujeto estaría en los arquetipos que
introducen orden en esas percepciones y contribuyen a formar imágenes con
ellas41 . Los modelos matemáticos serían una forma de arquetipos que pre-
tenden captar algo de la esencia oculta común entre cosas aparentemente
diferentes.
Antes de terminar este apartado conviene recordar las ideas del pensador
canadiense Ian Hacking42 (1936-). Para él la tarea cientíca no se limita a la
representación, sino que en ella la intervención juega también un papel desta-
cado. Es decir, representar e intervenir están en el núcleo de nuestra relación
con el mundo: representar para intervenir; e intervenir a partir de una repre-
sentación. Los dos quehaceres resultan por tanto indisociables. Volviendo a
planteamientos anteriores en este apartado, todo modelo debe estar inspira-
do, en último extremo, por una intervención posible sobre el mundo; y no
es posible llevar a cabo una actuación sin disponer de un modelo que rep-
resente aquello sobre lo que se actúa. La capacidad de modicar el mundo
requiere tanto de talento representativo como de pericia práctica. De este
modo las prácticas cientícas y técnicas aparecen inseparablemente unidas
a la capacidad de representar e intervenir sobre el mundo natural, social o
articial.
51
cuando ello es posible, mediante simulaciones informáticas. Así, la capacidad
de modelar y simular se considera uno de los pilares básicos, junto con la
teoría y la experimentación, para el progreso de la ciencia y de la técnica
(gura 1.2).
simulación
teoría experimentos
52
1.8. Ciencia e ingeniería: actividades anes someti-
das a racionalidades diferentes
53
cación de un explosivo devastador, con efectos inquietantes para el futuro de
la humanidad. De hecho, desde los orígenes de la investigación del átomo, a
principios del siglo xx, se había sospechado que tanto la sión como la fusión
producirían enormes cantidades de energía debido a que en esos procesos la
masa de los productos nales era inferior a la de los iniciales, variación de
masa llamada a convertirse en energía. Sin embargo, durante decenios es-
tos balances de energía sirvieron solamente para propiciar el desarrollo de
la teoría cuántica del átomo, y nadie pareció interesarse en buscar formas
concretas y aplicadas de aprovechar esa energía. Pero al desencadenarse la
guerra los propios físicos sugirieron que estas investigaciones, mediante una
reacción en cadena, podían tener utilidad para desarrollar un arma que
previsiblemente fuera determinante para el desenlace de las acciones bélicas
(la histórica carta de Einstein al presidente Roosevelt). La intención domi-
nante en su trabajo deja de ser el saber desinteresado para convertirse en la
búsqueda de una nuevo artefacto capaz de decidir el nal de la contienda43 .
Muchos de ellos confesaron que esa había sido la motivación profunda para
involucrarse en su producción, aunque en algunos casos mostraron su decep-
ción por el uso que se había hecho del arma, si bien sólo uno de los cientícos
de alto rango que trabajaban en Los Álamos, el físico polaco Joseph Rotblat
(1908-2005) al que en 1995 se distinguió con el Premio Nobel de la Paz,
abandonó el laboratorio en 1944, cuando creyó que era evidente que los ale-
manes no dispondrían de la bomba atómica, pues pensaba que la única razón
para crear el arma, era disuadir a la Alemania nazi de emplearla.
54
labor inspirada en la utilidad, lo hacen, las más de las veces, limitándose a
los elementos básicos para esa aplicación y no a ella en sí misma. Esta última
labor suelen dejarla a los ingenieros.
55
actual, no se debe entender que esta rama de la ingeniería deriva, o es una
mera aplicación, de esa mecánica; que todo el conocimiento necesario para
desarrollarla esté contenido en esa rama de la física, de modo que quien no
la conozca no puede hacer electrónica o, correlativamente, que solamente
conociendo la mecánica cuántica, y por su mera aplicación, se resuelven los
problemas de esta tecnología; sino que esa parte de la ciencia ha contribuido,
de forma decisiva si se quiere, al esplendor actual de la electrónica, pero sin
negar el carácter autónomo de esta tecnología frente a esa rama de la física45
sin olvidar tampoco que existía ya una electrónica de válvulas antes del
transistor, cuya tecnología, en gran parte, se readaptó al advenimiento de
este último dispositivo, al menos en sus primeros tiempos.
56
fenómenos naturales. Mediante esa clasicación se codican en un sistema
abstracto y coherente las diferentes manifestaciones de la experiencia con
una pretensión, a veces inconfesada, de contribuir a desvelar el ser profundo
de las cosas. Al cientíco se le pretende formar en las más meticulosas habili-
dades para desarrollar su espíritu crítico ante la formulación de hipótesis con
respecto al funcionamiento de las cosas, y su labor será juzgada precisamente
por los resultados que alcance en el ejercicio de esas facultades.
57
fue la de scientist por analogía con artist. Hasta entonces a quien se dedicaba
al cultivo de la ciencia se le denominaba lósofo natural por ejemplo, para
sus camaradas a bordo del Beagle el naturalista Charles Darwin (1809-1882)
era conocido como Philos. El eximio físico Michael Faraday (1791-1867) re-
husó la denominación de cientíco, por considerarla restrictiva, alegando que
él se consideraba un lósofo natural que proponía una visión del mundo, al
tiempo que contribuía al desarrollo de la electricidad y el magnetismo. Hasta
nales del xix no se consolida la aceptación del término cientíco, especial-
mente con la creación de sociedades especializadas que integraban a quienes
se dedicaban al cultivo de las ciencias de la naturaleza y que empezaron a
mostrar su conformidad con esa denominación46 . En consonancia con lo an-
terior cobra sentido la denición tautológica según la cual la ciencia es lo que
hacen los cientícos (que se emplea asimismo para denir las distintas ramas
de la ciencia; así, se dice también que la física es lo que hacen los físicos).
58
el campo del conocimiento, está haciendo ciencia; cuando, por el contrario,
busca algo útil, aunque no llegue a saber por qué lo es en todos sus detalles,
se comporta como un ingeniero. No se puede, al mismo tiempo, ejercer tanto
de lo uno como de lo otro: los diferentes cánones que regulan cada una de las
dos actividades lo hacen improbable.
59
cientíco se ocupa de las cosas como son, mientras que el ingeniero lo hace
de cómo deben ser para lograr un determinado objetivo49 . Algo análogo ha
dicho el famoso ingeniero aeronáutico Theodore von Karman (1881-1963): el
cientíco describe lo que es; el ingeniero crea lo que nunca ha existido50 . En
tanto que la ciencia aspira a entender el mundo, la ingeniería se propone con-
trolarlo. La ciencia es conocimiento; mientras que la ingeniería lo emplea para
conseguir sus nes utilitarios. Así la ingeniería es una actividad orientada a
la producción de algo nuevo y no al descubrimiento de lo existente51 .
60
tras que para los ingenieros es el producto en correcto funcionamiento lo
que sanciona su actuación53 (lo que, a su vez, también puede dar lugar a
una publicación, pero se entiende que en este caso ésta tiene un carácter
accesorio).
Como en los viejos tiempos, los personajes del mundo zoomórco que
pueblan las fábulas de La Fontaine y de Samaniego pueden arrojar alguna
luz a lo que se está viendo. Y así, viene en nuestra ayuda la sugerente dis-
tinción entre erizos y zorros debida originalmente al soldado-poeta griego del
siglo VII a.C. Arquíloco, recuperada por Erasmo de Rótterdam (1469-1536)
y recientemente recordada por Isaiah Berlin (1909-97) en uno de sus ensayos
53 Aveces se pretende cuanticar la actividad de los ingenieros mediante el número de
patentes. Sin embargo, esto es sólo un índice, y posiblemente no el más importante, para
medir esa actividad. El mundo de la ingeniería es muchísimo más complejo como para
admitir una reducción de esa naturaleza.
61
más conocidos54 . Resalta Berlin el abismo existente entre aquellos que, por
un lado, lo relacionan todo a una sola visión central,... un solo principio or-
ganizador en función del cual cobra signicado todo... ; y, por otra parte,
aquellos que persiguen muchos nes, a menudo no relacionados y aún contra-
dictorios. Según Berlin, los primeros poseen un esquema ordenador que les
suministra una visión sistematizada, mientras que los segundos tienen una
visión múltiple de la realidad, no subordinada a ningún principio integrador.
Propone a los erizos como arquetipo de los que poseen una visión monocorde
inevitablemente totalizadora, una llave que les permite pretender tener acce-
so a la raíz de todas las experiencias, y que tratan de aplicar a todo lo que
encuentran, llegando a rechazar aquello a lo que esa aplicación no conduce a
brillantes resultados. Los zorros, por el contrario, parten de la multiplicidad
de facetas que presenta todo problema real y buscan, entre el repertorio de
posibilidades de cómo afrontar cada uno de estos aspectos, aquellas que les
sirvan para el caso concreto que tienen entre manos.
Los erizos y los zorros de Berlin aportan una sutil metáfora de las diferen-
tes cualidades profesionales de cientícos e ingenieros. Y pone de maniesto
cómo los buenos ingenieros y los buenos cientícos, por la propia naturaleza
de su trabajo, tienen que desarrollar aptutides que están en una disparidad
análoga a la de los zorros y los erizos en la analogía anterior (lo que no ex-
cluye que una misma persona pueda comportarse unas veces como lo uno y
otras como lo otro; incluso que sea lo uno creyendo ser lo otro).
62
información cuando está disponible. Pero si no es así, él mismo se convierte
en cientíco e investiga esas propiedades que requiere para alcanzar la sínte-
sis que constituye el objeto de su trabajo. Es posible que, en esa labor, no
alcance a descubrir las propiedades generales que busca y que tenga que limi-
tarse a resultados experimentales, de rango restringido al caso que tiene entre
manos, pero sin embargo útiles para el diseño que está llevando a cabo; pues
para el ingeniero son sucientes unos resultados empíricos circunscritos a su
problema concreto, mientras que la inquietud del cientíco le lleva siempre a
no sentirse satisfecho hasta que alcance a formular teorías en las que queden
integradas esas experiencias en su forma más general posible. Puede suceder
que el ingeniero alcance conclusiones de generalidad inesperada y haga una
contribución a la ciencia, al conocimiento en general. Entonces tanto mejor,
pero no debe olvidarse que su objetivo no era ese.
63
tradicionales y en lugar de buscar, de forma primordial, la volátil verdad en
forma de resultados universales, siempre aspirando a desvelar principios de
carácter básico y universal del mundo natural, se concentra en la búsqueda
de la utilidad del producto de su trabajo. De este modo cuando los cientícos
renuncian a sus pretensiones prioritarias de alcanzar la verdad, aunque con-
serven su patrimonio metodológico de rigor crítico, se pueda producir un ac-
ercamiento entre cientícos e ingenieros. También sucede, por otra parte, que
algunos ingenieros buscan resultados especialmente procedimientos- de tipo
general, por ello cercanos a los del cientíco. Por todo no faltan quienes crean
ver un creciente, ineludible e incluso benecioso acercamiento entre ambos,
al menos en los tiempos que corren, por la anidad de muchas herramientas
conceptuales y operativas empleadas. Pero, ¾conduce esto inevitablemente a
una conuencia entre ambos? ¾O los diferentes cánones por los que se rigen
determinan una insalvable brecha entre ellos? *** Esta es una cuestión cuya
respuesta condiciona la futura formación y orientación profesional de ambos
colectivos.
Una de las labores de las que se siente más legítimamente ufana la ciencia
natural es haber sido capaz de mostrar que en determinados ámbitos en donde
64
se maniesta la complejidad se puede encontrar una simplicidad subyacente,
de modo que tras el caos aparente se desvelan pautas elementales, a veces muy
simples. Sin embargo, esta aparente simplicidad no debe hacernos caer en el
espejismo de pensar que la realidad en sí lo es. Precisamente ha sido en los
campos en los que esa simplicidad es fecunda (en los que se ha alcanzado una
misteriosa conjunción entre lo simple en la estructura del conocimiento y
lo general en los dominios de las explicaciones o de las aplicaciones) donde
se han alcanzado los mayores éxitos en la ciencia y en la ingeniería moderna.
65
independencia de los esquemas conceptuales empleados. Como alternativa
propone lo que denomina realismo interno, según el cual sólo se puede captar
la realidad mediante esos esquemas. En consecuencia arma que no podemos
pretender describir la realidad tal como es en sí misma. Toda descripción de
la realidad se produce desde el interior de un marco conceptual determina-
do; de manera análoga a cómo toda representación del espacio físico se hace
según una determinada geometría, aunque sabemos que no hay ninguna de
ellas que sea superior a las demás en cuanto a su capacidad de representar
la realidad de manera absoluta (la que usaría Dios), si bien la euclidiana
haya demostrado, durante toda la historia, una aparente superioridad para
hacerlo56 .
Así si se considera una silla o una mesa, pero se examinan fuera del con-
texto concreto que determina su uso, se encuentra que ambas están formadas
por átomos partículas elementales de las que se ocupa la física. A un nivel
superior de referencia, se trata de objetos formados por tableros y barras
de materiales que pueden ser idénticos (ambas de madera) o distintos. Por
último, adoptando la máxima contextualización se trata de una silla y de
una mesa que son cosas obviamente diferentes, aunque compartan el rasgo
común de ser muebles.
66
como el ingeniero, se limitan a construir representaciones o modelos que las
compendien. Sólo pretenden que las representaciones sean útiles, en el sentido
de servir para explicar aunque sea con cierta supercialidad, dentro de un
marco empírico o predecir el comportamiento de un determinado sistema;
al tiempo que consideran que la verdad de esos modelos está fuera de su al-
cance. El pragmatista americano Richard Rorty (1931-2007) propone que en
lugar de pretender la inalcanzable verdad nos conformemos con la más ase-
quible justicación de las teorías57 . Conviene observar que la propia teoría
gravitatoria de Newton admite ser considerada bajo esta perspectiva, ya que
da cuenta de las observaciones registradas por los astrónomos a lo largo de
los tiempos, relativas al movimiento de los planetas, teniendo que introducir
conceptos no explicados, como es la acción a distancia. Sin embargo, esta
teoría se aceptó con alborozo ya que daba razón de las trayectorias elípticas
de los planetas: un hecho experimental, una mera apariencia fenomenológica
(aunque la precesión del perihelio de Mercurio escapase a esta capacidad ex-
plicativa). De este modo las teorías se convierten en instrumentos útiles para
organizar la experiencia, e incluso para hacer predicciones, pero no interesa
plantearse si son verdaderas o falsas en el sentido de que mimeticen la reali-
dad profunda de aquello a lo que se reeren, sino que remedan algún aspecto
relevante del mundo y eso basta. Este punto de vista se ve normalmente con
simpatía por parte de los ingenieros, y a él subyace una elevada dosis de
pragmatismo.
67
correspondencia58 única entre conjuntos de datos y teorías, lo que se conoce
como subdeterminación o infradeterminación de las teorías por los hechos
(dado un conjunto de observaciones existen diferentes explicaciones o for-
mulaciones consistentes con ese conjunto. El caso más trivial se da cuando
se tiene un conjunto de medidas que puede ajustarse mediante diferentes
expresiones matemáticas).
Entre las últimas versiones de este punto de vista están las que pretenden
una redenición y actualización del empirismo. Uno de los autores más repre-
sentativos de esta línea de pensamiento es Bas van Fraassen59 (1941-) para
el que la actividad cientíca es esencialmente un proceso de construcción de
modelos que deben ser apropiados a los fenómenos que pretenden describir, y
no un proceso de descubrimiento de verdades. La actividad cientíca lo único
que intenta es construir modelos adecuados a los fenómenos observables; es
decir, teorías empíricamente adecuadas. En su libro La imagen cientíca se
lee60 :
68
Una teoría es empíricamente adecuada precisamente si lo que dice acer-
ca de las cosas y sucesos observables en este mundo es verdadero; si
ella salva los fenómenos.
Por tanto, para van Fraassen, la actividad cientíca lo único que pretende
es construir modelos adecuados a los fenómenos observables que estudia, a los
que solamente cabe exigirles que sean empíricamente adecuados. Las teorías
son simplemente aceptadas o abandonadas, según cumplan o no cumplan su
cometido de ajustar sus predicciones a los resultados experimentales. Hablar
de ellas en términos de verdad resulta excesivo. A veces se tiende a olvi-
dar que en su elaboración han intervenido supuestos que son básicamente
indemostrables; por ejemplo, que la teoría más simple es la mejor62 . En la
renovación del empirismo propuesta por Fraassen el análisis de la práctica
cientíca ocupa un lugar mucho más relevante que el del contenido de las
teorías: la ciencia se convierte en una actividad práctica que pretende úni-
camente conseguir la adecuación empírica. El rastro de lo humano acaba
siempre por aparecer en todas nuestras realizaciones, y la ciencia es también
una de ellas.
Dentro de este tercer grupo se puede incluir (aunque esta adscripción sea
discutible) la obra de Paul Feyerabend63 (1924-1994), quien deende bási-
62 Esta regla se conoce corrientemente como navaja de Ocam, en honor del lósofo me-
dieval Guillermo de Ocam (m. 1357) quien decía que la solución correcta a un problema
era la más simple. En el apartado 7.2.2 veremos como Vaughn Koen llama heurísticas a
estos supuestos metodológicos indemostrables, pero cuyo empleo es fecundo tanto para la
elaboración de la ciencia, como sobre todo para la ingeniería.
63 Paul Feyerabend, Tratado Contra el Método, Editorial Tecnos, 1975.
69
camente que no existe ningún método cientíco; y arma que restringir la
actividad cientíca a una metodología determinada sería tanto como limitar
su capacidad de dialogar con la realidad lo que, en último extremo, con-
duciría a abortar su posibilidad de descubrir y explicar nuevas facetas del
mundo que nos rodea. Preconiza la máxima libertad de acción para los cien-
tícos, que deben hacer todo lo necesario para que la ciencia progrese, y todo
vale para alcanzar ese objetivo. Veía una posible amenaza en que un exceso de
unitarismo metodológico cercenase la riqueza y la diversidad del pensamiento
cientíco. Este punto de vista se conoce como anarquismo metodológico.
70
Capítulo 2
71
Desde una perspectiva antropológica, la técnica es una parte sustancial
del proceso de hominización, mediante el cual los primeros homínidos se
transformaron en hombres. Este proceso está íntimamente ligado a la ac-
tuación del hombre para hacer más eciente su acción sobre el entorno en
el que vive, con el n de transformarlo en su benecio. La supervivencia de
nuestra especie está estrechamente ligada a su habilidad para enfrentarse al
medio natural y modicarlo. La ventaja adaptativa que la técnica concede
a la especie humana es un hecho indiscutible, aunque hoy esté sometida a
valoraciones de otro tipo debido a la profunda alteración del planeta que está
produciendo.
72
queña rama, a la que se puede considerar un naturfacto3 para la función
perseguida. Esta habilidad es aprendida, y no innata; tardan años en ejerci-
tarse, y más aún en perfeccionarla. No obstante después de haber saciado
su hambre la abandonan. Aparentemente son incapaces de imaginar que po-
drían utilizarla más tarde; no parece que conciban un mañana, o al menos
que lo tengan presente a la hora de actuar. En todo caso, según progresan
los estudios etológicos se hace más borrosa la separación entre los humanos
y los simios superiores. Incluso la armación de que no tienen conciencia es
objeto de revisión cuando se comprueba que un chimpancé se reconoce en un
espejo4 . En lo que son incuestionablemente superiores los humanos es en la
capacidad de representarse mentalmente situaciones hipotéticas, de enjuicia-
rlas y de derivar modos de actuación basados en ellas. Se verá en el capítulo 7
que éstos son precisamente rasgos peculiares de la ingeniería, aún que, claro
está, no sólo de ella.
73
caminar sobre dos pies en lugar de cuatro es el rasgo que caracteriza al linaje
humano y abrió la ruta hacia el género Homo5 , y no nuestro mayor cerebro
que hoy se admite que es un producto posterior a la marcha bípeda. Esta
forma de marcha determinó cambios radicales en la pelvis, que es la primera
modicación anatómica que caracteriza a los humanos. La supervivencia en
la sabana propicia el bipedismo, y con él la liberación de las manos y la
aparición de las primeras herramientas.
74
craneal. El australopiteco el antropomorfo del sur: homínidos pequeños, con
cráneo simiesco pero de caminar erecto, con sólo 400 centímetros cúbicos,
carecía de técnica. El Homo erectus, hace más de un millón de años, ya
con 800 centímetros cúbicos, empleaba herramientas primitivas7 . Por último,
nuestra especie, con 1.350 centímetros cúbicos de promedio, ha sido capaz de
crear el desbordante mundo articial de nuestros días.
75
del comportamiento cooperativo de los seres humanos. Los individuos que
colaboraban con el resto del grupo y compartían recursos estuvieron mejor
preparados para superar las hostilidades del medio y, en consecuencia, para
sobrevivir. De este modo se convirtió en otra ventaja evolutiva que resultó
decisiva para el posterior auge de nuestra especie.
El advenimiento de la técnica
Por otra parte, hace casi dos millones de años, el hombre empieza a con-
10 El pedernal produce chispas al ser golpeado con otras rocas duras por lo que también
fue utilizado para encender fuego.
76
trolar el fuego y transforma en su aliado a ese enemigo implacable de todos
los animales. Según los paleontólogos la propia transición del australopiteco
al Homo erectus está asociada al control del fuego. Las comunidades de Homo
erectus ya lo utilizaban, mientras que los australopitecos se supone que sólo
eran meros observadores del proceso. Los primeros indicios que se tienen en
los estudios paleontológicos del uso del fuego coinciden con los últimos ras-
tros del australopiteco. Este último, que era predominantemente herbívoro,
se extinguió, mientras que el Homo erectus, ya un carnívoro que sabía utilizar
el fuego, adquirió con ello una gran ventaja evolutiva que le llevó a sobrevivir
y poblar extensas regiones del planeta. En efecto, los homínidos que domina-
ban la técnica del fuego podían asar carne, combatir el frío y protegerse de
los depredadores que los acosaban, amenazándolos con las llamas. Además,
de forma colateral, el hombre puede abandonar los árboles para dormir y
al hacerlo sobre tierra rme su sueño se hace más profundo y permite re-
cuperar mejor las fuerzas. Se ha dicho que el fuego nos hace humanos y su
carencia nos sitúa en el mismo plano que los animales11 . Además, gracias al
fuego se desarrolla una verdadera industria. Las técnicas relacionadas con
él convirtieron en comestibles, mediante la cocción, alimentos que no lo son
en estado crudo; más tarde, con el fuego no solamente se obtenía calor y
protección, sino incluso el poder transformar los minerales en metales.
77
formación acumulada. Los efectos de la evolución biológica sobre nosotros
son inapreciables; lo que suceda con nuestros descendientes dependerá del
medio articial en que vivan, tanto o más que de su herencia biológica.
78
ticial que le independice del ambiente natural, construyendo una especie
de burbuja mediante la que aislarse de los predadores, de las inclemencias
del clima y de la escasez estacional de alimentos. El origen de la civilización
humana se asocia al éxito de esta estrategia evolutiva.
De este modo, siendo más débil que muchos de los depredadores que le
acosaban, el hombre adquirió, gracias al desarrollo técnico, capacidades que
no había recibido de la naturaleza. En lugar de someterse a las limitaciones
que le imponía el medio e incluso su propio organismo fue capaz de irlo
modicando. Esta reforma ha alcanzado hoy en día tal magnitud que cabe
considerar al hombre como cocreador de la parte del mundo en la que se
desenvuelve. De hecho, el planeta Tierra se ha convertido en un mundo en el
que lo natural cualquier cosa que eso sea empieza a desdibujarse frente a lo
articial. La aparición de este mundo articial no es, sin embargo, gratuita.
Nos abruma de deberes. La técnica es liberadora, pero nos hace ser ineludi-
blemente responsables de nosotros mismos y de los productos de nuestras
actuaciones al menos, hasta cierto punto.
Los ingenieros, tal como los entendemos hoy, se remontan al siglo xviii, o
acaso al xvi. Pero previamente, en toda la historia de la humanidad, se han
producido actividades de tipo técnico, que hoy consideraríamos propias de
ingenieros. Por muy arcaica que sea una sociedad humana siempre aparecen
13 L. Mumford, Técnica y Civilización, Alianza, 1971.
79
en ella manifestaciones de la técnica: es posible encontrar sociedades sin
instituciones jurídicas o políticas, pero nunca sin técnica.
80
ca representa un salto gigantesco, ante el que todos los progresos anteriores
parecen insignicantes. Es la primera gran revolución técnica.
81
tas islas, aunque más frías que Nueva Zelanda, aportaban suciente sustento
de forma natural. Los primeros dieron lugar a los maoríes y los segundos a los
morioris. Los maoríes desarrollaron una cultura basada en la jerarquización
social, mediante reyezuelos sustentados por una casta de guerreros, y formas
de competición entre los distintos grupos basadas en acciones bélicas; mien-
tras que los morioris crearon una sociedad tolerante y no belicosa, carente
de liderazgos y dotada de una organización social extremadamente simple
aunque con un estricto control de la población que evitase su crecimiento
y desbordase la capacidad de sustentación de las islas. En noviembre 1835
desembarcó en las Islas Chatham un barco con unos 500 maoríes que en
pocas semanas arrasaron los asentamientos de los morioris, reduciéndolos a
la esclavitud y eliminando a quienes se resistían. Los morioris habían recibido
a los maoríes con los brazos abiertos y parecían incapaces de comprender la
catástrofe que les estaba abatiendo. Por otra parte, los maoríes, actuando
según su tradición cultural, tampoco alcanzaban a entender la falta de re-
sistencia de los pacícos morioris. El previsible resultado fue la desaparición
de la cultura de los morioris. Es notable que los dos pueblos procedían de un
origen común, los colonizadores de la polinesia, que se ramicó hacía unos
de 3000 años. En este corto período de tiempo se habían transformado sus
culturas hasta tal extremo que unos avasallaron a los otros. Esta historia es
rica en consecuencias, pero a los efectos que aquí interesan sirve de ilustración
de la supremacía que han ejercido las poblaciones que siguieron la ruta de la
revolución neolítica y abandonaron el mundo de los cazadores-recolectores,
así como del poder de la cultura a la hora de decidir la supremacía de los
pueblos.
82
que inicialmente se concibió con nes utilitarios, pronto encontró otras uti-
lidades ceremoniales o decorativas. Incluso sugirió otros usos, como pueden
ser los ladrillos o su utilización como soporte de símbolos con signicado
abstracto (las primeras tabletas de arcilla con signos lingüísticos). La inte-
racción entre necesidades, invenciones con las que satisfacerlas y la creación
de nuevas necesidades inspiradas por esos inventos, produce un desarrollo
con crecimiento exponencial que se extiende hasta nuestros días.
Conocimiento y hominización
Entre las muchas formas de clasicar los conocimientos hay una según
la cual pueden agruparse en dos tipos: los circunstanciales y los generales.
El primero, que compartimos con los animales superiores, consiste en saber
que cuando se quiere que suceda algo, en una circunstancia concreta, se debe
proceder de un modo determinado. Es el tipo de conocimiento formado por
secuencias básicas de acontecimientos del tipo antecedente-consecuente en el
que no está aún contemplado el concepto de causa.
Hay otro tipo de conocimiento que nosotros poseemos y del que los ani-
males carecen. Somos capaces de formular enunciados muy generales como:
todos los seres vivos han nacido y acaban muriendo. Los conocimientos ge-
nerales parecen ser un rasgo característico de nuestra especie. No sabemos ni
cómo ni cuándo se dio ese paso trascendental en la forma de adquirirlos. Sin
embargo, si se sabe que esa forma de conseguirlo está indisociablemente unida
a la vida comunitaria, y con ella al lenguaje, y a la formación de conceptos,
así como a la técnica y a la acción organizada para alcanzar determinados
objetivos.
83
explicativos capaces de introducir orden en sus conocimientos y dar signica-
do al ujo aparentemente azaroso y caótico de los acontecimientos. Los relatos
o mitos estaban destinados a ofrecer explicaciones satisfactorias de los fenó-
menos con los que se encontraban los miembros de una cierta comunidad, así
como de legitimar la estructura social vigente en ella. Esas explicaciones es-
taban basadas en creencias que constituían el último substrato de la cultura
de esas comunidades. Una forma común de explicar el inicio del universo es
concebirlo antropomórcamente, en donde los propios fenómenos de la na-
turaleza son interpretados como resultado de la lucha entre divinidades o
fuerzas opuestas, unas buenas y otras malas; y también es frecuente que en
las tradiciones orales se identiquen causas con inicios, de modo que explicar
algo se reduzca a identicar sus orígenes. De este modo los relatos sobre los
comienzos se interpretan mediante una serie de sucesos decisivos de cuya ar-
bitraria concatenación surge el estado presente de las cosas. No existe, en el
estadio oral, un encadenamiento de los acontecimientos mediante una cadena
de causas y efectos, sino una arbitraria sucesión en la que aparecen ligados
por fuerzas ocultas e inmanejables.
84
to contrastable y sancionable, por otra, lo que daría lugar, con el tiempo, a
lo que hoy conocemos como conocimiento racional. Esta brecha se estableció
mediante la formulación de criterios y de reglas de razonamiento de las que
iba a surgir, en primer lugar, la losofía y posteriormente la ciencia. Así, la
invención de la escritura fue un prerrequisito para la eclosión del pensamien-
to racional que acabaría generando nuestra civilización. De este modo hace
su aparición el razonamiento crítico al que ya se ha aludido en el apartado
1.7.1. Aunque este hallazgo se realiza en los mundos babilónico y egipcio,
entre otros, es en Grecia donde alcanza el más alto nivel de orecimiento en
el mundo antiguo.
85
humanas.
86
La propia rueda encontró, con el hierro, nuevas aplicaciones entre las que
destaca la polea, con las consiguientes mejoras sustanciales en el proceso de
edicación. La transición a formas rudimentarias de grúas es un paso que no
tardó en darse.
87
como lo que hoy se denominan ingenieros y arquitectos. Fueron capaces de
organizar la construcción de monumentos considerables, como las pirámides,
los palacios y los templos de la antigüedad, pero también complejos sistemas
de irrigación, de abastecimiento de aguas o de saneamiento urbano, así como
vías de comunicación. La ingeniería aparece así jugando un papel esencial en
la articulación del cuerpo social. En la medida en que se establecen comu-
nidades urbanas surge la necesidad de actividades complejas de ingeniería
asociadas a la planicación de las ciudades.
Junto con la agricultura aparecen las primeras máquinas. Las cinco má-
quinas simples de la antigüedad son: el plano inclinado, la cuña, el tornillo, la
palanca y la rueda. La más notable de todas ellas es la rueda. Resulta dicil
concebir nuestra civilización sin ella. Se ignora cómo y dónde se descubrió (se
sabe, sin embargo, que algunas civilizaciones mesoamericanas precolombinas
no hicieron uso de ella15 ). No obstante los primeros registros de ruedas para
carruajes se tiene en el reino Sumerio de Mesopotamia unos 3500 a.C. Los
precedentes son el trineo y el rodillo de madera que proceden de la época pa-
leolítica. Esto por lo que respecta a las ruedas de los carros, como elemento
de transporte. Sin embargo es posible que la rueda de alfarero (la rueda como
elemento de maquinaria) sea muy anterior pero, puesto que era de madera,
15 Aunque sí la conocían, como muestra la existencia de guras de barro con ruedas
guras votivas o juguetes pero no las emplearon para el transporte debido a las dicultades
orográcas de esa región. Es notable que en la propia Mesopotamia, en la que se origina
el uso de la rueda para el trasporte terrestre, se abandonan los vehículos rodados, durante
casi mil años, entre los siglos iii al xii, y se sustituye el carro por el camello, mucho más
eciente para el transporte que las carretas tiradas por animales. En nuestro país, hasta
la aparición del ferrocarril, el transporte terrestre de mercancías se hacía por reatas de
mulas, los arrieros.
88
no se ha conservado ningún ejemplar. Sin embargo, el hecho de que se hayan
encontrado muestras de alfarería hechas con torno se acepta como evidencia
de que se disponía del torno de alfarero (resulta notable comparar cuencos
de antiguas civilizaciones provistas del torno con los atribuidos a la alfarería
precolombina que carecía de él). Por otra parte, en esta época se construyen
grandes pirámides, que requerían el empleo de deslizadores y rodillos para
transportar grandes piezas de piedra.
89
que estaban orientados exclusivamente sus aplicaciones a la agrimensura y la
construcción.
90
hoy llamaríamos experimental. Estrechamente ligado con la realización de
profecías, los sacerdotes trazaron mapas de las estrellas jas y llegaron a
identicar las estrellas errantes o planetas (sólo algunos de ellos). Por últi-
mo, para alcanzar esas observaciones se requirió el uso de instrumentos cuya
calidad determinaba la abilidad de los registros.
En el mundo griego se dan los primeros pasos hacia lo que hoy se conoce
como losofía y como ciencia. Estos pasos resultan de un complejo fenómeno
en el que conuyen, por una parte, la asimilación de los logros alcanzados
por las antiguas civilizaciones del Oriente Próximo, como consecuencia de la
91
peculiar situación geográca del mundo griego, en torno al mar Egeo, que
limita por el este con las costas de Turquía y por el oeste con la península
griega; y por otra de la transformación de la cultura oral en escrita, a la
que ya se ha aludido antes, que determina el progresivo abandono de los
mitos y su sustitución por una forma de pensamiento a la que hoy se calica
de racional, y que aunque ya fuese esbozada en anteriores civilizaciones (el
hombre, desde que puede considerarse como tal, se reconoce como un animal
racional), es en el mundo griego donde adquiere caracteres que abren la ruta
hacia el mundo moderno occidental. En Grecia hace su aparición un tipo de
comunidad que no está gobernada por reyes y en la que los sacerdotes tenían
un papel restringido, en claro contraste con lo que sucedía en los viejos reinos
del Oriente Próximo. Con la creación del pensamiento losóco, los griegos
inauguran una nueva época de la humanidad. Se dan pasos rmes hacía el
mundo moderno abandonando progresivamente la explicación del mundo a
partir de deidades antropomórcas, que intereren en los asuntos humanos
dando lugar a un mundo caprichoso en el que nada podía predecirse, para
promover una concepción del mundo basada en el ejercicio de la razón para
aprovechar las regularidades de la experiencia. La losofía griega hace su
aparición a principios del siglo VI a.C. al emerger nuevos modos de pensar
aunque, en un principio, aparezcan mezclados con los mitológicos.
Los presocráticos
92
generales de algunos aspectos del universo sin recurrir ni a dioses ni a mi-
tos. Aunque no se valieron ni de observaciones repetidas ni de experimentos,
como haría un cientíco moderno, sin embargo enunciaron secuencias de ar-
gumentos consistentes con la lógica. De este modo abandonaron el mundo
mitológico y se dieron sus propias leyes de razonamiento.
Estos lósofos llegaron a postular que el mundo físico era una especie de
maquinaria sin vida, en el que todo lo que ocurre resulta de las interacciones
entre los átomos materiales, sin que ninguna divinidad se inmiscuya en ese
mundo, y en el que todo está dominado por un determinismo natural. In-
tuyeron que la gran variedad de objetos materiales podía ser el resultado de
combinaciones de un número pequeño de componentes elementales de modo
análogo a como todas las palabras posibles están formadas por combinaciones
de un número pequeño de letras. Fue una intuición precursora. Después de
más de dos mil años aún se considera válida, aunque se ha sometido a múlti-
ples revisiones y a una fundamentación cientíca de naturaleza más sólida
que la intuición original que la produjo. Esta imagen del mundo, aunque
entonces se reducía exclusivamente a un planteamiento losóco, estaba lla-
mada a tener una inuencia determinante en la ciencia moderna. La visión
estrictamente mecanicista del mundo sería desdeñada por otros pensadores
griegos, especialmente Aristóteles, y no volvería a reaparecer, aunque esta
vez con gran pujanza, hasta el siglo xvii.
93
esta idea con los pobres recursos conceptuales de la época pero, precisamente
por ello, con indudable intuición.
94
de éste o aquel animal, no de la idea abstracta de búfalo o caballo que podía
uno formarse a partir de su representación, aún antes de haber visto ninguno
concreto en la realidad. De este modo el arte hace patente su componente
conceptual. El observador de las guras de los animales en las paredes de las
cuevas, si no ha visto previamente esos animales, se forma la idea de ellos, un
concepto, y éste será un paso irreversible para referirse al mundo mediante
representaciones abstractas. Esto es lo que en la losofía de Platón adquiere
entidad y llega a proponerse que la realidad se reduce precisamente a las
ideas que subyacen a las representaciones. Esta inexión constituye un pa-
so denitivo para suministrar las herramientas conceptuales que permitirían
el dominio del mundo, mediante la técnica, la ciencia y el pensamiento en
general.
Para Platón existe un artesano divino (el Demiurgo) que tiene la misma
relación con el conjunto del cosmos que el carpintero con sus mesas. Todo lo
que hay en el mundo son copias de las ideas eternas o formas. La verdadera
realidad, en toda su plenitud, sólo es posible encontrarla en el mundo de las
ideas, cuyas sombras son sólo imágenes imperfectas formadas a partir de la
experiencia sensible. Por ello conocer es ir más allá de las percepciones de los
sentidos. El mundo que percibimos es el escenario de la imperfección y del
cambio; mientras que el reino de las ideas o de las formas posee una perfec-
ción eterna e inmutable. Para alcanzar el reino del verdadero conocimiento,
tenemos que liberarnos de la servidumbre de esa experiencia sensible y tratar
de salir de la caverna para ser capaces de contemplar las realidades eternas.
El conocimiento permite superar el mundo de las sombras para alcanzar la
realidad profunda del mundo de las formas. Platón sostenía que la perfección
y la belleza en el dominio de lo abstracto, es innitamente superior a la de
cualquier individuo concreto (siempre veleidoso e imperfecto). El esquema
platónico está asociado a una subordinación del mundo de la acción al de las
ideas; la realidad tangible, y particularmente el mundo de las acciones técni-
cas, se desenvuelve en un estrato inferior a la esfera suprema de las formas.
Esta distinción va a a lastrar las relaciones de la ciencia y la técnica a lo
largo de los siglos.
95
escribe Platón en el pórtico de su Academia. Esta idea puede resultar hoy
banal pero constituye el punto de partida de la ciencia moderna.
96
existir factores comunes a distintos objetos. El número aparece como uno de
esos factores. El concepto de par o de terna, como cualidad abstracta
que poseen los grupos que contienen dos o tres objetos, respectivamente
separada de ejemplos concretos de dos manzanas, o tres peras, aparece en la
Grecia clásica, en torno al siglo v antes de Cristo, sin que se tengan noticias
de su presencia en civilizaciones anteriores. El ser capaz de ver que existe algo
común entre tres manzanas, tres piedras y tres dedos, fue, junto con el desa-
rrollo del propio lenguaje, un paso trascendental en el desarrollo intelectual
del hombre20 . A partir de esa abstracción, el simple recuento se convierte en
matemáticas.
97
satisfacen la ecuación x2 + y 2 = z 2 ; por ejemplo (3, 4, 5). Es notable que la
demostracion de que la ecuación xn + y n = z n , con n > 2, no tiene solución,
resultado conocido como último teorema de Fermat, haya sido uno de los
grandes enigmas de la matemática hasta tiempos muy recientes.
98
los resultados que obtuvieron y que han acabado perdiéndose en la oscuridad
de los tiempos.
Hoy resulta elemental emplear las líneas y los círculos subyacentes para la
representación geométrica de la realidad. Pero ello hace más admirable aún
el que esos conceptos básicos de la geometría fueran concebidos por gente que
para representar una recta no disponía de nada mejor que una cuerda tensa,
o que para dibujar un círculo no pudiera valerse de otra cosa que un punzón
atado a una cuerda sujeta a un punto jo; y cuyas guras geométricas se
dibujaban en tablillas de cera o simplemente en la arena. Y lo que es más
admirable aún, que alcanzaran a concebir para estas ideas geométricas un
sistema lógico tan consistente que, de hecho, no fue superado hasta el siglo
xix.
99
Otra notable contribución de los griegos a la geometría, que se asocia a
Menaechmus (c. 380û320 a.C.), es el descubrimiento de las secciones cónicas
elipse, hipérbola y parábola. Los griegos fueron excelentes alfareros, por
lo que estaban familiarizados con el cono. Una manifestación de su genio
es que estudiasen sistemáticamente las formas geométricas que resultaban
al cortarlos por un plano. Son las mismas formas que dos mil años después
emplearía Johannes Kepler (1571-1630) para describir las trayectorias de los
cuerpos celestes.
La medicina fue cultivada por los griegos con notable progreso con respec-
to a las prácticas anteriores. De hecho, se puede decir que los griegos sentaron
las bases de la ciencia médica, y que al hacerlo establecieron también las del
método cientíco aplicado a un campo de tipo utilitario. Reconocieron la
función decisiva de la experiencia para el progreso de la medicina. El nombre
más representativo es el de Hipócrates de Cos (c. 470-370 a.C.).
100
puntos tales como: trabajar siempre para el bien del paciente; no administrar
medicamentos mortales; y, guardar secreto de todo lo que se pueda conocer
del enfermo en el transcurso del tratamiento21 . Felizmente el Corpus hipo-
craticum, que reúne las aportaciones de Hipócrates y de su escuela, no se
ha perdido y tuvo una inuencia decisiva en la recuperación de los logros
alcanzados en el mundo antiguo durante el Renacimiento comparable, en su
campo, al que tuvieron las obras de pensadores como Platón o Aristóteles.
La astronomía griega
101
todo ello parecía desprenderse que los planetas habrían de tener también sus
propias inuencias sobre las vidas de los hombres.
Sin embargo, a los griegos les faltó la idea de medida, mas allá de las
23 Price,Derek de Solla, Gears from the Greeks: The Antikythera Mechanism - A Calen-
dar Computer from ca. 80 BC. New York: Science History Publications, 1975; T. Freeth
et Al.: Decoding the ancient Greek astronomical calculator known as the Antikythera
Mechanism, en Nature, 1:444, pp. 587-591, 2006.
102
guras geométricas. No lograron el encuentro entre las matemáticas cuanti-
tativas y la descripción de la naturaleza. No fabricaron instrumentos de me-
dida con los que asociar magnitudes, en el sentido moderno, a los objetos que
trataban de representar matemáticamente. Estudiaron fundamentalmente su
forma geométrica (lo que no es poco). Carecieron del concepto de magnitud.
Por otra parte, los griegos no comprendieron la importancia de la notación
posicional de los números por lo que sus éxitos en geometría no se vieron
emulados en aritmética y en cálculo. Se ocuparon de lo cualitativo, de la for-
ma, de la cualidad. La ciencia griega no se benecia de la ciencia matemática
más allá de la geometría. A pesar de los incipientes trabajos de Arquímedes,
no llegan a desarrollar una física matemática cuantitativa.
Al hablar del mundo griego, requiere una mención especial el período ale-
jandrino. Alejandro Magno creó un imperio que a su muerte se fragmentó en
reinos independientes gobernados por sus generales y amigos. Egipto quedó
en manos de Ptolomeo I Sóter (367a.C.-283a.C.) quien hizo de Alejandría,
que había sido fundada por Alejandro Magno en el año 332 a.C., la capital
del nuevo reino egipcio. La ciudad se convirtió en uno de los más importantes
focos de atracción cientíca y losóca de la antigüedad. En ella estuvo ubi-
cada la legendaria Biblioteca que pertenecía a un complejo Museo en el que
se cultivaron las ciencias, especialmente las matemáticas, y otras formas de
saber. El legado más diáfano que nos ha quedado de esa época de esplendor
intelectual son los Elementos de Euclides, en la que compilaba no sólo la
geometría conocida en esa época, sino también lo que se sabía de teoría de
103
números; obra legendaria en la historia del pensamiento humano, que com-
pite con la Biblia por el puesto del libro con mayor número de ediciones, y
de la que sin embargo no se dispone de la obra original, aunque haya sido
objeto de múltiples traducciones, revisiones y reinterpretaciones.
104
en Asuán, situado en el trópico, el Sol estaba en posición vertical a mediodía
en el solsticio de verano, ya que su luz llegaba al fondo de un pozo profundo;
es decir, sus rayos apuntaban directamente al centro de la Tierra; asimismo,
en ese momento y lugar, los obeliscos y las columnas no producían sombra.
Este hecho insólito marcaba la entrada del verano, y era una notable curiosi-
dad conocida por propios y extraños. Por otra parte, en esa misma efemérides
y en Alejandría, Eratóstenes midió la sombra que proyectaba un palo verti-
cal clavado en el suelo, y comprobó que estaba a 7,2 grados de la vertical, es
decir, una quincuagésima parte del círculo total. Para completar su cálculo
Eratóstenes sólo necesitaba que Alejandría y Asuán se encontrasen en el mis-
mo meridiano y medir la distancia entre ambas ciudades. Quiso la fortuna
que aproximadamente se diese la primera circunstancia. Por lo que respecta
a la segunda (unos setecientos kilómetros) procedió a nanciar a los jefes de
caravanas para aplicar métodos insólitos con el n de obtener estimaciones
de esa distancia. Aceptó al n que ésta era de 5.000 estadios (hoy se estima
que un estadio equivale a 157.5 metros). Con las medidas de la distancia y
del ángulo de la sombra ya estaba en disposición de calcular la circunferencia
de la Tierra que era cincuenta veces mayor que la distancia que había entre
las dos ciudades, lo que no es un mal cálculo si se tiene en cuenta lo que hoy
se sabe sobre la longitud del estadio.
En ese ambiente orecieron los que hoy conocemos como ingenieros ale-
jandrinos de los cuales nos han llegado algunos nombres. Así, Ctesibio de
Alejandría (285-222 a.C.) concibió un reloj de agua al que se conoce por
clepsidra. También se le considera como el inventor de una bomba impelente,
mecanismo empleado para el abastecimiento de agua a las ciudades. Asimis-
mo inventó una especie de órgano hidráulico. Otro nombre destacable es el
de Filón de Bizancio (280-220 a.C.), discípulo de Ctesibio, quien escribió una
obra en nueve libros sobre mecánica de la que sólo nos quedan algunos frag-
mentos relativos a cuestiones bélicas. En un orden más práctico se atribuye
a Filón la introducción del uso de los cables de bronce, en lugar de las an-
teriores cuerdas retorcidas. Un último nombre que cabe traer aquí es el de
Herón de Alejandría (c. 20-62) que se considera inventor de la eolipila, uno
de los precedentes de la máquina de vapor a la que se dedicará el apartado
4.2.1. También inventó un sistema de engranajes combinados para contar las
vueltas de una rueda al que denominó odómetro. Los artefactos concebidos
por estos protoingenieros no alcanzaron una gran incidencia en producción
económica, limitándose, las más de las veces, a ser divertidos artilugios para
105
celebraciones y actos públicos. No obstante, también se inventaron nuevos
mecanismos para la elevación del agua, movidos por animales o por energía
eólica, con los que remontar el agua de un embalse y abastecer una red de
acequias, lo que contribuyó a mejorar notablemente las técnicas de regadío.
Es posible que para moler los granos se empleasen ejes de rotación y palan-
cas, mecanismos inventados en esa época y aplicados también en los juguetes
mecánicos alejandrinos.
Arquímedes
106
de que había sido falsicada, mediante la aplicación del principio que lleva su
nombre, que se basa en la utilización del volumen de líquido desplazado por
un cuerpo sumergido para medir el volumen de este cuerpo, y a partir de ello,
conociendo el peso, calcular la densidad (según la leyenda, cuando resolvió el
problema, salió corriendo desnudo del baño gritando ½Eureka! ½lo encontré!
); contribuye decisivamente a la comprensión de la palanca (dadme un punto
de apoyo y moveré el mundo) con lo que inició virtualmente la ciencia de
la mecánica; se considera también como el inventor de la polea compuesta
o polipasto, así como de la bomba helicoidal, llamado también tornillo de
Arquímedes, utilizado para la elevación de líquidos y algunos sólidos, que
tuvo una amplia aplicación en agricultura. Sus cualidades de ingeniero militar
fueron puestas de maniesto en la Segunda Guerra Púnica, durante la toma
de Siracusa por los romanos25 , en los años 215 a.C.-212 a.C. Sin embargo,
sus contribuciones más conocidas se dieron en las matemáticas: la cuadratura
de la parábola, y sus estudios sobre la esfera, el cilindro, las espirales, las
conoides y esferoides. Algunos de sus descubrimientos geométricos, fueron
demostrados rigurosamente con auxilio del método de exhausción, al que
se considera precursor del cálculo integral. Mediante este método26 calculó
el valor de π , llegando a la conclusión de que este valor está comprendido
entre 3+10/71 y 3+1/7, lo que constituye una excelente aproximación ya
que el error empieza en la milésima27 . De Arquímedes puede decirse que rozó
el umbral del pensamiento matemático moderno y alcanzó cotas que no se
recuperarían hasta casi dos mil años después.
107
trabajo manual con esa lacra social. Por ello los hombres libres trataban de
no ser identicados con los esclavos, evitando hacer lo mismo que ellos (con
algunas excepciones como las bellas artes, el atletismo o incluso la guerra).
Todo lo que tuviera una aplicación práctica era considerado como una ac-
tividad de orden menor, propia de las clases serviles, y era objeto de relativo
desprecio. La esclavitud no parece haber preocupado a los lósofos griegos,
incluso a los que tenían inclinaciones morales. Por otra parte se atribuye a
esa tara el que la técnica griega permaneciese en estadios primitivos.
Algo análogo sucedía con la apreciación del comercio. Sólo merecía estima
la especulación desinteresada, ajena a las aplicaciones utilitarias, como la que
se lleva a cabo en la losofía y en las matemáticas. Aunque Anaxágoras (500-
428 a.C.) llegó a reconocer que el hombre era superior a los animales gracias
a estar provisto de manos, el germen de la valoración de la técnica implícito
en esta armación no fructicó en su justa medida, porque fue contrarrestada
por la convicción imperante de que entre el trabajo intelectual y el manual
no podía existir nexo alguno. Es notable que la medicina, al n y al cabo
una actividad utilitaria, estuviese excluida de la minusvaloración del resto de
las actividades prácticas (recuérdese lo dicho más arriba sobre Hipócrates).
El pensamiento especulativo, propio de los ciudadanos libres, propugnaba la
contemplación desinteresada de las esencias y de lo ideal. Ya se ha visto cómo
Platón contribuyó a elaborar intelectualmente este punto de vista.
Se suele aceptar que Arquímedes tenía mucha mayor aprecio por sus tra-
bajos teóricos que por los de carácter aplicado. Aparentemente postula una
esencia matemática de la realidad material a partir de cuyo conocimiento, y
con carácter secundario, se desprenden las reglas de la técnica. Consecuente-
mente con ello tendría en menos estima sus creaciones prácticas por lo que
pocas veces se tomaría la molestia de reseñarlas. De los inventos mecánicos
de Arquímedes no ha quedado ningún escrito suyo sólo alusiones de otros
autores, mientras que de sus especulaciones matemáticas sí se dispone de
algunas obras atribuidas a él. Pero, sin embargo, resulta curioso observar que
según el orden cronológico en el que están escritas sus obras, se desprende
que Arquímedes no aplica las matemáticas a la técnica, sino que, por el con-
trario, es la resolución de los trabajos prácticos propios de la técnica la que
le suscita la elaboración de sus trabajos teóricos28 . La resolución de proble-
28 Torija, p. 62.
108
mas concretos le suscita reexiones que posteriormente son objeto de una
generalización.
109
problemas concretos. En este sentido, si el primero es una gura señera de
la ciencia el segundo lo es, en igual medida, de la ingeniería. En su imagen
conuyen aspectos técnicos y aplicados que frecuentemente se minusvaloran
al hablar del mundo griego.
110
familia de médicos lo que hizo de él un perspicaz comentador de las exigencias
de la razón práctica, de la necesidad de atenerse al caso concreto frente a las
generalizaciones abstractas, y ello no sólo en el ámbito de la medicina, sino
también en el de la ética y en general en todos los de tipo utilitario.
toda técnica versa sobre llegar a ser, y sobre el idear y considerar cómo
puede producirse o llegar a ser algo de lo que es susceptible tanto de
ser como de no ser y cuyo principio está en el que lo produce y no en lo
producido. En efecto, la técnica no tiene que ver ni con las cosas que
son o se producen necesariamente, ni con las que son o se producen
de una manera natural, porque estas cosas tienen su principio en sí
mismas.
111
lo articial. Para Aristóteles las cosas articiales son aquellas elaboradas
por el ser humano, de modo que el principio de su fabricación es ajeno a
ellas mismas, ya que han sido concebidas y construidas por el designio de un
agente, que es el hombre, y no de forma espontánea por parte de la naturaleza.
112
todas las cosas. La ciencia se distingue de la techné en que aquella debe poder
expresarse en un lenguaje y ser comunicable mediante la enseñanza, de forma
mucho más exacta y mucho más completa de lo que pueda hacerlo un arte.
Pero, además de esta distinción hay otra de naturaleza mucho más profun-
da, que se reere a la naturaleza de los objetos a los que se aplica. En este
sentido, dice Aristóteles que aquello que es objeto de ciencia necesariamente
posee una entidad propia y una raíz profunda en el entramado aparente-
mente inalterable de lo que llamamos realidad. La técnica y el arte, por el
contrario, se ocupa de los aspectos contingentes, en la medida en que trata
de la producción de una obra emera, y del conocimiento de los medios que
permiten crearla.
113
portancia relativa menor, sino porque desencadenó el proceso de actuación
sobre la naturaleza empleando mediciones para ello siempre que fue posible,
lo que está en el germen de la moderna ciencia. A su vez esto posiblemente
tampoco se hubiese producido sin contar con el espíritu critico desarrollado
en el mundo griego, y en todas las civilizaciones arcaicas, mediante el cual se
promovió el empleo de una forma de racionalidad llamada a desarrollar unas
capacidades en el hombre que le han llevado a dominar el planeta Tierra. En
este sentido, la ciencia no es más que otro escalón en la larga escalera que
conduce al viaje a la Luna (necesario pero no suciente). Por todo ello hay
que proclamar que los quehaceres técnicos contienen elementos autónomos
de reexión, los relativos al mundo producido o articial, como ya intuyó el
viejo Estagirita, aunque sin llegar a concederle la misma ciudadanía que a
las otras dos formas de razón.
114
mo un mero ornamento ya que no cumplía ninguna nalidad práctica. Sim-
plicando mucho se puede decir que lo que para los griegos representaba el
saber, como manifestación excelsa del quehacer del ciudadano libre, para los
romanos lo es el poder. Los romanos crean un gran imperio. Son grandes
realizadores de obras de ingeniería. Sin embargo no hay constancia de que
se ocuparan de organizar los conocimientos necesarios para sus realizacio-
nes prácticas con la pretensión de desvelar el conocimiento profundo de las
cosas36 . Se limitaron, en consonancia con su espíritu pragmático, a mezclar
con éxito prácticas que se habían manifestado ecientes durante los siglos
anteriores. Sus construcciones se basaban más en la experiencia que en la
ciencia.
115
de Cayo Julio Lacer37 (98-117)). Sus acueductos (recuérdese el de Segovia)
conducían el agua desde montañas lejanas hasta las ciudades, donde se insta-
laban fuentes y baños. Además crearon máquinas de construcción, como los
martinetes, los malacates para norias y las ruedas de madera con cangilones.
116
en desencadenar golpes de agua en galerías previamente escavadas en montes
en los que se estimaba que había oro. Para reunir el agua en embalses, se
trazó un complejo sistema de canales algunos de los cuales tenían más de 100
kilómetros de longitud. El agua embalsada era liberada repentinamente en
las galerías preparadas al efecto, las cuales se erosionaban al paso del uido
hasta producir su derrumbamiento, llegando a reventar las propias montañas.
Los lodos se conducían hacía lavaderos en los que se procedía a separar el
oro. Plinio denominó el procedimiento como ruina montium. De este modo
se llegó a excavar un volumen de tierra cuya estimación gira alrededor de los
cien y doscientos millones de metros (?) cúbicos.
117
se extendía desde España y Marruecos hasta las fronteras de China. Su origen
está en el ambiente cultural helenístico, con centro en Alejandría, aunque
también se alimentó de inuencias de Persia, India, Asia Central y China.
De hecho, la cultura árabe se establece como una síntesis de las culturas
helenística, persa e hindú. Debido a la variedad de estas inuencias, tan ricas
y diversas, la cultura árabe se convirtió en una empresa internacional.
Por otra parte, la navegación guiada por las estrellas alcanzó un conside-
rable auge. La astronomía cosechó importantes progresos, y el astrolabio fue
el principal instrumento astronómico de los árabes, que lo transmitieron a
los astrónomos medievales. En agricultura son apreciables sus contribuciones
a los sistemas de irrigación, especialmente la noria, y a los molinos hidráuli-
cos y de viento. El papel, también se transmitió al mundo occidental por los
118
árabes, que se supone que lo aprendieron de prisioneros de guerra chinos.
Esas innovaciones dieron lugar a una revolución agrícola con la que ali-
mentar a una población en rápido crecimiento, lo que además produjo una
reestructuración de la sociedad, con la aparición de importantes núcleos ur-
banos, y con la decisiva formación de la burguesía, que tanta importancia
estaba llamada a tener en el mundo moderno. Las innovaciones técnicas que
se producen durante ese periodo incluyen, entre otras, las ruedas hidráulicas
y los molinos de viento, las lentes para las gafas, la pólvora, el torno de hi-
lar y el hierro fundido. Entre los instrumentos náuticos que consintieron la
navegación en mar abierto destacan el astrolabio náutico y los mapas portu-
lanos39 que facilitaron una navegación uida por el Mediterráneo durante la
Baja Edad Media.
119
unía a los monasterios y abadías, la cual suministró también un medio espe-
cialmente idóneo para el intercambio de métodos y procedimientos técnicos.
Además, en este período tiene lugar un profundo cambio en la actitud cris-
tiana con respecto a las actividades manuales, que fueron adquiriendo una
progresiva dignicación. Esta innovación ideológica consistió en investir a las
artes útiles de un signicado que trascendía a la mera utilidad y que las
asociaba con la idea cristiana de redención. Frente a los que pensaban que
solamente con la oración y la penitencia se podía alcanzar el cielo, se produce
una reacción cuyo personaje más signicativo posiblemente sea San Benito
de Nursia (480-547). De acuerdo con él, para alcanzar la perfección cristiana
no sólo basta orar, sino que también hay que trabajar. Su lema fue: ora et
labora. San Benito fundó la orden de los benedictinos en el año 529 en Monte
Cassino, quienes crearon monasterios en los que los monjes no se limitaban
a rezar sino que también tenían que ser capaces de hacer algún trabajo. Las
normas de San Benito obligan a dedicar una parte considerable de la vida
diaria al trabajo manual. Por ello los monjes ejecutaban tanto trabajos in-
telectuales como manuales, creándose así una fecunda tradición de hombres
a la vez letrados e instruidos en cuestiones técnicas. Cada monasterio de-
bía alcanzar la autonomía en la satisfacción de sus necesidades materiales, y
así muchos de ellos se convirtieron en una especie de haciendas dotadas de
talleres artesanales: molinos, bodegas, boticas, frecuentemente hospitales, e
incluso fábricas de cerveza. A veces, junto al monasterio se emplazaba una
aldea y un castillo, que recibía el nombre del lugar. De este modo aparecen
entrelazados dos componentes básicos de la sociedad medieval: la iglesia y el
feudalismo.
120
Dessauer40 .
En los siglos xii y xiii, las ideas de San Benito son objeto de una ac-
tualización por parte de San Bernardo (1090-1153), que promovió la orden
cisterciense. La pretensión de que los monasterios alcanzasen la autonomía
fue puesta en práctica con tanta ecacia que en algunos casos empezaban a
producir excedentes que llegaban a comercializarse. En todo caso, la infor-
mación sobre los progresos de la técnica pasaban de un monasterio a otro
produciéndose, de este modo, un importante proceso de difusión. Los monjes
benedictinos fueron celosos defensores de las artes mecánicas al servicio de
nes espirituales y con ello propiciaron una revolución técnica medieval, ca-
racterizada por el uso intensivo de los molinos de viento, los molinos hidráuli-
cos y nuevos métodos en agricultura.
Por otra parte, en el siglo xiii se tiene al franciscano Roger Bacon (c.
1210-1292) que asume la nueva visión medieval de la técnica como medio
de recuperación de la perfección original de la condición humana. Para él
el progreso en las artes mecánicas era un medio para restaurar la dignidad
perdida de la humanidad tras la caída en el pecado original. Actitudes como
las de Erígena y Bacon fueron decisivas para la emergencia de una técnica
medieval que prepararía el camino hacia los tiempos modernos.
121
principio se utilizaban únicamente para la molienda de grano, pero pronto
empezaron a tener usos más diversicados, como por ejemplo el bataneado,
por el que se procedía a golpear la tela de lana sumergida en agua con el n de
apretarla y dotarla de mayor consistencia y duración. Para ello se empleaban
martinetes levantados por álabes unidos al eje de la rueda hidráulica. Estos
molinos de batán eran ya corrientes en el siglo xiii.
122
otro. Por ejemplo, son particularmente importantes los métodos de conver-
sión de un movimiento circular en uno rectilíneo y viceversa, lo que se con-
sigue mediante la biela, que aparentemente era desconocida en la antigüedad.
Alrededor del año 850 se incorpora a las piedras de alar, de modo que la
conjunción de pedal y biela dio lugar a ruedas de alar relativamente evolu-
cionadas a nales de la Edad Media.
123
árabes, en 1085, tras la cual se produjo la absorción por la cultura europea de
los conocimientos técnicos arábigos. Precisamente en esa ciudad española du-
rante el siglo xii funcionó la famosa Escuela de Traductores, que contribuyó
decisivamente a lo que siglos después sería el Renacimiento europeo. La era
de los descubrimientos, que culminaría con la llegada a América y la cir-
cunvalación del mundo, empezó a mediados del siglo xiii, cuando los frailes
mendicantes y los mercaderes viajaron a Asia Central y Oriental. El ejemplo
característico de una técnica importada del Este es el de la pólvora, utilizada
en China principalmente para fuegos articiales, mientras que los europeos
derivaron su uso casi exclusivamente para nes militares, especialmente en
cañones y bombardas.
124
En la Baja Edad Media el cultivo de la técnica tuvo lugar tanto en los
monasterios como en las nacientes ciudades. Cuando éstas conquistaron su in-
dependencia con respecto a los señores feudales y adquirieron autonomía, los
artesanos se organizaron en gremios que se convirtieron en fuertes organiza-
ciones sociales, con capacidad para defender los derechos de sus miembros. La
autonomía de los artesanos para el ejercicio de su ocio fue un estímulo muy
importante para el desarrollo del espíritu de inventiva. El maestro artesano
adquirió una alta consideración social. La comunicación de los conocimientos
técnicos se hace de maestros a aprendices, envueltos en considerables dosis
de secreto y misterio. El artesano aprendía mientras trabajaba como apren-
diz de un maestro, en un proceso que estaba rigurosamente regulado por los
gremios. Lo que se transmitía en esa enseñanza es un tipo de habilidad que
requiere un largo período de tiempo para su aprendizaje y que es fundamen-
talmente un saber cómo hacer. El aprendiz se comprometía bajo juramento
a mantener el secreto de lo que le enseñaba el maestro.
Mientras que el reloj de sol carece de capacidad para llevar a cabo actua-
ciones colaterales, como el hacer sonar una campana para indicar las horas,
los de agua alcanzaron en la antigüedad gran elaboración, lo que les permi-
tió llevar incorporados autómatas con los que producir efectos relativamente
espectaculares. De modo que ya en los tiempos de Grecia y Roma, y durante
el período de orecimiento de la cultura árabe, se añadieron mecanismos que
facilitaron el funcionamiento de muñecos para señalar la hora. Estos efectos
colaterales alcanzarían gran elaboración con el reloj mecánico.
125
y unidireccional, se pretendió hacerla mediante otro fenómeno físico que a su
vez fuera continuo, uniforme y unidireccional. Si se consigue que un líquido
(o arena) uya de manera perfectamente uniforme servirá para replicar el
discurrir también uniforme del tiempo. Este es el principio de los tradicionales
relojes de agua o de arena.
126
El mecanismo de escape
127
Como se observa en la gura 2.1 el peso hace girar una rueda de escape. El
movimiento giratorio de esta rueda se ve afectado por dos paletas montadas
con distinto ángulo en una varilla vertical. La rueda de escape posee dientes
que cuando giran, uno de ellos empuja una de las paletas, con lo que rota
a su vez la varilla y con ella una barra transversal con pesas. Esta barra
se acelera hasta que su movimiento se interrumpe cuando la otra paleta se
engancha con otro diente de la rueda de escape. Entonces varilla y barra
empiezan a girar en dirección contraria, hasta que la primera paleta vuelve
a engancharse en un diente. Los movimientos giratorios están regulados por
la inercia de la barra transversal, que se puede ajustar mediante unas pesas.
De este modo se completa el comportamiento oscilatorio periódico del reloj.
El escape funciona de manera que el tren de ruedas gire ángulos iguales
en períodos de tiempo iguales, deteniendo y consintiendo el giro del tren
de ruedas al ritmo que marca el regulador, de forma que actúa como si
contase el número de pulsaciones (tic-tacs) y con ello el paso del tiempo. El
mecanismo de escape fue un invento de una gran originalidad, que requería
una cultura técnica previa ruedas con engranajes y demás. A partir de
entonces el reloj mecánico alcanza una considerable difusión.
Volviendo a los primeros tiempos, de 1300 a 1500, y con muy pocas excep-
ciones, los relojes se activaban mediante pesas. Estos relojes eran especial-
mente adecuados para torres, particularmente de iglesias o de edicios públi-
cos. La introducción del reloj de muelles constituyó un cambio signicativo,
ya que, en contraste con los de pesas, estos relojes eran compactos, fácilmente
transportables, y capaces de almacenar energía para una operación regular
durante algún tiempo. Por ello, si bien los relojes de pesas se emplearon en
lugares públicos, los de muelles alcanzaron un uso más personal y doméstico.
De este modo, con los relojes de muelles, se abre un mercado mucho más
128
amplio, lo que determinó que la profesión de relojero alcanzase una mayor
implantación.
129
uniformes, e independientes de la salida y de la puesta del sol. Con ello un
artefacto adquiere un papel predominante en la organización de la vida de
los hombres. Asimismo aparecen las primeras manifestaciones del doble sen-
timiento que durante la historia producirá la técnica. Por una parte, el aspec-
to indudablemente ventajoso de ayudar a organizar las actividades humanas.
Por otra, una cierta vivencia negativa que ya se apunta en el Gargantúa de
François Rabelais (c. 1494-1553) en donde aparece un monje que se rebela
contra los horarios diciendo: las horas se hicieron para el hombre, y no el
hombre para las horas 42 . En la actualidad, el monje de Rabelais se sen-
tiría raticado en su apreciación ya que el tiempo se ha convertido en una
fuente de estrés; nuestra vida está encadenada al reloj. La consideración de
la técnica como deshumanizadora, en un cierto sentido, tiene así una de sus
manifestaciones primigenias.
130
vaban asociados autómatas, máquinas ingeniosas que imitan la gura y los
movimientos de seres vivientes. La fascinación que produjeron estos autó-
matas en los tiempos medievales y en el Renacimiento tienen, sin embargo,
sus raíces en la antigüedad clásica. Los griegos, aún con su incipiente tec-
nología mecánica, ya habían concebido y construido algunos muy notables.
Los protoingenieros alejandrinos Ctesibio y Herón ejercitaron su ingenio en la
construcción de autómatas y de pequeños mecanismos destinados a maravil-
lar a los que los contemplaban, más que a construir ingenios útiles. De hecho,
en el mundo de los autómatas cabe ver un eslabón entre la racionalidad y lo
mágico. Los movimientos mecánicos de los autómatas ejercían una profunda
fascinación en los auditorios, que no era ajena a la que producía el mundo
de la magia. Sin embargo, ese sentimiento de admiración hacia lo misterioso
de esas máquinas, de extraños y elaborados movimientos, se contrarresta
con el convencimiento de que no se trataba de fenómenos sobrenaturales, o
animados por fuerzas extrañas, sino que era posible explicarlos mediante la
descripción del mecanismo que los generaba. En este sentido, los relojes y los
autómatas favorecieron el desarrollo de una manera mecánica de comprender
el mundo, cuyo desarrollo e inuencia se verán más adelante.
El reloj se considera como una metáfora del universo, que empieza a ser
contemplado como un portentoso reloj. La autonomía de su comportamiento
lo asemeja a una pieza de la maquinaria de la naturaleza; remotamente, un
ser animado. Es el mecanismo más perfecto y, por ello, se convierte en la
imagen ejemplar de lo que es una máquina. Pero, al mismo tiempo, aporta
una imagen metafórica idealizada de lo que es el universo. Posiblemente la
primera vez que se habla del mundo como una máquina (machina mundi) es
en el poema de Lucrecio (95 a.C.-55 a.C.) De la naturaleza de las cosas44 .
En esta forma mecánica de ver el cosmos está implícito el que las máquinas
hechas por el hombre y el universo poseen ciertas características en común.
En particular, ambos poseen mecanismos subyacentes (como pretendían los
presocráticos) que es posible hacer explícitos y que explican el comportamien-
to observado. Además, tanto las máquinas como el universo han sido creados.
Ello invita a establecer una relación entre el universo y su creador de natu-
raleza análoga a la que existe entre un reloj y un relojero. Esta metáfora
hizo fortuna y aún se encuentra en la literatura de nuestros días. En ella
44 Lucrecio:
De la naturaleza de las cosas, traducción de Abate Marchena e introducción
de Agustín García Calvo, Ediciones Cátedra, 1983, p. 285.
131
está también incluida una pretendida demostración de la existencia de Dios
(todo reloj requiere un relojero). Un obispo cristiano, Nicolás Oresmes (c.
1323-1382), llegó a proponer que Dios le dio cuerda al Universo y después lo
abandonó a sus propios recursos. Pero, por otra parte, en la consideración
del mundo como una máquina está implícita la posibilidad de desvelar el
mecanismo que regula su funcionamiento (el reloj se mueve por mecanismos
que no requieren intervención divina). Siglos después Kepler manifestaria su
intención de demostrar que la máquina celeste es una especie de mecanismo
de relojería. Ya se ve que la metáfora del reloj es tan rica que da de sí tanto
para la teología como para el cienticismo.
El reloj mecánico puede considerarse como uno de los grandes logros del
mundo de la técnica. Sin embargo, el n de la Edad Media y el inicio de
los tiempos modernos está marcado por otra máquina: la imprenta. Hasta la
máquina de vapor no aparecerá otra nueva de un impacto comparable sobre
la historia de la humanidad. En nuestros días se vive un fenómeno semejante
con el ordenador. Así pues, hay al menos cuatro máquinas de las que se puede
decir que han jugado un papel signicativo en la historia de la civilización
moderna: el reloj, la imprenta, la máquina de vapor y el ordenador (aunque
esta selección sea discutible y no faltará quien, con razón, encuentre carencias
en ella).
132
2.5. La aparición de los ingenieros
133
libro de Notas de Villard de Honnecourt en el que se tiene información in-
teresante sobre los procedimientos de trabajo en aquella época49 . En estas
notas se subraya la gran ayuda que se consigue al dibujar las guras de lo que
se concibe, y la gran importancia que para ello tiene la geometría. El libro
incorpora múltiples reglas prácticas para la solución de problemas de cons-
trucción, e incluye bocetos de ingenios mecánicos, como una sierra activada
hidraúlicamente y una pretendida máquina de movimiento perpetuo. En los
tiempos medievales la búsqueda de una máquina de esa naturaleza, que se
convirtiese en una fuente inagotable de energía, es el correlato de la búsqueda
por los alquimistas de la piedra losofal que convirtiera en oro todo lo que
tocase. El cuaderno de Honnecourt tiene rasgos que lo hacen comparable al
Cuadernos50 de notas de Leonardo da Vinci, del que le separan dos siglos y
medio.
49 Ver
referencia en nota 41.
50 Edicióny selección de Anna Suh, Parragon, Barcelona, 2006; también en Ediciones
Busma, 1982.
134
Capítulo 3
Técnica e ingeniería en el
Renacimiento y en el siglo XVII
3.1. El Renacimiento
135
gran cultura, a partir de la constatación de que lo que han hecho los humanos
es el arte, es la literatura; de que somos los conservadores de la experiencia
humana que está cristalizada en estas excelsas realizaciones.
136
dar pasos signicativos para entender el mundo, mediante una conjunción de
matemáticas y medición. La introducción de la cuanticación es un proceso
intelectual complejo, pues si bien parece natural aplicarlo a contar entidades
discretas, como el número de ovejas en un rebaño, es un logro intelectual
mucho más elaborado el medir magnitudes como el peso o la dureza, y no
digamos el tiempo, que presuponen la denición previa de un concepto y de
un procedimiento de medida. Uno de los orígenes de la civilización moderna
cabe verlo en la capacidad de cuanticar cualidades y hacerlas medibles. Así,
el tiempo, que en una percepción cualitativa es simplemente el escenario en el
que se desenvuelve la vida, se convierte en un objeto abstracto al que se una
línea recta cuyos puntos mide el reloj. En este contexto no debe olvidarse el
dinero que es una medida común de cosas de naturaleza muy variada, como
ya se había puesto de maniesto en las antiguas civilizaciones.
3.1.1. La imprenta
137
daron en Maguncia una imprenta con tipos fabricados mediante una aleación
de plomo, estaño y antimonio. De este modo la imprenta es el resultado de
la síntesis entre tipos metálicos movibles, la tinta, y la prensa.
138
primer libro impreso por Gutenberg y la posibilidad de que dispusieran de
ella todos los eles constituye una profunda revolución en la vida religiosa.
La difusión del mensaje religioso se había hecho, hasta entonces, mediante
una combinación de la oratoria de los predicadores con el arte pictórico en
los templos. Se ha llegado a decir, de forma excesiva, que la pintura era
un producto del analfabetismo. La imprenta cuestiona la exclusividad de
la pintura como manifestación artística para la transmisión del sentimiento
religioso, y hace posible complementarla, incluso con carácter prioritario, con
la lectura de los propios textos sagrados.
139
su especialidad y poder así aplicarla a sus propios problemas. Por otra parte
se extingue el secreto de ocio tan celosamente guardado por los gremios.
Se desencadena así un crecimiento espiral de los conocimientos técnicos que
iban a culminar con la aparición de la moderna ingeniería.
140
mente arquitectónicas, también se ocupa de la ingeniería necesaria para el
suministro de agua a los núcleos urbanos. En su libro, Alberti se reere a tres
clases de matemáticas de interés para el arquitecto-ingeniero: la mecánica, la
agrimensura y la proporción. Esta última merece especial mención, ya que la
armonía de las proporciones se pretendía que fuese una especie de variante de
la armonía musical. La pretensión de que existiese un trasfondo matemático
en las cosas se traducía en la exigencia de que se mantuviesen proporciones
sencillas, y preestablecidas, entre alturas, anchuras y profundidades de los
proyectos arquitectónicos. En este sentido se propone la llamada proporcion
áurea, también conocida como sección áurea, ya conocida por los antiguos
griegos, y que Euclides, alrededor del año 300 a.C., denió diciendo que un
segmento se divide por la proporción áurea cuando el segmento total es a la
parte mayor como la par de mayor es la menor3 . Es decir, un segmento de
longitud AB se divide en un punto intermedio C, de modo que el segmento
AC es mayor que el CB; entonces el cociente AC/CB es igual a AB/AC. Esta
razón da lugar al número irracional Φ = 1,6180339887..., llamado número de
oro, que en la literatura matemática especializada se denota con τ , aunque
aunque es más usual emplear Φ en honor al gran escultor griego Fidias (490-
430 a.C.) que la de empleó con profusión en sus trabajos. Se considera el
paradigma de la proporción clásica. En bellas artes, tanto en arquitectura
como en pintura, se emplea para dividir armoniosamente en dos partes un
espacio rectangular, de forma que si el rectángulo tiene dimensiones c × a la
dimensión mayor c se divide en a y b; de modo que se tenga a/b = c/a. De
esta manera se consigue una armoniosa distribución de los espacios.
141
que empezó a considerarse que podía ser objeto de aplicación a las magnitudes
astronómicas, y también a problemas tales como determinar el tamaño de los
continentes y las distancias entre ellos. Entre los que propugnaron este tipo de
estudios se encuentra Paolo Toscanelli (1397-1482) que postuló proporciones
para la Tierra que llegarían a oídos de Cristobal Colón (1451-1506) y que le
servirían de base para su proyecto de llegar a las Indias.
142
su arte. Este intento de emular la realidad es el que, en tiempos modernos, y
con recursos diferentes y más adecuados, tratará de alcanzar la ciencia. Pero
en esa época era la pintura uno de los instrumentos para alcanzar esa repro-
ducción. En este orden de cosas Leonardo reexionó sobre la luz, la sombra y
la perspectiva aérea. Por ejemplo, estableció que las sombras proyectadas por
el sol sobre una supercie blanca eran azules o viólaceas, una idea en la que
se anticipó más de trescientos años a los impresionistas, que en el siglo xix
la redescubrieron. Sentía una especial fascinación por todos los fenómenos
dinámicos: las nubes, los remolinos, los sarcillos oridos, las emociones e in-
cluso las corrientes de aire. Para él, la pintura era la ciencia suprema que
exigía un conocimiento de todo lo existente.
Su interés por las cosas no se limitaba a estudiarlas en los libros, sino que
trató de relacionar lo que había en ellos con lo que veía en la realidad. Des-
deñaba el mero aprendizaje libresco y sustentaba todo su conocimiento en
aquello que él podía experimentar directamente. Es notable resaltar que en
él la observación de la naturaleza de las cosas es la base sobre la que concibió
sus grandes creaciones, sean artísticas o sean los artefactos que le convierten
en un gran iniciador de la ingeniería moderna. En este sentido se yergue co-
mo uno de los grandes precursores de la modernidad: su credo era que tenía
que comprobarlo y experimentarlo todo por sí mismo. Por ello, su afán de
conocimiento le llevó a interesarse hasta por las entrañas del ser humano,
para lo que diseccionó y estudió cadáveres. Sus conocimientos anatómicos
repercutieron en sus creaciones artísticas, y en las de otros artistas contem-
poráneos suyos. Por todo ello es uno de los adelantados del espíritu moderno,
y aunque no alcanzase a formularlo sistemáticamente sus notas constituyen
un legado muy disperso de observaciones y pensamientos sí están implíci-
tas en su obra intuiciones pioneras de por dónde iba a discurrir el mundo
moderno.
143
de los Sforza, Leonardo aparece como un miembro notable al que en los do-
cumentos ociales se menciona como ingeniarius ducalis o como ingeniarius
camerarius. Al nal de su vida se desplazó a la corte francesa en donde sirvió
a los reyes Luis XII y Francisco I, y murió en los brazos de este último.
144
Leonardo y el método del ingeniero
145
Leonardo da Vinci fue, en cierto sentido, un ingeniero prematuro. Muchas
de sus legendarias concepciones no llegaron a materializarse en artefactos con-
cretos. Ello invita a meditar sobre el propio método del ingeniero. Éste es
alguien especialmente dotado de capacidad creativa para concebir soluciones
concretas a problemas técnicos. Sin embargo, los productos imaginados por
esa facultad están limitados, para poder llegar a ser plasmados en la realidad,
por las posibilidades que toleran las leyes de la naturaleza. El conocimiento
de ellas es, por tanto, necesario para que el ingeniero pueda llevar a cabo sus
proyectos. Y esto es lo que le faltó a Leonardo en sus imaginativas concep-
ciones. En su época se carecía todavía del suciente conocimiento del mundo
natural que hubiese permitido llevar a la práctica las geniales intuiciones de
Leonardo, o al menos determinar su inviabilidad. Muchos de sus esquemas
resultaron impracticables en su tiempo, aunque no por ello dejan de ser una
muestra del espíritu de invención que caracteriza su obra.
146
los procesos de hilado y devanado tenían que hacerse independiente y alter-
nativamente. Con la invención de la volandera, que permite que el huso gire
a diferente velocidad, los dos procesos se pueden efectuar simultáneamente.
El uso de la volandera permitía que quien la manejaba estuviese sentado, por
lo que era posible incorporar un pedal con biela. De este modo se producen
considerables progresos en la complejidad y autonomía de las máquinas tex-
tiles, lo que iba a ser el origen de la espectacular mecanización de la industria
textil que fue uno de los elementos impulsores de la Revolución industrial del
xviii.
Para terminar con este apartado conviene dedicar algunas líneas a comen-
tar la evolución que se produce en el proceso productivo durante esta época.
A nales de la Edad Media, la unidad básica de producción era el artesano
independiente que poseía un taller y unas herramientas. El maestro artesano
disponía de la ayuda de aprendices y posiblemente de algún ocial, los cuales
se estaban preparando para ser maestros a su vez. Los artesanos, como ya se
147
ha visto, se organizaban en gremios. Esta forma de producción se extiende en
la mayoría de los ocios hasta bien entrado el Renacimiento. Sin embargo, la
aparición de maquinaria pesada, por ejemplo, en las fundiciones, requiere la
adopción de nuevas fórmulas productivas llamadas a derivar paulativamente
hacía lo que hoy se conoce como sistema capitalista de producción industrial.
Progresivamente esta forma de producción mediante fábricas en las que se
agrupan un gran número de máquinas y operarios empiezan a desplazar a los
talleres vinculados a un maestro artesano. Aunque se produjeron reacciones
gremiales, el nuevo modo de producción estaba llamado a ser dominante y a
abrir las vías a la modernidad económica e industrial6 . El papel unicador del
artesano se despliega en distintas funciones: gestión económica y nanciera de
la fábrica; concepción y cálculo de los productos; y construcción efectiva por
parte de los obreros. A la segunda de estas funciones se asocia la emergente
gura del ingeniero. Mientras que a la primera lo hace la del empresario y
el capitalista. De este modo es posible relacionar la aparición del ingeniero
con la forma capitalista de producción.
148
línea de los conocimientos cientícos de su época, lo que no le impidió tener
una participación activa en el Concilio de Trento7 .
149
genieros y arquitectos, asignándose al arquitecto la concepción del edicio y
a los ingenieros la de las máquinas para el proceso de construcción, así como,
con el tiempo, del cálculo de las correspondientes estructuras. Sin embargo,
en lo que respecta a obras públicas, tanto militares como civiles, es el inge-
niero el que asume todas las responsabilidades. Desde entonces hasta el siglo
xix se va ahondando la fosa que separa a los arquitectos, proyectistas de edi-
cios religiosos y civiles, de los ingenieros, encargados de edicios industriales
y de obras públicas.
150
ca fueron el objeto del Protomedicato; se creó la Academia de Matemáticas
de Madrid sobre la que se insistirá más abajo; otras instituciones como la
Botica de El Escorial, el Jardín Botánico la salud del Rey requería remedios
para sus dolencias y las colecciones zoológicas de Aranjuez; y, por terminar,
la expedición del médico toledano Francisco Hernández (1515-1687) a México
en 1570, que duró casi siete años, y en la que se reunió una ingente cantidad
de información sobre todas las hierbas, árboles y plantas medicinales que
hubieren, describiendo unas tres mil especies y que se plasmó en una obra
de dieciséis volúmenes no hay precedentes, en esa época, de una empresa
tan ambiciosa.
151
de los graves como las teorías copernicanas). Una manifestación de ello es la
cantidad de obras originales o de traducción que produjeron los miembros de
la Academia. Además, realizaron una gran labor de asesoramiento en cues-
tiones relacionadas con la navegación, la cartografía, la ingeniería o el arte
militar. En todo caso, la Academia es una muestra de un importante centro
de formación e investigación. Lamentablemente toda esta actividad quedó
abortada prematuramente con el decaimiento de España después del reinado
de Felipe II.
152
Figura 3.1: Ocupación de los ingenieros en España en el siglo xvi, según
García Tapia, en obra citada en la nota 48.
153
Figura 3.2: El articio de Juanelo Turriano para la elevación de agua en
Toledo. 154
na española. Por mencionar dos nombres españoles: Cristobal de Rojas, quien
no sólo proyectó múltiples forticaciones, como las de Cádiz y Gibraltar, sino
que también escribió un tratado12 , en el que el autor aparece como `ingeniero
del Rey' y que incluye curiosidades, como las matemáticas que en aquellos
tiempos se consideraba que debía saber un ingeniero; y Juan de Oviedo y
de la Bandera13 (1565-1625) que es a la vez ingeniero militar, arquitecto y
escultor, autor de la obra del desvío del Guadalquivir y de las obras paralelas
de defensa por la Almenilla14 .
155
para suministrar agua para el riego. Sus cimientos se colocaron en 1580 pero
su construcción no se completó hasta 1594. Es una obra de notables ca-
racterísticas para su tiempo. Su base tiene un grosor de 33 metros, que se
estrecha hacia arriba hasta quedar en 20 metros. El largo de su cresta es de
80 metros y su altura de 41 metros no fue superada por ningún otro dique
europeo hasta bien adentrado el siglo xix.
156
Alemania es la que más profundamente sufre los desgarros que produce el
cisma, convirtiéndose en un mosaico en el que cada príncipe determina la
confesión que prevalece en sus dominios.
El siglo xvi se desenvuelve entre una dualidad radical: por una parte
la concepción medieval del mundo estaba condenada a desaparecer, aunque
todavía luchaba por sobrevivir. Por otra parte, estaban emergiendo los valores
llamados a dominar la modernidad: la economía mundial, el estado nacional,
y la naciente forma de hacer ciencia y técnica. Durante este siglo, los hombres
que lo vivieron estuvieron sometidos a la atracción de estos dos polos.
157
con ello precisiones con las que los relojes llegan a marcar los minutos. Se
empiezan a construir relojes de doble aguja, con horario y minutero, y hace
también su aparición el reloj de bolsillo.
158
que es posible exigir puntualidad como un valor de convivencia. De este modo
el reloj empieza a convertirse en un elemento capital para nuestra civilización,
que relaciona el paso del tiempo con la productividad y el rendimiento.
Pero donde la metáfora del reloj tuvo mayor inuencia es en los orígenes
de la revolución cientíca, y especialmente al suministrar un mecanismo con-
creto que ilustraba, de forma especialmente clara, en qué consistía buscar
el substrato mecánico de las cosas. La nueva concepción mecánica pretende
romper con la tradicional losofía escolástica que trataba de interpretar la
naturaleza mediante la especulación metafísica16 . Lo mecánico es, en cierta
medida, lo opuesto a lo metafísico. De forma análoga a otros movimientos
culturales revolucionarios17 , la adjetivación de mecánica a la losofía tuvo,
en un principio, una connotación negativa. Sin embargo, los propulsores del
movimiento que iba a conducir a la revolución cientíca aceptaron el térmi-
no `mecánico', con lo que querían manifestar su ruptura con la esterilidad
del pensamiento tradicional y presumiblemente también mostrar su simpatía
hacia los métodos de trabajo de la clase artesanal. El núcleo de la nueva doc-
trina reside en la pretensión de analizar los fenómenos de la naturaleza como
si fueran el resultado de un comportamiento mecánico. Para los partidarios
de este modo de ver las cosas el mundo era una inmensa máquina, y el reloj
el modelo concreto más notable de lo que eran estos artefactos.
159
su monopolio sólo será cuestionado en tiempos muy recientes.
160
también entonces). Mediante el diálogo se pueden esgrimir argumentos para
defender todas las opiniones, pero la tolerancia obliga a respetar al contrario
cuando deende las suyas aunque dieran de las propias18 . En una Europa
desgarrada por los enfrentamientos bélicos Descartes, entre otros, trató de
promocionar una alternativa racional a los sistemas teológicos en litigio, los
cuales habían perdido su capacidad de convicción y sumido a Europa en un
campo de batalla. Con este doble legado de razón y tolerancia se sientan las
bases sobre las que se edicará, en el siglo xviii, la Ilustración.
161
reexiones en el análisis de los fenómenos de la naturaleza), y los que mani-
estan una cierta desconanza hacía esas verdades generales y se recrean en
lo particular y lo concreto: los hombres de letras y los artistas. Los primeros
consideran que todo conocimiento merecedor de tal nombre debe poseer unas
características de universalidad que lo hagan válido en todo lugar y momen-
to; mientras que los segundos consideran que aquello que es intelectualmente
relevante se desenvuelve en el ámbito de lo particular, del caso concreto,
del detalle, de aquello que es irrepetible. Esta bipolaridad se mantiene hasta
nuestros días y adquiere rasgos peculiares con el postmodernismo, como se
verá en el apartado 6.4. En todo caso, aunque la erudición de los humanistas
tenía un carácter fundamentalmente literario y artístico, contribuyó también
muy decisivamente al desarrollo de un espíritu de reexión crítica del que se
beneciaron la ciencia y la técnica. Pero, los humanistas pagaron el precio
de dejar de ser los depositarios exclusivos del saber. El método de los in-
genieros, como se subrayará más adelante, ha resultado afectado por estas
dos formas de ver las cosas, pues poseen rasgos de ambos modos de abordar
intelectivamente la realidad.
162
del Renacimiento italiano. Galileo comienza su obra clásica Dos nuevas cien-
cias19 (1638) con la observación de que las máquinas e instrumentos, así como
el modo de proceder de los artesanos que los han construido, constituyen un
estimulante dominio de reexión.
163
gos sobre dos nuevas ciencias21 hace una presentación de sus contribuciones
a los principios de la mecánica. Las dos nuevas ciencias son el estudió de la
resistencia de materiales y del movimiento, ambas de indudable interés para
la física y la ingeniería.
Así pues, Galileo es uno de los creadores del método cientíco al propo-
ner la conjunción matemáticas y observación cuantitativa. Empleó y propuso
el uso de las matemáticas para representar el conocimiento cientíco y al-
teró nuestra comprensión de la observación astronómica mediante el uso del
telescopio, un instrumento que él mismo construyó, y con el que hizo un uso
pionero de lo que desde entonces iba a ser el empleo de aparatos técnicos para
la observación cientíca. Empleando su telescopio para realizar cuidadosas
observaciones del rmamento, fue capaz de ver cosas que nadie había visto
previamente, como las fases de Venus o los cuatro satélites de Júpiter que
giraban alrededor de ese planeta regularmente. Éste último fue su descubri-
miento más espectacular, pues era una evidencia de que no todos los cuerpos
celestes giraban alrededor de la Tierra, como establecía la astronomía ocial
de la época. Éstas observaciones tuvieron un efecto devastador sobre la con-
cepción vigente del sistema solar, y sólo fue posible gracias a una innovación
técnica (un instrumento, el telescopio).
164
ci sta aperto innanzi a gli occhi (io dico l'universo), ma non si può
intendere se prima non s'impara a intender la lingua, e conoscer i
caratteri, ne' quali è scritto. Egli è scritto in lingua matematica, e i
caratteri son triangoli, cerchi, ed altre gure geometriche, senza i quali
mezi è impossibile a intenderne umanamente parola; senza questi è un
aggirarsi vanamente per un oscuro laberinto.23
165
el hombre aspira a comprender el Universo en el que vive, comprensión que le
ayuda a elaborar planes de actuación con los que garantizar su supervivencia
y bienestar.
Francis Bacon (1561-1626) (al que no hay que confundir con Roger, el
franciscano del siglo xiii) representa de forma especialmente clara la reacción
frente a la escolástica aristotélica que había dominado el mundo medieval.
Bacon critica la sabiduría tradicional, por libresca, y resalta la vertiente ex-
perimental del conocimiento. Para él la única información relevante es la
basada en datos experimentales: propugna un conocimiento de la natura-
leza fundado en una adecuada combinación de experiencia y razonamiento
inductivo. Postula que el conocimiento sustentado en la experiencia es el
fundamento de la dominación de la naturaleza, porque sólo conociendo las
causas se pueden producir los efectos deseados. Su obra clave, el Novum or-
166
ganum (1620), contiene la propuesta de un nuevo instrumento intelectual que
impulse el naciente mundo cientíco. En la nueva ciencia que propugna Ba-
con debe regir el postulado de que el control del mundo exterior presupone
su conocimiento, que se alcanza con un método basado en la observación, el
experimento y el cálculo.
Una cita que resume en pocas líneas estas ideas es el aforismo III sobre
la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre25 :
167
se verá en el apartado 6.3). Propugnaba que el principal objetivo del saber
es la cooperación de la investigación cientíca y la utilidad social. En este
sentido propuso la colaboración estrecha entre la ciencia y las artes mecánicas,
frente a la concepción que dominó el mundo antiguo y que consideraba el
saber intelectual y especulativo como la forma suprema de conocimiento, por
oposición al práctico al que se asignaba un rango inferior. Bacon pone además
de maniesto el carácter progresivo y acumulativo de la ciencia. Por último,
deende vigorosamente la utilización de las matemáticas.
168
peración de la concepción del hombre a Su imagen y semejanza, perdida por
la caída original. Su pensamiento es una muestra del antropocentrismo de
la fe protestante en el siglo xvii, para la que la supremacía humana era un
punto capital. Sin embargo, su pensamiento constituye un eslabón decisivo
entre la identicación medieval de la técnica como instrumento de redención
y la emergencia de la mentalidad moderna.
169
en un lenguaje matemático27 . A Descartes le subyugan las matemáticas a
causa de la certeza y evidencia de sus razones 28 . Pero para él las matemáti-
cas no son un motivo de reexión al estilo pitagórico, sino que trata de buscar
en ellas sus posibilidades de aplicación a la descripción del mundo.
170
profunda inuencia tanto en la ciencia como en la ingeniería. Su inuencia
en la razón moderna llega a invadir los sistemas sociales y biológicos.
171
en el conocimiento hay de construcción por parte del hombre, que remite a
formas de pensamiento análogas a las de Bacon, y que en nuestros días han
cobrado un renovado protagonismo.
Descartes y el método
172
En su Discurso del método Descartes indica que es posible llegar a conoci-
mientos muy útiles para la vida y que, en lugar de la losofía especulativa
enseñada en las escuelas, es posible encontrar una práctica por medio de la
cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de
los astros, de los cielos y de todos los demás cuerpos que nos rodean tan
distintamente como conocemos los ocios varios de nuestros artesanos, po-
dríamos aprovecharlos del mismo modo en todos los usos apropiados, y de
esta suerte convertirnos como en dueños y poseedores de la naturaleza 33 .
En esta cita se pone de maniesto cómo el racionalismo de Descartes y el
empirismo de Bacon conuyen en el valor que conceden a la técnica para
controlar el mundo. No obstante las diferencias entre ellos son también con-
siderables. Descartes prima la exactitud y el conocimiento preciso sobre la
utilidad práctica. Pertenece claramente a la generación de europeos que de-
spués de la Guerra de los Treinta Años sentía la ineludible exigencia de
encontrar la certeza, de buscar un marco de referencia único e indiscutible.
Detrás del pienso luego existo cartesiano se encuentra precisamente la per-
secución de un punto de referencia sólido e indiscutible sobre el que edicar
todo conocimiento. Su modelo ideal fue la geometría euclideana, cuyo método
pretendió que se ampliara también a la mecánica.
173
3.3.6. Isaac Newton y la teoría de la gravitación
174
great an absurdity that I believe no man who has in philosophical
matters a competent faculty of thinking can ever fall into it.
175
determinada. Su formulación más precisa se debe a Pierre-Simon de Laplace
(1749-1827) quien parece imaginar una especie de supercomputador que al-
imentado con las posiciones y velocidades de todas las partículas del Uni-
verso permitiría generar su historia utilizando las ecuaciones de la mecánica
racional. Aparecen así indisociablemente unidos el determinismo y la evolu-
ción histórica. El porvenir deja de ser algo misterioso e incontrolable, en el
que se manifestan los caprichos y los designios de los dioses. Por el contrario,
el futuro se puede predecir. Esta predicción concede la posibilidad de cons-
truirlo, al ser posible prever las consecuencias de los actos. De momento todo
ello no era válido más que en el dominio de la mecánica. Pero el éxito del
sistema newtoniano alentó la creencia de que la observación y el experimento,
junto con la descripción matemática, revelarían leyes análogas en biología, e
incluso en las ciencias sociales y humanas. Para ello, se propugna extrapolar
a esos dominios los resultados de la mecánica, contribuyendo así a formular
la visión del mundo que preside la losofía de la Ilustración, en la que el mo-
delo mecánico se generaliza, y con ello unas expectativas que si bien han sido
fecundas en algunos dominios en otros se han mostrado de una decepcionante
esterilidad.
176
Durante el siglo xvii los comerciantes y banqueros alcanzaron un in-
uyente poder político. Hay que esperar al xviii para que los industriales se
sumen a ellos y haga su aparición el capitalismo moderno. No obstante, es
en el xvii cuando empiezan a esbozarse las líneas generales de lo que será
este sistema de producción, llamado a revolucionar los tiempos modernos.
Con el capitalismo las clases dominantes empiezan a implicarse en el proceso
de producción, cosa que no sucedía con anterioridad. La concentración del
poder y la riqueza en manos de terratenientes no facilitaba que se dispusiera
del capital para proceder a la industrialización. Fueron comerciantes y ban-
queros los que dieron los primeros pasos por esa senda que, en la medida
que fructicó, derivó en el capitalismo moderno. Este sistema de producción
proporcionó un mecanismo económico que facilitó la acumulación del capi-
tal necesario para la adquisición de maquinaria, al tiempo que la expansión
comercial permitió la producción a gran escala. Con anterioridad al xvii
el mundo del pensamiento había permanecido ajeno a las necesidades del
mundo de la producción; los hombres instruidos eran miembros de las clases
dominantes o privilegiados servidores suyos que no tenían interés alguno en
los procesos productivos. Sin embargo, a partir del xvii se desencadena un
fecundo intercambio entre los mundos de la producción y del estudio dando
lugar a la moderna ingeniería y al mundo cientíco actual.
177
cierto componente matemático, como la arquitectura, el estudio de las má-
quinas y la hidráulica. Por el contrario en Alemania fueron la química y la
metalurgia las ramas de la ingeniería que adquirieron mayor desarrollo. Tras
esta separación se esconden matices importantes. En el modo de ejercer la
ingeniería que se propugnaba en Francia e Italia dominaba un planteamiento
más abstracto, mientras que por el contrario, en el trabajo de los mineros y de
los aquilatadores de metales dominaba el conocimiento y la experiencia sobre
aquellos aspectos más abstractos. Por otra parte, en Inglaterra se adoptaba
una posición más pragmática vinculada con la producción industrial.
178
eruditos. La estructura social era particularmente permeable, y con indepen-
dencia del origen social se podía llegar a ser un alto funcionario si se supe-
raban unos exámenes de gran dicultad, en los que había que mostrar el co-
nocimiento de miles de signos ideográcos, así como haber memorizado gran
número de libros, y las doctrinas y reglas de Confucio y otros sabios antiguos.
La doctrina confuciana es muy elaborada y compleja pero, sin embargo, está
presidida por un principio fundamental que ha permanecido inalterado a lo
largo de los siglos: toda eminencia debe basarse única y exclusivamente en
el mérito personal (que se conseguía estudiando los textos confucianos, de
modo que se identicaba el mérito con el conocimiento de estos textos).
179
de cultura relojera e implantaron el uso de los relojes mecánicos occidentales.
De este modo se perdió una tecnología que había logrado un gran nivel de
desarrollo con el que se lograba una precisión y exactitud en los relojes que
sólo sería alcanzada por los relojes mecánicos occidentales muchos siglos más
tarde.
180
en el siglo xi y no llegará a Europa hasta el siglo xvi. Durante la Edad
Media, en China se hicieron grandes progresos en cerámica y en la impresión
por bloques. Sin embargo la contribución más importante fue posiblemente
la invención del papel, que estaba llamada a tener un efecto revolucionario
en la difusión del conocimiento.
En el siglo xiii Marco Polo observó que muchos chinos usaban lentes para
mejorar su vista. A nales de la Edad Media su uso se había extendido por to-
da Europa. El propio Galileo las empleó para las observaciones astronómicas
que están en el germen de la ciencia moderna.
181
han tenido en el mundo occidental. Se trata de una muestra clara de que la
técnica no transforma automáticamente la sociedad. La China tradicional,
que al menos hasta la época Renacentista fue claramente superior a Europa
en actividad intelectual, población y comodidades, poseía, sin embargo, unos
mecanismos sociales profundamente estabilizadores quizás, precisamente,
por el nivel de vida alcanzado, y por la complacencia en si misma de la doc-
trina confuciana que impidieron que se desarrollara toda su capacidad de
innovación tecnológica y de transformación social. De hecho se han identica-
do tres soportes sobre los que se ha sustentado tradicionalmente la sociedad
China: una burocracia a la que se accedía mediante complejos exámenes so-
bre las doctrinas confucianas; una economía fuertemente centralizada que
promovía proyectos de obras públicas que garantizaban el pleno empleo; y la
idea de que la mayor parte del conocimiento es peligroso. Estos tres puntos
son respetados incluso por el actual régimen comunista (aunque el primero
debidamente actualizado a los intereses del partido), dos mil años después de
Shi Huangdi.
182
contactos con el mundo occidental. Posteriormente, entre 1600 y 1868, en
el periodo tokugawa, se produce una fuerte regresión y aislamiento, que se
rompe a partir de 1868 en que se inicia el período meiji, caracterizado por
una rápida modernización y adaptación a las modernas tecnologías europeas
y americanas. El caso japonés, con una mezcla de imitación de tecnologías
foráneas y creatividad autónoma, constituye uno de los más exitosos expe-
rimentos de transformación de un país gracias a la técnica moderna. Otro
tanto parece estar ocurriendo en China en nuestros días.
183
Capítulo 4
La ingeniería en la Ilustración
184
ocupan un papel destacado los productos textiles y la metalurgia; que está
asociada también a la sustitución de la herramienta del artesano por la má-
quina de fabricación dotada de relativa y progresiva autonomía; y en la que
hace su aparición la fábrica como centro de producción. La Segunda Revolu-
ción Industrial comprende las grandes transformaciones debidas a la difusión
de la electricidad, el acero, las industrias químicas y las de transformaciones
mecánicas; también hay que mencionar aquí los profundos cambios en los
medios de transporte y las incipientes telecomunicaciones. La tercera, la más
moderna, es la revolución de la energía nuclear, la maquinaria automática, y
la información y las comunicaciones. Estas son las tres fases que se pueden
considerar consolidadas, aunque en la tercera todavía estamos inmersos. En
la actualidad empieza a despuntar una nueva asociada con las biotecnologías
y las tecnologías reprogenéticas cuyas consecuencias apenas se empiezan a
vislumbrar.
Por otra parte, y en el orden político, en el siglo xviii tienen lugar dos
revoluciones que marcan la entrada en los tiempos modernos: la Revolu-
ción americana y la francesa. En paralelo con ellas se están produciendo
en otros países europeos, especialmente en Inglaterra y Holanda, cambios
substanciales. La Revolución americana fue promovida por los colonos de
las posesiones inglesas en Norteamérica que, imbuidos por las ideas de la
Ilustración, se negaron a seguir siendo súbditos de Inglaterra y a pagarle
impuestos. Con la participación, entre otros muchos, de Benjamin Franklin
(1706-1790) varón sensato y sencillo, estudioso de las ciencias de la natura-
leza y descubridor del pararrayos y de George Washington (1732-1799) se
proclamó la independencia de los Estados Unidos y se promulgó en 1776 una
Constitución en la que sea a consagran los sagrados derechos humanos1 a la
libertad y a la igualdad sin embargo, la historia es rica en contradicciones y,
de hecho, consintieron que en sus plantaciones trabajasen esclavos negros.
La Revolución francesa tuvo un proceso más complejo y contradictorio, y
aunque sirvió para propagar por Europa los ideales de la Ilustración, la for-
1 La Revolución americana se desencadena trece años antes que la francesa. Entre sus
textos fundacionales se encuentra la Declaración de los derechos del hombre que empieza
así: Consideramos evidentes las siguientes verdades: que todos los hombres han sido crea-
dos iguales; que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables; entre ellos el
derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.... Esta es una declaración
programática de lo que serán las modernas democracias basadas en el ejercicio del diálogo
y de la libertad de opinión.
185
ma especialmente violenta de hacerlo, tanto durante la propia Revolución,
como posteriormente con las guerras napoleónicas, lastraron la difusión de
los ideales ilustrados.
186
barroco, la ortodoxia, la Contrarreforma, con la pretensión de emancipar al
género humano, liberándolo de las lacras oscurantistas del Antiguo régimen.
No obstante, no aparece asociada a un marco político determinado, pues
sirve tanto de sustento a las monarquías absolutas como a las dos grandes
repúblicas de Estados Unidos y Francia, al tiempo que está detrás de la
evolución de países como Inglaterra u Holanda en los que se produce una
transformación no por silenciosa menos espectacular.
187
a determinados fenómenos del mundo. Se llegó a pensar que este último era
de facto en un sentido absoluto y denitivo tal como lo enunciaba Newton.
En esta propuesta se encuentra lo que en su día buscaron los presocráticos
griegos: la existencia tras las apariencias de una realidad última, en este ca-
so matemática, que es posible desvelar mediante la razón. Para Newton, sin
embargo, descubrir la lógica oculta del universo era comprender y alcanzar la
identicación con la mente del Creador. Su preocupación básica era el rigor
intelectual de sus resultados, en coherencia con sus ideas religiosas, al tiem-
po que desdeñaba la propuesta de Francis Bacon de una ciencia provechosa
para la humanidad. Así, Newton mostró una total indiferencia, si no desdén,
hacia los usos prácticos de la ciencia. Uno de los aspectos de la relevancia
de Newton para la historia que aquí nos tiene, es precisamente que represen-
ta de forma nítida y clara la armación de la superioridad intelectual de lo
cientíco frente a lo técnico. Esta senda sería seguida por los mecanicistas
franceses, especialmente por la Escuela Politécnica de París, como se verá
más adelante.
188
de la miseria, la opresión y la injusticia se encuentra en la ignorancia. El
conocimiento preciso de las leyes que gobiernan el mundo físico, de las que
son un ejemplo eminente las leyes de la mecánica de Newton, permitirían a
los hombres dominar la naturaleza; al comprenderla y controlarla se podría
alcanzar el más alto grado de felicidad posible en el mundo. Al mismo tiempo,
se produce una transposición de los logros alcanzados en el conocimiento del
mundo de la naturaleza (el orden, regido por leyes, del movimiento de los
planetas) al mundo de los hombres y de la sociedad. Se pretende producir
un trasvase metodológico desde la ciencia natural a las ciencias humanas y
sociales trasvase cuyo sentido pretenderá ser invertido en nuestros días en
la postmodernidad. Si las ciencias naturales podían llegar a capacitar al
hombre para modelar el mundo material según sus deseos y necesidades, se
postulaba que las ciencias sociales lo capacitarían para regular su vida en
sociedad, e incluso las ciencias humanas ordenarían su conducta. Con ello se
pondría n a todo infortunio.
189
Así pues, la utopía del siglo de las Luces se basa en la razón, la toler-
ancia, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Se debe al lósofo ilustrado
Immanuel Kant la consigna que se convertiría en lema de la ilustración: sapere
aude, atrévete a saber, ten el valor de servirte de tu propio entendimiento
y prescinde del principio de autoridad para fundamentar tu conocimiento
de las cosas. De este modo, el pensamiento losóco de la Ilustración está
presidido por un principio de autonomía. Rechaza las fuentes tradicionales
de autoridad, sean las armaciones dogmáticas de la Iglesia, la sabiduría de
los señores, o la propugnada por los grupos ideológicamente dominantes. Se
trata de no aceptar, en el dominio del conocimiento, autoridad alguna que
no haya sido o al menos pueda serlo vericada directamente. De este modo
pasan a ocupar un lugar principal la utilidad y la moral (la mayor felicidad
posible para el mayor número posible de seres humanos, según la frase de
Cesare Beccaria (1738-1794), difundida posteriormente por Jeremy Bentham
(1748-1832)). Al mismo tiempo, el espíritu de la Ilustración transpira tam-
bién una pretensión de universalidad, una apertura hacia horizontes en los
que se vislumbraban nuevas formas de identidad, y en la que estaba implícita
una única y esencial categoría para todos los seres humanos.
190
deraba el primer servidor de su Estado, y no su dueño (lo que no deja de ser
un sarcasmo).
191
golpe al supuesto de que el Universo era una totalidad racional fue el ilustrado
escocés David Hume (1711-1776) vinculado al otro gran núcleo de difusión
del espíritu ilustrado5 al poner en entredicho la relación de causalidad y al
cuestionar la posibilidad de deducir lógicamente la existencia de un mundo
externo. Para él, la aceptación del mundo es una cuestión de asimilación de
la experiencia previa, de creencias asumidas más o menos conscientemente, y
de conanza en los datos que aportan nuestros sentidos elaborados mediante
los útiles conceptuales que han sido avalados por la tradición y el progreso.
Aunque Hume es un pensador ilustrado, estas ideas tendrán una gran acogi-
da y propagación en el mundo del Romanticismo, que adquiere sus caracteres
denitorios más radicales en el ámbito germánico. La Ilustración escocesa y
el Romanticismo alemán presentan semejanzas en lo que se reere a su reti-
cencia frente a abstracciones y generalidades, y en su pretensión de primar
lo concreto con relación a lo abstracto.
192
intentando hacer el bien. Ésta será una postura recurrente en la reexión
sobre la técnica en tiempos modernos6 .
193
universalidad de sus conocimientos cientícos con la creatividad inherente a
su búsqueda de soluciones adecuadas a problemas concretos. La tensión entre
esos dos polos es una fuente de enriquecimiento para el método del ingeniero.
194
Una de las primeras propuestas de una unidad natural de longitud era
la de que esta unidad fuese la de un péndulo que oscilase con un período
de un segundo. Sin embargo, puesto que en ese período inuye la latitud
(ya que la gravedad varía ligeramente con ella) dependería del lugar donde
se realizase la medición, con lo que había que privilegiar un emplazamiento
especíco, lo que se pretendía evitar para que tuviera carácter universal. Otro
problema que plantea el péndulo era que requería haber denido previamente
la unidad de tiempo. Por todo ello esa propuesta acabó siendo desechada.
Por n, la aceptada fue la de denir el metro como la diezmillonésima parte
de la distancia del Polo Norte al Ecuador.
195
4.2. La Primera Revolución Industrial
Con las nuevas máquinas comienzan a darse los primeros pasos de la Re-
volución industrial. Por una parte, son máquinas que emplean formas de ener-
gía natural (la energía hidráulica de los ríos) para ser accionadas. Además
progresivamente se van concibiendo de modo que ejecuten mecánicamente
la operación que tienen encomendada. En Francia, Jacques de Vaucanson
(1709-1782) inventa, además de autómatas, que son únicamente exhibiciones
de virtuosismo carentes de utilidad práctica como el pato que come o el
autista, máquinas industriales llamadas a revolucionar la industria tex-
til. Con ellas, además de utilizar fuentes naturales de energía para ponerlas
en movimiento, su propio control empieza también a estar encomendado a
la misma máquina. Se insinúan así los albores de la automatización, en la
que operaciones tradicionalmente ejecutadas manualmente y que, por tanto,
9 D. Cardwell, Historia de la tecnología, Alianza Universidad, pp. 149-150.
196
implican un operario humano cualicado empiezan a ejecutarse mecánica-
mente de forma autónoma. Años antes Blaise Pascal (1623-1662) concibe la
pascalina, la precursora de las máquinas de cálculo automático. Se está en
los comienzos de las máquinas auto-máticas, que funcionan autónomamente,
y que por ello pueden reemplazar al trabajador no sólo en la ejecución de su
trabajo, sino en el control de las máquinas. Sin embargo los efectos de esta
revolución no se dejan sentir con toda su intensidad hasta tiempos mucho
más recientes, con la electrónica y la automática.
197
Si para resumir se quisieran enunciar algunos puntos para caracterizar la
Primera Revolución Industrial, estos podrían ser: utilización del carbón, vin-
culado a la implantación de la máquina de vapor; desarrollo de los transportes
y las comunicaciones, con la correspondiente aparición de distintos focos de
actividad económica; emergencia de una forma de racionalidad acorde con el
espíritu cientíco y llamada a caracterizar los tiempos modernos; supremacía
del capital sobre el trabajo y separación entre ellos; primeros éxitos de la
medicina especialmente en el dominio de la vacunación. En esta época se
van fraguando los modernos ingenieros, que se erigen en abanderados del
progreso, y cuya evolución profesional se asocia al correspondiente desarrollo
industrial.
198
obligaban a que las fábricas se situasen cerca de los ríos; mientras que los
molinos de viento eran muy irregulares en su funcionamiento. Además, las
posibilidades de producir energía hidráulica o eólica eran limitadas. La suma
de esas energías se ha estimado que representa 1/40 de la que utiliza una
persona en las sociedades avanzadas del siglo xx; es decir, el consumo en
promedio de energía por persona es en la actualidad, y en los países desar-
rollados, unas cuarenta veces superior al del siglo xvii. Si a esto se añade el
desmedido crecimiento demográco se comprenderá la causa de la magnitud
de la crisis energética de nuestros días. Además, la energía articial de la que
se dispone en la actualidad es unas sesenta veces más barata que la energía
humana. Desde un punto de vista exclusivamente energético, resulta mucho
más cara la energía gastada por una persona que sube paquetes de un piso a
otro, que el consumo energético de un ascensor para la misma labor.
199
una máquina precursora de la de vapor con la que, aparentemente, consiguió
elevar el agua de las minas.
200
del vapor producido por agua calentada en el propio cilindro. Posteriormente,
si se retira el calor, y se deja condensar el vapor, el pistón desciende bajo la
acción de la presión atmosférica. El movimiento ascendente del pistón es el
menos importante en este proceso. Es el vacío que se crea tras la condensación
lo que tira del émbolo hacia abajo. De este modo el fenómeno alternativo de
expansión y condensación del vapor de agua, con la consiguiente creación de
vacío, genera un movimiento mecánico de vaivén. Se puede decir que en este
movimiento mecánico está el origen de la Revolución industrial del xviii.
201
able, algo que ni el uir del agua de un río, ni el viento, ni ningún animal
de tiro habían podido proporcionar hasta entonces.
202
es una máquina para su explotación industrial. Se pone así de maniesto
la diferencia entre la contribución de alguien al que se puede considerar un
cientíco con la de otro que es un ingeniero. Las formas de proceder de uno
y otro están sometidos a distintas formas de sanción. El uno pretende apor-
tar resultados con relación a la comprensión del vacío, aún en forma de un
ingenioso artilugio, mientras que el otro trata de aportar una máquina para
resolver problemas prácticos de achique de agua en las minas. Que el segundo
tuviese conocimiento de los trabajos del primero, e incluso en el hipotético
caso de que hubiesen podido servirle de inspiración, no implica que fuese pro-
piamente un desarrollo de esos trabajos de los que, según toda evidencia, de
tener noticia sería muy indirecta y exclusivamente sobre los aspectos genera-
les. Además no parece que tuviese ningún interés en los problemas del vacío.
El pistón de Newcomen contiene aportaciones técnicas de entidad sustancial
para la concepción del ingenio que no están en el de Papin, al estar unido a
un balancín que aprovecha mecánicamente el esfuerzo combinado de la fuerza
ejercida por el vapor y la atmósfera. Aunque en el mundo del conocimiento
se puede considerar que hay una transición entre los trabajos de Papin y de
Newcomen, en la práctica la aportación de este último posee una originalidad
y un genio creador que le dan un valor propio incuestionable. Se tiene así una
muestra de las diferentes actitudes y motivaciones de cientícos y técnicos,
cada uno de ellos revestido de sus propias peculiaridades.
203
La contribución de James Watt
204
E
Figura 4.1: Esquema básico de un regulador a bolas de Watt: el giro del eje E
imprime una fuerza centrífuga en las bolas, que se traduce en un deslizamiento
del anillo A, que a su vez actúa sobre la válvula que alimenta la máquina de
vapor.
máquina de Newcomen de modo que cada una de las funciones del cilindro
fuese llevada a cabo por un ingenio distinto: el propio cilindro, con la misma
función de convertir la energía caloríca en trabajo mecánico, y además un
condensador separado, para el enfriamiento del vapor. Se trata de un ejemplo
paradigmático de lo que se conoce como ingeniería radical o revolucionaria,
a la que se aludirá en el apartado 7.2.3 dedicado a las reexiones sobre la
ingeniería de Walter Vincenti.
Por otra parte, el regulador a bolas de Watt tiene una especial impor-
tancia, ya que con él se controla automáticamente el funcionamiento de toda
la máquina. Cuando aumenta la velocidad de giro del motor, las bolas se
separan del eje, por acción de la fuerza centrífuga, y esta separación mueve
un anillo, deslizamiento que se transmite mecánicamente a la válvula que au-
torregula el sistema (gura 4.1). Conviene destacar que la posición del anillo
transmite una información, la de la velocidad de giro del eje de la máquina, y
no una fuerza, y como sucede la del vapor en la transmisión del movimiento de
vaivén convertido en circular por la biela-manivela. De este modo se produce
un cambio sustancial en las máquinas mecánicas en cuyo funcionamiento se
incorpora el procesamiento de información, y que alcanzará su máximo es-
plendor en el siglo xx. De este modo el regulador estaba llamado a tener
205
Caldera
ω :velocidad del eje.
vapor
eje de la máquina.
válvula
Cilindro
206
ωc + válvula Máquina ω
Transmisión
de vapor
-
bolas
ω
De este modo, en el mar, los viejos veleros fueron sustituidos por los
buques de vapor, y al mismo tiempo en tierra rme, los coches de caballos
fueron suplantados por locomotoras también de vapor; con ello los intercam-
bios de productos con nes comerciales y al transporte de viajeros tuvieron
un considerable incremento, así como los movimientos migratorios que se
vieron considerablemente facilitados.
207
En la gura de James Watt y en la máquina de vapor concurren cir-
cunstancias que las hacen especialmente relevantes para la historia de la
técnica y por su repercusión sobre la de la civilización. No sólo concibe una
máquina en la que se integran tecnologías muy diversas la energética, en
la conversión de energía caloríca en mecánica; la incipiente de control au-
tomático, con la integración de la información para el control de la máquina,
mediante el regulador a bolas; la ingeniería mecánica con la incorporación
del sistema biela-manivela sino que el propio Watt explotó, conjuntamente
con el empresario Matthew Boulton (1728-1809), su implantación industrial
con ecacia y éxito. La gura de Boulton es emblemática del empresario del
protocapitalismo. Cuando inició su colaboración con Watt ya se había hecho
famoso como fabricante de botones, cuchillos, cadenas de reloj y hebillas de
zapatos. Ambos, Watt y Boulton, pusieron de maniesto, quizás por primera
vez, y en todo caso de una forma paradigmática, la trascendencia social de
la innovación; con la elaboración de una nueva máquina, llamada a cambiar
la historia, mediante la alianza entre el genio inventor y la capacidad em-
presarial para hacer de ese invento un producto socialmente aceptable. Es
el caso precursor y ejemplar de transición desde la invención, personalizada
en la gura de James Watt, a la innovación, en la que Boulton exhibió su
capacidad empresarial.
208
otros muchos inventores del siglo xviii comenzaron como relojeros.
209
4.3. La Ilustración y las Escuelas de ingenieros
210
ilustrado. Se parte de los ingenieros militares12 , que poseían una sólida rep-
utación profesional y se trata de reconvertirlos en ingenieros propiamente
civiles.
211
Como se ha visto, el término ingenio tiene, desde la Edad Media, unas
connotaciones claramente militares y se emplea para nombrar catapultas, to-
rres para sitios, artillería y otros ingenios de guerra. Ingenieros eran los que
manejaban esos ingenios. A nales del siglo xvii, durante el reinado de Luis
XIV, Francia puso en pie un ejército de más de trescientos mil soldados, que
era el mayor y mejor equipado de los ejércitos europeos. La batalla de Rocroi,
el 19 de mayo de 1643, marca el n de la hegemonía de los Tercios españoles
en Europa que es asumida, a partir de entonces, por el Ejército francés. Hasta
1676 los ingenieros militares franceses formaron parte de la infantería, pero
ese año se organizaron en unidades especiales, los corps de génie. Esta reor-
ganización tuvo consecuencias signicativas. Al crearse un cuerpo autónomo
y permanente se produce una mejor especialización y fomento de habilidades
y otras reglas de comportamiento que conducen a una mayor eciencia en el
desempeño de las funciones propias de ese cuerpo. A nales del siglo xvii sus
necesidades de formación dieron lugar a Escuelas de ingenieros en un sentido
que se aproxima al moderno.
212
Las actividades de esta Escuela ponen de maniesto lo que se estima que debe
ser la actividad propia del ingeniero en la segunda mitad del siglo xviii. En
primer lugar, concebir y representar las obras que se tiene intención de eje-
cutar. Después, coordinar los medios para llevarlas a buen término.
213
4.3.2. Hacia el ingeniero continental europeo con for-
mación cientíca dominante
214
bién Henri Saint-Simon, uno de los primeros socialistas, asumió el signicado
liberador del advenimiento del ingeniero. Saint-Simon era discípulo de Mon-
ge ya en la École de Mézières y mantuvo estrechas relaciones con la Escuela
Politécnica. En el próximo capítulo se insistirá en ese personaje y en la propia
Politécnica.
215
química16 . Hasta el siglo xix no se produce la incorporación de las activi-
dades industriales ligadas a la electricidad al patrimonio de la ingeniería. Por
otra parte, las explotaciones agrícolas y la gestión de los recursos naturales
empiezan también a ser objeto de atención por estos profesionales. Por úl-
timo, ya en el siglo xx, la información y la aeronáutica se incorporan a los
campos de actuación de los ingenieros.
216
de un cuerpo teórico le produjo gran fascinación, y trató de aplicar ese mismo
procedimiento al ámbito de la ingeniería. Sus trabajos sobre ruedas hidráuli-
cas pretenden inspirarse en el mismo procedimiento que Newton utiliza para
comparar la teoría gravitatoria con la observación astronómica. Es decir, el
proyecto de una rueda hidráulica debía ser objeto de un cálculo análogo al de
la trayectoria de un planeta. Para obtener una mayor eciencia de las ruedas
hidráulicas Smeaton desarrolló cuidadosos cálculos, ponderando los distin-
tos factores que intervenían en su funcionamiento y tratando de optimizar
la energía obtenida. De este modo, aplicó al cálculo de máquinas hidráuli-
cas un método semejante al que los cientícos estaban aplicando al estudio
de los fenómenos naturales. En 1752-53 construyó a escala de laboratorio
modelos de ruedas hidráulicas a las que sometió a cuidadosos experimentos,
modicando su forma y las relaciones entre sus partes hasta conseguir incre-
mentar notablemente su ecacia. Estos trabajos prepararon el camino para
el descubrimiento de la turbina hidráulica ya en el siglo xix.
217
desde un primer momento formaron profesionales con destino a la industria,
pero que, a pesar de todo, también siguieron un modelo francés de acuerdo
con el precedente de la École Centrale des Arts et Manufactures de Paris.
Hasta nales del siglo xviii la concepción de las máquinas estaba basada
en la perspicacia y experiencia de sus constructores. La tradición artesanal
se había decantado en una serie de métodos y procedimientos que forma-
ban el substrato a partir del cual el constructor de una máquina elaboraba
sus concepciones. Todo ello se hacía sin recurrir a ningún principio teórico y
se sustentaba fundamentalmente en que, en la medida en que se construían
nuevas máquinas, se ampliaba la experiencia sobre los efectos que se podían
conseguir con los mecanismos y el alcance de lo que una máquina sería capaz
de hacer. Los conocimientos de mecánica teórica eran, en esa época, todavía
muy pobres e insucientes para fundamentar las reglas empíricas de cons-
trucción de máquinas, y menos aún para ayudar a concebir y calcular otras
nuevas.
218
máquinas formaba parte de un curso sobre geometría descriptiva. Su plan
de estudios, propuesto por Monge, planteó clasicar los movimientos de las
máquinas según dos categorías básicas: los movimientos circular y rectilíneo,
por una parte, y los continuo y de vaivén, por otra. Es notable que el primer
tratado sobre teoría de las máquinas se deba a dos españoles, José María de
Lanz y Agustín de Betancourt (sobre este último se tratará ampliamente en
el apartado 4.4.3). El libro17 se abre con el siguiente párrafo que constituye
una declaración de principios con relación al establecimiento de un estudio
sistemático de las máquinas: los movimientos utilizados en las artes mecáni-
cas son rectilíneos, circulares o determinados por curvas dadas y pueden ser
continuos o alternativos (de vaivén) y se puede, por consiguiente, combinar-
los [...] Toda máquina tiene como n transformar o transmitir uno o varios
de estos [...] movimientos.
Algunos de los mecanismos de los que se ocupaba esta teoría de las má-
quinas ya han sido comentados al hablar de la máquina de vapor, como el
movimiento del pistón produce el vaivén de la biela, que actúa sobre una
manivela, la cual a su vez hace girar el volante; de modo que se produce la
transformación del movimiento de vaivén del pistón en el movimiento rota-
torio de un volante.
219
4.3.5. Ingenieros y arquitectos
En primer lugar, los ingenieros estaban mejor formados que los arquitectos
en lo que entonces eran las nuevas matemáticas y las ciencias de la naturaleza,
especialmente la física y la química. Ello les permitía abordar de forma más
sistemática y mejor fundada cuestiones que los arquitectos tendían a resolver
de forma más intuitiva.
220
4.4. El siglo XVIII en España
221
autoridad de los textos tradicionales. Es autor de una Carta losóca médico-
chímica (1680) que constituye un auténtico maniesto del movimiento médico
novator. Apoya la creación de academias como las que ya entonces existían
en Francia, Italia e Inglaterra.
222
la desbordaban.
223
colástica tradicional, hace que los métodos y procedimientos que propugnan
los novatores acaben nalmente por imponerse, aunque sea lentamente.
A nales del xvii la ingeniería militar española se cuenta entre las mejores
de Europa. Baste recordar guras como la de Sebastián Fernández de Medra-
no (1646-1705) o la de Jorge Próspero de Verboon23 . Entre los ingenieros
militares se producen procesos de acercamiento a lo empírico y racional se-
mejantes a los que acabamos de comentar con relación a los médicos.
224
que a nales de siglo se plasmaría en la gura del renovado ingeniero.
225
de la Granja, de Sedas de Talavera, de Tapices de Madrid y la muy renombra-
da de Porcelanas del Retiro, ya en tiempos de Carlos III. Todas ellas fueron
importantes aportaciones a la incipiente industrialización que se estaba pro-
mocionando, desde el Gobierno, siguiendo el modelo francés instaurado por
el ministro Colbert durante el reinado de Luis XIV.
226
nales del siglo xvii. Su primer director fue un italiano, Matheo Calabro, al
que sucedió el asturiano Pedro Lucuce. La Academia Militar de Barcelona
tuvo una gran inuencia y una medida de su calidad la dio su biblioteca en
la que se reunieron unos dos mil volúmenes, en los que estaban representadas
las más recientes obras técnicas y cientícas de la época.
227
En el reinado de Carlos III se adoptan al menos tres iniciativas de trascen-
dental importancia para el tema que nos ocupa: la contratación de profesores
extranjeros para impartir docencia en España; la concesión de pensiones (be-
cas) a estudiosos españoles para completar sus estudios en centros y labo-
ratorios de otros países; y la creación de centros experimentales en los que
desarrollar una incipiente investigación. El resultado de estas iniciativas tiene
manifestaciones muy variadas.
228
mantuvieron correspondencia con los intelectuales franceses más destacados
de la época29 .
229
Escuela Superior de Ingenieros Industriales.
230
Por otra parte, los progresos de la metalurgia estuvieron en gran medida
relacionados con la búsqueda de aleaciones adecuadas para la fabricación de
piezas de artillería.
231
Cádiz, donde fundó el Observatorio Astronómico que posteriormente sería
trasladado a San Fernando. A partir de 1770 dirigió el Seminario de Nobles
de Madrid. Intervino en la instalación en el Arsenal de Cartagena, en 1773,
de una máquina de Newcomen para ser usada en el dragado del puerto, y que
se había construido entre 1772 y 1773 en el propio Seminario de Nobles de
Madrid. Es autor de un tratado de mecánica aplicada a la navegación titula-
do Exámen Marítimo34 (1771) que fue traducido al inglés, francés e italiano.
La Escuela de Ingenieros de la Armada fue creada en 1770, e inició su fun-
cionamiento, en Cádiz, dos años más tarde. En su concepción tuvo también
un papel primordial Jorge Juan. Esta Escuela se considera la precursora de
la actual de Ingenieros Navales.
232
riquísimas minas de carbón de piedra que abunda Asturias, y su comercio
interior y exterior 35 .
233
ese edicio que fue destinado al hoy famoso Museo del Prado.
Durante los reinados de los monarcas Carlos III y Carlos IV se hizo una
importante inversión en ciencia y exploración. Entre las muchas expediciones
cientícas que se realizaron en ese período cabe destacar especialmente dos:
la de Malaspina y la de Balmis. La primera fue organizada por el navegante
Alejandro Malaspina (1754-1810), de origen italiano y formado como mari-
no en Cádiz, que fue comisionado por el Gobierno español para dirigir una
ambiciosa expedición con motivación cientíca y política que recorriese todo
el Imperio. Salió de la bahía gaditana en 1789 y recorrió las costas ameri-
canas, desde Tierra de Fuego hasta Alaska, así como Filipinas y otras islas
de Oceanía, levantando planos, catalogando la ora, realizando observaciones
astronómicas y estudiando el estado político de las colonias hasta el extremo
de que se atribuye a Malaspina ser uno de los precursores de la sociología.
También es notable la Real expedición marítima de la vacuna, entre 1803 y
1806, dirigida por el médico militar español Francisco Javier Balmis (1754-
1810), expedición lantrópica con el objetivo de propagar la vacuna contra
la viruela, descubierta aquellos años.
Agustín de Betancourt
234
cubre la práctica totalidad de la ingeniería. En efecto, con 25 años, en 1783,
recibe el encargo del ministro Floridablanca de visitar las minas de Almadén,
y redacta unas memorias de singular interés en las que analiza con detalle el
trabajo en las minas36 . Este informe se considera como uno de los primeros
estudios de geología industrial española. En la misma época lanza un globo
aerostático en presencia de la corte en Madrid (el cuadro Globo Montgol-
er en Aranjuez de Antonio Carnicero (1739-1811), que se encuentra en el
Museo del Prado, recoge el acontecimiento).
235
transmitir la palabra con la velocidad del rayo). En varias épocas de su vida
se interesa por la industria textil y llega a comprar la Real Fábrica de Algo-
dones de Ávila. También se ocupó del Canal Imperial de Aragón al que dedicó
su Noticia del Canal Imperial. Además de todo ello fue un gran reformador,
labor en la que destaca la fundación de la Escuela de Ingenieros de Caminos
de Madrid en 1802 (aunque cerrada en 1808 y reabierta en 1834), que supu-
so la creación de un Cuerpo de Ingenieros civiles al servicio del Estado, así
como su actividades en San Petersburgo a partir de 1808, al servicio del zar
Alejandro I.
Sin embargo la labor que aquí más interesa es la que acomete el grupo
de pensionados en París: reunir de forma sistemática y exhaustiva una colec-
ción de máquinas, de todo tipo, en maquetas o en planos, con la pretensión
de traerla luego a España, para que sirvieran de foco a la industrialización
nacional. Se trata de una iniciativa digna de encomio, y es lamentable y
frustrante que no llegase a producir el resultado deseado.
Con ese material se crea, en 1788, y bajo la dirección del propio Betan-
court, el Real Gabinete de Máquinas, que abrió sus puertas en Madrid en
1792, en uno de los pabellones del Buen Retiro. En el Gabinete Betancourt
contó con la estrecha colaboración de Juan López de Peñalver39 , que fue
Vicedirector, así como con la del mallorquín Bartolomé Sureda Miserol que
fue nombrado custodio del Gabinete.
39 VéaseJ.L. Peñalver, Descripción de las Máquinas del Real Gabinete, Ed. de J. Fer-
nández Pérez e I. González Tascón, Ediciones Doce Calles, 1991, y A. Romeu de Armas,
El Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro, Castalia, 1990.
236
Betancourt regresa a Madrid en 1791, pero en 1793 se ausentó de nuevo
para pasar una larga temporada en Londres, hasta 1797. En esta estancia
tenía como objetivo conocer con detalle las máquinas desarrolladas por la
industria británica para incorporarlas a la colección del Real Gabinete. La
guerra entre España e Inglaterra le hizo regresar a Madrid.
Hasta hace poco tiempo Juan López de Peñalver era una gura poco
conocida de la Ilustración española, con aportaciones a campos tan variados
como la ingeniería, la economía y el pensamiento hasta el punto de que
se tenían dudas de si no se trataba de distintas personas homónimas. Su
recuperación es relativamente reciente y se debe, por una parte, al hallazgo
casual en los años 50 del siglo pasado y en una librería de viejo, por el
economista Fabián Estapé, de una edición de sus Reexiones sobre el precio
del trigo40 . Estapé quedó asombrado por la calidad de este trabajo, al que
dio gran difusión, y que hoy se considera como una obra clásica precursora
de la economía matemática.
237
de profesionales para la industria, sentando con ello las bases sobre las que
posteriormente se creará el título de ingeniero industrial.
238
Excepto durante una corta estancia en Barcelona, en 1796, Peñalver se
establece denitivamente en Madrid dedicándose intensamente al Gabinete
de Máquinas, acometiendo la redacción de su catálogo y de otros escritos
relativos a las máquinas del Gabinete43 . En este catálogo es notable que
aparezca la descripción de diversas máquinas de vapor, y de sus aplicaciones
correspondientes. Debido a que entre 1793 y 1798 Betancourt estuvo ausente
de España, Peñalver asumió de hecho la dirección del Gabinete. En 1798 fue
nombrado Vicedirector.
239
el que colaboraron activamente, que tratan de incorporar los progresos de la
sociedad francesa; las fuerzas más reaccionarias de la sociedad española, par-
tidarias del absolutismo monárquico y del Antiguo Regimen, que se oponen
a cualquier renovación política de España; y, por último, los liberales que
pretenden aprovechar el movimiento contra los franceses para instaurar en
España una sociedad de corte más democrático y que están en el germen de
la Constitución de Cádiz44 .
240
la libertad en la independencia y la independencia en la industria. Frases
como estas, escritas hace casi dos siglos, no pueden dejar de producir una
profunda fascinación, aunque el paso del tiempo no haya dejado de hacer
mella en ellas. Constituyen una muestra del más lúcido espíritu regenerador,
y conservan su valor como testimonio de la claridad con que unos hombres (de
los que formaron parte los ingenieros de la época) trataron de abrir las vías
de la modernidad en España mediante, entre otras cosas, su industrialización.
241
Capítulo 5
La consolidación de la ingeniería
moderna
242
de vida desconocida hasta entonces. Estos inventos tienen que estar dotados
de ecacia y robustez para gozar de aceptación y difusión en el cuerpo social;
además de que hay que producirlos y mantenerlos a un coste aceptable. Todo
ello lleva a la necesidad de disponer de unos profesionales que lleven a cabo la
profunda alteración en el medio articial que separa las sociedades modernas
de las anteriores: es lo que se produce en el Ochocientos. En este capítulo se
va a analizar esa transformación desde el punto de vista de los ingenieros.
Se verá cómo se modula esa profesión y se dibujan las peculiaridades que la
caracterizarán en el mundo moderno.
243
movimientos ideológicos y sociales que se producen en esa época. Se acaba
con un conciso bosquejo del xx en el que ya se encuentran consolidados
los rasgos de la ingeniería que son dominantes en nuestros días. Sobre este
último período, pese a la trascendencia que en él adquiere la ingeniería, no
se insiste aquí demasiado pues sus notas características se tratan en otros
lugares; además dado el fabuloso desarrollo que en él está teniendo la técnica
su tratamiento, aún supercial, desborda los límites de este libro.
244
Militar, la de Minas, la de Puentes y Calzadas, la de Ingenieros Geógrafos
(Cartógrafos) o la Naval. Por tanto, en la Escuela Politécnica, los futuros
ingenieros militares y civiles compartían aulas durantes tres años, y se sep-
araban solamente en el cuarto (y nal) año de formación, cuando iban a las
Escuelas de aplicación. Desde 1797 todos los estudiantes de la Politécnica
visten uniforme y viven bajo una disciplina militar.
245
tas de las nociones abstractas propias del pensamiento cientíco; que todo
lo necesario, o al menos lo más relevante, para producir un objeto técnico
está contenido en teorías cientícas preexistentes lo técnico se reduciría a
un mero añadido sin constituir una aportación de especial entidad.
246
Frente a esta tradición dieciochesca, de marcado sesgo mecanicista, em-
pezaban a plantearse, aún en el propio ámbito de inuencia francesa, trata-
mientos formales rigurosos de otros fenómenos que escapaban a ese marco
dominado por el mecanicismo. En ese sentido cabe citar a autores como
Joseph Fourier (1768-1830), cuya Théorie analytique de la chaleur se pu-
blicó en 1822 aunque llevaba ya muchos años trabajando en la formulación
matemática de la transmisión del calor en una barra metálica. Asimismo está
Agustín J. Fresnel (1788-1827), decidido partidario de la teoría ondulatoria de
la luz para explicar el problema de las interferencias frente a las dominantes
concepciones corpusculares de origen newtoniano. Por último, conviene tam-
bién recordar a André Marie Ampére (1735-1836), quien propuso una inter-
pretación original, basada en la acción a distancia, de la interacción entre
imanes y corrientes eléctricas que alcanzó una amplia aceptación, especial-
mente a partir de 1820 cuando Hans Christian Oersted (1777-1851) mostró
los efectos de una corriente eléctrica sobre un pequeño imán. Estas mani-
festaciones se han englobado historiográcamente bajo el rótulo de ciencia
romántica, aunque aquí se evocan como una muestra, a veces no pretendida,
de la inevitable reacción ante el mecanicismo laplaciano.
247
como selfactinas (derivación directa del inglés self-acting machines) que eran
máquinas de hilar mejoradas que actuaban de forma automática. Junto con
estas máquinas se empieza a concebir la posibilidad de la fábrica completa-
mente automatizada. Adquiere difusión el uso del término manufactura (ya
empleado anteriormente en las fábricas denominadas Manufacturas Reales)
con cierta distorsión del lenguaje, ya que manufactura, en su sentido origi-
nal, alude a algo hecho con las manos, mientras que en la nueva acepción
se reere justamente a lo contrario, a lo elaborado por una máquina con la
mínima intervención de la mano humana. Se llega a considerar que la ma-
nufactura más perfecta es aquella que llega a prescindir por completo del
trabajo manual. El resultado de la progresiva mecanización del trabajo fue
que la intervención de manos humanas empezó a degradarse, tanto en lo que
hoy se diría valor de mercado, como en la propia satisfacción que produce la
tarea. Asimismo, la utilización de máquinas signicó abrir la posibilidad a la
producción en serie. Aunque la fábrica automática todavía no era posible, ya
empezó a contemplarse como un horizonte que se podría alcanzar.
248
más amplios que los habituales. Sus mayores ventajas son: la economía en la
producción, la estabilidad de precios y la uniformidad de los productos.
El siglo xix destaca por el importante papel que en él jugaron las utopías.
En él alcanza una cierta aceptación la idea de que la sociedad perfecta es
factible, que puede ser concebida y llevada a la práctica. Es una época en la
que los impulsores del desarrollo industrial creían que estaban contribuyendo
a la construcción de un mundo mejor; que como consecuencia de la industria-
lización se avanzaba hacia un estado más racional y deseable de la sociedad;
y que las condiciones principales para que ese progreso continuara eran la
difusión del conocimiento y el incremento de la libertad.
249
hecho el sistema de trabajo en fábricas y la mecanización del proceso pro-
ductivo, condujeron, con el tiempo, a la creación de movimientos sociales,
que se nutrieron de ideas como las desarrolladas por Marx, y que acabaron
logrando, entre otras muchas cosas, una reducción de la jornada laboral. En
la agricultura tradicionalmente se había trabajado de sol a sol, mientras las
fuerzas físicas lo permitían y, además, desde la infancia a la vejez. Ha sido el
sistema industrial moderno el que, como en tantos otros aspectos de la vida,
ha propiciado cambios profundos en este orden de cosas.
Uno de los inventores que aportaron ideas sugerentes para la fábrica au-
tomática ideal fue Charles Babbage (1792-1871), conocido especialmente por
su proyecto de una máquina computadora universal con tecnología mecánica.
Se interesó por los telares automáticos, en particular por los desarrollados en
Francia por J. M. Jacquard (1752-1834) quien, a su vez, se inspiró en los tra-
bajos previos de Vaucansson, que había concebido un telar para la seda en
el que el dibujo del tejido se generaba mediante un dispositivo automático.
Jacquard introdujo considerables mejoras en ese telar, y especialmente una
que ha alcanzado notoriedad: el empleo de tarjetas perforadas con oricios
mediante los que se codicaba el dibujo del tejido. A partir de un ingenioso
mecanismo controlaba la disposición de los hilos en cada nueva pasada de la
lanzadera. Las posibilidades de este mecanismo son inmensas y han tenido
enorme inuencia en el desarrollo posterior de la técnica. Permitían que una
misma máquina fuese programada para producir tejidos con dibujos muy
variados. La idea de las tarjetas perforadas fue empleada posteriormente por
Babbage en su concepción de las computadoras mecánicas programables, y
sería recuperada, ya a mediados del siglo xx, en los modernos ordenadores.
250
que cultivar también los sentimientos, las emociones y los instintos religiosos
de la Humanidad, aunque reconducidos por los logros de la ciencia y de la téc-
nica. Así, propone una pseudo religión atea que respondiese a las necesidades
de la época, a la que denominó abusivamente nouveau christianisme.
251
una disciplina rigurosa, y precisamente bajo la dirección de aquellos que
comprenden los constituyentes de los que está formado el mundo. Éstos son
los que forman la élite que debe propugnar para el progreso humano cosas
tales como las grandes empresas, el capitalismo de estado, la organización
cientíca, una organización de la paz mundial, un parlamento mundial, una
federación mundial. Todo esto es sansimoniano 3 .
252
la mecánica de uidos; y por último de la teoría de las máquinas. El cur-
so de mecánica aplicada de Navier estuvo presente en la enseñanza de los
ingenieros hasta nales del xix.
253
las notables habilidades de un ingeniero comprometido con el desarrollo de
una sociedad industrializada de la que pudiera beneciarse la mayoría de la
población.
254
oscilaciones indeseables.
255
5.2.4. La era del ferrocarril
El primer viaje sobre vías férreas que llevó pasajeros de una ciudad a
otra, del que se tiene noticia, se produjo en 1825, cuando aún no se había re-
suelto el problema de la tracción. Fue George Stephenson (1781-1848) el que
construyó, en Inglaterra, una locomotora para uso comercial en una línea que
se había tendido entre Stockton y Darlington y poco después, en 1830, entre
Liverpool y Manchester. En aquel momento todavía había partidarios del uso
de caballos para tirar de los coches, aunque llevados sobre raíles. Pronto se
impuso el criterio de utilizar una máquina de vapor para ese cometido. La
construcción de locomotoras adecuadas fue posible gracias a la mayor pre-
cisión alcanzada en la construcción de estas máquinas. En 1850 Gran Bretaña
ya disponía de 26.000 km de ferrocarriles. Otros dos países europeos que tu-
vieron gran importancia en la implantación del ferrocarril fueron Bélgica y
Alemania. En esa época los trenes ya llegaban a alcanzar una velocidad de 95
kilómetros por hora. Asimismo se empezó a utilizar un telégrafo eléctrico en
casi todas las líneas de ferrocarril. El primer ferrocarril que se construyó en
Estados Unidos fue en Baltimore en 1830, aunque utilizando caballos y unas
extrañas velas. Hasta unos años después no se comprendió la supremacía de
la máquina de vapor. España se incorporó tardíamente a esta era. El primer
ferrocarril funcionó en 1848, y en 1860 sólo disponía de 1.000 km de vías, que
se ampliaron hasta 15.000 en 1913.
256
las calderas explotasen, y otros tantos pretextos que recuerdan a los que es
posible ver en la prensa de nuestros días, referidos ahora a otros progresos de
la técnica. Sin embargo, el ferrocarril acabaría imponiéndose convirtiéndose
en la arteria para el desarrollo industrial, que requería un eciente sistema
que transportase tanto las materias primas como los productos elaborados
suplantando a los canales como vías de transporte. Ya en la segunda mi-
tad de 1850 el ferrocarril y el barco a vapor revolucionaron profundamente
el comercio mundial. Permitieron a los europeos la importación de productos
alimenticios y de materias primas desde los países en los que se producían
a precios más económicos; y al mismo tiempo la exportación de productos
elaborados con considerable valor añadido; lo que fue determinante para el
propio progreso de los países entonces desarrollados.
La era del ferrocarril está asociada al desarrollo del vapor, del carbón
y del hierro. La construcción de ferrocarriles produjo una enorme demanda
de hierro, que dio lugar a la apertura de nuevas explotaciones mineras y al
establecimiento de importantes complejos siderúrgicos. Aunque los primeros
altos hornos para licuar el hierro en Europa se remontan al siglo xiv en Ale-
mania, es durante el siglo xix cuando la industria del hierro ocupa un lugar
predominante. En la primera fase del ferrocarril todo se hacía de hierro, mien-
tras que en la segunda, a partir de 1870, se empezó a utilizar intensivamente
el acero.
257
5.3. El espíritu del positivismo en los albores
de la Segunda Revolución Industrial
258
Este autor parte del principio de que todo está sujeto a leyes, que pueden
desvelarse mediante la repetición controlada de los fenómenos (es decir, me-
diante el método experimental o inductivo, único que admite) y que, por tan-
to, todo conocimiento debe ser vericable por medio de la experimentación.
Todo progreso es esencialmente material, generador de una riqueza que mejo-
ra el nivel de vida y hace la existencia de los hombres más larga, cómoda y
placentera, reduciendo el tiempo dedicado al trabajo y haciendo que éste sea
menos duro físicamente (y también, en etapas posteriores, menos rutinario y
más interesante) de modo que se disponga de más tiempo para el ocio y el es-
parcimiento. En los países que disfrutan del progreso, la mera supervivencia
ha sido sustituida por formas más cómodas de vida, en las que la posibili-
dad de asueto está progresivamente presente. La propia salud es objeto de
atención preferente y se alcanzan esperanzas de vida antes insospechadas.
259
Comte propuso una clasicación sistemática y jerárquica de todas las
ciencias, formada por la física inorgánica (astronomía, ciencias de la tierra
y química), la física orgánica (biología) y, con carácter precursor, la física
social, más tarde rebautizada como sociología. De hecho, se le reconoce como
creador de esta disciplina por su propuesta de aplicar el método cientíco
al dominio de lo social. Él mismo consideró esta nueva ciencia, la sociología,
como la última y más grande de ellas, que debería incluir a las demás e
integrarlas en un todo coherente.
Otro autor al que hay que aludir en este contexto es John Stuart Mill
(1806-1873), del que ya se habló en el capítulo 1, y que desde el mundo
anglosajón participó del espíritu positivista y compartió la misma fe en el
progreso. Su aportación al desarrollo del método cientíco mediante la codi-
cación de reglas de vericación constituye una contribución más sólida que
las realizadas por Comte.
260
derivan contribuyen a crear una nueva mentalidad: para Comte los ingenieros
eran la vanguardia del régimen positivista. Esto es una manifestación de
la intensa relación que en esa época se armaba que existía entre ciencia
e ingeniería. Sin embargo esta pretensión tenía un claro matiz ideológico.
Lo que en realidad estaba sucediendo es que cada uno de los dos ámbitos
iba redeniendo su propia autonomía, estableciendo los cánones que hacían
aceptables sus productos en sus respectivas comunidades. Todo esto sucedía
sin aorar explícitamente y la opinión dominante presuponía una radical
compenetración entre ciencia e ingeniería, lo que dejó un poso que aún se
mantiene en nuestros días.
261
poder y prestigio, dirimiendo sus diferencias en el terreno de la políti-
ca pacíca, pugnando por atraerse al proletariado en apoyó de sus
respectivas causas. Éste, sin embargo, quedaba excluido del poder. La
sociedad no era lo sucientemente rica como para permitirse asumir
el programa de los trabajadores: semana de cuarenta horas, seguro de
desempleo, seguridad social, aumentos regulares de salarios. Esto tenía
que esperar hasta que, tras un siglo de crecimiento económico contin-
uo y el pleno impacto de la llamada Segunda Revolución Industrial, la
sociedad pudiera soportar el coste de admitir a los trabajadores como
partícipes plenos en la gobernación del Estado. La Segunda Revolución
Industrial creó espacio económico para todos.
El contenido de esta cita puede resultar manido, no está de más traerlo aquí
y recordarlo en el contexto de lo que se está viendo.
262
de André Marie Ampère (1775-1836) y de Hans Christian Oersted (1777-
1836) sobre la inducción electromagnética. Patentó el motor en 1837, por lo
que se considera el precursor de ese tipo de máquinas. Su motor trabajaba
sucientemente bien como para utilizarse en una prensa de impresión. Sin
embargo, el mayor obstáculo para su éxito comercial fue la carencia de fuentes
de energía eléctrica adecuadas para alimentarlo sólo se disponía de baterías,
que además no eran muy buenas.
263
Durante el xix el hombre aprende a domesticar la electricidad, que abre
posibilidades ante las que la máquina de vapor aparece como una antigualla.
La electricidad tiene dos usos fundamentales: distribuir energía y transmi-
tir información. En ambos frentes los progresos son considerables. Las tec-
nologías relacionadas con la electricidad transforman la vida del hombre,
por una parte mediante el funcionamiento de motores, con los que activar
un sinfín de ingenios, y la iluminación de las ciudades, fábricas, hospitales
y domicilios, y por otra permitiendo formas de comunicación instantánea a
cualquier distancia, con la telegrafía, el teléfono y la radiodifusión. En su
lado más sórdido produce la silla eléctrica, que se empleó por primera vez en
1888 en Nueva York.
264
En 1877 presentó un fonógrafo que grababa el sonido en un cilindro de papel
de estaño. En 1879 dio a conocer la bombilla eléctrica incandescente gracias
al lamento de carbón, que es su invento más notorio. La lista de sus inventos
es interminable, llegándose a contabilizar más de mil (aunque muchos de ellos
en realidad sean obra de alguno de sus colaboradores, ya que Edison patenta-
ba a su nombre los inventos de éstos). Es un personaje muy representativo
de la época de los inventos, en la transición del xix al xx.
265
energía del futuro, y proporciona luz, calor, energía mecánica y un número
creciente de aplicaciones en cualquier sitio que se requiera sólo hacen falta
unos cables para llevarla. Posee, pues, la enorme ventaja de que el punto
donde se genera la energía y aquel en el que se utiliza se pueden encontrar
a gran distancia. A nales de la centuria los tranvías con tracción eléctrica
empiezan a funcionar en muchas grandes ciudades y empiezan a electri-
carse las propias líneas de ferrocarriles. En el ámbito doméstico se inician
las aplicaciones al alumbrado y a otros usos, hasta transformarse en algo
imprescindible en los países desarrollados. Todo ello hasta el extremo de que
el consumo de energía eléctrica se convierte en uno de los indicadores de la
riqueza relativa de las naciones. José Echegaray escribió en 1897: La electri-
cidad, ese uido maravilloso para engendrar luz, para engendrar calor, para
transportar fuerzas, para realizar trabajos, desde los más sutiles, de los que
exigen dedos de hadas, hasta los que reclaman músculos de titán, es la última
forma del progreso humano en todo lo que a la industria se reere 9 .
266
cadena que lleva de la teoría a la práctica. Sin embargo, el vínculo que liga
las ecuaciones de Maxwell con la síntesis de Marconi se ajusta con dicultad
a este esquema simplicador.
267
transmisión inalámbrica basados en la inducción magnética entre bobinas10 .
Sin embargo, hasta la trasmisión inalámbrica mediante ondas electromag-
néticas no se conseguiría una solución eciente y general al problema.
268
de los trabajos de Ampère, se había desarrollado una teoría electrodinámica,
de raíz newtoniana, por la que todos los fenómenos eléctricos y magnéticos se
explicaban mediante acciones a distancia entre corpúsculos eléctricos y otras
fuerzas que dependían de las posiciones y el movimiento de estos corpúscu-
los (todo ello sugerido por la semejanza entre las ecuaciones de la atracción
gravitatoria de Newton y la electrostática de Coulomb). Esta teoría, de ori-
gen francés, fue reelaborada en Alemania, especialmente por Wilhelm Weber
(1804-1891); y ésta es la teoría que había aprendido el físico alemán Heinrich
Hertz (1857-1894) de su maestro Hermann Helmholtz (1821-1894) y también
de Gustav Kirchho (1824-1887) quienes, cómo la mayor parte de los físicos
continentales, mantenían el concepto de acción a distancia para las fuerzas
eléctricas y magnéticas, de forma analógica a cómo la había empleado New-
ton en su formulación de la teoría de la gravitación. La idea de un campo
de fuerzas que había propuesto Faraday no tenía todavía aceptación. Esta
es la atmósfera en la que se formó Hertz, sobre quien ejerció Helmholtz un
magisterio especial.
269
que le lleva a abandonar la concepción de acción electrodinámica a distancia
en la que se había formado para sumarse a los partidarios de los campos
electromagnéticos y las ondas de Faraday y Maxwell.
El problema era entonces detectar las ondas que emitía el oscilador. Para
resolverlo, recurrió al concepto de resonancia, tan usado por Helmholtz en
acústica, pero aplicado ahora a las oscilaciones eléctricas. Como receptor o
detector de empleó un resonador de chispa, que consiste en una espiral con
una solución de continuidad (de nuevo pequeñas esferas próximas), de modo
que la llegada de las ondas se detecta mediante pequeñas chispas en el res-
onador (gura 5.1). Empleando el receptor como detector, desplazándolo a
lo largo de laboratorio, fue capaz de determinar los nodos y los máximos de
las ondas y con ello determinar la longitud de onda. A partir de ese valor y
del de la frecuencia, multiplicándolos, obtuvo el valor de la velocidad de las
ondas electromagnéticas que resultó ser aproximadamente igual a la de la luz.
270
Figura 5.1: Experimento de Hertz.
De este modo Hertz descubrió que un circuito oscilante abierto era capaz
de generar ondas electromagnéticas detectables a corta distancia. Se encontró
con lo que hoy se conoce como ondas hertzianas, de las que fue incapaz de
concebir que pudieran tener el más mínimo interés práctico14 . Se ve, pues, que
la transición corrientemente aceptada de Maxwell a Hertz requiere algunas
matizaciones. Algo análogo sucede con la de Hertz a Marconi.
271
fenómeno, y no el de desarrollar artefactos que lograsen una implantación
social y una explotación efectiva. De modo que aunque logró importantes
progresos con relación a los trabajos de Hertz y llegó incluso, al contrario
que éste, a postular la transmisión inalámbrica, no consiguió, sin embargo,
materializar sus ideas en artefactos susceptibles de una amplia utilización.
272
hicieron acreedor del Premio Nobel de Física en 1909 (con lo que se convirtió
en uno de los pocos ingenieros a los que se ha otorgado).
273
Figura 5.4: Aparato receptor de Marconi, de 1895.
274
Figura 5.5: Sistema de emisión y recepción de Marconi de 1897.
275
la cubre en el sentido de la teoría de la cobertura legal de Hempel que se
discutirá en el apartado 6.2.5) sino que es una ingeniosa derivación, apuntada
por la intuición en la búsqueda de una aplicación utilitaria, del experimento
concebido por Hertz con el n, ajeno a la telegrafía inalámbrica, de comprobar
si la transmisión de los fenómenos electromagnéticos se hacía por medio de
acción a distancia, o requería de un tiempo nito asociado a la propagación
de un fenómeno oscilatorio.
276
explotación de la energía de fusión (más allá de su utilización destructiva)
se conocen desde los años 50 del siglo pasado18 , y sin embargo aún no se
vislumbra cuando se conseguirá habilitar un reactor (el retrasado proyecto
ITER) con el que explotar esta forma de energía.
277
de forma más consecuente para nes utilitarios. La penetración de la ciencia
en la ingeniería moderna se debe además a la difusión de la cultura cientíca
y en particular a la profunda formación cientíca que poseen los ingenieros,
que hace que toda nueva concepción técnica se produzca sobre un transfondo
de conocimiento cientíco. No se concibe que nadie aborde hoy con éxito la
realización de un ingenio sin el mejor conocimiento cientíco disponible con
relación a los elementos que lo integran. Por ello se puede decir justamente
que la ciencia inuye decisivamente en la realización práctica de los artefactos
que conciben los ingenieros. Pero no por ello la historia de la técnica pierde
su autonomía. Al contrario esa inuencia hace necesario el denir claramente
su especicidad, para evitar ser relegada como algo subalterno. Al n y al
cabo, la técnica está en los orígenes de nuestra civilización. Posee un carácter
propio que debe ser expresamente reivindicado. Para hacer es necesario saber,
aunque no sea suciente pues el hacer posee rasgos propios que no lo reducen
a una mera aplicación, más o menos subordinada, de lo que ya se sabe.
Otros inventores
278
el xix, y especialmente en Francia, cuando la turbina hidráulica alcance su
denitiva implantación. Asimismo, la turbina de vapor desempeñó un papel
fundamental en la producción de energía eléctrica en la época que se está
considerando. En relación con la máquina de vapor presenta dos sensibles
ventajas: alcanza mayores coecientes de ecacia y de potencia, y elimina la
necesidad de una biela para convertir el movimiento de vaivén en otro cir-
cular. En la segunda mitad del siglo xix se realizaron múltiples intentos de
conseguir una turbina aceptable que culminaron en 1884 con la patentada por
Charles Parsons (1854-1931). De este modo desbordó, tanto en tamaño como
en eciencia, a la tradicional máquina de vapor y se convirtió en un elemento
insustituible para la generación de electricidad y la navegación marítima.
279
en la historia de la civilización occidental. Las máquinas se convierten en
bienes de consumo, más que en instrumentos de producción. Hacen su apari-
ción las tecnologías volcadas al ocio, como la radio y la televisión. Incluso
el automóvil, que se concibe inicialmente como un lujo19 , después, con su
incidencia en la urbanización dispersa, se ha conviertido en muchos casos en
un útil indispensable para la vida actual. De este modo, el hogar moderno,
con sus aparatos electrodomésticos y su proyección exterior mediante el au-
tomóvil, se ha convertido en uno de los elementos característicos del mundo
articial. Las máquinas han sustituido al servicio doméstico transformando
el papel del ama de casa en operadora de máquinas. La liberación del trabajo
del hogar ha alterado radicalmente costumbres sociales muy asentadas, que
formaban parte de la propia estructura de la sociedad, teniendo una inciden-
cia decisiva en la emancipación de la mujer y en su incorporación al mercado
laboral. Todo ello ha modicado sustancialmente nuestro entorno inmediato
y ha acentuado sus aspectos articiales en una medida que parece abocada
a un crecimiento exponencial para el que es difícil, hoy en día, imaginar una
cota.
280
para la misma Escuela, que fue la primera de su clase que hubo en España.
También se le asocia con la introducción de la radiocomunicación, con su
participación en la primera presentación pública del invento de Marconi, en
Sevilla21 , donde entonces residía, en la primavera de 1899. Sin embargo, es
en el dominio de la química y la agricultura donde sus aportaciones fueron
más personales y notables. Llevó a cabo estudios tanto sobre los vinos como
sobre los aceites de oliva comestibles, y se interesó por las bras textiles de
origen vegetal, como el ramio, del que se obtiene una bra más resistente que
el lino.
281
riamente producidos por los seres vivos, como se pensaba antes de la síntesis
articial de la urea y de otros compuestos orgánicos. Este descubrimiento
debilitó la escuela vitalista en biología, y marcó también el nacimiento de la
bioquímica.
282
La aviación
283
no era sobresaliente (acaso justamente la necesaria para abordar sus proyec-
tos), pero que poseían un desbordante entusiasmo y capacidad de invención.
De hecho ninguno de los hermanos recibió más enseñanza que la secundaria.
Orville era campeón ciclista, por lo que se dedicaron al negocio de reparación
de bicicletas, en el que adquirieron gran destreza en tecnologías mecánicas.
Su ación por el vuelo de aeroplanos les llevó a interesarse por los trabajos
de Otto Lilienthal (1848-1896), ingeniero alemán que dedicó años de estudio
a los planeadores y que construyó el primero con mandos en 1891. Sin em-
bargo, no poseían un control adecuado y terminaban estrellándose (en uno
de estos fatales accidentes perdió su vida el propio Lilienthal). Los hermanos
Wright además de dotar a su aeroplano de propulsión y de un timón, in-
ventaron un ingenioso mecanismo mediante el cual podían deformar las alas,
de modo que si una de ellas aumenta el ángulo de ataque la otra lo dis-
minuye dando lugar así a un par compensador mediante el cual el piloto,
modicando mediante sus mandos esa deformación, podría contrarrestar las
perturbaciones atmosféricas. Ello les permitió maniobrar su aeroplano evi-
tando las peligrosas inestabilidades laterales que tan funestos efectos habían
tenido en intentos previos de volar con planeadores (el fatal accidente que
había constado la vida de Otto Lilienthal se imputaba a la pérdida de con-
trolabilidad), por lo que los hermanos Wright se dieron cuenta de que la clave
del éxito estaba precisamente en conseguir esa controlabilidad lateral. Este
mecanismo de deformación es un precedente de los modernos alerones. Esta
última contribución, que fue objeto de una patente, es posiblemente la más
importante de sus contribuciones y fue una de las claves de su éxito. Por otra
parte se beneciaron de los progresos en los motores de combustión interna,
mucho más ligeros que los que se habían conocido hasta entonces.
284
El fordismo y la producción en masa
En ese mismo período junto con los fenómenos de carácter técnico, apare-
cen otros de naturaleza socioeconómica llamados a incidir de forma decisiva
en las revoluciones industriales. Al contrario de lo ocurrido en la Primera, la
Segunda favorece también a las clases trabajadoras, al menos en los países de-
sarrollados22 . En los procesos de esa naturaleza que se producen a principios
del siglo xx tienen especial relevancia Henry Ford (1863-1947), al inventar
el fordismo. Su decisiva contribución a la organización de la producción es
el llevarla a cabo mediante cintas transportadoras. Estas cintas se emplea-
ban ya a nales del xix en las fábricas de carne y conservas de Chicago,
entre otras instalaciones fabriles. Pero fue Ford el que alrededor de 1910 las
aprovechó con gran éxito en la fábrica de Highland Park, cerca de Detroit,
para la fabricación de automóviles. Posteriormente, hacia 1920, se concibe la
cadena de montaje totalmente automática.
285
ese momento las economías de escala y la división del trabajo se convierten
en las reglas básicas de la gestión empresarial. De este modo Ford marca un
hito en la producción industrial y aporta un ejemplo paradigmático de cómo
se entrelazan técnica, producción y cambio social. Tanto comunistas como
nacionalsocialistas, situados ambos en las antípodas del modo de producción
capitalista, llegaron a expresar un profundo respeto hacia la obra de Ford23 .
286
primera vez el mundo que habita. El optimismo implícito en este dominio
hoy ya no resulta tan claro y más adelante, y especialmente en el capítu-
lo 9, se reincidirá sobre ello. Sin embargo, a nes del xix es patente que un
número cada vez mayor de seres humanos se benecia de las innovaciones que
se producen. Estos benecios dan lugar a un desbordante optimismo que se
extiende a todos los ámbitos de la vida, al menos en los países incipientemen-
te desarrollados. Parecía que al n se había alcanzado una época en la que
iban a resolverse los problemas seculares asociados con la miseria y las enfer-
medades. Los primeros años del siglo pasado se vivió la ilusión del inicio de
una nueva era en la que el internacionalismo y los valores compartidos garan-
tizasen una prosperidad creciente. Ese optimismo iba a mantenerse hasta que
se produjo la catastróca decepción de la Primera Guerra Mundial.
El nal del siglo xix preludia los radicales cambios con los que arrancará el
xx. Como se ha de ver es una época en la que se entremezclan el desbordante
optimismo que produce la época de los inventos, la creciente penetración del
espíritu cientíco en diferentes ámbitos del saber, junto con una incipiente
crisis de los valores estéticos que habían dominado los siglos anteriores y que
conducirá a la revolucionaria renovación artística que se produjo en el siglo
pasado.
287
(1879-1955), a los que inspiró penetrantes reexiones losócas y físicas. Goza
de amplia aceptación la profundidad del pensamiento losóco y cientíco
de estos dos autores (especialmente del primero); aunque, se ha ignorado, si
no desdeñado, la inuencia que tuvieron en sus obras ciertas innovaciones de
la técnica de su época. Galison propone que las contribuciones de Poincaré y
de Einstein a la teoría de la relatividad tienen sus orígenes precisamente en
reexiones suscitadas por esas innovaciones.
288
Antes de que las factorías normalizasen la vida laboral, los sistemas fer-
roviarios, con sus cruces, hicieron imperativo conocer dónde estaba cada tren
en todo instante de tiempo, lo que situó en primera línea el problema técnico
de la sincronización de los relojes. En la última parte del siglo xix la norma-
lización del tiempo se habían convertido en un problema prioritario tanto
para los ferrocarriles y el mundo empresarial, como para los astrónomos. La
ocina de patentes de Berna fue un centro en el que tuvo especial incidencia
este proceso.
Tres años más tarde Poincaré retomó sus investigaciones sobre los fun-
25 Lamedida del tiempo, capítulo 2 de H. Poincaré, El valor de la ciencia, Espasa-
Calpe, 1946, 33-45.
289
damentos de la electrodinámica con ocasión de la jubilación de Hendrik
Lorentz (1853-1928). Poincaré fue siempre partidario de mantener la cción
del éter para la interpretación de las ecuaciones del campo electromagnético
de Maxwell. Lorentz había propuesto un tiempo local que difería del tiempo
verdadero (newtoniano) en una magnitud de vx/c2 , en donde v es la veloci-
dad del móvil, c la velocidad de la luz y x la coordenada de posición. Poincaré
comprendió que este tiempo era el que marcaban los relojes situados en un
cuerpo en movimiento, con la condición de que éstos estuviesen sincronizados
mediante un intercambio de señales luminosas viajando con velocidad cons-
tante y en un medio isótropo. Poincaré obtuvo con ello el elemento esencial
para una interpretación física de las transformaciones de Lorentz. Según Ga-
lison, fueron las reexiones técnicas y losócas de Poincaré sobre la medida
del tiempo las que le condujeron a esta innovación radical.
290
de una teoría que es, a su vez, resultado de una convención. Así, la teoría de
Newton muestra un ajuste con los datos observacionales aunque incorpore
una hipótesis, como es la acción a distancia, que acabaría siendo desdeña-
da en su literalidad, lo que no ha impedido a la teoría seguir prestando un
irremplazable servicio para determinados cálculos en mecánica.
291
uniforme. Los dos miden la misma velocidad de la luz tanto en su propio
sistema de referencia como en el del otro, de modo que por medidas de
esa velocidad son incapaces de descifrar su propio estado de movimiento; al
contrario de lo que sucede con otras magnitudes físicas, como es la velocidad
del sonido, sometida al efecto Doppler, que permite distinguir si un tren se
acerca o se aleja. Para ello tuvo que aceptar conclusiones tan poco intuitivas
como que el tiempo transcurre más lentamente para un objeto en movimiento
que para otro en reposo. Estas conclusiones sin embargo se han vericado
experimentalmente al estudiar la vida media de partículas elementales, como
los muones. De este modo el carácter constante de la velocidad de la luz ha
determinado que la visión tradicional del espacio y el tiempo, como marco
de referencia absoluta, se haya transformado en una nueva concepción en
la que dependen íntimamente del movimiento relativo entre el observador
y lo observado. La intuición resulta violentada al tener que aceptar que la
extrapolación de los resultados que se obtienen para pequeñas velocidades de
los móviles no son válidas cuando estas velocidades se acercan a la de la luz.
292
5.5. La Revolución de la Información
293
sin hilos y después la radio. En los orígenes del empleo de la electricidad en
España para emitir señales se encuentra la conexión telegráca establecida
entre Madrid y el Palacio Real de Aranjuez en 1795, concebida y realizada
por el ilustrado barcelonés Francesc Salvá i Campillo (1751-1828). En todos
estos inventos la información se convierte en algo manejable para el ingeniero
y con ello se sientan las bases de una de las grandes revoluciones técnicas de
la humanidad.
294
tomatizar esa clase de trabajos. Se trataba de un artefacto mecánico basado
en engranajes, pero cuya concepción resulta sorprendentemente precursora
de los modernos ordenadores. Lamentablemente Babbage no llegó a ver cul-
minado su proyecto y su trabajo no tuvo ninguna repercusión práctica. De
hecho los precursores más importantes de los modernos ordenadores fueron
las máquinas de ocina: máquinas registradoras y de escribir. Compañías co-
mo IBM y NCR, que llegarían a ser los líderes del cálculo electrónico, tienen
sus raíces en empresas del siglo xix dedicadas a la construcción de máquinas
mecánicas de ocina.
295
memoria y una unidad de procesamiento aritmético, así como una unidad de
control. La gran innovación es que en su memoria podían coexistir los datos
que había que procesar y las instrucciones para realizar ese procesamien-
to. Eran máquinas con una concepción dotadas de una cierta versatilidad
para los problemas a los que se aplicaban, lo que se conseguía mediante el
almacenamiento de programas. Otro proyecto, de la misma época, es ACE
(Automatic Computer Engine) en el que estuvo involucrado el propio Alan
Turing29 (1912-1954), pero que tampoco llegó hasta sus últimas consecuen-
cias, aparentemente por falta de nanciación adecuada. En 1948 el Mark I
de la Universidad de Manchester se convierte en el verdadero primer orde-
nador30 .
296
módulo electrónico. Se inicia así una carrera en la reducción del tamaño de
los circuitos electrónicos que conduce al desarrollo de la microelectrónica, sin
la que no se hubiesen alcanzado los grados de integración con los que ha sido
posible fabricar los ordenadores actuales.
297
2. Según la United States Semiconductor Association el año 2006 la pro-
ducción mundial de transistores fue superior al número de granos de
arroz cosechados.
3. En los años 1950 del siglo pasado cada 1000 euros invertidos en la com-
pra de un ordenador producían una potencia de procesamiento de un
cálculo por segundo. En 2007, con esos 1000 euros, un ordenador per-
sonal suministraba una potencia de procesamiento un millón de veces
más grande.
298
a su vez, el origen de ramas de la ciencia y de la ingeniería que represen-
tan una ruptura con respecto al mundo cientíco establecido cuando hacen
su aparición. La máquina de vapor es el origen de la termodinámica y del
control automático. De forma análoga, la informática incluye, además de las
cuestiones prácticas relativas a las aplicaciones de los ordenadores, los de-
sarrollos teóricos correspondientes. Los trabajos del matemático inglés Alan
Turing son precursores en este orden de cosas.
299
mas de segundo cálculos y operaciones para las que un ser humano requeriría
tiempos incomparablemente mayores. Los límites posibles para estos factores
multiplicadores aún no se han alcanzado. Y lo que es más notable todavía,
su crecimiento se produce de forma acelerada.
300
lución resultará, entre otras cosas, de la conuencia de los notables avances
cientícos y técnicos que se están produciendo, entre otros campos, en la in-
geniería genética o en la ingeniería de tejidos de los seres vivos, dando lugar
a un cierto solape entre medicina e ingeniería. Además, la conjunción de nan-
otecnologías y tratamientos médicos abre un mundo de posibilidades para lo
articial ante el que cabe sentir es asombro, admiración, vértigo y miedo.
301
mediante las nuevas tecnologías biológicas. Los animales domésticados son
artefactos biológicos. Por otra parte, la partición entre natural y articial
adquiere en este contexto formas peculiares; pues al tratarse de seres vivos,
con capacidad de reproducirse, parecen más naturales que los ingenios elec-
tromecánicos que son inequívocamente articiales; cuando aquellos son tam-
bién producto de un designio humano, de improbable supervivencia, al menos
en su forma actual, en un mundo natural en el que no estén presentes los
hombres. Uno de los más perturbadores efectos de la Revolución Biológica
es el de situarnos en un mundo en el que las especies que pervivirán no son
aquellas más aptas para sobrevivir en la naturaleza sino las que resulten más
interesantes para ser producidas. Aunque este hecho es tan antiguo como
la civilización, con las modernas técnicas genéticas coneren al hombre un
poder sin precedentes. Las posibilidades que se abren con las nuevas tec-
nologías desbordan el marco de lo comúnmente aceptado y afectan incluso
a concepciones profundamente arraigadas. La radicalidad de este cambio no
debe pasar desapercibida.
302
de su modo de vida. En medio de estas dos revoluciones biológicas, las revo-
luciones asociadas con las máquinas (y sin las que no habría sido posible la
biológica que hoy se atisba) pueden parecer cosas menores.
303
artilugios que alteran profundamente el entorno más inmediato del hombre.
Aunque se produzcan denuncias por la profanación de parajes naturales, o
por el declinar de la artesanía, sin embargo se considera que esas vicisitudes
son un tributo aceptable a cambio de los benecios del progreso. Los pueblos
europeos junto con Estados Unidos nunca habían vivido mejor.
Durante esa época dorada, los ingenieros llegaron a considerar que esta-
ban mejorando el mundo, no sólo con los productos de su trabajo, sino incluso
con su manera de pensar. Pretendían que los modos de hacer del ingeniero se
pudieran aplicar a todos los ámbitos de la vida. Así como se puede decir de
algo que se hace more geométrico a la manera de la geometría, primando
lo matemático, también se puede hablar de un more ingenieril, que comporta
una forma de actuación racional y efectiva, realista y ecaz. Al n y al cabo,
¾no eran ellos los artíces de la aplicación del prestigioso método racional a
la resolución de problemas utilitarios? Nada malo parecía que pudiera des-
prenderse de lo que hacían. La propia naturaleza de su trabajo se aceptaba
como creativa, constructiva e intrínsicamente positiva.
Sin embargo, en la primera mitad del siglo xx, pero especialmente con
posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, se inicia una nueva etapa en la
que la percepción social de la técnica cambia radicalmente. Ya a lo largo de
la historia de la Revolución Industrial se habían escuchado voces contra los
efectos perniciosos del progreso, en especial la suplantación del individuo por
la máquina, pero estas denuncias habían quedado acalladas ante la evidencia
de los benecios mayoritarios aportados por la técnica. Pero, a mediados del
siglo pasado, cuestiones tales como los problemas inherentes al desarrollo de
la energía atómica (no sólo el peligro de una guerra nuclear, sino también los
problemas de los residuos radiactivos de las centrales, su vulnerabilidad a ac-
304
ciones terroristas, o la posibilidad de graves averías en ellas, con su secuela de
persistentes y potencialmente desastrosos efectos radioactivos como se puso
de maniesto dramáticamente en la catástrofe de Chernobil) o la contami-
nación que acompaña a la industrialización, empiezan a producir reticencias
que se traducen en cambios sustanciales en la percepción del progreso técni-
co. Se empieza a apuntar un cierto cambio en la actitud social con relación
a la ingeniería.
305
cultura y de la industria, que han descompuesto los previamente duraderos
equilibrios ecológicos, e incluso son acusados de alterar el propio clima; las
biotecnologías que permiten al hombre intervenir sobre otras especies y so-
bre él mismo; ante todo ello cabe preguntarse si una llamada de atención
no es la actitud más consecuente. Preocupación que, por otra parte, aunque
ahora tenga rasgos peculiares, es inseparable del hombre ante la ineludible
incertidumbre del futuro.
306
un producto suyo.
Ante ello se reacciona con distintas actitudes, una de las cuales propugna
renunciar a las codiciadas graticaciones del mundo articial con el n de
salvar la naturaleza, aunque hubiera que sacricar, si fuera necesario, el pro-
ductivismo que caracteriza al siglo xx. Se trataría de recuperar las viejas
virtudes del ascetismo y de la pobreza. Aunque, incluso con esto último, y
dada la población existente sobre la Tierra, resulta difícil, si no imposible,
concebir que se alcance un equilibrio viable salvo que se extinga una parte
considerable de esa población.
Otra actitud es la de los que propugnan que, puesto que el hombre conoce
y aprecia el impacto y las consecuencias de la técnica moderna, lo que hay
que hacer es aplicar ese conocimiento a una mejor gestión del sistema ecológi-
co. Se pretendería asegurar el control de los equilibrios y de los recursos,
transformar sin destruir, explotar sin agotar. Se trataría de llevar a cabo la
gestión que permitiese una industrialización con rostro humano mediante
un crecimiento moderado y una implantación intensiva de técnicas y disposi-
307
tivos anticontaminación. Con ello se perseguiría controlar la propia actividad
transformadora humana que pudiera poner en peligro la biosfera tal y como
hoy se conoce. El ser humano ha demostrado estar dotado de una insacia-
ble de voluntad de dominio que se ha transgurado en la técnica con la que
ha llevado a cabo esa transformación. ¾Es posible explotar esa capacidad de
dominio para generar un entorno que sea viable?36
Hay una tercera actitud que es la de los que aceptan como inevitable que la
evolución de la vida en el planeta produce cambios a los que ella misma tiene
que adaptarse. Consideran que la incidencia del incremento de la población
humana es de tal naturaleza que el equilibrio ecológico sobre la Tierra ya
ha sido irreversiblemente violado, por lo que no hay más que plegarse ante
lo inevitable procurando, eso sí, que los efectos sobre la población actual
o futura, aunque así dicho sea un tanto ambiguo sean mínimos, pero sin
desdeñar la inevitable alteración de la vida, y con ella del hombre, que se
producirá en los próximos siglos.
308
pretensión adicional de alcanzar para la práctica totalidad de ella el nivel
de vida del que hoy disfrutan las naciones más adelantadas el cual, por su
parte, no dejará de crecer en una aparente carrera sin n.
En todo caso hay que someter a una profunda revisión la moda actual
de ensalzar lo natural frente a lo articial. En las páginas anteriores debe de
haber quedado sucientemente claro que toda la historia de la civilización
(desde la protección de los poco capacitados y la utilización de herramientas
elementales, en la más remota antigüedad, hasta nuestros días) es el resulta-
do de actuaciones antinaturales y que, precisamente, en ellas está la base
de nuestro éxito evolutivo. No resulta posible pensar que hoy vivamos sobre
la tierra más de seis mil millones de habitantes sin ese entorno articial del
que nosotros mismos formamos parte. Otra cuestión es el abuso desmedido
de la alteración del medio para explotarlo localmente, sin pensar en las fu-
turas generaciones (nuestros hijos, al n y al cabo) o en las amplias capas
de población que permanecen ajenas a los benecios de esa explotación. El
ingeniero, como el resto de la población, pero acaso de una forma más sig-
nicada, no puede eludir el peso de una cierta responsabilidad ante todo ello,
ya que es uno de los principales artíces de la génesis del mundo articial.
Ante esos deterioros se están proponiendo tecnologías con las que con-
trarrestarlos, atenuar sus secuelas, convivir con ellos, sacarles algún partido
si ello fuera posible, o incluso tratar de revertirlos. Entre ellas destacan las
energías renovables, la eciencia energética (aislamiento térmico, iluminación
de bajo consumo,...), el reciclaje industrial, la gestión del agua, entre otras
muchas. Todo ello representa un cambio radical en la concepción de la técni-
ca que hasta nuestro tiempo consideraba al medio natural como un recurso
inagotable del que beneciarse. Por otra parte, el supuesto básico de la teoría
económica clásica de que el libre mercado asigna de forma óptima los recur-
sos prescinde del hecho de que el precio de bienes y servicios no reeja, al
menos de momento, ciertos efectos medioambientales, que por otra parte no
son fáciles de evaluar económicamente.
309
producción. En este sentido, es notable el profundo cambio que se ha regis-
trado en la agricultura de las regiones menos desarrolladas, en los años 60
del siglo pasado, mediante la llamada revolución verde (a la que se asocia
al nombre de Norman Borlaug (1914-) considerado por muchos el padre de
la agricultura moderna) favorecida por la introducción de nuevas variedades,
sistemas de irrigación y fertilizantes. El crecimiento de la población ha hecho
inevitable una agricultura intensiva que está produciendo un salto cualita-
tivo en la componente articial de la propia agricultura. Se promueven con
ella actuaciones agrícolas en las que productos químicos, en especial a base
de nitratos, hacen que las plantas crezcan más y más rápido, y presenten
mayor resistencia a las plagas. Se están resolviendo así problemas seculares
de hambre en amplias zonas del planeta.
Por otra parte, los treinta años que siguieron a la Segunda Guerra Mun-
dial marcan un período de especial crecimiento y cambio. En los países ricos
la producción alcanzó cotas sin precedentes en la historia del mundo, que
no se han repetido en ellos desde entonces. En parte de Europa, incluida
España, es el período en el que se culmina la Revolución Industrial, con el
consiguiente desplazamiento del empleo desde la agricultura a la industria
primero, y a los servicios después. El gran desarrollo del mundo occidental
durante los dos últimos siglos estaba basado en unas relaciones comercia-
les con los países emergentes que suministraban alimentos y materias brutas
a bajo coste y adquirían manufacturas con gran valor añadido producidas
por los países ricos. Sin embargo, esta pauta se ha alterado, especialmente
en China, y antes en el Japón, que se han convertido en productores de
manufacturas en las que han basado su espectacular crecimiento económico.
A partir de 1976 el Partido Comunista Chino modica sus planteamientos
económicos renunciando a la agricultura colectiva y promoviendo explota-
ciones agrarias tradicionales de corte familiar. El resultado de ello ha sido
un enorme crecimiento de la productividad del campo, que se ha transmitido
310
a las industrias rurales y que ha dado lugar a una de las transformaciones
más rápidas y profundas en la historia del mundo, que afecta a centenares
de millones de personas. En ello consiste una de las grandes novedades del
mundo globalizado, como es la transformación de países considerados hasta
ahora exportadores de materias primas, nada o poco elaboradas, en suminis-
tradores de productos manufacturados, produciéndose con ello una radical
mutación de la geoeconomía mundial.
311
Capítulo 6
La ingeniería moderna y el
pensamiento
312
técnica era para Kapp un medio de sobrellevar la dependencia de la dura
naturaleza; un medio para conquistar el tiempo (mediante los sistemas de
comunicación, desde el lenguaje al telégrafo) y el espacio (mediante la agricul-
tura, la minería, la arquitectura, la ingeniería civil, etc.). Su tesis principal
es que las técnicas son proyecciones de los órganos humanos. En su libro
abundan ejemplos de la relación entre los órganos del cuerpo y las técnicas
desarrolladas a lo largo de la historia de la Humanidad.
313
nuevos productos y procesos estaban basados en principios y concepciones en
los que estaban involucrados resultados de la ciencia fundamental. Se propa-
ga la fe en que la ciencia desinteresada a la que elocuentemente se llama
pura es el origen de todos los progresos tecnológicos por lo que también
se denomina básica y esta creencia permanece preponderante e inalterada
hasta mediados los años 1960. Durante tres siglos se había cultivado la con-
vicción de que la ciencia altruista era la promotora de los milagros técnicos
que traía el progreso, pero han bastado tres decenios para que esta creencia
se diluya, como se comentará más adelante, en el apartado 6.4.
De hecho desde los 1960 hasta nales de los 1980 la losofía de la técnica
ha estado dominada por análisis metafísicos, bajo la inuencia de Heidegger,
y por reexiones críticas sobre las consecuencias de la ciencia y la técnica
sobre las formas de vida individuales y sociales. Sin embargo, posteriormente
se ha iniciado la búsqueda de una reorientación de esa rama de la losofía,
especialmente bajo la inuencia de formas de pensamiento próximas a las de
la losofía analítica. En ellas se prima el análisis de la propia técnica frente al
de sus resultados; se considera que hay una prioridad lógica de los aspectos
epistemológicos relativos a la técnica sobre la crítica social de sus efectos; y
se asume que para comprender el papel de la técnica moderna no es suciente
mirarla desde su exterior. En este sentido se detecta un creciente interés de los
propios lósofos por el quehacer profesional de los ingenieros, examinándola
desde dentro de ella y tratando de comprender cómo se lleva a la práctica,
cómo se diseñan, desarrollan, producen y mantienen los artefactos técnicos.
314
de algunos autores que han ocupado (y se ocupan) de la losofía de la téc-
nica y que se pueden agrupar en dos grandes grupos: los vinculados a la
losofía europea continental de carácter más fenomenológico y hermenéuti-
co; y los herederos de la losofía positivista y analítica. Entre los primeros
se mencionarán a Friedrick Dessauer, Ortega y Gasset y Martin Heidegger,
y entre los segundos a Mario Bunge, Carl Hempel y Peter Kroes. Esta se-
lección será sin duda cuestionada y se echará en falta algunos nombres que
han aportado contribuciones signicativas a la losofía de la técnica. Por
ejemplo, Friedrich Rapp2 , Lewis Mumford3 o Jaques Ellul4 , por citar unos
pocos. Con la selección que se ha hecho no se pretende dar una panorámica
más o menos completa del pensamiento sobre la técnica en el siglo pasado,
sino comentar la obra de algunos autores que resulta relevante para las tesis
que aquí se sustenta. Una selección más completa se puede encontrar en el
libro de Carl Mitcham ¾Qué es la losofía de la tecnología?5 . Los autores
elegidos se completan con un apartado dedicado a la relevancia adquirida
por el pragmatismo y el pluralismo para el estudio de la técnica. Se muestra
en este apartado cómo los lósofos americanos que se ocupan de la técnica
son menos utópicos que los europeos, más empíricos en el sentido de que
analizan tecnologías concretas más pragmáticos y menos trascendentales.
Todo ello se reeja en sus distintas posiciones losócas.
315
6.2.1. La losofía de la técnica de Dessauer
316
ventor8 : un ser creador, capaz de crear intencionalmente, a partir del sustrato
de sus conocimientos sobre el comportamiento de los objetos naturales, y de
hacer cosas que la naturaleza no pone a su alcance. Esa creación está siempre
orientada a un n, a algo que ha sido previamente imaginado, y regida por
una intención. Es, por tanto, una actividad eminentemente intelectual.
317
los problemas planteados por las necesidades humanas estén estas asociadas
a la mera subsistencia o a alcanzar cotas muy elaboradas de bienestar.
318
Por lo tanto, el acto de creación técnica, de invención, tiene que hacerse,
según se está viendo, en concordancia con las leyes de la naturaleza. Por ello
ha habido una cierta tendencia a pensar en la técnica como ciencia natural
aplicada. Sin embargo, es bien patente que en la invención de objetos, uten-
silios y procedimientos hay algo más que mera ciencia. La nota característica
de ese algo más es el cumplimiento de la función para la que se concibe el in-
vento. Un reloj es algo más que una simple combinación de piezas mecánicas.
Considérese, por ejemplo, en un reloj mecánico averiado, en el que están pre-
sentes todas las partes pero que, sin embargo, no funciona y no cumple, por
tanto, el objetivo para el que fue concebido. Se requiere además la adecuada
interacción entre las partes que garanticen su correcto funcionamiento y eso
se hace intencionalmente por quien concibe el diseño y lo lleva a la práctica,
o por quién es capaz de repararlo. Un reloj desmontado, aunque esté forma-
do por las mismas piezas que uno en funcionamiento, no es propiamente un
reloj. Sólo lo es cuando cumple la misión para la que ha sido concebido: medir
el tiempo. Eso es lo que protegen las patentes, ese algo más que la suma de
las partes regidas por las leyes de lo natural. Cuando el ingeniero alcanza
a dar el ser, a traer a la realidad, un artefacto que funciona con ecacia y
que antes no existía, realiza un proceso que tiene valor propio y que diere
radicalmente de la teorización del cientíco o de la inversión del empresario.
Llegados a este punto Dessauer propone una de sus conjeturas más dis-
cutibles: la predeterminación o preexistencia de los objetos técnicos en una
especie de limbo platónico donde habita el mundo de las ideas. Así dice: el
técnico traslada la existencia potencial de formas preestablecidas a la existen-
cia actual del mundo sensible 9 . Para concretar con un ejemplo, considérese
la rueda que es indudablemente una auténtica invención técnica, cuyo fun-
9 Dessauer, ob. cit. p.243.
319
cionamiento está completamente condicionado por las leyes naturales. Según
Dessauer, la posibilidad natural y la necesidad conuyeron en la creación
de la rueda. Para él la forma de la solución era algo predeterminado que,
aunque no tuviera existencia tangible, de alguna forma estaba ahí; estaba en
el campo de lo posible, ya que lo que no existe no puede ser hallado. Así,
para Dessauer la creación técnica, la invención, es la gestación mental y la
realización manual e instrumental de soluciones que existían previamente en
un mundo platónico. Por ello, para este autor, invención es lo mismo que
descubrimiento. Mediante el invento se pasa del no ser al ser, con existencia
en el mundo sensible. Pero lo que no era estaba latente en el campo de lo
posible, y es desvelado mediante una búsqueda por entre las posibilidades
potenciales compatibles con las leyes de la naturaleza, lo que permite que
lo posible acabe emergiendo en el mundo tangible. Para Dessauer inventar
es descubrir, pero no en el ámbito de la realidad, sino en el de la posibili-
dad. En realidad va un poco más lejos. Postula que en ese limbo existen ya
las soluciones concretas que después descubrirá la técnica. Por ejemplo, cree
que la bicicleta, en la forma que hoy la conocemos, estaba ya en ese mundo,
precisamente con la forma que hoy es familiar. Esta es, como se decía más
arriba, una de las concepciones más cuestionadas de Dessauer10 . No obstante
la concepción de Dessauer de que el técnico traslada lo potencial a la existen-
cia actual es aceptable. Esa traslación tiene que adecuarse al orden regulado
por las leyes de la ciencia natural. En todo caso, la emergencia del mundo
tangible a partir de lo que tiene sólo una existencia potencial puede interpre-
tarse o bien como un acto de creación, o bien, como hace Dessauer, como el
descubrimiento de algo preexistente.
320
naturaleza al crear en su entorno un ámbito articial. Ese entorno le facilita
vivir con mayor libertad, y le brinda la posibilidad de desarrollar algunos de
los modos de ser que se consideran más genuinamente humanos.
321
El hombre se comporta como un animal inadaptado, como una especie
de monstruo de la naturaleza, que desarrolla una capacidad inusual en los
otros animales: la fantasía. Gracias a ella es capaz de imaginar un mundo
alternativo, el mundo articial, que consigue llevar a la práctica mediante
la técnica. Ésta es la gran invención del hombre que le permite adaptar la
naturaleza hasta cierto punto a sus necesidades, a la inversa de lo que
hacen los otros animales, que sólo sobreviven si son capaces de adaptarse a
ella. Esta idea ha sido objeto de reelaboraciones. Así, se ha interpretado la
historia de la humanidad como la de su progresiva desadaptación al mundo
natural, a la par que se producía un proceso de adaptación a un entorno
articial construido por los humanos.
322
como un gigantesco aparato ortopédico 16 . El hombre proyecta la reforma de
la naturaleza mediante la técnica. De este modo altera la circunstancia con
la que se encuentra y crea una nueva, la articial.
323
Aunque en las etapas iniciales del proceso de hominización la técnica se
limitase a garantizarla, en la actualidad esos problemas de mera subsistencia
han sido superados al menos en el mundo desarrollado y la técnica abre
nuevas posibilidades, tanto por lo que respecta a necesidades cada vez más
exigentes, como al uso del ocio en el tiempo libre ocio que, por otra parte,
puede considerarse como un subproducto de la técnica. También afecta de
modo fundamental a la actividad estética, ya que toda forma de arte requiere
de algún instrumento. Además ha tenido una notable incidencia en nuestra
capacidad simbólica y nuestros modelos explicativos de la realidad se hallan
fuertemente imbuidos por ella.
324
ciones losócas. Pone de maniesto la componente de losofía de la acción
que posee el pensamiento de Ortega, entendida no sólo desde su vertiente
política, sino también como acción técnica capaz de crear un mundo arti-
cial, en el que el hombre alcance formas de vida más placenteras19 .
La técnica del azar es la técnica del hombre primitivo que de forma azarosa
19 Quiénes sean los beneciarios y favorecidos por esta forma de vida más placentera es
otra cuestión. Volveremos sobre ello en el capítulo 9.
20 Ortega Meditación de la técnica, (1939), Alianza Editorial, 1982, p. 44.
325
o casual encuentra instrumentos o procedimientos para resolver determinados
problemas. Vestigios de esta forma de hacer técnica se han encontrado incluso
en los chimpancés con los que no hay que olvidar que compartimos un
porcentaje muy elevado de carga genética. El hombre todavía vive en la
naturaleza y aprende a valerse de lo que ésta le da una rama, un hueso, un
piedra,... para alcanzar determinados propósitos.
326
6.2.3. Una visión negativa de la técnica
327
del siglo xx.
328
ya ha operado en el hombre una transformación interior que condiciona los
objetivos que puede jarse. La técnica pone la naturaleza a disposición del
hombre pero al hacerlo la destruye o al menos la altera profundamente,
acaso de forma irreversible el entorno planetario que le ha dado soporte
hasta la actualidad. La técnica, por su propia condición, tiende a violar la
naturaleza, tan cara a los pensadores románticos germanos de los que los que
ahora se consideran se sienten herederos. Es su forma de cuestionar el mundo
de la Modernidad. En la obra de estos autores se postula una reconsideración
radical del papel de la técnica en la civilización moderna. Además, para ellos
la técnica va por delante de la ciencia, por lo que se corre el peligro de
poder transformar el mundo sin saber qué se va a obtener. En esta línea de
pensamiento se inserta la reexión de Martín Heidegger, a la que se va a
dedicar el próximo apartado.
329
6.2.4. Heidegger y la técnica
Uno de los pensadores más inuyentes del siglo xx ha sido Martín Hei-
degger (1889-1976). Su pensamiento pretende volver a las raíces de la losofía
griega. Su punto de partida es: ¾que hay?, ¾qué es el Ser?, ¾qué es lo que es?
A estas cuestiones la ciencia responde situándose fuera del objeto que trata
de estudiar, y tratando de retener sus aspectos objetivos; mientras que, por el
contrario, Heidegger, con la pretensión de plantearse la cuestión del ser en su
unidad y totalidad, toma como punto de partida el examen de algo existen-
te, se concentra en la única forma de ser con la que estamos en una relación
privilegiada, puesto que estamos inmersos en ella: la existencia humana. Para
esta aventura intelectual adopta un método: la hermenéutica, que se desen-
vuelve en un plano radicalmente opuesto al de los pensadores para los que
la ciencia es la forma suprema de abordar intelectivamente la realidad. La
escuela hermenéutica trata de aplicar los principios de la interpretación a
todos los ámbitos de la vida. Todo el mundo acepta que una obra artística o
literaria debe ser interpretada. La interpretación de un texto literario es algo
consustancial a la propia naturaleza del escrito. La hermenéutica propone
que esa labor de interpretación no se limita a situaciones como las anteriores,
sino que está presente en todos los actos de nuestra vida; representa además
una reacción radical frente al racionalismo clásico. En cierto sentido, se puede
decir que se sitúa en las antípodas del pensamiento cientíco dominante en
la Modernidad, que asume la existencia de un mundo exterior objetivo que es
independiente del observador, y que la ciencia trata precisamente de describir
(aunque con la mecánica cuántica se produce una sura en este dogma cien-
tíco). Según la tradición cientíca racionalista, el dualismo mente-cuerpo
acepta la existencia de dos dominios de fenómenos separados: el mundo ob-
jetivo de la realidad física; y el mundo mental subjetivo de los pensamientos
y sentimientos individuales. Esta separación radical es negada por Heidegger
que cuestiona substancialmente la desunión entre sujeto y objeto, y postula
la unidad fundamental del ser-en-el-mundo (Dasein). Según este autor ser en
el mundo es comprender, de modo que lo interpretado y el interprete no exis-
ten independientemente: la existencia es interpretación, y la interpretación
es existencia. Y así, la existencia del hombre es interpretación del mundo.
330
se produce en la voluntad de poder de Nietzsche y, precisamente, la esencia
de la técnica se encuentra en su afán de transformación dominadora del
mundo, situándola en el propio núcleo del ímpetu arrollador para someter la
naturaleza a nuestros designios; lo que permite incluso identicar la técnica
con esa voluntad de poder. Heidegger arma: la esencia de la técnica no es
algo técnico: es la voluntad de poder nietzscheana.
331
Ortega el contexto juega un papel como de disculpa (como diciendo hay que
comprenderme porque la circunstancia me ha modulado o me permite ser
como soy), mientras que la posición de Heidegger es mucho más sustancial.
Ortega es muy intelectualista y él está pensando el mundo desde una pers-
pectiva, y eso está bien, pero no es suciente. Lo que diría Heidegger no es
que veamos el mundo desde una perspectiva, sino que somos una perspecti-
va. Es mucho más fundamental, estamos metidos siempre en un mundo que
adquiere sentido sólo porque nosotros estamos relacionados con él, de tal ma-
nera que para cada persona su casa no son cuatro paredes sino parte de ella.
El mundo es, para Heidegger, un inmenso sistema de referencias con el que
nos relacionamos o bien a través de los útiles o bien a través de los signos
(en último extremo el lenguaje).
332
técnica, la más cercana a la tradicional, a la artesanal, la más personal, a la
que pondera como componente radical de la existencia del hombre; mientras
que la gran técnica, la moderna, es objeto de sus reexiones de postguerra
que se van a resumir en lo que sigue.
La cuestión de la técnica
333
es un acto de creación en el cual se produce algo que previamente no existía
en la naturaleza. La fabricación de un instrumento consiste en producirlo de
una forma eciente, lo que según Heidegger tiene el carácter de un desocul-
tamiento, en el sentido de ex-traer algo que no existía que estaba oculto,
y que se trae a lo presente al dominio de lo real, de lo que existe, de lo
que es. Mediante la técnica, se hace real un artefacto que estaba oculto
en un sentido análogo al de que un conocimiento se desvela al acceder a
su evidencia. Fernando Broncano caracteriza el desvelamiento de lo real de
Heidegger por la técnica como abrir nuevas posibilidades que sólo existen
con la intervención del agente 31 . Pero este hacer, este dar el ser a algo que
no existía, es el resultado de una interacción peculiar entre el hombre y las
cosas.
334
la forma con que nos enfrentamos con la naturaleza. Este proceder puede
ser meramente pasivo o contemplativo, de registro de los fenómenos que se
producen en ella, tratando de incidir o alterarla lo menos posible, aunque se
obtenga un benecio de ella; o bien puede ser activo, provocando a la natura-
leza a que se comporte de manera no natural articial. En el primer caso
nos limitamos a una aceptación pasiva del comportamiento de la naturaleza,
mientras que en el segundo la hostigamos activamente, alterándola, para que
se comporte de forma consistente con nuestros propósitos. En el primero se
está en un ámbito más cercano al de la técnica tradicional, mientras que en
el segundo nos encontramos en el dominio propio de la técnica moderna, que
se emparenta con la ciencia.
335
En ese dominio de la formalización y la calculabilidad es donde se produce
el solapamiento entre la ciencia y la técnica modernas, que han nacido de la
misma pretensión de manipular las cosas manipular el ser dirá Heidegger
lo que conlleva la actitud de violencia que subyace a ellas. Para Heidegger
hay todo un continuo que va de la provocación a la naturaleza para que ma-
nieste su comportamiento, a las posibilidades de cálculo y predicción en el
dominio de las representaciones formales de ese mundo natural.
336
es su posibilidad de almacenar sus productos hasta que alguien requiera su
uso. Aunque en la historia los artefactos hayan podido ser almacenados, esta
característica se convierte en un rasgo dominante en la técnica moderna, en la
que normalmente los artefactos no se producen directamente para un cliente
sino para almacenar lo producido y tenerlo a disposición del mercado cuando
éste lo solicite. Técnica y mercado mantienen así, en los tiempos modernos,
una relación inseparable.
337
Un autor representativo de esta corriente heideggeriana de la losofía de
la técnica americana es Hubert Dreyfus, quien propone, entre otras cosas,
distinguir entre pericia intuitiva y racionalidad calculadora, como formas
distintas de actividad técnica32 . La segunda pone el énfasis en la aplicación de
reglas al quehacer técnico. En ese sentido el ordenador sería capaz de llevarla
a cabo, lo que sería, en último extremo, una de las metas del proyecto de
una inteligencia articial. Sin embargo para este autor lo que llama la pericia
intuitiva desempeña un papel más importante que esa forma calculadora de
actuar al hacer técnica. Para él la aplicación de reglas corresponde a una
etapa principiante de un técnico. El verdadero experto emplea la intuición
de forma predominante y recurre al cálculo, a las reglas, sólo en segundo
término. En ese sentido lamenta Dreyfus la creciente primacía de la racio-
nalidad calculadora en nuestros días, y subraya la necesidad de cultivar la
intuición en la formación de los ingenieros (y de los ciudadanos en general)
que hoy se encuentra subvalorada y amenazada por la ascendencia que gozan
los sistemas formalizados.
Para terminar con esta rápida revisión de ideas de Heidegger sobre la téc-
nica, conviene mencionar también que éstas están teniendo una relectura, en
el ámbito de la ingeniería, por los especialistas en inteligencia articial y por
los que proyectan robots autónomos que deben desenvolverse en contextos
no estructurados33 . Se trata de entender la actuación como el resultado de
una interacción continua entre los órganos decisores y los órganos que inter-
actúan con el medio. Se pone así de maniesto una radical diferencia con la
racionalidad cartesiana para dar lugar a una racionalidad más adaptativa,
más moldeable, más procedimental.
338
del Círculo de Viena. Estos pensadores han cimentado la moderna losofía
de la ciencia. A partir de los conceptos elaborados por ellos se ha analizado el
fenómeno de la técnica considerándola como subordinada a la ciencia. En este
apartado se incluye una muestra de la forma de análisis que proponen estos
lósofos. Para ello se aplica al dominio de lo técnico el esquema concebido
para describir la explicación cientíca conocido como modelo de la cobertura
legal, que se denomina también como modelo nomológico-deductivo de la
explicación, y que es debido a Carl G. Hempel (1905-1997).
Explanans: T
C
Explanandum: A
339
Este mismo esquema de explicación cientíca se ha pretendido emplear
para justicar la aplicación técnica. Según esta propuesta, en la técnica se
trata de producir un determinado acontecimiento A, para lo que la teoría T se
estima que proporciona todo el conocimiento requerido. La actividad propia
del técnico consiste en establecer qué condiciones C son necesarias para que,
según lo previsto por la teoría T , se produzca el acontecimiento A. Es decir,
la técnica se ocupa de determinar las acciones establecer las condiciones
C para crear algo el acontecimiento A, ahora un producto de la técnica.
Así, en este modo de adquirir se trataría de conseguir un objetivo el objeto
técnico A partiendo de una teoría T ya dada. Esta manera de plantear la
aplicación técnica tiene aspectos interesantes, como es el establecer clara-
mente que la técnica no se ocupa de cómo son las cosas que es lo propio
de la ciencia sino de cómo debieran ser para alcanzar unos determinados
objetivos.
340
Esta discusión respecto a la cobertura legal de Hempel permite al mismo
tiempo aportar alguna claridad a la debatida cuestión de que se entiende por
ciencia aplicada: el cientíco aplicado se limita a aplicar lo que ya se sabe,
en general una cierta teoría T , a un caso particular para el que es relevante
ese conocimiento. Pero la ingeniería es otra cosa: es algo más. Es síntesis de
diferentes procesos para muchos de los cuales puede que exista una teoría
Ti , aunque ello no sea estrictamente necesario en una unidad, mediante su
conjunción en un producto que nace, en último extremo, de la capacidad
creadora de su autor.
341
lósofo presenta el inexplorado mundo de la técnica35 aludiendo a esos dos
vecinos que se desconocían, la losofía y la técnica. Propone que la inge-
niería es la técnica par excellence36 a la que, como dominio del conocimiento,
se encomienda el estudio cientíco de lo articial. Escribe también: si se
preere, la técnica puede ser vista como el campo de conocimiento relativo
al proyecto de artefactos y la planicación de su organización, operación,
ajuste, mantenimiento y supervisión, a la luz del conocimiento cientíco 37 .
Se suma, por tanto, a los que proponen considerar la dimensión cognitiva de
la técnica como una de las formas de conocimiento humano, resaltando el
deseable carácter cientíco de este conocimiento. Así, para Bunge la ciencia
y el método cientíco son indisociables de la ingeniería moderna, aunque esta
última no pueda reducirse a una mera aplicación de aquella. En el volumen
7 de de su Tratado sobre losofía básica puede leerse (p. 239):
342
El segundo tipo se reere especícamente a objetos y situaciones arti-
ciales; por ejemplo, la teoría del control automático. Bunge incluye también
en esta clase la teoría de juegos y la investigación operativa. Sostiene que
en todos estos casos, aunque no se utilicen conocimientos cientícos conven-
cionales, sí se emplea el método de la ciencia. Resumiendo, las sustantivas
están soportadas sobre conocimiento cientícos, mientras que las operativas
son el resultado de la propia práctica cientíca de los ingenieros en las áreas
correspondientes.
343
por estructura tanto los componentes que los forman como el acoplamiento
que los enlaza mediante relaciones de causalidad. Por otra parte, otro as-
pecto esencial de cualquier objeto técnico es la función que desempeña, o
al menos que se pretende que lleve a cabo; y que establece para qué sirve.
En un contexto de actuaciones humanas, que un objeto técnico tenga una
función signica que puede ser usado como medio para un n. De este modo
la función recoge la componente intencional indisociable a todo objeto técni-
co. Una función, que se describe en un lenguaje intencional, se lleva a cabo
mediante una estructura física, que se describe en un lenguaje formalizado
propio de la tecnología empleada.
344
horas. En la gura 6.1(a) se muestra de forma esquemática el análisis general
de un artefacto según Simon, y en la 6.1(b) su aplicación al caso concreto de
un reloj de sol45 .
Propósito u
objetivo
Artefacto u
objeto técnico
Estructura
Entorno
interna
(a)
Mostrar
la hora
Reloj
de sol
(b)
345
como un punto de encuentro una interfaz, en términos actuales entre
una estructura o entorno interno, esto es, la composición y organización
del propio artefacto, y un entorno externo, el marco en el que opera 46 . El
medio interno del artefacto, lo que en la gura 6.1(a) se ha denominado su
estructura, se moldea de tal forma que realice los objetivos pretendidos en el
medio externo. Volviendo a citar a Simon47 : El mundo articial reside pre-
cisamente en esa interfaz que separa el entorno interno del mundo exterior;
su función es lograr alcanzar objetivos adaptando el primero al segundo.
Estas ideas de Simon han sido reelaboradas por Kroes que ha formula-
do que un objeto técnico está constituido conjuntamente por una función y
su soporte físico. Por una parte, el mundo se puede considerar formado por
objetos físicos que interaccionan mediante relaciones causales y cuyo estu-
dio es uno de los objetivos de las ciencias físicas. Es el legado de los viejos
lósofos presocráticos, retomado en el xvii en forma de mecanicismo. Por
otra, se puede ver como compuesto por agentes que actúan intencionalmente,
dotándose de descripciones que les ayudan en sus decisiones, de modo que su
comportamiento puede explicarse, al menos parcialmente, mediante razones
humanas y no mediante causas físicas.
Por tanto, los objetos técnicos son una especie de híbridos: (1) se conciben
y realizan como sistemas físicos que llevan a cabo (2) una función intencional-
mente decidida48 . Un objeto físico al realizar una función adquiere el carácter
de técnico. De este modo un objeto técnico deviene la plasmación de un de-
signio humano especícamente ejecutado para realizar esa función. Lo que
46 Ob. cit., p. 7.
47 Ob. cit., p. 135.
48 Esta descripción dual guarda también estrechas semejanzas con los conceptos de prin-
cipio operacional y de conguración normal a los que se ha aludirá en el apartado 7.2.3,
dedicado a Walter Vincenti.
346
antecede se resume mediante el diagrama de la gura 6.1(a), si se sustituye
lo que en esa gura se denomina `propósito u objetivo' por `función'. Se tiene
así una representación esquemática de la naturaleza dual de un reloj de sol
según la propuesta de Kroes.
347
contexto, a los objetos50 . De lo anterior se concluye que la función técnica
es una construcción del ser humano; y que esta función posee también una
ineludible componente social, en el sentido de que requiere la sanción social
de los usuarios para los que ha sido concebido el correspondiente artefacto.
La acción intencional se asocia con el mundo social por oposición a la acción
causal que lo hace al mundo físico. De este modo se establece un nexo o
puente entre los mundos de las intenciones humanas y de los recursos de la
naturaleza; de modo que los segundos, debidamente reelaborados, satisfacen
algunas de las primeras.
Por todo ello el conocimiento técnico presenta dos caras. Por una parte,
la relativa a las propiedades físicas. Si consideramos cualquier objeto técnico,
por ejemplo un coche, se trata de un objeto físico caracterizado por una larga
50 J.Searle, La construcción de la realidad social, Paidós, 1997.
51 P.E.Vermaas, W. Houkes, Technical functions: a drawbridge between the intentional
and structural natures of technical artifacts, Stud. Hist. Phil. Sci. 37 (2006) 5-18.
348
serie de piezas componentes, en su mayor parte mecánicas, convenientemente
interconectadas, cuyo comportamiento esta regido por las leyes de la física.
Por otra parte, tiene una función claramente denida: el transporte de per-
sonas y enseres. Proyectistas y usuarios se reeren al automóvil en términos
de conceptos funcionales como son las prestaciones que ofrece para lograr es-
os objetivos. En consecuencia, el conocimiento técnico no consiste solamente
en enunciados relativos a la estructura física de los artefactos, sino también
a otros relativos a sus funciones.
349
paz de realizar la función deseada. Así pues, el diseño en ingeniería requiere
conocimiento tanto de funciones como de estructuras, y establece conexiones
entre unas y otras.
350
una relación entre estructura, función y material.
Una corriente losóca que se inicia en el último cuarto del siglo xix, y que
resulta especialmente sugestiva para la ingeniería, es el pragmatismo ameri-
cano. Se trata de una escuela de pensamiento originaria de Norteamérica y
que contiene elementos especialmente interesantes para el análisis del fenó-
meno de la técnica. El pensamiento positivista decimonónico abre el camino
al pragmatismo de William James (1842-1910) o de Charles Sanders Peirce
(1839-1914), para el cual la teoría es una ayuda para la práctica, en lugar de
351
considerar esta última como una degradación de la primera. Los pragmatis-
tas, como a principios del siglo xix los románticos y los ilustrados escoceses,
huyen de la abstracción excesiva y son reticentes a los principios generales.
Se sienten a sus anchas en el dominio de lo concreto, de los hechos, de la
acción. En este sentido su actitud es radicalmente empirista y distante del
racionalismo. Para ellos el conocimiento ya no es una imagen o gura de la
realidad, sino un instrumento valioso para actuar ecientemente sobre ella
y del que caben incontables usos diferentes. Así, los pragmatistas creen que
aquello a lo que se reeren los conceptos empleados en la ciencia no se en-
cuentra ahí afuera esperando ser descubierto, sino que conceptos y teorías
son instrumentos concebidos para tratar intelectivamente con el mundo en
el que tenemos que sobrevivir. En particular, para el ingeniero tiene especial
relevancia la concepción de que el conocimiento no es necesariamente un re-
ejo pasivo del mundo sino un medio activo para transformarlo de acuerdo
con determinados objetivos. El saber no reside en el hecho de que la realidad
se reeje o copie en una mente individual, sino en la capacidad que aporta
al que lo posee de desenvolverse con éxito en el mundo.
Los pragmatistas sostienen, además, que las ideas son esencialmente so-
ciales. El conocimiento tiene una raíz comunitaria: se origina de la argu-
mentación y el debate, y es por ello producto de la cooperación. Al n y al
cabo el saber es el resultado del aprendizaje y lo que se aprende es lo útil
para la vida en común, que es como la viven los seres humanos. Por último
pretenden que, puesto que las teorías son respuestas provisionales a circuns-
tancias particulares, su supervivencia depende no de su inmutabilidad sino
de su adaptabilidad.
352
La metáfora de los mapas y el pluralismo
353
pa a la realidad (su verdad) depende de las intenciones prácticas de quien
lo hace o utiliza; es decir, de su utilidad. Esto conduce a cierta forma de
pluralismo ante la que el ingeniero se siente más cómodo que el cientíco.
354
realizadas con lenguajes elaborados por nosotros, y, por tanto, articiales en
el sentido de no dados en el mundo natural y contingentes. Esta distinción
no es inocua. Si existiese la realidad que pretende el realista el límite de
las representaciones que aportan las sucesivas teorías entonces el conoci-
miento cientíco adquiriría un rango superior y su pretensión de constituirse
en la réplica de la inasible realidad estaría plenamente justicada. Pero si
no es así, entonces el saber propio de la técnica, basado en la mera estruc-
turación racional de las apariencias de los fenómenos, sin más pretensión que
la de conseguir una adecuación empírica apropiada para determinadas apli-
caciones, resulta tan válido como cualquier otro, sólo que éste está motivado
fundamentalmente por nes utilitarios, mientras que el tradicionalmente ela-
borado por el cientíco pretendía primariamente saciar la curiosidad ante el
insondable misterio de la existencia.
355
la existencia de un potencial saber único al que tienden todos los que par-
cialmente se van alcanzando las sombras en la caverna platónica en los
distintos dominios de la realidad. Este monismo epistemológico parece haber
estado siempre en el núcleo de la actividad del cientíco, en cuanto lósofo
natural, que pretende desvelar la realidad profunda de las cosas, que por su
propia naturaleza sólo podría ser una. Así, en el cientíco ha sido dominante
una vocación monista pues, al n y al cabo, trata de reproducir la realidad
con la mayor precisión posible. Aunque admita distintas guras, atendiendo
a diferentes aspectos del territorio cartograado siguiendo con la metáfora
de los mapas, siempre sentirá gravitar sobre él la exigencia de que tengan
un límite común y único, que es lo que se denomina habitualmente reali-
dad, y que coincide con la pretendida por los realistas cientícos o por los
cartógrafos borgianos.
356
resultar irrelevante. Ante la hipótesis atómica la inmensa mayoría de los
ingenieros excepto quizás los nucleares o los electrónicos cuando empiezan
a anunciar barreras al proceso de miniaturización pueden responder como
hizo Laplace ante Napoleón cuando le preguntó por el papel de Dios en su
sistema: Sire, no necesito de esa hipótesis.
357
obligue a aceptar teorías aparentemente dispares. Al ingeniero se le juzgará
por el artefacto o por la solución operativa que conciba, que es normalmente
algo real y tangible, y en consecuencia susceptible de ser analizado exhausti-
vamente de forma experimental. No será la excelencia de los conocimientos
teóricos que incorpore lo que dé valor a un producto de la ingeniería, sino
la eciencia y efectividad con que cumpla la función para la que ha sido
concebido. Los conocimientos que hayan podido servir para la fabricación
de un artefacto no están sometidos a las mismas normas rigurosas que son
tan caras al cientíco, entre las que ocupa un papel destacado la consis-
tencia. Para el ingeniero la legitimidad de su producto estriba en el hecho
experimental y constatable de los múltiples productos a veces millones que
funcionan según las pretensiones que lo inspiraron. Esta experimentación
múltiple se convierte, por sí misma, en un principio de calidad y excelencia
del conocimiento incorporado en el producto que soporta ventajosamente la
comparación con las sutilezas de determinados razonamientos teóricos.
358
relaciones espaciales entre las cosas eran, en un sentido absoluto y necesario,
como la geometría euclidiana proclamaba. De suerte que, esta geometría, des-
de los griegos, se ha considerado no sólo una parte de las matemáticas sino,
y fundamentalmente, una descripción del modo de ser del mundo. Se tiene
así una sugestiva ilustración de la pretendida relación entre las matemáticas
y el mundo que nos rodea. Sin embargo, esta pretensión iba a sufrir un se-
rio revés en el xix al gestarse una trascendental revolución en la geometría.
Motivados por aplicaciones prácticas concretas, la medición de la forma de
la Tierra y otros problemas geodésicos semejantes, los matemáticos se ven
progresivamente abocados a complementar la geometría euclidiana con otras
geometrías que faciliten un mejor ajuste de los datos que aportan sus medi-
ciones sobre la supercie terrestre. Esos problemas, en manos de matemáticos
como Carl Friedrich Gauss (1777-1855), dieron lugar a la geometría sobre su-
percies curvas que posteriormente, generalizada por Riemann, condujo a la
formalización de las geometrías no euclidianas. En la obra de este último
gravita una profunda intuición física que apunta hacia conexiones claras en-
tre geometría y mundo físico, sin que por ello dejase de postular una radical
distinción entre realidad física y su expresión matemática. Las ideas de Ein-
stein encontraron en la geometría riemanniana el lenguaje necesario para su
expresión matemática. Se ha dicho que la matemática moderna comienza con
Riemann.
359
Así se socava la convicción de que nuestra mente sea como un espejo en
el que se reeja el mundo; pretensión que sufre un fuerte cuestionamiento
a partir de la obra del lósofo alemán Inmanuel Kant (1724-1804), quien,
por el contrario, arma que somos nosotros los que cofabricamos lo que lla-
mamos realidad, dejando a la mente el papel nada desdeñable de alumbrar
esa construcción. Según este punto de vista la actividad mental de elabo-
rar representaciones no es pasiva, sino que tiene una componente decisiva
de revelación activa combinada con la intervención experimental, y llevada a
cabo con un determinado propósito. La obtención de representaciones puede
estar sometida a controles muy rigurosos y exigentes, como sucede en la cien-
cia, pero no por ello dejan de ser algo inventado y construido por nosotros,
y portador de una inherente contingencia.
Las obras abstractas que son las teorías las hacemos con vistas a obtener
alguna predicción beneciosa para nuestra relación con el mundo. Según este
punto de vista, que es asumido por el pragmatismo, la ciencia, y en particular
las elaboraciones teóricas, no son otra cosa que herramientas o instrumentos
obtenidos a partir de una versión estructurada de lo que se sabe respecto a
un cierto dominio del mundo, con el n de poder predecir su comportamiento
y así controlarlo. Esta concepción asigna a las teorías un papel neutral en sus
intentos de alcanzar la verdad; el éxito de las aplicaciones es la última garan-
tía de la bondad de una teoría. De este modo la pretendida correspondencia
entre una teoría y la realidad de aquello que describe toma un carácter más
supercial, menos profundo; es decir, se reduce a una adecuación empírica
según el concepto propuesto y minuciosamente elaborado por van Fraaseen;
recuérdese lo dicho en el apartado 1.9. En último extremo el pragmatismo
incorpora la constatación de que el progreso se alcanza por la vía formada
por el examen riguroso análisis crítico de las prácticas ordinarias por las que
se decide qué es correcto o razonable; y no por el camino que busca la for-
mulación de la teoría correcta que aspira al calicativo de verdadera. Esta
forma de ver las cosas entronca directamente con la que tiene el ingeniero,
para el que la utilidad prima sobre la verdad, de modo que la actuación exi-
tosa sobre lo concreto debe prevalecer sobre la generalidad de los resultados
teóricos implicados aunque éstos puedan resultar muy cómodos e incluso
indispensables para manejar el conocimiento, según el aforismo, atribuido al
físico teórico James Clerck Maxwell, que dice que no hay nada más práctico
que una buena teoría.
360
Putnam y el realismo metafísico
361
ese caso a los sistemas dinámicos que aportan las descripciones empleadas en
los sistemas de control.
Por las razones que se acaban de exponer, Putnam considera que desde
el punto de vista de la teoría del conocimiento, el descubrimiento de las
geometrías no euclidianas en el siglo xix es el acontecimiento más importante
de la historia de las ciencias. El destronamiento de la geometría euclidiana
pone en entredicho el carácter de verdad necesaria de las armaciones geo-
métricas que, hasta ese momento, se consideraban como verdades evidentes
por sí mismas. Según la geometría no euclidiana se puede concebir que dos
líneas rectas paralelas dos geodésicas en esa geometría se corten en algún
punto. La relatividad general arma que esta posibilidad conceptual es de
hecho lo que sucede en el universo. Por tanto, en último extremo, una de las
consecuencias de la aceptación de esa teoría física ha sido que una verdad
que se consideraba evidente en cuanto a la articulación del espacio físico la
imposibilidad de que se corten dos rectas haya perdido el carácter de verdad
necesaria, como pretendía el quinto axioma de la geometría de Euclides.
362
según una determinada geometría; y no hay ninguna de ellas que sea superior
en cuanto a su capacidad de representación la que usaría Dios siguiendo su
metáfora. Posteriormente reelabora el realismo interno para proponer lo que
denomina el realismo pragmático, que pretende ser un programa que permita
concebir un realismo que evite la relativización de toda realidad a un sujeto
y al mismo tiempo eluda la absoluta independencia de todo sujeto. Trata
así de elaborar un punto de vista que se aproxime al realismo natural del
hombre común (el realismo de la doncella en la historia antes recordada),
esto es, un realismo del sentido común. Procura así vincular el pensamiento
con la vida cotidiana, reaccionando así ante la pérdida de profundidad de
sentido provocada por la hegemonía absoluta del modelo de la realidad que
propugna la ciencia moderna60 .
363
dadero con relación a una determinada situación o fenómeno. Una fotografía
reproduce con delidad lo que sucede en una habitación, quienes están, su
posición relativa, y detalles semejantes. Es, sin embargo, sólo una represen-
tación instantánea, que prescinde de la dimensión temporal. Pero además, y
sobre todo, no incluye multitud de cosas que pasaban en ese instante en la
habitación, como los procesos siológicos en las personas que allí estaban o
sus pensamientos salvo lo que se reeja en los rostros y para cuyo desve-
lamiento se requiere de la interpretación. Toda adscripción de verdad a una
gura de la realidad hay que entenderla en un determinado contexto o marco
conceptual.
364
conceptuales, de un alto grado de formalización y elaboración, que aportan
los útiles con los que realizar descripciones (modelos matemáticos las más
de las veces) de aspectos problemáticos del mundo sobre los que se tiene
que actuar. Estas representaciones se convierten en su modo de referencia
con respecto al mundo, en el esquema que organiza la percepción que el
ingeniero tiene de él, y que le orienta sobre cómo llevar a cabo actuaciones
decientes. Lo ve mediante esas descripciones y actúa a partir de ellas61 .
Si ha sido capaz de construir algo consistente con el mundo, los productos
que lleve a cabo se adecuarán a las metas que se propuso, y el éxito de esos
productos será el mejor índice de la bondad de esa descripción y del cuerpo
teórico correspondiente. Por tanto, es la corrección en la resolución de un
problema práctico es decir, un criterio básicamente pragmático lo que le
consiente aceptar la correspondiente representación.
365
pretende controlar lo que se debatirá con detalle en el apartado 8.2.2. El
pluralismo implícito en los anteriores comentarios socava profundamente la
pretensión de superioridad epistemológica de la ciencia con relación al mundo
más pragmático de la ingeniería.
366
Aquí se van a eludir los debates sobre estas cuestiones y se va a considerar
la posmodernidad sencillamente como el período que sigue a la Modernidad.
Se contemplará fundamentalmente como un período cuyos rasgos caracterís-
ticos, como por otra parte sucede con todas las épocas, están basados funda-
mentalmente en el análisis crítico del legado recibido. Por ello se prescindirá
de cuestiones como decidir si se trata de una moda o es algo que tiene mayor
entidad: sencillamente se adoptará como un rótulo asociado al mundo actual.
367
contribuido signicativamente a la erosión de las jerarquías en el conocimien-
to y en la opinión. La voracidad del consumo insaciable se convierte en una
pulsión por comprar que no tiene cota. Las sociedades occidentales actuales
parecen haber puesto el progreso técnico al servicio del éxito económico, lo
que no deja de ser una opción. El resultado, para muchos, es un retroceso
moral. Además, con las modernas tecnologías de la información se han inte-
grado en la vida cotidiana máquinas como el ordenador portátil, el teléfono
movil, o el iPod, produciéndose una revolución comparable a la que a nales
del xix y principios del xx se produjo con la mecanización de la vida domés-
tica. La informática y la telemática facilitan que la sociedad se organice en
múltiples centros de decisión. Ello admite una forma de trabajo reticular, y
no piramidal, en la que todo está ligado con todo mediante una red compleja
de relaciones personales y de diversos canales de comunicación. Entre otros
muchos otros aspectos, parece que ante nuestros ojos está emergiendo un
nuevo tipo de sociedad en la que el acento se pone en el rendimiento rápido
en lugar de en el valor intrínseco y los nes del conocimiento.
368
el paso a la convicción de que no es más que un instrumento seguramente el
mejor y más eciente que tenemos y, en consecuencia, una vía para resolver
problemas, pero no una solución en sí misma.
369
considera como una parodia secularizada del pensamiento divino65 . Stephen
Hawking (1942-) termina su libro La teoría del todo con el siguiente párrafo66 :
Esta cita así como la propia obra de Hawking y de tantos otros cientícos es
una excelente muestra del espíritu subyacente a la ciencia moderna: desvelar
y describir el entramado profundo del mundo emulando así la visión que de
él podría tener Dios. Sin embargo, ese es precisamente uno de los aspectos
puestos en tela de juicio en nuestros días, entre otras cosas en la crítica al
realismo metafísico que ha realizado Putnam y a la que se ha aludido con
anterioridad, especialmente en el apartado 6.3. Se puede tomar la anterior
cita de Hawking como punto de partida de la crítica al modernismo que
han propiciado autores como el historiador de la física Paul Forman (1937-
) a cuya propuesta, publicada en un celebrado artículo67 , se va a dedicar
fundamentalmente lo que sigue de este apartado.
370
invocar sencillamente que funciona, que las cosas suceden como ella predice,
una forma de legitimación que se diría más propia de la técnica.
371
a convertirse en una componente de la técnica, a la vez que esta última se
transforma en una meta para aquella. Es la técnica, el mundo de lo utili-
tario, la que establece los objetivos de la actividad cientíca, que deja de
tener los tradicionales objetivos de conocer y desvelar la realidad recóndita
de las cosas, para convertirse en un auxiliar necesario del utilitarismo de la
técnica. Para que ésta alcance sus objetivos, el papel de la ciencia se convierte
en una herramienta; es lo que está sucediendo en nuestros días en campos,
ya citados, como la ciencia de los materiales o la nanotecnología, así como
en las biotecnologías. El atractivo por la invención, innovación y creatividad,
que han adquirido un elevado valor cultural, marcan valores vinculados con
la postmodernidad, mientras que la teoría y la abstracción, propias de la
Modernidad, han descendido puestos en esa escala. Emerge así una nueva
ideología para la que el cientíco deja de ser un investigador que desvela los
secretos últimos de la naturaleza para convertirse en el suministrador de ins-
trumentos conceptuales y operativos que consientan y faciliten el desarrollo
de la técnica68 . Así, se asiste a una creciente invasión por un número con-
siderable de cientícos de los dominios considerados tradicionalmente como
propios del mundo de la técnica; o, si se quiere decir de otra forma, a un
modo de hacer ciencia en el que objetivos utilitarios pasan a ocupar un lugar
prominente. ½Qué lejos se está, en muchos casos, de las actitudes propias del
cientíco del xix y gran parte del xx, sólo embelesado por el conocimiento
puro!
68 No debe, sin embargo, olvidarse que al menos desde nales del xix hay cientícos que
trabajan en laboratorios especializados en cuestiones de tipo utilitario colaborando con
ingenieros. El propio Thomas Edison, como ya se indicó en el apartado 5.4, tenía empleados
en sus laboratorios a muchos cientícos que colaboraban en sus inventos. No obstante, en
nuestros días, las líneas de investigación de carácter aplicado y utilitario, gestionadas por
cientícos, ocupan un lugar destacado en el mundo de la investigación, no siendo ajeno a
ello los considerables recursos económicos que se aplican a estas investigaciones.
372
Capítulo 7
373
ven, o aún de satisfacer necesidades postizas que ellos mismos se han forjado
en la búsqueda de un mayor bienestar. Los articios que pueblan el mun-
do articial, sean máquinas, procesos u organizaciones, han sido concebidos,
construidos y están mantenidos en gran medida por los ingenieros en lo que
constituye el núcleo de su actuación profesional. Ocupan un lugar destaca-
do entre los artíces de ese mundo fabricado mediante la técnicaformado
por un sinnúmero de artefactos en el que hoy vivimos y que constituye el
trasfondo de lo que denominamos civilización.
374
mantenimiento asequible resultan imprescindibles. De hecho, la gran mayoría
de los profesionales de la ingeniería se ocupan de estas últimas labores. Pese
a ello, la creatividad y la originalidad se asocian a la excelencia en ingeniería.
375
procedimientos establecidos hacia formas mentales más uidas y abiertas.
La mente parece liberarse, al menos momentáneamente, de la rigidez de los
esquemas arraigados, regresando hacia estados mentales más desinhibidos y
primitivos. Entonces, si se ha preparado concienzudamente el terreno y la
fortuna es favorable, se produce un destello mediante el que se resuelven los
aspectos básicos del problema. El desorden de los fragmentos empieza a ar-
ticularse. Si el proceso tiene éxito se produce el salto creativo que ilumina el
problema.
Es en ese momento cuando hay que tener presente que lo factible es aque-
llo que es concordante con las leyes de la naturaleza, que acotan el campo
en el que se desenvuelve la posible solución. De este modo conuyen el re-
speto a las leyes de la naturaleza plasmadas en un conocimiento cientíco
ampliamente contrastado y que goza de una aceptación universal y el vig-
oroso impulso de la actividad creativa que busca concebir cosas que todavía
no son pero que pueden ser en el sentido de que son compatibles con las
leyes naturales. Estas leyes marcan los connes de lo que se puede hacer,
pero dentro de esos límites existen amplias holguras en las que se despliega la
capacidad creativa1 . La labor del ingeniero está subordinada a ellas, y condi-
cionada por ellas, de modo que lo especíco de su trabajo está en ser capaz
de crear en el campo libre que esas leyes le dejan, y someterse a ellas en lo
que proceda. De esta forma, sus actuaciones se inscriben en el ámbito de lo
posible, de lo que no necesariamente tiene que ser, pero que es si alguien lo
hace intencionalmente.
La tarea propia del ingeniero le lleva a tener que desarrollar una doble
capacidad: anticipar imaginativamente y calcular, mediante la aplicación de
rigurosos cálculos. La mente del creador imagina diferentes vías posibles para
resolver el problema que le ocupa. En la génesis de una idea nueva hay tam-
bién un proceso de selección entre las opciones que se conciben. La solución
adoptada es el resultado, entre otras cosas, del análisis crítico de las opciones
posibles. El acierto en la decisión se traduce en la excelencia del artefacto o
solución al problema. La tensión propia de la creación del ingeniero se de-
senvuelve entre dos extremos: desbordamiento creativo en la concepción, y
1 La capacidad creativa de un ingeniero también resulta acotada por las normas legales
establecidas para garantizar, entre otras cosas, la seguridad de los productos de su ac-
tuación profesional.
376
análisis de la viabilidad de esas concepciones en consistencia con lo que se
sabe de las leyes del mundo natural; por tanto, respeto a leyes de la natu-
raleza e imaginación creativa para reconducirlas de forma conveniente; todo
ello aderezado con una ineludible competencia rigurosa. Se tiene así un largo
proceso de revisiones entre el estadio creativo en el que se conciben nuevas
ideas, y el analítico en el que se someten al implacable rigor de la raciona-
lidad. De este modo, la síntesis de un artefacto tiene tanto de arte como de
ciencia. Y así también, la actuación del ingeniero adquiere caracteres que
la convierten en un reejo de la condición humana, en la que se entrelaza
en nuestra contingencia nuestras abiertas posibilidades de acción con las
restricciones que imponen las leyes biológicas y físicas del mundo natural.
377
mundo de las artes, tan presentes en los ingenieros del Renacimiento y de
la primera Ilustración. La vinculación dominante hoy en día de la ingeniería
con la ciencia no debe hacer olvidar que sus componentes creativas poseen
un excelente acomodo en el mundo del arte y de la literatura.
378
concepción primaria de aquello que se pretende hacer. En este sentido tiene
raíces etimológicas cercanas a designio y se emplea para la representación
anticipada de un esbozo de lo que se pretende llevar a cabo. Este boceto se
hacía tradicionalmente mediante un dibujo con una variedad de las artes
grácas que se conoce como dibujo técnico, lo que está en el origen de la
adopción del término diseño. Al concebir un proyecto se requiere el auxilio
de instrumentos adecuados para forjar primero en la mente, y después en
el papel o, cada vez más hoy en día, mediante la informática, el diseño del
objeto articial al que se pretende dar el ser4 . El carácter preliminar del
diseño hace que se asocie a la fase creativa del proyecto. El término diseño
tiene también un uso más restringido y especializado referido al acabado
estético de productos industriales susceptibles de producción en serie; por
ejemplo, cuando se habla de diseño industrial.
379
determinantes en la aceptación de la teoría de la relatividad generalizada, aún
antes de que los resultados experimentales la sancionasen denitivamente7 .
En todo caso, durante el proceso de reelaboraciones creativas por las que
progresa la evolución de un proyecto, el ingeniero está sometiendo continua-
mente los productos que alcanza en las distintas etapas a una evaluación
crítica (recuérdese lo dicho en el apartado 1.7.1) en la que la adecuación
funcional al objetivo perseguido es el criterio dominante.
380
son, por una parte, objetos físicos que obedecen las leyes de la naturaleza;
pero, por otra, han sido ideados intencionalmente para desempeñar una fun-
ción. Así, a todo ingenio se asocian dos descripciones: la estructural, que da
cuenta de su estructura y composición física, y la funcional que determina
lo que se espera que haga. Los ingenieros deben puentear la brecha entre
esas dos descripciones mediante un diseño. Para ello, normalmente, como
se indica esquemáticamente en la gura 7.1, el proceso de diseño comienza
con una descripción de la función que se pretende que desempeñe el arte-
facto que se está concibiendo y naliza con una adecuada descripción física,
completa y detallada, del artefacto. La función puede considerarse como la
entrada al proceso de diseño. La tarea del ingeniero es precisamente proyec-
tar una estructura física capaz de realizar esa función. La salida del proceso
de diseño es, por lo tanto, la descripción de la estructura física que cumpla
adecuadamente la función; esto es, el diseño de un ingenio.
Entrada Salida
Proceso
de diseño
Descripción Descripción
funcional estructural
381
la de vapor se vuelve a abrir, el cilindro se rellena de vapor de agua, y el ciclo
se repite. Esta cadena de razonamientos muestra que los primeros ingenieros
que trabajaron con la máquina de vapor poseían una comprensión detallada
de la forma por la cual a partir del calor del fuego se podía generar vapor para
actuar sobre la bomba de agua. Esta comprensión estaba basada, por una
parte, en fenómenos físicos entonces conocidos, como son la fuerza expansiva
del vapor de agua, la creación de vacío por enfriamiento (condensación) de
vapor, y el peso de la atmósfera. Por otra parte, estos fenómenos se organi-
zan con la intervención de determinadas actuaciones cruciales como son la
apertura y cierre de la válvula en los momentos oportunos. El movimiento
de vaivén, arriba y abajo, de la bomba de achique se lleva a cabo mediante
la máquina de Newcomen, que de este modo se convierte en un medio para
un n; es decir, adquiere una función: mover la bomba de agua.
382
al diseño y es dependiente del contexto.
Fenómenos físicos
Estructura del Especificaciones Función
con propiedades
artefacto del artefacto del artefacto
adecuadas
383
7.2. Algunos puntos de vista sobre el método
de los ingenieros
384
Por otra parte, se habla de racionalidad con múltiples adjetivaciones que
coneren a este término rasgos peculiares. Así, en el apartado 1.7.1 se ha
debatido sobre la racionalidad crítica. También se puede hablar de una ra-
cionalidad de nes y de otra de medios. Hacer lo correcto, lo que hay que
hacer, pertenece a un orden distinto al de hacer correctamente lo que se
tenga que hacer. Una cosa es decidir lo que hay que hacer, y otra, una vez
acordado, el hacerlo bien. En el primer caso se está en la racionalidad de
nes y en el otro en la de medios para alcanzarlos. Aunque sea discutible el
establecer una dicotomía radical entre ambas y en la práctica, las más de las
veces, se presentan entrelazadas, se va a suponer que es posible tratarlas por
separado. La primera forma de racionalidad es la más difícil de caracterizar,
y en ella están presentes componentes éticos a los que se dedicará el capítulo
9. De momento, se va a contemplar la segunda que es, por otra parte, la que
de forma más frecuente aplica el ingeniero en su actividad profesional. Esta
racionalidad se reere a un modo de comportamiento que es apropiado para
el logro de determinadas metas, dentro de los límites impuestos por cier-
tas condiciones y restriciones. Para estudiarla resulta conveniente emplear,
a su vez, la distinción propuesta por Simon9 entre lo que llama racionalidad
substantiva y racionalidad procedimental.
385
to cientíco preexistente a un problema determinado. En ese caso, se puede
decir con propiedad que la adopción de decisiones es racional y consistente.
Así las posibilidades reales de decisión racional están acotadas por limita-
ciones en la información disponible, tanto relativa a la descripción del proceso
sobre el que se va a actuar, como a la formalización de los objetivos que se
tratan de alcanzar. Sin olvidar que la capacidad de procesar esa información,
que para un problema real de una cierta complejidad, es siempre limitada.
Estas limitaciones hacen que el comportamiento real del artefacto proyecta-
do se pueda distanciar mucho del considerado óptimo. Se recurre entonces a
386
una racionalidad procedimental o acotada, que es la que de hecho se aplica
cuando, en circunstancias normales, nos encontramos con una información y
con una capacidad de procesarla limitadas. Esta forma de racionalidad tra-
ta de encontrar procedimientos ecientes para calcular soluciones efectivas a
problemas concretos.
Optimización y satisfacción
387
teórico relativa al juego de damas aparecido como uno de los diez máximos
resultados del año 2007). Un algoritmo así concebido correspondería a lo que
se ha denominado racionalidad substantiva con respecto al juego del ajedrez.
Presupondría un conocimiento exhaustivo de todas las posibilidades, y una
eventual optimización de este conocimiento para alcanzar el n propuesto: el
jaque mate. Obsérvese que en este caso se satisfacen las propiedades 1, 2 y 3
de la racionalidad sustantiva antes enunciadas, pero no la 4.
388
tiona este punto de vista cuando se tienen procesos complejos, como los que
habitualmente se encuentra el ingeniero en la práctica (y el economista o el
médico, y tantos otros profesionales que tienen que tratar con los complejos
problemas con los que se encuentran en el ejercicio práctico de su profesión);
no sólo porque cuestione la posible existencia de ese conocimiento objetivo
de la realidad (ese magno supermodelo que agotase su conocimiento) sino
porque considera que, aún en el caso de que existiera, la propias limitacio-
nes humanas en su manejo lo harían inútil10 . Simon propone que se debe
partir de una racionalidad acotada con todas sus consecuencias; establecer
estrategias para decidir las reglas de acción buscando, cuando no haya más
remedio, caminos alternativos en los que, desde un principio, se asuman esas
limitaciones como en el caso del ajedrez antes mencionado. De este modo,
el ingeniero en su actividad práctica se debate entre un óptimo ideal, las
más de las veces inalcanzable, y soluciones concretas satisfactorias según las
cuales las cosas funcionen de un modo aceptable, según unas especicaciones,
que no son sino el reconocimiento explícito de la imposibilidad de alcanzar
la perfección absoluta.
389
razonable esperar que se alcance un método general de diseño con el que
llevarlo a cabo mediante algoritmos, basados en reglas, susceptibles de ser
programados en un ordenador, aunque si pudiera ser interesante disponer de
ayudas informáticas siempre conducidas o pilotadas por quien lo realiza.
390
constituye el punto de partida de su reexión sobre el método del ingeniero.
Propone Vaughn Koen que:
391
debe ser considerado como un recurso cabe imaginar el que se incluya o no
se incluya en un proyecto; si éste mejora sustancialmente con esa incorpo-
ración, entonces se considera un auténtico recurso. La subordinación a los
recursos es imperativa para el ingeniero, que debe ejecutar sus proyectos en
unos plazos según unos objetivos previamente establecidos. En consecuencia,
un problema de ingeniería incorpora en sus fases iniciales la evaluación de
los recursos tanto muy necesarios como disponibles para abordarlo.
Con los medios de los que dispone el ingeniero trata de obtener una buena
solución al problema que tiene entre manos. Ésta mejor solución está condi-
cionada, por una parte, como se acaba de ver, por los recursos disponibles
para resolverlo, pero además, y por otra, por el criterio que permita juzgar
la bondad de la solución que aporta. Al hablar de la mejor solución no debe
olvidarse lo dicho en el apartado anterior respecto a las formas de racionali-
dad que distingue Simon: en este caso el concepto de racionalidad que preside
la actividad del ingeniero está más cercano de la racionalidad procedimental
que de la racionalidad objetiva. La primera modula qué se entiende por una
buena solución a un proyecto.
Vaughn Koen emplea también, como Simon, el ejemplo del ajedrez para
ilustrar su visión de la ingeniería. En cada jugada de ajedrez se pretende
producir el cambio deseado en la propia situación sobre el tablero a partir de
un conocimiento incompleto de los resultados de las propias decisiones y que
sea consistente con los recursos disponibles (la situación de las piezas). Para
entender el modo de proceder del jugador de ajedrez, como el del ingeniero,
Vaughn Koen propone una denición peculiar del concepto de heurística, que
dene como:
392
El término heurística viene de la palabra griega heuriskein (descubrir). En
español se acepta este término como arte de inventar. El concepto de heurís-
tica de Vaughn Koen es a la vez enormemente sugerente y difícil de denir
con precisión. Es toda forma de conocimiento que contribuye a resolver un
problema. Está formada por el complejo de ideas y reglas que encarrilan
la búsqueda de soluciones para los problemas técnicos. La principal función
de una heurística es generar estrategias para resolver problemas. La propia
denición contiene esos elementos de vaguedad. Pero al mismo tiempo es es-
pecialmente persuasiva y todo ingeniero, aunque sufra una fuerte inuencia
cienticista, tarde o temprano acaba teniendo que recurrir a alguna forma de
ellas.
393
pudieran mejorarlo, una vez alcanzado un cierto estadio en su ejecución. Otra
heurística recomienda asignar recursos a la exploración de nuevas soluciones
en la medida en que el coste de no conocerlas excede al de buscarlas. Un
tercer ejemplo de heurística es la que recomienda asignar recursos sucientes
al eslabón más débil en la cadena de un proyecto. El empleo de coecien-
tes de seguridad en los diseños es otra heurística comúnmente adoptada por
los ingenieros. También lo es procurar que toda situación que resulta de la
adopción de una decisión tenga abierta una salida. Otra heurística general
aconseja emplear la realimentación continua de los resultados alcanzados du-
rante la ejecución de un proyecto. Una última muestra es la que plantea
resolver los problemas por aproximaciones sucesivas. Como se ve, se trata de
recomendaciones de carácter general que se traducen en un compromiso más
bien débil a la hora de formular actuaciones concretas. Se pueden resumir
como una invitación a usar el indenible pensamiento práctico.
Heurísticas y ciencia
394
niería para convertirse en una ambiciosa propuesta de carácter universal con
respecto a cómo los seres humanos abordan toda clase de problemas, lo que
expone en la cuarta parte de su libro, en forma de un Universale Organum.
Sin embargo, esta propuesta debe tomarse con grandes reservas, pues el con-
cepto de heurística carece de una solida denición conceptual que permita
su aceptación más allá de una formulación heurística del método del inge-
niero. En todo caso la pretensión de Koen en su propuesta de un Universale
Organum desborda los límites de este libro.
Koen también plantea como una heurística destacada del método del
ingeniero el emplear el conocimiento cientíco siempre que se disponga de él.
De este modo reconoce el valor pragmático de las teorías cientícas para la
solución de problemas técnicos en el desarrollo de la ingeniería. Además, la
búsqueda heurística se interpreta normalmente como un conjunto de reglas
que restringen la búsqueda de la solución de un problema a determinadas
partes del espacio de soluciones y permite evaluar esas posibles soluciones
y elegir entre ellas. En resumen, para Koen, el proceso de búsqueda heurística
forma también parte esencial del método de la ingeniería.
Por tanto, según Vaughn Koen, el método de los ingenieros y el uso de heurís-
ticas, en el sentido que le da este autor, poseen una total identidad.
395
Figura 7.3: Conjunto U de todos los problemas resolubles en la actualidad
con métodos rigurosos.
Además se admite que existen otros problemas como los representados por
los puntos e y f que, en principio, tienen solución, aunque ésta no sea úni-
ca y resultante de la aplicación de una teoría cientíca que goce de amplia
aceptación.
396
en nuestro tiempo, el ordenador.
397
exponiendo ahora.
398
Figura 7.5: Estados del arte de las ramas de la ingeniería N , A y B en el
momento histórico t.
399
7.2.3. Anatomía del conocimiento involucrado en el ejer-
cicio de la ingeniería
1. El ala de Davis y el problema del diseño del perl 1908-45: ¾qué forma
de perl usar para los aviones de largo alcance en Colsolidated Aircraft
a nales de los 1930 y cómo diseñar perles para aviones en general?
400
5. La innovación de los remaches planos en los aviones americanos 1930-50:
¾cómo diseñar y producir juntas remachadas planas para los aviones?
401
1996) 15 entre ciencia normal y ciencia revolucionaria. Algo análogo se puede
decir con relación a la ingeniería. Y así se puede hablar de una ingeniería
normal en la que la actividad del ingeniero está regida por las normas y pro-
cedimientos establecidos por el estado del arte en la correspondiente rama
de la ingeniería. En esta forma de ingeniería, el ingeniero parte de un cono-
cimiento a priori de aquello que trata de proyectar, de modo que si sigue
elmente los procedimientos establecidos alcanzará un resultado consistente
con sus propósitos. En las actividades profesionales en especialidades rígi-
damente estructuradas puede suceder que se valoren más la conformidad o
adecuación a los criterios de la especialidad que la originalidad del produc-
to proyectado. Esa aceptación reduce riesgos con respecto a lo que se está
proyectando, por lo que desde un punto de vista conservador suele ser valora-
da muy positivamente; aunque, priva al producto de innovación. En todo caso
el ingeniero se debate de una u otra forma entre los extremos que representan
una opción conservadora, dotada de seguridad y robustez, y otra creativa,
sujeta a determinados riesgos pero con el incentivo de la singularidad.
402
visión dual del objeto técnico como formado por una función, aquí principio
operacional, y una estructura, ahora conguración normal, según se expuesto
en el apartado 6.2.7. Recordando lo que se dijo en ese apartado y adoptándo-
lo a los términos que ahora se emplean, el principio operacional de un objeto
técnico no está contenido en las leyes de la naturaleza. Según Vincenti, este
principio, que describe la función que realiza un artefacto técnico, no puede
deducirse de esas leyes16 :
403
suprema de ejercer la creación en ingeniería. El diseño normal y el radical
constituyen los dos extremos de un contínuo, más que una clara dicotomía.
En la escala jerárquica considerada por Vincenti, el diseño normal suele cor-
responder a los estratos más bajos mientras que el radical está en los más
altos. Se trata del primer y último peldaño de la escalera implícita en la escala
a la que se aludía más arriba. El diseño normal, empleado en los estratos infe-
riores de la jerarquía, se limita a la aplicación de conocimientos preexistentes
a problemas concretos previamente codicados y que caen directamente den-
tro del ámbito de una tecnología conocida. Por otra parte es habitual que los
rangos superiores en la escala jerárquica correspondan a labores creativas de
ingeniería. En esos estratos se actúa con mayor libertad e inventiva, tanto al
denir los objetivos como al proponer soluciones para lograrlos. El análisis
de Vincenti se reere particularmente al diseño normal y especialmente a la
generación de conocimiento ingenieril en esa clase de diseño.
404
historiador de la técnica George Basalla dice17 :
conocimiento explícito
z }| {
conocimiento descriptivo conocimiento prescriptivo conocimiento tácito
| {z }
conocimiento procedimental
405
El anterior diagrama resulta interesante en la medida en que propone un
solapamiento entre el conocimiento explícito reducto de la ciencia conven-
cional y del asociado con las diferentes tecnologías con los procedimientos
prácticos para realizar los productos de la ingeniería. El engarce entre el mun-
do abstracto de las ideas y el concreto de los procedimientos, habilidades y
reglas de actuación que conducen a las realizaciones, se lleva a cabo mediante
el conocimiento prescriptivo. De manera paralela, Edwin Layton18 considera
la ingeniería:
Vincenti ha resumido sus ideas sobre las relaciones entre el uso y gen-
eración del conocimiento en los cientícos y en los ingenieros en el diagrama
de la gura20 7.6. Este diagrama debe interpretarse como un bosquejo de rela-
ciones y no como una clasicación estricta de formas de conocimiento. De
18 E. Layton, Technology as Knowledge, Technology and Culture, 15:31-41, 1974, p.
37-38.
19 Vincenti, Ob. cit., cap. 7.
20 Figura adoptada de Vincenti, 1990, p. 226.
406
Actividades que generan Actividades que generan
conocimiento científico conocimiento ingenieril
(llevadas a cabo por (llevadas a cabo por
Actividades combinadas
científicos ingenieros
o entrelazadas
principalmente principalmente
para faciltar la con fines prácticos
comprensión) utilitarios)
Conocimiento empleado
Conocimiento empleado por los ingenieros
por los científicos (para diseñar artefactos
(para generar y, secundariamente,
más conocimiento) generar
más conocimiento)
407
7.3. Los ingenieros investigadores y los cientí-
cos
408
que éstas pueden discurrir; delimita lo que es posible hacer; puede incluso
suscitar la posibilidad de llevar a cabo un determinado ingenio. Ello, claro
está, sin olvidar que la aplicación de un método a un problema real requiere
cierto ingenio por parte del ingeniero. El objetivo del ingeniero teórico o in-
vestigador es precisamente ir desplazando a valla que separa lo calculable a
partir de conocimientos previos de lo que requiere de ingenio creador y de
otros supuestos intangibles, aunque esto último siempre será ineludible, por
mucho que se desplace la barrera.
409
la idea de que debe ser en primer lugar útil, debe ayudar a los humanos a
dominar la naturaleza, o a emanciparse, al menos relativamente, de ella. Es-
ta forma de conocimiento es la que surge asociada indisolublemente con la
moderna ingeniería y muestra plenos caracteres de ciencia, de conocimiento
estructurado y con raíces empíricas, aunque se persigan nes diferentes a los
de la ciencia convencional, todavía embelesada por el ancestral concepto de
verdad. Si bien algunos cientícos se han distanciado de esta última preten-
sión y estén recorriendo el camino de vuelta, cómo ya se ha apuntado en
varias partes de este libro.
410
actividades
experimentales
conocimiento
teóricas
411
actividades
experimentales
CONOCIMIENTO
teóricas
Ciencia
actividades
experimentales
PRÁCTICAS conocimiento
teóricas
Ingeniería
Figura 7.8: Desdoblamiento del diagrama de la gura 7.7 mostrando las di-
ferencias entre los modos convencionales de ejercer la ciencia y la ingeniería.
412
Las ciencias de la ingeniería
413
básica en un dominio aplicado, como es la ingeniería, se interpreta en ciertos
ámbitos como una paradoja26 . Con todo la ley que creaba la NSF marcaba
como objetivos para esta Fundación el nanciar la investigación cientíca
básica en las ciencias matemáticas, físicas, médicas, biológicas y las de la
ingeniería, entre otras. De este modo el rótulo en cuestión se consagra.
414
de uso práctico directo, que puede ser estudiado aparte de otra clase
de conocimiento cientíco que no es de utilidad práctica, y que se de-
nomina `ciencia pura'. Pero no hay mayor falacia que ésta. Lo que se
llama ciencia aplicada no es nada más que la aplicación de la ciencia
pura a clases particulares de problemas.
415
sa teorizar (más allá de lo que necesite para encontrar una solución concreta
al problema que le ocupa) sino concebir soluciones prácticas.
En todo caso en la edad cientíca que han sido los siglos xix y xx se ha
tendido a asumir que todo el conocimiento que se incorpora en un diseño de
ingeniería deriva de la ciencia. Sin embargo, en las obras de ingeniería real-
mente geniales, en las innovaciones que han determinado un cambio radical
en el curso de la civilización (la imprenta, la máquina de vapor, la aviación,
la telegrafía sin hilos, por citar unas pocas), no todo lo necesario para su
diseño estaba disponible en el conocimiento cientíco existente cuando se
concibieron esos artefactos, como se ha recordado en repetidas ocasiones an-
teriormente, especialmente en el apartado 6.2.5. Así, se puede decir que en
el conocimiento cientíco preexistente no están implícitos los productos de
la ingeniería. Esto es lo contrario de lo que sucede en la ciencia cuando se
arma, por ejemplo, que los agujeros negros están contenidos en la teoría
de la relatividad general, ya que de los supuestos de esa teoría se desprende
su existencia la cual fue predicha por la teoría antes de que se encontraran
en el rmamento; algo análogo sucede con las trayectorias elípticas de los
planetas y la teoría de la gravitación de Newton; pero, ¾en que teoría, o cuer-
po de conocimiento, está implícito un artefacto como un avión o un robot?
En esta pregunta `estar implícito' debe entenderse en el sentido de que el
artefacto resulte de la aplicación de una teoría que conduzca a una solución
recubierta por esa teoría o contenida en ella. Las leyes cientícas pueden
sugerir y también acompañar, e incluso encauzar, al mejorar o marcar límites,
las soluciones posibles; pero por sí solas no pueden determinar el diseño de
un artefacto. Al conocimiento básico que aportan los cientícos, en el caso
de que lo hagan, lo que es frecuente en nuestros días, hay que añadir los
conocimientos propios de la ingeniería, que no son una simple derivación de
aquellos (recuérdese, por ejemplo, el caso ya citado del aprovechamiento de
la energía termonuclear), sino que poseen su propia entidad tanto conceptual
como metodológica y operativa.
416
½Qué mejor legitimación que el funcionamiento correcto de los artefactos que
proyecta! De forma análoga al médico cuyo objetivo es curar o sanar es la
consecución de un n práctico y tangible lo que sancionará la calidad profe-
sional del trabajo del ingeniero. Así, para éste, un resultado es correcto o al
menos aceptable cuando un grupo de especialistas cualicados certica que
el funcionamiento del sistema en cuestión es satisfactorio según el estado del
arte de la ingeniería correspondiente. Para ello se proponen minuciosas nor-
mativas a las que someter los productos que aspiran a la certicación. Pero
en estas normativas siempre se acaba recurriendo, en el momento crucial, a
la opinión de especialistas para interpretarlas. Y así, una vez más, la estela
de lo humano aparece en los productos de la técnica.
417
7.4. Algunas peculiaridades del mundo de la in-
geniería
418
mente se ha denominado como investigación para la acción, o investigación
de los modos de actuación. El objetivo de esta investigación no es el producir
sistemas conceptuales dotados de una gran abstracción y universalidad, sino
un conocimiento de carácter local y temporal referido a situaciones concretas
y particulares, colindante con la racionalidad procedimental. Su objetivo es
el contribuir a mejorar el funcionamiento de aquello de lo que se ocupa y no
el de explicar los modos operativos bajo una perspectiva puramente teórica.
Se trata de una forma de investigación a la que interesa no sólo el diagnosti-
co en un cierto ámbito de actuación, sino también, y muy especialmente, la
terapia para resolver los problemas.
419
una nueva idea, que acaba plasmándose en un artefacto que cumple una cierta
utilidad; mientras que la innovación se reere a la implantación social de ese
artefacto; de modo que en innovar el prejo in alude a la introducción de
algo nuevo en el cuerpo social. En nuestros días el paso de la invención, de la
creación inventora, a la innovación requiere importantes recursos económicos
con los que convertir el invento en un producto con aceptación por el cuerpo
social. Para que un producto o un servicio resulten innovadores tienen que ser
aceptados por el cuerpo social a través del mercado. La innovación requiere
una conjunción de novedad técnica con viabilidad económica. Así, innovación
e invención son cosas diferentes, aunque estén relacionadas.
420
nalmente concebido, y cuya explotación incidental en las notas propiamente
adhesivas fue producto de la casualidad. Un gran invento de los años 1950
es el container, cuya simplicidad técnica es patente, pero que en la actuali-
dad domina el transporte marítimo y una parte considerable del terrestre.
También se puede mencionar aquí el Velcro, obra del ingeniero mecánico
suizo George de Mestral (1907-1990) inspirado en las singulares propiedades
adhesivas del cardo alpino (Xanthium spinosum); o la alambrada de espino
imitando al naranjo Osage, que permite el establecimiento de cercas razona-
blemente económicas.
421
creativas que constituyen los aspectos más meritorios y atractivos de la ac-
tividad técnica. De ese modo se contabiliza exclusivamente una parte del ciclo
vital de las tecnologías, la de creación y desarrollo inicial, en detrimento de
otras como son las asociadas a la producción y el mantenimiento de los inge-
nios producto de cada tecnología. Con ello, el interés en la ingeniería parece
concentrarse en las transformaciones en el mundo de la técnica, secuela de la
obsesión del mundo occidental por el cambio, por la acción rápida, aunque
sea supercial, más que por el trasfondo del medio elaborado por la técnica
el mundo articial que ésta ha creado que suministra un substrato más o
menos estacionario a la actuación normal del ingeniero.
422
a la actividad profesional de los ingenieros, en un país desarrollado, son que
la gran mayoría, sobre un 75 %, se ocupan del mantenimiento y supervisión
de procesos existentes, empleando para ello tecnologías convencionales; un
grupo menor, sobre un 10 %, se ocupa de la formación; y, por último, sólo
el 15 % restante está implicado en el desarrollo de nuevas tecnologías o de
productos técnicos (de la que a su vez sólo una minoría se ocupa de lo que
Vincenti llama ingeniería revolucionaria). Esa distribución del empleo de los
ingenieros puede considerarse como un reejo del panorama de la técnica en
el que estamos sumidos: cerca de un 80 % de las tecnologías en una nación
moderna industrializada han alcanzado el estadio de madurez o declive, y
menos de un 20 % de ellas se encuentran en el estadio de crecimiento inicial.
Una curva en U invertida muestra las tres fases del ciclo vital de una
tecnología: crecimiento, madurez y declive. La gura 7.9 muestra también
como en un determinado dominio de actividad, en un momento determina-
do, pueden coexistir varias tecnologías en fases distintas de su ciclo vital. Por
ejemplo, en un momento determinado la tecnología más antigua (A) puede
estar declinando, mientras que la (B) se encuentra en su madurez y una
nueva tecnología (C) está emergiendo; es decir, cuando surge una nueva tec-
nología (C) el mundo se encuentra dominado por otra ya desarrollada (B), y
al mismo tiempo aún se perciben rastros signicativos de al menos una más
vieja (A). Conviene resaltar esta mezcla de continuidad y complejidad en el
panorama de la técnica. Es muy conveniente tener presente estos extremos
cuando se estudia el fenómeno de la ingeniería, pues hay una cierta tendencia
a reducirla solamente a sus fases iniciales de invención y creación, y sin em-
bargo, como se acaba de recordar, cerca de 80 % del volumen tecnológico en
un determinado momento histórico puede estar formando por tecnologías en
estado de madurez, o a lo sumo iniciando su declive. Un caso interesante de
lo que se está diciendo lo aporta la maquina de vapor. Esta máquina se con-
423
D
C
424
sidera el paladín de la primera revolución industrial y, sin embargo, resultó
tener una mayor importancia, tanto relativa como absoluta, en 1900 que en
1800. Inglaterra consumió muchísimo más carbón en los años 1950 que en
los 1850. Se trabaja tanto con herramientas nuevas de última hora como con
viejas; se usa más el martillo que el destornillador eléctrico.
425
privadas. Por ejemplo, David Edgerton35 compara el éxito económico alcan-
zado por Bill Gates, basado en una tecnología puntera, con el logrado por
Ingvar Kamprad, el fundador de IKEA, que ha hecho su fortuna produciendo
en masa y vendiendo muebles de madera, que los propios clientes transportan
a sus casas y montan sin cobrar nada por ello.
426
en ellos regularidades que pongan de maniesto que el comportamiento no
es generado por una espontaneidad caprichosa. Estas regularidades son fun-
damentales para el establecimiento de las reglas de la técnica, pero también
están en el origen de la ciencia.
427
irreversibilidad es una de las manifestaciones del progreso.
Las normas son el resultado de una especie de selección natural, que ltra
las soluciones válidas, retiene los procedimientos exitosos y no reproduce más
que los artefactos que han manifestado capacidad de supervivencia. De este
modo la técnica aspira a cristalizarse a jarse en la repetición inmutable
de las fórmulas que han triunfado.
7.4.5. La avería
428
Figura 7.10: Accidente del Concorde.
429
tuaciones. En primer lugar, el progreso en la abilidad. Mediante adecuadas
innovaciones se puede mejorar la abilidad. Los coches tienen en la actualidad
menos averías que hace treinta años. Es posible concebir máquinas más a-
bles, con menos fallos. Por ejemplo, en los sistemas electrónicos el cambió de
una concepción en serie por una en paralelo atenúa los efectos de las averías
en los componentes del sistema. Por último, las tecnologías actuales permiten
incorporar procesos de autodiagnóstico en la concepción de las máquinas.
Sin embargo, no siempre es posible evitar los desastres a pesar de los pro-
gresos en la prevención. En la medida en que los equipos de alta tecnología
resulten capaces de tomar sus propias decisiones y de disponer de sus pro-
pios sistemas de supervisión los operadores humanos son desplazados, con los
riesgos consiguientes de que las máquinas tomen decisiones inadecuadas en
caso de crisis. Algunos accidentes de aviones han sido causados por un exceso
de conanza del piloto en el sistema de piloto automático. En casos así, la
solución pude ser suministrar a los operadores humanos la mejor informa-
ción en el momento adecuado, y que sean ellos mismos los que decidan. La
seguridad no puede garantizarse sólo mediante un gran número de controles
situados al más alto nivel, sino por la asunción a cada nivel de la información
adecuada, y la capacidad decisoria y responsabilidades correspondientes. De
este modo, en caso de emergencia todos los actores resultan potencialmente
efectivos.
430
sistema en cuestión. El desentrañar por qué se ha producido un determina-
do fallo en el funcionamiento de una máquina es una fuente inapreciable de
conocimiento sobre ella.
431
7.5. Comentarios nales sobre la identidad de
los ingenieros
Así como la ciencia ha atraído gran atención por parte de los lósofos, no
ha ocurrido lo mismo con la técnica, y menos aún con la ingeniería, al menos
en una medida comparable. Se pueden encontrar muchas razones para ello.
Posiblemente una de ellas sea que la ciencia se ocupa de buscar explicaciones
a lo que sucede en el mundo, lo que existe, y las respuestas a estas cuestiones
tienen un indudable interés losóco, tanto en lo que respecta a los propios
hallazgos de la ciencia, como a la fundamentación metodológica del modo de
adquirirlos. Desde los griegos los lósofos han tratado de ocuparse del ser, lo
permanente, lo inmutable, mientras que la técnica lo hace de lo fungible, de
lo contingente, de lo perecedero, de lo efímero.
432
griego. Otra cosa serían los tiempos actuales en los que los productos de la
técnica llegan a cubrir la práctica totalidad de la Tierra, hasta el extremo de
que ya resulta imposible distinguir el mundo natural del articial.
433
Capítulo 8
A mediados del siglo pasado se acuña un nuevo concepto que estaba lla-
mado a tener una importancia singular: el de información. Con él la imagen
que la física clásica pretendía aportar del mundo, basada en último extremo
en las nociones de materia y energía, iba a sufrir una radical transformación.
Los trabajos de Claude Shannon (1916-2001), que establecían una equivalen-
cia entre elementales conmutaciones en circuitos eléctricos y las leyes de la
lógica produjeron una honda conmoción. La implicación lógica, que pone en
juego capacidades abstractas de la mente humana, podía emularse mediante
simples conexiones de conmutadores eléctricos. El trabajo de Shannon vio la
434
luz en 1938 y a partir de él el desarrollo de las tecnologías de la información
no era más que cuestión de tiempo.
435
del mundo, socava la pretensión de reducirlo todo a materia y energía, lo que
parecía ser el sueño dorado del físico clásico.
436
la acción recíproca entre las partes que la forman. Tradicionalmente se ha
considerado que esta interacción comportaba principalmente intercambios de
materia y energía entre sus partes. Pues bien, esa interacción se puede pro-
ducir también mediante el transvase de información; lo que es especialmente
patente cuando se requiere que la máquina realice las funciones necesarias
para su propio gobierno. Hay una rama de la ingeniería, de desarrollo muy
reciente, que se ocupa precisamente de dotar a las máquinas de los órganos
adecuados para gobernar su comportamiento de forma autónoma. Es la au-
tomática.
437
8.2.1. La estructura de realimentación
438
referencia + e control variable controlada
controlador proceso
439
De la estructura de realimentación negativa interesa resaltar el papel que
juega en ella la información. Lo que se realimenta es información del esta-
do del sistema, para que comparándola con otra información, la del valor
deseado para ese estado, se calcula una tercera información: el error o discre-
pancia entre lo que se quiere y lo que se tiene; a partir de lo cual se decide
una actuación que se transmite al sistema, a su vez, mediante una última
información. Si no hay error, no hay actuación. Sólo en la medida en que
se producen discrepancias entre lo conseguido y lo deseado se desencadenan
las actuaciones correctoras que ponen en funcionamiento el sistema de con-
trol. El órgano que actúa como regulador se comporta básicamente como un
procesador de información. En este sentido el control automático forma parte
de las que genéricamente se conocen como tecnologías de la información4 .
440
hace el error es administrar la dosicación de una potencia exterior que lleve
la magnitud que se pretende controlar al valor requerido. De ahí su empleo
en los servomecanismos para posicionar el timón de un barco, los alerones
de un avión o, más recientemente, en las servodirecciones de los vehículos
automóviles.
441
controlada al de la de referencia.
442
Sobre el término `realimentación'
443
el sistema con los resultados de las acciones previamente efectuadas, que es
exactamente lo que se pretende signicar.
444
los aviones militares (cazas y bombarderos) impedía un tiro antiaéreo ecaz
mediante operadores humanos que tenían una capacidad limitada para hacer
esa predicción. Wiener aplicó métodos basados en la mecánica estadística
para llevarla a cabo; y desarrolló una teoría original que permitía tanto la
separación de la señal del ruido que la distorsiona, como una predicción de
su futura evolución.
445
8.2.2. El problema matemático del control
Al interconectar las dos ecuaciones (8.1) y (8.2) (lo que en la jerga de los
446
Planta
u x
Controlador
447
De este modo el problema del diseño de sistemas realimentados adquiere
toda su riqueza y variedad. El ingeniero que diseña un controlador una ley
de control debe ser capaz de concebir una forma matemática para el com-
portamiento deseado ẋ = F (x) tal que tenga además solución el problema
de encontrar la ley de control k(x) que produzca ese comportamiento; es de-
cir, que cumpla (8.3). El problema matemático admite, por tanto, innitas
soluciones, aunque se simplica cuando las funciones F y k son lineales (alter-
nativamente, cuando el criterio a optimizar es cuadrático), hasta el extremo
de que existen métodos generales para resolverlo. Sin embargo, para sistemas
con una representación matemática no lineal el problema se convierte, en ge-
neral, en extremadamente complejo y su resolución exige especiales dotes de
ingenio y habilidad, propias de lo que se considera genéricamente como el
método del ingeniero. Es lo que sucede en el caso del péndulo invertido, que
se va a contemplar en un apartado posterior.
Pero de momento, para ilustrar las ideas anteriores con un ejemplo ele-
mental, considérese que se trata de controlar un sistema una planta que
admite la siguiente formulación matemática:
ẋ = x + u, (8.5)
en donde x representa la variable cuyo comportamiento se pretende controlar
y u representa la variable mediante la cual se puede actuar sobre la planta
para conseguir que x se comporte adecuadamente. Pese a la aparente simpli-
cidad de las ecuaciones anteriores el problema de control no es en absoluto
desdeñable. En efecto, la planta (8.5) es tal que en ausencia de señal de
control, para u = 0, presenta un comportamiento explosivo: x crece expo-
nencialmente. Se trata, por tanto, de una planta inestable y el controlarla
representa, entre otras cosas, reconvertir este comportamiento de crecimiento
explosivo exponencial en un comportamiento controlado y, por tanto, acota-
do. Matemáticamente se dice que se pretende estabilizar el comportamiento
de x mediante una acción adecuada de u.
448
esto es, una exponencial que tiende a cero. Por tanto, se pretende transformar,
mediante el control, un comportamiento explosivo en otro asintóticamente
estable; con lo que se trata de que si las condiciones iniciales de x no son
nulas, el sistema evolucione haciendo tender a cero el valor de la variable x y,
además, que la trayectoria mediante la cual tiende a cero sea una exponencial
cuya constante de tiempo es 1/kd .
Obsérvese que al tener que elegir una ley de control para conseguir un
comportamiento como el de la expresión (8.6) se está ante un problema de
ingeniería. No se trata de analizar algo ya existente, sino de concebir una
ley de control para obtener un comportamiento deseado de un sistema arti-
cial. En este caso el objetivo del control es obtener para la variable x un
comportamiento como el representado en la expresión (8.6).
11 G.Stein, Respect the unstable, IEEE Control Systems Magazine, Vol. 23, Núm. 4,
2003, pp. 12-25.
449
Con lo anterior se ha conseguido una formulación matemática del pro-
blema del control al enunciarlo mediante un lenguaje lógicamente preciso.
De acuerdo con él, el diseño de un sistema de control se reduce a dos pasos
de carácter básicamente matemático: 1) describir el sistema que se pretende
controlar, problema que se conoce como del modelado; y 2) diseñar el con-
trolador, que es propiamente el problema del control. Con estos supuestos el
problema de la ingeniería de control se reduciría a un problema matemáti-
co es decir, nos encontraríamos en la situación que se ha censurado otras
veces, de que la ingeniería es solamente ciencia aplicada. Sin embargo esta
abstracción matemática, pese a su indudable utilidad, supone una enorme
simplicación de la riqueza de matices que presenta la práctica de la inge-
niería de control. Por ello, a la formulación abstracta del problema del control,
sin negarle su interés, cabe objetarle que en la práctica:
450
si así fuera, generalizando lo anterior a sistemas de formulación matemática
más compleja, por procedimientos exclusivamente matemáticos se resolvería
el problema del control, y la correspondiente rama de la ingeniería no sería
más que matemáticas aplicadas.
La teoría del control óptimo aporta una perspectiva sugestiva con relación
al problema de la actuación racional. Para ello se va a suponer que se actúa
sobre un determinado sistema y que con esa actuación se pretende optimizar
un determinado índice. Del sistema sobre el que se pretende actuar se dispone
de un modelo matemático M de la forma (8.1).
Por otra parte, se supone también que existe una función de la forma
Z T
J= L(x, u)dt, (8.8)
0
451
La teoría del control óptimo suministra métodos que permiten determi-
nar la actuación u∗ (x) que permite optimizar el índice de funcionamiento J .
Obsérvese que el resultado de la resolución de un problema de control óptimo
es un enunciado del tipo si el estado del sistema es x hágase u∗ , sobre el
mejor modo de actuar para alcanzar la meta propuesta. Es, por tanto, el caso
paradigmático para la determinación de la acción racional.
En este sentido conviene recordar que las decisiones habituales, tanto indi-
viduales como sociales, se adoptan a partir de algún modelo, al que genérica-
mente se alude como modelo mental, y que está formado por el conocimiento,
más o menos able y estructurado, que el agente posee sobre el aspecto de
452
la realidad sobre el que actúa. Este modelo mental se puede convertir en
un útil de una potencia considerablemente mayor, por lo que respecta a la
ayuda a la toma de decisiones, si se es capaz de formalizarlo. Por ello, M es
indispensable para esas decisiones, pero más allá de ellas no tiene porqué ser
una representación valiosa para otro tipo de decisiones. Es decir, el modelo
es útil bajo una perspectiva utilitarista o instrumentalista, que consiente la
adecuación empírica como criterio de aceptación de las teorías pero no bajo
la esencialista o realista, que pretende que la descripción del sistema esté
basada en el concepto de verdad.
Según lo que acaba de ver, para abordar el problema del control se re-
quiere de un modelo M del proceso o planta que se pretende controlar que
normalmente tiene la forma (8.1); por lo que la construcción de modelos,
o modelado, se convierte en una actividad imprescindible en ingeniería de
control. Incluso cuando el método de diseño no incluya explícitamente el
modelo, éste siempre es empleado implícitamente para el control. El mode-
lo resume el conocimiento disponible acerca del aspecto del mundo que se
quiere controlar, de la misma forma que todo agente necesita alguna clase de
representación del proceso sobre el que está actuando. Este extremo ha sido
resaltado en un artículo clásico12 de dos pioneros de la cibernética y la teoría
de sistemas, Roger Conant y William Ross Ashby (1903-1972).
453
malismo se convierte en
ẋ = f (x, u) (8.10)
y = g(x),
454
pueden linealizarse, con lo que se simplica extraordinariamente el tratamien-
to matemático del problema, hasta el extremo de tener solución general. Los
métodos de control lineales se emplean para diseñar controladores que man-
tengan al sistema cerca del punto de operación cuando es único, pero si no es
el caso entonces hay que recurrir a dinámicas no lineales que lleven al sistema
al punto de equilibrio deseado.
455
También se puede emplear la teoría de los conjuntos borrosos para re-
presentar el comportamiento de sistemas dinámicos15 . En estos sistemas en
lugar de la densidad de probabilidad p(x(t), t) lo que evoluciona en el tiempo
es la función de pertenencia µX . En tal caso el sistema dinámico se escribe
Xt+1 = Xt ◦ F. (8.15)
456
lo que recuerda la propuesta del realismo interno de Putnam, del que lo an-
terior puede ser una ilustración. Se pone de maniesto cómo la descripción
del aspecto de la realidad que se pretende controlar, su modelo matemático,
se hace desde dentro de una teoría, la que suministra un lenguaje para ese
modelo, y un marco conceptual en la que hay que permanecer durante el pro-
ceso de elaboración del controllador. La efectividad del control, el contacto
con la realidad más allá del esquema representativo, dará la medida de la
bondad de esa representación, con independencia de toda pretensión de que
pueda calicarse de verdadera.
457
hace. Posteriormente20 de nuevo vuelve a incluirlo, sin justicar tampoco el
nuevo cambio. Según el punto de vista que se está defendiendo en este libro,
lo que hay que hacer es desecharlo sin más y considerarlo como una reliquia
que, más o menos inconscientemente, ha dejado el realismo metafísico, al que
se ha aludido en el apartado 6.3.
458
que motiva su construcción, la cual se obtiene por medio de una plataforma
sobre pilares, un sistema de control requiere una estructura de realimentación.
En ambos casos se trata de concepciones básicas extremadamente sencillas,
pero de una enorme potencia en sus aplicaciones, que han sido capaces de
articular ramas de la ingeniería para tratar de ellas. Después vendrán, en un
caso los resultados de la mecánica de los medios continuos, y en el otro, los
de la teoría de sistemas dinámicos realimentados, pero el núcleo básico de lo
que se concibe (el puente o la estructura de realimentación) es algo en lo que
se ponen de maniesto las peculiaridades de la ingeniería.
459
8.2.4. Un problema notable de ingeniería de control: el
péndulo invertido
460
equilibrio inestable del péndulo natural, sin actuación exterior.
ẍ + (α + β cos(ωt)) = 0, (8.16)
461
El péndulo invertido sobre un carro
462
Figura 8.4: Péndulo rotatorio de Furuta.
Con este sistema se puede hacer un experimento que consiste (y que con-
sistía en los tiempos originarios de este artilugio) en poner manualmente el
péndulo en posición vertical superior para soltarlo luego y que sea el propio
sistema de control el que lo mantenga en esa posición. La resolución del pro-
blema, bajo la perspectiva de la ingeniería de control, es relativamente simple
ya que si se permiten sólo pequeñas perturbaciones, el modelo del sistema
puede linealizarse y el diseño del controlador correspondiente se reduce a la
aplicación de uno de los métodos convencionales existentes para los sistemas
lineales. Debe notarse que se trata de un problema de control local, en un
entorno al punto de operación, que es la forma de control más usual en la
práctica al menos hasta el advenimiento de la robótica y que, precisamente
por ese carácter local, permite la linealización.
463
El péndulo invertido rotatorio de Furuta
464
en el caso del columpio) y llegar a la posición vertical invertida22 .
465
los parámetros se transforman en la unidad, las ecuaciones del sistema se
reducen a
ẋ1 = x2
(8.17)
ẋ2 = sin x1 − u cos x1 .
En esta ecuación x1 representa el ángulo del péndulo con relación a la vertical
superior y x2 su velocidad. La señal de control u es la aceleración del pivote.
Este modelo, aparte de prescindir del pivote, no considera ciertos fenómenos
que le afectan, el más importante de los cuales es la fricción, presente en to-
dos los artefactos mecánicos, y de especial inuencia en el péndulo (piénsese
cómo inuiría en un malabarista el que estuviese sometido a ella cuando pre-
tende mantener un palo erguido). Observese además que, pese a su aparente
sencillez matemática y aún teniendo en cuenta estas simplicaciones, el mo-
delo M es inevitablemente no lineal. La energía natural del péndulo viene
dada por:
x2
H(x1 , x2 ) = 2 + cos x1 − 1, (8.18)
2
en donde H es la energía total, el primer término del segundo miembro es la
energía cinética y el resto la potencial.
466
Figura 8.5: Función de energía natural H del péndulo sin actuar, ecuación
(8.20). El origen x1 = x2 = 0 corresponde a la posición invertida; y x1 =
π, x2 = 0 a la colgante.
467
lineal que lo estabiliza en esa posición. Sin embargo, aunque este controlador
híbrido funciona razonablemente bien en experimentos de laboratorio, no se
conoce una demostración matemática que garantice esa corrección debido a
que la cuenca de atracción para la ley de control lineal es extremadamente
pequeña, pese a que se llevan decenios de funcionamiento correcto en el la-
boratorio del controlador híbrido que emplea una ley lineal para el control
local.
El carrito automóvil
468
eje del pendulo
Encoder escobillas
pendulo
eje del motor
Motor CC
Tacogenerador
Amplificador Encoder Motor
de potencia
Fuente regulada CC
.
control u(t) Senales sensores (θ, ϕ, ϕ)
tarjeta
DSP Matlab
PC
469
Figura 8.7: Carrito automóvil construido por estudiantes de doctorado de la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Sevilla.
470
invertido, como es el caso del mantenimiento vertical de un cohete una vez
lanzado y en ascenso. Sin embargo, la aplicación utilitaria más interesante es
el carro automóvil de dos ruedas paralelas29 (gs. 8.7 y 8.8) (que se conoce
comercialmente con el nombre de Segway) que, en realidad, es un péndulo
invertido que se desplaza cuando el conductor del móvil se inclina (él mismo
es el péndulo) hacia adelante y saca al péndulo de la posición vertical (g.
8.9). entonces el mecanismo de control del péndulo, que hace que éste se
mantenga vertical, produce el avance el carro para recuperar así la pérdida
de verticalidad que ha provocado el conductor. De este modo éste último
controla la velocidad del carro. Su giro se hace por control manual actuando
sobre cada uno de los motores que activa la cada una de las dos ruedas.
Variando la velocidad relativa de las dos ruedas se produce el giro del carrito.
471
Figura 8.10: Estructura del sistema de un carrito automóvil como el de la
gura 8.7.
472
que conducen a ciertos casos notables (que da lugar a bancos de prueba) que
aunque en sí mismos tengan una utilidad limitada, sí sirven para adquirir
conocimiento, experiencia y destreza para resolver otros problemas en el do-
minio de una rama de la ingeniería. Por lo que respecta a problemas de
control, uno de estos arquetipos lo suministra el péndulo invertido. Se trata
de un problema cuya solución constituye un desao para la comunidad de
control.
473
cesariamente satisface las pretensiones de un cientíco profesional; además
de que existan conocimientos, que admitan la calicación de cientícos, que
permitan el cálculo de alguna de sus partes, o que sugieran soluciones a al-
gunos de los subproblemas que presenta el diseño; pero la concepción del
conjunto no se desprende de ninguna disciplina teórica. Los métodos analíti-
cos, que tanta importancia tienen en la moderna ingeniería, nunca aportan
una solución completa del problema. Tienen que ser complementados con
procesos creativos, por una parte, y con experimentos relacionados directa-
mente con el sistema en cuestión, por otra sean simulaciones informáticas o
ensayos con prototipos. Todo ello hace que el diseño de un sistema sea un
proceso complejo en el que se despliegan múltiples habilidades por parte de
los que lo llevan a cabo. Como ya se ha visto que sostiene Vaughn Koen, el
ingeniero, carente de un conocimiento exhaustivo respecto a aquello que está
diseñando, tiene que recurrir a reglas heurísticas que evocan actualizándolas
las ancestrales muestras de ingenio por las que nuestros antepasados remotos
empezaron a crear instrumentos técnicos con los que se dieron los primeros
pasos que condujeron a la actual civilización.
También hay que destacar que para el diseñador el péndulo deja de ser
un objeto físico, para convertirse en una representación matemática obtenida
mediante un lenguaje adecuado (de modo análogo a cómo para un arquitec-
to el edicio que está diseñando se reduce a unas líneas sobre un plano).
A partir de esa representación se calcula el controlador. Por tanto, el pén-
dulo se ha visto mediante el esquema conceptual que aporta el lenguaje
de las ecuaciones diferenciales o de cualquier otro lenguaje formal de re-
presentación de sistemas dinámicos, como se ha recordado en el apartado
8.2.2. De la correspondiente representación lo que interesa es que permita
calcular un controlador con el que se alcancen los objetivos perseguidos; no
que sea verdadera o falsa. Es el funcionamiento del sistema articial formado
por péndulo más el controlador lo que sancionará lo apropiado del modelo
matemático: una aprobación pragmática, por tanto.
474
destreza. Ninguno de los métodos de comprensión teórica desarrollados en el
ámbito de la automática permite comprenderlo en todo su detalle. Se plantea
como un estimulante desafío; como una muestra de los artefactos que jalo-
nan la apasionante, y que escapa a todo intento de unicación, historia de la
ingeniería.
475
Ciencia e ingeniería ante el péndulo invertido
La resolución del problema del control del péndulo invertido ilustra clara-
mente la diferencias de actitud del cientíco y del ingeniero ante un proble-
ma32 . El primero desarrolla, con precisión y rigor, conocimiento respecto a un
cierto ámbito de la realidad y luego, si quiere hacer ciencia aplicada, busca
dónde aplicarlo. De hecho, entre los ingenieros de control los hay que están
inuidos por este modo de hacer ciencia, y que también han desarrollado en
abstracto métodos de resolver problemas, y luego han buscado los problemas
a los que aplicarlos. Por el contrario, el ingeniero cuando actúa genuinamente
como tal parte de un problema y busca cómo resolverlo. Pudiera parecer que
las diferencias entre ambas perspectivas son menores, y que incluso se con-
funden.
476
funcione según un comportamiento articial que es diferente del natural.
Se puede construir y obtener el comportamiento deseado. Sin embargo, el
diseño de esta máquina no se desprende o deduce en el sentido de que está
dictado unívocamente de ninguna teoría preexistente. Si fuese un producto
de la ciencia aplicada, con ir a los libros de ciencia, y coger alguna teoría
sucientemente desarrollada, el diseño del péndulo invertido se reduciría a
la aplicación de esa teoría, y todo se reduciría a elegir adecuadamente los
componentes para llevarla a cabo. Se ilustra así en un caso concreto la fallida
adaptación de la teoría de la cobertura legal de Hempel a la aplicación técnica
contemplada en el apartado 6.2.5.
477
no se tiene en cuenta esta función no se puede entender el artefacto de la -
guras 8.3 y 8.4, aunque se conozca perfectamente la física del funcionamiento
de sus partes. Por tanto, una acción intencional, en primera instancia util-
itaria, aparece en el núcleo mismo de la ingeniería y aporta un elemento
crucial para denir su especicidad con relación a las ciencias que cultivan
los cientícos de la naturaleza, cuya intencionalidad posee una componente
predominantemente cognitiva.
478
de propiedades [que] es donde reside la idea nuclear de control. ... El con-
trol es siempre preservación de algo que importa sea la temperatura de una
habitación o la velocidad de la máquina de vapor o una determinada mag-
nitud económica. Un sistema se dice que se autorregula cuando es capaz de
mantenerse en una determinado estado de equilibrio mediante sus propios
recursos, sin recurrir a la intervención de un agente exterior. Esta idea pre-
side la concepción de máquinas dotadas de autorregulación. Sin embargo, su
alcance trasciende el mundo de las máquinas y es posible encontrarlo en otros
ámbitos, como son las ciencias sociales. El liberalismo económico encuentra
una de sus primeras formulaciones en La riqueza de las naciones de Adam
Smith. Surge como una alternativa al mercantilismo, doctrina económica que
postulaba el intervencionismo de los poderes públicos en la vida económica34 .
Por el contrario, en el liberalismo el concepto de autorregulación juega un
papel esencial. Según Adam Smith los mecanismos del mercado libre regulan
la economía de forma más eciente que la pretendida omnisciencia de las
autoridades centrales. El mecanismo básico del proceso de autorregulación
en una economía liberal puede interpretarse mediante una estructura de re-
alimentación, a la que Smith denominó la mano invisible.
Por otra parte la oferta viene determinada por la diferencia entre el precio
y el coste (gura 8.12). Cuanto mayor sea el exceso del precio con relación
al coste, mayores serán los benecios que producirá un determinado bien, y
mayor el incentivo para producirlo, por lo que tenderá a incrementarse la
oferta.
479
demanda
+
mercado precio=f(demanda-oferta)
-
oferta
coste
-
+
precio industria oferta=f(precio-coste)
coste
-
demanda
+ precio +
mercado industria
-
oferta
480
Otro ejemplo notable de la aplicación de estructuras de realimentación
a sistemas sociales lo aporta la denominada dinámica de sistemas, que no
es sino un método para aplicar los sistemas dinámicos a la construcción de
modelos matemáticos de sistemas sociales y económicos para su posterior sim-
ulación informática. Se inicia con los trabajos de Jay W. Forrester (1918-)
quien a mediados de los años 1950 se encontraba en el M.I.T., en un ambiente
en el que las ideas de Wiener sobre la cibernética y la realimentación esta-
ban en plena ebullición. Se le planteó el problema que presentaba una gran
empresa electrónica en la que, pese a tener un mercado muy estable, y unos
suministradores jos y conables, se producían amplias oscilaciones en la pro-
ducción. Forrester intuyó que el problema era análogo al que presentaban los
servomecanismos y que en ambos casos las oscilaciones eran producidas por
estructuras de realimentación negativa con retrasos en la transmisión de in-
formación. La estructura de realimentación era debida al proceso de ajuste de
la oferta y la demanda, según se ha visto anteriormente. Además se tenían los
retrasos en la transmisión de los pedidos y en el proceso de producción. En-
tre unos y otros se encontraban los productos almacenados, que se pretendía
que fuesen mínimos para aliviar los costes, pero que en todo caso producían
también un retraso en la distribución. Cualquier uctuación de los pedidos,
combinada con los retrasos en la cadena pedidos-inventario-producción daba
lugar a oscilaciones espurias. Para concretar estas ideas desarrolló la dinámi-
ca de sistemas, a la que inicialmente denominó dinámica industrial35 , con la
que se pueden practicar juegos de simulación que pueden ser de ayuda en la
toma de decisiones empresariales.
481
En otras partes de este libro se ha argumentado que el mundo no está es-
tructurado de por sí de un modo unívoco; que somos nosotros los que hemos
elaborado esquemas conceptuales de los que nos valemos para organizar nues-
tra percepción del mundo. A lo largo de la historia se han confeccionado
herramientas con las que describir los fenómenos con los que tenemos que
desenvolvernos. Por ello, el análisis de los elementos con los que se realiza
esta construcción pasa a ocupar un lugar destacado al estudiar el proceso
de describirla36 . El estudio de los lenguajes de representación adquiere así
una especial signicación. Se produce un desplazamiento, en el objeto de es-
tudio, de la consideración de la cosa representada en sí, al lenguaje con el
que se realiza la descripción. Esto es especialmente patente al considerar la
existencia de lenguajes de representación alternativos, como se ha visto al
presentar los que dispone el ingeniero de control. Estos diferentes lenguajes
suministran otras tantas clases de herramientas con las que construir des-
cripciones alternativas de un mismo aspecto de la realidad, sin que quepa
asumir la existencia de un superlenguaje que permita subsumirlos a todos
en uno único.
482
se describiesen mediante magnitudes que varían en el tiempo, siempre que
además existiese una regla que gobernase este cambio.
Con la mera adopción analógica del lenguaje creado por los teóricos de la
mecánica se descarta explícitamente el reduccionismo mecanicista, y se pasa
a adoptar un criterio pragmático para la descripción de las situaciones en las
que se produce la variación de las magnitudes involucradas. La transcenden-
cia de este paso no puede ser minimizada. Se pone de maniesto cómo en
la captación de la realidad mediante una descripción, el lenguaje en el que
ésta se realiza empieza a cobrar un especial relieve. Con ello se abandona
la pretensión de alcanzar una descripción que reproduzca de forma transpa-
rente la naturaleza íntima de las cosas para contentarse con otra que emule
su funcionamiento a los efectos que interesan al usuario del modelo. Algunos
puede que vean en este paso una claudicación, pero otros, más conscientes
de las propias limitaciones de nuestro intelecto, verán en ello una superación
de las limitaciones de una ontología que lo reduce todo a los componentes
físicos fundamentales. Empleamos un instrumento construído por nosotros,
el sistema dinámico, para resolver problemas en ámbitos variados de la reali-
dad. Se emplean sus posibilidades como un lenguaje para describir aspectos
de nuestra experiencia, abandonando las pretensiones de que sea el lenguaje
en el que está escrita. Recuerda al paso dado por Galileo y coetáneos cuando
cambian el foco de atención del por qué al cómo de las cosas; aunque socava
también a la pretensión del propio Galileo, expresada en su muy reproducida
cita de Il Saggiatore, en la que concede prioridad absoluta al lenguaje de las
matemáticas para la lectura del propio universo está escrito en el lengua-
je de las matemáticas (sin perder de vista que este mismo lenguaje admite
múltiples formulaciones recuérdese el caso de las distintas geometrías o de
las diferentes formalizaciones de los sistemas de control). La reexión sobre
estas cuestiones suscita interesantes problemas losócos e ilustra cuestiones
de pluralismo epistemológico de indudable actualidad e interés37 .
483
los diversos útiles que suministra la teoría matemática de sistemas dinámicos,
como se ha visto en el subapartado 8.2.2. Allí se ha mencionado que, esta
teoría, en la actualidad, es muy variada y se ocupa tanto de sistemas que
evolucionan en un tiempo continuo (en los que el tiempo toma sus valores
en la recta real) como en tiempo discreto (en el conjunto de los números na-
turales, respectivamente). Lo mismo sucede con las magnitudes consideradas
que pueden ser continuas o discretas. Pero, además, la caracterización de una
magnitud puede hacerse o bien por el valor que toma (sea a su vez discre-
to o continuo) o por un objeto matemático más complejo como puede ser
la función de densidad de distribución de probabilidad, o aún la función de
pertenencia a un conjunto borroso. En todos los casos, la teoría de sistemas
dinámicos pretende aportar esquemas conceptuales mediante los cuales ver
el sistema cuyo comportamiento se pretende controlar, y representar además
cómo se genera la transformación de su estado en el tiempo, teniendo pre-
sentes las solicitaciones a las que está sometido.
Ello hace que el abanico de posibilidades de las que dispone quien pretende
construir un modelo o representación de un sistema o proceso sean variadas.
No es lo mismo representar a este último mediante una ecuación diferencial,
o con ayuda de una ecuación estocástica o por medio de un sistema borroso.
Según el objetivo que se pretenda alcanzar, o la información de la que se
disponga, interesará una u otra. Todo ello lleva a un ineludible pluralismo
en las formas de representación de la realidad que conduce inevitablemente
a un cierto distanciamiento del unitarismo o monismo.
484
Capítulo 9
La ética en la profesión de
ingeniero
485
habla de racionalidad de medios o instrumental, de la aplicación de la razón
a la consecución de unos nes que él, en apariencia, ya encuentra denidos.
No obstante, la racionalidad que se invoca, cuando se proponen unos nes,
tiene una condición radicalmente distinta a la que se emplea para llevarlos
a la práctica. Sin embargo, aunque el problema de la adopción de esos nes
pudiera parecer ajeno a la propia actividad del ingeniero, esa aceptación
gravita sobre su actividad porque, lo quiera o no lo quiera, en último extremo
se le hará responsable de los nes a cuyo servicio pone a disposición su
capacidad profesional.
486
9.1.1. Moral y ética
487
rastrear las raíces más profundas de las que brota el sentimiento moral.
488
hacer; con qué cosas puede vivir y con qué no puede hacerlo.
Así pues, las reglas morales establecen cómo debe actuarse en cada circun-
stancia; y lo que las justica es que actúan en benecio de todos, evitando que
se hagan agravios y que se tengan motivos para sentirse culpable. Determinan
lo que una persona racional tiene buenas razones para desear que hagan los
demás, aquellos con los que comparte sentimientos morales aquellos otros
con los que comparte el resentimiento y el sentido de culpabilidad; es decir,
el modo de comportamiento que todos los miembros de una comunidad de-
searían ver en los otros miembros. Su vigor reside precisamente en eso, en que
todos las acepten. El comportamiento exigido por estas reglas determina que
aunque uno no quiera hacer lo que la regla le ordena, deba hacerlo. En este
sentido resulta razonable exigir que las reglas morales tengan precedencia
sobre otras consideraciones.
489
externamente los comportamientos sin necesariamente atender a convic-
ciones profundas que los sustenten. La moralidad no se reduce a obedecer
las leyes, sino que tiene una componente más personal. Las normas que mar-
ca el derecho puede que se sigan por temor a la coacción que deriva de su
incumplimiento, mientras que las normas morales suelen adoptarse en fun-
ción de un convencimiento profundo de su legitimidad. En este último caso,
esta convicción puede ser y es normalmente el resultado de la reexión y
del debate, pero una vez asumida se convierte en una componente esencial
de nuestras certidumbres más profundas. Por ello sería deseable que se sus-
tentase sobre unos principios sólidos e inamovibles que estuviesen más allá
de toda intervención humana es lo que sería una moral natural, pero al
no ser ello posible nos contentamos con unos principios consensuados y el
ejercicio de un poder coactivo para imponerlos. En el mundo del derecho el
desconocimiento de una ley no exime de su cumplimiento mientras que en el
de la moral sí lo hace, porque en el orden moral el convencimiento profundo
de quien actúa posee un carácter determinante.
490
un sentido pretendidamente racional; es decir, coherente con unos principios
cuyo establecimiento es precisamente función de la ética. En todo caso lo
que convierte a alguien en un ser moral autónomo, no es que sabe que una
decisión que adopta es buena o no es buena de acuerdo con un cierto código
, sino que puede fundamentarla, que es capaz de discernir por qué está bien
o está mal.
491
normas acatadas como se acata la legislación, por temor a las consecuencias
de no cumplirlas. El mundo de las normas de comportamiento profesional se
desenvuelve entre estos dos extremos.
492
Moral y responsabilidad
493
de la libertad. Sólo cuando hay libertad de elección hay problemas morales.
Cuando existe una prescripción ineludible del curso de las cosas no hay un
problema de decisión. El problema, en todo caso, estará en la elección, si ello
es posible, de los nes que se pretenden alcanzar, pero no de los medios para
hacerlo. Como ya se ha indicado en otras ocasiones, hay un dominio en el que
el ingeniero suele sentirse cómodo: el de los medios. El ingeniero tiene que ele-
gir qué hacer y cómo hacerlo. Para esto último se nutre de los conocimientos
correspondientes a la tecnología empleada; pero para lo primero está supe-
ditado al dominio de la moral. En ninguno de los dos casos, el conocimiento
existente condiciona o determina completamente su actuación, por lo que
siempre tiene que desenvolverse en las holguras de lo posible y emplear, en
mayor o menor medida, la libertad de decisión. Al n y al cabo todo proyecto
es un cúmulo de actos de elección. Pero, en todo caso, le resulta imposible
liberarse de asumir responsabilidades con respecto a los nes que persigue
con sus actuaciones. Es entonces cuando empiezan los problemas morales.
494
9.1.2. Las tres posiciones básicas con relación a la ética
3. Por último, están aquellos para los que lo que hace aceptable una acción
es que remite a un consenso básico al que se ha llegado por los grupos
de referencia ( los ciudadanos, las academias, los colegios profesiona-
les,...). Su propósito es buscar una noción básica en la que todos estén
explícitamente de acuerdo y que delimite lo que no podamos traspasar.
Con estas tres opciones se puede resumir, aún corriendo el riesgo de cierta
supercialidad, toda la historia de la ética. Las tres son posiciones éticamente
defendibles y hasta cierto punto no excluyentes. Así, una ética profesional
debe incluir siempre en lugar destacado la lealtad perseverancia en el respeto
a un compromiso adquirido con relación a aquel para el que se trabaja. Esto
se puede considerar consecualístincamente si se es leal se obtienen frutos en
forma de seguridad laboral y promoción profesional; como resultado de la
aplicación de principios universales se satisfacen unos principios universales
que asocian la lealtad a las virtudes denitorias del humano digno de tal
nombre; y como producto del consenso que avala la lealtad como avalada
495
por la mayoría para garantizar la coherencia y estabilidad social (incluso los
delincuentes se la exigen entre ellos).
Quizás el ejemplo más notable del lósofo con postura universalista sea
Inmanuel Kant (1724-1804), que se ocupó de establecer el papel que puede
jugar la razón en la fundamentación de la ética. Para Kant la moral no
pretendía alcanzar la felicidad ni ninguna forma de utilidad social no era
consecuencialisa. Para él las acciones morales estaban regidas por un senti-
do del deber y no por el sometimiento a las propias inclinaciones y deseos.
Postuló que la única moral auténtica está regida por el rigor del pensamien-
to, que la moral proviene de la razón. Kant denominó imperativos éticos
a las prescripciones sobre los modos de comportamiento por ejemplo, `no
matarás'. Los dividió en hipotéticos o condicionales, y categóricos, absolutos
o incondicionales. Los imperativos éticos hipotéticos son aquellos que pueden
enunciarse mediante un condicional: `si quieres evitar hacer armaciones fal-
sas, analiza toda la información disponible'. Por otra parte, un imperativo
categórico es aquel que se enuncia sin referencia a los efectos; por ejem-
plo, `se bueno con los demás'. Normalmente, cuando se habla del imperativo
categórico de Kant se alude al que él consideró como un axioma básico del
comportamiento, como fuente de las normas morales, y que dice así: actúa
como si la norma que rige tus actos pudiera convertirse, por obra de tu volun-
tad, en una ley general; es decir, una acción es buena si puede llegar a ser una
norma universal; de lo que se desprende que no se debe hacer a los demás lo
que uno no quiera que le hagan a él. Según Kant, este principio es universal y
rige para todos los seres humanos. Para este autor, ninguna acción realizada
en exclusivo benecio del que la realiza puede ser virtuosa; sólo lo es aquella
que obedece a la ley racional implícita en el imperativo categórico; hay que
obrar de modo generalizable, no tratando a los otros como meros medios. Por
tanto, Kant no propone ninguna lista de acciones buenas o malas, sino de
un principio racional y universal que indica cuál es nuestro deber ante cada
situación concreta, y sobre cuya base se debe proceder siempre. A partir de
ello Kant completa su esquema de un agente racional: el hombre capaz de
comprender la realidad y actuar sobre ella con su libre voluntad, sometido
únicamente a lo que le dicta la razón. Es el ideal del hombre ilustrado.
496
morales los que, por una parte, se asumen libremente y, por otra, se considera
impropio de los seres humanos no acatarlos. Cuando se dice que `no se debe
mentir' se está proponiendo un modo de comportamiento que se considera
inseparable de nuestra condición de hombres. El legado kantiano en el orden
moral arma la primacía de valores como la dignidad a la hora de establecer
las reglas de comportamiento moral.
497
Por otra parte, la pretensión de un orden natural, al que deberían su-
bordinarse las normas éticas, aparece también en las sociedades teocéntricas,
supeditadas a una ideología que se arroga la exclusividad de la interpretación
de ese orden. Es lo que sucede, por ejemplo, con la moral medieval cristiana,
o en ciertos países islámicos en nuestros días, en los que las reglas morales
se pretende que reejen la ley natural que ha sido impresa en nosotros por
Dios. En esas sociedades las leyes seculares se admiten como útiles ya que
aseguran el orden público y hacen posible la vida social, pero sólo siempre
que no contradigan e incluso se subordinen a la pretendida moral natural.
498
esté asumido por consenso, apremia al agente a dejar de hacer tales cosas y
a compensar a los damnicados.
Ética y pluralismo
499
que conduzca a la extinción de valores con vocación universal en benecio de
los particularismos u otras formas de exaltación de lo diferente, con desme-
dida referencia al individuo o a determinados grupos sociales. Esta opción
puede llegar al extremo de que sus partidarios propongan no interferir en las
creencias morales y en las costumbres de otras culturas; lo que conduce a
situaciones extremas como la de considerar que si en una cultura se practica
la discriminación de la mujer (u otras abominaciones), es su propia cultura y
no se puede ni se debe interferir en ella. Pero además, esta opción de plural-
ismo tolerante puede convertir en una utopía la posibilidad de un consenso
acerca de los nes, e incluso provocar una reacción de signo opuesto que ter-
mine en el enfrentamiento entre las distintas culturas. Esto puede conducir a
la postura implícita en el conocido aforismo debido a Nietzsche según el cual
un sistema de valores sólo expresa una forma de voluntad de poder. Para
este último lósofo no existe el bien, sólo la fuerza mediante la que los más
dotados imponen sus convicciones. Cada individuo tiende a hacer prevale-
cer las suyas propias: su yo. Con ello convierte la voluntad dominadora y la
fuerza en el valor supremo para la propia realización de uno mismo. No es de
extrañar que los nacionalsocialistas alemanes simpatizasen con estas ideas.
Estos valores compartidos dan lugar a una ética cívica desde la que abor-
500
dar conjuntamente los problemas morales que afectan a toda comunidad,
como son el rechazo a la injusticia y a la crueldad; al tiempo que existen
otros valores ante los que se produce una amplia aceptación como la bondad,
la decencia, la lealtad, la honestidad y la generosidad. El problema moral,
tanto sea en un sentido genérico como en el sentido restringido o aplicado
de la moral profesional, tiene que ver con que cualquier persona con sentido
común, da lo mismo que sea cristiana o musulmana, liberal o comunista, atea
o creyente, conservadora o progresista; cualquier persona normal que desee
convivir con otros debería ponerse de acuerdo en los límites que todos evi-
tasen traspasar. Y eso es lo que constituye el soporte básico de una moral
pública, y en el caso de la ingeniería de una moral profesional. Un consenso en
el que todos los ingenieros del mundo, por muy diversos que sean, se puedan
poner de acuerdo. Los códigos de los ingenieros (como los que se verán luego)
expresan muy bien un consenso de ese tipo, por el que alguien, por muy di-
verso culturalmente que sea o por mucha incondicionalidad con respecto a
su empresa que tenga, llegue a distinguir que hay cosas que no se pueden
sobrepasar; que sean tan de sentido común que pertenezcan a todas las cul-
turas o ideologías. En una sociedad moderna deben convivir ciudadanos con
distintos valores morales, creencias y costumbres y esto sólo puede hacerse
respetando unas normas iguales para todos. Corresponde al poder público,
fruto del consenso social, el establecimiento y la garantía de la vigencia de
esas normas comunes, incluso empleando la violencia si fuera necesario, pues
el Estado es el único depositario legítimo de esa posibilidad.
[El] ideal platónico [supone]: en primer lugar que, como en las ciencias,
todas las preguntas verdaderas han de tener una respuesta verdadera y
sólo una, siendo todas las demás, necesariamente, errores; en segundo
lugar, que tiene que haber una vía segura para descubrir esas verdades;
en tercer lugar, que las soluciones verdaderas, una vez halladas, deben
5 I. Berlin, 1992, El fuste torcido de la humanidad, Península, p. 25.
501
ser necesariamente compatibles entre sí y constituir un todo único,
ya que una verdad no puede ser incompatible con otra...[...] En el ca-
so de la moral, podríamos, [en una opción monista] establecer cuál
debería ser la vida perfecta, estando, como estaría, basada en una in-
terpretación correcta [y única] de las leyes que gobernaban el universo.
(Corchetes añadidos.)
Por tanto, el pluralismo existe, hay que ser tolerantes porque pertenece a
nuestra cultura liberal el aceptar que haya códigos de conducta muy diver-
sos, que cada uno tenga sus propias justicaciones, pero el problema de la
moral atañe a lo que tenemos en común todos los seres humanos y que es la
capacidad de ponernos de acuerdo las personas sensatas (en un fundamen-
talista o en un terrorista esto no cabe, pero con esa gente también hemos
trazado un límite, están más allá de la moral; con ellos no se va a discutir
de moral, sino de con que pena se van encontrar). Como se enunciaba más
arriba, la moral afecta a todos aquellos que reaccionan con sentido de culpa
o con resentimiento de manera no patológica, y elaboran unas normas de
convivencia que les permitan convivir con estos sentimientos.
502
economistas, farmacéuticos y tantos otros colectivos que se han hecho im-
prescindibles en una sociedad moderna. El servicio que aporta una profesión
a la sociedad debe ser de tal condición que no se pueda renunciar a él sin
verse afectada la estructura social. Los profesionales se arrogan la exclusivi-
dad en la prestación del servicio que les es propio, y consideran un intruso al
que pretenda ejercerlo desde el exterior de la profesión.
503
para aplicarlos honestamente al servicio de quien los requiera.
La formación de profesionales
504
El conjunto de conocimientos que forman el patrimonio de una profesión
está en permanente evolución y sus dominios de aplicación práctica cambian
continuamente. Ello determina que el estudiante de ingeniería deba cubrir
un amplio espectro de temas fundamentales, por lo que su formación básica
debe ser general y exible. Esta formación ha estado presidida, desde princi-
pios del xix, por una sólida componente en técnica y en ciencia; y no debe
reducirse a lo meramente informativo sino que tiene que ser fundamental-
mente formativa. Al hablar de formación se entra en un dominio mucho más
amplio en el que no sólo están presentes conocimientos técnicos y cientícos,
sino también otras capacidades como la intuición y el sentido común de las
que también debe estar dotado todo ingeniero, así como aspectos que per-
mitan la maduración de su humanidad y de su responsabilidad civil. Entre
los frutos de una buena formación acaso uno de los más importantes sea el
establecer las bases para el orecimiento de la creatividad y para el ejercicio
de la libertad.
505
orientada más a conseguir que tengan lo que corrientemente se conoce co-
mo una cabeza bien estructurada (o una cabeza bien amueblada, se dice
también) que a disponer de unos conocimientos a partir de los cuales pue-
da exclusivamente, y por su mera aplicación, ejercitar su función6 . En este
sentido el ingeniero no debería prepararse exclusivamente, ni siquiera prior-
itariamente, para saber calcular con más o menos precisión y elegancia los
elementos que se integran en un proyecto de la misma manera que un médico
no es exclusivamente un experto en anatomía o siología, y mucho menos en
bioquímica molecular; ni un economista alguien que sabe únicamente teoría
económica sino que el propio ejercicio profesional le obliga a alcanzar un
amplio equilibrio en el que se ponderan muchos, y a veces contradictorios,
factores. El verdadero especialista es aquel que ha asimilado las reglas de su
especialidad hasta tal extremo que puede guiarse más por la intuición que
por el propio cálculo, aunque este último sea siempre, en último extremo,
necesario e incluso indispensable (normalmente, en un grupo de trabajo, este
último se encomendará a los principiantes reservándose la elaboración de las
directrices generales a los que posean una mayor experiencia, que haya lle-
gado a cuajar en una madura intuición es lamentable, sin embargo, que
esta última se encuentre muy desacreditada en la etapa de formación de los
ingenieros). Vienen aquí también a colación las tres críticas al monismo de
Berlin recordadas un poco más arriba.
506
que la pretensión de ser juez y parte con relación a las actuaciones profe-
sionales puede producir situaciones socialmente delicadas, a veces difíciles
de admitir. El prestigio social de una profesión resulta íntimamente afecta-
do por la forma como se resuelvan este tipo de problemas. Se ponen así de
maniesto aparentes contradicciones: por una parte, existe la conciencia de
que los primeros interesados en la clara identicación de la profesión y en
la promoción de su excelencia son los propios profesionales; pero, por otra,
se tienen motivos corporativistas que pueden, en el peor de los casos, llegar
incluso a la defensa encubridora de compañeros. En general ningún profe-
sional, sea médico, ingeniero o cualquier otra profesión, suele admitir que el
enjuiciamiento de su actividad, o el dictado de las normas por las que ha
de regirse, sea realizado por quienes no pertenecen a esa misma profesión.
Puede aceptar las exigencias de aquellos con los que comparte el ejercicio y
los intereses de la profesión, pero no los de otro grupo ajeno. No obstante
todos están sometidos, en última instancia, al dominio de la ley y de sus
instituciones jurídicas.
507
9.2.1. La responsabilidad social de la ingeniería
Las cosas, sin embargo, no son tan secillas. El hábito de los ingenieros,
por su formación cientíca, de pensar en términos simples y unívocos puede
508
llevarles a desdeñar la complejidad de las situaciones. Es posible que en algún
caso un gran problema se genere por un fallo humano; pero incluso si todos los
errores de ingeniería se hubiesen evitado, la crisis medioambiental se hubiese
producido. Esta crisis no es el resultado de un error aislado, sino que es
debida a una acumulación de decisiones cada una de las cuales, considerada
aisladamente, puede que sea correcta, o al menos que se pueda justicar
o comprender. Lo que sucede es que cada una de ellas se adoptó sin tener
presente lo que podría derivarse a largo plazo de otros proyectos o actuaciones
similares que se desarrollaban simultáneamente.
Lo técnico y lo político
509
tilidad. El ingeniero a la hora de componer su código ético, además de asumir
una considerable dosis de pluralismo, debe hacerlo teniendo especialmente en
cuenta las tremendas complejidades de lo humano y de lo social, cuestiones
estas que, posiblemente, no hayan estado sucientemente presentes en su
formación, excesivamente abocada hacia lo cientíco en donde prevalece una
simplicidad que debidamente explotada es enormemente fecunda, pero que
exportada más allá del reducido y limitado ámbito en el que es relevante el
mundo de los artefactos u objetos físicos puede inducir a formas de ver la
realidad deformadas y peligrosas, incluso contraproducentes. En este contex-
to problemas dejan de ser técnicos, o lo son sólo muy parcialmente: empiezan
a ser fundamentalmente políticos y sociales, y estos problemas tienen en ge-
neral un carácter radicalmente distinto al meramente técnico. Es más, los
problemas técnicos pueden estar subordinados a los políticos. Lo contrario
es la tecnocracia, en la que se pretende reducir todos los problemas a meras
cuestiones técnicas con la intención de proponer exclusivamente soluciones
de esa naturaleza para ellos; es decir, soluciones que competen fundamental-
mente a la habilidad de los encargados de llevarlas a la práctica, sin tener en
cuenta a los propios afectados.
510
Sobre la asunción de riesgos
511
de ser moral se convierte en político; de forma que se debe organizar la
sociedad de forma que cada uno sepa cuál es su lugar en la vida y queden
muy claras y transparentes cuáles son las responsabilidades de cada agente.
512
utilidad obtenida de los productos resulta a veces sumamente difícil de al-
canzar, y sin embargo, en un mundo tan complejo y articial como el que
vivimos, se hace ineludible tomar decisiones que afecten a ese equilibrio. En
ello los ingenieros se van a ver obligados a adoptar un creciente protagonismo
y compromiso. Uno de los grandes dilemas a los que se ven sometidos en su
ejercicio profesional es el compromiso entre la seguridad y la competitividad
del producto que producen mejorando, al mismo tiempo y de forma creciente,
los niveles de seguridad para reducir los riesgos hasta un punto socialmente
aceptable. En la sección siguiente, se analizará el caso del desastre del trans-
bordador o lanzadera espacial Challenger que resulta paradigmático a este
respecto.
En los códigos morales de los ingenieros, como se verá luego, está claro
que se adopta una perspectiva moral de aquello de lo que son responsables
como tales. Como ya se ha indicado en repetidas ocasiones, el problema moral
del ingeniero no está en qué valores sostiene sino en qué responsabilidades
9 Veáse el apartado 9.1.2.
513
debe asumir; en la responsabilidad que tiene como persona si hay algún juicio
moral involucrado en un proyecto que rma o en una decisión que toma, y
eso es algo que un ingeniero no puede quitarse de encima. Puede intentar
eludirlo, dejándolo de lado, incluso argüir que no le compete; pero el juicio
moral siempre está ahí al menos sobre su conciencia.
514
vida, mientras que para el segundo permite la emancipación del ser humano
del medio en el que está condenado a vivir. Para ambos los mismos principios
de moral profesional deben resultar asumibles.
515
9.2.2. El principio de responsabilidad de Hans Jonas
516
un acto analizando, entre otras cosas, sus consecuencias inmediatas. En la
actualidad, sin embargo, podemos y tenemos que tomar decisiones que
afectan al futuro de una forma para la que la historia pasada carece de
situaciones análogas. Jonas invoca una ética basada en la responsabilidad
frente a ese futuro. Así, las capacidades de la técnica moderna exigen una
nueva ética con un sentido de la responsabilidad proporcional al alcance de ese
amante nuevo poder. En esa ética ocupa un lugar primordial la constatación
del abismo que separa nuestra habilidad para hacer de nuestra capacidad de
prever los resultados de esas acciones.
517
adoptar decisiones, invocada por Jonas, afecta tanto a los propios ingenieros
como a los poderes públicos, y a la sociedad en general. En realidad es a estos
últimos, sociedad y poderes públicos, a los que más directamente afecta la
responsabilidad invocada por Jonas. Al n y al cabo es al conjunto de la
sociedad al que afectan las decisiones de orden estratégico que pueden inuir
al futuro de nuestra especie. Siendo eso así, sin embargo los ingenieros están
situados inevitablemente en la primera línea de la adopción de algunas de
esas decisiones al diseñar sus artefactos, y tener que prever, en la medida
de lo posible, sus efectos, además de actuar como consejeros y asesores a la
hora de evaluar las posibles consecuencias que se deriven de la adopción de
las correspondientes decisiones.
Este cambio se pretende que sea bueno, en algún sentido. De este modo
una cierta noción de bondad es consustancial a la actuación del ingeniero y
debe, según Vaughn Koen, constituir la base de su propuesta de una ética
para este profesional. Para ello propone contrastar la labor de cada uno de
518
ellos con el estado del arte que dene la buena práctica de la ingeniería en
el momento en el que se realiza esa actividad. Esa buena práctica la decide
la comunidad de ingenieros de la rama correspondiente, y no tiene ningún
valor absoluto. Según cambian los tiempos, y evoluciona la ingeniería, tam-
bién se modica lo que se espera como buena práctica profesional. Cuando
un ingeniero tiene que tomar una decisión técnica, los juicios éticos que per-
mitan evaluarla serán aquellos que satisfagan a la propia comunidad de los
ingenieros. En este sentido cabe considerar la buena práctica de la ingeniería
como una heurística, en el sentido que da Vaughn Koen a este término.
519
que posee implicaciones en el mundo político y social. Por el contrario, el
segundo se desenvuelve en un ámbito más pragmático en el que se trata
de establecer normas éticas para enjuiciar el comportamiento normal de un
ingeniero que realiza una labor profesional en un ámbito determinado. Se
desenvuelve, por tanto, en un contexto más estrictamente profesional. Los
dos puntos de vistas no son incompatibles ni contradictorios, aunque puedan
serlo las actuaciones que deriven de ellos. De nuevo gravita el pluralismo en
el mundo de la ingeniería.
520
vez cumplido su cometido se desprende, a su vez, del orbitador. Esta parte
del sistema es la única que no es reutilizable. Una vez completada la misión
el transbordador emplea sus limitadas capacidades de impulsión para volver
a entrar en la atmósfera y llevar a cabo el aterrizaje.
521
rápidamente para taponar el hueco que se produce como consecuencia de
ese incremento de la holgura, por lo que la capacidad de recuperación de la
goma pasa a ser el aspecto esencial de todo el proceso. Estos problemas fueron
descubiertos por los ingenieros de Thiokol que trataron de solucionarlos con
mejoras improvisadas para aumentar su rigidez, como calzar las monturas
con suplementos, pero a pesar de todo se seguían produciendo fugas.
522
mente recomendado posponer el lanzamiento. Informó de ello a su superior,
Jerald Mason, quien a su vez informó al centro espacial. Lund esperaba que
el vuelo fuese pospuesto. El centro espacial tenía una excelente reputación en
seguridad. La había alcanzado no permitiendo lanzamientos a menos que los
técnicos los aprobasen. Sin embargo, en esta ocasión los máximos gestores
del centro espacial se inclinaban por realizar el lanzamiento, por lo que re-
comendaron a Mason reconsiderar su decisión. Para que el lanzamiento fuese
posible Lund tenía que modicar la suya. Hay un momento en el que Je-
rald Mason se dirigió imperiosamente a Lund, que se oponía inicialmente al
lanzamiento, y le dijo: quítate la gorra de ingeniero y ponte la de directivo
de empresa, una frase que ha alcanzado notoriedad en las discusiones sobre
ética de ingenieros11 . Lund por n accedió. El resultado es el ya conocido12 .
523
tomar decisiones en el ámbito de la ingeniería, mientras que el de un directivo
puede ser mejor para obtener benecios. Por lo que respecta a la asunción
de riesgos lo que sucede es que los dos puntos de vista son inconsistentes,
en el sentido de que no siempre se pueden optimizar (ni posiblemente hacer
compatibles en una medida aceptable) ambos a la vez. La petición de Mason
a Lund de que se quitase el sombrero de ingeniero y se pusiese el de ejecutivo
representaba un cambio radical en la forma de asumir los riesgos implícitos
en la prosecución de lanzamiento. El problema residía en si Lund actuaba co-
mo ingeniero o como ejecutivo. Aparentemente debía actuar como ingeniero,
puesto que era Vicepresidente de ingeniería de la empresa. Si actuaba como
tal debería de haber resistido las presiones y haber pospuesto el lanzamien-
to. Podría haber invocado el código de ética profesional de los ingenieros y
haber dicho que se sentía atado por él. No obstante queda como una cuestión
abierta el que si alguien acepta el puesto de Vicepresidente de una empresa
continúa actuando como ingeniero o si ya pasa a ser un ejecutivo o directivo.
524
superior que velase por la protección de esos intereses. En último extremo,
el que asume un riesgo voluntariamente puede exigir pleno conocimiento de
las consecuencias como en las actividades deportivas de riesgo. Lo que no
resulta aceptable es verse sometido a las consecuencias de un riesgo sin haber
participado en las decisiones que lo motivan y sin conocer las consecuencias
que de ellas derivan.
525
Consulting Engineering, el American Institute of Consulting Engineering, el
American Institute of Chemical Engineering (AICHE) y la American Soci-
ety of Civil Engineers adoptaron sus propios códigos. Durante el siglo xx se
hicieron distintos esfuerzos para unicar esta diversidad de códigos en uno
sólo. Sin embargo, aunque esto se haya logrado en espíritu no ha sido así en
la forma y en la actualidad existen distintos códigos de ética profesional para
ingenieros, aún en un único país como Estados Unidos.
526
Un punto de vista complementario con el anterior, y que posee un induda-
ble atractivo, consiste en considerar el código básicamente como un contrato
entre los propios profesionales. Lo que los demás ingenieros esperan de cada
uno de ellos es parte de lo que tienen que hacer en su ejercicio profesional,
particularmente si lo que hacen debe ser asumido por la propia comunidad.
Por ejemplo, para el ingeniero debe prevalecer la seguridad y responder de
ello ante sus compañeros, con preferencia al lucro de la empresa para la que
trabaja y al suyo propio. Al mismo tiempo, un código de ética también sumi-
nistra una guía de lo que debe esperarse de los otros miembros de la profesión.
Volviendo al caso del Challenger, los ingenieros consultados por Lund pri-
maron la seguridad sobre otras consideraciones. Cuando Mason pide a Lund
que actúe como un directivo y no como un ingeniero, él como ingeniero de-
bería de haber respondido si querías un Vicepresidente que pensase como
un directivo más que como un ingeniero, no deberías haber contratado a un
ingeniero. Es posible que a ello Mason hubiese respondido: sí, contratamos a
un ingeniero, pero lo suponíamos con sentido común. Sé razonable, tu puesto
de trabajo, el mío, lo mismo que el de todos los trabajadores de Thiokol están
en peligro. La seguridad es muy importante pero también lo son otras cosas.
Si abortamos el lanzamiento el centro espacial empezará a buscar otros sumi-
nistradores de depósitos. Se trata de un penoso dilema un nudo gordiano
con el que muchos ingenieros se han encontrado en su vida profesional.
527
el hecho de serlo, aceptan la conveniencia de actuar según los requerimientos
de su código profesional y ello por varias razones, algunas de las cuales ya
han sido expuestas, pero que conviene resumir. En primer lugar protege a los
miembros de la corporación de lo que algunos miembros desaprensivos puedan
hacer. En segundo lugar, suministra al ingeniero un entorno profesional que
le permita resistir presiones que le induzcan a actuaciones indeseables. Por
último, establece unos vínculos de comunidad que hacen sentirse orgullosos
a sus miembros, y de cuya pertenencia a ella se benecia toda la comunidad.
Todos los ingenieros se benecian de que los demás actúen según lo que el
código profesional común determina.
En todo caso hay que resaltar que el propio código es muy sensible al
enjuiciamiento propiamente moral del quehacer de este profesional; pues este
código lo que está diciendo es de qué se hace responsable en tanto que inge-
niero, qué responsabilidad tiene en un proyecto y en su actividad profesional
en general; plantea el problema moral centrado en lo qué le compete en su
juicio como ingeniero; le recuerda que existe una responsabilidad y que tiene
que hacer explícitas sus implicaciones y consecuencias; por ejemplo, que tiene
que ser responsable de no mentir a quien lo contrata con respecto a los riesgos
y a los benecios de sus actuaciones. Hay una serie de responsabilidades que
el ingeniero asume con su rma; hay una moralidad interna que no puede
eludir diciendo que mi jefe me ordenó a hacer esto o aquello, u ocultar esto
o lo otro (la obediencia debida); en toda decisión que adopta como ingeniero
deben hacerse explícitas todas las informaciones relevantes para la empre-
sa o el cliente para el que trabaja: en esto consiste la responsabilidad del
ingeniero y ahí sí hay un problema moral; aunque además también pudiera
haberlo jurídico, pero eso es otra cuestión. No se puede trasladar a un código
En España también existían, pero han desaparecido en la legislación actual.
14 Hay una cierta ambigüedad en el uso de la locución código deontológico pues se se
hace un amplio uso de ella, y no sólo se aplica a lo que aquí se está planteando, sino
también tiene otros usos como denominar las normas que rigen el comportamiento de los
empleados en una empresa.
528
la decisión de lo que hay que hacer ante los problemas éticos de la profesión.
La responsabilidad moral es ineludible ante las decisiones que tienen algún
componente ético.
529
Estar informados con el n de mantener sus competencias, esforzarse por
estar al día en los conocimientos útiles de su profesión así como proporcionar
posibilidades de desarrollo profesional a sus subordinados y a sus colegas.
Principios fundamentales
Cánones fundamentales
530
2. El ingeniero realizará su trabajo exclusivamente en las áreas de su compe-
tencia.
531
2. Evitaremos los conictos de intereses cuando sea posible, y los haremos ex-
plícitos a las partes afectadas cuando existan.
Código Deontológico
532
son muy abundantes y variadas y dan lugar a la mayor parte de los temas
de estudio de la Ética Profesional. Toda relación entre personas, y también
entre cada una de ellas y el bien común, implica obligaciones de justicia y
prudencia. Por eso habrá que considerar para la vida profesional los aspectos
de estas virtudes cardinales, que especialmente han de regir las relaciones que
se produzcan entre cada persona y las del entorno y hacia el bien común.
Por todo lo anterior y por:
533
G Apoyará todo lo que redunde en benecio y prestigio de la profesión, y
no contradiga sus deberes deontológicos.
H Basará en la armonía y el compañerismo la relación entre los Ingenieros
Industriales, siempre que éstos cumplan sus deberes frente a otros y la
sociedad.
534
C Tendrá el deber de colaboración con el colegio que le sea requerida, y
gure en los estatutos, siempre que no vaya en contra de su conciencia.
D Estará al corriente de pagos de cuotas colegiales y no tendrá cargas cole-
giales pendientes impuestas por el Colegio.
E Tendrán el derecho y el deber de participar activamente en la vida colegial.
F Aceptará, salvo imposibilidad maniesta, debidamente justicada, los car-
gos colegiales para los que haya sido elegido.
G Pondrá en conocimiento del Colegio los agravios que tanto él como cualquiera
de sus compañeros hubieran sido objeto con ocasión o como consecuen-
cia del ejercicio profesional.
535
Comisión Deontológica El código deontológico propuesto debe ser vigilado
y mantenido por la siguiente comisión, cuya constitución y funcionamiento deberá
ser recogida en los estatutos Generales del Colegio, y que se señala a continuación:
ò Comisión Deontológica Sus funciones serán las siguientes:
g Estará constituida por colegiados que nunca han sido sancionados en ningún
colegio.
536
Apéndice A
537
trienio liberal (1820-1823). Los años 1808-1833 constituyen un período poco
afortunado que acabó con gran parte de lo conseguido durante la Ilustración
y con las inmensas posibilidades que había abierto. Y ello no sólo por las
destrucciones materiales de la guerra (de hecho análogas destrucciones habían
tenido lugar en otros países de Europa): la ruina del país se extiende a todos
los ámbitos. No obstante, no todo se perdió y los restos de la herencia del
espíritu de la Ilustración fueron recogidos por los liberales, entre los que
ocuparon un lugar prominente los propios ingenieros.
538
luego, se transforma en el Real Instituto Industrial, en donde se empieza a
impartir el título de ingeniero industrial2 .
Antes de seguir conviene volver la mirada hacia Cataluña3 , una región que
tiene una historia relativamente independiente de cuanto se ha visto hasta
ahora. En efecto, el origen de los estudios de ingenieros en Cataluña hay que
remontarlos a la labor de la Junta de Comercio, iniciada en el siglo xviii.
A mediados de ese siglo se produce un proceso de recuperación económica,
que hace necesario el disponer de un organismo destinado a ordenar las ac-
tividades mercantiles e industriales, lo que lleva a la creación de la Junta en
1763, ya en el reinado de Carlos III. La Junta crea la Escola de Nautica, la de
Nobles Arts y otras instituciones de enseñanza técnica, entre las que destaca
la Escola de Maquinaria Práctica i Mecánica (1808), que será el embrión de
la Escuela de Ingenieros Industriales. A partir de 1833, debido a un recorte en
sus fuentes nancieras, se inicia un larga agonía de la Junta de Comercio, que
concluirá en 1847 con la reducción de sus funciones a un papel meramente
consultivo. Todas las Escuelas fueron clausuradas.
539
imparte el título de Ingeniero Industrial.
540
Moyano. En esa época, en Alemania, se estaban sentando las bases de la
Universidad moderna, al desarrollar el ideal de la ciencia pura, de la ciencia
por la ciencia; al tiempo que postulaban la unidad de la enseñanza y la
investigación. Se impone también el principio según el cual un profesor para
serlo tiene que ser al mismo tiempo investigador. Estas ideas establecieron
los fundamentos de la Universidad actual.
541
A.1.1. Los ingenieros de obras públicas
Las obras públicas son tan antiguas como la civilización, como se ha visto
a lo largo de este libro, pero su organización en España con carácter civil
se inicia con la creación de la Inspección General de Caminos y Canales,
en 1799. Pocas años después, en 1802, tras un serie de trances, se crea una
Escuela para la formación de sus miembros, a la que ya se ha aludido, y
que es la primera Escuela de ingenieros civiles (no militares) que se crea en
España, al menos con un sentido moderno de la ingeniería. Está escuela tiene
su sede en el Palacio del Buen Retiro, de Madrid, hasta que se clausura en
1808. Los ingenieros de Minas discuten, con cierto fundamento, esta prioridad
pues, como se verá en el apartado siguiente, con anterioridad a esa fecha se
crea en Almaden un centro de formación de lo que luego serán ingenieros
de Minas. Sin embargo, se acepta la mayoritariamente que la Escuela de
Caminos es la primera Escuela de ingenieros que funciona en España con
una concepción moderna y que es un claro precedente de todas las actuales.
Los primeros años de la Escuela estuvieron sometidos a diferentes incidencias
por la identicación de sus miembros con el régimen bonapartista, y por la
propia crisis que atravesó España durante la Guerra de la Independencia.
Resultado de todo ello fue que la Escuela acabó siendo clausurada en 1808,
reabierta en 1820, de nuevo disuelta en 1823, para no reabrirse hasta 1834,
esta vez ya con carácter denitivo. En la introducción a este apéndice se han
esbozado los primeros pasos de la Escuela.
542
so también en la política. Hasta cierto punto pueden considerarse como los
herederos del espíritu liberal de la Ilustración española. Además de un inge-
niero polifacético como es José Echegaray, al que se volverá más adelante, al
nal de este apéndice, cabe destacar a Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903)
miembro del Partido Liberal, de matiz progresista, y siete veces Presidente
del Gobierno entre 1870 y 1902.
En 1777 el rey Carlos III encomendó a Cristóbal Storr, Director de las mi-
nas de Almadén, la organización de las enseñanzas de minería, cuyos orígenes
estaban ligados a los delineadores o geómetras subterráneos. Estas minas
tenían entonces una enorme repercusión económica pues aprovechaban un
elemento insustituible para conseguir el amalgamamiento de la plata, fuente
de riqueza de gran valor en la América hispana. Se creaba así la cuarta Es-
cuela de esa especialidad en Europa después de las de Freiberg, Schemnitz
y San Petersburgo, y años antes que la de París. Esta Escuela desarrolló sus
actividades en Almadén y hasta 1835 no se trasladó a Madrid, quedando la
de Almaden como escuela práctica.
Uno de los ingenieros de minas más conocidos, por su labor como pu-
blicista, es Lucas Mallada (1841-1921), que en 1890 publicó Los males de
la patria, uno de los textos fundacionales del regeneracionismo de nales del
xix. Años después publicó en la Revista Contemporánea una serie de artículos
titulados La futura revolución española, en donde utiliza sus conocimientos
sobre catástrofes geológicas para hacer una metáfora de la sociedad española
de la época, a la que veía abocada a grandes cataclismos. Pretende hacer
ingeniería social, aplicando un método estratigráco de aproximación a los
diferentes estratos que forman la sociedad. Postulaba una salida revoluciona-
ria mediante un poder ejecutivo con fuerte respaldo de la Corona. Su visión,
excesivamente radical y sesgada, no alcanzó repercusión política signicativa
y queda solamente como una muestra de las inquietudes de la España de
nes del Ochocientos.
543
A.1.3. El fomento de la agricultura en la España deci-
monónica
544
Superiores, con el n de preparar los agrónomos necesarios para difundir en
España los progresos en la agricultura que ya se aplicaban en Europa, y con
el cometido de racionalizar y modernizar las explotaciones agrarias regidas
hasta entonces por prácticas basadas en la tradición. Con la Ley General
de Educación de Claudio Moyano se regulan y unican todos los niveles y
especialidades de la enseñanza. Los estudios se dividían en dos modalidades.
La primera dirigida a una formación profesional de grado medio, los Peritos
Agrícolas; y la segunda a la formación de los futuros Ingenieros Agrónomos.
En 1862 se titularon los primeros ingenieros de esta especialidad.
545
su labor hay que medirla como reacción contra la pretensión de acabar con
los montes para convertirlos en terrenos de cultivo agrícola o de pastoreo, lo
que no dejaba de producir un cierto enfrentamiento, al menos de principios,
entre ingenieros de montes y agrónomos. En la actualidad estas dos opciones
pretenden reconciliarse en lo agroforestal. La Escuela de Montes estuvo en
sus orígenes en Villaviciosa de Odón, hasta que en 1870 fue trasladada a El
Escorial8 , antes de ubicarse denitivamente en Madrid a partir de 1914. Como
sucede con las otras especialidades de la ingeniería, hoy existen Escuelas de
Agrónomos en muchas universidades españolas.
546
países europeos. Con independencia de esta experiencia se crea en Paris, en
1829, por iniciativa de los medios industriales, la École Centrale des Arts et
Manufactures, en la que se trata de formar profesionales para la industria,
ya muy cercanos a lo que hoy en España conocemos como ingenieros indus-
triales. Esta École Centrale nace con la pretensión de distanciarse de la École
Polytechnique, además de compensar la carencia de ingenieros en la industria
privada.
547
de esa fecha, y hasta mediados de los sesenta, serán las tres Escuelas las
encargadas de impartir el título de Ingeniero Industrial. A partir de entonces
se vuelve a abrir la de Sevilla, y posteriormente un gran número de ellas, en
la práctica totalidad de las universidades españolas.
A mediados del siglo xix José María Mathé Aragua (1800-1875), inge-
niero de Marina, organizó el Cuerpo de Telégrafos, con el n de establecer
un cuerpo de profesionales que se ocupase de la explotación industrial del
telégrafo y del correspondiente servicio público. En este Cuerpo se integran
los torreros, que se encargaban del manejo de los semáforos de telegrafía óp-
tica, junto con los especialistas que se encargaban de las entonces incipientes
máquinas de telegrafía eléctrica. El Cuerpo de Telégrafos se crea formalmente
el 22 de abril de 1855 y sus integrantes se hicieron cargo de la línea Madrid-
Irún por Zaragoza. Desde esta época hasta 1913, en que se crea la Escuela
10 Véase, por ejemplo, la entrevista a Alexander Graham Bell publicada en el país
semanal, núm. 1169 de 29 de febrero de 1999, pp. 108-111.
548
General de Telegrafía, los estudios y la organización profesional del Cuerpo
facultativo correspondiente sufren diferentes vicisitudes. Pocos años después,
en 1920, la Escuela pasa a denominarse Escuela Superior de Telegrafía y, al
mismo tiempo, se crea el título de Ingeniero de Telecomunicación11 . En la
Escuela se imparten tres grados de enseñanza: elemental, medio y superior,
siendo este último el correspondiente al de Ingeniero de Telecomunicación.
549
la Escuela Nacional de Aviación (ENA), instalada en el Prado de Santa Quin-
tería en Getafe. Esta Escuela sólo tuvo tres años de existencia y se limitó a
dar el título de Ingeniero Aeronáutico a cuatro ingenieros industriales que
previamente habían estado formándose en Francia. En 1917, se transforma
en Escuela de Pilotos, bajo la dirección de Alfredo Kindelán (1879-1962).
550
mecánico-electricistas. A partir de 1913 se convierte en una Escuela Técnica
que impartía tres niveles: montadores, ayudantes de ingenieros e ingenieros.
551
mirada se vuelve hacia Francia en donde tenían lugar notables aportaciones
en geodesia y cartografía. En el siglo xviii se produce la famosa polémica
sobre la forma de la Tierra en cuya la resolución intervienen dos expedi-
ciones geodésicas que contaron con participación española. En la expedición
al Perú, con ese n, participó Jorge Juan y Santacilia, que fundó el Observa-
torio Astronómico de Madrid. En esos años Tomás López de Vargas Machuca
(1730-1802) se desplaza a París e inicia una carrera como cartógrafo. En 1795
se crea el Gabinete Cartográco y en 1796 el Cuerpo de Ingenieros Cosmó-
grafos del Estado, que en 1804 dio lugar al Cuerpo Militar de Ingenieros
Geógrafos del Estado.
552
A.1.10. Las Ingenierías Técnicas
Desde mediados del siglo xix, cuando hacen su aparición en España las
Escuelas de ingenieros, también surgen otras Escuelas en las que se forman
profesionales relacionados con la técnica, como son los peritos, facultativos
y ayudantes de Ingenieros (así como los aparejadores, en el caso de los ar-
quitectos). Así se crean los títulos de perito, como ya se ha visto en el caso
de la ingeniería industrial, y el de perito agrícola; de Ayudante de ingeniero
Aeronáutico, de Telecomunicación, y de Obras Publicas, en sus ámbitos re-
spectivos; y el de Facultativo de Minas, para esta última rama de la inge-
niería. Se trataba de estudios de grado medio, asimilados a lo que hoy se
conoce como enseñanza secundaria, para acceder a los cuales no se requería
normalmente el bachillerato superior o completo. La ley de julio de 1957
sobre ordenación de las enseñanzas técnicas cambia la denominación de las
Escuelas de Peritos, Ayudantes, Facultativos, y Aparejadores por la de Es-
cuelas Técnicas de Grado Medio, formando en conjunto lo que entonces se
denominaron las Enseñanzas Técnicas de Grado Medio.
553
trascendencia en la concepción de qué es un ingeniero en nuestro país, pues
los nuevos llegados reclaman para sí cada vez mayores competencias e incluso
en la actualidad, con el denominado proceso de Bolonia, pretenden ser los
ingenieros homologados en Europa, dejando a las tradicionales ingenierías
superiores con un estatus de alta consideración académica, pero con la pre-
tensión de que sus competencias no sean sustancialmente distintas de las de
ellos.
José Echegaray
554
matemático, divulgador cientíco, dramaturgo (premio Nobel de Literatura),
economista (intervino decisivamente en la creación del Banco de España), y
político (fue ministro dos veces, primero de Fomento y después de Hacien-
da); además fue Académico de la Española de la Lengua y de la de Ciencias;
llegó a ser Presidente del Ateneo, del Consejo de Instrucción Pública, de la
Real Academia de Ciencias, de la Sociedad Española de Física y Química y
de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Sin embargo, su
labor como ingeniero e investigador, en el sentido moderno de estos térmi-
nos, fue más bien escasa. Fue lo que se ha denominado una gura intermedia
o de transición, que contribuyó considerablemente a introducir en España
las matemáticas y la física que se hacía en aquellos momentos en Europa.
Echegaray inició el tránsito de la matemática del siglo xviii a la de Gauss
y de Cauchy. Para las matemáticas españolas, el siglo xix comienza en 1865
de la mano de Echegaray. Su principal contribución reside en haber elevado
el nivel de las enseñanzas en esas disciplinas, tanto en la Escuela de Caminos
como en la Facultad de Ciencias de Madrid. El hecho de que un ingeniero
haya jugado ese papel en la renovación cientíca de España es un índice del
rigor y la seriedad de las enseñanzas de ingeniería en nuestro país.
555
tipo de máquinas nos resultan hoy patentes. Ello no impide admirar el inge-
nio derrochado para conseguir resolver determinadas expresiones algebraicas
mediante desplazamientos y giros restringidos por las relaciones matemáticas
que se trataba de resolver.
Esteban Terradas
556
una labor técnica de primera magnitud, con una profunda inquietud cientí-
ca. La primera parte de su vida profesional la dedicó a la física, por la que
mostró una gran pasión. Ha sido considerado el primer físico-matemático,
con aportación original, de nuestro pais17 . Contribuyó decisivamente a la
introducción en España de la teoría cuántica, de la mecánica estadística y
de la teoría de la relatividad, así como otras cuestiones relacionadas con
la física matemática clásica (sus estudios sobre los hilos tienen especial in-
terés y originalidad). El responsable de la venida de Einstein España en 1923
(ampliar). A partir de 1916 su actividad como ingeniero empieza a ser domi-
nante. En su haber se cuentan aportaciones tan variadas como la dirección de
la Compañia de Teléfonos de la Mancomunitat de Catalunya; del apartado
de Ferrocarriles de esa entidad; la creación del Instituto de Electricidad y
Mecánica Aplicadas; la dirección de la Compañía Telefónica Nacional de Es-
paña; la construcción del Ferrocarril Metropolitano Transversal de Barcelona;
sus trabajos sobre aeronáutica, que desarrolló primero en Argentina, y que
le llevaron, a su regreso a España, a crear el Instituto Nacional de Técnica
Aeroespacial (INTA); la construcción de la Central Termoeléctrica de Ponfer-
rada perteneciente al Instituto Nacional de Industria (INI); la fundación del
Instituto de Electrónica del Consejo Superior de Investigaciones Cientícas
y, al nal de su vida, la promoción de la investigación nuclear en España.
Tampoco fue ajeno a la inquietudes lingüísticas, como puso de maniesto en
su discurso de ingreso a la Real Academia de la Lengua sobre el lenguaje
cientíco y técnico. Este discurso, titulado Neologismos, arcaísmos y sinóni-
mos en plática de ingenieros18 , es una pieza de considerable interés en la que
ya en 1945 se postula la actualización del lenguaje técnico, desde una pers-
pectiva de rigor lingüístico. Algunas de sus reexiones tienen una lamentable
vigencia en una época en la que estamos adoptando nuevas voces técnicas
con una preocupante ligereza.
1991.
17 J.M. Sánchez Ron, La física matemática en España, Arbor, n. 532, Abril, 1990, pp.
9-59.
18 Editado por la Real Academia de la Lengua, sin fecha.
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