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V. CONSIDERACIONES
Al haberse concedido el recurso de manera excepcional, se debe establecer si existe infracción
normativa del artículo 1099 incisos 1, 2, 3 del Código Civil, referidos a los requisitos de validez de
hipoteca. Se hace necesario tener como puntos de debate o análisis las instituciones jurídicas del
proceso ejecutivo, título de ejecución, mandato de ejecución, saldo deudor y la hipoteca en el ámbito
del derecho material.
El pasado 17 de julio se llevó a cabo la audiencia pública convocada por la Sala Suprema Civil de la Corte
Suprema de Justicia para establecer precedente judicial al amparo del artículo 400 del Código Procesal Civil
(CPC) en un tema verdaderamente polémico: ¿Debe prevalecer la propiedad no inscrita frente al embargo
inscrito?
Nuestra posición se mantiene en favor de hacer prevalecer el derecho de propiedad no inscrito pero adquirido
con fecha anterior al embargo. En nuestro entender no es aceptable que por deudas ajenas se condene a un
propietario (con o sin derecho inscrito) a pagarlas con sus bienes. La discusión no solo alberga una polémica
de índole dogmático (la clásica distinción de derechos reales y personales, en nuestra opinión muy vigente
aún) por el contrario, encierra mucho más que ello.
En algún momento e incluso aún hoy, con argumentos que finalmente redundan en lo mismo, se pretendía(e)
hacer valer la seguridad jurídica que ofrece el registro público para hacer prevalecer la anotación de medida
cautelar de embargo haciéndose referencia a los principios de fe pública registral (artículo 2014 del Código
Civil – CC), de prioridad (artículo 2016 del CC) y recientemente, al principio de legitimación (artículo 2013 del
CC) e incluso, al principio de publicidad material recogido en el artículo 2012 del CC[.
El error de sustentar directa o indirectamente la prevalencia del embargo en los mencionados principios parte
de la creencia equívoca de que todo supuesto de conflicto entre derechos que involucre al registro público
debe solucionarse con base a hacer prevalecer indiscriminadamente al que inscribió su derecho, sin atender
la verdadera naturaleza de los derechos enfrentados.
Qué duda cabe que nuestro actual sistema de transferencia de propiedad consensual genera innumerables (y
hoy más que nunca mediáticos) conflictos, no obstante, soy un convencido que el propio sistema normativo
ha establecido respuestas a estos problemas que naturalmente aparecen en una sociedad que se alinea al
consensualismo como modo de adquirir la propiedad.
Así, por ejemplo, cuando nuestra legislación protege al tercero que – de buena fe – adquiere con
desconocimiento de la inexactitud del registro, zanja la litis entre dos eventuales derechos de propiedad
(artículo 2014 del CC). O cuando se pronuncia a favor de conceder oponibilidad a un garantía real (léase
hipoteca) que se inscribió en primer lugar, incluso frente al derecho de propiedad que alcanzo el registro con
posterioridad (artículo 2022 del CC – primer párrafo). En buena cuenta, y lo reitero, el problema nuestro no
son las normas (que existen) sino su interpretación y aplicación a cada caso concreto, labor que corresponde
a todos los operadores jurídicos (pero sobre todo, a los Magistrados).
No es mi intención repetir los argumentos correctamente afirmados por los amicus curae en favor de la
posición que concede prevalencia a la propiedad no inscrita, pero adquirida con documento de fecha cierta
anterior, frente a la inscripción del embargo. Quisiera sumar, bajo un análisis diferente, un argumento más.
Es por todos sabido que este conflicto “sustantivo” termina encontrando respuesta en los causes del proceso
de tercería excluyente de propiedad regulado por el artículo 533 del Código Procesal Civil (CPC). A la letra el
artículo establece que “La tercería se entiende con el demandante y el demandado, y sólo puede fundarse en
la propiedad de los bienes afectados judicialmente por medida cautelar o para la ejecución; o en el derecho
preferente a ser pagado con el precio de tales bienes” (subrayado nuestro).
De otro lado, el artículo 100 de la misma norma procesal establece de forma más categórica que “puede
intervenir en un proceso quien pretende se le reconozca su derecho en oposición a los litigantes, como
consecuencia de alguna medida cautelar ejecutada sobre un bien de su propiedad o sobre el cual tuviera un
mejor derecho que el titular de la medida cautelar” (subrayado nuestro).
Y finalmente, el artículo 624 del CPC precisa que “cuando se acredite fehacientemente que el bien afectado
con la medida pertenece a persona distinta del demandado, el Juez ordenará su desafectación inmediata,
incluso si la medida no se hubiera formalizado” (subrayado nuestro).
Independientemente del cuestionamiento procesal por la reiteración en abordar el mismo tema puntual (que
podría generar confusión), puede advertirse que tres (3) artículos del CPC se están refiriendo a un
mecanismo de similar estructura para que el propietario (naturalmente sin derecho inscrito en un caso como el
comentado) pueda pedir que se levante la medida judicial (cautelar o para la ejecución, ejemplo, un embargo
inscrito) por afectar su derecho real de propiedad.
¿No es meridiano acaso que también para la norma adjetiva se busca la prevalencia del derecho de
propietario afectado con una medida cautelar por deuda ajena? En nuestra opinión es más que claro –
redundante incluso- que nuestro ordenamiento busca defender un hecho insoslayable: no es posible afectar
con un embargo y obtener una cobranza, con un bien que no es de propiedad del deudor.
Temo que de resultar amparándose el embargo, estos artículos del CPC y la referencia al proceso de tercería
excluyente de propiedad resulten inútiles e inoperantes. Como quiera que fuera, está ahora en manos de la
Corte Suprema de Justicia la respuesta definitiva a este dilema que en nuestra opinión, hace mucho merecía
una Pleno Casatorio.
A continuación, repasamos las tres las reglas establecidas por los jueces supremos:
1. Debe existir documento de fecha cierta que acredite la propiedad del tercerista
La primera regla (y la más importante) establece que, efectivamente, el derecho de propiedad del tercerista
es oponible al derecho del acreedor embargante. Pero fija una condición: siempre que dicho derecho real
quede acreditado mediante documento de fecha cierta más antigua que la inscripción del embargo
respectivo.
En concreto se establece que: “En los procesos de tercería de propiedad que involucren bienes inscritos,
debe considerarse, de conformidad con lo dispuesto en la segunda parte del artículo 2022 del Código Civil, en
concordancia con los artículos 949 y 1219 inciso 1 del mismo cuerpo legal, que el derecho de propiedad del
tercerista es oponible al derecho del acreedor embargante, siempre que dicho derecho real quede acreditado
mediante documento de fecha cierta más antigua que la inscripción del embargo respectivo”.
Sobre el particular debemos recordar que el artículo 245 del Código Procesal Civil establece que un
documento privado adquiere fecha cierta y produce eficacia jurídica como tal en el proceso desde: i) la muerte
del otorgante; ii) la presentación del documento ante funcionario público; iii) la presentación del documento
ante notario público para que certifique la fecha o legalice las firmas; iv) la difusión a través de un medio
público de fecha determinada o determinable; y, v) otros casos análogos. Dicha disposición también señala
que, excepcionalmente, el juez puede considerar como fecha cierta la que haya sido determinada por medios
técnicos que le produzcan convicción.
2. Los jueces deben acreditar la autenticidad y legalidad del documento de fecha cierta
Como segunda regla se prevé un mandato para los jueces de primera instancia que conozcan de las
demandas de tercería: “El juez de primera instancia, de oficio, una vez que sea admitida la demanda, deberá
velar por la legalidad de la certificación de la fecha cierta del documento que presente el tercerista. Para tal
fin, podrá oficiar al notario, juez y/o funcionario que haya emitido tal certificación, a efectos de que informe
sobre la autenticidad o falsedad de la misma”.
Finalmente, como tercera y última regla, se establece que: “en caso de que el notario, juez o funcionario
correspondiente no reconozca la autenticidad de la certificación que se le atribuye en el documento
presentado por el tercerista, la demanda deberá ser declarada infundada, debiéndose expedir las copias
certificadas correspondientes al Ministerio Público, para que este actúe conforme a sus atribuciones”.
Sobre el particular, en los considerandos de la resolución casatoria, la Suprema justifica las dos últimas
reglas, señalando que aunque el Código Civil privilegie la propiedad no inscrita del tercerista, no puede
negarse que existe un alto riesgo de que se emplee la tercería de propiedad para concretar objetivos
fraudulentos, en perjuicio de los acreedores. En otras palabras, señala la Suprema, tomando en cuenta que
basta que el tercerista acredite su derecho de propiedad con un documento privado de fecha cierta, no es
difícil que tal documento pueda ser producto de una falsificación o de un actuar fraudulento.
Por ello, ante el riesgo de fraude y la falta de convencimiento y certeza de la veracidad de los documentos
presentados, la Corte considera que será necesario que el juez efectué actos procesales conducentes a la
verificación de la regularidad de la certificación de la fecha cierta del documento que presente el tercerista en
su demanda.
Fundamentalmente, señala la Corte Suprema, el juez deberá comunicarse con el funcionario o notario público
que haya emitido la certificación, a efectos de establecer la autenticidad de esta, si fuera el caso. Si el juez, a
pesar de su actuar de oficio o con la colaboración de las partes, no obtiene la confirmación de la certificación
del documento, no deberá estimar la demanda, puesto que sería claro que la certificación adolece de
irregularidades que, por razones obvias, no pueden servir de sustento a una demanda de tercería de
propiedad. La demanda, en consecuencia, tendría que ser declarada infundada, concluye la Suprema.