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Pablo tiene 5 años. En los primeros días de clases, se niega a entrar al aula, dice: “Estos son
todos unos boludos, y la boluda ésta – refiriéndose a la maestra – me molesta. Se mete en todo. Yo
quiero hacer lo que yo quiero…y nada más”.
Cuando Pablo llega a la escuela y, en el marco del proceso de conocimiento inicial, cuenta:
“Yo sé todo, soy más fuerte que vos y que todos…” Algunos de nosotros le responde: “Si ya sabés
todo, ¿para qué querés venir a la escuela?” Y con una claridad que inquieta, responde: “Para ver
si hay grandes”. Nosotros le contestamos: “Sí, acá hay grandes…” “Ah – prosigue Pablo -,
entonces te voy a contar un secreto: a mí ya me echaron de dos jardines, porque soy el más fuerte,
y además soy malo”.
Pablo se muestra muy agresivo, le pega a grandes y chicos. Cuando algo o alguien se presentan
como obstáculo para hacer lo que quiere, su respuesta es el golpe, el desborde. Lo que hasta aquí
han hecho las instituciones por las que ha pasado es tratar de disciplinarlo. La maestra del jardín de
una escuela de la que fue echado nos comenta: “Pablo es el Demonio, es un chico que no hace otra
cosa más que buscar hacer el mal”, y luego agrega: “Él te quiere demostrar que nadie puede con
él; con nosotros perdió; lo echamos de la escuela”.
En ese espacio, el de “hacer lo que se me cantan las golas”, el juego con el docente era
propuesto por él. En un primer momento corría, gritaba, era puro desborde pulsional. El maestro
fue transformando los gritos en juegos de eco, la carrera son sentido en careras compartidas, los
golpes en ritmo y batucada.
Luego de un tiempo, le propusimos a Pablo hacer sus construcciones en el marco de un
proyecto del grupo. En parejas, comenzaron a construir juegos inventados. Pero para poder jugar
con otros era necesario poner reglas consensuadas. Así, Pablo empezó a experimentar espacios de
juego y entrar en la serie de momentos de enojo, comenzó a anticiparse y, antes de romperlo todo y
lastimar, empezó a pedir ayuda, saliendo del aula para ir a la dirección a tranquilizarse (aquí la
dirección no se traducía como pura sanción, sino como contención). Ya en la dirección, preguntaba
por largo tiempo: “¿Acá quién manda?”; “¿Vos sos la jefa?”, “Si yo quiero pegarle a todos, ¿vos
me dejás?”. Empezaron a aparecer las primeras preguntas y asomar el deseo de saber.
Hoy Pablo cursa primer grado, está aprendiendo a leer y a escribir y ha comenzado a armar sus
primeros núcleos de amistad. En este proceso, la maestra va creando paso a paso las condiciones
para que se produzca un encuentro, para que haga comunicación.
Caso extraído de: ¿Dónde está la escuela…más allá de la escuela? Alejandro Papadopulos, Silvia Duschatzky y Elina
Aguirre. En “Entre generaciones. Exploraciones sobre educación, cultura e instituciones”. Southwell Myriam (comp).
Homo Sapiens. Flacso. 2012.