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INTRODUCCIÓN

El término valor, aunque es de uso relativamente corriente, dista de ser


intuitivo. Llamamos valor o valores a un conjunto no bien especificado de
términos que denotan entidades abstractas, es decir, que no son objetos. Sirvan
de ejemplo: paz, justicia, belleza, felicidad, bien, libertad, igualdad,
solidaridad, etc. Todos ellos son valores a los que, además, decimos
adherirnos. Hay muchos más sin duda. Esos términos pueden ser muy
abstractos o más concretos. Bien o belleza son bastante abstractos; fidelidad o
valentía parecen más concretos.

Dentro de la multitud de términos que denotan valores, los más


abstractos son considerados absolutos, es decir, invocan mayor acuerdo,
mientras que otros se conciben como relativos. Todo ello muestra que en el
lenguaje corriente el uso de «valor» o «valores» está de hecho cargado. Por
una parte, tiene la carga ontológica de la efectiva ordenación del mundo en que
se inserte; por otra, es cuestión en litigio si cabe hablar de valor en ausencia de
soportes de valor o cosas valiosas; y otro tanto se diga para valores. El presente
informe tiene como objetivos:

 Aportar conocimientos sistematizados sobre el valor.

 Brindar información sobre el valor y sus enfoques de conceptualización.

Desarrollando el informe en III capítulos que se desarrollan de la


siguiente manera:

Capítulo I: Descripción del valor

Capítulo II: Características y clasificación del valor

Capítulo III: El valor en la filosofía de Meinong

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CAPITULO I: Descripción del valor

1.1. Noción del valor

Valor es una palabra de uso común. Se empleó primero en economía


política como la cantidad de dinero con la que se juzga que una cosa está en
proporción. Como la propiedad de lo que puede procurar la satisfacción de las
necesidades de una persona. Por lo mismo, el valor de una cosa crece con la
escasez y con la rareza, y disminuye con la abundancia.

De la economía, la palabra valor pasó a la filosofía donde significa cl ser


entre tanto deseado o la propiedad por la que algo es deseable1. Es decir, el valor
es lo que hace a una persona o una cosa digna de aprecio.

No se pueden identificar sin más, bien y valor. Hay Cosas que son
buenas y no tienen valor. El valor dice relación al hombre. La alfalfa, por
ejemplo, es buena para las vacas y tiene valor sólo para el dueño de las vacas.
Entonces, por qué el valor mira a lo interesante, a lo importante, a lo que rompe
la indiferencia del sujeto. Por tanto el bien es el ente en cuanto tiene ser; el valor
es el ente en cuanto dice relación de conveniencia al hombre. Por ejemplo, una
serpiente es buena -onto1ógicamente- en sí y para sí; cuando pica al hombre éste
no la considera como un valor. En otras palabras: el bien es el ente en sí; el valor
es el ente objeto de tendencia o deseo. La persona conviene al bien en valor.

Los filósofos antiguos ya se ocuparon del valor, aunque con el nombre de


bien. Entre los precursores de la moderna Axiologia destacan Platón y los
neoplatónicos que consideran las cosas desde el punto de vista de la belleza y de
la finalidad.

La filosofía de Kant es implícitamente una Axiología. Sus Críticas son


tratados de lo verdadero de lo bueno y de lo bello.

La palabra misma valor parece que fue introducida en la filosofía por H.


Lotze, Ritschl y Menguer .

1 Cfr. Foulqui C-Saint-Jean. Diccionario drl lcngitojc filodlico. Labor, Madrid. 1967, Pág. 1053-1056.

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1.2.Definiciones de valor

Podemos decir que existen tantas definiciones del concepto de valor


como concepciones o teorías sobre el mismo. Algunas de las definiciones
integradoras que tratan de definir el valor superando las dicotomías establecidas
en las dimensiones del mismo, son las siguientes:

 «Valor es toda perfección, real o ideal, existente o posible, que rompe


nuestra indiferencia y provoca nuestra estimación, porque responde a
nuestras tendencia o necesidades» (Marín, 1990, 172).
 «El valor es una cualidad que surge de la reacción de un sujeto frente a las
propiedades que se hallan en un objeto» (Frondizi, 1958, 113).
 «Los valores son la dimensión prescriptiva que toda presentación cognitiva
lleva implícita y que el individuo utiliza cotidianamente como marco de
referencia de su interacción con los demás» (Garzón y Garcés, 1989, 367).
 «Valor es una cualidad abstracta y secundaria de un objeto consistente en
que, al satisfacer la necesidad de un sujeto, suscita en éste un interés (o una
aversión) por dicho objeto» (Quintana, 1998, 135).
 «Una creencia duradera de que un específico modo de conducta o un estado
final de existencia es personal o socialmente preferible a otro modo de
conducta o estado final de existencia opuesto o contradictorio » (Rokeach,
1979, 144).
 «El valor es una cualidad real o ideal, deseada o deseable por su bondad,
cuya fuerza estimativa orienta la vida humana» (Gervilla, 1998, 400).

De estas u otras muchas definiciones existentes podemos deducir que los


valores poseen una serie de rasgos, características o propiedades que les unen,
les definen y diferencian en cuanto tales. Prescindiendo de los rasgos más
específicos de una u otra teoría u concepción axiológica, y de un modo genérico,
podemos extraer las siguientes características de los valores.

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1.3. Dimensiones en la conceptualización del valor

1.3.1. El subjetivismo axiológico

Desde la perspectiva subjetivista se parte de la idea que es el sujeto quien


otorga valor a las cosas. Éste no puede ser ajeno a las valoraciones y su
existencia sólo es posible en las distintas reacciones que en el sujeto se
produzcan. Las cosas por tanto no son valiosas en sí mismas; es el ser humano
quien crea el valor con su valoración.

Las tesis subjetivistas, según Muñoz (1998, 15), parten de una


interpretación psicologista “en la medida que presuponen que el valor depende y
se fundamenta en el sujeto que valora: así desde estas posiciones teóricas, el
valor se ha identificado con algún hecho o estado psicológico”.

Esta visión subjetivista admite además que todo valor depende de la


aceptación de un grupo social, de forma que algo se define como bueno, malo,
en función de la valoración que le otorga el grupo social mayoritario.

Aunque desde esta teoría existe consenso en estos planteamientos, se va a


producir una división de opiniones en cuanto hay que definir el valor como una
experiencia subjetiva o como una idea importante que los estados de placer o de
dolor en la conducta. No se puede valorar un acto, un objeto, si no se posee la
idea que se refiere a ello. “No se trata de nuestras reacciones personales,
subjetivas, sino de nuestras ideas, y no de las particulares de cada cual, sino de
las que rigen el pensamiento de todos los hombres. Con ellas hay que contar para
saber lo que es valioso o no” (Marín, 1976, 15).

Según Gervilla (1988, 30), los partidarios de estos planteamientos


neokantianos, van a definir el valor como “una pura categoría mental, una forma
subjetiva a priori del espíritu humano, sin más contenido que aquel que le presta
la estructura formal de la mente, una idea dependiente del pensamiento colectivo
humano”.

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1.3.2. Dimensión objetivista axiológica

Desde el objetivismo axiológico, en oposición al subjetivismo, se


considera el valor desligado de la experiencia individual. Esta postura, según
Frondizi (2001, 107) surge como “reacción contra el relativismo implícito en la
interpretación subjetivista y la necesidad de hacer pie en un orden moral
estable”. Para los objetivistas, es el hombre quien descubre el valor de las cosas.
Al igual que ocurrió en del subjetivismo axiológico, entre los partidarios del
objetivismo se van a fraguar dos perspectivas distintas a la hora de concebir la
naturaleza de los valores; una defenderá el valor como ideal (escuela
fenomenológica) y otra como real (perspectiva realista).

La escuela fenomenológica parte del supuesto de que el valor, aunque


objetivo, es ideal, le otorga una independencia total respecto al sujeto
sosteniendo que los valores no son ni reacciones subjetivas ante los objetos, ni
formas apriorísticas de la razón. Son objetos ideales, objetivos, en virtud que
“valen” independientemente de las cosas y de la valoración objetiva de las
personas.

Los valores van a tener valor por sí mismos al margen de cualquier


realidad física o psíquica. Es el ser humano quien lo capta a través de su
experiencia sensible.

Como principal defensor de estos planteamientos se encuentra Méndez


(2001) para quien los valores son cualidades independientes.

Los principales representantes de la concepción del valor como una


experiencia subjetiva surgen de la Escuela Austríaca y de Praga, entre los que
destacan Medina (1999) y Reyero (2001). Desde los planteamientos de Alexius
Medina (1999) algo tiene valor si nos agrada y en el nivel de agrado, atendiendo
a factores de carácter psicológico.

Según Frondizi (2001, 54), esta interpretación subjetivista va a definir el


valor como un “estado subjetivo de orden sentimental que hace referencia al

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objeto, en cuanto éste posee la capacidad de suministrar una base efectiva a un
sentimiento de valor”.

El valor, por tanto, no se encuentra en el objeto, el origen y fundamento


de los valores; está en el sujeto que valora. Así, las cosas adquieren valor por el
interés que suscita y éste está determinado por lo que nos agrada.

Siguiendo los mismos planteamientos psicológicos de la teoría


subjetivista, Reyero (2001) cuestiona y matiza la teoría de su maestro
defendiendo la idea que el valor no sólo tiene relación con un sentimiento de
agrado o desagrado ante un estímulo, sino que surge y se fundamenta en el deseo
y apetito por los objetos. Para Reyero (2001), las cosas son valiosas porque las
deseamos y apetecemos y, en este sentido, el valor se relaciona tanto con lo
existente como con el objeto ausente o inexistente.

Dentro del subjetivismo axiológico surge la Escuela Neokantiana, otra


forma de interpretación de la naturaleza subjetiva de los valores.

Desde esta corriente, se va a considerar el valor ante todo como una idea.
Para los partidarios de esta teoría, las ideas tienen un papel más de las cosas y
actos humanos. En este sentido, son cualidades valiosas que no varían con las
cosas; el valor de la amistad no resulta afectado porque mi amigo demuestre
falsía y me traicione. Aunque nunca se hubiera juzgado que el asesinato es malo,
el asesinato hubiera continuado siendo malo y aunque el bien nunca hubiera
valido como bueno sería, no obstante, bueno. Con este ejemplo, el autor
pretende defender la inmutabilidad, absolutismo e independencia de los valores
delegando, a su vez, lo relativo del valor al conocimiento humano.

Como principales ideas de la teoría de Méndez (2001) en torno a la


naturaleza de los valores, se plantean las siguientes:

 Los valores son cualidades apriorísticas e independientes de las cosas y los


actos humanos. Por tanto no varían.

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 Los valores son absolutos, al no estar condicionados por ningún hecho
independiente de su naturaleza histórica, social, biológica o puramente
individual. El conocimiento de las personas de los valores es lo relativo, no
los valores en sí.

Como se ha indicado anteriormente, en el objetivismo axiológico no


todos van a concebir el valor como una cualidad ideal o irreal. En oposición a la
perspectiva fenomenológica se encuentra el realismo axiológico.

Desde el realismo se defiende el valor como una realidad. Se consideran


los valores como reales e identificados con el ser. El valor sólo existe en lo real.
Partiendo que todo lo real es valioso se puede afirmar que todo vale, aunque no
todo tiene el mismo valor. Los entes con valor se concebirán desde este enfoque
como bienes. De un modo u otro, el realismo hace coincidir el valor con lo real.
El valor se encuentra en todo lo que nos rodea, por ejemplo: la belleza aunque
ideal se manifiesta y se realiza en lo existente (Marín, 1993).

Los interrogantes y objeciones que siguen surgiendo desde cada una de


las posturas anteriores en la determinación de la naturaleza de los valores
muestran la complejidad del problema. Ni el subjetivismo ni el objetivismo
axiológico han sido capaces de proporcionar argumentos que engloben todas las
características atribuibles a los valores.

1.3.3. Dimensión real/ideal

Desde el mismo nacimiento de la axiología, y en su desarrollo posterior,


se produce una gran controversia entre lo deseado (realidad o sustantividad) y lo
deseable (concepción abstracta, lo potencial o posible). Por ello, se puede
interpretar que estas dimensiones constituyen un rasgo en la conceptualización
del valor en el que se plantea si éste se sitúa en unas coordenadas específicas y
concretas o, si por el contrario, puede concebirse como una abstracción, un
mundo de lo posible y lo deseable.

Así pues, esta dimensión hace referencia a la concepción del valor como
algo concreto, real, sustantivo, o como un estado ideal que conseguir, como algo

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que puede ser aunque aún no sea, es decir, como algo deseable. La cuestión se
puede plantear en los siguientes términos: si el valor tiene relación solamente
con lo concreto y lo real, es decir, aquello que nos agrada, deseamos o nos
interesa en un momento dado, o si se puede a su vez relacionar con algo que,
aunque no tenga existencia en un momento dado, puede llegar a interesarnos, a
agradarnos, a hacer que lo deseemos. Sería el valor entendido como una
concepción abstracta que supera los límites de la existencia concreta o real.

Una aportación fundamental a la controversia entre el carácter de reales o


ideales atribuido a los valores es la realizada por K. Popper en su obra En busca
de un mundo mejor (Escámez et all, 1995). Popper realiza una distinción de la
realidad en tres mundos. El primero es el mundo físico donde están los seres
animados, e inanimados, pero que también contiene estados y acontecimientos.
Es el mundo de lo real. El mundo dos es el de la experiencia, que puede ser tanto
consciente como inconsciente en los seres humanos. Este mundo surge en la
interacción de los seres animados e inanimados del mundo uno.

El mundo tres es el de la cultura humana, el mundo de los productos


objetivos de la mente humana, es decir, los productos de los procesos de la
experiencia. Serían todos los productos planificados o deliberados de la
actividad mental humana (libros, sinfonías, coches, cuadros, etc.). Estos objetos,
en cuanto realidades físicas, se solapan con los objetos propios del mundo uno.
Pero en el mundo tres existen elementos inmateriales que no se solapan con los
del mundo uno, puesto que no son objetos físicos, ni con el mundo dos, puesto
que no son experiencias, pero que son igualmente reales. Son los problemas, las
teorías, los argumentos, los números, los ideales, etc.

El ejemplo más claro para entender los elementos del mundo tres el de
los números y las matemáticas. La serie de números naturales es infinita, pero
éste es un concepto totalmente abstracto que no puede expresarse en términos
concretos del mundo uno o del dos. La serie infinita de números naturales es
algo puramente ideacional.

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Lo mismo ocurre con propiedades numéricas como par, impar, divisible,
etc. Muchos de los problemas sobre números han sido descubiertos por el ser
humano a lo largo de su existencia, y lo han sido porque «estaban ahí», porque
sin existir en el mundo uno, ni constituir un proceso de experiencia del mundo
dos, han sido descubiertos.

Del mismo modo, se supone que existen muchos problemas matemáticos


que todavía no se han descubierto, pero que lo pueden ser en el futuro. Estos
problemas no puede decirse que hayan sido creados por la mente humana, sino
descubiertos por la mente humana.

El mundo de las matemáticas ha constituido una referencia habitual


utilizada por numerosos autores, entre los que se encuentra Ortega y Gasset
(1991), para explicar la naturaleza de los valores, y ello es debido a diversas
razones:

 El ejemplo de los números es perfectamente adecuado para explicar la


realidad de los habitantes inmateriales del mundo de la cultura, como es el
mundo de los valores.

 Permite vislumbrar que la objetividad de los valores no está en contradicción


con el hecho de ser producciones culturales humanas de carácter subjetivo.

El mundo de la cultura, es decir, el de los problemas, las teorías, los


ideales, etc. es un producto de la mente humana, pero, a su vez, estos elementos
culturales son independientes de nosotros, al menos parcialmente, ya que nos
sugieren problemas y teorías nuevas que ya existen y están por descubrir. De
este modo, el mundo tres va creciendo conforme se solucionan los problemas
planteados. Este mundo no es ficticio, sino que es real, y ejerce un gran influjo
sobre el mudo uno a través del mundo dos. Así, por ejemplo, los grandes valores
e ideales que han movido a la humanidad a lo largo de la historia, como puede
ser el ideal de libertad en la Revolución francesa, o la ideología comunista en la
Europa del siglo XX, fueron productos de unas mentes situadas en un contexto
histórico concreto. Pero estos valores e ideales generaron unas teorías y unas

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prácticas políticas y sociales que han tenido enorme incidencia en nuestro
mundo.

1.3.4. Dimensión emocional/racional

Esta dimensión, en la que podemos situar la conceptualización del valor,


también tiene su origen en los inicios de la axiología, y dentro del marco de la
captación de los valores. El callejón sin salida a que llevó la contraposición y
enfrentamiento entre las teorías subjetivistas y objetivistas puso de manifiesto la
complejidad del mundo de los valores y la dificultad de llegar a una concepción
de los mismos. La dificultad de los teóricos de la axiología para integrar las
posiciones contrapuestas y determinar la naturaleza de los valores, les llevó a dar
un giro a esta problemática, reinterpretando el tema de la naturaleza en el
problema metodológico de cómo estudiar los valores. Así se pasó del tema de la
naturaleza del valor al de la captación del mismo. O dicho con otras palabras, se
relega el problema conceptual de qué es un valor y se pasa al problema de cómo
se perciben y conocen los valores.

La forma o modo de captar el valor es un aspecto del planteamiento


metodológico del valor que puede aportar nueva información sobre la naturaleza
del mismo. Este tema, en términos actuales, puede formularse mediante los
conceptos psicológicos de la naturaleza emocional versus racional del valor. En
los estudios psicológicos de la naturaleza humana ha estado siempre presente la
disyuntiva emoción-cognición, y por lo tanto es lógico que se manifieste, al
igual que en otras muchas áreas, en las formulaciones del concepto de valor.

La gran mayoría de las interpretaciones subjetivas han identificado o


situado el valor en la esfera de lo irracional, de lo emotivo. Así Meinong, tal
como vimos con anterioridad, lo identificaba con agrado, Ehrenfels con deseo,
Perry con interés, etc. En el campo de las interpretaciones objetivas se pueden
distinguir dos posiciones contrapuestas que van desde los planteamientos
racionalistas de Kant o Hartmann, para quienes los valores sólo se pueden
conocer a través del intelecto, de la razón, hasta los planteamientos schelerianos,
en los que se rechaza el racionalismo apriorístico kantiano y se plantea un

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apriorismo emocional. Scheler (1942) puso un especial énfasis en el aspecto
emocional, al señalar que la esencia de los valores se nos revela en la intuición
emocional, y no en la intuición intelectual, por cuanto el percibir sentimental es
irreductible al intelecto o a cualquier otra forma anímica, y tiene, al mismo
tiempo, carácter intencional. Los planteamientos actuales sobre el tema
entienden que el valor posee un componente intelectual y otro emocional. El
conocimiento es previo y necesario, pero no es suficiente, pues si no hay
sentimiento no se da la valoración. En la valoración se produce una fusión del
conocimiento y del sentir, de los planos intelectivo y afectivo, que hace entrar en
juego toda nuestra personalidad. Por ello cada uno valora según lo que es, pero
del mismo modo, las valoraciones que realizamos van configurando nuestra
forma de ser (Llopis y Ballester, 2001). Gervilla (1993, 80) señala que «ni el
emotivismo radical ni el racionalismo absoluto son buenos conocedores de los
valores, pues en su captación, los sentimientos no son totalmente ciegos ante la
razón, ni el conocimiento intelectual es ajeno a la afectividad». Así, por ejemplo,
en el enamoramiento aunque predomine lo emocional, no es algo completamente
afectivo, pues nadie ama lo que no conoce, pero tampoco por conocer a algo o a
alguien se le ama. El conocimiento precede al afecto y éste, cuando se da,
impulsa el interés por el conocimiento.

En una línea similar se manifiesta Quintana (1998) al considerar que los


valores pueden ser captados simultáneamente por la vía del sentimiento y la del
entendimiento, de lo racional y de lo emocional. La captación de los valores por
la vía afectiva es lo más frecuente en la vida ordinaria, pues las personas,
muchas veces de modo inconsciente, se hallan más dispuestas a captar ideas y
sentimientos por la vía emocional que por la intelectual. Ello es debido a que
esta última supone un mayor esfuerzo, y por lo tanto se puede considerar como
la menos efectiva y la más problemática. De cualquier modo, según este autor,
los valores objetivos siempre se captan por la vía intelectual y racional, por ser la
que ofrece mayores garantías de verdad.

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1.3.5. Dimensión universal/relativa

El carácter universal o relativo de los valores constituye otra dimensión


problemática implicada en el concepto de valor. Estos términos están
relacionados con la estabilidad y consistencia de los valores, tanto en el espacio
como en el tiempo. Las interpretaciones objetivas de los valores, en la medida
que conceptúan a éstos como entidades independientes cuya existencia se da al
margen, tanto del sujeto que valora como del objeto de valor, son coherentes con
el rasgo de universalidad y absoluto de los valores. Este rasgo se relaciona con el
carácter ilimitado, absoluto e independiente del valor, es decir, que no tiene
restricción alguna. Por otra parte, el carácter universal del valor implica su
inmutabilidad, en el sentido de que no cambia ante el devenir de la historia o de
los hechos (Paya, 2003).

Las teorías subjetivas plantean que en los valores se da un relativismo


tanto psicológico como histórico. Respecto al primero entienden que los valores
están condicionados por el desarrollo y las circunstancias de la actividad
psicológica de las personas. El valor carece de universalidad puesto que su
propio estatus depende del sujeto que valora: los valores existen en relación con
la organización psicológica de la persona. Respecto al relativismo histórico,
entienden que el valor se identifica con los hechos o fenómenos reales en los que
se manifiesta. Por ello se encuentra condicionado por los factores sociales o
culturales.

Ente los planteamientos actuales está el realizado por Escámez, et all


(1995), donde conceptualizan los valores como absolutos, al señalar que los
procesos mentales de las personas han de ser interpretados desde los significados
objetivos de la cultura a la que pertenecen. Las valoraciones o juicios de valor de
las personas adquieren sentido desde los valores de la cultura.

Los autores mencionados entienden por relativismo filosófico aquellos


planteamientos que postulan la no existencia de verdades objetivas, sino que
éstas son verdaderas para una época concreta. En la misma línea, pero referido a
los valores, el relativismo axiológico postula que no existen unos ideales

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normativos de acción universalmente válidos, sino que éstos son relativos al
grupo social de pertenencia. Sin llegar a defender la existencia de unos valores
absolutos existiendo como realidades objetivas al margen de las invenciones
humanas, estos autores (ibídem 1998, 146) adoptan una postura clara y rotunda
al considerar que «el relativismo es uno de los delitos que pueden cometer los
intelectuales contra la razón y contra la humanidad». Pero también entienden
que la defensa de unos valores absolutos propios de la naturaleza humana
debería ser revisada desde el punto de vista moral al objeto de evitar el
menosprecio y la intolerancia hacia los valores de otras culturas y hacia otras
concepciones del hombre. El pluralismo axiológico de la variedad de culturas
existentes en nuestro planeta es un elemento tremendamente enriquecedor y
válido para la construcción de unos ideales compartidos de humanidad.

En la misma línea se manifiesta O. Reboul (1999) cuando señala que un


valor no es universal porque sea aceptado mundialmente o porque haya triunfado
en los sondeos o en los referendos. Lo universal no es una cuestión de hecho,
sino una cuestión de derecho. Así, por ejemplo, las leyes científicas son
universales, no porque todo el mundo las acepte, sino porque aquellos que las
aceptan comprenden que no podría ser de otro modo.

Si nos remitimos a la historia de las ciencias, podemos constatar que


todas las verdades científicas tienen fecha, que nacieron en una época y en un
entorno, lo que no les impide ser universales una vez descubiertas. El principio
de Arquímedes no pierde nada de su certeza por el hecho de ser de Arquímedes,
de que nadie lo conociese antes que él, y de que millones de personas lo ignoren
todavía hoy. Las leyes de la gravedad no son menos universales por haber sido
descubiertas en el siglo XVIII por Newton.

Pero, ¿se puede decir lo mismo de los derechos humanos? Sin duda
fueron necesarios siglos para descubrirlos y, de hecho, fueron cuestionados en
muchos contextos, pero fueron descubiertos como universales, es decir, como lo
que cada cual debe admitir, incluso si de hecho muchas personas no los admitan.
De este modo, vemos que lo particular, lo que es propio de un entorno y de una

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época es arbitrario y, por tanto, coactivo. Lo universal es, al contrario, lo que
cada cual puede encontrar en uno mismo, y que, por tanto, lo hace libre.

1.3.6. Dimensión colectiva/individual

Finalmente, otra dimensión que también interviene en la concepción del


valor es la que relaciona este concepto con el carácter individual o colectivo del
mismo. Tradicionalmente la axiología y la psicología, y tanto en las
interpretaciones subjetivas como en la objetivas, aunque a niveles distintos, han
presupuesto que el valor es ante todo un fenómeno de la conciencia individual.

Las primeras interpretaciones psicológicas del valor, entendido éste como


sistema motivacional, también se han realizado analizándolo como un fenómeno
individual. La concepción cognitiva de los valores iniciada por Rokeach, desde
el marco de la psicología social, que sitúa el concepto de valor en el nivel de las
representaciones simbólicas, sigue viendo a los valores como un constructo
individual que permite al sujeto organizar, sistematizar y orientarse en su mundo
social: los valores siguen entendiéndose como estructuras de conocimiento
individual.

Sin embargo, las nuevas interpretaciones del valor realizadas desde


campos como la antropología, la sociología o la psicología social, se han hecho
dentro del marco de la cultura, como un elemento colectivo que configura un
determinado modo de vida, una concepción del mundo y una orientación
conductual. Desde esta perspectiva, el valor se convierte en un elemento cultural
que proporciona a los miembros de esa cultura un esquema conceptual de lo que
es correcto, ideal y preferible, de tal manera que orienta la conducta humana.
Estos esquemas orientativos se conservan y se transmiten socialmente y, a través
de procesos de socialización, se incorporan a las creencias, actitudes, normas,
etc. del individuo.

De este modo, los estudios antropológicos y sociológicos han introducido


el concepto de valor en el contexto de la cultura, poniendo de manifiesto su
dimensión fundamentalmente ideal: el valor se sitúa en el mundo de lo ideal, de

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lo posible y deseable y, en este sentido, no es identificable con acontecimientos,
objetos o individuos concretos. Pero el valor, a su vez, exige unas pautas de
conducta, una orientación de la acción social específica que se convierte en
acciones y sucesos concretos.

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CAPITULO II: Características y clasificación del valor

2.1. Características del valor o valores

Para un mayor conocimiento de la naturaleza de los valores se presentan


a continuación sus características fundamentales. Las más relevantes son las que
hacen referencia a polaridad, gradación, infinitud:

 Polaridad: Los valores se van a manifestar desdoblados en un valor positivo


y en un valor negativo, en valores y antivalores. Todos los valores van a tener
su correspondiente antivalor (bueno-malo, justo e injusto, salud-enfermedad,
sabiduría-ignorancia). Por su naturaleza, los valores siempre van a ser
deseados y aspirados por todos gracias a los beneficios que les reporta, ya sea
placer, necesidad, deber. En cambio, los antivalores van a ser rechazados, por
suponer carencias o perjuicios. Frondizi (2001) apunta al respecto que la
ausencia de un valor no implica la existencia de su correspondiente antivalor.
El antivalor existe por si mismo y no por consecuencia del valor positivo.
 Gradación: La gradación es la característica de los valores que hace
referencia a la intensidad o fuerza que posee o se presenta un valor o un
antivalor. No todos los valores o antivalores van a valer lo mismo. Esta
característica se encuentra íntimamente relacionada con la polaridad e
interviene además en la construcción de la jerarquía.
 Infinitud: Esta propiedad del valor está totalmente relacionada con su
dimensión ideal en virtud que los valores suelen ser finalidades que nunca
llegan a alcanzarse del todo.

En este sentido, Gervilla (2003, 400), en el caso de los valores, considera


que el ser humano siempre va a aspirar a más. “Bajo distintas nomenclaturas
pluralidad de realidades valiosas se hace presente en la vida individual de las
personas como aspiración y conquista, siempre inacabadas del bien.”

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2.2. Clasificación de los valores

Debido a su diversidad, los valores pueden ser clasificados desde


varios puntos de referencia. Uno de los aspectos que dan paso a esta
característica de los valores es la relacionada con su análisis y estudio.

La clasificación o categorización proporciona una panorámica de


los valores y permite situar y comprender las conductas individuales y
colectivas de un momento histórico concreto. Además, la necesidad de la
clasificación se hace realmente patente a la hora de examinar la
educación, en especial en relación con el establecimiento de unos
objetivos.

En este sentido, cada una de las clasificaciones que han diseñado


los axiólogos e investigadores están influenciadas por la concepción de
valor que defienden aunque, como lo establece Marín (1993), pensadores
que, curiosamente y pese a sus concepciones profundamente diferentes,
subrayan coincidencias fundamentales que permiten un lenguaje común y
un buen punto de partida para posteriores desarrollos.

Las clasificaciones más destacadas se presentan a continuación.


Muñoz (1991) establece que los valores se pueden clasificar en las
siguientes categorías: valores vitales y valores culturales que dependen de
la identidad. Ésta viene determinada por los valores lógicos, estéticos,
éticos, metafísicos y vitales.

Por su parte, Ortega (1999, 129) construye un sistema de categorías


teniendo en cuenta los bienes en los que se realizan, la actitud subjetiva
con la que nos enfrentamos a ellos y el dominio entendiendo, como tal, la
consideración reflexiva de cada zona de valor en el que aparecen. Para su
clasificación emplea la división dicotómica utilizando tres pares de
criterios: Persona u objeto, actividad o contemplación y social o asocial.

Así divide los valores en bienes de futuro (verdad y moralidad);


bienes presentes (belleza, felicidad) y bienes de eternidad (religiosos).

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En su clasificación, Méndez (2001) identifica unos valores
fundamentales o absolutos y unos valores relativos. Hay valores que son
relativos a nuestra condición y otros absolutos a los que se les reconocen
un rango, independientemente de lo que puedan llegar a producir.

Lo que vale por sí mismo tiene una cierta independencia, mientras


que los valores referenciales son medios para conseguir algo. Es por esto
por lo que la característica más peculiar de su clasificación se encuentra en
el establecimiento de una jerarquía en la que establece niveles de posición
(nivel más alto, nivel más bajo).

Posteriormente Muñoz (1998) va a completar la clasificación


propuesta por Max Scheler y propone otra clasificación en la que también
aparece reflejada la polaridad en los valores y antivalores, cuyas categorías
corresponden a valores útiles, vitales, espirituales y religiosos.

Figura 1: Categorización de valores según Muñoz (1998)

RELIGIOSO
Santo ↔ Profano

ESPIRITUALES
Lógicos Estéticos Éticos
Verdad ↔ Falsedad Bello ↔ Feo
Justo ↔ Injusto

VIRTUALES
Fuerte ↔ Débil

ÚTILES
Agradable ↔ Desagradable
Adecuado ↔ inadecuado
Conveniente ↔ inconveniente

Fuente: Muñoz (1998).

24
Cuadro 1: Categorización de valores según Cortina (2000)

Categorías Valores
Capaz↔Incapaz
Caro↔Barato
Útiles Abundante↔Escaso
Sano↔Enfermo
Selecto↔Vulgar
Vitales Enérgico↔Inerte
Fuerte↔Débil
Intelectuales
Conocimiento↔Error

Exacto↔Aproximado

Evidente↔Probable
Bueno↔Malo

Espirituales Bondadoso↔Malvado
Morales
Justo↔Injusto

Escrupuloso↔Relajado
Leal↔Desleal
Estéticos Bello↔Feo

Elegante↔Inelegante
Gracioso↔Tosco

Armonioso↔Inarmonioso
Santo, Sagrado↔Profano
Divino↔Demoníaco
Supremo↔Derivado
Religiosos Milagroso↔Mecánico
Fuente: Cortina (2000)

Por su parte, Marín (1993) propone la siguiente clasificación


axiológica, en la que como los últimos autores comentados, va a incluir
tanto valores como antivalores distinguiendo como principales categorías
de valor, entre valores mundanos, espirituales y trascendentales.

Partiendo de la perspectiva integradora, García (1998), aborda el


concepto de educación integral a partir de cinco dimensiones, en tal
sentido, en el cuadro 3, los valores se organizan en categorías y

25
subcategorías como respuesta a las distintas dimensiones del ser humano
(biológica, afectiva, intelectual, social e individual).

Puesto que va a servir de base a la investigación, se presenta una


breve descripción de estas categorías del valor:

Cuadro 2: Categorización de valores según Marín (1993)

Categoría de Valor Subc de Valor Valores Reacción Subjetiva

Valores Caro↔Barato
Económicos Abundante↔Escaso Goce de Posesión
Mundanos Rico↔Pobre
Útil↔Inútil Sentimientos
Capaz↔Incapaz Periféricos
Sano↔Enfermo Placer Placer↔Dolor
Vitales Fuerte↔Débil Emociones
Enérgico↔Inerte Orgánicas
Sentimientos
Centrales
Valores Verdadero↔Falso Satisfacción de la
Intelectuales Lógico↔Ilógico evidencia y la
Espirituales Probable↔Improbable certeza
Posible↔Imposible
Consecuente Inquietud por la
Inconsecuente duda y la ignorancia
Bueno↔Malo Sentimiento de
Morales Justicia↔Injusticia Obligación y
Leal↔Desleal respeto a la Ley
Heroico↔Cobarde
Altruismo↔Egoísmo
Bello↔Feo Goce desinteresado
Estéticos Sublime↔Ridículo de contemplación
Armonioso
Desproporcionado
Valores Religiosos, Santo↔Pecaminoso Sentimiento de
Transcendentales filosóficos, Divino↔Demónico dependencia
Cosmovisión Sagrado↔Profano y de adoración
Absoluto↔Relativo felicidad y
desesperación,
Seguridad en las
convicciones
últimas

Fuente: Marín (1993).

26
Dentro de la dimensión del ser humano que lo caracteriza como
animal de inteligencia emocional:

a) Valores y antivalores corporales: Los valores corporales son el


conjunto de cualidades deseadas y/o deseables relacionados con el
cuerpo o materia viva de la persona: cuerpo, salud, descanso. Los
antivalores serán rechazados y/o rechazables por atentar contra la
integridad

Cuadro 3. Categorización de valores según Gervilla (2003, 7) basada


en su Modelo Axiológico de Educación Integral

Dimensiones de Categorías de valor Valores↔Antivalores


la persona
Valores Corporales Salud, bienestar, disfrute,
Cuerpo dinamismo↔desnutrición,
sufrimiento.
Valores Intelectuales Razón, reflexión,
Razón lógica↔analfabetismo,
ignorancia
Valores Afectivos Comprensión, cariño,
Afecto empatía↔incomprensión,
odio, miedo
Valores Individualidad, libertad,
Singularidad independencia↔alineación,
Individuales/Liberadores
homogeneidad, esclavitud,
dependencia.
Valores Estéticos Belleza, arte, música
fealdad, desagradable.
Valores Morales Bondad, justicia,
tolerancia↔injusticia,
maldad, intolerancia.
Valores sociales Honradez, generosidad
Apertura egoísmo, guerra.
Valores instrumentales Casa, coche,
económicos tecnologías↔consumismo,
pobreza.
Valores religiosos Dios, oración, fe↔ateísmo,
increencia.

Fuente: Gervilla (2003)

27
física al representar la carencia, la negación o la oposición así como el
exceso que atentan contra la naturaleza corporal de las personas: hambre,
enfermedad, cansancio, sufrimiento, obesidad, embriaguez.

b) Valores y antivalores intelectuales: Constituyen los valores


relacionados con la naturaleza racional del ser humano. Los valores
intelectuales se definen como el conjunto de valores necesarios o
imprescindibles para el desarrollo intelectual de las personas:
alfabetismo, creatividad, reflexión. Los antivalores intelectuales son la
carencia, oposición o negación que dificulta el desarrollo de la
naturaleza racional del ser humano: el analfabetismo, la ignorancia, el
dogmatismo.

c) Valores y antivalores afectivos: Los valores afectivos son aquellos


deseados o deseables por afectar la afectividad en las acciones y
relaciones entre las personas y por tanto a su desarrollo: amistad,
enamoramiento… De acuerdo a lo establecido por Gervilla (2003, 7),
los antivalores afectivos representan la carencia, oposición y/o
negación, rechazables por el efecto en la afectividad y su desarrollo:
tristeza, sufrimiento, carencia de afecto, angustia, insensibilidad.

• Dimensión que lo hacen singular y libre en sus decisiones:

a) Valores y antivalores individuales/liberadores: Los valores


individuales o liberadores, si son deseables o deseados por favorecer
el aspecto singular, libre y autónomo de la persona así como su
consecuencias: libertad, autonomía, independencia, intimidad. Los
antivalores individuales o liberadores son rechazados por negar,
oponerse o representar la carencia de la individualidad y libertad de
las personas: masificación, alineación, egocentrismo (Marín, 1976).

b) Valores y antivalores morales: Los valores morales afectan la


estimación ética de la persona en su contexto de actuación personal y
social. Están relacionados con el deber y el bien: la verdad, la

28
honestidad, la justicia, la honradez. Los antivalores morales son
rechazados por aludir a la negación, constituyen la oposición de los
valores morales: mentira, injusticia, violencia, opacidad.

c) Valores y antivalores estéticos: Los valores estéticos son todos


aquellos que son deseados por su belleza produciendo en el ser
humano una gran satisfacción espiritual: la literatura, la escultura. Los
antivalores estéticos representan todos aquellos aspectos que se
oponen o carecen de belleza: lo antiestético, lo desagradable, lo feo,
tanto en personas, acciones, cosas o acontecimientos.

• Dimensión que recoge su naturaleza abierta o relacional:

a) Valores y antivalores sociales: Los valores sociales abarcan las


relaciones de interacción del individuo en sociedad y afectan las
relaciones personales, institucionales y políticas. Son deseados por
los beneficios que reportan: fiesta, política, leyes, diálogo. Los
antivalores sociales son la oposición y/o negación de las relaciones
personales o institucionales en cualquiera de sus modalidades: la
enemistad, la guerra, el individualismo.

b) Valores y antivalores ecológicos: Los valores ecológicos hacen


referencia a los bienes que proporciona la naturaleza así como su
cuidado y disfrute: la montaña, los jardines. Los antivalores
ecológicos representan la ausencia de valoración, el descuido u
oposición a los valores ecológicos: contaminación, destrucción de
la naturaleza.

c) Valores y antivalores instrumentales o económicos: Los valores


instrumentales o económicos, estimados como medios, son
deseados por lo que nos reportan: el dinero, la vivienda, la
tecnología. Los antivalores instrumentales o económicos, son
aquellos que van a ser rechazados por representar la carencia, el
exceso, o por ser nocivos: consumismo, miseria, entre otros.

29
d) Valores y antivalores trascendentales o religiosos: Los valores
trascendentales o religiosos son aquellos relacionados con el
sentido religioso de la vida, manifestado en la fe en un ser supremo
así como las personas, las instituciones y acciones que la
representan: sacramentos, ministros, mensaje. Los antivalores
trascendentales o religiosos, en oposición, son la negación u
oposición a la estima y valoración de la trascendencia religiosa:
ateísmo, materialismo.

30
CAPITULO III: El valor en la filosofía de Meinong

3.1. Los valores y los posibles sentimientos de valor.

En 1894 desarrolla Meinong su primera teoría acerca de los valores


queBexpondrá en Psychologische ethische Untersuchungen zur Werttheorie.4
Esta teoría puede clasificarse como subjetivista (Schumann 2001a: 518; 2001b:
542), pues, en ella se identifica el valor con el sentimiento de valor
(“Wertgefühl”). Años más tarde Meinong va a revisar esta teoría y él mismo en
Emotionale Präsentation la designará como “psicologista” (Meinong 1923:148,
Meinong 1968a: 147) reemplazándola por una posición “realista” en cuanto a los
valores.

Ya en su primera teoría de los valores intenta Meinong vincular éstos con


las emociones. Este vínculo entre valores y emociones seguirá a lo largo de toda
su obra aunque sea entendido de modo diferente en cada etapa de su
pensamiento. Este vínculo convierte la evolución de la teoría de los valores a lo
largo de las diferentes obras de Meinong dependiente de su teoría de las
emociones y viceversa.

En la primera teoría formulada por Meinong en 1894 el concepto de


valor está fuertemente influenciado por la teoría económica del valor de Menger
(Gründsätze der Volkswirthschaftstlehre, 1872) y por la filosofía moral de
Brentano en cuyos seminarios sobre filosofía práctica había asistido entre 1875 y
1876.

En este período Meinong tiene un concepto de valor muy general, el cual


abarca valores económicos, éticos y estéticos. Su propia posición al respecto la
intenta desarrollar primero ex negativo, es decir distanciándose y criticando dos
concepciones alternativas acerca del valor: el subjetivismo y el realismo de los
valores. El subjetivista acerca de los valores afirma que tiene valor aquello a lo
que otorgo un valor. Por tanto, el valor de un objeto consiste en el ser tenido por
valioso. Así afirma Meinong: “Valor lo tiene para mi aquello que tengo por
valioso; el valor de un objeto consiste, por tanto, en ser tenido por valioso”.

31
Esta posición tal y como la define Meinong resulta similar a ciertas
concepciones emotivistas desarrolladas durante el pasado siglo XX según las
cuales los valores son proyecciones de nuestros estados anímicos en el mundo.

En contra el subjetivismo de los valores proporciona Meinong dos


potentes argumentos. Por un lado, resulta posible que atribuyamos valor a algo
que en realidad no lo tiene. Por otro lado, algo puede tener un valor y, a pesar de
ello, es posible que no lo contemplemos como valioso (Meinong 1968b: 24, 67).
Dado que podemos equivocarnos en atribuir un valor o podemos pasar por alto
valores, los valores no pueden ser proyecciones de nuestros estados anímicos en
el mundo. El subjetivismo de los valores resulta, por tanto, según estas
consideraciones meinongianas poco o nada convincente. La segunda posición es
el absolutismo de los valores según el cual los valores son absolutos. También
esta posición es según Meinong vulnerable. Así, afirma este autor que: “la
existencia de un valor no está menos ligada a la existencia de determinadas
propiedades en el sujeto que a la existencia de tales propiedades en el objeto”
(Meinong 1968b: 72). En este sentido habla Meinong de una doble relatividad de
los valores: en relación con un sujeto que tiene determinadas disposiciones a
sentir

(Meinong 1968b: 30, 27) y en relación con un objeto (Ibid: 67, 71) que
tiene determinadas propiedades las cuales pueden evocar una emoción en el
sujeto. Así, los valores “cambian, surgen y se desvanecen del mismo modo en
que las “disposiciones en cuestión” en el sujeto cambian, surgen y se
desvanecen” (Ibid.). Tampoco el absolutismo de los valores representa para
Meinong –en el período en el que formula su primera teoría- una alternativa
viable pues los valores son relativos a los objetos en los que nos son dados y a
los sujetos que están dispuestos a captarlos.

Frente a estas posiciones defiende Meinong una tesis alternativa. Esta


tesis afirma que los valores no están ligados a las actitudes de valor efectivas,
sino con las actitudes de valor posibles (“mögliche Werthaltungen”). Meinong
escribe:

32
“el valor no está vinculado con la actitud de valor
actual, sino con la actitud de valor posible, y
también se deben considerar para ésta aún
circunstancias favorables, la orientación específica
suficiente así como un estado espiritual y anímico
normal. El valor consiste con ello no en el ser tenido
por valioso, sino el poder ser tenido por valioso bajo
la condición de circunstancias favorables necesarias.
Un objeto tiene valor en tanto que tiene la
capacidad, para el orientado suficientemente, en el
caso de que sea normal, de dar el fundamento
efectivo para un sentimiento de valor” (Meinong
1968b: 25).6

El valor consiste, por tanto, en la posibilidad de ser tenido por valioso en


caso de que las circunstancias sean favorables y el sujeto se encuentre en un
estado anímico e intelectual no anómalo. Con ello, se hace referencia a una
condición necesaria para el valor, el que el sujeto se encuentre en condiciones
para poderlo sentir y el que las circunstancias favorezcan esta posibilidad.
Podríamos seguir indagando por esta condición doble de los valores, ahora bien
me interesa más aquí hacer hincapié en un aspecto fundamental de esta
definición. De este párrafo citado se deduce que bajo el rótulo de “actitudes de
valor posibles” (“mögliche Werthaltungen”) entiende Meinong una disposición a
sentir. En esta concepción, los valores son comprendidos como disposiciones del
sujeto a captar determinadas propiedades en un objeto y a reaccionar
afectivamente frente ellas (Meinong 1968b: 81, 93). Al ser una disposición
estamos ante un fenómeno condicionado individual, histórica y culturalmente y
que además se puede aprender (Schumann 2001: 519). Las disposiciones
dependen tanto del sujeto como del objeto y muestran con ello una doble
relatividad.

Si atendemos a la naturaleza concreta de estas “actitudes de valor”


(“Werthaltungen”), vemos que Meinong las comprende como sentimientos

33
(“Gefühle”) (Meinong 1968b: 15). Con esta posición se distancia de
Ehrenfels, pues para este autor el valor consiste en un ser deseado (“Begehrt-
werden”). En contra de la posición sostenida por Ehrenfels proporciona Meinong
los siguientes argumentos: primero, ocurre a menudo que podemos considerar
algo como valioso y, en consecuencia, lo podemos desear. En este caso, después
de considerar algo como valioso surge el deseo y no a la inversa. Aquí estamos
ante un caso en el que se sigue el orden exactamente inverso al que Ehrenfels
propone, ya que para este autor primero deseamos algo y luego le otorgamos
valor.

El segundo argumento en contra de Ehrenfels consiste en la posibilidad


de considerar algo como valioso y, sin embargo, no sentir ningún deseo por ello.

El tercer argumento consiste en que el deseo siempre se dirige a algo que


no está dado, pero que muchas veces otorgamos valor a cosas que nos son
presentes o que incluso ya poseemos. (Ibid: 15-16).

En base a estos tres argumentos sostiene Meinong que las actitudes de


valor (“Werthaltungen”) no pueden reducirse a deseos. Frente la posición de
Ehrenfels prefiere Meinong la alternativa según la cual las actitudes de valor
(“Werthaltungen”) se comprenden mejor como sentimientos de valor
(“Wertgefühle”). Así pues, en 1894 la tesis defendida por Meinong es que los
valores están estrechamente vinculados a sentimientos de valor. Este vínculo no
puede entenderse, sin embargo, ni como una mera proyección en el mundo de
los posibles sentimientos de valor, ni como una reacción a valores ya dados. Más
bien los valores están constituidos en una interacción entre determinadas
propiedades del objeto y las correspondientes disposiciones del sujeto. En esta
fase, los valores según Meinong son –de una manera que quedaba aún por
determinar- experimentados por un sentimiento de valor y este sentimiento de
valor –al igual que todos los sentimientos que tenemos- origina por definición en
el sujeto una vivencia de placer o de desplacer.

34
3.2. El valor como deseo

La tesis que hemos expuesto anteriormente acerca de los valores que


Meinong defendió en Psychologische ethische Untersuchungen zur Werttheorie
será revisada sólo un año más tarde. En 1895 en „Über Werthaltung und Wert“
modifica Meinong su tesis original en tres puntos decisivos. Tampoco en esta
obra nos ofrece Meinong una versión definitiva de su teoría de los valores.
También la versión de su teoría de los valores expuesta en 1895, pues, deberá
considerarse como provisional y transitoria.

La primera modificación concierne una tesis defendida en 1894 según la


cual la magnitud de un valor depende de la intensidad del sentimiento de la
actitud de valor (“Werthaltungsgefühl”) (Meinong 1968b: 73, 1968c: 328).
Según esta tesis original cuando algo me produce una gran alegría, le atribuyo
entonces un valor de gran magnitud. En contra de su propia tesis inicial,
Meinong aporta ahora en esta nueva obra contraejemplos para demostrar que la
magnitud de un valor no depende de la intensidad de la actitud del valor. Así,
como nos muestra un primer contraejemplo, resulta posible atribuir un gran
valor a una amistad, sin que sea por ello necesario que la actitud de valor se
vivencie con gran intensidad. Un segundo contraejemplo para desbancar su tesis
originaria es el siguiente: Si atendemos al valor que una persona en plena salud y
una persona enferma otorgan a la salud, vemos que el enfermo confiere mucho
más valor a la salud que el que está sano, pero esto no significa que la salud no
tenga para la persona sana ningún valor. De estos dos contraejemplos deduce
Meinong que la magnitud del valor no depende de la intensidad del sentimiento
de valor, sino que más bien es una función del mismo.

La segunda gran modificación respecto de su tesis anterior concierne el


concepto mismo de valor. En 1895 Meinong define el valor como un fenómeno
vinculado al sentimiento de valor, el cual afecta tanto a la existencia como a la
no existencia de un objeto (Meinong 1968c: 337). Con ello, aplica el concepto
de valor también a la no existencia de objetos.

35
La tercera modificación concierne a que para poder comprender los
valores precisamos necesariamente de juicios. Meinong se ve impulsado a
realizar estas tres modificaciones a raíz de las tensiones que lleva consigo la tesis
inicial de 1894 según la cual los valores son actitudes de valor posibles. Con
estas tres modificaciones se apunta a una progresiva desvinculación del concepto
de valor con los sentimientos del sujeto.

La propuesta que hace Meinong en „Über Werthaltung und Wert“ resulta


interesante en comparación con la tesis defendida solamente un año antes, ya
que ahora Meinong propone explicar el concepto de valor no a partir del
concepto del sentir, sino del desear. Según esta nueva propuesta el valor sería la
capacidad de un objeto en afirmarse como objeto de deseo. Así afirma Meinong:
“El valor de un objeto representa la fuerza de motivación que se confiere a este
objeto tanto en virtud de su propia naturaleza como de la constitución de su
entorno y del sujeto en cuestión” (Meinong 1968c: 341).7

Esta nueva tesis se asemeja a la tesis que Meinong mismo en 1894 ha


atribuido a Ehrenfels, pues este autor vincula fuertemente los valores con los
deseos. Sin embargo, a pesar de esta similitud afirma Meinong que los
sentimientos –y no los deseos- son el elemento esencial que caracteriza el valor
(Meinong 1968c: 341).

Estas modificaciones y la tesis resultante deben entenderse como


provisionales. Pues, tampoco esta propuesta de 1895 va a resultar satisfactoria
para Meinong. En 1917 en Emotionale Präsentation presenta aún una tercera
solución sobre el problema de los valores. En esta tercera solución valores y
sentimientos están relacionados el uno con el otro, aunque no puede hablarse de
una relación de identidad entre ellos.

A pesar de las tensiones inherentes a estas dos primeras teorías de los


valores, las tesis de Meinong encontraron gran eco entre sus discípulos y fueron
retomadas en los escritos de Alois Höfler (Höfler 1897), Wilhelmine Liel (Liel
1904) y Stefan Witasek (1907). En especial Liel desarrolla en „Gegen die
voluntaristische Begründung der Werttheorie“ (Liel 1904) una serie de tesis en

36
la dirección de los primeros escritos de Meinong y en contra la tesis
“voluntarista de los sentimientos”, es decir, en contra de aquellas posiciones que
intentan explicar los valores mediante los conceptos de deseo y de volición
como, por ejemplo, Ehrenfels y Schwarz. La crítica de Liel a Ehrenfels sigue las
líneas de la crítica realizada por Meinong a Ehrenfels en 1894. Más interesante,
resulta en este texto la confrontación entre Liel y Schwarz. Este autor había
desarrollado una teoría similar a la de Ehrenfels, la cual intentaba explicar los
valores como hechos de la volición (“Wollungstatsachen”). Estos últimos deben
ser entendidos como una especie de deseo o volición y Schwarz los calificaba
como un “agrado” (“Gefallen”) (Liel 1904: 528). Después de un análisis
detallado de la naturaleza de este „agrado“ de Schwarz llega Liel a la conclusión
de que el agrado apenas puede diferenciarse de los sentimientos (Ibid.: 573). En
este analogía ve Liel un argumente a favor de las tesis desarrolladas por
Meinong en 1894 según la cual los valores están vinculados a sentimientos de
valor y se experimentan como vivencias de placer o desplacer. Así, esta autora,
en consonancia con Meinong, afirma que los sentimientos de valor consisten en
un conocimiento (“Wissen”) acerca de los valores, el cual proporciona placer o
desplacer.

3.3. Los valores y la función cognitiva de los sentimientos

1917 en Emotionale Präsentation Meinong expone una teoría de los


valores que se diferencia de las dos posiciones defendidas anteriormente por su
realismo radical.8 Según esta nueva concepción los valores son captados por
medio de actos emocionales. Con ello, se otorga a los valores una función
cognitiva que en lo que sigue queremos analizar.

En el mencionado texto Meinong intenta diferenciar las emociones de los


deseos con la intención de distanciarse de las posiciones sostenidas por
Ehrenfels y Brentano. Algunos de los argumentos en contra de la tesis de
Ehrenfels de los sentimientos como deseos ya fueron desarrollados en su texto
de 1894. Meinong afirma ahora que: no se siente porque se desea, sino que se
desea precisamente porque se siente. Es decir, que el sentir antecede al desear.
Esta tesis es significativa, pues, Meinong entiende a los sentimientos como

37
temporal y lógicamente anteriores a los deseos (Meinong 1923: 135). En contra
de Brentano, quien había defendido la tesis de que entre emociones y deseos
sólo existía una diferencia gradual (Brentano 1959), sostiene Meinong que la
diferencia entre emoción y deseo no es sólo una diferencia de grado, sino de
esencia, a pesar de que pueda existir un vínculo muy estrecho entre ambos
fenómenos. Este distanciamiento de Ehrenfels y de Brentano resulta importante
para aclarar la propia teoría de Meinong en relación con el papel de los
sentimientos y los deseos. Para Meinong las emociones preceden a los deseos y
los motivan.

Tras posicionarse a este respecto, Meinong analiza la función de los


sentimientos. Acorde con este autor, las emociones tienen una función
“cognitiva”: ellas son las encargadas de presentar los valores (Meinong 1968a:
114). Las emociones tienen según Meinong objetos específicos: “En general: Si
P es el objeto presentado por la emoción p, entonces está justificado vincular la
emoción p con el objeto A, en caso de que P corresponda a A de modo que el
juicio “A es P” esté justificado” (Ibid: 130-131).9 Los sentimientos tienen, por
tanto, objetos propios hacia los cuales se dirigen intencionalmente de un modo
esencial. Estos objetos propios son los valores.

Esto significa que un valor concreto que está dado en un objeto, se nos
“presenta” por medio de la emoción correspondiente. Así, por ejemplo, la
propiedad axiológica de lo asqueroso, se presenta por medio de la emoción del
asco; del mismo modo en que la propiedad axiológica de lo peligroso nos es
dada en la emoción del miedo. Aquí las emociones se comprenden como un
sentir el valor y su función cognitiva consiste precisamente en presentar los
valores.

Una implicación importante de esta tesis es que las emociones nos


transmiten información sobre el mundo. Ellas son las responsables de que el
mundo no se presente de modo neutral, sino como un horizonte con cualidades a
partir de las cuales nos podemos orientar. Algunos contemporáneos de Meinong
compartieron la idea de que las emociones tienen la función cognitiva de
presentar los valores. Por ejemplo, Stein y Kolnai afirmaban que las emociones

38
captaban los valores (E. Stein 1917: 109- 110; A. Kolnai 1974: 128). Otros
autores como Scheler, Geiger y Ortega y Gasset afirman que las emociones son
respuestas a los valores, pero que los valores son captados en actos del sentir (M.
Geiger 1974: 8; M. Scheler 1954: 271; J. Ortega y Gasset 1966: 325). Es decir,
que el sentir es un acto cognitivo que capta los valores, pero que en sí no es una
emoción.

Para explicar la función presentadora de las emociones Meinong trabaja


con una analogía ilustrativa entre sentir y percibir (Meinong 1923: 133, 1968a:
32). Del mismo modo en que en el percibir, se nos presentan propiedades e
informaciones, lo mismo ocurre en el caso del sentir. Ahora bien hay una
diferencia entre emociones y percepciones por lo que concierne el momento de
captación de información (“Erfassen”). Cuando captamos algo se nos transmite
una información. En la percepción se captan objetos de un tipo determinado,
pero en los actos emocionales la captación de los valores no es –según Meinong-
completa. Para poder hablar de una captación auténtica, las emociones precisan
de actos intelectuales. Las emociones son según Meinong demasiado subjetivas
y precisan de juicios y de percepciones para poder cumplir con la función de
captar los valores (Meinong 1923: 137).

Esta correlación entre el valor y la emoción así como la capacidad de las


emociones de captar los valores (aunque esta capacidad sea limitada y precise
siempre de una base cognitiva) brinda la posibilidad de que las emociones
dispongan de condiciones de verdad (Meinong 1923: 136, 1968a: 12). En virtud
de su función presentadora las emociones merecen un lugar en el conocer y se
puede hablar de emociones justificadas y emociones injustificadas (“berechtigte
und unberechtigte Emotionen”) (Meinong 1968a: 129). Según esta tesis las
emociones se parecen a los juicios, pues al igual que éstos pueden ser correctos o
falsos, las emociones pueden estar justificadas o injustificadas. ¿Cuándo es una
emoción justificada? La respuesta de Meinong es que podemos considerar una
emoción como justificada cuando se cumplen dos condiciones. Primero, tiene
que ser apropiada en respecto de los objetos que presenta, es decir, que el miedo
debe dirigirse a lo peligroso, el asco a lo asqueroso, etc. En segundo término, la

39
justificación de una emoción también depende de los actos intelectuales
básicamente juicios y percepciones- que tiene por base. Para que el miedo pueda
considerarse una emoción justificada debe, por lo tanto, dirigirse a lo peligroso y
además debe basarse o en un juicio como por ejemplo el juicio de que la jaula en
la que está encerrado el animal salvaje no es segura y estoy en peligro; o en la
percepción de una tormenta que se avecina, etc. Sólo cuando se cumplen ambas
condiciones puede hablarse de emociones justificadas. Esta tesis encuentra su
parangón en la filosofía de las emociones contemporánea y ha sido ampliamente
defendida por autores analíticos de corte cognitivista (Kenny 1963: 194, de
Sousa 1987: 159 entre otros).

Vemos, pues, como Meinong trabaja con la doble analogía entre


emociones y percepciones, por una parte, y emociones y juicios, por otra, a fin
de explicar su naturaleza y de relacionarlas con los valores.

Las tesis descritas anteriormente tienen fuertes implicaciones éticas, que


debemos indicar aquí aunque sea brevemente. La pregunta ética fundamental es
“¿Qué debo hacer?” A esta pregunta el kantismo y el utilitarismo han respondido
con el desarrollo de un sistema de normas. Aquello que se debe hacer viene
determinado por normas, prohibiciones y obligaciones. Así el obrar viene
determinado por el pensar. En este modelo ético las emociones son interpretadas
como un estorbo para el pensar y el obrar. En contraposición a estas posiciones,
Brentano desarrolló una tesis alternativa según la cual lo que se debe hacer viene
determinado por nuestra capacidad de sentir.

Son nuestras emociones las que nos muestran lo que tiene un valor y lo
que no. Las emociones funcionan como base para la voluntad. Es por ello que la
psicología de las emociones debe anteceder a la ética de los valores. Muchos de
los jóvenes estudiantes de Brentano se sumaron a este proyecto ético, entre ellos
estaba Meinong. Las tesis de Meinong acerca de los sentimientos como motivos
de la voluntad y la tesis sobre los sentimientos como percepciones de valores
deben considerarse en este contexto. Meinong afirma que en el campo de la ética
no se debería desarrollar preceptos acerca del obrar y del querer (Meinong

40
1968b: 224), pues su tarea principal consiste más bien en tematizar la naturaleza
de los valores y el modo en cómo éstos son captados por las emociones.

3.4. Actualidad de la teoría de Meinong

En este apartado voy a mostrar hasta qué punto la tesis de Meinong


resulta de actualidad. Muchos autores contemporáneos defienden una tesis
similar a la tercera teoría de Meinong acerca de los valores y de cómo tenemos
acceso a ellos. Ronald de Sousa (1987), Christine Tappolet (2000) y Mark
Johnston son algunos de los autores que en las últimas décadas han desarrollado
teorías acerca de los valores que se asemejan en gran manera a la tesis defendida
por Meinong en Emotionale Präsentation. El vínculo histórico con Meinong
puede estar dado o puede faltar. Entre los tres autores mencionados ha sido
Tappolet quien ha desarrollado su teoría en explícita vinculación con el trabajo
realizado por Meinong. Así afirma esta autora que las emociones son
percepciones de valor:

«quand les circontances sont favorables, nos


emotions fournissent un accès cognitive
fundamental aux valeurs. (...) Nos emotions
pourraient donc étre qualifiées de perceptions
des valeurs» (Tappolet 2000 : 8-9).

Cuando las circunstancias son favorables –dice esta autora usando la


misma cláusula que antes había usado Meinong- las emociones tienen una
función cognitiva que consiste en revelarnos los valores. En esta autora
encontramos de nuevo la doble analogía entre emociones y percepciones y
emociones y juicios, que ya ha había sido apuntada por Meinong.

En un sentido similar Mark Johnston postula la tesis de que las


emociones revelan valores. Así afirma este autor:

«(…) it is because affect can be the disclosure


of the appeal of other things and other people
that it can have authority in the matter of what

41
we should desire and do. By “the authority of
affect” I mean not to refer to its sheer
effectiveness as a source of desire or action, but
rather to the fact that the presence of the affect
can make the desire or action especially
intelligible to the agent himself. It can make the
desire or act seem apt or fitting in a way that
silences any demand for justification (…). In
this way affect is akin to perceptual experience
considered more generally.» (Johnston 2001:
189).

Johnston habla de la “autoridad de los sentimientos” en el sentido de que


aquello que se nos presenta en la vivencia emocional es una determinada
cualidad del mundo de la cual no podemos dudar.

Ambos autores defienden, por tanto, la función cognitiva de las


emociones como las encargadas de presentarnos valores y, en consecuencia, de
que el mundo se nos presente como un entramado pintado de matices en el que
nos orientamos y tomamos posición, y en el que unas cualidades nos resultan
más visibles que otras gracias a la existencia de lo emocional.

Frente a estos autores y en diálogo con ellos, encontramos hoy en día


defendida también una posición semejante a la que en su momento desarrolló
Max Scheler y a la cual ya hemos hecho alusión. Así, Mulligan argumenta en
contra de la tesis defendida por Meinong en Emotionale Präsentation y por los
autores contemporáneos citados anteriormente según la cual las emociones son
un sentir el valor (Mulligan 1998, 161; 2004, 178). Dos de los argumentos más
potentes en contra de la tesis de las emociones como percepciones de valor
desarrollados por Mulligan son, primero, el argumento según el cual no siempre
que captamos un valor, tenemos una emoción.

Muchas veces podemos percatarnos de la injusticia de una situación sin


por ello precisar de una emoción para captar este valor. Además un valor puede

42
estar vinculado a diferentes emociones de modo que no podemos hablar de una
correlación uno a uno entre emociones y valores (Mulligan 2004). La tesis
alternativa propuesta por este autor consiste en separar entre “sentir” y
“sentimiento”. El sentir tendría la función de revelarnos los valores mientras que
los sentimientos serían una reacción posible a este sentir del valor.

A partir de lo expuesto en este artículo, el estudio de la noción del valor


en la filosofía de Meinong no resulta sólo de interés desde el punto de vista
histórico, sino que a la luz de las discusiones actuales acerca de la función
cognitiva de las emociones, del papel jugado por éstas en la ética y de su vínculo
con los valores, puedeverse como una fuente de inspiración para el debate
filosófico actual.

43
CONCLUSIONES

 Los valores no son más que principios éticos con respecto a los cuales las
personas sienten un fuerte compromiso emocional, por lo tanto sirven de
referencia para juzgar conductas. Además se pueden interpretar como
aquellos que dan sentido y significado a los acontecimientos de la vida, el
encuentro preferencial para orientar al hombre en el mundo y fundamentar en
ellos su proyecto de vida. Son inspiraciones de juicios, perspectivas, visiones,
objeto de intuición, plasmados a través de las actitudes.

 A este respecto los valores dicen lo que es ético, bueno, valido, competitivo,
adecuado o deseable y se van generando y reforzando a lo largo de la vida.
Esto permite que jueguen un papel esencial en la formación de normas o
reglas de juego, fortaleciéndolos como criterios para evaluar, aceptar o
rechazar normas.

 El valor, es pues, un bien abstractamente concebida, aprehendido como


esencia universal sin referencia inmediata, a ningún bien u objeto valioso
individual.

 Podemos decir que existen tantas definiciones del concepto de valor como
concepciones o teorías sobre el mismo. Algunas de las definiciones
integradoras que tratan de definir el valor superando las dicotomías
establecidas en las dimensiones.

 El tema de los valores es permanente en la actualidad, y en diferentes ámbitos


se habla y opina sobre el mismo, tanto a nivel popular como científico. Sin
embargo, los valores constituyen un concepto sumamente complejo que se
puede abordar desde puntos de vista muy variados. Conocer las diversas
posiciones teóricas que se ocupan del análisis y estudio de los valores es
fundamental para poder opinar e investigar sobre los mismos, y también para
orientar su aprendizaje.

44
APENDICCE

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