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INTRODUCCIÓN
El problema al intentar decir algo sobre Ética Médica y Bioética es el de precisar de qué asuntos
vamos a tratar: ¿El Juramento Hipocrático y las normas y leyes que rigen el ejercicio de la
Medicina?, ¿Los deberes que tienen los agentes de salud hacia sus pacientes y todos sus
semejantes?, ¿Justificaciones para que un agente de salud haya actuado de una forma u otra?,
¿Los valores sociales que nos gustaría que respeten todos quienes intervienen en los actos
médicos?... La lista de problemas relacionados es interminable, y en cada uno de ellos existe la
dificultad, dentro de una sociedad pluralista y democrática, de juzgar y regular conductas desde
el punto de vista “ético” dada la diversidad de criterios y opiniones para darles valor.
Se presentan ahora conceptos y reflexiones iniciales que podrían servir como estructura basal en
la construcción de un modelo bioético laico adaptado o adaptable a nuestra realidad y
cosmovisión, y que se refieren a:
1. los conceptos de moral y ética como entidades diferentes, diferenciadas por el ejercicio
consciente de la libertad individual,
2. cuáles podrían ser los orígenes últimos de los patrones de comportamiento y las
características del quehacer ético,
3. los conceptos de Bioética, Ética Clínica y Deontología, como disciplinas diferenciadas y
diferenciales, y,
4. las diferentes teorías de fundamentación de la Bioética.
ÉTICA Y MORAL.
La moral se refiere a las reglas que nos dicen lo que debemos hacer y lo que no, dividiendo a los
actos en buenos y malos, en términos generales de acuerdo a las “buenas costumbres”. Esas
costumbres que establecen lo que es “bueno o malo” son definidas por el grupo social, y por lo
tanto son diversas cuanto son diferentes las sociedades por evolución histórica (y su momento),
ubicación geográfica, presión ejercida para la supervivencia y desarrollo (del grupo e individual).
Así en el Islam primitivo el premio del Paraíso, a través de la muerte en defensa de la verdadera
fe, obedecía a la escasez geográfica de ciertos bienes que obligó a la expansión territorial y a la
búsqueda de una motivación individual que supere los límites humanos. En Mexico-Tenochtitlan
la práctica de la antropofagia con sentido ritual (apropiarse del valor, conocimiento y espíritu del
sacrificado) resultó de la necesidad de mano de obra para el mantenimiento de la
superestructura del imperio que obligaba al estímulo de un modelo cultural guerrerista. En el
Ecuador la conducta de la iglesia católica en las asonadas liberales ecuatorianas, con incitación
sacerdotal a morir en defensa de los intereses conservadores antes del combate de Calceta,
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La moral entonces se refiere a las reglas presentes en una sociedad y momento determinados y
obedece a las características de esa sociedad. Hobbes señala: "Las palabras Bien y Mal siempre
se usan con relación a la persona que se sirve de ellas, pues no existe nada que sea simple y
absolutamente eso".
Por otra parte el ser humano, en cuento poseedor de una naturaleza doble, física y espiritual (o
“racional”), tiene la capacidad de inventar y elegir en parte su forma de vida.
”La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron
los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar
encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…"
Cervantes M. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. II, 58.
Ahora bien, no se es libre de elegir lo que nos pasa, pero sí se es libre para intentar algo (lo que
no tiene que ver necesariamente con lograrlo), aunque esa elección nos enfrente a nuestra
programación cultural o biológica. Sartre señala que los hombres estamos condenados a la
libertad, es decir que por nuestra propia naturaleza humana estamos condenados
permanentemente a elegir, y no podemos dejar de hacerlo. Pero al elegir una opción estamos
restringiendo la posibilidad de escoger la opción contraria.
Los hombres y las sociedades reconocen como orígenes últimos de los principios o valores
morales, es decir la razón por la cual ceden parte de su libertad (al acatar unas reglas de
comportamiento y en el mismo momento rechazar otras):
el filosófico : el bien por el bien mismo, por respeto a la ley
el religioso : el bien por voluntad de Dios, por amor o temor a Dios
el humano : el bien por el propio bienestar (tu propio bienestar)
el político : el bien por la prosperidad de la sociedad y por propia consideración
tanto, capaz de inventar en cierto modo la propia vida y no simplemente vivir la que otros han
inventado para uno.
“La capacidad de distinguir entre el bien y el mal es tan innata como las demás
cualidades de la razón… todos tenemos también acceso a la misma ley moral
universal… que tiene la misma validez absoluta que las leyes físicas de la
naturaleza… Es válida para todas las personas en todas las sociedades y en
cualquier época… Te dice cómo debes actuar en todas las situaciones... es
imperativa… completamente ineludible… Kant formula este “imperativo categórico”
de varias maneras… “siempre debes actuar de modo que al mismo tiempo desees
que la regla según la cual actúas pueda convertirse en una ley general”… “siempre
debes tratar a las personas como si fueran una finalidad en sí no sólo un medio
para otra cosa” Alberto, J.Gaarder, El mundo de Sofía.
En los momentos de reflexión sobre nuestros actos, el primero, ¿debemos hacer esto o aquello?,
es una reflexión moral; mientras el segundo, ¿por qué hacemos lo que hacemos?, es una
reflexión ética. En cierta forma la Ética no busca formar bienpensadores o mal pensados, sino
exclusivamente librepensadores.
La fuente última de autoridad de los motivos éticos -es decir de la fundamentación de los
principios o valores que nos llevan a considerar como válidos o no los motivos por los que
aceptamos o rechazamos que algo es "bueno" o "malo"- puede ser:
a. Autoritaria, que acepta que una autoridad (trascendente e inasible o no) puede determinar
el criterio de lo bueno y lo malo, y no siempre en relación exclusiva al hombre en sí mismo; y,
b. Humanista, que se basa en el principio de que solo el hombre por sí mismo puede
determinar el criterio sobre virtud y pecado, y no una autoridad que lo trascienda.
EL QUÉ.
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La palabra Bioética, del griego “bios” (vida) y “ethos” (ética), fue usada por primera vez por
Potter (1970)
“La Bioética fue proyectada como una nueva disciplina que combinara el
conocimiento biológico con el conocimiento de los sistemas de valores humanos...
elegí bio para representar al conocimiento biológico, la ciencia de los sistemas
vivientes; y elegí ética para representar el conocimiento de los sistemas de
valores humanos” (Potter VR)
La Bioética es una reflexión crítica sobre los conflictos éticos que emergen de la
vida y la salud humana” (Vidal S, Introducción general y antecedentes. Programa
de Educación Permanente en Bioética. Redbioética UNESCO)
“La bioética (…) reflexiona sobre actos humanos [no triviales] que afectan en
forma definitiva los procesos vitales irreversibles ”, es decir “en la vida humana,
animal y, según algunos, en toda la biosfera” (Kottow, 2005: 115).
En un concepto más antropológico bios se puede entender más como vida y vida humana que
como biología y ethos como carácter moral, costumbre, hábitos propios (íntimos) y sociales
(públicos).
La Bioética debe ser entendida entonces como la reflexión sobre lo que es bueno y malo en el
área de la vida y las ciencias biológicas, y el porqué se acepta (como individuo o sociedad) un
conjunto de valores para definir en ellas aquello que es bueno o malo; y la discusión,
comparación y diálogo con otros conjuntos, para establecer conscientemente y en libertad el
porqué aceptamos unos valores y rechazamos otros.
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Aquí el término “valor” se refiere a cualidades que poseen las personas y que son deseables,
preferidas o seleccionadas por sujetos individuales o colectivos para orientar sus
comportamientos o acciones. Los “valores” sirven para justificar ante uno mismo o ante los
demás las formas de actuar o las elecciones hechas, y se refieren en último término a un puñado
de preferencias globales o de cualidades volitivas (es decir de la voluntad) que ya no pueden ser
ulteriormente justificadas y que se afirman por su propia evidencia, es decir por sí mismas
(“porque sí”). Los valores morales, o sea aquellos referidos a las normas que dividen a los actos
en buenos o malos, deberían reunir ciertas condiciones desde el pensamiento utópico: que no
nos reporten utilidades o beneficios personales; que sean incondicionales, es decir sin
restricciones y que no se modifiquen por requisitos previos; ser independientes de la percepción
de cada uno; ser necesarios para el desarrollo individual del sujeto y para la interacción social; y
ser universales, o tener vigencia y ser observados para todos los seres humanos, sociedades y
culturas.
La Bioética debe interpretarse como un movimiento multi e interdisciplinar que busca satisfacer
ciertas funciones primarias: debatir y convocar a debatir sobre problemas concretos de las
ciencias biológicas y aún sobre la vida misma, proporcionar métodos de análisis de esos
problemas a partir de la argumentación y el diálogo, además de desarrollar métodos y
fundamentar criterios para la toma de decisiones y para consensuar normas.
La comprensión de la Bioética pasa por señalar lo que no es. Se ha señalado ya que no es solo
Deontología Médica, es decir normas morales mínimamente exigibles que rigen la práctica médica
en una sociedad determinada o reglas para ser el “médico perfecto”. Pero tampoco debe ser solo
Teología Moral confesional, que a partir del conocimiento de entidades divinas acepte la
existencia de absolutos morales o comportamientos éticos válidos en todo momento y en toda
circunstancia, es decir de un código moral único. La Bioética tampoco puede ser ideología política
o activismo social, entendido este último como actividad dirigida a favor de una postura particular
y no general o universal de respeto a la dignidad de las personas.
La Bioética busca utilizar, para definir lo correcto e incorrecto en las ciencias biológicas, un
método de reflexión interdisciplinario, no confesional, prospectivo, sistemático, global, basado en
el estudio de valores éticos, en la medida de lo posible de validez universal (los Derechos
Humanos, la dignidad de las personas, el respeto, la veracidad) y es la instancia del “deber” entre
el “saber” y el “poder” derivado de ese saber en el campo de las ciencias biológicas, e implica,
más allá de la Deontología, el estudio analítico y reflexivo sobre la sociedad en su conjunto. La
Bioética busca humanizar la vida moderna y como movimiento universal invita, por convicción, a
defender la vida y su medio ambiente.
La Bioética debe reunir ciertas características para ser tal: a. ser civil, laica y consensuada; b.
pluralista, integradora de la diversidad; c. dialogante, basada en la información y el diálogo, con
procedimientos de deliberación desarrollados y tolerantes; d. racional, dotada y conforme a la
razón, inferida y discurrida; e. autónoma, no impuesta sino construida desde la razón del propio
individuo o del colectivo social, f. mediadora en los conflictos y entre sus actores; g. aplicada,
dirigida a la solución de problemas concretos que se refieran al bien público, y por lo tanto
reguladora y procedimental; h. autonomista, que fomente la autogestión del cuerpo y los valores;
i. responsabilizadora del individuo y de todos los afectados, armonizado los principios y las
consecuencias de las decisiones éticas, y por ello además tener un carácter prospectivo, referida
al futuro, a la predicción de lo que debería ser frente al desarrollo de la tecnociencia y la biografía
de los individuos.
Desde el desarrollo de la teoría de los derechos del hombre, las sociedades evolucionaron de la
tolerancia al laicismo, es decir del reconocimiento de ideas diferentes a las propias a su
aceptación y luego a su respeto, y a la separación del Estado y sus estructuras de organizaciones
y credos religiosos. El hecho de partir de creencias diferentes no significa que no sea posible
llegar a un acuerdo por consenso de actitudes y acciones exigibles y aceptables para todos. Estos
mínimos deben ser establecidos por la totalidad de los ciudadanos (y no solo por aquellos
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pertenecientes a órdenes religiosas o militares) y por consentimiento de las partes, tras una
reflexión integradora, laica y tolerante.
Por otra parte ese enfoque desde distintas disciplinas, requiere que éstas se conjuguen e
imbriquen en una urdimbre que recoja tanto los conceptos como los procedimientos de cada una
de ellas (en forma interdisciplinaria). Se trata de lograr una transferencia de métodos entre una
disciplina y otra, tanto en su aplicación como epistemológico y aún de concepción.
El término Bioética no se reduce a la Ética Médica, sino que como concepto amplio abarca, entre
otros los de Ética aplicada, que se ocupa de lo que es correcto o incorrecto en el actuar humano,
en cuestiones relevantes para la persona y la humanidad; Ética médica y Ética clínica (o Bioética
Médica y Bioética Clínica); Deontología médica / Bioética Jurídica; Ética del medio ambiente; Ética
de la investigación en humanos y animales.
Como una parte integrante de la Ética o Bioética Médica se considera a la Ética o Bioética Clínica,
reflexión presente en la relación sanitario/usuario o demandante (médico-enfermo, enfermera-
paciente) cuando se ejecuta un acto médico clínico (de kline: cama).
La Deontología Médica, de “ta deonta” (lo apropiado, lo conveniente al caso, ¿lo convenido?), es
el conjunto de pautas establecidas dentro de una comunidad (o gremio) para resolver los
conflictos de intereses entre sus miembros y con los intereses colectivos. Es decir pautas, normas
o disposiciones aceptadas que señalan lo “decente” (que se ajustan a un perfil deseado o
deseable) de los oficios, profesiones y cargos públicos relacionados con la Medicina; sin
considerar los motivos del agente que la cumple o la deja de cumplir, con ámbito más jurídico y
reglamentario que reflexivo, y que plantea normas, crea obligaciones e impone, llegado el caso,
determinadas sanciones.
EL PORQUÉ
La reflexión sobre lo que es bueno y malo en el área de las ciencias médicas, de lo correcto e
incorrecto en la relación clínica (o médico-paciente), así como del porqué de los modelos de
atención médica existe desde el aparecimiento de la Medicina como tal. No de otra manera se
explica la existencia de "códigos" que regulaban la práctica de los agentes de salud (vbg. el
Código de Hamurabi).
La Bioética, que es un concepto moderno, se acepta que nace de la exigencia de asegurar que
los progresos surgidos del poder de la biotecnología beneficien a la humanidad y sean obtenidos
en forma moralmente correcta, y de identificar los problemas sociales de los adelantos de las
ciencias biológicas. De la interrogante: ¿cómo actuar en la investigación en seres humanos?, se
pasó a replantear la de ¿cómo interactuar con el paciente?, y de allí a la que rige en la Bioética:
¿qué, y por qué, debe ser lo correcto, y en qué forma debe serlo, en todas las interacciones de
los seres humanos con los sistemas vivientes y en las ciencias biológicas?.
a. El avance tecnológico realizado en el último siglo (no solo médico), que planteó nuevos
dilemas morales individuales, comunitarios y aún universales:
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UTILIDAD DE LA BIOÉTICA.
En la Medicina contemporánea han surgido, en la última década, situaciones nuevas a partir del
desarrollo tecnológico, que plantean problemas éticos muy complejos para los que la antigua
Deontología, la simple buena conciencia o el patrón moral de código único resultan insuficientes.
Es en estas circunstancias donde la utilidad de la Bioética es más evidente, estableciendo frente a
la incertidumbre y a la duda, una ética de la responsabilidad abierta, gestionando y
administrando valores en conflicto, y valorando riesgos, beneficios, costes e inconvenientes, en
una relación de diálogo permanente.
La Bioética Médica así tiene utilidad para la medicina porque pone de manifiesto valores y juicios
de valor, y aplica la racionalidad a tiempo de impulsar una mejor calidad en la asistencia. Es útil
para la relación con el paciente, en la que se denomina relación clínica, al disminuir recelos y
aliviar temores, y al intentar evitar el engaño y la coacción; también lo es para los gestores de
esa relación: para el paciente que adquiere protagonismo en el ejercicio de su libertad en la toma
de decisiones para la aplicación consciente de sus propios valores, y para el médico que
encuentra con el ejercicio de la Bioética, satisfacción y sentido a su profesión, y el soporte para el
desarrollo de un nuevo profesionalismo.
TEORIAS BIOETICAS.
Las teorías de la Ética General reflexionan sobre la naturaleza de los actos que se van a juzgar.
Las éticas teleológicas son aquellas que tratan de determinar en primer lugar qué es lo bueno y
suponen que la maximización de ese bien es lo moralmente correcto, o bien limitan lo que es
moralmente correcto dentro de lo cual habría que definir lo bueno (deontológicas).
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Las teorías teleológicas afirman que un acto es bueno si él mismo o si la norma de la que
procede produce o se espera que produzca un excedente de bien sobre mal (placer sobre dolor,
felicidad sobre infelicidad), y es malo si no lo hace. De allí derivan las teorías consecuencialistas
que consideran lo correcto si se logran las mejores consecuencias para todos los involucrados (o
para la mayoría) en los actos que se juzgan, requieren de la investigación empírica de las
necesidades e intereses; y en ellas las acciones moralmente responsables son un fenómeno
social que busca el mayor bienestar de todos.
Las teorías deontológicas niegan que lo justo, lo obligatorio o lo moralmente bueno esté en
función de lo bueno o lo malo en sentido no-moral, afirman que una norma puede ser justa y aún
obligatoria en razón de la naturaleza de sí misma y aún cuando no produzca un excedente de
bien sobre mal. En la teoría deontológica Kant se plantea un principio básico ““Actúa siempre de
acuerdo con aquella máxima de la que puedas al propio tiempo querer que sea una ley
universal””, que sería el criterio necesario y suficiente para determinar las máximas o normas
más concretas por las que debemos guiarnos.
Se han desarrollado además otras teorías: la ética material de los valores derivados de una
“intuición emocional” que los identifica y hace que tengamos preferencia por unos u otros
(positivos o negativos), a tiempo de relacionarse con el “deber”, ya que la captación de un valor
no realizado se acompaña del deber de realizarlo, desarrollada por Scheler; y la ética del discurso
de Habermas en la que a partir de la categorización de las acciones, en dirigidas al éxito y
dirigidas al entendimiento, establece que los sujetos deben compartir un mismo universo de
normas (roles sociales y reglas de conducta) y de expresión (representaciones simbólico-
culturales) que permitan el diálogo y la crítica de las pretensiones de validez de los actos de
quienes participan en ellos.
Si, como se ha señalado, la Bioética es la reflexión sobre lo que es bueno y malo en el área de la
vida y las ciencias biológicas y el porqué se acepta (como individuo o sociedad) un conjunto de
valores para definir en ellos aquello que es bueno y malo, resulta necesario que se identifiquen
cuáles son los fundamentos en que basa esa reflexión, sus posibles conclusiones y el proceso
especulativo que permita relacionar esos fundamentos y obtener los consecuentes modelos de
aplicación. Entre estas “teorías” de la Bioética se distinguen algunas tendencias (a partir de
Sánchez-González):
La Teoría Principialista será revisada en otra Unidad. (Ver Unidad “1.3. El Informe Belmont y la
Teoría Principialista”)
El Casuismo afirma que las teorías y principios pueden ser demasiado generales, con soluciones
rígidas que no captan los matices propios de un conflicto particular, y que por ello no resolverían
problemas concretos. Por contraposición sugiere que en la solución de problemas se debe prestar
atención a lo “propio” de cada caso, a partir de su estudio por normas o guías particulares que se
pueden inducir desde otros casos. Estas directrices reciben el nombre de “máximas”.
Algunos grupos sugieren el uso de la “casuística” solo como procedimiento para analizar los
problemas que deban ser resueltos (en forma similar al patrón de aprendizaje de la clínica),
mientras otros proponen que también el “casuismo” debe ser el método para el descubrimiento
de lo “moral”, pero en las dos propuestas se recurre pocas veces a teorías o principios pre-
establecidos. El casuismo es entonces un método de análisis que parte del caso y que se guía por
paradigmas (es decir un caso típico y claro en cuya solución esté de acuerdo la mayoría) y
máximas (reglas morales particulares, no universales, que incluyen la mención de circunstancias).
El procedimiento que ha sugerido Jonsen en el libro Clinical Ethics sigue los siguientes pasos:
1. identificación de tópicos o aspectos específicos que son importantes para la discusión (calidad
de vida, costo económico, preferencias del paciente),
2. describir las circunstancias del caso (¿quién, qué, por qué, cuándo, dónde, de qué manera,
con qué medios y acerca de qué?, es decir el contexto),
3. estudio de casos paradigmáticos (comparación para establecer si puede ser resuelto de la
misma manera),
4. encontrar las máximas que se pueden aplicar.
Para los casos de bioética clínica, Jonsen sugiere que los tópicos que sirven de patrón de análisis
son:
a. Indicaciones médicas
(diagnóstico/ pronóstico, objetivos médicos, eficacia/ ineficacia, utilidad/ futilidad);
b. Preferencias de los pacientes
(autonomía, capacidad de elección) ;
c. Calidad de vida (definición,
sesgos posibles, retirada de soporte vital); y,
d. Aspectos contextuales (sociales,
legales, económicos, administrativos, familiares, protección de terceros, distribución de
recursos).
Tras este análisis se procederá a razonar por analogía o similitud con casos paradigmáticos y,
tras una deliberación “prudente” (discernir sobre asuntos prácticos) que considere las máximas
morales acumuladas por la sabiduría práctica, se llegará a una recomendación.
El modelo de análisis propuesto por Jonsen ofrece las ventajas de ser un procedimiento fácil de
seguir, de ser más compatible con el pluralismo y la tolerancia, y de permitir un mejor
razonamiento legal y de experticia de médicos y jueces. Estas teóricas fortalezas podrían ser
también acabar por ser desventajas al permitir, por ejemplo, el dominio y la subjetividad de
liderazgos fuertes. Parece interesante y lógico considerar la casuística como una teoría
complementaria a los razonamientos teóricos de otros métodos bioéticos, que deberían matizarse
y aún replantearse en respuesta a situaciones específicas (que podrían acabar por ser
consideradas paradigmáticas).
La bioética de la Virtud señala la clase de persona que hay que ser para alcanzar una vida
buena, lo que se lograría con la incorporación voluntaria y con esfuerzo de ciertas virtudes de
carácter. La definición de virtud es sin embargo circular: serían los hábitos que promueven una
vida buena, y la teoría presupone que el ser humano tiende a desear esa vida. En uno de los
conceptos más clásicos de “virtud”, se la entiende como la perfección inherente al sujeto que
ejecuta acciones que lo hacen bueno, así el carácter virtuoso es el resultado de hábitos virtuosos,
y lo “bueno” sería aquello que hace bueno a quien ejecuta la acción. Pellegrino propone que en
medicina debería existir una ética de la virtud, en la que las virtudes médicas serían rasgos del
carácter profesional que predispondrían al logro de fines propios de la medicina: el bien sanitario
de los pacientes y la sociedad, y el bien profesional (su satisfacción y felicidad).
Es evidente que esta orientación busca que el médico alcance un modelo virtuoso de
comportamiento que lo acercaría al del hombre santo o justo que buscaban las teorías
hipocráticas con el riesgo inmanente de volver al paternalismo, y que por otra parte podría,
siguiendo el pensamiento de Maquiavelo, transformarse en una desventaja importante para los
médicos en sociedades generalmente competitivas donde la mayoría de los “otros” no son
virtuosos. Otra de las críticas a esta propuesta de fundamentación es la expresada por Hobbes
que considera que el egoísmo o el placer son el verdadero móvil de las acciones humanas, y no
la adherencia a las virtudes.
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La ética Feminista y del cuidado sugiere que no sólo hay que curar, sino que también hay que
cuidar y aliviar el sufrimiento, y promueve hábitos de compasión, afecto y compromiso con el
enfermo, que identifica con el comportamiento femenino. Este modelo debería provocar cambios
en algunas áreas: en la educación médica, ya que obligaría a enseñar habilidades de
comunicación, relación humana y sensibilidad emocional; en la asistencia sanitaria al sugerir que
se debe atender los sentimientos y el padecimiento subjetivo; y también en la forma de analizar y
resolver los problemas bioéticos porque incorpora consideraciones afectivas y de compromiso,
dedicación y responsabilidad.
La Bioética Basada en la Evidencia parte del ideal que las decisiones acerca del cuidado de
los individuos deben considerar el uso juicioso, consciente y explícito de la mejor evidencia
conocida. Su origen parte de la difusión y aceptación como modelo de práctica médica de aquella
basada en la evidencia (MBE), que tendría una fuerte perspectiva ética al impulsar la utilización
de procesos que han demostrado ser más eficientes (y que tienen el menor riesgo) a partir de
demostraciones que utilizan el método científico.
Este modelo buscaría evitar (o disminuir) el que la intuición y percepción, y no la realidad, sean
los determinantes de las respuestas a los conflictos éticos. Por ejemplo, la intuición señalaba
como un incentivo indebido el que se pague dinero a quienes participaban como sujetos de
investigación, ya que implicaba el riesgo de socavar su autonomía, sin embargo estudios
realizados por Bentley y por Halpner demostraron que el incentivo económico no disminuye la
validación que del riesgo tienen los sujetos que van a participar en la investigación. Aún más, en
la consideración de la calidad y cantidad de información que deberían recibir los posibles
donantes de órganos para la toma de decisión de actuar como tales, tanto la legislación como el
razonamiento de los expertos en bioética señalaban que ésta debería ajustarse al “estándar
individual razonable”, pero las investigaciones al respecto indican que la decisión generalmente
se toma antes e independientemente del proceso de consentimiento informado (Beauchamp y
Childress, 1994).
Sin embargo la existencia de la “evidencia” no asegura que se tomen las mejores decisiones,
porque muchas veces esa evidencia no ha sido validada en la práctica médica común, porque no
se dispone de ella para todos los problemas de salud, y también porque en el dictamen médico
intervienen otros factores: la experiencia, valores y creencias, consideraciones políticas y
económicas, y principios filosóficos (sobre todo aquellos referidos a la justicia), de los que se
nutren las teorías bioéticas. La teorías siguen siendo necesarias porque encuentran las
justificaciones morales para la actuación de los sujetos, y porque su crítica permite el avance de
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la bioética (los escritos de Kant sobre cómo las personas tienen el derecho a la
autodeterminación son, con seguridad, uno de los impulsos teóricos más importantes para el
proceso de democratización de la medicina y el incremento del respeto a la autonomía del
paciente), pero su conjugación con resultados de investigaciones empíricas debería actuar de
manera sinérgica: la teoría identificando los potenciales problemas éticos y la investigación
señalando cómo se manifiestan estos problemas y refinando su discusión.
En los últimos tiempos y sobre todo en el área latinoamericana esta emergiendo una teoría de
fundamentación bioética a partir de los Derechos Humanos.
En Ecuador esta propuesta surgió como esbozo en la Universidad Central alrededor del 2000. En
ella se sugiere que el marco de referencia universal para la reflexión bioética debe
fundamentarse en la declaración universal de los Derechos Humanos como construcción histórica
que reconoce la igualdad de derechos, no solo negativos –entendiendo como tales aquello que
debemos abstenernos de hacer a los demás- sino también positivos –o aquello que debemos
promover para que todos seamos capaces de tener una vida realmente humana- a partir del
hecho no controvertible de pertenencia a la misma especie, con naturaleza dual (física y
racional), con las mismas constricciones y los mismos temores básicos a la desintegración, y con
la necesidad de que los demás nos reconozcan como miembros de esa especie. Esta teoría que
parecería ser al momento la más aplicable a sociedades democráticas, plurales, laicas, solidarias
y tolerantes, será analizada con mayor detalle en la Unidad 1.4. “La perspectiva de los Derechos
Humanos en el análisis de los conflictos éticos de la salud y la atención sanitaria”.
LECTURAS RECOMENDADAS.
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