Dogville se desarrolla en un pueblo simbólico. Dogville es una película que
transcurre en un escenario minimalista, incluso pretencioso en su simpleza, con ciertos aires que nos retrotraen al teatro de Bertolt Brecht. Así: las casas del pueblo están limitadas sin paredes, por líneas blancas en el suelo, similares a los trazos de la tiza en una pizarra. Se na informa, en la misma onda, sobre aspectos del pueblo con letreros en el suelo. En efecto, la puesta en escena de entrada es inusual. Dogville puede tratarse de cualquier colectividad humana, de cualquier espacio donde se desarrollen relaciones humanas en sociedad: vecindario, iglesia, escuela.
En la misma dirección Ezequiel Ander Egg argumenta que la expresión
comunidad “sirve para designar a una agrupación organizada de personas que se perciben como unidad social cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, elemento, objetivo o función común, con conciencia de pertenencia, situados en una determinada área geográfica en la cual la pluralidad de personas interacciona más intensamente entre sí que en otro contexto.” Ander Egg introduce el elemento “conciencia de pertenencia” que constituye uno de los soportes vertebradores del concepto comunidad, ya que no existe pertenencia sin la presencia de un grupo humano ubicado en un territorio determinado. Este grupo humano es portador de una cultura, una identidad cultural y un patrimonio, un sistema de valores, tradiciones y creencias propios que le confieren autenticidad y singularidad. Dogville es una película terrible, narrada como un cuento. El actor John Hurt es quien la relata con una voz muy sugerente de relato infantil acerca de las personas honradas y trabajadoras, que finalmente resultan ser cobardes, egoístas, maledicentes, envidiosas, hipócritas y aprovechadas. Seguro que suena a la vida real, que tienen ejemplo en su cotidianidad: es lo que sucede con las parábolas y Dogville es una parábola.
Es un cuento corrosivo sobre el lado turbio de la condición humana, una
reflexión sobre el bien y el mal, sobre la hipocresía social, sobre el modo de enfrentar lo real cotidiano en comunidad. La mayoría de las comunidades humanas no pueden soportar que alguien les haga mirarse a su propio espejo y contemplar la degradación de sus propias almas. Ése es el peor pecado que puede cometer alguien: ser íntegro y que los demás en comparación se sientan ignominiosos. En alguna parte leí que la sociedad puede perdonar todo, menos que le muestren la verdad que no quiere ver.En la comunidad analizada por Von Trier, al principio se quiere dar la imagen de ecuanimidad y generosidad. Pero como todas las comunidades, desconfían de los recién llegados y les piden a cambio de su hospitalidad ciertas retribuciones, con lo cual la idea de que ofrecen su “generosidad” espontáneamente y desinteresadamente se pulveriza. En este mundo cruel nada se da gratis, nada se da a cambio de nada
Marco Marchioni dice que la comunidad en cuanto a dimensiones funcional e
institucional es el verdadero arranque de la intervención social que hay que realizar para atender mejor y de manera coordinada a una sociedad local con todos los recursos disponibles para incluir dentro de la acción social el concepto y la practica de la planificación.
De todos modos, aporta también una ventaja: suprime lo superfluo y ayuda al
aire del cuento universal aplicable en cualquier localidad, en cualquier colectivo humano. El propio Von Trier ha afirmado en más de una ocasión que sus películas tienen un “objetivo pedagógico”. Una buena manera de quererse es reflexionar repantigados viendo un film tan moderno y clásico a la vez como Dogville. Difícil creer en los Reyes Magos tras ver algo así, por mucho que uno escriba en la noche de reyes. Sin embargo, mucho más fácil seguir creyendo en la magia de la lucidez tras ver esta cinta imponente, esta parábola religiosa posmoderna sobre las relaciones llamadas sociales, así llamadas sociales que diría Carmen sanchez. Dogville, sin duda, bebe de esa sabiduría en tanto se quiere un tratado simbólico sobre la necesidad de la justicia. Ya desde Platón se nos había dicho que sin justicia no había lugar a la belleza ni a la bondad. Filosóficamente se basa en el desapego a lo externo y a lo material como único camino a la felicidad. Lo que hace interesante su manejo en la película es cómo se muestra a una persona que enseña a otra tal filosofía, pero que es incapaz de aplicarla en su vida en determinado momento. Es así cómo Grace sufre inmensamente cuando le destruyen las figuras de porcelana. Un claro reflejo de la sociedad real que se enorgullece por desarrollarse bajo ciertos patrones morales, aunque dichos patrones se quiebren en determinadas circunstancias por estos yacer solo a nivel superficial más no en el interior ni en la esencia de la sociedad.
¿Grace había abandonado a Dogville o Dogville a ella y al mundo en
general?
Es la pregunta con la que se cierra la película. En ella encontramos una
incitación por parte del narrador, para que el observador elija una posición respecto a, si Grace le falló a los pueblerinos de Dogville por mandar a matarlos o sí ellos fueron los que le fallaron durante la mayor parte del tiempo en el que ella vivió allí. Así pues, se busca una contraposición de todos los argumentos y puntos de vista tanto planteados en el relato, como los que pueda adoptar el observador partiendo de su propia estructura psicológica profunda. Si bien vemos cómo desde un principio, el Director se encargó de escudriñar en la mente del receptor mediante eventos que pudiesen sacudir o no la moral individual y social; también, por último, el Director fuerza prácticamente a que cada persona ejecute una introspección sobre la ejemplificación minimalista de la sociedad moderna occidental
Desarrollar Estrategias Comunicacionales para Promover La Participación de Los Habitantes de La Comunidad de Manicomio de La Parroquia La Pastora en La Radio Comunitaria Waraira Repano 105