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Análisis psicológico de la adolescencia. Perfil psicosocial del adolescente


palestino

Thesis · November 1998


DOI: 10.13140/2.1.3375.7769

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1 author:

Sofián El-Astal
Al-Azhar University - Gaza (Palestine)
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ANÁLISIS PSICOLÓGICO DE LA
ADOLESCENCIA. PERFIL
PSICOSOCIAL DEL ADOLESCENTE
PALESTINO

Sofián El-Astal

Tesis Doctoral

Director: Gonzalo Serrano Martínez

1998

Facultad de Psicología

Universidad de Santiago de Compostela

DOI: 10.13140/2.1.3375.7769
ÍNDICE

CAPITULO I. AGENTES SOCIALIZADORES


1.- FAMILIA

2.- GRUPO DE IGUALES

3.- ESCUELA

CAPITULO II. EXPRESIONES DEL "YO" ADOLESCENTE


1.- ASERTIVIDAD

2.- AUTOESTIMA
3.- FRUSTRACION SOCIAL

CAPITULO III. CONDUCTAS DESADAPTADAS


I.- CONDUCTAS ANTISOCIALES

II.- CONSUMO DE DROGAS

CAPITULO IV. OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA


ADOLESCENCIA
CAPITULO V. CONOCIMIENTO Y PERCEPCION DE LA
SEXUALIDAD
CAPITULO VI. CREENCIAS Y CONDUCTAS RELIGIOSAS
i.- ACTITUDES RELIGIOSAS DEL ADOLESCENTE

ii.- ESTUDIOS SOBRE RELIGIOSIDAD EN EL ADOLESCENTE ESPAÑOL Y

ARABE

CAPITULO VII. PARTICIPACION POLITICA Y


ADOLESCENCIA
i.- AGENTES DE SOCIALIZACION

-1-
ii.- PARTICIPACION POLITICA Y POWERLESSNESS

iv.- ESTUDIOS SOBRE CONDUCTAS POLITICAS EN EL ADOLESCENTE

ESPAÑOL

iii.- EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ADOLESCENCIA

EL PERFIL PSICOSOCIAL DEL ADOLESCENTE PALESTINO

CAPITULO IX. OBJETIVOS Y METODOLOGIA


CAPITULO X. AGENTES SOCIALIZADORES
CAPITULO XI. EXPRESIONES DEL "YO" ADOLESCENTE
CAPITULO XII. CONDUCTAS DESADAPTADAS
CAPITULO XXIII. OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA
ADOLESCENCIA
CAPITULO XIV. CONOCIMIENTO Y PERCEPCION DE LA
SEXUALIDAD
CAPITULO XV. CREENCIAS Y CONDUCTAS RELIGIOSAS
CAPITULO XVI. PARTICIPACION POLITICA Y
ADOLESCENCIA
CAPITULO XVII. LOS VALORES
CONCLUSIONES
BILIOGRAFÍA

-2-
CAPITULO I. AGENTES SOCIALIZADORES

Los agentes socializadores, que proceden tanto de la sociedad global como

de los grupos primarios y secundarios, son múltiples y de diversa fuerza específica,

según las distintas etapas del desarrollo y maduración del individuo. Las

instituciones (movimientos juveniles, empresas, partidos políticos, sistema

educativo, religión, etc.), la comunidad rural y/o urbana, los medios de

comunicación social, familia, grupo de iguales, etc., todos ellos mantienen una

interrelación, y actúan sobre el individuo para transmitir e inculcar las pautas


sociales y culturales vigentes en la sociedad y grupos a los que pertenece, no

siempre de manera idéntica y homogénea, pues su estructura, funciones y relación

con el adolescente son diferentes.

1.- LA FAMILIA

1.1.- CONCEPTO, SIGNIFICADO Y FUNCIONES DE LA FAMILIA

La familia es objeto de estudio por muchas disciplinas del conocimiento

humano como la sociología, psicología, etc. Su estudio abarca numerosas

perspectivas y connotaciones, que son estudiadas, de forma específica, por los


sociólogos y psicólogos de la familia (Giddens, 1991; Beutler et al., 1989).

La pluralidad y la diversidad de las estructuras familiares a través del tiempo

es tan grande que resulta muy difícil -si no imposible- dar una definición de familia
que pueda abarcarlas a todas (Marqués, 1988).

-3-
Desde una Perspectiva Sociológica, inicialmente, podríamos definir la

familia como un grupo de personas directamente ligadas por relaciones de

parentesco, cuyos miembros adultos asumen la responsabilidad del cuidado y

educación de los hijos. Los lazos de parentesco representan nexos entre

individuos, establecidos por matrimonio o por las líneas genealógicas, que ligan a

los consanguíneos -madres, padres, descendientes, abuelos, etc.-. Sin embargo,

el matrimonio más allá de la unión, socialmente reconocida, entre dos individuos

adultos, también conecta entre sí un grupo de parientes más amplio: los padres,

los hermanos y hermanas y otros consanguíneos se convierten en parientes del


cónyuge mediante el matrimonio (Giddens, 1991).

Así, la familia ha sido definida como "una pareja u otro grupo de parientes

adultos que cooperan en la vida económica, en la crianza y educación de los hijos,


la mayor parte de los cuales o todos ellos utilizan una morada común" (Gough,

1971). Más allá de una u otra definición de la familia pueden plantearse varios

prespuestos:

1.º) Regulaciones que prohiben el matrimonio entre parientes

próximos, aunque la extensión de la prohibición respecto al número de parientes a

los que se aplica varía en función de las diversidades culturales.

2.º) La cooperación entre los hombres y mujeres de una misma

familia se basa en una división del trabajo por sexo.

3.º) Implica la existencia del matrimonio como una relación, más o

-4-
menos duradera, reconocida socialmente, de la que surge la paternidad legítima

como lazo de parentesco entre un hombre y los hijos de su esposa, sean o no sus

hijos biológicos.

La antropología cultural, hace ya cincuenta años, atribuía a la familia, como

grupo social, tres características generales:

1.- Tiene origen en el matrimonio; 2.- Está formada por el marido, la esposa

y los hijos nacidos del matrimonio, siendo posible que otros parientes vivan con

este grupo nuclear; y 3.- Sus miembros están unidos por lazos legales, por

derechos y obligaciones de tipo económico, religiosos u otros, por una red de

derechos y prohibiciones sexuales y vínculos psicológicos emocionales como el


amor, el afecto, el respeto y el temor (Leví-Strauss, 1949).

A las cualidades anteriores de la institución familiar, cabe añadir las


descritas ya en los años sesenta por Goode (1964):

a) La familia es una de las instituciones sociales que encontramos

formalmente desarrollada en todas las sociedades conocidas.

b) Las responsabilidades implícitas en los roles familiares apenas

pueden ser delegadas en terceras personas, cosa que sí es posible en otros tipos

de roles sociales.

c) Aunque las obligaciones familiares no están respaldadas por

castigos formales, como ocurre con otras, casi todos las cumplen. Las presiones

-5-
sociales y las repercusiones informales que tiene su incumplimiento para el

individuo, son un instrumento de control más eficaz que las sanciones formales.

d) Puesto que toda la gama de actividades del individuo se perciben

más fácilmente desde el interior de la familia, ésta puede evaluar la distribución

que cada uno hace de sus energías y recursos, y actuar como eficaz agente de

control de la sociedad.

e) Por último, la familia cumple una serie de funciones sociales

independientes unas de otras, aunque de hecho en ningún sistema familiar se

hallan separadas.

En estas definiciones se asume explícitamente que las funciones básicas y

universales de familia derivan del campo biológico y se integran en los niveles

cultural y social. Abarcan, entre otras, la satisfacción socialmente aprobada de las

necesidades sexuales, así como de las económicas, consistituyéndose en una

unidad cooperativa que se encarga de la supervivencia, el cuidado y la educación

de los hijos. Se trata de un grupo vinculado por estrechos lazo emocionales con un

alto grado de privacidad doméstica. Esta es la forma de organización familiar que

persiste y todavía predomina en el siglo XX, que tuvo un gran impulso con el

surgimiento del individualismo afectivo y con la formación de vínculos

matrimoniales basado en la selección personal guiada por normas de afecto o

amor romántico y no por conveniencia.

En lo tocante a la problemática de la estructura, a lo largo de la historia, la

familia ha experimentado variaciones y cambiando en muchos aspectos de una

-6-
cultura a otra (Sánchez de Horcajo y Uña, 1996).

Se suelen distinguir varios tipos de familia. Entre los que destacan la

denominada familia extensa y la familia nuclear. La familia extensa, suele darse

aún en países islámicos y árabes. Incluye en un mismo hogar a miembros de más

de dos generaciones integradas por los adultos e hijos que se extienden

verticalmente e integrando también varios tipos de parentesco; por ejemplo en

Argelia, el número de hijos puede llegar a diecisiete, con un promedio entre ocho y
diez, y pueden convivir dos generaciones o más bajo un mismo techo (Boucebci,

1979a,b). Sin embargo, la familia nuclear está compuesta básicamente por el

padre, la madre y los hijos; reduciéndose cada vez más el número de éstos, a

medida que se va extendiendo la práctica del control de la natalidad.

En las últimas décadas se han producido una serie de fenómenos comunes

en la mayoría de los países europeos que han modificado la idea clásica de la

estructura de la familia. Entre ellos, el descenso vertiginoso de los índices de


natalidad con sus implicaciones en el tamaño familiar (según el CIS, 1995, en

España, el número de hijos por mujer es 1,4 muy por debajo del nivel necesario

para el reemplazo de la población, 2,1); el incremento de los divorcios y de las

separaciones matrimoniales; el incremento de nacimientos extramatrimoniales; y,

finalmente, la creciente proliferación de relaciones de convivencia no

institucionalizada o ajena a la forma tradicional de familia conyugal.

En la actualidad existen en numerosos países occidentales una mayor

profusión de formas de "familia" en consonancia con el pluralismo ideológico y con

los nuevos esquemas que rigen las relaciones interpersonales y sociales. Los

-7-
inicios de esta diversidad de la estructura de la familia se podrían situar a lo largo

del período de industrialización, en el que hubo un cambio significativo en la

estructura familiar al transformarse la familia extensa en familia nuclear como

unidad funcional. Desde entonces hasta el momento actual han tenido lugar

profundos cambios en el seno de las familias, tanto en la forma como en el

contenido; la clave estriba en que esta diversidad, al arraigarse y descubrir además

que perdura, va integrándose en la cultura, hasta que finalmente acaba por

normalizarse. A ello contribuyen de manera significativa los cambios legislativos en

los comportamientos sociales. Así, lo que en un cierto momento no era correcto se

convierte en la norma después de un cambio de ley. Esto es importante en todos

los ámbitos y en la familia tiene una especial relevancia, puesto que las relaciones

interpersonales de mayor contenido y trascendencia son las que tienen lugar en su


seno (Rapoport, 1990).

Hoy nos encontramos en una fase en la que los modelos familiares propios

de la sociedad industrial siguen estando vigentes, pero en la que, al mismo tiempo,

están emergiendo nuevas formas familiares y de convivencia, impensables en otra

época, cada una de las cuales posee su propia lógica interna de adaptación al
sistema social (Del Campo, 1991).

En definitiva, los nuevos hogares o nuevas formas familiares reflejan

cambio pero también continuidad, un final y también un principio, el ocaso de un

paradigma y el surgimiento de otro nuevo. Y es que lo más significativo no son las

diferentes formas de familia, sino el hecho de que en su interior se movilizan unos

recursos que cumplen unas determinadas funciones que son indispensables para
el bienestar psicosocial de los individuos (Rojas Marcos, 1994).

-8-
Podemos resumir el punto de vista sociológico sobre la familia actual
occidental en palabras de Lamo de Espinosa (1995):

"La familia que hoy conocemos ha roto con linajes o redes de

parentesco y es una unidad mínima de consumo (y no de reproducción) orientada

a la crianza (y cada vez menos a la socialización) de los hijos".

En lo que se refiere a las funciones de la familia ya en los años treinta se

popularizó la teoría de la despotenciación o pérdida de funciones de la familia en la

sociedad industrial. Su antigua función económica había sido asumida por fábricas

y empresas, la educativa por un complicado y especializado sistema de

escolaridad, la recreativa pasó a salas de espectáculos y estadios, la sanitaria a

hospitales y asilos, la religiosa a iglesias y sinagogas; por eso a la familia no le


quedaba ya otra cosa que convertirse en la sede de un grupo de amigos (Pastor,

1988).

Esas funciones tradicionalmente atribuidas a la familia, como la productiva,

protectora, judicial, educativa, económica, religiosa, reproductiva, afectiva, sexual,

recreativa y de control han cambiado, e incluso algunas hasta han desaparecido,

como puede ser el caso, por ejemplo, de las funciones productiva, judicial y

recreativa. La función reproductiva ha perdido importancia en relación al pasado,

puesto que los matrimonios cada vez tienen menos hijos, algunos se tienen fuera

del matrimonio e incluso ciertas formas familiares no tienen intención de

reproducirse. Las funciones educativas, sobre todo la relacionada con la educación

formal, y la religiosa, son responsabilidad de instituciones fuera de la familia

aunque siga siendo de gran trascendencia su cooperación en el logro de los fines

-9-
de esas instituciones. Posiblemente, las funciones que más fuerza tienen en el

mundo de hoy, incluso mayor que en el pasado, sean la económica, la afectiva, la

de apoyo y, para algunos, la sexual.

Es indudable que la familia conserva hoy sus funciones económicas. De

hecho, el hogar familiar sigue siendo una unidad económica, no por sus funciones

de producción como sucedía en la Edad Media y período pre-industrial, sino por

sus funciones de consumo. La importancia cada vez mayor del consumo en la

sociedad occidental incrementa este aspecto de identificación y de

posicionamiento social que tiene la familia como unidad de consumo -el 75% de la

renta nacional pasa por sus manos-. Debemos tener presente que la familia se
caracteriza, entre otras cosas, por poner sus recursos en común (Alberdi, 1992).

También, y además de su capacidad de ahorro, consumo, inversión y exención

fiscal es, en el momento actual, la institución que está permitiendo soportar el coste

social del desempleo de jóvenes y adultos. En realidad, la red de parentesco

familiar es en este final del milenio, la mejor red de protección social.

Una característica de incorporación reciente pero profundamente enraizada

en la idea de familia que mantenemos actualmente y que ha sido frecuentemente

relacionada con el bienestar y el desarrollo posterior de los hijos, es su capacidad

para generar una arquitectura de las relaciones basadas en el afecto y la expresión

libre de los sentimientos. Esta idea de un grupo familiar empático se ha

acompañado de un incremento de la necesidad de privacidad de la familia frente a

la comunidad e, incluso, de un aumento de la potestad de los progenitores y


cuidadores sobre los hijos/as (Giddens, 1991).

-10-
Numerosos estudiosos relacionados con el desarrollo evolutivo han

vinculado esta función del grupo familiar con el desarrollo de la personalidad, la

confianza en las figuras de apego o el ajuste psicosocial a través de la potenciación


de recursos como el apoyo social (Bowlby, 1964). En este sentido, el apoyo

social- y, en concreto, las relaciones que suponen comunicación del afecto- se ha

convertido en uno de los conceptos claves con los que interpretar la evolución del
ser humano (Arango et al., 1994). La tesis que subyace en estos trabajos refleja la

convicción de que las relaciones familiares determinan la posterior orientación

social de sus miembros. En el caso de que esta orientación sea negativa- por

ejemplo, rechazo hacia la sociedad o sentimientos de marginación- se reduce la

capacidad del sujeto para enfrentarse a sus posibilidades dentro de la sociedad.

Por el contrario si es una orientación positiva- por ejemplo, implicación en el

contexto social- proporciona la posibilidad de un acceso enriquecedor a los

recursos sociales y, por tanto, disminuye la vulnerabilidad y favorece el bienestar

bio-psico-social.

Así, nuestras primeras relaciones con los padres y cuidadores representan

las primeras experiencias de apoyo social, cuyo efecto principal es proporcionar la

sensación de seguridad y continuidad que el recién nacido necesita para continuar


con su crecimiento y ser capaz de afrontar nuevas experiencias (Cohen y Syme,

1985; Gottlieb, 1985; Newcomb, 1990; Collins y Gunnar, 1990).

En los primeros años de la infancia se incorporan al contexto social

compañeros de juego y los amigos. Como consecuencia de ello, las funciones de

apoyo derivadas de estas relaciones se trasladan desde la mera compañía en los

primeros años, hacia la implicación emocional en la infancia tardía y primera

-11-
adolescencia. Evidentemente, esta apertura del niño/a hacia el mundo social

adquiere su mayor notoriedad durante la adolescencia. A pesar de esta apertura

inicial de la red social, el niño/a depende todavía básicamente de sus padres o

cuidadores y por tanto es totalmente incapaz de corregir las deficiencias que pueda

estar soportando como consecuencia de las disfunciones en el entorno social de

éstos.

Durante la adolescencia, la red de apoyo se amplía y posibilita que la

persona obtenga estima y aceptación de otras personas que configuran relaciones

sociales ajenas a su círculo familiar. Sin embargo, esta aventura social no siempre

es placentera y a menudo viene salpicada de frustraciones o conductas no

adaptativas -delincuencia, comportamiento agresivo, abuso en el consumo de

drogas, etc.-. Además, esta búsqueda del adolescente de nuevos contextos

sociales en los que desarrollarse tiene que ver también con el incremento de los

conflictos en su círculo familiar. La nueva composición de la red social del

adolescente provoca que la comunicación padres-adolescentes decrezca y, como

consecuencia, que se experimente con nuevos patrones de interacción, con objeto

de lograr un mejor funcionamiento familiar.

De acuerdo con el planteamiento anterior, la adaptación del adolescente

durante el ciclo vital conlleva, por una parte, un grado determinado de conflicto con

su ámbito familiar -del cual obtenía tradicionalmente el apoyo social- y, por otra, un

notable incremento de la presión del grupo. Ambas circunstancias generan tensión

y estrés en los adolescentes. Esta presencia de situaciones estresantes puede

desencadenar problemas psicológicos si el adolescente no es capaz de preservar

el apoyo social procedente de la familia. Una situación difícil, si consideramos que

-12-
durante esta etapa se suceden constantes ensayos sobre nuevas fuentes de

apoyo social -no siempre con éxito-, así como nuevas formas de afrontar las
situaciones tanto como las fuentes "naturales" de apoyo como sin ellas (Tyerman

y Humphrey, 1983). No obstante, como recuerda Newcomb (1990), la evolución

de la red social del adolescente no se produce de un día para otro y, por tanto, la

creación de los grupos de amigos y pandillas es consecuencia de un proceso

continuo que supone transacciones constantes y selección mutua entre los

individuos y grupos. Tanto los atributos personales como los intereses y

necesidades constituyen los ejes en función de los cuales se genera la pertenencia

a uno u otro grupo. Obviamente, la pertenencia a esos grupos constituye una

fuente de apoyo muy importante durante esta etapa.

Aunque distinguir diferentes perspectivas pueden ser algo artificioso, a nivel

analítico sirven para ordenar características y funciones. En este sentido hablamos


de la "Perspectiva Psicológica". Paralelamente a la perspectiva sociológica,

algunos psicólogos de la familia han creado la noción de "ámbito familiar" para

designar el tipo de interacción que tiene lugar dentro de la familia y que no se


parece a las relaciones dentro de ningún otro grupo (Beutler et al., 1989). Según

estos autores, la familia es un ámbito relacional único con siete rasgos que,

tomados en conjunto, la diferencian de todas las demás esferas de relación

interpersonal:

1.- Incluyen las relaciones intergeneracionales que tienden a ser

permanentes. Y, si bien hay mecanismos legales previstos para modificar esta

inmutabilidad -por ejemplo, el divorcio-, el mismo hecho de que se necesiten leyes

para disolver la relación da fe de su vocación de permanencia.

-13-
2.- Las relaciones implican a la persona globalmente. Describir las

relaciones familiares únicamente en términos de roles es inadecuado, ya que la

relación familiar condiciona e influye sobre el conjunto del individuo.

3.- Dentro del ámbito familiar se desarrolla un comportamiento conductual

distinto a lo que se produce fuera de él; es decir, en las relaciones familiares hay

menos secuencialidad, menos racionalidad y menos orden; por el contrario, más

multidimensionalidad, simultaneidad, interrupciones y procesos concurrentes.

4.- Son propias de la interacción familiar la naturaleza del afecto y la

intensidad de la emoción que engendra, cualquiera que sea su valencia.

5.- Las metas de la interacción familiar son cualitativas y procesuales, por

contraste con las metas cuantitativas y productivas de otros tipos de relación.

Aparte de servir a la supervivencia, la familia persigue objetivos adicionales de

distinta naturaleza, como la intimidad, la cercanía, el desarrollo, el cuidado mutuo y

el sentido de pertenencia.

6.- El altruismo es una forma de relación dominante. Esto quiere decir que

se estimula el cariño, el cuidado y la implicación mutua. Hay una continua donación

recíproca sin preocuparse demasiado por el valor de lo que se intercambia en las

transacciones. No se espera una compensación equivalente y la armonía en las

relaciones se valora más que los bienes y servicios intercambiados. Los lazos

familiares implican un sentido de responsabilidad interpersonal y obligación hacia

los otros que es más fuerte y más fundamental que las obligaciones prescritas por

-14-
los sistemas legales.

7.- La dirección del grupo familiar se basa en la educación, la influencia y el

cuidado; es un estilo "maternal" que se ha dado en llamar "dirección beta", por

oposición a la "dirección alfa", basada en la competitividad, el logro individual, la


eficacia, el análisis racional y los resultados cuantificables (Nickles y Ashcraft,

1981).

Así pues, la importancia de la familia dentro de las sociedades humanas,

por más diferencia que presenten sus manifestaciones concretas, es primordial;

todo individuo vive, a lo largo de su existencia, inmerso en una red de relaciones y

actividades conectadas de una forma u otra por lazos familiares. La familia, tanto

desde el punto de vista biológico de la reproducción de la especie, como desde el

ángulo social de la transmisión de la cultura, constituye el eje central del ciclo vital

de acuerdo con el cual transcurre nuestra existencia como individuos y asegura la

continuidad de la sociedad de generación en generación.

No obstante, en la sociedad occidental contemporánea, donde la familia

conyugal o nuclear constituye la unidad doméstica, ese ciclo vital opera de un

modo relativamente discontinuo, en comparación con otro tipo de sociedades en

las que la formación de una nueva familia no implica la escisión del grupo familiar

del que proceden los cónyuges. Pero ni el tipo de matrimonio ni la organización

familiar y parental predominantes en Occidente son universales,

y cada ciclo doméstico presenta características peculiares en cada sociedad.

1.2.- PROCESOS Y DIMENSIONES DE LA SOCIALIZACION FAMILIAR

-15-
Dentro de los procesos de interacción intrafamiliar ocupan una parte

fundamental aquellos que tienen como objetivo socializar a los hijos en un

determinado sistema de valores, normas y creencias; es decir, el intento de los

padres por configurar un determinado tipo de persona en sus hijos. Estos procesos

de socialización son, sin duda, una de las funciones más ampliamente reconocidas

de la familia; de hecho, en torno a la función de socialización se distribuyen los

roles familiares y se delimitan las expectativas y las conductas paternofiliales; en

este sentido, podemos afirmar que la socialización es tal vez el eje fundamental de

la vida familiar. Al mismo tiempo, también una de las dimensiones principales de

articulación de la interacción intrafamiliar y el contexto sociocultural en el que la

institución familiar se inscribe. Por este motivo, gran parte de la literatura acerca de

la interacción familiar -si no la mayor parte- se refiere a la descripción de las


variables relevantes en dichos procesos de socialización (Molpeceres, 1991).

Pero los procesos de socialización tienen dos dimensiones o aspectos

fundamentales que hay que analizar: un aspecto de contenido y un aspecto formal;

es decir, qué es lo que se transmite y cómo se transmite. La dimensión de

contenido hace referencia a los valores inculcados a los hijos, que dependen de los

valores personales de los padres y del sistema de valores dominante en el entorno

sociocultural más amplio. Igualmente, el contenido de lo que se transmite se

relaciona con concepciones y valoraciones que se realizan del hijo como persona,

es decir, aquellos elementos que conforman, en parte, el autoconcepto del

individuo. En este aspecto del contenido de la socialización hay que otorgar


especial relevancia a los valores, dado que, según Rokeach (1973), condicionan

de forma particular todo el sistema de creencias y la conducta social del sujeto, al

-16-
ser principios orientadores de carácter general. Igualmente, nos referimos a la

conformación del autoconcepto del individuo y a la valoración que se deriva de éste

-autoestima- por su centralidad en dicho sistema de creencia y por ser uno de los

determinantes conductuales más importantes de la persona.

La dimensión formal, o el cómo de la socialización, es lo que en la literatura

científica se conoce con el nombre de "disciplina familiar". Así pues, no

entendemos aquí por disciplina el sistema de sanciones que garantiza el

cumplimiento de las normas, sino algo más amplio y que también abarca esta

acepción más común: bajo la etiqueta de "disciplina familiar" se analizan las

estrategias y mecanismos de socialización que se emplean para regular la

conducta y transmitir los contenidos antes mencionados.

La inmensa mayoría de las investigaciones acerca de la disciplina familiar

han detectado dos dimensiones o factores básicos que explican en buena medida

la conducta disciplinar: estas dos dimensiones son el apoyo parental y control

parental.

En relación a estos dos factores, numerosos autores han intentado describir

una tipología de los estilos disciplinares para, a partir de ella, poder analizar los
antecedentes y consecuentes de la diversas formas de socialización (ver Musitu y

Allat, 1994).

Así pues, vamos a ver ahora brevemente cómo se han definido estos

términos que son herramientas fundamentales en el estudio de la socialización

familiar y cómo se han relacionado para configurar estilos disciplinares

-17-
característicos.

1.2.1.- APOYO PARENTAL

El apoyo parental ha sido uno de los constructos más estudiados en

los procesos de socialización familiar, puesto que se supone fundamental en el

desarrollo de la autoestima del hijo. En efecto, el apoyo parental se define como "la

conducta exhibida o manifestada por un padre hacia su hijo que hace que el hijo se

sienta cómodo en presencia del padre confirmándole que es aceptado y aprobado


como persona por el padre" (Thomas et al., 1974). Esta dimensión, en sentido

positivo o negativo, también ha recibido otras denominaciones, como son


aceptación, afecto, hostilidad, amor, indiferencia, rechazo o calor (Rollins y

Thomas, 1979). En cualquier caso, todas hacen referencia a una cuestión de

aceptación, con consecuencias directas para la autoestima ya que aporta


información al hijo acerca de su valor (Cooley, 1902; Mead, 1934; Demo, Small y

Savin-Williams, 1987; Gecas y Schwalbe, 1986).

En esta línea se han desarrollado la mayoría de las investigaciones


acerca del apoyo parental (Parish, 1993a, 1993b; Nelson et al., 1993). Se ha

advertido, sin embargo, que la relación entre apoyo parental y autoestima es

bidireccional y recíproca, es decir, se ha constatado que los hijos con alta

autoestima tienen más probabilidad de conceder importancia a las conductas de

apoyo de sus padres y menos probabilidad de ser influenciados por las conductas
de rechazo (Felson y Zielinsky, 1989).

Por otra parte, el apoyo parental parece ser un constructo

-18-
multidimensional con diversos ingredientes que tienen distinto peso específico.
Felson y Zielinsky (1989) en su investigación distinguen seis tipos de conductas o

dimensiones que se engloban todas en el concepto de apoyo parental: la

frecuencia de alabanza; la frecuencia de crítica; la frecuencia de castigo; la

frecuencia de manifestaciones físicas de cariño; la percepción de si pueden

comunicarse con sus padres, es decir, si sus padres les escuchan; y la percepción

de ser favorecido o desfavorecido en relación con los hermanos. De todos ellos

sólo la frecuencia de castigo no parece correlacionada con la autoestima del hijo,

probablemente porque el castigo se percibe como reflejo de una evaluación

negativa por parte de los padres o porque el nivel extremadamente bajo de castigo

se interpreta como falta de atención.

En realidad, es probable que el castigo se relacione más que con el

apoyo, con la otra dimensión que nos ocupa, el control parental; y los resultados

del efecto del control sobre la autoestima son, como vamos a ver, menos

evidentes.

1.2.2.- CONTROL PARENTAL

El control parental ha resultado ser una dimensión más compleja y

difícil de definir que el apoyo. En primer lugar, se han hecho esfuerzos por

diferenciarla del concepto de poder paterno: el poder paterno se define como el

potencial que un padre tiene para obligar a actuar a un hijo según sus deseos;

mientras que el control o el intento de control paterno se refiere al esfuerzo que el

padre pone en influir sobre su hijo, más incluso que el grado de control realmente
logrado (Rollins y Thomas, 1979; Musitu et al., 1988).

-19-
La evidencia de los efectos del control paterno en la autoestima del

hijo son más bien confusos, puesto que parecen depender fundamentalmente de

cómo interpreta el hijo las conductas de control en términos de aceptación y


rechazo (Rollins y Thomas, 1979).

Más clara parece la relación entre la propia autoestima parental y las

conductas de control: en general se acepta que, cuanto menor es la autoestima de

los padres, es más probable que sean controladores, permitan menor autonomía

de decisión a sus hijos y empleen la coacción para controlar lo que consideran


conducta hostil por parte de sus hijos (Small, 1988).

Sin embargo, a veces parece existir una cierta contradicción interna

en estos trabajos que relacionan las dimensiones de apoyo y control con la

autoestima tanto filial como parental. Y es que generalmente se ha dado en

considerar que el apoyo y el control como dos dimensiones de socialización


independientes, de modo que sus efectos son aislables Molpeceres (1991). Pero

en realidad la supresión de las conductas de apoyo se emplea como estrategia de

control, o bien la absoluta ausencia de control se interpreta como falta de afecto; en

definitiva, como acaba de indicarse más arriba, los efectos del control parental

dependen mucho de cómo se interprete éste en términos de aceptación y afecto.

Si esto es así, el apoyo y el control no son dimensiones independientes, sino que

se encuentran en estrecha relación; pero esta relación no es siempre igual, sino

que está enmarcada en la normativa cultural respecto de los roles y las

obligaciones mutuas entre padres e hijos y en la definición social del apoyo

parental; en última instancia, es la cultura la que dicta qué debe entenderse como

-20-
conducta de apoyo parental, y a esos estándares culturales recurren los hijos para

interpretar el significado de las prácticas de socialización de sus padres


(Trommsdorff, 1985).

1.2.3.- ESTILOS DISCIPLINARES

Hay también numerosos trabajos que aluden al modo en que las

prácticas de socialización se integran y aúnan para formar estilos parentales. Por

supuesto, probablemente en la realidad nunca se dan los tipos puros, pero parece

haber una consistencia interna y una coherencia a lo largo del tiempo en las

estrategias empleadas por los padres, de tal modo que permite hablar de

determinados estilos disciplinares que son constantes a lo largo del tiempo


(Molpeceres, 1991; Musitu y Lila, 1993).

Generalmente, se constata un acuerdo casi unánime en que uno de

los componentes críticos del estilo parental es el modo en que los padres intentan
controlar al hijo (Pardeck y Pardeck, 1990). En función de este criterio se han

descrito las principales clasificaciones de las dimensiones disciplinares. Así,


Becker (1964) señala dos categorías fundamentales en las estrategias de control:

el estilo orientado al amor, que hace uso de la alabanza y el razonamiento, y de la

retirada de afecto; y el método asertivo de poder, que es autoritario y a menudo se


asocia con el castigo físico. Kelly y Goodwin (1983) diferencian entre estilo

parental democrático y estilo parental autocrático, en función de quién y cómo

toma las decisiones sobre las cuestiones que afectan al hijo.

Sin embargo, algunos resultados muestran la existencia de tres tipos de

-21-
patrones de participación social dentro de la familia que responden a los estilos de

relación y disciplina también distintos empleados en el contexto familiar por los


progenitores (Baumrind, 1978; Roy Hopkins, 1987; Ferrari y Olivette, 1993;

Hoffman, Paris y Hall, 1996). Estos estilos parecen influir, ayudando u

obstaculizando el camino hacia la autonomía que los adolescentes deben recorrer:

1.- El estilo autoritario: los padres suelen ser poco receptivos y muy

exigentes, ejercen un control rígido y, a veces, arbitrario sobre el comportamiento

de sus hijos. Los adolescentes que viven en familias de corte autoritario suelen

tener poca seguridad y confianza en sí mismos, son menos autónomos y

responsables y se muestran poco equilibrados emocionalmente. Las actuaciones

de los padres con un estilo autoritario dificultan la comunicación con los hijos, no

ayudan al adolescente a que piense y actúe independientemente y no ceden el

control o lo hacen con dificultades, aún cuando los adolescentes estén en

condiciones de asumirlo. Este puede provocar actitudes conflictivas de miedo,

rechazo y rebeldía, así como mayores dificultades para acceder a la autonomía.

2.- El estilo permisivo: los padres suelen ser receptivos y poco

exigentes, ejercen muy poco control sobre la vida de sus hijos adolescentes. La

excesiva indulgencia y permisividad con sus hijos adolescentes puede dificultar

que éstos se adapten a situaciones distintas de las que conocen en su familia. Son

jóvenes que muestran una alta estima de sí mismos, pero se sienten inseguros

ante las situaciones sociales que no se ajustan a lo que conocen. Tienen

problemas para establecer relaciones de reciprocidad con los otros. La carencia de

unas reglas y normas mínimamente estables dentro de su familia, que les sirvan

como referencia para contrastarlas con las de otras situaciones, parece que

-22-
repercute de forma negativa en las nuevas relaciones sociales en las que

participan. Todo ello no contribuye a favorecer el camino hacia la autonomía.

3.- El estilo democrático: los padres, aunque receptivos y exigentes,

ejercen un control moderado, flexible y razonable con sus hijos. Los adolescentes

que mantienen relaciones democráticas dentro de la familia, suelen tener

seguridad y confianza en sí mismos, suelen alcanzar grados elevados de

autonomía y responsabilidad, su autoestima es positiva y se muestran equilibrados

emocionalmente. Este tipo de familias constituyen un referente y apoyo importante

para los adolescentes. En general, las actuaciones de los padres con un estilo

democrático parten de la aceptación de sus hijos, se comunican con ellos, les

animan a emprender progresivamente el camino hacia la autonomía, y, aunque

asumiendo el control, no lo ejercen de una forma arbitraria y lo van cediendo en la

medida en que consideran que sus hijos están en condiciones de asumirlo.

De todo ello, podemos concluir que es importante que los padres potencien

una estructura de participación democrática dentro de la familia, ya que parece que

esto ayuda a avanzar a los adolescentes, tanto en lo que se refiere a la

construcción de su identidad personal, como en los pasos que éstos deben seguir

para llegar a ser responsables y autónomos. Por ello es importante que se

establezcan intercambios comunicativos en los que se contrasten y respeten los


diferentes puntos de vista y opiniones sobre los diferentes temas (Martí et al.,

1997).

1.3.- CLIMA FAMILIAR

-23-
Parece existir un consenso bastante general, tanto en la literatura científica

como en el conocimiento cotidiano, en considerar la adolescencia como una etapa

de crisis que lleva consigo numerosos problemas en las relaciones entre padres,

madres, hijos e hijas. Existe, también la creencia generalizada de que los conflictos

que se producen entre los adolescentes y sus padres se deben, casi únicamente, a

las características de personalidad de los primeros. No obstante, las relaciones

padres/hijos en este período del ciclo vital familiar se deben también a las

peculiaridades psicológicas de los padres y las madres en una etapa -la que

corresponde normalmente a los 40/50 años- compleja desde el punto de vista

psicológico. Se deben, sobre todo a la interacción que se produce entre unos y

otros, así como entre el resto de las variables que, en ese período evolutivo,

definen el contexto de la situación familiar.

Algunos trabajos han ido un poco más allá estudiando qué piensan los

chicos sobre la autoridad de los padres y en qué ámbitos han de ejercerla.

La investigación de Smetana (1988) con sujetos de edades entre 10 y 17

años, constata que las percepciones de padres e hijos acerca de la autoridad

parental se modifican en la transición hacia la adolescencia y varían según la

situación. De este modo, la percepción por parte de los hijos del control ejercido

por los padres sobre ellos en los aspectos morales, convencionales o personales

era diferente según la edad: cuanto más jóvenes (10-11 años) más alta es la

valoración de ese control. Por su parte, los padres reconocían dicho control sobre

los hijos preadolescentes, pero informaban de una disminución en el control de

situaciones personales en el caso de los hijos adolescentes.

-24-
Otra conclusión del trabajo de Smetana (1988) es que en circunstancias de

conflicto moral (por ejemplo, robar dinero a los padres, no compartir algo con los

hermanos, mentir) los argumentos de padres e hijos son distintos. Los argumentos

de los padres se basan en la obligación, mientras que los de los hijos se

fundamentan en la ética o en la justicia. Unos y otros se ven como víctimas en los

conflictos de contenido moral, pero de distinto modo: los padres consideran que los

adolescentes no cumplen obligaciones morales para con ellos; los adolescentes

consideran que los padres no respetan sus derechos.

Hay también numerosos trabajos que aluden al modo en que las prácticas

de socialización se integran y aúnan para formar estilos parentales.

Generalmente, se constata un acuerdo casi unánime en que uno de los

componentes críticos del estilo parental es el modo en que los padres intentan
controlar al hijo (Pardeck y Pardeck, 1990). En función de este criterio, fueron

entrevistados individualmente 120 adolescentes chinos de distintas clases sociales

en Hong Kong, sobre los estilos parentales. Los resultados revelan que exiten

conflictos diarios de frecuencia moderada y severa, con las madres. Los chicos

perciben más conflicto que las chicas, pero a medida que aumenta la edad

disminuyen las disputas. El adolescente chino percibe como causa de conflicto la


falta de autonomía en la toma de decisiones y el mayor control sobre él (Yau, J.;

Smetana, JG., 1996).

Otro ejemplo, lo constituye el trabajo de Seiffgerkrenke, I. (1997). El autor

recoge información, a través de una escala que mide la importancia de la relación

familiar (Escala de Clima Familiar), de 196 adolescentes alemanes y sus padres a

-25-
lo largo de cuatro años y medio. Los resultados muestran que las percepciones de

los padres y de los adolescentes no son coincidentes. Los padres, perciben una

disminución en la cohesión familiar y en las reglas y organización que determinan

la vida familiar. En cambio, los adolescentes, por un lado, perciben estabilidad en

lo relativo al clima afectivo; y por otro, un incremento del control sobre ellos. Por su

parte, las madres, generalmente, perciben un alto grado de conflictos dentro de la

familia, sobre todo con los hijos.

Dentro del ámbito español, existen numerosos trabajos, entre los cuales
cabe destacar, la investigación de López (1990), el Informe de la Juventud

(Navarro y Mateo, 1993), las investigaciones en Andalucía (1993) y en Euskadi

(1994) y el estudio de Serrano y otros (1994). Por lo general, los adolescentes

valoran de una forma positiva el contexto familiar. Esto nos hace pensar, que la
vieja imagen del adolescente como conflictivo (G. S. Hall, 1904) no se ajusta a la

generalidad de los adolescentes actuales. Todas las investigaciones anteriores

sostienen que es falsa la noción de que adolescencia sea sinónimo de

conflictividad; por el contrario, parece que los adolescentes y sus padres

mantienen actitudes bastante positivas entre sí.

Vamos a analizar la situación familiar de los jóvenes españoles en algunas

de estas investigaciones por su interés y relevancia en este trabajo.

Las investigaciones sobre el desarrollo humano muestran que los vínculos

de apego, son unos de los más fuertes y estables a lo largo del ciclo vital. El apego

es un lazo afectivo que se crea en la interacción privilegiada con un número

reducido de personas. Normalmente con aquellas que procuran nuestro bienestar

-26-
emocional y nos proporcionan los cuidados más básicos. La relación de apego se

caracteriza por la búsqueda de la aproximidad y el contacto con la figura elegida,

acompañados de sentimientos de ansiedad ante la separación y tristeza o

abandono ante la pérdida.

La adecuada relación afectiva con las figuras de apego proporciona una

base positiva de seguridad que ayudará durante la adolescencia a la construcción

de la propia identidad y a la consecución de grados de autoconfianza y autoestima

que serán esenciales para la exploración y el establecimiento de nuevos lazos de

unión con otras personas.

Una investigación relativamente reciente (López, 1990), muestra que los

adolescentes continúan manteniendo vínculos de apego con la familia y que, para

los menores de 15 años la madre sigue siendo de forma destacada la figura central

de apego, aunque otros familiares, en especial el padre y los hermanos ocupan un

lugar relevante; así como, en menor grado, algunos amigos. De ello derivamos que

en la primera adolescencia, las figuras de apego de la infancia siguen ocupando un

lugar prioritario, pero, como es natural, se inicia el proceso de autonomía en

relación a los padres que en un número minoritario de adolescentes se da

tempranamente. Este es un momento en que los adolescentes viven con

ambivalencia la relación con sus padres. Por un lado, necesitan distanciarse de

ellos para encontrarse a sí mismos y, por otro, saben que pueden contar con ellos

de forma incondicional y que difícilmente encajarían su pérdida.

Los jóvenes de los noventa se muestran especialmente sensibles a la

afectividad y a la seguridad emocional. En estudios anteriores se ha puesto

-27-
especial atención en la distancia y el conflicto generacional, y la cohesión familiar y

la solidaridad afectiva entre padres e hijos se han correlacionado con el grado de

consenso ideológico y normativo percibido por los jóvenes. Sin embargo,


conviniendo en lo anotado por Toharia (1989, p. 209), el elevado grado de

integración y ajuste ideológico entre padres e hijos en ningún caso debe

interpretarse como una coincidencia plena, puesto que hoy como hace años
siguen observándose distancias en la forma de pensar de padres e hijos (Elzo,

Andrés Orizo, González Blasco y Del Valle, 1994).

La aceptación de la familia como un contexto referencial para orientarse es

un indicador del grado en que los hijos comparten el universo ideológico de los

padres. En los últimos cuatro años este papel orientador de la familia se ha visto

fortalecido. En 1993 se duplica el porcentaje de jóvenes españoles que opina que

es en casa donde se dicen las cosas más importantes para orientarse en cuanto a

ideas e interpretaciones del mundo. También se incrementa en un 12% el colectivo

de jóvenes que toman de referencia a su familia en la vida cotidiana. La familia, los

padres, se convierten así en la principal instancia orientadora de los jóvenes

españoles, por lo que es de esperar que la coincidencia y el consenso normativo

sea elevado.

En síntesis, lo que se pretende recalcar es que se discute mucho menos de

lo que potencialmente podría hacerse. La conducta de los jóvenes no indica que

sean ellos quienes estén controlándose para no provocar el conflicto, luego tiene

sentido argumentar que los padres mantienen una actitud transigente y liberal, una

disposición clara a ceder más con respecto a la conducta de los hijos y que hace

sitio a la básica falta de tensión que se observa en los hogares de los jóvenes. Y,

-28-
dentro de esta pauta de bajo enfrentamiento con los padres, son las chicas las que

presentan una dinámica menos conflictiva; ellas comparten más ideas con sus

padres y, lógicamente, también discuten menos. Tienen más problemas con la

hora de llegar a casa por la noche, probablemente porque los padres son menos

permisivos con las mujeres y ellas tratan de ganar terreno, pero por lo demás son

los chicos quienes sostienen más frecuentemente discusiones con los padres,

prácticamente en todos los aspectos y especialmente en los estudios, el dinero,

pasarse con el alcohol, el trabajo y la música que les gusta. En cierta manera,

afloran aquí diferencias de género en la educación de los hijos, y en los niveles de

permisividad paterna por un lado, y conformidad de los hijos/as por otro.

La tensión y la conflictividad en el hogar varían según las edades de los

jóvenes. En general, a medida que los jóvenes maduran remiten las discusiones

por sus obligaciones y responsabilidades como hijos y por sus gustos, mientras

que en estas edades, aunque también poco, se discute algo más con los padres

por temas políticos y religiosos. Esto es comprensible si se tiene en cuenta que son

estos mismos jóvenes los que ven a sus padres más distanciados de su forma de

pensar de estas cuestiones. Por contra, es en el segmento de 15 a 17 años donde

se detectan más broncas o discusiones frecuentes con los padres en relación a

sus responsabilidades y gustos y menos en relación a los aspectos ideológicos.

En fin, lo relevante de estos datos es que toma forma y fuerza la idea de que

en los noventa el conflicto entre padres e hijos en el mundo juvenil se da sobre todo

en función de los límites de control y transigencia que imponen los padres a la

conducta de los hijos, especialmente en lo que concierne a sus responsabilidades

y obligaciones. Estos límites, que de por sí son bastante bajos, se rebajan aún más

-29-
cuando los jóvenes superan los 20 años de edad. Menos ocasiones para discutir y

una menor injerencia y control de los padres en la conducta cotidiana de los hijos a

medida que aumenta la edad serían las dos causas que explicarían este hecho.

También dicho estudio sobre la juventud (Elzo et al., 1994), constata que la

relación entre hermanos/as que vivan en la misma casa, presenta fuertes vínculos

de cariño y confianza. Aunque se admite la existencia de conflicto motivado por el

choque inevitable en cuestiones propias de la coexistencia doméstica cotidiana.

Aún con todo, no hay duda de que las relaciones de los jóvenes españoles con sus

hermanos/as se caracterizan por un alto grado de ajuste afectivo que, sumado a

las buenas relaciones que ya se dan entre padres e hijos, contribuyen

positivamente al clima familiar. Sea porque tienden a evaluar más positivamente

sus relaciones, sea porque tienden a percibir en menor medida la tensión en el

ambiente familiar o sea porque desarrollan una actitud y conducta más afectiva y

cooperante en el hogar, lo cierto es que las mujeres en conjunto presentan un

mayor consenso y ajuste afectivo con los miembros de la familia. También las

relaciones entre hermanos/as mejoran a medida que aumenta la edad. Los más

jóvenes reconocen unas relaciones algo más conflictivas, menos confiadas, y

levemente más indiferentes.

En la investigación de referencia nuestra (Serrano, Godás y Rodríguez,

1994), se constata que los adolescentes españoles transmiten una visión positiva

de sus relaciones familiares. El clima familiar es bueno, el apoyo que ofrecen los

padres se considera alto y el control que perciben por parte de ellos se califica de

bastante aceptable.

-30-
Parece ser mayor el control ejercido sobre las chicas, lo que pone de

manifiesto algo que se repetirá con frecuencia: todavía existe una socialización

diferente entre chicos y chicas, a pesar de la indudable tendencia hacia un mayor

"igualitarismo" educativo. Ser hombre o mujer implica -de modo distinto y menos

marcado que en épocas anteriores- expectativas y actitudes diferentes para los

padres.

Los datos obtenidos, en función de las edades de los sujetos, evidencian un

cierto despegue: sin alterar la relación familiar, tanto el control como el apoyo va

siendo menor a medida que el sujeto crece, preparándose, por tanto, el camino

hacia la autonomía personal.

A destacar el papel cohesivo de la madre; ella sigue siendo, en mayor

medida que el padre, la que se halla más cerca de los hijos, manteniendo así su

tradicional dimensión marcadamente afectiva y emocional.

Finalmente, dichos investigadores, destacan el papel central de la familia

cómo ámbito de socialización y ajuste social: las buenas relaciones familiares

operan de modo muy relevante sobre la adaptación social de los individuos, tanto

personal como socialmente, en la asunción de normas y en la integración social.

La investigación realizada por el CIS (1995), a lo largo de diez años (desde

Enero de 1985 hasta Abril de 1994) sobre el grado de satisfacción de los jóvenes

españoles con su vida familiar, revela que en los últimos años, los niveles de

satisfacción han aumentado considerablemente.

-31-
Recientemente, el Informe del Instituto de la Juventud 96, señala que la

mayoría de la familias españolas en la que los adolescentes se están socializando

presentan en la actualidad un clima de menor conflictividad, de mayor cohesión y

ajuste intergeneracional que en otros momentos. Ello puede obedecer a que la

familia ha sido permeable a los numerosos cambios habidos en la sociedad

española en los últimos años, lo que parece haber contribuido a cambiar las formas

de comportamientos de los padres entre ellos mismos y con sus hijos,

contribuyendo a crear un clima familiar más satisfactorio para todos sus miembros.

Las relaciones de los adolescentes con sus progenitores parecen plantear a los

hijos menos razones para rebelarse que en otros momentos y, con ello, los

adolescentes se muestran menos críticos. Ello puede haber contribuido a convertir

el ámbito familiar en un contexto que provee seguridad y que ayuda a la afirmación


personal de los jóvenes (Martí, Onrubia, Fierro, García-Milá, 1997).

Finalmente, respecto al mundo árabe, disponemos de muy poca

información sobre las percepciones familiares de los adolescentes árabes, pero sí

existen algunos trabajos y reflexiones al respecto que pasaremos a exponer.

Tradicionalmente, en las investigaciones árabes no dan cuenta de conflictos

en el seno de las familias; pero algunos informes señalan que sí existen, y el

adolescente no quiere manifestarse sobre los problemas familiares debido a su


timidez y fidelidad a la familia (Hussein, 1973).

Lo que cabría destacar es que las investigaciones giran en torno de las

funciones familiares. Los distintos autores subrayan el papel central de la familia,

concretamente los padres, como ámbito de socialización primario y de ajuste

-32-
social. Insisten en el poder paterno y materno a la hora de ejercer el control sobre

sus hijos adolescentes, relativo especialmente a las horas de salida y regreso a


casa, amistades, sitios que frecuenta y en qué gasta el dinero (Ulwán, 1981).

En la misma dirección, están las investigaciones realizadas en Egipto,

Jordania, Iraq, Arabia Saudí y Kuwait sobre la adolescencia. Dichos estudios más
bien sociológicos que psicológicos, están recogidos en el libro de Aguel (1995),

titulado: "El desarrollo humano", que pretende dar cuenta de relaciones de los

adolescentes con sus padres. Los resultados pueden sintetizarse de la manera

siguiente:

1.- La adolescencia temprana sufre el control de los padres sobre en

qué gastan el dinero, más que la adolescencia tardía. En cambio, la preocupación

de la adolescencia tardía es la falta de recursos económicos que impiden la

continuación de los estudios universitarios o viajar al extranjero.

2.- Por parte de los adolescentes de Egipto, Jordania e Iraq no

parece que los problemas familiares ocupen un lugar relevante entre las

preocupaciones que cotidianamente tienen.

3.- El conflicto entre padres e hijos está presente debido a la falta de

comunicación y comprensión hacia los hijos.

Recientemente, otra investigación del mismo Aguel (1995), realizada en

Arabia Saudí, sobre la adolescencia se formuló la siguiente pregunta abierta a 104


estudiantes varones en la escuela secundaria y a universitarios: "¿Qué

-33-
problemas sufre el adolescente saudí según tu opinión?". Los resultados

indican que existe un vacio entre la familia saudí y sus hijos. Es decir, la mala

comunicación parece reflejar un defectuoso funcionamiento del sistema familiar,

en el que los progenitores no son capaces de comunicar sus valores, creencias y

sentimientos a sus hijos.

2.- GRUPO DE IGUALES Y COMUNIDAD

En el capítulo anterior analizamos el cambio en las relaciones familiares que

se verifican en los adolescentes e hicimos notar que es difícil encontrar pruebas de

que los adolescentes rechacen a sus familias en una forma abrupta o dramática.

Es igualmente difícil, encontrar una confirmación para la idea de que la

adolescencia está llena de conflictos entre padres e hijos. Sin embargo, aunque la

separación no sea repentina y aunque los conflictos no sean intensos, también

sabemos que en algún momento, normalmente después de la adolescencia, los

individuos abandonan a sus familias originales y se lanzan a formar sus propias

familias. En el proceso de abandonar a sus familias originales, por más gradual

que sea dicho proceso, los individuos tienden a fijar su atención en otros de su

propia edad y a pasar más tiempo con este grupo de compañeros.

Son muchos los estudios que se han hecho sobre las relaciones entre

compañeros durante la adolescencia. Algunos de estos estudios tratan de los

efectos que tienen los compañeros sobre la conducta de los adolescentes, sobre

sus actividades y sobre la imagen que tienen de sí mismos. Otros estudios tratan

de la formación y conservación de la amistad y del efecto que el status

-34-
socioeconómico tiene sobre la formación de las amistades y sobre los grupos de

compañeros. En este capítulo trataremos de las influencias de los compañeros en

la conducta de los adolescentes y trataremos específicamente de la aceptación de

sí mismo y de su relación con la aceptación que los demás tienen de uno mismo, y

de la formación y estabilidad de la amistad. Además, analizaremos la función

socializadora del grupo de iguales.

2.1.- RELACIONES CON LOS IGUALES

Durante este período, la orientación social primaria de los adolescentes se

dirige hacia sus iguales. Aunque ello no implica que necesariamente se alejen de

sus padres, las relaciones con los compañeros y amigos pasan a ocupar un lugar

prioritario en la vida de los adolescentes y serán determinantes en su proceso de

socialización. De hecho, la actividad más frecuente, significativa y preferente para

el 80% de los chicos y chicas adolescentes en su tiempo de ocio, según los datos
del Informe de la Juventud (Navarro y Mateo, 1993), es la de salir con los amigos

y amigas. Es a través del grupo de iguales donde los adolescentes exploran

nuevas relaciones y formas de comportamiento social y afectivo distintas de las

que habían establecido en el contexto familiar. Durante esta etapa se estructuran

grupos de iguales que evolucionan a lo largo de todo el período y se establecen

relaciones de amistad que pueden durar toda la vida. Es importante resaltar que

las relaciones entre compañeros y amigos contribuyen de un modo positivo al

desarrollo de las capacidades cognitivas, afectivas y relacionales de los

adolescentes. Algunos compañeros pueden convertirse en modelos positivos a

seguir en un momento en que los adolescentes se cuestionan los modelos de

referencia que hasta el momento tenían. Así mismo, la comunicación con los

-35-
compañeros y amigos ayuda a los adolescentes a explicitar y tomar conciencia de

aspectos importantes para su vida y para la de los otros. Esta comunicación

favorece el debate, la confrontación de puntos de vista, en definitiva, provocar

conflictos que ayuden a avanzar en la construcción del conocimiento. Por otro lado,

la estructura de las relaciones sociales que se construye con los iguales favorece

el aprendizaje de roles distintos de los que hasta el momento se habían ejercido y

también el aprendizaje de nuevas normas que ayudan a la regulación de uno


mismo y a la de los compañeros (Martí et al., 1997).

Además de las posibilidades que hemos expuesto, el grupo de iguales

ayuda a canalizar de forma positiva muchas de las dificultades que los

adolescentes pueden tener en el proceso de redefinición de los vínculos con su

familia y a crear nuevos lazos afectivos que enriquecen su vida.

2.1.1.- LAS RELACIONES DE AMISTAD

Las relaciones de amistad adquieren una gran importancia durante

la adolescencia. La amistad se refiere a una relación diádica e implica grados de

comunicación más íntimos que los que se suelen dar en las relaciones más

amplias. Es un vínculo más simétrico y voluntario que el apego, pero, por otro lado,

menos duradero e incondicional. Los lazos de amistad se orientan hacia la

intimidad, la comunicación y el juego, más que hacia un compromiso estable. Tal y


como señala López (1990), podríamos definir la amistad como un vínculo

voluntario, que se mantiene en el tiempo, conlleva afecto e interacciones extensas

e íntimas que exigen reciprocidad.

-36-
Los significados que los adolescentes confieren a sus relaciones de

amistad varían a lo largo del período, así como su organización y diferenciación. La

evolución de las relaciones de amistad se desarrolla de la siguiente forma:

- Al principio de la adolescencia, las relaciones de amistad se

sustentan en la realización de actividades comunes más que en una interacción

diádica entre compañeros. Los amigos y amigas son personas con los que "se

pueden hacer cosas".

- Más tarde, lo que se espera de los amigos es lealtad y confianza.

Hacia los 14 años la mayoría de los adolescentes disponen de un amigo/a en el

que pueden confiar.

- Posteriormente, la amistad será una experiencia más íntima,

relajada y compartida, restringida a número pequeño de personas.

En esta última etapa, aquello que es posible compartir se refiere a afectos,

sentimientos, preferencias, intereses, deseos, ideales, es decir, aspectos que se

relacionan con el propio sistema organizado de afectos, creencias y valores,

sistema que se elabora y reestructura en estas edades. En general, suelen

establecerse relaciones más íntimas con los amigos/as del mismo sexo. En las

chicas esta intimidad se adquiere más rápidamente y suele tener mayor intensidad
emocional que en los chicos (Martí et al., 1997).

Algunas de las relaciones de amistad que se han establecido en este

período han nacido dentro de los grupos que se han ido estructurando a lo largo

-37-
del mismo. Es importante, pues, conocer las formas con las que los adolescentes

se relacionan con sus iguales.

2.1.2.- LOS GRUPOS DE IGUALES

Al igual que las relaciones de amistad, las relaciones grupales

pueden cumplir un papel importante en la socialización de los chicos y chicas

adolescentes. Los sentimientos de pertenencia y vinculación a un grupo parecen

facilitar el proceso de separación de los padres que acompaña al proceso de

redefinición de las relaciones familiares. Asimismo, ofrecen seguridad y protección

frente a situaciones sociales nuevas o desconocidas. Para los adolescentes, el

sentirse aceptados y valorados dentro de un grupo les ayuda a formar su identidad

y a tener una autoestima positiva. Dentro del grupo, los adolescentes pueden

asumir distintos roles y experimentar como inciden sus actuaciones en los otros.

Por otro lado, para algunos adolescentes las relaciones con el grupo suplen las

carencias que tienen en la familia. Los grupos se estructuran de forma diferente a


lo largo de la adolescencia (Martí et al., 1997):

1.- Al inicio de la adolescencia empiezan a formarse grupos

unisexuales, normalmente formados por compañeros o compañeras del centro

escolar. La característica esencial para poder pertenecer a él es la conformidad

con las actividades de ocio que en él se organizan, las formas de vestir y

determinadas actitudes o expresión de valores frente a la realidad. Las primeras

relaciones de amistad surgen dentro de estos grupos.

2.- Un segundo estadio en la estructuración de los grupos implica la

-38-
apertura del grupo inicial a otros de características similares, estableciendo de este

modo relaciones más amplias, relaciones intergrupales.

3.- El tercer estadio implica la formación de grupos heterosexuales

que se conforman porque algunos miembros, considerados líderes, comienzan a

eliminar las restricciones unisexuales impuestas al principio. Suelen ser estos

líderes los que impulsan a los otros miembros a que establezcan relaciones

heterosexuales.

4.- En el cuarto estadio los grupos ya son completamente

heterosexuales se unen porque tienen intereses comunes y comparten valores y

aficiones.

5.- Por último, en la fase última de la adolescencia y principio de la

juventud, los grupos se suelen desintegrar y se forman eventualmente parejas

libremente escogidas. Dentro y fuera de los grupos, los adolescentes establecen y

mantienen relaciones de amistad, más íntimas, con un número reducido de

personas.

El establecimiento de relaciones de pareja forma parte del proceso de

socialización. Pero hasta que llega a constituirse una pareja estable, las relaciones

diádicas con el sexo opuesto ayudan a alcanzar un mayor ajuste emocional y

social. El salir en pareja, aunque ésta no sea la definitiva, puede tener varias

funciones para los adolescentes: el entretenimiento, la intimidad, la

experimentación sexual. Parece que los adolescentes que han tenido varias

relaciones de pareja y se han implicado emocionalmente en ellas alcanzan un

-39-
mayor ajuste con la pareja finalmente elegida. Sin duda, el emparejamiento puede

comenzar en la adolescencia tardía. Aunque algunos hablan de un proceso más o


menos estandarizado (vs. Roy Hopkins, 1987), lo cierto es que las diferencias

culturales son notables.

El proceso de emparejamiento en la juventud española se produce de forma


progresiva. Según el Informe de la Juventud (Navarro y Mateo, 1992) la mayor

parte de los jóvenes españoles mantienen una relación afectiva cuasi estable

antes de los 21 años, y a los 22 la mayoría mantienen un noviazgo formal. Este

dato revela la existencia de un gran desajuste con las edades de incorporación al

trabajo y de emancipación económica de los jóvenes, lo que trae consigo que las

relaciones de pareja se prolonguen cada vez más, al no tener la posibilidad de irse

a vivir juntos y crear un lugar de convivencia propio. Las condiciones sociales

actuales que conducen a los jóvenes a retrasar la constitución de una familia

propia estable, han tenido como efecto paralelo la aceptación social de la

separación entre sexualidad, procreación y relación monógama. Las actitudes de

los jóvenes han variado adaptándose a la realidad social y familiar que se les

impone con una aceptación de las relaciones sexuales prematrimoniales.

2.1.3.- FUNCION SOCIALIZADORA DEL GRUPO DE IGUALES

La importancia del grupo de iguales en la socialización del individuo

fue estudiada por sociólogos y psicólogos durante la primera mitad de nuestro


siglo, como Durkheim (1975), G. H. Mead (1974), Ch. H. Cooley (1909) o el

mismo J. Piaget (1950). Es a partir de los años sesenta hasta nuestros días,

cuando aparecen estudios más cualitativos, que comparan la importancia de los

-40-
grupos de iguales, como contexto socializador, con el grupo familiar (W. W.

Hartup, 1983).

El grupo de iguales puede recibir otros nombres: "grupo de compañeros" o

"grupo de pares" (traducción literal de la expresión inglesa: "peer group"); y

generalmente se refieren a un grupo de la misma edad. Conviene precisar, no

obstante, que el término "grupo" no siempre lo es en sentido estricto, ya que

muchas veces las relaciones interpersonales son esporádicas o poco organizadas;

cuando decimos de la "misma edad", nos referimos a edades similares; del mismo

modo, el término "iguales" no significa siempre igualdad en inteligencia, sexo,

habilidades físicas o en atributos socioeconómicos. He aquí, pues, sus


características generales, señaladas por Aguirre (1994, p. 225): a) sus miembros

tienen la misma o similar edad, y no suelen pertenecer a la misma familia; b) son

considerados iguales desde fuera, aunque existen diferencias entre ellos; c) su

estructura grupal y social es reducida y no siempre está institucionalizada; d)

posee pautas, valores, normas, cultura y símbolos (incluso ritos ceremoniales)

propios y diferenciados; e) sus intereses son inmediatos y de tipo privatista.

Siguiendo el análisis de diversos autores (Hartup, 1980; Perret-Clermont,

1981 y 1984; Coll, 1984; González-Anleo, 1991; Sánchez de Horcajo, 1991;

Díaz, 1991) podemos afirmar que en el grupo de iguales se realiza un insustituible

y diversificado aprendizaje social. Su función socializadora podemos resumirla en

los tres puntos siguientes:

1.- Ayuda a transformar la estructura emocional jerárquica de los

adultos, proporcionando un espacio de mayor libertad; favoreciendo así la

-41-
autonomía del pensamiento mediante la discusión y la crítica. Todo lo cual produce

un efecto liberador de las perspectivas anteriores al agudizar el juicio personal; y

"desvalorizando" en cierto sentido el ambiente familiar.

2.- Convierte las reglas y principios heterónomos en convicciones

propias, interiorizando los conocimientos, normas y valores, rol sexual, por medio

de una adaptación a su propio grupo. Este proporciona al sujeto una nueva fuente

de aprobación y aceptación no adulta. La aprobación y/o rechazo del grupo va a

influir en la autoestima; lo que contribuye directa o indirectamente al desarrollo del


concepto de sí mismo (Mussen, Conger y Kagan, 1969).

3.- Amplía los modelos de identificación que ofrecen los medios de

comunicación de masas. El grupo de iguales presta una función selectiva y

orientadora en relación con la "exposición" del niño ante estos medios. Estos son

valorados según su contribución a la vida social del grupo. La afición a ciertos

medios, programas o personajes depende en gran medida de las corrientes de

opinión del grupo, que suponen un instrumento de prestigio.

Los mecanismos o estrategias de socialización empleados en el grupo de

iguales son parecidos a los utilizados en el grupo familiar y en el grupo educativo

escolar. Con la interacción frecuente, el niño va identificándose con los otros

"significantes" para él, aunque el grado de implicación afectiva puede variar


(Perelló, 1991).

Como apuntaban algunos autores, el papel de lo social en el desarrollo


cognitivo es a menudo aceptado como un postulado (Aguirre Baztán, 1994).

-42-
Aunque la mayoría de los estudios sobre la relación entre iguales se ha centrado
en su influencia socializadora (Coll, 1984), no faltan autores (Perret-Clermont,

1981 y 1984) que amplían esta influencia de la interacción social en la

construcción y desarrollo de la inteligencia. La hipótesis defendida por la Escuela

de Ginebra se centra en el conflicto sociocognitivo: "En ciertas fases del desarrollo,

la acción común de varios individuos -que necesitan la resolución de conflictos

entre diversas centraciones- lleva a la construcción de nuevas coordinaciones"


(Doise, 1990, p. 62). Las investigaciones en este campo implican consecuencias

en la práctica pedagógica, que induce a crear situaciones educativas en las que los
niños puedan enseñarse recíprocamente (Gartner, Kohler y Riessman, 1971).

Comparando la importancia entre el contexto familiar y el contexto entre

iguales, es decir, el grado de influencia que tiene para las posteriores relaciones

sociales del niño, existen diversos puntos de vista: Mayor importancia de las

relaciones con adultos (teoría del Proceso Unico); mayor importancia de las

relaciones niño-niño, como independiente de las anteriores (teorías del Doble

Proceso); o la integración de ambas a modo de un "sinergismo complementario"


(Hartup, 1980; Mussen, Conger y Kagan, 1969; Díaz, 1991). Concretándonos

más en el proceso de socialización, Corsaro y Rizzo (1988) publican un estudio,

donde reclaman la importancia de la cultura de iguales para la socialización del

niño, preservando "la irreductividad y la autonomía de la cultura del grupo de


iguales" (p. 892). Sus tesis básicas son: a) los niños producen su propia

socialización en su grupo de iguales, teniendo un efecto directo cuando interactúan

entre ellos; b) el principal cambio que se produce en los niños es su movimiento

fuera de la familia; en el grupo de iguales, los niños desarrollan el conocimiento y

habilidades necesarias para la vida adulta.

-43-
En este estudio no se resalta suficientemente el papel de la interacción

adulto-niño, ni los efectos directos que los niños tienen sobre los adultos y

viceversa. Por otra parte, el conocimiento social del niño en su contexto de iguales

se vuelve a dirigir frecuentemente dentro de la familia; por lo que pueden surgir

conflictos de socialización cuando el grupo de iguales y el grupo familiar dirigen al


niño unos mismos problemas, pero de distinto modo (Handel, 1990). En la réplica

a esta polémica, Corsaro y Rizzo se defienden diciendo que su objetivo en dicho

estudio era demostrar la importancia de la cultura de iguales para el proceso de

socialización, y que la interacción niño-adulto es crucial para una teoría de

socialización.

Para situar en perspectiva esta polémica, y aclarar ambigüedades en lo que

ambos contextos (familia e iguales) aportan al proceso de socialización, parece


oportuno reseñar las siguientes conclusiones (Handel, 1990): a) las rutinas

culturales son aprendidas, en la larga interacción padres-hijos, antes de que el niño

se integre y participe en los llamados grupos de iguales; b) estas rutinas culturales

se hacen latentes durante los primeros meses, antes de que el niño tenga

capacidad para entender o hacer uso del lenguaje (la socialización es, a veces, no

verbal); c) el grupo de iguales no es el primer grupo donde la socialización de los

niños se produce colectivamente; para la mayoría de los niños, su primer mundo

social es la familia; d) son necesarios estudios de socialización para un mayor

entendimiento teórico sobre las diferencias e interrelaciones de ambos contextos.

2.1.4.- ALGUNOS ESTUDIOS EMPIRICOS ACTUALES SOBRE LA

IMPORTANCIA DEL GRUPO DE IGUALES EN EL PROCESO DE

-44-
SOCIALIZACION

Los amigos y compañeros son cada vez más importantes durante la

adolescencia. Su contribución al desarrollo social del joven puede ser

especialmente importante durante la primera etapa de la misma, cuando están


empezando a aceptar los cambios físicos y emocionales en sus vidas (Crockett,

Losoff y Petersen, 1984). En la mayoría de los casos, el creciente apego hacia los

compañeros no interfiere en sus relaciones con los padres, sino que más bien las
complementa (Hoffman, Paris y Hall, 1996).

Dentro del ámbito español, los resultados de los distintos estudios

confirman la importancia que tiene la relación con los pares para el proceso de

emancipación del adolescente y para su maduración personal, sexual y social


(Fierro, 1985; Ayestarán et al., 1986; Elzo et al., 1994; Serrano y otros, 1994).

En primer lugar, subrayamos los resultados más importantes en el estudio


de la adolescencia vasca. Ayestarán et al. (1986) constatan, en primer lugar, que

la gran mayoría de los adolescentes vascos (77,8%) afirman estar relacionados

con algún grupo de amigos. Pero solamente un 50,2% se sienten valorados en el

grupo de amigos. Esta diferencia es importante, porque expresa un grado elevado

de insatisfacción grupal en el colectivo de los adolescentes. Además, dichos

autores, encuentran que los adolescentes que salen con amigos, comparados con

los que se quedan en casa, tienen mayor equilibrio afectivo (confianza en los

demás, autoestima, optimismo frente al futuro), mayor actividad sexual, mejor

aceptación e integración de la sexualidad en la relación afectiva, mayor

satisfacción con el tiempo libre y mayor interés por la política. Todas estas

-45-
diferencias son estadísticamente significativas a nivel de 0,01. Con este resultado,

concluyen que la participación en los grupos es un factor de equilibrio personal,

sexual y social. En segundo lugar, afirman que los adolescentes que se sienten

importantes en el grupo de amigos comparados con los que se sienten poco

importantes, tienen mayor actividad sexual, mayor satisfacción con el tiempo libre,

mayor interés por la política, mayor tendencia al asociacionismo, mejores

relaciones familiares, mayor satisfacción escolar y una mayor asertividad.

Finalmente, concluyen que el sentimiento de ser más o menos valorado en el

grupo depende de la capacidad del adolescente de afirmarse en el grupo y ésta, a

su vez, depende de la relación que tenga el adolescente con su familia y de su

satisfacción escolar. Además, subrayan que este resultado confirma la expectativa

de que no existe ninguna oposición entre la relación con la familia y la integración

en el grupo de amigos. Al contrario, en el proceso de emancipación, la integración

grupal es la que facilita una buena relación con la familia.

En la misma dirección, Elzo et al. (1994) en su investigación realizada en

España sobre los jóvenes españoles, señalan que la prioridad atribuida a la

compañía de los/as amigos/as en el tiempo libre es coincidente con la cantidad de

amigos/as que dicen tener los jóvenes. La mayoría de los jóvenes (52%) considera

que tiene muchos/as o bastantes amigos/as con los que puede hablar libremente

de los propios sentimientos y de cosas personales; uno de cada tres tiene algunos,

y un 15% de los jóvenes dice tener sólo uno o dos amigos, siendo un colectivo

minoritario de jóvenes el que dice no tener ninguno (3%). Los jóvenes españoles

mantienen una red de amigos/as bastante amplia y un buen nivel de contactos

sociales, lo que sin duda alguna es un factor que influye significativa y

favorablemente en su estabilidad psicoemocional y en su integración social.

-46-
Aunque se aprecia aún la influencia del género en los contactos de los

jóvenes -en la red de amigos/as de las jóvenes predominan las chicas y en la de

los jóvenes los chicos-, las diferencias en los contactos que se mantienen con

amigos del otro sexo además de afectar por igual a ambos colectivos no son

elevadas, por lo que cabe pensar que estos jóvenes están socializados en un

modelo de relaciones menos discriminantes en función del género.

La edad también tiene el efecto esperado en la red de amigos/as de los

jóvenes: a medida que éstos maduran, sus contactos disminuyen, se hacen más

selectivos, y va reduciéndose el círculo de personas con las que pueden hablar

libremente y con confianza. Este es un hecho bastante normal en el proceso de

maduración de los individuos y suele ir reforzado por la presencia, en edades

superiores, de la pareja que introduce cambios en la dinámica de relaciones, y que

normalmente responde y satisface en gran medida las necesidades de intimidad y

confianza del joven.

No obstante, la importancia de los amigos/as en la vida de los adolescentes

no queda de manifiesto únicamente por su presencia en términos cuantitativos,

sino también por el significado que parecen tener para ellos. Prácticamente

equiparados a la familia, y junto con ella, los amigos/as de los jóvenes españoles

hoy configuran el locus referencial primario en su vida cotidiana, y una importante

instancia orientadora en la formación de sus ideas e interpretaciones del mundo. Y

lo son en mayor grado que hace pocos años, en una línea muy acorde con un

repliegue sistemático a los espacios de relación limitados, íntimos y afectivos.

-47-
Para finalizar con la revisión hecha sobre el grupo de iguales, citaremos la
investigación llevada a cabo por Serrano y otros (1994). Dicho estudio desvela

que el nivel de interacciones con sus iguales y el nivel de satisfacción respecto de

las mismas resulta elevado. Destacan la tendencia decreciente en el nivel de

"sociabilidad" de los sujetos en función de la edad, dándose los mayores niveles en

la adolescencia temprana (14-15 años). También, constatan la existencia de

diferencias significativas (p<0,000) entre el nivel de sociabilidad de hombres y

mujeres, siendo bastante más alto en las segundas que en los primeros.

En dicha investigación, los autores hacen una evaluación del nivel de

desviación de las conductas de los sujetos que constituyen el "grupo de iguales".

Sus resultados indican que el nivel de conductas desviadas, por parte del grupo de

iguales de los sujetos encuestados, resulta muy bajo, con promedios cercanos al

límite inferior del continuo. No obstante, se aprecian diferencias significativas

(p<0,000) respecto al nivel de "antinormatividad grupal" de hombres y mujeres que

se dan justo en sentido inverso al de la sociabilidad. De este modo, concluyen que

los hombres tienen una tendencia más alta a interaccionar con grupos de iguales

desviados que las mujeres. Respecto a la comparación entre las distintas zonas de

residencia, las diferencias aparecen entre habitantes de zona rural y los de las

zonas periféricas de las grandes ciudades, que es el grupo en el que se aprecia

una mayor incidencia de interacciones con iguales desviados. Con referencia a la

edad, se constata una tendencia en forma de "U" invertida, de modo que el mayor

promedio de interacciones con iguales desviados se da entre los sujetos de 17

años.

A pesar de que disponemos de muy poco información sobre el adolescente

-48-
árabe, pasaremos a exponer el punto de vista de las investigaciones árabes.

En primer lugar, hay que señalar que en la cultura árabe, y sobre todo en

Palestina, los grupos, sean adolescentes o no, son unisexuales y no existe la

posibilidad de abrirse a grupos heterosexuales debido a la religión que no permite

la mezcla entre sexos. Por consiguiente, las escuelas no son mixtas.

En segundo lugar, en una investigación realizada en Egipto por Fahmí

(1979), sobre la problemática social de los adolescentes árabes, señala que la

primera preocupación del adolescente egipcio, era de encontrar amigos fieles. En


la misma dirección, Aguel (1995) constata que el adolescente saudí echa de

menos de tener amigos en que puede hablar con ellos sobre sus problemas y

preocupaciones.

2.1.5.- EL LUGAR DE REUNION

La práctica de las reuniones y fiestas adolescentes ha

experimentado un cambio radical en las últimas décadas. El clima de desconfianza

y timidez ante los miembros del sexo contrario se ha desvanecido, dando paso a

un mayor número de contactos cada vez más firmes y cordiales entre un gran

número de adolescentes. Estas reuniones, muy corrientes principalmente entre las

familias de la clase media residentes en las zonas suburbanas, por ejemplo, en

Estados Unidos, reciben frecuentemente el aplauso y el estímulo de las madres

que desean frevientemente la integración y la popularidad sociales de sus hijas


(Garrison, 1972). La frecuencia de estas reuniones entre los alumnos de

-49-
escolaridad superior dependerá de las costumbres, nivel de vida, posición social e

intereses peculiares del grupo dado. Los mayores celebran reuniones con más

frecuencia que los menores, lo que, indudablemente, demuestra su mayor

madurez física y social y el deseo de sus padres de facilitarles, al ir avanzando en

edad, el mayor número posible de contactos con individuos del sexo opuesto.

La importancia de la clase social en Estados Unidos, se proyecta

sobre la frecuencia de las reuniones de los adolescentes así como sobre otros

aspectos de sus actividades. Existe un estrecho paralelismo entre las

características de las reuniones intra y extra-escolares y las de las pandillas.

Con dos trabajos, uno parcial y el otro general sobre la población

adolescente española, nos parece suficiente hacer una aproximación al lugar

preferido para celebrar sus reuniones con sus amigos.

Trabajos como el estudio de Ayestarán y otros (1986), señalan que

la "calle" es el lugar de reunión preferido de los adolescentes vascos con respecto

a los diversos lugares de reunión. El siguiente lugar de reunión preferido, aunque a

mucha distancia del primero, es el "colegio". En tercer lugar, los "bares"

constituyen otro lugar de reunión frecuente para los adolescentes, aunque hay un

porcentaje notable de los mismos que los consideran como su última preferencia

(el 37% de los adolescentes los colocan en 4ª o 5ª opción). Estos trabajos

subrayan también que son pocos los adolescentes que consideran la "casa" como

lugar de reunión preferido.

Otros estudios que trabajan con la población adolescentes española

-50-
(Serrano y otros, 1994) destacan el bajo número de sujetos que se reúnen con

sus amigos en su propia casa o en la de uno de éstos, donde se supone, el control

de los padres sobre las interacciones que sus hijos mantienen con su grupo de

iguales podría ser más directo y efectivo. Además, la frecuencia con que los

adolescentes se reúnen en una casa de familia muestra una tendencia en forma de

"U" con respecto a la edad de los mismos, de modo que se observa un máximo en

la adolescencia temprana (14-15 años), un mínimo entre los 16-17 años y un

progesivo aumento a partir de los 18 años. De ahí, consideran a los adolescentes

de 16-17 años como el grupo de más riesgo de interacción con iguales

desadaptados por el mayor "descontrol" familia respecto a dichas interacciones.

2.2.- COHESION COMUNITARIA

No es preciso insistir en la trascendencia del influjo de las fuerzas y

características comunitarias sobre el desarrollo de los adolescentes de ambos

sexos. Es evidente que, con el declive de la influencia rectora de la unidad familiar,

las normas de la colectividad asumen un papel cada vez más importante; por

consiguiente, el individuo llega a enfrentarse en un momento determinado con

problemas para cuya solución no bastan la autoridad o el sentimentalismo, factores

que solventaban casi toda la problemática surgida en el lugar. Ya hace tiempo que
John Dewey (1927) subrayó la importancia del hogar y de la comunidad en la

plasmación del carácter con estas palabras:

"Para que la comunidad conserve toda su autenticidad habrá de

defender a toda costa la libertad de expresión de sus miembros. Eso explica que la

familia y la vecindad, a pesar de sus deficiencias, hayan sido en todo instante los

-51-
factores básicos de la formación, los medios por los que llegan a equilibrarse las

características individuales y por los que se adquieren las ideas que constituyen

las mismas raíces del carácter. Así se explica la posibilidad de una gran

comunidad, en el sentido de una intercomunicación sin restricciones de ninguna

clase. Pero jamás poseerá el cúmulo de cualidades que encierra una comunidad
local" (pp. 211-212).

Nunca podrá lograrse un desarrollo individual y social bien equilibrado en el

vacío. Tampoco se alcanzará bajo un control excesivamente rígido. Hay que

ofrecer al adolescente toda clase de oportunidades de trabar contacto fuera del

hogar y de la vecindad inmediata, de cargar con ciertas responsabilidades y de

favorecer su espíritu de iniciativa para que llegue a un cabal desarrollo de su yo

individual y social.

La comunidad influye de muy diversa manera sobre la conducta y el

desarrollo de los adolescentes. En primer lugar, se caracteriza por unas normas de

conducta que, en cierto sentido, le son peculiares y que se transmiten casi de un

modo inconsciente. En segundo lugar, la comunidad pone al alcance de los

adolescentes toda una serie de respuestas a los problemas en torno de la

conducta, de la moral y de los objetivos de la vida. No sólo les brinda estas

respuestas a través de las distintas instituciones comunitarias, sino que insiste en

su aceptación.

La comunidad constituye, pues, otro factor socializador sobre la

adolescencia. El lenguaje hablado de la comunidad ejerce un profundo impacto

sobre los adolescentes desde su más temprana edad. Las preferencias, los

-52-
prejuicios, los gustos y conceptos del adolescente son, en buena parte,

consecuencia de la influencia de la comunidad a que pertenece. Por lo común, no

se producen fricciones entre el influjo de la familia y de la comunidad, ya que la

mayoría de las familias no son en esencia sino hechuras de la propia comunidad.

Así pues, la relevancia de las variables psicosociales y, en concreto, las

relacionadas con el ámbito social específico del sujeto, son las que aparecen como

relevantes a la hora de analizar la conducta desviada del adolescente. Así, abordar

el estudio de la conducta desviada desde el ámbito social del individuo supone una

perspectiva integradora que evita centrar el problema en aspectos individuales del

adolescente desviado o en procesos macrosociales que, por demasiado

generales, dificultan la comprensión del fenómeno y su determinación.

Consideramos el ámbito social como un conjunto de interacciones tanto

directas como indirectas, que un individuo mantiene con grupos de referencia y de

pertenencia. Los ámbitos sociales poseen unas determinadas características

estructurales y de relación que se definen en función de su tamaño (nº de personas

que componen el ámbito social), su densidad (porcentaje de miembros del ámbito

que mantienen interacciones directas) y de su reciprocidad (dirección de las

interacciones: simétricas o asimétricas).

Dado que los contactos interpersonales dentro del ámbito social pueden

promover tanto patrones de conducta convencional como patrones de conducta

desviada, su estudio resulta fundamental para comprender el modo en que se

generan una gran cantidad de conductas humanas, incluidas las conductas

desviadas.

-53-
Desde el punto de vista evolutivo, el elemento del ámbito social más

importante del individuo durante las primeras etapas de su vida es la familia, y, en

concreto, sus padres. A medida que el sujeto incrementa su nivel de interacciones,

otros grupos sociales, entre los cuales cabría destacar el grupo de iguales y los

vecinos, se van convirtiendo en importantes elementos de su entorno social


(Hirschi, 1969; Otero, Mirón y Luengo, 1991).

Para explicar la importancia que la comunidad puede tener sobre la

determinación de los patrones de conducta de los adolescentes, resulta relevante


la Teoría del Control Social De Hirschi (1969) la cual será estudiada con mayor

profundidad en el capítulo de las conductas antisociales. Dicha teoría subraya el

concepto de vinculación social a instituciones, grupos y conductas convencionales

y, en especial, al grupo familiar. Así pues, la vinculación social actúa sobre el sujeto

alejándole de las conductas desviadas, es decir, a mayor vinculación menor

probabilidad de aparecer comportamientos no convencionales.

El constructo que mejor representa el concepto de la vinculación social es el

de "Cohesión Grupal". La cohesión, ha despertado el interés de los investigadores

de diferentes disciplinas incluyendo la antropología, la biología, la psicología y


sociología (Kellerman, 1981).

Ligando el constructo de cohesión con un término más familiar para los

psicólogos comunitarios, podríamos hacer mención aquí al "sentido psicológico de


la comunidad". Desde la aparición del libro de Sarason (1974), los psicólogos

comunitarios han estado interesados en el concepto de un sentido psicológico de

-54-
la comunidad, el cual hace referencia a un sentimiento de pertenencia, de

membrecía, de implicación personal, de identificación, etc., experimentado en el

contexto de un colectivo con base funcional (grupo) o geográfica.

Sarason (1974) propuso que los psicólogos comunitarios deben

esforzarse, en los campos en los que trabajan, por incrementar el sentido

psicológico de comunidad de los miembros. En los casos que pudiera ser

beneficioso promover un sentido psicólogico de comunidad, será útil

reconceptualizar esta meta como un intento por hacer el contexto más cohesivo.

Por otra parte, parece existir una estrecha relación entre el entorno del

individuo y su sentimiento de comunidad. Podría decirse que algunos entornos

favorecen el aislamiento de las personas y otros su contacto. Son, en la


terminología de Osmond (1957) los ambientes sociófugos y sociópetos

respectivamente. Hay ambientes que favorecen el sentido de pertenencia social y

de comunidad y otros que engendran la desintegración y la alienación sociales


(Little, 1987). Para Alexander (1967) la industrialización y sus consecuencia más

inmediata, la urbanización, desencadenan el repliegue del ser humano sobre sí

mismo, como forma de afrontar el estrés generado por tales fenómenos

contemporáneos. Llegado un momento, el individuo cree en su propia

autosuficiencia. Deja de padecer el "hambre de comunidad", de sentir solidaridad,

pertenencia e integración social.

De ahí que tratemos también de analizar algunas de las características del

ambiente en el que viven los adolescentes, así como su nivel de satisfacción con el
contexto en el que habitan. El estudio realizado en España por Serrano y otros

-55-
(1994) es un buen exponente del tema. A continuación mencionamos algunos de

sus resultados al respecto.

El estudio analiza en primer lugar, los años que la familia del adolescente

lleva residiendo en el mismo lugar. Los resultados reflejan la escasa movilidad de

las familias españolas, puesto que, tomadas en su globalidad, el 71,8% de las

mismas lleva más de 11 años residiendo en la misma zona. Con respecto a los

distintos grupos analizados en el estudio, cabe destacar una mayor movilidad en

las familias de los adolescentes que habitan en los centros de las grandes

ciudades y el hecho de que más de un 41% de las familias que residen en una

zona rural lo lleven haciendo así durante más de 20 años.

En segundo lugar, la investigación expone los resultados relativos al nivel

de satisfacción de los adolescentes con el medio en el que habitan. El grado de

satisfacción media manifestado por los adolescentes con la zona en la que residen,

sobre todo por lo que respecta a la calidad y cantidad de las dotaciones deportivas

y culturales existentes en dicho entorno resulta aceptable, aunque supera en muy

poco la media teórica. Cuando se realizan las pruebas estadísticas de

significación, encuentran diferencias significativas (p<0,000) en el nivel de

satisfacción de los adolescentes en función del sexo de los mismos, de modo que

las mujeres se muestran más satisfechas que los hombres de las condiciones del

entorno en el que viven. Otra comparación interesante es la que se da entre los

diferentes grupos de adolescentes en función de su zona de residencia. En este

sentido únicamente resultan significativas (p<0,01) las diferencias que se

establecen entre el grupo de los que habitan en el centro de las grandes ciudades y

los otros dos grupos considerados. Un último dato que conviene destacar es la

-56-
existencia de una tendencia negativa en la relación entre el grado de satisfacción

de los sujetos y su edad, de modo que a mayor edad se observa una disminución

en el grado de satisfacción manifestado por los sujetos. No obstante, esa

tendencia sólo muestra diferencias significativas (p<0,01) al comparar el grupo de

los adolescentes más jóvenes (14 años) con aquellos de 16 o más años.

Finalmente, dicha investigación analiza la cuestión del grado en que el

adolescente experimenta un "sentido de comunidad/cohesión" con aquellas

personas que constituyen su comunidad vecinal. Los resultados indican que el

adolescente español percibe un nivel de cohesión vecinal satisfactorio. Otro

elemento interesante es el mayor grado de cohesión vecinal formado por los

habitantes de las zonas rurales, que resulta estadísticamente significativo (p<0,01)

cuando se compara con los otros dos grupos considerados. Ninguna de las demás

comparaciones efectuadas presenta tal significatividad.

Respecto al mundo árabe, sólo disponemos del estudio de Aguel (1995),

que dedica un apartado a los problemas sociales con relación a una muestra de

adolescentes saudíes, se constata la preocupación de estos cuando

eventualmente aparecen problemas que pueden poner en cuestión el sentido de la

comunidad y dar lugar a enfrentamientos entre vecinos.

3.- LA ESCUELA

Si hemos hablado hasta ahora del adolescente como individuo y

componente de su familia, debemos preguntarnos cuál es el papel de la escuela en

-57-
relación con el adolescente. Los adolescentes pasan más tiempo en el colegio que

en cualquier otra actividad y los colegios han llegado a ser un medio social

"privilegiado" en el que transcurre la adolescencia. Por el contrario, la influencia de

otras instituciones, como la familia, el lugar de trabajo o la iglesia, se ha reducido.

Esto significa que la responsabilidad del aprendizaje, no sólo de habilidades

académicas, sino también de capacidades vitales no puramente cognitivas, se ha


transferido el ámbito educativo (Moreno, 1986).

El adolescente se enfrenta con nuevas situaciones relacionadas todas, en

mayor o menor medida, con la escuela:

- debe adaptarse a los cambios corporales y desarrollar una aceptación de

sí mismo, tal como aparece físicamente ante él y ante otros;

- debe adaptarse a su propia sexualidad y desarrollar una imagen sexual

que le permita relacionarse con los demás;

- debe comenzar a planificar su vida adulta futura, encontrar una

perspectiva laboral que le procure satisfacción e independencia económica;

- debe encontrar un "yo social" con funciones claras y diferenciadas en la

sociedad adulta;

- debe construir un conjunto de ideas, ideales e interpretaciones del mundo

que le sirvan de guía para su acción.

-58-
Para ayudar a los adolescentes a enfrentarse con éxito a estas tareas, la

escuela debe ser un factor importante en el desarrollo de la capacidad para tomar

responsabilidades, la solución de los propios asuntos y la elección de un programa

vital. Creemos que se deben aprovechar las nuevas capacidades con las que

cuenta el adolescente: su capacidad de reflexión, de teorización, de crítica con

respecto a lo establecido, su afán de independencia. Estas capacidades deben

tener una vía de salida constructiva, teniendo en cuenta la inseguridad y ansiedad


que en determinados momentos pueden acompañarlas (Moreno, 1986).

En nuestra investigación no vamos a tratar ni la calidad de la escuela como

estructura ni el éxito de los sujetos en su currículum académico. Tratamos de las

percepciones que los sujetos tienen de la escuela y la satisfacción que

experimentan respecto a una serie de elementos relacionados con ella.

Es decir, buscamos una medida de ajuste, la percepción del sujeto de

sentirse acogido e integrado en un ámbito que le sirve para complementar sus

necesidades de afiliación e interacción social. En este sentido, lo que nos interesa

no es tanto lo que convencionalmente se entiende como éxito o fracaso escolar,

sino la calidad de la integración en un ámbito donde el sujeto va a vivir años

trascendentales de su vida.

3.1.- LA ESCUELA COMO AGENTE SOCIALIZADOR

En el centro educativo el adolescente mantiene y amplía la interacción

social tanto entre iguales como con otros adultos. Veamos cuáles son la función o

funciones de la escuela como contexto institucional de socialización.

-59-
La escuela, lugar donde permanece el alumno muchos años de su vida,

tiene la función específica de socializarlo al inculcarle los conocimientos,

habilidades, actitudes e intereses, que le puedan proporcionar el desempeño de su

rol social, y tener éxito en la sociedad.

La escuela también tiene una función renovadora de las estructuras

sociales, y contribuye a la movilidad y cambios sociales. La independencia afectiva

de las figuras paternas proporciona al niño otras fuentes de conocimiento e

interacción. Los profesores son, o pueden ser, modelos significativos y

diversificados para el alumno; y proporcionan un espacio para la actividad crítica.

Las experiencias de aprendizaje, donde el niño es uno más entre otros niños; su

ambiente físico y social diferentes, en muchos aspectos, del contexto familiar


(Wells, 1988) pueden ser un marco teóricamente positivo para el niño.

El profesor, como agente socializador, recibe la mayor parte de su eficacia

socializadora del hecho de constituir para sus alumnos un "otro significativo" de

gran importancia y acusada novedad. En esta misma línea hay que considerar su

idoneidad básica para actuar como modelo de comportamiento ante los chicos, y

representar ciertos valores e ideales consagrados por la tradición como integrantes

de la figura del "maestro": autoridad firme, valor del conocimiento, responsabilidad


cívica, cortesía, etc (González-Anleo, 1991).

En la práctica, todos los sistemas educativos tienden a controlar la conducta

futura de los hombres que forman por medio del esquema de valores inculcados.

Esta inducción de valores se puede realizar de diversas formas: 1.- conformando la

-60-
estructura misma del sistema educativo y de la clase o aula a los valores que se

quieren comunicar; 2.- intentando socializar directamente a los alumnos en los

valores considerados como esenciales en esa sociedad; y 3.- organizando

actividades, clubs escolares, asociaciones diversas, etc., que refuerzan el tipo de

socialización deseada.

Finalmente, hay que subrayar el papel de la escuela como contexto

básico de apoyo a la transición adolescente. Lo que queremos resaltar es que,

entre las prácticas educativas, la educación escolar puede por sus especiales

características, ocupar un lugar particularmente relevante en el apoyo a la

transición adolescente; puede constituirse en uno de los contextos vertebradores

de esa transición. En efecto, las prácticas educativas no son sino formas

particulares de interacción, diseñadas precisamente para facilitar a quienes

participan en ellas el acceso a un amplio conjunto de capacidades necesarias para

su desarrollo personal y construirse así en contextos priviligiados de desarrollo. Por

ello, las prácticas educativas son parte fundamental de la mediación social

necesaria para apoyar y orientar el paso de los adolescentes a la vida adulta y su

inserción como miembros plenos de la sociedad. Este papel de apoyo a la


transición adolescente puede ser juzgado, a juicio de Martí et al. (1997), por los

distintos tipos de prácticas educativas en que se ven implicados los adolescentes:

las prácticas educativas familiares, la educación escolar, los programas de

formación laboral y profesional, las prácticas educativas en el ámbito del tiempo

libre, o los procesos de influencia educativa eventualmente ejercidos por los

grupos de iguales o los media. De distintas maneras y a distintos niveles, cada una

de estas prácticas apoya el proceso de adquisición de nuevas y más potentes

formas de aprender, comprender y actuar sobre la realidad, de reconstrucción de la

-61-
propia identidad personal, de adopción de valores y proyectos de vida, etc.; en

definitiva, el proceso por el que el adolescente avanza hacia una conducción cada

vez más autónoma y consciente de la propia vida.

3.2.- LA INTERACCION PROFESOR-ALUMNO

La calidad de la vida escolar depende, fundamentalmente, de las relaciones

que cada alumno establece con sus profesores y compañeros.

El profesor puede desempeñar un importante papel educativo al favorecer

el desarrollo de las competencias evolutivas básicas en las que se fundamenta el


desarrollo posterior de los alumnos (Cichetti y Scheneider-Rosen, 1986;

Cichetti, 1989): a) la construcción de modelos representacionales positivos de uno

mismo y de los demás; b) la motivación de eficacia. Con el término motivación de

eficacia suele hacerse referencia a la motivación del niño para ser competente, por

influir en el entorno que le rodea, a la motivación intrínseca por el logro; motivación

que parece estar estrechamente relacionada con la calidad de las interacciones

que establece con sus profesores desde los primeros años de escolaridad. c) el

desarrollo de las habilidades más sofisticadas que se adquieren en la interacción

con los compañeros.

Una especial significación tiene el papel del profesor en el desarrollo de la

motivación de eficacia; de la que depende la capacidad para orientar la conducta

hacia objetivos y esforzarse para conseguirlos. Este papel adquiere todavía más

importancia en relación a los alumnos que se encuentran en situación de

desventaja; puesto que la indefensión y percepción de falta de competencia que

-62-
suele originar dicha desventaja impide movilizar la energía requerida para el

aprendizaje. Para superar esta dificultad es necesario proporcionarles

experiencias de naturaleza académica que les permitan obtener éxito y


reconocimiento (Díaz-Aguado, 1996).

La desventaja sociocultural de los alumnos dificulta la comprensión del


sistema escolar (Jackson, 1968; Rist, 1970; Rogers, 1982), especialmente en

sus aspectos más sutiles (normas, roles, objetivos implícitos, disciplina, etc.). Para

ayudar a superar dicha dificultad conviene explicitar estos contenidos,

convirtiéndolos en materia de enseñanza a través de una metodología participativa


que permita a los alumnos aprenderlos de forma significativa (Díaz-Aguado, 1986,

1988).

Es necesario diferenciar entre el proceso normal de formación de


expectativas (Brophy y Good, 1974), que surge a partir de la evaluación

adecuada del alumno y que permite al profesor adaptar el currículum a sus


necesidades y posibilidades (Brophy, 1985; Dusek y Joseph, 1983; Meyer,

1985), del proceso de influencia de estereotipos y prejuicios (Dusek y Joseph,

1983; Baron, Tom y Cooper, 1985) que le pueden llevar a infravalorar a los

individuos en desventaja, dificultando la formación de expectativas específicas

adecuadas.

Si las expectativas del profesor hacia los alumnos dependen, como

demuestra la evidencia disponible, de su propia capacidad para enseñarles, la

forma más adecuada y sólida de mejorar sus expectativas hacia los alumnos en

desventaja es mejorando al mismo tiempo sus recursos docentes para favorecer el

-63-
aprendizaje y la motivación de dichos alumnos (Crano y Mellon, 1978; Cooper,

1977; Díaz-Aguado, 1983; Brophy, 1985; Meyer, 1985). En otras palabras, no es

posible lograr la igualdad de oportunidades ni superar las discriminaciones

educativas cambiando simplemente las expectativas del profesor hacia los

alumnos en desventaja, entre otras razones porque dicho cambio sólo puede

producirse realmente si cambia al mismo tiempo y en la misma dirección la

capacidad y motivación del profesor para enseñarles.

El desarrollo de los recursos docentes al que hace referencia el párrafo

anterior es insuficiente si no va acompañado de una definición del papel de

profesor claramente orientada al logro de la igualdad de oportunidades. Para hacer

realidad dicho papel entre alumnos de rendimiento muy diverso es imprescindible

transformar profundamente el desigual protagonismo que dicha diversidad impone


en la mayoría de las clases (Díaz-Aguado, 1996).

3.3.- LA INTERACCION ENTRE COMPAÑEROS

Existe actualmente un gran consenso entre los especialistas en el tema, en

reconocer que la adaptación escolar depende, en buena parte, de las relaciones


que los alumnos mantienen con sus compañeros (Ladd, 1990; Díaz-Aguado,

1986, 1988, 1990, 1996; Parker y Asher, 1987; Kupersmidt y Coie, 1990).

Cuando éstas se establecen adecuadamente proporcionan la principal

oportunidad para desarrollar la competencia social (para que la interacción con los

compañeros se desenvuelva normalmente y permita la competencia social, es

necesario que el sujeto haya desarrollado con anterioridad la seguridad que

proporciona una correcta relación con adultos) y una de las principales fuentes de

-64-
apoyo emocional que los alumnos encuentran en la escuela (Berndt y Perry,

1986). Cuando, por el contrario, los niños son rechazados o ignorados por sus

compañeros, la probabilidad de estrés e inadaptación escolar aumenta


(Díaz-Aguado, 1986, 1988; Asher y Wheeler, 1985).

El rechazo de los compañeros en la escuela no sólo priva al individuo de

experiencias necesarias para su desarrollo, sino que además le expone a

interacciones que contribuyen al establecimiento de conductas y percepciones

negativamente distorsionadas. Probablemente por eso, el rechazo de los

compañeros permite predecir graves problemas de adaptación posterior:


abandono prematuro de la escuela (Kupersmidt, 1983); delincuencia (Roff, 1972;

Roff y Wirt, 1984); alcoholismo (Díaz-Aguado, 1996); suicidio (Stengle, 1971);

perturbaciones que subyacen a la demanda de asistencia psiquiátrica (Cowen et

al., 1973; Roff y Wirt, 1984). El principal riesgo del niño aislado es la privación

socioemocional, la falta de oportunidades para establecer relaciones de amistad y


para adquirir a través de ellas estrategias sociales más complejas (Newcomb y

Brady, 1982; Nelson y Aboud, 1985).

De lo anteriormente expuesto se deduce que reconocer y prever el rechazo

de los iguales sirve para detectar posibles sujetos de alto riesgo y prevenir graves

problemas posteriores a través de una intervención que mejore la competencia

para interactuar con los compañeros. Los estudios experimentales realizados

sobre dichos programas han reflejado que resultan eficaces para eliminar el

rechazo en el 75% de los casos, al desarrollar el conocimiento y aplicación práctica

de los principios que rigen las relaciones sociales: estrecha reciprocidad,

necesidad de expresar aceptación para ser aceptado, así como de compartir el

-65-
protagonismo, importancia de la colaboración, adaptación a los objetivos del grupo
y a la peculiaridad de cada situación (Díaz-Aguado, 1988, 1990, 1991, 1994b).

Finalmente, conviene resaltar el papel prioritario que desempeñan los

compañeros en la formación de la propia identidad, puesto que proporcionan, por

una parte, la mejor oportunidad de la que dispone el sujeto para poder compararse
y evaluar con precisión la propia eficacia (Bandura, 1981); y por otra, activan el

proceso de adopción de perspectivas, como consecuencia del cual se construye


tanto el conocimiento de uno mismo como el conocimiento de los demás (Selman,

1980; Kohlberg, 1969).

3.4.- LA PERCEPCION DE LA ESCUELA EN ADOLESCENTES ESPAÑOLES Y

ARABES

Dentro del ámbito español, existen numerosos trabajos, entre los cuales
cabe destacar, el estudio de Esteban Albert (1985), la investigación de Ayestarán

et al. (1986), y el estudio de Serrano y otros (1994). Por lo general, los

adolescentes se muestran satisfechos con el entorno educativo en los que están

escolarizados.

En el estudio de Esteban Albert (1985) titulado: "La percepción social de la

escuela por los adolescentes", cuando se pregunta sobre la satisfacción con la

enseñanza, aparecen posturas contrapuestas: el 26% está muy satisfecho y el

24% manifiesta estar poco o nada satisfecho. Al separar estos grupos por edades,

se ve que con la edad aumenta el sentido crítico: el 31% de los alumnos entre 15 y

16 años dice estar satisfecho, mientras que entre los 19 y 20 tan sólo el 19% opina

-66-
igual. Lo que más satisface a los alumnos, según este estudio, es la relación con

los compañeros (87%). En cambio, la relación personal con el profesor produce

satisfacción en el 56% de los alumnos, mientras el 50% dice estar satisfecho de su

competencia pedagógica.

En el estudio psicosocial sobre la adolescencia vasca (Ayestarán et al.,

1986) se constata que el nivel de satisfacción con los estudios que realizan

aparece, en general alto, pues cuatro de cada cinco dicen estar satisfechos. Por lo

que respecta al profesorado, se constata que un tercio de la población adolescente

vasca no parece estar satisfecha con su profesorado (34,3%). Aunque sea

realidad que son muchos los condicionantes que intervienen, no por esto deja de

ser un dato a tener en cuenta. Hoy está claro que la satisfacción con el profesor no

sólo influye en el aprendizaje del alumno, sino también en su desarrollo educativo.

En lo que se refiere al papel de los compañeros, encontraron que el 85,6% de los

adolescentes vascos manifiestan sentirse bien con sus compañeros. De todas

formas, aparece un 10,5% que dice estar insatisfecho, a diferentes niveles, con sus

compañeros. Sería interesante, en este sentido, señalan estos autores, conocer

más a fondo los factores que provocan este malestar para poder encontrar

respuestas educativas. También se aprecia que el 80,8% tienen claro la utilidad de

los estudios el día de mañana. Es decir, cuatro de cada cinco estudiantes valoran

como útiles sus estudios. Finalmente, los resultados constatan que más de la mitad

de los alumnos no están satisfechos con las notas obtenidas (58,4%).

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se pone

de manifiesto que las mujeres se encuentran significativamente más satisfechas

en todas las dimensiones analizadas (satisfacción global, con el profesorado, con

-67-
el alumnado, con la programación y evaluación, con la infraestructura y las normas

del centro) que los varones (p<0,000). En cuanto al nivel socio-escolar, los sujetos

de BUP se muestran más satisfechos que los de FP (p<0,000) con la

infraestructura y las normas del centro de enseñanza al que asiste. En el resto de

los temas no se aprecian diferencias significativas. Cuando se consideran el

carácter público o privado de los centros a los que asisten los adolescentes, no se

aprecian diferencias significativas en la satisfacción con respecto a sus

compañeros de aula (p<0,670). En todos los asuntos restantes, el alumnado de la

enseñanza privada se muestra más satisfecho que el de la pública (p<0,000). En

función del lugar donde habitan los sujetos no aprecian diferencias significativas

con respecto a la satisfacción que sienten hacia sus compañeros de aula. En los

casos restantes, los sujetos que viven en las ciudades pequeñas/rurales y los que

viven en la periferia de las grandes ciudades, se sienten más satisfechos que los

que viven en el centro de las grandes ciudades (p<0,000). En cuanto a la edad,

puede decirse que, en general, los sujetos de menor edad (14, 15 y 16 años) son

los que se muestran más satisfechos con respecto a todos los temas y, dentro de

estos tres grupos de edad, los sujetos de 14 años son los más satisfechos con

respecto a todos los demás grupos (p<0,000).

Finalmente, respecto al mundo árabe, disponemos de algunos trabajos y


reflexiones sobre la escuela. En los centros educativos egipcios, Hussein (1973),

constata que la calificación constituye un símbolo y un justificante de haber

aprovechado y rendido en los estudios. Con este planteamiento las notas

constituyen una preocupación constante para alumnos, padres y profesores. Las

malas calificaciones implican "fracaso escolar", preludio de un fracaso social

posterior. Por contra, unas notas "altas" se traducen en éxito, éxito que con

-68-
facilidad se traslada a la vida familiar y a la vida social en general, augurando un

futuro prometedor. Del mismo modo, las buenas o malas notas tienen una gran

influencia en los sentimientos personales de los alumnos, de forma que el fracaso

induce sentimientos de inferioridad que pueden marcar para toda una vida.

También, existe una preocupación por los exámenes y sobre todo los orales. Dicha

preocupación es debida a una serie de factores, entre los cuales se encuentran: la

falta de preparación del alumno para hablar en público; la dureza de los profesores

y el reirse del alumno cuando se equivoque.

En la misma dirección, están las investigaciones realizadas en Jordania,

Siria, Iraq, Egipto, Arabia Saudí y Kuwait sobre la escuela en el mundo árabe. Los

resultados muestran una preocupación por la reforma educativa en busca de

mejorar la calidad y de adecuar la enseñanza a las necesidades de la sociedad

actual. Desde este punto de vista, el desinterés y el fracaso de los estudiantes se


interpreta como inadecuación y fracaso de las instituciones educativas (Aguel,

1995).

Recientemente, otra investigación del mismo Aguel (1995), realizada en

Arabia Saudí, constata la misma preocupación por los estudios entre los

adolescentes.

-69-
CAPITULO II. EXPRESIONES DEL "YO" ADOLESCENTE

Las conductas autorreferidas y/o de expresión del "yo" representan una

porción importante del conjunto de comportamientos de un individuo y contribuyen


a configurar lo que de ordinario se entiende por personalidad (cfr. Fierro, 1991). La

adolescencia es una etapa crucial en el desarrollo y consolidación de la

personalidad del individuo y ello, en gran medida, porque esta etapa representa el

momento, en el proceso evolutivo, en el que las conductas autorreferidas o


"expresiones del yo" se desarrollan y afianzan, pasando de construir un conjunto

de pautas relativamente indiferenciadas (característico de la infancia) a conformar

un complejo entramado conductual en la edad adulta.

De entre todas las conductas autorreferidas o de expresiones del "yo", en


nuestro estudio hemos considerado, al igual que la investigación de Serrano y

otros (1994), tres; a saber: la asertividad, el autoconcepto/autoestima y la

insatisfacción personal. Puesto que son variables expresivas de la realidad

psicológica del adolescente, y además, tienen especial importancia en la

determinación de la conducta del adolescente en general, y de su comportamiento

antisocial o prosocial en particular.

1.- ASERTIVIDAD: CONCEPTO Y DIMENSIONES

El inicio del estudio científico de la asertividad se sitúa en 1949, año en el

que Salter publica su libro "Terapia de reflejos condicionados". No obstante, habrá

-70-
que esperar hasta la década de los años sesenta para que este área de trabajo

adquiera relevancia y empiecen a ocuparse de ella autores de la talla de Wolpe o

Lazarus. El primero en usar la palabra "aserción" es Wolpe en su libro

"Psicoterapia por inhibición recíproca". A mediados de los años sesenta aparece el

"entrenamiento asertivo" como una técnica más de la terapia de conducta, en el


libro de J. Wolpe y A. Lazarus, "Técnicas de terapia de conducta" (1966). En lo

que concierne al ámbito infanto-juvenil, todavía sería necesario esperar hasta

mediados de los setenta para que, como consecuencia de los primeros intentos de

aportar evidencia empírica en relación con el supuesto de que la prevención podría

ser más prometedora que la terapia, algunos autores comenzaron a dar a conocer

programas de tratamiento preventivo y datos relativos a los efectos generados por

el entrenamiento sistemático en habilidades sociales a niños y adolescentes


(Albertí, 1977; Alvarez et al., 1990; Goldstein, Sprafkin, Gershaw y Klein,

1989; Hersen y Eisler, 1976 o Michelson, Sugai, Wood y Kazdin, 1987).

En la literatura al respecto, el término "asertividad" con frecuencia ha

sustituído, y a veces confundido con otros; especialmente con la expresión

"habilidades sociales". Sin duda, ambos conceptos presentan elementos comunes

pero preferimos mantener el término "asertividad" por su mayor concreción y

operatividad en su medida.

No hay una definición universalmente aceptada de la conducta asertiva. No


obstante se ha tratado de definirla en numerosas ocasiones (Libet y Lewinshon,

1973; Rimm y Master, 1974; Rich y Schroeder, 1976; Wolpe 1977; Alberti y

Emmons, 1978; McDonald, 1978; Brown, 1980).

-71-
Así pues, un grupo de psicólogos y educadores (Alberti y otros, 1977) se

reunieron en 1976 y establecieron unos "Principios para la práctica ética del

entrenamiento asertivo". Dentro de estos principios proponen la siguiente

definición de la conducta asertiva:

"Se define la conducta asertiva como ese conjunto de conductas,

emitidas por una persona en un contexto interpersonal, que expresa los

sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de esa persona de un modo

directo, firme y honesto, respetando al mismo tiempo los sentimientos, actitudes,

deseos, opiniones y derechos de la(s) otra(s) persona(s). Esta conducta puede

incluir la expresión de emociones tales como ira, miedo, aprecio, esperanza,

alegría, desesperación, indignación, perturbación, pero en cualquier caso se

expresa de una manera que no viola los derechos de los otros. La conducta

asertiva se diferencia de la conducta agresiva en que ésta, mientras expresa los

sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de una persona, no respeta


estas características en los otros" (p. 367-368).

Desde estas primeras aportaciones, ha habido diversos investigadores que

se han interesado por la conducta asertiva, proponiendo diversos enfoques y


modelos en el estudio de la misma (Lazarus, 1973; McFall, 1976; Alberti y

Emmons, 1978; Rathus, 1979; Hornean y Henderson, 1983; etc.).

La asertividad no es un "rasgo" de las personas. El individuo no es

"asertivo" o "no asertivo", sino que un individuo se comporta asertivamente o

no-asertivamente en una variedad de situaciones. Un sujeto puede desarrollar una

conducta asertiva en una serie de situaciones mientras que en otras su conducta

puede calificarse como no-asertiva.

-72-
Aunque la gran mayoría de los cuestionarios diseñados para medir la

asertividad tratan de hacerlo como si se tratase de una característica unitaria de las

personas (salvo excepciones, como el "cuadro de autoevaluación de la aserción"

de Galassi y Galassi, 1977), lo cierto es que la asertividad se compone de varias

dimensiones. Las dimensiones exactas que abarca la asertividad y que la agotan

están todavía por establecerse. Sin embargo a nivel práctico el entrenamiento

asertivo ha tenido que considerar diferentes dimensiones a la hora de entrenar a


los sujetos con problemas interpersonales. La clasificación realizada por Lazarus

(1973) en base a su experiencia clínica ha sido ampliamente utilizada llegado el

momento del entrenamiento con pacientes. Aunque su origen no es experimental

ha habido últimamente algunos estudios que han confirmado una parte de esta
multidimensionalidad de la conducta asertiva (Lorr y cols., 1979, 1980, 1981). Las

cuatro dimensiones propuestos por Lazarus (1973) son:

a) La capacidad de decir NO.

b) La capacidad de pedir favores o hacer peticiones.

c) La capacidad de expresar sentimientos positivos y negativos.

d) La capacidad de iniciar, continuar y terminar conversaciones

generales.

Estas cuatro dimensiones conductuales parecen ser independientes unas

de otras, de modo que el entrenamiento en una de ellas no influye en las otras;

-73-
además la conducta de un individuo puede poseer una o varias de estas

dimensiones de forma correcta, siendo deficiente en las otras dimensiones


restantes. Caballo (1983) considera esta clasificación de la conducta asertiva

como la más práctica a la hora del entrenamiento asertivo y aunque su origen no

es experimental parece que se acerca mucho o lo que el constructo de la

asertividad comprende.

Con objeto de ilustrar el tipo de conductas que, para la mayoría de los

autores del campo, podrían ser caracterizadas como asertivas, presentamos una

"taxonomía resumen" de los componentes conductuales de la asertividad


(Rodríguez, 1985, 1991).
DIMENSIONES AUTORES

A.- ASERTIVIDAD POSITIVA:


1.- Pedir favores......................... Lazarus; Rimm y Masters; Gay y cols.;
Furnham y Henderson.

2.- Iniciar y/o mantener contactos sociales....................................


Lazarus; Gay y cols.; Gambrill y Richey; Lorr
y cols.; Furnham y Henderson.

3.- Expresar emociones positivas (amor, afecto, admiración, amistad,


etc.).......... Lazarus; Galassi y cols.; Gay y cols.; Gambrill
y Richey.

4.- Expresar las propias opiniones........


Rimm y Masters; Gay y cols.; Lorr y cols.

B.- ASERTIVIDAD NEGATIVA:


1.- Negarse a peticiones no razonables... Lazarus; Rimm y Masters; Gay y cols.;
Gambrill y Richey; Lorr y cols.; Furnham y
Henderson.

2.- Expresar emociones negativas (ira, insatisfacción, aburrimiento, Lazarus; Galassi y cols.; Gay y cols.; Gambrill
etc.)........ y Richey; Furnham y Henderson.

Galassi y cols.; Rimm y Masters; Gambrill y


Richey; Lorr y cols.; Furnham y Henderson.
3.- Discrepar de las opiniones de los demás.......................................

Gay y cols.; Lorr y cols.; Furnham y


4.- Defender los derechos personales..... Henderson.

-74-
Así pues, según la mayoría de los autores el individuo asertivo es alguien

que suele defenderse bien en sus relaciones interpersonales, está satisfecho de su

vida social y tiene confianza en sí mismo. Este tipo de individuos es expresivo,

espontáneo, seguro y capaz de influenciar y guiar a los otros. Las personas que se

comportan de una manera más asertiva experimentan un mayor sentimiento de

bienestar; y, en este sentido, son personas libres de ansiedad. Por otra parte, el

comportarse de una manera más asertiva hará que el sujeto sea más capaz de

lograr recompensas sociales significativas; así, el individuo asertivo está a cargo

de sí mismo en las relaciones interpersonales, se siente capaz, es espontáneo en

la expresión de los sentimientos y emociones y, por lo general, es alguien bien

considerado y admirado por los demás.

Pasando a la relevancia y significación de la asertividad en la adolescencia,


en la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se constata que

la media de las puntuaciones en asertividad es muy parecida a la encontrada en

otros estudios realizados con muestras de sujetos similares (Rodríguez, 1985), e

indica un nivel de asertividad satisfactorio. Respecto a las diferencias entre los

grupos elaborados teniendo en cuenta las variables de interés en el estudio, la "t"

de Student se mostró significativa (p<0,000) en las tres comparaciones que se

llevaron a cabo, de modo que se aprecia un nivel significativamente más alto de

asertividad en los hombres con respecto a las mujeres, en los alumnos de

bachillerato y COU frente a los de formación profesional y en los que asisten a un

centro privado con respecto a los que asisten a un centro público.

-75-
2.- AUTOESTIMA

2.1.- EVOLUCION Y DELIMITACIONES

Dentro de las conductas autorreferidas, a su vez destaca el subconjunto de

las conductas cognitivas, de los procesos psicológicos internos referidos al propio

sujeto. La denominación genérica más difundida para designar de manera global

esos procesos ha sido tradicionalmente la de "Self" o "Sí mismos", entendidos

como "concepto de sí mismo". El "sí mismo" aparece entonces como un sistema

de autoesquemas, que surgen como generalizaciones sobre sí mismo derivadas

de las repetidas generalizaciones y evaluaciones de la propia conducta; los

autoesquemas son de gran complejidad y magnitud; son activados con mucha

frecuencia; se hallan fuertemente integrados o conectados entre sí; y tienen


importantes repercusiones y lazos afectivos. Markus y Sentis (1982) llegan a

afirmar que la estructura del "sí mismo" no sólo es diferente de otras estructuras

cognitivas, sino que constituye propiamente la estructura central en todo el

procesamiento de información que el sujeto lleva a cabo.

Así pues, "concepto de sí mismo" equivale a "autoconocimiento", tal y como


señala Fierro (1991), entrando en éste toda clase de actividades y de contenidos

cognitivos: no sólo conceptos propiamente como tales, sino también perceptos,

imágenes, juicios, razonamientos, esquemas mnésicos, etc. Los juicios acerca de

uno mismo constituyen probablemente la organización cardinal de todo ese

sistema de autoconocimiento. En ellos cabe diferenciar, cuando menos, dos clases

de juicios: descriptivos y evaluativos. Los descriptivos se refieren a cómo somos de

hecho: con tal edad, sexo, profesión y/o rol social, características físicas, modos de

-76-
comportamiento, lazos sociales, etc. Los juicios evaluativos conciernen al aprecio

o valoración que nos merece cada una de nuestras características así descritas.

Seguramente los juicios autodescriptivos van siempre acompañados de juicios

evaluativos. Todos los enunciados relativos a nosotros mismos llevan consigo,

más o menos intensas, connotaciones de valor.

Dentro del sistema del autoconcepto, seguramente es la evaluación de la


autoestima la que aparece más fiable y válida (Wylie, 1974), con el añadido,

incluso, de que muchos de los que se presentan como estudios y/o como

instrumentos de evaluación del autoconcepto lo son propiamente de la autoestima


(cfr. García Torres, 1983). La autoestima suele entenderse relativa sea a distintos

ámbitos determinados -por ejemplo, imagen corporal o representación de

determinadas capacidades propias-, sea a la globalidad de la propia persona,

juzgándose más fiablemente medible aquella que ésta. En todo caso, se la

considera claramente susceptible de medida a lo largo de un continuo cuantitativo,

donde el sujeto se valora más o menos a sí mismo en una dimensión específica o

global.

En el presente estudio, por autoestima va a entenderse la dimensión

valorativa del autoconocimiento, es decir, el conjunto de juicios autoevaluativos de

las personas. Se trata, pues, de una autoestima global.

En la investigación correlacional, la autoestima aparece vinculada a otras

variables psicológicas. Medidas con diferentes instrumentos, se ha encontrado

positivamente asociada al cociente intelectual, al rendimiento escolar y a la


ejecución en tareas cognitivas (Coopersmith, 1967), al lugar interno de control

-77-
(Gordon, 1977), a la adaptación (Gondra, 1975); y en correlación negativa con la

ansiedad, la depresión y la indefensión (Moyal, 1977).

El autoconcepto, en general, y la autoestima, en particular, conocen un

curso evolutivo. Inicialmente más bien indiferenciados, sólo globales, poco a poco
van haciéndose diferenciados y complejos (Brim, 1976). En ese desarrollo

evolutivo, la adolescencia marca un hito importante en el cual autoconcepto y

autoestima pasan a ocupar un lugar central en la construcción de la propia

identidad. En particular, los adolescentes, chicos y chicas, se muestran

singularmente preocupados por todo lo concerniente a su propio cuerpo, a sus


caracteres físicos, sexuales, y a su atractivo para el otro sexo (Clifford, 1971;

Gallagher y Harris, 1976).

2.2.- AUTOESTIMA Y ESCUELA

El tema de la autoestima se ha estudiado ampliamente en el período de la


infancia (Frías, Mestre y Del Barrio, 1990). Los estudios en niños pequeños

muestran que el estilo de crianza de los padres durante los tres o cuatro primeros

años determina la cantidad de autoestima inicial del niño. A partir de estos

primeros años de vida otras variables familiares, escolares y sociales interactúan


en el desarrollo de este constructo (Mackay & Fanning, 1991).

En la preadolescencia y adolescencia adquiere dicho tema un especial

interés debido a la transición que el niño sufre desde la infancia a la adquisición de

un rol adulto. Durante ese período se producen una serie de cambios, de

responsabilidades y competencias que el joven tiene que afrontar y que pueden

-78-
generar estados de inestabilidad emocional (Oster & Caro, 1990; Nottelmann,

1987; Widdicombe, 1988; Kazdin, 1989; Kovacs, 1989).

La investigación sobre el autoconcepto y la escuela ha sido muy fructífera


debido a la importancia de tal contexto en la población infantil (Byrne, 1984).

Según Lorr y Wunderlich (1986) la autoestima está en función de las

sensaciones de competencia y eficiencia y de las valoraciones percibidas de los

otros significativos. Además, la incompetencia social se ha mostrado como una


variable relacionada con la depresión infantil y los problemas emocionales (Asher

y cols., 1984; Blechman y cols., 1986). Los estudios de Battle (1980, 1987a,

1987b, 1988) que avalan la relación entre autoestima y la depresión, demuestran

que la autoestima afecta al rendimiento, a la conducta, a la interacción con los


demás y a la salud mental (Battle, 1987a).

En general, las investigaciones han encontrado diferencias entre el grado

de autoestima y el logro académico. Los datos señalan una relación entre baja

autoestima y bajo logro académico, estando además relacionados el fracaso

escolar y la depresión. Así, tanto si se piensa que la causa de la baja autoestima,

depresión y helplessness es el ambiente escolar ya que plantea al niño exigencias

inadecuadas para sus capacidades, o, por el contrario, es la depresión y la baja

autoestima las que conducen al bajo rendimiento y a la falta de concentración, la


depresión, el fracaso y la autoestima están asociados (Mestre, V., Frías, D.,

1996).

La literatura apoya una relación directa entre el autoconcepto del niño,


afectividad adecuada, conducta y ejecución académica (González, Núñez y Valle,

-79-
1992). Así, los estudiantes exitosos se caracterizan típicamente por una

autoconfianza, autoaceptación, competencia personal y ajuste emocional (Burns,

1990). No hay que olvidar que el rendimiento escolar constituye el principal sector

de la ejecución del niño y el marco fundamental desde el que los adultos y él

mismo configuran un juicio acerca de sus capacidades.

La disminución de la autoestima que caracteriza a la adolescencia,


principalmente en sus componentes físico y académico (Mestre y cols., 1992)

junto con el aumento de la sintomatología depresiva que ello conlleva, sugiere la

necesidad de una intervención temprana sobre este constructo que ayude a una

prevención de problemas emocionales y a una mayor estabilidad en los

adolescentes.

Los cambios rápidos que aparecen entre la infancia y la preadolescencia

hacen necesario tener en cuenta el factor edad en cualquier programa

psico-educativo orientado a dicho nivel evolutivo. Resulta imprescindible

diferenciar entre los cambios puramente madurativos y aquellos que son el

resultado de una intervención dirigida, así como tener en cuenta en qué edad
resulta más eficaz actuar sobre un constructo psicológico determinado (Mestre et

al., 1996).

2.3.- ESTUDIOS EMPIRICOS SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA

EN EL DESARROLLO DEL ADOLESCENTE

De los múltiples estudios que ha generado esta dimensión, sólo

reseñaremos a título de ejemplo algunos de los más recientes que ejemplifican

-80-
perfectamente la implicación de la autoestima en el desarrollo del adolescente.

Así, Zimmerman, MA.; Copeland, LA.; Shope JT.; y Dielman, TE.

(1997), utilizando una muestra de 1160 adolescentes (hombres y mujeres) a lo

largo de 4 años, escolarizados y con edades entre 12 y 16 años, pretenden

identificar las trayectorias de la autoestima entre los adolescentes que cursaban de

6 a 10 grado. Los resultados desvelan que las mujeres y los adolecentes

tempranos puntuan más bajo que los hombres y la adolescencia tardía en la

autoestima.

Otro estudio longitudinal a lo largo de 4 años realizado Chubb; Fertman CI.

y Ross JL. (1997) con una muestra de 174 adolescentes de 15 años (estudiantes

de 9 grado en 1989) pretende constatar dos cuestiones: Por un lado, si la

autoestima y locus de control en la adolescencia americana cambia durante los

años de la escuela superior, y por otro si existen diferencias según el sexo. Los

resultados indican que las mujeres presentan una puntuación más baja que los

hombres en la autoestima. Además existe una interacción entre el grado y el sexo.

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se

constata que al igual que en otros estudios realizados con muestras similares, la

media en la puntuación en autoestima obtenida con la escala de Rosemberg es

ligeramente superior a la media teórica y se corresponden con una evaluación

positiva de sí mismo. Ello permite afirmar, con otros autores, que la pretendida

generalidad y gravedad de la crisis de identidad en los adolescentes es algo que se

ha exagerado sobremanera y que no se corresponde con la realidad de la mayoría

de estos sujetos. Una vez más, encuentran que las mujeres puntúan más bajo que

-81-
los hombres. Estos autores, creen que las pautas de socialización femenina,

derivadas del rol "clásico" asignado a las mujeres en España, tiene mucho que ver

con sus déficits en autoestima.

En función de los datos, el grupo de los sujetos que cursan sus estudios de

BUP o COU en un centro privado aparece con mayor capacidad de expresión y

defensa de su propio yo y, además, mayor nivel de satisfacción y autoestima

personales. Estas diferencias se deben a los diferentes ambientes

socioeconómicos y culturales en los que se socializan la mayoría de los sujetos de

cada grupo. Cabría inferir, pues, que el hecho de que un individuo se haya

socializado en un ambiente sociocultural más elevado y en una familia que disfrute

de una situación económica desahogada redundará de forma positiva en su

capacidad de manifestar conductas expresivas del yo y/o

autorreferentes.

Respecto al mundo árabe, sólo disponemos de los estudios de El-Hachmí,

A. (1992); Aguel (1995), que dedican cada uno un apartado a los problemas

psicológicos que afectan al adolescente. Ambos constatan la existencia de

problemas yoicos entre un pequeño grupo de adolescentes y jóvenes. Además

subrayan que la causa más frecuente es la auto-conciencia de las debilidades,

defectos y fracasos personales. Las decepciones de toda clase, los obstáculos

imprevistos y el sentimiento de culpabilidad constituyen, con la autoconciencia, las

causas fundamentales de los estados de inquietud y de depresión.

-82-
3.- FRUSTRACION SOCIAL (INSATISFACCION PERSONAL)

Después de prestar atención a la asertividad y a la autoestima, vamos a

considerar una faceta de la adolescencia, que hemos denominado "Insatisfacción

Personal" y que se refiere al grado de malestar que el sujeto declara, en relación

con distintas dimensiones de la vida social y personal en que se encuentra.

La inclusión de esta variable en nuestro trabajo, tomada de Serrano y

otros (1994), se debe a la importancia de la satisfacción personal y éxito social en

el proceso de desarrollo evolutivo del adolescente.

La definición operativa de la insatisfacción viene determinada por la

diferencia existente entre la importancia que para cada adolescente concreto

poseen esas dimensiones por las que se le pregunta y el grado en que ha

conseguido alcanzar el objetivo deducible de tal importancia. En cierto modo,

también significa una forma de frustración social, ilustrativa de hasta qué punto el

individuo se encuentra "realizado" en facetas de indudable trascendencia para él.

En el estudio de Serrano y otros (1994), se muestra que las puntuaciones

medias de insatisfacción personal resultan relativamente bajas. Los análisis

diferenciales arrojan algunos resultados de interés. Las mujeres expresan una

insatisfacción superior a los varones (p<0,000). Los sujetos de centros públicos

puntúan más alto que los de centros privados (p<0,001). Por lo que toca a los

grupos de edades, el análisis de varianza muestra diferencias globalmente

significativas (p<0,000) y una tendencia gradualmente creciente hacia mayor

insatisfacción. A nivel de grupos concretos, las diferencias se establecen entre el

-83-
grupo de 14 años y los de edades superiores. Finalmente, se ha realizado un

análisis de regresión múltiple, tomando la insatisfacción personal como una

variable criterio y como predictoras todas aquellas utilizadas en la investigación,

sobre las que pudiera establecerse hipótesis probables de asociación; en total, 20

variables. El análisis de regresión no ofrece una varianza explicada muy alta

(19%). De todos modos, el coeficiente de determinación múltiple indica una

asociación predictiva, clara entre la insatisfacción personal y las variables de la

ecuación resultante. Ante todo, señalar la presencia de la autoestima y la

asertividad, ambas, como es lógico, con signo negativo. Estas tres variables son

muy cercanas, muy "yoicas" y, posiblemente entre ellas exista una interacción

determinativa. También aparece en el conjunto los contextos de socialización

relevantes: la familia, la escuela y el grupo de amigos, expresado por las variables

apoyo paterno y materno, satisfacción escolar y sociabilidad. Quiere decirse que

cuando la situación en estos contextos es positiva, probablemente los

adolescentes se encuentren psicológicamente mejor y más satisfechos.

-84-
CAPITULO III. CONDUCTAS DESADAPTADAS

1.- CONDUCTAS ANTISOCIALES: TEORIAS Y FORMULACIONES

Desde el punto de vista social, con el término delincuencia quiere

expresarse una conducta nociva para el bienestar de la sociedad. Esta definición,

sin embargo, no llega a precisar unos límites bien definidos. En realidad, la

delincuencia juvenil constituye un término legal. En la mayoría de los estados, el

delincuente juvenil es un individuo que no ha cumplido los 18 años acusado de


violación de la ley. En este sentido, puede comprenderse fácilmente que la

inmensa mayoría de los adolescentes "difíciles" no podrán ser incluidos

oficialmente en la categoría de delincuentes juveniles. En un sentido más amplio

del vocablo, nuestras escuelas y otras instituciones sociales han de enfrentarse

con toda la inmensa gama de adolescentes "difíciles", incluyendo en ellos los que

normalmente se consideran como delincuentes.

De un modo u otro, y a pesar de la falta de clarificación conceptual, la

explicación de las conductas antisociales ha generado una enorme cantidad de

literatura científica. Las teorías del Control Social, la teoría de la Asociación

Diferencial, las teorías del Aprendizaje Social, y la teoría del etiquetado o

formulaciones más generales, ofrecen elementos conceptuales y un notable apoyo

empírico para dar cuenta, en buena medida, de ellas.

A continuación, vamos a exponer dichas teorías:

TEORIAS DEL CONTROL SOCIAL. Parten de la base de que en todo

-85-
individuo existe un impulso o motivación natural hacia la transgresión, impulso que

debe contrarrestarse en el proceso socialización por medio de los mecanismos de

control. Estos mecanismos de control serían, básicamente, de dos tipos: control

social externo y control interno o autocontrol.

El modelo de la contención de Reckless (1967) y la teoría del control social

de Hirschi (1969) mantienen un planteamiento de base similar, que, de acuerdo


con Alvira y Canteras (1986), podría sistematizarse como sigue:

A.- Las tensiones o motivaciones que impulsan a transgredir las normas

existen en todas las personas.

B.- Los controles (el grado de control), en cambio, varía de una persona a

otra.

C.- Estos controles son externos e internos, siendo más importantes los

internos.

D.- El control interno es el resultado de un adecuado proceso de

socialización, de modo que, en gran medida, un proceso de socialización

defectuoso es el "responsable" de la delincuencia.

El Modelo de la Contención de Reckless (1967). Analiza la naturaleza y

características de ambos tipos de control. Reckless establece que el factor

determinante tanto en la conformidad como en la desviación es el grado en que a

la persona se le ha prohibido (o se prohibe a sí misma) la realización de actividades

contrarias a las normas. Esta prohibición o control procede de dos fuentes: el

mundo social inmediato al individuo (control o contención externa) y el propio

individuo (contención interna).

-86-
El control externo se refiere a la habilidad de los agentes sociales para

adecuar la conducta del individuo dentro del rango de normas y expectativas

valoradas socialmente, y se consigue por medio de tres mecanismos

fundamentales: refuerzo, presentación de roles adecuados, e inducción a la

internalización de las normas.

El control interno es la habilidad de una persona para adecuarse a las

normas por medio del autocontrol, autocontrol que consta de cuatro componentes

básicos: autoconcepto favorable, orientación de metas convencional, tolerancia a

la frustración, y aprendizaje de las normas.

Tendremos, entonces, que el control social afecta la conducta del individuo,

en primer lugar, a través del uso del poder, es decir, de la aplicación de sanciones y

de las presentaciones de conductas socialmente adecuadas.

El modelo de Reckless (al igual que todas las formulaciones de los teóricos

del control social) está, pues, más enfocado a explicitar los mecanismos que

inhiben la desviación que a explicar los factores que las causan. Es decir, es una

teoría del desarrollo de la conformidad, en donde la desviación es considerada

como un fracaso de los mecanismos encargados de conseguir la vinculación del

individuo con la sociedad convencional.

LA TEORIA DEL CONTROL SOCIAL DE HIRSCHI (1969). Pone el acento

en las interacciones y dependencias del individuo con los distintos agentes

sociales para explicitar cómo se adquiere éste. Hirschi define la desviación como

-87-
intrínseca a la naturaleza humana, y afirma que es la conformidad la que debe ser

explicada.

Esta conformidad se logra a través del proceso de socialización, proceso

que tiene como objetivo la formación de un vínculo entre el individuo y la sociedad.

Es decir, un concepto básico de esta teoría es que existe un sistema de valores y

una organización social encaminados a promover conducta acorde con las leyes.

Los 4 elementos principales, postulados por Hirschi, en los que se asienta la

conducta convencional son: apego, compromiso, involucración y creencias.

Cuanto más intenso sea cada uno de estos elementos de vinculación social
menos probable será la delincuencia. En palabras de Hirschi (1969, p. 94):

"Cuanto más fuertemente esté el niño vinculado a sus padres, y más

comprometido con las expectativas y actividades convencionales, mayor será su

tendencia a conformarse a las normas del sistema legal ampliamente

considerado".

Es decir, los delincuentes serían individuos pobremente socializados que no

alcanzan éxito social, no desarrollan compromiso con proyectos legítimos, ni

apego a otros convencionales, y, por tanto, fracasan en la adopción de las

creencias de la sociedad. Por ello, cuando se les presenta la oportunidad de

involucrarse en actividades desviadas lo hacen, dado que no han alcanzado una

situación de conformidad, esto es, no tienen vínculos sociales que inhiban tal

conducta.

-88-
"Los actos delictivos se producen cuando la vinculación del individuo con la
sociedad es débil o está rota" (Hirschi, 1969, p. 16).

En principio, los cuatro componentes de la vinculación social propuestos

desde esta teoría serían igualmente importantes, y mantendrían una estrecha

relación entre sí, de tal modo que de la ruptura de uno resultaría el debilitamiento

de los otros.

En cualquier caso, consideramos que las teorías del Control Social, y,

concretamente, el modelo de Hirschi ha supuesto una aportación relevante a la

explicación de la conducta delictiva de los jóvenes.

Tal vez el punto más debil del modelo esté en la afirmación de que los

vínculos afectivos conducen, en todos los casos, a la conformidad, dado que este

supuesto deja fuera la incidencia de la vinculación a otros desviados como factor

"causal" de la propia conducta desviada.

Es en la importancia de estas "otras" vinculaciones en lo que se basa,

precisamente, la Teoría de la Asociación Diferencial.

TEORIA DE LA ASOCIACION DIFERENCIAL DE SUTHERLAND.

Plantea que la conducta criminal se aprende del mismo modo que cualquier otro

tipo de conducta, en interacción con los grupos primarios en un proceso de

comunicación. Dicho aprendizaje incluye por una parte, técnicas o habilidades

para cometer delitos, y por otra, motivos, impulsos, actitudes y racionalizaciones

que permitirán la posterior conducta criminal.

-89-
El sentido, la dirección de los motivos e impulsos, se aprende como

favorable o desfavorable a la ley.

Un individuo se involucra en actividades delictivas debido a un

exceso de definiciones favorables a la violación de la ley en relación a las

definiciones desfavorables a dicha violación.

Es decir, desde esta perspectiva se asume que el delincuente lo es

porque ha sido socializado en una subcultura delictiva. Ha aprendido e

interiorizado normas delictivas, y participa de este tipo de subcultura, de modo que

su conducta se explica al igual que se explica la conducta de una persona


socializada en una cultura convencional (Alvira y Canteras, 1986).

El propio Sutherland ha señalado que:

"El desarrollo de la conducta criminal es el resultado del mismo

proceso de aprendizaje que lleva al desarrollo de la conducta de un banquero, una

camarera o un doctor. Es el contenido del aprendizaje y no el aprendizaje en sí

mismo el elemento significativo que determina si uno se convierte en un


delincuente o no" (Sutherland, 1955, p. 58).

Tal vez una de las principales debilidades de este modelo, y también de la

teoría de Hirschi, sea que, a pesar de la importancia que conceden al proceso de

socialización y al aprendizaje de la conducta en los grupos primarios, no

determinan clara y específicamente los mecanismos por los que este aprendizaje

-90-
se produce.

Esta es una tarea que abordan las Teorías del Aprendizaje Social.

TEORIA DEL APRENDIZAJE SOCIAL Y CONDUCTA DESVIADA. EL

MODELO DE AKERS.

La Teoría del Aprendizaje Social desarrollada por Akers y sus


colaboradores (Burgess y Akers, 1966; Akers, Krohn, Lanza-Kaduce y

Radosevich, 1979) es un intento de integrar la Teoría de la Asociación Diferencial

de Sutherland con las teorías del condicionamiento operante (Skinner, 1953) y el

aprendizaje observacional (Bandura, 1973).

Estos autores señalan que su teoría "forma parte de un movimiento hacia la

incorporación del conductismo moderno en la teoría sociológica".

Los presupuestos de partida de este modelo establecen que la conducta

social se desarrolla en base a una serie de procesos que incluyen el modelado o

imitación de la conducta de otros, el refuerzo diferencial, y la evaluación que

realizan los otros significativos de las conductas como buenas o malas.

El mecanismo primario de aprendizaje de la conducta social es el

condicionamiento operante (instrumental), en el que la conducta depende de los

estímulos precedentes y de las consecuencias que la siguen. El otro mecanismo

fundamental de aprendizaje es la imitación. La conducta social es mantenida por

medio de recompensas (refuerzos positivos) y evitación de castigos (refuerzos

-91-
negativos) y es inhibida por medio de estímulos aversivos (castigos positivos) y

ausencia de recompensas (castigo negativo).

Es decir, la conducta desviada y la conducta adaptada se adquieren y se

mantienen como consecuencia de las recompensas y castigos pasados y

presentes asociados a cada una de ellas, y como consecuencia de las

recompensas y castigos vinculados a la conducta alternativa. Es a este proceso al


que se denomina "refuerzo diferencial" (Akers y cols., 1979).

Además, se enfatiza especialmente que los individuos aprenden en

interacción con grupos significativos de su entorno, por lo que las "definiciones

evaluativas" (normas, actitudes y orientaciones) de las conductas como buenas o

malas que realizan otros grupos primarios constituyen en sí mismas conductas

verbales o cognitivas que pueden actuar directamente como refuerzos o castigos y

también como estímulos (discriminantes) para otras conductas del sujeto.

Todos estos conceptos han sido extraídos, básicamente, de la Teoría del


Aprendizaje Social de Bandura (1977, 1986) y reformulados con una terminología

"más social". Tal vez, y como sugieren sus propios autores, "la principal aportación

del modelo de Akers sea la de proponer un proceso que ordena y especifica las

interrelaciones entre las variables derivadas del modelo de Bandura y de otros


modelos de la conducta desviada" (Akers y cols., 1979).

En este sentido, el modelo propone que la asociación diferencial, referida a

la interacción e identificación con determinados grupos (fundamentalmente familia

e iguales), se produce en primer lugar. Estos grupos proporcionan el ambiente

-92-
social en el que tienen lugar la exposición a definiciones, la imitación de modelos, y

el refuerzo diferencial de las conductas. Así, las definiciones evaluativas junto con

la imitación de modelos y la anticipación del balance refuerzo/castigo provocan la

conducta inicial, mientras que en el mantenimiento de la conducta el efecto de la

imitación disminuye y las definiciones evaluativas continúan siendo prioritarias

(afectadas a su vez por la experiencia conductual anterior). Es en este punto del

proceso cuando las consecuencias reales (refuerzos y castigos sociales y no

sociales) de la conducta específica determinan la probabilidad y el alcance de la

conducta posterior. Entre estas consecuencias se incluyen las reacciones

presentes y pasadas de los otros significativos, así como las reacciones del propio

sujeto.

Así pues, la conducta social, ya sea desviada o adaptada, es el resultado de

un mayor refuerzo en comparación con el castigo asociado a esa conducta, y de

las contingencias de refuerzo/castigo asociadas a la conducta alternativa. De

modo que la conducta desviada será más probable si ha sido reforzada

diferencialmente sobre otras conductas alternativas, y si ha sido definida como

deseable o, al menos, como aceptable.

Este modelo teórico ha recibido considerable apoyo empírico,

especialmente en la explicación de la conducta de consumo de drogas de los


adolescentes (Akers y cols., 1979; Jessor y cols., 1970, 1972, 1973; Jessor y

Jessor, 1975, 1977; Kandel y cols., 1973, 1978), si bien es cierto que las pruebas

empíricas se han basado más en comprobar la relación entre las interacciones en

los grupos primarios y la conducta desviada, que en la constatación de todos los

procesos que se postulan en él.

-93-
Críticas vinculadas al modelo de Akers, hacen referencia a que, aún

teniendo en cuenta todos los mecanismos que postula, no explica adecuadamente

por qué existen diferencias individuales tan marcadas en el aprendizaje y


mantenimiento de la conducta social (Cairns, 1979; Garrido Genovés, 1987); así

como que "deja fuera" algunas cuestiones de gran relevancia en la explicación de

la conducta delictiva de los jóvenes, como son las diferencias por sexo, los
cambios debidos a la edad, y los factores de desarrollo personal (Rutter y Giller,

1988).

De todos modos, se trata de un modelo teórico que al considerar tanto

factores externos como internos (cognitivos) en la génesis y mantenimiento de la

conducta, ofrece una explicación comprehensiva del proceso de adquisición y


ejecución de la conducta delictiva (Garrido Genovés, 1987). Por ello, y dado que,

en general, existe amplia evidencia empírica de que tanto las actividades

antisociales como las prosociales están fuertemente determinadas por las


experiencias de aprendizaje, puede afirmarse, de acuerdo con Rutter y Giller

(1988) que es una teoría con considerable validez y utilidad.

VALORACIONES GLOBALES DE LAS DISTINTAS TEORIAS

En las Teorías del Control Social se parte de la base de que la

conducta convencional (objetivo del proceso de socialización) se aprende en

interacción con personas e instituciones, de manera que la socialización se

alcanza cuando el individuo interioriza la validez moral de las normas y de las leyes

sociales. La conducta desviada es posible, entonces, cuando esta interiorización

-94-
fracasa, como resultado de la ausencia de vinculaciones entre el individuo y la

sociedad convencional.

Para los teóricos de la Asociación Diferencial, por el contrario, el objetivo del

proceso de socialización es el de conseguir una adaptación adecuada entre el

individuo y su entorno. De manera que la conducta (adaptada o desviada) va a

depender del tipo y los modelos de aprendizaje a los que el sujeto haya estado

expuesto, como consecuencia de su pertenencia a, y de su interacción con, grupos

convencionales y no convencionales. La conducta desviada es, aquí, el resultado

de un predominio de las influencias desviadas sobre las influencias

convencionales.

Las Teorías del Aprendizaje Social se han ocupado, básicamente, de

plantear los mecanismos de aprendizaje de todo tipo de conducta social (en

términos de refuerzos y castigos, modelado y definiciones evaluativas). El

planteamiento que en ellas se hace del proceso de socialización es muy similar al

de la Teoría de la Asociación Diferencial. De hecho, los modelos específicos de


Aprendizaje Social aplicados a la conducta desviada (Akers y cols., 1979) se

planteaban como un intento de integrar los principios de la Asociación Diferencial

con los del Conductismo moderno. En este sentido, estas teorías pueden ser

consideradas como un marco general de explicación del aprendizaje de todo tipo

de conducta en el que integrar las formulaciones específicas del aprendizaje de la

conducta desviada.

Todos los modelos analizados coinciden en señalar que el proceso de

socialización tiene lugar, prioritariamente, a través de las interacciones del

-95-
individuo con los "otros" significativos de su entorno.

Entre estos otros significativos los teóricos del Control Social mencionan a

la familia (y, en concreto, a los padres) junto con la escuela y los compañeros

convencionles. En la Teoría de la Asociación Diferencial se asigna una importancia

especial a los iguales (fundamentalmente a los iguales desviados) y, también, a la

familia. Por último, para los teóricos del Aprendizaje Social las influencias más

relevantes serían, de nuevo, las que se derivan de las interacciones familiares y

grupales, junto con la de factores tales como la incidencia de los mass-media.

En general, se observa, entonces, que todas las Teorías asignan el peso

principal de la tarea de socialización en las primeras etapas de la vida del individuo

a los entornos familiar y grupal.

Es decir, la familia y el grupo de iguales se perfilan como los grupos

primarios con mayor impacto sobre el desarrollo cognitivo/conductual del sujeto, y,

por tanto, sobre la posibilidad de que el individuo se involucre en actividades

antisociales.

Bajo el marco de estas (y otras) teorías han sido muchas las variables que

se han propuesto como determinantes de la conducta antisocial.

-96-
1.1.- VARIABLES QUE DETERMINAN LA CONDUCTA ANTISOCIAL

1.1.1.- VARIABLES FAMILIARES

La influencia que presentan distintas variables familiares sobre el desarrollo

de conductas desviadas ha sido puesta de relieve desde muy diferentes modelos

teóricos. Acabamos de comentar, por ejemplo, que las Teorías del Control Social
(Hirschi, 1969, 1983) hacen especial hincapié en la importancia que adquiere la

vinculación del individuo a su grupo familiar como factor "inhibidor" de la aparición

de comportamientos antisociales. Y, por su parte, las Teorías del Aprendizaje


Social (Bandura, 1973) han subrayado el papel desempeñado por los

componentes del núcleo familiar como "modelos" cuyas pautas de conducta

tenderán a ser imitadas por el individuo; así, de acuerdo con estos planteamientos,

el hecho de que los miembros de la familia mantengan patrones de

comportamiento de carácter desviado actuará como facilitador de la aparición de

este tipo de conductas en el adolescente.

La investigación sobre delincuencia también ha puesto de manifiesto en

repetidas ocasiones la importancia que presentan las características del grupo

familiar para la comprensión de las conductas antisociales.

Pero si los primeros trabajos centraban su atención en variables de la

estructura familiar (tamaño familiar, hogar roto, número de hermanos),

posteriormente, y hasta la actualidad, la evidencia empírica ha indicado que el

peso fundamental de los factores familiares recae sobre aspectos de

funcionamiento familiar; en este sentido, el clima familiar y el modelado han

-97-
recibido un interés preferente.

Así, en lo que a interacciones afectivas se refiere, numerosos estudios

han indicado que tanto la inexistencia de una adecuada relación entre el padre y la
madre (Borduin, Pruitt y Henggeler, 1986; Gove y Crutchfield, 1982; Grogan y

Grogan, 1968; Henggeler, 1986) como la presencia de débiles vínculos afectivos

entre el hijo y los padres (Hanson, Henggeler, Haefele y Rodick, 1984; McCord,

1979, 1983; Geismar y Wood, 1986; Mirón, Luengo, Sobral y Otero-López,

1988; Otero-López, 1992; Otero-López, Romero y Luengo, 1994) se asocian

claramente con la manifestación de actividades antisociales. En lo que respecta al

modelado, en múltiples investigaciones se ha constatado la existencia de una

intensa relación positiva entre las actividades desviadas por parte de los miembros

de la familia y la involucración de conductas desviadas por parte del adolescente


(Adler y Lotecka, 1973; Canter, 1982; Dielman, Butchard, Shope y Miller,

1991).

A nivel más específico, los estudios acerca de la relación entre las

interacciones afectivas en el hogar y la delincuencia juvenil se han ocupado tanto

de las interacciones entre el padre y la madre como de las que se producen entre

el adolescente y cada uno de sus padres.

La inexistencia de una adecuada relación entre el padre y la madre se

considera importante, no sólo porque la ausencia de apego entre ellos genera


conflicto por sí mismo (Norland y cols., 1979), sino también porque el desacuerdo

generado por este conflicto debilita su autoridad de cara a los hijos (Davies y

Sinclair, 1971), haciendo más difícil la tarea de socialización (Bebchnlick, 1983).

-98-
En cuanto a las relaciones entre los padres y el hijo, en un primer momento,
y coincidiendo con el auge de los planteamientos de autores como Bowlby (1951),

se asignó un papel fundamental a la vinculación madre-hijo. Bowlby había definido

la relación entre la madre y el hijo como "un elemento clave del desarrollo humano,
tan necesario como pudiesen serlo las vitaminas para la salud física" (p. 59).

Desde estas coordenadas, en los primeros trabajos en el área se enfatizó

especialmente el impacto de las relaciones afectivas, ó, más propiamente, de la

ausencia de tales relaciones (rechazo) entre madre e hijo sobre la génesis de la

delincuencia juvenil; obviando, incluso, el análisis de la importancia que los

vínculos afectivos padre-hijo pudiesen tener sobre tal conducta delictiva. Sin

embargo, las investigaciones que tienen en cuenta esta variable tienden a

confirmar que la ausencia de apego entre padre e hijo tiene un impacto sobre la

delincuencia juvenil similar al de la ausencia de relaciones afectivas con la madre


(McCord, 1983).

Uno de los primeros trabajos en el área de la relación familia-delincuencia,

desde una perspectiva actual, y que se ha convertido en cita obligada en cualquier


revisión sobre el tema, es el realizado por Glueck y Glueck en 1950. Estos

autores, en un intento de determinar las razones por las que algunos jóvenes

desarrollan conducta delictiva, mientras que otros, residentes en los mismos

vecindarios, no se implican en este tipo de conductas, recogen información (por

medio de entrevistas sistemáticas aplicadas a los padres y al propio sujeto) de una

muestra de 500 adolescentes varones detectados oficialmente como delincuentes,

y la comparan con la obtenida de un segundo grupo de 500 no delincuentes

-99-
igualados en cuanto a las características socioeconómicas más relevantes. Los

resultados constatan que menos de la mitad de los padres de los delincuentes

muestran afecto y comprensión hacia su hijo, más del 75% de los padres de no

delincuentes muestran tales características. En cuanto a las madres, la mayoría,

tanto en el grupo de delincuentes como en el de no delincuentes, manifiestaron

una vinculación importante con sus hijos, siendo, sin embargo, algo menor el

porcentaje entre los delincuentes. Además, Glueck y Glueck observan que el 30%

de los delincuentes proceden de hogares en los que existe conflicto entre ambos

padres, frente a un 15% de no delincuentes que experimentan este ambiente

conflictivo. Los propios informes de los adolescentes indicaron que mientras el

66% de los no delincuentes sienten afecto por sus padres, sólo el 16% de los

delincuentes manifestaban el mismo grado de apego hacia ellos. Este patrón de

resultados se ve confirmado en trabajos posteriores de los mismos autores


(Glueck y Glueck, 1962, 1968, 1970).

Los estudios realizados desde la perspectiva de las Teorías del Control

Social confirman, igualmente, la importancia que las relaciones afectivas en la

familia parecen tener sobre la delincuencia de los adolescentes.

Así, Nye (1958), trabajando ya con delincuencia autoinformada, en una

muestra de adolescentes de ambos sexos, encuentra que los sujetos que perciben

un mayor rechazo mutuo tanto en sus relaciones con su padre como con su madre

son los que alcanzan las mayores puntuaciones en delincuencia.

El trabajo de Hirschi (1969), también basado en autoinformes de

delincuencia, confirma claramente que el apego al padre y/o a la madre actúa

-100-
como un inhibidor de la conducta delictiva en la adolescencia.

Asimismo, desde la Teoría del Aprendizaje Social se ha abordado el estudio

de la relación entre interacciones afectivas en la familia y delincuencia del


adolescente. En este sentido, Bandura y Walters (1959), trabajando con una

muestra de delincuentes varones y otra de no delincuentes, encuentran que los

delincuentes tienen padres más rechazantes y menos afectivos que los no

delincuentes.

Los hallazgos de estos trabajos se han visto confirmados,

consistentemente, por una gran cantidad de investigaciones realizadas alrededor


de la década de los 60, entre las que caba mencionar las de Andry (1960), Dentler

y Monroe (1961), Gold (1963), Slocum y Stone (1963), Grogan y Grogan

(1968) y el estudio longitudinal de McCord y cols. (1963).

En el trabajo de McCord y cols. (1963) se observó la conducta de padres e

hijos en el hogar cuando los hijos tenían entre 10 y 15 años. Después de un

seguimiento de los sujetos a lo largo de 5 años, se determinó el nivel de

agresividad y delincuencia de los jóvenes, asignándolos a 3 categorías:

1.- sujetos agresivos socializados (aquellos con conducta agresiva

en la primera medición pero que no desarrollaron conducta antisocial);

2.- sujetos agresivos antisociales (agresivos en la infancia/primera

adolescencia y posteriormente detectados como delincuentes a nivel oficial);

-101-
3.- y sujetos no agresivos no delincuentes (ni en la infancia ni

posteriormente).

El análisis de las condiciones previas en el hogar de estos tres grupos de

sujetos permitió determinar que el 12% de los no agresivos y el 38% de los

agresivos socializados habían vivido en su infancia en hogares clasificados

previamente como de "conflicto entre el padre y la madre", pero que a esta

categoría pertenecían más de la mitad (57%) de los padres de los sujetos

agresivos antisociales. Resultados todavía más acusados se derivaron del análisis

de la condición previa en el hogar "conductas de rechazo de los padres hacia el

hijo": de los sujetos no agresivos el 10% habían sido asignados a este tipo de

ambiente familiar, y de los agresivos antisociales lo fueron la práctica totalidad


(87%). McCord y cols. (1963) interpretaron estos resultados en el sentido de que

el fuerte rechazo hacia el hijo y la discordia entre los padres son características

familiares que generan específicamente conducta delictiva, y no simplemente

"algún tipo de conductas problema" en el hijo. Precisamente, uno de los objetivos

del estudio de estos autores era el de determinar "qué condiciones del ambiente

familiar tienden a producir conducta antisocial "en contraposición con aquellas que

producen otro tipo de alteraciones. Por ello, los análisis se han realizado igualando,

en dos de los grupos, la variable "agresividad" en la infancia/primera adolescencia,


teniendo en cuenta que en algunos estudios anteriores (Bandura y Walters, 1959)

ambas conductas se consideraban provocadas por los mismos antecedentes

familiares.

Estudios más recientes, realizados entre los años 70 y 97, confirman que la

inexistencia de vínculos afectivos y/o la presencia de conflicto en las relaciones

-102-
entre padres e hijos se asocian con delincuencia del adolescente. De nuevo, estos
resultados se obtienen tanto en estudios transversales (Empey y Lubeck, 1971;

Cortés y Gatti, 1972; Linden y Hackler, 1973; Reiss, 1975; Gove y Crutchfield,

1982; Harbin y Madden, 1983; Hanson y cols., 1984; Borduin y cols., 1986)

como longitudinales (West, 1969; Farrington, 1973, 1977, 1992; Farrington y

West, 1971, 1973, 1990; McCord, 1979); y tanto utilizando muestras de

delincuentes detectados como tales a nivel oficial (Empey y Lubeck, 1971a,

1971b; Cortés y Gatti, 1972; Borduin y cols., 1986) como con muestras de

delincuentes identificados por sus autoinformes de conducta delictiva (Reiss,

1975; Harbin y Madden, 1983); e, incluso, independientemente de que la

información con respecto a las características del ambiente familiar y/o la conducta
del joven se recoja del propio adolescente (Linden y Hackler, 1973; Reiss, 1975),

de los padres (Gove y Crutchfield, 1982), ó de ambos (McCord, 1979; Borduin y

cols., 1986).

Así, por ejemplo, en el estudio de Gove y Crutchfield (1982), en el que se

analiza el efecto de distintos tipos de variables familiares (estructurales y de

funcionamiento) sobre la conducta delictiva de los adolescentes, se observa que

"la falta de apego entre padres e hijos" parece ser el más fuerte predictor de la

delincuencia, y que esta variable es, además, imprescindible para "interpretar" los

efectos de otras variables asociadas significativamente con la conducta delictiva

de los jóvenes.

Sin embargo, los estudios que recogen información tanto de los padres

como del adolescente encuentran resultados muy similares. Así, las conclusiones
del trabajo de Borduin, Pruitt y Henggeler (1986) indican que en las familias con

-103-
un hijo delincuente (detectado como tal a nivel oficial) era significativamente menor

el grado de afecto y mayor el grado de conflicto (entre el hijo y cada uno de sus

padres y entre el padre y la madre) que en las familias en las que el hijo era no

delincuente. Estas diferencias resultaron significativas tanto analizando los

informes de los padres como de los adolescentes.

En la investigación de Mirón, Luengo, Sobral y Otero-López (1988), se

analiza la relación entre las interacciones afectivas y normativas del ambiente

familiar, y la conducta delictiva de los adolescentes varones. La muestra del

estudio estaba compuesta por tres grupos de adolescentes: no delincuentes,

delincuentes no detectados y delincuentes detectados (institucionalizados). Los

resultados constatan que: 1) las variables afectivas parecen más importantes que

las referidas a los aspectos normativos para discriminar entre los grupos de

sujetos, y 2) entre las variables afectivas serían el apego del hijo hacia los padres y

el conflicto familiar las que aparecen como especialmente relevantes para

discriminar entre delincuentes y no delincuentes, asociándose un alto nivel de

apego/bajo nivel de conflicto con no delincuencia, y un bajo nivel de apego/alto

nivel de conflicto con delincuencia.

Por último, reseñar que los estudios longitudinales muestran resultados

muy similares, proporcionando mayor validez a los hallazgos de las


investigaciones transversales. Así, por ejemplo, los datos de West (1969),

Farrington (1973) y Farrington y West (1971) obtenidos de padres y

adolescentes, evidencian que una de las principales características observadas en

las familias de los adolescentes que desarrollan posteriormente conducta delictiva

es la ausencia de armonía en las relaciones entre padres e hijos. En esta misma

-104-
línea se sitúan los hallazgos de McCord (1979).

Por otra parte, los resultados de la investigación de Farrington y West

(1990) muestran la existencia de una serie de variables personales y psicosociales

que predicen la conducta desviada, entre las cuales se incluye una deficiente

interacción afectiva en la familia.

Otero-López, Romero y Luengo (1994), utilizando una muestra de 230

adolescentes varones escolarizados gallegos, de edades entre 14 y 18 años,

seguidos durante tres años, constatan que la dimensión afectiva en el hogar (en

particular la comunicación y la alienación "apego" de la madre con respecto al hijo)

es uno de los determinantes de la conducta delictiva de los adolescentes varones.

A este respecto, este resultado, parece apoyar la evidencia mostrada por la


literatura (Farrington y West, 1971; Gove y Grutchfield, 1982; Harbin y

Madden, 1983) y por sus trabajos previos (Mirón y cols., 1988; Otero-López,

1992) en el sentido de que las positivas relaciones afectivas con los padres inhiben

la conducta desviada de los adolescentes. Además, proporcionan un apoyo claro a

la Teoría del Control Social, y en concreto al Modelo de Hirschi (1969), y a las


Teorías del Aprendizaje Social (Bandura y Walters, 1959) en cuanto al importante

papel que le conceden a las relaciones afectivas con los padres, ya sea como

inhibidor de la conducta delictiva o como facilitador del modelado.

Por último, los datos de Otero-López et al. (1994), también están en clara

consonancia con los informados por otros autores (McCord y cols., 1959; Mirón,

1990) en cuanto a la preponderancia de la figura materna en la "causación" de la

conducta desviada de los adolescentes.

-105-
En suma, estos autores, en función de sus datos, subrayan la necesidad

que cualquier modelo que pretenda explicar, desde un enfoque integrador, la

conducta delictiva de los adolescentes varones contemple las relaciones afectivas

que se producen en el hogar.

Recientemente, y en consonancia con las investigaciones anteriores, Clark

RD., Shields G. (1997), subrayan que el déficit en la comunicación familiar, es un

elemento facilitador de la conducta desviada.

Finalmente, y de acuerdo con la literatura revisada, se puede concluir que la

existencia de unas relaciones afectivas adecuadas entre ambos padres y entre

éstos y el hijo se asocia con no delincuencia, mientras que el conflicto y/o las

relaciones no afectuosas entre padres e hijos se asocian con conducta antisocial

del adolescente.

1.1.2.- VARIABLES GRUPALES

Otro de los hallazgos más firmemente establecidos de la

investigación en el área de la delincuencia juvenil es el de que las experiencias que

se producen dentro del grupo de iguales se relacionan, de manera importante, con

la probabilidad de que los jóvenes que se integran en dichos grupos se involucren


o no en actividades desviadas (Morash, 1986).

Históricamente, las relaciones con los iguales han sido el tema

central de algunos de los más relevantes modelos teóricos de la génesis de la

-106-
delincuencia juvenil. El interés por este aspecto ha comenzado en las primeras

décadas del presente siglo, dentro de una perspectiva sociológica, en la que cabe
incluir las teorías subculturales de autores como Shaw y McKay (1931) y Miller

(1958), y las teorías de la "tensión" de Cohen (1955) y Cloward y Ohlin (1960).

Posteriormente, la relación grupo/delincuencia se ha enmarcado en un enfoque de

carácter psicosocial, cuyos antecedentes se encuentran, como hemos señalado,


en la Teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland (1939), y que en la

actualidad estaría representado por las nuevas teorías del aprendizaje social
(Akers y cols., 1979).

Todas estas formulaciones teóricas mantienen en común la

asunción de que la delincuencia juvenil ocurre, o se genera, en gran medida,

dentro de un contexto de grupo. Sin embargo, la manera de entender las

"agrupaciones juveniles" y su relación con la delincuencia no es exactamente la

misma en todas ellas. Básicamente, las teorías sociológicas tradicionales han

abordado el estudio de las "bandas juveniles", definiéndolas como agrupaciones

subculturales, mientras que desde la perspectiva psicosocial se alude a un

concepto más general de "grupo de iguales", cuya relación con la delincuencia se

deriva del papel de estos iguales en el aprendizaje de normas y patrones

conductuales desviados.

En la actualidad, y de acuerdo con este tipo de resultados, se ha

abandonado el estudio de las bandas (tal y como son definidas por la Escuela de

Chicago), y la atención se centra en el análisis de la influencia de los iguales, y

específicamente de los iguales delincuentes, sobre la delincuencia individual.

En palabras de Stafford:

-107-
"Es hora de avanzar desde el estudio de las bandas a un

examen del grupo de iguales en general. Esta aproximación no sólo incrementará

nuestra comprensión de la dinámica de la delincuencia de grupo, sino que también

contribuirá al progreso real en la investigación y en los modelos teóricos acerca de


la delincuencia juvenil" (Stafford, 1984, pp. 186-187).

La tendencia a abandonar el estudio de las bandas, en cuanto

agrupaciones subculturales organizadas, y a considerar que la influencia de los

iguales sobre la conducta delictiva individual se deriva de las interacciones

afectivas y de los patrones normativos y conductuales que el adolescente

aprende en el grupo, puede enmarcarse, a nivel teórico, dentro de una perspectiva

psicosocial de la génesis de la conducta delictiva.

En la Teoría del Aprendizaje Social de Akers y cols. (1979) el

concepto de asociación diferencial implica tanto una dimensión interactiva como

una dimensión normativa; e incluye a los diferentes grupos de referencia que

ejercen alguna influencia, directa o indirecta, sobre el individuo. Sin embargo, la

Teoría asume que es la influencia de los grupos primarios (familia y iguales) la que

resulta crucial, dado que tales grupos constituyen el contexto social por excelencia

en el que operan los mecanismos de aprendizaje (refuerzo diferencial, imitación y

evaluaciones) que determinan la conducta del individuo.

Es decir, las teorías psicosociales plantean que la influencia del

grupo de iguales sobre el individuo es una consecuencia del papel de los iguales

-108-
en cuanto agentes de socialización.

La aportación más importante del grupo de iguales en este proceso

de socialización se hace derivar de la relativa igualdad que caracteriza las

relaciones entre los miembros del grupo cuando se comparan con las relaciones
de dependencia que el adolescente mantiene con los adultos (Panella y cols.,

1982). Así, las interacciones con los iguales proporcionan al adolescente una

oportunidad única de aprender y desarrollar habilidades y conductas basadas en la

cooperación entre semejantes, habilidades y conductas que resultan

imprescindibles en un adecuado proceso de socialización.

Con respecto a la relación grupo-delincuencia, dos son los aspectos

de la interacción entre los miembros del grupo que han suscitado la atención de los

investigadores: la dimensión afectiva y la dimensión normativo/conductual.

En este contexto, se trata de analizar la importancia de los vínculos

afectivos que el adolescente mantiene con los iguales en la génesis de la

delincuencia juvenil.

Thrasher (1927) había señalado hace ya tiempo que los grupos de

adolescentes se caracterizan por un alto grado de cooperación, confianza, apoyo

mutuo, solidaridad y, en general, "espíritu de cuerpo". En esta misma línea, las

teorías sociológicas tradicionales, y también la Teoría de la Asociación Diferencial,

postulan que los compañeros del grupo pueden actuar proporcionando a los

adolescentes la estabilidad y seguridad interpersonal que no han encontrado en

otros contextos, y convertirse, por ello, en una fuente crucial de recompensas y

-109-
castigos. Esta es, además, una de las razones por las que en estas teorías se

postula que las presiones hacia la conformidad por parte de personas e

instituciones convencionales apenas tienen efecto sobre los miembros del grupo,

dado que sus actitudes y sus conductas están dirigidas, fundamentalmente, por la

opinión de los iguales.

En contra de estos postulados, Short y Strodtbeck (1965) plantean

que, aún cuando es cierto que el grupo proporciona a los individuos que se

integran en él gratificaciones evidentes, estas gratificaciones no se derivan, en

absoluto, de las relaciones interpersonales cálidas, dado que una de las

características de los grupos de delincuentes es el bajo nivel de habilidades

interpersonales de los miembros que los componen. De un modo más formalizado,


Hirschi (1969, p. 159) recoge este planteamiento, y señala que la idea de que los

delincuentes mantienen entre ellos fuertes vínculos afectivos es "un mito

romántico". En su Teoría del Control Social mantiene que estos adolescentes se

caracterizan, precisamente, por su incapacidad de desarrollar vínculos sociales

estables y consistentes, y de ahí la escasa incidencia que concede al grupo de

iguales delincuentes en la génesis de la delincuencia juvenil.

Es decir, en esta polémica subyace la idea de que si no se atribuye

un alto nivel de solidaridad y cohesión a las relaciones entre los iguales

delincuentes, no se puede asignar un papel relevante a los procesos de grupo en

la etiología de la delincuencia. Esta idea ha recibido considerable apoyo empírico

de los trabajos que, desde la Psicología Social, muestran, consistentemente, que

los grupos cohesivos generan la conformidad de sus miembros en mucha mayor

medida que los grupos en los que no existe cohesión.

-110-
Sin embargo, los trabajos específicos acerca de este aspecto en el

área de la delincuencia juvenil arrojan resultados contradictorios.

Así, mientras los resultados de la investigación de autores como


Yablonsky (1961) y Klien (1971) confirman que a medida que se incrementa el

grado de solidaridad entre los miembros del grupo se incrementa también el grado
de delincuencia; Empey (1978) después de revisar un buen número de estudios

sobre este tema concluye que el hallazgo más habitual es el de que los grupos de

delincuentes se caracterizan por un bajo nivel de cohesión.

Debido a esta ausencia de resultados consistentes, la investigación

acerca de las características de los grupos de delincuentes ha continuado durante

la última década, aunque introduciendo en los estudios un mayor nivel de

complejidad.

En el trabajo de Morash (1983a), antes reseñado, se observaba que

la solidaridad entre los miembros del grupo correlaciona positivamente con la

delincuencia de los iguales (r=0,16; p<0,05), pero no con la delincuencia individual

(r=0,00). Es decir, estos datos indican que entre los sujetos delincuentes pueden

existir vínculos afectivos, pero que estos vínculos, por sí mismos, no parecen

relacionarse de manera importante con la delincuencia del adolescente.

Panella y Henggeler (1986) evalúan las relaciones con los iguales

mucho más exhaustivamente, en un estudio en el que comparan las interacciones

de 3 grupos de adolescentes: un grupo definido como "socialmente bien ajustado",

-111-
otro compuesto por sujetos con problemas emocionales, y un tercero formado por

sujetos con problemas conductuales. Estos autores observan que no existen

diferencias entre los 3 grupos en la mayoría de las características de la interacción

que analizan (y que hacen referencia a las dimensiones de dominancia, conflicto,

afecto y competencia social/cooperación). Concretamente, de las 15

características analizadas sólo en 2 se observan diferencias entre el grupo de

adolescentes bien ajustados y el grupo con problemas de conducta desviada, en

un aspecto de la dimensión afectiva (siendo los sujetos con problemas

conductuales los que manifiestan menor grado de sentimientos positivos hacia sus

iguales), y en un aspecto de la dimensión competencia social/cooperación (siendo,

de nuevo, los sujetos con problemas conductuales los que manifiestan menor

grado de competencia social).

Es decir, los adolescentes delincuentes parecen tener menor

capacidad de interactuar utilizando habilidades sociales "positivas", así como

menor capacidad de mostrar emociones positivas en sus intercambios con los

iguales. Sin embargo, el hecho de que los 3 grupos de jóvenes coincidan en la

práctica totalidad de las características que definen sus interacciones con los

iguales, llevan a Panella y Henggeler a señalar que la única conclusión posible es

que:

"Las interacciones con los iguales son un fenómeno increiblemente

complejo, y posiblemente la competencia en estas interacciones esté determinada


por el interjuego de múltiples factores" (Panella y Henggeler, 1986, p. 10).

Giordano y cols. (1986) plantean su trabajo acerca de la relación

-112-
entre amistad y delincuencia desde unas coordenadas distintas, pero llegan a una

conclusión muy similar. Concretamente, estos autores utilizan una muestra de

adolescentes de ambos sexos, de entre 12 y 19 años, que informan acerca de las

características de su grupo de iguales, con el objetivo de poner a prueba los

postulados contradictorios de las teorías subculturales y la Teoría del Control

Social con respecto al carácter de las interacciones en los grupos de delincuentes.


Giordano y cols. (1986) afirman que sus resultados "proporcionan un cuadro de

las relaciones con los iguales mucho más complejo que el postulado por la Teoría

del Control Social, que describe la amistad de los delincuentes como basada en

relaciones de explotación antes que en relaciones de afecto y apoyo,... o que el

postulado por las teorías subculturales, que han idealizado los grupos

definiéndolos como una noble fraternidad caracterizada únicamente por la


camaradería y los buenos sentimientos" (p. 1191). Concretamente, los datos de

este trabajo señalan que, en general, no existen diferencias entre delincuentes y

no delincuentes en sus descripciones de los distintos índices cualitativos del nivel

de interacción e intimidad con los iguales. Unicamente se aprecia que los

delincuentes informan de una mayor "reactividad" a la influencia del grupo de

compañeros que los no delincuentes.

Giordano y cols. (1986) concluyen que sus datos contradicen la

tesis de la ausencia de apego entre los delincuentes postulada por la Teoría del

Control Social, pero sugieren que algunas de las afirmaciones de esta Teoría y,

específicamente, la idea de que es necesario tener en cuenta la influencia de la

familia como factor antecedente de la vinculación con iguales delincuentes versus

no delincuentes, puede ser de gran utilidad para dar respuesta a los hallazgos

contradictorios de la literatura sobre este aspecto.

-113-
Una prueba de la poca utilidad de analizar los vínculos afectivos con

los iguales desviados independientemente de las vinculaciones que el adolescente

mantiene con otras figuras significativas de su entorno, la proporcionaba ya el


trabajo de Linden y Hackler (1973). Estos autores, utilizando una muestra de 200

adolescentes varones de entre 13 y 15 años, encuentran que los vínculos afectivos

con iguales desviados, considerados aisladamente, son un pobre predictor de la

involucración en actividades delictivas. Concretamente, observan que el

porcentaje de sujetos que teniendo vínculos afectivos débiles o inexistentes con

iguales delincuentes, desarrollan conducta delictiva es prácticamente idéntico al de

sujetos que mantienen vínculos moderados o fuertes con iguales delincuentes

(24% y 26% respectivamente). Sin embargo, entre los adolescentes que no

mantienen vínculos afectivos con adultos y/o iguales convencionales, y así los

mantienen con iguales desviados, el 58,3% desarrollan conducta delictiva.

En la investigación realizada por Otero-López et al. (1994), sus resultados

proporcionan apoyo a los postulados de la Teoría de la Asociación Diferencial de

Sutherland (1939) y coinciden con los hallazgos de la totalidad de la investigación


previa acerca de este aspecto (Fagan y Wesler, 1987; Johnson, 1979) por

cuanto la realización de actividades delictivas de los iguales es un predictor de la

delincuencia del sujeto.

Estos autores, afirman que la vinculación entre el adolescente y los iguales

delincuentes, es un aspecto que se debe incluir en cualquier modelo que pretenda

realizar un acercamiento "comprehensivo" a la causación de la delincuencia de los

adolescentes.

-114-
Romero, Luengo y Otero-López (1995), utilizando una muestra de 1020

adolescentes gallegos de ambos sexos, de edades entre 14 y 18 años, constatan

la existencia de un patrón de covariaciones positivas altamente significativas entre

la conducta antisocial del adolescente y la conducta desviada de sus iguales.

Estos autores, en relación con las variables afectivo-relacionales,

encuentran, que dichas variables presentan, en general, una relación con la

conducta antisocial más intensa en los chicos que en las chicas. Además, la

covariación adquiere en algún caso una dirección diferente en función del sexo del

adolescente. Así, en los chicos un alto nivel de delincuencia (en concreto, un alto

nivel de implicación en conductas de robo) se asocia con un bajo grado de

confianza en los amigos; y, sin embargo, en las chicas ocurre el fenómeno inverso:

cuanto mayor es el grado de involucración en ciertas actividades antisociales

(concretamente, en conducta contra normas), mayor es la confianza que se

establece con el grupo de iguales.

En lo tocante a la variable sexo, encuentran en los análisis predictivos las

variables del grupo de iguales (afectivas y conductuales), presentan una

asociación más estrecha con la conducta antisocial en los chicos que en las chicas.

Otra variable que parece actuar como "moderadora" de la relación entre la

delincuencia juvenil y las variables grupales de índole afectiva y relacional es el tipo

de conducta antisocial considerado. Los resultados muestran que la relación entre

estas variables y la conducta antisocial no se mantiene de un modo uniforme para

todas las categorías examinadas. Así, por ejemplo, y en lo que respecta a las

-115-
diferentes dimensiones del apego a los iguales, los análisis de correlación

mostraron que la confianza sólo se asocia significativamente con las conductas de

robo en los chicos y con las conductas contra normas en las chicas; la alienación

en los chicos sólo presenta correlaciones parciales significativas con el

vandalismo, el robo y el consumo de drogas; por su parte, la comunicación en las

chicas sólo presenta índices de correlación significativos con la conducta contra

normas.

Los autores sugieren ante este tipo de resultados, la conveniencia de

atender a las diferentes dimensiones delictivas a la hora de investigar las

relaciones de la conducta antisocial con otras variables de interés en este campo

de estudio.

Finalmente, subrayan la importancia del sexo y el tipo de conducta

antisocial como factores a tener en cuenta en la exploración del papel de las

variables grupales relativas a las interacciones afectivas y disciplinarias (y también

de variables como el tiempo pasado con los amigos); el hecho de que en buena

parte de los estudios previos se haya obviado la posible función moduladora de

tales factores probablemente ha contribuido, en alguna medida, a la generación del

estado de conocimiento contradictorio, asistemático y fragmentario que hoy

caracteriza a este tema de estudio.

Como conclusión general cabría decir, entonces, que la

investigación sobre este aspecto proporciona mayor apoyo a los postulados de la

Teoría de la Asociación Diferencial que a los de la Teoría del Control Social, en el

sentido de que los vínculos con iguales delincuentes pueden ser tan intensos como

-116-
los vínculos con personas convencionales. Además, y de acuerdo con todos los

modelos de aprendizaje social, parece que algún grado de vinculación afectiva

resulta imprescindible para que se produzca influencia del grupo sobre el individuo.

Sin embargo, y de acuerdo con los trabajos más recientes, podría

afirmarse que el hecho de mantener lazos afectivos con iguales delincuentes, por

sí mismo, no parece jugar un papel muy relevante sobre la delincuencia individual,

excepto cuando estas vinculaciones afectivas van acompañadas por una ausencia

de vinculación a personas e instituciones convencionales. Este dato podría

explicar también los resultados de los estudios que apoyan la idea de que las

interacciones entre los delincuentes presentan algunas diferencias con respecto a

las interacciones entre los no delincuentes, en el sentido de que parece razonable

suponer que la ausencia de vinculación con la sociedad convencional implica un

menor grado de adquisición de las habilidades necesarias para interactuar

socialmente de una manera convencional.

En cualquier caso, es necesario concluir señalando que la

integración de los postulados de distintos modelos teóricos (y, en concreto, de la

Teoría de la Asociación Diferencial y la Teoría del Control Social), defendida por


autores como Linden y Hackler (1973), se revela no sólo útil, sino incluso

imprescindible, para comprender algunos aspectos fundamentales de la relación

entre procesos de grupo y delincuencia juvenil.

1.1.3.- VARIABLES ESCOLARES

La escuela constituye otro contexto de socialización donde tiene

-117-
lugar buena parte del aprendizaje de normas y valores durante las dos primeras

décadas de la vida; este ámbito representa no sólo el lugar físico en donde se

produce la educación formal del individuo, sino también el marco donde se

encuadran las primeras relaciones con los iguales, los primeros encuentros con

figuras de autoridad sociales y las primeras oportunidades de alcanzar un logro


personal socialmente reconocido (Barca, Otero, Mirón y Santórum, 1986). Por

ello, no es de extrañar que este medio presente un impacto crucial sobre el

desarrollo de conductas adaptadas vs. desadaptadas en el adolescente. En este

sentido, se ha constatado que la involucración en actividades desviadas se asocia


con un pobre logro académico (Berrueta-Clement, Schiweinhart, Barnett y

Weikart, 1987; Dishion, Loeber, Stouthamer-Loeber y Patterson, 1984;

Robins y Hill, 1966), así como una vinculación débil al entorno escolar y con el

mantenimiento de actitudes negativas hacia ese medio (Hawkins, Lishner,

Catalano y Howard, 1985; Johnson, 1979; Simcha-Fagan y Schwartz, 1986).

En función de los resultados hallados por Otero-López, Romero y Luengo

(1994), parece confirmarse que las variables del contexto escolar pueden ser

predictores válidos de la delincuencia de los adolescentes y por tanto susceptibles

de ser incorporadas en cualquier modelo que pretenda "dar cuenta" de este

fenómeno.

1.1.4.- VARIABLES PERSONALES

Aunque han sido numerosas las variables de personalidad que en

las últimas décadas se han supuesto asociadas al riesgo de implicación en

conductas delictivas, han sido las variables incardinadas en el contexto de las

-118-
teorías de la activación (específicamente, la impulsividad y búsqueda de

sensaciones) las que han generado una red de resultados y conocimientos más
sólidos y consistentes (Otero-López et al., 1994).

Así, se ha comprobado la existencia de una estrecha covariación entre la

impulsividad y la delincuencia, tanto cuando se ha acudido a muestras de


institucionalizados (Eysenck y McGurk, 1980; Royse y Wiehe, 1988), como

cuando se ha evaluado la conducta antisocial en la población general (Eysenck,

1981; Luengo, Carrillo, Otero-López y Romero, 1994; Rigby, Mak y Slee,

1989).

Por su parte, la búsqueda de sensaciones definida por Zuckerman (1979)

como la "necesidad de buscar y experimentar sensaciones, novedosas, variadas y

complejas, de las que pueden derivarse riesgos físicos y/o sociales" (p. 10) ha

mostrado también en diversos estudios su asociación con la involucración en


actividades desviadas (Levine y Singer, 1988; Newcomb y McGee, 1991;

Otero-López, 1992; White, Labouvie y Bates, 1985).

Por último, los resultados de la investigación de Otero-López et al. (1994)

validan la selección de variables de tipo personal en la explicación de la

delincuencia de los adolescentes.

Cada vez más en este campo se está acudiendo a una concepción

psicosocial de la conducta delictiva según la cual la gente necesita poseer "un

conjunto de habilidades o destrezas que les permitan acceder a posiciones

socialmente ventajosas, así como establecer relaciones sociales adecuadas en los

-119-
distintos contextos sociales. En consecuencia, y siguiendo este mismo

plantemiento, se postula que la carencia o déficit de dichos conjuntos de

habilidades hace que las personas tantean otras formas de actuación alternativas,
consideradas socialmente marginales y/o delictivas" (Clemente y Gil, 1985, p.

320). Además, existen datos empíricos que permiten confirmar una importante

correspondencia entre esta deficiencia en competencia social e interpersonal y los


comportamientos delictivos. En concreto, se ha encontrado (Freedman et al.,

1978; Spence, 1981a, 1981b; Gaffrey y Mc Fall, 1981) que quienes se

desempeñan en conductas delictivas de diferente tipo son realmente menos

competentes socialmente que quienes no llevan a cabo tal tipo de conductas. En

consecuencia, un importante, si no el principal, procedimiento de intervención en

estos casos lo constituye sin duda el entrenamiento en habilidades sociales,

técnica que efectivamente está siendo cada vez más aplicada en este campo
(véase Clemente y Gil, 1985; Henderson y Hollin, 1986; Milan y Kolko, 1985,

etc.).

Por último, en función de las variables analizadas, se constata que las

variables familiares más relacionadas con la delincuencia son la ausencia de

apego. El marco grupal aparece como "un factor de primer orden" en la importancia

que sus conductas desviadas tienen en la predicción de la delincuencia. En un

afán integrador de estos dos contextos cabría decir que, mientras en el grupo

familiar las características más vinculadas con la delincuencia del hijo son aquellas

referidas a una inadecuada actuación de los padres en cuanto agentes de

socialización (ausencia de apego), las características del grupo de iguales más

relacionadas con la delincuencia del adolescente son aquellas que implican la

adopción de conductas contrarias a los patrones convencionales. Los hallazgos de

-120-
Otero-López, Romero y Luengo (1994) parecen confirmar, una vez más, la

amplia evidencia empírica que existe a este respecto (Elliott y cols., 1985; Mirón

y cols., 1988; Otero-López y cols., 1989, 1991) y apoyan los postulados de

algunas de las principales teorías de la desviación: Teoría del Control Social

(Hirschi, 1969), Teoría del Aprendizaje Social (Bandura y Walters, 1959) y

Teoría de la Asociación Diferencial (Sutherland, 1939).

La insatisfacción escolar aparece como otro importante determinante en la

causación de la conducta delictiva. Así, aquellos adolescentes que informan de un

mayor descontento con el marco escolar tiene mayor probabilidad de realizar

conductas delictivas.

Así pues, tal y como se desprende de esta revisión, la delincuencia juvenil

constituye, sin lugar a dudas, un fenómeno complejo y multicausal. De ahí que

diversos investigadores del área hayan defendido decididamente la necesidad de

superar los tradicionales acercamientos parciales y fragmentarios y la idoneidad de

efectuar plantemientos integradores, en los que tengan cabida distintos "clusters"


de factores (e.g., Elliott, Huizinga y Ageton, 1985; Elliott, Huizinga y Menard,

1989; Jessor y Jessor, 1977). Y por otro lado, parece no es menos relevante la

utilización de diseños longitudinales (Collins et al., 1987; Farrington, 1992;

Heaven, 1993; Tolan et al., 1995; Chassin, Curran, Hussong y Colder, 1996).

1.2.- ESTUDIOS ESPAÑOLES Y ARABES

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se

constata que la conducta antisocial realizada con mayor frecuencia es la conducta

-121-
contra normas (beber alcohol antes de los 16 años, escaparse de casa, no

respetar las normas de tráfico, etc.). Más del 80% informa de que han realizado

estas conductas en alguna ocasión, y casi un 50% las realiza con frecuencia.

Las restantes conductas antisociales son realizadas por un número mucho

menor de jóvenes. Porcentajes cercanos al 50% se han involucrado alguna vez en

conductas de vandalismo y agresión; alrededor del 25% informan de algunas

conductas de robo, y menos del 5% indica haber realizado alguna vez venta de

drogas.

Estos porcentajes son, sin embargo, significativamente diferentes (p=0,001)

entre los hombres y las mujeres jóvenes. En todos los casos los hombres informan

de una mayor realización de conductas antisociales que las mujeres, siendo las

diferencias especialmente notorias en las conductas que implican violencia:

vandalismo y agresiones a personas.

Así, mientras el 58,3% de los hombres indica haber realizado en alguna

ocasión conductas de vandalismo (el 24,8% con frecuencia), sólo el 31,3% de las

mujeres han realizado en alguna ocasión estas conductas (y únicamente el 7,5%

las realiza con frecuencia).

Asimismo, el 61,2% de los varones informa de la realización de agresiones

a personas, frente al 27,2% de las mujeres. Si consideramos únicamente la

realización frecuente de agresiones, encontramos que podemos encuadrar aquí al

19% de los varones frente a un 3,2% de las mujeres.

-122-
Estas diferencias son debidas, probablemente, al proceso de socialización

diferencial de hombres y mujeres, proceso en el que las conductas agresivas son

fomentadas, o al menos toleradas, para los hombres y totalmente rechazadas para

las mujeres.

Las diferencias en los porcentajes de hombres y mujeres que realizan las

restantes conductas antisociales son igualmente significativas aunque no tan

elevadas. Realizan conducta contra normas un 86% de los hombres y un 76,8% de

las mujeres; conducta de robo el 32,6% de los varones frente al 18,8% de las

mujeres, y venta de drogas el 4,5% de los hombres frente al 2,2% de las mujeres.

La comparación por edad indica que, en general, la frecuencia de

realización de conductas antisociales se incrementa con la edad entre los 14 y los

16-17 años, y a partir de este momento algunas de ellas tienden a descender

(conductas contra normas, vandalismo y agresiones a personas) y otras se

mantienen o incrementan muy ligeramente (robo y venta de drogas).

Concretamente, los adolescentes de 14 y 15 años realizan significativamente

(p=0,001) menos conductas contra normas que todos los demás; los de 16 años,

más vandalismo que los grupos restantes, más agresiones que los de 17 y 18 años

y más robos que todos los restantes grupos excepto el de 19 años. Por último, la

conducta de venta de drogas es también más frecuente a los 16 y los 19 años que

en los restantes grupos. En general, parece ser la edad de 16 años aquella en la

que se aprecian más diferencias significativas con respecto a los restantes grupos.

Este es un dato interesante si tenemos en cuenta que esta es la edad en la que los

jóvenes dejan de ser considerados menores penalmente y también la edad en la

que algunas de las conductas prohibidas dejan de serlo (delitos de estatus).

-123-
Tomados en su conjunto estos datos parecen indicar que aunque la

realización de conductas antisociales parece ser una conducta relativamente

frecuente a edades jóvenes, se refiere mayoritariamente a conductas leves, e,

incluso, en la mayoría de los casos, a conductas prohibidas únicamente a este

determinado grupo de edad.

Finalmente, dichos investigadores ponen en relación la conducta antisocial

con otras variables personales y de los contextos de socialización, y realizan dos

análisis discriminantes (stepwise), uno para los hombres y otro para las mujeres,

comparando a aquellos jóvenes que no realizan conducta antisocial con aquellos

que obtienen las puntuaciones más altas en estas conductas. Para ello utilizan

como variable dependiente el sumatorio de todas

las conductas antisociales y como variables independientes las restantes variables

del estudio.

De acuerdo con los resultados de estos análisis, podemos observar que,

para los varones, la función de discriminación es capaz de clasificar correctamente

al 84,7% de los sujetos (87,7% de los que no realizan conducta antisocial, y 84,2%

de los que si la realizan). Las variables seleccionadas en el análisis coinciden con

las obtenidas en otros estudios sobre desviación. La variable seleccionada en

primer lugar resulta ser tener amigos desviados, seguida del consumo de alcohol

del propio adolescente. A continuación aparecen otras variables referidas al

consumo de drogas ilegales, otras actividades de ocio, el mantenimiento de

determinados valores, y las relaciones familiares.

-124-
Finalmente, respecto al mundo árabe, disponemos de algunos trabajos y

reflexiones sobre la delincuencia que pasaremos a exponer.

Elchercay, A. (1977), realizó un estudio en el que identificaba los factores

que contribuyen al incremento de la delincuencia en Egipto: la personalidad, el

nivel de los estudios, la función del delincuente en la sociedad, la familia y la

vivienda. Después trató de las teorías explicativas del delito, apoyándose en la

idea de que el delito es un reflejo de las imágenes de inadaptación que sufren los

jóvenes en su sociedad y este sufrimiento de la inadaptación es una alienación

cuyas causas son psicólogicas, socioeconómicas y culturales.

También, subrayó la importancia de la socialización, el crecimiento social y

la formación de la personalidad del delincuente. En la parte empírica, trabajó sobre

30 individuos delincuentes y 30 que lo no eran. Las conclusiones más relevantes

pueden ordenarse como sigue:

1.- El delincuente tiene una imagen de sí, que es inferior a la de los demás

individuos. Esto es uno de los motivos que más dificulta la adaptación a la

sociedad.

2.- Puntualizó que las conductas más frecuentes de los delincuentes son

mentiras, robos de propiedad, violación de la ley, vagabundeo por las calles,

abandono del hogar por sentirse incomprendido.

Otro ejemplo lo tenemos en el estudio de Tak-Tak, AM. (1975) en Túnez. El

autor utilizó una muestra de 870 jóvenes de 12 a 19 años de edad, de los cuales

-125-
750 eran jóvenes del Reformatorio de Germate y 120 del Reformatorio de Marida.

El 94% de los sujetos se encontraban detenidos por cometer robos. De estos, un

81% alegó la falta de recursos económicos para justificar sus delitos. Otro 8% se

justificó señalando no disponer de un hogar de acogida debido a la rotura del hogar

familiar producida por el divorcio de sus padres. En este sentido, la investigación

constató que el divorcio de los padres afectaba negativamente el nivel educativo

de los hijos. Finalmente, el 5% restantes eran delincuentes habituales

caracterizados por su agresividad, que no intentaron justificar sus actos.

También encontramos algunas investigaciones sobre la delincuencia en


Argelia. La Tesis Doctoral de Bouanaka, A. (1978), hecha en el Departamento de

Constantine, constata que las ciudades en donde estaban centralizadas las

industrias eran las zonas que contenían en sus alrededores mayor número de

casas de bajo nivel socioeconómico. Esto llevaba consigo, distintos fenómenos

como la delincuencia, la marginación, las enfermedades, etc.

Otro estudio argelino, fue realizado por Ben Atia, F. (1977), sobre los

problemas de los habitantes de viviendas en el barrio de Alcazaba de Argel. Sus

resultados indican que uno de los problemas más graves era el de la enseñanza,

pues, de cada 100 niños en edad escolar, había 25 que no asistían a los colegios

por distintas causas.

Un estudio relativamente reciente trata la delincuencia en Argelia, fue


realizado por Medjerab, M. (1991). Dicho autor, antes de tratar específicamente

este tema, señala una serie de aspectos y datos generales que tienen relación con

el problema. Lo primero que conviene subrayar es el hecho de que el sector juvenil

-126-
ha sido incrementándose númericamente a lo largo de los años hasta alcanzar

cifras considerables. De esta manera, en 1962 la población menor de 19 años en

Argelia era de 5 millones, pasará a 6 millones en 1967, a 9 millones en 1977, hasta

alcanzar en 1983 la cifra de 12 millones, lo que supone un crecimiento del 140% en

dos décadas.

Toda esta masa juvenil, afirma el autor, habrá de ser adecuadamente

socializada si queremos una sociedad futura equilibrada, feliz y próspera. Sin

embargo, en el marco de la sociedad argelina, varios son los obstáculos que se

interponen en la realización de este proyecto. Entre ellos podríamos enumerar a

título ilustrativo los siguientes:

La tasa de mortalidad infantil, la escasez de jardines de infancia,

guarderías, incluso que satisfagan las necesidades que se plantea a la mujer

trabajadora madre de familia, la elevada proporción de niños no escolarizados

(26%), el abandono escolar, la insuficiente formación profesional, la ausencia de

estructura culturales, el retraso y la dificultad que hoy plantea el acceso a la vida

laboral, etc.

Medjerab, M. (1991), plantea la siguiente pregunta sobre la situación actual

de la delincuencia: ¿tiene el joven actual una mayor tendencia a desarrollar

actividades delictivas que los jóvenes de las generaciones anteriores?. La

respuesta es afirmativa, debido a múltiples factores. Tradicionalmente, los jóvenes

huérfanos o niños desheredados eran acogidos por otras familias de forma natural.

Pero la desintegración de la familia patriarcal, ha producido la aparición de una

serie de adolescentes rechazados por el entorno social. Como razones históricas

-127-
explicativas del aumento de la delincuencia, el autor cita, el desarraigo y éxodo

rural, el paro, el chabolismo, la insuficiente escolarización de ciertos grupos

marginales, así como la lucha por la Independencia y las ejecuciones sumarias

que han aumentado el número de niños sin familia. Después de la Independencia

se tomaron una serie de medidas que solucionaron en gran parte este problema.

Sin embargo, las estructuras mentales globales ligadas a la familia tradicional se

han transformado y han aparecido, en consecuencia, una serie de jóvenes que se

oponen a la costumbre y a los valores preestablecidos. Así, lo que antes era un

conflicto padre-hijo se ha transformado en un enfrentamiento de dos modos de

pensar. En la mujer este drama, este conflicto, entre dos formas de pensar se

acentúa aún más. Los progresos de la escolarización, la entrada de la mujer en el

mundo laboral, la legislación actual vigente ("todos los ciudadanos, de ambos

sexos, tienen los mismos derechos y deberes") y las nuevas relaciones que se dan

entre el hombre y la mujer (sobre todo en las ciudades) provocan que ésta no

acepte el seguimiento del rol que la tradición le impone y no resulta inusual que

huya de su domicilio familiar para eliminar los complejos que la afectan y romper

con un pasado tradicional. Una vez han abandonado el dominio familiar, algunas

de ellas pueden realizar actividades de carácter dudoso e incluso convertirse en

prostitutas. El papel de la familia como mecanismo de control y educación de los

niños se ha debilitado. Hay ocasiones en las que ante la opción entre la esfera

tradicional y la moderna los adolescentes utilizan todos los medios para

reafirmarse frente a sus padres recurriendo a un modo de vida no conformista que

puede terminar por convertirse en marginado.

Por otro lado, la aceleración de la movilidad social ha permitido que los

jóvenes incluidos en las clases más desfavorecidas puedan aspirar a concretar sus

-128-
ambiciones por medio de actividades delictivas. La ciudad, en función del

anonimato que la caracteriza, será el espacio ideal para ello. Además hay que

tener en cuenta que la poligamia y la facilidad para obtener el divorcio provoca el

aumento de niños en situaciones de precariedad. El resultado la existencia de una

gran cantidad de niños semi-abandonados con alta probabilidad para convertirse

en delincuentes.

Los jóvenes menores de 20 años representan un 15% de la población penal

en 1980, los adultos de 20 a 39 años el 73,2% y los mayores de 40 años el 12,8%.

De ello se deduce que la delincuencia en los jóvenes menores de 20 años es

mayor que en los adultos de más de 40 años. Pero el monopolio de la delincuencia


es detentado por los adultos cuyas edades oscilan entre 20 y 39 años. Así, la

delincuencia empezará a los 16 años y alcanzará su punto álgido

aproximadamente a la edad de 28 años para decrecer a partir de los 35 años.

-129-
2.- CONSUMO DE DROGAS EN LA ADOLESCENCIA

El consumo de alcohol y otras drogas, especialmente en los últimos

decenios, se ha convertido en parte de la vida de muchos jóvenes de todo el


mundo. Esta tendencia ha sido presentada en gran cantidad de estudios (Edis,

1985 y 1989; Delegación del Gobierno español para el Plan Nacional sobre

Drogas, 1990; Serrano y otros, 1994; Luengo, Otero, Mirón y Romero, 1994 y

1996; Johnston y cols., 1992, 1994; Foxcroft, D. y Cols., 1995; Fergusson, D.

y cols. 1995; Madianos, M.C. y otros, 1995; Carvalho, Vera y otros 1995).

Bajo la común denominación de "drogas" se incluye un conjunto muy amplio

de sustancias que modifican elementos perceptivos y comportamentales de los


individuos y provocan en ellos estados de dependencia (O.M.S., 1973).

Probablemente, los tres efectos más comunes que producen las drogas

sean la dependencia física, la dependencia psíquica y la tolerancia. La primera se

manifiesta en que la habituación es tal que se necesita la droga de manera

imperiosa, de modo que su privación produce trastornos fisiológicos. La

dependencia psíquica supone un deseo obsesivo y siempre renovado de

consumirla. Finalmente, la tolerancia es la capacidad que el organismo adquiere

para adaptarse a la sustancia, generando una tendencia a aumentar el consumo


para conseguir los efectos experimentados inicialmente (Clausen, 1976).

Más allá de la clasificación que adoptamos, parece claro que no sólo las

llamadas comúnmente "drogas" lo son, sino que también debe incluirse el tabaco y

el alcohol. Sin embargo, no resulta menos cierto que sus efectos van a depender

-130-
de la cantidad y tipo de droga consumida. Finalmente, la consideración de drogas

legales e ilegales, si bien no afecta a su peligrosidad, hace que la percepción social

y las conductas requeridas para su consecución sean absolutamente diferentes


(Serrano y otros, 1994).

Dentro de las distinciones que suele hacerse para definir bien el campo de

las drogas no es ocioso mencionar los diversos tipos de consumo, ya que existe

cierta tendencia a considerar drogadicto a todo consumidor, lo que obviamente no

es correcto, estigmatiza indebidamente y dificulta la clarificación necesaria en un

tema tan complejo como éste. Al respecto, el consumo puede ser meramente

episódico, tener un carácter experimental o tratarse de una práctica


sistemáticamente y habitual (O.M.S., 1973).

Asimismo, muchos estudios sostienen que las pautas de consumo se

desarrollan de una manera secuencial, aunque sea discutible los factores o

mecanismos que determinan tal evolución. Parece, pues, importante analizar las

etapas iniciales del consumo, su eventual desarrollo y las variables que inciden en
él (Otero-López, Mirón y Luengo, 1991; Otero-López, 1996; Luengo,

Otero-López, Mirón y Romero, 1996).

Las drogas forman parte, de un modo u otro, del escenario de la juventud,

incluso más que de la misma adolescencia. Pero no porque ésta sea normalmente

una etapa de contacto se trata de un momento menos importante, dada la

dimensión evolutiva antes reseñada.

La adolescencia es, sin duda, un momento especialmente proclive para el

-131-
comienzo e instalación de tales hábitos. Y ello en razón a las características

propias de esta etapa del desarrollo personal, tales como la necesidad y búsqueda

de nuevas experiencias, la expresión de la propia autonomía, el cuestionamiento


de las reglas sociales, la tendencia a conductas grupales, etc. (Serrano y otros,

1994).

Al igual que lo ocurrido con la conducta antisocial, se han asociado muchos

factores al uso de drogas, incluyendo la condición socioeconómica (tomar

drogas es más común en los grupos marginales); los antecedentes familiares

(hay un mayor índice de uso de drogas en las familias con problemas, donde los

adultos también las toman o en las que no existe ningún compromiso religioso); el

rendimiento escolar (su uso también es más elevado entre los jóvenes que sacan

malas notas); factores psicológicos (el consumo de drogas es mayor entre los

jóvenes que tienen poca autoestima); actitudes (los que no tienen puntos de vista

tradicionales también suelen tomar más drogas); conducta (entre los que violan la

ley en otros aspectos); y factores relacionados con los trastornos emocionales

(entre los que están deprimidos o angustiados y cuya vida está repleta de
acontecimientos vitales) (M. Newcomb y Bentler, 1989).

2.1.- VARIABLES QUE DETERMINAN EL CONSUMO DE DROGAS

2.1.1.- DETERMINANTES FAMILIARES

La familia aparece como uno de los entornos primarios que mayor influencia

ejerce sobre la conducta del adolescente, convirtiéndose, por derecho propio, en el


primer órgano de modelado, de aprendizaje y de socialización (Otero-López,

-132-
Mirón y Luengo, 1991; Luengo, Otero-López, Mirón y Romero, 1996).

Los primeros estudios sobre el consumo de drogas y la familia se enfocaron

específicamente al análisis de los aspectos estucturales (tamaño de la familia,

lugar que ocupaba el adolescente entre sus hermanos, o la ausencia de uno o

ambos padres en el hogar), mientras los estudios más recientes se ocupan

primordialmente de las interacciones afectivas y de los efectos del modelado de la


conducta de los padres sobre la conducta de los hijos (Luengo et al., 1996).

Las relaciones afectivas entre padres e hijos juegan un papel primordial en

el desarrollo cognitivo y social del individuo. Esta afirmación sugiere que las

relaciones afectivas en el entorno familiar son importantes, no sólo para favorecer

un adecuado desarrollo personal del individuo, sino también para promover la


integración del sujeto en el sistema social convencional (Otero-López, 1986).

Existe contrastada evidencia empírica acerca de covariación que se

establece entre el consumo del adolescente y la pertenencia a familias en donde

predomina un clima familiar "tenso" y "conflictivo": los consumidores provienen de

hogares en los cuales las relaciones entre ambos padres, y éstos y el hijo son
conflictivas, y la vinculación afectiva escasa o inexistente (Rhodes y Jason, 1990;

Hualde, 1990; Denton y Kampfe, 1994). Estos resultados, señala Luengo et al.

(1996), parecen validar los presupuestos de la Teoría del Control Social (Hirschi,

1969) en el sentido de que el apego al padre y/o a la madre actúa como un

inhibidor de la conducta desviada. Más concretamente, la comunicación entre


padres e hijos (Brook, Whiteman y Gordon, 1983; Gorsuch y Butler, 1976), el

conflicto demasiado frecuente (entendido como ausencia de afecto) (Kosten,

-133-
Novack y Kleber, 1984), la alienación del hijo en el hogar y el control de los padres

sobre la conducta de los hijos (Blechman, 1982), son cuestiones que se enmarcan

en el amplio contexto teórico de los modelos de desviación social. El apego entre

padres e hijos, y la percepción de ese apego por parte del adolescente, actúa

apartando al joven de la conducta desviada, y en consecuencia del consumo de

drogas, al promover la identificación afectiva y la comunicación familiar, así como

el control, tanto directo como indirecto (directo, dado que los hijos tienden a pasar

más tiempo con ellos, e indirecto dado que cuando no están con ellos tienden a

tenerlos "psíquicamente presentes"), de los padres sobre la conducta del hijo


(Luengo et al., 1996).

A continuación, hemos seleccionado algunos trabajos que han confirmado

la importancia de las interacciones afectivas familiares en el consumo de droga.

Así, Protinsky y Shilts (1990) estudian la relación entre el consumo de

alcohol y la percepción de la cohesión familiar. Trabajan con autoinformes de una

muestra de 237 adolescentes. Sus resultados muestran la existencia de una

relación negativa entre el consumo de alcohol y la dimensión de cohesión familiar,

es decir, a menor consumo de alcohol mayor es la cohesión familia y viceversa.

Este resultado lleva a estos investigadores a afirmar que: "la desestructuración

familiar es una característica de las familias que consumen alcohol".

En la misma línea, nos encontramos con la investigación realizada por


Constantine, Wermuth, Sorensen y Lyons (1992) con heroinómanos. Este

trabajo pretende demostrar la importancia de la variables familiares en el consumo

y en el tratamiento. Con el propósito de analizar la relación entre el funcionamiento

-134-
familiar y la severidad del consumo de drogas, seleccionan una muestra de 23

consumidores de heroína en tratamiento. Estos autores, constatan por un lado que

el funcionamiento familiar en términos de cohesión y adpatabilidad, tiene una

relación directa con los progresos en el tratamiento; y por otro, la dimensión de

cohesión familiar es un predictor válido y, en consecuencia, satisfactorio del

consumo de heroína.

Otro ejemplo, sobre la adaptabilidad y cohesión familiar, pero utilizando

múltiples drogas (alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, tranquilizantes y


alucinógenos), lo constituye el trabajo de Smart y cols. (1990). Analizando una

muestra de 1082 adolescentes, de edades comprendidas entre 12 y 15 años, sus

resultados confirman que aquellos adolescentes que perciben una pobre cohesión

y adaptabilidad en el seno de su familia informan de un mayor consumo de todas

las drogas excepto cocaína. Es más, se confirma que en este tipo de familias, el

consumo de alcohol por parte de algún miembro, incrementa la vulnerabilidad del

adolescente hacia el consumo de drogas. Según estos autores existen factores

"protectores" a estas edades, que deben ser tomados en los programas de

prevención e intervención, a saber: la facilitación de la comunicación padres-hijos,

el desarrollo de roles consistentes y positivos por parte de los padres, y fomentar la

armonía afectiva en el hogar.

Tampoco faltan estudios transculturales que examinan las dimensiones de

cohesión y adaptabilidad familiar y su relación con el consumo de distintas drogas.


Un buen ejemplo, lo constituye el estudio de Natakusumah y cols. (1992). Los

autores, a efectos de comparación, seleccionan 151 familias Americanas y 61

familias Indonesias. Sus resultados ponen de manifiesto, por una parte, que la

-135-
dimensión de cohesión familiar es un mejor predictor en sentido negativo del

consumo de drogas que la adaptabilidad familiar, si bien las dos dimensiones

muestran una clara relación con el consumo en ambos grupos muestrales, y por

otra, que las familias Americanas son más disfuncionales que las Indonesias.

Otro tipo de investigaciones, sugiere la inclusión como "informante" de otro

miembro de la familia, además del adolescente. En este sentido, está el trabajo de


Friedman y Utada (1992). Dichos autores recogen información, a través de

distintas escalas que miden las relaciones en el hogar (Escala de Clima Familiar y

Escala de Cohesión y Adaptabilidad Familiar), de 143 adolescentes consumidores,

de edades comprendidas entre 14 y 21 años, y de sus madres. Los resultados

muestran que las percepciones de los adolescentes y sus madres son altamente

coincidentes en calificar el clima familiar como más "alterado" que en otras familias;

específicamentes, ambos, declaran que el 60% de las familias de consumidores

presentan un patrón relacional "rígido-desestructurado" (baja cohesión y baja

adaptabilidad); además, ninguna de las familias fue categorizada, bien por los

adolescentes

o por sus madres, como "unida o compenetrada".

Recientemente, en una investigación sobre el consumo de drogas en una


muestra de adolescentes gallegos, Luengo et al. (1996), constatan que existe

relación entre las dimensiones afectivas familiares y el consumo de drogas del

adolescente. En este sentido, señalan que todas las variables analizadas en el

estudio alcanzan la significación estadística con conductas de consumo, siendo las

más importantes las que establecen entre: 1) la confianza y la comunicación del

padre con el consumo de alcohol del hijo (r=-0,16, r=-0,14, p<0,001,

-136-
respectivamente), 2) la confianza y la alienación de la madre con el consumo de

tabaco y alcohol respectivamente (r=-0,12, r=0,14, p<0,001), 3) las relaciones

entre los padres con todos los tipos de consumo del adolescente: tabaco (r=-0,12,

p<0,001), alcohol (r=-0,15, p<0,001), cánnabis (r=-,12, p<0,001), drogas médicas

(r=-0,09, p<0,01) y drogas ilegales (r=-0,13, p<0,001).

Se confirma, afirman estos autores, que la falta de "armonía" entre ambos

padres y la falta de confianza y comunicación entre el hijo y ambos padres son

correlatos importantes del consumo del adolescente.

Por otra parte, sus hallazgos muestran que la dimensión afectiva familiar es

un aspecto que presenta una importancia clara en el consumo del adolescente:

unas "pobres" relaciones familiares conlleva una mayor probabilidad de que el

adolescente manifieste conductas de consumo. Además, estos hallazgos

proporcionan apoyo empírico a los supuestos de la Teoría del Control Social de

Hirshi (1969).

En suma, a partir de la evidencia empírica se puede constatar la

importancia de las interacciones afectivas; es decir, que la existencia de unas

adecuadas relaciones afectivas entre los padres y entre estos y el hijo se asocian

con no consumo, mientras que las relaciones defectuosas entre padres e hijos se

asocian con consumo del adolescente.

2.1.2.- DETERMINANTES GRUPALES

El grupo de iguales aparece en la literatura como otro entorno, de

-137-
importancia crucial, en la maduración del individuo y, por lo tanto, una clara

influencia sobre sus conductas, sean admitidas socialmente o no. Así, a medida

que el sujeto incrementa su nivel de interacciones fuera del marco familiar, la

influencia del grupo de amigos en la determinación de pautas de comportamiento


se hace especialmente evidente (Wister y Avison, 1982). De hecho, una de sus

principales funciones es la de crear normas conductuales y mecanismos que


mantengan esas normas (Otero-López, 1986).

Los compañeros proporcionan una información directa e indirecta acerca de

las conductas que son apropiadas y/o valoradas en determinadas situaciones,

distintas a las que se le presentan al adolescente en el hogar. La importancia de

este grupo de compañeros es especialmente relevante en el consumo de droga, ya


que ésta es una conducta que el sujeto debe aprender específicamente (Gorsuch

y Butler, 1976).

En este sentido, el aprendizaje del sujeto en el grupo (tanto de las

interacciones afectivas, como de los patrones normativos y conductuales)

convierten a éste en un agente de socialización, tal como postulan las principales

teorías psicosociales: Teoría de la Asociación Diferencial (Sutherland, 1939), y las

Teorías del Aprendizaje social (Modelo de Akers y cols., 1979).

Las variables que han suscitado un mayor interés en la investigación han

sido, al igual que para la familia, las afectivas y las conductuales; concretamente,
las interacciones con los compañeros y el consumo de los amigos (Brook et al.,

1989; Bailey y Hubbard, 1991; Epstein, Botvin, Diaz y Schinke, 1995).

-138-
INTERACCIONES AFECTIVAS

Los vínculos afectivos que el adolescente mantiene con sus iguales

parecen, a tenor de la literatura, contribuir a que este desarrolle o no determinadas


conductas. Así, son múltiples los estudios (Huba, Wingar y Bentler, 1980;

Panella y Henggeler, 1982) que documentan que unos vínculos afectivos fuertes

con iguales drogadictos y/o consumidores constituye un "factor de riesgo" para el

consumo del propio adolescente. Esto se relaciona de manera clara con la

afirmación de que el apego a iguales no convencionales elicita conductas no

convencionales, ya que, para el adolescente es muy importante ser aceptado y/o

admirado en su grupo, por lo cual tratará de desarrollar las "actividades" valoradas


en el grupo, sean éstas de tipo convencional o no convencional (Fraser, 1984).

A continuación presentamos algunos estudios, aunque son muy pocos, que

analizan específicamente estas variables.

Partiendo del modelo de la Asociación Diferencial y del modelo de la


Identificación Diferencial (Glaser, 1956, 1969), está la investigación de Napier,

Goe y Bachtel (1984). Dichos autores evalúan un amplio conjunto de variables (nº

de amigos consumidores, deseo de ser aceptado en el grupo, frecuencia de

relación con los amigos, participación en actividades escolares y religiosas,

identificación con grupos que realizan actividades -escolares, deportivas,

musicales y religiosas-). Los resultados indican que el tipo de compañeros con los

que el sujeto se asocia (convencionales vs. no convencionales) y los modelos de

rol que elige para imitar, influyen en su propia conducta de consumo de drogas

ilegales.

-139-
Otro estudio longitudinal, que introduce un aspecto relevante referido a la
interdependencia entre el entorno familiar y el grupal, es el realizado por Hoffman

(1993) con adolescentes americanos. Los resultados señalan que la variable que

presenta el mayor efecto sobre el consumo de drogas (marihuana y el

policonsumo) es la relación con los iguales; aunque, también la estructura familiar

y las relaciones entre padres e hijos tienen efecto directo. Además, el autor señala

la existencia de modelos indirectos en los cuales los factores familiares ejercen su

influencia sobre las relaciones con los amigos.

Por último, nos parece interesante recoger los resultados del trabajo de
Luengo et al. (1996). Se constata que el vínculo de las asociaciones entre las

variables afectivas del grupo y el consumo del sujeto es "débil". Así, de los tres

componentes del apego (confianza, comunicación y alienación), únicamente la

comunicación alcanza la significación estadística (p<0,01) y lo hace sólo con tres

tipos de consumo: tabaco, alcohol y cánnabis. No obstante, todas las correlaciones

presentan signo positivo. Parece, entonces, en función de lo anteriormente

expuesto, señalan los autores, que la dimensión afectiva del grupo, por un lado, no

está tan relacionada con el consumo del adolescente como la dimensión

conductual, y por otro, presenta un patrón de asociación diferencial en cuanto al

consumo: el consumo de drogas legales presenta mayores coeficientes de

correlación que el consumo de drogas ilegales.

CONSUMO DE IGUALES

El consumo de iguales, es el aspecto que ha atraído en mayor

-140-
medida la atención de los investigadores y que ha arrojado los hallazgos más

firmes y estables.

Así, se ha constatado repetidamente que la influencia de los amigos es el


más claro predictor del consumo de drogas en el adolescente (Hanson y cols.,

1982; Fagan y Wexler, 1987). En lo que al consumo se refiere, existe amplia

evidencia de que el consumo se suele producir en grupo y que el consumidor tiene


amigos consumidores (Otero-López, 1986). En este sentido, los adolescentes

consumidores y/o drogadictos, con toda probabilidad, tienen amigos que

consumen droga. Del mismo modo, los adolescentes que no consumen droga pero

que perciben que sus compañeros aprueban tales conductas, tienen mayor
probabilidad de iniciarse en su consumo (Jessor, Jessor y Finney, 1973;

Kandell, Kessler y Margulies, 1978; Sadava, 1973; Epstein et al., 1995).

A pesar de la existencia de distintas explicaciones a esta vinculación que

se derivarían de los distintos modelos teóricos, todas coinciden en considerar que

la conducta de consumo puede ser el resultado de la exposición del adolescente a

una serie de actitudes y conductas presentes en el grupo de iguales, que el

adolescente internaliza, y manifiesta con su propio consumo. Es decir, los

consumidores habrían sido sometidos a un proceso de socialización en una


subcultura desviada (Luengo et al., 1996).

Así, a continuación presentamos algunas investigaciones que relacionan

las características grupales y el consumo del sujeto.

En un intento de identificar las variables grupales más importantes, de entre

-141-
un amplio conjunto (tamaño, densidad, composición del grupo, calidad de las

relaciones, modelado), en la determinación del consumo del adolescente,


Hawkins y Fraser (1985), utilizan una muestra de 161 consumidores habituales

de drogas ilegales (heroína, cocaína, alucinógenos, anfetaminas y barbitúricos)

localizados en cuatro centros de tratamiento. Los resultados muestran que los dos

aspectos más claramente relacionados y favorecedores del consumo del

adolescente son los procesos de modelado y el apego a los iguales.

Otro trabajo con la pretensión de analizar el efecto diferencial del papel de la

familia y de los iguales sobre el consumo de los adolescentes, fue realizado por
Swadi (1988). Evalúa mediante autoinformes, la percepción que los adolescentes

tienen acerca del consumo de inhalantes y drogas ilegales de sus mejores

amigos y familiar. Para ello utiliza una muestra de 3333 adolescentes londinenses,

de edades comprendidas entre los 11 y los 16 años. Los resultados muestran que

los que ejercen mayor influencia sobre el consumo de drogas de los adolescentes

son los amigos frente a los familiares, independientemente de si esos amigos

consumen o no drogas.

Una investigación longitudinal que pretende analizar los predictores del


consumo y la delincuencia fue realizada por McBride, Joe y Simpson (1991).

Para ello, utilizan una muestra de 110 adolescentes americanos (13 a 17 años).

Los resultados, por un lado, indican que la influencia parental presenta un pequeño

poder predictivo sobre los resultados alcanzados en el tratamiento, y por otro, que

son las conductas desviadas de los iguales (consumo y delincuencia) las que

muestran una relación mucho más fuerte tanto con la delincuencia como con el

consumo de drogas del adolescente.

-142-
Por último, los resultados de Luengo et al. (1996), respecto al consumo de

iguales, constatan que las actividades delictivas y de consumo de los amigos son

correlatos importantes del consumo del sujeto. Así, todas las variables presentan

correlaciones estadísticamente significativas con el consumo del sujeto.

En suma, a partir de la revisión realizada se puede constatar que la totalidad

de los estudios coinciden en afirmar que las conductas desviadas de los iguales

(consumo y delincuencia) son correlatos importantes del consumo de los

adolescentes.

2.1.3.- DETERMINANTES ESCOLARES

La importancia del entorno escolar en el desarrollo del niño y el adolescente

es uno de los principales puntos de partida de numerosas investigaciones.

La escuela es el campo en el que se desarrollan un importante conjunto de

las conductas del joven, no es sólo el lugar físico donde se produce la educación

formal del individuo, sino que es el marco donde se encuadran las primeras

relaciones con las iguales, los primeros encuentros con figuras de autoridad

sociales y las primeras oportunidades de alcanzar un logro personal socialmente

reconocido.

Las variables escolares más significativas relacionadas con la aparición de

consumo de drogas serían: la insatisfacción escolar, el fracaso escolar y las

características de la escuela.

-143-
INSATISFACCION ESCOLAR. En general, los adolescentes consumidores

de drogas tienen un grado de insatisfacción escolar mucho más elevado que los

adolescentes que no presentan tales conductas. Mientras están en la escuela y a

pesar de que su C.I. es normal, su índice de conducta problema es notablemente


superior a la de sus compañeros no consumidores de droga (National

Commission on Marihuana and Drug Abuse, 1973).

El retraso escolar motiva que, a menudo, sean discriminados por sus

compañeros y profesores, con lo cual su nivel de satisfacción escolar disminuye


progresivamente (Vinter y Sarri, 1965; Johnston, Bachman y O'Malley, 1982).

Es decir, si la adaptación del individuo al marco escolar no resulta satisfactoria,

aumenta la probabilidad de que éste desarrolle conductas desviadas y se alíe con

compañeros no convencionales.

FRACASO ESCOLAR. La insatisfacción escolar está, en gran medida,

relacionada con el fracaso en las tareas escolares. El fracaso escolar puede estar

originado por la incapacidad del niño y del adolescente en su proceso de

aprendizaje. Cuando, por unos u otros motivos, el sujeto no puede alcanzar el

mismo nivel de logro que sus compañeros, aumentará la probabilidad de que

presente conductas problemas en el aula, con lo cual se creará un círculo vicioso


del que difícilmente podrá salir, ni en el ámbito escolar, ni fuera de él (Spivack,

Cianci, Quercetti y Bogaslav, 1980).

Parece, pues, que cuando el adolescente no encuentra satisfacción en el

marco escolar, ni alcanza los logros que de él se esperan, buscará aumentar su

-144-
satisfacción y su nivel de logro en ambientes no institucionalizados e incluso

claramente desviados, como es el caso de los consumidores de drogas.

El trabajo realizado por Shanon y James (1992), examina la influencia que

ejerce el consumo de drogas y alcohol en adolescentes escolarizados. Para ello,

los autores comparan 348 adolescentes consumidores de drogas y alcohol con

otro grupo no consumidor, con caraterísticas sociodemográficas muy similares.

Los resultados indican que los consumidores son los que presentan mayor riesgo a

nivel académico, experimentando más problemas disciplinarias (expulsiones),

mayor fracaso en las clases, permanecieron en el mismo curso con más frecuencia

y estuvieron más en educación especial.

CARACTERISTICAS DE LA ESCUELA. Las normas escolares y el grado

en el cual los estudiantes las perciben como adecuadas es otra variable asociada

con el consumo de drogas.

Los estudiantes que consumen drogas suelen estar menos comprometidos

con las normas de la escuela y con la participación en actividades

extra-académicas. Como ya se ha señalado, la falta de éxito escolar parece llevar


a que estos sujetos sean etiquetados como "malos" y "problemáticos" (Brennan,

Elliott y Knowles, 1981), con las consecuencias negativas que ello conlleva a

nivel de relación.

Parece demostrado que la delincuencia, en general, y el consumo de

drogas, en particular, aumentan a medida que se incrementa el número de

estudiantes por escuela y aula con la consiguiente disminución del grado de control

-145-
que la institución puede ejercer sobre los escolares (Ellis, Ray y Coleman, 1983).

Luengo et al. (1996) analiza la relación entre las variables escolares (nº de

suspensos, apego a los profesores y satisfacción escolar) y las etapas de

consumo. Los resultados sugieren que si el adolescente consigue los logros y las

metas que se esperan de él, está contento y satisfecho con la escuela y si se siente

apreciado por los profesores, disminuirán, en definitiva, las probabilidades de que

se involucre en conductas desviadas (concretamente en el consumo de drogas).

En dos estudios más recientes (Roski J., Perry CL., Mcgovern Pg.,

Williams CL., Farbakhash K., Veblenmortenson S., 1997; Ennett ST.,

Flewelling RL., Lindrooth RC., Norton EC., 1997) se pretenden, analizar las

características de la escuela y la comunidad en el consumo de drogas.

En concreto, el trabajo de Roski et al. (1997), pretende analizar la

influencia de los distintos ambientes sociales (escuela y comunidad) en el

consumo de drogas y alcohol en adolescentes. Analizando una muestra de 2309

personas (943 padres, 118 jefes comunitarios, 30 directores de escuela, 30

consultores escolares, 14 proveedores farmacéuticos y 1174 adolescentes de 14

años), sus resultados constatan que las características de la escuela y de la

comunidad influyen en el consumo de drogas. Concretamente, el aumento de

normas y modelos de rol, y la disminución de oportunidades para el consumo,

reduce el uso de drogas.

El segundo trabajo es el realizado por Ennett et al. (1997), utiliza una

muestra de 36 escuelas y comunidades con el objeto de analizar su influencia

-146-
sobre el consumo de alcohol escolar, cigarrillos y el uso de marihuana. Los

resultados indican que el consumo es más alto en las escuelas situadas en barrios

con mayores ventajas sociales.

En suma, en función de la literatura, se puede afirmar que el consumo de

drogas se asocia con la insatisfacción y fracaso escolar del adolescente, además

de las características de la escuela.

DETERMINANTES INDIVIDUALES

Los factores individuales se refieren tanto a las características del sujeto

como a los procesos internos, y determinan una mayor o menor susceptibilidad o

vulnerabilidad a las influencias sociales que favorecen el consumo de este tipo de

sustancias.

Dentro de las variables individuales, la búsqueda de sensaciones, y la

autoestima han acaparado la atención de numerosos investigadores por su

capacidad discriminatoria entre consumidores y no consumidores.

Así, a continuación, presentamos algunos estudios que ponen de

manifiesto la estrecha relación entre la búsqueda de sensaciones y el consumo de

drogas.

Teichman, Barnea y Rahav (1989a), utilizando una muestra de 1900

adolescentes y con edades entre los 14 y 19 años, pretenden determinar el efecto

de la búsqueda de sensaciones, ansiedad (rasgo-estado) y depresión en el

-147-
consumo de drogas. Los resultados afirman que la dimensión "búsqueda de

sensaciones" es la variable que presenta un mayor efecto.

En el estudio realizado por Luengo et al. (1996), se confirma que la

búsqueda de sensaciones es la dimensión personal que establece las mayores

correlaciones con todos los tipos de consumo excepto con drogas médicas (los

coeficientes oscilan entre 0,26 con tabaco y 0,40 con alcohol, p<0,001). Las drogas

médicas se vinculan en mayor medida con la impulsividad (r=0,13, p<0,001).

En cuanto a la relación entre autoestima y el consumo de drogas, muchos

investigadores señalan que una baja autoestima actúa como facilitador, e incluso

como un "factor causal", de la involucración del sujeto en el consumo de drogas


(Maton y Zimmerman, 1992).

A continuación, presentamos dos estudios que ejemplifican la relación entre

autoestima y el consumo de drogas.

El primero de ellos es de carácter longitudinal y pretende evaluar el poder

predictivo que la autoestima y otras variables (estilo de vida, apoyo social) ejercen
sobre la frecuencia de consumo de alcohol, marihuana y drogas duras (Maton y

Zimmerman, 1992). La muestra del estudio estaba formada por 150 adolescentes

varones de ámbito urbano y la mayoría de ellos habían abandonado la escuela, de

edades comprendidas entre los 15 y 19 años. Fueron entrevistados dos veces con

intervalo de 6 meses. Los resultados indican que el estilo de vida fue un predictor

significativo del consumo de marihuana y drogas duras a los 6 meses de la primera

entrevista y del consumo de alcohol al mes; el apoyo social predijo el consumo de

-148-
alcohol tanto al mes como a los 6 meses; el de marihuana al mes y, por último, los

niveles bajos de autoestima fueron un buen predictor del incremento del consumo

de marihuana 6 meses después de haber realizado la primera entrevista.

La importancia de este trabajo es doble. Por una parte, ratifica que la

correlación es negativa entre autoestima y consumo y, por otra, incluye otras

variables que contribuyen a "contextualizar" la autoestima; es decir, existen

variables como apoyo social y/o fracaso escolar entre otras, que funcionan como

mediadores para potenciar o inhibir la autoestima.

El segundo trabajo, realizado por Luengo et al. (1996), constata que las

correlaciones, en relación con la autoestima, son estadísticamente significativas,

sólo con el consumo de tabaco (r=-0,05, p<0,01) y drogas médicas (r=-0,09,

p<0,001).

2.2.- EL CONSUMO DE DROGAS EN LA ADOLESCENCIA ESPAÑOLA Y

ARABE

Dentro del ámbito español, existen numerosas investigaciones, entre las

cuales cabe destacar, el estudio del consumo de drogas en los adolescentes


gallegos realizado por Luengo et al. (1996) y en Euskadi (Jóvenes Vascos,

1994) y la investigación de Serrano y otros (1994).

Los resultados de Luengo et al. (1996) desvelan que las sustancias que

cuentan con lo más elevados niveles de consumo son las drogas legales; el tabaco

y la cerveza son, en concreto, las drogas que presentan una mayor difusión entre

-149-
los adolescentes. A pesar de que, afirman los autores, a menudo en los medios de

comunicación se ha hecho especial hincapié sobre la problemática de las drogas

ilegales, lo cierto es que las drogas convencionales son las que presentan, hoy por

hoy, los índices más preocupantes; es éste un dato que no debiera ser desdeñado

en la planificación e implantación de programas de prevención e intervención.

Este estudio, además, constata lo siguiente:

1.- Una tendencia al aumento de la involucración de las chicas en drogas de

carácter legal como el tabaco o las bebidas de alta graduación.

2.- Tienen lugar cambios sensibles en los patrones de consumo de alcohol,

que ahora tiende a ser más ocasional y probablemente más ligado a contextos de

diversión.

3.- Las drogas ilegales parecen encontrarse en retroceso; incluso la

cocaína, que experimentó un auge momentáneo hace algunos años, tiende a la

estabilización y presumiblemente al descenso.

4.- Las pautas de consumo en función de la edad apuntan a la adolescencia

temprana como período óptimo para llevar a la práctica las medidas preventivas;

asimismo, la Formación Profesional aparece como un foco de riesgo destacado,

hecho que debe ser tenido en cuenta en la delineación e implantación de

estrategias de intervención en el contexto escolar.

Por su parte, los resultados de la investigación sobre los Jóvenes Vascos

-150-
(1994), pueden sintetizarse de la siguiente forma:

1.- A pesar de que los jóvenes reconocen los efectos negativos en las

drogas legales e ilegales, el fenómeno de la "droga" se refiere fundamentalmente a

las drogas ilegales, en especial la heroína. Para los jóvenes, afirman los autores, la

"droga" es un hecho distante, alejado de la identidad juvenil, horizonte de rechazo

para unos y terreno de elección personal para otros.

2.- Mayoritariamente los jóvenes vascos tienen una imagen negativa de las

drogas ilegales, son permisivos con el uso de "cánnabis", son tolerantes con los

drogadictos y están en contra del tráfico de drogas.

3.- La representación social que emerge del alcohol define el consumo

social como forma de evasión y diversión, dominada por una orientación

hedonista-presentista, realizada en el contexto del grupo de iguales, y que cumple

una función de identificación juvenil. A diferencia de otras drogas el alcohol es una

sustancia "controlable" para los jóvenes.

4.- Los jóvenes apoyan las limitaciones en el consumo de drogas legales

(no permitir fumar en determinados lugares y prohibir el alcohol a menores de 16

años). Junto a ello la confianza en estas medidas como forma de evitar el consumo

es baja. Según las encuestas, los jóvenes confían en las medidas preventivas de

información y educación y en medidas que palien problemas sociales, como el

paro. A pesar de ello, los jóvenes presentan una baja preocupación por la

prevención del consumo de drogas y la educación para la salud. Los peligros del

alcohol no están presentes en los discursos de los jóvenes ("el alcoholismo es de

-151-
los mayores"), los peligros de las drogas ilegales se proyectan sobre los menores

de 16 años, los drogadictos son otros que necesitan ayuda.

5.- Las creencias y actitudes de los jóvenes ante las drogas no son

homogéneas, sino que existen distintas modalidades. Lo sustancial de esta

diversidad social son los significados sociales atribuidos, las formas de uso y el

contexto en que se emplean, los valores, actitudes y conductas con los que se

asocian.

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se

constata que el 70% de los adolescentes han fumado alguna vez, y el 85% han

tomado alcohol. Consumen habitualmente tabaco aproximadamente el 33% y

alcohol el 38%.

Entre las drogas ilegales, un 25% han experimentado con cánnabis, y lo

consumen con frecuencia algo más del 6%. Menos del 5% consumen,

experimental o habitualmente, drogas médicas (tranquilizantes y anfetaminas),

inhalantes o heroína y cocaína. La droga ilegal menos consumida resulta ser la

heroína (menos del 2% han experimentado con ella).

Los hombres consumen en mayor medida todas las sustancias que las

mujeres, con excepción del tabaco, para el que el consumo de las mujeres se ha

incrementado hasta el punto de superar al de los varones. Las diferencias en

consumo entre chicos y chicas son significativas para todas las sustancias,

excepto las drogas médicas, aunque los patrones de consumo no establecen

diferencias tan notorias entre ellos como la realización de conductas antisociales.

-152-
Con pocas excepciones, el consumo de las distintas sustancias tiende a

incrementarse progresivamente con la edad. Habitualmente consumen tabaco y

alcohol un 15% de los adolescentes de 14 años, frente al 50% de los que tienen

18-19 años. Del mismo modo, apenas un 2% consumen habitualmente cánnabis a

los 14 mientras que lo consume el 11% de los de 19 años. Para la heroína y la

cocaína también se aprecia incremento con la edad, aunque los porcentajes de

consumidores habituales son muy reducidos en todos los grupos. Las únicas

sustancias en las que el consumo no se incrementa linealmente con la edad serían

los inhalantes (incluso se observa un ligero descenso en el consumo habitual

después de los 16 años) y las drogas médicas (el consumo habitual se estanca a

partir de los 16). Estas diferencias en cuanto a las sustancias consumidas en

función de la edad probablemente sean debidas a la mayor o menor facilidad para

conseguirlas en cada momento. Entre los más jóvenes es más frecuente el

consumo de las sustancias más asequibles, mientras que los adolescentes de

mayor edad pueden ir abandonando el consumo de estas sustancias al tener

mayor acceso a otras drogas.

Por lo que se refiere al mundo árabe no faltan referencias y estudios sobre

el consumo de drogas (heroína, cocaína, alcohol, nicotina, etc.). Entre éstos, hay
que destacar los realizados por El-Tuhamí (1981); Saíf El-Islam Saud (1983);

El-Tawil (1984); Okasha (1985). Dichos estudios realizados en 4 países árabes

(Marruecos, Qatar, Arabia Saudí y Kuwit) reflejan una preocupación por el

consumo a edades muy tempranas, señalando la adolescencia como el momento

del primer contacto. Incluso, en Qatar el consumo alcanza el 50% en la

adolescencia.

-153-
En Argelia, el cánnabis (kif, hachis) es la droga más utilizada y la más

tolerada en la sociedad tradicional norteafricana; también existe el consumo de


alcohol, aunque es casi exclusiva del varón occidentalizado (Al-Issa, I., 1992).

Okasha (1985) solicita información de los adolescentes árabes,

consumidores de distintas sustancias y pertenecientes a distintas clases sociales,

acerca de cuales son las razones por las que se han iniciado en el consumo. La

respuesta más frecuente, según el autor, es la de "adaptarse a la conducta de sus

amigos".

El autor, a partir de los datos de su trabajo y los de otras investigaciones

llevadas a cabo en los países árabes, concluye que los factores más importantes

para la facilitación del consumo de drogas entre los jóvenes serían: la presión de

los iguales, la disponibilidad de las drogas, y los conflictos familiares. Así pues,

parece claro que el peso de grupo de iguales en la conducta de consumo de

drogas no es específico de una sola cultura, sino por el contrario bastante

generalizable transculturalmente.

En la misma dirección, Aguel (1995), constata en algunas investigaciones

recogidas en su libro, por una parte, que el consumo de las drogas tiene lugar en la

adolescencia, y la existencia de todo tipo de drogas; y por otra, que las causas que

influyen en el consumo son los problemas familiares, ausencia de uno de los

padres, falta de religiosidad, probar y copiar a la hora de salir al extranjero,

problemas de identidad, la falsa creencia de que la droga mejora las relaciones

sexuales, etc.

-154-
CAPITULO IV. OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA
ADOLESCENCIA

Algunos trabajos (Dumazedier, 1964; Fourastie, 1975; Munné, 1980;

Roiz, 1980; Romano, 1980; Puig y Trilla, 1987; Fontela, 1990; Trigo, 1990;

Carpio de los Pinos, 1995) podrían ser una buena muestra de la cantidad de

investigación generada por este aspecto inherente a la existencia humana que,

además, mantiene diferencias psicosocioculturales a muy diversos niveles. Así

pues, se constata la diferente cantidad de tiempo libre entre hombres y mujeres de

un mismo país, entre los hombres y entre las mujeres de los distintos países y

también encuentran diferencias en las actividades desarrolladas durante ese

tiempo libre (lectura, música, vida social, deportes, etc.). Por tanto, la utilización y

disponibilidad del tiempo libre varían en función de factores sociales como la

actividad laboral, la disponibilidad económica, el nivel cultural, el tipo de hábitat y la


edad (Pedró i García, 1984 y Mirón, 1991).

Autores como Dumazedier (1988) aseguran que el tiempo medio semanal

invertido en tiempo libre sobrepasa al tiempo de trabajo. Es más, se prevee que a

medida que las sociedades se industrialicen el tiempo de desocupación irá en

aumento y "uno de los problemas psicológicos del año 2000 será lograr que el

tiempo libre se emplee de una forma creadora y no se utilice para degradar la

existencia humana por vía de la evasión alienante. Máxime cuando el progreso de

los psicofármacos permitirá para esas fechas la fácil obtención de estados


subjetivos de placer, regulables a voluntad" (Pinillos, 1971, pág. 34). Quizás, el

tránsito de una sociedad hacia una menor ocupación requiera la intervención de

-155-
especialistas que enseñen a las personas que "disfrutar del ocio es un derecho"
(Racionero, 1983, p. 148).

Pedró i García (1984) considera necesaria una diferenciación entre ocio y

tiempo libre. Así pues, el autor define el "tiempo libre" en la adolescencia como

aquellas actividades desarrolladas fuera del horario escolar (horas de comida, de

sueño, de cuidado del propio cuerpo, relación familiar y extrafamiliar, etc.). Sin

embargo, el "ocio" abarcaría aquellas actividades voluntarias del adolescente

como deportes, lectura, ver T.V., escuchar la radio, juegos, etc.

Otros autores como Gil y Menéndez (1985) no hacen dicha diferenciación y

tratan estos dos términos englobándolos bajo el rótulo de "tiempo libre", que define

como: "una práctica cultural, una conducta de enseñanza-aprendizaje que

capacita para adaptarse mejor a la posición ocupada en la estructura social y, a ser


posible, capacita para cambiar dicha posición en sentido ascendente" (p. 34-35).

En esta definición puede apreciarse la importancia que el uso del tiempo libre tiene

en los adolescentes para completar su desarrollo e integrarse en la etapa adulta


(Erikson, 1981).

La investigación sobre los jóvenes vascos (1986) afirma que la calidad del

tiempo libre y el grado de satisfacción que proporciona suponen un indicador muy

importante de calidad de vida y de bienestar de salud personal y colectiva. Es

decir, un consumo y utilización saludables del tiempo libre son excelentes índices

predictivos de una buena salud física, psíquica y social.

Hopkins (1987) asegura que el tiempo libre ofrece a los adolescentes

-156-
excelentes oportunidades para afrontar temas fundamentales tales como: la

búsqueda de la propia identidad, establecimiento de una mayor autonomía con

respecto a los adultos y padres, y la toma de decisiones sobre el futuro. La

búsqueda de identidad y autonomía supone la creación y adopción de estilos


propios en áreas como música, el baile, la aparencia y el lenguaje (Sebald, 1968).

Así pues, las actividades de ocio son aquellas a las que pueden dedicarse

los adolescentes de forma voluntaria para divertirse, descansar, informarse o

participar socialmente, después de quedar libres de sus ocupaciones principales.

El tiempo libre constituye un tiempo propicio para el desarrollo de los deseos más

genuinos de los adolescentes y, además, según cómo lo ocupan y organicen,

éstos pueden llegar a constituirse en actores de su propia realidad y partícipes de


la sociedad (Martí et al., 1997).

Dentro del ámbito español, existen numerosos trabajos muy cualificados

sobre ocio y tiempo libre en la adolescencia y la juventud, entre las cuales cabe
destacar, las investigaciones sobre los jóvenes españoles de la Fundación Santa

María (1984, 1989, 1991, 1994); el estudio del tiempo libre en la adolescencia y

juventud en Galicia de Mirón (1991); las investigaciones de Navarro y Mateo

(1993) y en Euskadi (Jóvenes Vascos, 1994) y la Investigación realizado por

Serrano y otros (1994). Por lo general, la valoración que hacen los adolescentes y

jóvenes de su modo de invertir el tiempo de ocio resulta muy positiva.

Pasaremos a continuación, a tratar las actividades que los adolescentes

prefieren para la ocupación de su tiempo libre en algunas de estas investigaciones.

-157-
En cuanto a la información más relevante sobre la ocupación del ocio y

tiempo libre de la juventud española, sabemos que entre los años 1960 y 1982 las

mujeres realizan menos actividades deportivas y participan menos en


asociaciones que los hombres aunque leen más (Beltrán Villalba y cols., 1984).

Desde 1984 hasta 1991 se observa que la juventud española dedica más

tiempo a ver la T.V. y disminuye el tiempo dedicado a la lectura de libros y a la


asistencia a reuniones políticas y religiosas (Fundación Santa María, 1984, 1989,

1991).

Un estudio realizado con una muestra de adolescentes vascos por García

González (1986) revela que los hombres muestran mayor interés por el deporte y

por acudir a bares y discotecas mientras que las mujeres prefieren ir al cine, ver la
T.V. y leer. Estos datos están en consonancia con los encontrados por Mirón

(1991) en una muestra de adolescentes gallegos. La autora nos informa de que los

hombres realizan más deporte, van más a bares y discotecas, van más a locales

recreativos y a reuniones de asociaciones y clubs juveniles. Sin embargo, las

mujeres frecuentan más al cine y realizan más excursiones y paseos.

En el estudio de Navarro y Mateo (1993), se distingue dos tipos de

actividades de ocio. Las reservadas al ámbito de lo privado y las que se desarrollan

en espacios públicos. Respecto a las del primer tipo, las que se realizan en el

ámbito de lo privado, la actividad más frecuente de los adolescentes es la de "ver la

T.V./Video" que ocupa el segundo lugar -en 1988 ocupaba el primero- en las

preferencias de los adolescentes. Los programas que los adolescentes ven con

mayor frecuencia en la televisión por orden de preferencias son: películas (85,8%),

informativos (61,1%), musicales (51,6%), deportes (44,8%) y reportajes (39%).

-158-
Este orden varía según el sexo, ya que, en los chicos, los programas deportivos

ocupan un lugar más destacado en sus preferencias que las chicas.

Seguidamente, en tercer lugar, la actividad más frecuente es la de "oír la radio",

especialmente los programas musicales y deportivos. La lectura de la prensa

escrita es también, aunque no tanto como las anteriores, una actividad realizada

con frecuencia por los jóvenes. Como se desprende de estos datos, los autores

resaltan la importancia que tienen los medios de comunicación como agentes de

información y socialización. Los padres -el familiar es el ámbito en que realizan

estas actividades- y educadores deben, según los autores, tener en cuenta la

influencia que estos medios (especialmente la televisión) ejerecen en el

comportamiento de los adolescentes, de modo que puedan ayudarles a

convertirse en procesadores críticos de las informaciones que reciben.

Entre las del segundo tipo, las que se desarrollan en el ámbito de lo público,

la actividad de ocio preferida por los adolescentes, es la de "salir con los

amigos/as". Esta actividad se suele realizar en lugares públicos (bares, discotecas,

centros deportivos). Como vemos, es compatible con las de "ir a discotecas/pubs"

y "hacer deporte". Hay otras actividades realizadas por los jóvenes "algunas

veces", que se circunscriben también al ámbito de lo público y suelen practicarse

en compañía, como son por orden de preferencia: ir al cine (49,4%), tomar bebidas

alcohólicas (45,1%), ir a actos culturales (41,9%), asistir a espectáculos deportivos

(31,9%).

Algunas de las actividades mencionadas se llevan a cabo en el seno de

organizaciones colectivas o asociaciones. Por ello conviene, también, señalan los

autores, conocer algunos datos sobre la vida asociativa de los adolescentes

-159-
españoles. La tasa de asociacionismo voluntario entre los jóvenes es de un 34%.

Este porcentaje varía según el sexo, siendo en los chicos más alto que en las

chicas.

Como se desprende de los datos que han expuesto Navarro y Mateo

(1993), las actividades preferentes de los adolescentes, tanto para los que las

realizan de forma organizada como para los que no lo hacen así, que son una

mayoría (66%), tienen un carácter deportivo, lúdico y cultural. Estas actividades,

cuya finalidad es el entrenamiento prevalecen sobre las que implican el ejercicio de

la influencia social y la asunción de compromisos colectivos, las revindicativas, las

del voluntariado, etc. Una buena parte de estas últimas, aunque gozan de la

aceptación y simpatía de la mayoría de los jóvenes, son realizadas por un grupo

muy minoritario. Es importante, según estos autores, reflexionar sobre estos datos

porque muestran que algunas de las características generales de la sociedad

española se reflejan en los jóvenes adolescentes. No podemos obviar que éstos se

están integrando en la sociedad adulta y, que deberán convertirse en los agentes

de cambio de la sociedad del futuro.

En lo que se refiere a los Jóvenes Vascos (1994), se constata que las

actividades que realizan los jóvenes en su tiempo libre vienen siendo básicamente

las mismas: salir con los amigos, la mayoría de las veces de bares y de paseos y

alguna vez al cine, ver la televisión, escuchar música, leer y para algunos también

hacer deporte. Entre semana las actividades serían más bien sedentarias e

individuales y los fines de semana grupales y fuera de casa. Algo que

indudablemente tiene que ver con una mayor disponibilidad de tiempo libre, que

entre semana está siendo crecientemente colonizado por otras

-160-
ocupaciones/obligaciones en consonancia con las mayores exigencias
académicas que impone la futura integración laboral y social (Ayestarán et al.,

1994).

De ahí, según estos autores, que los fines de semana sean el espacio

donde la juventud expresa su necesidad de comunicación como parte componente

de su propia identidad, su búsqueda de cierta libertad, expansión y liberación, su

búsqueda también de relaciones sexuales. Conocer, vivir nuevas experiencias son

deseos habituales y también necesidades de los y las jóvenes. Por eso, cuando se

les pregunta qué les gustaría hacer surge fuertemente la idea de viajar. Y en

general, parece ser que la mayoría de los jóvenes consiguen satisfacer esa

necesidad de pasárselo bien, de disfrutar de su tiempo libre.

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se

constata que la valoración general que hacen los adolescentes españoles de su

tiempo de ocio, es altamente positiva e indicativa de un alto grado de satisfacción

con respecto al tiempo dedicado al ocio. Dicho estudio desvela que la satisfacción

con el tiempo libre es mayor en las mujeres, los sujetos de las grandes ciudades y

los adolescentes de 14 y 15 años.

En cuanto a las actividades practicadas, dichos autores constatan la gran

semejanza existente entre los adolescentes españoles a la hora de expresar sus

preferencias para ocupar el tiempo libre de que disponen. La práctica más

característica de la totalidad de los grupos conformados, hace referencia a la

relación con amigos. La segunda en importancia se refiere a la audición de música

y le siguen las charlas con la familia, la escucha de la radio y ver la televisión. Se

-161-
trata, en todas ellas, de actividades realizadas "a diario" con tiempos de dedicación

que superan las dos horas cada día y dentro de un marco preferentemente

"casero" a excepción de las relaciones amistosas.

También aprecian una clara y homogénea dimensión para aquellas

actividades que el adolescente informa como "nunca practicadas". Se trata de

actividades directamente relacionadas con la cultura (ir a conciertos, museos,

teatro, conferencias) y a otras consideradas como participativas (asistir a

reuniones políticas o religiosas, ir a salas de juegos, jugar a las cartas).

En una posición intermedia y también refiriéndose a lo que se muestra

como tendencia general, están aquellas prácticas que el adolescente realiza

durante "los fines de semana". Aquí estos autores encuentran con actividades

variadas en el sentido de su consideración como activas o pasivas o como

individuales o de relación. De esta forma, constatan como prácticas más

frecuentes y configuradoras de claras tendencias en todos los grupos diseñados,

aquellas relacionadas con la diversión (ir a bailes y discotecas), salir a comer o a

cenar fuera de casa, ir al cine, pasear o ir de excursión y leer revistas y periódicos.

Todas ellas son actividades realizadas fuera del hogar y que tienen un claro

componente "activo".

Estos autores, realizados los análisis diferenciales, constatan que el sexo

presenta variantes que encajan en los determinantes culturales establecidos. La

actividad de los varones se orienta a la práctica deportiva y la de las mujeres a

otras tales como bailar y pasear durante los fines de semana. De igual forma

constatan una mayor inactividad ("estar sin hacer nada") en las mujeres

-162-
adolescentes, que concuerda con la baja frecuencia de prácticas ociosas

realizadas a diario.

Por último, dicha investigación, constata que el nivel socioescolar, el

carácter del centro de enseñanza y el lugar de residencia no presentan variantes

de una forma tan clara como el sexo y la edad. Esta última determina unas

prácticas que dependen en gran medida de los recursos económicos disponibles,

de la necesidad de relación con el otro sexo y del tipo de relación familiar, variantes

todas ellas que experimentan aumentos significativos con la edad.

Respecto al mundo árabe, existen algunos trabajos y reflexiones, entre las


cuales cabe destacar, las realizadas en Siria (Ulwán, 1981), Egipto (Zahrán,

1985), Argelia (Medjerab, 1991), y Arabia Saudí (Aguel, 1995). Por lo general, se

constata una preocupación por el uso que los jóvenes de los países árabes hacen

de su tiempo libre y ocio por la escasez de instalaciones deportivas y culturales.

Autores como (Ulwán, 1981; Zahrán, 1985) creen que la falta de

aprovechamiento del tiempo libre es uno de los factores que influyen en la

desviación de los jóvenes. Y proponen una serie de soluciones basadas en dedicar

mucho tiempo a las actividades religiosas (oraciones, lectura del Corán, asistir a

conferencias religiosas, etc.) y al aprendizaje de artes marciales, hípica, natación.

Más recientemente, encontramos la misma preocupación en Argelia


(Medjerab, 1991). Los jóvenes argelinos (las chicas no salen de casa, están

obligadas a permanecer en ella), al no disponer de lugares de esparcimiento,

acuden a las cafeterías. Solamente en ellas o en la calle pueden reunirse a realizar

-163-
actividades en grupo o a desarrollar relaciones sociales. Muchos de ellos acuden a

las cafeterías públicas con el fin de huir del agobio familiar y la estrechez de la

vivienda, en ellas gastan más dinero del que disponen, perjudicando con ello a sus

familias y sumergiéndose, de ese modo en un círculo vicioso. Todos estos locales

carecen de las condiciones necesarias que exige la salud pública. Disponen para

uso del cliente, de un video-cassette y de diversos juegos de mesa (dominó,

naipes, etc.).

Este autor, subraya la escasez de instalaciones para las prácticas

deportivas y culturales (por ejemplo, en Argel, sólo existen 52 salas de proyección

para una población de 3 millones de habitantes. En las zonas suburbanas hay

pocos cines. En las rurales ninguno). A pesar de ello, las salas de proyección no

están bien acondicionadas, son locales viejos que exhiben películas muy antiguas

americanas (del oeste, de aventuras, violencia, amor), exentas de calidad y en

condiciones de conservación pésimas.

Como diversión alternativa a las ya mencionadas está el fútbol, deporte que

cuenta con un gran número de seguidores. A pesar de ello, barrios como El

Harach, Bel-Air, La Monton, etc., disponen de pocos estadios y campos de juego.

Los que hay son insignificantes y necesitan bastantes mejoras (duchas, vestuarios,

etc.).

En la misma dirección Aguel (1995), constata que en las investigaciones

realizadas en Jordania, Iraq, Kuwit y Arabia Saudí la misma preocupación que las

anteriores. Además, estas investigaciones subrayan la importancia del tiempo libre

en la vida de los jóvenes. Las diferentes modalidades de ocio son, por un lado,

-164-
para ellos expresión, y por otro, instrumento, para afrontar los temas

fundamentales que tiene que resolver, a saber, la búsqueda de su propia identidad,

el establecimiento de su autonomía con respecto a los adultos y la toma de

decisiones que determinarán sus proyectos de futuro.

-165-
CAPITULO V. CONOCIMIENTO Y PERCEPCION DE LA
SEXUALIDAD

En las últimas décadas se ha observado una tendencia a una mayor

liberalización de los comportamientos y actitudes sexuales en el mundo occidental,

aunque tal tendencia no es absolutamente lineal, dado que en algunos países y

por muy diversas circunstancias (planteamientos conservadores, miedo al SIDA,

etc.) se combinan momentos de liberalismo con otros de retraimiento en los


comportamientos sexuales (Hatano, 1991; Olsen, Jensen y Greaves, 1991).

Otra tendencia se refiere a la práctica de la masturbación que, manteniéndose su


práctica como normal entre los varones, ha tomado un incremento muy notable
entre las mujeres (Kinsey et al., 1953; Hunt, 1974; Hass, 1979; Malo de Molina,

1992). Algo parecido ocurre en relación con las conductas heterosexuales que

suelen ser cada vez más frecuentes y precoces (Escuela Pública de Animación

Sociocultural, 1993; Hass, 1979; Navarro y Mateo, 1993; Zelnik y Shah, 1983).

También en este aspecto los chicos aventajan en precocidad y frecuencia a las

chicas. Una de las conclusiones más destacadas de la mayoría de estos estudios

es, además de la mayor liberalización de las costumbres, el mantenimiento de

diferencias entre los patrones de comportamiento sexual de chicos y chicas que,

no obstante, muestran una tendencia al acercamiento.

Habría también que resaltar que estas diferencias entre ambos sexos no

se limitan al plano de la conducta, siendo incluso más marcadas en el terreno de

las actitudes, las vivencias y los sentimientos asociados a estos comportamientos.

Aunque existe una tendencia a la homogeneización entre chicos y chicas, la

variable género es una de las que muestra una relación más estrecha con las

-166-
distintas actitudes y conductas relacionadas con la sexualidad y la contracepción
(Avia, Carrillo y Rojo, 1990; Oliva, Serra, López, Vallejo y Lozoya, 1993; Oliva,

Serra y Vallejo, 1997; Treboux y Bush-Rossnagel, 1990).

Aunque en este terreno las diferencias entre chicos y chicas son muy

significativas, otras variables guardan también una estrecha relación con la forma

de vivir la sexualidad; así podríamos citar el nivel educativo de los padres, el

rendimiento en los estudios, las prácticas educativas familiares, las creencias

religiosas, la presión de los iguales, etc. Además, como algunos estudios han
puesto de manifiesto (Biglan, Metzler, Wirt y Aris, 1990; Mendoza, Sagrera y

Batista, 1994), el comportamiento sexual de los adolescentes suele formar parte

de un estilo de vida en el que se incluyen conductas como consumo de tabaco,

alcohol y drogas, actividad deportiva, etc., que tienen unos determinantes


eminentemente socioculturales (Mendoza, Batista y Oliva, 1991; Serrano y

otros, 1994).

El hecho de que los adolescentes accedan a las relaciones coitales a una

edad cada vez más temprana ha generado que el número de embarazos entre

adolescentes, así como el de enfermedades de transmisión sexual, haya ido


aumentando progresivamente desde la década de los setenta (Oliva, Serra y

Vallejo, 1997).

En este capítulo vamos a realizar el análisis de la sexualidad adolescente a

partir de las aportaciones de algunos estudios, centrándonos, sobre todo, en los

siguientes puntos: La fuente de información sobre el sexo; información acerca del

SIDA; las actitudes ante la sexualidad.

-167-
1.- FUENTES DE LA INFORMACION SEXUAL

La información sexual ha sido, durante muchos años, unos de los aspectos

que más polémica ha suscitado en la Educación Sexual.

La negación de la información ha sido una de las estrategias mantenidas

tradicionalmente por los adultos, que han potenciado la ignorancia, como sinónimo

de pureza infantil y juvenil. El "ya tendrán tiempo de saberlo", ha resultado la mejor

excusa para no afrontar el problema de la Educación Sexual.

Otros, sin embargo, han planteado la necesidad de dar información sexual,

incluso dentro de los centros educativos, de donde surgen otro tipo de

interrogantes. ¿No sería perjudicial dar más información de la necesaria?,¿No

despertaremos prematuramente el comportamientos sexual de nuestros hijos e

hijas?. De la negación de la información se ha evolucionado hacia una concepción

preventiva; "controlar la información sexual como garantía de represión del

comportamiento" en evitación de embarazos, abortos, enfermedades de

transmisión sexual, etc.

Evidentemente, el problema de la información sexual es mucho más

complejo, intervienen variables sociales, económicas, políticas, religiosas o

ideológicas, pero nadie puede negar "las evidencias": los escolares obtienen

información sexual por vías no todo lo ortodoxas que serían deseables, y esa

información, que generalmente adolece de objetividad, está asociada a

valoraciones negativas de la sexualidad.

-168-
Diversos trabajos han subrayado la importancia de edad y la fuente en la

adquisición de la información sexual, que a continuación pasaremos a desarrollar.

La entrada en la adolescencia con un estado de ánimo relajado y óptimo, y

con unos conocimientos concretos sobre los acontecimientos que van a

desarrollarse, no se consigue solamente con la lectura de libros adecuados o

manteniendo conversaciones profundas y serias entre padres e hijos, sino que

además es importante que durante toda la infancia se hayan tratado con máxima

naturalidad estos temas en el seno de la familia. Desde las primeras experiencias y

vivencias del niño ya se le pueden explicar los cambios biológicos que

experimentará durante su desarrollo. Cuando pregunta la procedencia de los niños

o qué ocurre en las relaciones íntimas entre los adultos, o bien observa escenas

amorosas en la televisión o descubre una caja de compresas, los padres pueden

dar las explicaciones oportunas de forma tranquila, sin aparatosidad, evitando

repetir constantemente, y sin relación a las preguntas, comentarios respecto a

temas sexuales que pueden conducir a comportamientos obsesivos; han de evitar

también abordar este tema de forma adversa o represiva. Se tiene que hablar de

estas cuestiones con la misma naturalidad con que se explica el significado de

fenómenos naturales como la caída de las hojas de los árboles o los movimientos
de los astros en el firmamentos (Michaud, 1983; García Aretio, 1989; Corbella y

Valls, 1993; Abenoza, 1994; Riesgo y Pablo de Riesgo, 1997).

El papel de la madre es relevante para informar los hijos sobre la

sexualidad. Así se pone de manifiesto en la explicación que ofrecen Roberts, Kline


y Gagnon 1978, citados por Hass (1981, p. 225). En la mayoría de las familias, la

-169-
madre es la persona que el niño ve como más responsable de su cuidado en casi

todos los aspectos de la rutina cotidiana, aún en los casos en que la madre trabaja

fuera de la casa. Por ello, el niño tiene más oportunidades de formularle preguntas,

y la madre le parece la persona que más probablemente responderá a ellas.

La madre también suele ser considerada como más afectiva y

emocionalmente expresiva, tanto por su esposo como por sus hijos, y si el niño

desea hacer alguna pregunta referente a afecto, amor o intimidad, parece lógico

que se dirija a aquel de sus padres que más le parece simbolizar estos aspectos de

la sexualidad.

Dado que, en muchas familias, el único aspecto de la educación en que

interviene el padre es la disciplina, se puede suponer que al niño le cuesta hacer

una pregunta sobre un tema que cree que provocará rechazo o castigo por parte

del padre. Seguramente las madres son consideradas más comprensivas y

tolerantes.

Podemos resumir la explicación anterior sobre la madre como la fuente más


asequible de información sexual en palabras de Hass (1981):

"El diálogo madre-hija es el más fructífero en cuanto a comunicación sobre

temas sexuales. En las raras ocasiones en que los chicos se dirigen a uno de sus

padres, suelen sentir la misma confianza hablando con su madre que con su
padre. En cambio, las comunicaciones padre-hija son notoriamente pobres" (p.

226).

-170-
Sin embargo, otras investigaciones (Serrano y otros, 1994) señalan que

los profesores tienen un papel más prioritario que los padres, en función quizás de

que éstos les resulta más problemático dar cuenta de aspectos vinculados

tradicionalmente a un ámbito tan tabú para la cultura cual es la sexualidad.

Otros trabajos constataron la importancia de los amigos. Así, Thornburg

(1975); Farrell (1978) señalan en una investigación sobre la cuestión de quiénes

les habían dado información sexual, lo siguiente:

1º lugar: compañeros 40-50%.

2º lugar: los padres 10-15% (sobre todo la madre).

3º lugar: libros y medios de comunicación 15-20%.

4º lugar: otras fuentes, tales como, hermanos/as, los médicos, o, experiencia

individual.

2.- INFORMACION SOBRE EL SIDA

El ritmo de crecimiento de la transmisión heterosexual del VIH

experimentada en los últimos años ha favorecido el incremento de infectados en el


colectivo de adolescentes (Fauburg, Kaplan y Naylor, 1995; Levy et al., 1995)

permitiendo que se convierta en grupo diana de las intervenciones preventivas,

promulgadas por la O.M.S. y desarrolladas con la finalidad de instaurar estilos de

vida saludables que no impliquen riesgos para la salud de los sujetos,

especialmente en la esfera de la sexualidad. Y aunque la presencia del VIH en este

colectivo es todavía baja, las previsiones apuntan a la sobrerrepresentación de

adolescentes en el grupo de personas infectadas y diagnosticadas son SIDA en las

próximas décadas.

-171-
Varios son las razones que pueden apuntarse para explicar por qué la

adolescencia es una etapa especialmente vulnerable para la transmisión


heterosexual del VIH y sobre las que diversos autores se pronuncian (Main et al.,

1994). En primer lugar, es la adolescencia el período en el que se inicia

mayoritariamente la actividad sexual, estando además constatada la disminución

en la edad de inicio, que aunque varía en función del lugar geográfico al que
hagamos referencia, parece ser tónica generalizada. Wellings y colaboradores

(1995) en su trabajo con una muestra de jóvenes ingleses comprueba la reducción

de una media de cuatro años para las chicas y de tres años para los chicos en el

inicio de la actividad sexual en las pasadas cuatro décadas, estableciéndose la

equiparación entre sexos y identificándose los 17 años como media para ambos.
Los datos son convergentes con los obtenidos por Udry y colaboradores (1995)

quienes establecen en 17,5 años la media de edad de inicio de la actividad sexual

de las mujeres en EEUU. En España los datos obtenidos en muestras de sujetos

escolarizados, muestran la menor actividad sexual en relación con otros países de

vecinos, estableciéndose en torno al 50% de la actividad sexual en muestras de


sujetos con una media de edad de 20 años (Bayés, Pastels y Tuldrá, 1996;

García et al., 1995; Lameiras, 1997). López y colaboradores (1993) confirman

la equiparación entre sexos en relación a la edad de la primera relación sexual y el

número de parejas, aunque la actividad sexual todavía se inscribe en un contexto


más formal para la mujer (Oraá, 1996).

Junto a la disminución en la edad de inicio en la actividad sexual, hoy en día

las investigaciones sobre la conducta sexual de los/as adolescentes documentan

la existencia de niveles altos de actividad y el incremento del número de parejas

-172-
sexuales con las que se utiliza irregularmente el preservativo o no se llega a utilizar
(Rosenthal y Shepherd, 1993), con las graves consecuencias que esto tiene para

la transmisión del VIH. Richard y Van Der Pligt (1991) observan que los/as

adolescentes tienden a utilizar el preservativo en su primera relación sexual y con

parejas casuales, sin embargo éste es sustituído por otro método anticonceptivo
una vez que la relación se ha estabilizado. Por su parte Willing (1995) señala la

importancia que la "confianza" tiene para las relaciones afectivas, y la amenaza

que para la relación puede provocar el uso del preservativo, lo que explicaría las

dificultades para mantener su uso dentro de las relaciones estables.

Por otro lado, el incremento en la actividad sexual parece covariar con una
mayor incidencia de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) (cf. Jacobson,

Aldana y Beaty, 1994), lo que confirman los datos (Rosenfeld, 1991). Y aunque el

nivel de información sobre cómo prevenir la infección VIH/SIDA era alto, otras ETS
-como sífilis y gonorrea- son mucho menos conocidas (Vogels et al., 1993). La

mayoría de las personas que se ponen en contacto con una ETS son adolescentes

y adultos jóvenes, identificándose anualmente un cuantioso número de casos y, a

pesar de disponerse de tratamientos eficaces para su erradicación, todavía

muchas personas por desconocimiento o vergüenza sufren sus negativas

consecuencias. Además la presencia de una ETS es un co-factor de riesgo para la

transmisión sexual del VIH.

La fuerte vinculación establecida entre la actividad sexual y el sexo con

penetración, considerando la penetración vaginal como la representación social


más asociada a las relaciones sexuales por los/as adolescentes (Bimbela y Cruz,

1996), percibir que el sexo es penetración y que ésta es esencial para un sexo

-173-
satisfactorio, dificulta la posibilidad de llevar a cabo otros tipos de actividades

sexuales como alternativas al sexo con penetración que disminuyen el riesgo al

contagio del VIH. Además en la adolescencia también puede ser factible la práctica

de sexo anal como forma de preservar la virginidad o como método anticonceptivo


(cf. Campbell, 1995). Con ello se estarían practicando las actividades sexuales

que implican mayor riesgo en la transmisión del VIH: el sexo anal seguido del sexo

vaginal, siempre que se llevan a cabo sin protección.

La mayor y más temprana actividad sexual de los/as jóvenes y la ausencia

del uso sistemático del preservativo junto con la ejecución de conductas como el

consumo de drogas y/o alcohol, lo que no es infrecuente durante la adolescencia,

impone un riesgo añadido a la propia actividad sexual al favorecer aquellas

prácticas que disminuyen el control y con ello la desprotección. Estas conductas

encuentran una explicación plausible en las propias características de la


adolescencia. La búsqueda de sensaciones fuertes (Sheer y Cline, 1995),

condicionada por la necesidad de experimentación y la atracción "inevitable" por el

riesgo puede llevar consigo una irreflexible impulsividad en la conducta de los/as


adolescentes (Font, 1990) lo que es incompatible con una conducta sexual

protegida que implica la necesidad de planificar y programar la conducta y el

rechazo al riesgo que la desprotección permite. Además en los/as adolescentes y

jóvenes la invulnerabilidad percibida, con la sobrevaloración de las capacidades y

posibilidades que le lleva a la distorsión denominada "primus inter pares", es decir,

que subvaloran su riesgo personal y en la comparación con otros sujetos de

similares características se perciben más invulnerables y capaces de "controlar" el


riesgo (Paéz et al., 1993), ha generado un gran interés y son muchos los trabajos

de investigación dirigidos al esclarecimiento de su influencia sobre las conductas

-174-
preventivas. Junto a ello la despreocupación por la salud, "un bien que se posee" y

que se infravalora, dificulta aún más la posibilidad de una conducta sexual

protegida, y justifica la necesidad de lograr una lucha eficaz en la diseminación del

VIH.

Según Wight (1992) las principales conclusiones que los estudios

cualitativos sobre la sexualidad en los jóvenes han aportado, consideran como

principales obstáculos para un sexo heterosexual más seguro: (a) las relaciones de

poder-género, (b) las dificultades para hablar de sexo, (c) expectativas de

género-rol con las que se llega al encuentro sexual, (d) la importante función de los

preservativos como métodos anticonceptivos y, (e) la importancia que tiene el tipo

de relación (afectiva versus casual).

A modo de resumen Usieto y Sastre (1995, p. 25) plantean, en relación a

la vulnerabilidad de los jóvenes al contagio del VIH lo siguiente: (a) la mayoría de

los jóvenes realiza sus primeras actividades sexuales sin planificar y sin uso de

métodos preventivos, (b) el riesgo suele ser un valor y una norma en la cultura

juvenil, (c) es frecuente el cambio de pareja, (d) la mayoría evalúa su

"autopercepción de riesgo" por debajo de la de un sujeto medio, (e) posee un fuerte

sentimiento de invulnerabilidad frente a enfermedades y eventos negativos, (f) el

hecho de que el reclutamiento de la pareja se lleve a cabo dentro de sus redes de

amistades hace que se subvalore el riesgo, (g) los beneficios de la conducta

preventiva son a largo o medio plazo (uso de contraceptivo, prevención de ETS) y

son probabilísticos, mientras que el coste es inmediato y cierto, (h) el escenario

implícito de interacción sexual incluye la idea del sexo como algo espontáneo y

romántico, y excluye el plantear el tema de las medidas de prevención contra las

-175-
ETS y el SIDA. Finalmente, (i) el uso del preservativo se integra sólo como

mecanismo contraceptivo de transición y no como método de prevención contra el

VIH.

3.- ACTITUDES DE LOS ADOLESCENTES ANTE EL COMPORTAMIENTO

SEXUAL

Un paso indispensable para conocer el significado profundo del

comportamiento sexual de los adolescentes es estudiar las actitudes que

subyacen en este comportamiento. No siempre una determinada actitud sexual

supone necesariamente que el adolescente actúe en conformidad con ella.

Múltiples circunstancias pueden llevarle a un comportamiento no acorde con su

actitud. Más en circunstancias normales, la actitud será la que determine, como

primer principio dinámico del comportamiento, la orientación del mismo.

Vamos a intentar matizar estas actitudes de modo más concreto a partir de


los datos recogidos en la investigación de Moraleda (1992).

La actitud de los adolescentes ante la homosexualidad es distinta según se

refieran a ella como posible forma de comportamiento de los otros o como

conducta propia. Su actitud ante la homosexualidad de los otros es, por lo general,
comprensiva. Según la investigación realizada por Sorensen (1973) sólo un 40%

de éstos reprueba las leyes contra la homosexualidad y piensa, por el contrario,

que si dos chicos o dos chicas desean mantener relaciones sexuales, está bien,

siempre y cuando ambos deseen hacerlo. Esta actitud cambia en los adolescentes

cuando se les interroga por su aceptación de la posibilidad que existiera en ellos

-176-
una tendencia homosexual: el 89% responde de modo contundentemente
negativo. Por otra parte, según los resultados de la investigación de Moraleda

(1992), un 54% de los adolescentes aceptaría de buen grado o sin reparos que un

amigo suyo fuera homosexual. Sólo un 27% mantendría reparos o bien no le

aceptaría.

Por otra parte, Martí et al. (1997), señalan que durante la adolescencia, las

experiencias homosexuales no son infrecuentes, lo cual no significa que todo aquel

que las haya tenido sea definitivamente homosexual. Estas experiencias pueden

ocurrir y ser pasajeras, en un momento en que la identidad sexual aún no está

claramente definida. Es distinto tener una experiencia sexual estimulante con

alguien del mismo sexo, que desarrollar una orientación homosexual duradera

(preponderancia de deseos sexuales, pensamientos eróticos o conductas dirigidas

hacia los miembros del mismo sexo). Sin embargo, algunos adolescentes, al

principio de la etapa ya han desarrollado una orientación homosexual. Otros

muestran más precozmente su tendencia, incluso antes del comienzo de la

pubertad.

Pasando al tema de las relaciones heterosexuales, los adolescentes y

sobre todo los estudiantes, tienden a presentar, por lo general, una actitud liberal y

permisiva ante las relaciones heterosexuales, ya sea en forma de petting ya de

relación sexual plena, sin tener en cuenta la edad ni el estado civil, si bien las

circunstancias previas que exigen son diversas: cuando ambos están de común

acuerdo o desean satisfacer sus necesidades sexuales (59% de los chicos y 38%

de las chicas); cuando ambos tienen una madurez física, psíquica y moral para

entrar en una relación afectiva (46% de los chicos y 52% de las chicas); cuando se

-177-
conocen y desean expresarse de ese modo su cariño, aunque no se hayan

prometido fidelidad (38% de los chicos y 39% de las chicas). En relación con esta

liberación de la sexualidad hay que situar la caída de ciertos valores que

tradicionalmente inhibían el ejercicio de la sexualidad. Al preguntarse si existe algo

que les impida llegar a unas relaciones sexuales plenas con su pareja, sólo el 3%

contesta que el deseo de conservar su virginidad y un 8% motivos religiosos o

morales.

Una segunda característica significativa es su tendencia a considerar las

decisiones en materia sexual como cuestiones que se han de establecer más

sobre normas de moralidad personales y significativas para ellos que sobre

costumbres sociales tradicionales o sobre el temor a sus consecuencias.

Por su parte, Hoffman et al. (1996) señalan que el proceso de toma de

decisiones de los adolescentes sobre su sexualidad está influido por sus

compañeros, los medios de comunicación, sus creencias religiosas, sus

necesidades y las normas que han ido interiorizando. Así mismo, parece que

cuando los padres ejercen un control sobre sus hijos, supervisan sus actividades y

se comunican de forma habitual con ellos, las relaciones sexuales tienden a

retrasarse.

4.- CARACTERISTICAS PSICOSOCIALES QUE INFLUYEN EN LA

CONDUCTA SEXUAL DE LOS ADOLESCENTES

Los adolescentes, pese a sus constantes afirmaciones de autonomía e

independencia respecto al medio, son en extremo permeables a las

-178-
estimulaciones en forma de normas, valores y costumbres sexuales de los
diversos grupos sociales a que pertenecen. Según esto, tal y como señala Aguirre

Baztán (1994), es lógico esperar que antecedentes tales como la clase social, la

cultura, la educación y la religiosidad influyan en su conducta sexual.

a) La cultura: Todo grupo cultural posee su propio tipo de normas sexuales

que son transmitidas a los sujetos durante la niñez y la adolescencia. Estas


contribuyen, como señala Aguirre Baztán (1994), a determinar el grado de interés

que mostrarán los sujetos en la conducta sexual, si tenderán a verla con

naturalidad y agrado, como pecaminosa y peligrosa, como extremadamente

excitante, como cuestión de conquista agresiva o incluso de violación, etc.

Según Hopkins (1987) y Moraleda (1993) son varias las características

que diferencian a la actual generación adolescente con respecto a las de hace

varias décadas y que según éstos son de origen cultural: Son más liberales, más

permisivos y más tolerantes ante las conductas sexuales; son más tendentes a

considerar las decisiones sexuales como cuestiones de carácter personal y no de

interés público; muestran una mayor madurez psicológica en sus relaciones

sexuales.

b) La religiosidad: Los adolescentes sexualmente inexperimentados, indica


Hopkins (1987) suelen describirse a sí mismos, de manera más frecuente, como

más religiosos, en comparación con los que tienen más experiencia sexual. En un

estudio de los adolescentes que todavía eran vírgenes, un 75% se

autodescribieron como "muy" o "algo" religiosos, en comparación con los que no


eran vírgenes que sólo se autodescribieron como tales el 55% (Sorensen, 1972).

-179-
Kinsey (1953) encontró también que los adolescentes no practicantes de los

credos protestante, judío y católico eran consistentemente más activos en el

aspecto sexual que los adolecentes religiosamente practicantes. A parecidas


conclusiones llegó Libby, Gray y White, 1978.

5.- ANALISIS DEL TEMA EN LOS ADOLESCENTES ESPAÑOLES Y ARABES

Dentro del ámbito español, Elzo et al. (1994), señalan que en la sociedad

española, comportamientos que hace sólo dos o tres generaciones eran

considerados socialmente desviados y proscritos, son hoy una norma de conducta

extendida en la población. En un período de tiempo relativamente corto los

españoles han conocido una amplia liberalización de una moral sexual tradicional

fuertemente vinculada al catolicismo y para la que las relaciones sexuales han

estado justificadas únicamente por su finalidad procreativa y en el marco del

matrimonio. La divulgación de un discurso inverso que sobre una base científica ha

argumentado la importancia de la sexualidad en el equilibrio psicoemocional del

individuo y en la estabilidad de la personalidad adulta; la secularización progresiva;

la introducción de los métodos anticonceptivos; el mayor acceso a la información

sexual; un reconocimiento en definitiva de la instancia sexual como un valor

individual y social, son algunos de los elementos que convergen a partir de la

década de los setenta y contribuyen a esta transformación progresiva de las

actitudes y conducta sexual en los españoles.

El alcance, la inmediatez y la continuidad del cambio se constata en los


resultados en la última encuesta de valores (Andrés Orizo, 1993). En una década

se registra un aumento espectacular, hasta el punto de que la tendencia se

-180-
invierte, en la aceptación de una libertad sexual completa sin límites en la
población española mayor de 18 años. Si en 1981 uno de cada cuatro individuos

señalaba estar de acuerdo con que cada uno debe tener la posibilidad de disfrutar
de completa libertad sexual, sin limitaciones, en los noventa ha pasado a opinar

de esta manera uno de cada dos españoles, pudiéndose apreciar además que

ésta es una opinión bastante compartida en la población adulta, puesto que el

desacuerdo o la duda alcanzan a más de la mitad de la población a partir de los 45

años.

En la investigación de referencia nuestra Serrano y otros (1994), se

constata que la edad de conocer todo el proceso de parto y embarazo se sitúa en

los 10 años. Los grupos que han considerado no presentan entre sí diferencias

significativas. Por lo tanto, afirman, estamos ante un dato muy claro y homogéneo.

Sobre la fuente de la información anterior, constatan el papel relevante de los

profesores y de la madre, muy lejos de las demás fuentes de información. Así

pues, los profesores ocupan el primer lugar con 38,4%. El papel de la madre ocupa

el segundo lugar (27,5%), y el padre ocupa el quinto lugar (5,4%). Las diferencias

más notables -y significativas estadísticas- las encontramos entre los chicos y las

chicas, cuando la fuente ha sido el padre o la madre. Los resultados dejan claro el

papel prioritario de la madre para ambos sexos, las adolescentes son en mayor

medida informadas por sus madres y los adolescentes por sus padres.

Dicha investigación indaga sobre la homosexualidad del adolescente. Los

resultados son especialmente nítidos y en ningún caso hay diferencias

significativas entre los distintos grupos, ni siquiera entre chicos y chicas. Por ello

sólo comentan los datos relativos a la muestra en su conjunto. Sobre atracción

-181-
hacia personas del mismo sexo, un 6% de los adolescentes respondieron

afirmativamente, un 91% negativamente, mientras que un 3% respondió no saber.

Sobre la realización de prácticas homosexuales, un 3,4% reconoció haberlas

llevado a cabo, mientras que el 96,3% respondió negativamente. En cuanto, a la

información que poseen los sujetos acerca del SIDA, se constata que casi la mitad

de los adolescentes españoles desconoce si tiene información suficiente sobre el

SIDA o bien cree no estar informado.

Finalmente, estos autores han administrado a los sujetos dos escalas que

pretenden valorar la actitud ante la Igualdad y Tolerancia Sexual que configuran la

percepción de la sexualidad a nivel social. Los resultados del conjunto de la

muestra ponen de relieve que la actitud general de los adolescentes españoles es

favorable a la Igualdad entre los sexos, aunque no de una manera muy

pronunciada. Sin embargo, cuando realizan las pruebas de significación entre las

medias de cada grupo, los resultados son muy expresivos. Las mujeres son mucho

más favorables que los varones a la igualdad entre sexos (p<0,000). Por edades,

los adolescentes de 14 y 15 años presentan una actitud menos favorable que el

resto de los grupos de edad (p<0,05). Con relación a los grupos en función del

hábitat, los tres grupos se diferencian significativamente (p<0,05) por este orden,

de mayor a menor positividad: periferia de las grandes ciudades, centro y ciudades

pequeñas/rurales.

En lo que se refiere a la Tolerancia, los resultados indican un grado de

tolerancia moderada. Sin embargo, siendo las puntuaciones de los grupos

bastante homogéneas, puede detectarse algunas diferencias notables. El hábitat

vuelve a ser una variable diferenciadora, ordenando los grupos de mayor a menor

-182-
actitud positiva: los más tolerantes son los sujetos habitantes de la periferia de las

ciudades, seguidos de los que viven en el centro de las ciudades y, finalmente, los

de las pequeñas ciudades o zonas rurales (p<0,05). En cuanto a los grupos de

edad, los menos tolerantes son los integrantes de los grupos de 14 y 15 años

frente a todos los demás (p<0,01).

Respecto al mundo árabe, disponemos de muy poca información sobre los

temas sexuales, pero sí existen algunos trabajos y reflexiones al respecto que

pasaremos a exponer.

A principios de los años setenta, y conscientes de la preocupación que

enfrenta el adolescente a la hora de ser informado y formado sobre temas


sexuales, se abordó dicha problemática en La Primera Conferencia Arabe de la

Salud Mental (Diciembre, 1970), celebrada en El Cairo. Dicha reunión

recomendó la difusión de la cultura y educación sexual desde una edad muy

temprana, alegando que esta educación es esencial en la construcción del


individuo, la familia y la sociedad (Zahrán, Haamed Abdul Salam, 1985, pág.

406).

Por su parte, Ulwán (1981), desde una postura religiosa, señala a los

padres como la primera fuente en la educación sexual. Dicha educación debe

basarse en la información a partir de los 9 años en el caso de las chicas; y para los

chicos, a partir de los 12 años. Además, señala la madre como la figura más

adecuada para orientar a las hijas, y el padre a los hijos.

Finalmente, en el libro de Aguel (1995), aparecen una serie de

-183-
investigaciones sobre los temas sexuales en cinco países árabes (Egipto,

Jordania, Iraq, Arabia Saudí y Kuwait). Se constata la preocupación del

adolescente árabe por la falta de información sobre temas tan trascendentales

como la masturbación, enfermedades sexuales y juicios morales sobre cuestiones

de índole sexual. Además, los adolescentes perciben el padre como la persona

menos adecuada para consultar sobre la sexualidad. Estos temas ocuparon

lugares centrales entre las preocupaciones cotidianas que tiene el adolescente

árabe.

Recientemente, otra investigación del mismo Aguel (1995) realizada en

Arabia Saudí, sobre la adolescencia, constata la preocupación del adolescente

saudí por la falta de información sobre los temas sexuales.

-184-
CAPITULO VI. CREENCIAS Y CONDUCTAS RELIGIOSAS

i.- ACTITUDES RELIGIOSAS DEL ADOLESCENTE

Tras el análisis de algunos hechos más o menos evidentes se ha llegado a

definir la adolescencia como un período de "crisis" religiosa. Los adolescentes

encuentran que la enseñanza religiosa recibida se halla demasiado alejada de la

vida social donde se encuentran y de las opiniones de ambientes técnicos y

científicos que les han impregnado ya: "Se asiste de hecho a la progresiva
disminución de la práctica religiosa, a la creciente desconfianza hacia la religión

institucionalizada, a la difusa problematización de las creencias, expresada, sobre

todo, en la duda que envuelve la "verdad" que proviene de las instituciones"


(Milanesi, J. y Aletti, M., 1975, p. 231).

Es, pues, una "crisis", en tanto que el adolescente opta por una revisión

crítica de la religiosidad, abierta a una pluralidad de resultados, que van desde la

reestructuración profunda al abandono definitivo. Evidentemente, el marco cultural

en donde se produce la crisis es importante por su ambivalencia.

Si tal marco está en fase de secularización, podemos imaginar que

contribuya como acelerador a la crisis, pero al mismo tiempo puede atenuar

algunas de las resonancias negativas que la "crisis" provocaba en otros tiempos en

el adolescente. En un ambiente donde la religión es un hecho considerado como

marginal (lo más confinado a la espera de lo privado), los conflictos y las

dificultades que se le atribuyen vienen minimizados, la crisis desdramatizada y el

eventual resultado negativo, (es decir, la indiferencia, el agnosticismo, el ateísmo)

-185-
fácilmente absorbido por el sujeto y por el ambiente (Montellanos, 1984).

Aún conociendo la extrema complejidad de los factores en juego,

intentaremos indicar algunas líneas constantes de la evolución religiosa de este

período.

1.1.- PRINCIPALES TRANSFORMACIONES Y RASGOS DEL

PENSAMIENTO RELIGIOSO

"En la adolescencia, la transformación del pensamiento religioso se

halla en estrecha dependencia de la maduración cognoscitiva, del correlativo

descubrimiento de las posibilidades de la razón, del ensanchamiento de las

experiencias emotivas, afectivas, sociales, y del proceso de emancipación del


núcleo familiar" (Milanesi, J. y Aletti, M., 1975, p. 234).

Ciertamente, el descubrimiento del pluralismo ideológico y cultural de

nuestra época, la interiorización progresiva de la mentalidad racionalista que late

en el proceso científico y tecnológico inciden en la religión que el adolescente ha

heredado de la niñez.

Esta transformación forma parte, como elemento fundamental, del

desarrollo natural y de la adaptación del ser humano a su medio ambiente.

Probablemente, es en la adopción de los valores espirituales donde se presenta al

adolescente la mayor ocasión de afirmar su personalidad.

Montellanos (1984), puntualiza los efectos más evidentes de esta

-186-
transformación del pensamiento religioso:

A.- Subjetivación de la Religiosidad

Justamente debido al egocentrismo cognoscitivo, el adolescente "se

construye" su propia religión. Toma como base las motivaciones personales

asimiladas en la confrontación y el rechazo de la religiosidad infantil, que ha estado

condicionada por el aprendizaje realizado en la Familia, la Iglesia, la Escuela.

B.- Conflicto entre pretensión totalizante del pensamiento religioso y

pretensión totalizante del pensamiento científico racional y positivista

El adolescente percibe la visión religiosa de su niñez, pero no puede

sostener la confrontación con la "novedad", "funcionalidad" y la coherencia de la

visión científica.

C.- Relativización del pensamiento religioso

El adolescente, basándose en el pluralismo cultural y en el

pragmatismo funcional empieza a considerar que la religión no es la única vía a la

solución de los problemas de la vida. Por lo cual puede tender eventualmente a

dejar de lado el pensamiento religioso, cuando otras circunstancias lo favorecen.

D.- Toma de conciencia de la disfuncionalidad de la religión infantil

Esta situación se manifiesta de cara a las nuevas tareas de

-187-
crecimiento y maduración de la personalidad adolescente. Lo cual, puede

ocasionar un rechazo y abandono de tal religiosidad cuando no sea posible una

recuperación a fondo.

Es necesario apuntar que estas transformaciones aludidas son favorecidas

generalmente por problemáticas afectivas, emotivas, ya sean positivas o

negativas.

La religiosidad del adolescente posee, a menudo, una fuerte connotación

emotiva y afectiva. La acentuación de la subjetividad en la experiencia del

adolescente proyecta sobre su religiosidad la necesidad de recuperar su

significado vital para el mundo de los afectos, que en este estadio se viene

enriqueciendo y diferenciando.

Ahora bien, vamos a centrarnos en la complejidad de la relación entre

religiosidad adolescente y problemas afectivo-emotivos. De hecho existen

recíprocos influjos, más o menos acentuados en los sujetos según los momentos
del desarrollo. Siguiendo a Milanesi (1975), vemos que los casos más frecuentes

son los siguientes:

A.- La religión como canal expresivo de la afectividad

La riqueza afectiva del adolescente tiene en la religión un canal

apropiado para expresarse y madurar. Esto se hace evidente, cuando los

adolescentes acompañan su experiencia religiosa con carácteres "intuitivos",

"participativos", "sentimentales" de la religiosidad fundada en el "deseo" de Dios

-188-
que se ve en algunos místicos (Vergote, 1967).

Dichas situaciones explicarían los casos de algunos adolescentes con una

religiosidad fundada simplemente en bases emotivas y afectivas y carentes de

motivaciones racionales por ser un serio compromiso religioso. Cabe anotar, que

para algunos psicólogos estudiosos del tema la religión es para algunos

adolescentes más una elección axiológica y vitalística que una opción intelectual y

consciente.

Otro contexto psicológico en el cual es posible canalizar la emotividad hacia

formas religiosas es la vulnerabilidad típica de quien afronta nuevas experiencias

vitales. Tales como los problemas de búsqueda de identidad personal; de dar un

sentido al propio compromiso y al propio proyecto de vida; la problematicidad del

descubrimiento del sexo; las incógnitas del futuro y otras circunstancias cotidianas

pueden cargarse de connotaciones emotivas más bien negativas. Entonces, la

religión puede aparecer como solución global de la existencia y no sólo como

solución individual de cada uno de los problemas.

Sin embargo, en otros casos, tal vulnerabilidad estimula un conformismo

pasivo y tranquilo de la religiosidad tradicional como defensa provisoria. De hecho,

esta religiosidad desaparece con la consecución de una mayor seguridad, en la

edad adulta.

B.- La religiosidad como factor de estabilización emotiva

Clark (1958) afirma que algunas prácticas religiosas desempeñan

-189-
un papel fundamentalmente positivo en la conservación del equilibrio emotivo de la

personalidad, porque dan una nueva visión del sentido de la vida y desdramatiza

los sucesos más dolorosos y perturbadores.

Sin embargo, buscar la religión como factor de estabilización de la

emotividad, aunque sólo se reduzca a la motivación del compromiso religioso,

puede revelarse a la larga insuficiente e inadecuado.

C.- La religiosidad como factor de inestabilidad emotiva

Puede darse la situación que el adolescente vea la religión como un

factor que acentúa el "stress" emotivo unido a los descubrimientos y experiencias

típicas de la adolescencia.

1.2.- RELIGION Y MORAL EN LA EXPERIENCIA ADOLESCENTE

El desarrollo físico, el deseo de afirmación personal y el nacimiento


de una más fuerte conciencia del yo, trae, como dice Nosengo (1960),

consecuencias serias: ".....se manifiestan actitudes de aversión y de rebelión a la

ley y a los superiores. En tal tiempo ha de tener lugar el fatigoso, difícil y, a veces

bonascoso tránsito del estadio de la heteronomía al de la incipiente autonomía


moral" (p. 45).

En efecto, el adolescente se interesa por los problemas morales, los discute

con pasión, se abre a la presentación de los sistemas lógicos, religiosos y morales.

-190-
Diversos estudios sobre la religión en perspectiva genética, afirman que en

la adolescencia prevalece el "moralismo" entendido como acentuación de las

preocupaciones morales en el campo religioso, hasta identificar, a veces,

moralidad y religión. Tal moralismo se funda psicológicamente en la necesidad de

automalización que todavía se inspira en modelos ideales y que se contrapone al

realismo de los adultos. El adolescente quiere construir un yo ideal superior a las

realizaciones de su alrededor. Por ello, se aparta progresivamente de una

conciencia moral fundada en los mandatos prohibiciones derivadas del contexto

familiar como del social, y busca una conciencia moral fundada en su propia

racionalización de los comportamientos. Muchas veces esta búsqueda de

autonomía moral pasa a través de una fase transitoria de conformismo con el

grupo, pero se orienta lentamente hacia una valoración de la bondad o no bondad

de las acciones basada en principios generales y universales.

1.3.- LA DIMENSION SOCIAL EN LA RELIGIOSIDAD ADOLESCENTE

En el proceso de socialización del adolescente, que en esta etapa

del desarrollo deviene sustancialmente enriquecido, podemos encontrar una fase

inicial de repliegue (negativa) y otra positiva. En la primera, el adolescente aparece

asocial, casi aislado. Sin embargo, es falso, ya que el adolescente medita sin cesar

en la sociedad. Además, la sociabilidad del adolescente se afirma, desde el

principio, mediante proyectos, programas de vida, sistemas, teorías, planes de

reforma social o política que lleva a cabo con otros en su afán de reconstruir el

mundo.

Evidentemente, esta situación incide sobre la religiosidad. La

-191-
progresiva inserción en grupos distintos del familiar y escolar favorece la

asimilación de nuevos modelos de comportamiento. Por consiguiente, la religión

individual dependerá de los modelos religiosos que encuentre ya en los grupos

frecuentados, ya en la sociedad en general. Resultando muy difícil que pueda

subsistir una conducta privada que no se apoye de algún modo, en una

experiencia de grupo.

Analizamos seguidamente algunas características de la religiosidad

adolescente en relación con el desarrollo social.

La búsqueda de autonomía conlleva serios conflictos con los adultos de

núcleo familiar. Tanto la imagen del padre familiar, como el símbolo cultural del

padre, es decir, de la autoridad en la sociedad occidental entran en notorio

decaimiento.

En el primer caso, debido al paulatino descubrimiento de sus limitaciones, lo

que produce su desmitificción; y en el segundo, debido a la crisis generacional.

Decimos que el rechazo de la religión, es un rechazo de la imagen paterna,

especialmente, cuando ella encarna el símbolo de una autoridad que impide al

adolescente el derecho a la emancipación.

Sin embargo, en algunos casos, la negación de la religión del padre no

deriva de la decadencia del símbolo paterno, sino que el adolescente va

percibiendo que los valores religiosos tradicionalmente enseñados, no tienen

ninguna correspondencia vital en su existencia diaria. Han sido sólo medios

empleados para fines educativos.

-192-
La inserción del adolescente en nuevos grupos le supone ampliar su

experiencia y con ello el aprendizaje de valores y modelos. Lo cual le da seguridad

y confianza, hace disminuir la culpabilidad y le ofrece el logro de una ubicación

determinada. Evidentemente, de alguna manera se hacen manifiestos los valores

morales de la precedente fase de socialización y los que se van descubriendo.

En cuanto a la religiosidad, se presentan dos consecuencias o situaciones.

Puede suceder que el adolescente se integre en un grupo que le brinda

satisfacción, pero que no da importancia a los valores religiosos (lo cual es muy

probable en una sociedad en vía de secularización). En este caso, generalmente el

adolescente preferirá permanecer adherido al grupo y relegar la conducta religiosa

a la categoría de conducta privada o marginal. Ya decíamos anteriormente, que la

religión sin un adecuado respaldo en las experiencias de grupo, está destinada a

desaparecer.

En otros casos, el adolescente puede estar integrado en grupos que dan

mucha importancia a la dimensión religiosa. Entonces permanecerá fiel en la

medida que el grupo satisfaga la gama de sus intereses y plantee la experiencia

religiosa en un sentido crítico y de búsqueda de autenticidad. En este sentido, no

podemos olvidar, que el grupo precisamente por sus cualidades gratificantes,

ejerce sobre el joven una fuerte presión en sentido cognístico. La orientación

general de los valores de grupo (religiosos o no religiosos) tienden por tanto a

reflejarse aún acríticamente en la experiencia de cada uno. Lo cual pone en

evidencia el riesgo de superficialidad en una opción religiosa que sea fruto, sobre

todo de los condicionamientos colectivos.

-193-
ii.- ESTUDIOS SOBRE RELIGIOSIDAD EN EL ADOLESCENTE ESPAÑOL Y

ARABE

Dentro del ámbito español existen numerosos trabajos, entre los cuales
caben destacar, las investigaciones de Elzo et al. (1994), el Informe de la Juventud

(Navarro y Mateo, 1993), y el estudio de Serrano y otros (1994). Existe una

opinión muy generalizada relativa a la creciente secularización de la sociedad

española a lo largo de las últimas décadas.

También se pone de relieve un notable descenso en la autodefinición de los

individuos como religiosos, más subrayada en áreas urbanas que en ámbitos

rurales. Asimismo, se evidencia un creciente alejamiento de la Iglesia Católica, que

va perdiendo parte de una influencia ejercida durante mucho tiempo.

Así pues, nos encontramos ante una situación que no sólo ha cambiado

sustancialmente con relación a tiempos pasados sino que, probablemente, seguirá

cambiando, lo que, en este caso muy especialmente, confiere a los juicios un

carácter relativamente provisional.

Posiblemente, señala Serrano y otros (1994), la "crisis religiosa" no sea

vista por el adolescente con el dramatismo que en épocas anteriores. Es más, en

muchos casos cabe pensar que la crisis ni siquiera se produzca. Y ello por dos

grandes razones fundamentales; en primer lugar, porque el índice de religiosidad

entre adultos ha decrecido muy significativamente, lo que permite suponer que

muchos adolescentes se educan en familias no religiosas; en segundo lugar,

-194-
porque la vinculación entre moral y religión, y entre la religión entendida como

"institución" y la religión como "dimensión personal" tiende a debilitarse.

En primer lugar, analizaremos los resultados más importantes encontrados


por Elzo et al. (1994). Se constata en los últimos años (desde 1984 hasta 1994)

una estabilidad en la distribución de los jóvenes, atendiendo a su autoidentificación

religiosa. Tres de cada cuatro jóvenes se definen como católicos, uno de cada diez

como indiferente en materia religiosa, un 4% se declara como agnóstico, un 7%

como ateo o no creyente o ateo y cerca de un 1% se reconoce como creyente de

otra religión.

Dicha investigación constata también que, en líneas generales y a medida

que aumenta la edad de los sujetos, disminuye la presencia de católicos

practicantes y aumenta la cifra de indiferentes, agnósticos y ateos. Con respecto a

las diferencias de sexo, los resultados de la investigación indican que a lo largo del

período de observación, las mujeres son más religiosas que los hombres.

En lo que se refiere a la creencia en Dios, se constata que en la encuesta de


Elzo et al. (1994) siete de cada 10 jóvenes españoles en edades entre los 15 y los

24 años decían creer en Dios. Similar cifra encontramos en la submuestra juvenil

del Survey del EVSSG (European Value System Study Group) aplicado en

España.

Con respecto a la práctica religiosa en España, la investigación de Elzo et

al. (1994) registra una ligera tendencia a la baja en los últimos años. En 1984, el

20% de jóvenes entre 15 y 24 años informaban de que iban semanalmente a misa.

-195-
Este porcentaje era del 21% en 1989, pero se reducía al 17% en 1993. Los

factores de sexo y hábitat tienen una importante influencia en la práctica religiosa al

igual que ya se había observado en la autoidentificación religiosa. Se aprecia una

mayor práctica religiosa entre

mujeres y en las zonas rurales.

Finalmente, esta investigación constata que la Iglesia en España ha perdido

respecto del año 1989, importancia como instancia orientadora tanto en cuanto

creadora de cosmovisiones como en la vida cotidiana de los jóvenes.

El trabajo realizado por Navarro y Mateo (1993) sobre la religiosidad de la

juventud española, ofrece datos similares a los de Elzo, siendo la principal

diferencia la estimación de católicos practicantes, que es del 26% en el Informe de

Navarro y Mateo y del 18% en el de Elzo.

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se

observa entre los adolescentes españoles, junto a una cultura religiosa católica, la

coexistencia de una cultura laica claramente consolidada. Esta cultura laica se

extendería entre un tercio de la población adolescente y algo menos de la

población adulta.

De acuerdo con esta investigación, la cultura religiosa, y concretamente la

cultura católica, es sin duda mayoritaria. Pero la religión parece ser para los

adolescentes, más una referencia cultural que un conjunto de creencias y

sentimientos relacionados con el culto. Así, sólo un 29% de los encuestados se

definen como católicos practicantes. De ellos, sólo un 18% indica que acude a la

-196-
Iglesia semanalmente, y sólo un 7,5% dice comulgar, por tanto, la

autoidentificación de católico practicante no implica el desarrollo de acciones

religiosas visibles y convencionales. La separación entre la religión como

manifestación social y la religión como sentimiento privado queda de este modo,

patente.

Otro aspecto relevante y relacionado con lo anterior, que señala la


investigación de Serrano y otros (1994), es la ruptura que se produce en

adolescentes y jóvenes, entre la religión como institución y nuevamente la religión

como sentimiento. Así, sólo un 25% de los encuestados dice hallarse muy de

acuerdo con la Iglesia Católica, mientras casi un 75% expresa un nulo o pequeño

acuerdo. Si, como antes veíamos, definirse católico no implica realizar las prácticas

que la Iglesia Católica establece como obligatorias, ahora, dando un paso más, los

autores afirman que tampoco conlleva estar de acuerdo sustancialmente con ella.

En lo que se refiere a la creencia en la existencia de Dios, casi dos tercios

de los encuestados afirma creer en Dios, pero un 12% que niega su existencia,

mientras los restantes dudan de ella.

Aunque, la posición afirmativa es muy mayoritaria y relativamente parecida

en todos los grupos muestrales diseñados (sexo, hábitat, edad, etc.), el porcentaje

de dudosos (en torno a un 25%) indica que se trata de un tema problemático, a

pesar de ser una de las creencias centrales en la cultura cristiana y occidental.

Además, la posición negativa porcentualmente baja, no resulta marginal. En el

grupo de hombres adolescentes se eleva a un 14,8%.

-197-
Una de las particularidades de esta cuestion, es que la autodefinición como

no religiosos no conlleva necesariamente la negación de la existencia de Dios.

Estamos, afirman estos investigadores, ante una "fragmentación de la

conceptualización sobre lo religioso". Si tradicionalmente había una percepción

integrada de todos estos aspectos, parece claro que el adolescente español actual

ya no los ve así. La implicación "creencia en Dios-ser religioso-practicar la

religión-estar de acuerdo con la Iglesia Católica" no tiene hoy para el adolescente

la misma coherencia ni idéntica linealidad que en el pasado. Se puede creer en

Dios y no ser religioso; autodefinirse católico y asistir poco a la iglesia, o bien

disentir de ella.

Como conclusión el trabajo de Serrano y otros (1994), señalar que, a

pesar de estos rasgos generales, dentro de la población adolescente se dan

diferencias notables. Las mujeres, los adolescentes más jóvenes y los habitantes

de hábitats rurales expresan una mayor religiosidad. La educación diferencial en el

caso del sexo, el peso de la socialización primaria por lo que respecta a la edad, y

la mentalidad más tradicional por lo que toca a las zonas rurales, parecen ser las

explicaciones más pertinentes para estas diferencias.

Por lo que respecta al mundo árabe, existen algunos trabajos y reflexiones

sobre los temas religiosos que podemos señalar. Así, en lo que se refiere a la

creencia religiosa, puede observarse en una encuesta realizada en Egipto por


El-Melegui (1973, citado por Zahrán, 1985, p. 395) que un porcentaje más alto

de mujeres que de hombres se autodefine como religiosas (61% y 50%

respectivamente). El porcentaje de mujeres y hombres que se definen como

religiosos por convencimiento es similar (26% y 25% respectivamente). El

-198-
porcentaje de hombres que se informan de dudas en sus creencias religiosas

(24%) es mayor que el de mujeres (13%), y solamente un 1% de los hombres dicen

no tener creencias religiosas.

Más recientemente, Aguel (1995) concluía- tras la revisión de una serie de

investigaciones realizadas en Egipto, Iraq, Arabia Saudí y Kuwait- que en varones

árabes jóvenes, sobre todo durante la adolescencia tardía, se percibe una notable

preocupación hacia los temas religiosos.

-199-
CAPITULO VII. PARTICIPACION POLITICA Y
ADOLESCENCIA

1.- AGENTES DE SOCIALIZACION

Los trabajos sobre socialización en general y, más específicamente, sobre

socialización política, han tratado de identificar la importancia de distintos agentes

en ese proceso. Tradicionalmente, se han estudiado la familia, la escuela, el grupo

de compañeros y los medios de comunicación de masas.

Respecto a la Familia, hay que decir que, comparativamente, ha sido la

"agencia" más estudiada. Sin que exista, ni mucho menos, unanimidad en cuanto a
la naturaleza y alcance de su influencia. Ya Hyman (1959) la consideraba uno

entre otros muchos factores influyentes en la socialización política y Hess y Torny

(1967) llegan a afirmar que, según sus propios datos, la importancia de la familia

en el proceso de que tratamos ha sido "sobrevalorada". Sin embargo, la mayoría

de los autores han tomado a críticamente esta supuesta influencia determinante


(Beck, 1977).

Percherson (1985, pp. 210-215), además de recoger datos sobre las

preferencias políticas de padres e hijos, analiza las condiciones favorables de su

reproducción en el seno familiar. Concretamente estas cuatro: en primer lugar, la

transmisión tendrá mayor éxito cuanto más capaces sean los padres de transmitir

el mensaje. En segundo término, la transmisión será tanto más eficaz cuanto más

visible para los hijos sean las preferencias paternas. En Francia, las tasas de

-200-
asociación (coeficiente de correlación) padres/hijos son 0,13 cuando los niños

desconocen la posición de sus padres en el eje izquierda-derecha a 0,62 cuando lo

hacen exactamente. En tercer lugar, la influencia será mayor cuanto más

homogéneo sea el ambiente político. Y por último, la transmisión será más débil en

aquellas familias pertenecientes a clases de bajo nivel cultural; también será más

débil cuando son católicos practicantes y de ideología de derecha. Por contra, la

influencia familiar es mayor cuando los padres tienen elevado nivel de instrucción,

no practican religión y son de izquierdas.

Respecto a la Escuela hay que decir que Hyman (1959) apenas le

concedió importancia y ello, según apunta Beck (1977), por una doble razón: por el

descollante papel asignado por él a la familia y en segundo término por las grandes

dificultades metodológicas de toda investigación de la influencia de la escuela -por

ejemplo la imposible comparación global de grupos experimentales y de control,


pues prácticamente todos los niños van a la escuela-. Sin embargo, Hess y

Horney (1967, p. 217) le asignan una función sobresaliente: "la escuela es la

fuerza central, saliente y dominante en la socialización política del niño".

Tan categóricamente afirmación ni parece sustentarse en sólidos


argumentos ni es mayoritariamente compartida por los especialistas (Jiménez

Burillo, F. (1996). En primer lugar, los escasísimos estudios realizados sobre

influencia de los curricula, textos, profesores y actividades extracurriculares no

permiten llegar por ahora a nada concluyente, lo que no es obstáculo para que, en

espera de más fiables resultados, se pueda especular razonablemente acerca de

la influencia -innegable por otra- de la Escuela en la socialización política. Es lo que


justamente hace Percherson (1985) cuando distingue tres posibles vías de

-201-
actuación de la institución escolar: a través de los contenidos de manuales, cursos,

etc. mediante la participación en las actividades escolares, y por último a través del

aprendizaje de relaciones horizontales (pares) y verticales.

Y en cuanto al agente clásico, los Grupos de iguales, hay que decir que la

rarísima investigación disponible tampoco ha arrojado luz alguna sobre su


influencia. Para Hess y Torney (1967, pp. 218-219) no tienen efectos

significativos, ni fuera ni dentro de la escuela; sin embargo, Beck (1977) les

concede un lugar importante a pesar de reconocer la poca investigación existente.

Familia, escuela y grupo de iguales, en suma, han sido tradicionalmente

contemplados, como agentes universales de socialización. Pero no son los únicos,

naturalmente, y en ciertas conductas, no parecen ser las más importantes. Los

medios de comunicación de masas, la Iglesia, etc., pueden constituir importantes

fuentes de influencia.

ii.- PARTICIPACION POLITICA Y POWERLESSNESS

Los trabajos pioneros en esta área, realizados antes de los años 60,

asimilaban participación política a conducta de voto. Sin duda, y a pesar de que la

participación electoral supone evidentemente un modo de incidir en el proceso

político, resulta pobre reducir la participación política a este tipo de conducta


Berelson et al. (1954) y Campbell et al. (1964).

Según Milbrath (1981), las principales formas de participación política

-202-
serían las siguientes: apoyo a las campañas electorales de los partidos, activistas

de la comunidad, contactos con la administración, y la defensa o crítica de

determinadas medidas políticas a través del contacto con amigos o personas

próximas, o mediante la utilización de las páginas de opinión de los periódicos o

incluso con el envío de sus comentarios a los políticos involucrados en el tema.


Stone (1974) también señala distintas formas de participación política, entre las

que se encuentra el votar en las elecciones, el estar informado y el intervenir en

discusiones políticas, el ser candidato por un partido y el ser miembro elegido en

algún puesto de la administración. Creemos que no es necesario citar más trabajos

para mostrar como el campo de la participación política se ha ampliado desde el

estudio de la conducta de voto a otros modos de actividad, con la mayor

complejidad pero al mismo tiempo la mayor clarificación que esto acarrea.

De acuerdo con lo anterior, podríamos hacer las siguientes consideraciones

sobre la participación política. En primer lugar, las distintas formas de participación

no son necesariamente excluyentes. Esto es, un sujeto puede votar y al mismo

tiempo ser un miembro activo de la comunidad, intentar formar opinión o tomar

parte en actividades de protesta. Pero también puede ocurrir que manifieste

algunas de esas conductas y no otras.

Segundo, podría establecerse una escala de compromiso político, según el

tipo de participación exhibida por cada sujeto. Pues no es lo mismo emitir un voto,

que participar activamente en una campaña electoral o manifieste a favor o en

contra de una política determinada.

En tercer lugar, las actividades desarrolladas podrían clasificarse como

-203-
convencionales o no. Dentro de las primeras se incluirían el votar, el acudir a

mítines políticos, el mantener discusiones políticas, etc. A pesar de esta división

tan explícita, resulta claro que esta clasificación está sujeta a condicionantes

sociales que hacen que un modo de participación que resulta no convencional en

un momento determinado, se haga totalmente habitual y aceptado poco tiempo

después.

Es evidente que cualquier trabajo sobre este tema debe, en primer lugar,

señalar el tipo de actividad desarrollada por el individuo y, segundo, debe conocer

si los sujetos mantienen otro tipo de participación al margen del anterior. Por ello,

en nuestro estudio sobre la participación política del adolescente en Palestina

trataremos de analizar, por separado, distintos aspectos de la cuestión; a saber: la

participación política convencional, participación política no convencional y

powerlessness.

Un sistema democrático se puede definir como una forma de gobierno en

que el pueblo ejerce la soberanía. Dicho de otra manera, la participación política de

los ciudadanos es consustancial a un régimen democrático. Pero ¿inciden

realmente los ciudadanos en cualquiera de las formas que tienen a su alcance en

la marcha de los asuntos políticos de su país?. Los datos de que se disponen no

parecen muy optimistas al respecto, aunque habría que diferenciar entre los
distintos modos de participación política. Así, en los trabajos de Milbrath y Goel

(1977), Rokkan y Campbell (1960), se muestra como el porcentaje más elevado

de participación política corresponde a la categoría de la conducta de voto, siendo

sensiblemente menores el de aquellas actividades que suponen un papel más

activo por parte del sujeto.

-204-
El panorama resulta, pues, muy complejo. Por esta razón es preciso prestar

una mayor atención a los aspectos conceptuales y teóricos de la participación

política, para tratar de dar sentido a todos esos resultados aparentemente

contradictorios.

En esa relación, un aspecto que consideramos de suma importancia es el

significado de las puntuaciones de la escala I-E. En última instancia, lo que se

evalúa a través de esa escala son las creencias que mantiene el individuo sobre su

capacidad de incidir en la vida política, y éstas vienen determinadas por el

esquema ideológico que sobre el funcionamiento de un sistema político

determinado mantiene el individuo y/o por su posición dentro de la estructura


social. Sabucedo (1984) piensa que no es descabellado afirmar que son mínimas

las posibilidades del ciudadano medio de influir en las grandes cuestiones

políticas. Esta situación se ve incluso agravada si los sujetos pertenecen a grupos

sociales marginados. También piensa que no se cae en la teoría de la conspiración

si se cree que los principales grupos de presión de éste y otros países, determinan

en gran medida las decisiones que se toman sobre temas políticos importantes.

Por todo ello, consideramos que la externidad o el powerlessness es en

muchas ocasiones el sentimiento que mejor describe la auténtica posición del

individuo frente al sistema político, pero no conduce necesariamente a la

inhibición. El problema radica en conocer en su auténtica dimensión el significado

del powerlessness.

El powerlessness hace referencia a:

-205-
"la sensación del individuo de que sus acciones no constituyen efectivos

inputs en el sistema; es decir, influir en la estructura y procesos de ese sistema"


(Torregrosa, 1972, p. 148).

Esta variable ha sido en ocasiones considerada como el polo de un

continuo de impotencia-influencia en los procesos de decisión pública, cuyo polo


opuesto serían los sentimientos de eficacia política (Torregrosa, 1972; Wright,

1981; Sabucedo, 1988; Braña, 1989). Otros autores la conciben, sin embargo,

como un concepto distinto del anterior, pero altamente correlacionado, en cuanto

que constituirían elementos de un síndrome general de personalidad que incluiría


rasgos tales como: autoestima y sociabilidad, fuerza y control personal (Milbrath,

1981).

En los trabajos de Converse (1972) y Coleman y Davies (1976), se

apunta que la ineficacia política puede ser sentida por los sujetos de dos formas

distintas. Unos pueden considerarla como resultado de su incapacidad personal,

mientras que otros pueden culpabilizar al sistema. Resulta evidente que esas

atribuciones distintas del powerlessness darán lugar a dos formas diferentes de


conducta política. Sobre esta cuestión Gurin, Gurin y Morrison (1978) señalan

que aquellos sujetos con orientación externa, que responsabilizan al sistema de su

falta de control, son proclives al desarrollo de actividades políticas.

Por otra parte, en el trabajo de Klandermans (1983), se afirma que pueden

extraerse dos hipótesis de las teorías que sustentan el concepto de locus control.

La primera, la que han venido utilizando la mayor parte de los trabajos aquí citados,

establece que aquellos sujetos con orientación interna participan más en

-206-
actividades socio-políticas, ya que confían en su capacidad para incidir en la vida

pública. La segunda señala que aquellos sujetos sin esa capacidad de control y

que culpan al sistema de ello, tenderán a tomar parte en el proceso político como

un medio para reducir sus sentimientos de powerlessness.

Como se ha expuesto, la atribución que hacen los sujetos de su

powerlessness y su motivación para reducirlo, serán aspectos fundamentales que

determinarán la participación o no en la vida política. Por otro lado, también habría

que señalar que las creencias de control político versus powerlessness no son

necesariamente características fijas e inamovibles de los sujetos. Esto es, si se

produce un cambio de la situación política o en la posición del sujeto dentro de la

sociedad, éste puede ver incrementadas o disminuidas sus posibilidades de incidir

en el mundo político respecto a su situación anterior.

Otro aspecto que ha sido estudiado en relación a la participación política, es

la capacidad del sujeto para comprender el mundo político en el que se halla

inmerso; esto es, su nivel de conceptualización política. En los trabajos de


Milbrath (1977) y Converse (1964), se constata que el nivel de conceptualización

ideológica influye de forma notoria en la participación del sujeto en actividades


políticas convencionales. Por su parte Klingeman (1979) indica que la capacidad

de comprensión del mundo político por parte del sujeto incrementa las posibildades

de acción política, tanto convencional como no convencional.

Junto a estos trabajos en los que se trata directamente el nivel ideológico de

los sujetos, también se podrían citar otros que de forma indirecta apoyan los
resultados anteriores. Este es el caso del trabajo de Marsh y Kaase (1979) donde

-207-
se comprueba que en cinco países democráticos occidentales, el nivel educativo

alcanzado por los sujetos correlaciona positivamente con la participación

convencional. Pero todavía más interesante resulta comprobar que lo que ellos

denominan "protesta potencial", o sea las actividades no convencionales, son

mucho mejor aceptadas por los sujetos de educación superior que por los de nivel

educativo más bajo, y esto ocurre en los cinco países estudiados. Si es cierto como

afirman estos autores, que el nivel educativo debe traducirse por habilidades

cognitivas, se estaría confirmando la tesis anteriormente señalada.

Pero todos estos resultados deben ser considerados en su justo término.

No debe deducirse que la participación política viene determinada por las

destrezas cognitivas de los sujetos, porque de hecho pueden existir sujetos

políticamente muy activos que no cuenten con esos recursos. Al mismo tiempo,

tampoco esas destrezas conducen inevitablemente a cualquiera de las formas de

participación política; pero esto sería necesario que los sujetos estuviesen

motivados, por distintas razones, para ello.

Una vez señaladas algunas de las variables que a nivel personal parecen

estar jugando un papel importante en la participación política, podemos intentar

ponerlas en relación con los distintos tipos de actividad indicadas anteriormente.

Por lo que respecta a las actividades no convencionales, que suponen un

mayor compromiso político (pertenecer a movimientos sociales, participar en


manifestaciones, etc.), Klandermans (1983) señala que son los sujetos con locus

de control interno los que con mayor probabilidad lleven a cabo este tipo de

acciones.

-208-
En cuanto a la participación convencional, parece no requerir

características personales muy específicas. Los sujetos que realizan actividades

de este tipo, pueden hacerlo como parte de un repertorio de acción política más

amplio (sujetos que también participan en acciones no convencionales) o pueden

responder a las demandas cívicas y de responsabilidad que realice el poder o un

grupo social, con el que se sientan mínimamente identificados. En suma, la

heterogeneidad de motivos parece ser lo definitorio en la participación

convencional.

iii.- EL PENSAMIENTO POLITICO EN LA ADOLESCENCIA

Los procesos de razonamiento sobre política van cambiando a lo largo de la

adolescencia. Esto ocurre, en parte, porque el adolescente va reorganizando la

percepción que tiene de la sociedad. Se sabe que en el pensamiento sobre

aspectos políticos existen patrones de edad que destacan frente a posibles

diferencias debidas al sexo, clase social o nacionalidad. En las mismas palabras

de Adelson, uno de los autores que más ha estudiado esta temática: "Las ideas de

un alemán de 12 años son más próximas a las de un americano de la misma edad


que a las de su propio hermano de 15 años" (Adelson, citado en Cole y Cole,

1993, p. 623).

Según estos autores, hacia los 14 años se produce un cambio en la forma

de pensar sobre las leyes, el control social y el idealismo político. Los resultados de

dicho estudio muestran que el preadolescente parece no poder pensar en las

instituciones desde la perspectiva de la comunidad. La perspectiva personal

-209-
prevalece en sus afirmaciones, se centra en lo concreto apelando en su

razonamiento a personas o conductas concretas. Es como si a esta edad, los

jóvenes evaluasen las tomas de decisiones sin respetar las necesidades comunes.

En cambio, algo más tarde, los adolescentes son capaces de responder mediante

principios abstractos prescindiendo de las circunstancias particulares y apelando al

bien común. El estudio de Adelson afirma que los más jóvenes conceptualizan las

leyes como medios para reprimir las malas acciones (por ejemplo, matar o robar).

En el proceso de transición van dejando su concepción punitiva de las leyes para

dar paso a una concepción de protección y mejora de la sociedad. Por ejemplo,

para los adolescentes más jóvenes, la solución al crimen es la aplicación del

castigo más severo. La rehabilitación no aparece como solución hasta edades más

avanzadas dentro de la adolescencia.

Por otro lado, el giro descrito dentro de la misma adolescencia hacia

planteamientos ideológicos más abstractos evoluciona hacia posturas utópicas de

idealismo político tal como apuntan Inhelder y Piaget:

Examínese desde este punto de vista a un conjunto de escolares entre los

14-15 años y 17-18 años. La mayoría tiene teorías políticas o sociales y quiere

reformar el mundo al mismo tiempo que explicarse a su manera los mecanismos y

desórdenes de la vida colectiva. (...) Las crisis religiosas y la reflexión acerca de la

fe, y contra la fe, dominan a algunos sujetos y toman entonces siempre el camino

de un sistema general, vale decir, que se postula como válido para todo el mundo.

La especulación filosófica apasiona a una minoría, y para todo verdadero


intelectual, la adolescencia es la edad metafísica por execelencia. (Inhelder y

Piaget, 1985, p. 286).

-210-
iv.- ESTUDIOS SOBRE CONDUCTAS POLITICAS EN EL ADOLESCENTE

ESPAÑOL

Dentro del ámbito español, existen trabajos que ponen de manifiesto la


participación política no convencional. Páez y Echebaría (1986), trabajando con

adolescentes de la Comunidad Autónoma Vasca, encontraron que esos jóvenes

se muestran más dispuestos a participar en las manifestaciones (el 42,7% afirma

que lo haría), seguido por las huelgas (15,8%) y la firma de escritos de protesta

(10,3%). Las actividades que cuentan con menos apoyo son el bloqueo de tráfico

(8,1%), boicots (5%) y ocupación de edificios (2,8%).

En el trabajo de Sabucedo, Arce y Rodríguez (1992) con jóvenes

gallegos, se evidencia la existencia de un elevado potencial de protesta para la

realización de actividades políticas no convencionales muy concretas (firmar

cartas de protesta 67,3%). También es el caso de las conductas que no suponen

ningún tipo de violencia (61,8% asiste a manifestaciones legales).

En la investigación de referencia nuestra (Serrano y otros, 1994), se trata

de identificar las pautas y el grado de la participación política característicos de los

adolescentes españoles, analizando cómo se distribuyen entre los sujetos de dicha

población una serie de variables relacionadas con esta actividad. No obstante,

antes de tratar de hacer ningún tipo de inferencias, subrayan la importancia que

algunos datos podrían haber variado de forma significativa. Tal sería el caso, sobre

todo, de la tendencia de voto, habida cuenta de los importantes acontecimientos

políticos, económicos y sociales, que van modulando en adultos y jóvenes la

-211-
conducta de voto. Al respecto, lo que más destaca es el alto número de

abstencionistas o indecisos que se puede constatar (31,2% de los encuestados).

Obsérvese que este porcentaje se mantiene incluso entre aquellos sujetos que, por

su edad, si tienen derecho a ejercer el voto. Este dato indica el escaso interés que

muchos adolescentes conceden a la participación electoral.

Respecto a otras formas de participación política convencional y no

convencional, destaca la poca incidencia de estos tipos de actividades en la vida

del adolescente, que llega a ser prácticamente inexistente en el caso de esta

última.

En este sentido parecen bastante coherentes los datos relativos a la escala

de ausencia de poder percibida (powerlessness) obtenidos en este estudio. De

este modo, los grupos que suelen presentar un mayor nivel de powerlessness

resultan ser aquellos que, de modo tradicional, y tanto por razones de

discriminación sexual (mujeres) o de clase (habitantes de zonas periféricas de una

gran ciudad o de zonas rurales), se han visto más alejados de los centros de

decisión y control político y social. Esta percepción de una mayor lejanía y

ausencia de poder ante las instancias sociales decisorias hace que sean los

sujetos de estos mismos grupos los que presentan un menor nivel de actividad

política convencional, bien sea respecto a su participación electoral, bien sea

respecto a otros tipos de participación política convencional.

Esta misma tendencia se observa, en el caso de las mujeres, respecto a la

participación política no convencional, lo cual puede relacionarse con el papel más

pasivo asignado a la mujer en una educación de carácter tradicional que parece

-212-
ejercer, todavía hoy, una fuerte influencia sobre el comportamiento de gran parte

de las adolescentes.

-213-
CAPITULO VIII. LOS VALORES

Durante los últimos 25 años han sido numerosos los estudios que se han

realizado sobre creencias sociales y valores en los adolescentes y en los jóvenes.

Y, a pesar de utilizar diferentes instrumentos de medida y métodos de recogida de


datos, los resultados son semejantes (Rokeach, 1968, 1973, 1978, 1980;

Schwartz y Bilsky, 1987, 1990; Serrano y otros, 1994; Vera, 1995).

Los valores son considerados como representaciones cognitivas de tres

tipos de exigencias humanas universales: las necesidades del organismo, los

requisitos socio-interaccionales para la coordinación interpersonal y las demandas

socio-institucionales para el bienestar y la supervivencia del grupo. Estas tres

exigencias universales preexisten a cualquier sujeto y, a través del desarrollo

cognitivo, las personas llegan a ser capaces de representarlas conscientemente

bajo la forma de objetivos o valores; a su vez, mediante la socialización, los sujetos

aprenden los términos culturalmente compartidos que le permiten comunicarse en


relación a estos objetivos o valores (Schwartz y Bilsky, 1987, 1990; Schwartz,

1990a,b).

Dicho esto sobre la naturaleza y las fuentes de los valores, se puede hacer
también una definición más formal -siguiendo la línea de Rokeach (1973, 1979)-

que completa algunos aspectos: "los valores son conceptos o creencias sobre

estados finales o conductas deseables que transcienden las situaciones concretas,

guían la selección o la evaluación de la conducta y los eventos, y están ordenados

por su importancia relativa".

-214-
Por otra parte, Schwartz (1990) postula una definición a modo de una

ecuación estructural, que engloba las dimensiones del sistema de valores:

" Un valor es un concepto que un individuo tiene de una meta

Terminal/Instrumental transituacional que expresa intereses

Individualistas/Colectivistas/Ambos respecto a un dominio motivacional de

Disfrute/Seguridad/Logro/Autodirección/

Conformidad/Prosocial/Poder/Madurez y es evaluado en un rango de importancia

de Muy importante/Bastante importante/Regular/Poco importante/Nada importante

como principio-guía en su vida".

La adquisición de valores sociales ha de situarse dentro del proceso

socializador que conlleva la inserción del individuo en su ámbito social. Este

proceso finaliza con la adquisición de los valores (sobre todo durante la infancia y

la adolescencia); establecidos éstos, aunque son estructuras bastante estables


están sometidos a la polaridad estabilidad/cambio (Serrano, 1988).

El estudio de los valores en psicología persigue la búsqueda de

determinantes del comportamiento con la finalidad de predecirlo o impedir que

aparezcan.

Desde los años 20 muchos autores se han ocupado del tema aunque

destaca la aportación de Rokeach, para el que una perspectiva psicosocial sobre

los valores humanos abría la posibilidad de superar las limitaciones que ofrecen las

actitudes en su relación con la conducta. Tradicionalmente se ha minimizado,

-215-
debido a la importancia dada al estudio de las actitudes, el papel desempeñado por
los valores en la vida del sujeto (Cfr. Serrano, 1984).

En un sentido amplio entendemos por valores los criterios de los individuos

según los que actúan; más estrictamente, sería una creencia duradera, personal y
seriamente preferible al opuesto (Cfr. Rokeach, 1973).

Los valores son estables en el conjunto de creencias de un individuo (por

eso se relacionan con la permanencia de las estructuras sociales), posibilita la

conciencia de la propia identidad y son aprendidos. Todo ello posibilita su


permanencia y estabilidad (Williams, 1979).

Genéricamente los valores cumplen una función normativa, éstos se

ofrecen la posibilidad de tomarlos como guías a la hora de decidir. También

poseen una función motivacional similar a las aptitudes estudiadas por Smith y
Katz: adaptativa, egodefensiva y de conocimiento (Serrano, 1988).

Al formar parte del proceso de socialización la transmisión de valores es de

gran relevancia para el individuo.

Hermin y Simon (1971) dan tres alternativas globales para la transmisión

de valores. La primera opción consiste en permitir que los individuos elaboren

espontáneamente su propio sistema; ésto significaría una renuncia a la

socialización. La segunda posibilidad, la más común, consiste en transmitir valores

poniendo los agentes socializadores los medios para que los individuos jóvenes

asuman esos valores.

-216-
La alternativa llamada “clarificación de valores” consiste en ayudar a

individuos, sobre todo jóvenes, a encontrar sus propios valores, los sujetos han de

decidir los valores idóneos. Se trata de un largo aprendizaje de métodos más que

de contenidos.

La perspectiva conocida como “orientación de destrezas de valores” es

una modalidad especialmente elaborada dentro de la clarificación de valores. Se

entiende por tal un aprendizaje de destrezas que posibilitan la aparición de valores

de modo personal. Este proceso en la clarificación de valores posiblemente cae en


un relativismo incierto e ineficaz (Cfr. Harmin-Simon, Ib.).

Así pues, la transmisión de valores es un dato social, vinculado al hecho, a

la existencia y a la pervivencia de los grupos sociales.

Durante los primeros años la insuficiencia lingüística limita la transmisión, se

produce la acomodación del niño a un ritmo temporal, se le va introduciendo en las

pautas de sus mayores, se subrayan los modos de una relación social y se


empieza a diferenciar la educación según el sexo (Inkeles, 1973).

Durante la pubertad y la adolescencia se hace más intensa y directa la

socialización. La transmisión y adquisición de valores son ahora explícitas. Es un

momento difícil, se plantea claramente el problema de la propia identidad, la

formulación de metas e ideales y se profundiza en la educación de acuerdo con los


roles sociales (Serrano, 1988).

Aunque la familia como agente socializador sigue siendo relevante no es

-217-
tan homogéneo como en épocas anteriores. Su pérdida de relevancia ha de
relacionarse con los cambios sociales y a la pujanza de los mass-media (Feather,

1980).

Junto con las variables evolutivas factores como el sexo, la clase social, la

ideología política, la religión y el rol social condicionan los sistemas de valores de


los adultos (Cfr. Rokeach, 1973).

Como ya hemos dicho los valores se caracterizan por su estabilidad y

persistencia a lo largo del tiempo. A pesar de ello debemos señalar la existencia

del cambio de valores tanto a nivel individual como social siguiendo la evolución

científica, social, económica y política. Esta misma sociedad que favorece los

cambios por otra parte propicia la permanencia y estabilidad de los valores


(Serrano, 1988).

El soporte social o ambiental ha sido considerado un factor esencial para la

persistencia del cambio conductual; si se da un contexto idóneo los valores una


vez incorporados, son menos susceptibles de cambio (Rokeach, 1979).

Para que los elementos de cambio funcionen no basta el soporte ambiental;

es necesario que el individuo lo perciba en el grupo al que pertenece y que sus

creencias y valores sean similares a los de las personas próximas.

Son numerosos los factores que desempeñan un papel importante en la

transmisión, adquisición, cambio o permanencia de los valores; para captar su

sentido concreto hay que referirse a los marcos de identidad, a que las

-218-
características de los valores no son idénticas en todos los contextos, puesto que

toda sociedad tiene su propia dinámica aunque no podemos negar rasgos


comunes y creencias compartidas (Serrano, 1988).

Whitbeck y Gecas (1988) identifican cuatro factores fundamentales que

influyen en los procesos de transmisión de valores de padres a hijos:

1.- La naturaleza y los tipos de valores que se consideren. Parece que la

socialización de valores instrumentales o terminales puede tener mecanismos y,

por tanto, resultados diferentes.

2.- Las percepciones y atribuciones que los hijos hacen respecto a los

valores parentales. Parece que las actitudes que los adolescentes atribuyen a sus

padres son mejores predictores de las actitudes que ellos desarrollarán que las

actitudes reales de los padres; parece también que la influencia de los valores y/o

actitudes parentales en los valores de los hijos aumenta sustancialmente cuando

los hijos perciben con exactitud los valores y actitudes de sus padres.

3.- La edad del hijo, puesto que se asocia a su desarrollo cognitivo. El

desarrollo cognitivo es importante en la formación de valores tanto porque

establece el límite inferior en el que puede tener lugar la internalización, como

porque las distintas categorías de valores pueden socializarse mejor en distintos


niveles de desarrollo. A este aspecto, Rokeach (1973) ha defendido que los

valores terminales son más centrales en el sistema de creencias y se socializan

antes.

-219-
4.- La calidad de las interacciones paternofiliales. En la medida en que el

hijo se identifique con sus padres es más probable que internalice los valores de

éstos. La identificación con los padres depende de las cualidades que los padres

tengan, tales como poder y prestigio, y de la conducta parental hacia el hijo,

particularmente en las dimensiones de apoyo, control y participación. Parece que

el control inductivo conduce más que ningún otro a la identificación del hijo con el

padre o madre.

1.- VARIABLES QUE INFLUYEN EN EL PROCESO DE SOCIALIZACION DE

LOS VALORES

En primer lugar hay que señalar que se entiende por procesos de

socialización la transmisión de los sistemas de valores y significados culturales

que, a medida que se van internalizando, se constituyen en determinante

fundamental de la conducta social del sujeto. Por este motivo, son muchas las

propuestas transculturales clásicas que analizan las diferencias culturales en los

procesos de socialización para dar cuenta las diferencias en la conducta social. La

mayoría de la teorías inscritas en el paradigma conocido como "Cultura y

Personalidad" responden a este patrón, e identifican los sistemas de crianza como

mediador fundamental entre ambos constructos, la cultura y la personalidad


(Benedict, 1934; Whiting y Child, 1953).

Son muchas las variables que se relacionan con la variación de los

procesos de socialización de los valores. Vamos a tratar aquí, aunque sea

brevemente, la variable individualismo/colectivismo cultural, clase social,

dimensión urbano/rural, género y edad, todas ellas íntimamente interrelacionadas.

-220-
Se ha advertido en numerosas investigaciones que las prácticas de

socialización y los valores que en ellas se enfatizan o se alientan son

considerablemente distintas dependiendo del individualismo/colectivismo cultural


(Domino y Hannah, 1987). Hui y Triandis (1986) definen el colectivismo como un

conjunto de actitudes y conductas caracterizadas por: a) la consideración de las

implicaciones que tienen las acciones y/o decisiones para los demás, b) compartir

recursos materiales, c) compartir recursos no materiales, d) susceptibilidad a la

influencia social, e) preocupación por la auto-presentación o imagen, f) compartir

las consecuencias recíprocas de la acción, g) sentimientos de implicación en la

vida de otros.

En general se ha demostrado con bastante consistencia que en las culturas

individualistas la socialización familiar se orienta hacia la autonomía y en las

culturas colectivistas se prioriza la conformidad a las normas, estándares y valores


del grupo familiar (Molpeceres, 1991).

Las preocupaciones fundamentales de los padres en las culturas


colectivistas son la obediencia, la fiabilidad y la buena conducta (Ho, 1979). Por el

contrario, en las culturas individualistas, las preocupaciones fundamentales de los

padres son la autoconfianza, la independencia y la creatividad; de este modo, en

culturas individualistas como las sociedades recolectoras y en culturas muy

individualistas como USA, a los hijos se les concede mucha autonomía y se les
anima a explorar su entorno (Triandis, 1989).

En una cultura colectivista, lo primordial que el niño debe aprender es cómo

-221-
cumplir con sus deberes y obligaciones sociales y cómo relacionarse con los

miembros del intragrupo y del exogrupo; en una cultura individualista lo


fundamental es la autorrealización y el logro. En terminología de Anandalakshmy

(1975), podría decirse que las culturas colectivistas se orientan hacia la

competencia interpersonal y en las culturas individualistas hacia la competencia

individual.

También se encuentran diferencias en cuanto al valor otorgado a los hijos

en función del individualismo/colectivismo, el desarrollo y el cambio

socioeconómico y familiar. En las culturas colectivistas, que subrayan la

interdependencia en las relaciones familiares, predomina un enfoque utilitario o

económico de los hijos: se espera de ellos que aporten una contribución

económica mientras son jóvenes y que proporcionen una seguridad a la vejez de

sus padres cuando lleguen a adultos; por este motivo se valora la obediencia y se

desea que los hijos sean cercanos, fieles y dignos de confianza, de modo la

socialización se orienta a inculcar valores de familia y comunales. En las culturas

individualistas, que generalmente disponen de mecanismos de garantía e

infraestructuras de asistencia social para los ciudadanos, el valor económico de los

hijos se reduce hasta anularse, y se subraya su valor psicológico; lo importante es

el desarrollo y la autorrealización personal de éstos y el objetivo fundamental del

proceso de socialización es que los hijos aprendan a valerse por sí mismos,

mediante la internalización de valores de independencia y autoconfianza


(Kagitcibasi, 1985).

Otra de las variables más estudiada es la clase social, hasta el punto de que
Lambert (1981) considera que las diferencias en los valores de socialización

-222-
asociadas a la clase social superan y oscurecen las diferencias étnicas. Hace ya
tiempo que Kohn (1963, 1969, 1977) propuso que los padres de diversos niveles

de clase social difieren en las características que valoran más para sus hijos, y que

estas diferencias de valores se traducen en diferencias también en la conducta de

parental. De acuerdo con él, cuanto más baja es la clase social de los padres, más

probable es que valoren la conformidad a la autoridad externa y, por tanto, que

enfaticen la obediencia y las buenas maneras. Cuanto más alta es la posición

social de los padres, sin embargo, más probable es que valoren características

indicativas de autodirección, como son el interés en cómo y por qué ocurren las

cosas, el autocontrol y la responsabilidad.

La hipótesis de Kohn ha generado bastante investigación, y en general se


ha visto confirmada (Luster et al. 1989; Allat, 1994). Triandis (1989) también

señala que la conformidad es funcional en el entorno laboral de la clase

trabajadora -los jefes no quieren obreros que actúen según su propio criterio-,

mientras que es disfuncional en trabajos de tipo profesional en los que hay que ser

ingenioso y creativo y la autoactualización es un valor fundamental.

Al igual que la clase social, la dimensión urbano/rural también marca

diferencias en individualismo/colectivismo dentro de una misma sociedad global.


Eliram y Schwarzld (1985) encontraron que la aculturación, la occidentalización y,

por tanto, la adhesión a valores individualistas es mayor en las zonas urbanas de

Israel que en las rurales, y supusieron que se debía a la mayor heterogeneidad de


la población y la mayor oportunidad de contacto interétnico. Georgas (1989)

advirtió que el contexto ecosocial de la ciudad de Atenas no favorece la adhesión a

patrones autoritarios tradicionales y, por tanto, los roles jerárquicos tradicionales

-223-
no son una preocupación prioritaria para los jóvenes atenienses; en cambio, en las

comunidades rurales de la misma sociedad griega, donde socialmente se apoyan y

se alientan este tipo de patrones, la oposición a la autoridad jerárquica tradicional

dentro de la familia es el problema más destacado de los jóvenes en sus relaciones

familiares.

Por otro lado, se ha constatado tradicionalmente que el género es una

variable clave en la diferenciación de valores inculcados en la socialización. A las

mujeres se les orienta a la cooperación y la relación interpersonal y a los hombres

al logro individual y a la competición. Sin embargo, se ha encontrado que dichos

énfasis diferenciales en la socialización según el género están en función del grupo

étnico de referencia y el acervo cultural y que la pertenencia a la misma clase


social limita mucho esta variabilidad (Lortie-Lussier et al., 1986).

También la edad del hijo es una variable estudiada en el cambio de valores

de socialización, puesto que suele asumirse que la autonomía concedida aumenta

con la edad y el énfasis en la conformidad se reduce paralelamente. Sin embargo,


esta evolución precisa matizarse. Mc Nally et al. (1991), en un estudio longitudinal

desde los 7 a los 16 años, hallaron que el control maternal, estable durante la

niñez, aumentaba en la adolescencia, aunque las expresiones de afecto se

reducían con la edad, como estaba previsto; el énfasis en el logro, que es base

importante de la independencia en la vida adulta, aumentaba con la edad. Sin

embargo, tal vez lo principal del trabajo es que encontraron sorprendentemente

pocos cambios en las actitudes y valores de socialización, lo que indica que éstas

se basan en creencias y objetivos profundamente arraigados; además, aunque el

empleo de prácticas concretas puede variar con el desarrollo del hijo, parece que la

-224-
importancia relativa de las diversas prácticas y valores no cambia mucho.

Como hemos señalado anteriormente, ninguna de todas estas fuentes de

variación de los procesos de socialización familiar es independiente de las demás.

En definitiva, que todas estas variables, individuales y culturales, forman un denso

y complejo entramado en función del cual los procesos de socialización toman una

significación u otra y, por tanto, obtienen efectos diversos. Conscientes de ello,

Bronfenbrenner y Crouter (1983), proponen para el estudio del desarrollo en el

contexto el modelo denominado person/process/context: precisamente el

supuesto fundamental de este modelo es que los procesos que ligan las conductas

de los padres y de los hijos no son universales, o sea, que no se mantienen iguales

con independencia de las características de los participantes o de los contextos en


el seno de los cuales ocurren dichos procesos (Szapocznik y Kurtines, 1993;

Collins y Gunnar, 1990; Gecas, 1981).

En esta relación entre dimensiones culturales relevantes y procesos de

socialización ejercen un papel particularmente preponderante los contextos o

instituciones de socialización porque seleccionan y transmiten este conjunto de

normas, valores y representaciones sociales, determinan las experiencias

posibles, entre ellas, las que se consideran adecuadas y, por último, proporcionan

un marco de referencia para la interpretación subjetiva de dichas experiencias


(Fontaine, 1988).

2.- LOS VALORES DE LOS ADOLESCENTES

El proceso -que otorga un papel central al individual y, desde él, se abre a lo

-225-
social de modo más personalizado y menos ideológico- parece ser común a la

mayoría de los países occidentales y va ligado a un proceso más general de

modernización de las sociedades más desarrolladas, caracterizado por la

aparición de cambios significativos en áreas tales como la tecnología, la economía,


la sociedad, la cultura y la política (Ester et al., 1994). Así, la progresiva

racionalización y secularización de la sociedad, la pérdida de importancia de las

instituciones y sistemas de valores tradicionales (especialmente de tipo religioso),

la tendencia general hacia la pluralización de visiones del mundo, los desarrollos

en la emancipación, democratización y autodeterminación, son fenómenos

estrechamente ligados al marco axiológico de la adolescencia. Los valores no se

encuentran ya bajo el predominio interpretativo de las instituciones y tradiciones,

en especial religiosos, sino que son objeto de elección personal, y de ellos la

orientación a la felicidad y a la autorrealización son las principales guías para la

acción de los individuos.

Precisamente a causa del proceso de individualización, la necesidad de

contactos personales y mutuo compromiso se ve reforzada y crece la atención

prestada al desarrollo personal en relación tanto con el crecimiento afectivo como

cognitivo. El cambio desde los valores materialistas y burgueses a los valores

postmaterialistas o postburgueses que supone la denominada "revolución


silenciosa" (Inglehart, 1977; 1990) implica una priorización de la libertad individual

y el desarrollo personal. Bajo estos nuevos valores, se acentúa la búsqueda de

metas no materialistas tales como el crecimiento personal y la calidad de vida. Por

tanto, desde esta óptica, la modernización ofrece oportunidades a la expansión de

nuevos valores como la libertad personal, el autodesarrollo, la autoexpresión, la

creatividad, la igualdad y la democracia. El individualismo como consecuencia de

-226-
ese proceso de modernización no tiene necesariamente que conducir a un énfasis

hedonista, egoísta o a relaciones impersonales.

En España, también, se abordó el tema de valores en la adolescencia,


desde distintos enfoques. Ya en el Informe sobre la Juventud Española de la

Fundación Santa María de 1989 se constataba la tendencia cada vez más

acentuada en los jóvenes a otorgar un mayor valor al ámbito de lo privado con

respecto a lo público, una preeminencia de los valores individuales sobre los

colectivos, lo que resultaba perfectamente consonante con un cierto desinterés por

la participación política clásica y una marcada orientación vital por los aspectos

referidos especialmente a la satisfacción y realización individual.

El trabajo de Martín-Serrano (1991), realizado sobre jóvenes de 15 a 19

años pone de manifiesto la relevancia que poseen las relaciones familiares e

interpersonales y los aspectos ligados a la autonomía personal. Familia, amistad,

libertad, amor, salud y paz ocupan un lugar destacado en el mundo axiológico de

los jóvenes.

La encuesta sobre Jóvenes Andaluces (1993) vuelve a remarcar la

tendencia al individualismo de los jóvenes, de modo que va a ser el individuo y lo

individual el centro de la preocupación y de la exltación; aunque esta suerte de

egocentrismo no supone un olvido de lo grupal y de lo social, porque el sujeto

individual es y está en la sociedad. Pero lo social adquiere todo su sentido en

cuanto vinculado a lo concretamente individual, en cuanto ámbito del que se

participa y en el que se vive.

-227-
En la investigación de referencia nuestra, Serrano y otros (1994) se

constata que, en general, el conjunto de valores más apreciados engloba dos

dimensiones: 1.- El bienestar físico y socioemocional (Salud, Amistad, Amor,

Familia). 2.- El bienestar social (Mundo en paz, Libertad). Se trata de un marco

muy protector y muy vinculado al propio yo. Se constata una notable ausencia de

valores de tono más político, más hedonista o de carácter marcadamente

instrumental o moral. Estamos ante un población orientada a valores individuales

antes que sociales; a valores inmediatos y concretos, frente a posiciones más

abstractas y generales, propias de generaciones anteriores.

Los valores menos apreciados tampoco presentan dificultades

interpretativas. El hecho de que el valor Religión sea el menos apreciado de todos

está en coherencia con conclusiones anteriores, respecto a la prevalencia de

valores individuales, inmediatos y concretos. Esta misma argumentación valdría

para explicar el rechazo al valor Patriotismo/Nacionalismo; la connotación

ideológica y política que ha tenido, probablemente haya generado que su

percepción no sea de algo propio y personalmente vinculante. Finalmente, la

infravaloración de Ser ambicioso quizás pueda entenderse como oposición y

elemento de ruptura con la inmediata generación de adultos, muy orientados al

logro y a la consecución de bienes y de poder.

Los resultados emanados de los análisis de diferencias responden a la idea

de que los valores cumplen una función expresiva de necesidades humanas y de

las características más centrales del propio yo. Subrayan que las particularidades

se sitúan siempre dentro de un marco muy homogéneo y compartido.

-228-
Las diferencias entre hombres y mujeres adolescentes siguen poniendo de

relieve la socialización desigual que los agentes sociales realizan en función del

sexo: más instrumental y ligada al logro en el caso de los chicos: más expresiva y

orientada al afecto en relación a las chicas.

El eje explicativo de los elementos diferenciales en base al nivel

socioescolar parece ser la expectativa de trabajo y los valores instrumentales a él

ligados: a medida que tal expectativa se percibe como más problemática, los

sujetos la consideran más valiosa y deseable.

Por lo que toca a la edad, la aparición clara de lo amoroso y lo sexual hace

que se establezca una clara diferencia en los valores correspondientes entre los

más jóvenes y los mayores. Parece que los 15 años marcan el punto de inflexión. A

partir de esta edad la relativa importancia de lo religioso deja paso a una

apreciación por lo amoroso, lo sexual, y la necesidad de logro se hace patente.

Finalmente, los resultados relativos al lugar de residencia evidencian una

mayor preferencia por los valores tradicionales en los pueblos o ambientes rurales

en comparación con los grupos residentes en ciudades medias y grandes.

La investigación realizada por Vera (1995) de nuevo revela la

preponderancia entre los adolescentes y los jóvenes de los valores individuales e

interpersonales: paz, amistad, amor, salud y solidaridad son los más estimados.

-229-
EL PERFIL PSICOSOCIAL DEL ADOLESCENTE PALESTINO

-230-
CAPITULO IX. OBJETIVOS Y METODOLOGIA

1.- OBJETIVOS DE LA INVESTIGACION

Como ya hemos dicho anteriormente, este trabajo sigue las líneas maestras
de la investigación realizada en España por Serrano, Rodríguez, Godás y Mirón

(1994) titulada "Contextos de Socialización de los Adolescentes: Influencia sobre el

Ajuste y la Desviación Social".

Así pues, de modo general, pretendemos establecer los perfiles

diferenciales del adolescente palestino en ámbitos que han sido considerados

fundamentales dentro de la literatura psicológica y sociológica sobre la

adolescencia.

Pero, de una forma muy especial, pretendemos determinar el modo y el

grado de influencia de los contextos de socialización (familia, grupo de iguales,

comunidad, y escuela) sobre las conductas del adolescente.

Los objetivos pueden concretarse de la siguiente manera:

1.- Determinar las características de la relación que el adolescente palestino

mantiene con sus ámbitos sociales, analizando las interacciones familiares, las

conductas del grupo de iguales, la relación del adolescente con su ámbito escolar y

-231-
la integración comunitaria.

2.- Evaluar las características que, para los adolescentes, poseen actividades tales

como las prácticas de ocio, actitudes frente a la igualdad y tolerancia sexual,

conducta religiosa y política, conductas antisociales y consumo de drogas.

3.- Hacer especial énfasis en la capacidad de determinación que los grupos

relaciones ejercen sobre las conductas antisociales.

4.- Establecer la relación entre las percepciones y conductas del adolescente y

algunas variables sociodemográficas especialmente relevantes, como la edad,

sexo y lugar de residencia.

5.- De modo análogo, profundizar en la relación entre las características del

adolescente con algunas variables expresivas de su realidad psicológica, como la

asertividad, autoestima y satisfacción personal.

6.- Así mismo, a nivel general, pretendemos explorar hasta qué punto las

variables sociodemográficas (sexo, edad y lugar de residencia) son

susceptibles de establecer diferencias en el tipo de interacción con los

agentes de socialización y en las propias conductas y percepciones de los

adolescentes.

7.- Finalmente, pretendemos comparar los resultados obtenidos en Palestina con

los habidos en España o en otros países occidentales con relación a los

comportamientos adolescentes.

-232-
2.- MUESTRA

Para una mejor comprensión de la población adolescente, nos parece

importante exponer brevemente la estructura del sistema escolar obligatorio en

Palestina. De este modo ayudamos al lector que no conozca dicho sistema en el

que se incluyen los sujetos de la muestra.

La escolaridad se inicia formalmente hacia los seis años con el ingreso del

niño en el primer grado. Normalmente, los niños pasan de un grado a otro año tras

año, desde el 1º grado hasta el 12º. A modo de síntesis, la enseñanza en Palestina


pasa por 3 ciclos:

1.- Escuela Primaria: consta de 6 cursos académicos. De los 6 a los 12 años de

edad.
2.- Escuela Preparatoria: consta de 3 cursos

- Primero de Preparatoria (13 años).

- Segundo de Preparatoria (14 años).

- Tercero de Preparatoria (15 años).


3.- Escuela Secundaria: consta de 3 cursos

- Primero de Secundaria (16 años).

- Segundo de Secundaria (17 años): con especialidad de ciencias y letras.

- Tercero de Secundaria (18 años): con especialidad de ciencias y letras.

Los exámenes en este curso se realizan sólo una vez al año (en Junio), y son

propuestos y corregidos por el Gobierno egipcio con supervisión de la ONU.

-233-
Con el acceso de los palestinos a la Autonomía y disponer de su propia

Autoridad Nacional (13-9-1993), los programas de las escuelas siguen siendo

egipcios en la franja de Gaza, y en Cisjordania son programas jordanos. Ambos

países (Egipto y Jordania) asesoran y avalan los títulos palestinos.

Las escuelas palestinas no son mixtas por razones religiosas y tradición

social. En cada aula hay más de 40 alumnos, y no todos los alumnos disponen de

una silla y una mesa. El material escolar es casi gratuito. El Estado paga la

enseñanza, porque recibe ayudas y donativos de organismos internacionales

(ONU, UNRWA, UE, etc.), aunque el alumno tiene que pagar la matrícula. Los

maestros trabajan con los alumnos utilizando los libros de texto, muchas veces

libros comerciales comprados por los alumnos, y una pizarra escolar de tiza.

Existen castigos de todo tipo, aunque la Dirección General de Educación y Ciencia

no los permite. Las clases son impartidas de sábado a jueves, y la jornada escolar

es o por la mañana o por la tarde. El descanso semanal es el viernes. El maestro

trabaja unas 25 horas semanales, y cobra como media 300 $, dependiendo de la

categoría. Sólo existen reuniones entre maestros e inspectores cuando hay que

hacer evaluaciones educativas o surge algún problema.

Existe Uniforme Escolar Femenino; es obligatorio, consiste en un hábito

largo de color azul o negro y debajo una camisa azul, pantalones vaqueros, falda

vaquera y pañuelo para tapar el pelo, en el caso de las chicas.

En cambio, el Uniforme Escolar Masculino, también obligatorio, consiste

en una camisa azul y pantalones vaqueros.

-234-
En base al planteamiento general de nuestra investigación, hemos utilizado

una muestra de adolescentes de ambos sexos, escolarizados de segundo y

tercero de preparatoria, y primero, segundo y tercero de secundaria, en centros

públicos de franja de Gaza.

Todos los sujetos tenían edades comprendidas entre catorce y dieciocho

años, y con ello se pretende sacar conclusiones válidas para la población

adolescente palestina.

Hay que tener en cuenta que la adolescencia no escolarizada queda fuera

de este estudio por dos razones: la primera de ellas es que la adolescencia

escolarizada es mayoría; y la segunda razón es que la enseñanza es obligatoria,

los que dejan la escuela son minoría.

El muestreo tuvo lugar entre el 21 de febrero de 1995 y el 16 de marzo de

1995, teniendo en cuenta que entre los días 28 de febrero hasta el 4 de marzo,

ambos incluídos, ha sido interrumpido, debido a la fiesta del mes del Ramadán.

El muestreo ha sido proporcional en base a los datos oficiales del Ministerio

de Educación y Ciencia de la Autoridad Nacional Palestina (los adolescentes entre

13/14 y 18 años matriculados en el curso 1994-95 fueron 59935). Los criterios de

proporcionalidad han sido: sexo, edad y hábitat.

El muestreo fue aleatorio, estratificado y proporcional. El nivel de confianza


es del 95,5% y el margen de error del 3,13%.

-235-
El margen de error fue calculado de la siguiente manera:
n = 4 . p . q . N : E(cuadrado). (N-1) + 4 . p . q

1004 = 4. 0,5 . 0,5 . 59935 : E(cuadrado) . (59935-1) + 4 . 0,5 . 0,5

E = 3,12937%

E = 3,13%

Por todo ello pensamos que el muestreo se basó en estrategias que

garantizan la representatividad. El número total de sujetos encuestados fue de

1400; a medida que fuimos codificando, notamos irregularidades en las


respuestas, por lo cual hemos eliminado 396 sujetos (ver Gráficas 1, 2 Y 3).
VARIABLES SUJETOS PORCENTAJES

MUESTRA TOTAL 1004 100,00%

MUJERES 504 50,20%


HOMBRES 500 49,80%

14 AÑOS 171 17,03%


15 AÑOS 167 16,63%
16 AÑOS 267 26,59%
17 AÑOS 303 30,18%
18 AÑOS 85 8,47%
NO ESPECIFICA LA EDAD 11 1,10%

RURAL O CIUDAD PEQUEÑA 111 11,06%


CENTRO GRANDES CIUDADES 365 36,35%
PERIFERIA GRANDES CIUDADES 528 52,59%

DATOS DE LA MUESTRA INVESTIGADA

Los puntos de muestreo son los siguientes (ver Gráfica 4):

1.- La Escuela Femenina Preparatoria "Halimah Al-Saadíah", de Gabalya que

está situada en la periferia de dicha pequeña ciudad. Este colegio dispone de 3

-236-
cursos (primero, segundo y tercero de preparatoria) con 17 aulas y 744 alumnas,

de las cuales 679 son nativas y 65 refugiadas; una directora, un subdirector, un

secretario, 24 maestros (11 maestros y 13 maestras) y 2 conserjes. Recogimos los

datos de una clase de segundo de preparatoria, y de otra de tercero.

La administración del test fue realizada entre los días veintiuno y veintidos

de febrero de 1995 por la mañana.

2.- La Escuela Masculina Preparatoria "Usamah Ben Zaid" de Gabalya, sita en la

periferia de esta pequeña ciudad. Este colegio dispone de 3 cursos (primero,

segundo y tercero de preparatoria) con 24 aulas y 1026 alumnos, de las cuales 842

son nativos y 184 refugiados; un director, un subdirector, un secretario, 31

maestros, y 2 conserjes fijos más 2 temporales. Recogimos los datos de una clase

de segundo de preparatoria, y de otra de tercero.

La toma de datos fue el día 23 de febrero de 1995 por la tarde.

3.- La Escuela Femenina Secundaria "Ramez Fajrah" de Gaza ubicada en la

periferia, y cercana a la costa del mar mediterráneo. Este colegio dispone de 2

cursos (segundo y tercero de secundaria, con la especialidad ciencias y letras en

ambos cursos ) con 16 aulas y 634 alumnas, de las cuales 40 son nativas y 594

refugiadas; una directora, dos subdirectores, un secretario, 42 maestros (16

maestros y 26 maestras), y dos conserjes. Recogimos los datos de 4 clases

(segundo y tercero de sus correspondientes especialidades).

La administración de la prueba fue realizada durante los días 25, 26 y 27 de

-237-
febrero de 1995 por la mañana.

4.- La Escuela Masculina Secundaria "Secundaria de Yafo" de Gaza que está

localizada en el centro. Este colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y

tercero de secundaria, con la especialidad ciencias y letras en los dos últimos

cursos) con 14 aulas y 563 alumnos, de las cuales 384 son nativos y 179

refugiados; un director, un subdirector, un secretario, 37 maestros, y un conserje

fijo más otro temporal. Recogimos los datos de 4 clases (segundo y tercero de sus

correspondientes especialidades).

La aplicación fue realizada los días 5, 6 y 7 de marzo de 1995 por la

mañana.

5.- La Escuela Masculina Preparatoria "Al-Bakreya" de Abassán (rural) que se

ubica al este de la ciudad de Khan Yunis. Esta escuela ofrece sus servicios a

cuatro municipios. Este colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y tercero de

preparatoria) con 15 aulas y 673 alumnos, de las cuales 635 son nativos y 38

refugiados; un director, un subdirector, un secretario, 39 maestros, y 2 conserjes

fijos y 5 temporales. Recogimos los datos de una clase de segundo de

preparatoria, y de otra de tercero.

Fue realizada la encuesta el día 11 de marzo de 1995 por la mañana.

6.- La Escuela Femenina Preparatoria "Al-Jansaah" de Abassán (rural) que está

situada al este de la ciudad de Khan Yunis. Esta escuela ofrece sus servicios a

cuatro municipio. Este colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y tercero de

-238-
preparatoria) con 17 aulas y 788 alumnos, de las cuales 700 son nativos y 88

refugiados; una directora, un subdirector, 28 maestros (17 maestras y 11

maestros), y un conserje fijo más otro temporal. Recogimos los datos de una clase

de segundo de preparatoria, y de otra de tercero. Hay que señalar que en la

muestra recogida, una adolescente tenía el rostro tapado totalmente.

Fue realizado el test el 11 de marzo de 1995 por la tarde.

7.- La Escuela Masculina Secundaria de "Beer Shavaah" de Rafah, sita en la

periferia de la ciudad de Rafah. Este colegio dispone de 3 cursos (primero,

segundo y tercero de secundaria) con 28 aulas y 1153 alumnos, de las cuales 206

son nativos y 947 refugiados; un director, un subdirector, un secretario, 40

maestros, y 3,5 conserjes fijos (0,5 conserje es compartido). Recogimos los datos

de una clase primero de secundaria.

La aplicación fue por la mañana el día 12 de marzo de 1995.

8.- La Escuela Femenina Secundaria de "Jerusalén" de Rafah, sita en la periferia

de la ciudad de Rafah. Este colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y

tercero de secundaria) con 30 aulas y 1102 alumnas, de las cuales 166 son nativas

y 936 refugiadas; una directora, un subdirector, una secretaria, 49 maestros (29

maestras y 20 maestros), y 2 conserjes fijos más 2 temporales. Recogimos los

datos de una clase primero de secundaria.

La aplicación fue por la tarde el día 12 de marzo de 1995.

-239-
9.- La Escuela Masculina Secundaria de "Secundaria Masculina de Jaled" de

Nussairat, sita en la periferia de Nussairat. Esta escuela ofrece sus servicios a la

ciudad de Nussairat y a dos campos de refugiados (el de Nussairat y Bureij). Este

colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y tercero de secundaria) con 24

aulas y 916 alumnos, de las cuales 43 son nativos y 873 refugiados; un director,

tres subdirectores, 36 maestros, y 2 conserjes fijos más 5 temporales. Recogimos

los datos de una clase primero de secundaria.

La aplicación fue por la tarde del 13 de marzo de 1995.

1O.- La Escuela Femenina Secundaria "Secundaria Femenina de Jaled" de

Nussairat, sita en la periferia de dicha ciudad pequeña. Esta escuela ofrece sus

servicios a la ciudad de Nussairat y a dos campos de refugiados (el de Nussairat y

Bureij). Este colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y tercero de

secundaria) con 27 aulas y 1237 alumnas, de las cuales 58 son nativas y 1179

refugiadas; una directora, dos subdirectores, una secretaria, y 2 conserjes fijos

más 5 temporales. Recogimos los datos de una clase primero de secundaria. La

aplicación fue realizada por la tarde el 13 de marzo de 1995.

11.- La Escuela Femenina Secundaria "Secundaria Femenina de Khan Yunis A

y B", sita en el centro de la ciudad de Khan Yunis. Este colegio dispone de 3 cursos

(primero, segundo y tercero de secundaria, con la especialidad ciencias y letras en

los dos últimos cursos) con 38 aulas y 1603 alumnas, de las cuales 464 son nativas

y 1139 refugiadas; un director, un subdirector, un secretario, 31 maestros (15

maestras y 16 maestros), y un conserje fijo más otro temporal. Recogimos los

datos de 4 clases (segundo y tercero de sus correspondientes especialidades).

-240-
La aplicación fue tanto por la mañana como por la tarde el día 14 de marzo

de 1995.

12.- La Escuela Masculina Secundaria "Secundaria Masculina de Khan Yunis"

de Khan Yunis, sita en el centro de Khan Yunis, donde este servidor estudió. Este

colegio dispone de 3 cursos (primero, segundo y tercero de secundaria, con la

especialidad ciencias de segundo y tercero, y tercero de letras) con 22 aulas y

1051 alumnos, de las cuales 672 son nativos y 379 refugiados; un director, dos

subdirectores, un secretario, 48 maestros, y dos conserjes fijos más cinco

temporales. Recogimos los datos de 4 clases (segundo y tercero de ciencias).

La aplicación fue realizada por la mañana el día 15 de marzo de 1995.

13.- La Escuela Masculina Secundaria "Secundaria Masculina de Acre" de Khan

Yunis, sita en la periferia de la ciudad de Khan Yunis. Este colegio dispone de 2

cursos (segundo y tercero de letras) con 19 aulas y 772 alumnos, de las cuales 252

son nativos y 520 refugiados; un director, un subdirector, un secretario, 25

maestros, y dos conserjes fijos más tres temporales. Recogimos los datos de 4

clases (segundo y tercero de letras).

La administración fue hecha por la mañana el día 16 de marzo de 1995.

Nota: Los refugiados/as son palestinos que fueron expulsados sus padres y

abuelos de sus tierras natales en el año 1948, y se establecieron temporalmente

en campos de refugiados sitos en la franja de Gaza, entre otros.

-241-
3.- VARIABLES E INSTRUMENTOS DE MEDIDA

El instrumento que hemos utilizado para la recopilación de datos en la

framja de Gaza (Palestina), ha sido una encuesta de opinión; y lleva por título
"Informe Juventud 95" elaborado por Serrano y otros (1994). El título fue

traducido al árabe como "TAGRIR SHABAB 95".

Genéricamente llamado "Cuestionario General", será presentado al final de

este trabajo en los anexos tanto en versión árabe como en castellano. En la

primera página de este cuestionario, hemos preguntado a los adolescentes los

datos sociodemográficos básicos (sexo, edad, clase social, estudios de los padres,

número de hermanos, lugar entre los hermanos, lugar de residencia, nombre del

colegio y curso) y, aparecen a continuación 223 items, ordenados temáticamente,

que hacen referencia a un conjunto de dimensiones y aspectos sobre los que


interesa información (Gráficas 5, 6, 7 y 8).

VARIABLES SOCIODEMOGRAFICAS

Hemos considerado un conjunto de variables sociodemográficas (sexo,

edad, lugar de residencia), en base a nuestros objetivos.

En lo que se refiere a la variable sociodemográfica EDAD, tomamos edades

desde los catorce hasta los dieciocho años, ambas inclusive, debido a que la

mayoría de los estudios de la adolescencia se centran en estas edades.

-242-
Con respecto al porqué no hemos utilizado centros privados, o no hemos

cogido sujetos de escuelas protegidas y financiadas por Naciones Unidas, la razón

es muy sencilla; en lo que se refiere a centros privados, existen muy pocos en la

ciudad de Gaza y sólo hasta sexto de E.G.B. En cambio, las escuelas para

refugiados palestinos expulsados de sus ciudades natales e instalados en campos

de refugiados en Gaza, son escuelas hasta noveno de E.G.B. y una vez acabado

este curso, pasan directamente a escuelas secundarias públicas no protegidas por

Naciones Unidas (U.N.). Entonces, como no se trataba de contrastar diferencias

entre refugiados y nativos, hemos decidido llevar a cabo este estudio en colegios

públicos tanto de escuelas preparatorias como escuelas secundarias por dos

razones: la primera de ellas es que los refugiados están en la escuela secundaria

pública y así su presencia está garantizada; en segundo lugar este trabajo de

investigación estudia la adolescencia y las posibles diferencias entre dos culturas

(Cultura Arabe y Cultura Occidental).

La variable LUGAR DE RESIDENCIA resulta interesante, no sólo porque

aporta otro criterio socioeconómico, sino por implicar también referencias

culturales, comunitarias y de oportunidades. Hemos distinguido al respecto tres

ámbitos: rural o ciudad pequeña; urbano del centro de ciudades grandes, y

periferia de las grandes ciudades.

Así pues, en la presentación de los datos, bien sea en porcentajes o

puntuaciones medias, se hace referencia a la muestra en su conjunto y,

seguidamente, a estos agrupamientos de sujetos en base al planteamiento

descrito sobre las variables sociodemográficas. Obviamente, los análisis

diferenciales se han establecido entre los grupos componentes de cada categoría

-243-
de la variable sociodemográfica correspondiente.

VARIABLES PSICOLOGICAS Y SOCIALES

Son las dimensiones y aspectos de los adolescentes palestinos que van a

ser objeto de estudio. Las hemos agrupado por áreas, y cada una de ellas abarca

una o varias variables. Aquí hay una presentación detallada de cada una de ellas y

los items correspondientes:

1.- LA TEMATICA FAMILIAR: comprende cinco variables:

1.1.- Relación familiar: items 1-5.

Item (1): hace referencia a los apoyos familiares mutuos.

Item (2): hace referencia al grado de conflicto dentro de la familia.

Item (3): hace referencia a la calidad de la relación paternofilial.

Item (4): hace referencia a la calidad de la relación maternofilial.

Item (5): hace referencia a la calidad de la relación entre los padres.


1.2.- Control paterno: ítem 6.

1.3.- Control materno: ítem 6.

Los items referidos al grado de control ejercidos por parte del padre en

primer lugar y por la madre en segundo lugar, sobre los adolescentes, se refieren a

los horarios de salida y regreso a casa, amistades, lo que se hace fuera de casa,

dinero y los estudios.


1.4.- Apoyo paterno: items 7-21.

1.5.- Apoyo materno: items 7-21.

Los items referidos al apoyo de los padres hacia los hijos:

-244-
- Problemas cotidianos y vitales (ítem 7).

- Disciplina (items 8, 10 y 12).

- Motivación (ítem 9).

- Estudios (items 11 y 21).

- Expectativas (ítem 13).

- Toma de decisiones (items 14, 15 y 16).

- Comprensión (ítem 17).

- Responsabilidad (ítem 18).

- Confianza y respeto (items 19 y 20).

De esta forma cada adolescente tiene una puntuación en Relación Familiar,

dos en Control (una referida al padre y otra a la madre) y dos en Apoyo Familiar.

Proceder de esta manera, posibilita una visión menos parcializada y más global;

asimismo, los datos y las interpretaciones resultan más seguras y fiables.

2.- LA TEMATICA GRUPAL: En este apartado pretendemos estudiar tres

vertientes relacionadas entre sí del adolescente palestino y que nos permiten tener

una visión global de las interacciones con el grupo de iguales. Recoge las

siguientes variables:

2.1.- Sociabilidad: items 22-31 (excluyendo el 26). Con esta escala

pretendemos conocer la interacción del adolescente con sus iguales, tanto la

dificultad como la satisfacción de esta interacción. El sumatorio de las

puntuaciones obtenidas por los sujetos en cada uno de los 9 items se consideró

como una media global de su nivel de "sociabilidad" con su grupo de iguales.

-245-
2.2.- Lugar de reunión: El ítem 26 fue utilizado para aclarar el lugar de

reunión habitual de los adolescentes.

2.3.- Antinormatividad grupal: items 32-38. Pretendemos evaluar en qué

medida el grupo de iguales con el que se relacionan los adolescentes forma o no

un grupo de iguales desviados. El sumatorio de las puntuaciones obtenidas en

cada uno de los 7 items se consideró como una medida global del nivel de

"antinormatividad grupal" de las pautas de conducta de su grupo de iguales.

3.- EL FACTOR RESIDENCIAL O COMUNITARIO

Dado que la mayoría de la investigación al respecto ha encontrado una

importante relación entre los años que un individuo lleva residiendo en una

determinada localidad y su "sentimiento de comunidad", nos pareció pertinente

iniciar esta parte del estudio indagando sobre dicha cuestión (ítem 39). Además,

mediante los items 40, 41, 42 y 43, podemos determinar el grado de satisfacción

de los adolescentes con su contexto residencial.

Por su parte, las preguntas 44 a 61 de nuestro Cuestionario General, ambas

inclusive, integran los items de una escala para evaluar el "Sentido de

comunidad/Cohesión vecinal" denominada "The Neighborhood Cohesion

Instrument" (NCI).

El NCI es una escala tipo Likert de cinco puntos, que contiene 18 items

orientados a la evaluación de los constructos de "sentido de comunidad/cohesión"

a nivel individual y de "cohesión" a nivel colectivo. La puntuación global del sujeto

-246-
se obtiene sumando las puntuaciones que éste recibe en cada uno de los 18 items,

una vez invertida la de los items negativos.

4.- LAS CONDUCTAS SOCIALES

4.1.- Conducta Antisocial

Para la evaluación de las conductas antisociales hemos utilizado el

método de autoinformes de conducta o cuestionarios de autodeclaración, forma de

medición comúnmente usada y aceptada en la investigación sobre la inadaptación

social.

El autoinforme resulta más acorde con la comprensión de la conducta

antisocial como un continuo comportamental y facilita análisis más rigurosos

acerca de la existencia de desviación y su relación con otros factores, tanto

personales como sociales.

En nuestro caso, hemos utilizado un conjunto de items, desde el 62 al 90,

ambos inclusive, del Cuestionario General. Se trata de items obtenidos del

Cuestionario de Conducta Antisocial (Mirón, 1990), instrumento elaborado con

gran rigor y que se ha mostrado fecundo y útil. La consistencia interna, alpha de


Cronbach, es de 0,98 y la validez ha sido repetidamente confirmada (Cfr. Mirón,

1990; Otero, 1992).

En las instrucciones se pide a los sujetos que señalen la respuesta que

mejor se ajuste a la frecuencia con que han realizado dicha actividad. La

-247-
puntuación de un sujeto, en cada tipo de conducta antisocial considerada, vendrá

dada por el sumatorio de las puntuaciones obtenidas en los items

correspondientes.

Los items hacen referencia a cinco tipos de conductas antisociales:

conducta contra normas (items 62, 63, 68, 69, 73, 75, 80, 84 y 88), vandalismo

(items 64, 70, 76, 81 y 85), agresiones a personas (items 66, 72, 74, 78, 83, 87 y

90), robo (items 65, 71, 77, 82, 86 y 89) y tráfico de drogas (items 67 y 79). Así

pues, cada sujeto o grupo obtiene una puntuación para cada tipo de conducta y

una puntuación general, suma de todas las anteriores, que vendría a expresar su

grado de antisocialidad y que podemos denominar "conducta antisocial".

4.2.- El Consumo de Drogas

El ítem 91 del Cuestionario General es el instrumento que hemos utilizado

para medir el consumo de tabaco, alcohol y drogas. Se trata del modo

comúnmente utilizado para evaluar el consumo. La medición se establece merced

a una escala de cinco puntos, que hacen referencia a la frecuencia con que se
consume la sustancia correspondiente (Cfr. Otero, Mirón y Luengo, 1991).

5.- EL AREA ESCOLAR

Hemos querido recoger en este estudio aquellos planteamientos dirigidos a

reflexionar e investigar sobre la "eficacia" de la escuela, recurriendo al análisis de

las percepciones del alumnado hacia el sistema educativo en general y hacia sus

-248-
respectivos entornos educativos.

Con este planteamientos fue elaborado por Serrano y otros (1994), un

instrumento para medir la satisfacción del alumnado en un formato de escala con

respecto a cuatro temas:

5.1.- Profesorado: items 100, 101, 102 y 111.

5.2.- Alumnado: items 103, 104, 108, 116, 117, 118, 119, 120 y 121.

5.3.- Programación y Evaluación: items 105, 106, 107, 109 y 110.

5.4.- Infraestructuras y Normas: items 112, 113, 114 y 115.

Así pues, de cada sujeto tendremos cinco puntuaciones: una que expresa la

satisfacción general que le reporta la escuela y cuatro relativas a las dimensiones

en que hemos parcelado la satisfacción escolar. Las puntuaciones han sido los

sumatorios para cada uno de los temas analizados resultantes de la suma de cada

subescala.

6.- LAS CONDUCTAS DE OCIO

Con la finalidad de dar una visión global o perfil de la actividad de ocio de los

adolescentes de la cultura árabe (recogida en este trabajo mediante una muestra

palestina) hemos utilizado los items 122 y 123. Las conductas de ocio se miden

según se informa a continuación:

6.1.- Satisfacción global con el ocio: (ítem 122).

-249-
6.2.- Actividades de ocio: (ítem 123). Este ítem recoge las distintas

actividades de ocio que pueden ser practicadas por los adolescentes:

- Aire libre.

- Cultura y espectáculos.

- Lectura.

- Radio y T.V.

- Relaciones sociales.

7.- EL CAPITULO SOBRE SEXUALIDAD

Dado el carácter global de la presente investigación hemos seleccionado

aquellos aspectos de la vida sexual que consideramos más relevantes para

nuestros propósitos, dejando otros que pueden ser menos centrales en este

contexto.

Para la recopilación de los datos sobre la información sexual y el SIDA, las

actitudes ante la sexualidad, hemos utilizado los siguientes instrumentos:

7.1.- Los items 124, 125, 126 y 127 pretenden recoger los datos sobre la

edad de conocer el proceso del embarazo y parto, fuente primera información

sexual, atracción homosexual y la información sobre SIDA respectivamente.

7.2.- Como complemento a las cuestiones anteriores, hemos administrado

a los sujetos dos escalas que pretenden valorar la actitud ante dos núcleos

temáticos que configuran la percepción de la sexualidad a nivel social. Por su

puesto, con ello no queremos sostener que sean éstos los únicos aspectos que

-250-
articulan el pensamiento sobre la interacción sexual, pero, sin duda, ocupan un

lugar muy relevante.

La primera Escala, que comprende desde el ítem 128 al 147, se refiere a la

actitud ante la igualdad entre los sexos. Abarca los siguientes aspectos: las

características tradicionales asignadas al rol femenino; la igualdad en el trabajo,

tanto dentro como fuera de casa; y la igualdad en la conducta sexual entre

hombres y mujeres.

La Escala de actitudes ante la tolerancia sexual está formada por los

items 148 al 152 (fueron eliminados algunos items que estaban presentes en la

investigación de los adolescentes españoles porque creemos que no son

adecuados para la cultura árabe). Los aspectos tratados recogen diversas formas

de tolerancia ante la sexualidad, es decir, tolerancia hacia la conducta tanto homo

como heterosexual y la libertad sexual.

Ambas escalas fueron elaboradas según el método Likert y sus enunciados

se distribuyen azarosamente de forma positiva y negativa para evitar efectos

indeseados.

8.- EL AREA RELIGIOSA. Para evaluar las conductas y los sentimientos

religiosos de los adolescentes hemos introducido cinco preguntas,

correspondientes a los números 153, 154, 155, 156 y 157 del Cuestionario

General. En la pregunta 153 se pide al sujeto que se autodefina y defina a sus

padres en base a su posición general sobre el fenómeno religioso. En el ítem 154

se pregunta por la frecuencia de prácticas religiosas convencionales, en el marco

-251-
del Islam. La cuestión 155 inquiere sobre la creencia en la existencia de Dios. Las

últimas (156, 157) recogen información sobre el grado de acuerdo con el Islam y la

incidencia de las creencias en el propio comportamiento.

Se trata, pues, de elementos diferenciados, tratables separadamente, pero

que todos ellos permiten formular una interpretación de conjunto sobre la vida

religiosa del adolescente.

9.- EL CAPITULO DE LOS VALORES. Para el estudio de los valores de los

adolescentes hemos utilizado combinadamente dos instrumentos suficientemente

probados, de fiabilidad y validez incuestionables. Por una parte, la Encuesta de


Valores de Rokeach, que recoge valores finales e instrumentales (Rokeach,

1973); además, hemos utilizado parte del Cuestionario de Valores de la Unesco de

1987 (Cfr. Cazorla, 1988). Ello nos ha permitido contar con un elenco de 42

valores, a los cuales los sujetos deberían otorgar una puntuación de 1 a 10, en

función de la importancia que les concedieran.

10.- El Conjunto de aspectos y dimensiones que hemos denominado

"EXPRESIONES DEL YO" incluye las siguientes variables:

10.1.- Insatisfacción Personal. Para medir la insatisfacción personal

hemos utilizado un conjunto de items, del 92 al 99 ambos inclusive del Cuestionario

General de Serrano y otros (1994), relativos a la familia, estudios, vida social, etc.

Sobre cada ítem se pregunta por la importancia y su consecución, de las cuales se

obtiene la puntuación correspondiente; y, consiguientemente, el sumatorio de la

importancia y la consecución para todos los items. Por tanto, el grado de

-252-
insatisfacción será la diferencia entre esas dos puntuaciones.

10.2.- Asertividad. Para la medición de esta variables, se ha utilizado el

Rathus Assertiveness Schedule (RAS; Rathus, 1973), que fué el primero de los

custionarios destinados a la evaluación de la asertividad que se desarrolló de un

modo sistemático. Las razones que nos llevaron a esta elección fueron, por un

lado, el número relativamente pequeño de items que lo componen, y, por otro, el

hecho de que es uno de los instrumentos más utilizados e investigados en el tema

nos ocupa. Varios de sus items se derivan de los trabajos de Wolpe y Lzararus

(1966), Wolpe (1969), del Reaction Study de Allport (1928) y del Temperament

Survey de Guilford y Zimmerman (1956). Los items restantes han sido propuestos

por el propio autor.

El RAS es una escala que consta de 30 items (que se corresponderían con

las preguntas de 159 a 188 del Cuestionario General, ambos inclusive) -17

redactados en sentido negativo, respecto de la asertividad, y 13 en sentido

positivo- y en ella se pide a los sujetos que evalúen en que medida les describe

cada una de las treinta afirmaciones, utilizando para ello una escala de 6 puntos.

La puntuación final, una vez realizadas las transformaciones pertinentes, se

establece en el sentido positivo, respecto de la asertividad, del modo que a mayor

puntuación en la escala, mayor será el nivel de asertividad del individuo.

10.3.- Autoestima. Para la evaluación de la autoestima hemos utilizado la

Escala de Autoestima de Rosemberg (EA; Rosemberg, 1965), que constituye un

instrumento de evaluación de la autoestima global del sujeto. Esta escala fué

elaborada mediante la técnica de Guttman, con el objeto de garantizar su

-253-
unidimensionalidad; pero, al mismo tiempo, posee una estructura que se acomoda,

en cuanto a las alternativas de respuesta, al modelo de escalas de actitud tipo

Likert, con 5 categorías de respuesta.

La escala consta de 10 items que, según el autor, recogerían los aspectos

medulares de la propia valía (5 de los cuales están redactados positivamente, en el

sentido de la autoestima, y 5 en sentido negativo). Así pues, el rango de

puntuaciones de la EA puede oscilar entre 10 y 50 (los items del Cuestionario

General que se corresponderían con la EA serían los comprendidos entre el 189 y

el 198, ambos inclusive).

11.- EL COMPORTAMIENTO POLITICO.

11.1.- Participación Política Convencional. Al igual que la mayoría de los

estudios sobre el tema, la estrategia de evaluación de la participación política

convencional en nuestro trabajo se centró en la elaboración de una serie de

preguntas (6 en total, que se corresponderían con los items 199 a 204 de

Cuestionario General), relativos a la participación del sujeto en actividades

políticas convencionales. El sumatorio de las puntuaciones obtenidas por los

sujetos en cada uno de los 6 items se consideró como una medida global de su

nivel de participación política convencional.

11.2.- Participación Política No Convencional. La estrategia de

evaluación de la participación política no convencional se centró en la elaboración

de una serie de preguntas (4 en total, que se corresponden con los items 205 al

208 de Cuestionario General). El sumatorio de las puntuaciones obtenidas por los

-254-
sujetos en cada uno de los items se consideró como una medida global de su nivel

de participación política no convencional.

11.3.- Powerlessness. Para la evaluación del powerlessness hemos

utilizado una de las escalas que han generado interesantes estudios en España, la
Escala de Ausencia de Poder (EAP, Vargas, 1984).

Para la elaboración de los items iniciales de la escala se partió de un estudio

de Guest (1974), a partir del cual se proponen tres dimensiones básicas

subyacentes al concepto de powerlessness: (1) falta de información o preparación

para comprender el sistema político, (2) sentimiento de inferioridad frente a los

políticos, en virtud del cual el sujeto no se concede a sí mismo el derecho a opinar

o intervenir en el transcurso de los acontecimientos políticos y, (3) de que los

políticos actúan al margen de la opinión pública, por lo que ésta carece de sentido y

de utilidad.

Partiendo de esas tres dimensiones, se creó una escala conformada por un

total de 15 items (que corresponden con los items 209 a 223 de nuestra batería) y

que presenta un índice de fiablidad de 0,77.

Todos los items de la EAP están redactados en sentido negativo respecto al

powerlessness, de modo que a mayor puntuación en la escala, menor sensación

subjetiva de ausencia de poder.

4.- PROCEDIMIENTO Y ANALISIS DE DATOS

-255-
Solicitamos todos los permisos necesarios a la Autoridad Nacional

Palestina con anterioridad.

La administración de la prueba fue realizada en la franja de Gaza en las

localidades mencionadas anteriormente en la muestra. La administración fue

llevada a cabo de forma colectiva y en horarios de escuela.

Antes de aplicar la prueba, explicamos a los adolescentes que

investigadores españoles y palestinos están interesados en realizar un estudio

sobre la adolescencia en Palestina y que, para ello, es necesaria su colaboración.

También les informamos que la participación en el estudio es voluntaria y sus

respuestas son anónimas.

A continuación les facilitamos los cuestionarios y tuvimos que leer todos los

items, con objeto de lograr una clara y homogénea comprensión de

las preguntas.

Finalmente les hemos animado a responder individualmente y con absoluta

sinceridad.

Participaron en la recopilación de datos mil cuatrocientos sujetos, de los

cuales eliminamos trescientos noventa y seis sujetos por falta del cincuenta por

ciento de respuestas e irregularidades. Mil cuatro sujetos entraron en la muestra de

los cuales quinientos cuatro son mujeres y quinientos hombres. Sobre los datos

recabados en esta muestra sobre los adolescentes realizamos nuestros análisis.

-256-
Finalmente, haremos mención a algunas incidencias que aparecieron a lo

largo de la administración de las pruebas, así como las soluciones que se dieron a

las mismas.

A la hora de entregar los cuestionarios les aclaramos a los adolescentes

que la prueba anónima, únicamente se les solicita que indiquen colegio, ciudad,

curso, edad, profesión y estudios de los padres, número de hermanos y el lugar

que ocupan entre ellos.

A la hora de contestar los items referidos a la familia les hemos animado

que contesten con sinceridad y los adolescentes que tengan uno y/o ambos

fallecidos, que si se acuerdan de los padres o han fallecido hace poco, deben

contestar a los items, pero si han fallecido cuando eran pequeños lo dejen en

blanco.

Al contestar los items 32 hasta 38, correspondientes a la antinormatividad

grupal, hubo desconfianza por parte de los adolescentes y aquí pedimos a los

maestras/os que no anduviesen entre los pupitres y que se quedasen junto a la

mesa del investigador.

En lo que se refiere al ítem 26 (lugar de reunión), debemos aclarar que los

lugares públicos son: Colegios, bibliotecas, campos de fútbol, clubs deportivos,

asociaciones, jardines, cafeterías, oficina del partido, lugar donde se reunen los

hombres del Clan. Hubo sujetos que señalaron que el lugar público puede ser:

zonas desiertas, playas, plazas de mercado y hoteles.

-257-
En lo que se refiere a la conducta social solicitamos a la hora de contestar a

los items que sólo piensen en la situación a partir de la puesta en marcha de la

Autonomía Palestina. Puesto que no es objeto de estudio la situación de conflicto

entre judíos y palestinos anterior a la Autonomía.

Por lo que respecta al tema del conocimiento y actitudes sexuales

anotamos lo siguiente:

1- Algunos/as chicos/as no quisieron contestar los items 124, 125, 126 y 127

(conocimiento y actitud ante el sexo) alegando motivos religiosos.

2.- El entrevistador detectó que por las consultas realizadas sobre los items

referidos a la homosexualidad y la virginidad con frecuencia no eran totalmente

comprendidas. Por tanto las respuestas hay que tomarlas con cierta cautela.

En lo que se refiere al ítem 154 (acudir a rezar en la mezquita), dicho ítem

mide la práctica religiosa. Teniendo en cuenta que las mujeres no están obligadas

a ir a la mezquita a rezar, este ítem no puede considerarse expresivo de la práctica

religiosa de las adolescentes.

Al final de la prueba agradecimos a los adolescentes su colaboración y les

hemos deseado que tengan éxito en todo lo que ellos pretenden. Les hemos

preguntado si estas preguntas les causaron malestar o hirieron su sensibilidad; la

respuesta fue que no. También les preguntamos si había algún aspecto de su vida

que no se hubiera reflejado en el cuestionario y la respuesta fue negativa.

-258-
Por último cabe señalar que la administración de la prueba en cada uno de

los grupos nos llevó más de dos horas.

ANALISIS ESTADISTICOS REALIZADOS

Vamos a presentar esquemáticamente los análisis estadíticos utilizados a lo

largo de la investigación que están en función, lógicamente, de los objetivos que se

han establecido. Dichos análisis fueron realizados con el paquete informático

SPSS/X en el centro de cálculo de la Universidad de Santiago de Compostela.

Con respecto a todas las variables se realizaron Análisis Descriptivos,

que han proporcionado la distribución de frecuencias, las puntuaciones medias y la

desviación típica de cada una de ellas. A menudo, por razones de pertinencia o de

claridad, los datos se han expresado mediante porcentajes.

Para comprobar la existencia de Diferencias Estadísticas entre los grupos

con relación a las variables, hemos utilizado, según los casos, la prueba (t) de

Student, el análisis de varianza (ANOVA), la prueba de Lawshe-Baker, la prueba

de Kolmogorov-Smirnov y la prueba de Kruskal-Wallis.

Para el análisis de la covarianza entre las variables, nos hemos servido de


la Correlación.

Finalmente, para realizar análisis predictivos hemos utilizado el Análisis

de Regresión Múltiple.

-259-
Analizamos los resultados obtenidos de varias formas: En primer lugar,

haremos un comentario general de los estadísticos descriptivos; posteriormente

los análisis diferenciales fueron establecidos entre los grupos componentes de

cada categoría de la variable sociodemográfica correspondiente y serán utilizados

para confirmar la interpretación descriptiva; y finalmente, los análisis predictivos y

discriminantes servirán para ver qué variables explican el comportamiento.

Los resultados están presentados en porcentajes o puntuaciones medias, y

hacen referencia a los siguientes segmentos muestrales:

- Muestra total.

- Sexo: mujeres y hombres.

- La edad: 14, 15, 16, 17 y 18 años.

- Situación demográfica de los colegios.

Utilizamos gráficos (diagrama de sectores y/o barras) mediante el Harvard

Graphic, para facilitar la comprensión de los resultados.

-260-
CAPITULO X. AGENTES SOCIALIZADORES

1.- EL CONTEXTO FAMILIAR DE LOS ADOLESCENTES

Los datos (puntuaciones medias) para cada uno de los agrupamientos

diseñados, aparecen en la Tabla 1.

TABLA 1.- PUNTUACIONES MEDIAS SOBRE EL CONTEXTO FAMILIAR.

RELACION CONTROL CONTROL APOYO APOYO


FAMILIAR PADRE MADRE PADRE MADRE

M. TOTAL 19,582 15,085 16,478 52,955 55,711

MUJERES 19,556 13,595 16,255 51,494 55,587

HOMBRES 19,608 16,620 16,706 54,446 55,837

14 AÑOS 19,863 16,451 17,753 54,656 56,018

15 AÑOS 19,931 15,474 16,924 53,430 55,803

16 AÑOS 19,604 14,510 16,297 53,372 56,049

17 AÑOS 19,242 14,675 16,056 51,655 55,190

18 AÑOS 19,398 14,785 15,259 51,325 55,385

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 19,612 14,847 16,882 53,433 55,000

PERIFERIA
GRANDES 19,606 14,876 16,294 52,615 55,379
CIUDADES

CENTRO GRANDES
CIUDADES 19,537 15,452 16,622 53,304 56,388

LOS RANGOS DE LAS PUNTUACIONES DE LAS DIFERENTES SUBESCALAS SON LOS SIGUIENTES:
- RELACION FAMILIAR VA DE 5 A 25
- CONTROL PATERNO VA DE 5 A 25
- CONTROL MATERNO VA DE 5 A 25
- APOYO PATERNO VA DE 15 A 75
- APOYO MATERNO VA DE 15 A 75

En general, el adolescente considera que la relación entre los miembros de

-261-
su familia es buena. La puntuación media de la muestra supera a la media teórica

de la subescala que mide esta variable de relación familiar. En cuanto a las

variables de control paterno y materno, observamos que las puntuaciones medias

se sitúan muy cerca de las puntuaciones medias de las correspondientes

subescalas. De manera global, estos adolescentes perciben un control materno un

poco mayor al paterno. En relación con el apoyo por parte de sus padres,

constatamos que las puntuaciones medias superan a los puntos medios de las

escalas. Nuevamente, existen diferencias entre los apoyos paterno y materno que

perciben los adolescentes palestinos. Así pues, la puntuación media de apoyo

materno supera, globalmente, a la del apoyo paterno.

Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

que tanto los hijos como las hijas coinciden en que la relación familiar es buena. Si

fijamos la atención sobre el control por parte del padre y de la madre, vemos que

las hijas perciben un control paterno, frente al control materno, bastante menor. No

obstante, los hijos perciben unos controles maternos y paternos muy similares,

dando unas puntuaciones medias un poco por encima de las medias teóricas de

las escalas de control. En cuanto al apoyo, observamos que las hijas, en

comparación con los hijos, perciben un apoyo paterno menor. Sin embargo, el

apoyo materno percibido por hijos e hijas es similar, siendo menor la apreciación

del apoyo del padre, por ambos sexos. El apoyo paterno prestado a los hijos es
bastante mayor que al de las hijas (ver Gráficas 9A y 9B).

Analizados los adolescentes según los grupos de edad, observamos que

los adolescentes de las distintas edades perciben una buena relación familiar,

aunque es ligeramente superior en los más jóvenes (14 y 15 años). El control

-262-
materno sigue siendo mayor que el paterno, y ambos controles disminuyen a

medida que aumenta la edad de los adolescentes. El apoyo materno es superior al

apoyo paterno y prácticamente se mantiene a lo largo de las distintas edades; en


cambio el apoyo paterno disminuye a medida que crecen los hijos (Gráficas 10A y

10B).

Según el lugar de residencia, los adolescentes consideran la relación

familiar buena, con un control materno mayor que el paterno en los distintos

lugares de residencia. Si fijamos la atención en el control del padre, encontramos

que este es mayor en el centro de las grandes ciudades. El apoyo materno sigue

siendo mayor que el paterno, aunque observamos una ligera superioridad de este
apoyo materno en el centro de las grandes ciudades (Gráficas 11A y 11B).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones marcaban

diferencias estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y

los distintos lugares de residencia de los sujetos en las cinco variables de relación

familiar, llevamos a cabo los análisis oportunos a tal efecto.

Los resultados obtenidos a partir de los análisis realizados (t de Student), se

reflejan en la Tabla 2. En este caso la variable "independiente" del análisis fue el

sexo y las variables dependientes las cinco puntuaciones de relación familiar.

-263-
Con respecto al sexo:
TABLA 2.-

MUJERES HOMBRES STUDENT Sig.


X SX X SX t

RELACION 19,56 2,10 19,61 1,97 -0,40 <0,688


FAMILIAR

CONTROL PADRE 13,59 4,79 16,62 4,29 -10,17 <0,000

CONTROL 16,26 4,65 16,71 4,51 -1,52 <0,129


MADRE

APOYO PADRE 51,49 9,49 54,45 7,21 -5,32 <0,000

APOYO MADRE 55,59 8,46 55,84 6,55 -0,50 <0,614

Observamos que mujeres y varones dan puntuaciones medias para la

relación familiar globalmente percibida que no marcan diferencias significativas.

También hemos encontrado, como ya suponíamos a partir de los datos ofrecidos

anteriormente, que no existen diferencias significativas entre las puntuaciones

medias dadas por los hijos e hijas para las variables de control y apoyo maternos.

Es decir, tanto el control como el apoyo que perciben los adolescentes de ambos

sexos por parte de la madre es muy semejante.

En cambio existen diferencias significativas entre las percepciones de los

hijos e hijas respecto del control y apoyo paternos. De manera que los hijos, frente

a las hijas, perciben un control significativamente mayor por parte de su padre. De

igual manera sucede respecto de la variable apoyo paterno; los hijos, en

comparación con las hijas, perciben un mayor apoyo paterno.

Con respecto a la edad, realizamos el análisis de varianza sencillo

(ANOVA), y posteriormente, aplicamos la prueba de Scheffé. Los resultados

-264-
aparecen en la Tabla 3.

TABLA 3.-

14 15 16 17 18 F SIG.

REL. FAM. X=19,8 X=19,9 X=19,6 X=19,2 X=19,4 4,21 <0,0022


SX=1,9 SX=2,1 SX=1,9 SX=2,1 SX=2,3

CTRL. X=16,5 X=15,5 X=14,5 X=14,7 X=14,8 5,08 <0,0005


PADR SX=4,7 SX=4,9 SX=4,6 SX=4,8 SX=4,9

CTRL. X=17,7 X=16,9 X=16,3 X=16,1 X=15,3 5,74 <0,0001


MAD. SX=4,3 SX=4,8 SX=4,4 SX=4,5 SX=5,0

APOY. X=54,7 X=53,4 X=53,4 X=51,7 X=51,3 4,19 <0,0023


PAD. SX=7,1 SX=8,1 SX=8,0 SX=9,4 SX=10

APOY. X=56,0 X=55,8 X=56,1 X=55,2 X=55,4 0,56 <0,6929


MAD. SX=6,2 SX=7,4 SX=7,3 SX=8,4 SX=8,4

En lo que se refiere a la calidad de la relación familiar, encontramos diferencias

significativas entre las edades siguientes:

-14 y 17 años.

-15 y 17 años.

Los sujetos de 15 años son los que dan la valoración más alta a la calidad de la

relación familiar, seguidos por los sujetos de 14 años.

El control del padre percibido por las distintas edades es diferente, los más jóvenes

(14 años) son los que perciben mayor control. Encontramos diferencias entre las

siguientes edades:

-14 y 16 años.

-14 y 17 años.

-14 y 18 años.

-265-
El control de la madre percibido por los adolescentes de distintas edades es

exactamente igual al ejercido por el padre, pero perciben más el control materno. Las

diferencias se establecen entre:

-14 y 16 años.

-14 y 17 años.

-14 y 18 años.

-15 y 18 años.

Observamos que el control sobre los hijos se centra en los más pequeños.

El apoyo del padre prestado a los hijos en su vida cotidiana marca diferencias

significativas. Los adolescentes más jóvenes, se sienten más apoyados por su padre, y

a medida que van creciendo disminuye este apoyo. Las diferencias están entre las

siguientes edades:

-14 y 17 años.

-14 y 18 años.

-16 y 17 años.

En cambio el apoyo de la madre no cambia a lo largo de la adolescencia. Aunque

se nota un poco mayor entre los sujetos de 14 y 16 años.

-266-
Con lo que respecta el lugar de residencia, los resultados están en la Tabla 4.

TABLA 4.-

RURAL O CENTRO PERIFER. F SIG.


CIUDAD GRANDES GRANDES
PEQUEÑA CIUDADES CIUDADES

RELACION X=19,6 X=19,54 X=19,61 0,13 <0,8770


FAMILIAR SX=2,01 SX=1,98 SX=2,08

CONTROL X=14,85 X=15,45 X=14,88 1,59 <0,2037


PADRE SX=4,15 SX=4,98 SX=4,78

CONTROL X=16,88 X=16,62 X=16,29 0,97 <0,3785


MADRE SX=3,97 SX=4,60 SX=4,69

APOYO PADRE X=53,43 X=53,30 X=52,61 0,81 <0,4441


SX=7,06 SX=9,02 SX=8,52

APOYO MADRE X=55,00 X=56,39 X=55,38 2,28 <0,1024


SX=6,60 SX=7,98 SX=7,43

No encontramos diferencias significativas en ninguna de las variables que

estamos estudiando. Observamos que la relación familiar es buena, con controles

regulares por los padres (aunque sigue siendo el control materno mayor que el

paterno) y apoyos aceptables por parte de los padres en los problemas cotidianos,

sobre todo por parte de la madre.

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la valoración de las relaciones familiares y como

variables predictoras aquellas utilizadas en la investigación y que tuvieron algún

tipo de correlación (un total de 14) sobre las que podríamos establecer

asociaciones probables. Estas variables están recogidas en la Tabla 5.

-267-
TABLA 5.-

- CONTROL DEL PADRE - SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


- CONTROL DE LA MADRE - COHESION VECINAL
- APOYO DEL PADRE - INSATISFACCION PERSONAL
- APOYO DE LA MADRE - SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
- SOCIABILIDAD - AUTOESTIMA
- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL - ASERTIVIDAD
- IGUALDAD SEXUAL
- TOLERANCIA SEXUAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 6.

TABLA 6.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- APOYO DEL PADRE 0,375662

2.- SOCIABILIDAD 0,151811

3.- CONTROL DE LA MADRE 0,101818

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,48674; R cuadrado=0,23691; R cuadrado ajustada=0,23084

DISCUSION

La tesis de que la adolescencia es necesariamente un período turbulento y


angustioso se ha puesto en cuestión como hemos señalado anteriormente en
virtud de nuestros resultados y los de otros investigadores (Navarro y Mateo,

1993; Serrano y otros, 1994; Aguel, 1995; Informe Juventud, 1996). Creemos

que algunos de los factores que pueden estar a la base del "mito" de la

adolescencia como período angustioso son: la interpretación exagerada de las

señales superficiales de inconformidad, el énfasis que los medios masivos ponen

en la inconformidad de los adolescentes, las generalizaciones que se hacen a

base de muestras impropias y la indebida generalización a base de datos

-268-
transculturales.

El adolescente palestino considera que la relación que existe entre los

miembros de su familia es buena en aquellas facetas de la vida que se refieren a la

ayuda y apoyo mutuo y, en general, a las relaciones familiares. De igual forma, se

percibe que el nivel de conflictos en el seno de la familia es bajo. Ambos padres

controlan las salidas de casa, las amistades de sus hijos, las actividades fuera del

hogar, sus estudios y en qué gastan el dinero de que disponen; pero es la madre la

percibida por el adolescente como más empeñada en esta tarea.

Algo similar -aunque con menor intensidad- sucede con el apoyo en los

problemas cotidianos del adolescente. Ambos padres cuidan a menudo esta faceta

pero la madre se esfuerza un poco más, tal y como lo perciben e informan los

adolescentes. También, en términos relacionados con la disciplina ambos padres

intervienen a menudo en el ejercicio de su responsabilidad que supone guiar

normativamente el comportamiento de sus hijos. En cuanto a los apoyos ante

problemas cotidianos, ocurre algo similar con la salvedad de que el adolescente no

responsabiliza a sus padres de los propios problemas.

El adolescente, en general, se siente apoyado y motivado en su trabajo

escolar, aunque no en temas académicos que se le plantean. Consideran que su

madre les ofrece más confianza en general que su padre y se sienten más

comprendidos por ella. Finalmente, se perciben respetados a menudo por ambos

padres.

Los análisis diferenciales expresan con mucha claridad la función

-269-
fuertemente socializadora (afectiva, normativa y responsable) que cumple la

familia. Las mujeres son las que mejor perciben este hecho en lo tocante a la

relación familiar, el control y el apoyo recibido. Sería lógico pensar, por lo tanto, que

esta positividad proviene de sus madres, pero recordemos que la evaluación

también ha sido positiva para la madre cuando la efectúa el adolescente varón.

El adolescente que estudia en el centro de las ciudades grandes es quien

se considera más apoyado por su madre, en contraste con los que viven en otras

zonas. Habría que considerar como factor explicativo relevante el tipo de

dedicación al hogar que tienen los padres así como el desempeño de trabajos

fuera del mismo.

La consideración de una buena relación familiar tiene mayor fuerza a los 14

y 15 años. Los adolescentes de dichas edades (14 y 15 años) se sienten más

controlados por su padre que los adolescentes de 16, 17 y 18 años, y estos

controles están afirmados por los adolescentes varones. También el control de la

madre es mayor en los adolescentes jóvenes varones, debido a que los chicos

efectúan más salidas de casa que las adolescentes. Los análisis diferenciales

afirman que el apoyo del padre es mayor a los más jóvenes y decrece a medida

que aumenta la edad.

El apoyo paterno ofrecido al hijo varón es mayor que el ofrecido a las hijas.

Esto se interpretaría en base a las especiales características de la cultura árabe.

La importancia de tener un heredero varón, portador del apellido y la línea

genealógica paterna sigue siendo una dimensión que determina una desigual

actitud en función del género de los hijos.

-270-
Los adolescentes de las distintas edades y de ambos sexos, no se

diferencian en el apoyo que les presta la madre. Los análisis diferenciales

demuestran que no existen diferencias significativas en calificar la relación familiar

de buena según el lugar de residencia; tampoco difieren en las demás

dimensiones.

El análisis de regresión presenta una varianza explicada (24%) no es

demasiado alta, por consiguiente habrá que tener en cuenta otras variables o

dimensiones, como conductuales, biográficas, sociales, etc. que contribuya en

mayor medida a su explicación. A pesar de todo, el coeficiente de determinación

múltiple (0,24) muestra una asociación predictiva conceptualmente clara entre la

valoración de la relación familiar y las variables que configuran la ecuación.

La variable con mayor peso hace referencia al apoyo del padre. La

explicación es obvia, dado que el contenido de esta variable tiene una relación

directa con el desarrollo de la autoestima del hijo. Es decir, que la relación entre
apoyo parental y autoestima es bidireccional y recíproca (Felson y Zielinsky,

1989); se ha constatado que los hijos con alta autoestima tienen más probabilidad

de conceder importancia a las conductas de apoyo de sus padres y menos

probabilidad de ser influenciados por las conductas de rechazo. Otra forma de

explicar el dato vendría dada por la consideración de la figura del padre como más

estructurante y más determinante de la vida y del clima familiar, de modo que si su

apoyo falla, el malestar sería más notable.

A continuación, aparece la sociabilidad, centrada fundamentalmente en la

-271-
satisfacción al interactuar con el grupo de iguales. Su carácter positivo nos informa

que unas relaciones complacientes en este ámbito favorecen la calidad de la

relación familiar. La relación, posiblemente interactiva, es lógica, por cuanto la

familia es un ámbito de socialización y ajuste social.

Finalmente, aparece el control de la madre. Parece lógico esperar que las

madres ejerzan más control sobre la conducta y encuentros sociales de los

miembros inmediatos de la familia y que tienen durante el tiempo en que se está en

casa. El adolescente percibe dicho control como normativo y no autoritario.

Por último, es interesante comparar nuestros resultados con los obtenidos

por Serrano y otros (1994).

Tanto el adolescente palestino como español transmiten una imagen

positiva de su familia. Un clima de menor conflictividad, de mayor cohesión y ajuste

intergeneracional. La explicación a esta realidad reside en el buen funcionamiento

de la familia: hay una buena comunicación y comprensión entre padres e hijos.

Cabe destacar que el número de hijos y la distancia intergeneracional no

influyen negativamente en la relación familiar. Téngase en cuenta que la familia

española consta de los cónyuges y uno o dos hijos, y la familia palestina está

formada además por los padres, por ocho hijos como media y en muchas

ocasiones otros parientes; ambos adolescentes perciben buena relación familiar.

En lo que se refiere al control de los padres, este es un elemento

diferenciador de ambas culturas. Así observamos que el control del padre español

-272-
sobre las hijas es mayor que el de los hijos. Esto se debe que las hijas pueden salir

de casa cuando quieran para reunirse con sus amigas/os, y por consiguiente el

padre refuerza el control. En cambio la chica palestina no sale de casa salvo

cuando va al colegio, o sale acompañada por sus padres o por algún hermano

mayor. Entonces no es de extrañar que el control sobre la chica está delegado en

la madre (téngase en cuenta, que nuestros resultados indican que el 94,1% son

amas de casa).

Finalmente, los controles sobre los hijos de ambas culturas disminuyen a

medida que se hacen los adolescentes mayores, y con ello, facilitan el camino

hacia la autonomía. Su emancipación desde una etapa de un control casi absoluto

a la independencia ha de constituir un proceso progresivo que ha de iniciarse por

los padres durante la infancia y habrá de desarrollarse a lo largo de un programa

educativo que fomente las tendencias a la iniciativa y responsabilidad.

2.- GRUPO DE IGUALES Y COMUNIDAD

En este capítulo trataremos de las influencias de los compañeros en la

conducta de los adolescentes y trataremos específicamente del análisis de la

sociabilidad de los adolescentes palestinos. Es decir, su facilidad para establecer

relaciones amistosas, los lugares de reunión que frecuentan, el nivel de apoyo

percibido entre ellos, el tiempo que dedica al mantenimiento de estas relaciones,

etc.

-273-
2.1.- SOCIABILIDAD

Al igual que la investigación de Serrano y otros (1994), entendemos por

"sociabilidad" tanto el nivel de interacción del adolescente con su grupo de iguales

(la mayor o menor dificultad que el sujeto encuentra a la hora de mantener este tipo

de relaciones) como el grado de satisfacción que ésta le produce.

Para obtener la media global de la sociabilidad para cada uno de los grupos

diseñados, hemos sumado las puntuaciones obtenidas por los adolescentes en los

9 items de la escala. Los resultados aparecen en la Tabla 7.


Tabla 7.- PUNTUACIONES EN SOCIABILIDAD.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 30,251 4,741 31,000 31,000

MUJERES 30,355 4,923 31,000 33,000

HOMBRES 30,147 4,553 30,000 31,000

14 AÑOS 30,554 4,207 31,000 29,000

15 AÑOS 30,717 4,555 31,000 30,000

16 AÑOS 30,419 4,779 31,000 33,000

17 AÑOS 30,163 4,850 30,500 31,000

18 AÑOS 28,413 4,888 29,000 29,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 30,500 4,623 31,000 32,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 30,314 4,642 31,000 31,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 30,082 4,925 30,000 28,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 5 A 41

El nivel de la sociabilidad percibido por los adolescentes palestinos, la tasa

de interacciones con sus iguales y el nivel de satisfacción respecto de las mismas

-274-
resulta elevado. La puntuación media de la muestra supera la media teórica de la

escala que mide la sociabilidad.

Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

que tanto hombres como mujeres están satisfechos con su nivel de sociabilidad,
aunque es ligeramente superior en las mujeres (Gráfica 12).

Analizados los adolescentes según las edades, encontramos que los

niveles de sociabilidad más altos están entre los adolescentes de 14 y 15 años, y


los más bajos, los de 18 (Gráfica 13).

Finalmente, observamos que el nivel de sociabilidad de los adolescentes de

los distintos hábitats se mantiene, aunque se observa una ligera disminución en los
que habitan el centro de las grandes ciudades (Gráfica 14).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones arrojan diferencias

estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y los distintos

lugares de residencia de los sujetos en la variable de sociabilidad, llevamos a cabo

los análisis oportunos a tal efecto.

Los resultados obtenidos a partir de los análisis realizados (t de Student),

muestran la no existencia de diferencias significativas (t=0,69; p<0,4918) entre el

nivel de sociabilidad de hombres y mujeres.

Con respecto a la edad realizamos el análisis de varianza sencillo

(ANOVA), y con posterioridad la prueba Scheffé, los resultados fueron los

-275-
siguientes:

En lo que se refiere al nivel de la sociabilidad, encontramos diferencias

significativas entre las edades siguientes (F=3,78; p<0,0046):

- 18 y 17 años.

- 18 y 16 años.

- 18 y 15 años.

- 18 y 14 años.

Se constata la tendencia decreciente en el nivel de sociabilidad de los

sujetos en función de la edad, dándose los mayores niveles en la adolescencia

temprana (14 y 15 años).

Con lo que respecta el lugar de residencia, no encontramos diferencias

significativas (F=0,42; p<0,6580).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la sociabilidad y como variables predictoras aquellas

utilizadas en la investigación y en los análisis de correlación previos, resultaban ser

significativas, (un total de 16) sobre las que podríamos establecer asociaciones

probables. Estas variables están expuestas en la Tabla 8.

-276-
TABLA 8.-

- VALOR AMISTAD - SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


- VALOR FAMILIA - COHESION VECINAL
- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL - INSATISFACCION PERSONAL
- RELACION FAMILIAR - SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
- CONTROL PADRE - IGUALDAD SEXUAL
- CONTROL MADRE - TOLERANCIA SEXUAL
- APOYO PADRE - AUTOESTIMA
- APOYO MADRE
- ASERTIVIDAD

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 9.

TABLA 9.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- COHESION VECINAL 0,254043

2.- APOYO DEL PADRE 0,147348

3.- ASERTIVIDAD 0,183800

4.- VALOR AMISTAD 0,113091

5.- RELACION FAMILIAR 0,115472

6.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL 0,101005

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,53035; R cuadrado=0,28127; R cuadrado ajustada=0,26971

DISCUSION

Los resultados de nuestro estudio confirman la importancia que tiene la

relación con los pares para el proceso de emancipación del adolescente y para su

maduración personal, sexual y social. Realmente, esta conclusión no constituye

ninguna novedad porque ha sido subrayada anteriormente por muchos autores


(Jensen, 1985, p. 114; Fierro 1985, p. 125; Lloyd, 1985, p. 201; Ayestarán et

-277-
al., 1986, p. 111; Serrano y otros, 1994, p. 43).

Merece una mayor atención, a nuestro entender, comentar otro resultado:

El hecho de que el grado de sociabilidad mostrado por los adolescentes palestinos

es elevado en relación con la media teórica de la escala, y más bajo que el


encontrado por Serrano y otros (1994) en los adolescentes españoles. Esta baja

puntuación en relación con otros estudios, se debe probablemente a la estructura

de los grupos de iguales en Palestina; dichos grupos están formados siempre por

sujetos del mismo sexo.

Otro resultado merece ser comentado, y con ello corroboramos las


conclusiones de la investigación de Serrano y otros (1994). Se refiere a la

existencia de diferencias entre el nivel de sociabilidad de los sujetos en función de

la edad, dándose, como hemos señalado anteriormente, los mayores niveles en la

adolescencia temprana (14-15 años). No obstante, las diferencias entre los

diversos grupos de edades aparecen con significación estadística al comparar el

grupo de 18 años con los demás grupos. Estos resultados parecen indicar una

crisis progresiva en las relaciones interpersonales de los sujetos al pasar de la

adolescencia a la juventud. Resulta difícil discriminar qué parte es debida a una

mayor dificultad del adolescente tardío para interactuar con sus iguales y qué parte

se debe a un decremento en el nivel de satisfacción por las mismas. Una posible

interpretación alternativa podría venir de la consideración de la aparición de un

efecto temporal de "reajuste" en las pautas de interacción social. Es decir, la

cuestión no estribaría tanto en los jóvenes sean menos sociables que los

adolescentes (con una mayor dificultad de interacción con su grupo de iguales o

una disminución del nivel de satisfacción producido por dichas interacciones), sino

-278-
en la necesidad de "reajustar" dichas interacciones y adaptarse a su nueva etapa

evolutiva, en la que entran en juego otro tipo de interacciones como por ejemplo las
relaciones de pareja o de trabajo (Serrano y otros, 1994).

El análisis de regresión presenta una varianza explicada del 28%; habrá

pues que tener en cuenta otras variables o dimensiones.

Aparece en primer lugar la cohesión vecinal, es decir, el grado de

satisfacción con su comunidad y la percepción de un sentido de la misma,

favorecen la valoración positiva de la sociabilidad. Esta vinculación positiva aleja el

adolescente de comportamientos desviados. Así pues, el ambiente donde vive el

adolescente palestino favorece el sentido de pertenencia social y de comunidad.

A continuación, aparece la asertividad. La asertividad significa capacidad de

autoafirmarse en el grupo. Esta capacidad está íntimamente ligada a la confianza

básica de los sujetos en sí mismos, la cual, a su vez, depende de la buena relación

con la familia y de la satisfacción escolar. Este resultado confirma la expectativa de

que no existe ninguna oposición entre la relación con la familia y la integración en

el grupo de amigos. Al contrario, en el proceso de emancipación, la buena

integración grupal y la buena relación con la familia parecen interactuar o covariar.

2.2.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL

Conviene recordar que con este término se hace referencia a una

evaluación del nivel de desviación de las conductas de los sujetos que constituyen

el "grupo de iguales". En la Tabla 10 se muestran los resultados.

-279-
El sumatorio de las puntuaciones obtenidas por los sujetos en cada uno de

los siete items se consideró como medida global del nivel de "antinormatividad

grupal" de su grupo de iguales.


TABLA 10.- PUNTUACIONES EN ANTINORMATIVIDAD GRUPAL.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 1,559 1,690

MUJERES 1,063 1,304 1,000 0,000

HOMBRES 2,130 1,855 2,000 1,000

14 AÑOS 1,466 1,701 1,000 0,000

15 AÑOS 1,521 1,813 1,000 0,000

16 AÑOS 1,580 1,628 1,000 1,000

17 AÑOS 1,679 1,678 1,000 1,000

18 AÑOS 1,881 1,689 2,000 2,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 1,198 1,606 0,000 0,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 1,628 1,764 1,000 0,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 1,674 1,590 1,000 1,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 1 A 21

El nivel de conductas desviadas, por parte del grupo de iguales de los

sujetos encuestados resulta muy bajo, con promedios cercanos al límite inferior.

Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

que tanto hombres como mujeres muestran bajos niveles a la hora de relacionarse
con grupo de iguales desviados (Gráfica 15).

Con referencia a la edad, se aprecia una tendencia ascendente, de modo

-280-
que el mayor promedio de interacciones con iguales desviados se da entre los
sujetos de 18 años (Gráfica 16).

Respecto al lugar de residencia, observamos que el nivel de

antinormatividad grupal es bajo, aunque, se aprecia menor interacción con iguales


desviados en los adolescentes que habitan ciudades pequeñas o rurales (Gráfica

17).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones expresaban

diferencias estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y

los distintos lugares de residencia de los sujetos en la variable de antinormatividad

grupal, llevamos a cabo los análisis adecuados al efecto.

Debido a que los datos de la tabla anterior no se distribuyen normalmente,

optamos por la utilización de algunas Pruebas No Paramétricas dependiendo de

cada caso. Utilizamos la prueba de Kolmogorov-Smirnov, para contrastar las

diferencias entre ambos sexos. La prueba de Kruskall-Wallis sirve para contrastar

las diferencias entre las distintas edades y hábitats, y la prueba de

Kolomogorov-Smirnov para averiguar con exactitud entre qué edades y entre qué

hábitats.

Observamos que ambos sexos dan puntuaciones medias para el nivel de la

antinormatividad grupal globalmente percibida, con diferencias significativas

(K-S=4,761; p<0,000), a favor de los adolescentes varones.

Existen de diferencias significativas entre las distintas edades (K-W (Chi

-281-
Cuadrado)=4,761; p<0,0575). Posteriormente realizamos la prueba de

Kolmogorov-Smirnov, y encontramos las diferencias entre los adolescentes de:

- 15 y 17 años (K-S=1,244; p<0,028).

- 14 y 18 años (K-S=1,425; p<0,034).

Existen diferencias significativas entre los distintos hábitats (Chi Cuadrado

(K-W=13,3865; p<0,0012). Las diferencias están entre:

- Las zonas rurales y el centro de las grandes ciudades (K-S=2,441;

p<0,000).

- Las zonas rurales y la periferia de las grandes ciudades

(K-S=1,706; p<0,006).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la valoración de la antinormatividad grupal y como

variables predictoras aquellas utilizadas en la investigación que demostraron en

los análisis de correlación previos, ser significativas (un total de 21) sobre las que

podríamos establecer asociaciones probables. Estas variables están expuestas en

la Tabla 11.

TABLA 11.-

- VALOR AMISTAD - SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


- VALOR FAMILIA - COHESION VECINAL
- VALOR RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS - INSATISFACCION PERSONAL
- VALOR SER RESPONSABLE - SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
- SOCIABILIDAD - IGUALDAD SEXUAL
- RELACION FAMILIAR - TOLERANCIA SEXUAL
- CONTROL PADRE - POWERLESSNESS
- CONTROL MADRE - AUTOESTIMA
- APOYO PADRE - PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL
- APOYO MADRE - PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL
- ASERTIVIDAD

-282-
Los resultados aparecen recogidos en la siguiente Tabla 12.

TABLA 12.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL 0,153071

2.- EL VALOR AMISTAD -0,132215

3.- IGUALDAD SEXUAL -0,192039

4.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL -0,144263

5.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL 0,146466

6.- APOYO DEL PADRE -0,133248

7.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA 0,134897

8.- POWERLESSNESS 0,117498

9.- SOCIABILIDAD -0,110083

10.- EL VALOR RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS -0,104315

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,49489; R cuadrado=0,24491; R cuadrado ajustada=0,22346

DISCUSION

Hay que subrayar un resultado y al igual que otros estudios (Serrano y

otros, 1994) la existencia de diferencias significativas respecto al nivel de

antinormatividad grupal de hombres y mujeres que se dan justo en sentido inverso

al de la sociabilidad. De este modo, es posible concluir que los hombres tienen una

tendencia más alta a interaccionar con grupos de iguales desviados que las

mujeres.

Con respecto la edad, se dan diferencias significativas entre la adolescencia

temprana (14-15 años) y la adolescencia tardía (17-18 años). Este resultado puede

interpretarse, al menos en parte, por el efecto que el menor control de los padres y

-283-
otros adultos ejercen sobre los adolescentes mayores, por razones del lugar en el

que éstas se producen (fuera del hogar y, preferentemente, en locales públicos

tales como escuelas, mezquitas, etc.). También podrían explicarse en parte por el

aumento, en función de la edad, de la importancia del grupo de iguales como grupo

de referencia y autoafirmación del adolescente frente a la familia y otros adultos,

efecto que perdería fuerza a partir de los 18 años aproximadamente.

Respecto a la comparación entre las distintas zonas de residencia, las

diferencias aparecen entre los adolescentes que habitan las zonas rurales y los de

las grandes ciudades, que es el grupo en el que se aprecia una mayor incidencia

de interacciones con iguales desviados.

Todo ello nos lleva a afirmar que, aunque existe cierta probabilidad de que

el adolescente se vea involucrado en interacciones con grupos de iguales

desviados, el grupo de mayor riesgo sería el constituído por adolescentes varones

de 17 a 18 años, que residen en el centro y la periferia de las grandes ciudades.

Los resultados del análisis de regresión presentan una varianza explicada

(24%), aunque habrá que tener en cuenta otras variables o dimensiones, como

conductuales, biográficas, sociales, etc. que expliquen una mayor varianza.

La variable con mayor peso y aparece en primer lugar, aunque de signo

negativo, la igualdad sexual. Parece, pues, que la antinormatividad grupal va

asociada a una manera de entender las relaciones entre los sexos poco igualitaria

y, en ese sentido, tradicionalmente "masculinistas".

-284-
En segundo lugar, y con signo positivo, la ecuación revela que los sujetos

que interaccionan con grupos desviados tienden a participar en actos de carácter

político convencional y no convencional.

También hay que destacar que la valoración positiva que otorga el

adolescente al lugar residencial se debe a la cercanía de sus amigos desviados, y

por consiguiente tendrá más oportunidades de contactar con ellos.

Posteriormente, aparece en el conjunto los contextos de socialización

relevantes: la familia, la escuela y el grupo de iguales, expresado por las variables

apoyo paterno, satisfacción escolar y sociabilidad. Quiere decirse que cuando la

situación en estos contextos es positiva, probablemente el adolescente se

encuentra alejado de la antinormatividad grupal.

La ausencia de sociabilidad contribuye a un desajuste y desconformidad

con el entorno social, es decir, favorece el apego a grupos de iguales desviados.

La insatisfacción escolar es otra de las variables que está en la base de una

relación con grupos desviados. Como es lógico, los malos resultados académicos

y la percepción negativa del ámbito escolar repercuten favorablemente en la

presencia de estas relaciones.

Finalmente, la ausencia de valores como "la amistad" y "el respeto y

admiración por los demás" facilita la antinormatividad grupal, es decir, abre el

camino hacia la integración en grupos desviados.

-285-
De los resultados aportados por el análisis de regresión, lo fundamental

quizás sea que la antinormatividad grupal se opone a un buen ajuste social, a

través de los agentes clásicos de socialización (escuela, amigos, familia). Lo difícil

será establecer la relación secuencial correcta: la ruptura con los agentes

socializadores lleva a la interacción con otros desviados o el contacto con grupos

antisociales origina el distanciamiento con los agentes socializadores. No obstante,

sea como sea, lo interesante es constatar como la antinormatividad grupal se

opone o se asocia con el deterioro de los lazos socializadores.

2.3.- LUGAR DE REUNION

Finalmente, la última cuestión planteada a los sujetos dentro de este

apartado tenía que ver con el sitio en el que, de modo preferente, se producen la

mayoría de las interacciones entre éstos y su grupo de iguales (ítem 26). En la

Tabla 13 se presentan los porcentajes de respuestas obtenidas.

-286-
TABLA 13.- DISTRIBUCION DE LAS RESPUESTAS SOBRE EL LUGAR DE REUNION.

CASA PROPIA/AMIGO CALLE LOCAL PUBLICO OTROS

MUESTRA TOTAL 26,4 12,2 60,5 0,9

MUJERES 26,8 0,4 72,9

HOMBRES 26,1 24,1 48,0 1,8

14 AÑOS 29,6 8,3 61,5 0,6

15 AÑOS 26,4 12,6 60,5 0,6

16 AÑOS 25,6 11,7 61,9 0,8

17 AÑOS 25,2 12,3 60,9 1,7

18 AÑOS 24,7 22,4 52,9

RURAL O CIUDAD PEQUEÑA


40,4 7,3 51,4 0,9

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 22,1 11,0 66,3 0,6

CENTRO GRANDES
CIUDADES 28,5 15,3 54,8 1,4

LAS PUNTUACIONES INDICAN PORCENTAJES

En el análisis de la Tabla anterior es importante que nos fijemos en el orden

de las opciones, puesto que tal orden indica las preferencias que tiene el colectivo

de los adolescentes con respecto a los diversos lugares de reunión.

El local público "colegio o mezquita" es el lugar de reunión preferido. En

segundo lugar, aunque a mucha distancia del primero, es "la casa propia o la casa

del amigo" el lugar de reunión preferido. En tercer lugar, "la calle" constituye un

lugar de reunión poco frecuente para los adolescentes, aunque hay un porcentaje

notable de hombres que consideran "la calle" como alternativa a la casa.

Realizados los análisis descriptivos comparativos entre ambos sexos

-287-
(Gráfica 18), se observa que la mayor parte de las reuniones se realizan en locales

públicos. Las adolescentes celebran sus reuniones en los colegios en un 72,9%

frente al 48% de los varones. Los encuentros celebrados en la calle son muy

escasos entre las jóvenes (0,4%) en comparación con los chicos (24,1%).

A medida que aumenta la edad, las reuniones se celebran fuera de casa. A

los 14 años, el 29,6% celebran dichas reuniones en sus casas; y a los 18 años el
porcentaje disminuye al 24,7% (Gráfica 19).

Según el hábitat, el porcentaje de los adolescentes (40,4%) de las zonas

rurales que se reúnen con sus amigos en sus casas es alto, frente a sus colegas
que residen en centros de grandes ciudades (28,5%) (Gráfica 20).

DISCUSION

Un dato a destacar es el bajo porcentaje de sujetos que se reúnen con sus

amigos en la calle. La interpretación viene determinada por dos vías: en primer

lugar, en la cultura árabe no se permite a las mujeres reunirse con sus amigas en la

calle, por ser mal visto por las costumbres (nótase que tan sólo lo hacen un 0,4%).

Y en segundo lugar, los adolescentes de 14 y 15 años prefieren sus padres que las

reuniones se celebren en casa, y tenerles bajo control.

Conviene subrayar que la frecuencia con que los adolescentes se reúnen

en una casa de familia muestra una tendencia descendente con respecto a la edad

de los mismos, de modo que se observa un máximo en la adolescencia temprana

(14-15 años), y un mínimo entre los de 18 años.

-288-
Las posibles explicaciones a esta escasa disposición que el adolescente

hace del hogar paterno para interactuar con sus iguales podrían ser múltiples.

Aparte de las derivadas de la fase evolutiva en la que se encuentra (deseo de

independencia, afirmación del yo, etc.), a las que ya nos hemos referido

anteriormente, cabría considerar como una de las más relevantes la escasa

predisposición de los padres a permitir dichas interacciones en su hogar, al


percibirlas como una "intromisión" en la vida privada (Serrano y otros, 1994). En

este sentido, el hecho de que el porcentaje de adolescentes que se reúnen en una

casa de familia en una zona rural sea más elevado que el de aquellos que lo hacen

en las grandes ciudades (donde las viviendas suelen ser mucho más reducidas)

parece apuntar en esta dirección.

Dada la escasa utilización del hogar paterno, resulta interesante analizar las

pautas diferenciales en cuanto a la utilización del espacio por parte de los

diferentes grupos de edad. Así, los adolescentes se suelen reunir con sus iguales

en locales públicos, tales como escuela o mezquita.

Las reuniones de las chicas con sus compañeras se realizan en locales

públicos como colegios (72,9%) o en sus propias casas (26,8%), lo que puede

deberse a dos razones perfectamente complementarias; los padres no permiten la

salida de casa de las chicas, salvo lo imprescindible; por ejemplo, al colegio, donde

las interacciones son elevadas entre las adolescentes. En segundo lugar, en la

sociedad árabe, no está bien visto que las reuniones de las jóvenes se celebren

fuera de casa.

Los chicos además de reunirse con sus amigos en sus casas (26,1%),

-289-
reparten estas reuniones entre los locales públicos y calles. Como se aprecia, el

chico tiene más libertad para reunirse con sus amigos.

Finalmente, en la cultura árabe, no se ve con buenos ojos que las reuniones

se celebren en sitios poco habituales para los adolescentes tales como playas,

zonas desiertas, plazas de mercado, etc. Estos lugares normalmente son

frecuentados por adultos o por adolescentes acompañados por sus padres o

hermanos mayores. De ahí, toda reunión de adolescentes, en estos lugares, se

cuestiona.

-290-
2.4.- SENTIMIENTO DE COMUNIDAD

Dado que la mayoría de la investigación ha encontrado una importante

relación entre los años que un individuo lleva residiendo en una determinada
localidad y su "sentimiento de comunidad" (cfr. Buckner, 1988), nos pareció

pertinente iniciar esta parte del estudio indagando sobre dicha cuestión (ítem 39).

En cuanto a los años que la familia del adolesecente palestino lleva

residiendo en el mismo lugar, la distribución de los datos, en función de los grupos

estudiados, se presenta la Tabla 14.

TIEMPO DE RESIDENCIA

TABLA 14.- RESPUESTAS SOBRE EL TIEMPO DE RESIDENCIA.

1-5 AÑOS 6-10 AÑOS 11-20 AÑOS MAS DE 20 AÑOS

MUESTRA TOTAL 18,0 9,2 23,9 48,9

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 27,0 5,4 15,3 22,3

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 14,3 11,0 22,4 52,3

CENTRO GRANDES
CIUDADES 20,7 07,7 28,7 43,0

LAS PUNTUACIONES INDICAN PORCENTAJES

Los resultados con respecto al tiempo de residencia (Gráfica 21) reflejan

una escasa movilidad de las familias palestinas (72,8% lleva más de 11 años

residiendo en el mismo lugar). Este dato es un factor importante para el desarrollo

evolutivo en la que se van a dar la mayor parte de las interacciones del adolescente

con agentes de socialización ajenos a su entorno familiar más directo, tales como

-291-
el grupo de iguales, la escuela y el vecindario.

También esta escasa movilidad está reflejada en la situación demográfica

(52,3% en la periferia de las ciudades grandes, 43% en el centro de las grandes

ciudades lleva más de 20 años residiendo en el mismo lugar). La explicación a esta

realidad, se debe por un lado, que las familias palestinas estaban bajo la ocupación

judía y no les permitían la construcción de nuevas viviendas, dado que el objetivo

primordial de "Israel" era confiscar las tierras palestinas y hacer asentamientos

para sus ciudadanos. Y, por otro, y relacionado con lo anterior, la situación

económica del pueblo palestino era mala y la mayoría (51,2%) son jornaleros y

dependen directamente de las clemencias de los judíos cuando los abran la

frontera para poder trabajar en "Israel". También, el tener de ocho a nueve hijos por

pareja es otro factor que contribuye a esta escasa movilidad.

Con respecto a las familias de los adolescentes que habitan en las zonas

rurales, se observa un 27% lleva entre más o menos cinco años residiendo en el

mismo lugar. Este resultado es interesante, porque son adolescentes que acaban

de regresar del exilio y sus familias compraron tierras y edificaron en las zonas

rurales.

Una vez conocidos los datos sobre los años de residencia, conviene

conocer el grado de satisfacción de los adolescentes con dicho contexto

residencial.

-292-
SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA

Ahora ofrecemos, en la Tabla 15, los resultados relativos al nivel de

satisfacción de los adolescentes con el medio en el que habitan.

TABLA 15.- PUNTUACIONES DE SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 3,635 2,465 3,000 4,000

MUJERES 2,880 2,057 3,000 2,000

HOMBRES 4,398 2,607 4,000 4,000

14 AÑOS 3,876 2,577 4,000 4,000

15 AÑOS 3,940 2,343 4,000 4,000

16 AÑOS 3,611 2,436 3,000 2,000

17 AÑOS 3,371 2,378 3,000 4,000

18 AÑOS 3,422 2,669 3,000 2,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 3,509 2,475 3,500 4,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 3,837 2,483 4,000 4,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 3,379 2,415 3,000 4,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 0 A 10

El grado de satisfacción media manifestado por los adolescentes con el

lugar en el que residen, sobre todo por lo que respecta a la calidad y cantidad de

las dotaciones deportivas y culturales existentes en dicho entorno resulta bajo;

nótese que la puntuación media de la muestra está por debajo de la media teórica

de la escala que mide esta variable.

Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

que el nivel de satisfacción de ambos sexos con su lugar de residencia es negativo,

-293-
aunque inferior en las mujeres. Analizados los adolescentes según las edades,

encontramos que a medida que aumenta la edad disminuye el grado de

satisfacción. Finalmente, observamos que los adolescentes del centro de las


grandes ciudades son los menos satisfechos (Gráficas 22, 23 y 24).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones expresan diferencias

estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y los distintos

lugares de residencia de los sujetos en la variable de satisfacción con el lugar de

residencia, llevamos a cabo los análisis oportunos a tal efecto.

Observamos que ambos sexos dan puntuaciones medias que marcan

diferencias significativas (t=-10,19; p<0,0000). Se confirman los resultados

descriptivos, ya que los hombres están más satisfechos con su lugar de residencia

que las mujeres.

Con respecto a la edad realizamos el análisis de varianza sencillo

(ANOVA), y los resultados no expresan significativas diferencias.

En lo que se refiere al nivel de la satisfacción con el lugar de residencia,

encontramos que no existen diferencias significativas (F=2,0873; p<0,0805).

Con lo que respecta el lugar de residencia, aplicando la prueba de Scheffé

con posterioridad, se observan diferencias significativas entre adolescentes del

centro de las grandes ciudades y la periferia de dichas ciudades (F=3,8611;

p<0,0214).

-294-
DISCUSION

La satisfacción con el lugar de residencia es baja en los adolescentes

palestinos, y está por debajo de la media teórica; probablemente se deba a la falta

de instalaciones deportivas y culturales. Es una necesidad manifestada por otros


adolescentes árabes (Aguel, 1995). Por otro lado, también, las viviendas

palestinas en muchos casos son pequeñas y con muchos hijos. Por todo ello, no es

de extrañar esta baja satisfacción.

Al igual que otros estudios, como por ejemplo, el de Serrano y otros

(1994), hemos encontrado que el nivel de satisfacción de los adolescentes varía en

función del sexo de los mismos, de modo que las mujeres se muestran menos

satisfechas que los hombres de las condiciones en el que viven. Una posible

explicación a este hecho podría venir de la falta de instalaciones específicas para

la mujer.

Hay que destacar la existencia de una tendencia negativa en la relación

entre el grado de satisfacción de los sujetos y su edad, de modo que a mayor edad

se observa una disminución en el grado de satisfacción manifestado por los

sujetos. Para la interpretación de este hecho, hay que tener en cuenta que, a

medida que el adolescente va adquiriendo mayor independencia con respecto a su

familia, la satisfacción de sus intereses deportivos y culturales depende de la

existencia de locales alternativos al propio lugar para poder satisfacer dichas

necesidades.

-295-
COHESION VECINAL

Una vez caracterizado el entorno en el que habita el adolescente, así como

su nivel de satisfacción con el mismo, no nos queda más que analizar la cuestión

del grado en que el adolescente experimenta un "sentido de comunidad/cohesión"

con aquellas otras personas que constituyen su comunidad vecinal.

Para hacer una evaluación de los constructos de "sentido de

comunidad/cohesión" a nivel individual y de "cohesión" a nivel colectivo, hemos

utilizado una escala de 18 items. La puntuación global del sujeto se obtiene

sumando las puntuaciones que éste recibe en cada uno de los 18 items. En la

Tabla 16 presentamos los datos pertinentes.


TABLA 16.- PUNTUACIONES MEDIAS DE LA COHESION VECINAL.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 65,999 12,098 68,000 70,000

MUJERES 65,174 12,833 68,000 70,000

HOMBRES 66,794 11,301 69,000 70,000

14 AÑOS 68,307 11,154 70,000 68,000

15 AÑOS 67,569 11,869 69,000 69,000

16 AÑOS 66,855 10,990 69,000 67,000

17 AÑOS 63,932 13,025 67,000 72,000

18 AÑOS 62,436 12,272 63,000 70,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 63,819 12,875 67,000 71,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 67,449 11,326 69,000 70,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 64,489 12,713 67,000 72,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 18 A 90

Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

-296-
que ambos sexos están satisfechos con su nivel de cohesión vecinal, aunque es
ligeramente superior en los hombres (Gráfica 25). Analizados los adolescentes

según las edades, encontramos que a medida que aumenta la edad del

adolescente disminuye la satisfacción con su vecindad; se observa que los


adolescentes de 14 años son los que puntúan más alto (Gráfica 26). Finalmente,

observamos que los adolescentes de la periferia de las grandes ciudades son los
que más sentido de cohesión comunitaria tienen (Gráfica 27).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones marcaban

diferencias estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y

los distintos lugares de residencia de los sujetos en la variable cohesión vecinal,

llevamos a cabo los análisis oportunos a tal efecto.

Observamos que ambos sexos dan puntuaciones medias con diferencias

significativas en calificar la cohesión vecinal de satisfactoria (t=-4,97; p<0,0428), de

modo que los varones presentan una puntuación más alta que las mujeres.

En lo que se refiere al nivel de la cohesión vecinal, encontramos diferencias

significativas entre las edades siguientes (F=6,24; p<0,0001):

-16 y 17 años.

-16 y 18 años.

-15 y 17 años.

-15 y 18 años.

-14 y 17 años.

-14 y 18 años.

-297-
Por último, aparecen diferencias significativas según los distintos hábitats

entre los adolescentes de la periferia de las grandes ciudades y el centro de dichas

ciudades y las zonas rurales (F=7,73; p<0,0005).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la valoración de la cohesión vecinal y como variables

predictoras aquellas que resultaron ser significativas en el análisis de correlación

(un total de 8) sobre las que podríamos establecer asociaciones probables. Dichas

variables están expuestas en la Tabla 17.

TABLA 17.-

- EL VALOR RELIGION - SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


- EL VALOR RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS - RELACION FAMILIAR
- SOCIABILIDAD - APOYO DEL PADRE
- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL - APOYO DE LA MADRE

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 18.

TABLA 18.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- SATISFACCION CON LUGAR RESIDENCIA 0,272461

2.- APOYO DEL PADRE 0,222461

3.- SOCIABILIDAD 0,193568

4.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL -0,118296

5.- EL VALOR RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS 0,092817

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,50522; R cuadrado=0,25524; R cuadrado ajustada=0,25036

DISCUSION

Comparando los resultados de nuestro estudio con los de otros autores (por
ejemplo, Buckner, 1988; Serrano y otros, 1994), el nivel de cohesión de los

-298-
adolescentes palestinos resulta satisfactorio, y superior al que se encuentra en los

estudios que utilizan muestras representativas de otras poblaciones en general.

La anterior afirmación se vería corroborada por las diferencias encontradas

entre los diversos grupos de edades. Así, se observan diferencias

estadísticamente significativas entre los más jóvenes (14-15 años) y aquellos de

17-18 años. Una vez más aparece el grupo de edades superiores (17-18 años)

como el de mayor riesgo de interacción con iguales desviados, debido a la

ausencia del control social y de la menor efectividad de las fuerzas de "presión"

hacia la asimilación de conductas convencionales, representadas por la

comunidad vecinal del entorno en el que habitan.

Otro elemento interesante es el menor grado de cohesión vecinal informado

por los habitantes de las zonas rurales, que resulta estadísticamente significativo

cuando se compara con los otros dos grupos considerados. Además de la

influencia que el tamaño de la comunidad ejerza sobre las demás características

del ámbito social, y de que el mayor nivel de cohesión observado en los habitantes

de la periferia de las grandes ciudades pueda también ser explicado por la menor

movilidad de los habitantes de dichas zonas, los datos no parecen avalar el punto

de vista que las grandes ciudades constituyen ambientes sociófugos. El hecho es

más llamativo si se tiene en cuenta que el mayor nivel de satisfacción con el

entorno en que habitan lo manifiestan aquellos adolescentes que viven en la

periferia de las grandes ciudades. Ello parece implicar la existencia de una variable

mediadora en la relación entre el nivel de satisfacción del sujeto con el entorno en

el que vive (al menos a nivel de servicios) y su grado de implicación o cohesión con

la comunidad. Esta variable no sería otra que la zona en la que reside el sujeto. De

-299-
este modo, la satisfacción con el entorno sólo favorecerá un aumento de la

cohesión vecinal en aquellas comunidades de dimensiones intermedias (la

periferia de las grandes ciudades), no observándose estos efectos en el centro de

las grandes ciudades, donde priman otro tipo de influencias.

Por último, en lo que respecta a las diferencias encontradas en la cohesión

vecinal por los adolescentes, el que éstos últimos sean los que presentan un mayor

nivel de dicha variable podría explicarse teniendo en cuenta las diferentes pautas

de socialización a que se someten hombres y mujeres.

Con relación a los resultados de los análisis de regresión, las variables que

más contribuyen en la ecuación a la determinación de la conducta analizada serían

las 5 variables de la tabla anterior. Estas variables, tomadas en su conjunto, nos

estarían dando cuenta de un factor de ajuste y conformidad con el entorno social.

La variable con mayor peso hace referencia a la satisfacción con el lugar de

residencia. Dicha satisfacción demuestra la existencia de buena vecindad y alta

cohesión. Conviene subrayar que en el mundo árabe se dice "primero, mira

quienés el vecino y luego habita la casa". También, como mencionamos

anteriormente a la hora de hablar de la residencia, apareció la cohesión vecinal en

primer lugar en la ecuación de regresión. Este dato demuestra que existe una

estrecha relación entre la cohesión vecinal y la satisfacción con el lugar de

residencia.

Además, del ámbito social representado por la satisfacción con el lugar de

residencia, aparecen dos agentes de socialización de carácter positivo: la familia y

-300-
el grupo de iguales, expresados por las variables apoyo paterno y sociabilidad.

Dicha valoración positiva, nos hace pensar que probablemente el adolescente

escoge la mayor parte de sus amigos del vecindario, donde las interacciones son

elevadas. También, no podemos pasar por alto que la ausencia de

antinormatividad propicia un entorno social favorable para la integración y

cohesión entre los vecinos.

De este modo, el sentimiento de cohesión vecinal de un adolescente va a

estar determinado, además de por su nivel de sociabilidad y el grado de

satisfacción con el lugar de residencia, por una serie de variables relacionadas con

un alto grado de "ajuste" con su entorno social (bien sea este familiar o grupal

-téngase en cuenta que las siguientes variables de más peso dentro de la ecuación

serían el apoyo del padre y, en sentido negativo, la antinormatividad grupal) y con

la existencia de valores de convivencia social, tales como el respeto y admiración

de los demás.

3.- LA PERCEPCION DE LA ESCUELA

Como es habitual en esta tesis, agrupamos a los sujetos según las variables

sociales referidas a la muestra total, sexo, edad y lugar de residencia. En la Tabla

19 reflejamos los estadísticos para cada una de ellas.

Las puntuaciones han sido los sumatorios para cada uno de los temas

tratados de cada subescala.

-301-
TABLA 19.- ESTADISTICOS DESCRIPTIVOS DE LA SATISFACCION

ESCOLAR.
GLOBAL PROFE. ALUMNADO EVALU. NORMAS

M.TOTAL X =77,08 14,21 33,13 16,32 13,05


SX=16,8 3,98 6,86 4,96 4,31

MUJERES X =75,74 13,86 32,73 15,60 12,82


SX=18,45 4,19 7,39 5,28 4,56

HOMBRES X =78,44 14,58 33,53 17,03 13,28


SX=15,02 3,72 6,29 4,52 4,05

14 AÑOS X =85,70 15,34 36,19 18,98 14,77


SX=13,97 3,26 5,94 4,16 3,89

15 AÑOS X =75,19 14,03 32,82 16,22 11,69


SX=19,00 4,42 7,43 5,37 4,60

16 AÑOS X =75,24 13,64 32,54 15,93 12,58


SX=17,17 4,15 7,03 4,89 4,40

17 AÑOS X =76,00 14,35 32,54 15,56 13,30


SX=15,57 3,88 6,45 4,71 3,98

18 AÑOS X =74,69 13,89 31,90 15,13 12,75


SX=15,31 3,74 6,51 4,69 4,05

RURAL X =79,85 14,17 33,85 18,18 12,56


SX=18,12 3,90 7,82 5,03 4,48

PERIFER. X =77,79 14,27 33,59 16,50 13,06


SX=16,92 4,09 6,74 5,00 4,33

CENTRO X =75,28 14,14 32,27 15,49 13,18


SX=16,18 3,84 6,68 4,70 4,24

RANGO SATISFACCION GLOBAL: 22-110


RANGO SATISFACCION CON EL PROFESORADO: 4-20
RANGO SATISFACCION CON EL ALUMNADO: 9-45
RANGO SATISFACCION CON LA PROGRAMACION Y EVALUACION: 5-25
RANGO SATISFACCION CON LA INFRAESTRUCTURA Y LAS NORMAS: 4-20

A pesar de la considerable amplitud de las desviaciones típicas, podemos

adelantar alguna conclusión que posteriormente aseguraremos al realizar los

-302-
análisis diferenciales sobre los mismos datos. En este sentido, la satisfacción se

puede considerar mayor en los hombres. Los sujetos del centro de las grandes

ciudades son los que menos puntúan en las distintas escalas y, con respecto a la

edad, a medida que esta aumenta, disminuye la satisfacción. Utilizando los

mismos criterios de agrupamiento con las variables sociales, analizaremos ahora

las diferencias intergrupales para aclarar las interrogantes que han dejado los
análisis previos (ver Gráficas 28, 29 y 30).

En lo que se refiere al sexo, los resultados:

- SATISFACCION GLOBAL (t=-2,37; p<0,0182).

- SATISFACCION CON EL PROFESORADO (t=-2,82; p<0,0049).

- SATISFACCION CON EL ALUMNADO (t=-1,76; p<0,0786).

- SATISFACCION CON LA PROGRAMACION Y LA EVALUACION (t=-4,47;

p<0,0000).

- SATISFACCION CON LA INFRAESTRUCTURA Y NORMAS (t=-1,63;

p<0,1028).

En todos los casos (excepto en la satisafacción con la infraestructura y las

normas no se aprecian diferencias significativas), las mujeres adolescentes se

encuentran significativamente menos satisfechas que los varones.

En cuanto a la edad, puede decirse que, en general, los sujetos de menor

edad (14 años) son los que se muestran más satisfechos con respecto a todos los

temas que hemos considerado:

- SATISFACCION GLOBAL (F=10,79 ; p<0,0000). Los sujetos de 14 años son los

más satisfechos con respecto a todos los demás grupos.

-303-
- SATISFACCION CON EL PROFESORADO (F=4,99 ; p<0,0006). Los sujetos de

14 años son los más satisfechos con respecto a todos los demás grupos.

- SATISFACCION CON EL ALUMNADO (F=9,83 ; p<0,0000). Los sujetos de 14

años son los más satisfechos con respecto a todos los demás grupos.

- SATISFACCION CON LA PROGRAMACION Y LA EVALUACION (F=15,69;

p<0,0000). Los sujetos de 14 años son los más satisfechos con respecto a todos

los demás grupos.

- SATISFACCION CON LA INFRAESTRUCTURA Y LAS NORMAS (F=12,07;

p<0,0000). Los sujetos de (14, 16 y 17 años) son los que muestran más

satisfechos y, dentro de estos tres grupos de edad, los sujetos de 14 años son los

más satisfechos.

En función del lugar donde habitan los sujetos no apreciamos diferencias

significativas con respecto a la satisfacción con el profesorado y con la

infraestructura y las normas. En los casos restantes, constatamos diferencias

significativas:

- SATISFACCION GLOBAL (F=3,14; p<0,0437).

- SATISFACCION CON EL PROFESORADO (F=0,12; p<0,8832).

- SATISFACCION CON EL ALUMNADO (F=4,32 ; p<0,0136). Los sujetos que

viven en las ciudades pequeñas/rurales se sienten más satisfechos que los que

viven en la periferia de las grandes ciudades.

- SATISFACCION CON LA PROGRAMACION Y LA EVALUACION (F=12,57;

p<0,0000). Los sujetos que viven en las ciudades pequeñas/rurales se sienten más

satisfechos que los que viven en tanto en la periferia como el centro de las grandes

ciudades.

- SATISFACCION CON LA INFRAESTRUCTURA Y LAS NORMAS (F=0,79 ;

-304-
p<0,4522).

En último lugar, se ha realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la satisfacción escolar y como predictoras aquellas

variables incluidas en la investigación y demostraron ser significativas en el análisis

de la correlación (un total de 13) sobre las que podríamos establecer asociaciones

hipotéticamente. Estas variables están recogidas en la Tabla 20.

Tabla 20.-

1.- RELACION FAMILIAR 8.- INSATISFACCION PERSONAL


2.- APOYO DEL PADRE 9.- IGUALDAD SEXUAL
3.- APOYO DE LA MADRE 10.- TOLERANCIA SEXUAL
4.- SOCIABILIDAD 11.- ASERTIVIDAD
5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 12.- AUTOESTIMA
6.- SATISF. LUGAR RESIDENCIA 13.- VALOR EDUCACION
7.- COHESION VECINAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 21.

Tabla 21.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- COHESION VECINAL 0,258423


2.- AUTOESTIMA 0,190218
3.- IGUALDAD SEXUAL -0,139196
4.- SOCIABILIDAD 0,108008
5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL -0,121363
6.- SATISF. LUGAR RESIDENCIA 0,105544

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,50288; R cuadrado=0,25289; R cuadrado ajustada=0,24106

DISCUSION

Tal y como reflejan los datos, el adolescente palestino se muestra en

general satisfecho con el entorno educativo en el que está escolarizado. Los

hombres al compararse con las mujeres y los sujetos de 14 años en relación con

-305-
sus compañeros de edades superiores son los más satisfechos con la calidad del

profesorado que les enseña, las relaciones con sus compañeros de aula, las

formas de programar y evaluar los contenidos y la infraestructura y normativa del


centro al que asisten. Creemos, al igual que Serrano y otros (1994), que a estas

edades, la escuela ofrece una serie de posibilidades que van más allá de lo

puramente académico.

Los hombres adolescentes se encuentran más satisfechos que las mujeres

en todos los temas tratados. Probablemente, la razón estribe en las diferentes

pautas de socialización entre los sexos, especialmente notable en el mundo árabe.

En este sentido, quizá la muchacha adolescente perciba que la escuela como

estructura y como elemento de preparación para la vida adulta es más consonante

con la comprensión cultural del rol masculino que el femenino. Así como una

buena preparación escolar es necesaria para el futuro del adolescente, las tareas

propias del rol femenino (casarse, cuidar los hijos, atender la casa) suelen

transmitirse en otros ámbitos más íntimos y personalizados.

En lo que se refiere a la edad, encontramos que los de 14 años son los más

satisfechos con la escuela, y a medida que aumenta la edad, disminuye dicha

satisfacción. Probablemente, a medida que avanza el sujeto en edad se hace más

crítico, exige más elementos para su formación que con frecuencia la escuela no

otorga, incluso percibe más claramente las disonancias y carencias que la misma

escuela tiene.

Se observa que los sujetos de 15 años y residentes en zonas rurales son los

únicos que puntúan bajo en la subescala correspondiente a la infraestructura y

-306-
normativa del centro.

El análisis de regresión presenta una varianza explicada del 25%, lo cual

nos indica la existencia de otras variables, no consideradas en este análisis, que

expliquen mayor variabilidad. Con todo, el coeficiente de determinación múltiple

(0,25) nos muestra una asociación predictiva clara entre la satisfacción escolar y

las variables que configuran la ecuación.

Aparece el contexto comunitario expresado en una cohesión vecinal

positiva y una alta satisfacción con el lugar de residencia. Ambas variables, y con
esto estamos de acuerdo con Serrano y otros (1994), habrá que considerarlas

como la aportación positiva que hace un entorno vecinal adecuado de cara a la

valoración de la escuela como una parte más de este marco.

La autoestima, con signo positivo, representa uno de los mediadores más

contrastados en la investigación psicoeducativa sobre la valoración de los logros

académicos. Es lógico, pues, que en nuestro análisis aparezca con un peso

considerable en la ecuación y correlacione significativamente con la satisfacción

escolar. En este sentido, resulta común asegurar que la situación psicológica de

cada alumno incide de forma muy directa en el nivel de su rendimiento y es, por

tanto, determinante de su éxito o fracaso escolares. El alumno psíquicamente

ajustado posee un buen nivel de autoestima, se siente con fuerzas suficientes para

llevar a feliz término lo que emprende, y es consciente de sus propias capacidades,

actuando con confianza en sí mismo, libre de complejos, porque está seguro de

que es aceptado y reconocido, tanto por la familia como por la sociedad. La fuerza

psíquica del ser humano hunde sus raíces en la autoaceptación, a la que sólo se

-307-
accede por el camino de una suficiente y razonable autoestima. Es lógico, pues,

que en nuestro análisis aparezca la autoestima con un peso considerable en la

ecuación y correlacione significativamente con la satisfacción escolar.

También resulta relevante la sociabilidad, centrada en la satisfacción al

interactuar con el grupo de iguales. Su carácter positivo nos informa que unas

relaciones positivas en este ámbito, favorecen la calidad de la satisfacción escolar.

La relación, posiblemente interactiva, es lógica, por cuanto la escuela es un ámbito

de socialización y ajuste social.

Por otra parte, aparece la antinormatividad grupal con signo negativo. Ello

entronca con una de las tesis que con más claridad va apareciendo a lo largo del

trabajo. A saber, que cuando el sujeto se encuentra más integrado, que cuando los

agentes de socialización resultan más eficaces en su papel de transmisores de

normas y valores, los sujetos se hallan más lejos de comportamientos antisociales.

En consecuencia, una buena integración escolar va asociado a que el sujeto

interacciona cotidianamente con iguales adaptados y ajustados como él mismo.

También, aparece en la ecuación la igualdad sexual con signo negativo.

Parece, pues, que la escuela va asociada a una manera de entender las relaciones

entre los sexos poco igualitaria, tradicionalmente "masculinistas".

Finalmente, cabría señalar que sólo con una adecuada interacción e

integración dosificadas, de lo personal en lo familiar y de lo familiar en lo social, y a

la inversa, se logra el punto de equilibrio psíquico, emocional y afectivo que con

mayor efectividad propicia en general el ajuste escolar. El adolescente que se halla

-308-
bien integrado y aceptado en la familia como hijo y como hermano, trabaja a gusto

en el colegio, donde goza de cierta relevancia entre sus compañeros y profesores y

acaba bien integrado como alumno y compañero.

-309-
CAPITULO XI. EXPRESIONES DEL "YO" ADOLESCENTE

1.- ASERTIVIDAD

En la Tabla 22 se recogen los principales estadísticos relativos a la

puntuación de los sujetos de la muestra en la escala Rathus, tanto para el total de

la misma como en función de las principales variables de interés en nuestra

investigación.

TABLA 22.- PUNTUACIONES DE ASERTIVIDAD.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 109,635 12,224 109,000 106,000

MUJERES 108,720 12,691 108,000 100,000

HOMBRES 110,593 11,654 110,000 106,000

14 AÑOS 111,369 12,464 110,000 101,000

15 AÑOS 111,531 12,590 111,000 100,000

16 AÑOS 109,405 11,854 109,000 113,000

17 AÑOS 108,509 12,025 108,000 106,000

18 AÑOS 108,245 12,056 109,000 106,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 107,500 12,055 111,000 106,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 111,005 12,199 108,000 106,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 108,051 12,077 67,000 102,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 30 A 180

Con referencia a los datos de la muestra, considerada en su totalidad, el

nivel de asertividad de los adolescentes palestinos es satisfactorio. La puntuación

media de la muestra supera la media teórica de la escala.

Respecto a las diferencias entre los grupos elaborados, la "t" de Student se

-310-
mostró significativa en la comparación que se llevó a cabo entre los hombres y las

mujeres (t=-2,09; p<0,0372), de modo que se aprecia un nivel significativamente


más alto de asertividad en los hombres que en las mujeres (ver Gráfica 31).

Por lo que hace referencia al resto de las comparaciones, los análisis de

varianza, no muestran diferencias con respecto a los diferentes grupos de edades

(F=2,07; p<0,0830); y sí entre los sujetos que habitan en la zona centro de una

gran ciudad y los que viven en la periferia de dichas ciudades (F=5,92; p<0,0028),

presentando los segundos un nivel de asertividad significativamente más alto que


los primeros (Gráficas 32 y 33).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la valoración de la asertividad como variables

predictoras aquellas utilizadas en la investigación, y fueron significativas en los

análisis de correlación previos (un total de 12) sobre las que podríamos establecer

asociaciones probables. Estas variables están recogidas en la Tabla 23.

TABLA 23.-

1.- SOCIABILIDAD 7.- IGUALDAD SEXUAL


2.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 8.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA
3.- APOYO DEL PADRE 9.- COHESION VECINAL
4.- APOYO DE LA MADRE 10.- INSATISFACCION PERSONAL
5.- AUTOESTIMA 11.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
6.- ARMONIA INTERNA 12.- TOLERANCIA SEXUAL

-311-
Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 24.

TABLA 24.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- AUTOESTIMA 0,249902

2.- SOCIABILIDAD 0,173485

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,33639; R cuadrado=0,11316; R cuadrado ajustada=0,10834

DISCUSION

El dato que más llama la atención es, el alto nivel de asertividad de los

adolescentes palestinos, puesto que la media de las puntuaciones en asertividad

en nuestros análisis es más alta que la encontrada en otros estudios realizados


con muestras de sujetos similares (Rodríguez, 1985; Serrano y otros, 1994).

Las diferencias entre los hombres y mujeres de nuestra muestra, han sido

informadas de modo consistente en la mayoría de los estudios sobre conducta

asertiva, que han considerado el género de los sujetos estudiados como una

variable de interés. Puesto que varios estudios han demostrado que las mujeres

poseen un nivel similar o incluso superior en su capacidad para mostrar conductas

asertivas positivas (expresar sentimientos de afecto, amistad y/o cariño, alabar a

los demás, etc.), es de suponer que el gran déficit de asertividad de las mujeres

viene representado, en general, por su incapacidad para manifestar conductas

asertivas negativas tales (negarse a peticiones no razonables, expresar

emociones negativas, tales como ira, enfado y/o aburrimiento, discrepar de las

opiniones de los demás, defender los propio derechos ante los demás, etc.). En

este sentido, creemos que las pautas de socialización femenina, derivadas del rol

-312-
"clásico" asignado a las mujeres, tienen mucho que ver con los déficits en

asertividad y, como puede desprenderse de los datos, siguen constituyendo una


limitación para las adolescentes a la hora de manifestarse asertivamente (Serrano

y otros, 1994).

Muchos estudios han afirmado que la asertividad suele presentar una curva

ascendente a lo largo de la adolescencia y la juventud, alcanzando sus niveles

máximos a principios de la edad adulta. Respecto a los resultados de nuestro

estudio, observamos una curva descendente; a partir de los 15 años disminuye el

nivel de asertividad. La explicación a este resultado, probablemente, reside en los

procesos de socialización del adolescente árabe.

Por último, el hecho de que se de una diferencia en el nivel de asertividad

de los adolescentes que residen en el centro de las grandes ciudades, con

respecto a los que habitan en la periferia de una gran ciudad podría estar

relacionado con las distintas posibilidades de interacción a las que se expondrían

los sujetos perteneciente a cada uno de estos grupos, siendo estas mucho más

ricas, variadas y exigentes en el caso del centro de las grandes ciudades.

En relación al análisis de regresión, la primera variable seleccionada es la

autoestima. Un elemento vertebrador de la identidad personal, que

inevitablemente conlleva connotaciones valorativas. A la autoestima ha solido

atribuirse un papel determinante en muchos aspectos de la vida del adolescente,

incluido el rendimiento académico y la asertividad. No es seguro que realmente

sean determinantes, pero sí, desde luego, son concomitantes y están entre los

indicadores más sensibles del modo en que los adolescentes van construyendo su

-313-
identidad personal.

En todo caso, el adolescente tiene gran necesidad de reconocimiento por

parte de otros, necesita ver conocida y aceptada su identidad por las personas

-adultos o compañeros- que son significativas para él. Sin tal reconocimiento y

aceptación (necesarios, aunque no suficientes) no puede alcanzar un buen

concepto de sí mismo, una positiva autoestima.

La aparición de la sociabilidad en la ecuación, nos informa de la importancia

del grupo de iguales. A través del grupo, el adolescente aprende a conocer los

problemas de la sociedad y los problemas de los demás, los relaciona y compara

con los suyos propios, lo que le permite comprender la mayor o menor bondad de

sus recursos personales. Poder compartir los problemas con los demás,

comprobar que no es una excepción, que a los demás también les pasan las

mismas cosas, ayuda al adolescente a relativizar sus problemas, comprenderlos

mejor y adquirir la fuerza necesaria para afrontarlos de una manera más

satisfactoria.

-314-
2.- AUTOESTIMA

La medida global de la autoestima fue calculada mediante el sumatorio de

las puntuaciones de los 10 items que miden dicha variable.

TABLA 25.- PUNTUACIONES EN LA ESCALA DE AUTOESTIMA.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 36,556 5,029 37,000 38,000

MUJERES 36,766 5,140 38,000 39,000

HOMBRES 36,341 4,910 37,000 38,000

14 AÑOS 36,314 5,440 37,000 39,000

15 AÑOS 36,841 4,679 37,000 38,000

16 AÑOS 36,958 4,781 38,000 38,000

17 AÑOS 36,369 4,953 37,000 38,000

18 AÑOS 35,933 5,781 37,000 39,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 36,488 5,154 35,000 38,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 36,646 5,182 38,000 39,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 36,736 4,735 37,000 38,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 10 A 50

Con referencia a los datos de la muestra, considerada en su totalidad,

señalar que la media en la puntuación en autoestima es superior a la media teórica

(30) y expresa, pues, una evaluación positiva del sí mismo (Véase Tabla 25).

Las diferencias en las medias obtenidas por los diversos grupos

considerados no son significativas (t=1,29; p<0,1965) en la comparación entre


hombres y mujeres (Gráfica 34).

-315-
Por lo que hace referencia al resto de las comparaciones, los análisis de

varianza únicamente muestran diferencias, aunque tendencialmente, entre los

sujetos que residen en la zona centro de una gran ciudad y los que habitan en una

zona rural o ciudad pequeña (F=2,64; p<0,0721), permaneciendo no significativa


entre los distintos grupos de edad (F=1,02; p<0,3969) (ver Gráficas 35 y 36).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la autoestima y como variables predictoras que en los

análisis de correlación previos fueron significativos (un total de 12) sobre las que

podríamos establecer asociaciones probables. Dichas variables están recogidas

en la Tabla 26.
TABLA 26.-

1.- SOCIABILIDAD 7.- IGUALDAD SEXUAL


2.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 8.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA
3.- APOYO DEL PADRE 9.- COHESION VECINAL
4.- APOYO DE LA MADRE 10.- INSATISFACCION PERSONAL
5.- ASERTIVIDAD 11.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
6.- ARMONIA INTERNA 12.- TOLERANCIA SEXUAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 27.


TABLA 27.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ASERTIVIDAD 0,260532

2.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL 0,231437

3.- INSATISFACCION PERSONAL -0,146110

4.- TOLERANCIA SEXUAL -0,130763

5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL -0,110416

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,46794; R cuadrado=0,21897; R cuadrado ajustada=0,20885

-316-
DISCUSION

Al igual que otros estudios realizados con muestras similares (Serrano y

otros, 1994), la media en la puntuación en autoestima obtenida con la escala de

Rosemberg es superior a la media teórica. Ello permite afirmar, con otros autores,

que la pretendida generalidad y gravedad de la crisis de identidad en los

adolescentes es algo que se ha exagerado sobremanera y que no se corresponde

con la realidad de la mayoría de estos sujetos.

El dato que llama más la atención, es el hecho de que no existen diferencias

entre ambos sexos en una variable expresiva del yo individual y/o autorreferente.

En cambio en España, la autoestima marca diferencias entre los sexos, de tal

manera se observa que la autoestima las mujeres es inferior a la de los hombres


(Serrano y otros, 1994).

Un dato de interés es el hecho de que no hayamos encontrado diferencias


en el nivel de autoestima en función de la edad, como en otros estudios (Serrano y

otros, 1994). En este sentido, algunos indican que la imagen de sí (autoestima)

suele ser peor en la adolescencia temprana (12-14 años) y mejorar en la

adolescencia mayor. Otros, sin embargo, parecen señalar que sería el adolescente
tardío el que tendría una identidad más crítica (Lehalle, 1985; Fierro, 1985).

Nuestros resultados no nos permiten inclinarnos por ninguna de ambas, ni siquiera

a nivel tendencial.

Las diferencias encontradas en el nivel de autoestima entre los

adolescentes que residen en las zonas rurales, frente a los que lo hacen en el

-317-
centro de las grandes ciudades podrían deberse, al menos en parte, a las menores

posibilidades con que cuentan los sujetos del primer grupo (inexistencia de locales

de reunión y/o asociaciones juveniles en su entorno inmediato, ausencia de

alternativas para cubrir el tiempo de ocio, falta de actividades extraescolares

planificadas, etc.) de autoafirmarse en las relaciones interpersonales, en ámbitos

que no sean el contexto familiar o la enseñanza escolar reglada. Junto a ello,

podría ser también importante la influencia de la mass media, sobre todo de la T.V.,

en la creación de un estereotipo de adolescente "urbano" que, en la mayoría de los

casos se aleja bastante de la realidad de los adolescentes que viven en las zonas
rurales. En este punto, coincidimos con la investigación realizada por Serrano y

otros (1994).

El análisis de regresión ofrece una varianza explicada no despreciable

(22%). El coeficiente de determinación múltiple indica una asociación predictiva

clara entre la autoestima y las variables de la ecuación resultante. Ante todo,

señalar la presencia de la la asertividad, con signo positivo. Téngase en cuenta

que la variable autoestima apareció como predictora de la asertividad.

Probablemente, existe entre las dos variables una interacción determinativa.

Aparece en segundo lugar, la satisfacción escolar general, con signo

positivo. Como es lógico el concepto del sí mismo y la propia estimación del

adolescente con satisfacción escolar suelen ser muy positivos. El papel de

estudiante es muy importante para él durante estos años, y los logros académicos

despiertan en él sentimientos de aceptación, con el consiguiente autovaloración

positiva de su persona, que hace aumentar su seguridad. Estas condiciones le

ayudan, precisamente, a superarse y progresar.

-318-
Luego aparece la insatisfacción personal, con signo negativo.

Normalmente, el adolescente tiene gran necesidad de reconocimiento por parte de

otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por otros (padres, escuela,

grupo de iguales, etc.) que son significativos para él. Sin tal reconocimiento y

aceptación no puede alcanzar un buen concepto de sí mismo, una positiva

autoestima.

No es de extrañar la aparición de la tolerancia sexual, con signo negativo,

debido que en el mundo árabe es vista como una desviación.

Finalmente, aparece la antinormatividad grupal, con signo negativo. Resulta

interesante el peso de la norma en el adolescente palestino, por cuanto su

cumplimiento o incumplimiento determina de modo relevante la imagen que se

hace de sí mismo.

-319-
3.- INSATISFACCION PERSONAL

TABLA 28.- PUNTUACIONES DE INSATISFACCION PERSONAL


(FRUSTRACION SOCIAL)

MEDIA

MUESTRA TOTAL 2,341

MUJERES 2,523

HOMBRES 2,153

14 AÑOS 2,000

15 AÑOS 2,195

16 AÑOS 2,367

17 AÑOS 2,675

18 AÑOS 2,091

RURAL O CIUDAD PEQUEÑA 1,969

PERIFERIA GRANDES CIUDADES 2,305

CENTRO GRANDES CIUDADES 2,506

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 0 A 16

La Tabla 28 expresa las puntuaciones medias de la insatisfacción personal

en la muestra global y en los grupos que venimos considerando. Si se tiene en

cuenta que la máxima obtenible es de 16, la media de nuestra muestra resulta

relativamente baja. Los análisis diferenciales arrojan los siguientes resultados:

- Las mujeres expresan una insatisfacción superior a los varones (t=2,40;


p<0,0168) (ver Gráfica 37).

- Por lo que toca a los grupos de edades, el análisis de varianza muestra

diferencias significativas globalmente significativas (F=2,60; p<0,0350) y una

tendencia gradualmente creciente hacia la insatisfacción. A nivel de grupos

-320-
concretos, las diferencias se establecen únicamente entre los adolescentes de 17

años y los de 14 años; el grupo de 17 años presenta la mayor insatisfacción con


respecto los demás grupos (Gráfica 38).

- Según el hábitat, no existen diferencias significativas (F=2,14; p<0,1186) (Gráfica

39).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la insatisfacción personal y como variables predictorias

todas aquellas variables que han sido significativas en los análisis de correlación

previos (un total de 12), para poder establecer asociaciones de tipo hipotéticas.

Las variables están expuestas en la Tabla 29.


TABLA 29.-

1.- APOYO DEL PADRE 7.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


2.- APOYO DE LA MADRE 8.- COHESION VECINAL
3.- SOCIABILIDAD 9.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
4.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 10.- IGUALDAD SEXUAL
5.- RELACION FAMILIAR 11.- TOLERANCIA SEXUAL
6.- ASERTIVIDAD 12.- AUTOESTIMA

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 30.


TABLA 30.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- COHESION VECINAL -O,157832

2.- AUTOESTIMA -0,143360

3.- APOYO DEL PADRE -0,144571

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,31434; R CUADRADO=0,09881; R ajustada=0,09175

-321-
DISCUSION

Al igual que otros estudios realizados con muestras similares (Serrano y

otros, 1994) observamos que la adolescencia palestina como un grupo

relativamente bien adaptado socialmente, con un grado de insatisfacción

perfectamente previsible y, en ese sentido, muy opuesto a la vieja imagen de

individuos problematizados que sufren la "tormenta" de la transición a la juventud y

a la adultez. Las diferencias que hemos constatado entre grupos tienen la misma

dirección que se evidenciaba al analizar la asertividad y la autoestima.

Observamos que el porcentaje de varianza explicada (10%) es bajo. De

todos modos, los resultados nos indican una asociación predictiva, clara entre la

insatisfacción personal y las variables que forman la ecuación. Ante todo, señalar

la presencia de autoestima, como es lógico, con signo negativo.

En primer lugar, aparece la cohesión vecinal, con signo negativo. La

ausencia de una relación entre el entorno del sujeto y su sentimiento comunitario

favorece el asilamiento de las personas, y por consiguiente su insatisfacción.

También aparece en el conjunto los contextos de socialización relevantes:

la familia y la vecindad, expresado por las variables apoyo del padre y la cohesión
vecinal respectivamente. Creemos, al igual que Serrano y otros (1994), que

cuando la situación en estos contextos es positiva, probablemente el adolescente

se encuentre psicológicamente mejor y más satisfecho. Nótese que una de las tres

variables de mayor peso hace referencia al apoyo del padre en concreto. La

explicación puede venir por dos vias. Dado que el apoyo de la madre suele estar

-322-
más presente y ser más incondicional, la referencia al apoyo paterno expresaría la

constatación de una ausencia, de una carencia que se necesita y se echa de

menos. Otra forma de explicar el dato vendría dada por la consideración de la

figura del padre como más estructurante y más determinante de la vida y del clima

familiar, de modo que si su apoyo falla, el malestar y la insatisfacción

correspondiente sería más notable.

En definitiva, observamos que las variables de asertividad, la autoestima y

la insatisfacción personal, por un parte, son variables asociadas a las expresiones

y manifestaciones del "Yo" adolescente; por otra, se trata de variables muy

vinculadas y asociadas a estructuras más estables de la socialización adolescente.

-323-
CAPITULO XII. CONDUCTAS DESADAPTADAS

1.- CONDUCTAS ANTISOCIALES

Como tónica general, los datos que a continuación referimos nos presentan

a los adolescentes poco "antisociales", manifestando haber infringido en muy

escasa medida las normas sociales presentadas (Ver Tabla 31).


Tabla 31.- PUNTUACIONES MEDIAS RELATIVAS A CONDUCTAS ANTISOCIALES.

ROBO AGRESION C.NORMAS VANDALISMO DROGA

M. TOTAL 0,220 1,672 1,399 0,492 0,050


MUJERES 0,078 0,728 0,458 0,260 0,024
HOMBRES 0,364 2,633 2,355 0,724 0,076
14 AÑOS 0,181 1,479 1,231 0,386 0,047
15 AÑOS 0,527 2,130 1,634 0,783 0,138
16 AÑOS 0,177 1,508 1,219 0,442 0,045
17 AÑOS 0,093 1,716 1,458 0,480 0,020
18 AÑOS 0,247 1,682 1,679 0,381 0,012
RURAL 0,560 1,685 1,500 0,443 0,180
PERIFERIA 0,211 1,716 1,283 0,564 0,047
CENTRO 0,132 1,575 1,538 0,402 0,014

RANGO ROBO: 0-11


RANGO AGRESION: 0-15
RANGO CONTRA NORMAS: 0-18
RANGO VANDALISMO: 0-9
RANGO VENTA DE DROGAS: 0-6

Los resultados son bastante congruentes con trabajos parecidos realizados

en contextos culturales distintos al nuestro. Téngase en cuenta que estamos

operando con una muestra muy amplia, representativa de la población

adolescente Palestina. Ello no obsta para que existan bolsas o grupos de

adolescentes delincuentes que, aunque de pequeño peso númerico, puedan

constituir un problema inquietante para la convivencia.

-324-
Tampoco es posible desechar de plano una cierta deseabilidad social en las

respuestas, de modo que los sujetos aminoren la frecuencia de sus conductas

prohibidas, dado el carácter rechazable de las mismas.

No obstante, es obvio que la gran mayoría de los adolescentes está

ajustada socialmente. Lo lógico era encontrar lo que tenemos delante. Un estudio

como el que hemos realizado debe poner de manifiesto que no estamos ante una

población delincuente o predelincuente, pero también evidencia (y esto es lo

central) que ya puede rastrearse indicios o tendencias hacia la antisocialidad.

En la Tabla 31 se observa que las conductas relativas a la venta de drogas,

robo y al vandalismo resultan prácticamente inexistentes. Las conductas de

agresión y los "comportamientos contra normas" siendo todavía muy infrecuentes,


ya comienzan a aparecer (ver Gráficas 40, 41 y 42).

Con objeto de averiguar si las anteriores puntuaciones marcaban

diferencias estadísticamente significativas entre los sexos, las distintas edades y

los distintos lugares de residencia de los sujetos en las variables que configuran las

conductas antisociales (robo, agresión, contra normas, vandalismo y venta de

drogas), llevamos a cabo los análisis oportunos a tal efecto. Téngase en cuenta

que los datos no se distribuyen normalmente, optamos por la utilización de algunas

pruebas no paramétricas dependiendo de cada caso. Así pues utilizamos la

prueba de Kolmogorov-Smirnov para contrastar las diferencias entre ambos sexos;

y la prueba de Kruskall-Wallis para contrastar las diferencias entre las distintas

edades y hábitats.

-325-
Los análisis diferenciales realizados evidencian de modo inequívoco, para

algunas conductas antisociales diferencias significativas entre hombres y mujeres,

siempre a favor de los primeros (Robo: K-S=1,943; p<0,001; Agresión: K-S=6,779;

p<0,000; Contra Normas: K-S=7,731; p<0,000). De modo que, sin duda, puede

afirmarse que los adolescentes varones se caracterizan por ejecutar conductas

antisociales en mayor medida que las adolescentes mujeres. Sin embargo, en las

demás conductas antisociales no se aprecian diferencias significativas

(Vandalismo: K-S=1,087; p<0,188; Venta de Drogas: K-S=0,413; p<0,996).

Por otra parte, es interesante lo que acontece cuando consideramos la

variable edad. En general, no hay diferencias entre los grupos en función de la

edad, aunque en algunos casos aparezcan diferencias, no se trata de algo estable

y perfectamente delimitado (Chi Cuadrado=6,2786; p<0,1793).

No obstante, el grupo de sujetos de 15 años presenta puntuaciones más

elevadas que las de los demás grupos en todos los tipos de conductas antisociales

examinadas (excepto en la conducta antisocial de "contra normas" que la

presentan los sujetos de 18 años). En algunos casos, estas diferencias son

significativas estadísticamente (ROBO: (K-W= CHI CUADRADO=10,4739;

p<0,0332; VANDALISMO: (K-W=CHI CUADRADO=12,6710; p<0,0130; VENTA

DE DROGAS: (K-W=CHI CUADRADO=14,9346; p<0,0048) y en otros casos no

aparece así (AGRESION: (K-W=CHI CUADRADO=2,8023; p<0,5914; CONTRA

NORMAS: (K-W=CHI CUADRADO=6,7991; p<0,1469). Pero lo interesante es la

consideración de la tendencia. Posiblemente, los 15 años constituyen un punto de

inflexión en la conducta desviada del adolescente.

-326-
Cuando se analizan las diferencias relativas a las conductas antisociales,

tomando la puntuación global de los distintos lugares de residencia, se observan

diferencias significativas (Chi Cuadrado=4,6576; p<0,0974). Dichas diferencias

están localizadas entre los sujetos que habitan las zonas rurales y el centro de las

grandes ciudades (K-S=1,339; p<0,055).

Así mismo, se ha realizado un análisis de regresión múltiple (Stepwise), que

permita conocer las variables asociadas a las conductas antisociales, y el conjunto


de ellas que puedan predecirla. Utilizamos como variable criterio las conductas

antisociales, en su puntuación global, y como variables predictoras todas

aquellas, integradas en la investigación y que, hipotéticamente, son susceptibles

de presentar algún grado de relación con el comportamiento antisocial en la

adolescencia y resultaron significativas en los análisis de correlación (un total de

20). Estas variables están recogidas en la Tabla 32.

Tabla 32.-

1.- RELACION FAMILIAR 11.- AUTOESTIMA


2.- CONTROL DEL PADRE 12.- SOCIABILIDAD
3.- CONTROL DE LA MADRE 13.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL
4.- EL VALOR "SER RESPONSABLE" 14.- SATISF. LUGAR RESIDENCIA
5.- EL VALOR "SER LOGICO" 15.- COHESION VECINAL
6.- EL VALOR "ARMONIA INTERNA" 16.- INSATISFACCION PERSONAL
7.- EL VALOR "LEY Y ORDEN" 17.- SATISF. ESCOLAR GENERAL
8.- IGUALDAD SEXUAL 18.- EL VALOR "DINERO Y BIENES MATERIALES"
9.- TOLERANCIA SEXUAL 19.- EL VALOR "RELIGION"
10.- ASERTIVIDAD 20.- POWERLESSNESS

-327-
Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 33.

Tabla 33.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 0,531475


2.- SATISF. LUGAR RESIDENCIA 0,142016
3.- TOLERANCIA SEXUAL 0,119108
4.- SATISF. ESCOLAR GENERAL -0,088551

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,60416; R cuadrado=0,36501; R cuadrado ajustada=0,35811

En la ecuación del análisis de regresión aparecen algunas variables más,

pero con un peso ya insignificante y con una mínima capacidad de aumentar el

coeficiente de determinación. Nótese que el porcentaje de varianza explicada no

es demasiado alto (36%) y que las variables forman un conjunto muy consistente y

muy rico psicológicamente, como luego veremos.

DISCUSION

Aunque los resultados por sí mismos son ya suficientemente expresivos,

vamos a subrayar aquellos elementos que, en mayor medida, contribuyen a

explicar el sentido del comportamiento antisocial de los adolescentes.

Está muy claro el contraste entre los sexos. Tanto en los análisis

diferenciales como en el de regresión, se pone de manifiesto que los varones en su

conjunto ejecutan con más frecuencia conductas antisociales que las chicas.
Creemos, al igual que Serrano y otros (1994), que las pautas de socialización

diferenciales, la agresividad como característica propia del rol masculino, las

oportunidades de este tipo de conductas mucho más favorables a los jóvenes, los

-328-
modelos varoniles agresivos reforzados positivamente tanto en la vida cotidiana

como en los medios de comunicación masivos, pueden dar cumplida cuenta del

fenómeno.

Con relación a la edad, hemos visto cómo va ascendiendo la tasa de

antisocialidad hasta los 15 años. Se trata, pues, de un momento relevante en el

decurso adolescente cara a programas de prevención e intervención social. De

todos modos, antes señalamos que no estamos ante "delincuentes" porque el

índice de conductas antisociales no permite tal lectura. Más bien, habría que

entenderlo como el punto álgido de la "contestación" de los adolescentes, de

ruptura en la búsqueda de su autonomía y de separación con el mundo de sus

mayores.

A partir de los 15 años, el índice casi se mantiene estable, aunque se

aprecian ligeramente fluctuaciones. Obviamente, ello no presupone lo que,

posteriormente, a lo largo de la juventud acontecerá. Las expresiones, ya muy

importantes, de conductas desviadas surgirán en la década de los 20 años, pero

dentro de contextos familiares, sociales y personales muy distintos a los de la

adolescencia. Veamos lo que aporta el análisis de regresión.

El conjunto de variables predictoras presenta un coeficiente positivo, salvo

la satisfacción escolar. Parece, pues, que los comportamientos antisociales van

asociados a una satisfacción con el lugar de residencia, a una valoración positiva

de entender la tolerancia sexual y a una situación escolar problemática.

Sin embargo, la variable clave es la antinormatividad grupal; la influencia del

-329-
grupo de iguales se torna decisiva. Si el adolescente está en un grupo antisocial,

probablemente su comportamiento será del mismo signo. El grupo de iguales es la

principal fuente de normas para el adolescente y, en este caso como en tantos

otros, cumple con plena eficacia su función de homegenización y encuadramiento

sociocomportamental.

También hay que destacar que la valoración positiva que otorga el

adolescente al lugar en el que reside se debe a la cercanía de sus amigos

desviados, y por consiguiente tendrá más oportunidades de contactar con ellos a la

hora de realizar sus actos antisociales.

Por otro lado, la aparición de la tolerancia sexual, con signo positivo, con lo

que supone la ruptura normativa, es un indicador que expresa y se asocia a la

desviación del adolescente.

Finalmente, la insatisfacción escolar es otra de las variables que está en la

base de una relación con conductas antisociales. Como es lógico, los malos

resultados académicos y la percepción negativa del ámbito escolar repercuten en

la presencia de estas conductas.

Por último, es interesante comparar nuestros resultados con los obtenidos

por otros investigadores.

Tradicionalmemte se ha vinculado la adolescencia con la realización de

conductas delictivas. Sin embargo, cuando se analizan por separado cada una de

las conductas que componen el constructo delincuencia (conductas contra

-330-
normas, vandalismo, agresiones contra personas, robo y tráfico de drogas), se

pone de manifiesto, por lo general, que los adolescentes realizan con frecuencia

conductas antisociales leves y apenas se implican en conductas graves.

Resultados similares habían sido encontrados en otros estudios realizados


en España (Informe sobre la Marginación Social del Menor, EDIS, 1981;

Informe sobre la Juventud Navarra, 1983; Psicosociología del Adolescente

Vasco, 1986; Los Jóvenes Andaluces de los 90, 1993; Serrano y otros, 1994).

Otros trabajos realizados en el mundo señalan también que aunque la

mayoría de los jóvenes manifiestan haber cometido en algún momento de su vida

actos antisociales, mayoritariamente se refieren a conductas como viajar sin billete,


romper cristales de casas deshabitadas, comprar y aceptar cosas robadas (West y

Farrington, 1973), escribir en las paredes, romper cristales de las farolas o romper

antenas de coches aparcados en las aceras (Gladstone, 1978).

Estos resultados parecen sugerir, tal como planteaba Funes (1980) que los

adolescentes a veces son vistos como problemáticos simplemente "porque

molestan, porque gritan en el metro, porque van en grupo y se meten con la gente,

porque pisan los jardines, porque se rebelan contra los adultos".

De hecho, muchas de las conductas realizadas por estos jóvenes, entre las

que incluimos las conductas sociales, podrían interpretarse como una forma de

rebelión individual y grupal contra las normas de los entornos convencionales

dirigidos por los adultos (familia, escuela) en un intento de ganar autonomía y de


convertirse a su vez en adultos (Serrano y otros, 1994).

-331-
Los resultados de nuestro estudio revelan que la conducta antisocial que

ocupa el primer lugar entre la adolescencia palestina es la agresión. Este es un

dato a tener en cuenta, pues se trata de ser un elemento diferenciador con

respecto a otros adolescentes de otras culturas. Esta conducta, probablemente, es

fruto de la situación política que atraviesa Palestina debido a la ocupación judía.

Otro de los resultados reseñables de este estudio sería el de las diferencias

entre hombres y mujeres con respecto a la frecuencia de realización de conductas

antisociales. Este es un dato que coincide igualmente con los obtenidos en los

estudios realizados en España, ya citados, y, en general, con los de todos los


autores que trabajan en el área de la delincuencia (Linden y hackler, 1973;

Norland et al., 1979; Morash, 1983; Mirón, 1990; Serrano y otros, 1994).

En la actualidad, para la explicación de estas diferencias se alude,

básicamente, al proceso de socialización diferencial de hombres y mujeres. En

general las chicas son socializadas para tener más en cuenta los sentimientos de

los demás y, por otra parte, suelen estar más vinculadas al grupo familiar y más

supervisadas por los padres durante la adolescencia, todo lo cual limitaría tanto su

disposición como sus oportunidades de aprender y desarrollar conductas

desviadas.

Las diferencias en los índices delictivos de hombres y mujeres serían, de

hecho, uno de los indicadores indirectos de la importancia del proceso de

socialización en la determinación de que un joven se involucre o no en conductas

antisociales.

-332-
La importancia de estos contextos de socialización, y fundamentalmente la

importancia del entorno del grupo de iguales, se confirma en los resultados de este

trabajo.

La adolescencia es una etapa vital en la que el grupo de amigos se

convierte en un referente prioritario para el individuo. La literatura en el área indica

que los adolescentes pasan la mayor parte del tiempo con sus iguales y que

tienden, en muchos aspectos, a guiarse por las expectativas del grupo antes que
por las de los padres. Autores como Siman (1977) incluso sugieren que el grupo

sirve como filtro a través del cual pasan las normas de los padres antes de adquirir

significado total para el adolescente. En cualquier caso, parece claro que el grupo

proporciona al joven la oportunidad de aprender y desarrollar actitudes y conductas

en un entorno caracterizado por la igualdad antes que por la dependencia, y que

estas relaciones de igualdad son un elemento imprescindible en el proceso de

desarrollo de la propia identidad.

Así, lo que parece determinante en la involucración en conductas

antisociales no es tanto la vinculación a un grupo, como el tipo de grupo con el que

se vincula. La importancia de los amigos desviados para la propia delincuencia del

adolescente es uno de los hallazgos más consistentes de la literatura en el área de


la delincuencia juvenil (Elliot et al., 1982; Morash, 1983, 1986); sin embargo, los

estudios más recientes señalan que la vinculación a grupos desviados suele estar

precedida por una ausencia de vinculación a instituciones convencionales en


general y a la familia en particular (Linden y Fillmore, 1981; Patterson y Dishion,

1985; Kandel y Andrews, 1987; Simons el al., 1988; Mirón et al., 1988; Mirón,

-333-
1990; Serrano y otros, 1994).

Por último, es interesante comparar nuestros resultados con los obtenidos


por Serrano y otros (1994).

La gran mayoría de los adolescentes palestinos y españoles están

ajustados socialmente, a pesar de que pueden rastrearse indicios o tendencias

hacia la antisocialidad.

Los resultados encontrados por ambos trabajos, afirman que los

adolescentes varones se caracterizan por ejecutar conductas antisociales en

mayor medida que las adolescentes mujeres.

En lo que se refiere a la edad, se constata un progresivo aumento de la tasa

de antisocialidad en torno a los 15 años en Palestina (16 años en España). Se

trata, pues, de un punto de inflexión que conviene tener en cuenta a efectos de

prevención e intervención.

Finalmente, cabe señalar como elemento diferenciador, a parte de lo

anterior, de ambos adolescentes, el hecho de que la primera conducta antisocial

ejecutada por los adolescentes palestinos es la "agresión" seguida por los

"comportamientos contra normas"; en cambio en España, esta última ocupa el

primer lugar.

-334-
2.- CONSUMO DE DROGAS

2.1.- CONSUMO DE TABACO

Aunque en el Cuestionario General la escala correspondiente va de 0 a 5

puntos en función del grado de consumo, a efectos de mayor expresividad vamos

a presentar los datos del siguiente modo: Por una parte, los relativos a los puntos 1

y 2 de la escala, lo que vamos a categorizar como "consumo esporádico"; por otra

parte, los puntos 3, 4 y 5, que puede entenderse como "consumo frecuente". Ello

permite una presentación más expresiva de los datos y una interpretación más

integrada de los mismos.

TABLA 34.- PUNTUACIONES DEL CONSUMO DE TABACO (ver Gráficas 43, 44 y 45).

NUNCA CONSUMO CONSUMO


ESPORADICO FRECUENTE

M. TOTAL 65,3 30,2 4,5


MUJERES 83,1 16,3 0,6
HOMBRES 47,4 44,2 8,4*
14 AÑOS 76,0 21,6 2,4
15 AÑOS 70,7 26,4 3,0
16 AÑOS 71,5 23,6 4,9
17 AÑOS 53,8 41,0 5,4
18 AÑOS 52,9 38,8 8,3*
RURAL 76,6 17,1 6,3
PERIFERIA 69,3 27,8 2,8
CENTRO 56,2 37,5 6,3*

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Una mera lectura de los resultados relativos a la muestra total ya son muy

esclarecedores: un pequeño porcentaje (4,5%) casi insignificante fuma

frecuentemente, más del 65% no lo ha consumido nunca y el porcentaje restante lo

ha probado (ver Tabla 34).

-335-
Cuando realizamos las correspondientes pruebas de diferencias según el

consumo frecuente, hallamos lo siguiente:

(1) Los chicos fuman significativamente más que las chicas (p<0,01).

(2) A lo largo de la edad se produce un aumento del consumo (p<0,01). Y

los sujetos de 18 años son los que más consumen.

(3) Por último, la comparación en función del lugar de residencia (Area

rural/ciudad pequeña, ciudad grande/centro y ciudad grande/barrio) muestra

diferencias importantes. Los jóvenes que viven en las grandes ciudades consumen

más tabaco que los que viven en las zonas rurales (p<0,01).

Con objeto de profundizar en el sentido del hábito de fumar, hemos


realizado un análisis de regresión múltiple, tomando como variable criterio

consumo de tabaco y como predictoras aquellas variables incluidas en la

investigación y fueron significativas en el análisis de correlación (un total de 17)

sobre las que podríamos establecer asociaciones hipotéticamente (Tabla 35).


Tabla 35.-

1.- RELACION FAMILIAR 10.- AUTOESTIMA


2.- CONTROL DEL PADRE 11.- VALOR RELIGION
3.- CONTROL DE LA MADRE 12.- ARMONIA INTERNA
4.- SOCIABILIDAD 13.- SER RESPONSABLE
5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 14.- IGUALDAD SEXUAL
6.- SATISF. LUGAR RESIDENCIA 15.- TOLERANCIA SEXUAL
8.- COHESION VECINAL 16.- INSATISFACCION PERSONAL
9.- ASERTIVIDAD 17.- SATISF. ESCOLAR GENERAL

-336-
Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 36.

Tabla 36.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 0,337447


2.- VALOR RELIGION -0,141182
3.- ASERTIVIDAD 0,158445
4.- CONTROL DE LA MADRE -0,112509
5.- AUTOESTIMA -0,119284

Nota: Los índices mostrados en el análisis de regresión fueron:


R=0,44030; R CUADRADO=0,19386; R CUADRADO AJUSTADA=0,18337

DISCUSION

La conducta de fumar no es habitual entre los adolescentes palestinos; eso

sí, existe un tercio de los adolescentes que probaron el tabaco. Llama la atención

la no existencia de consumo diario entre las mujeres. En una cultura como la

árabe, los agentes de socialización son muy estrictos en este sentido.

Los chicos manifiestan un mayor consumo de tabaco. Los varones

presentan, en la mayor parte de los estudios, unos niveles de consumo de tabaco,

superiores a las mujeres, debido a la mayor libertad masculina y la existencia de

menores restricciones para moverse en círculos donde sea frecuente el consumo.

Algunas investigaciones (Recio Adrados, 1991; Serrano y otros, 1994;

Luengo et al., 1996) constatan una cierta tendencia a la nivelación entre ambos

sexos; incluso un consumo más frecuente de las chicas sobre los adolescentes

varones. Sin embargo, los resultados palestinos no pueden corroborar la

afirmación anterior.

A medida que crecen los sujetos, se observa un aumento en la tasa de

-337-
fumadores. La explicación más lógica, contrastada por otros estudios, reside en la

pérdida progresiva del control familiar y la aparición de influencias provenientes de

muy distintos ámbitos sociales.

El análisis de regresión presenta una varianza explicada del 19%, no es

alta, lo cual nos indica la existencia de otras variables que expliquen mayor

variabilidad.

Así pues, el consumo de tabaco se asocia positivamente con grupos

desviados y asertividad. Y negativamente con la autoestima, con el control de la

madre y la religión. De este modo, tendríamos que la función encontrada nos

permite apuntar una tendencia en el sentido de que se dará un mayor grado de

consumo de tabaco en aquellos adolescentes que, presentando una alta

puntuación en asertividad, tienen un mayor nivel de interacción con iguales

desviados. Dado el carácter antinormativo, el hecho de que el adolescente

interactúe con iguales desviados podría funcionar como un facilitador de la

exhibición de tales comportamientos (consumo de tabaco), bien por el aprendizaje

directo bien por el aprendizaje vicario que el adolescente haya obtenido en el seno

del grupo de iguales desviados.

Aparece también en la ecuación el control de la madre con un signo

negativo. Dado que la supervisión de la madre es importante, de modo que si su

control falla el consumo de tabaco será más notable.

-338-
2.2.- CONSUMO DE ALCOHOL

Si bien en el Cuestionario General hemos asignado dos items relativos al

consumo de alcohol, diferenciando cerveza y vino de los licores, con objeto de

tener una visión menos dispersa y más integrada, hemos agrupado los datos

provenientes de dichos items. Además, en vez de expresar las puntuaciones en

base a sus valores medios, hemos optado por traducirlos en porcentajes, de modo

que en la Tabla 37 se recoge los porcentajes de individuos que manifiestan un

contacto con el alcohol (una o dos veces, y varias veces al año) y aquellos de un

consumo esporádico (varias veces al mes, y varias veces a la semana).

TABLA 37.- PUNTUACION SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL (ver Gráficas 46, 47 y 48).

CONTACTO

M. TOTAL 3,1
MUJERES 1,2
HOMBRES 4,0*
14 AÑOS 0,6
15 AÑOS 3,0
16 AÑOS 2,6
17 AÑOS 2,6
18 AÑOS 6,0*
RURAL 2,7
PERIFERIA 1,7
CENTRO 3,8*

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Los datos relativos a la muestra total proporcionan una instantánea de la

adolescencia en su conjunto: un 97% no consumió nunca y el pequeño porcentaje

restante como mucho ha tenido contacto con alcohol. Por otra parte, el análisis de

las diferencias entre los grupos considerados refleja lo siguiente:

(1) El contacto con el alcohol es mayor entre los chicos que entre las chicas

-339-
(p<0,01).

(2) La comparación por edades indica que los adolescentes de 18 años han

tenido mayor contacto que los demás grupos de edad (p<0,01).

(3) Por último, la comparación en función del lugar de residencia, se

constata que los jóvenes que viven en el centro de las grandes ciudades son los

que mayor contacto han tenido con el alcohol (p<0,01).

Del mismo modo que en el caso del consumo de tabaco, hemos realizado

un análisis de regresión múltiple (stepwise), tomando como criterio el consumo de

alcohol.

TABLA 38.- RESULTADOS DEL ANALISIS DE REGRESION SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL.

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 0,209242


2.- SOCIABILIDAD 0,174121
3.- RELACION FAMILIAR -0,128764

Nota: Los índices mostrados en el análisis de regresión fueron:


R=0,27745; R CUADRADO=0,07698; R CUADRADO AJUSTADA=0,06900

DISCUSION

De acuerdo con nuestros resultados, se constata que hay un pequeño

porcentaje de los adolescentes palestinos han tenido contacto con el alcohol, sea

cerveza/vino o licores. Probablemente, una pequeña parte de este consumo fue

practicada por adolescentes palestinos de religión cristiana. Téngase en cuenta

entre nuestros encuestados se encuentran adolescentes que profesan dicha

-340-
religión. También, sin olvidar que la adolescencia es, sin duda, un momento

especialmente proclive para el comienzo e instalación de tales hábitos. Y ello en

razón a las características propias de esta etapa del desarrollo personal, tales

como la necesidad y búsqueda de nuevas experiencias, la expresión de la propia

autonomía, el cuestionamiento de las reglas sociales, la tendencia a conductas


grupales, etc. (Serrano y otros, 1994).

Por otra parte, los resultados de nuestro estudio confirman que los varones

presentan unos niveles de contacto con el alcohol superiores a las mujeres, debido

a la mayor libertad masculina y la existencia de menores restricciones para

moverse en círculos donde sea frecuente el consumo. Realmente, esta conclusión

no constituye ninguna novedad porque ha sido subrayada anteriormente por


muchos investigadores (Elzo et al., 1992; Serrano y otros, 1994; Luengo et al.,

1996).

La comparación por edad indica que, en general, el contacto con el alcohol

es llevado a cabo por los adolescentes de 18 años. Este es un dato interesante si

tenemos en cuenta que esta es la edad en la que los jóvenes están en la mayoría

de edad. Por otra parte, la aparición del contacto a esta edad reside,

probablemente, en la pérdida progresiva de control familiar y la aparición de

influencias provenientes de muy distintos ámbitos sociales.

No obstante, también con respecto al lugar de residencia, se constata que

los adolescentes que residen en el centro de las grandes ciudades han tenido

contacto con el alcohol más que otros lugares. Probablemente, se debe a la

cercanía de los lugares de venta, y por consiguiente tendrán más oportunidades de

-341-
contactar con ellos.

Los resultados del análisis de regresión, a pesar de que el valor de la

varianza explicada es bajo, pero no despreciable, muestran que el consumo de

alcohol se asocia positivamente a la existencia de un marco grupal que propicie

este tipo de conductas. También el consumo se asocia predictivamente con

relaciones familiares negativas.

2.3.- CONSUMO DE DROGAS ILEGALES (cánnabis, heroína y cocaína)

Agrupando los datos referidos a drogas ilegales (cánnabis, heroína y

cocaína) que señalamos en el Cuestionario, distinguimos lo que puede categorizar

como:

(1) "Contacto con drogas": Se trata de sujetos que las han probado (ver

Gráficas 49, 50 y 51).

(2) "Consumo esporádico": Sujetos que consumen de modo no sistemático

e infrecuente.

-342-
TABLA 39.- PUNTUACIONES DE CONSUMO DE DROGAS ILEGALES.

CONTACTO

M.TOTAL 0,5
MUJERES 0,0
HOMBRES 1,0
14 AÑOS 0,0
15 AÑOS 1,8
16 AÑOS 0,4
17 AÑOS 0,0
18 AÑOS 1,2
RURAL 0,7
PERIFERIA 0,2
CENTRO 0,3

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

A tenor de los datos disponibles, la relación con las drogas ilegales no pasa

de un ligero contacto, sin duda, marginal, desde la perspectiva, insistimos, del

conjunto de la población adolescente. Nótese que estamos hablando del conjunto

de los adolescentes palestinos y de ahí que lo marginal cuantitativamente apenas

aparezca en la imagen de la totalidad.

Los datos sobre el consumo de drogas se muestran en la Tabla 39. El


porcentaje de sujetos que manifiestan contacto de cualquiera de las drogas

ilegales que se citan resulta muy bajo.

Las diferencias referidas a este contacto se dan a nivel de edades y hábitat.

La edad de 15 y 18 son los que han tenido el mayor contacto, seguidos por

los sujetos de 16 años (p<0,0000).

En lo que respecta al hábitat, se observa que los adolescentes de ciudades

-343-
pequeñas o ámbitos rurales son los que tuvieron el mayor contacto (p<0,0000).

2.4.- CONSUMO DE INHALANTES (PEGAMENTOS, GASOLINA, COLAS,

ETC.)

Aunque en el Cuestionario General la escala correspondiente va de

0 a 5 puntos en función del grado de consumo, a efectos de mayor expresividad

vamos a presentar los datos agrupándolos del siguiente modo:

(1) "Contacto con drogas": Se trata de sujetos que las han probado.

(2) "Consumo esporádico": Sujetos que consumen de modo no sistemático

e infrecuente.

TABLA 40.- PUNTUACIONES DE CONSUMO DE INHALANTES.

CONTACTO

M.TOTAL 6,4
MUJERES 5,0
HOMBRES 7,8*
14 AÑOS 3,0
15 AÑOS 4,2
16 AÑOS 7,5*
17 AÑOS 8,6*
18 AÑOS 7,2*
RURAL 5,4
PERIFERIA 4,7
CENTRO 9,3*

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Los datos, expresados en porcentajes, relativos al consumo de inhalantes,

se contienen en la Tabla 40. Al establecer comparaciones entre los grupos que

estamos considerando, constatamos lo siguiente:

-344-
(1) El mayor contacto con los inhalantes ha tenido lugar entre los varones

(p<0,01).

(2) La comparación por edades indica que la adolescencia temprana (14-15

años) son los que menos contacto ha tenido con esta droga (p<0,01).

(3) Por último, el mayor contacto con los inhalantes tuvo lugar entre los

adolescentes que habitan el centro de las grandes ciudades (p<0,01).

2.5.- CONSUMO DE ANFETAMINAS (SIN SER RECETADOS)

Agrupando los datos del mismo modo que el caso anterior:

(1) "Contacto con drogas": Se trata de sujetos que las han probado.

(2) "Consumo esporádico": Sujetos que consumen de modo infrecuente.

TABLA 41.- PUNTUACIONES DE CONSUMO DE ANFETAMINAS.

CONTACTO

M.TOTAL 6,1
MUJERES 6,1*
HOMBRES 5,8
14 AÑOS 4,7
15 AÑOS 6,6*
16 AÑOS 6,8*
17 AÑOS 6,3*
18 AÑOS 6,0*
RURAL 6,3*
PERIFERIA 6,5*
CENTRO 5,4

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

-345-
Los datos, expresados en porcentajes, relativos al consumo de

anfetaminas, se contienen en la Tabla 41. Al establecer comparaciones entre los

grupos que estamos considerando, constatamos lo siguiente:

(1) El mayor contacto con las anfetaminas ha tenido lugar entre las chicas

(p<0,01).

(2) La comparación por edades indica que los adolescentes de 14 años son

los que menos contacto han tenido (p<0,01).

(3) Por último, el mayor contacto lo han tenido los adolescentes que habitan

el centro de las grandes ciudades (p<0,01).

2.6.- CONSUMO DE TRANQUILIZANTES (SIN SER RECETADOS)

Hemos agrupado los datos del mismo modo que en los casos anteriores.
TABLA 42.- PUNTUACIONES DE CONSUMO DE TRANQUILIZANTES.
CONTACTO
M.TOTAL 11,9
MUJERES 10,6
HOMBRES 13,2*
14 AÑOS 4,7
15 AÑOS 11,4
16 AÑOS 10,8
17 AÑOS 14,8
18 AÑOS 20,3*
RURAL 9,0
PERIFERIA 12,3*
CENTRO 12,4*
LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

-346-
Los datos, expresados en porcentajes, relativos al consumo de

tranquilizantes, se contienen en la Tabla 42. Al establecer comparaciones entre los

grupos que estamos considerando, constatamos lo siguiente:

(1) Los varones han mantenido mayor contacto con los tranquilizantes que

las mujeres (p<0,01).

(2) La comparación por edades indica que los adolescentes de 18 años son

los más contacto que han tenido (p<0,01).

(3) Por último, el mayor contacto ha tenido lugar entre los adolescentes que

habitan las grandes ciudades (p<0,01).

DISCUSION

Antes de nada parece necesario señalar que el comportamiento de los


adolescentes ante las sustancias conocidas vulgarmente como "drogas", desde los

porros hasta la heroína, tienen un peso marginal desde un punto de vista

cuantitativo (concretamente, 0,2% en cánnabis, el mismo porcentaje en cocaína, y

0,1% en heroína). Con lo cual se niega que pueda haber adolescentes adictos a

este tipo de drogas, e incluso que haya ámbitos sociales o geográficos donde el

consumo sea importante.

Las diferencias referidas a este contacto se dan a nivel de sexos, edades y

hábitats. Las mujeres nunca han tenido contacto con este tipo de drogas.

-347-
Probablemente, debido a la menor libertad femenina y la existencia de mayores

restricciones para moverse en círculos donde sea frecuente el contacto.

Merece una mayor atención, a nuestro entender, este otro resultado: el

hecho de que los sujetos de 15 años son el porcentaje más alto que tuvo contacto

con las drogas. La importancia de esta conclusión es doble: Por una parte, se

puede considerar como la edad de inicio al consumo de drogas. Téngase en

cuenta, la no existencia de consumo antes de esta edad. Y por otra, esta misma

edad es la que más realizaba las conductas antisociales. Por consiguiente, al estar

hablando del inicio en el consumo de drogas ilegales, este resultado, puede tener

un valor epidemiológico y apunta la necesidad de iniciar las campañas de

prevención a esta edad o un poco antes.

Por otra parte, la edad de 18 años como el segundo grupo que ha

mantenido contacto con las drogas, no se puede obviarse. La explicación más


lógica, contrastada por otros estudios (Serrano y otros, 1994), reside en la

disminución del control familiar por considerarse mayor de edad, y la aparición de

influencias provenientes de muy distintos ámbitos sociales.

En lo que se refiere al consumo de inhalantes. Se observa, en relación con

las otras drogas ilegales vistas en este estudio, un aumento del consumo.

Probablemente, por ser fáciles de adquirir.

Cuando analizamos el consumo en relación al sexo, de nuevo encontramos

que los chicos han mantenido mayor contacto que las mujeres.

-348-
En relación con la edad, se constata un incremento lineal en el contacto con

los inhalantes hasta los 17 años y luego desciende ligeramente. Probablemente,

este aumento se debe a la búsqueda de sensaciones, y a los 18 años empiezan a

darse cuenta de los efectos peligrosos de estas sustancias sobre la salud, y por

consiguiente, disminuye el contacto.

Finalmente, el hecho de encontrar que el mayor consumo se realiza en el

centro de las grandes ciudades. Probablemente, se debe, como señalamos

anteriormente en el consumo de alcohol, a la cercanía de los lugares de venta.

Por lo que respecta a las drogas legales (anfetaminas y tranquilizantes),

al igual que el caso anterior, el consumo es notable.

En relación con el sexo, se produce todo lo contrario que encontramos en el

caso de los inhalantes, es decir, globalmente, la mujer ha mantenido mayor

contacto que el varón. Probablemente, la mujer experimentó por la creencia de que

esta droga mejora determinadas habilidades físicas y psicólogicas.

Por otra parte, la edad se relaciona con el contacto, observándose un

menor contacto en la adolescencia temprana (14 años). Probablemente, se debe

al mayor control familiar sobre esta edad.

Finalmente, habría que subrayar, el hecho de que los adolescentes del

centro de las grandes ciudades tuvo el menor contacto que los distintos hábitats.

Probablemente, por prestar mayor atención a otras drogas.

-349-
Y por último, los tranquilizantes. Es la droga más consumida por los

adolescentes. Así, observamos más del 20% de los sujetos de 18 años, mantuvo

contacto. Probablemente, se debe a la situación de estrés en que encuentran

estos sujetos por encontrarse en el último curso del instituto donde se decide su

paso a la universidad.

Finalmente, podemos concluir que la adolescencia es la edad en la que se

produce mayoritariamente el inicio en el consumo de estos nocivos productos. En

segundo lugar, no todos los patrones de consumo y las variables demográficas

(edad y el sexo) tienen la misma trascendencia en la adolescencia. Finalmente, los

factores de riesgo pueden encontrarse en diversos ámbitos: desde el punto de

vista escolar, motivados por una mala adaptación al centro o la escasa integración

en su actividad, el bajo rendimiento y la ausencia de expectativas, de las propias

características personales de cada alumno, tales como falta de autonomía, baja

autoestima, falta de responsabilidad o la poca tolerancia a la frustración, e incluso

en el propio ámbito familiar, a través de una excesiva protección, la falta de

comunicación o situaciones familiares conflictivas, mientras que también en las

relaciones con el grupo, a través de una posición de debilidad frente al grupo, o

excesiva dependencia, pueden encontrarse factores de riesgo a tener en cuenta.

Así pues, la familia, la escuela y la propia sociedad constituyen los ejes

básicos a la hora de diseñar y desarrollar los programas y estrategias de actuación

de cara a prevenir las drogodependencias entre los jóvenes, para lo cual también

es fundamental un estrecho conocimiento y control de los factores de riesgo, como

señalamos anteriormente, que pueden provenir, del medio educativo, de las

características personales del individuo, de sus relaciones con el grupo, del

-350-
entorno familiar o incluso de determinantes socio-culturales.

-351-
CAPITULO XXIII. OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA
ADOLESCENCIA

OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA ADOLESCENCIA

Con los mismos criterios de agrupamiento de las distintas variables sociales

(muestra total, sexo y lugar de residencia) hemos registrado la valoración del

adolescente sobre su tiempo de ocio según los criterios antes mencionados.

En la Tabla 43 se expresa, a nivel de porcentajes, la frecuencia con que se


practican las actividades de ocio propuestas (ver Gráficas 55, 56 y 57). Las

actividades más practicadas a diario, son, conversar con la familia, ver televisión,

escuchar radio y charlar con los amigos. Y continuación, en menor medida,

escuchar música, hacer deporte, lectura (periódicos, revistas, comics) y ir a

reuniones religiosas.

Para los "fines de semana" destaca sobre todas las demás actividades

pasear, hacer deporte y lectura (revistas, periódicos y comics).

Las actividades más realizadas durante las vacaciones son, excursiones,

pasear y lectura (libros, revistas, comics y periódicos). A continuación

pasatiempos, ver T.V. y escuchar radio y hacer deporte.

-352-
TABLA 43.- PORCENTAJES DE RESPUESTA A LOS ITEMS DE ACTIVIDADES DE OCIO PARA LA MUESTRA TOTAL.

NUNCA RARAS VACACIONES FIN SEMANA DIARIO

VECES

PASEAR 16,6 38,7 20,6 14,0 6,0

H. DEPORTE 14,7 40,4 11,8 13,2 19,9

EXCURSION 31,9 30,9 30,1 6,3 0,7

CINE 83,6 9,9 3,6 2,2 0,6

CONCIERTOS 50,4 36,0 8,2 3,9 1,5

MUSEOS 74,9 16,5 5,7 2,3 0,6

V. DEPORTE 51,0 27,4 6,8 8,9 5,9

CONFEREN. 66,6 21,3 5,1 4,0 3,0

TEATRO 80,0 12,3 4,0 2,2 1,5

LIBROS 6,4 36,4 27,5 8,9 20,6

REVISTAS 9,3 44,4 19,5 10,9 15,9

PERIODICOS 10,4 47,5 13,7 9,9 18,4

COMICS 10,9 45,0 18,4 10,3 15,4

RADIO 6,7 38,2 10,9 7,6 36,6

T.V. 5,6 27,4 12,0 5,2 49,9

BAILAR 82,7 11,6 2,3 1,6 1,7

COMER/CENAR FUERA 50,1 36,5 5,5 4,5 3,4

CHARLAR CON AMIGOS 10,0 38,8 8,4 7,6 35,3

CHARLAR CON FAMILIA 2,7 22,6 6,6 8,8 59,4

MUSICA 29,7 32,8 7,2 5,4 24,9

S. JUEGO 80,0 12,8 4,1 1,7 1,4

CARTAS 51,8 32,2 9,7 2,3 3,9

PASATIEMPOS 25,7 46,0 12,7 7,3 8,3

R. POLITICA 65,4 21,3 4,5 4,1 4,7

R. RELIGIOSA 29,8 37,9 8,9 8,9 14,5

NO HACER NADA 51,1 33,7 7,6 3,3 3,5

-353-
Aún más nítido resulta lo que nunca o casi nunca se hace. Las

actividades relacionadas con la cultura y los espectáculos (cine, conciertos,

museos, conferencias, teatro, espectáculos deportivos y escuchar música),

algunas actividades de relación (jugar a las cartas, ir a salas de juego, asistir a

reuniones políticas y religiosa), actividades de diversión y relación social (ir a bailes

y discotecas, comer o cenar fuera de casa) y otras de difícil clasificación pero

claramente pasivas como son los pasatiempos y el estar sin hacer nada.

Dado que este conjunto de actividades se mantiene prácticamente idéntico

en todos los agrupamientos realizados -con ligeras alteraciones que luego

expondremos- es conveniente resumirlas para aclarar un posible perfil de ocio

adolescente (ver Tabla 44).


Tabla 44.- Resumen de actividades de ocio de los adolescentes.

A DIARIO FINES DE SEMANA NUNCA O CASI NUNCA

Conversar familia Pasear Cine


Ver T.V. Hacer deporte Conciertos
Escuchar radio Lectura revistas, comics y periódicos Museos
Conversar con amigos Conferencias
Escuchar música Teatro
Leer libros Bailar
Hacer deporte Cenar/comer fuera de casa
Lectura periódicos, revistas y comics Ir a salas de juego
Reuniones religiosas Jugar cartas
Pasatiempos
Reuniones políticas
No hacer nada

-354-
ANALISIS DIFERENCIALES

Vamos a exponer a continuación cuales son las prácticas de ocio en función

de las variables que venimos considerando. Téngase en cuenta que ahora

hablamos en términos relativos y no absolutos, de modo que el hecho de practicar

un grupo en mayor medida una actividad, no implica que el otro -con que se

compara- la practique poco; simplemente la realiza en menor medida.


TABLA 45.- FRECUENCIA DE PRACTICAS DE OCIO EN MUJERES Y HOMBRES EXPRESADAS EN PORCENTAJES.

MUJER HOMBRE

A DIARIO FINES EN VACAC. A DIARIO FINES EN VACAC.

SEMANA SEMANA

PASEAR 3,8 9,0 23,2** 5,6** 19,0* 18,0

HACER DEPORTE 14,3 6,0 8,9 25,4* 20,4* 14,7*

EXCURSION 25,8 34,5*

VER DEPORTE 0,2 1,2 2,2 11,6* 16,6* 11,4*

LIBROS 15,2 8,8 38,0* 26,2* 9,1 16,9

REVISTAS 11,2 11,9 29,8* 20,6** 9,8 9,0

PERIODICOS 14,2 9,5 18,0* 22,6* 10,3 9,5

COMICS 12,4 10,0 21,6* 18,5** 10,5 15,2

RADIO 35,6 9,2** 14,4* 38,3** 6,1 7,3

T.V. 46,1 5,3 15,6* 53,6* 5,1 8,5

CONVERSAR CON AMIGOS 33 7,5 6,5 37,6**

CONVERSAR CON FAMILIA 55,7 9,1 63* 8,4

MUSICA 28,7** 5,6 20,9 5,2

CARTAS 2,6 13,4* 5,2** 5,9

PASATIEMPOS 8** 8,2** 14,3 2,4 6,3 11,1

REUNIONES RELIGIOSAS 5,6 6,6 7,8 23,7* 11,3* 10,1

(*) significativo para p=0,01, (**) significativo para p=0,05

-355-
En la Tabla 45 aparecen los porcentajes de respuesta para las categorías
más sobresalientes. Las mujeres dedican su ocio diariamente, a escuchar música

y pasatiempos. Los varones, en cambio, se caracterizan por la prática de distintas


actividades:

1.- Pasear, hacer y ver deporte.

2.- Lectura (libros, revistas, periódicos y comics).

3.- Ver T.V. y escuchar radio y música.

4.- Actividades de relación (conversar con la familia y amigos, jugar


las cartas y ir a reuniones religiosa).

En cuanto a las actividades practicadas los fines de semana, las mujeres

dedican su ocio a escuchar la radio y pasatiempos. En cambio, los varones

prefieren los paseos, practicar y ver deportes, además de acudir a reuniones


religiosas.

Las vacaciones para los hombres son ideales para ir de excursiones y

practicar y ver deporte. En cambio, las mujeres, dedican su ocio a la lectura (libros,
revistas, comics y periódicos), ver T.V. y escuchar radio, pasear y jugar cartas.

-356-
TABLA 46.- FRECUENCIA DE PRACTICAS DE OCIO EN FUNCION DEL LUGAR DE RESIDENCIA.

PERIFERIA CENTRO

RURAL GRANDES CIUDADES GRANDES CIUDADES

D FINES V D FINES V D FINES V

S S
I A I A I S A
E E
A
M C A M C A E C
R A A
A R N A R M A
I N
A
C I C I A C
O
A
I O I O N I

O O A O

N N N

E E E

S S S

PASEAR 10 17,3** 27,3* 10,4 12 23,5 10,2 15,7 14,4

HACER DEPORTE 19,6 12 11,1 21,8* 14,1* 10,9 17,1 12,2 13,3**

EXCURSION 0,6 8,3* 25,7 0,8 5 30,2 0,6 7,8 31,3*

VER DEPORTE 7,2* 16,4* 6,4 6,3 8,2 7,8* 5 7,7 5,5

LIBROS 27* 6,3 20,7 21,2 8,8 27,7 18 10,1* 29,4**

REVISTAS 17,8 14,2* 17 14,4 11 20,4* 17,5 9,7 18,9

**

PERIODICOS 19,1 10,9** 18,2** 16,2 9,7 12,5 21,3** 9,9 14,2

COMICS 13,7 11,9* 22,9* 15,1 10,9 17,2 16,6** 8,8 18,8

RADIO 32,2 11* 12,8* 34,5 7,1 11,1 41* 7,4 9,9

T.V. 47,7 3,6 15,3* 45,3 5,2 14,3 57,1** 5,5* 7,8

CONVERSAR CON AMIGOS 30,6 8,1 14,4* 33 7,1 8,8 39,9* 8,1 5,9

CONVERSAR CON FAMILIA 46,8 12,8** 10,1** 57,1 8 6,4 66,4* 8,6 5,8

MUSICA 16,1 8,5* 9,4* 20,9 6,1 8,4 33,5* 3,4 4,9

CARTAS 3,7 2,8** 7,5 3,9 2,7 9,7 4,2* 1,1 10,2*

PASATIEMPOS 8,4 7,5 13,1 8,3 7,6* 13,6* 8,5 6,6 11,3

REUNIONES RELIGIOSAS 7,7 3,3 6,7 14 8,9 8,6* 15,1* 9,9* 7,7

(*) significativo para p=0,01, (**) significativo para p=0,05

-357-
En la Tabla 46 se presentan los datos relativos a los lugares de residencia
(ver Gráficas 58, 59 y 60). En cuanto a las actividades practicadas a diario se

aprecia que los sujetos que viven en las zonas rurales prefieren ver deporte y la

lectura de libros y revistas; mientras los que residan en la periferia de las grandes

ciudades sólo practican deporte. En cambio, los centro de dichas ciudades sus

actividades se centran en la lectura de periódicos y comics, escuchar radio y


música, ver T.V., conversar con la familia y los amigos y juegar las cartas.

En cuanto a las actividades del fin de semana. Los sujetos que residan en

las zonas rurales prefieren pasear, ir de excursiones y ver deporte, la lectura de

revistas, periódicos y comics, escuchar radio y música, conversar con la familia y

jugar las cartas. Mientras los residentes en la periferia prefieren hacer deporte y

jugar al pasatiempos. En cambio los del centro prefieren leer libros, escuchar la
radio y ir a reuniones religiosas.

Finalmente en las vacaciones. Los que viven en las zonas rurales prefieren

pasear, la lectura de libros y comics, escuchar radio y música, ver la T.V., y

conversar con la familia y los amigos. Los de la periferia, en cambio, prefieren ver

deporte, leer revistas, jugar al pasatiempos y ir a reuniones religiosas. En cambio

los del centro de las grandes ciudades, sus vacaciones, transcurren entre
excursiones, hacer deporte, lectura de libros y jugar cartas.

-358-
TABLA 47.- PORCENTAJES DE RESPUESTA PARA LOS ITEMS DE OCIO SEGUN LAS EDADES.

DIARIO

14 15 16 17 18

PASEAR 9,4 7,2 10,6 10,6 15,9*

HACER DEPORTE 21,4* 21,9* 21,9* 17,4 17,9

VER DEPORTE 5,9 9* 7,2 3,6 4,8

REVISTAS 16,8 18,5 14,9 16 19,1*

RADIO 36,1 34,5 39,7 35,5 37,6

PERIODICOS 16,5 16,2 19,2* 18,7 19,7*

T.V. 43,9 44,6 53,2* 52,9* 54*

CONVERSAR CON AMIGOS 29,8 29,5 33,9* 42,1* 37*

CONVERSAR CON FAMILIA 57 53 62,2** 61,4** 60,3**

COMICS 16,5 17,8* 15,3 14,1 16,4

PASATIEMPOS 10,8* 4,2 9,5 6 7,1

NO HACER NADA 7** 8,7* 2,4 2 3,9

REUNIONES RELIGIOSAS 16,2** 18,6* 12,5 11,9 15,4**

-359-
FINES DE SEMANA

14 15 16 17 18

PASEAR 19,4** 13,2 12,1 12,6 15,9

HACER DEPORTE 23,1* 11 12,1 8,7 16,7**

VER DEPORTE 18,8* 6,6 4,9 7,6 11,8**

REVISTAS 16,3* 12,1 9,9 9,1 8,3

RADIO 7,8 8,5 6 8,9 7,1

PERIODICOS 12,7 8,6 8,8 6,8 9,9

T.V. 4,7 4,8 5,7 5,4 2,4

CONVERSAR CON AMIGOS 12,5** 7,8 6,5 6,4 6

CONVERSAR CON FAMILIA 12,7** 9,1 7,3 8,7 4,8

COMICS 16,5** 8,6 9,7 7,7 12,9

PASATIEMPOS 10,2* 6,1 6 7,7 4,7

NO HACER NADA 7* 4,3 2,9 1,9 1,3

REUNIONES RELIGIOSAS 11,9** 6,6 8,3 8,9 8,2

-360-
VACACIONES

14 15 16 17 18

PASEAR 28,8* 28,7* 20 14,3 13,4

HACER DEPORTE 10,7 14,6** 10,2 13** 7,1

VER DEPORTE 7,6* 9* 6,8* 6,6* 1,2

REVISTAS 18,7 20,6* 23,7** 17,1 11,9

RADIO 11,4* 9,7 11,6* 9,9 8,2

PERIODICOS 17,5** 13,9 11,6 14,2** 8,6

T.V. 18,9** 19,9** 10,3** 6,4 9,4

CONVERSAR CON AMIGOS 13,1* 11,4* 6,5 6,4 7,1

CONVERSAR CON FAMILIA 7,3 11* 5,4 4,7 7,2

COMICS 18,2** 23,3** 18,7** 17,1** 10,6

PASATIEMPOS 16,8* 16,4* 12,8 10,7 5,9

NO HACER NADA 7,7* 5,8 9,4* 6,1 8,7*

REUNIONES RELIGIOSAS 13,7** 16,3** 5,6 6,6 4,7

(*) SIGNIFICATIVO PARA p=0,01, (**) SIGNIFICATIVO PARA p=0,05

En la Tabla 47 se presentan los datos relativos a las prácticas de ocio en

función de las edades, resaltando aquellos casos que presentan diferencias


significativas (ver Gráficas 61, 62 y 63).

En las actividades practicadas a diario se aprecia un mayor número de

sujetos de la adolescencia tardía (16, 17 y 18 años) que prefieren conversar con la

familia y amigos y ver T.V. Por otra parte, además de lo anterior, el grupo de 18

años prefiere el paseo y la lectura de periódicos y revistas. Mientras la

adolescencia temprana prefiere practicar y hacer deporte, lectura de comics,

pasatiempos, y ir a reuniones religiosas. También hay que tener en cuenta que el

mayor número de sujetos que dicen "no hacer nada" se encuentra en la

-361-
adolescencia temprana (14 y 15 años).

Lo más curioso de la actividad diaria es la homogeneidad entre las distintas

edades, cuando se trata de escuchar la radio.

En cuanto a las actividades del fin de semana, constatamos lo siguiente:

1.- La lectura de revistas, conversar con los amigos y "no hacer nada"

disminuye con la edad.

2.- No existen diferencias entre las edades cuando se trata de escuchar

radio, ver T.V. y leer periódicos.

3.- La práctica de todas las actividades mencionadas en la Tabla 47 y

referentes al fin de semana al parecer son casi exclusivas para los sujetos de 14

años.

4.- Los de 18 años es el único grupo después de los 14 años, son los que

practican y ven deporte.

Finalmente, en lo que se refiere a las vacaciones. Se puede constatar lo

siguiente:

1.- La tendencia a pasear, conversar con los amigos, el pasatiempos y en

cierta medida las reuniones religiosas disminuyen con la edad. Téngase en cuenta

que las preferencias anteriores son practicadas por mayor número de sujetos de

-362-
14 y 15 años.

2.- Se aprecia un mayor número de sujetos de 15 años que prefieren hacer

y ver deporte y T.V., conversar con la familia, lectura de comics y ir a reuniones

religiosas. En cambio los de 16 años prefieren leer revistas, escuchar radio y "no

hacer nada".

3.- Además, se constata que los sujetos de 18 años presentan los

porcentajes más bajos en todas las actividades excepto ver la T.V., conversar con

la familia y los amigos. Estas últimas son las menos practicadas por los

adolescentes de 17 años.

DISCUSION

Como ya se ha indicado, la práctica más característica de la totalidad de los

grupos conformados, hace referencia a la conversación con la familia. La segunda

en importancia se refiere a ver la televisión y le siguen la escucha de la radio y las

charlas con los amigos. Se trata, en todas ellas, de actividades realizadas "a diario"

y dentro de un marco preferentemente "casero" a excepción de las relaciones

amistosas.

También apreciamos una clara y homogénea dimensión para aquellas

actividades que el adolescente informa como "nunca practicadas". Se trata de

actividades directamente relacionadas con la cultura y a otras consideradas como

participativas.

-363-
En una posición intermedia y también refiriéndonos a lo que se muestra

como tendencia general, están aquellas prácticas que el adolescente realiza

durante "los fines de semana". Aquí nos encontramos con actividades variadas en

el sentido de su consideración como activas o pasivas, o como individuales o de

relación. De esta forma, constatamos como prácticas más frecuentes y

configuradoras de claras tendencias en todos los grupos diseñados, aquellas

relacionadas con la lectura (periódicos, revistas, comics), escuchar radio y música,

ver T.V., pasatiempos, jugar cartas, pasear, hacer y ver deporte. La mayoría de

estas actividades son realizadas dentro del hogar y que tienen un claro

componente "activo", excepto la escucha de radio y música y ver la T.V.

Si consideramos los análisis diferenciales, el sexo presenta variantes que

encajan en los determinantes culturales establecidos. La actividad de los varones

se orienta a la práctica deportiva, paseos y reuniones religiosas y la de las mujeres

a otras tales como escuchar la radio y pasatiempos durante los fines de semana.

De igual forma constatamos una mayor inactividad ("estar sin hacer nada") en las

mujeres adolescentes, que concuerda con la baja frecuencia de prácticas ociosas

realizadas a diario.

El lugar de residencia presenta variantes de una forma tan clara como el

sexo y la edad. Esta determina unas prácticas que dependen en gran medida de

los recursos económicos disponibles y del tipo de relación familiar, variantes todas

ellas que experimentan aumentos significativos con la edad.

-364-
VALORACION GENERAL SOBRE EL TIEMPO LIBRE

En este apartado analizaremos el ítem 122 del Cuestionario General en un

intento por comprender algunos matices de tipo "valorativo" sobre este tema. La

pregunta hace referencia a si los sujetos lo pasan bien en su tiempo libre y es

interpretable como una valoración general que hace el adolescente de su tiempo

de ocio. En la Tabla 48 exponemos los estadísticos descriptivos para las distintas

variables de agrupamiento con su correspondiente significación una vez aplicada

la prueba de Lawshe-Baker.

TABLA 48.- PORCENTAJES DE RESPUESTA A LA PREGUNTA 140 DEL CUESTIONARIO GENERAL:


¿HABITUALMENTE LO PASAS BIEN EN TU TIEMPO LIBRE?

NO SI

MUESTRA TOTAL 26,8 73,2

MUJERES 34,7 65,3

HOMBRES 19,0 81,0*

14 AÑOS 22,4 77,6*

15 AÑOS 25,2 74,8

16 AÑOS 24,4 75,6

17 AÑOS 31,8 68,2

18 AÑOS 28,9 71,1

RURAL O CIUDAD PEQUEÑA 24,8 75,2

PERIFERIA GRANDES CIUDADES 24,3 75,7

CENTRO GRANDES CIUDADES 30,7 69,3

(*) SIGNIFICATIVO PARA p=0,01, (**) SIGNIFICATIVO PARA p=0,05

Como puede apreciarse en la Tabla 48, la valoración es positiva en todos

los agrupamientos e indicativa de un grado de satisfacción con respecto al tiempo


dedicado al ocio (ver Gráficas 64, 65 y 66). Dentro de este análisis, los hombres

-365-
están más satisfechas que las mujeres, y los sujetos de 14 años más que las

demás edades. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, no se aprecian

diferencias entre los sujetos de los distintos hábitats.

-366-
CAPITULO XIV. CONOCIMIENTO Y PERCEPCION DE LA
SEXUALIDAD

1.- INFORMACION SEXUAL

Para mayor claridad expositiva, vamos a ir analizando los resultados

obtenidos en cada ítem, dada su relativa independencia con respecto a los demás,

si bien en la discusión haremos una valoración de conjunto.

- Con respecto al ítem 124, relativo a la edad de conocimiento del embarazo


y parto, los resultados aparecen recogidos en la Tabla 49.

TABLA 49.- RESPUESTAS MEDIAS SOBRE LA EDAD DE CONOCIMIENTO DEL EMBARAZO Y PARTO.

MEDIA

MUESTRA TOTAL 11,848

MUJERES 11,138

HOMBRES 12,569

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 10,748

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 11,350

CENTRO GRANDES
CIUDADES 12,903

LOS NUMEROS INDICAN MEDIAS

Los resultados relativos a la muestra total en su conjunto, informan que la

edad media para conocer el embarazo y el parto como se desprende de los


análisis es de 12 años (ver Gráfica 64).

-367-
Si observamos las puntuaciones medias de ambos sexos, comprobamos

que las mujeres reciben la información sobre el parto y el embarazo antes que los

hombres.

En lo que se refiere al hábitat, se constata que la edad media de conocer

todo el proceso de embarazo y parto de los adolescentes de las zonas rurales es

alrededor de 11 años. Los del centro de las grandes ciudades es de 13 años.

- El ítem 125 pregunta sobre la fuente de la información anterior. Los

resultados para el conjunto, expresados en porcentajes, está recogidos en la Tabla

50.
TABLA 50.- RESPUESTAS SOBRE LA FUENTE DE INFORMACION SOBRE EL SEXO.

MADRE PADRE PROF. OTROS ADUL. AMIGOS LECT.


AMIGAS

MUESTRA 20,5 1,7 23,4 10,3 12,2 31,8


TOTAL

MUJERES 31,6 0,2 18,8 3,2 12,8 33,4

HOMBRES 9,4 3,2 28,1 17,5 11,6 30,1

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 35,5 3,6 5,5 6,4 9,1 40,0

PERIFERIA
GRANDES CIUDADES 22,7 2,3 27,8 8,2 11,8 27,2

CENTRO GRANDES 11,9 0,3 22,6 14,6 13,8 35,8


CIUDADES

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Se observa, el papel relevante de la lectura, profesores y de la madre; a

-368-
más distancia de las demás fuentes de información (Gráfica 65). Las diferencias

más notables -y significativas estadísticamente- las encontramos entre los chicos y

chicas, cuando la fuente ha sido el padre o la madre (t=-3,68;p<0,000). Los

resultados dejan claro el papel prioritario de la madre para ambos sexos, aunque

las adolescentes son en mayor medida informadas por sus madres que los chicos

(ver Tabla 50).

- Al ítem 126, sobre atracción hacia personas del mismo sexo, un 7,0%

respondieron afirmativamente, un 53,4% negativamente, mientras que un 39,6%

respondió no saber.

- El ítem 127 pretende conocer la opinión de los adolescentes sobre la

información que poseen acerca del SIDA.


TABLA 51.- RESPUESTAS SOBRE INFORMACION ACERCA DEL SIDA.

NO SI NO SE

MUESTRA TOTAL 29,3 47,1 23,6

MUJERES 33,7 44,6 21,7

HOMBRES 24,9 49,6 25,5

14 AÑOS 29,4 35,9 34,7

15 AÑOS 28,7 44,9 26,3

16 AÑOS 40,4 41,5 18,1

17 AÑOS 20,8 55,8 23,4

18 AÑOS 23,8 60,7 15,5

RURAL O CIUDAD PEQUEÑA 39,6 21,6 38,7

PERIFERIA GR. CIUDADES 28,0 48,4 23,6

CENTRO GRANDES CIUDADES 28,0 53,0 19,0

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

-369-
En la Tabla 51 se recogen los principales estadísticos relativos a la

puntuación de los sujetos de la muestra, tanto para la total de la misma como en

función de las principales variables de interés en nuestro estudio.

Con referencia a los datos de la muestra, considerada en su totalidad,

señalar que más de la mitad de la población de adolescentes desconoce si tiene


información suficiente sobre el SIDA o bien cree no estar informada (Gráficas 66 y

67).

2.- ACTITUDES ANTE LA IGUALDAD Y LA TOLERANCIA SEXUAL

2.1.- IGUALDAD ENTRE SEXOS

TABLA 52.- RESPUESTAS SOBRE ACTITUDES HACIA LA IGUALDAD ENTRE SEXOS.

MEDIA DESVIACION
TIPICA

MUESTRA TOTAL 54,361 8,634

MUJERES 56,736 8,135

HOMBRES 52,026 8,481

14 AÑOS 53,632 7,452

15 AÑOS 56,143 8,722

16 AÑOS 55,537 8,783

17 AÑOS 53,806 8,858

18 AÑOS 51,806 7,999

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 55,494 7,230

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 54,406 8,645

CENTRO GRANDES
CIUDADES 53,960 8,981

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 20 A 100

-370-
Los datos relativos a la Escala de Igualdad Sexual se exponen en la Tabla

52. La puntuación media del conjunto de la muestra pone de relieve que la actitud
general es favorable a la igualdad entre sexos (ver Gráficas 68 y 69). Sin

embargo, cuando realizamos las pruebas de significación entre las medias de cada

grupo, los resultados son muy expresivos:

- Las mujeres son más favorables que los varones a la igualdad entre sexos

(t=8,25; p<0,0000).

- Por edades, los sujetos de 18 años presentan una actitud menos favorable

que el resto de grupos de edad (F=5,60; p<0,0002).

Para conocer mejor las variables que se asocian a la igualdad sexual,

hemos realizado un análisis de regresión múltiple (stepwise), tomando como


variable criterio la Igualdad Sexual y como predictoras aquellas variables

incluidas en la investigación y resultaron significativas en el análisis de correlación

(un total de 17) sobre las que podríamos establecer asociaciones probables. Las

variables están expuestas en la Tabla 53.


TABLA 53.-

1.- APOYO DEL PADRE 9.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


2.- APOYO DE LA MADRE 10.- COHESION VECINAL
3.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL 11.- INSATISFACCION PERSONAL
4.- SOCIABILIDAD 12.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 13.- TOLERANCIA SEXUAL
6.- VALOR RELIGION 14.- ASERTIVIDAD
7.- SER LIBERAL Y COMPRENSIVO 15.- AUTOESTIMA
8.- VALOR SEXUALIDAD 16.- POWERLESSNESS
17.- RELACION FAMILIAR

-371-
Los resultados se muestran en la Tabla 54.
TABLA 54.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL -0,211583

2.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL -0,180109

3.- TOLERANCIA SEXUAL 0,103554

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión múltiple fueron:


R=0,27019; R CUADRADO=0,07300; R CUADRADO AJUSTADA=0,06547

El porcentaje de varianza explicada, es bajo (7%), por consiguiente habrá

que tener en cuenta otras variables o dimensiones, como conductuales,

biográficas, sociales, etc. que contribuya en mayor medida a su explicación. A

pesar de todo, el coeficiente de determinación múltiple (0,07) muestra una

asociación predictiva conceptualmente clara entre la valoración de la actitud ante

la igualdad entre sexos y las variables que configuran la ecuación.

-372-
2.2.- TOLERANCIA SEXUAL

TABLA 55.- RESPUESTAS SOBRE ACTITUDES HACIA LA TOLERANCIA SEXUAL.

MEDIA DESVIACION TIPICA

MUESTRA TOTAL 10,611 3,470

MUJERES 10,198 3,535

HOMBRES 11,040 3,351

14 AÑOS 11,560 3,184

15 AÑOS 10,994 3,107

16 AÑOS 10,561 3,740

17 AÑOS 9,956 3,489

18 AÑOS 10,313 3,088

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 12,571 3,278

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 10,383 3,148

CENTRO GRANDES
CIUDADES 10,352 3,780

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 5 A 25

Los resultados referidos a la Escala de Actitudes hacia la Tolerancia Sexual

aparecen en la Tabla 55. El nivel de tolerancia sexual de toda la muestra se sitúa

entre los puntos 2 y 3 de la escala, lo que indica un desacuerdo con la tolerancia


sexual (ver Gráficas 70 y 71). Sin embargo, ahora las puntuaciones de los grupos

son bastante homogéneos, aunque puedan detectarse algunas diferencias

notables. El sexo vuelve a ser una variable diferenciadora, ordenándose los grupos

de igual manera que hemos visto en la escala anterior: los más tolerantes son los

hombres (t=-3,79; p<0,0002). En cuanto a los grupos de edad, los menos

tolerantes son los integrantes del grupo de 17 años frente a todos los demás

(F=6,57; p<0,0000).

-373-
Según el hábitat, los más tolerantes son los sujetos habitantes de las zonas

rurales, seguidos de los que viven en la periferia de las grandes ciudades y,

finalmente, los del centro de dichas ciudades grandes (F=19,55; p<0,0000).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio la Tolerancia Sexual y como predictoras aquellas

variables incluidas en la investigación y resultaron significativas en el análisis de

correlación (un total de 17) sobre las que podríamos establecer asociaciones

probables. Las variables están recogidas en la Tabla 56.


TABLA 56.-

1.- APOYO DEL PADRE 9.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


2.- APOYO DE LA MADRE 10.- COHESION VECINAL
3.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL 11.- INSATISFACCION PERSONAL
4.- SOCIABILIDAD 12.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
5.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 13.- IGUALDAD SEXUAL
6.- VALOR RELIGION 14.- ASERTIVIDAD
7.- SER LIBERAL Y COMPRENSIVO 15.- AUTOESTIMA
8.- VALOR SEXUALIDAD 16.- POWERLESSNESS
17.- RELACION FAMILIAR

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 57.


TABLA 57.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- APOYO DE LA MADRE -0,178837

2.- VALOR SEXUALIDAD 0,159194

3.- SER LIBERAL Y COMPRENSIVO -0,109662


4.- AUTOESTIMA -0,124731
5.- SOCIABILIDAD 0,124965
6.- IGUALDAD SEXUAL 0,103549

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión múltiple fueron:


R=0,31801; R CUADRADO=0,10113; R CUADRADO AJUSTADA=0,08639

El porcentaje de varianza explicada, es bajo (10%), por consiguiente habrá

-374-
que tener en cuenta otras variables o dimensiones, como conductuales,

biográficas, sociales, etc. que contribuya en mayor medida a su explicación. A

pesar de todo, el coeficiente de determinación múltiple (0,10) muestra una

asociación predictiva conceptualmente clara entre la valoración de la actitud ante

la tolerancia sexual y las variables que configuran la ecuación.

DISCUSION

Vamos a comentar los datos más relevantes que hemos ido desgranando,

con objeto de tener una visión integrada y global de las percepciones sexuales de

los adolescentes. Con respecto a la edad de conocimiento del proceso del

embarazo y parto, parece claro que se sitúa en torno a los 12 años. Creemos, igual
que Serrano y otros (1994), ello no obsta para pensar que haya elementos de esa

información que puedan haberse tenido antes.

Sin embargo, lo más interesante al respecto reside en la fuente de

información. Es obvio que la lectura y los profesores tienen un papel más prioritario

que los padres, en función quizás de que a éstos les resulta más problemático dar

cuenta de aspectos vinculados tradicionalmente a un ámbito tan tabú para nuestra

cultura árabe cual es la sexualidad. Esta especie de transferencia de la

responsabilidad de informar, hay que entenderla como un elemento facilitador de la

misma información.

Los profesores ocupan el segundo lugar, aunque hay mucha lejanía con

respecto al primer lugar. El profesor parece dar más confianza que los padres, y

además estar más capacitado de informar de forma científica sobre temas tabúes

-375-
en todas las culturas.

De todos modos, la madre también tiene un lugar muy relevante, máxime si

lo comparamos con el padre, expresión indudable de la mayor cercanía de la

madre con los hijos pequeños. El papel tradicional del padre vuelve a ponerse de

relieve en este caso: más lejano, más normativo, menos íntimo y expresivo.

Los datos relativos a la información sobre el SIDA son preocupantes. Más

de la mitad del total de los encuestados se percibe desinformado, de uno u otro

modo. Si los que dicen estar informados, quizás no lo estén tanto, el tema es digno

de consideración por las instituciones y agentes sociales competentes.

Los resultados habidos en las Escalas de Actitudes ante la Igualdad y la

Tolerancia Sexual resultan suficientemente expresivos. Tal vez, sitúan el tema de

las creencias de los jóvenes en términos más ajustados y, sobre todo, matizados.

Existe una tendencia favorable a la igualdad entre los sexos, pero no es así cuando

se trata de la tolerancia sexual. En segundo lugar, al igual que el estudio de


Serrano y otros (1994), nos encontramos, como en tantas ocasiones, que la

población adolescente no es un conjunto uniformado e indiferenciado. Dos

variables afectan a las actitudes aquí tratadas: la edad y el lugar de residencia.

En relación a la otra variable, el hábitat, en ambos casos se contrapone la

ciudad pequeña a la ciudad grande. Es lógico que sea así. Nuestra interpretación
va en la misma explicación que ofrece Serrano y otros (1994) al respecto, las

grandes ciudades siempre posibilitan una mayor movilidad social, un más intenso

-376-
intercambio de opiniones y contactos; el control social y el peso del pensamiento

tradicional resulta mayor en las ciudades pequeñas, pueblos o ámbitos rurales, por

lo que parece coherente que las actitudes correspondientes sean tributarias de

esta realidad.

Pero todavía, respecto a la actitud ante la Igualdad se producen diferencia

interesante. Las mujeres, como no podía ser menos, expresan una actitud mucho

más favorable. Probablemente, por el hecho de que la mujer se

siente menos igualdad que los hombres.

Los resultados de los análisis de regresión múltiple permiten profundizar

algo más en estos dos núcleos de actitudes ante la vida sexual. Ante todo,

constatar la estrecha y lógica relación entre la igualdad y tolerancia.

En lo que se refiere a la Igualdad Sexual. Aparece en el conjunto dos

agentes socializadores relevantes: el grupo de amigos y la escuela, expresados

por las variables antinormatividad grupal y satisfacción escolar. Quiere decirse que

cuando la situación en estos contextos es positiva, probablemente el adolescente

muestra una actitud favorable hacia la igualdad entre sexos.

Las variables predictoras, de una manera muy escasa, dan vistas de la

complejidad de la tolerancia sexual en los adolescentes.

En otros estudios se presenta como una variable "fronteriza" entre lo

permitido y lo prohibido, aunque no de manera totalmente nítida, ya que se trata en

último término de una forma de pensar, de establecer juicios, sin que se obvia la

-377-
relación coherente entre éstos y las eventuales conductas.

Algo parecido, aunque quizás más acentuado por la educación religiosa,

acontece en el adolescente palestino. La tolerancia se asocia a sociabilidad y a los

valores de la sexualidad, pero los índices negativos del apoyo materno y la

autoestima nos dicen que tal constructo debe entenderse globalmente: la

tolerancia, siendo positiva, se sitúa a una cierta distancia de lo establecido y lo

transmitido como moralmente correcto.

-378-
CAPITULO XV. CREENCIAS Y CONDUCTAS RELIGIOSAS

1.- AUTODEFINICION RELIGIOSA

TABLA 58.- RESPUESTAS SOBRE AUTO-DEFINICION RELIGIOSA DEL ADOLESCENTE.

INDIF. NO CREYENTE M. MUSUL. OTRAS


PRACTE. NO PRACTE. RELIG.

M.TOTAL 0,7 0,9 84,9 12,9 0,6


MUJERES 0,4 0,4 88,2 10,8 0,2
HOMBRES 1,0 1,4 81,7 14,9 1,0
14 AÑOS 0,6 0,0 87,6 11,2 0,6
15 AÑOS 0,0 0,0 92,2 6,6 1,2
16 AÑOS 1,1 0,8 86,4 11,7 0,0
17 AÑOS 0,7 1,7 78,9 18,1 0,7
18 AÑOS 1,2 1,2 81,9 14,5 1,2
RURAL 0,9 1,8 74,3 20,2 2,8
PERIFER. 1,0 0,4 88,5 10,0 0,2
CENTRO 0,3 1,4 82,9 14,9 0,6

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

En la Tabla 58 se exponen los datos, expresados en porcentajes, relativos a

la autodefinición religiosa. Una lectura atenta de los datos permite las siguientes
afirmaciones (Gráficas 72 y 73):

1.- El porcentaje de creyentes de otras religiones, distinta a la musulmana, resulta

practicamente irrelevante (0,6%).

2.- Hay una diferencia porcentual entre sujetos que se consideran musulmanes

practicantes (84,9%) y no practicantes (12,9%); pero sumados ambos, nos

encontramos que un 97,8% tienen como referente religioso el Islam.

3.- Los adolescentes palestinos que se consideran ajenos a cualquier adscripción

-379-
religiosa suponen un 1,6%, al sumar indiferentes y no creyentes.

4.- Globalmente, de manera descriptiva, la muestra podría dividirse en dos grandes

sectores, de distintas proporciones: musulmanes practicantes y no practicantes.

Cuando la autodefinición que hacen los sujetos se expresa en un continuo

que va desde la ausencia de creencias hasta la práctica religiosa, y se establecen

las puntuaciones medias de los grupos que consideramos, se constata únicamente

diferencias significativas en función del hábitat (F=5,8868; p<0,0029). De modo

que hay menos adolescentes en zonas rurales o ciudades pequeñas que se

perciben religiosos que en las grandes ciudades.

2.- PERCEPCION DE LA RELIGIOSIDAD DE LOS PADRES

Los datos de la muestra total en relación con la definición que hacen los

sujetos de sus padres se muestran en la Tabla 59.

TABLA 59.- RESPUESTAS SOBRE LA RELIGIOSIDAD DE LOS PADRES.

INDIF. NO CREYENTE M. MUSUL. OTRAS


PRACTE. NO PRACTE. RELIG.

PADRE 0,5 1,0 89,1 8,6 0,8


MADRE 0,1 0,8 92,1 6,1 0,9

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Casi resulta innecesario subrayar que los adolescentes perciben a sus


madres más religiosas que a sus padres (Gráfica 74). Al establecer

comparaciones entre los grupos que estamos considerando, lo más significativo es

-380-
que, sólo la madre de los sujetos de hábitat rural es percibida menos religiosa que

como lo hacen sus compañeros que viven en las ciudades (p<0,01).

3.- LAS PRACTICAS RELIGIOSAS

TABLA 60.- RESPUESTAS SOBRE LAS PRACTICAS RELIGIOSAS (ASISTENCIA A LA MEZQUITA).

NUNCA AL AÑO AL MES A LA SEMANA DIARIO

M.TOTAL 33,6 14,6 3,8 20,0 28,0


MUJERES 64,4 21,4 3,6 10,0 0,6
HOMBRES 02,4 07,7 4,0 30,1 55,8*
14 AÑOS 39,1 08,3 1,8 14,8 36,1*
15 AÑOS 33,1 14,5 3,0 18,7 30,7*
16 AÑOS 39,2 15,8 4,9 18,1 21,9
17 AÑOS 38,3 17,3 3,3 23,0 28,0
18 AÑOS 21,4 13,1 8,3 28,6 28,6
RURAL 35,5 10,9 3,6 20,0 30,0*
PERIFER. 38,1 13,4 3,1 18,6 26,8
CENTRO 26,4 17,4 5,0 22,0 29,2

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Los datos, expresados en porcentajes, relativos a la frecuencia de

asistencia diaria a la mezquita, se contienen en la Tabla 60. Además están


ilustrados en las Gráficas 75 y 76. Realizada la prueba de significación

(Lawshe-Baker), se constatan las siguientes diferencias (Nótese que obviamos la

comparación entre sexos, debido que las mujeres realizan sus plegarias en casa):

1.- En los grupos por edades, se constata que los sujetos de 16 años son

los menos acuden a la mezquita con respecto a los adolescentes de mayor edad

(p<0,01).

2.- Los del centro de las grandes ciudades acuden más que los de la

periferia de dichas ciudades grandes (p<0,05).

-381-
Tomando la asistencia diaria a la mezquita como variable criterio,

hemos realizado un análisis de regresión múltiple (stepwise), en el cual las

variables predictoras han sido todas aquellas, incluidas en la investigación, que

hemos considerado susceptibles de alguna vinculación y que resultaron

significativas en el análisis de correlación (un total de 26) sobre las que podríamos

establecer asociaciones probables. Estas variables están recogidas en la Tabla 61.


Tabla.- 61

1.- SEXO 15.- AUTOESTIMA


2.- EDAD 16.- ASERTIVIDAD
3.- RELACION FAMILIAR 17.- ACUERDO CON LA RELIGION
4.- APOYO PADRE 18.- INFLUENCIA RELIGIOSA
5.- APOYO MADRE 19.- CREENCIA EN DIOS
6.- SOCIABILIDAD 20.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL
7.- CONDUCTAS ANTISOCIALES 21.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL
8.- CONSUMO DE DROGAS 22.- POWERLESSNESS
9.- COHESION VECINAL 23.- IGUALDAD SEXUAL
10.- SATISFACCION LUGAR DE RESIDENCIA 24.- TOLERANCIA SEXUAL
11.- SATISFACCION GLOBAL OCIO 25.- CONSUMO DE TABACO
12.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL 26.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL
13.- CONSUMO DE ALCOHOL
14.- INSATISFACCION PERSONAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 62.


Tabla.- 62

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- SEXO MASCULINO 0,826572


2.- ACUERDO CON LA RELIGION 0,101125
3.- CONSUMO DE ALCOHOL -0,074231
4.- IGUALDAD SEXUAL 0,061510

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,84308; R CUADRADO=0,71079; R CUADRADO AJUSTADA=0,70752

El porcentaje de varianza explicada, 71%, resulta ser muy elevado. Las

variables que más contribuyen en la ecuación a la determinación de la conducta

analizada serían el sexo masculino y el acuerdo con la religión. Por lo que hace

-382-
referencia al sexo, el resultado (en el sentido de que ser hombre contribuye en

mayor medida a la predicción de un mayor grado de asistencia a la mezquita) era

de esperar, si tenemos en cuenta lo ya comentado en la sección descriptiva para la

variable en cuestión. Es evidente que el sexo masculino al estar de acuerdo con la

religión acude a la mezquita para realizar sus oraciones. Además, el hombre es

obligado por la religión, acudir a la

mezquita por lo menos una vez a la semana.

Por otra parte, el hecho de no consumir bebidas alcohólicas covaría con ir a

la mezquita. De modo que la ingesta de alcohol se opone a las prácticas religiosas.

Téngase en cuenta que en los versículos del Corán encontramos una prohibición

total del alcohol y las drogas.

Por último, la aparición de la igualdad sexual con signo positivo, no tiene

una lectura sencilla. Probablemente, la asistencia frecuente a los actos religiosos

favorece una cierta actitud igualitaria hacia los sexos, es decir, reconocer los

derechos de la mujer estipulados en la religión. Al parecer los sujetos que

presentan este tipo comportamiento religioso perciben la igualdad sexual como un

sentido de justicia hacia las mujeres.

4.- CREENCIA EN LA EXISTENCIA DE DIOS

TABLA 63.- RESPUESTAS SOBRE LA CREENCIA EN DIOS.

NO CREEN SI CREEN DUDAN

M. TOTAL 2,3 96,2 1,5


MUJERES 2,2 96,4 1,4
HOMBRES 2,4 96,0 1,6

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

-383-
Los datos, expresados en porcentajes, relativos a este tema, se contienen
en la Tabla 63. Además están ilustrados en la Gráfica 77. Realizada la prueba de

significación (Lawshe-Baker), se constata una gran homogeneidad en todos los

grupos diseñados (p<0,998).

5.- ACUERDO CON LA RELIGION

TABLA 64.- RESPUESTAS SOBRE EL ACUERDO CON LA RELIGION MUSULMANA.

NADA POCO BASTANTE/MUCHO

M.TOTAL 4,4 22,7 73,0


MUJERES 5,4 29,1 65,4
HOMBRES 3,5 16,1 80,4*
14 AÑOS 3,6 15,6 80,9*
15 AÑOS 7,8 26,3 65,8
16 AÑOS 4,5 22,2 73,4
17 AÑOS 2,7 25,3 72,0
18 AÑOS 4,9 23,2 72,0
RURAL 5,5 27,3 67,2
PERIFER. 4,0 20,9 75,1
CENTRO 4,7 23,8 71,5

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Los datos relativos a este aspecto se muestran en la Tabla 64. Cuando se

establecen comparaciones entre los porcentajes de los grupos que consideramos,

aplicando la correspondiente prueba de Lawshe-Baker, se constatan las siguientes


diferencias (ver Gráficas 78 y 79):

1.- Las mujeres adolescentes manifiestan menor adhesión a la religión que

los hombres (p<0,01).

2.- Los de 14 años manifiestan mayor adhesión que los demás grupos de

-384-
edad (p<0,01).

Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando


como variable criterio acuerdo con la religión musulmana y como predictoras

aquellas variables incluidas en la investigación, y resultaron significativas en los

análisis de correlaciones previos (un total de 26) sobre las que podríamos

establecer asociaciones probables. Estas variables están en la Tabla 65.


Tabla.- 65

1.- SEXO 15.- AUTOESTIMA


2.- EDAD 16.- ASERTIVIDAD
3.- RELACION FAMILIAR 17.- IR A LA MEZQUITA
4.- APOYO PADRE 18.- INFLUENCIA RELIGIOSA
5.- APOYO MADRE 19.- CREENCIA EN DIOS
6.- SOCIABILIDAD 20.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL
7.- CONDUCTAS ANTISOCIALES 21.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL
8.- CONSUMO DE DROGAS 22.- POWERLESSNESS
9.- COHESION VECINAL 23.- IGUALDAD SEXUAL
10.- SATISFACCION LUGAR DE RESIDENCIA 24.- TOLERANCIA SEXUAL
11.- SATISFACCION GLOBAL OCIO 25.- CONSUMO DE TABACO
12.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL 26.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL
13.- CONSUMO DE ALCOHOL
14.- INSATISFACCION PERSONAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 66.

VARIABLES DE LA ECUACION COEF. BETA

1.- IR A LA MEZQUITA 0,330853


2.- CONSUMO DE TABACO -0,135757
3.- IGUALDAD SEXUAL -0,165487
4.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL 0,129845
5.- CONDUCTAS ANTISOCIALES -0,120254
6.- ASERTIVIDAD 0,100196

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,43625; R CUADRADO=0,19031; R CUADRADO AJUSTADA=0,17651

El análisis de regresión presenta una varianza explicada del 19%, lo cual

nos indica la existencia de otras variables que expliquen mayor variabilidad. El

-385-
coeficiente de determinación múltiple (0,19031) nos muestra una asociación entre

el acuerdo con la religión y las variables que forman la ecuación.

La variable con mayor peso hace referencia a la asistencia a la mezquita. La

explicación es obvia dado que los sujetos más vinculados a la religión asisten en

mayor medida a actos religiosos, como era de esperar. Además, y esto es más

interesante pero también esperable, la actitud positiva hacia la religión se opone

claramente a una posición abierta y favorable hacia el mundo del sexo, del

consumo de tabaco y las conductas antisociales. Como novedad, cabe destacar el

papel de la asertividad en las conductas religiosas, de modo que los sujetos que

estén de acuerdo con la religión presentan una actitud activa.

Finalmente, resulta interesante constatar que la variable participación

política no convencional, aparece, de manera significativa, en la ecuación. Esta

variable es otro vinculador religioso, puesto que en el Mundo Islámico no existe

una separación entre religión y política.

-386-
6.- INFUENCIA DE LAS CREENCIAS RELIGIOSAS EN EL

COMPORTAMIENTO

TABLA 67.- RESPUESTAS SOBRE LA INFLUENCIA RELIGIOSA EN EL COMPORTAMIENTO.

NADA POCO BASTANTE/MUCHO

M.TOTAL 22,7 21,4 55,9


MUJERES 17,1 23,7 59,5*
HOMBRES 28,4 19,1 52,5
14 AÑOS 43,2 19,5 37,3
15 AÑOS 47,0 20,6 32,4
16 AÑOS 22,0 28,8 39,2
17 AÑOS 24,3 25,2 50,5*
18 AÑOS 20,5 27,7 51,8*
RURAL 29,1 29,1 41,8
PERIFER. 24,9 20,7 54,4
CENTRO 17,6 20,1 62,4*

LOS NUMEROS INDICAN PORCENTAJES

Los datos, expresados en porcentajes, relativos a la influencia de las

creencias religiosas sobre el propio comportamiento, se muestran en la Tabla 67.

Al establecer comparaciones entre los grupos que estamos considerando, se


constatan las siguientes diferencias significativas (ver Gráficas 80 y 81):

1.- Las mujeres perciben mayor influencia religiosa que los hombres

(p<0,01).

2.- Los de 17 y 18 años perciben mayor influencia que los demás grupos de

edad (p<0,01).

3.- Los sujetos del centro de las grandes ciudades perciben mayor

influencia que los demás hábitats (p<0,01).

-387-
Finalmente, hemos realizado un análisis de regresión múltiple, tomando
como variable criterio la influencia religiosa sobre el comportamiento y como

predictoras aquellas variables incluidas en la investigación, y resultaron

significativas en los análisis de correlaciones previos (un total de 26) sobre las que

podríamos establecer asociaciones probables. Estas variables están en la Tabla

68.
Tabla.- 68

1.- SEXO 15.- AUTOESTIMA


2.- EDAD 16.- ASERTIVIDAD
3.- RELACION FAMILIAR 17.- IR A LA MEZQUITA
4.- APOYO PADRE 18.- INFLUENCIA RELIGIOSA
5.- APOYO MADRE 19.- CREENCIA EN DIOS
6.- SOCIABILIDAD 20.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL
7.- CONDUCTAS ANTISOCIALES 21.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL
8.- CONSUMO DE DROGAS 22.- POWERLESSNESS
9.- COHESION VECINAL 23.- IGUALDAD SEXUAL
10.- SATISFACCION LUGAR DE RESIDENCIA 24.- TOLERANCIA SEXUAL
11.- SATISFACCION GLOBAL OCIO 25.- CONSUMO DE TABACO
12.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL 26.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL
13.- CONSUMO DE ALCOHOL
14.- INSATISFACCION PERSONAL

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 69.

VARIABLES DE LA ECUACION COEF. BETA

1.- EDAD 0,255906


2.- ACUERDO CON LA RELIGION 0,188255
3.- SEXO FEMENINO -0,163846

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron:


R=0,33215; R CUADRADO=0,11033; R CUADRADO AJUSTADA=0,10091

El análisis de regresión presenta una varianza explicada del 11%, lo cual

nos indica la existencia de otras variables que expliquen mayor variabilidad. El

coeficiente de determinación múltiple (0,11033) nos muestra una asociación entre

-388-
la influencia religiosa sobre el comportamiento y las variables que forman la

ecuación.

La influencia religiosa, pues, viene explicada por un conjunto de

dimensiones que tienen que ver con la edad, el sexo y el acuerdo con la religión.

La variable con mayor peso hace referencia a la edad. La explicación es

obvia, puesto que los agentes socializadores en el Mundo Islámico (familia,

escuela, grupo de iguales y mezquita) además de socializar de forma religiosa,

prestan una mayor atención a los comportamientos religiosos, es decir, toda

conducta emitida por el sujeto es juzgada por estos agentes y en su función se

toman las decisiones pertinentes. Así pues, no es de extrañar, que a medida que

los sujetos crecen se perciben mayor influencia religiosa.

La segunda variable guarda una relación directa entre influencia y acuerdo,

es decir, los sujetos que estén de acuerdo con la religión presentan una

comportamiento acorde con sus creencias.

Finalmente, es interesante el contenido de la tercera variable que hace

referencia, aunque con signo negativo, al sexo. Parece ser que la mujer plantea la

religión de una forma distinta al del varón, lo que hace sospechar un malestar entre

ellas. Téngase en cuenta que las mujeres presentan una menor adhesión a las

creencias religiosas y una mayor influencia en su comportamiento más que los

hombres.

-389-
DISCUSION

Los resultados que hemos ido desgranando parecen confirmar que en

Palestina existe claramente la cultura religiosa. La religiosidad abarca casi la

totalidad de la población adolescente y adulta, si aceptamos las valoraciones que

hacen los adolescentes de sus padres. Hay que suponer, pues, que estamos ante

una situación consolidada, que evidencia, una visión del mundo mediada por las

creencias religiosas.

En este sentido, la religión musulmana, para los adolescentes palestinos es

un conjunto de creencias y sentimientos religiosos. Téngase en cuenta que el

84,9% se definen como musulmán practicante; que, de ellos acude a rezar a la

mezquita con frecuencia un 55,8% de los varones, y un 30,1% lo hace

semanalmente. La autocalificación de musulmán implica, pues, definirse como

"practicante" y desarrollar acciones visibles y convencionales.

Si ponemos la atención en los resultados del ítem 156 es posible detectar

otro de los grandes ejes por donde discurre el fenómeno religioso en la

adolescencia palestina y, quizás, en la juventud: la unión, en este caso, entre

religión-institución y religión-sentimiento: un 36,5% se halla muy de acuerdo con la

religión, y un 27,1% expresa un nulo o pequeño acuerdo. Si, como antes veíamos,

definirse musulmán implica realizar las prácticas que el Islam establece como

obligatorias, ahora, dando un paso más, podemos afirmar que esto conlleva estar

de acuerdo sustancialmente con él.

Un tema que presenta peculiaridades viene dado por los resultados del ítem

-390-
155, sobre la creencia en la existencia de Dios. Más del 96% afirma,

aproximadamente 1,5% duda y sólo un 2,3% abiertamente niega.

Sin duda, la posición afirmativa es muy mayoritaria y relativamente parecida

en todos los grupos en que estamos dividiendo la muestra. No obstante, el

porcentaje de dudosos (1,5%) indica que se trata de un tema problemático y

cuestionable, a pesar de ser una las creencias más centrales de la cultura árabe y

musulmana. Y, aunque la posición negativa es más alta que la dudosa

porcentualmente (2,3%), no resulta irrelevante: en el grupo de hombres

adolescentes se eleva a un 2,4%.

No es de extrañar que la consideración de sí mismos como religiosos

conlleva la aceptación de la existencia de Dios. Estamos, pues, ante una

consolidación de lo religioso. Si tradicionalmente, en el mundo islámico, existe una

percepción integrada de todos estos aspectos, parece claro que el adolescente lo

ve así. La implicación "creencia en Dios-ser religioso-practicar la religión-estar de

acuerdo con la religión" tiene para el adolescente la misma coherencia e idéntica

linealidad. Es decir, no se puede uno autodefinirse como musulmán sin la

existencia de prácticas religiosas. En este sentido, podemos concluir que existe un

sentimiento unitario de lo religioso en el Islam.

Por otra parte, como hemos visto en los análisis diferenciales, no todos los

sectores de la adolescencia son absolutamente homogéneos. Hay

particularidades notables. Los tres grupos más religiosos son los hombres, los

sujetos habitantes del centro de las grandes ciudades y los sujetos de 17-18
años: sexo, hábitat y edad parecen ser variables muy importantes al respecto.

-391-
De todas formas, y a pesar de las diferencias, los grandes rasgos que

veíamos antes permanecen con toda claridad. Estamos ante matizaciones de un

marco general bastante homogéneo y compartido. Es decir, puede haber grupos

de adolescentes más o menos religiosos, pero los grandes rasgos que

mencionabamos (consolidación, religiosidad y tradición en la conceptualización de

lo religioso) parecen generalizables al conjunto.

Por último, es interesante comparar nuestros resultados con los obtenidos


por Serrano y otros (1994).

En lo que se refiere a la autodefinición religiosa, en función del sexo,

encontramos que en Palestina los adolescentes varones se autodefinen como más

religiosos que las mujeres, al contrario que en España. Es decir, parece que existe

más identificación con la religión por parte de los jóvenes palestinos y una mayor

lejanía- aunque tenue- por parte de las mujeres. Quizás ello se deba al hecho de

que la religión en los países musulmanes tiene una connotación más pública, más

social, más vinculada a lo político.

Contrariamente, en los países occidentales la religión pertenece a un

ámbito más privado y más emocional, ámbito propio, por razones de socialización

de lo femenino.

Por lo que respecta al hábitat. Este es un elemento diferenciador de ambas

culturas. Así observamos que los adolescentes españoles que residen en las

zonas rurales se autocalifican de religiosos más que los de las grandes ciudades.

-392-
En cambio, los adolescentes palestinos del centro de las grandes ciudades son los

más religiosos. Probablemente, en el primer caso se debe a la mentalidad más

tradicional de las zonas rurales españolas, mientras en el caso de los palestinos,

se debe a la ubicación de las mezquitas.

Por lo que respecta a la percepción de la religiosidad de los padres. Los

adolescentes palestinos peciben sus madres como menos religiosas que sus

padres. Mientras en España se percibe lo contrario.

Finalmente, merece una mayor atención, a nuestro entender, comentar otro

punto de comparación. Si bien en España se constata una cierta "fragmentación"


de la conceptualización sobre lo religioso (Serrano y otros, 1994), en Palestina se

observa una consolidación y globalización del fenómeno religioso.

-393-
CAPITULO XVI. PARTICIPACION POLITICA Y
ADOLESCENCIA
1.- PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL

TABLA 70.- PUNTUACIONES S0BRE LA PARTICIPACION POLITICA CONVENCIONAL.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 9,876 1,620 10,000 10,000

MUJERES 9,361 1,603 10,000 10,000

HOMBRES 10,394 1,466 11,000 12,000

14 AÑOS 9,752 1,536 10,000 11,000

15 AÑOS 10,018 1,408 10,000 11,000

16 AÑOS 9,870 1,631 10,000 10,000

17 AÑOS 9,844 1,724 10,000 11,000

18 AÑOS 10,048 1,759 10,000 12,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 9,406 1,632 9,000 9,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 9,958 1,558 10,000 10,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 9,890 1,687 10,000 10,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 6 A 12

En la Tabla 70 se presentan los datos de interés relativos a esta variable.

Como puede observarse, el nivel de la participación política convencional de los

adolescentes es alto (con una media de 9,876 y una moda y mediana de 10,

excepto los hombres en que la mediana es de 12, y los que habitan las zonas

rurales su mediana es de 9). Así pues, la mayoría de los sujetos manifiestan haber

tomado parte en cuatro (o a lo sumo cinco, como es el caso de los hombres) de las
diferentes modalidades de participación política convencional referidas (Gráficas

82 y 83).

-394-
Con respecto a los grupos que venimos considerando, se observa un nivel

de participación política convencional significativamente más elevado (t=-10,51;

p<0,0000) en los hombres que en las mujeres.

Por lo que respecta a la edad, no se aprecian diferencias significativas entre

los grupos de edad (F=0,82; p<0,5128).

Por último, se constata un nivel de participación potítica significativamente

más alto (F=4,97; p<0,0071) entre los sujetos que habitan en la periferia de una

gran ciudad y aquellos que residen en el centro o en las zonas rurales.

Con objeto de lograr una ecuación que nos permita predecir la participación

política convencional de un adolescente a partir de dichas variables, se llevó a


cabo un análisis de regresión múltiple (stepwise), utilizando como variable criterio

la participación política convencional y como variables predictoras las utilizadas

en la investigación y resultaron significativas en los análisis de correlación previos

(un total de 21) sobre las que podríamos establecer asociaciones probables.

TABLA 71.-

1.- APOYO DEL PADRE 12.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


2.- APOYO DE LA MADRE 13.- COHESION VECINAL
3.- SOCIABILIDAD 14.- CONTROL DE LA MADRE
4.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 15.- INSATISFACCION PERSONAL
5.- RELACION FAMILIAR 16.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
6.- ASERTIVIDAD 17.- IGUALDAD SEXUAL
7.- CONTROL DEL PADRE 18.- TOLERANCIA SEXUAL
8.- VALOR LIBERTAD 19.- AUTOESTIMA
9.- VALOR DERECHOS HUMANOS 20.- VALOR SER RESPONSABLE
10.- VALOR MUNDO EN PAZ 21.- VALOR DEMOCRACIA
11.- VALOR PATRIOTISMO/NACIONALISMO

-395-
Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 72.
TABLA 72.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- COHESION VECINAL 0,136799

2.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 0,238467

3.- APOYO DEL PADRE 0,127107

4.- PATRIOTISMO/NACIONALISMO 0,129018

5.- SOCIABILIDAD 0,132487

Nota: Los índices mostrados por el análisis de regresión fueron: R=0,36598; R CUADRADO=0,13394; R CUADRADO
AJUSTADA=0,12227

Dado que el valor la varianza explicada no es alto (13%), el análisis resulta

poco concluyente respecto a la identificación de las variables de carácter

psicosocial que podrían explicar y predecir la conducta de la participación política

convencional. No obstante, el análisis apunta algunos resultados de interés (ver

Tabla 72).

Ante todo, señalar que las variables forman un conjunto muy consistente y

muy rico psicológicamente.

Por una parte, la participación política está "arropada" por una serie de

variables que se refieren a una integración social claramente positiva: cohesión


vecinal, apoyo paterno y sociabilidad. Por otra, la participación política se vincula a

un valor (patriotismo) particularmente relevante para la población Palestina que se

percibe objeto de dominio y opresión.

Pero también resulta interesante el peso de la antinormatividad grupal. Es

-396-
decir, en la mente del adolescente palestino participar en política y "hacer ciertas

cosas prohibidas" no parecen contradictorias, sino formando una estructura

conductual más amplia y más compleja con diferentes dimensiones. Esto se verá

más adelante también con la participación política no convencional.

Participar en un acto totalmente legal, en otro menos legalizado y efectuar

"grupalmente ciertas conductas prohibidas" (actos de vandalismo o actos contra

normas) no son líneas de conductas muy diferenciadas o marcadamente

opuestas, sino un conjunto de prácticas que con frecuencia aparecen unidas,

producto obviamente de la situación política del pueblo palestino.

2.- PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL

TABLA 73.- PUNTUACIONES SOBRE LA PARTICIPACION POLITICA NO CONVENCIONAL.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 4,837 1,080 4,000 4,000

MUJERES 4,440 0,771 4,000 4,000

HOMBRES 5,237 1,195 5,000 4,000

14 AÑOS 5,207 1,185 5,000 4,000

15 AÑOS 4,963 1,140 5,000 4,000

16 AÑOS 4,657 1,003 4,000 4,000

17 AÑOS 4,764 1,034 4,000 4,000

18 AÑOS 4,747 0,986 4,000 4,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 5,104 1,195 5,000 4,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 4,792 1,078 4,000 4,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 4,822 1,039 4,000 4,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 4 A 8

-397-
En la Tabla 73 se presentan los datos de interés relativos a esta variable. El

primer dato que llama la atención es el escaso nivel de implicación de los

adolescentes en actividades políticas no convencionales, más reducido que en el


caso de las convencionales (ver Gráficas 84 y 85). Una vez más, aparecen

diferencias entre hombres y mujeres, siendo significativamente más alto el nivel de

participación política no convencional en los hombres (t=-12,41; p<0,0000). Se

observa una tendencia constante a un descenso en la actividad política no

convencional de los sujetos según aumenta su edad, dándose una clara

diferenciación entre los adolescentes de 14 años frente a todos los demas grupos

de edad (F=8,02; p<0,0000). Además se aprecia diferencia entre los sujetos de 15

y 16 años.

Otra pauta diferencial es que, en la participación política no convencional el

grupo de sujetos que presenta un nivel de actividad significativamente más alto es

el de aquellos que habitan en las zonas rurales (F=3,73; p<0,0243).

Una vez más hemos intentado, mediante un análisis de regresión, lograr

una ecuación, combinación lineal de un conjunto de variables utilizadas en el

estudio, que nos permitiera el nivel de participación política no convencional de un

adolescente a partir de dichas variables. En dicho análisis se consideró como


variable criterio la participación política no convencional y como variables

predictoras las mismas que en el caso del análisis de regresión para la conducta de

participación política convencional y que resultaron significativas en los análisis de

correlación previos (un total de 21) sobre las que podríamos establecer

-398-
asociaciones probables.
TABLA 74.-

1.- APOYO DEL PADRE 12.- SATISFACCION CON EL LUGAR DE RESIDENCIA


2.- APOYO DE LA MADRE 13.- COHESION VECINAL
3.- SOCIABILIDAD 14.- CONTROL DE LA MADRE
4.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 15.- INSATISFACCION PERSONAL
5.- RELACION FAMILIAR 16.- SATISFACCION ESCOLAR GENERAL
6.- ASERTIVIDAD 17.- IGUALDAD SEXUAL
7.- CONTROL DEL PADRE 18.- TOLERANCIA SEXUAL
8.- VALOR LIBERTAD 19.- AUTOESTIMA
9.- VALOR DERECHOS HUMANOS 20.- VALOR SER RESPONSABLE
10.- VALOR MUNDO EN PAZ 21.- VALOR DEMOCRACIA
11.- VALOR PATRIOTISMO/NACIONALISMO

Los resultados aparecen recogidos en la Tabla 75.


TABLA 75.-

VARIABLES DE LA ECUACION COEFICIENTE BETA

1.- ANTINORMATIVIDAD GRUPAL 0,201730

2.- SATISFACCION LUGAR RESIDENCIA 0,202718

3.- VALOR MUNDO EN PAZ -0,202264

4.- AUTOESTIMA -0,184203

5.- CONTROL PADRE 0,142286

6.- LEY Y ORDEN 0,135562

Nota: los índices mostrados por el análisis de regresión fueron: R=0,46789; R CUADRADO=0,21892; R CUADRADO
AJUSTADA=0,20622

En la Tabla 75 se presentan los principales datos de la ecuación resultante.

En este caso la ecuación encontrada explica un porcentaje de varianza aceptable

(22%), por lo que el análisis resulta más o menos concluyente respecto a la

identificación de las variables de carácter psicosocial que podrían explicar y

predecir la conducta de participación política no convencional.

-399-
Probablemente, la frontera entre los comportamientos convencionales y no

convencionales en Palestina no aparece claramente definida debido a los

condicionantes sociales, culturales y políticos.

La primera variable que aparece en la ecuación es la antinormatividad

grupal. Esto viene a reforzar la referencia que hacíamos en el capítulo anterior

sobre la relación entre participación política en todas sus formas y conductas

grupales antisociales.

En este caso, la asociación con variables que en otros ámbitos serían

contrapuesta, aquí no lo son; por ejemplo, satisfacción vecinal, control paterno y

valores como la ley y el orden.

-400-
3.- POWERLESSNESS

TABLA 76.- PUNTUACIONES EN LA ESCALA DE POWERLESSNESS.

MEDIA DESVIACION TIPICA MEDIANA MODA

MUESTRA TOTAL 22,360 3,137 22,000 24,000

MUJERES 21,660 3,104 22,000 21,000

HOMBRES 23,077 3,010 23,000 24,000

14 AÑOS 23,493 2,711 23,000 23,000

15 AÑOS 22,583 2,961 23,000 24,000

16 AÑOS 21,902 3,189 22,000 24,000

17 AÑOS 22,254 3,329 22,000 24,000

18 AÑOS 21,948 2,828 22,000 19,000

RURAL O CIUDAD
PEQUEÑA 23,158 3,043 23,000 22,000

PERIFERIA GRANDES
CIUDADES 22,347 2,906 23,000 24,000

CENTRO GRANDES
CIUDADES 22,159 3,436 22,000 24,000

EL RANGO DE LAS PUNTUACIONES VA DE 15 A 30

En los datos de la Tabla 76 se observa que, en general, los adolescentes

palestinos presentan un nivel de powerlessness cercano a la media teórica, que es


de 22,5 puntos (ver Gráficas 86 y 87).

Las pruebas realizadas muestran la existencia de diferencias significativas

en los grupos considerados. Así, las mujeres presentan un nivel de powerlessness

más bajo que el de los hombres (t=-7,05; p<0,0000).

Cabe destacar la presencia de diferencias significativas (F=7,10; p<0,0000)

en el nivel de powerlessness de los adolescentes tempranos (14 años) con

-401-
respecto a los demás grupos, lo que viene a confirmar la existencia de una clara

diferenciación de estos grupos respecto a los índices de participación política

considerados.

Los análisis de varianza muestran también diferencias significativas

respecto al grado de powerlessness de los sujetos según su lugar de residencia

(F=3,80; p<0,0226), de modo que éste es mayor en los adolescentes que habitan

en las zonas rurales, si se comparan con los que viven en el centro o en la periferia

de las grandes ciudades.

Siguiendo la misma estrategia que en casos anteriores hemos intentado,

mediante un análisis de regresión, lograr una ecuación que nos permitiera predecir

el nivel de powerlessness de un adolescente a partir de dichas variables. En dicha


análisis se consideró como variable criterio la puntuación que los sujetos

obtuvieron en powerlessness y como variables predictoras las mismas que en el

caso del análisis de regresión para la conducta de participación política

convencional y fueron significativas en el análisis de correlación previo a este (un

total de 21) sobre las que podríamos establecer asociaciones probables. En la

Tabla 77 se presentan dichas variables predictoras.

-402-
CAPITULO XVII. LOS VALORES

LOS VALORES

Considerando la muestra en su totalidad, los valores que han obtenido una

puntuación superior a 9,25 aprecen en la Tabla 79.

TABLA 79.- VALORES CON MAYOR PUNTUACION POR PARTE DE LOS ADOLESCENTES.

VALOR MEDIA

RELIGION 9,621
SER VALIENTE 9,540
SER LIMPIO 9,520
SALUD 9,511
SER INTELIGENTE 9,463
SER TRABAJADOR 9,401
SER EDUCADO Y CORTES 9,400
RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS 9,355
SER LIBERAL Y COMPRENSIVO 9,297
SER LOGICO 9,267
PROGRESO CIENTIFICO 9,262
AMISTAD 9,260

Este bloque de doce valores se mantiene prácticamente idéntico en todos

los grupos, aunque se observe algunas ligeras alteraciones en el orden y, en

ciertos casos, aparezcan otros valores expresivos de las necesidades o

preocupaciones de cada grupo. Casi todos los agrupamiento realizados en base a

las variables sociales consideradas (sexo, edad, lugar de residencia) presentan un


perfil axiológico muy parecido y muy claro (Gráficas 88, 89 y 90).

-403-
TABLA 80.- VALORES MENOS PUNTUADOS POR LOS ADOLESCENTES.

VALOR MEDIA

SEXUALIDAD 5,145
DINERO Y BIENES MATERIALES 6,673

De modo similar, el conjunto de valores menos apreciados también se


presenta muy constante y nítido. Se trata de un bloque formado por los dos

valores que aparecen en la Tabla 80 (ver Gráficas 91, 92 y 93) .

También en este caso las oscilaciones son pequeñas; quizás lo más

interesante sea la puntuación ligeramente superior que el valor Sexualidad alcanza

en el grupo "menos religioso" (zonas rurales con media=6,613)), dato que confirma
lo ya visto en el capítulo relativo a conductas religiosas.

Esta homogeneidad global de los adolescentes en lo tocante a su perfil

axiológico no impide que, cuando se comparan los distintos grupos entre sí,
encontramos diferencias interesantes. Veamos las principales:

1.- SEXO: Hombres y mujeres se distinguen entre sí, en algunos valores,

con diferencias significativas. Los hombres le dan especial relevancia a los valores

Amistad (t=-2,49; p<0,0129); Dinero y bienes materiales (t=-5,20; p<0,0000);


Empleo/trabajo (t=-4,07; p<0,0001). Las mujeres puntúan más alto que los

hombres en un largo conjunto de valores que, para mejor comprensión, podemos

-404-
agrupar en núcleos temáticos:

a.- VALORES RELATIVOS AL AFECTO Y A LA INTIMIDAD:

- Armonía interna (t=3,16; p<0,0016).

- Ser cariñoso (t=2,33; p<0,0201).

b.- VALORES TRADICIONALES:

- Religión (t=2,90; p<0,0037).

- Ser educado y cortés (t=4,36; p<0,0000).

- Progreso científico (t=1,99; p<0,0463)

c.- VALORES DE LA CONVIVENCIA SOCIAL:

- Democracia (t=4,38; p<0,0000).

- Respeto y admiración de los demás (t=3,43; p<0,0006).

- Derechos humanos (t=2,60; p<0,0094).

- Ser liberal (t=2,77; p<0,0056).

- Mundo en paz (t=3,84; p<0,0001).

- Ser solidario (t=2,17; p<0,0299)

-405-
d.- VALORES RELATIVOS AL TRABAJO:

- Educación (t=4,06; p<0,0001).

- Ser responsable (t=2,05; p<0,0408).

e.- VALORES DEL CONFORT:

- Salud (t=2,95; p<0,0032).

- Vida cómoda y confortable (t=4,00; p<0,0001).

- Vida excitante y activa (t=5,39; p<0,0000).

f.- VALORES GENERICOS DE TIPO INSTRUMENTAL:

- Ser honesto (t=1,99; p<0,0469).

- Ser liberal (t=2,77; p<0,0056).

- Ser ambicioso (t=4,63; p<0,0000).

- Ser alegre (t=3,15; p<0,0017).

- Ser competente y capaz (t=2,63; p<0,0086).

- Ser limpio (t=1,91; p<0,0567).

- Ser lógico (t=3,65; p<0,0003).

-406-
2.- EDAD: Los análisis por grupos de edad arrojan diferencias notables. Veamos

las principales:

a.- VALORES RELATIVOS AL AFECTO Y A LA INTIMIDAD:

AMOR (F=5,87; p<0,0001). Estas diferencias están entre los

adolescentes de 15, 16, 17, 18 y los de 14 años. El valor amor, cobra fuerza a
medida que van creciendo los sujetos.

SER CARIÑOSO Y AFECTIVO (F=3,28; p<0,0110). Las diferencias

están entre los adolescentes de 17 y 14 años. Estos últimos otorgan menor


importancia a este valor.

b.- VALORES TRADICIONALES:

SER CONTROLADO (F=7,19; p<0,0000). Las diferencias están

entre:

- 16 y 14 años.

- 16 y 14 años.

- 18 y 14 años.

- 17 y 14 años.

- 17 y 15 años.

-407-
Parece ser que los sujetos de 14 años no dan mucha importancia al control,
pero a medida que van creciendo se notará el valor del control.

SER EDUCADO Y CORTES (F=3,83; p<0,0042). Las diferencias

están entre:

- 16 y 14 años.

- 17 y 14 años.

Los adolescentes de 14 años puntúan algo menos.

c.- VALORES DE LA CONVIVENCIA SOCIAL:

DERECHOS HUMANOS (F=7,36; p<0,0000). Estas diferencias se

centran entre los sujetos de:

- 16 y 15 años.

- 16 y 14 años.

- 18 y 15 años.

- 17 y 15 años.

- 17 y 14 años.

La adolescencia tardía pone mayor énfasis en este valor.

-408-
d.- VALORES RELATIVOS AL TRABAJO:

EDUCACION (F=2,94; p<0,0198). Las diferencias están entre los

sujetos de 17 y 14 años. Parece ser que los de 14 años le dan menos importancia.

SER RESPONSABLE (F=4,10; p<0,0027). Las diferencias están

entre:

- 16 y 14 años.

- 17 y 14 años.

- 18 y 14 años.

Una vez más los adolescentes de menor edad son los que puntúan
más bajo.

SER TRABAJADOR (F=2,27; p<0,0599). Las diferencias están

entre los adolescentes de 17 y 14 años. Los de 14 puntúan más bajo.

e.- VALORES GENERICOS DE TIPO INSTRUMENTAL:

IGUALDAD SOCIAL (F=3,77; p<0,0047). Estas diferencias están

entre los sujetos de 16, 17 y 14 años. A medida que crecen los adolescentes este
valor cobra mayor fuerza.

-409-
SER AMBICIOSO (F=5,62; p<0,0002). Las diferencias están entre:

- 15 y 14 años.

- 16 y 14 años.

- 17 y 14 años.

- 18 y 14 años.

Los adolescentes de 14 años dan menos importancia a este valor que sus

compañeros mayores. Observamos el aumento de las medias a medida que


aumenta la edad.

SER HONESTO Y SINCERO (F=2,60; p<0,0350). Las diferencias

están centradas entre:

- 16 y 14 años.

- 17 y 14 años.

A medida que crece el sujeto, este valor cobra más importancia.

SER INDEPENDIENTE (F=4,12; p<0,0026). Las diferencias están

centradas entre los adolescentes de 17 y 15 años. La adolescencia tardía valora el


ser independiente.

-410-
SER LIBERAL Y COMPRENSIVO (F=3,29; p<0,0109). Las

diferencias se centran entre:

- 16 y 14 años.

- 15 y 14 años.

- 17 y 14 años.

Los adolescentes de menor edad son los que puntúan más bajo.

SER LIMPIO (F=3,56; p<0,0069). Las diferencias están centradas

entre los adolescentes de:

- 17 y 14 años.

- 18 y 14 años.

Los adolescentes de menor edad son los que puntúan más bajo.

SER LOGICO (F=3,79; p<0,0045). Las diferencias están entre:

- 17 y 14 años.

- 18 y 14 años.

Los adolescentes de menor edad son los que puntúan más bajo.

-411-
SER VALIENTE (F=2,77; p<0,0264). Las diferencias están entre los

sujetos de 18 y 14 años.

Los adolescentes de menor edad son los que puntúan más bajo.

3.- LUGAR DE RESIDENCIA: Los sujetos de poblaciones pequeñas/rurales se

diferencian del resto en otorgar una menor importancia a todos los valores
siguientes, excepto al valor SEXUALIDAD (F=10,36; p<0,0000). Mientras los

adolescentes que habitan la periferia de las grandes ciudades en comparación


con los del centro, otorgan mayor puntuación a los siguientes valores:

AMISTAD (F=5,85; p<0,0030).

ARMONIA INTERNA (F=8,64; p<0,0002).

IGUALDAD SOCIAL (F=5,79; p<0,0031).

LIBERTAD (F=4,29; p<0,0140).

PATRIOTISMO/NACIONALISMO (F=3,79; p<0,0230).

PROGRESO CIENTIFICO (F=3,72; p<0,0245).

RELIGION (F=10,27; p<0,0000).

SOLIDARIDAD (F=14,75; p<0,0000).

VIDA COMODA Y CONFORTABLE (F=11,87; p<0,0000).

VIDA EXCITANTE Y ACTIVA (F=12,04; p<0,0000).

SER IMAGINATIVO Y CREATIVO (F=8,95; p<0,0001).

-412-
SER INTELIGENTE (F=7,22; p<0,0008).

SER LOGICO (F=17,62; p<0,0000).

SER SOLIDARIO (F=10,11; p<0,0000).

SER TRABAJADOR (F=7,40; p<0,0006).

Y los del centro de las grandes ciudades:

AMOR (F=7,25; p<0,0007).

DERECHOS HUMANOS (F=11,54; p<0,0000).

EDUCACION (F=13,03; p<0,0000).

FAMILIA (F=8,62; p<0,0002).

LEY/ORDEN (F=5,42; p<0,9282).

SALUD (F=16,47; p<0,0000).

RESPETO Y ADMIRACION DE LOS DEMAS (F=11,56; p<0,0000).

SER AMBICIOSO (F=15,66; p<0,0000).

SER ALEGRE (F=6,42; p<0,0017).

SER CAPAZ Y COMPETENTE (F=8,52; p<0,0002).

SER CARIÑOSO Y AFECTIVO (F=9,25; p<0,0001).

SER CONTROLADO (F=25,03; p<0,0000).

SER EDUCADO Y CORTES (F=24,53; p<0,0000).

SER HONESTO Y SINCERO (F=11,34; p<0,0000).

SER LIBERAL Y COMPRENSIVO (F=8,84; p<0,0002).

SER LIMPIO (F=25,72; p<0,0000).

-413-
SER OBEDIENTE (F=3,92; p<0,0201).

SER RESPONSABLE (F=16,62; p<0,0000).

SER VALIENTE (F=12,42; p<0,0000).

DISCUSION

Como hemos visto, La conclusión más visible es la gran homogeneidad de

los adolescentes en su perfil axiológico, a pesar de que, como es lógico, se

adviertan aspectos diferenciales entre los grupos conformados en base a las

variables sociales. El conjunto de valores más apreciados engloba creencias sobre

estados finales deseables (Religión, Salud y Amistad) y los demás son creencias
sobre conductas deseables, es decir, valores genéricos de tipo instrumental.

Se trata de un marco axiológico vinculado a lo social. Se constata la

presencia de valores de carácter marcadamente instrumental o moral. Estamos

ante una población orientada a valores sociales antes que individuales, a


posiciones más abstractas y generales, frente a valores inmediatos y concretos.

La alta puntuación otorgada a los valores instrumentales se debe

probablemente a las expresiones de las necesidades de los adolescentes.

Mientras los valores infravalorados (Sexualidad y el Dinero y los bienes materiales)


quizás pueda entenderse como fruto de los mecanismos de

socialización.

-414-
Los resultados emanados de los análisis de diferencias, responden a la idea

de que los valores cumplen una función expresiva de las necesidades humanas
(Serrano y otros, 1994).

Las diferencias entre los hombres y mujeres adolescentes siguen poniendo

de relieve la socialización desigual que los agentes sociales realizan en función del

sexo: en el caso de los varones orientados más hacia el logro y las relaciones
sociales, mientras las mujeres más hacia el afecto y la intimidad.

La mujer subestima algunos valores como el trabajo y el dinero debido a

que da más importancia a su casa, porque la mujer es considerada como la piedra

angular para formar a los hijos. Por otra parte, dan importancia a los derechos

humanos y a la democracia más que los hombres. Parece ser que la mujer está
pensando en sus propios derechos y su democracia.

Finalmente hay que señalar que las mujeres puntúan alto en todos los
valores excepto en: amistad; dinero y bienes materiales; empleo/trabajo;

ley/orden; ocio/viajes; sexualidad; ser imaginativo y creativo.

Por lo que toca a la edad, globalmente, interpretados los valores de las

distintas edades, se observa que los primeros cuatro valores de la muestra total,

están presentes en todas las edades; pero a partir de los 15 años cobran mayor

-415-
fuerza los valores sociales. Además, en la adolescencia tardía (17 años en

adelante) aparecen los valores relativos al trabajo. Es más, a partir de los 17 años

el valor "Religión" ya no ocupa el primer lugar; y el adolescente se interesa por los


valores de tipo instrumental y de confort.

Por último, es interesante comparar nuestros resultados con los obtenidos


por Serrano y otros (1994).

El conjunto de valores más apreciados por los adolescentes palestinos está

formado por valores de tipo instrumental (ser valiente, ser limpio) y moral (religión).

Mientras el de los españoles engloba dos dimensiones; por una parte, el bienestar

físico y emocional (Salud, Amistad, Amor, Familia); por otra, el bienestar social
(Mundo en Paz, Libertad), pero más inmediato a la realidad de los individuos.

Por lo que se refiere a los valores menos apreciados, este es otro elemento

diferenciador de ambas culturas. Así observamos que mientras los adolescentes


palestinos infravaloran la Sexualidad y el Dinero, los españoles manifiestan menor

aprecio por valores tales como la Religión, Patriotismo/Nacionalismo, Ser


ambicioso.

-416-
CONCLUSIONES

En este capítulo se pretende exponer las aportaciones más interesantes de


la investigación. Prescindiremos, pues, de detalles y matices presentados a lo
largo de este estudio, para centrarnos en las grandes líneas que sintetizan e
interpretan los resultados que hemos obtenido. En aras de una mayor claridad,
mantendremos, en lo esencial, la misma ordenación temática que hemos seguido
en los capítulos anteriores.

1.- FAMILIA.

Los adolescentes palestinos transmiten una visión de sus relaciones


familiares, sin duda positiva. El clima familiar es bueno, el apoyo que ofrecen los
padres se considera alto y el control que se ejerce bastante aceptable. Podría
decirse que el adolescente se encuentra bien en su familia, que se trata de un
ámbito social protector y confortable.

Las viejas imágenes de permanentes conflictos entre padres e hijos y la


crispación intergeneracional parece romperse. Además, resulta notable la gran
homogeneidad que manifiestan todos los grupos que hemos ido considerando.
Estamos, pues, ante una tónica muy generalizada.

A destacar el papel cohesivo de la madre; ella sigue siendo, en mayor


medida que el padre, la que se halla más cerca de los hijos, manteniendo así su
tradicional dimensión marcadamente afectiva y emocional.

A nivel más concreto, subrayar el mayor apoyo y control ejercido sobre


los chicos, lo que pone de manifiesto algo que se repetirá con frecuencia: existe

-417-
una socialización diferente entre chicos y chicas. Ser hombre o mujer implica
expectativas y actitudes diferentes para los padres.

Los datos obtenidos, en función de las edades de los sujetos, evidencian un


cierto despegue: sin alterar la relación familiar, tanto el control de ambos padres
como el apoyo del padre van siendo menores a medida que el sujeto crece,
preparándose, por tanto, el camino hacia la autonomía personal. En cambio, el
apoyo de la madre se mantiene.

2.- GRUPO DE IGUALES, ESCUELA Y COMUNIDAD.

El tono general de los resultados en estos tres contextos socializadores


sigue la línea positiva que antes veíamos con respecto a la familia.

El momento evolutivo de la adolescencia es eminentemente interactivo y


ello se expresa a todos los niveles: los vínculos grupales, la presencia de los
amigos y la permanente comunicación social se sitúa en el centro de la vida
adolescente.

Y todo ello dentro de un marco social muy ajustado, en sentido psicológico.


El índice de lo que hemos llamado "antinormatividad grupal" es bajo. Esta
observación se confirma de los apartados donde tratamos las conductas
antisociales. Globalmente, los adolescentes se autodeclaran adaptados e
inmersos en grupos poco problemáticos y lejanos de visiones tópicas, con
frecuencia importadas, que los presentan casi como "predelincuentes".

Por lo que toca a la escuela, el grado de satisfacción es medio-alto, con


diferencias entre los grupos, tal como hemos señalado en el capítulo
correspondiente.

-418-
Y, al igual que ocurre con la familia, una buena integración escolar parece
ser un necesario mecanismo de ajuste, de satisfacción personal y de control de
conductas antisociales indeseables. No se trata, por supuesto, de postular
relaciones de causalidad, pero los datos permiten afirmar que, probablemente, la
existencia de ámbitos socializadores, como la familia y la escuela, bien
establecidos y donde el adolescente se sienta integrado y satisfecho, pueden ser
un poderoso instrumento de prevención de comportamientos antisociales.

Estas afirmaciones se ratifican con los datos relativos al análisis de la


insatisfacción personal. Veíamos que el bienestar interior del adolescente viene, en
buena parte dado, por el apoyo que experimenta dentro de su familia y la variable
denominada la cohesión vecinal, expresa de un grado de ajuste positivo con las
diversas facetas de su actividad social y académica.

3.- CONDUCTAS ANTISOCIALES Y CONSUMO DE DROGAS.

Según desarrollamos en el capítulo correspondiente, la gran mayoría de


los adolescentes están muy lejos de presentar un perfil comportamental
caracterizable como antisocial. Ello no obsta para que se expresen algunas
diferencias dentro de los adolescentes, fundamentalmente en relación con sexo y
la edad. Los varones ejecutan, en mayor medida que las mujeres, conductas de
este signo, lo que de nuevo viene a evidenciar pautas diferenciales en la
educación.

Con relación a la edad, se constata un progresivo aumento de la tasa de


antisocialidad en torno a los 15 años. Se trata, pues, de un punto de inflexión que
conviene tener a efectos de prevención e intervención social.

Los análisis multivariados revelan la importancia al respecto del grupo de


iguales. Si el adolescente se encuentra estrechamente relacionado con un grupo

-419-
antisocial y desajustado, probablemente su comportamiento estará en
consonancia con el de su grupo. La influencia del grupo de iguales es el gran
predictor del comportamiento social del adolescente; no hay que olvidar que éste
vive en grupo, es sociable por antonomasia, del grupo recibe la satisfacción que
genera la interacción, de él emanan las normas y el apoyo social, tanto para lo
positivo como para lo negativo.

Pero las conductas antisociales que aquí hemos tratado (agresión,


antinormas, etc.) no se presentan estrechamente unidas al consumo de
drogas y alcohol, formando, pues, un patrón de comportamientos más amplio y
globalizador.

Dicho esto, conviene inmediatamente advertir que el consumo de drogas


-en sentido vulgar, incluyendo tabaco- no es tan típico ni tan extendido entre la
adolescencia palestina como algunas veces se transmite por los medios de
comunicación. En páginas anteriores hemos concluido que las sustancias
conocidas comúnmente como "drogas" (desde porros a la heroína), que se
presentan de modo insignificante y no forman parte de la "cultura" adolescente.

Como en tantas ocasiones, sexo y edad son las variables con mayor poder
diferenciador entre la población adolescente. El consumo de drogas como el
tabaco se incrementa directamente con la edad y las chicas se diferencian
de los chicos, en que ellas manifiestan un mayor contacto con las
anfetaminas, y ellos las demás tipos de droga.

De modo análogo a lo que acontece con las conductas antisociales, el


consumo de drogas -tabaco, alcohol y demás sustancias- está estrechamente
unido al grupo de iguales, de manera que los hábitos de consumo de los
adolescentes van a depender en buena medida de su entorno social. Asimismo, el
consumo de tabaco y alcohol (la ingestión de las demás drogas es marcadamente

-420-
inferior, como hemos visto) aparecen ligados a comportamientos típicos de esta
etapa, formando un patrón muy característico, que denota la ruptura con el mundo
infantil y el comienzo de la vida adulta e independiente; tránsito en que estas
formas de comportarse adquieren una dimensión emblemática, identificatoria y
autoafirmativa. Ruptura que, a su vez, conlleva, en mayor o menor medida,
disfunciones con sus agentes socializadores primarios, la familia y la escuela.

En este sentido, la visión positiva que presentamos en los epígrafes queda


ahora mejor matizada. A pesar del aceptable ajuste personal y social, la
adolescencia como estadio del desarrollo humano no se da sin problemas, sin
situaciones paradójicas y sin pautas de acción que entrañan simultáneamente
avance hacia la autonomía personal y desajuste en la asunción de normas
sociales.

4.- OCIO Y TIEMPO LIBRE.

Las diversas formas con que los adolescentes ocupan su tiempo libre
resultan bastante parecidas. A pesar de ciertas diferencias, el conjunto de la
adolescencia presenta unas pautas muy análogas y no excesivamente
diversificadas.

Entre sus preferencias se hallan actividades de carácter cultural y religioso.


Los fines de semana son para practicar y ver deporte, ir a reuniones religiosas,
leer comics, revistas y periódicos, y sobre todo pasear. A diario, el ocio lo ocupa la
interacción social, la música, la radio y la T.V.

A este respecto, un 36,6% dedica diariamente más de una hora a escuchar


la radio; un 49,9% destina a ver T.V. de una a tres horas diarias; si ver la T.V. es,
prioritariamente, tenemos, pues, que diariamente éste es el modo más frecuente y

-421-
universal de aplicación del tiempo libre.

Desde una perspectiva diferencial entre sexos, lo más notable es la


dedicación de las mujeres a conversar con la familia, ver T.V. y escuchar la radio y
música diariamente. Por lo que toca a los fines de semana, los chicos se
ocupan de hacer y ver deporte, pasear y acudir a reuniones religiosas, mientras las
mujeres se orientan a escuchar la radio y pasatiempos. Finalmente, en
vacaciones, los hombres van de excursiones, hacer y ver deporte, en cambio las
mujeres se dedican a la lectura en general (libros, revistas, periódicos y comics),
pasear, ver T.V., escuchar la radio o jugar las cartas.

5.- CONOCIMIENTO Y PERCEPCION DE LA SEXUALIDAD.

Con relación a la edad media de conocer el proceso de embarazo y


parto se sitúa en torno a los 12 años, aunque las mujeres se enteran un año antes
que los varones. La información anterior se obtiene en primer lugar por la
lectura, seguida por los profesores y la madre.

Muy interesantes son los resultados derivados del análisis de regresión. A


subrayar la vinculación entre la igualdad sexual y tolerancia (en sentido amplio), de
modo que se palpa una confusión en la percepción de ambas actitudes.

Conviene insistir en lo preocupante de los datos relativos al generalizado


sentimiento de desinformación sobre la realidad del SIDA.

En relación con las actitudes que evidencian sobre la vida sexual, en los
numerosos aspectos que abarcan las escalas de actitudes administradas, parece
patente una posición matizada hacia la igualdad y la tolerancia sexual, a pesar
de que, dentro de los adolescentes, hay diferencias según la edad, sexo y entorno
sociocultural.

-422-
6.- CREENCIAS Y CONDUCTAS RELIGIOSAS.

Como desarrollamos más minuciosamente en el capítulo correspondiente,


sólo existe una cultura religiosa musulmana consolidada. Pero los datos
obtenidos nos llevan a concluir que la religión es entendida como una realidad
sentida y vivida coherentemente. En la misma línea de asentamiento y coherencia
religiosa se halla autodeclararse practicante y estar de acuerdo con las prácticas y
opiniones expresadas por la religión musulmana.

Por otra parte, el índice de creyentes en la existencia de Dios resulta


ser muy alto (96,2%) aproximadamente del total.

En general, constatamos una consolidación de la conceptualización


sobre lo religioso. Si hace 1418 años, en nuestro contexto cultural, creer en Dios
implicaba definirse como religioso, practicando la religión de acuerdo,
normalmente, con los perceptos del Islam, las cosas hoy en día siguen así.

A pesar de estos rasgos generales, dentro de la población adolescente se


dan diferencias notables. Los chicos, los adolescentes tardíos y los habitantes
del centro de las grandes ciudades expresan una mayor religiosidad.

7.- ACTITUDES HACIA LA POLITICA Y VALORES SOCIALES.

Probablemente sea el interés por la política lo que caracteriza la actitud


general de los adolescentes al respecto. La alta participación en actividades
políticas convencionales y la escasa participación en las no convencionales, así lo
ponen de manifiesto.

De nuevo subrayar que, aunque analíticamente distinguibles, la

-423-
participación política convencional y no convencional son formas de actuación no
tan radicalmente separadas, sino probablemente partes de un modo de acción
social y política más generales que podrían abarcarlas sin ningún problema.

Veíamos que el perfil de los valores de los adolescentes palestinos


resulta estar tan vinculado a los valores sociales, con la existencia de
valores de carácter marcadamente instrumental o moral. Se prefiere los
valores sociales a los individuales, los generales y abstractos frente a los
inmediatos y concretos.

-424-
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