Sunteți pe pagina 1din 15

Carlos Alfonso Rodríguez

RAÚL VÁSQUEZ:
“EL MONSTRUO DE LA CANCIÓN”

Ediciones Proyecto Futura


RAÚL VÁSQUEZ: “EL MONSTRUO DE LA CANCIÓN”

Carlos Alfonso Rodríguez

En el panorama de la música popular peruana Raúl Vásquez, es la


modernización de la canción a finales de los años 60 y en los comienzos de los
años 70. El jovenzuelo que empezó a cantar en pequeñas bandas de barrio.
Aparece en 1969 en el Festival de la canción de la Ciudad de Trujillo, en donde se
presenta con dos canciones: La Plañidera y La tierra, la tierra, las dos
composiciones fueron premiadas en esa edición, y él se convirtió en un personaje
de la cultura popular. “El monstruo de la canción” lo bautizó el periodista David
Odría, porque escribía como Bob Dylan pero cantaba como un juglar; aunque en
realidad era un narrador de historias cotidianas y urbanas. Por esos días, meses y
años la música mundial estaba dominada por Elvis Presley, The Beatles y los
Rolling Stones. “Yo maté la nueva ola” dijo el cantautor en una conversación entre
botellas van y botellas vienen.
Hay una antigua leyenda que cuenta que el famoso tenor italiano Enrico
Carusso (1873-1921) llegó a Iquitos, después de haber cantado en Manaos
(Brasil), en donde se estrenó un teatro en su honor durante la época de la
explotación del caucho, cuando ese producto viajaba con destino a Europa por el
río Amazonas. Esa época violenta en la que la sangre de aborígenes amazónicos
colombianos, brasileros y peruanos fue explotada por ingleses, irlandeses y
escoceses. Historia que está extraordinariamente contada en la novela La
Vorágine del gran poeta colombiano José Eustasio Rivera (1888-1928). “La
Revolución Industrial” necesitaba el jebe para las llantas de los autos en una
época de gran producción mundial, esa materia prima se encontraba en la
Amazonía, entonces vinieron explotarla asociados con empresarios
sudamericanos, entre ellos el político Julio César Arana del Águila (1864-1952) y
Carlos Fermín Fiztcarrald (1862-1897). Iquitos durante esa bonanza dejó de ser
un pequeño pueblo y se convirtió en una ciudad en el corazón de la selva.

En Puerto Maldonado, en mayo de 1961 había caído el joven poeta Javier


Heraud acribillado por balas dum-dum, transformado en guerrillero por la
oratoria de Fidel Castro en Cuba, a donde fue a estudiar cine, pero fue
entusiasmado para que “hiciera la revolución” penetrando por la selva amazónica.
Durante esos años también surgieron las denominadas “guerrillas del 65”: el
“MIR” encabezada por Luis de la Puente y Uceda y el Ejército de Liberación
Nacional con Héctor Béjar. El 3 de octubre de 1969 el General Juan Velazco
Alvarado se apodera del gobierno ejecutando una serie de cambios que los
sucesivos regímenes democráticos habían postergado, entre ellos una reforma
agraria que decidió hacerla de manera drástica y radical, expulsando a los
norteamericanos del país. El joven cantautor escribió por encargo la canción Juan
Petrolero, una canción que era una adhesión implícita al régimen de turno. Raúl
Vásquez divulgó la nueva canción, que unos llamaban la “canción protesta” o
“canción social”, y que él denominaba “canción testimonial”. Esa nueva temática
que planteó, le acarreó conflictos con algunos de sus contemporáneos
nuevaoleros quienes criticaban el timbre de su voz, su acento regional, sus largas
historias y su temática social.

Es muy probable que el haber obtenido tanto éxito a los veinte años de
edad, haya significado una de las muchas barreras con la que luego se encontraría
el joven músico, en un medio social, político, económico y cultural en donde
muchas veces ser joven también puede ser sinónimo de ser víctima de
manipuleos ideológicos, religiosos y políticos, amén de hacerlo participar de
algunas estafas por parte de la industria de la alegría y del disco durante esa
época. La obra musical de Raúl Vásquez refleja también un período de
transformaciones que se daban en el mundo liderado por los jóvenes quienes
precisamente protestaban contra esos y otros abusos, por ejemplo lo que ocurría
en Francia durante mayo de 1968.

En lo alto de una colina su casita construyó vivía con su mujercita serranos


eran los dos/ Desafiaban las montañas/ y no sabían ni leer/
su terrenito regaba con el agua de su piel/ su mujer tenía un hijo que abrigaba en
sus entrañas/ sin embargo le ayudaba a traer agua del rio/ La tierra la tierra no
era fértil si el rio se secaba, sus miembros se perdían pero él con un poco de amor
hacia que brotara aunque sea una flor/ Un día tocaron a su puerta tres hombres
uniformados/ sin saber lo que pasaba uniformado se vio/ Hoy llega un batallón en
vez de su lampa un rifle/ está peleando una guerra sin saber porque razón/ su
mujer tiene un hijo que aún abriga en sus entrañas/ ella trabaja y espera a que
vuelva una mañana/ La tierra la tierra no era fértil y el rio se secaba, su miembros
se perdían pero él con un poco de amor hacia que brotara aunque sea una flor/ En
las paredes pusieron una lista de los héroes/ ella no sabe leer por eso que no se
entera/ la mujer ya tuvo el hijo que abrigaba en sus entrañas /no quiere ponerle
nombre hasta que su padre vuelva/ La tierra la tierra ya no es fértil, la sangre que
regaron fue la hizo estéril, el mundo conquistará a otros mundos, sin embargo
descuida al hombre de la tierra la tierra la tierra...

(La tierra la tierra - Raúl Vásquez)

Raúl Vázquez, aparece en América mucho antes que Serrat, José Luis
Perales, Manolo Galván, Alejandro Jaén y otros cantautores, pero de manera
paralela a Leonardo Favio, Leo Dan y Piero. Por lo cual será considerado como “el
primer gran cantautor peruano”, es cierto que en la generación de nuevaoleros
hubo varios de ellos que escribían sus propias canciones. Pero la verdad es que no
llegaron a conformar una propuesta musical y social, como la que consiguió con el
tiempo Raúl Vásquez. Hay quienes podrían disputarle ese título en el Perú, por
ejemplo, Dino de América (Félix Cevallos Robles) el cantautor de “Mil años”,
“Luciérnaga” y otros tantos temas. Ocurre simplemente que Dino de América
empezó grabando boleros. Lo mismo se podría decir de José Escajadillo otro
extraordinario cantautor que inicia su vida pública en 1970. En realidad Raúl
Vásquez constituye un hito en la canción popular sin precedentes.
Posteriormente, se conocerá a otros cantautores peruanos: Rulli Rendo
(Chiclayo), Edwin Alvarado (Saposoa), Fernando Arias (Chimbote), David Dali
(Cerrro de Pasco), Iván Cruz (Callao), Mitchell (Talara), Lucy Villa (Chimbote),
Antonio Laguna (Mollendo), Luigi Montagne (Lima), Homero (Lima), Jorge
Baglietto (Callao) que lograrán importante aceptación nacional e internacional.

Raúl Vásquez nace en Iquitos, el 4 enero de 1949. Los primeros años de su


infancia los pasó en su tierra natal en donde su padre era un fotógrafo. Sucedió
que sus padres se separaron, luego se divorciarían y con su madre llega a Lima, a
los cinco años de edad, exactamente al barrio El Porvenir en el Distrito de La
Victoria, donde transcurrió buena parte de su infancia y su adolescencia en donde
se hizo hincha del club Alianza Lima, a quien le escribió una de las canciones más
populares del club victoriano: “Una pelota de trapo/ testigo del primer gol/ Un
corazón rojo y blanco / bajo su pecho carbón./ Primero buenos amigos/ después a
darle al balón/ Y vio crecer sus colores/ al grito de la afición/ Se va, se va, se va el
Alianza para campeón.../ Se va, se va, Alianza Lima, corazón... Después se fue
haciendo grande/ el pueblo ya lo adoptó/ y la Victoria la reina/ de la que se
enamoró/ se puso azul como el cielo/ porque es creyente de Dios/ y blanco por la
sonrisa/ después de marcar un gol/ Se va se va se va el Alianza para campeón… ”

(Pelota de trapo - Raúl Vásquez)

Ser hincha de un club capitalino para el migrante andino o amazónico era


también una forma de integrarse socialmente a la cultura limeña, a sus virtudes, a
sus defectos, a su universo cotidiano. Ser hincha de Alianza Lima era ser parte del
“pueblo”, asumir sus nuevas raíces; el futbol integraba a cada uno de los
miembros de un barrio a la gran tribu urbana, a la metrópoli y sobre todo, en el
caso del populoso distrito de la Victoria, en donde el joven artista creció en medio
de sus grandes bondades y también de sus carencias. En el distrito de La Victoria
el Club deportivo Alianza Lima forma parte de la cultura, de la oralidad, del habla
popular, de un universo poblado de leyendas deportivas y de cada una de sus
manifestaciones colectivas, es muy difícil que alguien viviendo en la Victoria, no
sea hincha “del equipo íntimo”.

Cuando estudiaba en el Colegio Pedro A. Labharte, uno de sus tantos


condiscípulos fue Lorenzo Palacios “Chacalón”, durante esa época uno de los
profesores de esa institución era el poeta cajamarquino Mario Florián. La Victoria
es uno de los distritos más grandes del área metropolitana limeña, el barrio en
donde vivía Raúl Vásquez, era una de las colonias de “charapas” y se encontraba
próximo al Mercado Mayorista de Lima, conocido como “La Parada” y al gran
Centro Comercial de confecciones Gamarra. En La Victoria se organizaba desde
1950 un evento deportivo denominado “El Mundialito del barrio El Porvenir”,
espacio y lugar en donde escribió esta crónica urbana de la época: Yo vivo en un
barrio modesto/ las casas no tienen jardín/ a veces hasta diez familias/
Compartimos solo un balcón/ Los niños hacen su juguete con lo que hay/muchos no
tienen un regalo en Navidad/ pero creen en Santa Clauss./ Mi barrio es de gente
humilde/ Pero que tiene su mundial/se juega el fútbol en la pista/ porque no se
tiene un local./ Muchas parejas a escondiditas se ven/ para que el viejo no los vaya a
encontrar/pero eso es, eso es amor/ Yo vivo en un barrio modesto/ donde hay amor
también dolor/donde más se sufre más se aprende/ que vivir no es una canción/Los
niños van a una escuelita fiscal/ que lleva el nombre de algún héroe nacional/ ahí
no se usa high school/ Yo vivo en un barrio modesto…

(Yo vivo en un barrio modesto - Raúl Vásquez)

Los jóvenes universitarios, y los no universitarios, los niños, las gentes en


general lo admiraban, y cantaban sus canciones cuando se reunían en las esquinas
de sus casas y se paseaban en grupo al mar, o hacían sus recorridos hacia el
circuito de playas. Entonces era invitado a especiales de la televisión en donde
alguna vez Pablo de Madalengoitia dijo en uno de los programa de “La pregunta
de los diez millones” a donde llegó Raúl, acompañando a Rulli Rendo que
participó con mucho éxito en éste programa disertando sobre la vida y obra de
Oscar Wilde, del cual era, y es verdaderamente un gran conocedor; pero también
estaban presentes en ese evento Pepe Miranda, Luis Abanto Morales y Fernando
Ubiergo, quienes también acompañaban a Rulli Rendo. El famoso animador de
televisión Pablo de Madanlengoitia presentó a Raúl, de esta manera: “También se
encuentra esta noche alguien cuyas canciones cambiaron en mucho las letras de
la canción popular en el Perú, alguien que le dio un sentido distinto en cantar las
baladas. Aquí está con nosotros de nuestra selva peruana Raúl Vásquez”. La gente
aplaudía alborozada en medio del programa de televisión, mientras Fernando
Ubiergo observaba con sorpresa, beneplácito y admiración al “monstruo de la
canción”, quien le devolvía de inmediato la atención y el reconocimiento.

Ya en esos tiempos había escrito esta canción que es un himno a la soledad,


a la nostalgia, al barrio que llevaba adentro, a la ciudad que trasegó muchas veces,
a sus calles y jirones. De nuevo trae su mundo interno, pero también externo. Una
dialéctica constante en sus canciones que en sus historias manifiestan una vida
propia y auténtica.

Mi soledad es como un niño que no vio la Navidad./ Mi soledad es como un


rezo que al cielo no llegará y que se va y se va…/ Mi soledad es un anciano que no
puede caminar./ Mi soledad es recordar que muchas veces a mi madre vi llorar, la vi
llorar./ Yo quiero vencer a mi soledad/ tener a mi lado alguien con quien hablar/ y
quiero vencer la nostalgia de ver como la vida se va y se va…/ Mi soledad es el
silencio que deja la tempestad,/ es el dolor de vestir negro por el viejo que murió y
nos dejó./ Mi soledad es ver mendigos en la esquina del jirón/ es esperar tan solo
una palabra de amor y que tal vez no escucharé./ Yo quiero vencer mi soledad
/tener a mi lado alguien con quien hablar y quiero vencer la nostalgia de ver como
la vida se va y se va…
(Yo quiero vencer a mi soledad - Raúl Vásquez)

Raúl Vásquez que supo desde muy joven lo que era una ruptura sentimental, que
conoció en carne propia el universo de las parejas, el dolor humano y los golpes
de la vida, se casa joven en medio de la efervescencia de la fama y la popularidad
que le da el inesperado oficio de escritor de canciones, de cantautor profesional y
de artista popular. Solo tuvo un hijo Cristhopper Vásquez, que estuvo ligado de
manera fugaz con los autores que aparecieron en los noventa. A quien también le
ha cantado entre sus innumerables composiciones; pero hay una canción, una
vieja canción en el que anuncia su advenimiento: Cariño, cariño. Otra verdadera
fotografía del barrio El Porvenir de la Victoria, y del mundo autobiográfico del
autor de tantas páginas memorables. No deja de ser curioso, coincidente y
sospechoso, que luego que se lanzó con éxito Cariño, cariño de Raúl Vásquez;
Augusto Polo Campos escribiera de manera continua una saga de valses: Cariño
malo, Cariño bonito, Cariño bueno.

Cariño que graciosa que se te ve de lejos/ llevando en tus entrañas el fruto de


mi amor…/ Será el recuerdo vivo de nuestras emociones,/ será el nuevo miembro
que forme nuestro hogar./ Y en la pileta nueva de María Claret,/ bautizarle con esos
nombres que soñamos,/el nombre de su viejo, también de sus abuelos,/ el nombre de
Bethoven, pues músico será…/Cariño…Cariño…Recuerda nuestros sueños ya son una
verdad. Me parece mentira que hoy sean realidad/ Cuando ya sepa andar, le
comparé un triciclo,/ y no será de trapo la pelota que tenga,/ lo llevaré al estadio, al
circo y a la iglesia,/ le voy a dar el mundo que yo no conocí…Lo veremos crecer irse
a la escuelita y luego cuando vuelva oír su vocecita, te llamará mamita, me llamará
papá y oiremos su llanto cuando se porte mal. Cariño. Cariño, recuerda nuestros
sueños, ya son una verdad. Me parece mentira que sea realidad…
(“Cariño, cariño”- Raúl Vásquez)
El periodista Sammy Sadovnick, hoy comentarista de la cadena Telemundo ,
que en su juventud tuvo abiertas simpatías por la música popular y la también
denominada Nueva Canción, alguna vez lo entrevistó en uno de los tantos
programas musicales que condujo en la televisión peruana y le preguntó de la
manera más amistosa:—¿Cómo escribió usted La Plañidera?
Raúl Vásquez, le contestó también de la manera más serena que fue luego de leer
el cuento Taita Cristo de Eleodoro Vargas Vicuña, ante la gran sorpresa de muchos
de los telespectadores que hasta ese instante y momento nada sabía de la
verdadera historia de cómo se había inventado La Plañidera y que desconocía en
absoluto que Raúl Vásquez leía con fruición a Eleodoro Vargas, Julio Ramón
Ribeyro y Francisco Izquierdo Ríos, que a su vez eran autores de cabecera.
La plañidera, es una portentosa canción, una historia de la vida cotidiana, un
cuento de la vida real, un reportaje periodístico, una pequeña novela. El relato de
un velorio con sus tonos sombríos, lánguidos y melancólicos, como muchas de las
primeras canciones del charapa de oro.

La plañidera es la rezandera que aparece en los velorios de los pueblos del


Perú, o de cualquier pueblo latinoamericano, que sabe que la gente que ha
perdido un ser querido está tan descompuesta por la fatal circunstancia y sin
ganas ni ánimo de rezar. Entonces se aparece La plañidera, a soltar rezos, cantos,
oraciones y padrenuestros por algunas monedas que con generosidad los
familiares le entregan. La narración de la canción no deja ninguna duda al
respecto y la historia de la canción tampoco. La plañidera es una de las canciones
más emblemáticas de su vida autoral y la ganadora en el Festival de Trujillo en
1969. Mientras que varios de los cantantes que en ese festival participaron y
perdieron, decían muy envidiosos: “que él no cantaba, sino que hablaba”. Luego el
joven autor declaró a la prensa con esa conciencia humana de la juventud y esa
desfachatez de los veinte abriles: “Si gané esta vez, es porque muchas veces he
perdido…”

LA PLAÑIDERA

Hoy de nuevo la casa se viste de negro,


las cortinas se cierran en signo de duelo.
Una vieja tinaja han hecho de florero,
antes guardaba chicha hoy un adiós postrero.
Ya se escucha el lamento y la voz lastimera
de una mujer de negro que nadie conoce,
ella es la que más llora, ella es la que más sufre,
sólo el dueño de casa sabe que es plañidera.
Y el café más amargo que ayer,
ya empezaron a beber, y un violín en el otro salón
entona triste una canción...

La plañidera, la plañidera, que sus lágrimas vendió,


La plañidera, la plañidera, llora a quien no conoció.

Ningún lazo le une con el que yace muerto,


más se queja y le añora como ningún pariente.
Ha llegado a la puerta el carrito mortuorio,
ya los hombres no beben el fuerte aguardiente;
Titubeando caminan hacia el campo santo
se persignan y rezan nuestro padrenuestro;
una cruz de madera toda mal tallada
es la forma callada de un humilde gesto.
El sepelio ha llegado a su fase final,
ya los deudos se van cada cual a su hogar.
Los ojos maltratados cual marchita flor
es el saldo que deja el hondo dolor.
Y el café más amargo que ayer,
Ya dejaron beber, el violín en el otro salón
ya no entona su canción...

La plañidera, la plañidera, que sus lágrimas vendió


La plañidera, la plañidera, llora a quien no conoció.

Pero La Plañidera no solo es una canción en donde se cuenta la historia de


un velorio, sino también las tradiciones, costumbres y la religiosidad de un
pueblo. El autor no necesita confesarlo, porque el personaje o los personajes de la
historia de la canción revelan una religiosidad católica, apostólica y victoriana.
Solo que en estos tiempos, o mejor dicho hace mucho tiempo la religiosidad
católica se encuentra bastante venida a menos en todo el mundo por los
conocidos abusos de su jerarquía. Todo lo cual también denota una recalcitrante
ideología conservadora y pasadista. Además hay que recordar que Lima fue la
capital del Virreinato de la Nueva Castilla cuya heredad más longeva es una
ciudad sitiada por viejas iglesias del siglo XV, XVI, XVII y XVIII.

Estas manos son las mismas/ que escribieron una vez algún poema/ Estas
manos son las mismas/ que se unieron una vez en oración/ Y con ellas marchité, yo
marchité una flor/ Con mis manos las que un día escribieron al amor… /Con mis
manos yo adoraba/ la frescura y fragilidad de tu piel/ Yo no quise levantarla y
causarte con mis celos un dolor/ Yo marchité una flor, yo apagué un calor/ Con mis
manos las que dieron mil caricias al amor./ Hoy postrado de rodillas pido al cielo
que jamás me de perdón,/ que destruya ésta diestra con la que un capullo en flor
hice morir…
(Yo marchité una flor-Raúl Vásquez)

En los años finales de los 60 la televisión peruana vivía una bonanza, pues
se había logrado la realización de la telenovela Simplemente María cuyo éxito en
América Latina significó un gran acontecimiento, y prácticamente se inició la
producción de estos culebrones en todo el continente. Los hermanos Delgado
Parker, Genaro y Héctor, se fueron a México a vendérsela al viejo Emilio
Azcárraga, dueño de la radio y televisión mexicana, que les dijo: “¡Los mexicanos
no compramos: vendemos!”. Pero Héctor Delgado Parker que era un magnífico
negociador insistió y lo convenció; Azcárraga al ver los primeros capítulos de
Simplemente María le gustó tanto que decidió comprarla. Al emitirse los primeros
capítulos tuvo un impacto en la audiencia que no se había registrado nunca antes.
A mediados del año 70 México era la sede del mundial de fútbol; sin embargo la
telenovela Simplemente María tuvo más rating que el Mundial de México 70. El
viejo Emilio Azcárraga, luego de ese fenómeno televisivo, decidió contratar a los
libretistas, guionistas y actores peruanos para hacer otras similares producciones.
De tal manera, que empezaron a realizarse las telenovelas por allá y se quedaron
por años y décadas Ricardo Blume, Saby Kamalich, Fernando Larrañaga, Ofelia
Lazo, Gloria María Ureta, Elvira Travesí y otros más. Simplemente María está
considerada como la primera gran telenovela de Latinoamérica; luego del éxito de
ésta producción vinieron otras telenovelas peruanas: El profesor Aldao, Natacha,
Los hermanos coraje, las dos primeras realizaciones televisivas tendrán como
autor y compositor de la canción central a Raúl Vásquez, Natacha tuvo mucho
éxito y el autor también.
Desojada florecita/tu inocencia es blanca nube/ que al cielo irá/la enramada
de la vida/ puso espinas al camino/más pasará… quien te juzga/no ha vivido lo que
tu viviste/ para ser al fin una mujer/oh Natacha, oh Natacha…/Pasarán los magros
días/para dar paso a los nuevos/ y sonreirás…quien te juzga/ no ha vivido lo que tu
viviste/
para ser al fin una mujer/oh Natacha ,oh Natacha/lalalala…Natacha…

(Natacha-Raúl Vásquez)

¿Qué ocurrió con ésta relevante figura de la canción popular que irrumpió
de manera fulgurante, pero que se fue apagando en el camino? Hay quienes dicen
que su personalidad era vulnerable y que a menudo fue presa fácil de las
depresiones; pero la verdad es que el éxito prematuro le prodigó de muchos
triunfos en su dilatada carrera artística. Tal vez la aparición de nuevos
cantautores en el medio lo desplazó en el gusto popular masivo y del consumo
artístico.
Si uno escucha las canciones de Raúl Vásquez grabadas en el final de los
años sesenta, o a inicios de los años setenta puede percibir algunas limitaciones
en el acompañamiento musical. Destacando, por fortuna, sus bellas historias
sociales y vivenciales; algunas de las cuales conformarán, sin ninguna duda, la
selección de las mejores canciones de todos los tiempos en el país. Sin embargo,
cuando empieza a grabar baladas románticas la tecnología de grabación mejora
en composiciones como “Vas a ser mi compañera”, “Por los caminos de San Juan”,
“Pon tu corazón en mi lugar”, “Canto a la amada compañera”, “Mi corazón es como
un tren”. También hay que tener en cuenta que la industria del entretenimiento
solo tiene artistas desechables y son importantes los que “produzcan”, “vendan” y
se mantengan en “el negocio” porque las leyes del mercado son así de exigentes.
Sin embargo, cuánto le debemos a este gran trovador, narrador y cronista que
bajo la influencia musical de Charles Aznavour, Gilbert Becaut, Nicola Di bari,
Domenico Moduño, Eduardo Franco y otros grandes autores escribiera: La
Plañidera, Te necesito, Recuerdas flaca, Para lo muerto una rosa para el amor una
rosa, Ponle corazón, Muchacha, Bienvenidos a Iquitos.

Los géneros musicales en donde destacó holgadamente fueron la canción


social y la balada romántica, su gran obra forma parte de lo mejor de la historia
musical de la canción popular latinoamericana. En 1984 Raúl Vásquez gana la
versión nacional de la OTI con la canción Todos los días pueden ser Navidad la
cual le permitió representar al Perú en México, adonde viajó para cantar en ese
festival internacional. Todos los días pueden ser Navidad, con el tiempo no tuvo la
difusión de otras canciones, a pesar que es una simpática historia.
Desde entonces su época dorada se fue extinguiendo, sus mejores años
quedarían en el recuerdo de los años 70 y 80. Tal vez una de las últimas canciones
memorables de los años ochenta de éste magnífico cantautor fue Mi país una
canción que se divulgó muy poco y que el propio autor fue relegándola de su
repertorio por probables conveniencias o inconveniencias. Es un tema en donde
el mismo autor tiene demasiadas pretensiones de médico, doctor, politólogo y
profeta:

Mi país está sufriendo/ un terrible enfermedad/ unos dicen hemofilia/pero


eso no es verdad/maldita será la raza/ que a su sangre ha de matar/ ¿por qué la
izquierda y la derecha? No se ayudan para andar…

(Mi país - Raúl Vásquez)

“El monstruo de la canción” no sorprendió en los 90 con nuevas canciones,


poco a poco se alejaría de los escenarios hasta perderse en el anonimato y el
silencio, esporádicamente un concierto con Piero o Manolo Galván lo regresaban
a los escenarios. Hasta que el concierto en el Centro de Convenciones María
Angola lo devuelve de la manera rutilante que él quiso presentarse ante el
público, o sea haciendo grandes espectáculos que generaran un buen impacto en
los medios, como efectivamente lo consiguiera. Luego de éste gran evento
empieza aparecer en la gran red internacional sin fronteras conquistando
oyentes, admiradores y seguidores en el mundo.

“Te has ido tras el viento, te has ido lejos/ Como los barcos parten a extraños
puertos/ Y sin entender tu adiós ni por qué... / Camino del silencio regresé/
Quedaron en el aire palabras viejas/ Pasaste como pasan los buenos tiempos.../ Y no
sé por qué me niego a poner tu nombre entre otros nombres de mujer. Si fuiste sólo
flor de un día y te marchaste sin mi alegría/ ya nada queda de aquel instante en que
más te amé...He andado nuevamente lo caminado, brillaron en mis ojos lo antes
mirado y no sé por qué me niego a poner tu rostro entre otros rostros de mujer”

(Flor de un día - Raúl Vásquez)

Cuando Raúl Vásquez intentó escribir algunos valses no tuvo mucha


fortuna; primero porque no se considera “criollo”. Lo cual es incierto, porque
criollo es todo aquel que ha nacido o vive en una ciudad, o pertenece a una cultura
criolla. Sin embargo, imagino, que lo él quiso decir es que no asumió la música
criolla peruana, que significa beber de sus autores, poetas, compositores, de la
vieja o nueva guardia, y de sus variados géneros. Por lo cual no pudo componer
muchos valses o no tuvieron éxito en el gusto del gran público; pero en el bolero
acertó, algunas veces, como en Te vi con él en la interpretación de Iván Cruz, Voy a
guardar mi lamento en la voz inmortal de Alci Acosta y Dónde están los poetas, que
es un señor bolero, en su propia voz. De todos modos, a Raúl Vásquez no le fue
nada mal como compositor e intérprete de sus propias composiciones, pues sus
canciones fueron grabadas por grandes cantantes, entre los más conocidos se
encuentran el chileno Budy Richard, el argentino Leonardo Fabio, el colombiano
Alci Acosta, el costarricense Jorge del Castillo y muchos otros más.

El autor y compositor de Natacha, así como de otras tantas memorables


canciones. Creo que pudo dejar una estela mucho más trascendente, pudo ser un
paradigma más contundente en la historia de la canción popular peruana. Parece
que se cansó en el camino, quizás se le agotó la inspiración, tal vez se conformó
con los logros alcanzados de su obra creativa. Mientras que otros cantautores más
veteranos que él, viajaban todos los años por las grandes ciudades de América con
sus viejas y nuevas canciones ofreciendo sobresalientes conciertos y recitales
multitudinarios, Raúl Vásquez solo lo hacía por las ciudades peruanas, con
excepcionales participaciones en eventos nacionales e internacionales.

Alguna vez se le situó en el movimiento de la “Nueva Ola” que en el medio


nacional tuvo buenos exponentes como Gustavo Hit Moreno, Jimy Santy, Pepe
Cipolla, Joe Danova, Pepe Miranda, Los Belkins. Mas de nuevo manifestaba que él
no podía ser de la nueva ola, porque “él mató a la nueva ola”, pues mientras que
ellos cantaban La pera madura o Sácate los ruleros, él apareció con La plañidera y
La tierra, la tierra. Es decir una nueva temática que reflejaba y contaba la realidad
de los grandes barrios, urbes y metrópolis; pero también es verdad que él mismo
abandonó esa temática social y testimonial para ingresar a las baladas rítmicas, a
la denominada música pop, alejándose de una temática conectada con la realidad
cotidiana que tanto éxito le había dado.

Mario Campos “Diego Mariscal”, Víctor Merino y Raúl Vásquez.


Raúl Vásquez tiene suficientes méritos y canciones para ingresar a la
inmortalidad artística, pues es uno de los más grandes cantautores peruanos de
todos los tiempos y sinceramente deseamos su retorno más a menudo a los
escenarios en estos nuevos tiempos; porque las nuevas generaciones tienen
mucho que aprender de él y de su trabajo musical. Por ahora recordemos una de
sus más bellas letras que todavía se escuchan con regular frecuencia en las
emisoras de Latinoamérica: Voy a guardar mi lamento.

VOY A GUARDAR MI LAMENTO

Ella era el agua que yo bebía,


Era la fuente de mi alegría.
Sentía orgullo de andar con ella,
Saberme suyo, era tan bella.
Hoy la he perdido, sangra mi pecho,
Pero ninguno oirá de mí un quejido.

Voy a guardar mi lamento,


Para cuando yo esté solo.
Voy a guardar mi lamento,
Para cuando yo esté solo.

Ella era el dogma que yo creía,


Era la ley que no infringía,
Era el cimiento de mi futuro,
Y no les miento mi amor fue puro.
Hoy la he perdido, sangra mi pecho,
Pero ninguno oirá de mí un quejido.

Voy a guardar mi lamento,


Para cuando yo esté solo.
Voy a guardar mi lamento,
Para cuando yo esté solo.

S-ar putea să vă placă și