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ENTREVISTA CON ANTONIO BUERO VALLEJO

Por Manuel Segura Verdú

13 de Agosto de 1987

Me consta, sin lugar a dudas, que a Antonio Buero Vallejo le ha dolido no poder estar presente en el
homenaje que la séptima Muestra de Teatro Cieza ´87 le va a rendir. Y lo digo esto como consecuencia
inmediata del diálogo que con él sostuve. Buero descansa en Navacerrada o descansaba un día antes de
partir para Bilbao a estrenar. Con la sensata serenidad que le caracteriza, el último Premio Cervantes no
tuvo inconveniente en responder a todo; es más, lo encontré solícito.

-Historia de una escalera, Premio Lope de Vega de Vega en 1949, revolucionó la escena nacional,
abúlica y aburrida tras la contienda civil del 36. ¿Es usted consciente de que el teatro contemporáneo
español de los últimos 40 o 50 años tiene una importante referencia en esta obra suya?

-No estoy muy seguro de ello, la verdad, como tampoco lo estoy de que yo hubiera revolucionado
hasta el extremo que se ha dicho. Pero, vamos, lo han dicho bastantes personas y por lo tanto como un
dato por lo menos posible, puedo admitirlo. A su vez, a consecuencia de la expectación que levantó el
estreno de la obra, no es del todo imposible que a través de las décadas siguientes, en alguna medida,
yo haya podido influir u orientar a algunos autores o algunas tendencias, aunque esto es algo que yo
considero poco científico por ahora.

-Usted ha ido acaparando a lo largo de estos años innumerables premios: ha sido Premio Nacional de
Teatro durante tres años consecutivos (1956, 57 y 58), Lope de Vega en 1949 y Cervantes en el 86,
entre otros muchos. Don Antonio, ¿son los premios una especie de compensación en esta vida por los
sufrimientos?

-Los premios, claro, siempre compensan y todo lo que sirva para fortalecer y consolidar lo que uno se
ha propuesto, es una compensación. En cuanto al sufrimiento de la vida, pues como todo el mundo
más o menos se “chincha” y sufre, tampoco hay que darle más importancia.

-¿Cree que la vida es un drama y no una comedia?

-Creo que tiene momento de comedia y que fundamentalmente es un drama.

-¿Y no es verdad que el autor produce con mayores dosis de calidad en la opresión que en la libertad?

-No, yo no creo eso. Lo que sí creo y es algo que he defendido siempre es que el escritor, en general,
puede crear con no menor dosis de calidad que en la libertad, en la opresión. Eso sí, que no tiene
porqué ser menos cualificado su trabajo bajo la opresión, aunque quizá para ello se necesite más
ingenio y astucia incluso; pero llegar a la afirmación ya extremada de que bajo la opresión se escribe
mejor, no, eso yo no lo puedo suscribir.

Aquella condena a muerte


-¿Qué se siente cuando uno está o ha estado condenado a muerte?

-Pues la verdad es que casi ya no me acuerdo porque, como hace tantos años, no lo sé muy bien, pero
se debe pensar que el caso de las condenas a muerte, entre las que pudo estar la mía, es decir, por
motivos políticos e históricos pero no por crímenes comunes, el ambiente, la atmósfera tanto
individual como colectiva en que nos hallábamos por esta circunstancia era, en aquel tiempo ya muy
remoto, firme y entera.

-En su caso, cuando se ha vivido tan intensamente durante estos años, imagino que se contemplarán los
“travestismos” con especial sensibilidad. Jueces en la noche (1979), una de sus obras, es un ejemplo.
¿No es esto para sentir vergüenza ajena?

-Pero éste no es el problema singular del autor que se llama Antonio Buero ni tampoco algo especial
de nuestra época. Éstas son las cosas que suceden en cualquier sociedad y en cualquier tiempo y éstas
son las cosas que también, en cualquier momento, el teatro ha intentado desenmascarar y poner de
relieve. Por lo menos, cierta clase de teatro que siempre lo ha habido. Como yo, modestamente, figuro
en esa clase, pues claro que he afrontado el travestismo político y otras hipocresías como en su tiempo
lo hizo Shakespeare o los griegos.

Los muchos Lázaros

-¿Cómo definiría usted Lázaro en el laberinto? ¿Son muchos los Lázaros de esta España de 1987?

-Yo creo que los “Lázaros” son siempre muchos y que, en alguna medida, casi cualquier persona, y yo
también, es en algún momento como el Lázaro de mi obra. En cuanto a la obra en sí, bueno, es un
drama, casi una tragedia en realidad pues en el fondo es un problema trágico el que se afronta y creo
que es una obra sobre la hipocresía, el temor y el amor.

Al despedirme del autor de Historia de una escalera o El tragaluz le digo que entendemos,
generalizando, los motivos por los que no ha podido venir a Cieza… “No, explíquemelo porque yo no
lo entiendo. Yo creo entender por qué no he podido asistir. Hay muchas cosas pendientes. Mañana
mismo he de ir a Bilbao; para mí los viajes son ya un tanto embarazosos por muchas razones, pero
vamos, si este cúmulo de circunstancias no se hubiera dado, qué duda cabe de que yo hubiera asistido
a un acto tan simpático como el de Cieza, cuyo certamen de teatro alcanza ya resonancia nacional”.

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