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EL JENGIBRE INDUCE

LA MUERTE DE LAS CÉLULAS CANCEROSAS

El jengibre induce la muerte de las células cancerosas tanto


mediante apoptosis -o suicidio celular- como por autofagia -se
consumen o atacan a sí mismas destruyendo el material
citoplasmático-. Así lo acaba de constatar "in vitro" un grupo
de investigadores de la Universidad de Michigan (EEUU). Y no
sólo eso: evita que las células se vuelvan resistentes a la
quimioterapia. Investigaciones anteriores ya habían
demostrado que puede evitar el crecimiento de células
cancerígenas pero se achacaba a sus propiedades
antiinflamatorias. Añadiremos que también el chile ha
demostrado eficacia para combatir el cáncer de páncreas y
que las verduras crucíferas -como la coliflor o las coles de
Bruselas- lo han hecho en casos de cáncer colorrectal y
pulmón. Una vez más se demuestra que Hipócrates tenía
razón.

Si en nuestro número anterior explicábamos las enormes


posibilidades de los ácidos grasos omega 3 en la lucha contra el
cáncer en éste vamos a examinar el potencial que la investigación
base -aquella que principalmente funciona con fondos públicos- está
descubriendo en algunos productos vegetales de nuestra dieta para
prevenirlo y combatirlo. Y esta vez las buenas noticias nos hablan de
las posibilidades anticancerígenas del jengibre -raíz usada como
especia en las comidas y conocida desde hace milenios por sus
posibilidades culinarias y medicinales-, del chile y de verduras
crucíferas como la coliflor y el brócoli.

Claro que a pesar del optimismo que puedan despertar estas


investigaciones -que no hacen sino confirmar que los alimentos
deberían ser nuestros primeros "medicamentos"- la esperanza de
verlas integradas entre las terapias oncológicas se trunca siempre en
el camino que conduce desde los primeros estudios hasta su exigida
formulación como medicamento. Por eso se vuelve aún más necesario
conocer los resultados de los trabajos efectuados sobre ellos antes de
que el silencio acabe por sepultarlos.

No hay más que comparar el número de ensayos clínicos en fases II y


III de moléculas patentadas comercialmente con el de ensayos
realizados con alimentos, plantas o sustancias naturales no
patentables para darse cuenta de lo difícil que será con el actual
sistema de verificación su reconocimiento como elemento básico en
un tratamiento oncológico. Y no por falta de eficacia -claramente
constatada "in vitro" y en experimentación animal- sino por la
carencia de los fondos necesarios para demostrar también esa
eficacia en humanos. Obviamente sí se experimenta con los

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ingredientes activos que hay en esa planta, alimento o sustancia
natural porque esos sí pueden patentarse lo que ocurre es que
normalmente la eficacia del alimento o planta se debe a la sinergia de
todos sus componentes. Con lo que hoy asistimos impotentes al
hecho de que los grandes laboratorios prefieren patentar uno solo de
los principios activos de esa planta o alimento aunque sean
conscientes de que su eficacia es mucho menor que la del producto
natural entero. No pretenden, en suma, buscar y dar a conocer lo que
funciona sino sólo lo que funciona... y es patentable. Aunque sea de
mucho menor utilidad terapéutica.

Bueno, los grandes laboratorios farmacéuticos también tienen otra


opción: comprar la mayor parte o toda la cosecha de ese producto a
nivel mundial. Como se ha hecho con el anís estrellado utilizado para
fabricar el famoso antiviral para la gripe aviaria: el Tamiflu.
En suma, ninguna empresa farmacéutica va a invertir los casi 800
millones de dólares que se dice cuesta convertir en fármaco una
molécula cualquiera para demostrar que el jengibre, el chile o las
coles son excelentes antitumorales porque no son patentables. Y sin
patentes no hay beneficios. Evidentemente esa investigación podrían
pagarla los estados pero quienes pueden decidir tal cosa no osan
enfrentarse a las multinacionales farmacéuticas. A fin de cuentas los
ministerios de Sanidad de todo el mundo están controlados o
fuertemente mediatizados por la gran industria del medicamento.

EL JENGIBRE MATA LAS CÉLULAS DEL CÁNCER DE OVARIO


En cuanto al jengibre la Ciencia no ha hecho -una vez más- sino
ampliar lo que ya la Medicina Tradicional sabía desde siempre: no
sólo alimenta. Sus posibilidades terapéuticas son de hecho utilizadas
desde hace miles de años -sobre todo en China y la India- razón por
la cual fue una de las plantas más buscadas y cotizadas por los
comerciantes de especias. Y aún hoy forma parte de más del 50% de
los compuestos de hierbas utilizados en la medicina tradicional
practicada en aquellos países habiendo sido usado para el
tratamiento de la náusea, la indigestión, la fiebre y las infecciones así
como remedio para aumentar la vitalidad y mejorar la vejez.
Más recientemente, en la reunión anual de este año de la Asociación
Americana para la Investigación del Cáncer, un equipo de
investigadores del Centro Integral del Cáncer de la Universidad de
Michigan presentó sus últimos resultados que señalan al jengibre
como opción terapéutica para tratar el cáncer de ovarios. Los
estudios realizados en laboratorio por el equipo dirigido por J.
Rebecca Liu -profesora asistente de Obstetricia y Ginecología en la
Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan y miembro del
Centro Integral del Cáncer de la citada universidad- han servido para
demostrar que el jengibre es capaz de provocar la muerte de las
células cancerígenas en los ovarios. El equipo investigador utilizó
jengibre en polvo similar al que podemos encontrar en las tiendas de

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alimentos con la única diferencia de que el utilizado era de calidad
estándar para la investigación. Disuelto en una solución y colocado en
un cultivo de células cancerosas de ovario indujo la muerte de todas
las líneas celulares en las que fue probado. Y lo más importante: se
comprobó que induce la muerte de las células cancerosas tanto
mediante apoptosis -o suicidio celular- como por autofagia -se
consumen o atacan a sí mismas destruyendo el material
citoplasmático-. Además suprime las reacciones antiinflamatorias
vinculadas a su desarrollo.

"Hemos comprobado que la muerte inducida por el jengibre en


múltiples líneas de células cancerígenas -afirma Jennifer Rhode,
investigadora del Departamento de Ginecología Oncológica- tiene un
índice similar o mejor que el de las drogas quimioterápicas que se
utilizan habitualmente para tratar el cáncer de ovarios".
Ciertamente se trata de estudios iniciales y los investigadores deben
ahora reproducir los resultados en animales. El problema está en
saber si la investigación superará las trabas que se ponen
habitualmente en estos casos.

Lo atractivo de un potencial tratamiento con jengibre es que no tiene


prácticamente efectos secundarios y podría consumirse en cápsulas.

INHIBE EL CRECIMIENTO DE CÉLULAS DE CÁNCER


COLORRECTAL
Lo singular, sin embargo, es que parte de las dudas del equipo de la
Universidad de Michigan fueron resueltas hace ya 3 años por otro
equipo de investigadores del Instituto Hormel de Minnesota (EEUU)
aunque en su caso estudiaron la eficacia del jengibre en células de
cáncer colorrectal. Porque ellos sí superaron la fase de investigación
"in vitro" y aplicaron el tratamiento en ratones. De hecho afirman
haber encontrado un ingrediente activo en el jengibre que poder
patentar.
La profesora Ann Bode y sus colegas encontraron que los tumores
crecían más lentamente en aquellos ratones a los que se dio tres
veces por semana gingerol, el principal compuesto activo hallado por
ellos en la raíz de jengibre y que le da su sabor característico. De
hecho, Bode y Zigang Dong -director del Instituto Hormel-
presentaron también su trabajo en la reunión de la Asociación
Americana para la Investigación del Cáncer pero antes: en octubre
del 2003 en Phoenix. No puede decirse pues que las posibilidades del
jengibre no hayan sido comunicadas a los oncólogos a pesar de lo
cual éstos no parecen darse por enterados.

Los investigadores probaron las posibilidades del gingerol dando a 20


ratones medio miligramo tres veces por semana, antes y después de
inyectarles células de tumor colorrectal humanas. Luego se permitió
que los tumores crecieran hasta alcanzar un centímetro cúbico de

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tamaño, momento en que fueron sacrificados para su estudio. Pues
bien, quince días después de que las células hubieran sido inyectadas
aparecieron 13 tumores entre los ratones del grupo de control y sólo
4 en el grupo al que se dio gingerol. Además los ratones que
consumieron gingerol registraron un menor tamaño medio en sus
tumores. A partir del día 49 todos los ratones del grupo de control
habían sido sacrificados debido a que el tumor había alcanzado el
tamaño previsto. Por contraste, 12 de los 20 ratones que
consumieron gingerol todavía estaban vivos ese día y el tamaño
medio de sus tumores era aproximadamente la mitad del tamaño
máximo aceptable.

"Estos resultados -afirmaría Bode- sugieren claramente que los


compuestos de jengibre pueden ser eficaces quimiopreventivos y/o
agentes quimioterapéuticos para carcinomas colorrectales. Puesto
que no se permitió a los ratones vivir con tumores mayores de un
centímetro cúbico es difícil saber si los tratados con jengibre habrían
vivido más mucho tiempo antes de morir por sus tumores pero
parece que sí".

El resultado preliminar también sugiere que la metástasis de los


tumores en los ratones del grupo de control se habían extendido más
que las habidas en el grupo que tomó el gingerol.
"Los nuevos experimentos -declaró finalmente Bode- deben
responder a la pregunta de si tomar jengibre retarda la metástasis de
un tumor no operable".

UN POCO DE PICANTE EN LA VIDA

Los estudios sobre el jengibre no son, por supuesto, los únicos que
corroboran las propiedades curativas de los alimentos. No hace
muchos meses, por ejemplo, la capsaicina -el ingrediente que
provoca el sabor picante del chile, una variedad del pimiento rojo
común- demostraba en el laboratorio tener capacidades
antitumorales en cáncer de páncreas. El estudio, realizado en la
Universidad de Pittsburg, demostró que la capsaicina provoca el
suicidio de las células de cáncer pancreáticas, que mueran por
apoptosis. El estudio fue presentado el año pasado ante la Asociación
Americana para la Investigación de Cáncer.

"En nuestro estudio -señaló entonces Sanjay K. Srivastava,


investigador jefe y profesor ayudante del Departamento de
Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Pittsburg- descubrimos que la capsaicina suministrada oralmente a
los ratones con tumores pancreáticos humanos era un inhibidor
sumamente eficaz del proceso canceroso induciendo apoptosis en las
células tumorales.Y además redujo significativamente el tamaño de
los tumores".

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Los ratones que recibieron capsaicina aumentaron los niveles de
proteínas asociadas con la apoptosis y sus tumores fueron
significativamente más pequeños que los del grupo control. El estudio
reveló que la capsaicina alteraba la función mitocondrial lo que
propiciaba la descarga de diversas proteínas apoptóticas sin afectar
en ningún caso a las células pancreáticas sanas.

"Nuestros resultados -afirmó Srivastava- demuestran que la


capsaicina es un potente agente anticancerígeno, induce la apoptosis
en las células cancerosas y no produce daños significativos en las
células pancreáticas normales lo que indica su uso potencial como
nuevo agente para la prevención y tratamiento del cáncer
pancreático".
Elemento protector de la planta en su intento de sobrevivir a los
animales herbívoros la capsaicina -cuya fórmula molecular es
C18H27NO- es la responsable de la sensación de ardor -e incluso de
dolor- que experimentamos en la mucosa oral al comer alimentos
picantes de la familia de los pimientos. De naturaleza lipídica, aún
purificada y diluida cien mil veces sigue siendo tan activa que es
capaz de producir ampollas en la lengua. Estimula además las
secreciones gástricas pero si se abusa de ella produce la inflamación.
Posee asimismo propiedades descongestivas y, a la concentración
adecuada, favorece en el cerebro la producción de endorfinas
(moléculas que promueven la sensación de bienestar). Debido a sus
acciones específicas la capsaicina ha venido siendo utilizada en los
laboratorios de investigación neuronal ya que dependiendo de su
dosis puede provocar efectos analgésicos y antiinflamatorios o, por el
contrario, favorecer la muerte neuronal. No olvidemos que se trata de
un alimento pero que también se usa como componente en la
elaboración de gases lacrimógenos. En la actualidad forma parte de
medicamentos destinados a aliviar el dolor neuropático, la neuralgia
postherpética, la neuralgia del trigémino, el dolor del miembro
fantasma, el dolor oncológico....

Y ahora sabemos que también tiene propiedades anticancerígenas.

LA COLIFLOR, EL BRÓCOLI Y LOS ISOTIOCIANATOS


El investigador Shivendra Singh presentó por su parte en la misma
reunión de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer
cómo una sustancia que se libera al masticar las verduras crucíferas
ayuda a controlar los tumores de próstata humanos inducidos en
ratones. Las crucíferas son una amplia familia de vegetales con más
de 390 géneros y 3.000 especies entre las cuales existen muchas
plantas cultivadas para alimento siendo las más comunes la col o
repollo, la coliflor, las coles de Bruselas, el brécol o brócoli y el
colirrábano o nabo gallego. Bueno, pues el Fenitil-isotiocianato -o
PEITC-, la sustancia liberada, también provoca la apoptosis en las
células del cáncer de próstata. Al final de un ciclo de tratamiento de

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31 días los ratones tratados con PEITC presentaron tumores casi dos
veces más pequeño que los del grupo de control. Resultados que se
verían confirmados cuando en enero de este mismo año
investigadores de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EEUU)
hallaron que una combinación de cúrcuma -un ingrediente del curry-
y de fenetil isotiocianato era eficaz en cáncer de próstata. "El
resultado -aseveraría Ah-Ng Tony Kong, profesor de Farmacia- es
que el PEITC y la cúrcuma, solos o combinados, demuestran
cualidades de prevención del cáncer significativas en ratones de
laboratorio y la combinación de ambos podría ser eficaz para tratar
cánceres de próstata establecidos".

Y no sólo parecen actuar ante las células tumorales de próstata. En la


revista Cancer Research de septiembre del pasado año -según
información extraída del US Department of Health- se recogían dos
estudios del doctor Fung-Lung Chung, profesor de Oncología del
Centro contra el cáncer Lombardi de la Universidad de Georgetown,
en los que se demostraba cómo un grupo de compuestos presentes
en las crucíferas podía ayudar a ralentizar el desarrollo del cáncer de
pulmón. Chung y sus colegas enfatizaron que la etapa durante la cual
los tumores de pulmón se convierten en malignos es quizás la
coyuntura más crítica señalando que se mostraba "notoriamente
inhibida" en los ratones tratados con cualquiera de los compuestos de
isotiocianato. "La característica más importante de estos estudios
-explicaría Fung-Lung- es que al tratar lesiones no cancerosas con
este compuesto la transición entre las lesiones benignas y las
malignas se hace realmente más lenta". En un segundo trabajo con
distintas líneas de células cancerígenas de pulmón en tubos de
ensayo comprobarían que los compuestos de isotiocianato parecían
dirigirse con mayor efectividad a las células de cáncer más activas.
A la luz de ambos estudios los autores concluyeron que los ensayos
futuros con seres humanos podrían llevar al desarrollo de un régimen
de isotiocianatos -quizás administrados como una "píldora de
verduras"- para tratar a quienes se les haya diagnosticado lesiones
pulmonares, fumadores o no. "Se trata de un rango de actividad muy
amplio para estos compuestos -afirmó Fung- que potencialmente
también se pueden utilizar para prevenir el cáncer de pulmón en los
fumadores antes de que se presenten lesiones".

Añadiremos que existen numerosos estudios de investigación base


que señalan los beneficiosos efectos de los isoticianatos presentes en
las crucíferas para combatir distintos tumores cancerígenos en
roedores. Estudios que muestran incluso la interrelación existente
entre el consumo de estos vegetales, su eficacia y la configuración
genética de las personas. Paul Brennan y otros investigadores de la
Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer revelaron en
un estudio publicado en The Lancet el año pasado que el consumo de
verduras crucíferas ayuda a reducir el riesgo de padecer cáncer de

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pulmón en personas con una determinada estructura genética,
concretamente aquellas que tienen inactivos dos genes, el GSTM1 y
el GSTT1, encargados de proteger al organismo de ciertas toxinas.
El estudio sirvió para probar que las personas con niveles elevados de
isotiocianatos en la orina tenían un menor riesgo de padecer cáncer
de pulmón. Además se constató que la ingesta de brócoli disminuye
el riesgo de cáncer de colon en las personas que carecen del gen
GSTM1.
Los científicos estudiaron a 2.141 pacientes de cáncer de pulmón y a
2.168 personas sanas de Polonia, Eslovaquia, República Checa,
Rumania, Rusia y Hungría donde las verduras crucíferas son
habituales en la dieta. Una primera conclusión fue que los efectos
protectores frente al cáncer de pulmón eran directamente
proporcionales a la cantidad y frecuencia del consumo de hortalizas.
También se supo que los participantes con mayor ingesta de brócoli y
coles de Bruselas fueron los que tuvieron menor riesgo para el
desarrollo del cáncer de pulmón, a diferencia de los participantes que
consumieron otro tipo de hortalizas. De igual modo, el estudio
confirma la hipótesis de la importancia de la constitución genética de
cada cual. Así, se pudo comprobar que el efecto protector de las
hortalizas es superior en las personas que tienen niveles bajos de
GST en sangre porque corresponden a la ausencia de expresión de
los genes GSTM1 y GSTT1. Su conclusión fue que el consumo de
estos productos tiene un efecto protector contra esa dolencia en un
33% de las personas con el gen GSTM1 inactivo. En el caso del gen
GSTT1 el efecto protector en los pacientes que lo tenían inactivo era
de un 37% mientras que en personas con ambos genes desactivados
la protección alcanzaba el 72%.

En suma, año tras año se vuelve en la investigación básica sobre los


isotiocianatos en una especie de círculo vicioso. Ya en el artículo
Factores etiopatogénicos en el cáncer colorrectal. Aspectos
nutricionales y de estilo de vida de C. Casimiro -aparecido en la
revista Nutrición Hospitalaria el año 2002- se señalaba la relación
entre el consumo de las verduras crucíferas y el menor riesgo de
padecer cáncer colorrectal. "Las dithioltionas -se decía en ese
trabajo- son unas sustancias que se encuentran en las crucíferas y en
otros vegetales de hojas verdes que incluyen isotiocianatos,
bencilisotionatos, fenetilisotionato y sulfuraphane. Los estudios
experimentales sugieren que tienen un efecto protector
antineoplásico basado en la inhibición de enzimas inactivadoras de
carcinógenos, la inducción de enzimas detoxificantes y la supresión
del crecimiento celular en las primeras fases de la oncogénesis. Así,
los isotiocianatos (presentes en cantidades particularmente grandes
en las crucíferas) inhiben tanto la carcinogénesis como la metilación
del ADN (el significado de este hecho es incierto ya que tanto la hipo
como la hipermetilación son puntos importantes en las fases iniciales
del proceso carcinogénico). En general hay que decir que una dieta

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de tipo occidental parece modular el riesgo familiar de desarrollar
cáncer colorrectal presentando una interacción significativa con el
substrato genético"

Y aún más atrás: en 1999 el Dr. Hetch escribió en la revista Journal


of Nutrition un artículo titulado Quimioprevención del cáncer a través
de los istiocianatos, modificadores del metabolismo carcinogénico
señalando: "En el consumo de cantidades normales de varias
verduras crucíferas se liberan cantidades sustanciales de
isotiocianatos. Algunos de estos isotiocianatos naturales, como el
fenetil-isotiocianato (PEITC), el benzil isotiocianato (BITC) y los
sulforafano son eficaces inhibidores de la inducción del cáncer en
roedores tratados con carcinógenos. Una gran cantidad de datos
demuestra que los isotiocianatos actúan como agentes
quimiopreventivos del cáncer modificando el metabolismo
carcinogénico vía inhibición de enzimas Fase 1 y/o inducción de
enzimas Fase 2. Estos efectos son bastante específicos dependiendo
de la estructura del isotiocianato y el carcinógeno".
Podríamos seguir citando referencias anteriores en el tiempo sobre la
eficacia de los isotiocianatos pero lo realmente importante es que
este mismo año Christine B. Ambrosone -del Roswell Park Cancer
Institute de Buffalo- ha publicado un trabajo compilatorio de las
evidencias epidemiológicas existentes bajo el título Epidemiological
evidence for chemopreventive effects of cruciferous vegetables on
cancer risk. Y más allá de la conclusión evidente de que unas
verduras parecen tener más eficacia que otras en función de los
factores genéticos o de la naturaleza de los carcinógenos diremos
-por no alargar demasiado este artículo- que su conclusión es simple:
"La mayoría de los estudios existentes apoya la conclusión que las
verduras crucíferas pueden jugar un papel importante en la
prevención del cáncer".

Como vemos, la necesidad de incluir verduras crucíferas en nuestra


dieta para prevenir el cáncer está avalada científicamente.
Recordemos además que en las crucíferas se encuentran también
presentes además de los isotiocianatos otros elementos
anticancerígenos: los carotenoides, la clorofila y los glucosinolatos.
Todos ellos son potentes desintoxicantes que estimulan las enzimas
en el hígado neutralizando los poderes cancerosos de las toxinas e
impidiendo así la aparición de tumores en, al menos, los pulmones, el
estómago, el colon y la vejiga.

¿Cuántos millones de dólares-euros se llevan gastados en moléculas


capaces de sustentar un fármaco eficaz contra los cánceres de ovario,
próstata, páncreas, colorrectal o pulmón? Miles, sin lugar a dudas.
Hemos leído en este reportaje cómo, en cambio, ante la Asociación
Americana para la Investigación del Cáncer se vienen presentando
año tras año estudios que demuestran que algunos alimentos pueden

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cumplir perfectamente ese papel. ¿Cuántos millones, sin embargo, se
han invertido en propiciar ensayos clínicos en esa dirección? Sin
comentarios.
Nuestro consejo es claro: lo primero que debería hacer todo enfermo
de cáncer es cambiar su dieta e ingerir las diversas sustancias
naturales cuyas propiedades anticancerígenas son conocidas.

Antonio F. Muro

Utilidad de la col, la coliflor, el brécol o brócoli, el repollo y las


coles de Bruselas en el cáncer

La eficacia de estas hortalizas en la prevención y tratamiento del


cáncer se debería, además de lo dicho en el texto central de este
artículo, a que contienen indol-3-carbinol, una sustancia que el
organismo convierte durante la digestión en 3,3 diindolilmetano,
producto que ha demostrado "in vitro" inhibir la proliferación de las
células cancerígenas y que tiene la propiedad de acelerar el
metabolismo de los estrógenos impidiendo que pueda ser utilizado
por las células cancerosas. Así lo indicaría un estudio del Instituto de
Investigación Hormonal de Nueva York. Es más, inhibe el crecimiento
de las células en el cáncer de próstata como demostró otra
investigación -esta vez efectuada por la Universidad de California-
que se publicó en el Journal of Biological Chemistry. Las células
cancerosas tratadas crecieron un 70% menos que las del mismo tipo
de tumor que no recibieron el tratamiento.

Su notable actividad anticancerígena se debe también a que además


contiene sulforafano, sustancia que contribuye a acabar con los
componentes potencialmente cancerígenos en las comidas. De hecho,
un grupo de científicos británicos del Centro John Innes -en Norwich-
consiguió en la primavera del año 2000 crear un "superbrócoli"
cruzando una variedad normal con una de la misma familia pero más
salvaje y de origen siciliano que tiene cien veces más sulforafano que
uno natural a fin de utilizarla en tratamientos anticancerígenos.

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