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Los distritos mineros como el elemento dominante en la vida económica del Perú,
Chile y Argentina, impulsan la proliferación y expansión de las actividades primarias,
secundarias y terciarias, y marcan con su propio signo las diferentes economías
regionales, transformadas en “economías satélites”.
En 1596 se forma en Jujuy una compañía de mulas entre los dos vecinos principales:
uno pone los animales para la cruza y el otro los indios de servicios necesarios; estas
sociedades caracterizan la primera etapa de la expansión del híbrido. Son los síntomas
de una actividad que dará la preponderancia al sector ganadero dentro de la economía
regional.
Los cambios locales e interurbanos se realizan sobre la base del trueque. En esta
economía natural predomina la llamada “moneda de la tierra”. Los escasos contratos
de trabajos de indios, mestizos y españoles asentados en este siglo suelen fijar los
salarios en metálico, pero el pago real se efectúa en moneda natural; era de un peso
por indio y debía abonarlo el encomendero.
A partir de 1590 Buenos Aires será convertida, por las actividades de los portugueses,
en foco comercial y centro de atracción de las ciudades del Tucumán a las que ofrece
la posibilidad de adquirir esclavos, aceite, hierro, azúcar y géneros europeos que dejan
altos márgenes de beneficios en Potosí. Así, dejan de lado el modesto trueque con
Chile, pero la ruta Córdoba-Santiago de Chile, adquiere un nuevo carácter.
La Cuenca del Plata se incorpora al espacio económico del Atlántico portugués, como
competidora ilegal del circuito comercial implantado por Sevilla (contrabando) y
ofrece una apreciable ventaja en los costos del flete terrestre en comparación con el
trayecto Lima-Potosí. De este gran comercio, Buenos Aires fue escenario más bien que
protagonista. La acción efectiva corresponde a los portugueses y a los mercaderes de
Potosí, Tucumán y Chile.
El Tucumán es una región argentina en que repercute con mayor fuerza este comercio
internacional. Su incorporación en una economía mundial impulsa y arraiga la
influencia de una economía monetaria que coexiste con la economía natural propia de
los cambios locales.
En el comercio legal e ilegal, Córdoba tiene una actuación clave por su posición
geográfica que la sitúa en la confluencia de los caminos que llevan a los centros
productores y consumidores de Tucumán, Buenos Aires, Alto Perú y Chile.
Esta transacción revela “el paso de una economía sin mercado” a una economía
precapitalista con cambios complejos, que supera las formas de las llamadas
“economía doméstica cerrada” y “economía urbana”.
Las vinculaciones comerciales que habían establecido los rioplatenses con puertos
brasileños habían sido prohibidas por Real Cédula del 28 de enero de 1594. La
condición de puerto cerrado impuesta a Buenos Aires tuvo para la ciudad y sus
alrededores consecuencias muy graves.
Al estar vedado el comercio, Buenos Aires no solo no podía exportar los esclavos y
mercancías, sino, también estaba vedado el camino de la plata potosina.
Los territorios del Brasil y del Río de la Plata, no podían ejercer comercio legal entre
sí a no ser que existieran disposiciones específicas autorizándolo.
Buenos Aires obtuvo, apenas empezado el siglo XVII un permiso que habilitaba por un
tiempo limitado, para realizar intercambio con Brasil y Guinea, además de otras “islas
circunvecinas”. El comercio directo con España, al igual que la importación de
esclavos, seguía estando prohibido.
En 1618 se estableció que únicamente se permitiría con el puerto de Buenos Aires por
el término de tres años.
La aduana seca de Córdoba tuvo una disminución del comercio del puerto de Buenos
Aires en el segundo cuarto del siglo XVII, el comercio de dicha ciudad experimentó
una fuerte. La economía de las provincias rioplatenses estaba muy vinculada con la
navegación del Atlántico; en ese mismo cuarto de siglo, se hizo presente la marina
holandesa en el Atlántico Sur; se establecieron en Pernambuco y posteriormente se
extendieron por el nordeste de Brasil; más tarde, se ubican en San Pablo de Luanda,
capital de Angola. Los holandeses se aseguraban que la provisión de esclavos y
refirmaban su expansión colonial, habían convertido al Atlántico Sur en un dominio
holandés, por lo tanto el comercio rioplatense decayó notablemente.
Durante los años que se ubican en el segundo cuarto de siglo XVII la ruta del Atlántico
prácticamente se interrumpe. Pero la interrupción de los contactos atlánticos se
combina con otros factores de orden continental.
La caída del ritmo de producción del Potosí, se enlaza con la gran crisis de la economía
española que llega a quebrar el patrón de plata en 1626. La acentuación de la escasez
de la moneda, en Buenos Aires, está vinculada igualmente con la carencia de “stock”
metálico en Potosí y con la disminución del comercio del citado puerto. Esa pesadez
económica general que se prolonga casi hasta la mitad del siglo XVIII enmarca el
acentuado estancamiento que experimenta el Río de la Plata a partir del segundo
cuarto del siglo XVII.
Puesto que Buenos Aires había estado sumamente ligado con la colonia portuguesa de
Brasil, la supresión del tráfico comercial marítimo implicaba un duro golpe para la
actividad económica, en general, ahora estaba totalmente prohibido el comercio y, por
lo tanto, paralizado de hecho el tráfico del Río de la Plata.