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FANTASIAS PRECONCEPTIVAS, INTERSUBJETIVIDAD, Y EL

NACIMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO


Psic. Alberto Villarreal Hernández (ARPAC)

“... la saga griega apresa una obligación que cada


quien reconoce porque ha registrado en su interior
la existencia de ella. Cada uno de los oyentes fue
una vez en germen y en la fantasía un Edipo...”

Sigmund Freud
(carta a Fliess, 15 de Oct. 1897 [fragmento])

El Complejo de Edipo es uno de los ejes sobre el cual la mayoría de las teorías

psicoanalíticas descansan. Prácticamente todas afirman su existencia en mayor o

menor grado. A su vez, las diferentes explicaciones se inclinan a favor de un

tiempo, característica y forma alrededor de este importante evento triangular, lo

que ha provocado innumerables polémicas en torno a “cuál Edipo es el

verdadero”, polémicas en más de un sentido interminables y que a mi juicio han

despertado más confusiones que entendimientos integradores. En otras palabras,

es tan universal al grado paradójico de no haber un concepto claro del mismo

(Chodorow, 1996; Villarreal, 2004). Lo contundente es que para que exista un

menor que experimente el Complejo de Edipo debe haber padres que lo hayan

concebido, no sólo físicamente, ya que la misma interacción o no-relación de los

pre-padres influye en la constitución psicológica del todavía no nacido ni

engendrado. A estas fantasías se les conocen como fantasías preconceptivas

ambivalentes (Féder, 1970, 1974, 1980, 1987, 1994, 1999). Mi contribución

resaltará el peso de las fantasías preconceptivas y la intersubjetividad de la pareja

1
de pre-padres para entender el nacimiento y características del Complejo de

Edipo.

FANTASIAS PRECONCEPTIVAS, INTERSUBJETIVIDAD Y EL NACIMIENTO

DEL COMPLEJO DE EDIPO.

Cuando una pareja decide engendrar o ha decidido adoptar, las cosas son mucho

más complejas que lo que imaginábamos. El psicoanálisis ha abierto una

formidable avenida de información sobre la “prehistoria” del individuo, iniciando la

invención-descubrimiento de los fenómenos psíquicos peri y postnatales. Desde

esos pioneros (y algunos altamente cuestionados) trabajos hasta las

contribuciones actuales el entusiasmo alrededor de las primeras semanas y

meses de la vida continúa en el campo del psicoanálisis. Sin embargo, las cosas

ahí no terminaron. Antes del nacimiento también el mundo intrapsíquico-relacional

ya estaba en movimiento. Los trabajos de Rascovsky y colaboradores en

Argentina sobre el psiquismo fetal, así como de González y Quevedo en México

alrededor de la posición maniaca o fetal son interesantes.1 A pesar de haber

muchas investigaciones alrededor de cómo se forma la mente del bebé y de qué

manera las relaciones objetales y su mundo interno se gesta, pocos se

preocupaban si algo tenía que ver la mente de los futuros padres antes de entrar a

la cama.

1
Evidentemente, no son todos. Hacer una revisión de todos los autores que se han entregado al
estudio psicoanalítico de los fenómenos pre y peri natales, así como del primer semestre de la vida
postnatal rebasaría por mucho la intención de esta comunicación (para ello recomiendo a Bleger,
1967; González y Quevedo, 1968; Blum, 1978; Stern, 1985, entre otros).

2
El origen de las fantasías preconceptivas la encontramos de forma indirecta en

Freud. Rastreando su monumental obra, en La Interpretación de los Sueños

(1900, especialmente el capítulo VI), sostiene haber descubierto la proyección en

algunos sueños de aspiraciones reprimidas de los padres hacia sus hijos. En

Tótem y Tabú (1912) afirma la existencia de fantasías inconscientes

generacionalmente trasmitidas en donde las necesidades de los grupos humanos

eran depositadas en la nueva pareja de pre-padres, los cuales a la hora de

interactuar sexualmente ya tenía determinadas encomiendas individuales, de

pareja, familia, grupo o tribu. Luego, en el manuscrito inédito, El Borrador XII

(Panorama de las Neurosis de Transferencia) redactado hacia 1915, y finalmente

en 1934, en Moisés y el Monoteísmo, vuelve a tocar el tema al analizar las

profecías y los sueños filicidas que aparecen en los padres del patriarca judío.

Fueron como se observa, solo esbozos. Continuando la revisión, Lacan (1954)

sostiene que los futuros progenitores van creando un fantasma de sí mismos

como padres mucho antes de que el bebé nazca. P. Aulagnier (citada en

Rudinesco y Plon, 1997) se refiere a una inicial situación de encuentro en la cual

la madre provee de significados relacionales al bebé al imaginar a éste incluso

antes de concebirlo. Aquí, el bebé es ya antes de nacer otro para sus padres,

ocurriendo a su juicio procesos subjetivos e intersubjetivos de intercambio de

significados.

Quien concibe y desarrolla el término fantasías preconceptivas ambivalentes es

Luis Féder a fines de la década de 1960. Para él son fenómenos que tienen lugar

antes de la concepción, que provienen del aparato psicológico de los padres e

inciden en el desarrollo de las actitudes que éstos tendrán hacia su hijo una vez

3
que ha nacido (Féder, 1980, 1987, 1994). En ese sentido, la prehistoria del bebé

se remonta a estos momentos de la relación de los pre-padres. Dicha relación

contendrá una buena dosis de ambivalencia, la cual influirá directamente en el

bebé para bien o para mal si esta es resuelta o no. En la preconcepción los

progenitores sincronizan en forma armónica o patológica sus fantasías

individuales tanto las asociadas al amor y orgullo, como las matizadas de

ambivalencia y conflictos. Dichas síntesis de fantasías es realizada a través del

proceso que conduce a la pareja al acto reproductor, creativo. El proceso que

involucra la relación de los pre-padres es a mi entender lo intersubjetivo. Este es

definido como el compartir deliberadamente experiencias subjetivas sobre los

acontecimientos y las cosas (Dunn, 1995). A ello hay que incluir por supuesto la

conjunción de las experiencias psíquicas que rodean la historia individual y que se

activan en la misma interacción. Para que exista la posibilidad de establecer la

intersubjetividad en los pre-padres se necesita que se logre una suficiente

diferenciación entre el self y el otro. De ser así, estos procesos se activan a través

de las interacciones y comunicaciones que trasmiten las experiencias subjetivas,

totalmente relacionales entre los consortes quienes empiezan a intercambiar sus

expectativas alrededor de tener hijos. Aparece aquí la presentación explícita o no

de las representaciones que cada uno de los pre-padres posee, las cuales

provienen de prácticamente toda su historia, incluyendo en ello las experiencias

reales e imaginadas que hubo entre cada uno de los pre-padres y sus objetos

significativos. Dichas relaciones entre los pre-padres van estimulando la empatía

entre ellos, lo que facilita la incorporación de las aspiraciones y fantasías

conscientes de uno a otro. De la misma forma, se “ponen en la mesa” los patrones

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específicos de apego y se muestra el tipo de contrato matrimonial (el cual

obviamente es el producto intersubjetivo de la relación de pareja), así como se

trasmiten y modifican los roles y funciones paternas y maternas generacional,

cultural y socialmente sugeridos e impuestos. Es aquí cuando a mi juicio se

“objetiviza” la relación entre los consortes en el desarrollo normal y se establecen

los primeros vínculos de los pre-padres como una “unidad” ante el hijo

preconcebido. De esta manera, en el desarrollo normal de los pre-padres, el hijo

deja de descansar en el yo de cada uno de ellos para instalarse tanto a nivel

sélfico en lo individual como en el self de la pareja. Están listos para engendrar, la

fantasía preconceptiva básica de los ahora pre-padres es entonces el producto de

la relación intersubjetiva (Sadger, 1976; Pines, 1982; Stern, 1985, 2000; Mitchell,

1988; López y León, 1997; Sánchez-Escárcega, 1998; Campuzano, 1998; Reyes

de Polanco, 2003; Villarreal, 2003), a su vez, se ha depositado el germen del

futuro Complejo de Edipo.

Como ya se dijo, el Complejo de Edipo es la base, esencia e ideología de las

teorías psicoanalíticas (Safouan, 1971). En ese sentido, en el principio las

relaciones intersubjetivas van matizando el clima entre los padres y el bebé en un

inicio, si este era esperado con gusto, con ausencia de conflictos graves (Bion,

1963; Mitchell, 1988; López-Corvo, 2002). Como ya se dijo, estoy convencido que

de acuerdo a los resultados de las intersubjetividades de los pre-padres se

elaborarán las consecuentes fantasías preconceptivas que incidirán en un bebé

relacionado, no sólo en un bebé (Winnicott, 1963; Stern, 2000). Así, el campo

interactivo de las relaciones objetales con sus vicisitudes van coloreando o

especificando a mi juicio un tiempo, tipo y contenido en el Complejo de Edipo. Por

5
ejemplo, pienso que cuando el bebé se preconcibe como el héroe que resolverá

todos los problemas de la pareja, cuando este se piensa antes de que exista como

el depositante ya de las ansiedades, soledades y desamor de uno o los dos pre-

padres, si el bebé no puede tener el pasaje de ser preconcebido (como en los

casos de madres muy jóvenes, por violación o embarazos no planeados) nacen ya

con una relación bajo el brazo y con reacciones interaccionales evidentes desde el

principio de la vida. No se diga cuando el bebé es imaginado como una obligada

prolongación defectuosa de uno de los pre-padres, o si va a representar una

nueva versión, “corregida y aumentada” de uno de los futuros progenitores, es

muy seguro que el Complejo de Edipo sea tangencialmente diferente (Freud,

1916-1917; Schilder, 1935; A. Freud, 1967, 1978; Laplanche y Pontalis, 1968;

Charrier, 1970; Berenstein, 1976). Así, a mi juicio el Complejo de Edipo es el

producto intersubjetivo de las fantasías pre-conceptivas en la pareja de pre-

padres. Nace la versión de éste y, en las iniciales interacciones con el bebé luego

de nacer se va gestando un tipo específico de roles, funciones, actividades,

fantasías inconscientes, vínculos y necesidades en esta nueva triangulación

sélfica humana. De acuerdo a ello los padres e hijo estarán intercambiando una

serie de identificaciones proyectivas y reveries que irán forjando todas las

posteriores interacciones e irán nominando a los padres y al bebé (Winnicott,

1963; Maldavsky, 1980; Hernández, 1983; Salles, 1986, 1988, 1988a, 1989;

Bollas, 1987; 1992; López y León de López, 1992; Ogden, 1986; Marcer y Kicillof,

1990). Todo ello forja una realidad interna y externa, relacional. En ese sentido,

pienso que padres quienes forjan su fantasía pre-conceptiva con amor, confianza

en sí mismos, abiertos al crecimiento y a enorgullecerse de ese hijo e incluso

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aceptar que a la vuelta de los años éste o ésta les superará producen a la postre

un Complejo de Edipo “suficientemente bueno”, con ausencia de rivalidad

destructiva, con unión y trasmisión de las jerarquías para el crecimiento el cual

puede corresponder al ofrecido desde la perspectiva de Kohut (1977, 1987).

Mientras que, padres que no esperaban estar embarazados, parejas conflictivas

quienes evitan tener hijos debido a que piensan que destruirá a uno o a los dos,

aquellos que organizan la concepción del bebé como una salida ansiógena,

antidepresiva, cubierta de envidia pueden a mi juicio organizar un Complejo de

Edipo temprano, confusional, agresivizado, cercano al concebido por Klein y sus

seguidores (Klein, 1928; Heimann, 1951). Así mismo, pre-padres con fantasías

alrededor de las jerarquías, el poder y la trasmisión de la diferencia, pueden

trasmitir elementos de lo que podría decirse que es un Complejo de Edipo cercano

a las propuestas de Lacan. Y así podríamos continuar con este ejercicio.

CONCLUSIÓN.

Escribió Bion “El mito de Edipo puede ser considerado como un instrumento que

sirvió a Freud en su descubrimiento del psicoanálisis y el psicoanálisis como un

instrumento que posibilitó a Freud descubrir el Complejo de Edipo” (1963, p. 124.

Las cursivas son mías). De hecho, la misma tragedia escrita por Sófocles contiene

elementos asociados a la preconceptología y lo intersubjetivo. Recordemos que

Layo, el futuro padre de Edipo, había sido maldecido por Pélope con la prohibición

de tener hijos en venganza por haber seducido a Crispo, su hijo. De este “amor

culpable” se gesta el castigo que la diosa Hera impuso a la ciudad: la Esfinge. Sin

embargo aparece Yocasta. Layo no deseaba tener hijos, pues estaba amenazado,

7
amén de poseer su condición de homosexual la cual probablemente otorgaba

pocas habilidades para ejercer su función paterna y maridaje a Yocasta esto no le

fue suficiente y deseosa de tener hijos, lo embriaga engendrando a Edipo (de

Bianchi, 1991, Féder, 1994)2. Recordemos, el bebé todavía no concebido

biológicamente es desde antes un “viejo conocido” en los pre-padres.

Si bien comparto plenamente el fenómeno de las fantasías preconceptivas,

discrepo alrededor de otorgarle el peso de “motor determinante” para explicar

muchas psicopatologías. Es claro que diversos fenómenos pre y post natales

afectan los vínculos temporal o definitivamente, incidiendo en el Complejo de

Edipo como en el desarrollo normal o patológico.

Todo lo anterior me hace pensar que el Complejo de Edipo no puede ubicarse

dentro de un “principio y fin”, pues contiene elementos que rebasan un tiempo

específico de expresión. Me propongo entenderlo como Posición. El

“sepultamiento”, mas que un “tiempo fuera”, es un movimiento que avanza y

retrocede durante la vida y es activada y re-activada en el curso de la existencia, y

en cierto sentido, carece de temporalidad (Chodorow, 1999). Con ello, podemos

observar de nueva cuenta el profundo peso del mundo interno de los futuros

padres en la constitución psicológica del bebé el cual ya vive mucho antes de su

concepción.

2
Por cierto, Freud solo leyó una versión de Edipo. El mito posee varias, incluso, donde muere
tranquilamente en Tebas, con sus órbitas intactas (ver Vernant, 1971).

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